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ROLES Y ESTEREOTIPOS

¿Diferencias biológicas o culturales? Durante siglos la desigualdad social se ha sustentado sobre factores
biológicos. Esto quiere decir que, sobre unas diferencias anatómicas y biológicas (en los cuerpos), se ha
edificado todo un orden social (comportamientos, relaciones, satisfacción de necesidades, entre otros)
donde se han establecido modos de relación entre las personas. Estas relaciones, como vamos
descubriendo desde pequeñas/os, son jerárquicas, siendo las de género, raza y clase las que más nos
atraviesan y las que generan las mayores desigualdades. Y, por tanto, las mayores exclusiones y
sufrimientos.

Pero, ¿es real esta base biológica que tantos pensadores, científicos e intelectuales han defendido? Se han
publicado ya numerosos estudios que desmienten esta tesis. Centrándonos en el género, hemos visto
cómo, a lo largo de los siglos, se ha naturalizado la exclusión de las mujeres de los ámbitos públicos y de
poder (toma de decisiones) aludiendo a un determinismo biológico. Es decir, sobre una base real en la que
somos seres sexuados, con cuerpos que se diferencian básicamente en los caracteres sexuales primarios,
se ha construido toda una serie de “modos de ser” que aluden a lo femenino o a lo masculino. Modos de
ser que se excluyen (si eres una cosa no puedes ser otra) y que se relacionan desde una posición de poder
determinada: lo masculino como centro y modelo de lo deseable y lo femenino como “lo otro”.

Sin embargo, esta concepción tiene como punto de partida un supuesto que, a estas alturas, ya se ha
mostrado falso: que lo social y lo natural son campos independientes. Ahora sabemos que la construcción
de las personas (y, por tanto, de su personalidad, sus pensamientos, emociones y conductas) son producto
de la interacción entre lo biológico y el entorno. Y esta interacción es lo que llamamos aprendizaje.

¿Y cómo aprendemos el género? A través de toda una socialización que nos dice cómo debemos ser a través
de los estereotipos y los roles de género.

Estereotipos y roles de género: ¿qué son?

Los estereotipos son ideas y creencias arraigadas en la sociedad que adjudican valores y conductas a las
personas que pertenecen a un grupo o categoría social determinada. Aunque cumplen con una función
adaptativa y nos permiten conocer el entorno de un modo rápido, estas creencias se caracterizan por ser
simplistas, reduccionistas, generalistas y sin ninguna base científica que las sostenga. Es decir, parten de
prejuicios que, sin embargo, dirigen las expectativas sobre cómo debemos ser las personas.

Los roles son patrones que definen, en la práctica, cómo debemos pensar, sentir y actuar las personas
dentro de un grupo o categoría social. Es decir, son el conjunto de tareas y funciones concretas que se nos
presuponen a las personas y que tienen su origen en los estereotipos.

Si atendemos a la categoría “género”, es decir, el grupo social al que “pertenezco” según determinadas
características biológicas de mi cuerpo, nos encontramos con distintos estereotipos y roles según se nos
haya atribuido el género hombre o el género mujer (dentro del sistema binario patriarcal). Estos
estereotipos y roles, que ahora veremos con más detalle, se caracterizan por ser opuestos y excluyentes.
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A mujeres y hombres se nos presuponen rasgos, emociones y conductas distintas que son dominio
exclusivo de unas u otros. Vamos a ver cuáles son los estereotipos y roles asociados al género más
habituales.

Estereotipos de género:

Viendo esta lista de estereotipos podemos darnos cuenta de hasta qué punto hemos naturalizado que
ciertos rasgos son inherentes a nuestra personalidad, sin cuestionarnos si realmente somos así o si hemos
aprendido a ser así.

Por otro lado, si nos paramos a pensar sobre qué rasgos y valores se atribuyen a cada género, parece que
el femenino ostenta las peores puntuaciones en autonomía, independencia y valoración. Y esto se refleja
en los motivos de malestar por los que las mujeres acuden habitualmente a terapia: baja autoestima,
dependencia emocional, depresión y ansiedad, así como dificultades en el placer y la sexualidad.

En el lado contrario, aunque la sociedad premia los estereotipos masculinos, otorgándoles privilegios y
poder, esto también conlleva una serie de malestares, como tener que asumir riesgos, expresar sus
emociones a través de la agresividad, tener que dar una respuesta y una solución a los conflictos que se
encuentren, etc. Malestares que, a su vez, generan también malestar a las personas con las que se
relacionan. Por esto, en los últimos años, ha cobrado protagonismo el trabajo en masculinidades, donde
los hombres se cuestionan los privilegios que les otorga el patriarcado para implicarse en la construcción
de una sociedad más igualitaria.

Roles de género:

Las funciones y tareas que se nos presuponen según el género asignado se corresponden con la división
sexual del trabajo: trabajo productivo (por el que se nos paga un salario) y trabajo reproductivo (cuidados
y sostén de la vida).

Aunque bien es cierto que actualmente las mujeres hemos conquistado la esfera pública y hay mujeres en
puestos de tomas de decisiones, vemos el reflejo de esta segregación en las profesiones que elegimos. No
es casual que las profesiones que se centran en los cuidados sean profesiones feminizadas, donde la gran
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mayoría de trabajadoras son mujeres y los salarios y las condiciones laborales son inferiores. Trabajos que
son, precisamente, los que ponen la vida en el centro para que ésta pueda desarrollarse. Como dice Nancy
Fraser, filósofa política: “Los cuidados, que comprenden tanto trabajo afectivo como material y a menudo
se realizan sin remuneración, son indispensables para la sociedad. Sin ellos no podría haber cultura, ni
economía, ni organización política«.

Consecuencias de los estereotipos y roles de género: Los estereotipos y los roles de género, al provenir de
creencias generalistas y prejuicios, tienen consecuencias negativas tanto a nivel individual como social.

En el plano individual, establecen una serie de creencias que son limitantes para nuestro desarrollo
personal. Tienen un formato de mensajes categóricos acerca de lo que “debemos” y “podemos” ser, de
modo que van a establecer patrones de pensamiento, emoción y conducta acordes con esas creencias.
Estos patrones son los que vamos a poner en marcha para tomar decisiones importantes y decisivas sobre
nuestras vidas: qué nos gusta, qué deseamos, qué proyecto de vida elegimos o qué relaciones afectivas
mantenemos. Al no tener en cuenta las capacidades y habilidades de cada persona, limitan nuestras
decisiones y, por tanto, nuestras oportunidades.

Por ejemplo, si asumimos que las mujeres somos más inestables emocionales y los hombres son más
estables y lógicos, una de las consecuencias que se deriva es que la opinión de los hombres suele ser más
escuchada y valorada, contribuyendo así a que las mujeres pensemos que nuestra opinión es menos
merecedora de respeto. El punto de partida (el estereotipo) se convierte así en mediador continuo de la
valoración que hacemos de quiénes somos, reforzando esas creencias limitantes acerca de nuestras
posibilidades.

Por otro lado, si no nos identificamos o no cumplimos con estos estereotipos, en muchas ocasiones se
generan emociones que nos provocan malestar y/o sufrimiento. A veces sentimos que algo no marcha bien
en nosotras/os porque no nos reconocemos en eso que se supone que debemos ser, lo que puede generar
sentimientos de culpa, de impotencia, y llevarnos al aislamiento. Y todos estos sentimientos provocan un
dolor que pensamos tiene su origen en nosotras/os, por lo que a veces podemos llegar incluso a auto-
castigarnos. O, como poco, forzarnos a ser algo que no queremos ser y que nos hace daño.

Pero es que, socialmente, transgredir lo que se supone que debemos ser también tiene un castigo. El
primero, la retirada de la aceptación y el reconocimiento social (tan importantes para satisfacer nuestra
necesidad de pertenencia y de afecto). Peor aún, hay casos en los que el castigo llega a ser la agresión física
y se daña (e incluso mata) a personas que, con su transgresión, ponen en cuestionamiento el modelo
hegemónico de “deber ser”.

Así, a través de los estereotipos y las creencias que los sostienen, se perpetúan las relaciones de poder,
justificando la desigualdad, la exclusión de las/os diferentes y sosteniendo la violencia hacia aquella parte
que la jerarquía relacional somete (como vemos en las cifras de víctimas que la violencia machista deja
cada año).

Por todo esto, es necesario que nos cuestionemos estos mandatos y que aprendamos a identificarlos y
señalarlos. Si estas creencias son algo que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida, eso quiere
decir que también podemos “desaprenderlas” y cambiarlas por otras creencias que, en lugar de limitar
nuestras capacidades y causarnos dolor, nos liberen y nos permitan tanto desarrollarnos como personas
plenas como construir una sociedad justa libre de violencias.
CONCEPTO CONCEPTO

EJEMPLOS EJEMPLOS

01 01

02 02

Estereotipos Roles

03 03

04 04

EJEMPLOS EJEMPLOS

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