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Educando con amor.

Repensando la disciplina
en positivo

Concello de Cangas
Educando con amor. Repensando la disciplina en positivo.

Esta guía es el resultado de varios años de reflexiones en torno a la disciplina positiva.

Todas ellas tuvieron lugar las escuelas de familias, programa que se lleva
desarrollando en el Concello de Cangas desde 1997 y en el que pretendo crear un
espacio donde compartir experiencias, donde hablar de temas relacionados con el
bienestar familiar. Un espacio donde poder comunicarnos de manera relajada, donde
puedes aportar tu experiencia educando y donde puedes enriquecerte con las
experiencias que aporta el grupo. Un lugar donde te escuchan, donde hacer una
parada para respirar, pensar, revisarte… y crecer como persona.

No existe un manual sobre educar, por eso uno de los objetivos de estas escuelas
sería la “elaboración” de ese manual que cada quien adaptará a sus circunstancias
utilizando las herramientas que, tras una búsqueda, cada persona va descubriendo.
Esta guía es un pequeño revoltallo de ideas.

Para no recargar el texto, sin querer desligarme del uso de un lenguaje inclusivo, en
algunos ejemplos utilizaré niño o niña o padre o madre de manera aleatoria. En
muchos casos, como la mayoría de las personas que asisten a la escuela de familias
son mujeres, utilizaré solo el femenino.
Para ir calentando. Un montón de preguntas en torno a...
¿Cuál es mi filosofía disciplinaria?

¿Cuento con una filosofía disciplinaria? ¿En qué grado tengo un propósito y soy
coherente cuando no me gusta el comportamiento de mis hijos e hijas?

¿Lo que estoy haciendo funciona? ¿Mi planteamiento me permite enseñarles las
lecciones que quiero que interioricen, en lo relativo tanto a la conducta inmediata como
al modo en que crecen y se desarrollan como personas? ¿Necesito abordar las
conductas cada vez menos, o debo imponer disciplina sobre las mismas conductas
una y otra vez?

¿Me siento bien con lo que estoy haciendo? ¿Mi planteamiento disciplinario me ayuda
a disfrutar más de la relación con mi familia? ¿Reflexiono habitualmente sobre
momentos disciplinarios y me siento satisfecha con mi modo de desenvolverme? ¿Me
pregunto a menudo si hay un modo mejor?

¿Se sienten bien mis hijos e hijas al respecto? La disciplina difícilmente va a ser santo
de su devoción, pero ¿entienden mi enfoque y notan mi afecto? ¿Estoy comunicando y
moldeando respeto de una manera que les permita sentirse a gusto?

¿Me siento bien con los mensajes que transmito? ¿A veces les enseño lecciones que
no quiero que interioricen (por ejemplo, que obedecerme es más importante que
aprender a tomar buenas decisiones sobre hacer lo correcto, que el poder y el control
son los mejores medios para conseguir que la gente haga lo que queremos, o que yo
solo quiero estar cerca de ellos si son agradables)?

¿Hasta qué punto se parece mi enfoque al de mis progenitores? ¿Cómo me


impusieron disciplina? ¿Recuerdo algún caso concreto de disciplina y cómo me hizo
sentir? ¿Estoy tan solo reproduciendo viejos patrones? ¿Rebelándome contra ellos?

¿Mi enfoque ha hecho que alguna vez mis niños o niñas se hayan disculpado de una
forma sincera? Aunque esto no suceda de manera habitual, ¿al menos mi
planteamiento mantiene esta puerta abierta?

¿Me permite esto asumir responsabilidades y pedir perdón por mis propias acciones?
¿Hasta qué punto soy sincera con ellos y ellas respecto al hecho de que cometo
errores? ¿Estoy dispuesta a ser para ellos un modelo de conducta que reconoce sus
errores?

Recuerda: la verdad es que has hecho todo lo que podías. Si hubieras podido hacerlo
mejor, lo habrías hecho
Principios básicos a tener en cuenta

La disciplina es esencial. A nuestro entender, querer a nuestros infantes y


proporcionarles lo que necesitan incluye establecer límites claros y coherentes.

La disciplina efectiva depende de una relación afectuosa y respetuosa entre la


persona adulta y el niño o la niña. La disciplina no debe incluir nunca amenazas ni
humillaciones, provocar daño físico, asustar ni hacer que los niños sientan que una
persona adulta es el enemigo. La disciplina ha de transmitir sensación de seguridad y
cariño.

El objetivo de la disciplina es enseñar. Utilizamos momentos disciplinarios para


crear destrezas con las que los niños y las niñas puedan desenvolverse mejor ahora y
tomar mejores decisiones en el futuro. Por lo general, para enseñar hay sistemas
mejores que aplicar correctivos inmediatos. En vez de castigar, alentamos la
cooperación, ayudándoles a pensar en sus acciones y siendo creativas. Fijamos
límites mediante una conversación que ayude a desarrollar conciencia y destrezas que
desemboquen en una mejor conducta tanto hoy como mañana.

El primer paso de la disciplina es prestar atención a sus emociones. Cuando se


portan mal, suele deberse a que no manejan bien sus sentimientos fuertes y a que aún
no cuentan con las destrezas necesarias para tomar buenas decisiones. Así pues,
estar atento a la experiencia emocional que subyace a una conducta es tan importante
como fijarse en la conducta misma. De hecho, muchos estudios demuestran que
abordar las necesidades emocionales de los niños y las niñas es el enfoque más
eficaz para cambiar su conducta con el tiempo, así como para desarrollar su cerebro
de una manera que les permita desenvolverse mejor a medida que vayan creciendo.
Cuando están alterados o tienen una pataleta, es cuando más nos necesitan.
Hemos de hacerles ver que estamos a su lado y que seguiremos apoyándolos aun en
el peor de los berrinches. Así creamos confianza y una sensación de seguridad
general.

A veces necesitamos aguardar a que estén listos o listas para aprender. Si los
infantes se encuentran alterados o descontrolados, es el peor momento para intentar
enseñarles nada. De hecho, estas emociones intensas evidencian que nos necesitan.
Nuestra primera tarea es ayudarles a tranquilizarse para que recuperen el control y
sepan dominarse.

Si queremos ayudarles a estar preparados para aprender, hay que conectar con
las criaturas. Antes de redirigir su conducta, hay que conectar y consolar. Si las
calmamos cuando se hacen alguna herida física, también hemos de ayudarlas cuando
están emocionalmente trastornadas. Y lo haremos validando sus sentimientos y
dándoles muchísima empatía enriquecedora. Antes de enseñar, hemos de conectar.
La disciplina positiva como modelo educativo. Una pequeña aproximación.

La crianza es una hazaña que muy a menudo papás y mamás no están muy seguros
cómo abordar. No existe una fórmula milagrosa que nos sirva para educar de forma
perfecta e infalible, puesto que la naturaleza humana es imperfecta y siempre se
cometerán algunos fallos sin querer, pero por fortuna sí existen diversos métodos y
corrientes educativas que buscan formas más amables de criar.

Se basa en un modelo democrático de crianza, en el cual las personas que educan


conocen, comprenden y responden adecuadamente a las necesidades de los infantes.
Se establece una relación basada en el buen trato, convirtiéndose padres y madres en
modelos y guías para los niños y niñas, atendiendo a sus necesidades y estableciendo
normas y límites claros. Se combina afecto y firmeza, respeto por ambas partes.

En resumen. La disciplina positiva es…

• No-violenta.

• Enfocada a obtener soluciones.

• Respetuosa y de acuerdo a principios de desarrollo infantil.

La disciplina positiva NO es:

• Ser padres y madres permisivos.

• Dejar que tu niño o niña haga lo que desea.

• No tener reglas, límites o expectativas.

• Castigos alternativos a dar unas palmadas o golpear.

La disciplina positiva ES:

• Encontrar soluciones a largo plazo que desarrollen la autodisciplina de los infantes.

• Comunicar a hijos e hijas con claridad sus expectativas, reglas y límites.

• Construir una relación mutuamente respetuosa.

• Enseñarles habilidades que les serán útiles para toda la vida.

• Aumentar la capacidad y la auto-confianza de los hijos e hijas para manejar desafíos


vitales.

• Enseñarles cortesía, no-violencia, empatía, amor propio, derechos humanos y


respeto a las otras personas.
Entonces las normas, los límites... dónde... cómo?

Para ejercer una autoridad no violenta es conveniente clarificar las normas.

. Asegúrate de que las normas son pocas y claras. Para que sea capaz de
recordarlas, es importante que sean sencillas, sin incluir muchas variantes. De ese
modo, su recuerdo le vendrá a la mente de manera espontánea cuando se exponga a
una situación que le puede llevar a comportarse de un modo inadecuado.

. Distingue entre normas fundamentales, de ineludible cumplimiento y por tanto


innegociables, normas importantes pero matizables en función de las circunstancias y
otras de carácter accesorio que regulen aspectos más circunstanciales. Cada familia
decide que normas incluye en cada apartado.

. Asegúrate de que entiende el porqué de las normas Para que no sean percibidas
como imposiciones unilaterales, hay que explicarle su razón de ser. Así, se crea un
espacio de debate y de negociación que le ayuda a aprender.

. Haz que las normas sean consistentes. De otro modo, dejarán de ser tenidas en
cuenta. Si esas reglas no existen en la práctica, en pocos días tampoco existirán en la
teoría y tanto tú como tu hijo o hija las olvidaréis.

. Que sean realistas. Ajustadas a su edad y personalidad. Pensadas. Consensuadas


con la pareja, si la hubiera y coherentes con nuestra conducta. No olvides el ejemplo.

Para poner límites:

1. Objetividad. Frases cortas y precisas. Límites razonables.

2. Firmeza. Con un tono de voz seguro, sin gritar.

3. Acentúa lo positivo. Se reciben de mejor manera indicaciones positivas.

4. Céntrate en los límites realmente importantes.

5. Explica el por qué. Necesitan respuestas.

6. Pocas normas y claras. Si son demasiadas pueden abrumar y no ser efectivas.

7. Sugiere una alternativa. Acompaña al límite y hace que parezca más positivo.

8. Firmeza en el cumplimiento. Las reglas flexibles confunden a los niños y niñas.

9. La conducta estuvo mal, tu hijo/a no es malo/a. Deja claro que tu desaprobación


está relacionada con su comportamiento.

10. Maneja las emociones. Evita que las emociones se salgan de control. Si estás
muy enfadado/a, piensa, respira y luego corrige.
Ahora, compara y decide. ¿Que crees que es mejor para su desarrollo?

Castigo violento Disciplina positiva


Violencia física/psicológica Non incluye ningún tipo de violencia
Cuestiona la dignidad de la persona Cuestiona la conducta, no la dignidad
No hay aprendizaje de una conducta Ofrece el aprendizaje de una conducta
alternativa alternativa
No es proporcional ni relacionado con la La sanción es proporcional a la conducta
conducta, produce miedo y sumisión y produce un aprendizaje
Se basa en el abuso de poder Se impone desde la autoridad
Se usa por rápido y fácil Requiere planificación.
No contempla la participación infantil en Contempla su participación. Se informa
la sanción de las normas y de las consecuencias.
Une amor con violencia y autoridad con Elije.
violencia. Enseña que quien te quiere y Enseña que acciones equivocadas
tiene que protegerte te hace daño. tienen consecuencias. No cuestiona el
amor de quien te cuida ni ataca tu
dignidad.

Diferencias entre castigos y hacer cumplir los límites.

El hecho de que tus hijos e hijas pierdan privilegios lo vivirán como castigos o no
dependiendo de varios factores:

• La forma en la que lo pierde.


• La intención con la que se lo haces perder.
• La creencia que genera en la criatura.

Sobra decir que los límites son necesarios. Los infantes se sienten seguros cuando
saben a qué atenerse y hasta donde pueden llegar. Les transmiten seguridad. Pero
esto solo es así cuando somos coherentes y los hacemos valer. Si es mayor de cuatro
años, lo ideal es que pueda ser partícipe en la búsqueda de soluciones a su mala
conducta, con ánimo de que se sienta responsable de sus actos. A menos edad, y
ante algo peligroso, es necesario intervenir. Cuando son muy pequeños es mejor
distraer, redirigir la conducta (“salta mejor aquí”) o directamente retirar al menor del
peligro. Pero cuando son más grandes…

Es un castigo: “Cómo tardes más en la ducha te quedas sin ver los dibujos animados
antes de la cena”.

Es una consecuencia lógica: “Si el tiempo de la ducha se alarga, no vas a poder ver
los dibujos animados antes de la cena. Ya sabes que las nueve son la hora límite para
ir a la cama”.

(Y por supuesto, si ha alargado la ducha y se ha hecho tarde, no se ponen los dibujos,


se ponga como se ponga).

¿En qué se diferencian?


. La forma: La primera es autoritaria. Intenta imponer. Es una orden. El infante no
pinta nada. No debe pensar nada. Solo actuar. Se le advierte del castigo. Porque
quieres que lo pase mal por no haber hecho las cosas como debía (ducharse más
rápido). La idea es: si hoy sufre las consecuencias a lo mejor mañana se lo piensa y
no tarda tanto. Puedes vivirlo como el inicio de una lucha de poderes que una vez
empezada no vas a dejar. Tienes que ganar y por lo tanto tu hijo o hija tiene que
perder. En la segunda, podrías pensar que la consecuencia es la misma. Dejará de ver
los dibujos animados pero no con ánimo de que sufra por haberse retrasado sino por
una cuestión de tiempo. Informas que la hora de acostarse es invariable y si se
alargan algunas acciones hay que reducir otras. El infante no se pone a la defensiva
porque no se siente atacado. Se siente respetado y con margen de maniobra para que
pase lo que pase sea asunto de él, aunque no le guste lo que ocurra.

. La intención: Con el castigo, quieres que tu hijo o hija PAGUE las consecuencias de
no hacer caso. En la segunda opción, tu hijo o hija APRENDE que sus acciones tienen
consecuencias.

. El impacto o creencia en la criatura: En la primera, tu criatura se siente retada,


chantajeada. Dependerá de su personalidad si se siente con ganas de revancha o
poco querida por sentir que ha entrado en una batalla en la que es muy probable que
salga perdiendo. No existe aprendizaje, solo imposición. En el segundo ejemplo, no
siente que la estén retando. Le informan de las consecuencias para que decida. Se
siente respetada y no se ha resentido su autoestima o su creencia sobre el amor que
le profesas. Simplemente debe decidir y aprenderá de sus propias lecciones. Aunque,
repito, le cueste aceptarlo y no le guste la idea.

Finalmente, es importante que recuerdes no caer en la tentación de simplemente usar


un envoltorio diferente para castigar. La comunicación no verbal transmite más que las
propias palabras y soltar una coletilla del tipo, “Ves, te lo dije. Tenías que haberme
hecho caso” solo genera resentimiento. Para que realmente no impongas castigos, lo
importante es olvidarte de entrar a luchar. No lo hagas, aunque te apetezca, respira y
acepta que tu hijo o hija debe aprender por sí misma y aunque tardes más y estés
cansada, es la mejor manera de que aprenda y asuma su responsabilidad sin que se
resienta la relación entre ambos.

Adaptado de Doris Marrero, de Familias Positivas


Ahora, escribe tu guión de disciplina positiva. Algunas orientaciones para pensar y
adaptar a tu realidad.

No existe el método perfecto de educar, porque nadie es perfecto. Todo el mundo,


incluidos los mejores padres y madres, comenten errores. Es casi inevitable. Intentar
encontrar las mejores herramientas para hacerlo lo mejor posible es lo pretendemos
con este batiburrillo de propuestas.

Date un respiro para iluminarte: El pararse a pensar, el retirarse y relajarse puede


hacer ver los problemas desde otra perspectiva.

Los niños y niñas hacen las cosas mejor cuando se sienten mejor. No tiene sentido
pensar que para que un niño se porte mejor primero hemos de hacer que con el
castigo se sienta peor.

Adéntrate en su mundo. Pregúntate qué hay detrás de esa conducta que no te gusta.

Céntrate en los resultados a largo plazo. Con el castigo no aprende más habilidades,
aprende que el que tiene más poder puede doblegar a los demás.

Trabaja para mejorar, no para alcanzar la perfección. En lugar de castigar por los
errores es mejor centrarse en los pequeños avances.

Trata a las criaturas con dignidad y respeto. De ese modo se sentirán mejor y se
comportarán mejor. Te escuchan si primero tú les escuchas. Si escuchas aprenderán
a escuchar.

Utiliza la firmeza y la amabilidad a la vez. No se trata tampoco de ser demasiado


permisivos con los niños y niñas, sino que hay que ser amables y firmes a la vez (“Te
quiero y la respuesta es no”).

Céntrate en convencer al niño o la niña en vez de en ganarle.

Ofrece opciones limitadas. Cuando proponemos opciones (por ejemplo: ¿Quieres


bañarte antes o después de hacer los deberes?) damos al niño o la niña la libertad de
elegir, lo que le motivará a actuar.

Crea una rueda de opciones. A la hora de encontrar soluciones a los problemas se le


pueden ofrecer diferentes opciones y que elija.

Menos es más. Cuanto menos se hable más eficaz se es. Hay que dejar que las
acciones hablen más alto que las palabras.

Utiliza señales no verbales. El uso de señales no verbales (p. ej.: un vaso bocabajo
en la mesa indicaría que hay que lavarse las manos antes de comer), sobre todo si
participan los niños en su elección, puede aumentar la motivación para realizar las
tareas cotidianas.
Di: ”Cuando……, entonces”. Es más eficaz decir: “Tan pronto como acabes los
deberes verás la TV”, que “Si acabas los deberes, verás la TV”.

Avisa con antelación. Cuando todavía esté haciendo la actividad que le toque hacer
en ese momento, es conveniente avisarle con antelación, indicándole y recordándole
qué es lo que viene después para que no le pille por sorpresa.

Enseña consecuencias naturales. Es bueno que experimente las consecuencias


naturales de sus actos. Una consecuencia natural es algo que sucede debido a lo que
ha elegido, sin que tu hayas hecho nada.

Enseña consecuencias lógicas. Para que una consecuencia lógica no sea un castigo
deben cumplirse las 3 R: Las consecuencias lógicas deben ser Relativas (deben estar
relacionadas con el comportamiento), Respetuosas (deben aplicarse sin cólera, fuerza
ni humillación) y Razonables (deben parecer razonables al adulto y al niño)

Pregunta en vez de ordenar. Así te aseguras de que el infante conoce la respuesta,


dándole la libertad de hacer las cosas o no, pero sabiendo que en función de lo que
decida habrá unas determinadas consecuencias. Así, aprende a comportarse y no
obedecer sin más. Un estilo de pregunta de este tipo sería “¿Qué toca hacer ahora?” y
dejar que sea él o ella que responda.

Formula preguntas del tipo “qué” y “cómo”. Por ejemplo. ¿Qué ha ocurrido?, ¿Cómo
te sientes con lo que ha pasado?, ¿Qué has aprendido con esto?, ¿Cómo puedes
utilizarlo para la próxima vez?

Formula preguntas de curiosidad. Hacer preguntas para que el niño observe sus
propios sentimientos.

Busca soluciones, no culpabilices. Culpando no se soluciona nada, son las


soluciones las que hacen que mejoren las cosas.

Implícalos/as en las soluciones. Así aprenderán a solucionar problemas y se


animarán a participar en las soluciones diseñadas. “¿Cómo podríamos solucionar las
discusiones sobre la hora de salir de la bañera?”

Los errores constituyen excelentes oportunidades para aprender. Hay que ver el error
o el mal comportamiento como una manera de aprender para la próxima vez.

Utiliza las 4 R para recuperarse de los errores:


Reconocer que se ha cometido un error, Responsabilizarse de lo que se ha hecho mal,
Reconciliarse (pidiendo perdón) y Resolver (buscar una solución conjuntamente.

No hagas cosas que puedan hacer solos/as. Así les ayudarás a ser más capaces.

Establece rutinas. Si conjuntamente con él o ella se establecen los pasos de


cualquier actividad (por ejemplo, la hora de acostarse), tendrá más voluntad de llevarlo
a la práctica sin problemas ya que ha participado en su diseño.
Utiliza las emociones honestamente.

Hablar sobre las propias emociones y sentimientos es un buen ejemplo para los
niños y niñas. Una fórmula adecuada sería: “Me siento___________ cuando________,
porque__________, y me gustaría___________”.

Enseña las diferencias entre lo que sienten y lo que hacen. Hay que dejar que
expresen sus sentimientos (esos son reales y no debemos negarlos), aunque
desaprobemos su conducta (esta sí se puede evitar o corregir). Por ejemplo, ante un
ataque de celos entendemos los sentimientos, pero evitamos que tu hijo pegue a
su hermanita.

Anima en lugar de dar recompensas o elogios. Animar les lleva a la autoconfianza


mientras que elogiar les hace dependientes de los demás.

Abrázale. Esto puede por sí solo cambiar tanto tu actitud como la suya.

Dedícale tiempo. Dedicar todos los días unos minutos extra hace que se sientan
aceptados e importantes y les permite compartir experiencias y sentimientos.

Adaptado de Carmen Fernández Rivas de Padres Ayudando a Padres


El comportamiento. Vamos allá...

Antes de nada. En lugar de ser reactivos seamos receptivos.

LAS TRES PREGUNTAS: ¿POR QUÉ? ¿QUÉ? ¿CÓMO?

Antes de responder ante el mal comportamiento, dediquemos unos instantes a


formularnos tres preguntas sencillas:

¿Por qué ha actuado así? Si entendemos esto, podemos responder con más eficacia...
y compasión.

¿Qué lección quiero enseñar en este momento? También en este caso el objetivo de
la disciplina es corregir una conducta. Queremos impartir una lección: sobre el
autocontrol, la importancia de compartir, la actuación responsable o lo que sea.

¿Cuál es el mejor modo de enseñar esta lección? Teniendo en cuenta su edad y la


fase de desarrollo, junto con el contexto.

Recuerda que la disciplina no es de talla única. Lo que vale para una persona no vale
para otra.

Los azotes...son contraproducentes a la hora de crear relaciones afectuosas.

También el aislamiento. ¿No es mejor buscar una zona de calma? con juguetes,
cuentos o algún peluche favorito, que visita cuando necesita tiempo y espacio para
sosegarse. Se trata de una autorregulación interna, una habilidad esencial de la
función ejecutiva. (¡También es una buena idea para ti! Quizás un poco de chocolate,
revistas, música, vino tinto...) No tiene nada que ver con castigos ni con que él o ella
paguen por sus errores, sino con ofrecer una opción y un sitio que le ayuden a
autorregularse o regularse a la baja, lo cual supone disminuir la sobrecarga emocional.
Luego:

1. Conexión sin lágrimas.

Flexibilidad de respuesta.

«Flexibilidad de respuesta» significa exactamente esto: ser flexible con respecto a


nuestra respuesta a una situación. Significa hacer una pausa para pensar y escoger
las mejores medidas que pueden tomarse. Nos permite separar el estímulo de la
respuesta, para que nuestra reacción no derive directamente (ni involuntariamente) de
su comportamiento ni de nuestro caos interno. Así, cuando sucede A, no hacemos
automáticamente B, sino que tomamos en consideración B, C o incluso una
combinación de D y E. La flexibilidad de respuesta crea, en el tiempo y en la mente, un
espacio que permite un amplio abanico de posibilidades que tener en cuenta. Como
consecuencia de ello, podemos simplemente «estar» en una experiencia, aunque sea
solo durante unos segundos, y reflexionar antes de implicar a los circuitos de «hacer».

La flexibilidad de respuesta te ayuda a decidir ser tu yo más sensato posible en un


momento difícil con tu criatura, para que pueda darse la conexión. Es prácticamente lo
contrario de la disciplina del piloto automático, donde aplicas un enfoque robótico «de
talla única» a todos los escenarios que surgen. Cuando somos flexibles en las
respuestas al estado de ánimo de los niños y niñas y su mala conducta, nos
permitimos responder intencionalmente a cada situación de la mejor manera posible
para procurarles lo que necesitan en el momento.

Según sea la infracción que cometa, acaso haga falta dedicar un momento a
tranquilizarte.

Tres principios de conexión sin lágrimas.

. Baja la música tiburón. Nos vuelve reactivos en vez de receptivos. Libérate del
ruido de fondo provocado por experiencias pasadas y miedos futuros.

. Buscar el porqué: En vez de centrarse solo en la conducta, ver qué hay detrás de
las acciones: «¿Por qué mi actúa así? ¿Qué está comunicando?»

. Pensar en el cómo: Lo que dices es importante. Pero igual de importante, o más, es


el modo de decirlo.
2. Ayuda a tu criatura a sentirse sentida.

1.Transmitir consuelo: Si te colocas por debajo del nivel de sus ojos, lo/la tocas
ligeramente, asientes con la cabeza o le diriges una mirada empática, a menudo
desactivas enseguida una situación tensa.

2.Validar: Aunque no te guste el comportamiento, reconoce e incluso acepta los


sentimientos que lo hayan suscitado. Pensemos en ello: ¿cómo te sentirías tú si
estuvieras disgustada, acaso desenvolviéndote mal, y alguien te dijera que solo “estás
cansada”, o que cualquier cosa que te preocupe “no es para tanto” y que “solo debes
calmarte un poco”? Cuando decimos a los infantes cómo han de sentirse —y no
sentirse—, invalidamos sus experiencias.

Por lo general, la validación es muy sencilla. Lo más importante es identificar sin más
el sentimiento en cuestión: “Esto te ha puesto muy triste, ¿verdad?”, o “Ya veo que te
sientes excluida”, o incluso el más común “Estás enfadado”. Identificar la emoción es
una respuesta muy potente cuando la criatura está disgustada, pues comporta dos
grandes ventajas. Primero, ayudarle a sentirse comprendida tranquiliza su sistema
nervioso autónomo y contribuye a aliviar sus sentimientos fuertes, para que así pueda
empezar a controlar sus deseos de reaccionar y arremeter contra todo. Segundo, le
proporciona un vocabulario emocional y una inteligencia emocional, para así poder
reconocer y nombrar lo que está sintiendo; esto le ayudará a comprender sus
emociones y comenzar a recuperar el control de sí misma de modo que así se
produzca la redirección.

Tras reconocer el sentimiento, la segunda parte de la validación consiste en


identificarse con esta emoción. Para cualquier persona es importantísimo oír a alguien
decir: “Lo he captado, te comprendo; ya veo por qué estás así.” Este tipo de empatía
nos desarma. Relaja nuestra rigidez. Alivia el caos. Aunque una emoción te parezca
ridícula, no olvides que para tu hijo o hija es muy real, así que no rechaces algo que
para él o ella es importante

3.Habla menos y escucha: Si sus emociones están disparadas, no expliques,


sermonees ni intentes desviar su atención de los sentimientos. Limítate a escuchar,
buscando el significado y las emociones que está comunicando.

4.Refleja lo que oyes: Tan pronto como hayas escuchado, refleja lo que has oído,
que sepan que les has prestado atención. Esto permite de nuevo transmitir consuelo, y
el ciclo se repite.
3. Redirige. Estrategias de redirección sin lágrimas

Recuerda: estás enseñando.

Piensa. ¿Está preparado/a? ¿Lo estoy yo? En medio de momentos frustrantes como
estos, lo más conveniente es hacer una pausa. De lo contrario, tu estado mental
reactivo podría empujarte a chillar o al menos a sermonear sobre las cosas que un
niño o niña de cuatro años (o de doce) no debe hacer.

Hay que hacer una pausa. Solo esto. Respira. Procura no reaccionar, castigar o reñir
llevado por el enfado

En cuanto hayan sentido la conexión con nosotras, estarán más preparadas para
aprender, por lo que podremos redirigirlos con eficacia y hablar con ellas acerca de su
conducta. ¿Qué esperamos conseguir cuando redirigimos y fijamos límites? Queremos
que las criaturas adquieran percepción de sí mismas, empatía hacia las otras
personas y capacidad para solventar las cosas tras haber cometido un error.

Imponer disciplina se reduce a una simple frase: conectar y redirigir. Nuestra primera
respuesta debe ser siempre ofrecer conexión tranquilizadora; a continuación podemos
redirigir conductas. Incluso cuando decimos “no” al comportamiento de las criaturas,
siempre hemos de decir “sí” a sus emociones y a su manera de experimentar las
cosas.

Estas recomendaciones forman parte de tu juego de herramientas parental.


Selecciona y escoge las más adecuadas en cada circunstancia en función del
temperamento, la edad y la fase de desarrollo de tu hijo o hija, así como de tu propia
filosofía parental.

1.Reducir palabras. si «ahorramos voz» y abordamos lo que realmente nos interesa y


luego dejamos de hablar, las palabras adquirirán más peso

2.Aceptar emociones. Di “sí” a los sentimientos, aunque digas “no” a la conducta.

3.Describir, no predicar. Mensaje claro, corto y directo. Si señalamos lo que vemos y


luego les pedimos que nos ayuden a comprender, se abre una oportunidad para la
cooperación, el diálogo y el crecimiento.

4.Implicar a tu hijo en la disciplina. Estás solicitando su intervención porque lo


respetas y lo quieres tener en cuenta. Implicar al niño o niña en la disciplina se traduce
en una solución en la que todos salen ganando. preguntarle qué puede hacer de otra
manera la próxima vez que se enfade.

5.Reformular un “no” en un “sí” con condiciones. un “sí” de apoyo, incluso aunque


no permita la conducta, activa los circuitos de compromiso social,

6.Subrayar lo positivo. En lugar de centrarte en lo que no quieres (“¡Deja de enredar


y prepárate, vas a llegar tarde a clase!”), haz hincapié en lo que realmente quieres
(“Tienes que lavarte los dientes y buscar la mochila”). En vez de destacar la conducta
negativa (“Nada de bicicleta hasta que te hayas comido las judías”), céntrate en lo
positivo (“Cómete unas cuantas judías y luego nos montamos en la bici”).

7.Enfocar la situación de manera creativa. Utilizar el humor.


Practica con tus expresiones habituales-
Mensajes de esperanza. Recuerda.

1.No existe ninguna varita mágica. En ocasiones, lo mejor que podemos hacer es
comunicar nuestro amor, estar disponibles cuando nos quieran cerca, y hablar de la
situación en cuanto estén preparados/as para ello. Plegaria de la Serenidad: «Dios,
concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para
cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia.»

2.Tus hijos e hijas se benefician incluso cuando lo echas todo a perder. Eres
humano. Te ven modelar el modo de pedir disculpas y hacer las cosas bien.
Experimentan que, aunque en un momento determinado haya conflicto y discusión,
luego puede haber arreglo y las cosas vuelven a funcionar. Esto les ayuda a sentirse
seguros/as y a no tener miedo en relaciones futuras; aprenden a confiar en que, tras el
conflicto, vendrán la calma y la conexión, incluso a darlo por sentado. Además,
aprenden que sus acciones afectan a las emociones y el comportamiento de otras
personas. Por último, ven que no eres perfecta, por lo que tampoco esperarán ser
perfectas. Ofrecer a nuestros hijos e hijas un modelo que les permita ser amables
consigo mismas y con las demás personas

3.Siempre puedes reconectar. Las rupturas sin reparación dejan a los progenitores y
a los hijos e hijas con la sensación de estar desconectados. Si reparamos y
reconectamos lo antes posible, y de una manera sincera y afectuosa, enviamos el
mensaje de que la relación importa más que la causa del conflicto

4.Nunca es demasiado tarde para realizar un cambio positivo. La neuroplasticidad


muestra que el cerebro es increíblemente cambiable y adaptativo a lo largo de la vida.
Puedes cambiar la manera de imponer disciplina a cualquier edad... tuya o de él o ella.

Y además... para dominar las situaciones diarias unas recetas para cefaleas
paterno-filiales

1. Cuida el estilo general de la relación, sin esperar a los momentos críticos.


Trata a quien te rodea como un invitado. Estimula con la palabra y el gesto amable.
Olvida el "manejo por excepción". Valora esfuerzos y mejoras.

2. Aprende a “leer” sus conductas y enséñales a que también lo hagan. Ignora las
conductas inadecuadas no destructivas que tratan de atraer tu atención. Ayúdale a
comprender sus sentimientos pero señálale los límites.

3. Recuerda que los desacuerdos son normales en toda relación. Dos no se


pegan si uno no quiere. Tienes derecho a un mal día… Y al perdón.

4. Algunos desacuerdos merecen una discusión. La mayoría no. Jerarquiza la


importancia de los temas en conformidad con su importancia educativa. Expresa tu
enfado de forma breve, sin responder a protestas. Marca un tiempo de reflexión.
Establece, de común acuerdo, en la medida de lo posible, las reglas que eviten que
esa situación se repita y sé coherentes con ellas
Resumen. Una hoja para pegar en la nevera.

¿Como lo hacemos? Repensando la disciplina.

La disciplina es enseñanza. Si acaba relacionada con el castigo, perdemos la


oportunidad de enseñar.

Flexibilidad de respuesta. Es lo contrario de la disciplina de piloto automático.

En lugar de ser reactivos seamos receptivos. Antes de responder baja la música


tiburón.

Y luego formúlate tres preguntas sencillas:

1.Por que actuó así?

2.Qué lección quiero enseñar en este momento?

3.Como lo hago?

Conecta. Ayúdalo a sentirse sentido

. Transmite consuelo.

. Valida. Aunque no te guste su comportamiento, reconoce y acepta los sentimientos


que lo suscitaron. Identifica la emoción e identifícate con ella, empatiza.

. Habla menos y escucha.

. Refleja lo que oyes.

Redirige. Espera a que esté listo/a ( y a estarlo tú también). Sé coherente, pero no


rígido/a.

Estrategias

. Reducir palabras. Aborda lo que realmente te interesa.

. Aceptar emociones. Di «si» a los sentimientos, aunque digas «no» a la conducta.

. Describir, no predicar. Mensaje claro, corto y directo.

. Implícalo/a en la disciplina. Pregúntale que puede hacer de otra manera la


próxima vez que se enfade o como puede arreglar algo que hizo. Buscar soluciones
en las que todos ganemos.

. Reformular un «no» en un «si» con condiciones. un «si» de apoyo, incluso


aunque no permita la conducta, activa los circuitos de compromiso social,

. Señalar lo positivo. En lugar de centrarte en lo que no quieres haz hincapié en lo


que realmente quieres. En vez de destacar la conducta negativa, céntrate e lo
positivo.

. Enfocar la situación de manera creativa. Utiliza el humor.


Herramientas de disciplina positiva. Trucos y recetas.

Alentar versus Elogiar. No es necesario criticar lo que se hace mal para ayudar
(más bien contraproducente). Pregunta. Una vez escuchaste podeis concretar ideas
juntos.

La Rueda de las Opciones. Técnica que nos permite ANTES del enfado
REFLEXIONAR sobre cómo podemos calmarnos, para una vez enfadados podamos
tener OPCIÓNES para volver a la calma.

Tiempo Fuera Positivo. Está diseñado para hacer sentir mejor y no peor. No como
castigo.

Enfócate en solución. En lugar de enfocarnos en buscar CULPABLES podemos


enseñar a enfocarse en encontrar SOLUCIONES. ¿Cómo?

• Identificar el problema.
• Lluvia de ideas. SIN juzgarlas.
• Evaluar e Elegir.
• Acción. Implementar la solución.
• Seguimiento. ¿Fue la mejor solución? ¿funcionó? ¿que aprendimos? etc.

Preguntas de curiosidad. ¿Cómo te sientes con lo que sucedió? ¿Qué ideas


tienes para solucionarlo? ¿Cómo podría ayudarte? ¿Qué necesitas hacer para
sentirte mejor?

Reuniones Familiares. Para abordar cualquier problema familiar entre todos de


manera democrática.

La “Formula yo Siento”. Ayuda a hablar de cómo nos sentimos sin hacer sentir
mal a las otras personas y nos permite además hablar de nuestras necesidades.

Yo (me) siento _______ cuando ______ porque ________ y quisiera ______

Yo (me) siento ______porque _______y me gustaría/quiero/necesito_____

Escucha activa. Es la capacidad para escuchar sin evaluar, buscando la


comprensión del mensaje.

. Deja hablar a la persona emisora del mensaje, sin interrumpir ni adelantarte a su


discurso.
. Comunica con señales NO verbales que estás siguiendo la conversación.
. Centra el mensaje en el CONTENIDO
. Empatiza, comprendes el mensaje y también el estado emocional.
. Recuerda que hay tantas realidades como personas, la tuya no es la de tu hijo/a.
Anexo para pensar.

Veinte errores de disciplina. Que cometen incluso los progenitores fantásticos.

1. NUESTRA DISCIPLINA SE BASA EN EL CASTIGO Y NO EN LA ENSEÑANZA

2. CREEMOS QUE SI ESTAMOS IMPONIENDO DISCIPLINA, NO PODEMOS SER


AFECTUOSOS Y ACOGEDORES

3. CONFUNDIMOS COHERENCIA CON RIGIDEZ

4. HABLAMOS DEMASIADO

5. NOS CENTRAMOS DEMASIADO EN LA CONDUCTA Y NO LO SUFICIENTE EN


EL PORQUÉ QUE SUBYACE A LA MISMA

6. NOS OLVIDAMOS DE CENTRARNOS EN CÓMO DECIMOS LO QUE DECIMOS

7. TRANSMITIMOS QUE LOS NIÑOS Y NIÑAS NO DEBEN EXPERIMENTAR


SENTIMIENTOS FUERTES O NEGATIVOS

8. EXAGERAMOS, POR LO QUE LOS NIÑOS Y NIÑAS SE CENTRAN EN NUESTRA


EXAGERACIÓN, NO EN SUS ACCIONES

9. NO REPARAMOS

10. DAMOS ÓRDENES EN UN MOMENTO EMOCIONAL, REACTIVO, Y LUEGO


NOS DAMOS CUENTA DE QUE HEMOS EXAGERADO

11. OLVIDAMOS QUE NUESTROS HIJOS A VECES QUIZÁ NECESITAN NUESTRA


AYUDA PARA TOMAR DECISIONES ACERTADAS O TRANQUILIZARSE

12. CUANDO IMPONEMOS DISCIPLINA, TENEMOS EN CUENTA AL PÚBLICO

13. QUEDAMOS ATRAPADOS EN LUCHAS POR EL PODER

14. IMPONEMOS DISCIPLINA EN RESPUESTA A NUESTROS HÁBITOS Y


SENTIMIENTOS EN VEZ DE RESPONDER AL NIÑO O NIÑA INDIVIDUAL EN UN
MOMENTO DETERMINADO

15. SI LES REGAÑAMOS DELANTE DE OTROS, LOS AVERGONZAMOS

16. DAMOS POR SUPUESTO LO PEOR ANTES DE DEJAR QUE SE EXPLIQUEN

17. RECHAZAMOS LA EXPERIENCIA DE NUESTROS HIJOS E HIJAS

18. ESPERAMOS DEMASIADO

19. DEJAMOS QUE LOS «EXPERTOS» SUPLANTEN A NUESTRA INTUICIÓN

20. SOMOS DEMASIADO SEVERAS CON NOSOTRAS MISMAS

¿Se te ocurre alguno más? Plantéalo aquí y reflexiona.


Bibliografía:

El cerebro del niño. Daniel J. Siegel, Tina Payne Bryson. Ed Alba.

Disciplina sin lágrimas. Daniel J. Siegel, Tina Payne Bryson. Ed B.

El cerebro del niño explicado a los padres. Alvaro Bilbao. Ed. Plataforma Actual.

Manual de disciplina positiva. Joan E. Durrant. Save the children.

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