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Comunidad

Eucarística

Con María
Todo con Ella y sin Ella nada
Boletín 7

10/2/24

1. Preguntas y comentarios del programa de Liturgia por


Radio María
2. Paciencia
3. Bondad
4. Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2024
5. El amor
6. Formulario de la Misa de la Virgen María II Cuaresma
PREGUNTAS Y COMENTARIOS DEL
PROGRAMA DE LITURGIA
DE RADIO MARIA
1. ¿Qué ropa usar para ir a Misa y cuál no?
2. ¿Si llego tarde al templo que debo hacer para
acomodarme?
3. ¿Cuándo los niños hacen bulla qué hacer?
4. ¿Qué se hace con las personas qué se ponen a
conversar antes de comenzar la Misa y no dejan
concentrarse haciendo oración?
5. ¿Es correcta la gente que va a leer qué se ponen a
ensayar en el altar?
6. ¿Cualquiera puede leer en Misa?
7. Hay personas que llegan tarde y se ponen a sacar
cosas de la cartera, no atienden ni dejan atender
haciendo ruidos.
8. ¿Qué se puede hacer con los celulares en la Iglesia?
9. ¿Cuándo hay personas que contestan muy alto, se
equivocan en las respuestas, con los cantos, hasta
dan su opinión, que se podría hacer con esa gente?
10. ¿Por qué duran tanto los avisos después de
comulgar?
11. Con la gente que se mete en la Sacristía que no
le toca ni debe estar ahí ¿qué hacer con esa gente?
12. Pienso que no se respeta el dolor de las
personas que van a funerales con tanto alboroto en la
Misa.
13. A la gente le molestan los ratones de Sacristía.
14. ¿Cómo proteger a los Sacerdotes de la gente
tóxica que va a la Iglesia?
Paciencia

Sólo la Paz nos va preparando


Para lograr comprender
Que las cosas van cambiando
Por la superación de nuestro ser.

Cada humano de este planeta


Cuenta con su propia trayectoria
Para descubrir de cualquier manera
Un despertar para su victoria.

Es Meditando En Paciencia
La forma más Noble de lograrlo.
Sin ofrecer Resistencia
En Calma, es mejor alcanzarlo.

Aunque la amargura de las Experiencias


Muchos la necesitamos para Crecer.
La Reflexión en Silencio, con Paciencia
Nos unirá con el Creador y nuestro ser.

Ante los procesos tener Paciencia


Es lo más Sano para prolongar
La Vida en Alegría y Coherencia
El Servicio en Amor, Esperanza y Paz
Que hemos venido a sembrar y cosechar.

Dra. Alma Galán


La Bondad
Te das cuenta que sí existe
Cuando tú o alguien más la manifiesta
Pues dentro de cada uno nuestro
Existen las Dos tendencias.

Bondad y Maldad, ambas están


Sólo basta mirar para descubrir
A cuál de las dos le das más cabida
Cuál alimentas para sobrevivir.

Podemos de igual manera mirar


La parte bondadosa de cada ser
Con los ojos del sano corazón
Descubrir su Bondad para Aprender.

En el mundo no sólo existe Bondad


Y eso no lo vamos a cambiar
Pero sí tenemos una opción
A cada quién le toca aportar
La Misericordia en su porción.

Dr. Alma Galán


Mensaje del Santo Padre Francisco
Cuaresma 2024
A través del desierto
Dios nos guía a la libertad

Queridos hermanos y hermanas:


Cuando nuestro Dios se revela, comunica la
libertad: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice
salir de Egipto, de un lugar de esclavitud»
(Ex 20,2). Así se abre el Decálogo dado a
Moisés en el monte Sinaí. El pueblo sabe bien
de qué éxodo habla Dios; la experiencia de la
esclavitud todavía está impresa en su carne.
Recibe las diez palabras de la alianza en el
desierto como camino hacia la libertad.
Nosotros las llamamos “mandamientos”,
subrayando la fuerza del amor con el que Dios
educa a su pueblo. La llamada a la libertad es,
en efecto, una llamada vigorosa. No se agota
en un acontecimiento único, porque madura
durante el camino. Del mismo modo que Israel
en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de
sí ―en efecto, a menudo echa de menos el
pasado y murmura contra el cielo y contra
Moisés―, también hoy el pueblo de Dios lleva
dentro de sí ataduras opresoras que debe
decidirse a abandonar. Nos damos cuenta de
ello cuando nos falta esperanza y vagamos por
la vida como en un páramo desolado, sin una
tierra prometida hacia la cual encaminarnos
juntos. La Cuaresma es el tiempo de gracia en
el que el desierto vuelve a ser ―como anuncia
el profeta Oseas― el lugar del primer amor
(cf. Os 2,16-17). Dios educa a su pueblo para
que abandone sus esclavitudes y experimente
el paso de la muerte a la vida. Como un esposo
nos atrae nuevamente hacia sí y susurra
palabras de amor a nuestros corazones.
El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un
camino abstracto. Para que nuestra Cuaresma
sea también concreta, el primer paso es
querer ver la realidad. Cuando en la zarza
ardiente el Señor atrajo a Moisés y le habló, se
reveló inmediatamente como un Dios que ve y
sobre todo escucha: «Yo he visto la opresión
de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los
gritos de dolor, provocados por sus capataces.
Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso
he bajado a librarlo del poder de los egipcios y
a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra
fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y
miel» (Ex 3,7-8). También hoy llega al cielo el
grito de tantos hermanos y hermanas
oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también
a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve?
Muchos factores nos alejan los unos de los
otros, negando la fraternidad que nos une
desde el origen.
En mi viaje a Lampedusa, ante la globalización
de la indiferencia planteé dos preguntas, que
son cada vez más actuales: «¿Dónde
estás?» (Gn 3,9) y «¿Dónde está tu
hermano?» (Gn 4,9). El camino cuaresmal será
concreto si, al escucharlas de nuevo,
confesamos que seguimos bajo el dominio del
Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos
y nos vuelve insensibles. Es un modelo de
crecimiento que nos divide y nos roba el futuro;
que ha contaminado la tierra, el aire y el agua,
pero también las almas. Porque, si bien con el
bautismo ya ha comenzado nuestra liberación,
queda en nosotros una inexplicable añoranza
por la esclavitud. Es como una atracción hacia
la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la
libertad.
Quisiera señalarles un detalle de no poca
importancia en el relato del Éxodo: es Dios
quien ve, quien se conmueve y quien libera, no
es Israel quien lo pide. El Faraón, en efecto,
destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace
que parezca inmodificable un mundo en el que
se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos
auténticos. Es decir, logra mantener todo sujeto
a él. Preguntémonos: ¿deseo un mundo
nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los
compromisos con el viejo? El testimonio de
muchos hermanos obispos y de un gran
número de aquellos que trabajan por la paz y la
justicia me convence cada vez más de que lo
que hay que denunciar es un déficit de
esperanza. Es un impedimento para soñar, un
grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve
el corazón de Dios. Se parece a esa añoranza
por la esclavitud que paraliza a Israel en el
desierto, impidiéndole avanzar. El éxodo puede
interrumpirse. De otro modo no se explicaría
que una humanidad que ha alcanzado el
umbral de la fraternidad universal y niveles de
desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico,
capaces de garantizar la dignidad de todos,
camine en la oscuridad de las desigualdades y
los conflictos.
Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la
Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su
Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy
el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de
un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Es tiempo de
conversión, tiempo de libertad. Jesús mismo,
como recordamos cada año en el primer
domingo de Cuaresma, fue conducido por el
Espíritu al desierto para ser probado en su
libertad. Durante cuarenta días estará ante
nosotros y con nosotros: es el Hijo encarnado.
A diferencia del Faraón, Dios no quiere
súbditos, sino hijos. El desierto es el espacio en
el que nuestra libertad puede madurar en una
decisión personal de no volver a caer en la
esclavitud. En Cuaresma, encontramos nuevos
criterios de juicio y una comunidad con la cual
emprender un camino que nunca antes
habíamos recorrido.
Esto implica una lucha, que el libro del Éxodo y
las tentaciones de Jesús en el desierto nos
narran claramente. A la voz de Dios, que dice:
«Tú eres mi Hijo muy querido» (Mc 1,11) y «no
tendrás otros dioses delante de mí» (Ex 20,3),
se oponen de hecho las mentiras del enemigo.
Más temibles que el Faraón son los ídolos;
podríamos considerarlos como su voz en
nosotros. El sentirse omnipotentes,
reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los
demás: todo ser humano siente en su interior la
seducción de esta mentira. Es un camino
trillado. Por eso, podemos apegarnos al dinero,
a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra
posición, a una tradición e incluso a algunas
personas. Esas cosas en lugar de impulsarnos,
nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos
enfrentarán. Existe, sin embargo, una nueva
humanidad, la de los pequeños y humildes que
no han sucumbido al encanto de la mentira.
Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos,
sordos, inmóviles a quienes les sirven
(cf. Sal 115,8), los pobres de espíritu están
inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son
una fuerza silenciosa del bien que sana y
sostiene el mundo.
Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es
también detenerse. Detenerse en oración, para
acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el
samaritano, ante el hermano herido. El amor a
Dios y al prójimo es un único amor. No tener
otros dioses es detenerse ante la presencia de
Dios, en la carne del prójimo. Por eso la
oración, la limosna y el ayuno no son tres
ejercicios independientes, sino un único
movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera
los ídolos que nos agobian, fuera los apegos
que nos aprisionan. Entonces el corazón
atrofiado y aislado se despertará. Por tanto,
desacelerar y detenerse. La dimensión
contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos
hará redescubrir, movilizará nuevas energías.
Delante de la presencia de Dios nos
convertimos en hermanas y hermanos,
percibimos a los demás con nueva intensidad;
en lugar de amenazas y enemigos
encontramos compañeras y compañeros de
viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra
prometida hacia la que marchamos cuando
salimos de la esclavitud.
La forma sinodal de la Iglesia, que en estos
últimos años estamos redescubriendo y
cultivando, sugiere que la Cuaresma sea
también un tiempo de decisiones comunitarias,
de pequeñas y grandes decisiones a
contracorriente, capaces de cambiar la
cotidianeidad de las personas y la vida de un
barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la
creación, la inclusión de los invisibles o los
despreciados. Invito a todas las comunidades
cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles
momentos para reflexionar sobre los estilos de
vida; a darse tiempo para verificar su presencia
en el barrio y su contribución para mejorarlo. Ay
de nosotros si la penitencia cristiana fuera
como la que entristecía a Jesús. También a
nosotros Él nos dice: «No pongan cara triste,
como hacen los hipócritas, que desfiguran su
rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16).
Más bien, que se vea la alegría en los rostros,
que se sienta la fragancia de la libertad, que se
libere ese amor que hace nuevas todas las
cosas, empezando por las más pequeñas y
cercanas. Esto puede suceder en cada
comunidad cristiana.
En la medida en que esta Cuaresma sea de
conversión, entonces, la humanidad extraviada
sentirá un estremecimiento de creatividad; el
destello de una nueva esperanza. Quisiera
decirles, como a los jóvenes que encontré en
Lisboa el verano pasado: «Busquen y
arriesguen, busquen y arriesguen. En este
momento histórico los desafíos son enormes,
los quejidos dolorosos —estamos viviendo una
tercera guerra mundial a pedacitos—, pero
abrazamos el riesgo de pensar que no estamos
en una agonía, sino en un parto; no en el final,
sino al comienzo de un gran espectáculo. Y
hace falta coraje para pensar esto» (Discurso a
los universitarios, 3 agosto 2023). Es la valentía
de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe
y la caridad llevan de la mano a esta pequeña
esperanza. Le enseñan a caminar y, al mismo
tiempo, es ella la que las arrastra hacia
adelante.[1]
Los bendigo a todos y a vuestro camino
cuaresmal.
Roma, San Juan de Letrán, 3 de diciembre de
2023, I Domingo de Adviento.
FRANCISCO

[1] Cf. Ch. Péguy, El pórtico del misterio de la


segunda virtud, Madrid 1991, 21-23.
El Amor
*Hay amores confiados*
*Hay amores peligrosos*
*Hay amores apasionados*
*Hay amores fraternos*
*Hay amores misericordiosos.*

*Hay amores que sanan*


*Hay amores que enferman*
*Hay amores que lejos*
*Son mejores que cerca.*

*Hay posibles apegos*


*Confundidos con amores*
*Que dañan, que hieren*
*Que no son verdaderos.*

*En cuanto al Amor humano*


*Amor Eros, Filia, Ágape,*
*Siempre que no incluyan,*
*Incontrolables emociones,*
*Son amores que ennoblecen*
*Amores que mueven corazones.*

*Es el Amor Divino*


*Ideal, Incondicional, Infinito*
*El Único Amor Perfecto.*
*De la Fuente de Todo Bien.*
*Amor que nos llega Completo.*

*Es el Amor del Crucificado*


*Amor que transforma y salva vidas*
*Amor de Grandes Amores*
*Amor de Amores Soñado.*

Dra. Alma Galán


SEGUNDA MISA DE CUARESMA DEL
MISAL DE LA VIRGEN MARIA

11. LA VIRGEN MARÍA JUNTO A LA CRUZ DEL SEÑOR


(I)

A medida que avanza el tiempo de Cuaresma, que está


organizado semejanza del camino de Jesús hacia la ciudad
santa de Jerusalén, lugar de su oblación, se hace más
frecuente la contemplación del misterio de la pasión de
Cristo; de ahí que se haga más frecuente también, en el
corazón de los fieles, el recuerdo del sufrimiento
compartido de santa María Virgen. En los Propios tanto de
las Iglesias particulares como de los Institutos religiosos
encontramos varios formularios que celebran a la Madre
participando en la pasión del Hijo. El formulario que aquí se
propone proviene, a excepción del prefacio, del Proprium
missarum Ordinis Fratrum Servorum beatae Mariae
Virginis, Curia general OSM, Roma 1972, pp. 24-27. Los
textos de la misa ilustran el misterio de la pasión de Cristo,
que de un modo misterioso, continúa completándose en
«las infinitas pena de la vida de sus miembros» (Co); por
esto son adecuadas a esta celebración aquellas palabras
del Apóstol: «Completo en mi carne los dolores & Cristo,
sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia» (Ant com, Col 1,
24) Santa María, «Reina del cielo y Señora del mundo»
(Ver ev), estuvo junto a la cruz del Hijo (cf. Ant entr, Ev, Jn
19, 25-27), «dolorosa» (Co), «sufriendo» (Ver ev),
«intrépida» y «fiel» (PJ), cumpliendo diversas funciones de
salvación y «para dar cumplimiento a las figuras antiguas»
(PJ).
En efecto, la santísima Virgen estuvo junto al Hijo
moribundo en la cruz: —
— como cooperadora de la redención (cf. So), asociada por
sus dolores de madre al sacrificio del Hijo, sumo sacerdote
(cf. Dc); —
— como nueva Eva, en la que se cumplió la profecía sobre
la función salvadora de la «Mujer» (cf. Gn 3, 15; Jn 19, 26;
Ap 12, 1): así como la primera mujer había contribuido «a la
muerte», así la segunda —María— contribuyó «a la vida»
(cf. Pf, LG 56); —
— como la Sión Madre, a la que saludan todos los pueblos
diciendo:
— «Todas mis fuentes están en ti» (Sal 86 [87], 7), ya que
recibe con amor materno «a los hombres dispersos,
reunidos por la muerte de Cristo» (Pf, cf. Jn 11, 52); —
— como modelo de la Iglesia, que, contemplándola como
«Virgen intrépida», «guarda íntegra la fidelidad prometida al
Esposo» (Pf, cf. LG 64)
ANTÍFONA DE ENTRADA Jn 19, 25

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su


madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.

ORACIÓN COLECTA

Señor, Dios nuestro, por un designio misterioso de tu providencia


completas lo que falta a la pasión de Cristo con las infinitas penas
de la vida de sus miembros; concédenos que, a imitación de la
Virgen Madre dolorosa que estuvo junto a la cruz de su Hijo
moribundo, así nosotros permanezcamos junto a los hermanos que
sufren para darles consuelo y amor.

Por nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, las ofrendas de tu pueblo, y conviértelas en el


sacramento de nuestra redención, en la que cooperó
generosamente la Virgen, permaneciendo intrépida junto al altar de
la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO

Junto a la cruz del Hijo la Madre permaneció fiel

V. El Señor esté con vosotros. R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte


gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios
todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.

Porque en tu providencia estableciste que la Madre permaneciera


fiel junto a la cruz de tu Hijo, para dar cumplimiento a las antiguas
figuras, y ofrecer un ejemplo nuevo de fortaleza.
Ella es la Virgen santa que resplandece como nueva Eva, para que
así como una mujer contribuyó a la muerte así también la mujer
contribuyera a la vida.

Ella es la misteriosa Madre de Sión que recibe con amor materno a


los hombres dispersos, reunidos por la muerte de Cristo.

Ella es el modelo de la Iglesia Esposa, que, como Virgen intrépida,


sin temer las amenazas ni quebrarse en las persecuciones, guarda
íntegra la fidelidad prometida al Esposo.

Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos llenos de


alegría: Santo, Santo, Santo...

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Col 1,24

Completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo


que es la Iglesia.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Después de recibir la prenda de nuestra salvación, te pedimos,


Señor, que, por los méritos del sacrificio de Cristo, sumo sacerdote,
y de los dolores de la Virgen, el Espíritu Santo, presente con
plenitud en la Iglesia, inunde con su amor el mundo entero. Por
Jesucristo, nuestro Señor.

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