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MARCO HISTÓRICO
El imperio neo-babilónico tuvo su comienzo en el en el año 626 a.C., con el acceso al trono
de Nabopolasar, el padre de Nabudoconosor II. Nabopolasar no era de origen noble o real,
sino que procedía de una familia humilde. En el año 626 a.C., a raíz de la muerte de
Asurbanipal, rey de Asiria, Nabopolasar fomento una rebelión que lo coloco en el trono de
Babilonia, comenzó una serie de campañas expansivas que le proporcionaron cierto
prestigio.
En el año 615 a.C., trato de capturar la ciudad de Asur pero fracaso, lográndolo, sin
embargo, al año siguiente al formar una alianza con los medos. Dos años más tarde, es
decir, en el 612 a.C., Nabopolasar, con la ayuda de Ciaxares, rey de los medos, captura la
ciudad de Nínive, poniendo fin a la hegemonía asiria y al mismo tiempo elevando a
Babilonia a la supremacía del poder en el Oriente Medio.
El faraón Necao de Egipto trato de ayudar a los asirios, pero sin poder lograrlo. En el año
605 a.C., tuvo lugar una de las más importantes y decisivas batallas de la historia antigua.
Cerca de Carquemis, en las márgenes del rio Éufrates, se enfrentaron el ejército egipcio
capitaneado por el faraón Necao y el babilónico bajo el mando de Nabudoconosor II. En
dicha batalla, Nabudoconosor derroto a los egipcios de manera aplastante. Como resultado
de dicha victoria, Babilonia incorporo la mayor parte del territorio del antiguo imperio de
asiria y el dominio de la región de Mesopotamia.
Fue también en el año 605 a.C., cuando Nabudoconosor, de paso por Jerusalén, llevo
consigo algunos cautivos, incluyendo a Daniel y a sus amigos Sadrac, Mesec y Abed-nego.
Daniel nació aproximadamente por el año 625 a.C. en un hogar de la nobleza judía, fue uno
de los jóvenes judíos llevado cautivo por Nabucodonosor, rey de babilonia, en el año 605
a.C. Daniel sirvió a Dios durante casi todo el imperio babilónico y el comienzo del imperio
Persa. Se piensa que tenía unos veinte años cando lo llevaron deportado a Babilonia en el
605 y tomando en cuenta que su última profecía fue dada en el tercer año de Ciro (536 a.C.)
Daniel posiblemente habría tenido 89 años de edad. Daniel fue contemporáneo de Jeremías
y Ezequiel, quienes vivieron y sirvieron a Dios en otras esferas. Jeremías se quedó en tierra
de Israel para proclamar la palabra de Dios al remanente que se quedó en Jerusalén después
de la deportación del año 586 a.C. Por su parte, Ezequiel proclamo el mensaje divino entre
el pueblo que fue llevado cautivo a Babilonia, en el año 597 a.C.
Por aquel tiempo, Dios le revelo a su siervo un programa a través del cual el Altísimo
restauraría a su pueblo y cumpliría lo que habían anunciado otros profetas acerca del
establecimiento de su reino en la tierra, después de un periodo prolongado de dominio
gentil sobre Israel.
EL AUTOR
A. Daniel el hombre:
2. Su vida pasada y carrera. Daniel era de familia real (1:3), un joven talentoso y bien
educado (1:4). Había sido llevado cautivo a Babilonia en el año 605 a. C. cuando
Nabucodonosor derrotó a los egipcios en Carquemis y luego unos meses después pasó a
Jerusalén para llevar cautivos junto con el botín. (Esto sucedió unos ocho años antes del
cautiverio de Ezequiel). En aquel tiempo Daniel tenía aproximadamente 20 años de edad,
o tal vez unos 15 a 18 años. Véanse 2 Crón. 35:20—36:7; Jer. 46:2; 25:1-12; Dan. 9:1,2.
Cuando menos vivió en Babilonia hasta el tercer año de Ciro, rey persa, cerca de 536 a. C.
(7:1; 8:1; 9:1; 10:1,2). Algunos creen que nació en el tiempo de las reformas de Josías (621
a. C.), y que murió cerca de los noventa años de edad. Según Josefo, el historiador, Daniel
y sus compañeros eran descendientes del rey Sedequías.
Después de tres años de entrenamiento (1:5; compárense 2 Rey. 20:17,18; Isa. 39:7), sirvió
de consejero político de Nabucodonosor, rey de Babilonia (1:1), de Belsasar (5:1), de Darío
de Media (5:31), y de Ciro, rey de Persia (10:1). Sus actividades públicas correspondían a
su educación formal indicada en el capítulo 1.
Era estudiante de la palabra de Dios (9:1,2; compárense Jer. 25:11; 29:10). Fuera del
libro de Daniel, no sabemos nada acerca de su vida.
Daniel (605-536 a. C.) sirvió en la ciudad de Babilonia, mientras que Jeremías (626-586 a.
C.) sirvió en Jerusalén, y Ezequiel (592-570 a. C.) en el sudeste de Babilonia en el río
Quebar (Ez. 1:1).
Era hombre humilde y modesto (2:28-30), de justicia y valor (1:8 y sig., Ez. 14:14,20), y de
capacidad y autoridad (1:20; 2:48,49; 6:1-3). Al mismo tiempo era hombre considerado
(2:49).No solamente era hombre grande en la tierra, sino también considerado así en el
cielo (9:23; 10:11,19).
4. Su tarea. Dios usó a Daniel para la interpretación de sueños, señales y visiones. Dios le
usó para que sirviera de oficial en la corte de Babilonia y de los reyes medo-persas. En
cada tarea, Daniel se portó con fidelidad e integridad. El fue instrumento de Dios en
Babilonia para mantener el honor de Dios en esa tierra ajena, y para registrar las
revelaciones de Dios tocante al futuro con respecto al reino de Dios.
EL LIBRO
A. Daniel el libro:
En la Versión Septuaginta (versión de los setenta, en griego), Daniel fue puesto entre los
profetas o la Hagiografía (los Escritos Santos).
2. Título. Como muchos de los libros del Antiguo Testamento, el libro Daniel toma su
nombre del protagonista central en él. El título, Daniel, en nuestra Biblia es tomado de la
versión Septuaginta.
3. Autor.
b. Evidencia externa. Ezequiel, libro admitido aún por los críticos como del siglo sexto, se
refiere a Daniel (14:14,20; 28:3) en 591 a. C. y en 586 a. C.
Jesús habla de ―la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel‖ (Mat. 24:15;
compárese Dan. 9:27). Nótese que Jesús se refiere a Daniel como (1) una persona
histórica, (2) como un profeta y no solamente como un historiador, y (3) como un profeta
verdadero.
4. Fecha.
a. Dado que Daniel registra eventos y visiones desde 605 a. C. (1:1) hasta 536 a. C. (10:1),
los eruditos conservadores datan el libro a una fecha cerca de 535 a 530 a. C.
b. Los críticos liberales, que son modernistas, dado que niegan la inspiración verbal de las
Escrituras, no pueden admitir la profecía. Según ellos, las cosas predichas en el libro de
Daniel en realidad fueron escritas después de acontecer dichos eventos. Por eso la mayoría
de ellos datan el libro entre 168 a. C. a 165 a. C., un período que a veces es llamado ―la
fecha de los Macabeos‖. Algunos lo datan cerca de 250 a. C., un período llamado, ―de los
griegos‖. La controversia sobre la fecha de este libro ha sido larga y difícil. Para los
humanistas, este libro ha sido muy odioso. Uno de ellos escribió que este libro es ―ni más
ni menos que un fraude pío‖.
¿Por qué, pues, datan los liberales la fecha del libro de Daniel en el período de los griegos o
de los Macabeos (165 a.C).? Lo hacen porque si el libro de Daniel fue escrito en el siglo
sexto (como en el 530 a. C.), ya que describe con exactitud cosas que no acontecerían hasta
siglos después, entonces eso apunta a la profecía (a lo predicho de antemano), cosa que a su
vez apunta a la inspiración divina y ésta al sobrenaturalismo. El sobrenaturalismo apunta a
la existencia de Dios, y todo esto es imposible para el modernista.
5. Auditorio y ocasión.
a. Había un auditorio gentil que recibiría advertencia de las palabras de Daniel, sabiendo
que Dios destruye y levanta naciones (Cap. 2, 4, 5).
b. Había un auditorio judaico que recibiría ánimo de las palabras de Daniel, sabiendo que
Dios restauraría a Israel (2:44). Daniel demostraba a los exiliados que la fe verdadera en
Dios y el destierro no son dos cosas incompatibles.
La ocasión para escribir la sección histórica del libro vino de las experiencias
extraordinarias de Daniel en la corte de Babilonia. La ocasión para recordar las visiones
(Cap. 7-12) vino de la necesidad de describir los eventos de tiempos futuros.
6. Estilo y forma.
7. Lengua. El libro está escrito en dos lenguas. La parte de 2:4b hasta 7:28 está escrito en
arameo, y el resto en hebreo. Muchos opinan que cuando el autor hablaba del pueblo de
Dios y de su destino, que escribió en el hebreo, y que cuando hablaba de los grandes reinos
mundiales, empleó el arameo.
8. El tema. Sin duda, el tema es que Dios rige las naciones de la tierra; los hombres
reinan, pero Dios es soberano. Él pone y él quita líderes políticos según sus propósitos y
planes. Al mismo tiempo todo lo controla Dios para el bien último de su reino y del pueblo
que lo compone. Dios guarda, revela, entrega y libra, y juzga porque es todopoderoso.
Mientras que el orgullo de reyes terrenales conduce a su caída, hay esperanza de libertad
para el pueblo oprimido de Dios. Antes de que llegara el reino del Mesías, otros tres
imperios mundanales aparte del babilónico se levantarían.
9. El bosquejo. Básicamente hablando, el libro se divide en dos partes: Daniel y sus reyes
(Cap. 1-6), y Daniel y sus visiones (7-12).
Daniel se divide en dos secciones y está escrito en dos idiomas: hebreo (1:1–2:4a; 8:1–
13:13) y en su idioma relacionado, arameo (2:4b–7:28). Los caps. 1 al 6 son biográficos,
más los 7 al 12 apocalípticos. La textura de la obra es, sin embargo, más sutil que esto,
señalado por el uso del arameo en 2:4–7:28 (es decir, en partes de ambas secciones). Se ha
sugerido que estos son caps. Que habrían tenido significado especial para los que no eran
hebreos (de aquí el uso del idioma internacional). Además, en vez de separar radicalmente
las dos secciones, este arreglo tiene el efecto de vincularlas mientras sugiere que los caps.
2–7 contienen el corazón del libro. Si este es el caso, el cap. 1 sirve como una introducción
explicativa, mientras que los caps. 8–12 se extienden sobre el diseño de la historia mundial
ya establecido antes en el libro. La manera en que el uso del arameo atraviesa tanto la
sección biográfica como la visionaria es también un argumento importante a favor de la
unidad literaria del libro. Dentro de la sección central (caps. 2–7) se puede detectar un
diseño adicional, común en la narrativa del AT Antiguo Testamento. Los caps. 2 y 7
presentan visiones de cuatro reinos mundiales opuestos al reino de Dios; los caps. 3 y 6 son
narraciones de liberaciones milagrosas divinas; los caps. 4 y 5 describen el juicio de Dios
sobre los gobernantes mundiales. De esta manera, los temas empleados en los caps. 2, 3 y 4
reaparecen en orden inverso en los caps. 5, 6 y 7.
Tanto la tradición judía como la cristiana han considerado el libro de Daniel como el
producto genuino del profeta judío que fue llevado cautivo a babilonia en el año 605 a.C.
La crítica al libro de Daniel empezó con un filósofo neoplatonista y enemigo del
cristianismo llamado Porfirio (233-300 d.C.). La crítica moderna racionalista afirma que el
libro de Daniel es el producto de un judío que vivió en el periodo intertestamentario y fue
escrito hacia el año 165 a.C. El libro de Daniel, es sin duda, uno de los libros más
impugnados de toda la biblia.
Las objeciones de la crítica moderna al libro de Daniel están basadas principalmente en
cuatro líneas de argumentos:
1) Histórico
2) Lingüístico
3) Teológico
4) Exegético
a) Los críticos afirman que el libro tiene fallos en datos históricos. Entre las más
mencionada esta la cita Daniel 1:1 que relaciona la invasión de Nabucodonosor con el
reinado de Joacim. Se dice que Daniel 1:1 contradice lo escrito en jeremías 25:1 y 46:2,
porque Daniel 1:1 afirma que Nabucodonosor rey de Babilonia sitio a Jerusalén en el año
TERCERO de Joacim, mientras que Jeremías afirma (25:1 y 46:2) que Nabucodonosor
derroto a los egipcios y sitio a Jerusalén en el cuarto año de Joacim. Contemplado a simple
vista, parece haber una contradicción entre los dos pasajes.
Refutación:
Jeremías escribe desde Jerusalén a partir del acceso al trono del monarca. En Babilonia, por
el contrario, se acostumbraba a considerar el primer año como inauguración del monarca y
DESPUES de ese primer año se comenzaba a contar los años propiamente del reinado. De
modo que, desde el punto de vista babilónico, Daniel estaba en lo correcto al referirse al
tercer año de Joacim, el mismo periodo que jeremías llama el cuarto año de dicho rey.
b) La crítica ha objetado el uso que el escritor hace de la palabra ―caldeo‖. Los que niegan
la historicidad de Daniel afirman que el vocablo ―caldeo‖ es usado erróneamente con
referencia a una clase sacerdotal o de hombres sabios, cosa que no se hizo sino mucho más
tarde en el reinado de Nabucodonosor. Según estos eruditos, en la primera parte del reinado
de Nabucodonosor, la palabra ―caldeo‖ SOLO tenía una connotación racial, mientras que el
escritor de Daniel le asigna el significado de casta religiosa. La conclusión de a critica es
que el autor de la profecía de Daniel tuvo que haber escrito muchos años, tal vez siglos,
después del colapso del imperio neo-babilónico y a eso se debe su error.
Refutación:
Esta objeción no toma en cuenta el hecho de que el autor del libro de Daniel usa la palabra
―caldeo‖ tanto en su acepción étnica como en su acepción religiosa. Por ejemplo, en %.30
se refiere a Belsasar como el rey de los caldeos. Además, también es sabido que en el siglo
V a.C. los caldeos eran prominentes como grupo religiosos. No es de dudarse que
Nabucodonosor los colocase en una posición de influencia al comienzo mismo de su
reinado.
c) Una tercera objeción a la seriedad histórica de Daniel ha sido la referencia a Belsasar que
aparece en el capítulo 5. En realidad, la objeción ha sido de carácter doble. En primer lugar,
se acusa al autor de incorrección histórica al afirmar que Belsasar fue rey de Babilonia.
Según todos los historiadores clásicos, Nabonido fue el último rey de Babilonia antes de
que los medo-persas se apoderasen del imperio babilónico. La segunda acusación tiene que
ver con el hecho de que el autor se refiera a Belsasar como ―hijo de Nabucodonosor‖.
Según la crítica, el escritor de Daniel había cometido un doble error en este caso particular.
Refutación:
La crítica afirma que el vocabulario usado por el autor del libro de Daniel revela una
composición tardía. El argumento tiene su raíz en el hecho de que el libro de Daniel fue
escrito en dos idiomas: los capítulos 1:1 al 2:4 y del 8:1 al 12:13 fueron escritas en hebreo,
mientras que desde el capítulo 2:4 hasta el 7:28 está escrito en arameo.
La crítica objeta el hecho de que aparecen unas diecinueve palabras de origen persa (casi
toda en la porción de arameo) y tres palabras de origen griego en el libro de Daniel. En base
a esa supuesta anomalía, se pretende concluir que las profecías de Daniel fueron escritas
hacia mediados del siglo II a.C.
Refutación:
La explicación más pertinente en cuanto al porque esos seis capítulos fueron escritos en
lengua aramea es porque su contenido están primordialmente relacionado con el plan de
Dios para con los gentiles. También se ha descubierto que aproximadamente la mitad de las
palabras persas usadas por el autor de Daniel aparece principalmente en escritos en arameo
perteneciente al siglo VI a.C.
Tocante a las tres palabras griegas que aparecen en el libro de Daniel, es de interés notar
que son nombres de instrumentos musicales. Es de sobras conocido que mucho antes de las
conquistas de Alejandro Magno (332 a.C.), los griegos tenían relaciones comerciales y
culturales con las naciones de Oriente medio. De modo que no es de extrañarse que
instrumentos musicales de origen griego fuesen a parar a las cortes imperiales de babilonia
y Persia.
Según la crítica, el libro de Daniel contiene una teología demasiado avanzada para haber
sido escrito a finales del siglo VI a.C. Los que así opinan, afirman que la teología del libro
de Daniel armoniza más bien con los escritos apocalípticos del periodo macabeo y tiempos
posteriores. Generalmente, se impugna el hecho de que el libro de Daniel contiene
doctrinas acerca de los ángeles, la resurrección y el juicio venidero, que se hallan
demasiado desarrolladas y que pertenecen más bien al periodo posterior a los macabeos.
Refutación:
En respuestas a esas objeciones debe observarse que la doctrina de los ángeles se encuentra
arraigada en todo el Antiguo Testamento. Tanto el pentateuco como los libros históricos y
proféticos contienen enseñanzas abundantes tocantes a los ángeles y su ministerio. La
doctrina de la resurrección es enseñada en el libro de job (19:25), en los Salmos 16:7 y 17,
así como en Isaías 53. En cuanto al juicio venidero, es mencionada en Isaías, Sofonías,
Hageo, Zacarías, Malaquías y los salmos. Debe recordarse que el Antiguo testamento hace
referencia al ―libro de la vida‖ en Éxodo 32:32,33 e Isaías 4:3. También debe notarse el
contenido de Isaías 65:6, Salmo 69:28 y Malaquías 3:16 donde se indica la enseñanza
tocante a un juicio final.
La crítica pasa por alto que el libro de Daniel contiene una teología equilibrada tocante a
Dios, el hombre, la biblia, la oración, la providencia de Dios, la ley y otros aspectos de la
doctrina bíblica.
4.- Argumentos exegéticos contra el libro de Daniel
Refutación:
El libro de Daniel contiene importantes porciones escritas en primera persona por Daniel
mismo (Daniel capítulos 7 a 12 ) y por Nabucodonosor (Daniel 4:1-37 ).
Flavio Josefo (37-99 d.C.) sostiene (Antigüedades de los Judíos X,10,7) que Daniel
levantó en Ecbatana, Media, la admirable torre mortuoria donde se sepultaba a los reyes
medos, persas y partos.
También sostiene Josefo que el sumo sacerdote Onías impresionó a Alejandro Magno en el
año 332 a.C. cuando le mostró que su levantamiento y venida a Palestina estaban
profetizados en el libro de Daniel (Antigüedades Judaicas (Libro VIII.5):“Le enseñaron el
libro de Daniel, en el cual se anuncia que el imperio de los griegos destruirá al de los
persas; creyendo que se refería a él, satisfecho despidió a la multitud”. Si Alejandro
Magno leyó el libro de Daniel en el 332 a.C. significa que ya había sido escrito mucho
tiempo atrás y también traducido al griego.
En el Primer Libro de los Macabeos, Matatías, padre de los hermanos Macabeos, anima a
sus hijos en la revuelta contra Antíoco Epifanes recordándoles las proezas de sus padres. En
lera de Macabeos 2:59,60 se le cita diciendo: «Ananías, Azarías y Misael al creer, fueron
salvados de las llamas. Daniel, por su inocencia, fue salvado de la boca de los leones»
(cf. Daniel 3 y 6).
Matatías murió el año 166 a.C., un año antes de la fecha que los críticos asignan a Daniel.
Además, el contexto parece indicar que Matatías se refería a un suceso del pasado remoto.
Si Matatías dijo esto, entonces la teoría de la fecha tardía no puede ser defendida.
Otro punto a hacer resaltar es que el autor de lera Macabeos muestra familiaridad con la
versión Septuaginta de Daniel. El Libro de Daniel tenía que existir mucho antes de Antíoco
Epifanes, para dar tiempo suficiente para su traducción al griego.
La antigüedad del libro de Daniel también queda atestiguada por el hecho de ser
considerado canónico entre los esenios de la comunidad del Qumram, que se consideraban
los guardianes de la ortodoxia en Israel. Tal libro y sus comentarios se hallaron en el
Qumram, y el carbono 14 atestigua pertenecer al período macabeo (150 a.C.). Daniel es ya
reconocido como profeta en el Florilegio de la Cueva 4 del Qumram.
DANIEL CAPITULO 2
Una de las profecías más fascinantes de la Biblia la encontramos en el libro de Daniel. Este
hombre tuvo la oportunidad de ver en visión la sucesión de reinos o imperios de la tierra.
Sin embargo, no fue al único hombre que Jehová le dio esa visión. Antes que a Daniel, la
visión le fue dada al rey más poderoso de la tierra en sus días. Este hombre fue el rey
Nabucodonosor. Mucho se habla en la Biblia y en libros de historia sobre las cosas que
este rey pudo lograr. Una de las experiencias más importantes que tuvo este rey fue el
sueño profético que le perturbó el ánimo. El suceso está registrado en el libro de Daniel
capítulo 2. Con frecuencia se habla de la forma que Daniel interpretó el sueño para el
rey, pero ese sueño va más allá, no solo aplicaba a Nabucodonosor y su tiempo, también
aplica a nuestros días. Dios le permitió al rey Nabucodonosor ver los reinos que
dominarían la tierra desde sus tiempos hasta los días del fin, y esa parte es el escenario de
nuestro tiempo. En palabras simples este sueño es un resumen del plan profético de Dios
para el pueblo de Israel y el anuncio de los tiempos hasta el fin. Puede verse el plan de
redención a Israel por parte de Dios en ese complejo y singular sueño.
El sueño:
Demás está volver a escribir todo el sueño, para los detalles por favor lea el capítulo 2 de
Daniel. Para motivos de esta clase me limito a ir a los puntos centrales del mismo. Aquí las
partes del sueño de Nabucodonosor.
1. Cabeza de la estatua- Hecha de oro puro. Ese es el reino de Nabucodonosor (verso 38).
2. Pecho y brazos de plata- Segundo reino compuesto por dos reyes. Al igual que la
estatua, con dos brazos, este imperio se componía de dos reinos a saber, los Medos y los
Persas. De la manera que un cuerpo tiene más dominio o fuerza en un brazo que el otro,
este imperio tenía más poder en uno de los dos reinos que lo componía. Este segundo reino
tenía mayor ejército pero menor poder comparado con el imperio de Nabucodonosor. Este
punto está simbolizado por el cambio entre el oro y la plata.
3. Vientre y muslos de bronce- Tercer reino. Metal mucho más fuerte que los dos
anteriores pero de menor riqueza o importancia económica. Más espacio en el cuerpo de la
estatua y equivale a mayor territorio conquistado.
4. Piernas (piernas de hierro y pies de hierro mezclado con barro cocido)- Cuarto reino. Al
igual que las piernas en el cuerpo son dos y la parte más larga, este reino fue el de más
larga duración entre los cuatro imperios. Antes de su caída, este imperio se dividió en dos
(Roma y Constantinopla). El metal (hierro) es mucho más fuerte que los tres anteriores
pero de menor importancia económica que los primeros. Fue un reino fuerte y duro como
el hierro simbolizando la impiedad de sus acciones.
Interpretación:
Vemos que la interpretación del sueño se encuentra en el mismo capítulo cuando Daniel le
declara el significado a Nabucodonosor (Daniel capítulo 2 versos 36 al 43). Es interesante
ver que luego del sueño de Nabucodonosor Daniel tiene una visión en el capítulo 7 donde
ve cada uno de estos reinos en sucesión representado por animales.
El imperio Babilónico y los otros tres imperios que le sucedieron fueron revelados en un
sueño al rey Nabucodonosor (Dn. 2:37-38). Este sueño fue interpretado por el profeta
Daniel en el tercer año de cautividad en Babilonia. El sueño habla de una imagen muy
grande compuesta de diferentes materiales, la cabeza de oro fino, el pecho y los brazos de
plata, el abdomen y los muslos de bronce, y las piernas de hierro y los pies en parte de
hierro y de barro cocido. Que representaban los cuatro grandes reinos que habría en la tierra
hasta la primera venida de nuestro Señor Jesucristo. En este sueño también al final aparece
una piedra no cortada con mano humana que empezaría por desmenuzar los pies, las
piernas y todo lo demás. Está pierna es la pierna angular que rechazaron los judíos, al
mismo tiempo es la piedra de tropiezo para ellos, pero la piedra angular para su Iglesia, está
piedra es nuestro Señor Jesucristo.
El imperio Babilónico quebró la supremacía Asiria, domino el mundo desde el 605 hasta el
539 a.C. y duró lo que duró el cautiverio Babilónico 70 años. Joacim se convirtió en siervo
de Nabucodonosor por tres años por los terribles pecados de Manases, hijo de Ezequías rey
de Judá, tenía 35 años de edad (2 R 21:1). Otras de las razones fue por no hacer descansar
la tierra cada 7 años. Por su apostasía el profeta Isaías predijo que esta invasión duraría 70
años (Is 6:11-12) y por el profeta Jeremías (Jer 25:11-12), y (2 R 24:3).
―Pero Jehová envió contra Joacim tropas de caldeos, tropas de sirios, tropas de moabitas y
tropas de amonitas, los cuales envió contra Judá para que la destruyesen, conforme a la
palabra de Jehová que había hablado por sus siervos los profetas‖ (2 R 24:2).
Esta invasión fue la 1ª de tres invasiones, Nabucodonosor acababa de ser coronado cuando
volvió a salir en campaña y pasando por Jerusalén tomó:
Babilonia celebraba la venida del año nuevo con grandes fiestas. Nabucodonosor y los
reyes que le siguieron eran escoltados y sentados en un trono de oro. La corte leía la antigua
épica de la creación tal como había sido escrita por los babilonios. Honraban a Marduk, su
creador y dios. También adoraban al rey como representante terrenal de Marduk.
Declaraban que el rey gobernaba no solo los pueblos, sino sobre los animales y las aves y
toda la creación, palabras de las que hace eco Daniel en su saludo al rey.
A los 9 años del reinado de Nabucodonosor sitió la ciudad en el año 588, por 2 años que
fueron de extremo sufrimiento para el pueblo Judío. Hubo muchas calamidades, la tercera
parte del pueblo murió de hambre, la otra tercera parte murió a espada y todas las casas de
Jerusalén fueron derivadas todas las casas de Jerusalén, quebraron las columnas de bronce y
se las llevaron, también se llevaron los caldeos, los incienciarios, los cuencos de oro y
plata, y el remanente del pueblo huyo a Egipto (Lm 2:20-21; 4:3-20), todo esto se dio en el
año 586 d.C.
Después de la primera invasión del rey Nabucodonosor en el 605 A.C. comienza el tiempo
de los gentiles y tendrá fin hasta la segunda venida de Cristo
El fin del imperio Babilónico se da la noche en que Belsasar, rey de Facto, de babilonia se
emborrachó y mando atraer los vasos del templo profanándolos. Pero antes de morir Dios
se lo dijo por medio de una visión de una mano que escribía en la pared encalada de su
palacio que decía: TEKEN, TEKEN, MENEN, UPARSIM, que quiere decir el primer
TEKEN: conto Dios tu reino y le ha puesto fin, el segundo MENEN: pesado ha sido en
balanza y fuiste hallado falto, el tercero PERES UPARSIM: tu reino ha sido roto y dado a
los Medos-Persas. (Dn 5:31).
El mismo profeta Daniel pudo ser testigo de la caída de Babilonia. Representado por el
pecho y los brazos de plata, el Imperio Medo-Persa no fue tan rico como el de Babilonia,
aunque su ejército fue más poderoso. Casi todos los eruditos concuerdan en que este pasaje
se refiere al imperio Medo-Persa, que tomó el lugar del Imperio Babilónico. La palabra
para plata en arameo es también la palabra para tributos. Los medo-persa de dieron a
conocer por su sistematización de tributos. Todos los tributos se pagaban en plata (a
diferencia del Imperio Babilónico, donde los tributos se pagaban en oro. De modo que la
plata es símbolo del segundo imperio medo-persa que surgiría y dominaría. Año 538-331
a.C.
El imperio Medo Persa fue mucho más grande que el impero Babilónico, se extendió desde
el golfo pérsico al este, hasta macedonia al oeste, al norte sus límites llegaron hasta
armenia, al sur desde Egipto hasta el rio Éufrates.
En la visión de Daniel de las cuatro bestias que combatían en el gran mar (Dn 7:2) la
primera vestía como un león ya lo vimos que era Nabucodonosor y su imperio Babilónico,
la segunda bestia que era como un oso, representaba al imperio Medo-Persa (539 al 335
A.C.) la razón por la que se inclinaba más de un lado era que el imperio Persa era mucho
más fuerte que el Medo.
La tercera bestia que tenía la figura de un leopardo, con cuatro alas como de aves y cuatro
cabezas estaba representando al imperio griego. El leopardo era Alejandro el Magno, y se
representa como un leopardo por su velocidad con la cual logro conquistar muchos países
en poco tiempo en tan solo 10 años pero moriría muy joven a la edad de 33 años y el
imperio fue heredado por sus cuatro generales que son: Tolomeo, Licimaco, Casandro y
Seleuco.
Estás cuatro divisiones estaban representadas en las cuatro cabezas del leopardo, pues en la
biblia la ―cabeza‖ es un símbolo de gobierno (Is 7:8-9; Ap 13:3,12), a la muerte de
Alejandro el Magno, en el 323 A.C. tras grandes luchas internas:
c) Seleuco I Nicanor se apodero de Ciria, Babilonia y gran parte del oriente medio
En cuanto a la visión de la gran imagen que soñó Nabucodonosor el vientre y los muslos de
bronce representan a Grecia. Alejandro Magno derrotó a los persas en la batalla de Arbela,
convirtiendo a Grecia en el tercer gran imperio mundial, que gobernó desde el año 331
hasta el 168 a.C. un soldado griego llevaba un casco de bronce, una coraza de bronce, un
escudo de bronce y una espada de bronce.
IV. EL IMPERIO ROMANO (168 AC- 476 DC)
DANIEL 2:40
V. El Reino de Jesucristo el cual vendrá para eliminar el reino de los pies de la estatua de
Nabucodonosor y a la vez derrotar esa secuencia de reinos. Este reino es simbolizado en el
sueño como una piedra no cortada con mano (Daniel 2:34). En Daniel 2:44 dice “Y en los
días de estos reyes (10 cuernos de la bestia, o 10 dedos de los pies de la estatua) el Dios
de los cielos levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a
otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero el permanecerá para
siempre”.
De manera que el sueño de Nabucodonosor (Daniel 2) y la visión de Daniel en el capítulo 7
están relacionados. Este sueño-visión nos da la secuencia de reinos que se levantaron y
todos ellos en contra del pueblo escogido de Dios (Israel), pero llegarán a su fin y entonces
se establecerá un reino eterno el cual es el reino de Jesucristo.
LAS CUATRO BESTIAS DE DANIE 7:1-7
El asistente celestial (Daniel 7:16) que dio la interpretación de la visión dice claramente que “estas
cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra” (Daniel 7:17). Así pues, se
trata de cuatro reinos o imperios de índole política.
(I)La primera bestia, o sea, el primer rey, reino o imperio (Daniel 7:4). “Era como león, y
tenía alas de águila” (Daniel 7:4). “Como león...” O sea, era fuerte, agresivo,
desgarrando y devorando.
A. “Alas de águila…”El águila es un ave de rapiña capaz de volar muy alto y cubrir
grandes distancias. “Vuela a gran altura, con rapidez y majestuosidad, guardando con
ferocidad su nido” (Nuevo diccionario bíblico ilustrado, 34, Editorial Clie).
B. La primera bestia es Babilonia.
1. La duración del Imperio Babilónico. Se encuentran las raíces de Babilonia en el
antiguo reino de Sumeria, en el tiempo de Nimrod (Génesis 10:8-10). Aquel reino
permanece hasta el año 539 antes de Cristo, cuando fue conquistado por Ciro, persa.
2. Bien fuera “como león” o como “águila”, Babilonia se arremetió contra
muchos pueblos y naciones en derredor suyo, conquistándolos y creando un imperio
extenso que abarcaba, en el Siglo VI antes de Cristo, aun a Egipto. Durante el
reinado de Nabucodonosor, la ciudad capital de Babilonia, famosa por sus palacios,
templos y jardines colgantes, cubría 529 km2. ―Babilonia‖ quiere decir “puerta de
los dioses” (Nuevo diccionario bíblico ilustrado, 96).
3. Babilonia es “aquella cabeza de oro” de la gran imagen que Nabucodonosor vio
(Daniel 2:31-38).
C. “Sus alas fueron arrancadas, y fue levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies
a manera de hombre, y le fue dado corazón de hombre” (Daniel 7:4).
1. Conforme a la visión de Daniel, aquel gran imperio de Babilonia quedó como un
águila cuyas largas y poderosas alas le son arrancadas. Es decir, su espíritu altanero
y agresivo fue abatido y fue quitado su poder para volar y conquistar.
2. En su apogeo Babilonia era león, pero en una época de su historia fue levantado
y puesto “sobre los pies a manera de hombre, y le fue dado corazón de hombre”. O
sea, de león feroz y devorador, Babilonia se transforma en hombre, cobrando
conciencia y amansándose.
a) Esta transformación drástica fue efectuada en sentido literal cuando Dios humilló a
Nabucodonosor, pues este “fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los
bueyes” (Daniel 4:33). Este castigo le sobrevino porque se jactaba mucho de sus hazañas
(Daniel 4:29-31).
b) A consecuencia de su insólita experiencia (Daniel 4:1-33), Nabocodonosor reconoce y
alaba al Dios verdadero (Daniel 4:1-3, 34-37), relatando lo sucedido “a todos los pueblos,
naciones y lenguas que moran en toda la tierra” (Daniel 4:1).
3. “Sus alas fueron arrancadas” completamente cuando el Imperio Babilónico fue
conquistado por el Ciro, de los persas, en el año 539 antes de Cristo.
a) La profecía de “alas... arrancadas” fue dada “en el primer año de Belsasar”, o sea, en
el año 555 antes de Cristo.
b) Tuvo su cumplimiento completo dieciséis años más tarde cuando Ciro derrotó a
Babilonia.
(II) La segunda bestia (rey, reino) era “semejante a un oso, la cual se alzaba de un
costado más que del otro” (Daniel 7:5). Esta segunda bestia es el Reino de los Medo-
persas.
A. “…se alzaba de un costado más que del otro.”
1. El lado más corto fue el reino de Media, el cual se hizo poderoso, comenzando
en el año 674 antes de Cristo, ocupando grandes extensiones al sur del Mar Caspio.
2. El lado más alto fue el reino de Persia. En el año 550 a. C., el rey Ciro, de
Anshan, se rebeló contra el rey medo Astyages, derrocándolo y haciéndose rey tanto
de los medos como de los persas (Nuevo diccionario bíblico ilustrado, 742-743).
B. “…tenía en su boca tres costillas entre los dientes.” Las “tres costillas” son tres reinos
conquistados por los medo-persas, a saber: Asiria, Babilonia y Egipto.
C. “Levántate, devora mucha carne.”
1. Como oso grande y terrible, Medo-persa se lanza sobre los pueblos y las
naciones del medio oriente, pisándolos y devorándolos. Extiende sus fronteras hasta
la India (en el este), el Danubio (en Europa), Arabia y Egipto (en el sur). En su
apogeo, el territorio del Imperio Persa equivalía a la mitad de Europa.
2. Con su capital en Persépolis, se organiza mejor que cualquier imperio anterior,
permaneciendo hasta las conquistas del griego Alejandro Magno (Nuevo diccionario
bíblico ilustrado, 928-930).
3. La segunda bestia (rey) es lo mismo que el pecho y los brazos de plata de la
gran imagen vista por Nabocodonosor (Daniel 2:32). También es lo mismo que
el carnero de Daniel 8:1-4.
Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para
terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la
justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe,
pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén
hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a
edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas
se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir
destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra
durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad
de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las
abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está
determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9: 24-27)
Cuando ya estaba a punto de cumplirse el plazo del tiempo del cautiverio, Dios envía al
atalaya Daniel una revelación impresionante por mediación de un arcángel. Esa revelación
profética se llama de las Setenta Semanas (leer Daniel 9: 24-27), y nos ayudará
tremendamente a entender de forma precisa los tiempos, y la actuación de Dios sobre Israel
y Jerusalén. Empecemos pues a prestar atención a lo que Gabriel literalmente le dice a
Daniel, y estudiémoslo parte por parte.
(Dn. 9: 24) “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa
ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para
traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos”
Gabriel le dice de parte de Dios a Daniel, principal de Israel en esos momentos, que existe
un periodo de tiempo determinado para cumplirse con referencia a Israel (el pueblo de
Daniel), y Jerusalén (la santa ciudad de los judíos y su capital).
2) Se pondrá fin al pecado. Otra vez, eso se refiere a Israel y a Jerusalén. El pecado
(anomia en gr.) que lo definimos como desorden en el sentido de rechazo de la Ley, o de la
voluntad de Dios; como iniquidad; como saber hacer lo bueno, y no hacerlo (1 Juan 3: 4;
Stgo. 4: 17). La diferencia entre el punto anterior, ―prevaricación‖, y este, ―pecado‖, es que
el primero tiene que ver contrasgresión, es decir, con infracción de la Ley, mientras que
el pecado tiene que ver con el rechazo de la voluntad de Dios, vivir de espaldas a Dios, con
la “disposición mental que lleva al pecador a hacer la propia voluntad en oposición a la de
Dios” (1)
Llegará un día en el contexto de las Setenta Semanas, que para Israel se terminará la
prevaricación, y se pondrá un fin al pecado (ver Romanos 11: 26, 27)
3) Se expiará la iniquidad. La iniquidad como tal, es la injusticia. Es la condición de no
ser recto, ya sea en relación con Dios, en base a su norma inamovible de justicia y santidad
(2)
Cristo dio su vida por todos los hombres; por los judíos, y por los gentiles. La iniquidad,
que no es sino la maldad, fue vencida por la sangre de la Cruz; es decir, por la justicia de
Cristo. En cuanto a Israel este mensaje de hace 2000 años atrás, llegará a calar como
individuos y nación, y traer el consiguiente fruto de arrepentimiento, perdón de pecados y
vida eterna. Ese será el Gran Avivamiento que sí está profetizado en la Palabra (ver Zac.
12: 10; 13: 1; Romanos 11: 25-27, etc.).
4) Se traerá la justicia perdurable. Esa justicia que dura y dura, es la eterna. La pregunta
es, ¿existe ese tipo de justicia en el mundo hoy en día? Es evidente que no. Por la Palabra
expresada por Gabriel, sabemos que al término de las Setenta Semanas, empezará esa
justicia eterna sobre Israel y Jerusalén; y sabemos por Apocalipsis 19 y 20, que sobre el
mundo entero; lo que la Revelación de Jesucristo que Dios le dio (Ap. 1: 1), denomina el
Milenio (Ap. 20: 4c; ver Jer. 23: 5, 6; Is 11: 9; Hab. 2: 14 etc.)
La visión y la profecía selladas, también tiene el sentido de ser “cerradas, o sea, sus
funciones tendrán su fin, pues todo se habrá cumplido” (3)
“Se refiere a consagrar el Lugar Santísimo en un templo futuro que será el centro de
adoración en el reino milenario (Ez. 40-48)”
Ahora bien, ¿qué significan esas Setenta Semanas? En primer lugar, debemos prestar
atención al término “Semanas‖. La palabra hebrea es Shabuim, que es el plural de Shabua,
que lo podríamos traducir por ―un grupo de sietes‖.
Nuestra ―semana‖ consta de siete días, pero en el hebreo, existen semanas no sólo de días,
sino de meses y de años. Así pues, esas ―Setenta Shabuim‖, tanto pueden ser de días, como
de meses, como de años.
Dado el contexto y el sentido de lo declarado por Gabriel, sólo podemos atribuir el valor de
esas Setenta Shabuim o Semanas, como de años; setenta semanas de años. Es como si cada
―día‖ fuera en realidad un año, por lo tanto serían 490 años.
“Estas son “semanas” o, de manera más exacta, septenios de años: setenta semanas de
siete años cada una. En el tiempo de estas “semanas” el castigo nacional sobre Israel
habrá de terminarse y esta nación será restablecida en la justicia perdurable (v. 24)”
Llegamos a la sencilla conclusión que son 490 años los determinados por Dios para que se
cumplan los seis puntos expuestos con anterioridad.
a) En el período de siete semanas (49 años), Jerusalén fue reedificada ―en tiempos
angustiosos‖. Esto tuvo su cabal cumplimiento, conforme a la profecía, y fue atestiguado y
relatado por Esdras y Nehemías.
b) Sesenta y dos semanas de años más tarde (434 años), el Mesías vino a los suyos (v. 25)
c) Los siete años restantes (la última shabua) todavía tiene que cumplirse.
Ahora bien, la pregunta es, ¿Cuándo empezaron esos 490 años? Eso nos lleva al versículo
siguiente.
(*) (Cálculos según Sir Robert Anderson, corregidos por un trabajo posterior del Dr.
Harold W. Hoehner)
(Daniel 9: 25) "Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y
edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos
semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos"
El arcángel Gabriel le insiste a Daniel que sepa y que entienda que hay un periodo en esos
490 años, concretamente de siete semanas y sesenta y dos semanas, a partir del momento en
que se dé la salida de la orden para restaurar y edificar Jerusalén.
En el momento en que Daniel está escuchando a Gabriel, el pueblo de Dios estaba cautivo
en Babilonia, no olvidemos eso. Faltaban sólo dos años para que se cumplieran los setenta
años de cautiverio profetizados por Jeremías, por lo tanto, Daniel comprendió
perfectamente de qué estaba hablando Gabriel.
Dos años más tarde de la conversación de Gabriel con Daniel, Ciro rey de Persia,
cumpliendo con la profecía de Isaías (Is. 45: 1-7) conquistó Babilonia, y acabó con el
imperio caldeo. Así que fue en el 536 a. C. también, que Ciro el Persa dio orden para que se
empezara a reconstruir el templo en Jerusalén (véase Esdras 1: 1-3; 2 Crónicas 36: 20-23),
pero esa no fue la orden para ―restaurar y edificar a Jerusalén‖.
Esa orden, y consecuentemente, el punto de partida del inicio de las Setenta semanas, la dio
ArtajerjesLongimano, rey de Persia años más tarde, en concreto en el 444 a.C.
Ese decreto ordenante fue dado de acorde a Nehemías 2: 1 y ss., en el mes de Nisán del año
vigésimo de su reinado. El primero de Nisán del año veinte del rey Artajerjes, el 5 de
Marzo del 444 antes de Cristo. Así pues, ya sabemos el momento de inicio de esos 490
años o Setenta semanas.
"…hasta el Mesías Príncipe…". Aquí acaba el periodo de las siete y las sesenta y dos
semanas respectivamente. En un momento veremos en detalle acerca de ese periodo de
tiempo tan misteriosamente presentado, pero, ¿qué significa ―hasta el Mesías Príncipe‖?
Por ello, Jesús se lamentó (no por él, sino por ellos), y podemos leer en Lucas 19: 41-44
cual fue ese lamento, especialmente el que vemos en el versículo 42, donde dirigiéndose a
Jerusalén textualmente dijo: "¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo
que es para tu paz!". Justamente, ese fue el día de la manifestación del Mesías Príncipe.
Ese día fue el 10 de Nisán (el 30 de Marzo del 33 d.C.), comúnmente llamado Domingo de
Ramos, y se cumplían precisamente las siete semanas y las sesenta y dos semanas, que
hacen un total de 483 años lunares. Pero veamos más de cerca esas cifras.
¿Por qué Gabriel hace una diferenciación de dos periodos de tiempo, es decir, siete semanas
de años por una parte, y sesenta y dos semanas de años por otra?
Las siete semanas de años, son efectivamente 49 años: 7 X 7= 49. En esos 49 años, se
levantaron la plaza y el muro de Jerusalén, y fueron tiempos especialmente angustiosos. Al
término de esas siete semanas (49 años), acaba el periodo veterotestamentario (A.T.), en
tiempos del libro de Malaquías.
62 X 7= 434 años.
Así que, si nos damos cuenta, de todo ese periodo de tiempo, Gabriel enfatiza dos cosas: La
reconstrucción de Jerusalén, y la manifestación mesiánica de Jesús de Nazaret.
Recapitulando, tenemos ante nosotros la suma de las siete semanas, más las sesenta y dos
semanas: (7 X 7) + (62 X 7) = 483. Estos son los años que ya transcurrieron para Judá y
Jerusalén, es decir, sesenta y nueve semanas. Sesenta y nueve, uno menos de setenta.
Si leemos el libro de Nehemías, podremos entender más acerca de los tiempos angustiosos
edificando la plaza y el muro de Jerusalén. ¡Cómo Dios lo tiene todo sabido y bajo Su
perfecto control!
Así que, tengamos lo siguiente claro en la mente: De los 490 años (setenta shabuim), hasta
el momento ya se cumplieron 483 años (Dn. 9: 25). Siempre años lunares.
"Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí…"
Ahora bien, justo después de cumplirse las sesenta y dos semanas de años, y para que no
nos quede ninguna laguna por el medio, Gabriel anuncia algo casi misterioso para Daniel,
pero que para nosotros ha sido el motivo de nuestra salvación: Al Mesías se le quita la vida.
Ese es el cumplimiento de la muerte expiatoria de Jesús en la cruz del Calvario, lo cual ya
estaba previsto desde antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1: 19, 20)
Haciendo cálculos aritméticos
La visión dada a Daniel habla de un total de 490 años (años no de 365 días, es decir solares,
sino lunares, de 360 días).
Para ver cómo encaja a la perfección el tiempo ya transcurrido del cumplimiento de esas
Setenta Shabuim, hagamos un cálculo sencillo. Desde el 5 de marzo del 444 a. C., fecha de
la orden dada para reconstruir Jerusalén, hasta la manifestación del Mesías Príncipe,
Yeshua Ha Mashiach, el 30 de Marzo del 33 d. C. es decir, el día 10 de Nisán, vemos que
pasaron 173.880 días. (Hay que tener en cuenta que al calcular la duración en años entre
una fecha a. C, y otra d. C. es de sólo un año, no dos, ya que el año 0 a.C. no existe.
Para quienes quieran confirmar estos cálculos de las sesenta y nueve semanas (483 años)
transcurridos, sigan por favor los siguientes pasos que se dan a continuación:
Desde el 5 de marzo del 444 a. C. hasta el 30 de marzo del 33 d.C. pasan 476 años de 365
días cada uno, que hacen un total de 173. 855 días.
(De hecho, exactamente el valor es: 365,24219879 días. Esta es la cifra exacta de un año
solar contemporáneo, en otras palabras, por 365 días, 5 horas, 48 minutos, 45.975
segundos)
Añadan ahora los 25 días que hay entre el 5 de marzo del 33 d.C. al 30 de Marzo del 33
d.C. (el Domingo de Ramos; la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén como Mesías 173.855
+ 25= 173.880 días.
Si dividen estos días por el equivalente a los días de un año lunar, que son 360, obtienen
ustedes los 483 años.
Cuando la Palabra nos da datos concretos, es porque esos datos son reales y no meras
alegorías.
Como ya venimos diciendo, esos 483 años son las sesenta y nueve semanas (shabuim) de
años que ya transcurrieron.
¿Y qué de la última shabua, es decir, la semana de años que todavía falta para completar las
Setenta?
Como todos sabemos, los seis puntos destacados por Gabriel (leer vers. 24) no se han
cumplido todos sobre Israel y Jerusalén todavía. Podemos asegurar que la última semana de
años que todavía no se ha cumplido, es la expresión pura de la misericordia de Dios sobre
Israel, y la prueba indubitable de que la llamada “teología del Reemplazo”, la que
enseña que todo lo referente a Israel pasó a la Iglesia y que Dios ya abandonó
definitivamente a Su pueblo, es del todo falsa y absolutamente refutable.
Un poco de historia
Antes de entrar en todos esos asuntos tan sumamente importantes, consideremos el resto del
versículo 26; “…y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el
santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las
devastaciones”
A modo de concesión, Gabriel de parte de Dios le informa a Daniel de algo que iba a
ocurrir unos 600 años más tarde en Jerusalén. Nosotros ya lo sabemos por la historia, y el
relato es el siguiente: En el año 68 d.C., Nerón había muerto. El nuevo emperador de Roma
sería Tito Flavio Vespasiano, antiguo general del anterior finado césar.
Su hijo, también llamado Tito, por lo tanto príncipe, en el año 70 d.C. destruyó la ciudad y
el templo. Más acertadamente, y tal y como lo reveló Gabriel, fue el pueblo de ese príncipe,
es decir, el ejército romano, que por codicia, quemó el templo hasta que no quedó piedra
sobre piedra (tal y como lo predijo el Señor - Lc. 21: 5, 6), para poder arrebatar el oro
fundido. La destrucción fue total, y se cumplió lo profetizado por el Señor cuarenta años
antes en el Monte de los Olivos, justo antes de ir a la cruz (ver Lc. 21: 20-24).
Flavio Josefo, el historiador, en su “Guerra de los Judíos”, libro V, cap. 11, sección II,
describe las colinas que rodean a Jerusalén tachonadas por miles de cruces hasta donde el
ojo podía ver durante ese horroroso asedio a Jerusalén. Cuando el pueblo de Jerusalén,
instigado por el odio de Satanás, increpaba a Pilatos diciendo de Jesús “que sea
crucificado” (Mt. 27: 23), y “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt. 27:
25), todo ello tuvo, aun sin ellos habérselo propuesto, un trágico y literal cumplimiento.
Irónicamente, con el botín del saqueo del templo de Jerusalén, Tito Vespasiano hijo
financió la edificación del Coliseo romano, el tristemente célebre Anfiteatro Flavio en
honor de su padre, el cual todavía se mantiene parcialmente en pie en Roma, el lugar de
muerte y fornicación (esto último, bajo los arcos de dicha construcción), donde morían en
su arena muchos cada día para divertimento del emperador, de los nobles, las vestales, y de
la plebe. Esa maldición, fue en parte el resultado del adulterio espiritual de los judíos, y del
rechazo de su Mesías (Lc. 21: 20-24)
Nota: Consideremos que la muerte del Mesías y la destrucción del templo unos 40 años
más tarde, son hechos no contemplados en el contexto de las Setenta semanas, ya que dijo
el arcángel: “Y después de las sesenta y dos semanas…” (v. 26), cuando todavía, y como
veremos, quedarán siete años (una shabua) para completar las Setenta.
Escribe Scofield:
Podemos entender en todo ello, que la muerte del Mesías, fue un acto redentivo para toda la
humanidad, no exclusivo para Israel.
4. La última semana y el salto de 2000 años
“26 Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y
el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será
con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones”
Como vemos, ese “hasta el fin”, nos viene a decir que Jerusalén, no sólo iba a padecer en
esa fecha del 70 d.C. sino que iba a sufrir devastación y guerra en lo sucesivo, como así fue.
Hoy por hoy, Jerusalén sigue estando en el ojo del huracán de las naciones (Zac. 12: 2).
Por lo tanto la Escritura aquí parece estar diciendo que un período indeterminado de tiempo
iba a suceder, a partir de la destrucción del templo, en el 70 d.C. como así ha sido, ya por
2000 años.
Recapitulemos. Con la venida poderosa del Espíritu Santo sobre aquellos 120 que oraban
en el aposento alto en Jerusalén una vez el Señor fuera ascendido a los cielos, la Iglesia de
nuestro Señor Jesucristo empezó su singladura en este mundo (Hchs. 2)
Cincuenta y cuatro días atrás, cuando Jesús aquel domingo triunfal lloraba sobre Jerusalén,
dijo textualmente: “He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me
veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del
Señor” (Lucas 13: 35)
Esa casa, era la casa de Israel. Dios declaró que la iba a abandonar en ese momento, y por
dos mil años hasta ahora. En el plan redentivo de Dios estaba el llevar el Evangelio a todas
las naciones, y hasta lo último de la tierra. Empezaba el tiempo de la Iglesia, la cual al
principio estaba formada por creyentes judíos (Hchs. 2).
Israel, al poco, desapareció como nación territorial, siendo dispersado por todas las demás
naciones, tal y como Moisés les advirtió (Deut. 28: 63-65), y muchos han creído que Dios
terminó definitivamente con Israel, pero no fue así. Ahora Israel está en su tierra de nuevo,
en Israel… ¡Gloria a Dios!
Démonos cuenta de que el Señor dijo: “…no me veréis, hasta que llegue el tiempo...”
¿Qué tiempo es ese al que Jesús hacía explícita mención? Indiscutiblemente, el tiempo que
le resta a Israel y a Jerusalén para que Dios acabe la obra de bendición en ellas: Una
semana de años; es decir SIETE AÑOS. Y ahí vamos…
(Daniel 9: 27) “Y por una semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la
semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las
abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está
determinado se derrame sobre el desolador”
Hemos aprendido que de las Setenta Shabuim, es decir, de los 490 años determinados sobre
Israel y Jerusalén, se han cumplido fehacientemente 483 años, lo cual nos indica que
una shabua de años (7 años), todavía falta por cumplirse, como venimos diciendo.
Escribe Scofield:
“La duración de la semana septuagésima no puede ser sino de siete años. Hacerla más
larga viola el principio de interpretación que se ha confirmado por la profecía ya
cumplida. El v. 27 trata de la última semana”
Después de casi 2000 años de historia de la Iglesia, pronto Dios va a volverse a Israel de
nuevo, como está escrito: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para
que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel
endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo
Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob
la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados”(Romanos 11:
25-27)
La verdadera Iglesia de Jesucristo, Su remanente santo que sólo Dios conoce, y conoce por
nombre, está listo para ser sacada de este planeta (1 Ts. 4: 13-18 etc.) Cuando eso ocurra, el
tiempo de la Iglesia en esta dispensación habrá llegado a su fin, e inmediatamente el tiempo
para Israel y Jerusalén, interrumpido por 2000 años, se pondrá en marcha de nuevo…por
siete años; los últimos siete.
Esos siete años, son la semana o shabua de la que habló Gabriel, “Y por una
semana…”(Dn. 9: 27)
Escribe Sir Robert Anderson en su apreciado libro “El Príncipe que ha de venir” respecto a
este período de tiempo concreto:
“…la irrefutable deducción es que los eventos de aquella semana pertenecen a una época
aún futura…Tal era la creencia de la iglesia primitiva…Hipólito, obispo y mártir, que
escribió a principios del siglo III, es bien definitivo a este respecto. Citando el versículo
(Dn. 9: 27), él dice: “Por una semana él significaba la última semana, que tiene que ser
al final de todo el mundo; de esta semana los profetas Enoc y Elías tomarán la mitad;
porque ellos predicarán durante 1260 días, vestidos de saco” (*)
Ahora bien, veamos más detalles sobre lo que ocurrirá en esa final semana de años que es
parte de las Setenta anunciadas por Gabriel, de las cuales sesenta y nueve ya se cumplieron.
“El que “confirmará el pacto con muchos”, según el v. 27, es el “príncipe que ha de
venir” mencionado en v. 26, y cuyo pueblo (el pueblo romano) destruyó el templo en el año
70 de nuestra era. El es el mismo personaje presentado como el “cuerno pequeño” en el
capítulo 7”
Ese príncipe, por lo tanto, que pertenece a la realeza, que surge del contexto del Imperio
Romano, llegará a ser el Anticristo que se ha de levantar (Ap. 13) una vez el remanente de
Cristo ya no esté aquí. Tanto Tito, como el que pronto se levantará en este mundo por breve
tiempo, como el séptimo rey (ver Ap. 17: 10) tenían en común cuna, y rango real. Esa cuna
es el Imperio Romano, y es la actual Europa unida con su moneda única, el imperio romano
renacido (ver Dn. 2: 40-44a; 7: 7, 8). Sabemos entonces por la Biblia, que el Anticristo
provendrá de una monarquía europea, y en las venas de ese hombre de pecado, están todas
las sangres de los reyes de Europa.
¿Sabemos más? Sí, aunque sea gentil, tendrá también en sus venas sangre del linaje de
David; ¿por qué? Entre otras cosas, porque de otra manera no podría ser aceptado por los
rabinos judíos como su mesías, porque él se presentará como el Mesías de Israel. Por esa
razón aludida, podrá ―confirmar‖, o ―hacer que prevalezca‖ ese pacto de falsa paz entre
Israel y sus enemigos de alrededor. Como consecuencia inmediata, Israel empezará a poner
en práctica de nuevo su religión, en su nuevo templo, en Jerusalén. Quizás deberá hacer
concesiones a las naciones enemigas suyas que la rodean, y a cambio, podrá iniciar su
religión judaica (Ap. 11: 1, 2)
“El hará un pacto con los judíos para restaurar los sacrificios del templo por una semana
(siete años), pero a mediados de esta semana, romperá el pacto y cumplirá Dn. 12: 11; 2
Ts. 2: 3, 4”
En un principio, la Bestia Anticristo será recibida por Israel como el salvador de la nación,
como el Mesías esperado. Ese ―nuevo‖ Tito, el príncipe que ha de venir, no vendrá esta vez
a destruir Jerusalén como la vez anterior, pero engañará a Jerusalén con promesas de paz y
seguridad que no se cumplirán.
Ese pacto que debería durar siete años, será interrumpido hacia la mitad de esos años, y se
ordenará a los judíos que cesen sus rituales de sacrificios, etc. ¡Será un jarro de agua fría!
También interrumpirá la práctica religiosa judaica que posiblemente empezará una vez se
construya el templo en Jerusalén.
Escribe Scofield:
“El v. 27 trata de los últimos tres años y medio de los siete que forman la semana
septuagésima, y que son idénticos con la “gran tribulación” (Mt. 24: 15-28), el “tiempo de
angustia” (Dn. 12: 1), y “la hora de la prueba” (Ap. 3: 10)”
La Bestia Anticristo, muerta y ―viviendo‖ de nuevo (Ap. 13: 3), se mostrará a Israel y al
mundo entero como lo que realmente es, un monstruo, y se sentará en el lugar Santísimo
del nuevo templo (ver Dn. 12: 11; Mt. 24: 15; 2 Ts. 2: 3b-4) a modo de su antecesor y tipo,
Antíoco Epifanes o Epimanes IV en el 168 a.C. que sacrificó una cerda en el lugar
Santísimo. Entonces, al poco, empezará lo que la Biblia llama ―La Angustia para Jacob‖
(Jer. 30: 7; Hab. 3: 16), pero como dice la misma Escritura, de esa angustia al final será
librado el verdadero Israel, cumpliéndose así también las palabras del apóstol Pablo: “…ha
acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los
gentiles; y luego todo Israel será salvo…”(Romanos 11: 25, 26)
Cuando finalicen esos siete años, lo se llama también la Tribulación, volverá glorioso el
Señor, el León de la tribu de Judá, y con Él, gloriosa, la Iglesia (Ap. 5: 5; 19: 14; Zac. 14: 5
etc.), e Israel entrará en el Milenio, presidiendo las naciones que queden, y recibiendo así el
cumplimiento del resto de todas las promesas que Dios le dio, principiando con Abraham.
Obvia decir que este mundo perverso, tal y como lo conocemos, habrá terminado para
siempre, y el ―Nuevo Orden Mundial‖ que tan afanosamente en la actualidad están
preparando sus adeptos con tanto inútil esfuerzo, habiendo logrado levantar al hijo de
perdición, acabará junto con aquél. (Ap. 6: 12-17; 2 Ts. 2: 3, etc.)