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Si no hay una forma legalmente impuesta, las partes pueden convenir la que
consideren conveniente. Este principio es conocido como el de la libertad de
formas, que quedó plasmado en el art. 284.
Formales y no formales.
Son actos formales aquellos que tienen una forma específica requerida por la
ley, sea para su validez o para su prueba. Es decir, que hay una norma que
establece cuál debe ser su forma. Dentro de los actos formales se
encuentran aquellos en que la formalidad se requiere a los fines probatorios
(ad probationem o no solemnes). Es decir, que prescribe la formalidad a
efectos de probar el acto, pero no tiene efecto sobre la validez. Son las
formas exigidas a efectos de la prueba, si estas no se cumplen, el mismo no
se podrá probar. Por lo tanto, no se invalida el negocio, pero no se puede
acreditar su existencia y contenido. Por ejemplo: Si la forma exigida por la ley
para determinado acto jurídico es por instrumento público , pero se realiza
por instrumento privado, el acto no va a ser invalido, pero no va a poder ser
prbado, porque no se cumple la forma exigida para su prueba.
Los actos no formales son aquellos en los que cualquier medio para expresar
la voluntad puede ser utilizado, es decir, que pueden ejecutarse bajo
cualquier solemnidad.
Ejemplo: testamentos.
Art. 285: Forma impuesta. El acto que no se otorga en la forma exigida por la
ley no queda concluido como tal mientras no se haya otorgado el
instrumento previsto, pero vale como acto en el que las partes se han
obligado a cumplir con la expresada formalidad, excepto que ella se exija
bajo sanción de nulidad.
El negocio celebrado con una forma insuficiente valdrá como causa fuente de
la obligación de elevarlo a la forma legal. Esta obligación constituye una
prestación de hacer que, en caso de no cumplirse voluntariamente puede ser
demandada judicialmente. En todo supuesto de conversión, los efectos del
acto se producen a partir del otorgamiento de la forma requerida por la ley, y
no desde el momento de la celebración del acto