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Evangelio Lc 12, 32-48.

Homilía 7/8/22
Sem XIX TO sal III Ciclo c
Domingo del administrador fiel y
prudente

¡No temas pequeño Rebaño, el


Padre ha decidido darles el Reino!.
Con este mismo texto de San Lucas
nos referimos el Domingo pasado a
Dios, Padre Nuestro. Y sin
planificarlo nos encontramos con el
mismo texto en este Domingo del
administrador fiel y prudente. San
Pedro, primer Papa, hace de
interlocutor nuestro ante Dios para
que se nos instruya en el deber a
cumplir en nuestros días mientras
esperamos la gloriosa venida de
Nuestro Salvador Jesucristo. El
Domingo pasado, mientras
celebrábamos la Santa Misa,
tuvimos una experiencia que nos ha
dejado reflexionando mucho. Nos
avisa Don Emilio y Doña Vangie
que Doña  Lesbia, madre y suegra,
a quien junto con su hijo, el Doctor
Emmanuel Martinez, cuidaron
durante muchos años, acaba de
fallecer. Los Martínez tan queridos
para nosotros y a quienes les
tenemos gratitud eterna porque han
estado con nosotros en todos los
sentidos, en los momentos más
difíciles, han dado muestras de
cumplir a cabalidad y más, el
mandamiento de Honrar Padre y
Madre.  Personalmente la atendían
a toda hora y día, a la par de ejercer
sus pofesiones,  servir en la
parroquia, y ser caritativos,
humanos, generosos con todos.
Nadie puede decir algo negativo de
ellos. Al terminar aquella Misa nos
piden: por favor vayan a casa con
nuestros hermanos de pequeña
comunidad. Nos encontramos con lo
que era harto sabido por nosotros.
Hemos visitado tantos enfermos y
ancianos para darle los
Sacramentos, y sabemos cuándo un
anciano, un enfermo, está bien
cuidado. Como una reina Doña
Lesbia pasó sus últimos y muchos
años de ancianidad, tan bien
cuidada, atencionada con lo mejor y
más de lo que ella requería. En estás
cosas debe encontrarnos el Señor
cuando vuelva; Cuidando a los
nuestros. MUCHOS  nos están
esperando para que les cuidemos.
Ellos serán nuestro pasaporte al
cielo y la satisfacción, el logro más
grande de nuestras vidas. Un
privilegio para mi fue entregar al
Cielo con el Rito de Difuntos junto a
su familia y comunidad a Doña
Lesbia. Le conocía. Ella, hace más
de una década, iba todos los
Domingos antes que se abriera la
Parroquia a Misa de 9:00 am. Se
encargaba de repartir los boletines y
asistir a los que lo necesitaban. Hija
de María, una verdadera servidora.
De bajo perfil, humilde,
colaboradora, mujer de su hogar,
madre buena y suegra amable. Les
pregunto: ¿Estamos gastando
nuestras vidas en cuidar a nuestros
ancianos y enfermos? ¿Qué cuentas
rendiremos al respecto en la hora
del juicio final? ¿Después que
comulgo, soy mejor familiar y
servidor de todos? Tenemos la
seguridad que Doña Lesbia
descansa en paz. Su familia con
quien vivía la honró a cabalidad.
¡Cuánta falta les hará!  Hace un año
y unos meses le preguntaba a las
señoras de la Parroquia donde estoy
asignado: ¿Cómo uno supera la
ausencia y el vacío que dejan los
nuestros que ya han partido? Ellas,
como si se hubieran combinado me
respondían: uno aprende a convivir
con ese sentimiento, con esa
sensación. Ahora confesaremos la
Fe de la Iglesia por la cual creemos
que cada vez que comemos de este
Pan y bebemos de este Cáliz
estamos más cerca de nuestros seres
queridos que ya han partido a
mejor vida. ¡Dichoso,
Bienaventurado, feliz el Siervo al
que su Señor encuentre ocupado
cumpliendo todo esto!

En Jesús, José y María.

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