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Definición
Grecia es un país del sudeste de Europa, conocido en griego como Hellas o Ellada,
conformado por un territorio continental y un archipiélago. La antigua Grecia es la cuna
de la filosofía occidental (Sócrates, Platón y Aristóteles), la literatura (Homero y
Hesíodo), las matemáticas (Pitágoras y Euclides), la historia (Heródoto), el teatro
(Sófocles, Eurípides y Aristófanes), los juegos olímpicos y la democracia. La teoría de
que el universo está compuesto por átomos fue postulada por primera vez en Grecia por
Demócrito y Leucipo. El método científico moderno fue desarrollado gracias al trabajo
de Tales de Mileto y sus discípulos. El alfabeto latino también proviene de la antigua
Grecia, y fue introducido en la región durante la colonización fenicia en el siglo VIII
a.C., así como los primeros aportes en la física y la ingeniería, de los cuales fue pionero,
entre otros, Arquímedes, de la colonia griega de Siracusa.
El territorio continental de Grecia es una larga península rodeada por tres lados por el
mar Mediterráneo (dividido en el mar Jónico en el oeste y el Egeo en el este), donde
también se encuentras las islas Cícladas y el Dodecaneso (el archipiélago del que forma
parte la isla de Rodas), las islas Jónicas (donde se encuentra Córcira), la isla de Creta y
la península meridional conocida como el Peloponeso.
Etimología de Hellas
El nombre Hellas viene de Helén, hijo de Deucalión y Pirra, quien posee un papel
protagónico en la narración del diluvio en las Metamorfosis de Ovidio. El mítico
Deucalión (hijo del titán Prometeo, quien introdujo el fuego a la humanidad) fue quien
salvó a la humanidad del diluvio, de la misma manera que Noé en la biblia y
Utnapishtim en la mitología mesopotámica. Una vez cesada la inundación, Deucalión y
Pirra repoblaron la Tierra arrojando piedras, que se fueron transformando en personas,
de las cuales Helén fue el primero. Al contrario de lo que se suele creer, Hellas y Ellada
no guardan relación con Helena de Troya, de la Ilíada de Homero. Sin embargo, no fue
Ovidio quien acuñó esta denominación. Dice Tucídides en el libro I de su obra Historia
de la guerra del Peloponeso:
Me parece que toda la Hélade no tenía aún este nombre, que no existía hasta que vino
Helén, hijo de Deucalión; sino que cada gente utilizaba el suyo, siendo el de los
pelasgos el más frecuente. Pero cuando Helén y sus hijos adquirieron poder en Ftiótide,
su alianza fue invocada por otras ciudades, y por asociación todos ellos comenzaron a
ser llamados ‘helenos’, aunque debió pasar mucho tiempo hasta que el nombre
comenzara a ser utilizado para referirse a todo el país. Homero ofrece la mejor
evidencia de esto, puesto que él, a pesar de haber vivido mucho tiempo después de la
Guerra de Troya, en ninguna parte usa el nombre de manera colectiva, sino que lo hace
limitándose a los seguidores de Aquiles, de Ftiótide, que eran los originales helenos; al
hablar de todos, los llama dánaos, argivos o aqueos.
El salto del toro minoico
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)
Los minoicos desarrollaron un sistema de escritura conocido como lineal A (que aún no
ha sido descifrado) y realizaron avances en la construcción de barcos, la cerámica de la
construcción, las artes y las ciencias, y la guerra. Los historiadores de la antigüedad
(Tucídides entre ellos) reconocían al rey Minos como el primero en crear una flota, con
la cual colonizó o conquistó las islas Cícladas. La evidencia arqueológica y geológica
presente en Creta indica que esta civilización cayó por la deforestación producida por el
uso excesivo de la tierra, aunque tradicionalmente se ha aceptado que fueron
conquistados por los micénicos. Se reconoce como última causa de la caída de la
civilización minoica a la erupción del volcán en la isla cercana de Thera (actual
Santorini) entre el 1650 y el 1550 a.C., así como el tsunami que se produjo como
resultado. La isla de Creta quedó anegada y las ciudades y aldeas fueron destruidas. A
menudo se menciona este evento como la fuente de inspiración del mito de Atlantis en
los diálogos platónicos Critias y Timeo.
Alrededor del 1100 a.C., cerca del colapso de la edad de bronce, las grandes ciudades
micénicas del sudeste griego fueron abandonadas y, según algunos, su civilización fue
destruida por la invasión de los griegos dóricos. No hay evidencia arqueológica certera
que nos permita asegurar qué fue lo que llevó a la caída de la civilización micénica;
debido a que no existen documentos escritos de este período (o no han sido
descubiertos), solo se puede especular sobre las causas. Las tabletas escritas en lineal B
encontradas hasta ahora solo contienen listas de bienes intercambiados o almacenados.
Lo que sí parece claro, sin embargo, es que luego de lo que se conoce como la edad
oscura de Grecia (aproximadamente 1100-800 a.C., llamada así por la ausencia de
documentos escritos), se estaba llevando a cabo la colonización griega de gran parte de
Asia Menor y las islas que rodean la Grecia continental, al mismo tiempo que se
producían grandes avances culturales. Ya desde el 585 a.C., el primer filósofo griego,
Tales de Mileto, realizaba investigaciones que hoy en día llamaríamos científicas en la
costa de Asia Menor, y en esta región de colonias jónicas se desarrollarían importantes
innovaciones en la filosofía y las matemáticas griegas.
El período arcaico (800-500 a.C.) se caracteriza por el reemplazo de las monarquías por
repúblicas (lo cual derivó en gobiernos democráticos en Atenas) organizadas en forma
de ciudades-Estado o polis, la institución de leyes (las reformas de Dracón en Atenas),
la creación de la festividad de las panateneas, la aparición de cerámica y escultura con
características propias griegas y la acuñación de las primeras monedas en el reino
insular de Egina. Esto allanó el camino para el florecimiento del período clásico de la
antigua Grecia, que se extendió del 500 al 400 a.C. o, más precisamente, del 480 al 323
a.C., desde la victoria griega en la batalla de Salamina hasta la muerte de Alejandro
Magno. Este fue el siglo de oro de Atenas, cuando Pericles inició la construcción de la
Acrópolis y pronunció su famoso discurso fúnebre en honor de los hombres que
murieron defendiendo a Grecia en la batalla de Maratón, en el 490 a.C.. Grecia llegó a
lo más alto en casi todas las áreas del conocimiento humano durante este período,
durante el cual florecieron las artes y la filosofía de la antigüedad, con pensadores y
artistas como Fidias, Platón y Aristófanes, por mencionar solo tres. Leónidas y sus 300
espartanos cayeron en la batalla de las Termópilas, y el mismo año (480 a.C.)
Temístocles consiguió la victoria ante una flota persa superior en la batalla de Salamina,
lo que condujo a la derrota final de los persas en la batalla de Platea en el 479 a.C.
La democracia (literalmente ‘poder del pueblo’: demos, pueblo; kratos, poder) fue
instituida en Atenas, otorgándole la voz en el gobierno griego a todos los ciudadanos
masculinos mayores de veinte años. Los filósofos presocráticos, emulando a Tales,
dieron inicio a lo que más tarde sería el método científico en la exploración de
fenómenos naturales. Hombres como Anaximandro, Anaxímenes, Pitágoras, Demócrito,
Jenófanes y Heráclito abandonaron el modelo teísta del universo e intentaron descubrir
su causa inicial subyacente.
Sus sucesores, entre los que se encuentran Euclides y Arquímedes, profundizaron aún
más las investigaciones científicas y filosóficas griegas y le dieron una base todavía más
sólida a la matemática como disciplina seria. El ejemplo de Sócrates y los textos de
Platón y Aristóteles han influido en la cultura y la sociedad de Occidente por más de dos
mil años. Durante este período también se evidencian avances en la arquitectura y el
arte, que pasan de lo ideal a lo realista. A esta época pertenecen algunas esculturas
griegas famosas, como los mármoles de Elgin y el Discóbolo (el lanzador de disco), que
ejemplifican con elocuencia el deseo de los artistas por representar la emoción, belleza y
fortaleza humanas de manera realista, aun cuando dichas cualidades se presenten en
obras que representen deidades.
El Partenón
Andrew Griffith (CC BY-NC-SA)
Estos desarrollos culturales fueron posibles gracias al ascenso de Atenas tras la victoria
sobre los persas en el 480 a.C. La paz y prosperidad que reinaron luego de la derrota de
Persia produjeron la estabilidad y el desarrollo económico necesarios para que la cultura
floreciera. Atenas se convirtió en la superpotencia de su tiempo y, con la armada más
poderosa, logró recaudar tributos de otras ciudades-Estado y exigir el cumplimiento de
sus deseos. Atenas formó la Liga de Delos, una alianza defensiva que tenía como
objetivo disuadir futuras hostilidades de parte del Imperio Persa.
Este período es generalmente conocido como el período clásico tardío (aprox. 400-330
a.C.). El vacío de poder que quedó tras la caída de estas ciudades fue ocupado por Filipo
II de Macedonia (382-336 a.C.) tras su victoria contra los ejércitos atenienses y de sus
aliados en la batalla de Queronea en el 338 a.C. Filipo unificó las ciudades-Estado
griegas bajo el poder de Macedonia y, tras su asesinato en el 336 AEC, su hijo
Alejandro lo sucedió en el trono.
Alejandro Magno (356-323 a.C.) llevó adelante los planes de su padre de realizar una
invasión de Persia a gran escala en represalia por su invasión de Grecia en el 480 a.C.
Debido a que contaba con casi toda Grecia bajo su mando, un ejército permanente de
gran fuerza y número y un tesoro abundante, no necesitó molestarse haciendo alianzas
ni consultando a nadie con respecto a su plan de invasión, por lo que condujo su ejército
hacia Egipto, a través de Asia Menor, Persia y finalmente la India. Instruido desde la
juventud por el gran discípulo de Platón, Aristóteles, Alejandro diseminó los ideales de
la civilización griega en sus conquistas, y al hacerlo transmitió el arte, la filosofía, la
cultura y la lengua de Grecia a cada región con la que tuvo contacto.
En el 323 a.C., Alejandro murió y su vasto imperio fue dividido entre cuatro de sus
generales. Esto dio inicio al período que los historiadores denominan el período
Helenístico (323-31 a.C.), durante el cual la cultura y el pensamiento griegos se
volvieron predominantes en los diversos territorios que estaban bajo la influencia de
estos generales. Luego de la guerra de los diádocos (‘los sucesores’, que es como se
denominó a los generales de Alejandro), Antígono I fundó la dinastía antigónida en
Grecia, la cual perdió más tarde. Su nieto, Antígono II Gónatas, la recuperó en 276 a.C.
y gobernó el país desde su palacio en Macedonia.
La República de Roma comenzó a involucrarse cada vez más en los asuntos de Grecia
durante este período, y en el 168 a.C. derrotó a Macedonia en la batalla de Pidna. Luego
de esto, Grecia quedó bajo la influencia de Roma. En el 146 a.C., la región fue
convertida en un protectorado de Roma, y los romanos comenzaron a adoptar la moda,
filosofía y, hasta cierto punto, la idiosincrasia de los griegos. En el 31 a.C., Octaviano
anexó el país como provincia romana tras su victoria contra Marco Antonio y Cleopatra
en la batalla de Accio. Octaviano se convirtió en César Augusto y Grecia fue
incorporada al Imperio Romano.
Bibliografía
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