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Todo trastorno se define como un síndrome caracterizado por una alteración clínicamente
significativa del estado cognitivo, regulación emocional o del comportamiento. Esta
alteración afecta las áreas funcionales de la persona como el área social, laboral o
académica y son consecuencia de alguna alteración psicosocial, experiencial, neuronal,
herencia o combinación de varios factores.
Ansiedad:
En los niños se considera que no es una ansiedad patológica, sino se considera como una respuesta cerebral
al peligro evolutiva, que inicialmente era una respuesta emocional, física que nos hacía evitar el peligro.
Y es adaptativa de acuerdo a los escenarios a los que se exponga, mostrándose como resultado a un motivo
aparente.
• Se han encontrado edades de aparición más temprana para el trastorno de ansiedad por
separación y fobias específicas, seguidos de fobia social, antes de los 12 años
Ansiedad patológica
Aparece cuando no hay un peligro inmediato aparente, es decir puede ser algo imaginario o en su defecto,
un terror exagerado a un estímulo que pueda considerarse figura de peligro.
Se convierte en desadaptativa cuando interfiere con el funcionamiento de una persona o cuando evita
realizar acciones relacionadas al fenómeno que le causa temor, por ejemplo, el miedo a las alturas, puede
ocasionar que evite pasar por puentes peatonales, subir edificios, etc. Y esto conlleve a que el menor pase
por caminos más largos.
Se considera patológica cuando genera evitación de la conducta: que sería el elegir caminos más largos para
evitar el fenómeno de temor, cuando se vuelve más frecuente o más grave.
• Aparece cuando:
Les es muy difícil comunicar información acerca de las emociones y sensaciones, por lo cual suele
confundirse con berrinches inexplicables, pero se debe considerar que la característica que nos permitirá
distinguirla es el nivel de evolución.
Temores según el desarrollo:
• Depresión
Clasificación:
2. Apariencia
4. Irritabilidad
6. Dolores
7. Inquietud motora
8. Se fatiga fácilmente
• Puede presentarse como parte del desarrollo (separación con la madre), pero si interviene con las
actividades de vida normal, se puede considerar como un problema de ansiedad por separación.
• Suele ser vinculado específicamente con el temor de separarse del ser amado, lo cual pueden
intervenir con no querer ir a la escuela por miedo a no volver a verla, etc.
• Dolores
• Preocupación excesiva por sucesos catastróficos que pudieran suceder, por ejemplo, la muerte de
sus padres.
Crisis de pánico
• Se caracteriza por presentar ataques de pánico frecuentes, los cuales se definen por una aparición
súbita de miedo, de un temor intenso que alcanza su máxima expresión en minutos y que deja una
gran preocupación mínimo por un mes de la presencia de esta nuevamente.
1. Palpitaciones
2. Vacío en el estomago
4. Sudoración en manos
5. Molestias en el tórax
6. Hormigueo de manos
Mutismo selectivo:
• Temor de ser percibido como tonto o estúpido por la complejidad de un adecuado desarrollo de
habilidades sociales.
• Malestar con pares y no solo con adultos, y puede presentarse como una persona evitativa de
ambientes externos a su mundo.
• Se evita activamente
Epidemiologia:
• Prevalencia 15-20%
• Agorafobia (miedo a estar en un ligar y tener un ataque de pánico y que nadie nos pueda ayudar o
no poder escapar) 1% en adolescentes
Factores de riesgo:
• Depresión parental
• Sobreprotección
• Rechazo parental
Psicobiología:
• Mediante el uso de estudios basados en neuroimagenes, se ha identificado que existe una amígdala
involucrada en el aprendizaje del miedo, hablando de niveles mas grandes de tamaño, lo cual
permite que el niño sea hipersensible al miedo.
Temperamento:
• Hiperalertamiento fisiológico
Tratamiento
Existen numerosos tipos de intervenciones para el tratamiento de los trastornos de ansiedad en niños y
adolescentes. Éstas suelen incluir tanto intervenciones psicosociales como psicofarmacológicas12. En la
mayoría de los casos se propone proceder secuencialmente con intervenciones de carácter psicosocial y
recurrir a la medicación sólo en aquellos casos más graves en los que el tratamiento psicoterapéutico se
muestra insuficiente; éstas deben incluir:
1. Actividades destinadas a disminuir todas las situaciones estresantes que se hubiesen identificado en el
proceso de evaluación (disfunción familiar u otro tipo de situación de desventaja social). Aunque estas
intervenciones en ocasiones no son suficientes, merecen ser tenidas en cuenta y puestas en práctica, pues,
en caso de no hacerlo, el pronóstico del trastorno será más sombrío. Muchas de las actividades son de tipo
informativo y educativo.
2. Mejorar la comunicación, tanto individual como de los miembros de la familia entre sí; fomentar la
expresión de sentimientos y la comunicación de estados afectivos de una forma modulada.
3. Métodos cognitivo-conductuales.
4. Métodos físicos de tratamiento, medicación. En la Tabla IV ofrecemos un esquema que puede guiar el
proceso de toma de decisiones a la hora de evaluar y tratar dichos trastornos en AP pediátrica.
A pesar de la variedad de tratamientos disponibles para los trastornos de ansiedad en niños y adolescentes,
hay muy pocos estudios controlados que demuestren la eficacia de los mismos.
Fármacos:
Existen numerosos ensayos clínicos positivos con varios tipos de compuestos (benzodiacepinas,
antidepresivos y beta-bloqueantes, antihistamínicos y antiepilépticos).
Los ISRS (Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) han mostrado su seguridad y eficacia en el
tratamiento del TAG (trastorno de ansiedad generalizada), TOC (trastorno obsesivo compulsivo), fobia social
y trastorno de pánico en adultos.
Los benzodiacepinas son fármacos que se usan en niños para resolver de forma aguda problemas de
ansiedad. No obstante, los riesgos (dependencia) de estos compuestos junto al perfil de seguridad de los
ISRS debilitan las posibilidades terapéuticas de los mismos.
La forma de tratamiento psicológico más empleado en la práctica clínica es el TCC. Una reciente revisión
sistemática de la eficacia de la TCC en el tratamiento de los trastornos de ansiedad en niños y adolescentes
concluye que la TCC es útil cuando se aplica a niños mayores de 6 años.
• Motivación. Cuando un niño empieza a manifestar signos de ansiedad, hay que intentar ayudarle a
expresar abiertamente el motivo de su ansiedad. Para ello, es necesario mantener una actitud empática,
escuchando sus dificultades y nunca recriminarle su falta de éxito en sus intentos de solucionarlo. Hay que
intentar normalizar sus sentimientos, transmitirle que cualquiera en su lugar se sentiría igual, de tal manera
que le damos la oportunidad de hablar sin vergüenza y con sinceridad del problema. Si le hacemos sentirse
culpable por sus miedos o problemas, o le hacemos ver nuestra decepción, probablemente no se atreverá a
hablarlo de nuevo y habremos perdido la oportunidad de intervenir en las fases iniciales del trastorno.
• Fase evolutiva en la que se encuentra el niño. Cuando un niño viene a nuestra consulta aquejado de
problemas de ansiedad, en primer lugar, se considerará la fase evolutiva en la que se encuentra, según su
edad cronológica, y se decidirá si la ansiedad experimentada corresponde a un estadio normal de desarrollo
o no. Se tendrán en cuenta, además, la frecuencia, la intensidad y la duración de la respuesta de ansiedad,
de tal manera que, aunque la respuesta sea normal dentro del desarrollo, podría ser excesiva en estos tres
aspectos.
• Realidad de la situación amenazante. Una vez que se ha decidido que la respuesta de ansiedad está
impidiendo el normal desarrollo del niño y, antes de realizar una intervención terapéutica, lo primero que
hay que analizar es si la amenaza es real.
• Historia y características personales. Se considerarán otros aspectos que puedan estar conformando la
respuesta de ansiedad. Las características físicas como el tamaño y la fuerza o las habilidades motoras, las
experiencias vitales pasadas de éxito o frustración, las experiencias afectivas y de relación con los padres, su
capacidad cognitiva o sus habilidades sociales son aspectos a tener en cuenta a la hora de evaluar la
respuesta de ansiedad de un niño ante una situación determinada.
No todos los niños responden igual ante la misma situación. Un niño delgado y de corta estatura se sentirá
constantemente amenazado por el tamaño y la fuerza de los demás; un niño con torpeza motora que no
tiene éxito jugando al fútbol se sentirá frustrado y amenazado en la situación de juego; un niño con
problemas de lectura sentirá como una tortura el momento de leer delante de la clase; un niño con historia
de abandono puede sentir angustia en una situación de separación; un niño con sobrepeso, en la clase de
gimnasia, se puede sentir expuesto a la crítica y al fracaso, etcétera.
Es fundamental, pues, valorar la historia personal del niño, así como si la ansiedad está relacionada con un
déficit en habilidades específicas, como las habilidades motoras, de lenguaje, cognitivas, académicas y
sociales.
• Historia familiar y respuesta ante las dificultades del niño. Se analizarán los antecedentes familiares de
ansiedad, los modelos de respuesta ante situaciones potencialmente amenazantes y la respuesta de las
personas al cuidado del niño. Se observará si minimizan el problema (“yo también era así y ahora estoy
bien”), si ridiculizan al niño (“eso le pasa porque es un blando”), si lo sobreprotegen, si hay diferencias de
respuesta entre los padres, el estilo y calidad de la relación afectiva entre los distintos miembros de la
familia, etc.
Por otro lado, se valorarán los recursos de la familia para ayudar al niño: qué estrategias están teniendo
éxito y cuáles no, qué voluntad tiene la familia de ayudar, qué disponibilidad, el nivel de cuidado físico y
afectivo. Intervención terapéutica La intervención terapéutica va dirigida al trabajo con el niño y con las
personas que están a su cuidado, como familia y colegio.
La familia y el colegio son, normalmente, quienes pueden ayudar al niño en la situación natural que
reproduce ansiedad.
Entrenar a los padres en cómo contarle al niño maneras constructivas y realistas de enfrentarse al problema.
Ayudar a los padres a que se frenen en su intento de controlar al niño, de culparlo por lo que siente o de
desvalorizarlo.
Entrenar a los padres en cómo dar seguridad a su hijo, de que encontrarán la manera de que se sienta
mejor.
Participar en sesiones de terapia de familia para identificar y resolver conflictos entre los distintos miembros
de la familia Colaborar con el colegio para que refuerce sus capacidades y siga las instrucciones del
terapeuta.
La ansiedad produce una reacción psico-biológica en la que prácticamente todos los sistemas orgánicos
están afectados: el fisiológico (sudor, taquicardia, mareo); el cognitivo-afectivo, como anticipación de lo que
va a ocurrir (voy a hacer el ridículo, me van a pegar); el motivacional (deseo de evitar la situación); el
emocional (el sentimiento subjetivo de miedo); el conductual (inhibición, indecisión).
Así, se crea una imagen de sí mismo en la situación temida y un pensamiento negativo acerca de lo que
puede pasar. Por tanto, la intervención va a ir dirigida a disminuir la respuesta fisiológica, mejorar la
respuesta cognitivo-afectiva y modificar la conducta.
Fobias
Una fobia es un miedo identificable y persistente que es excesivo o irracional y se desencadena por la
presencia o la anticipación de un objeto o una situación específicos. Los niños y adolescentes con una o más
fobias sienten ansiedad de manera constante cuando se los expone al objeto o la situación específicos. Las
fobias comunes incluyen el miedo a los animales, los insectos, la sangre, las alturas, los espacios cerrados o a
volar. En los niños o adolescentes, el miedo identificado debe durar por lo menos 6 meses para que se
considere una fobia en lugar de un miedo temporal.
Considerado por la CIE-10 como un trastorno de ansiedad fóbica que se entiende como un diagnóstico
específico de la infancia. Para llegar a este diagnóstico los niños deben manifestar miedo persistente o
recurrente, evolutivamente en una fase apropiada, pero en un grado anormal y asociado a deterioro
funcional significativo que debe estar presente más de cuatro semanas. Es normal en niños que éstos
presenten temores relacionados con el sueño y el ir a dormir.
Los niños pueden manifestarse reticentes a ir a su habitación solos o a permanecer en cama. Cuando están
en cama pueden experimentar miedo a ser abandonados, miedo a ladrones, etc. Son frecuentes la aparición
de ilusiones perceptivas (errores de reconocimiento de un estímulo real), por ejemplo, el movimiento de
una cortina es interpretado como un ladrón o un atracador. Dependiendo de la reacción de los padres, estos
miedos se perpetuarán si se establece una ganancia secundaria.
Los miedos y los comportamientos manipulativos están estrechamente relacionados. Hablamos de fobias
cuando los miedos irracionales ante determinadas situaciones y objetos se acompañan de una evitación del
estímulo fobígeno y además interfiere con el normal funcionamiento diario.
La confrontación con estos objetos o situaciones produce una gran ansiedad y la evitación ya mencionada.
Esta ansiedad es indistinguible de la que aparece en otros trastornos.
Ejemplos de estímulos fobígenos incluyen: animales, alturas, rayos, oscuridad, volar, dentista, espacios
cerrados (claustrofobia). Las fobias a la sangre, daño corporal, insectos y a la oscuridad suelen aparecer
antes de los 7 años.
Al hacer el diagnóstico hay que tener en cuenta que, a diferencia de los adultos o adolescentes, los niños no
suelen pensar que esos miedos son irracionales. En muchos casos, las fobias específicas pasan
desapercibidas durante la infancia y terminan siendo diagnosticadas en el adulto de forma retrospectiva.
Los valores de prevalencia en la niñez y adolescencia se estiman en alrededor de un 2%. Para el tratamiento
suelen emplearse métodos conductuales como la desensibilización en vivo. Según ésta se anima al niño a
producir una lista jerárquicamente organizada de situaciones temidas y se procede a la exposición
progresiva, primero con situaciones menos ansiógenas, para ir subiendo hacia las que producen más
ansiedad.
Los métodos operantes pueden ser empleados para reforzar y premiar los esfuerzos para mantener las
adquisiciones realizadas por el niño. A la vez se puede animar al niño a practicar la relajación con maniobras
de exposición imaginada.
Los criterios diagnósticos para la Fobia Específica (DSM 5) son:
A. Miedo o ansiedad intensa por un objeto o situación específica (p. ej., volar, alturas, animales,
administración de una inyección, ver sangre). Nota: En los niños, el miedo o la ansiedad se puede expresar
con llanto, rabietas, quedarse paralizados o aferrarse.
B. El objeto o la situación fóbica casi siempre provoca miedo o ansiedad inmediata.
C. El objeto o la situación fóbica se evita o resiste activamente con miedo o ansiedad intensa.
D. El miedo o la ansiedad es desproporcionado al peligro real que plantea el objeto o situación específica y
al contexto sociocultural.
E. El miedo, la ansiedad o la evitación es persistente, y dura típicamente seis o más meses.
F. El miedo, la ansiedad o la evitación causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social,
laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
G. La alteración no se explica mejor por los síntomas de otro trastorno mental, como el miedo, la ansiedad y
la evitación de situaciones asociadas a síntomas tipo pánico u otros síntomas incapacitantes (como en la
agorafobia), objetos o situaciones relacionados con obsesiones (como en el trastorno obsesivo-compulsivo),
recuerdo de sucesos traumáticos (como en el trastorno de estrés postraumático), dejar el hogar o
separación de las figuras de apego (como en el trastorno de ansiedad por separación), o situaciones sociales
(como en el trastorno de ansiedad social).
Prevalencia de la Fobia Específica
La Fobia Específica aparece en un 5% de los niños y en un 16% de los adolescentes de 13-17 años. Las tasas
de prevalencia disminuyen en las personas mayores, siendo aproximadamente un 3%.
Es más frecuente en mujeres, aunque las tasas varían en función de los distintos estímulos fóbicos.
Concretamente, las fobias específicas a los animales, al entorno natural y situacionales predominan en
mujeres, mientras que la fobia específica a la sangre-inyección herida aparece de forma similar en ambos
géneros.
Clasificación:
● Trastorno de evitación escolar: fobia escolar Consiste en un temor irracional a la escuela que
produce un absentismo a clase total o parcial.
La falta de asistencia a la escuela puede ser un motivo suficiente para remitir a un niño a salud mental;
muchos de estos niños pueden tener síntomas ansiosos.
Pero la fobia escolar, como tal, no es trastorno muy común. Las cifras de prevalencia son, como en otros
trastornos de ansiedad, muy variables. Algunas de éstas afirman que se presentan en alrededor de en un 1%
de la población comunitaria, aunque pueden ser más frecuentes formas más leves de cierta resistencia
ansiosa a acudir al colegio que no se traduce en pérdidas de colegio. Generalmente, la instauración del
problema es gradual, agravándose las dificultades a lo largo de semanas y meses.
Los signos y síntomas generalmente se incrementan desde que el niño se despierta por la mañana. Afecta
sobre todo a niños entre 11 y 14 años, pero puede observarse entre 5-15 años de edad. Es frecuente que
aparezcan picos en momentos de transición escolar primaria-secundaria. Afecta a niños y niñas por igual.
El niño puede expresar de forma directa el miedo, pero lo más frecuente es que no vaya al colegio por otros
motivos: síntomas físicos que parezcan una enfermedad que les haga imposible levantarse por la mañana
(dolor abdominal, de cabeza, náuseas, dolores en las piernas, palpitaciones, etc.).
Cuando se investiga es frecuente que estos síntomas no aparezcan los fines de semana o en períodos
vacacionales. El niño puede ser capaz de salir por las tardes a jugar con los niños.
En ocasiones, el inicio de los síntomas puede tener lugar después del padecimiento de una enfermedad
aguda o cualquier otro motivo que requiera un período de ausencia del colegio, también puede ocurrir
después de un cambio de colegio.
El inicio agudo es más frecuente en niños más pequeños. La intensidad es variable, puede tener una
instauración aguda o insidiosa mezclándose con otros síntomas físicos o afectivos. En algunos casos, los
menos, puede ser tan grave que puede incluso hacerse necesario el ingreso para desactivar la situación.
Cuando se realiza la historia clínica encontramos que la mayoría de los niños son chicos “buenos”, callados,
que no han presentado ningún problema en el colegio ni con los deberes. Algunos de ellos pueden haber
tenido dificultades escolares.
Es bastante frecuente que la madre de estos niños sea una mujer más bien ansiosa o quizás deprimida que
durante años ha podido tener una relación muy cercana con el niño en cuestión. En alguna ocasión, el niño
puede tener un lugar especial en la familia o ser “el elegido o mimado”. Por ejemplo, puede tratarse del
benjamín de la familia, o puede haber otro antecedente tal como un nacimiento muy prematuro.
El padre puede estar ausente o bien ser una persona pasiva que tiene dificultades para “estar presente” o
desempeña un rol secundario en la crianza.
En el examen psiquiátrico, muchos de los niños reúnen los criterios para uno o más de los trastornos de
ansiedad, siendo el más frecuente el trastorno de ansiedad de separación. De hecho, la clasificación
americana no reconoce el trastorno de evitación escolar como una entidad independiente, sino que se
considera expresión del trastorno de ansiedad de separación.
Sin embargo, existen casos de fobia escolar sin que exista el precedente de ansiedad de separación y
aparece como un temor específico a acudir al colegio. Cuando se investiga, puede encontrarse que existen
factores en la escuela que pudieran hacerla más estresante para el niño, tal como un profesor muy duro o
rígido o acoso por parte de iguales.
En la valoración y manejo de este problema, hay que tener en cuenta que al comienzo puede simular
cualquier enfermedad (úlcera, migrañas, gastroenteritis, infecciones virales crónicas). Debe primeramente
descartarse la presencia de una enfermedad física, aunque en ocasiones ésta puede coexistir con la fobia
escolar.
Una vez establecida la naturaleza del problema, conviene reunirse con toda la familia, incluyendo al padre, e
investigar la forma en que se ha instaurado el trastorno. Conviene indagar y hacer explicita la naturaleza
exclusiva de la relación entre el niño y la madre y cualquier dificultad que se detecte en la capacidad del
padre para hacer valer su rol en la familia. También conviene examinar la hostilidad más o menos encubierta
que puedan sentir madre-hijo por la excesiva dependencia mutua.
La CIE-10 incluye una categoría para los trastornos de funcionamiento social con inicio específico en la
infancia. Esta categoría está formada por un grupo heterogéneo de trastornos que como común
denominador tienen el funcionamiento anómalo en el ámbito de las relaciones sociales. Incluyen trastornos
como el mutismo selectivo y los trastornos reactivo y desinhibido de la vinculación en la infancia. La DSM-IV
no reconoce estas categorías, aunque sí considera que existen modelos de interacciones sociales anómalos
en la infancia que requieren atención clínica.
● Fobia social
Se presenta cuando el adolescente tiene una ansiedad excesiva relativa a la posibilidad de que pudiera hacer
algo o actuar de una forma que pudiera resultar humillante o vergonzante. Incluye el temor a hablar, comer
o escribir en público, ir a fiestas públicas o hablar a figuras de autoridad. Cuando ha de confrontar tales
situaciones, el adolescente experimentará síntomas intensos de ansiedad.
Los chicos pueden intentar enfrentarse a estos temores usando estrategias positivas (estrategias cognitivas:
convencerse de que no pasa nada...) o negativas (evitando las situaciones).
Puede ocurrir que la situación clínica se vea agravada por un sentimiento de vergüenza por los síntomas.
Suelen ser chicos que piensan que los demás los valoran negativamente, juzgándolos de raros, escasamente
atractivos o estúpidos.
Epidemiologia
Los estudios estiman una frecuencia de presentación en poblaciones comunitarias de un 1%. No obstante, se
piensa que las cifras reales son mucho más elevadas, pues la fobia social es un trastorno que por su propia
naturaleza tiende a pasar desapercibido y diagnosticarse muchos años después de que apareciesen los
primeros síntomas. Típicamente comienza en la adolescencia, aunque se ha diagnosticado en niños de hasta
8 años. Suele iniciarse de forma gradual y es frecuente que vaya precedida de una historia previa de timidez
o inhibición social.
Las manifestaciones clínicas pueden variar entre niños más pequeños y los adolescentes. En los casos de
niños más pequeños pudiera ser difícil de diferenciar de otros trastornos de ansiedad (rabietas, se “cuelgan
de los padres”).
El pronóstico de la fobia social es reservado, es decir, la mayoría de los investigadores coinciden en que una
vez que se ha adquirido, dura toda la vida si no se trata adecuadamente.
La fobia social está cargada de consecuencias funcionales de gran trascendencia a corto, medio y largo
plazo: abandono de estudios, inhibición en el funcionamiento social, desarrollo de abuso y dependencia de
drogas, etc.
El tipo de tratamiento de fobia social que hasta ahora se ha demostrado efectivo es el tratamiento
cognitivo-conductual. Generalmente incluyen técnicas de reestructuración cognitiva (dirigida a la
disminución y eliminación del temor a la evaluación negativa), habilidades sociales, técnicas para el control
de la ansiedad (relajación, respiración controlada y la distracción) y exposición situacional (simulada, en vivo
o en imaginación). De todas las técnicas que se emplean, se considera que ésta última, la exposición es la
más útil. En el caso de fobia social, se puede utilizar el ensayo anticipado de la situación.
Trastorno Obsesivo:
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es una afección mental que consiste en presentar pensamientos
(obsesiones) y rituales (compulsiones) una y otra vez. Estos interfieren con su vida, pero no puede
controlarlos ni detenerlos.
Las personas con este trastorno se preocupan por pensamientos o acciones repetitivos que, para otras
personas, pueden parecer tontos o ilógicos. Estas ideas recurrentes (obsesiones) y acciones reiterativas
(compulsiones) son incontrolables y pueden alterar sus vidas y, en última instancia, trastornar el
funcionamiento normal de sus familias. En las personas afectadas, entre un tercio y la mitad del total el
trastorno obsesivo-compulsivo comienza en la infancia y en la adolescencia.
El trastorno obsesivo-compulsivo es un trastorno de ansiedad en el cual una persona tiene un pensamiento,
un temor o una preocupación irracional que trata de controlar realizando una actividad ritual para reducir la
ansiedad.
Los pensamientos o imágenes perturbadores que se suelen presentar se denominan obsesiones y los
rituales repetitivos que se realizan para intentar evitarlos o anularlos se denominan compulsiones.
Durante el crecimiento y desarrollo normal de los niños y adolescentes, los rituales y los pensamientos
obsesivos se producen normalmente con un fin y un enfoque de acuerdo con la edad. Los niños de
preescolar con frecuencia usan rituales y rutinas en las comidas, para el baño y a la horade dormir para
ayudar a estabilizar sus expectativas y su comprensión del mundo.
Los niños en edad escolar normalmente desarrollan rituales grupales a medida que aprenden a jugar juegos,
a practicar deportes grupales y a recitar rimas. Los niños más grandes y los adolescentes comienzan a
coleccionar objetos y desarrollan pasatiempos. Estos rituales ayudan a los niños a socializar y los ayudan a
dominar la ansiedad.
Un niño o un adolescente con TOC tiene pensamientos obsesivos no deseados y relacionados con temores
(como por ejemplo el temor de tocar objetos sucios) y usa rituales compulsivos para controlar los miedos
(por ejemplo, lavarse las manos de forma excesiva). Cuando existe TOC, los pensamientos obsesivos y los
rituales compulsivos pueden ser tan frecuentes o intensos que interfieren con las actividades de la vida
diaria y las actividades de desarrollo normal.
Causas:
No se conoce la causa especifica del trastorno-obsesivo compulsivo. Sin embargo, factores como la genética,
la biología cerebral y la química, junto a su entorno, pueden desempeñar un papel en la afección.
Las investigaciones indican que el TOC es un trastorno neurológico del cerebro.
La evidencia sugiere que las personas con TOC tienen deficiencia de una sustancia química del cerebro
llamada serotonina.
El TOC suele darse en familias. Esto sugiere un componente hereditario. Sin embargo, también puede
desarrollarse sin un historial familiar de TOC.
Estudios recientes sugieren que las infecciones por estreptococos pueden desencadenar o aumentar la
intensidad del TOC, en algunos casos.
Factores de riesgo:
En general, el trastorno obsesivo-compulsivo comienza en la adolescencia o cuando se es adulto joven. A
menudo, los niños desarrollan TOC a una edad más temprana que las niñas.
Los factores de riesgo para el TOC incluyen:
● Historia familiar: Las personas con un pariente de primer grado (padre, hermano o hijo) que tiene TOC
presentan un mayor riesgo. Esto es especialmente cierto si el familiar desarrolló TOC cuando era niño o
adolescente
● Estructura y funcionamiento del cerebro: Los estudios de imágenes demuestran que las personas con TOC
tienen diferencias en ciertas partes del cerebro. Los investigadores necesitan hacer más estudios para
comprender la conexión entre estas diferencias cerebrales y el TOC
● Trauma infantil como el abuso infantil: Algunos estudios han encontrado un vínculo entre el trauma en la
infancia y el TOC. Se necesita más investigación para comprender mejor esta relación
En algunos casos, los niños pueden desarrollar algunos síntomas o TOC después de una infección
estreptocócica. Esto se llama trastornos neuropsiquiátricos autoinmunes pediátricos asociados a
estreptococo (PANDAS, por su sigla en inglés).
Síntomas:
Las personas con TOC pueden tener síntomas de obsesiones, compulsiones o ambos:
Las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes mentales que se repiten y causan ansiedad. Pueden
involucrar cosas como:
● Miedo a los gérmenes o a la contaminación
● Necesitar que algunas cosas estén alineadas en forma exacta o dispuestas de una manera particular
y precisa
● Preocupación por pensamientos contrarios a las creencias religiosas personales
Las compulsiones son comportamientos que usted siente que debe hacer una y otra vez para tratar de
reducir su ansiedad o detener los pensamientos obsesivos.
Los comportamientos compulsivos (los rituales que se usan para calmar la ansiedad que producen las
obsesiones) pueden volverse excesivos, perturbadores y consumir mucho tiempo. Pueden interferir con las
actividades diarias y las relaciones. Entre los ejemplos de comportamientos compulsivos se encuentran:
● Lavado de manos repetitivo (con frecuencia 100 veces o más por día)
● Revisar y volver a revisar de forma reiterada (por ejemplo, para asegurarse de que la puerta está
cerrada)
● Seguir reglas de orden rígidas (por ejemplo, ponerse la ropa de acuerdo con la misma secuencia
todos los días o guardar las pertenencias en la habitación de manera muy particular y molestarse si
alguien cambia el orden)
● Acumular objetos
● Repetir las palabras que uno mismo pronuncia (palilalia) o que pronuncian otros (ecolalia), formular
las mismas preguntas de manera repetitiva
● Coprolalia (decir obscenidades de manera repetida) o copropraxia (hacer gestos obscenos de
manera repetida)
● Repetir sonidos, palabras, números y/o música para uno mismo
● Pasar largos períodos tocando cosas, contando, pensando sobre números y secuencias
● Una necesidad extrema de saber o recordar cosas que pueden ser triviales
Algunas personas con TOC también tienen un síndrome de Tourette u otro trastorno de tics.
Tal vez repitan ciertos rituales, quizá entrando y saliendo de una habitación una determinada cantidad de
veces. Puede que arreglen y vuelvan a arreglar las cosas en la mesa meticulosamente, que estén
preocupados por los gérmenes, la suciedad, los delitos, la violencia, las enfermedades o la muerte de
manera excesivamente dramática.
La mayoría de los niños y adultos muestran un comportamiento similar de vez en cuando. Sin embargo, con
el TOC estos hábitos interfieren con las actividades de la vida diaria y las relaciones. Incluso a su corta edad,
estos niños a menudo reconocen que su comportamiento es inusual. Sin embargo, si intentan controlarlo,
por lo general se ven abrumados por la ansiedad y vuelven a sus peculiares rituales de alivio.
Sabiendo que su comportamiento del TOC no es normal, a menudo tratan de ocultárselo a familiares y
amigos. Muchos niños tienen estos comportamientos inusuales durante muchos meses antes de que los
descubran.
Diagnostico:
A veces, el trastorno obsesivo compulsivo puede ser difícil de diagnosticar. Sus síntomas son parecidos a
otras afecciones mentales, como los trastornos de ansiedad.
También es posible tener TOC y otro trastorno mental al mismo tiempo. No todos los que tienen obsesiones
o compulsiones tienen TOC. En general, sus síntomas se consideran TOC cuando:
● No puede controlar sus pensamientos o comportamientos, incluso cuando sabe que son excesivos
● No disfruta al presentar estas conductas, pero hacerlas puede aliviarle brevemente de la ansiedad
que causan sus pensamientos
● Tiene problemas importantes en su vida diaria debido a estos pensamientos o comportamientos
Tratamiento:
Los principales tratamientos para el trastorno obsesivo compulsivo son la terapia cognitivo-conductual, los
medicamentos o ambos:
● La terapia cognitiva conductual (TCC) es un tipo de psicoterapia que enseña diferentes formas de
pensar, comportarse y reaccionar ante las obsesiones y compulsiones. Un tipo específico de TCC
que puede tratar el TOC se llama terapia de exposición con prevención de respuesta, la que implica
exponerlo en forma gradual a sus miedos u obsesiones, aprendiendo formas saludables de lidiar
con la ansiedad que causan.
● Los medicamentos para el TOC incluyen ciertos tipos de antidepresivos.
Histeria:
Los trastornos somatomorfos son un grupo de desórdenes psiquiátricos caracterizados por una serie de
signos y síntomas físicos en los cuales no es posible identificar una patología orgánica aparente, siendo
evidente una relación con conflictos psicológicos de la persona.
Estos trastornos provienen de un conjunto de patologías derivados del concepto de neurosis histérica
(término derivado del griego que hace referencia al útero).
Síntomas
● Los síntomas de la histeria son tanto físicos como psíquicos. Destacan los trastornos motores,
sensitivos y sensoriales. Dentro de los trastornos motores pueden darse convulsiones y/o parálisis.
● Se caracteriza por la presencia de distintos tipos de síntomas como problemas motores de
debilidad o parálisis, movimientos anormales, alteraciones de la marcha, etc.; así mismo pueden
presentar síntomas relacionados con la perdida de sensibilidad de la piel, vista o el oído.
● En algunos casos las personas pueden presentar crisis psicógenas (sacudidas anormales
generalizadas que afectan una extremidad).
● Otros síntomas de este trastorno son la reducción del volumen de voz, disartrias o afectación de la
articulación de palabras, sensación de un nudo en la garganta o visión doble.
● La pesadez en las extremidades, los llantos dolorosos, la debilidad y la inestabilidad emocional son
algunos de los principales síntomas de la histeria.
● El dolor y otros síntomas que siente el paciente con este tipo de trastornos son reales e
involucran muchas partes del cuerpo, sobre todo el aparato digestivo, el sistema nervioso y el
aparato reproductor.
● Pruebas médicas que demuestran la incompatibilidad entre el síntoma y las afecciones neurológicas
o médicas.
● Dificultad para respirar
● Ansiedad
● Insomnio
● Desmayo
● Amnesia
● Parálisis
● Dolor
● Espasmos
● Ataques convulsivos
● Vómitos
● Sordera
● Movimientos extraños
● Convulsiones
● Alucinaciones
● Los síntomas no se explican mejor por otro trastorno mental o problema médico.
● El trastorno causa malestar en las áreas funcionales de la persona como en el plano personal,
laboral o las relaciones sociales.
Los síntomas del trastorno de la conversión pueden ocurrir en cualquier etapa de la vida, pero la presencia
del diagnóstico es poco común.
● Entre las más comunes se encuentran también la represión sexual y los hábitos de pensamiento
perversos. Hay situaciones emocionales que pueden desencadenar la histeria, como el miedo, una
preocupación, la depresión, un traumatismo, la masturbación o una enfermedad prolongada.
● Factores de riesgo
● Los especialistas afirman que la histeria se puede prevenir con autocontrol y manteniendo la mente
ocupada. Se recomienda evitar el consumo de alcohol, té negro, café, tabaco, azúcar blanca y
harina blanca en exceso, así como productos elaborados con estos ingredientes.
Tratamiento:
● El tratamiento del trastorno muestra altos niveles de efectividad mediante la aplicación de la
hipnosis clínica buscando controlar los efectos del estrés sobre las funciones corporales, y en
algunos casos se pueden usar fármacos sedantes durante el tratamiento.
● Desde la intervención de la terapia cognitivo conductual se trabaja en el tratamiento del manejo de
estrés para reducir los síntomas, en algunos casos se recomienda llevar de la mano con fisioterapia
para recuperar la función física afectada.
Incidencia:
Según el DSM-V existen 4-12 casos por cada 100.000 personas. A nivel mundial cerca del 5 al 15 % de las
personas presentan este trastorno y suele presentarse más en adultos entre 20-39 años.
Suele ser más usual en mujeres que en hombres.
Depresión:
● La depresión se caracteriza por tener un estado de ánimo triste la mayor parte del día.
● También se caracteriza por una pérdida del gozo, del placer, que normalmente se disfrutaría.
Causas:
Aunque la etiología y fisiopatología de la depresión no está del todo clara, existen aspectos biológicos que
están relacionados con su aparición; heredabilidad genética, desregulación de los sistemas serotoninérgicos
y noradrenérgicos, disfunción del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y la influencia de las hormonas
sexuales durante la pubertad3. Dentro de los factores ambientales se describe: vivir con un solo padre o con
otras personas (no padres), experiencias de pérdida o abuso, antecedente de psicopatología de algún
progenitor y un entorno familiar disfuncional.
Si ellos determinan que este tipo de persona que busca ser, no se parece en nada a lo que están logrando,
entonces comienzan a presentar síntomas depresivos.
Que los padres padezcan algún trastorno psiquiátrico como ansiedad, depresión o algún tipo de enfermedad
mental o física.
Epidemiología
Según los datos proporcionados por la Encuesta Nacional de Salud (2006) 1, la prevalencia del trastorno
depresivo mayor (TDM) se estima del 1,8% en niños de 9 años, del 2,3% en adolescentes de 13 y 14 años, y
del 3,4% en jóvenes de 18 años. Antes de la pubertad, la prevalencia de depresión no difiere según sexo 2.
Entre adolescentes, sin embargo, la prevalencia es mayor para el sexo femenino, con una razón 2:1 3. Los
trastornos depresivos entre los adolescentes tienen a menudo un curso crónico y con altibajos, y existe un
riesgo entre 2 y 4 veces superior de persistencia de la enfermedad en la edad adulta4.
Aunque el dato está aún por confirmar, se cree que con cada generación aumenta el riesgo de presentar un
trastorno depresivo a una edad cada vez más temprana (anticipación genética)
Síntomas:
● Los síntomas están marcados por la edad del niño y pueden agruparse según su desarrollo
evolutivo. En la primera infancia, la irritabilidad constituye el rasgo característico de la depresión.
Entre los adolescentes, los síntomas cardinales son la apatía (pérdida de interés) y la anhedonia
(incapacidad para experimentar placer).
Menores de 7 años:
El síntoma de presentación más frecuente, es la ansiedad. Manifiestan irritabilidad, rabietas frecuentes,
llanto inmotivado, quejas somáticas (cefaleas, dolores abdominales), pérdida de interés por los juegos
habituales, cansancio excesivo o aumento de la actividad motora y abulia También pueden presentar un
fracaso en alcanzar el peso para su edad cronológica, retraso psicomotor o dificultad en el desarrollo
emocional en niños pequeños, el trastorno depresivo mayor se asocia con frecuencia a los trastornos de
ansiedad, las fobias escolares y los trastornos de eliminación (encopresis, enuresis)
Niños de 7 años a edad puberal
Los síntomas se presentan fundamentalmente en 3 esferas: a) esfera afectiva y conductual: irritabilidad,
agresividad, agitación o inhibición psicomotriz, astenia, apatía, tristeza, y sensación frecuente de
aburrimiento, culpabilidad y en ocasiones ideas recurrentes de muerte; b) esfera cognitiva y actividad
escolar: baja autoestima, falta de concentración, disminución del rendimiento escolar, fobia escolar,
trastornos de conducta en la escuela y en la relación con sus iguales; y c) esfera somática: cefaleas, dolor
abdominal, trastornos del control de esfínteres, trastorno del sueño (insomnio o hipersomnia), bajo peso
para su edad cronológica y disminución o aumento del apetito.
Adolescentes
Los síntomas son semejantes a los de la edad puberal. Aparecen más conductas negativitas y disóciales,
abuso de alcohol y sustancias, irritabilidad, inquietud, mal humor y agresividad, hurtos, deseo e intentos de
fugas, sentimientos de no ser aceptado, falta de colaboración con la familia, aislamiento, descuido del aseo
personal y autocuidado, hipersensibilidad con retraimiento social, tristeza, anhedonia y cogniciones típicas
(autorreproches, autoimagen deteriorada y disminución de la autoestima). En ocasiones, pueden tener
pensamientos relativos al suicidio. Es frecuente que el trastorno depresivo se presente asociado a trastornos
disóciales, trastornos por déficit de atención, trastornos de ansiedad, trastornos por abuso de sustancias y
trastornos de la conducta alimentaria
Clasificación:
● El trastorno adaptativo está en el extremo más cercano de la normalidad. Cursa con síntomas
depresivos leves, auto limitados y claramente relacionados con un factor desencadenante (divorcio
de los padres, nacimiento de un hermano, duelo, etc.).
● El trastorno depresivo no especificado, también denominado episodio depresivo leve, depresión
menor o subsindrómica, tiene al menos un síntoma central de TDM: tristeza, irritabilidad o
anhedonia, asociado a otros 3 síntomas de depresión mayor. No ha de cumplir los criterios de
gravedad, duración o cantidad de síntomas presentes de un TDM.
● El trastorno distímico es de inicio insidioso, cursa con síntomas subsindrómicos y tiene un curso
fluctuante. Se mantiene al menos durante un año en niños y adolescentes. Es un cuadro depresivo
más leve y más crónico que el TDM. No es necesario que los síntomas estén presentes casi cada día,
como en el TDM, y no pueden durar más de 2 meses. Cuando un episodio depresivo mayor surge a
partir de una distimia se llama depresión doble y tiene un curso más crónico y peor pronóstico9.
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico de un episodio depresivo mayor (EDM) es clínico y se realiza mediante una completa
anamnesis y una exploración acuciosa del estado mental del niño o adolescente.
Diagnóstico
El diagnóstico del trastorno depresivo es clínico y se realiza mediante una historia detallada del niño y los
padres y una exploración de estado mental. También puede ser de gran utilidad la información aportada por
el entorno escolar.
En la entrevista clínica se debe:
● Valorar el episodio depresivo actual (síntomas, repercusión en el funcionamiento global, posibles
factores etiológicos). Es imprescindible preguntar al niño y los padres sobre ideas de muerte o de
suicidio.
● Conocer posibles episodios previos del paciente y antecedentes psiquiátricos familiares.
● Además, es necesario realizar una exploración física completa y analítica general. Se pedirán
pruebas biológicas y complementarias si se consideran indicadas para diagnóstico diferencial de
otras enfermedades médicas.
● Pueden ser útiles para el diagnóstico cuestionarios autoaplicados como el Cuestionario de
Depresión Infantil para niños de 7 a 17 años y la escala de depresión de Beck para niños y
adolescentes para niños entre 7 y 14 años.
● Los criterios diagnósticos de depresión más utilizados en la clínica son los incluidos en Clasificación
Internacional de Enfermedades, CIE-10, publicada por la Organización Mundial de la Salud 11, y el
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-IV TR, publicado por la Sociedad
Americana de Psiquiatría.
Criterios para diagnosticar un EDM DSM-V
● Cinco o más de los síntomas siguientes, presentes durante las últimas dos semanas y que
representen un cambio al funcionamiento previo; Al menos uno de los síntomas es (1) Ánimo bajo
(disforia) o (2) Pérdida del interés o de placer (anhedonia).
● Animo bajo la mayor parte del día, casi todos los días, ya sea por reporte subjetivo u observado por
otros.
● En niños y adolescentes, el estado de ánimo puede ser irritable.
● Disminución importante del interés o placer en casi todas, de las actividades todo el día, casi todos
los días.
● Baja significativa de peso sin dieta o aumento de peso (5% de cambio) o cambios en el apetito casi
todos los días. En niños considerar el fracaso para el aumento de peso esperado.
● Insomnio o hipersomnia casi todos los días.
● Pensamientos recurrentes de muerte (no solo miedo a morir), ideación suicida recurrente sin plan
específico o intento suicida o plan específico para cometer suicidio.
● Los síntomas causan molestias clínicamente significativo o deterioro en las funciones sociales,
ocupacionales, u otras áreas importantes del funcionamiento.
● El episodio no es atribuible a los efectos de sustancias u otra condición médica.
● La falta de juego con los compañeros, el rechazo del colegio o frecuentes ausencias al mismo
pueden ser síntomas de fatiga
Criterios C. Deben estar presentes uno o más síntomas de la lista, para que la suma total sea al menos de
4:
● Pérdida de confianza y estimación de sí mismo y sentimientos de inferioridad
● Los niños pueden presentar auto-desvalorización. La culpa excesiva o inapropiada no suele estar
presente
● Indicios no verbales de conducta suicida, incluidos comportamientos de riesgo reiterados, en
ocasiones a modo de juego y «gestos» autolesivos (arañazos, cortes, quemaduras, etc.)
● Los problemas con la atención y concentración pueden mostrarse como problemas de conducta o
escaso rendimiento escolar
● Junto al cambio en el estado de ánimo puede observarse comportamiento hiperactivo.
● Los síntomas físicos, como las quejas somáticas, son particularmente frecuentes en niños
Episodio depresivo leve: están presentes 2 o 3 síntomas del criterio B. La persona con un episodio leve
probablemente está apta para continuar la mayoría de sus actividades
Episodio depresivo moderado: están presentes al menos 2 síntomas del criterio B y síntomas del criterio C
hasta sumar un mínimo de 6 síntomas. La persona con un episodio moderado probablemente tendrá
dificultades para continuar con sus actividades ordinarias
Episodio depresivo grave: deben existir los 3 síntomas del criterio B y síntomas del criterio C con un mínimo
de 8 síntomas. Las personas con este tipo de depresión presentan síntomas marcados y angustiantes,
principalmente la pérdida de autoestima y los sentimientos de culpa e inutilidad. Son frecuentes las ideas y
acciones suicidas y se presentan síntomas somáticos importantes. Pueden aparecer síntomas psicóticos,
tales como alucinaciones, delirios, retardo psicomotor o estupor grave. En este caso se denomina como
episodio depresivo grave con síntomas psicóticos. Los fenómenos psicóticos como las alucinaciones o el
delirio pueden ser congruentes o no congruentes con el estado de ánimo
Diagnóstico diferencial
● El diagnóstico diferencial se debe realizar con la tristeza normal, otros trastornos psiquiátricos y
algunas enfermedades médicas.
● El sentimiento de tristeza es normal cuando es proporcional al factor desencadenante (p. ej., la
muerte de un ser querido), se alivia mediante situaciones positivas y se resuelve espontáneamente.
La diferencia más importante entre la depresión como enfermedad y los «altibajos normales» de la
adolescencia es que los síntomas se asocian al sufrimiento o malestar interno y al deterioro de
funcionamiento del paciente.
● Enfermedad bipolar. Es difícil el diagnóstico diferencial en el primer episodio depresivo. Los
antecedentes familiares de enfermedad bipolar, psicosis, manía o hipomanía secundaria a
antidepresivos nos pueden orientar.
● Trastorno por déficit de atención (TDA). Los niños deprimidos pueden presentar síntomas de
inatención acompañados de inhibición motora, especialmente en depresión melancólica. En el TDA
este ensimismamiento no está tan relacionado con preocupaciones con carga afectiva. Son más
propios de la depresión los sentimientos de culpa, el retardo motor, las somatizaciones, la astenia y
la anorexia.
● Trastornos de ansiedad. Hay un solapamiento de síntomas entre la ansiedad y la depresión. Son
más característicos de la ansiedad la actitud hipervigilante, la sensación interna de tensión, pánico,
evitación fóbica, inseguridad, indecisión y agitación psicomotriz.
● Abuso de drogas. La intoxicación aguda, el uso crónico o la abstinencia pueden provocar síntomas
depresivos. La persistencia de los síntomas durante un período prolongado de abstinencia indica un
trastorno primario del humor.
● Esquizofrenia y trastorno esquizoafectivo. Es necesario establecer un orden cronológico preciso
entre la aparición de los síntomas depresivos y psicóticos, y su relación temporal. Hay 3
posibilidades fundamentalmente:
1. Episodio depresivo con síntomas psicóticos. Predominan los síntomas depresivos sobre los
psicóticos y ambos desaparecen o recurren al mismo tiempo. Con frecuencia hay antecedentes
familiares de síntomas depresivos y no de psicosis.
2. Episodio depresivo pospsicótico. Los síntomas aparecen tras la resolución de los síntomas
psicóticos. Es frecuente en el curso de una esquizofrenia.
3. Trastorno esquizoafectivo. Los síntomas depresivos y psicóticos aparecen a la vez, son igual de
severos y tienden a la cronicidad.
● Trastorno del aprendizaje. Con frecuencia aparecen síntomas depresivos secundarios al fracaso
escolar. Suele ser importante conocer el cociente intelectual del niño.
● Enfermedad médica. Algunos fármacos, tóxicos y enfermedades médicas pueden dar
manifestaciones similares a la depresión en la infancia y en la adolescencia. Si hay indicios de
consumo de estos fármacos o síntomas que orienten a estas patologías se realizarán las pruebas
diagnósticas necesarias.
TRATAMIENTO
Una vez realizado el diagnóstico y evaluado la severidad del cuadro, hay que tener en cuenta que según
guías nacionales e internacionales los EDM leves y moderados son de manejo en Atención Primaria y los
severos de manejo de especialista.
El tratamiento de elección para el episodio leve es la psicoterapia, la terapia cognitivo conductual (TCC) y la
terapia interpersonal (TIP); mientras que para el episodio moderado se sugiere el uso de psicoterapia con
farmacoterapia (terapia combinada). En ese grupo los inhibidores selectivos de la recaptación de la
serotonina (ISRS), entre ellos la fluoxetina, son los fármacos de elección.
En niños y adolescentes con depresión mayor leve y ausencia de factores de riesgo, ideas/conductas
autolesivas y comorbilidades, el pediatra podrá dejar pasar un período de 2 semanas de observación y
seguimiento de la evolución. En este período se proporcionará apoyo activo al niño o adolescente y su
familia, facilitando pautas de vida saludable, psicoeducativas o de manejo de situaciones. Si tras este
período persisten los síntomas depresivos, se recomienda derivar al paciente a atención especializada (AE).
Se derivará inicialmente a Atención especializada aquellos pacientes con:
● Ideación suicida, conductas autolesivas, factores de riesgo o comorbilidades graves (abuso de
sustancias o patología mental), aunque el grado de depresión sea leve.
● Todo niño o adolescente con depresión mayor moderada-grave.
● En la AE, el tratamiento de elección del TDM leve será una terapia psicológica durante un período
de 8 a 12 semanas. Las modalidades de psicoterapia recomendadas son la terapia
cognitiva/conductual, la terapia familiar o la terapia interpersonal. En los casos de depresión
moderada o grave se recomienda terapia combinada (psicológica y farmacológica).
● Los únicos fármacos antidepresivos recomendables en el tratamiento de la depresión moderada o
grave de niños o adolescentes son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS).
La fluoxetina es el ISRS con más ensayos que apoyen su uso en estos grupos de edad, aunque
también han demostrado su eficacia la sertralina y el escitalopram. No se recomienda la utilización
de antidepresivos tricíclicos, paroxetina, venlafaxina o mirtazapina en el tratamiento de la
depresión mayor de niños y adolescentes.