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Nombre: Ma.

Guadalupe Jiménez Ruvalcaba


Título: Dios provee
Sección: Misiones
«Vayan por todo el mundo y anuncien la buena nueva a toda la creación » (Mc 16,15)

Comienza la experiencia misionera, 9 jóvenes (chicos y chicas) con toda la energía,


entusiasmo y alegría por ir a compartir la fe, comenzamos los preparativos teníamos todo
listo: materiales, camioneta, mochilas listas, provisiones y dando las 4:00 a.m. arrancamos,
y así inició la experiencia misionera, todos rumbo al Nayar. Jamás imaginamos lo que
vendría, esa gente, esos niños, esas comunidades tan solas, alejadas y pobres, pero a la vez
tan ricas de la presencia de Dios, tan sedientas por conocerlo más, aunque ellos a su manera
y en su contexto lo tienen y le confían cuanto tienen y son. ¿Y nosotros cuánto confiamos
en Él?
Mi nombre es Ma. Guadalupe Jiménez Ruvalcaba, originaria de Yahualica de
González Gallo, Jalisco. Estoy casada, soy madre de 2 hijos, y soy maestra de educación
preescolar y psicóloga educativa.
El ir a misiones es una de las experiencias más grandes y enriquecedoras de mi vida,
además de que me ayudaron a crecer como persona, ciudadana y católica, me di cuenta de
las grandes cosas que Dios ha hecho por mí y el gran compromiso que tenemos de llevar
esa palabra hecha vida a nuestros hermanos, y estoy convencida que no solo en campo
misión, que si podemos hacerlo excelente, pero si no en el lugar donde estamos, en casa,
trabajo, amigos, comunidad, parroquia.
Es maravilloso ver cómo la gente ve a Dios en la naturaleza, cómo aun y a pesar de
las carestías confían en su providencia, en verdad esa providencia que se hace presente en
cada momento, no en vano mi lema es: «DIOS PROVEE».
Mi primera experiencia en el Nayar. 3 años consecutivos estuvimos ahí, en semana
santa, nos hubiera gustado estar más tiempo, pero el grupo en el que íbamos teníamos
nuestros trabajos y debíamos regresar. Son comunidades en la sierra, hicimos 14 horas
aproximadamente para llegar. De la cabecera municipal nos trasladaron a las comunidades,
donde estaríamos en grupos de tres, allí nos instalamos en un cuarto (tipo bodega) en donde
teníamos que poner casa de campaña, porque hay muchas arañas y sobre todo alacranes
venenosos. Durante la semana se dieron temas a las personas que asistieron, hubo algunas
familias que tenían que caminar hasta 2 horas para llegar a donde se daban los temas pero
eso no les importaba porque siempre estaban puntuales para las celebraciones. No había
luz, había poca agua y no había trasporte, la gente se desplazaba en burros. Hubo muy
buena participación y aceptación, nos compartían de lo poco que tenían, gente muy pobre,
los niños sin zapatos, sin juguetes, con decirles que las galletas eran un gran festín para
ellos. Esta fue una vivencia inolvidable. En la que no pierdo la esperanza de volver.
Misión Guatemala y Honduras. Dos años antes de ir al Nayar (año 2000) también
me tocó ir a misiones a estos países, aunque en esta ocasión sólo iba yo con un grupo de
misioneros nuestra Diócesis. Aquí nos encontramos con lugares no tan pobres
(económicamente) como la experiencia anterior, pero sí había pobreza en cuestión de
valores y religión. Llegamos a Guatemala, hacía muchísimo calor, muchos mosquitos pero
eso no era motivo para quitar el entusiasmo y alegría que llevábamos. Estuvimos allá cerca
de un mes, y lo que me llamó mucho la atención es que hay muchas sectas; en cada esquina
un templo, cada quien hace su religión, son lugares en donde hace mucha falta la
reevangelización, donde necesitamos misioneros y sobre todo sacerdotes.
Estoy segura que la labor que se realizó dejó una semillita en cada una de las
personas con las que convivimos.
En mi experiencia misionera pude aprender a ver el rostro de Jesús doliente en cada
una de las personas que sufrían o tenían alguna dificultad o tristeza; a ver la mano amorosa
y providente de Dios Padre, que escucha y alivia las necesidades de quien en Él confían, la
fuerza del Espíritu Santo que mueve y transforma las vidas de las personas, y el amor
maternal de María, abrazando a sus hijos y haciéndose presente en sus vidas.
Los invito para que todos oremos por las y los misioneros, que apoyemos con
nuestra oración, trabajo, solidaridad y cooperación y que si tienes la oportunidad de ir a
alguna experiencia misionera lo hagas, no tengas miedo. Dios está contigo. Apoyemos a las
misiones, y vivamos ese compromiso misionero que tenemos como bautizados, en donde
estamos, en donde Dios nos puso, que no fue sólo por casualidad sino porque ahí nos
necesita. Recuerden que: «No podemos callar lo que hemos visto y oído» (Hech 4,20)

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