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Roy Hora. “La apertura al mundo. 1880-1930”.

Capítulo 3
La victoria de Roca se explica por su capacidad de mantener la lealtad del
ejército en la prueba decisiva que supuso la conquista de la capital y por la
amplitud y solidez de alianzas políticas que logró articular en su carrera hacia la
presidencia, las cuales sentaron las bases del PAN. La figura y el programa de
Roca interpelaban a una corriente de opinión que reconocía la importancia de cerrar la
historia de conflicto y violencia para dar paso a un nuevo periodo en que la
concentración del estado, aun si implicaba un recorte de libertad política, sirviese para
asegurar una paz duradera. Tras la victoria del PAN la vida pública perdió la
efervescencia que la había caracterizado. En el seno del partido convivían
representantes de intereses tan diversos como la propia realidad geográfica y
económica del país. Un escenario así invitaba al poder central y a las elites locales
a entablar una negociación permanente, porque ambas partes se necesitaban. En
estas, los grandes líderes del PAN eran cruciales. Los estudiantes fueron los
primeros en desafiar al gobierno. Los promotores de la Unión Cívica se decidieron a
hacer avanzar su programa de restauración de la libertad del sufragio por el camino ya
conocido del levantamiento armado, ya que, frente a un gobierno despótico, el uso de
la fuerza era un derecho y un deber cívico. Destruida la unidad del PAN, renacía la
oposición, y la vida política cobraba una nueva dinámica. Roca comenzaba su
segundo mandato en un escenario más favorable que el de 1880. El tiempo de la
política oligárquica, sin embargo, comenzaba a agotarse. En esos años, los cambios
económicos y sociales comenzaron a plantear nuevos desafíos a las elites. La
manifestación de estos cambios se ve en la emergencia de la cuestión social y los
reclamos clasistas, donde se formó un movimiento obrero con gran poder de
convocatoria. La elite respondió a estos desafíos poniendo en marcha proyectos
nacionalizadores: el servicio militar obligatorio y la educación patriótica.
La crítica a la falsificación del régimen representativo fue en aumento. La reforma
tuvo como impulsores de manera paradójica a algunos sectores del partido
gobernante. En el lapso de unos años, dicha reforma echó tierra una hegemonía
de 30 años. Sobre sus cenizas se erigió una nueva fuerza dominante, el radicalismo,
que rigió los destinos del país hasta que fue derrocado, con un líder como Yrigoyen
que demostró la rara habilidad de adaptarse a la era política de masas, y para convertir
a una modesta fuerza opositora en una gran maquinaria electoral. Las tensiones que
introdujo su ascenso terminó por desgarrar al propio partido radical, que se debilitó,
no pudo mantenerse en 1930, y, marcado por la crisis y las demandas, termino siendo
derrocado por un modesto levantamiento militar que inaugura un nuevo drama
signado por el fraude electoral.

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