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costó 27.000 dólares. Enviamos los paquetes a gente de todo el mundo.

Esto es lo que impidió que el


gobierno me arrestase o me hiciera daño. Cualquier movimiento suyo sería interpretado sin duda como
una confirmación de todo lo que yo había revelado. También colgué la información en los tablones de
anuncios de ordenadores de todo el país. Asimismo dije públicamente que Moore, Shandera y Friedman
eran agentes del gobierno y que el documento de la reunión de Eisenhower era un fraude. Todo el mundo
me atacó. Insistían en que Moore, Shandera y Friedman eran irreprochables.
Mi renuncia de la universidad donde yo era director ejecutivo, se hizo efectiva a partir del 15 de
abril de 1.989, previamente habían visto a Jaime Shandera hurgando por el centro. Esta historia se incluye
más adelante en este libro. La pérdida de ingresos fue un duro golpe. Stan Barrington, jefe del
departamento de seguridad de la universidad, nos ayudó. Stan nos dio 5.000 dólares de ayuda. Me sentí
profundamente conmovido por su fe y confianza en mí, así que le di el 24% de lo que saliera de mis
esfuerzos más adelante. Ninguno de nosotros esperábamos mucho, y hasta ahora no íbamos errados. Sin
embargo, le devolví a Stan su dinero, y ahora todo lo que él gana es extra. Stan está a cargo de la
impresión de la información y la venta de mis papeles y cintas. Stan Barrington es mi único representante
autorizado.
El 1 de julio de 1.989, Moore demostró ser un agente cuando lo admitió abiertamente, declaró que
había participado espiando a sus compañeros de investigación, había cambiado documentos, había hecho
pública desinformación, y había ayudado a llevar a cabo una estafa sobre Paul Bennowicz en la que el Sr.
Bennowicz acabaría siendo recluido en una institución mental. Moore dijo que había sido reclutado por
una agencia de inteligencia y que sabía que había sido reclutado. Era consciente de ser un agente. Nadie
reconoció que yo había tenido razón.
A partir de aquí, mi Annie y yo fuimos perseguidos y acosados. Empezaron a aparecer amenazas
de muerte en nuestro contestador automático. El teléfono sonaba varias veces durante la noche, pero
nadie respondía cuando lo cogías. A veces un hombre hacía alguna que otra amenaza de muerte. Coches
del Gobierno paraban delante y hombres trajeados vigilaban la casa. Gente extraña comenzó a aparecer en
la puerta, a veces en medio de la noche. Compré una automática del 0,380 para Annie y una de 9 mm para
mí. Enseñé a Annie cómo disparar, y no dudará en matar a cualquiera que intente hacerme daño a mí, a
ella, o a nuestra hija pequeña.
Annie y Pooh (apodo de Dorothy son las luces de mi vida. Annie y yo nos casamos el 4 de julio de
1.989. Pooh nació el 30 de mayo de 1.990. Mi recuerdo más emotivo de Annie es cuando después de 12
horas de trabajo estábamos finalmente en la sala de partos. No había tomado ninguna droga. No se había
hecho ninguna punción lumbar. Lo hizo todo de manera natural. Se había vaciado de energía y
experimentaba un gran dolor. Estaba entumecida. Después de un empujón muy fuerte me miró con toda la
inocencia y la confianza de un niño pequeño y me preguntó: "¿Ha venido ya el bebé?" Para mí fue muy
difícil decirle que el bebé aún no había nacido, pero eso es lo que hice. Por un momento pareció vacilar,
pero sólo fue un momento. Annie rápidamente recuperó sus formas. Pude ver el amor en sus ojos cuando
me miró. Le apreté la mano. Respiró hondo y empujó la cabecita de Pooh hacia el mundo. El médico
aspiró la boca del bebé, entonces Annie lo dio todo, un impulso que parecía venirle del alma - y salió la
pequeña Dorothy, anunciando su presencia con un gran grito. Estoy tan orgulloso de Annie. Es mi
heroína. Y Pooh es y será para siempre mi amiga.
En un momento determinado me sentí muy molesto con la intimidación. Fui hasta el coche del
gobierno de la acera. Le enseñé al hombre del coche mi pistola de 9 mm y le dije que estábamos hartos de
sus tácticas intimidatorias. Le dije que si él o cualquier otra persona quería saber algo sobre mí, tenían
que venir a casa, sentarse, tomar una taza de café, y yo estaría encantado de decirles todo lo que quisieran
saber. Le informé que si se hacía algún intento de acosarme a mí o a mi familia no dudaría en usar mi
pistola. Entonces fui detrás del coche y cogí el número de la matrícula. Arrancó, se marchó, y no hemos
detectado ningún signo manifiesto de vigilancia desde ese día.
No se dieron por vencidos con nosotros. Nadie sabía la ubicación de nuestra nueva casa cuando
nos mudamos a Arizona. Sin embargo, cuando íbamos hacia la entrada, justo detrás nuestro apareció un
coche del gobierno. El hombre bajó y dijo que se había perdido y quería saber quién vivía allí. Le
pregunté para qué quería saberlo. Dijo que era un empleado del censo. Dijo que era tarea suya asegurarse
de que nadie aquí, en el país quedara fuera del censo. Me preguntó mi nombre. Yo le dije que saliera de la
propiedad y que no volviera nunca más. Protestó, pero se fue cuando vio que hablaba en serio.
(Simplemente le pedí a Annie que me diera mi pistola inmediatamente.) Ahora, mucha gente dirá que

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