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El chicle se encuentra entre los dulces más antiguos del mundo.

En sus orígenes, era un trozo elástico de resina de árbol que la gente masticaba
para divertirse. Se sabe que, a lo largo de la historia, la mayoría de las civilizaciones han masticado algún tipo de chicle. Por ejemplo, se conoce que
los mayas masticaban la savia del árbol chicozapote y, en la antigua Grecia, la gente masticaba la savia del árbol de lentisco. Se especula que esta
práctica ha existido en diferentes partes del mundo desde el período Neolítico.[1]

Se dice que Antonio López de Santa Anna, un político mexicano que fue exiliado a los Estados Unidos, trajo consigo algo llamado “chicle”, una
resina derivada del árbol de zapote, tradicionalmente masticado por los nativos americanos.[1] En aquella época, los consumidores estadounidenses
estaban familiarizados con el chicle elaborado con cera de parafina.[2] El inventor y el empresario Thomas Adams descubrió que calentar el chicle
con azúcar y agentes aromatizantes producía una goma de mascar que sabía mejor que las otras versiones hechas a base de parafina.[2]
Posteriormente, Adams obtuvo una patente para una máquina de fabricación de chicle y fundó Adams Sons & Co. en la década de 1870.[2] Durante
la Segunda Guerra Mundial, los soldados estadounidenses introdujeron este chicle en otras partes del mundo.[1]

¿DE QUÉ ESTÁ HECHO EL CHICLE DE HOY EN DÍA?

Con los años, los fabricantes reemplazaron el chicle con otras sustancias que eran más fáciles de conseguir. Los chicles modernos tienen 4
ingredientes principales:[3]

1. Base de goma

2. Edulcorantes

3. Agentes aromatizantes

4. Colorante alimenticio

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