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Neuroética como neurociencia de la ética

Article in Revista de Neurología · January 2013


DOI: 10.33588/rn.5708.2013246

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Jorge A. Álvarez-Díaz
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neuroética

Neuroética como neurociencia de la ética


Jorge Alberto Álvarez-Díaz

Departamento de Atención a la Introducción. El desarrollo que han tenido las neurociencias ha avanzado de una manera rápida y espectacular. Puntos
Salud. Universidad Autónoma
clave para ello son la introducción de las técnicas de neuroimagen funcional y el empuje del proyecto ‘década del cere-
Metropolitana. Unidad Xochimilco.
México DF, México. bro’. Este desarrollo también ha permitido que surjan nuevas disciplinas como la neuroética.
Correspondencia: Desarrollo. Quienes han trabajado en neuroética pueden dividirse en tres grupos (neurorreduccionistas, neuroescépticos
Dr. Jorge Alberto Álvarez Díaz. y neurocríticos), y cada grupo tiene diferentes posturas de lo que es la neuroética, con varios alcances y limitaciones en
Edificio A, 2.º piso. Área de
Posgrados en Ciencias Biológicas
sus propuestas.
y de la Salud. Calzada del Hueso, Conclusiones. La neuroética es una disciplina que antes del año 2002 se entiende en exclusiva como una ética de la neu-
1100. Colonia Villa Quietud.
Delegación Coyoacán. CP 04960. rociencia (una rama de la bioética) y, a partir de esa fecha, se entiende también como una neurociencia de la ética (una
México DF, México. nueva disciplina). El neurorreduccionismo propone que toda la vida ética tiene una base cerebral que determina los actos
E-mail: éticos, el neuroescepticismo argumenta que no se puede considerar la neurociencia como una función normativa y el
bioetica_reproductiva@ neurocriticismo considera que los avances neurocientíficos no se pueden ignorar y se deben tomar en cuenta de algún
hotmail.com
modo para la elaboración de las teorías éticas.
Agradecimientos: Palabras clave. Bioética. Humanidades. Moral. Neurociencia. Neuroética. Neurofilosofía.
A las valiosas opiniones y
sugerencias de los revisores
anónimos acerca de la versión
original y a los comentarios
realizados por el Dr. Héctor Adrián
Poblano Luna (Instituto Nacional Introducción tos. Y por él precisamente, razonamos e intuimos,
de Rehabilitación, México).
y vemos y oímos y distinguimos lo feo, lo bello, lo
Aceptado tras revisión externa: Desde hace tiempo, se ha venido marcando un pa- bueno, lo malo, lo agradable y lo desagradable, dis-
25.07.13.
ralelismo entre problemas que ha abordado la neu- tinguiendo unas cosas de acuerdo con la norma
Cómo citar este artículo: rociencia con algunos problemas clásicos en el acostumbrada, y percibiendo otras cosas de acuer-
Álvarez-Díaz JA. Neuroética como pensamiento filosófico, como podría ser la relación do con la conveniencia; y por eso al distinguir los
neurociencia de la ética.
Rev Neurol 2013; 57: 374-82. mente-cerebro [1]. Más aún, en la actualidad se en- placeres y los desagrados según los momentos
tiende que deben considerarse los progresos neu- oportunos no nos gustan (siempre) las mismas co-
© 2013 Revista de Neurología
rocientíficos en el momento de la elaboración de sas’ [3].
las teorías filosóficas. Francis H. Crick derivó su Crick trabajó y ejerció una influencia intelectual
interés de trabajo desde los años setenta del pasado importante sobre la filósofa Patricia S. Churchland,
siglo al estudio de las neurociencias. Crick propo- pionera en sugerir que se deben tener en cuenta los
ne en su libro La búsqueda científica del alma que datos de las neurociencias para el desarrollo de la
‘«usted», sus alegrías y sus penas, sus recuerdos y filosofía; su propuesta cristaliza en un texto de 1986
sus ambiciones, su propio sentido de la identidad donde introduce el concepto de neurofilosofía [4].
personal y su libre voluntad, no son más que el Recientemente, se ha subrayado en estas mismas
comportamiento de un vasto conjunto de células páginas el impacto del avance neurocientífico en la
nerviosas y de moléculas asociadas’ [2]. A esto lo epistemología y la filosofía de la ciencia [5]. Sin em-
denomina la hipótesis revolucionaria, o al menos bargo, no es el único campo filosófico que debería
esa fue la traducción en lengua española, desafor- tener en cuenta el avance neurocientífico. En parti-
tunada por cierto. El original en lengua inglesa ha- cular, en la última década, la neurociencia ha trans-
bla de una astonishing hypothesis, es decir, una hi- formado con profundidad la manera de entender el
pótesis asombrosa. No podría ser revolucionaria, aprendizaje, la toma de decisiones, el yo y los afec-
dado que Hipócrates ya lo había sugerido hace 25 tos sociales, entre otros, de modo que se ha pro-
siglos con el siguiente texto: ‘Conviene que la gente puesto que las preguntas filosóficas tradicionales
sepa que nuestros placeres, gozos, risas y juegos no acerca de la moralidad se deben dirigir hacia nue-
proceden de otro lugar sino de ahí (del cerebro), y vas direcciones [6]. El desarrollo en este sentido ha
lo mismo las penas y amarguras, sinsabores y llan- originado una disciplina denominada neuroética.

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Neuroética como neurociencia de la ética

El desarrollo en el conocimiento de las neuro- Todo esto tuvo una repercusión sobre el lengua-
ciencias y sus repercusiones en la filosofía puede je, así aparecieron una serie de neurologismos [13]
deberse en muy buena medida a dos factores. El como, por ejemplo, neurodeterminismo, neuropo-
primero, el enorme avance de las neurociencias en lítica, neuroderecho, neuroeducación o neuropsi-
las últimas décadas del siglo xx. El segundo, la de- coanálisis. Neuroética es uno de estos neologismos.
cisión política del gobierno de los Estados Unidos En la actualidad, suele admitirse que la neuroética
en nombrar el 17 de julio de 1990 como la ‘década nace en el año 2002; sin embargo, hay que rastrear
del cerebro’ a la última década del siglo xx [7]. Este entre los antecedentes para algunas diferencias con-
tema es fundamental, ya que hubo una financiación ceptuales.
espectacular para las neurociencias en ese período, El neologismo aparece por vez primera en la bi-
lo que representó solamente el inicio. En la actuali- bliografía en 1973, bajo la pluma de la neuropsi-
dad, continúan importantes proyectos para aumen- quiatra de origen alemán, establecida en Estados Uni-
tar el conocimiento sobre el cerebro: BigBrain (don- dos, Anneliese A. Pontius [14], quien publicó antes
de se han obtenido algo más de 7.400 cortes de un de 2002 tres trabajos más donde habla del término.
encéfalo y las imágenes se han digitalizado, a la es- No son más de cinco los lugares donde aparece el
pera de que esto aumente el conocimiento neuroa- término ‘neuroética’ antes del año 2002 y fuera de
natómico clásico) [8]; el Human Connectome Pro- los trabajos de Pontius. Por otra parte, Ronald E.
ject (HCP), cuyo objetivo es construir un mapa de Cranford propone en 1989 la figura del neuroeticis-
redes sobre la conectividad anatómica y funcional ta [15], aquel neurólogo que colaborara en la reso-
del cerebro humano sano, patrocinado por 16 com- lución de problemas éticos que involucraran casos
ponentes de los National Institutes of Health, diri- neurológicos presentados a los comités de ética.
gidos por dos consorcios, uno encabezado por la Se ha generalizado que el nacimiento de la neu-
Universidad de Washington en Saint Louis y la Uni- roética se ubica en el año 2002 gracias a que tiene
versidad de Minnesota, y el otro dirigido por la lugar una reunión organizada por la Fundación Dana,
Universidad de Harvard, el Hospital General de cuyo eje fue la neuroética. Las memorias del en-
Massachusetts y la Universidad de California en cuentro se organizan y se publican con rapidez [16].
Los Ángeles [9], y el Blue Brain Project, cuyo objeti- Además, un periodista que participa en la reunión
vo final es estudiar la estructura encefálica del neo- plasma el término en un diario reconocido en todo
córtex creando una simulación molecular, financia- el mundo [17]. Esto da una difusión enorme y expe-
do por la Unión Europea [10]. dita de ese pretendido nuevo saber.
Hasta la ‘década del cerebro’, los grandes avances ‘Neuroética’ se convierte en 2002 en un término
en neurociencias tenían dos vertientes, fundamen- que tiene dos acepciones de acuerdo con Adina L.
talmente. La primera era la del diagnóstico de pato- Roskies [18]. La primera se refiere a una ética de la
logías neurológicas y la segunda, la del tratamiento neurociencia; con esta forma de entender la neu-
de tales patologías; si bien ya se diagnosticaban y se roética, correspondería a una mera rama de la bio­
trataban, el avance en estos temas se incrementó ética (así se entiende hasta en las memorias del en-
enormemente. Por un lado como consecuencia de cuentro de la Fundación Dana). Lo único novedoso
esto y, por el otro lado, por el desarrollo de las tec- sería la consolidación de una rama más de esa ética
nologías NBIC [11] (acrónimo de los prefijos en len- aplicada que ha tenido un auge importante desde
gua inglesa nano, bio, info y cogno), empezó a ha- los años setenta del pasado siglo xx, como lo es la
blarse de la posibilidad de tratar a sanos o, en otras bioética. El contenido de la neuroética, en tanto
palabras, de intervenir en el cerebro de sujetos sin que rama de la bioética, se limitaría a los problemas
patología previa demostrable con el fin de mejorar- éticos planteados por las nuevas tecnologías en el
los. Y del tema de la llamada mejora humana [12], campo de la neurología clínica y recogería los deba-
que involucraba ideas como hablar de un transhu- tes en torno a la muerte cerebral, el estado vegetati-
manismo para pasar a un estado de poshumanismo vo, los estados de mínima conciencia, entre otros.
se llegó a otro punto de arranque: el intento de apli- [19] Se ha cuestionado si es necesaria esta delimita-
car métodos neurocientíficos para estudiar aspectos ción de subdisciplinas dentro de la bioética [20],
que no tenían que ver directamente con la clínica, es pero el desarrollo de las mismas, incluida la neu-
decir, ni con el diagnóstico ni con el tratamiento de roética, sigue avanzando hasta alcanzar a los comi-
pacientes. A partir de ahí, las actividades de la vida tés de ética [21].
humana, individual y compartida empezaron a ana- En su segunda acepción, la neuroética corres-
lizarse desde las neurociencias, fundamentalmente pondería a una neurociencia de la ética. Esto sí re-
a partir del desarrollo de la neuroimagen funcional. sultaba una verdadera revolución en el pensamien-

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J.A. Álvarez-Díaz

to en ética, ya que significaba la consideración del low, habla de la recuperación de Gage y, aunque en-
desarrollo de las neurociencias en general en la cuentra cambios conductuales, resalta que no haya
búsqueda de las bases cerebrales de los razona- perdido la memoria o el habla tras el accidente, así
mientos éticos de los seres humanos. Muy pronto promete publicar más adelante más información
se postula que se trata de una disciplina que ha lle- acerca de los cambios mentales [35]. Harlow se au-
gado para quedarse [22] y que se trata de una nueva todefinía como un oscuro médico de campo [36],
disciplina [23], aunque también se ha cuestionado por lo que su informe despertó dudas en los círcu-
su legitimidad [24]. Sin embargo, la neuroética se los académicos. El profesor de cirugía de la Univer-
ha desarrollado como una disciplina con cierta au- sidad de Harvard, Henry J. Bigelow, acude al año
tonomía, fundamentalmente a partir de la aplica- siguiente para revisar a Gage y publica sus hallaz-
ción de técnicas no invasivas de neuroimagen como gos, donde destaca la pérdida ocular y lo encuentra
la imagen por resonancia magnética funcional (RMf); prácticamente recuperado en sus facultades menta-
esto lo muestran varios análisis bibliométricos rea- les [37]. Dos décadas más tarde, Harlow publicó las
lizados con publicaciones entre los años 1991-2002 observaciones de los cambios conductuales de Gage.
[25], 2002-2007 [26] y 1999-2009 [27]. Harlow estuvo expuesto a la frenología e incluso se
interesó por ella [38], en tanto que Bigelow no, lo
que pudo establecer la diferencia en la sensibilidad
Antecedentes de los estudios para la observación y descripción de los cambios
empíricos en neuroética presentados por Gage. En esas dos décadas, además
de la muerte de Gage en 1861, hay que agregar que
Existen referencias a la relación entre el cerebro y la ese mismo año Pierre P. Broca publica sus observa-
mente desde el mundo helénico clásico [28]. Sin ciones respecto a la localización cerebral del habla
embargo, el primer intento sistemático de localizar en el lóbulo frontal izquierdo [39-41]. Se trataba de
funciones asociadas a diferentes regiones de la cor- un espaldarazo al localismo, que apoyaría los ha-
teza lo constituye el método creado por Franz J. llazgos que Harlow pudo describir amplia y tran-
Gall y que denominó fisiología del cerebro; nunca quilamente en 1868 [42]. Harlow describió de ma-
aceptó términos como ‘craneología’ ni ‘craneosco- nera elegante en su artículo lo que hoy se llamaría
pia’. Se debe a su discípulo Johann G. Spurzheim el un síndrome prefrontal. A mediados de la ‘década
término ‘frenología’, que Gall tampoco aceptó. Una del cerebro’ se llevó a cabo una reconstrucción para
de las críticas más agudas al sistema frenológico fue inferir las áreas cerebrales dañadas [43], lo que ha
la de Jean M.P. Fluorens. Se correlaciona la postura vuelto a llevar el caso a la palestra de la discusión
de Gall y Spurzheim con el localismo (o localizacio- una vez más.
nismo) y la de Fluorens con el holismo (o funciona-
lismo) respecto de las funciones cerebrales. Se ha
visto en esta época el primer intento de establecer Investigación científica
las bases neurobiológicas de la ética [29]. en neurociencia de la ética
En este ambiente, Orson S. Fowler publica en los
Estados Unidos un manual para difundir la frenolo- La neuroética se ha dividido en empírica y teórica
gía [30] (después publicó otros libros relacionados [44]. La neuroética empírica se centraría en los da-
con el tema); corría el año 1840. Aunque se ha es- tos neurocientíficos relacionados con conceptos
crito que para 1843 toda la comunidad científica éticos, datos fundados en la experiencia, es decir,
del Oeste rechazaba la organología y la frenología en el método científico como está concebido para
[31], lo cierto es que los trabajos de los Fowler (Lo- las ciencias naturales. La neuroética teórica se cen-
renzo N., hermano de Orson, fue un apasionado traría en los aspectos metodológicos y conceptua-
defensor de la frenología) se reeditaron hasta bien les que permiten vincular hechos neurocientíficos
entrada la segunda mitad del siglo xix. con conceptos éticos en las dimensiones descripti-
Con este telón de fondo, el 13 de septiembre de va y normativa.
1848 ocurrirá un hecho multicitado en la bibliogra- Aquí se presenta el primer problema inherente a
fía sobre neurociencias en general, y sobre neuro­ la parte ‘neuro’ de la neuroética, es decir, a la parte
ética en particular: el caso de Phineas Gage [32-34]. neurocientífica o, si se quiere, a la neuroética empí-
Después de un accidente en el que una barra de rica: hay que pensar que conceptos éticos como
metal se le inserta en la mejilla izquierda y le sale bondad, corrección o justicia, entre otros, deben te-
por el cráneo, Gage recibe atención y no muere. En ner un correlato que metodológicamente permita
una primera publicación, su médico, John M. Har- explorarse desde el punto de vista empírico.

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Neuroética como neurociencia de la ética

Un segundo problema radica en la naturaleza de – ¿Cuál sería la regulación ética necesaria para in-
la segunda parte de la palabra, en la ‘ética’ de esa vestigar en neuroética?
neuroética o, si se quiere, a la neuroética teórica. El
problema ahora es que no hay que perder de vista Estas preguntas las han resuelto diferentes autores
que toda ética, en tanto que filosofía moral, tiene por varias vías de argumentación que podrían orga-
sobre todo tres tareas [45]: aclarar qué se entiende nizarse en tres grandes grupos: los neurorreduccio-
por el vocablo ‘moral’; intentar descubrir cuáles son nistas, los neuroescépticos y los neurocríticos. Los
los fundamentos y, junto a ello, determinar cuáles neurorreduccionistas comparten explícita o implí-
serían los principios de eso que se denomina como citamente la hipótesis de Crick: los seres humanos
moral, y aplicar esos principios a la vida cotidiana somos nuestros cerebros; son las propuestas más
(tanto a la personal como a la compartida). Como acabadas y que llevan más tiempo en construcción;
puede notarse, no es posible partir en exclusiva de en esta línea, estarían posturas como las de Michael
los datos neurocientíficos, ya que lo que se conside- S. Gazzaniga, Francisco Mora o Patricia S. Church­
ra como moral no lo dice la ciencia, sino la filosofía. land. Los neuroescépticos han surgido como la con-
Diego Gracia ha dividido la historia de la investi- traparte, de modo que aquí se encuentran pensado-
gación clínica en tres períodos: la investigación clí- res que consideran que la neurociencia no puede ni
nica fortuita o casual (desde los hipocráticos hasta debe sustituir a la ética, por ejemplo Tom Buller o
1900), la investigación clínica diseñada (1900-1947) Selim Berker. Los neurocríticos no subsumen el
y la investigación clínica regulada (1947-actualidad) discurso filosófico al científico (como, según dicen,
[46,47]. El caso de Gage, ocurrido en el primer pe- lo hacen los neurorreduccionistas), pero tampoco
ríodo, ejemplifica a la perfección lo que Gracia lla- descartan que los avances en neurociencias se pue-
ma el experimento fortuito o casual: la tesis clásica dan (y se deban) tener en cuenta de algún modo; las
defendida hasta entonces era que todo acto médico propuestas más elaboradas corresponderían a los
en seres humanos debería ser per se clínico (diag- trabajos de Marc D. Hauser [48], Neil Levy [49] y
nóstico o terapéutico), y que solamente per accidens Adela Cortina [45].
tendría un carácter investigativo. Así fue de ilustra-
tiva la experiencia con Gage: una vez que se presen-
taba un caso, el médico se limitaba a describir lo Desarrollo de la investigación
observado y aprender a través de ello. La investiga- en neurociencia de la ética
ción pura sólo podía realizarse en animales, cadá-
veres y en sujetos condenados a muerte (cadáveres Ante la pregunta ¿cuál sería el diseño técnicamen-
potenciales, en algunos lugares y en algunos mo- te adecuado para poder investigar en neuroética?,
mentos históricos). El segundo período recibe su la respuesta han sido los estudios de neuroimagen
nombre porque aparece el diseño experimental del funcional. Como es bien sabido, las principales
ensayo clínico, tal como se conoce en la actualidad, técnicas son la electroencefalografía cuantitativa,
y se introducen los métodos estadísticos. En el ter- la tomografía por emisión de positrones, la RMf, la
cer y último período, en el que nos encontramos, la tractografía y la magnetoencefalografía. ¿Qué tipo
investigación, además de estar técnicamente dise- de resultado arrojan? No se trata de fotografías del
ñada para que pueda hacerse, necesita estar regula- cerebro y mucho menos de fotografías de la mente,
da éticamente (y, cada vez más, legalmente). sino que se entiende que se trata de imágenes del
En este punto ya se han anudado varios proble- cerebro en acción [50]. Se asume, de diferentes
mas que es necesario decir cómo se han resuelto maneras, que no se trata de ver el cerebro [51] ni
para poder avanzar en esa neuroética entendida de ver la mente [52], sino que epistemológicamen-
como neurociencia de la ética: te se trata de otra cosa que requiere un análisis más
– La neuroética empírica se relaciona con la parte detallado [53]. La forma como suele trabajarse es
‘neuro’ de la neuroética, con la parte neurocientí- asociar una actividad (motora, perceptual o cog-
fica o ¿cuál es el correlato metodológico que per- noscitiva) con la neuroimagen producida, y suele
mitiría indagar sobre conceptos éticos tales como deducirse que ésta indica la red neuronal donde se
bondad, corrección o justicia, entre otros? (en origina la actividad estudiada, es decir, el correlato
otras palabras, ¿cuál sería el diseño técnicamente se asume como causa (de ahí que también pudiera
adecuado para poder investigar en neuroética?). denominarse a este grupo de investigadores como
– La neuroética práctica se relaciona con la parte neurodeterministas). A pesar de estos comentarios
‘ética’ de la neuroética o ¿cómo se entiende la fi- y críticas, en la práctica se ha dado por buena la
losofía moral? respuesta.

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J.A. Álvarez-Díaz

Frente a la pregunta de cómo se entiende la filo- está mal, pero sé que está mal’. Es decir, parecería
sofía moral, puede encontrarse un ejemplo paradig- que los seres humanos no son lo suficientemente
mático en Gazzaniga, quien escribe juicios tales capaces de dar razones de lo que está bien o de lo
como ‘estoy convencido de que es posible una ética que está mal, precisamente porque cuentan con al-
universal’, la cual, desde su punto de vista, tendría guna intuición que les permite darse cuenta de ello
una base neurobiológica y no filosófica [54]. Mora, de un modo inmediato. Con lo discutido (y discuti-
por su parte, dice que ‘ética refiere a conductas ble) que ha sido este punto de partida, es el punto
siempre relacionadas con los otros’, y que ‘no es que puede servir como hilo conductor para las in-
procedente aquí considerar la diferencia entre ética vestigaciones que se han llevado a cabo en neuro-
(griego, éthos) y moral (latín, mores) ya que ambos ciencia de la ética.
términos se utilizarán […] indistintamente, en rela- Aunque las posturas que pueden considerarse
ción con la idea de costumbres’ [55]. Sobre este tipo como intuicionistas se han modificado en la historia
de aseveraciones han corrido ríos de tinta para cri- de la filosofía [57], está más o menos claro que des-
ticar esta forma indistinta de manejo entre moral y pués de las propuestas de Haidt otros investigadores
ética (como el trabajo de Adela Cortina). A pesar de han sumado datos de investigaciones empíricas,
varias críticas, también se ha dado por buena la res- también con metodologías propias de la psicología
puesta para poder avanzar. cognitiva, donde pretenden mostrar que la forma de
Por último, ante la cuestión de cuál sería la regu- elaborar los juicios morales tiene una base intuicio-
lación ética necesaria para investigar en neuroética, nista [58]. Cuando se ha buscado sistematizar el co-
entendiéndose como una neurociencia de la ética, nocimiento respecto de las bases neurobiológicas
la respuesta ha sido apelar a la otra vertiente: la éti- de ese intuicionismo moral se ha propuesto que se
ca de la neurociencia. Habría que recurrir a la ética encuentran en la corteza frontoinsular, del cíngulo y
propia del trabajo desempeñado en neurociencia, orbitofrontal, asociadas a estructuras subcorticales
de modo que se tendrían las aplicaciones específi- tales como el septo, los núcleos basales y la amígdala
cas relacionadas con la noción de capacidad, expre- [59]. Por otra parte, en filosofía suele establecerse
sión libre y voluntaria del consentimiento informa- una distinción entre fundamentaciones de la ética,
do, respeto por la dignidad e integridad de los suje- que en cierto sentido son contrapuestas entre sí: la
tos de investigación, entre otros. deontología (atender a los deberes sería el cumpli-
Si se trata de estudiar de un modo empírico los miento del deber por el deber mismo) y el utilitaris-
juicios morales, hay que recordar que la filosofía ha mo (o consecuencialismo, donde habría que consi-
propuesto diferentes formas bajo las cuales los se- derar las consecuencias de la decisión tomada). Al-
res humanos elaboran tales juicios: el intelectualis- gunos investigadores han propuesto que la neuro-
mo moral (identifica el conocimiento con el bien y biología del deontologismo y del utilitarismo com-
la ignorancia con el mal), el emotivismo moral parten los mismos circuitos [60].
(iguala la bondad o maldad con los sentimientos), el Un trabajo pionero en la investigación empírica
prescriptivismo moral (asemeja el cumplimiento de en neuroética empleando neuroimagen funcional
una norma con el asentimiento al carácter impera- es el de Joshua D. Greene, que inicia esta nueva era
tivo de los juicios morales) y el intuicionismo moral de la búsqueda del funcionamiento neurobiológico
(no considera que la razón o los sentimientos sean ante dilemas éticos [61]. Al hacer la primera recopi-
la base del juicio moral, sino que la conciencia mo- lación sistemática, Haidt y Greene encontraron que
ral se daría cuenta de un modo inmediato o directo las áreas cerebrales implicadas en la ética corres-
de lo que es bueno y lo que es malo). ponderían a las siguientes (indicamos entre parén-
El supuesto bajo el cual se han organizado las in- tesis las áreas de Brodmann): giro frontal medial (9,
vestigaciones en neurociencia de la ética es asumir 10); corteza cingulada posterior, precuneal y retros-
que los seres humanos emiten juicios morales ba- plenial (7, 31); surco temporal superior y lóbulo pa-
sándolos en intuiciones morales, que de algún modo rietal inferior (39); corteza orbitofrontal y corteza
sería lo que ya se tiene inscrito de manera neuro- frontal ventromedial (10, 11); polo temporal (38);
biológica. Este supuesto surge de la propia investi- amígdala; corteza dorsolateral prefrontal (9, 10, 46);
gación empírica, ejemplificada en un trabajo de Jo- y lóbulo parietal (7, 40) [62].
nathan Haidt, en el que se pregunta al público sobre Una revisión posterior, con estudios de neuro-
un caso de incesto [56]. El trabajo de Haidt muestra imagen que intentan asociar redes neuronales con
que, al desmontar sistemáticamente todos los argu- la toma de decisiones de naturaleza ética, resume
mentos que la gente da para explicar que el incesto las regiones relacionadas con la tarea en corticales,
es malo, la gente termina diciendo: ‘no sé por qué subcorticales y las que encuentran con datos dudo-

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Neuroética como neurociencia de la ética

sos [63,64]. Las regiones corticales son la corteza (representa la forma en la que se da el actuar ético),
prefrontal anterior, la corteza orbitofrontal medial el analítico-metaético (indica las grandes construc-
y lateral, la corteza prefrontal dorsolateral (sobre ciones teóricas de la ética, por ejemplo, qué se en-
todo en el hemisferio derecho) y los sectores adi- tiende y cómo se utilizan términos como bondad,
cionales de la corteza prefrontal ventromedial, los corrección o justicia, entre otros) y el normativo
lóbulos temporales anteriores y la región del giro (rasgo distintivo de la ética, ya que desde antiguo se
temporal superior. Las estructuras subcorticales in- ha postulado que existen unas normas que se impo-
cluyen la amígdala, el hipotálamo ventromedial, el ne cada uno a sí mismo, que corresponderían a las
área septal y los núcleos del prosencéfalo basal (en morales, a diferencia de otras normas que pueden
especial el cuerpo estriado ventral, el globo pálido y ser impuestas y deben acatarse so pena de castigo,
la amígdala extendida), las paredes del tercer ven- como las del derecho). En el fondo, lo que critican
trículo y el tegmento rostral del tallo cerebral. Las los neuroescépticos es que la neurobiología pro-
regiones cerebrales que no se han asociado con con- puesta como base de la ética pueda (o deba) tener
sistencia con la cognición y el comportamiento mo- una consecuencia normativa.
ral en los estudios de pacientes son los lóbulos pa- Buller ha dicho que ‘Lo que la neurociencia no
rietal y occipital, grandes áreas de los lóbulos fron- puede hacer, y no debería estarle permitido hacer,
tal y temporal, el tallo cerebral, los núcleos basales y es reemplazar las cuestiones normativas con las
otras estructuras subcorticales adicionales. científicas’ [69]. Fundamenta la crítica con métodos
Sin embargo, para poder hacer un planteamien- argumentativos, filosóficos, ya que establece una
to desde la perspectiva de una neuroanatomía fun- distinción entre hechos (que correspondería tratar
cional, habría que proponer no sólo las redes neu- a la ciencia) y valores (que correspondería tratar a
ronales involucradas en la ética, sino el modo como la ética, en tanto que filosofía moral). Así, la crítica
interactúan entre sí y con otras redes neuronales. de Buller va directa a los contenidos de las propues-
La revisión más reciente que intenta esclarecer tas de la neurociencia de la ética.
cómo sería el circuito neuronal relacionado con la Otros trabajos, como el de Berker [70], han pues-
ética indica que existiría un centro cortical de inte- to en tela de juicio la cuestión metodológica, ya sea
gración relacionado con la moral en la corteza pre- la idoneidad de los dilemas, el uso de la neuroima-
frontal ventromedial, con conexiones múltiples al gen funcional, el análisis estadístico llevado a cabo
lóbulo límbico, al tálamo y al tallo cerebral [65]. con los datos obtenidos, así como las interpretacio-
A pesar de que suene arriesgado para algunos, nes que de ellos se desprenderían. Cuando Berker
de existir una base neurobiológica que sea la causa de realiza alguna posible concesión enseguida la criti-
la conducta ética, habría que aceptar entonces el in- ca, por ejemplo, dice que si se asume el intuicionis-
natismo de los juicios éticos [66]. Una parte de esta mo moral (base de toda la construcción menciona-
posible relación estaría en el sistema de las neuro- da) no habría por qué privilegiar una intuición so-
nas espejo descubiertas por Giacomo Rizzolatti a bre otra, lo que es crucial en la toma de decisiones
mediados de la ‘década del cerebro’. Este sistema de de naturaleza ética. Además, la propia experiencia
redes neuronales activa regiones de la corteza cere- empírica muestra esta divergencia en privilegiar
bral análogas a la función cuando los seres humanos unas intuiciones sobre otras entre diferentes seres
son testigos de la acción, percepción, dolor o alegría humanos, así como en el privilegio que un mismo
de otro; en otras palabras, capacita neurofisiológica- ser humano otorga a sus propias intuiciones ante
mente a sentir por empatía los estados funcionales distintos casos concretos. Berker no repara tanto
neuronales de los semejantes [67]. en los contenidos de las propuestas de la neuro-
ciencia de la ética; sin embargo, criticando toda esta
parte da por sentado una afirmación similar a la de
Críticas a la propuesta de una Buller: la neurociencia sería insignificante desde el
base neurobiológica de la ética punto de vista normativo.
Otro grupo se describió aquí como los neurocrí-
Los neuroescépticos consideran que la neurocien- ticos, quienes buscarían el famoso punto medio in-
cia no puede ni debe sustituir a la ética. En este sen- dicado por la prudencia de Aristóteles, que evita lle-
tido, no comparten que las investigaciones llevadas gar a los extremos: si un extremo es asumir que toda
a cabo tengan en realidad una repercusión en lo la vida ética tiene una base neurobiológica y otro ex-
que en filosofía se denomina ética normativa. En tremo es asumir que la neurociencia en nada impor-
ese sentido, se ha propuesto que la ética puede divi- ta a la ética, los neurocríticos intentan decir, en todo
dirse en tres grandes dominios [68]: el descriptivo caso, ¿cómo es que los avances neurocientíficos se

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J.A. Álvarez-Díaz

pueden tomar en cuenta para hacer ética? Algunos Mo­ra), seguida muy de cerca por algunos filósofos
proponen que los resultados de investigación en ma- (Churchland). Sin embargo, no todo el mundo está
teria de neuroética confluyen de algún modo cuan- totalmente de acuerdo, así surgen críticas en varios
do se analizan los discursos de la neurociencia cog- sentidos: unos expresan que la neurociencia no
nitiva, de la psicología cognitiva y de la ética; si esto puede ser normativa (Buller, Berker); otros argu-
es así, proponen que si los datos empíricos mostra- mentan que los avances neurocientíficos se deben
dos por distintas investigaciones van en paralelo con tomar en cuenta (Levy, Cortina) y que habría que
las reflexiones éticas, no es posible no atenderlos dejar a cada disciplina (neurociencia y filosofía) un
[71]. Por ello, Levy dice que en el momento actual lugar que le sea propio. Tal vez la postura neurocrí-
debe construirse un nuevo modo de hacer ética, te- tica sea la más prudente, ya que desde la propia
niendo en cuenta, de algún modo, todas las investi- neurobiología hay que recordar un problema cru-
gaciones neurocientíficas respecto de la ética, ya que cial, que va más allá de qué regiones evidencian ac-
no es posible ignorarlas, como tampoco pensar que tividad en la neuroimagen funcional cuando se ex-
toda la ética está en el cerebro [72]. pone a los seres humanos a dilemas éticos: ‘desci-
Una crítica muy interesante es la vertida por frar los circuitos interneuronales es fundamental
Adela Cortina [45], quien afirma que es bueno se- para comprender las funciones del cerebro; sin em-
guir el aforismo griego de ‘conócete a ti mismo’: bargo, sigue siendo una tarea desafiante en neuro-
siempre será mejor saber cómo funciona el cerebro, biología’ [73]. Ese conocimiento se encuentra aún
cómo pueden prevenirse, diagnosticarse, tratarse o en ciernes; cuando se avance en él, con mucha pro-
rehabilitarse padecimientos neurológicos o neuro­ babilidad podrán emitirse otro tipo de reflexiones.
psiquiátricos. Sin embargo, en tanto que filósofa, En el momento actual, podría decirse que el avance
recuerda una distinción fundamental en la discipli- científico puede ayudar a conocer mejor las bases
na estableciendo una diferencia entre base y funda- neurobiológicas de la conducta (incluida la conduc-
mento: una cosa es que existan bases cerebrales de ta moral), pero la labor de una fundamentación de
la moral (nadie defiende que un ser humano acéfalo la ética seguirá requiriendo de la filosofía.
o en muerte cerebral pudiera ser un agente moral;
le faltaría la base) y otra muy distinta es que pueda
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J.A. Álvarez-Díaz

Neuroethics as the neuroscience of ethics

Introduction. The neurosciences have developed at a stunningly fast rate. Key points accounting for this progression
include the introduction of functional neuroimaging techniques and the boost resulting from the Decade of the Brain
project. This expansion has also allowed new disciplines such as neuroethics to appear.
Development. Those who have worked on neuroethics can be divided into three groups (neuroreductionists, neurosceptics
and neurocritics), and each group has its own standpoint as regards what neuroethics is, with several scopes and
limitations in their proposals.
Conclusions. Neuroethics is a discipline that, prior to the year 2002, was understood only as an ethics of neuroscience (a
branch of bioethics). As of that date, however, it is also understood as a neuroscience of ethics (a new discipline).
Neuroreductionism proposes that all ethical life has a basis in the brain that determines ethical actions; neuroscepticism
holds that neuroscience cannot be considered a normative function; and neurocriticism considers that the neuroscientific
advances cannot be ignored and must be taken into account in some way in order to draw up ethical theories.
Key words. Bioethics. Humanities. Morals. Neuroethics. Neurophilosophy. Neuroscience.

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