Homilía 7/8/22 Sem XIX TO sal III Ciclo c Domingo del administrador fiel y prudente
¡No temas pequeño Rebaño, el
Padre ha decidido darles el Reino!. Con este mismo texto de San Lucas nos referimos el Domingo pasado a Dios, Padre Nuestro. Y sin planificarlo nos encontramos con el mismo texto en este Domingo del administrador fiel y prudente. San Pedro, primer Papa, hace de interlocutor nuestro ante Dios para que se nos instruya en el deber a cumplir en nuestros días mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo. El Domingo pasado, mientras celebrábamos la Santa Misa, tuvimos una experiencia que nos ha dejado reflexionando mucho. Nos avisa Don Emilio y Doña Vangie que Doña Lesbia, madre y suegra, a quien junto con su hijo, el Doctor Emmanuel Martinez, cuidaron durante muchos años, acaba de fallecer. Los Martínez tan queridos para nosotros y a quienes les tenemos gratitud eterna porque han estado con nosotros en todos los sentidos, en los momentos más difíciles, han dado muestras de cumplir a cabalidad y más, el mandamiento de Honrar Padre y Madre. Personalmente la atendían a toda hora y día, a la par de ejercer sus pofesiones, servir en la parroquia, y ser caritativos, humanos, generosos con todos. Nadie puede decir algo negativo de ellos. Al terminar aquella Misa nos piden: por favor vayan a casa con nuestros hermanos de pequeña comunidad. Nos encontramos con lo que era harto sabido por nosotros. Hemos visitado tantos enfermos y ancianos para darle los Sacramentos, y sabemos cuándo un anciano, un enfermo, está bien cuidado. Como una reina Doña Lesbia pasó sus últimos y muchos años de ancianidad, tan bien cuidada, atencionada con lo mejor y más de lo que ella requería. En estás cosas debe encontrarnos el Señor cuando vuelva; Cuidando a los nuestros. MUCHOS nos están esperando para que les cuidemos. Ellos serán nuestro pasaporte al cielo y la satisfacción, el logro más grande de nuestras vidas. Un privilegio para mi fue entregar al Cielo con el Rito de Difuntos junto a su familia y comunidad a Doña Lesbia. Le conocía. Ella, hace más de una década, iba todos los Domingos antes que se abriera la Parroquia a Misa de 9:00 am. Se encargaba de repartir los boletines y asistir a los que lo necesitaban. Hija de María, una verdadera servidora. De bajo perfil, humilde, colaboradora, mujer de su hogar, madre buena y suegra amable. Les pregunto: ¿Estamos gastando nuestras vidas en cuidar a nuestros ancianos y enfermos? ¿Qué cuentas rendiremos al respecto en la hora del juicio final? ¿Después que comulgo, soy mejor familiar y servidor de todos? Tenemos la seguridad que Doña Lesbia descansa en paz. Su familia con quien vivía la honró a cabalidad. ¡Cuánta falta les hará! Hace un año y unos meses le preguntaba a las señoras de la Parroquia donde estoy asignado: ¿Cómo uno supera la ausencia y el vacío que dejan los nuestros que ya han partido? Ellas, como si se hubieran combinado me respondían: uno aprende a convivir con ese sentimiento, con esa sensación. Ahora confesaremos la Fe de la Iglesia por la cual creemos que cada vez que comemos de este Pan y bebemos de este Cáliz estamos más cerca de nuestros seres queridos que ya han partido a mejor vida. ¡Dichoso, Bienaventurado, feliz el Siervo al que su Señor encuentre ocupado cumpliendo todo esto!