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LORDS DE LA IRA

La Realeza de la Universidad de Forsyth, #2

Angel Lawson & Samantha Rue


Contenido
Lords de la ira ............... 2 Capítulo 11 .................. 92 Capítulo 25 ................ 242
Contenido...................... 3 Capítulo 12 ................ 106 Capítulo 26 ................ 252
Argumento .................... 5 Capítulo 13 ................ 115 Capítulo 27 ................ 261
Nota de las autoras ....... 6 Capítulo 14 ................ 128 Capítulo 28 ................ 279
Capítulo 1 ...................... 7 Capítulo 15 ................ 136 Capítulo 29 ................ 285
Capítulo 2 .................... 10 Capítulo 16 ................ 148 Capítulo 30 ................ 291
Capítulo 3 .................... 15 Capítulo 17 ................ 161 Capítulo 31 ................ 300
Capítulo 4 .................... 28 Capítulo 18 ................ 170 Capítulo 32 ................ 309
Capítulo 5 .................... 36 Capítulo 19 ................ 179 Capítulo 33 ................ 318
Capítulo 6 .................... 41 Capítulo 20 ................ 196 Capítulo 34 ................ 322
Capítulo 7 .................... 52 Capítulo 21 ................ 209 Tercer Libro .............. 328
Capítulo 8 .................... 61 Capítulo 22 ................ 217 Sobre las autoras ...... 329
Capítulo 9 .................... 67 Capítulo 23 ................ 226 Nosotr@s ................... 330

Capítulo 10 .................. 80 Capítulo 24 ................ 231


Argumento
Me lastimaron. Abusaron de mí. Me utilizaron.
Pero me inscribí para ello. Literalmente.

Acepté el contrato que me hizo su Lady, una posición que


requiere que haga lo que ellos quieran, pero solo como
protección de alguien peor. Acepté estar en sus camas, de
rodillas, y a ser castigada si desobedecía.
Simplemente no esperaba un castigo como este.

KILLIAN pesa doscientas veinte libras de


músculo, tiene un físico brutal y es puro rencor. Cree que
no sé qué me observa cuando duermo.
TRISTIAN es rubio y encantador para cualquiera
que no lo conozca mejor. Para mí, es el hombre que busca
controlarme, con su mirada fría y posesiva.
RATH es la tempestad de ojos oscuros que me llevó a su cama. Incluso después de haber
sido sometida por su lengua de púas, es el primer hombre que me hizo sentir segura.

No me había dado cuenta de lo mucho que me habían manipulado y me hicieron sentir


complaciente, pero resulta que se han metido en mi cabeza tanto como han abusado de mi
cuerpo. A pesar de las cosas horribles que me han hecho, en realidad me hicieron sentir especial.
Me hicieron pensar que se preocupaban por mí. Me hicieron sentir protegida.
Y luego descubrí que todo era mentira.
La forma en que Tristian se preocupa, los ojos vigilantes de Killian y, lo peor de todo, mis
momentos felices en la cama de Rath, eran parte de un juego.
Un juego para ver quién me puede usar mejor.
Un juego al que han estado jugando desde el primer día.
¿Y ahora?
Es un juego que voy a ganar.
Nota de las autoras
Querido lector,
Si eres un amigo o familiar, gracias por querer apoyarnos, pero cierra este libro y nunca
lo vuelvas a abrir. Este libro está lleno de pesadillas. Si eres lector, lee lo siguiente para que
entiendas en lo que te estás metiendo. Este libro es sustancialmente más oscuro que Lords of
Pain.
No puedes decir que nadie te advirtió.
Lords of Wrath es la continuación de The Royals of Forsyth U. Hay temas similares, pero
incluso más oscuros en este libro. Si Lords of Pain te hizo sentir incómoda, este no te sentará
mucho mejor. Honestamente, es peor.
Killian Payne, Dimitri Rathbone y Tristian Mercer siguen siendo personas malvadas,
malcriadas, con derechos y complicadas. Son, francamente, terribles. Los amamos, pero es
posible que tú no los ames. quizás puedas encontrar sus actos imperdonables. Y eso está bien.
“Límites” es nuestra forma de pretender que todo lo que hacen es justificable.
Story Austin es dura como un clavo, pero se enfrenta a la pura maldad. El camino a la
redención es largo y duro. El camino de la venganza es desesperado y sucio. Si deseas una
solución rápida, no la encontrarás aquí, pero podemos asegurarte que el “Felices para siempre”
está en su futuro. Solo tomará un caliente y doloroso minuto llegar allí.

Advertencia: este libro contiene abuso gráfico, dudoso/inexistente consentimiento,


intimidación intensa, humillación, mutilación, ideación suicida, juegos con sangre y cuchillos, y
otras situaciones incómodas.

¡Antes de que te vayas! ¡Únete a nuestro grupo de lectores!


Capítulo 1
KILLIAN
La casa está en silencio cuando llego de la práctica, atravieso la puerta para completar el silencio.
No hay música proveniente de la habitación de Rath, probablemente porque todavía está de
mal humor. Ni un sonido de Tristian, tampoco, quien probablemente esté encerrado en su
habitación planeando algún tipo de retorcida y jodida venganza contra nuestros enemigos.
No es que me importe demasiado.
No necesito mirar para saber que la Sra. Crane ya se ha acomodado para pasar la noche,
pero me muero de hambre, lo suficiente como prepararme algo yo mismo. La práctica pateó mi
trasero, de un extremo al otro del campo. A dos semanas del Homecoming, al entrenador le
preocupa que nos distraigamos de su objetivo de una temporada perfecta, y con la forma en que
estaba jugando hoy, tiene razón. Necesito des-joderme, y rápido.
Dejo mis cosas en el pasillo justo afuera de la cocina. La cena, descubro, está en el
refrigerador, cubierta con plástico. Es un dolor en el culo, pero esa vieja perra malhumorada no
es tonta. Sabe exactamente cómo trabajar con nosotros y exactamente lo que necesitamos. Sé
que cuando suba las escaleras, encontraré mi colchón despojado de las sábanas manchadas de
sangre, como si nada hubiera pasado. Dudo que incluso se estremeciera ante la vista, limpiando
lealmente el crimen. Conociéndola, probablemente silbó mientras lo hacía.
Coloco el plato en el mostrador y escucho un pequeño movimiento detrás de mí. Mirando
hacia atrás, la veo. Story. Mi hermanastra. La razón por la que estuve tan distraído en el campo
hoy. Está de pie en la entrada, con los brazos sueltos a los costados, los ojos cerrados. Sé que
probablemente todo esté en mi cabeza, pero mientras la miro, tengo este pensamiento. Se ve
diferente ahora que no es virgen. Todavía recuerdo la vista de ella debajo de mí, esos labios
afelpados que se abrían en partes iguales de sorpresa y dolor cuando me obligué a entrar en su
prieto coño virgen.
Cristo.
Con razón no pude concentrarme hoy.
Si no estaba pensando en cómo se sintió follármela anoche, entonces estaba pensando en
cómo me desperté en una cama vacía, con su sangre seca todavía en mi pene. Se había ido,
pero toda la evidencia estaba ahí. Un sucio recordatorio de lo que tomé. Lo que ella me debía.
Que poético.
—Puedo hacer eso por ti —dice, entrando en la cocina. Me hago a un lado, pero la observo,
no tengo tanta fe en su coño como para pensar que cambió algo entre nosotros. En todo caso,
probablemente me odia más. No me extrañaría que trate de envenenarme. Abre el refrigerador
y saca una cerveza, levantando y lanzando la tapa de la botella por el aire. La atrapo hábilmente
en mi mano, observándola mientras coloca la botella sobre la mesa—. Siéntate. Sé que estás
cansado.
No hay ni una pizca de amabilidad en su tono. Solo obligación. Bien por mí. Sabe muy
bien que la follé porque tenía que hacerlo. Pero aún no está a salvo. Los Condes y los Barones
trazaron esa línea cuando la secuestraron, trataron de robarnos lo que nos pertenecía. Pero esa
no fue la única razón.
Me lo gané. Solo así. Fue justo y jodidamente cuadrado. Incluso si no me hubiera elegido
personalmente, la verdadera marca de la victoria, el puntaje del Juego aún habría sumado a mi
favor. No fui a lo seguro como Tristian y Rath, con sus mezquinas manipulaciones mentales. Y
aun así, he sido dueño de su trasero desde el día en que se mudó aquí, incluso antes que eso.
Desde el día que nos conocimos, hace años.
La observo mientras presiona el temporizador en el microondas, obteniendo un vistazo
del brazalete en su muñeca que la marca como propiedad de LDZ. Se pone de puntillas para
mirar dentro de la puerta, dándome una agradable vista de los pantalones cortos de algodón
que apenas cubren su trasero. Ha recorrido un largo camino en las últimas semanas. Es menos
combativa. Más cumplidora. Como ese movimiento, eligiéndome tranquilamente como el
ganador anoche. Ni siquiera me peleó cuando la acosté sobre mis sábanas blancas y finalmente
reclamé lo que siempre había sido mío.
—¿Cómo estuvo la práctica? —pregunta, dándose la vuelta.
La miro fijamente, preguntándome si realmente le importa. —Dura.
Por supuesto que no le importa.
—La Sra. Crane quería que te dijera que tu traje está en su armario para la conferencia de
prensa de esta semana.
Asiento y bebo el resto de mi cerveza de un largo y tenso trago. Me pasa para ir al
refrigerador, enviando una ola de su olor a través de mi cara. Todo en lo que puedo pensar es
en estar entre sus piernas, la forma en que se veía cuando se corrió, temblando alrededor de mi
polla, esa pequeña hendidura en su frente mientras gritaba, como si se sintiera tan jodidamente
bien, pero estaba realmente enojada por eso.
Me agacho para ajustarme.
—¿Quieres otro…
—No. —La fulmino con la mirada justo cuando el microondas emite un pitido. Pareciendo
no molestarse por la brusquedad de mi tono, retira el plato y lo coloca frente a mí. como una
sirviente. Como una Lady. Tomando una fuerte bocanada de su olor, digo—: La comida está
bien. Te puedes ir.
Me pregunto si todavía tiene mi corrida dentro de ella.
Cruza las manos, la voz plana. —¿Está seguro? No me importaría…
Le digo bruscamente: —Sube y prepárate para ir a la cama.
Hace una pausa, sus ojos se posan en el reloj de la estufa. Son solo las nueve. —¿Tú...
quieres que me vaya a la cama? —Ese tono de incertidumbre mezclada con incredulidad, es el
primer vistazo real de ella que he visto desde anoche.
Clavo mi tenedor en la cacerola y soplo, anunciando con calma: —De ahora en adelante,
dormirás en mi cama.
—Pero… —Su expresión se congela, esa máscara que ha estado tratando de usar se
desmorona bajo la chispa de alarma en sus ojos. Observo mientras trata de recomponerse,
alisando sus rasgos—. ¿Puedo preguntar por qué?
—Porque te lo digo yo. —Empujo la comida en mi boca y mastico lentamente, ya
anticipando encontrarla allí, acurrucada en mis sábanas, profundamente dormida. Mi pene ha
estado palpitando todo el día solo de pensar en ello—. Debes estar ahí en dos horas. No llegues
tarde. Y no vayas llorando a brazos de los demás para contarles. Ellos ya lo saben.
Quiere discutir. Puedo escucharlo en la forma en que cambia su peso, como si estuviera
preparándose para insistirme, presionarme. En cambio, gira sobre sus talones y en silencio,
obedientemente, sale de la habitación.
No soy estúpido. Anoche, la follé como si fuera alguien digna de saborear. La follé como
lo deseaba tan intensamente, ni siquiera me importaba si se daba cuenta. La follé como si
estuviera recibiendo un premio.
Todo eso era cierto.
Ahora necesita entender lo que eso significa. Su virginidad podría estar fuera de la mesa,
pero todavía está bajo nuestra regla, bajo mi regla, y ahora que le he tomado el gusto, no la
dejaré ir.
Capítulo 2
STORY
Cuando hui a Colorado, dejé de preocuparme por mí misma. Mi cabello se puso raro, y dejé
de usarlo suelto. Me puse demasiado flaca, demasiado pálida. Nunca hice cosas como
maquillarme o comprarme ropa nueva. Vivía con una bolsa de lona, sin importarme cómo me
veía. En resumen, solo sobreviví.
Desde que volví, ha sido diferente. Me esfuerzo, no porque me importe lucir bonita, sino
porque lucir bonita ahora es parte de esa supervivencia. El pelo brillante. El maquillaje. La ropa.
Son herramientas. Cuando vine aquí por primera vez, mis ojos en las mañanas se encontraban
con una sorpresa alarmante cada vez que me miraba en el espejo, esta nueva conciencia de que
estoy desempeñando un papel.
Pero en algún momento, esa conciencia se desvaneció.
Ahora, cuando miro mi reflejo, solo veo a alguien que se ha metido en un disfraz y que
ha olvidado porque lo lleva puesto. En libros y películas, está esta cosa que una chica hace
cuando pierde su virginidad. Se mira en el espejo, buscando un cambio físico, alguna marca
tangible de la transición de niña a mujer. Es tonto y no es real, pero me encuentro haciéndolo
de todos modos, tratando de reconciliarme con esta persona en la que me he convertido: la
chica que entró en la habitación de mi hermanastro anoche y salió esta mañana como una mujer.
Me tomó mucho tiempo verlo, pero ahora que lo hago, parece que tener sexo con Killian
siempre fue extrañamente inevitable. Estaba bien en todo su mal, al igual que esta ropa que
estoy usando, inapropiada pero perfectamente hecha a la medida. Después de todo, nos hemos
sentido atraídos el uno al otro como el martillo a la cabeza de un clavo desde la noche en que
nos conocimos durante la cena con nuestros padres. El premio de mi virginidad era algo que
aproveché para protegerme, pero sabía que se acabaría y tendría que dárselo a alguien. ¿Quién
mejor que el hombre que más odiaba? Sí, eso encaja perfectamente.
Pero eso no es lo que hace que me dé vueltas la cabeza. No es la presión de Killian dentro
de mí, empujando más allá de la barrera que había mantenido intacta durante tanto tiempo. No
es el hecho de que fuera amable al respecto. Ni siquiera el hecho de que, a pesar de toda mi
resistencia, de alguna manera hizo que no se sintiera horrible. No, eso no es lo que más me ha
cambiado.
Es descubrir lo mucho que jugaron conmigo.
Acepté ser su esclava voluntaria, pero saber que he sido un peón involuntario en sus
estúpidos juegos infantiles ha levantado un velo. Fui lo suficientemente tonta como para pensar
que, a pesar del contrato y el abuso, habíamos desarrollado un vínculo.
Eso es lo que veo en el espejo. El reflejo de una tonta.
Cada encuentro que he tenido con los Lords fue falso, desde las comidas que Tristian
eligió tan minuciosamente para mí hasta la suave y reconfortante seguridad de la cama de
Dimitri. Claro, he estado ocultando el motivo que me trajo aquí para protegerme de mi acosador,
Ted, pero firmé ese contrato y acepté ser su Lady. Dejé de luchar. Allí, por un minuto, realmente
se sintió como si las cosas hubieran cambiado. Parecía como si Dimitri, Rath, y Tristian fueran
hombres contra los que podía acurrucarme, apoyarme, confiar.
Qué insoportablemente patético.
Miro a la mujer en el espejo. La que acaba de preparar la cena de Killian. La que está
vestida para dormir en su cama. Llevo ropa interior blanca transparente elegida por uno de estos
tres sociópatas. Me obligo a ver a la persona auténtica bajo el maquillaje y los encajes: una mujer
que sabe sobrevivir.
Los Lords no son los únicos que tienen secretos. He soportado su comportamiento
trastornado porque los necesito. Ted anda por ahí, y cuando recibí el paquete en casa de mi
madre, me di cuenta de que me había encontrado. De nuevo. Conocí a Ted cuando hacía de
Sugar Baby en la escuela secundaria. Solo lo hice porque estaba tratando de escapar de Killian
y su pervertido padre, Daniel. Ted me adoraba. Me acosó. Me atormentaba. Estaba obsesionado
con tenerme y haría todo lo posible para mantenerme pura.
Jack, mi antiguo compañero de cuarto, es prueba de ello. Cuando Ted descubrió que
éramos cercanos, lo mató, por eso supe que enviarle ese mensaje anoche fue disparar el primer
tiro.
Ted ahora sabe lo que Killian me quitó, que me hizo sangrar. Y no estoy exactamente
segura de lo que le hará a los Lords, pero sé qué hará que se arrepientan de haber jugado
conmigo. Hasta entonces, seguiré las reglas del contrato y seré su Lady. Jugaré los juegos
mentales de Tristian y ayudaré a Rath con su trabajo escolar. Incluso pasaré las noches en la
cama de Killian.
Y luego... cuando Ted esté listo para hacer su movimiento, los veré arder.

Por equivocada y estúpida que fuera, hasta hacía veinticinco horas, la cama de Rath había sido
mi lugar psicológico feliz. Siempre tan cómodo, lujoso y acogedor. La cama de Killian es
diferente. Más firme. Más fría. Su habitación está un poco demasiado ordenada, lo que le da
una impresión inquietante, como si todo estuviera en escena. Me acuesto debajo de las mantas
y miro la línea perfecta de sus zapatos contra la pared debajo de la ventana, y me estremezco,
tirando de la manta hacia arriba. No hay música. El único ruido que puedo distinguir es el
zumbido lejano del tráfico. No estoy segura de cuánto tiempo me quedo allí, escuchando.
Esperando el sonido de sus pasos. Me pregunto qué me va a hacer. Me encuentro deseando que
hubiera un lugar más seguro en esta casa para estar, aunque cualquier cama aquí es una
invitación a la vergüenza y al dolor.
No pretendo quedarme dormida.
No debería ser tan fácil aquí, en esta cama incómoda, en esta habitación fría. Y, sin
embargo, acurrucada de lado, noto que mis párpados caen, el tirón fantasma del agotamiento
me tira hacia abajo. Es fácil ceder a él, entregarme al tambor sin sentido del sueño. No sé cuánto
tiempo estoy así, pero sé que sueño.
Sueño con respiraciones tranquilas que me hacen cosquillas en la piel debajo de la oreja.
Una nube de olor masculino, tan espesa que podría atragantarme en ella. La yema de un dedo
contra mi labio inferior, separando mi boca. Sonidos de relojes que hacen tictac y crujidos de
telas. El roce de una mano contra mi muslo. Aire frío y el cosquilleo de mi piel de gallina. Sueño
con palabras susurradas que recuerdo demasiado bien.
—Sí, jodidamente te gusta.
Su voz me llega más tranquila que anoche. Apenas audible. Mas a la distancia. Y luego se
transforma en algo un poco diferente. Nuevas palabras, pronunciadas detrás de mí. —Apuesto a
que ya estas húmeda para mí.
El sueño es espeso y confuso, tan lleno de sensaciones que no puedo evitar arquearme en
él. Soy consciente de que estoy soñando con Killian, con su aliento en mi cuello, con su cuerpo
tan cerca que el calor irradia de su piel. Debería estar asqueada, hastiada, encogiéndome y
despertándome, pero lo último que quiero hacer es despertar. Este es el único lugar que es
seguro, perdida dentro de mis sueños, permitiéndome reconocer los deseos que solo parecen
traerme vergüenza y sufrimiento.
Apenas medio consciente, me agacho para empujar mis dedos entre mis muslos, tomando
aire por la tan necesaria fricción. Dice algo sobre mí y hago una pausa sin pensar, una parte
fundamental de mi cerebro posterior reconoce que esto no está permitido, no sin su permiso.
Hay un susurro, el susurro de una fuerte exhalación, y luego la voz de Killian detrás de
mí. —Estás soñando con eso, ¿no? —está diciendo, algo a la vez cálido y frío, una lengua, rozando
la piel sobre mi yugular—. Estás soñando con ser abierta con mi pene.
Mi vientre se retuerce con deseo ante las palabras, ante el recuerdo, y me hundo más
profundamente en las manos fantasmales en mi cuerpo, provocándome y jugando con mis
pezones. Puedo sentir la fuerza en los dedos que meten debajo de mi trasero, apretando la
entrepierna de mis bragas, apartándolas a un lado, exponiendo mi calor al frío. Nudillos contra
mi trasero. Las puntas de los dedos deslizándose a través de mis pliegues, empujando,
explorando. Sin pensarlo empujo hacia atrás, buscando el calor y el tacto, mi respiración se
vuelve más rápida. Es un buen lugar para estar, disfrutando de la construcción de mi pulso
palpitante, el temblor en mis muslos, la suavidad de las palabras susurradas contra el caparazón
de mi oído.
—Porque eres mía, ahora.
Realmente no lo entiendo al principio, la presión contra mi entrada, el calor de toda la
piel presionando contra mi espalda, hasta que llega la primera punzada de dolor. Creo que hago
un sonido, pero lo siento más de lo que lo escucho. Es pequeño y doloroso, pero sobre todo
sorpresivo. Se supone que este es un lugar mejor. Un lugar sin dolor y agonía.
—Shh. Todavía estás soñando —dice la voz, la presión se profundiza—. Tu coño está
jodidamente empapado. Eso es lo mucho que quieres esto.
Una mano agarra mi muslo por detrás, empujándolo hacia adelante, haciéndome rodar
casi por completo sobre mi estómago. Se pone encima de mí, y con un poderoso empujón,
empuja el resto del camino hacia adentro. La intrusión es impactante y repentina, agudamente
dolorosa de una manera que me hace consciente de que mi carne se está desgarrando. Otra vez.
Mi corazón late con fuerza y mis ojos se abren, luchando por aclimatarse a la oscuridad.
Lo primero que veo es la bandera naranja y morada de Forsyth. Lo siguiente que siento es el
golpe de una polla, su polla, entrando y saliendo de mí. Sé que es él. Su habitación. Su cama.
Su olor. Su pelvis contra mi culo. Su necesidad de control absoluto.
Nada de esto es un sueño.
Está resoplando en exhalaciones cortas y calientes contra mi cuello, su pene implacable
en su persecución mientras sus caderas empujan contra las mías. —Tantas veces —susurra,
arañándome el hombro con el arrastre de sus dientes—, he pensado en hacer esto, así. Muchas.
Malditas. Veces. —Las palabras golpean al compás de sus caderas.
Cierro los ojos de golpe y, como una cobarde, me hago la muerta. Me duele y no puedo
procesar completamente lo que está pasando, el peso de su cuerpo contra mí, la forma en que
se ve su mano, apretando las sábanas junto a mi almohada, el sonido de su respiración jadeante,
la forma en que está usando mi cuerpo.
Pero sobre todo, no puedo procesar lo bueno que se siente.
La excitación de antes no se desvanece. En cambio, simplemente crece y crece,
hinchándose dentro de mí hasta que se convierte en una lucha por permanecer inerte y pasiva.
Me permito un poco, me retuerzo contra él, adormeciendo mi brazo debajo de mi cuerpo para
tocarme, y espero que no se dé cuenta de lo despierta que estoy realmente.
Por suerte, no lo hace. —Así es —dice sin aliento—. Estás soñando con esto. Lo quieres. No
puedes esperar a que te llene. —Su ritmo aumenta, el impulso implacable de su cuerpo poderoso
y atlético contra el mío. Devorador. Completamente controlador. Implacable.
Desata con un gruñido grave y gutural, el sonido de un animal que atrapa a su presa. Es
un sonido con el que ahora estoy familiarizada, uno que terminará con el dolor físico, pero aún
dejará una herida. Empuja dentro de mí con fuerza, empujándome contra el colchón, y hace
que la palma de mi mano se muela contra mi clítoris, enviándome al borde.
Es un tipo de orgasmo suave, casi doloroso en su tranquila intensidad, pero de alguna
manera aclara la niebla del momento, dejándome con una vívida conciencia.
Mi boca se abre en un suave jadeo. —Dimitri …
Killian se pone rígido, incluso cuando su pene comienza a ablandarse dentro de mí. Su
pecho se agita cuando se suspende allí, nada más que los sonidos de su respiración áspera
llenando mi oído. Hay un largo momento en el que no pasa nada, y luego se mueve, se libera
y cae, aterrizando de espaldas a mi lado.
La ira irradia de él tan claramente como el semen goteando por mi muslo, y por primera
vez en días, me permito sonreír.
Se endurece igual de rápido.
—He pensado en hacer esto…
Destellos de Killian en mi habitación pasan por mi mente. La sensación de ser observada.
Él sentado en la silla. Masturbándose. De pie a centímetros de distancia. Cosas que siempre
supuse que eran sueños, muy parecidos a esto, pero mucho más vagos. Killian sosteniéndose,
acariciándose, trazando mi boca con la punta de su dedo. La sensación de una lengua contra
ellos. Despertarme con los labios pegajosos y saborear sal y carne en la parte posterior de la
lengua.
Va a tomar más que el nombre de otro hombre en mis labios para igualar este puntaje.
Capítulo 3
STORY
Rath podía ser un abrazador de medianoche, pero Killian es todo lo contrario. Pasa toda la
noche inquietantemente quieto, contenido al otro lado de la cama. No ronca. Si no fuera por la
subida y bajada de su pecho, casi podría imaginar que está muerto. Es la única razón por la que
puedo dormir.
Mi escape de su habitación en el momento en que me acerco a despertarme es rápido y
silencioso. Lo dejo ahí en la cama, desnudo e inmóvil como una piedra, y salgo antes de que su
alarma lo despierte.
Me tomo mi tiempo en la ducha, limpiando su olor de mi piel. Su semen seco en mis
muslos. La sensación fantasmal de sus labios en mi cuello. Centímetro a centímetro, minuto a
minuto, poco a poco recupero mi cuerpo. Es gracioso cómo este solía ser un proceso que me
tomaba meses, días, horas, pero ahora puedo hacerlo en el lapso de una sola ducha, saliendo
del vapor y volviendo a la piel que Killian tomó prestada.
Cuando abro mi armario, veo inmediatamente qué desechar. Los pantalones ajustados.
Los lindos vestidos. En su lugar, me decanto por algo sacado directamente de la colección de
Tristian Mercer: un top escotado y una falda corta con pliegues.
Abajo, me detengo fuera del comedor, con el olor a huevos y tocino espeso en el aire,
mientras escucho a escondidas la discusión en la que claramente están metidos.
—... actuando como un niño porque todavía estás jodidamente ardido de que gané el juego
—dice Killian, el sonido de un tenedor en la cerámica fuerte y sorprendente, como si estuviera
apuñalando lo que sea que esté en su plato.
—No ganaste el juego —responde Rath, con voz plana—. Yo gané el juego. Además, ¿por
qué estaría ardido? Todos sabemos por qué te eligió a ti. Ya no hay nada especial sobre ese
coño, de todos modos.
Hay un pequeño sonido metálico y luego suena la voz de Tristian. —¿Se van a enfocar en
el panorama general por un maldito minuto? Hay otro juego, uno más grande, y es más
importante que nuestra pequeña competencia por quitarle la virginidad, de todos modos, ya no
existe. —Hay una pausa momentánea, la tensión es espesa en el aire, y luego Tristian dice—:
Necesitamos tomar represalias.
—¿Y qué diablos sugieres? —Killian responde, con voz dura.
Tristian ofrece: —Hay algunas opciones sobre la mesa. Perseguimos a Pérez directamente,
como él lo hizo con Story, o perseguimos algo que le pertenece. La Condesa. Su querido G-
Wagen. Su bonita cara de hijo de puta. —La voz de Tristian baja, teñida de una tranquila
intensidad—. Puedo hacer que esto suceda esta noche, pero necesito su visto bueno.
—No puedo hacerlo —dice Dimitri, sonando aburrido—. Tengo un ensayo obligatorio para
el evento de exalumnos durante el Homecoming.
—¿Killer? —pregunta Tristán.
—¿Quiénes somos, los Duques? No podemos acercarnos a él en el patio y colgarlo de las
pelotas. Somos Lords. Nos tomamos el tiempo para hacerlo bien. —Un tenedor tintinea en un
plato y Killian agrega—: Además, este es un mal momento. Tenemos más cosas que hacer esta
semana que nunca. Como dijo Rath, es el Homecomig. Sabes que hay un montón de
obligaciones para mí. Tanto en el campo como en la fraternidad.
Después de un latido tenso, la voz fría de Tristian responde: —¿Te refieres a obligar a
Nuestra Lady a acostarse en tu cama por la noche?
El comedor se queda en silencio.
Hay un estallido de respiraciones rápidas que reconozco como la risa tranquila y sin humor
de Killian. —Ninguno de ustedes parecía tener un problema con eso ayer. Rath obviamente dio
luz verde porque es su forma de castigarla.
—Vete a la mierda —espeta Rath—. No sabes lo que está pasando en mi cabeza.
Pero es así, lo sé. Es tan inevitablemente, malévolamente Rath. No sé cómo no me di
cuenta antes. Mi pecho se hincha con una furia que arde lentamente, recordando demasiado
bien la forma en que se veía en ese video, sonriendo a la cámara mientras mi cabeza se
balanceaba en su regazo. Solía pensar que Tristian o Killian eran los peores de los tres, pero
ahora lo sé.
Killian puede ser un monstruo, pero nunca ha usado una máscara para ocultarlo.
Tristian puede ser un asqueroso, pero nunca lo disfrazó con mentiras bonitas.
Rath es el tipo de mal que te infecta. Se mete dentro de tu sangre y se esconde allí,
hiriéndote en lugares que no se harán evidentes hasta que haya terminado contigo. Es una
catástrofe interna que no ves venir.
Es el peor con diferencia.
—Por favor —se burla Killian—. Nadie te conoce mejor que nosotros. Pero me preguntaba
cuál es el ángulo de Tristian.
—Esto no se trata de ángulos —argumenta Tristian—. Si quiere salir de tu cama, nos lo dirá.
Se trata de que te distraigas durante la jugada porque ya anotaste el trofeo.
—No estoy distraído —insiste Killian, esnifando fuerte por la nariz—. Se necesitaban
establecer parámetros. Su estado no cambia porque ya la follé. Es nuestra Lady. Necesita que le
recuerden eso.
Ninguno de los dos discute con él, lo que prueba en gran medida cuál es su posición.
—Mira, no quiero que esos muchachos piensen que están fuera de peligro —dice Tristian—
. Cuanto más esperamos, más débiles parecemos. ¿Realmente queremos que los Lords, y la
Lady, se vean cómo maricas? Tenemos que hacer esto ahora.
Tomo una respiración profunda, cuadrando mis hombros mientras entro en la habitación.
—Está bien. —Las tres miradas se elevan hacia la mía, rostros que muestran diversos grados de
sorpresa—. Iré contigo.
Los ojos de Killian se estrechan. —Como el infierno lo harás.
Es difícil mirarlo a los ojos, sabiendo lo que me hizo anoche, pero eso es exactamente lo
que hago. Levanto la barbilla y me encojo de hombros. —¿Por qué no? Soy a la que lastimaron.
Killian planta sus palmas sobre la mesa, empujándose lentamente para ponerse de pie. —
Porque este es un asunto real. Eras solo un peón en un juego más grande, un juego que ni
siquiera entiendes. Lo último que cualquiera de nosotros necesita es que causes más problemas.
—Hay un destello de advertencia en sus ojos al que no le presto atención.
Sí, lo sé todo sobre sus jodidos juegos.
Miro a Tristian. —No voy a causar problemas. Puedo ayudar. No soy una damisela patética
que no puede cuidar de sí misma. Sobreviví sola durante dos años. —He sobrevivido a ustedes
tres, no digo—. He pasado por más de lo que cualquiera de ustedes sabe.
—¿Cómo qué? ¿Cómo no aprender lo básico sobre las armas? —Killian resopla—. Porque
si así es como aprendiste a cuidarte, necesitarás algunas lecciones más.
—¡Bien! —chasqueo, sintiendo el calor de mi sangre—. No sé cómo usar un arma. Pero eso
no significa que no pueda cuidar de mí misma.
Me duele saber que tenía que salvarme de Pérez y los demás. Había estado tan agradecida
en ese momento que no había pensado en considerar realmente cómo se veía. Como si yo fuera
solo una niña lamentable que necesita que su amo la proteja.
La parte que más me cabrea es que es verdad.
Rath empuja su plato a un lado y empuja su silla, rodeando la mesa solo para detenerse
frente a mí. —Killian tiene razón. —Extiende la mano para tocar un mechón de mi cabello
brillante, colocándolo suavemente sobre mi hombro. Probablemente esté destinado a parecer
cariñoso, pero ahora que sé buscarlo, el brillo frío en sus ojos delata la falta de sinceridad—. No
es tu problema. Es nuestro.
Cierro mi mano en un puño, apenas conteniendo el impulso de abofetearlo en la cara.
—En el coche en tres minutos —dice Killian, dándome una mirada sombría mientras él y
Rath salen de la habitación.
—Tienen razón —dice Tristian, cortando más argumentos—. La Realeza de Forsyth es
mucho más que simples chicos de fraternidad. Es más grande que eso.
—Lo entiendo.
Envuelve mi desayuno en una servilleta y me mira, sus ojos recorriendo de pies a cabeza.
—Bueno, parece que estás en una pieza, pero no hablamos ayer. ¿Estás bien?
—Estoy bien.
Se acerca y desliza una palma por mi muslo. —Te ves sexy hoy. —Me las arreglo para no
estremecerme cuando sumerge su mano debajo de mi falda, ahuecando suavemente mi centro
en su gran palma—. ¿Estás adolorida?
Tragando saliva, me encuentro con sus helados ojos azules, sabiendo que la sinceridad de
ellos podría no tener nada que ver conmigo. Probablemente solo quiera saber cuándo puede
tener su turno. —Sí.
Su boca se inclina infelizmente. —Le dijimos que te diera un descanso por algunas noches,
pero ya sabes cómo es.
—Sí —digo, sintiendo mi boca seca—. Lo sé.
—Sé que han sido días difíciles, pero las cosas volverán a la normalidad.
Me río. —¿Qué es “normal”, Tristian? ¿No ser secuestrada, o simplemente el tormento
infligido por los Lords? Estoy un poco perdida con lo que te refieres a “normal”.
Sus ojos se cierran, la mano se cae. —Normal es que recuerdes tu lugar, Dulce Cereza.
Me trago la rabia que siento por ellos. Tan deprimente como es, Tristian es lo más cercano
que tengo a un aliado en este momento. No puedo permitirme arruinar eso. Plasmando una
sonrisa triste, digo: —Tienes razón. Lo siento. Estoy descargando mi frustración contigo.
Realmente me asusté el otro día, ¿y sabes qué? Quiero hacerles pagar, Tristian. —Apartando la
mirada, hago una mueca—. Además, como están las cosas con Killian…
Levanta la mano para tocar mi barbilla, forzando mi mirada a la suya. —Sé que no dejó
ningún moretón visible, pero ¿fue demasiado rudo? ¿Pasó algo más?
Es casi peor cuando está así, todo amable y preocupado. Como si le importara. Como si
él no formara parte en la apuesta o no estuviera de acuerdo en que yo durmiera en la cama de
Killian, sabiendo todo el tiempo lo que sucedería.
—No fue... duro —admito, escuchando los sonidos distantes de la camioneta de Killian
cobrando vida—. Pero aun así dolía.
Una arruga aparece entre sus ojos mientras busca en mi rostro, como si estuviera tratando
de encontrar la verdad. Nunca lo hará. Lo último que admitiré abiertamente es que follar a mi
hermanastro no es lo peor que me ha pasado.
Tristian inclina mi cabeza hacia arriba y me da un beso, sensual y sin prisas, sus suaves
labios persuadiendo contra los míos. —Se pondrá mejor —dice, con la voz suave como el
terciopelo. Así, casi puedo imaginar que se preocupa por mí. Y luego me da una sonrisa y
agrega—: Solo necesitamos educarte un poco más, eso es todo.
Eso efectivamente rompe la ilusión.
El viaje al campus es tranquilo, con música rock a todo volumen en la radio satelital. Me
siento en la parte de atrás, asfixiándome mientras respiro el mismo aire que estos mentirosos.
Dos veces capto la mirada de Killian en el espejo retrovisor. En ambas ocasiones, mis ojos se
alejan. No puedo dejar de pensar en eso ahora: cuál será su reacción cuando se encuentre cara
a cara con Ted. Me pregunto si estará más enojado que asustado. Sé que ninguno de los dos
dejará que el otro se vaya sin dolor.
Es el primer día que vuelvo al campus desde el secuestro, y siento las miradas en el
momento en que salgo de la camioneta. Por lo general, tenemos una rutina en la que Killian se
va de inmediato, dejando a Rath y Tristian a cargo de mis instrucciones del día.
Esta vez, me arrastra bruscamente hacia su costado.
Me pongo rígida contra él, casi tropezando por la sorpresa. A Tristian le encanta besarme
en el campus, empujarme contra una pared y reclamar su derecho. Rath es menos llamativo al
respecto, pero se sabe que me conduce con su brazo alrededor de mi cuello. A diferencia de
los otros dos, Killian nunca ha hecho una exhibición pública conmigo.
Nunca.
Hoy, se agacha para ahuecar su amplia palma en mi trasero, llevándome hacia el campus.
Tontamente, lo sigo, mi cara se pone caliente por el repentino aumento de la atención. Estamos
flanqueados por Rath y Tristian, quienes parecen conscientes pero indiferentes a los ojos sobre
ellos, caminan sueltos y decididos a nuestro lado. Los tres se mueven como una sola entidad
malévola, arrastrándome en sus estelas, y los otros estudiantes se separan de ellos, dando a los
Lords su lugar.
... más que simples chicos de fraternidad.
Supongo que todo el mundo es consciente de eso.
En silencio, Killian me acompaña hasta el edificio que alberga mi salón de clases, su mano
en mi trasero como una marca con la forma en que aprieta cuando pasamos junto a un grupo
de chicos ruidosos de primer año.
Los tres se detienen en los escalones y la mano se aprieta casi dolorosamente cuando
Killian tira de mí para acercarme. Tropiezo con la pared sólida de su cuerpo, el bulto en sus
pantalones es inconfundible.
Sus dedos se cierran en mi cabello, forzando mi mirada hacia la suya. Parpadeando ante
su intensa mirada, sé que estamos en exhibición. Obviamente, quiere que todos sepan quién es
mi dueño. Sería menos sutil si se lo sacara y me marcara. Me pregunto si Ted ya nos ha
encontrado. Me pregunto si está viendo esto. Me pregunto cómo lo hace sentir ver esto.
—No hables con nadie ni camines sola por ningún lado —exige Killian, con los ojos pegados
a mi boca—. No confíes en nadie, incluidas esas perras.
—No lo haré.
Por un segundo, creo que podría besarme.
Pero no hace.
—Buena chica. —Le da a mi culo otro pequeño apretón, mirando hacia otro lado para
decir—: Tris, estás a cargo de Story. No estaré en casa hasta tarde.
Tengo que retorcer los dedos en su camisa para estabilizarme. Me odio a mí misma por
tener que preguntar. —¿Me quieres en tu habitación otra vez? —Me había dado la orden anoche
pocas horas antes de acostarme. Será mejor así, sabiendo qué esperar, pudiendo anticiparme y
prepararme.
Me mira, el borde afilado de su mandíbula se tensa. —A las once. Antes de eso, puedes
hacer lo que quieras.
Tragando, asiento. —Estaré allí.
Se queda quieto por un momento. Hay algo contemplativo en sus ojos, aunque las líneas
duras de su rostro permanecen sin cambios. —Una regla más. —Se inclina para decírmelo al oído,
en voz baja y cortante—. De ahora en adelante, irás a la cama desnuda.
Mi pulso tartamudea, pero me estoy acostumbrando a la oleada de vergüenza que sigue a
la torcedura caliente en mi vientre.
Me suelta, y es obvio que esperan que entre al edificio. Siento sus ojos sobre mí mientras
subo los escalones, preguntándome cuánto tiempo pasará hasta que Ted haga su movimiento.
Hasta entonces, tendré que forjar mi propio plan.
Estos tres no son los únicos que pueden jugar.

—Les pedí que guardaran los brotes de soya —dice Tristian, deslizando la bandeja frente a mí.
Estamos en el comedor, donde he esperado en la mesa mientras él ordenaba nuestra comida—.
Sé que los odias.
—Gracias. —Tomo el sándwich de pavo y aguacate, y le doy un mordisco—. ¿Qué comerás
tú?
Tristian está mejorando en saber lo que voy a comer, lo que me gusta, y yo he mejorado
en verlo como uno de los escasos beneficios de mi estatus de Lady. Se dice que los Príncipes
miman a su Princesa. Aparentemente los tiene en su mano y pie. La miman. Y la adoran.
Los Lords no adoran nada más que a sí mismos, pero esto puede ser lo más cerca que
puedan estar de ello.
Tomando asiento a mi lado, quita la tapa de un recipiente, revelando un tazón de papilla
marrón. —Sopa de lentejas. Es alta en proteína. Estoy tratando de ganar volumen. —Sostiene la
cuchara—. ¿Quieres probar?
Hago una mueca. —No, gracias. Es toda tuya.
—¿Cómo estuvo la mañana? —pregunta—. ¿Viste algún miembro de la realeza?
—No. —Pero eso no es del todo cierto—. Bueno, vi a Sutton, pero me di la vuelta y fui en
otra dirección.
Pasa un brazo por encima del respaldo de mi asiento, burlándose. —No debes tenerle
miedo.
—Oh, no le tengo miedo —respondo, mi mandíbula se aprieta—. Realmente disfrutaría
mucho golpearle la cara. Pero Killian dijo que no podía acercarme a ella, así que supongo que
tengo que seguir órdenes. —Le doy a Tristian una mirada que le dice exactamente lo que pienso
de ello.
Sonríe, tomando un gran bocado de papilla. —Solo está siendo cauteloso.
Pongo los ojos en blanco. —Te lo dije, no soy tan estúpida y frágil como creen que soy.
—Eso has dicho —dice, dándome una mirada calculadora—. Escuché que escapaste del
internado. ¿Por qué?
¿Por qué? Bueno, una carta me esperaba en mi almohada que incluía una nota
espeluznante y fotos actuales, de mi acosador.
¿Dime? ¿Todavía eres virgen? Espero que al estar en una escuela para niñas puedas
mantenerte pura. Quiero ser yo quien te reclame. Ahora que sé dónde estás, estaré esperando
mi oportunidad. Puedo ser paciente, por un rato...
Tenía que largarme de ahí, rápido.
—Simplemente no encajaba —miento, hurgando la corteza del pan—. Odiaba a los maestros
y la actitud elitista. Una escuela para niñas significaba drama constante. Solo quería salir de allí.
Arquea una ceja. —Entonces, ¿por qué no regresaste a casa?
Lo miro. —Caramba, lo mismo me pregunto yo.
Su boca se queda quieta a mitad de una mordida, como si estuviera recordando. Se
disculpó por lo que me hizo esa noche hace años. Obligándome a ponerme de rodillas.
Haciéndome tragarlo. Pero a pesar de que ha dicho las palabras, es difícil creer que haya
cambiado de alguna manera.
—Estaba en una mala situación…
Nadie sabe mejor que yo que las “malas situaciones” pueden aparecer en cualquier
momento. ¿Qué sucederá la próxima vez que Tristian se sienta enojado e inseguro? No puedo
permitirme olvidar que a pesar de que es agradable ahora, aunque se preocupa por mí, Tristian
es una navaja de doble filo que podría cortarme cada vez que se le antoje.
—Está bien, pero ya nos habíamos graduado. Killian estaba fuera de casa. Estábamos aquí
follando el coño de la hermandad. —Se encoge de hombros—. Podrías haber ido a casa y
continuar donde lo dejaste.
Ese era exactamente el problema. Ted lo habría predicho. Además, Killian no era el único
Payne bajo ese techo que resultó ser un problema.
Empujo los restos de mi almuerzo a un lado. —Quería estar sola.
—Estás mintiendo —dice, sin sonar impresionado—. Algo pasó. Algo cambió. —Cuando no
doy nada más que un vago tarareo, cambia de rumbo—. ¿Qué hiciste cuando saliste de la
escuela? ¿Dónde viviste? ¿Cómo viviste? ¿Tenías... qué, apenas dieciocho años?
Pienso en mentir, pero no veo el punto. —Fui a Colorado. Encontré un departamento con
un par de compañeros de cuarto. Conseguí un trabajo de mierda como camarera en un
restaurante de la ciudad. —Moviéndome incómodamente, agrego—: No era bonito, pero lo hice
funcionar.
Se inclina hacia atrás, con la boca abierta en una sonrisa torcida. —Una camarera, ¿eh?
¿Usaste uno de esos lindos y pequeños uniformes? ¿Azul? ¿Verde? ¿Amarillo mostaza? —Se
agacha para... ajustarse—. Por favor, dime que servías ricos y deliciosos pasteles calientes.
Mi cara se contrae con disgusto, a pesar de que mis mejillas se calientan. —Cállate. —
Después de un segundo, agrego con ironía—: Como si alguna vez te rebajaras a comer algo tan
vulgar como un pastel.
—Ni en un millón de años —dice, arrastrando una mano por mi muslo desnudo—. Pero si
lo hiciera, sería una buena rebanada de Cereza caliente.
Le doy una mirada seria. —¿En serio? ¿Este tipo de coqueteo suele funcionar para ti?
—Oh, Dulce Cereza —murmura, las yemas de sus dedos me hacen cosquillas en la piel—,
no tienes ni idea.
No tiene sentido, de todos modos. Si Tristian me quisiera, podría tenerme justo aquí. No
tendría elección. Estoy a su merced, siempre atenta a una señal, esperando el momento en que
me obligue a ponerme de rodillas, en el lugar que me ha perseguido durante años, mirando sus
ojos fríos y sin emociones mientras toma placer de mi despiadadamente. De mi boca. Hace que
momentos como estos sean aún más tensos, como si una parte de mí siempre estuviera esperando
para volver a encontrarse con ese chico duro y malicioso. A veces, desearía que acabara de una
vez. Que arranque la tirita. Y así poder liberar algo de espacio mental para preocupaciones
mucho mayores.
Aclarándome la garganta, digo: —Entonces las chicas a las que persigues realmente deben
ser tontas.
—Tus propinas fueron una mierda, ¿no? —Sus labios se curvan en una sonrisa—. Apuesto
a que lo eran. Tienes una actitud bastante mala.
—Te haré saber que mis propinas fueron excelentes.
—Hm, tal vez. —Me aprieta la pierna—. Aprendes bastante rápido, y sé por experiencia
propia que tu dedicación para servir a los demás es —Sus ojos brillan, su boca se tuerce—… de
primera categoría.
Odio la forma en que mi piel hormiguea por su toque. Estoy enojada con él, con todos
ellos. Mintieron y me manipularon con su estúpido jueguito. Me obligaron a hacer cosas que
nunca hubiera hecho. Me degradaron, me expusieron. Sin embargo, todo lo que se necesita es
un poco de coqueteo y un toque suave y quedo atrapada como una mosca en una red. Es
estúpido e imprudente. No llegué tan lejos solo para ser la mosca.
Quiero ser la araña.
—Soy una sobreviviente, Tristian. Eso es todo. Me levanto todos los días y trato de llegar
al siguiente. Trabajo, estudio, sirvo. Hago lo que tengo que hacer, incluso si no siempre estoy
orgullosa de ello. —Miro al otro lado de la habitación a una mesa de la Realeza. Tan hermoso y
equilibrado. Tristian sigue mi mirada, y no escondo la cosa afilada y acerada que debe endurecer
mis rasgos—. Tuve que hacer cosas para salir adelante por mi cuenta, principalmente, no dejar
que imbéciles se interpusieran en mi camino.
—Parece que lo estabas haciendo bien. —Deja que su mano se deslice, alcanzando su
bebida—. ¿Por qué volver? —A pesar de la pregunta, suena más hosco que curioso.
Encogiéndome de hombros, digo: —Quería recuperar mi vida —y no es una completa
mentira—. Entonces Daniel me ofreció la oportunidad de obtener una educación universitaria y
me pareció estúpido dejar pasar la oportunidad.
Tristian me mira por un largo momento, sus rasgos tan afilados y dolorosamente hermosos
que levanto mi sándwich de nuevo solo para tener algo más en lo que concentrarme. —Tienes
razón —dice, con voz decisiva.
—¿Acerca de? —Pregunto alrededor de un bocado de pavo.
—Eres una sobreviviente —responde, algo firme y decidido se refleja en sus rasgos—. Y si
quieres vengarte de esos bastardos, deberías intentarlo.
Haciendo una pausa, me pregunto: —¿Qué pasa con los chicos? Ambos dijeron que no.
—Eh —dice, colocando su brazo alrededor de la silla—. Ellos no te conocen como yo.
Empezaremos poco a poco. Pequeños pasos.
—¿Qué? —Lo miro con los ojos muy abiertos, negándome a reconocer la parte de que él
me conoce mejor—. Quieres decir…
—Sí.
—¿Cuándo? —Un destello de adrenalina lame mi columna vertebral y me aferro a ella
como si fuera mi vida.
Él mira hacia otro lado, la frente arrugada por el pensamiento. —Esta noche. Después del
anochecer.
Vuelve a comer su sopa y, de repente, descubro que mi apetito ha regresado. Sentarme
en la casa de los Lords, haciéndome la víctima, esperando el próximo movimiento de Ted, me
va a volver loca. Esto es real. Es acción. No tengo dudas de que habrá consecuencias por lo que
Tristian está proponiendo, pero estoy cansada de parecer débil. Estoy cansada de sentirme débil.
Es hora de que la Realeza de Forsyth aprenda que no soy completamente patética.
Especialmente mis Lords.
—¿Este es tu coche?
Hay un Porsche negro brillante al ralentí en la acera frente a la casa de piedra rojiza.
Tristian está detrás del volante, luciendo más sexy que nunca cuando abre la puerta y sale.
—Sí. —Da la vuelta al frente, deteniéndose en la puerta del pasajero—. Lo obtuve cuando
me gradué. Lo guardo en casa de mis padres, porque el estacionamiento en el campus es una
mierda, pero de vez en cuando lo saco a pasear.
Paso mi mano por el exterior inclinado y elegante. Es una gloriosa pieza de maquinaria,
sin duda. Está claro que lo ha mantenido impecable. Cuidadosamente mantenido. Esto es algo
que Tristian valora. —¿De cuantos caballos es?
Levanta una ceja ante la pregunta. —Seis cuarenta.
Maldita sea. Estoy tan concentrada en el auto que no noto la ropa de Tristian hasta que
estoy a treinta centímetros de distancia. Está vestido con una camisa negra ajustada de manga
larga que se extiende sobre su amplio pecho, junto a jeans negros y botas. Agarra un gorro
negro y cubre su cabello rubio con ella, y por un momento, me quedo sin palabras.
Tristian siempre se ve como un chico dorado en el campus. Nadie sabe mejor que yo que
es mentira. Su cabello rubio y ojos azules, la sonrisa encantadora, toda su arrogancia y cortesía
fría: es el cebo de un depredador.
¿Pero esto? La camisa oscura que perfila sus músculos magros y tonificados. La escarcha
en sus ojos. Las líneas afiladas de su mandíbula y la forma en que se mueve, de forma elegante
y controlada.
Este es el anzuelo.
—Veo que encontraste algo diferente que ponerte. —Apoyando un brazo contra el techo
del coche, me rodea, con la punta de un dedo acariciando el cuello de mi camisa. Tararea en
pensamiento—. Recuérdame que te vista como Cat Woman para Halloween. Te ves sexy como
la mierda vestida así.
Lucho contra un escalofrío, al menos agradecida de haber logrado no avergonzarme por
completo. Llevo una mezcla de ropa comprada por los Lords y mía. Los vaqueros negros rotos
son míos, junto con las botas de combate gastadas y rayadas. Pero la blusa es del armario,
elección de Rath, probablemente lo suficientemente ajustada como para encajar como una
segunda piel. Tristian saca un gorro a juego de su bolsillo y lo tira sobre mi cabeza, metiendo
suavemente mi cabello debajo. Después de echarme un vistazo, da un paso atrás y abre la puerta
del lado del pasajero, extendiendo una mano.
Entro en el coche con mucha menos reserva de la que debería, inhalando el aroma del
cuero caro y la colonia de Tristian, espero a que se siente al volante antes de preguntar: —¿No
crees que todo esto es un poco exagerado?
—Oh, cariño. —Arranca el motor, dándole un par de revoluciones mientras me sonríe—.
Siempre sé la cantidad justa de muerte. —Un escalofrío me recorre la espalda ante el destello
frío y depredador en sus ojos.
Su mano agarra la palanca de cambios, y luego golpea el acelerador, avanzando. La
música llena el coche, pero no es esa mierda de rock que escucha Killian. Es algo oscuro y
rítmico, el bajo se abre camino hasta la boca de mi pecho. Las mariposas revolotean en mi
estómago.
—Entonces, ¿cuándo me vas a decir tu plan?
—Primero, tenemos que recoger algunas cosas —dice, entrando en la autopista y alejándose
del campus. La Universidad de Forsyth está en la ciudad, pero no en el centro—. Suministros
básicos que no pueden ser rastreados hasta ninguno de nosotros.
Golpea los frenos y murmura: —Joder —a un coche en el carril de al lado cuando salimos
de la carretera. El Porsche zumba debajo de nosotros, suave y con la más mínima vibración.
—Conduce como un sueño —digo, pasando mi mano sobre el tablero—. ¿Alguna vez la
llevaste a la carretera? ¿La has llevado hasta sus límites?
—Eres una de esas chicas, ¿eh? —Su boca se curva en una sonrisa y cambia de marcha—.
Mi papá tiene un lugar en el campo. Todos son caminos secundarios. Tal vez te lleve en algún
momento.
Pasa por la parte turística de la ciudad, con sus pintorescos restaurantes, tiendas
especializadas y boutiques, hacia el lado de la ciudad donde las calles se vuelven irregulares y
estrechas, los edificios son una mezcla de viviendas industriales y de bajos ingresos. Pasamos a
un grupo de niños en la esquina y luego a un campamento de personas sin hogar escondido
debajo de un puente. En medio de todo esto hay una casa enorme, más como una mansión, en
realidad. Se asienta detrás de muros bajos y una puerta, luces cálidas que brillan como un faro
en las ventanas.
—¿Qué demonios es esto? —pregunto, mirando mientras cruzamos.
Mira hacia arriba y se ríe. —GussyZ construyó esa monstruosidad para su madre. Estuvo
en ejecución hipotecaria por un tiempo, pero ahora es —me lanza una expresión que no puedo
descifrar—, un negocio privado.
Resoplando, bromeo: —¿Te mantienes al día con el mercado inmobiliario del Lado Sur?
Se encoge de hombros. —Un poco. Tenemos intereses diversificados, pero al final del día,
somos Lords. —Dándome una sonrisa, elabora—: Territorio, pequeña Cereza.
Se siente tonto estar aquí abajo en un coche tan llamativo, pero Tristian obviamente sabe
adónde va, acelerando rápidamente por las calles hasta que hace un giro brusco en el oscuro
estacionamiento de un almacén.
—¿Vinimos aquí por suministros? —Pregunto una vez que estamos fuera del coche.
Enciende la alarma del coche con un pitido agudo. —Sí. —Toma mi mano como si nada
inusual, tirando de mí hacia el edificio.
Miro entre su hombro fuerte y cambiante y el almacén. —¿Qué es este lugar?
—Almacenamiento, principalmente —responde. Se acerca a una puerta e ingresa
hábilmente una contraseña en un bloqueo de teclado. Parece un poco elegante para el entorno
de mierda, si me preguntas. Sé que los Lords están involucrados en algún tipo de “negocio” del
Lado Sur. ¿Es aquí donde se lleva a cabo?
El interior del almacén está oscuro cuando entramos, pero Tristian se acerca a sabiendas
y encuentra fácilmente un interruptor. Cuando el áspero destello de los tenues fluorescentes
parpadea, descubro que no estamos en el edificio más grande, sino en una habitación cuadrada
más pequeña.
En silencio, ordena: —Espera aquí.
Me quedo nerviosa cuando él se da la vuelta, entra a zancadas en la habitación, y no
puedo evitar mirar por la puerta. La habitación huele a humedad y aceite. Observo cómo
Tristian se dirige directamente a un estante alto contra la pared, recogiendo mecánicamente los
suministros. Sea lo que sea este lugar, parece que lo conoce bien, sin tener que hurgar mucho.
Mientras sigo sus movimientos seguros, el estante más cercano me llama la atención. Está apilado
con pequeñas cajas idénticas, ordenadas y minuciosamente organizadas, casi como algo que
verías en una tienda. Esto no parece meros suministros. Parece una reserva. No necesito
adentrarme demasiado en la habitación para distinguir los números grandes y las letras de las
cajas.
Son municiones.
Me tiro hacia atrás, con la columna rígida mientras veo a Tristian levantar una bolsa sobre
su hombro.
—Creo que tengo lo que necesitamos —dice. Lleva una lata de gasolina y una botella de
líquido para encendedores. Sólo Dios sabe lo que hay en la bolsa.
Miro la gasolina mientras caminamos de regreso, sintiéndome inquieta e insegura. Sé que
Killian tiene un arma, por supuesto. La he sostenido en mi mano, he tocado el frío metal y su
gran peso. Pero me imaginé que era una cuestión de poder macho.
Me estremezco ante el sonido de la puerta cerrándose detrás de nosotros. —¿Vas a quemar
su casa?
Tristian se vuelve hacia mí, arqueando una ceja. —¿Quién está exagerando ahora? —
Sacudiendo la cabeza, hace clic en el llavero, haciendo sonar el auto—. Por mucho que me
encantaría quemar la casa de los Condes, creo que esto requiere algo un poco más sutil y un
poco menos de “cargo de intento de asesinato”. —El baúl se abre, revelando una gran tina de
plástico. Coloca la lata de gasolina y las botellas dentro—. Creo que solo su auto servirá.
El parpadeo de un recuerdo, más como un rumor, me hace detenerme. Último año
después de que Genevieve engañara a Tristian, unos días después de que él...
Bueno. El cuarto de lavandería.
Hubo un incendio en el puerto deportivo y escuché a los chicos de la escuela bromear al
respecto. Habían llamado a Tristian un “firebug”. Salí de la ciudad unos días después, pero
ahora estamos aquí y tengo que preguntar: —¿Hablas en serio sobre esto?
—Como un infarto. —Golpeando el maletero, se vuelve hacia mí, su rostro se funde en una
silueta indescifrable de una mandíbula afilada. Su cabeza se inclina mientras me mira—. ¿Es esto
demasiado para ti? Porque me dijiste que podías manejarlo.
—Puedo. —Frunzo el ceño hacia el baúl cerrado, recordando ese estante de balas—. Es
solo...
Sus dedos son cálidos en mi mandíbula, su amplia palma acaricia mi fría mejilla. —Cariño,
te lastimaron. —Su pulgar se mueve contra mi piel, justo en el lugar donde estaba magullada—.
Te alejaron de nosotros. Te ataron. Querían… —Veo, siento y escucho la áspera exhalación que
suelta ante la idea de que Pérez me viole—. Querían dañar lo que nos pertenece. Soy un Lord,
Story. —Se inclina hacia abajo para presionar sus labios contra los míos, casto y gentil—. Soy tu
Lord. Eso significa que tengo que hacerles pagar. Pero si prefieres que te deje en casa primero…
—No —le digo, interrumpiéndolo. Una bola de calor arde en mi pecho. Está mal, y sé que
es estúpido, porque estos hombres no me ven como persona. Me ven como un objeto, como
algo que es importante solo porque les pertenece. Al igual que el Porsche de Tristian, soy una
posesión que quiere mantener impecablemente, cuidadosamente mantenida. Es
deshumanizante. Pero los Lords también son las únicas personas que alguna vez han luchado
por mí.
Y Tristian es el primero que me ha permitido luchar por mí misma.
Tomando una respiración profunda, digo: —Hagamos esto.
Capítulo 4
STORY
Tristian detiene el Porsche en un estacionamiento oscuro. Lo reconozco de inmediato cuando
miro al otro lado de la calle y veo el bar al que fui con Killian hace un tiempo. Inadvertidamente,
fue la causa de gran parte de este lío, revelar el secreto de mi virginidad a Sutton, la Condesa,
en lo que parecía un momento privado y reconfortante.
Parece un poco exagerado, y por un tiempo, me preocupa que me esté gastando una
broma.
O peor.
—¿Ves ese G-Wagen rojo de ahí? —Señala un todoterreno Mercedes de aspecto cuadrado
al otro lado del camino—. Esa mierda va a arder.
Parpadeo hacia el vehículo estacionado en la esquina del lote, en un ángulo diagonal.
Ocupa dos lugares. —¿No son esos súper caros?
Se acerca a mí, flexionando el antebrazo bajo la manga mientras abre la guantera y saca
dos pares de guantes negros. Me da uno. —¿Precio inicial? Ciento cincuenta de los grandes. Pero
conociendo a Pérez, probablemente esté completamente cargado. Lo recibió la semana pasada.
Pérez es el Conde que me secuestró, me ató a una cama en una casa destartalada y luego
amenazó con violarme. Incluso casi una semana después, todavía estoy afligida por el recuerdo
de sus manos sobre mí. La ira se agita en mi pecho mientras miro su odioso auto, hirviendo a
fuego lento con la injusticia de que tipos como él se salgan con la suya, cada maldita vez.
—¿Y quieres prenderle fuego? —pregunto, recordando la última vez que destrocé el coche
de alguien. Esa vez también había sido Pérez. Rath había rajado tres de los neumáticos de su
coche deportivo y luego me había guardado el último. Supongo que esto es lo que sucede
cuando a un tipo como Pérez le cortan los neumáticos. Simplemente compra algo nuevo.
Asqueroso.
La risa de Tristian es baja y teñida de oscuridad. —Oh, no, cariño. —Inclinándose, husmea
en mi cuello, plantando un beso de succión en la piel allí—. Vamos a prenderle fuego.
Cuando se retira, alcanza el borde del gorro y lo baja, revelando un pasamontaña
completo. Mi corazón late con fuerza por la forma en que se ve, nada más que el azul de sus
ojos revelando la realidad del hombre debajo de la máscara y la ropa oscura.
Con el corazón acelerado, permanezco inmóvil mientras él se mueve para hacer lo mismo
con el mío, tirando de él con cuidado por mi cabeza.
Esto es real. Realmente estamos haciendo esto.
—Última oportunidad para retroceder —dice, con la mano apoyada en la manija de la
puerta.
Pero niego con la cabeza, ajustándome la máscara. —No. Quiero que ese hijo de puta
pague.
Hay una chispa de algo malicioso y encantado en sus ojos. —Esa es mi Lady —dice,
dándome suavemente en la barbilla.
Está oscuro en el estacionamiento, iluminado solo brevemente por la suave luz interior de
su baúl abierto. Tristian agarra la gasolina, pero me pasa el líquido para encendedores,
arrebatando una caja de fósforos antes de cerrarla por completo. Esperamos un momento en la
oscuridad, absorbiendo la energía del aire circundante. La música que viene del bar está
amortiguada y silenciada, pero de alguna manera se instala frenéticamente en mis huesos. Pasan
dos autos, y luego Tristian sacude la cabeza, sin mirarme mientras camina hacia nuestro objetivo.
Lo sigo al otro lado de la calle, agachándome detrás de una vieja miniván y agachándome
cuando lo hace, estabilizada por el peso del toque que me da en el muslo.
Las voces resuenan en el pavimento, acercándose más al auto de lo que me siento cómoda.
¿Si nos atrapan aquí, vestidos como estamos, con gasolina y fósforos? Definitivamente estamos
jodidos. Los pasos suenan ridículamente fuertes, cerca. Tristian agarra mi mano y levanta una
ceja, dándome la oportunidad de retroceder.
De nuevo, niego con la cabeza.
Mis rodillas duelen y mis pies comienzan a tener calambres, pero finalmente los pasos se
desvanecen y luego desaparecen por completo. Esperamos otro minuto completo antes de que
Tristian se ponga de pie y examine el lote. —Está despejado —dice, levantándome del suelo.
Sus movimientos son fluidos y decididos, no muy diferentes a los de un gato, mientras
camina hacia la camioneta. Desenrosca la lata de gasolina en el camino, solo mirando hacia atrás
una vez para asegurarse de que lo sigo. Con movimientos suaves, casi sin sentido, rodea el auto,
dejando un rastro de salpicaduras detrás de él. El aire se llena del fuerte olor a gasolina, denso
y sofocante. Tristian hace que esto parezca sencillo, como si fuera algo que ya hubiera hecho
antes. Por un momento, tengo este extraño e inexplicable destello de orgullo. Sé que es solo otra
forma en que tienen mi cerebelo retorcido con sus juegos mentales, pero me asalta la idea de
que los Lords son mejores que los Condes. Son trastornados y extrañamente posesivos, pero tan
fuertes que me estremezco.
Puede que sea de ellos, pero de alguna manera profunda y fundamental, ellos también se
sienten como míos.
Míos para conocer.
Míos para herir.
Míos para vencer.
La inspiración hace cosquillas en la parte posterior de mi cerebro y, sin pensar, me subo
al parachoques y me quito el guante. Con cuidado, lo rocío con el acelerante y luego miro el
capó, prístino y brillante. Me tomo un tiempo trazar el diseño, pero tengo una buena referencia
atada a mi muñeca. No me detengo cuando Tristian coloca una mano en mi cadera.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta.
—Ya verás.
Tan pronto como levanto el guante, sus manos están en mi cintura, brazos poderosos
bajándome suavemente al suelo. Sin decir una palabra, me saca del alcance de la gasolina en el
pavimento. —¿Lista? —pregunta, sacando sus fósforos.
Asiento con la cabeza, el corazón me late con fuerza mientras saco mis fósforos también.
—Sí.
A la cuenta de tres, los golpeamos en la franja de azufre. Las llamas cobran vida y
parpadean frenéticamente cuando las arrojamos al suelo. El suyo aterriza en el círculo alrededor
de la base del auto, pero el mío va directo al capó.
Observo, paralizada, cómo la llama se desliza alrededor del diseño que creé.
Tristian inclina la cabeza, ajustando su agarre en la lata de gasolina vacía. —Es una…
—Si.
Es el contorno de una calavera, rudimentaria pero aún visible. Es extraño, mi repentina
afinidad por el símbolo que me ha encadenado. La llama parpadea más y más alto, arrojando
al lote en un brillo sombrío, hasta que el cráneo es casi consumido por una pared de él.
—Hermoso, ¿no? —respira, sus ojos reflejan el fuego. Lo mira durante otro largo tiempo,
pero agarro su mano y lo alejo.
—Alguien vendrá —le explico, y parece que lo saca de quicio.
Cruzamos corriendo el estacionamiento, agachándonos detrás de los autos y escaneando
la distancia en busca de ojos y oídos. Por suerte, no hay ninguno. Tristian abre su baúl, arrojando
descuidadamente las latas antes de quitarse los guantes y la máscara. Hago lo mismo, pero no
puedo negar la adrenalina que corre entre nosotros. Cuando me empuja bruscamente contra el
auto, el bulto de su erección presiona mi bajo vientre, no lucho. Su mano barre detrás de mi
cuello, y luego tira de mí hacia adelante, chocando nuestras bocas.
Los besos privados de Tristian son siempre un poco diferentes a los públicos. Le gusta que
lo miren, eso lo sé, y hace todo lo posible para darle un espectáculo a la gente. Pero cuando
estamos solos así, siempre es un poco más codicioso. Así es como sé que es para él.
Este beso es igual de codicioso, pero es aún más abrasador.
Lame la comisura de mi boca como si físicamente no pudiera aceptar un no por respuesta.
Su respiración es dura y rápida, y cuando se precipita dentro de mí, moliendo la dureza de su
erección en mi cadera, todo lo que siento es una punzada de deseo líquido caliente que hace
que mis rodillas tiemblen.
Cuando me suelta, es solo para meter una mano entre mis muslos y preguntar
bruscamente: —¿Todavía estás adolorida? —No necesita las palabras para saber que quiere follar.
La mirada salvaje y desquiciada en sus ojos es suficiente para transmitirlo.
Sin aliento, miento: —Sí.
Su mandíbula se vuelve tensa y afilada. —Lástima —dice, dejando caer su mano.
Me lamo los labios y ofrezco nerviosamente: —Puedo conducir si quieres. Soy bastante
buena bajo presión.
Su cabello está despeinado por el pasamontaña, desordenado de una manera que no estoy
acostumbrada a ver en él. La mirada juguetona que me da hace que el nudo de ansiedad en mi
pecho se deshaga. —¿Dejar que otra persona conduzca a mi bebé? De ninguna manera. —Cierra
el maletero, se dirige al lado del conductor y abre la puerta—. Larguémonos de aquí antes de
que lleguen los camiones de bomberos.
Tristian arranca el coche, no con un ruido sordo sino con el suave ronroneo de una
máquina bien construida. Mi cuerpo vibra, por la sensación de él contra mí, por la locura de
encender el fuego, por el conocimiento de que desea tanto follarme, pero sobre todo por la
satisfacción de ver el auto de Pérez envuelto en llamas.
La gente empieza a salir del bar, amontonándose para ver el fuego. Tristian saca el Porsche
del estacionamiento justo cuando Pérez corre hacia el G-Wagen. La expresión de horror
apopléjico en su rostro no tiene precio.
—Maldito imbécil —murmuro—. Debería haberle prendido fuego a él.
El pecho de Tristian rebota con una risa. —Oh, aún no hemos terminado con él, cariño. —
Me lanza una sonrisa torcida—. Pero sí, eso fue jodidamente satisfactorio.
Todavía puedo ver el bulto en sus pantalones.
Pasamos junto a dos camiones de bomberos y los ojos de Tristian no dejan de mirar por
el espejo retrovisor para asegurarse de que nadie nos sigue. Todavía estoy nerviosa por los
nervios y la adrenalina, algo que he extrañado desde que regresé a Forsyth y acepté ser
moldeada en la Lady perfecta. Tristian pisa el acelerador, pero daría cualquier cosa por ir más
rápido, para aumentar la energía que burbujeaba bajo mi piel, para prolongar esta sensación de
estar viva.
No creo que esté lista para follar a ninguno de ellos, no voluntariamente. Tristian podría
obligarme, al igual que Killian. Podría detenerse en algún lugar, y sé cómo sería. Se vería
pedregoso e impaciente, podría recitarme una línea sobre esto como parte del trabajo que
acepté. Podía tomarme en su regazo y arrancarme los pantalones, abrirme bien y entrar a la
fuerza. Tal vez se vería como Killian la noche que tomó mi virginidad, tenso y poderoso mientras
folla en la cuna de mis muslos. Ni siquiera sería malo para mí. Lo odiaría, pero me gustaría de
todos modos.
Me muevo inquieta en mi asiento.
—¿Estás bien? —pregunta, sus ojos revoloteando.
Pero Tristian no va a hacer eso. Va a esperar hasta que esté cómoda con esto. Puede que
sea una posesión para él, pero Tristian no es descuidado con sus cosas. Al igual que este coche,
me prefiere brillante y sin defecto. Impecablemente conservada.
Sin embargo, es posible que quiera que haga otras cosas.
—Sí. Es la adrenalina. —Extiendo la mano y le paso los dedos por el cuello, animada por
la rápida y sorprendida mirada que me lanza—. Gracias por dejarme acompañarte.
Sus nudillos se ponen blancos alrededor de la palanca de cambios. —¿Te sientes mejor?
—No debería —digo, manteniendo el acto—, pero realmente lo hago. Esos tipos son los
peores. —Estamos llegando a la carretera y tiro del pelo de su cuello—. Toma el camino de
regreso a la casa.
Su ceja se arquea. —¿Para qué?
—Toma el camino de regreso —repito—. Ya que has sido muy bueno conmigo los últimos
días y me dejaste acompañarte, pensé que tal vez podría... expresarte mi aprecio.
Uno de estos días, Tristian me hará volver a arrodillarme ante él. Va a querer que me lo
trague. Ni siquiera será malo al respecto. Probablemente me estará haciendo un favor al pedirme
que lo complazca con mi boca en lugar de tomarme como quiere. Como todos quieren.
Su mano agarra la palanca de cambios y, en el último minuto, se desvía bruscamente de
la rampa de la autopista y regresa a la carretera de acceso.
—¿Cómo exactamente planeas mostrar tu aprecio, Dulce Cereza? —Su voz ha bajado una
octava, pero puedo escuchar la anticipación complacida en ella, puedo ver la forma en que se
mueve inquieto.
Me inclino y lamo un camino caliente por su cuello, la punta de mi lengua se desliza sobre
la tensión en su mandíbula cuando tararea apreciativamente. Deslizo mi mano por su pecho,
sobre sus duros abdominales. Inhala con fuerza, pero sigo adelante, moviendo mi mano entre
sus piernas. Aprieto el bulto duro como una roca en sus pantalones, preguntándome: —¿Prender
fuego a ese auto te excitó?
—Joder —respira, con la cabeza cayendo hacia atrás contra el asiento—. Tal vez verte
encender ese fósforo lo hizo. —Masajeo su pene, sintiéndolo crecer más duro bajo mi mano—.
Cereza, voy a volarme el culo si sigues haciendo eso.
Respiro contra su cuello. —Ese es el punto.
Hay una pausa antes de que levante la mano de la palanca de cambios y la coloque sobre
la mía. La empuja en su dureza. —¿Sí? ¿Me vas a masturbar?
—No.
Observo cómo sus cejas se elevan más. —Pensé que estabas dolorida.
—Lo estoy. —Pulso el botón de sus pantalones y bajo la cremallera, susurrando—: Pero mi
boca está bien.
El pecho de Tristian se hunde con una larga exhalación, su expresión se derrumba. —
Joder, no te burles de mí.
Meto la mano en sus pantalones, las yemas de los dedos vacilantes hasta que toco su
longitud caliente y aterciopelada. Pero no hay suficiente espacio para envolver mi palma
alrededor. —Voy a necesitar que te levantes.
—¿Qué tal si me detengo? —pregunta, en voz baja y apresurada. Estamos lo suficientemente
lejos del bar.
No sería capaz de hacerlo si tuviera que mirarlo a los ojos. Si tuviera que recordar esa
noche en la lavandería. Si tuviera que hacer lo que me dijo. —Tristian Mercer —digo, pasando
un dedo por su eje—. De todas las personas, creo que te gustaría estar en la carretera mientras
hago esto.
Una sonrisa lenta se extiende por su boca, con ambas manos apretadas alrededor del
volante. Es un desafío no preguntar cuántos puntos podría valer eso, yo tirándomelo en el auto.
¿Ochenta puntos? ¿Un centenar? Con amargura, me pregunto si presumirá de ello más tarde
con un whisky y una computadora portátil, admirando su nueva partitura.
Aun así, digo: —Permíteme agradecerte apropiadamente, mi Lord. —Estamos en las afueras
desoladas de la ciudad entre el lado sur y la universidad. Quita el pie del acelerador durante un
minuto y levanta las caderas. Bajo sus pantalones y su polla rebota libre, dura y furiosamente
sonrojada en la punta.
He comenzado a reconciliar los dos lados de los Lords. Son crueles y manipuladores, pero
no estoy ciega ante lo peligrosamente calientes que son. Pueden pensar que me han enseñado
servilismo y deferencia, pero sobre todo me han enseñado que disfruto traspasando mis límites
sexuales. Me gusta la sensación de control que me da saber cuánto me desean. Tal vez siempre
lo he hecho, incluso en ese cuarto de lavado. La humedad entre mis piernas es evidencia
suficiente.
Eso no significa que Tristian merezca que le chupen la polla mientras conduce por la
carretera. Pero ahora mismo, estoy jugando un juego tanto como él. Obtendrá puntos.
Construiré equidad. Y un día los quemaré a todos, al igual que el preciado auto de Pérez.
—Simplemente no nos mates, ¿de acuerdo?
Se lame los labios. —Lo haré lo mejor que pueda.
Lamo mi palma y la envuelvo alrededor de su base, deslizándome hacia arriba y hacia
abajo. Se estremece, pero aparte del leve movimiento de sus caderas, permanece quieto y sereno.
En el momento en que me agacho, su mano descansa en la parte posterior de mi cuello,
masajeando el músculo con el pulgar.
La punta de su polla es salada y cálida en mi lengua, y en el segundo en que mis labios se
cierran alrededor de ella, Tristian suelta un gemido áspero, deslizando su palma hacia la parte
posterior de mi cabeza. Suavemente, me empuja hacia abajo. No peleo. Sé con quién estoy
tratando.
Lo tomo y suelta un fuerte suspiro, su palma deja de presionar a cambio de lo que solo
puede describirse como caricias. —Tan bueno —murmura, con la voz ronca. Cuando retrocedo,
solo para volver a sumergirme, pregunta sin aliento—: ¿Rath te enseñó eso? ¿O lo hice yo?
Mi única respuesta es un zumbido bajo que hace que sus muslos se tensen y se suelten.
Tengo la sensación de que estaría follando mi boca si no necesitara mantener el pie en el
acelerador.
Da una risa irregular. —¿Quién iba a decir que pasarías de ser esa virgen tímida a ser una
pequeña chupapollas tan ansiosa, hm?
No dejo que sus palabras me desconcierten, burlándose y burlándose, lamiendo el costado
de su eje antes de tomarlo de nuevo. Sus caderas empujan hacia arriba, y luego su mano presiona
hacia abajo, y hacia abajo, y hacia abajo, hasta que la punta de su polla empuja hacia la parte
posterior de mi garganta. Hago un sonido de alarma, incapaz de respirar.
—Shh —me tranquiliza, presionando las puntas de sus dedos en mi cuero cabelludo—.
Puedes tomarlo. Sabes que no te haría daño.
Retorciéndome, trato de relajarme, aunque mis ojos se están llenando de lágrimas por la
forma en que me ahogo. Pero fiel a su palabra, me deja levantarme antes de que sea demasiado.
Trago saliva frenéticamente, con el pecho ardiendo, y trato de succionar mi saliva.
—¿Ves? Eres una buena chica —jadea, acariciándome de nuevo—. Desabróchate los
pantalones —ordena. Hago lo que quiere, nerviosa pero complacida por cómo me está
respondiendo. El coche vibra suavemente debajo de nosotros, y quita la mano para cambiar de
marcha—. Toca tu coño, cariño. Muéstrame lo mojada que estás.
Ya estoy caliente entre mis piernas y empujo mi mano por la parte delantera de mis
pantalones, sintiendo el calor resbaladizo de mis pliegues internos. Cuando mis dedos rozan mi
clítoris, dejo escapar un gemido y Tristian gime mientras su pie se desliza del acelerador. Tengo
que arrancarle la polla para sonreír por lo nervioso que está, pero eso solo lo molesta, y gruñe,
pisando fuerte para acelerar.
Siento el peso de su mano sobre mi cabeza otra vez, pero esta vez estoy preparada,
tomando una gran bocanada de aire antes de que me empuje hacia abajo y me ahogue con su
polla. No era así con Rath. A Rath le gusta lento y profundo, y he aprendido que necesita un
ritmo. Pero cuando Tristian me empuja hacia abajo sobre su polla, tiembla, su gruesa longitud
salta con una oleada de líquido preseminal que sabe salado en mi lengua cuando finalmente
deja de hacerlo. A Tristian le gusta así, yo subiendo salvajemente sin aire. Me deja subir y bajar
por su eje el tiempo suficiente para recuperar el aliento, y luego lo vuelve a hacer, sosteniéndome
mientras sus dedos se aferran a mi cabello.
Empujo un dedo en mi coño y me muevo al mismo ritmo, moliendo contra la palma de
mi mano cada vez que me sumerge. Su pene se espesa y se expande, su respiración se vuelve
errática y arenosa. Su pie se desliza del acelerador de nuevo, esta vez por un momento largo y
prolongado.
Su voz sale aflautada y apresurada. —¿Estás lista para mi corrida, cariño? —Trato de asentir
con la cabeza, pero es difícil con tanto de él en mi boca, empujado hacia mi garganta. Su pie
golpea hacia abajo y el auto se tambalea hacia adelante al mismo tiempo que su orgasmo lo
atraviesa. Cálido semen inunda mi garganta. Él gime, sus dedos tirando de mi cabello, y lucho
por tragar sin atragantarme. Mi visión brilla en los bordes, pero antes de que pueda entrar en
pánico, me levanta, lo último de su liberación pinta mi lengua.
Mi mente se vuelve borrosa, olvidando dónde estamos y qué estamos haciendo. Debe ser
falta de oxígeno, la forma en que el calor se extiende por mi cuerpo y mis extremidades. Me
empujo contra la palma de mi mano, alcanzando la cima de la ola de mi orgasmo.
—Muéstrame —dice, prácticamente zumbando con la satisfacción de su liberación—. Quiero
saborearte, Dulce Cereza. Muéstrame cuánto te gustó.
Me tomo un momento para orientarme lo suficiente como para entender lo que está
pidiendo. Alejándome, quito la mano de mis bragas y sorbo las lágrimas, mostrándole mis dedos
relucientes. Sin dedicarme una sola mirada, se los mete en la boca, con los ojos entornados fijos
en la carretera mientras saborea mi orgasmo.
Él tararea, la lengua enrollándose elegantemente alrededor de mis dedos, y luego los deja
caer libres, succionados y limpios. —Buena chica. —Lo dice como si fuera un perro, como si
fuera su perra, pero cuando finalmente me mira, levanta la mano para acariciar mi mejilla,
limpiando la humedad de mis lágrimas. Cuando me besa, metiendo el sabor en la boca, me
siento tan dulce como mi liberación.
Y tan amarga como la suya.
Capítulo 5
TRISTIAN
Nuestra Lady finalmente está comenzando a adaptarse a ser una Lady.
En eso estoy pensando mientras llegamos a la casa. Ha tomado algo de tiempo, y claro,
no ha sido todo margaritas y sol, pero Story acaba de prenderle fuego a un auto y luego me
chupó los sesos a través de mi polla a setenta millas por hora.
No somos como las otras casas. La mayoría tiene una clara preferencia por lo que deberían
ser sus chicas, pero ha habido muchas opiniones a lo largo de los años sobre cómo es una Lady.
¿Sumisa y deferente como la Condesa? ¿Delicada y dulce como la Princesa? ¿Oscura y
misteriosa, como la Baronesa? Cada iteración de LDZ ha tenido su propio sabor. Charlene, la
Lady del año pasado, era fría, cachonda y dolorosamente agradable. No es nuestro tipo en
absoluto. A pesar de que Killian juraría que es más del tipo de Condesa, lo conozco mejor.
Killian Payne probablemente preferiría una Princesa. Alguien suave y lindo que se magulla
fácilmente. Rath tiene la vibra de una Baronesa. Una chica con la que puede refugiarse para
sufrir junto a él.
¿Pero yo?
Mi Lady perfecta es leal, por encima de todo.
—Espera —le digo, tirando de ella para que se detenga. Estamos en el pasillo del primer
piso de la casa de piedra rojiza. Señalo su barbilla—. Tienes algo justo aquí.
—Oh. —Alcanza su rostro, pero yo llego primero, inclinándome y lamiendo el helado
derretido en su barbilla.
Obviamente, se merecía un regalo. Algo para sacar el sabor de mi esperma de su boca
caliente y experta. Escogió uno de mantequilla de maní y chocolate. Yo uno de frambuesa azul.
Ahora tengo el toque de chocolate en mi lengua. Es casi tan dulce como lo que había probado
de sus dedos resbaladizos.
Ella agacha la cabeza, sus mejillas ardiendo, lo que hace que mi boca se curve en una
sonrisa. Es raro que se ponga tímida ahora, considerando que tenía mi polla metida en su
garganta hace treinta minutos. Le da un mordisco a su cono, lo tritura cuando atravesamos el
pasillo, y tengo un destello de conciencia de que Killian se correría en los pantalones al verla
así, toda dulce, tímida y complacida a regañadientes.
—¡¿Dónde diablos has estado?!
Bueno, hablando del diablo...
Story se detiene bruscamente, con los ojos muy abiertos ante la furia en la voz de su
hermanastro. No me pierdo de la forma en que su mano tiembla alrededor de su cono. Estrecho
mi mirada, pero mantengo la compostura a pesar de la rabia obvia de Killian. Estaba preparado
para esto.
—Estábamos fuera —digo, sosteniendo mi cono—. Solo tomando un poco de helado.
—¿Tú? ¿Comiendo helado? —Rath me da una mirada fría y vacía—. Si hay algo que hemos
aprendido de tus malditas peroratas sobre nutrición, es que los lácteos son malos para el tracto
digestivo y el azúcar es un cáncer en la sociedad.
Encogiéndome de hombros, lanzo mi cono a la papelera junto a la puerta. —Bueno, esta
noche fue la primera. Por algunas cosas. —Me dirijo a Story y guiño—. ¿No fue así, Lady?
Ella se para un pie detrás de mí, sus ojos moviéndose ansiosamente entre los chicos. Quiero
decirle que está bien, que no dejaría que ninguno de ellos la castigara por esto. Pero a la luz de
la habitación, puedo ver manchas de hollín en su frente. Habíamos ido directamente en contra
de la orden de Killian, y ella sabe que habrá consecuencias.
Tomo su mano, arrastrándola hacia la curva de mi cuerpo. —No te preocupes, cariño.
Tengo esto.
—Lady —dice Killian, poniéndose mordazmente formal—, ve arriba. Ahora.
Se estremece ante su tono, pero me aferro a ella, lanzándole una mirada exasperada.
Cuando me inclino para lamer el pliegue de sus suaves y fríos labios, es principalmente para
mostrarles a los tres que Killian no es el jefe aquí. Si quiero probarla, lo haré. Si quiero
agacharme y darle un apretón a su culo apretado y regordete, nadie me detendrá. Si quiero
sostener su barbilla y el pulgar en su boca, eso es lo que haré.
Ella me mira, sin pestañear, mientras empujo mi pulgar entre sus labios. Le toma un
momento, pero cierra su boca alrededor de él, sus ojos caen mientras sus mejillas rojas se hunden
con una succión vacilante.
Mi pene se contrae. —Buena chica. —Me mira a través de sus pestañas, tan rápidas y
recatadas que podrían haber sido diseñadas para el mismo Killian. Esa es la ironía de todo, que
la historia se desarrolla tan dulcemente en la única cosa que Killian nunca se atrevería a darle:
una simple palabra de alabanza.
Se que ella es consciente de que no se trata solo de este momento específico. Ha sido una
buena noche, tenerla a mi lado, tan ansiosa y dispuesta. Dejo que mi pulgar se deslice de su
boca, arrastrando su labio mientras me retiro. —Puedes irte.
Killian la observa salir de la habitación, sus ojos se estrechan en rendijas furiosas mientras
se fijan en su trasero. —¿Qué diablos hiciste, Tristian?
Me acerco al sillón y me siento, estirándome. —Ya te lo dije. Saqué a nuestra Lady por un
regalo. —Levanto mis cejas—. Parecía que se merecía un descanso después de los últimos días, si
sabes a lo que me refiero.
—Es extraño —dice Killian, con los dientes apretados—, porque acabo de recibir un mensaje
de texto sobre un auto ardiendo en llamas en el bar.
—¿Cual bar?
—No me pongas a prueba —gruñe—. El único bar al que vamos.
—Vaya. Un incendio, ¿eh? —pregunto, fingiendo interés—. Bueno, supongo que no es una
sorpresa. Es una parte de mierda de la ciudad.
Killian me mira. —Era el nuevo G-Wagen de Pérez.
—¿En serio? —Suelto una carcajada—. Auch. Tengo que decir que no podría haberle
pasado a un ser más idiota.
—Jesucristo, Tristian —dice Rath, levantándose de su asiento—. Esto es jodidamente serio.
—Empuja su teléfono en mi cara, la pantalla muestra una foto de los restos carbonizados de la
camioneta de Pérez.
—Pobre bastardo —suspiro, sacudiendo la cabeza—. Esas eran buenas ruedas.
Rath me mira fijamente, claramente sin creer mis tonterías. —¿Te importaría decirme lo
que ves en el capó del auto?
Finjo mirar la foto como si no la hubiera visto encenderse como una hoguera en persona.
Pero no hay fuego en la foto, solo las secuelas. Sin embargo, hay algo en él que es difícil pasar
por alto. La pintura roja se ha ido por completo del capó, pero lo que queda está bastante
definido. El cráneo de Story. Nuestro cráneo. Dios, ¿verla encender ese fósforo y tirarlo sin
preocuparse en el mundo?
Lo más sexy que he visto.
Y eso incluye verla atragantarse con mi polla diez minutos después.
—Parece que alguien está tratando de tendernos una trampa —comento.
Hay un estrépito repentino, Killian ha tirado algo del manto de la chimenea. —¡No juegues
con nosotros, Mercer! Apestas a humo y gasolina. ¿Como si no supiéramos acerca de tu erección
por provocar incendios? —Killian toma aliento y se pasa los dedos por el cabello, claramente
luchando por recuperar la compostura. La mecha corta de este tipo le va a dar un aneurisma
uno de estos días—. Maldita sea, Tristian. No me sorprende que te hayas ido a medias, ¡pero no
puedo creer que te arriesgues a llevar a Story contigo!
—Lo siento, Killer —le digo—, pero no sé cuándo decidiste que tú eres el que toma todas
las decisiones aquí. ¿Fue cuando Story te eligió como su primera cogida? ¿O fue cuando te diste
cuenta de que ella te deseaba menos?
Killian se lanza hacia mí y yo salto, listo para devolver el golpe.
Rath salta entre nosotros antes de que pueda llegar a eso, extendiendo sus brazos para
mantenernos separados. —Chicos, cálmense —dice, tratando de calmarnos a los dos—. Tenemos
un problema real aquí.
¿Pelearé con Killian si tengo que hacerlo? Por supuesto. ¿Quiero que magulle mi cara
bonita? No si puedo evitarlo. Aun así, no retrocedo.
—¿De eso se trata? —pregunta Killian, sus ojos calculando una forma de esquivar a Rath—
. Ustedes dos simplemente no pueden soportar que me la esté follando y usted no.
—Tal vez uno de nosotros podría —respondo, con los puños cerrados—, excepto que la
follaste anoche, por lo que nunca tuvo la oportunidad de curarse.
Killian no parece molesto en lo más mínimo. —Ese es mi derecho.
—Estás equivocado —argumento, señalando con la barbilla hacia Rath—. Story nos
pertenece a Rath y a mí también. El hecho de que le hayas metido la polla y la hagas dormir en
tu cama todas las noches no cambia eso.
—Tiene razón —dice Rath, volviéndose hacia Killer con una mirada fija—. Todos estuvimos
de acuerdo en que le daríamos algo de tiempo.
—¡Bueno, estoy harto de esperar! —chasquea, las venas estallando en sus antebrazos—.
Ustedes han estado esperando un par de meses. Yo he estado esperando durante años.
—Nada de esto tiene nada que ver con vengarse de los Condes —interrumpe Rath,
levantando su teléfono—. Esto se va a volver contra nosotros.
—Lo que sea, es una calavera —señalo con ligereza—. ¿Y qué? Cualquiera podría hacer eso.
Pérez no anda escaso de enemigos, y nosotros tampoco.
La mandíbula de Rath se tensa cuando se gira hacia mí. —No necesitamos más problemas.
Eso fue una tontería, Tristian.
—Te diré lo que es —le digo, arrebatándole el teléfono de la mano. Lo sostengo,
mostrándoles la imagen—. Este es solo el primer ataque. No he terminado. No hemos terminado.
Intentaron profanar lo que nos pertenece. Y sí, dije nosotros.
—Solo hay un problema —dice Rath, cogiendo su teléfono—. No es el primer ataque. Es el
segundo.
La mirada de Killian se mueve lentamente hacia él. —¿Qué diablos significa eso?
Respira hondo y mete el teléfono en el bolsillo. —Tuve un pequeño encuentro con Pérez
hace un tiempo. —Olfateando, agrega casualmente—: Hice mi parte.
—¿Tu qué? —Pregunto.
—Corté sus neumáticos. —Lo dice como si fuera la cosa más obvia del mundo—. Bueno,
tres de ellos, al menos. Story cortó el cuarto.
—¿Qué? —Mis cejas suben por mi frente—. ¿Cuándo diablos sucedió eso? ¿Alguna vez nos
ibas a decir?
Él se lanza hacia atrás. —¿Lo harías tú?
—Jodidamente increíble. —Killian nos mira con ojos muy abiertos y enfurecidos—.
¿Simplemente están perdiendo el control y llevándose a nuestra maldita Lady con ustedes? —Da
una risa baja y sin humor—. Espero que ese truco haya valido la pena, porque nos han llamado
al Lado Sur. A primera hora en la mañana. Tu pequeño acto de rebelión tendrá un precio.
Entonces dime —levanta la barbilla—, ¿quién va a ser el que lo pague? Porque estoy seguro como
la mierda de que no será ninguno de ustedes.
Es en ese momento que entiendo la rabia de Killian. La venganza sobre Pérez era
obligatoria, él sabe que ese bastardo se lo merece, pero Story no estaba en el radar del Lado
Sur.
No hasta que la traje conmigo.
—Killer —intento—, ella quería… no, necesitaba ser parte de esto. Fuimos cuidadosos.
—No, no lo fueron. —Niega con la cabeza—. Y te importaba un carajo lo que ella quería.
Esto era sobre lo que tu querías. —Ladeando la cabeza, me da una sonrisa fría—. ¿Funcionó? ¿Se
arrodilló por ti?
Técnicamente, no…
—A la mierda. —Rath agarra su chaqueta de cuero del sofá y se dirige a las escaleras—. Nos
ocuparemos de esta mierda mañana. Adelante, peléense por un coño, no me importa.
Ninguno de los dos se mueve hasta que escuchamos que la puerta del dormitorio de Rath
se cierra de golpe, dos pisos por encima de nosotros.
Soy yo quien rompe el silencio. —Me chupó la polla de camino a casa. —Observo que sus
ojos se endurecen y se cierran—. Y no tuve que obligarla. No tuve que preguntarle. No tuve que
esperar a que estuviera inconsciente. Lo hizo porque quería, y tuvo el mejor momento de su
jodida vida. Entonces, cuando estés ahí arriba esta noche, tratando de meterle la polla a
escondidas, recuerda la razón por la que está tan mojada. —Mientras subo las escaleras, le
devuelvo la mirada—: De nada.
Capítulo 6
KILLIAN
Esta desnuda.
Lo que sea que estaba sintiendo por Tristian antes (ira, resentimiento, concreta
determinación) es arrebatado y arrojado al olvido al verla en mi cama. No importa que haya
pasado anoche. Esto todavía está lo suficientemente fresco como para que mi sangre se convierta
en lava solo con verla allí, toda acurrucada en mi espacio como un animal pequeño y vulnerable.
Para un día que comenzó jodidamente fantástico, empeoró rápidamente y terminó en el
cagadero.
Story se había ido cuando me desperté, el recuerdo de lo que le había hecho durante la
noche era un dolor en mis bolas. La idea de por fin, finalmente, tenerla como yo quería, como
una muñeca de trapo en mis manos, me alimentó durante mi paja matutina en la ducha.
Esperaba algún tipo de reacción violenta durante el desayuno. Lágrimas, gritos o llanto a uno
de los chicos. Pero no lo hizo. Estaba fría, pero eso no es nada nuevo para mí.
Pensé en ella todo el día, en cómo era estar dentro de ella, tener completo control y
dominio sobre su cuerpo. Y cuando llegué a casa y descubrí que ella y Tristian se habían ido a
alguna parte... bueno, no estaba feliz. Le dije que lo que hacía antes de que yo llegara a casa era
asunto suyo. Y luego esa foto del auto de Pérez apareció en un mensaje de texto.
Inmediatamente, supe que era Tristian. Maldito insecto psicótico. Probablemente sea un milagro
que haya esperado tanto tiempo.
Pero al mirarla, toda esa molestia se desvanece.
Siempre he tenido una predilección por el orden. Compulsivo, dirán algunos. Pero nada
se siente del todo bien hasta que todo está en su lugar. Tengo esta maldita y molesta conciencia
cuando algo está fuera de lugar. No puedo evitarlo, no quiero hacerlo. Porque ese momento en
que las cosas encajan, cayendo en lo que deberían ser, es mejor que el sexo. Se desliza por mi
columna como una cálida caricia, instalándose en el centro de mis huesos y enroscándose
alrededor de la médula.
Así es como me siento ahora mismo, viendo a Story en mi cama.
Este es su lugar.
Aquí es donde pertenece.
¿Por qué nadie más puede verlo?
Creo que estas dos últimas noches han sido las únicas en las que la conciencia molesta y
fuera de lugar me ha abandonado por completo. Cuando desapareció hace tantos años, separé
los zarcillos que nos entrelazaban, y parecía fácil. Su madre. Mi papá. Nuestro baño compartido.
Mi rutina de colarme en su habitación para verla. Su casillero en la escuela, siempre cubierto
por dentro con pegatinas brillantes. Su asiento en la mesa de la cena. El cuarto de lavandería…
La aparté metódicamente de ellos, mentalmente. Ya no era una cosa que requería un
lugar. Se fue. Nulo. Espacio vacío y silencio. Parecía fácil.
Ahora, me doy cuenta de que en realidad nunca funcionó. Ahora, está en mi cama,
acurrucada alrededor de mi almohada, y tengo esa sensación asentada en la médula, tan aguda
que hace que me tiemblen las manos. Ahora, es mía, y no importa que no me quiera de vuelta.
Ahora, he ganado.
Acecho en silencio hacia mi premio, observando cómo el brillo de la ventana cae sobre
su piel desnuda como una manta. Es tan jodidamente provocadora, también. Ni siquiera se
metió debajo de las sábanas. Ni siquiera se molestó en cubrirse, solo quería que entrara y me
asegurara de que siguiera mis órdenes. Probablemente lo hizo con rencor, con amargura,
imaginando que me lo estaba tirando a la cara.
En cambio, solo se ve obediente y atractiva. Un escalofrío de anticipación zumba a través
de mis bolas, pero me tomo mi tiempo con esto, caminando alrededor de la cama,
empapándome de la vista. Anoche, había estado impaciente y codicioso, me apoyé contra su
trasero y la llené. Esta noche, alargo la mano y paso un solo dedo por la suave línea de su pierna.
Está mucho mejor que la noche anterior, con esa ridícula lencería que Tristian había elegido
para ella.
No me importaría compartirla con ellos si pensara que realmente la aprecian. Pero ambos
tienen la maldita intención de vestirla como una pequeña zorra. Quieren borrar su suavidad y
dulzura, y reemplazarlo con labios rojos y encaje y mierda artificial. Las chicas así valen un
centavo la docena. Es como comprar un bistec premium, y luego cocinarlo bien cocido y rociarlo
con kétchup.
Derrochador.
Ella suspira en sueños, acariciando la almohada, pero no se despierta cuando mi dedo
asciende por su muslo, su cadera, la caída de su cintura, el lado tierno de su pesada y llena teta.
Me quedo ahí solo un momento, observando cómo se le pone la piel de gallina, y luego me
desvisto.
No está en mi cama voluntariamente. Sé eso. La quiero desigual y luchando por una
sensación de control. El hecho de que convenciera a Tristian para que la llevara con él a quemar
ese auto demuestra el poder que tiene sobre los hombres, incluso sobre los Lords. Siempre ha
sido así. Con los Sugar Daddys. Con mi padre. Se mete debajo de la piel de la gente. Hace que
la deseen. Nos hace querer lastimarla.
Mi pene ha estado casi duro todo el día, mi mente regresa constantemente a este lugar.
Qué delicada había estado. Esa pequeña arruga entre sus ojos mientras la follaba. La contracción
en su sueño de sus dedos cuando pellizqué sus pezones.
Joder.
Podría hacer esto todas las noches por el resto de mi vida, y aun así no sería suficiente.
Es agradable y flexible cuando toco su hombro, colocándola sobre su espalda. Nunca tuve
las agallas para hacer esto en ese entonces, tenía demasiado miedo de que se despertara para
molestarse con cosas como malearla, abriéndola para mí.
Esta noche, coloco una mano entre sus rodillas y las separo suavemente. Se abren
fácilmente para mí, y apenas se mueve cuando los abro más, doblando las rodillas para dejarme
espacio mientras me subo a la cama entre ellas.
Su piel es tan pálida etérea como siempre, pero todas las mejores partes de ella son de un
rosa ferviente y sonrosado. Sus pezones turgentes. Su bonito coñito. Sus labios carnosos. Sus
adorables y dulces mejillas. Es una lucha elegir cuál quiero disfrutar primero.
Apoyándome sobre ella, elijo sus labios, entreabiertos en el sueño. Los trazo con mi
lengua, sintiendo el cálido lavado de su aliento mientras respira uniformemente. Mantengo mis
besos superficiales y lentos, pasando una palma por su costado, ahuecando el peso de su pecho
en mi mano. Anoche se corrió con el nombre de Rath en los labios.
Esta noche, será mía.
—Sabes a quién perteneces —le susurro al oído, tocando suavemente su pezón—. Dilo.
Inhala y exhala y no dice nada.
—Está bien —le digo—. Tengo toda la noche.
Deslizo mi mano hacia su vientre, sus músculos se contraen mientras la arrastro más abajo,
al mismo tiempo ansioso por descubrir lo resbaladiza que está y temiendo saber que es por
Tristian.
Cuando me sumerjo entre sus piernas, los dedos deslizándose a través de sus pliegues, me
detengo, temblando.
Jesucristo, está jodidamente empapada.
Presiono mi boca en la cueva sobre su clavícula y exhalo irregularmente, empujando un
dedo dentro de su coño. Tan sutilmente que alguien más podría haberlo pasado por alto, sus
paredes se aprietan a mi alrededor.
—No estás adolorida, ¿verdad? —Mi dedo bombea hacia adentro y hacia afuera—. Sólo me
lo estabas guardando. Dilo. —Arrastrando el lóbulo de su oreja entre mis dientes, exijo—: Di mi
nombre.
Nada.
Se queda tan quieta cuando duerme. Incluso cuando estoy con los nudillos profundamente
dentro de ella. Incluso cuando estoy frotando mi pulgar en su clítoris hinchado. Incluso cuando
mis labios están tirando de los suyos, suaves, chupando y tomando. Story yace perfectamente
inmóvil.
Incluso cuando empujo mi polla en su apretado coño.
Tengo que detenerme un segundo para recuperar el aliento, enterrado a medio camino
dentro de ese calor húmedo y perfecto. No se ha movido ni un poco. No hay forma de que el
estiramiento no la lastime.
Su única respuesta es la arruga superficial en su frente.
Arrastro mis caderas para sumergirme más profundo, y al igual que las otras veces, tengo
este momento candente de caos total dentro de mi cerebro. Es la parte de mí que quiere
destrozarla. Quiere clavar mis dedos en su carne y marcarla con mis moretones. Quiere follarla
duro y brutalmente, hacerla sangrar con lo mucho que necesito reclamarla. Quiere desarmarla,
pieza por pieza, hasta que pueda cubrirse con ella.
Y luego quiere volver a armarla.
Entonces, con mucho cuidado.
Sé que esta es la parte de mí que la asusta. Joder, esta mierda también me asusta. No hay
nada peor que no tener el control, guiado como un esclavo sin sentido por la cosa salvaje y
agitada que quiere herir, acariciar y poseer. Es la razón por la que nunca puede quererme,
amarme, aceptarme. Si supiera cuántas veces la empujé hacia abajo, cerré los puños y la dejé ir,
entonces tal vez podría perdonarme por las veces que no pude.
Pero probablemente no.
Así es como la follo, como un hombre a punto de liberarse, aferrándome con tanta fuerza
que es un dolor físico no ceder. Su cuerpo apenas se mueve con el cuidado con el que la follo.
Probablemente así es como ella cree que lo quiere. Lento, dulce y cauteloso. Tristian y Rath no
se la follarían así. Rath sería duro e implacable hasta que ella temblara y suplicara. Tristian
probablemente envolvería sus dedos alrededor de su cuello hasta que su cara se pusiera azul.
Soy el único que puede hacer esto, sosteniendo mi boca contra la de ella mientras mi pene se
desliza dentro y fuera de ella.
Cuando empujo hacia abajo, tan profundo como puedo, finalmente hace un ruido. Es
más, como un respiro, la verdad. Hunde la cabeza en la almohada y jadea, y sé que está a punto
de decirlo. Puedo decirlo por el fruncimiento de su frente, la forma en que sus muslos se doblan
alrededor de los míos, el salto en su garganta, que va a hablar.
—Dilo —exijo, arrastrando mi pene dentro y fuera—. Di mi nombre.
Hay una respiración entrecortada, sus dedos se curvan, y luego un gemido bajo y
somnoliento. —Tristian.
Me congelo, mi pulso se acelera mientras veo su nombre salir de sus labios. Mi visión se
vuelve roja y, de repente, esa cosa salvaje y palpitante se abre paso, alcanzando su mandíbula y
tirándola hacia mí. —¡Despierta, carajo!
Sus ojos se abren y luego me mira, y maldita sea, esto no es lo que quería. ¿Por qué nunca
nada puede salir como yo quiero? Aprieto, los dedos que se clavan en su mandíbula, y luego
golpeo mi pene contra ella, viendo sus dientes apretarse en un susurro.
—¿Por qué —gruño, follándola—, tienes que ser una maldita perra?
Sus cejas se fruncen, sus ojos brillan con una malicia de la que dudo que sea capaz. —Vete
a la mierda —gruñe de vuelta, sujetando mis bíceps, clavando las uñas con fuerza en el músculo.
Mis bolas se estiran con fuerza, pero lo evito, aumentando el poder de mis embestidas
hasta que mi cabecera se golpea contra la pared. Con cada “explosión” aguda, esa hendidura
entre sus ojos se vuelve un poco más nítida, un poco más profunda, hasta que su rostro se arruga,
y sus ojos se cierran.
—¡Abre tus ojos! —chasqueo—. Quiero que veas quién te está follando.
En cuanto lo hace, me arrepiento de haberlo dicho. La ira y el odio probablemente todavía
están allí, enterrados bajo la superficie, pero eclipsándos con algo nervioso y pellizcado.
La estoy lastimando.
Me congelo, jadeando a través del rechinar de dientes mientras miro su mueca de dolor.
Vino aquí mojada, abierta y lista. Probablemente ni siquiera hubiera costado mucho empujarla
al límite. Ahora, está toda enrollada y cerrada, alejándome.
—¡Maldita sea! —Me alejo, mi polla resbalando fuera de ella, y en el segundo que tengo un
pie en el suelo, sus rodillas se cierran de golpe. Me tomo un momento para alejar a esta cosa
violenta y enojada, porque quiere seguir follándola así. Quiere decirle que esto es su culpa. Si
ella hubiera estado pensando en mí una puta vez, podría haberlo guardado bajo llave. Podría
haberla follado suavemente, podría haberlo hecho bien para ella.
Me está mirando ahora. Puedo sentir su peso en mi cuello mientras tiro de mi cabello, la
mandíbula chasqueando con el rechinar de mis dientes. Respiro hondo, tratando de liberar la
tensión de mis hombros. Esto es lo que me pasa por despertarla. Duro como las uñas y sin
ningún lugar donde poner mi polla.
Cuando vuelvo a mirarla, me observa con cautela, lentamente arrastrando la manta sobre
ella.
A la mierda eso.
Aparto la manta y regreso entre sus piernas, separando sus muslos. Ella hace un sonido
de sorpresa, sus músculos se agarrotan, pero le disparo una mirada.
—Solo relájate.
Pero no lo hace, clavando sus talones en el colchón.
No me impide agacharme y lamer una línea caliente en su coño. Se pone rígida bajo las
manos que tengo plantadas en cada muslo, abriéndola para mí. Pero no dura mucho. Tan pronto
como mi lengua llega a su clítoris, los tendones debajo de mis palmas se vuelven flexibles y
flojos. Levanto la vista para mirarla, parpadeando con los ojos muy abiertos hacia el techo
mientras le lamo el coño. Puedo decir que está apretando las sábanas con el puño, puedo sentir
los dedos de sus pies contra mi costado, puedo ver su pecho subir y bajar en una inhalación
codiciosa.
Paso unos minutos allí, trabajándola de regreso a donde había estado antes. Me pregunto
qué diría si supiera que es una de las dos únicas chicas por las que he hecho esto. La primera
fue simplemente un experimento para ver si me gustaba. No me gustó, así que nunca lo volví a
hacer. No hasta la noche que tomé la virginidad de Story.
Toma un tiempo, pero eventualmente comienza a moverse contra mi lengua, sus caderas
moviéndose debajo de mí, buscando, inquietas. A pesar de no haberme gustado con esa otra
chica, me encuentro hambriento por parte de Story, agarrando su trasero y lanzándola hacia mí,
moviéndola hacia abajo para deslizar mi lengua en su coño. Sabe a carne, mujer y algo
vagamente metálico, y cuando dejo escapar un gruñido de satisfacción, hace el sonido más dulce.
—Oh, Dios mío —jadea, soltando las sábanas solo para meter esos dedos en mi cabello en
su lugar, y sí. Joder, sí. Esto era lo que quería. Ella se retuerce debajo de mí, la nariz arrugada
de placer, el labio atrapado entre los dientes mientras gime y sostiene mi boca contra ella. Es
mejor que cuando está dormida, esta tontería, impulsada por su propio coño, sin siquiera
importarle quién es, mientras siga haciéndolo así.
No pasa mucho tiempo antes de que sus muslos empiecen a temblar, su boca se abre con
sus suaves gritos, sus caderas contra mi lengua. Ahora está completamente abierta, con las
piernas separadas sin necesidad de separarlas, y sé cuándo se correrá porque sus hombros
comienzan a curvarse, los dedos tiran de mi cabello lo suficientemente fuerte como para picar.
Puedo sentirlo revoloteando a través de ella, justo en la punta de mi lengua. Cada músculo
de su cuerpo se tensa y su pecho se contrae con un grito ahogado.
Se libera en una exhalación breve y sollozante. —Killian.
Me levanto, agarrando mi pene y empujándolo dentro. Sus paredes todavía se están
apretando con su liberación, su delicado cuerpo debajo del mío se estremece cuando fuerzo mi
pene en él. Se necesita todo lo que tengo para mantenerlo superficial y rápido, pero está tan
mojada de nuevo, mojada por mí, que apenas se necesitan una docena de bombeadas antes de
que me ponga rígido, cubriendo sus entrañas con oleadas largas y estremecedoras de mi
eyaculación.
Cuando abro los ojos, me mira fijamente, su frente brilla con una fina capa de sudor. Hay
una especie de suavidad aturdida en sus ojos, como si se estuviera preguntando cómo llegó aquí.
Me alejo antes de que recuerde.
Poniendo mi brazo sobre mis ojos, recupero el aliento y trato de evitar su presencia a mi
lado. Hay un ventilador funcionando al otro lado de la habitación, y durante mucho tiempo, eso
es todo lo que escucho.
No me doy cuenta de que estoy medio dormido hasta que su voz me despierta por
completo.
—¿Por qué me haces esas cosas cuando estoy durmiendo? —Su voz es contemplativa, hecha
a partes iguales de confusión y disgusto.
¿Por qué?
Porque hace un calor de cojones. Porque es la única vez que me he sentido en control con
ella. Porque es la única vez que no me dice que no. Porque eso significa que no me está mirando
con ese odio frío y distante en sus ojos.
No levanto el brazo de mis ojos. —Porque jodidamente quiero. —La habitación vuelve a
quedar en silencio, pero prácticamente puedo escuchar su insatisfacción con la respuesta.
Continúa lo suficiente como para que probablemente no espere nada más. Apretando la mano
en un puño, agrego—: Es la única vez que puedo hacer eso sin lastimarte.
No es una explicación.
Es una advertencia.
Hay un largo latido de silencio, y luego puedo escuchar un movimiento suave, su cabeza
girando. —¿Por qué?
Esta vez no respondo, dejando que el aire refresque mi piel acalorada. Solo entonces me
doy cuenta de que el sonido de un piano amortiguado se desliza por el techo. Rath. No hay
posibilidad de que los dos no pudieran escuchar la cabecera golpeando contra la pared.
Probablemente estén enojados por eso. A la mierda si me importa, ya que tengo que
transportarme hasta el Lado Sur mañana para limpiar sus desastres.
—¿Puedo irme ahora? —Story cambia, rodando como si pudiera estar fuera de la cama en
el espacio de un latido.
—No.
Hace una pausa. No necesito verla para saber que está cubriendo su pecho desnudo. —
¿No has terminado?
Finalmente, levanto el brazo de mis ojos y digo —¡Vete a dormir!
Se estremece de nuevo en su lugar, la cara arrugada con el ceño fruncido. —¿Puedo al
menos ir a tomar una ducha? —Una ducha. Eso significa que quiere lavar todo lo que acabo de
poner en su cuerpo.
—No.
Inhala con rapidez, claramente molesta. —Está… en mis muslos. Se va a poner todo seco,
escamoso y asqueroso. —Está hablando en ese tono agudo y desagradable que hace que mis
sienes palpiten.
Por el amor de Dios, ¿no puede un chico disfrutar de un maldito sueño?
Conteniendo un gruñido, salto de la cama, pisoteando la puerta y abriéndola. La tiro detrás
de mí, sabiendo que no necesito decirle que se quede quieta. Camino hacia el baño,
completamente desnudo y demasiado tenso para un chico que acaba de tener una buena follada.
Mojando un trapo, lo paso sobre mi propia polla primero, mirando mi reflejo en el espejo. Tenía
que despertarla, ¿no? No podía simplemente haber disfrutado el momento con su cuerpo inerte.
Ahora tengo que manejarla.
Está sentada cuando vuelvo, con la manta apretada contra su pecho, haciendo una mueca
cuando atravieso la puerta. Me detengo ante la incertidumbre en sus ojos, la forma en que sus
hombros están altos y tensos.
Relajando mis rasgos, camino hacia la cama y le digo: —Recuéstate y abre las piernas.
Algo en su expresión se derrumba ante la orden, pero hace lo que se le dice, bajando
lentamente sobre su espalda, con la garganta moviéndose mientras traga mientras deja que sus
rodillas se desmoronen. Claramente, no lo quiere. No me quiere cerca. No quiere ser tocada.
No quiere mis ojos en ella.
Esto, quiero decir. Es por esto que lo hago cuando estás dormida.
En cambio, me arrastro entre sus piernas y las separo, fijando mis ojos en su coño. Se ve
rojo y bien usado, y mi pene da un tirón débil al ver mi esperma goteando de ella. Dios, ¿cuánto
tiempo soñé con esto? Esas largas noches viéndola en la escuela secundaria, de pie junto a su
cama, acechando en un rincón, sintiendo sus labios contra la cabeza de mi polla...
Y ahora está tan llena de mí que está goteando.
Como si estuviera en trance, me acerco a donde se está escapando, recojo mi liberación
con el movimiento de la yema de un dedo y la empujo hacia adentro. Ella se pone tensa, sus
muslos se cierran, pero mantengo mi dedo allí, a mitad de su coño.
Miro fijamente sus ojos nerviosos y alarmados, y la confesión me sale como un exorcismo,
hosco y forzado. —No estaba tratando de lastimarte.
Ella parpadea hacia mí, sus labios presionando en una línea infeliz. —¿Desde cuándo?
Mi rostro se endurece, porque no tiene ni puta idea, ni puta idea, cuánto no la lastimo.
Que la estoy taponando con mi dedo para mantener mi corrida dentro de su coño, pero no creo
que ese conocimiento sea bienvenido en este momento.
Hago los movimientos para limpiarla, pasando el trapo por el interior de sus muslos,
suavemente mientras lo trabajo sobre su centro rojo e inflamado. Está rígida pero obediente,
fijando los ojos en el techo mientras la limpio de nuestros fluidos. Story tiene una piel realmente
delicada, tan tersa y de aspecto suave. Me gusta más cuando está recién bañada, con un olor
dulce y nuevo, libre de las caricias y la suciedad de los demás. Pero esto es casi mejor, sabiendo
que está llena de mí, llevándome dentro de ella, toda la noche y todo el día.
Justo en ese momento, su estómago suelta un rugido fuerte y exigente.
Su mano vuela a su vientre, las mejillas sonrosadas. —Em...
Mis ojos se estrechan y me enfado aún más por su pequeña aventura con Tristian.
Realmente debe haberlo molestado si la llevó a tomar un helado y poco más. Se supone que
este es su trabajo, preocuparse por cuánto come y qué tan limpia está. Y aquí estoy, lavándola.
Aquí estoy, poniéndome mis bóxers y dejando la cálida comodidad de mi cama para bajar
las escaleras y encontrar algo para alimentarla.
Jesucristo.
No hay nada preparado. La Sra. Crane no planea exactamente un refrigerio nocturno
posterior al sexo, así que le preparo un sándwich de mantequilla de maní y mermelada, echando
humo con cada golpe del cuchillo. Esto no es lo que hago. Se supone que debo encontrarla en
mi cama, usarla como mi juguete personal y luego quedarme dormido, cansado, jodido y feliz.
En lugar de eso, estoy pisando fuerte las escaleras con un plato en una mano y un vaso de
leche en la otra.
¿Qué clase de mierda retorcida con sabor a Príncipe es esta?
Se está mordiendo la uña del pulgar cuando vuelvo a cruzar la puerta, usando mi pie para
cerrarla detrás de mí. Al igual que antes, salta ante el sonido, poniendo sus rodillas en su pecho.
No me detengo esta vez, pero todavía me molesta. Nunca la he lastimado antes.
Excepto esa vez.
Bueno, esas dos veces.
Lo que sea, esas eran circunstancias especiales. Solo estoy molesto y demasiado cansado
para preocuparme por mantener un exterior fresco. Debe aprender jodidamente a lidiar con
eso.
Dejo el plato y el vaso junto a ella en la mesa auxiliar, gruñendo: —Cuéntale a Tristian
sobre esto y él te dará una jodida reprimenda.
Se queda mirando el sándwich con una expresión suelta y estupefacta, pero no dice una
palabra mientras me dirijo a mi escritorio y abro la computadora portátil allí. Trato de ignorarla
mientras lo recoge, pero no me pierdo del olfateo o la forma en que me mira, sospechosa e
insegura.
Respondo un par de correos electrónicos mientras ella come, moviéndose incómodamente
al pensar en migas en mi cama. Ahí es cuando veo la nueva adición a la hoja de cálculo. Es
inútil. El juego de los Lores ha terminado. La virginidad de Story se ha ido. Los únicos puntos
que importan ya son los que están entre las casas.
Pero Tristian ingresó puntos por “Mamada” con una variante de “En carretera”,
otorgándose cien puntos sólidos. Mis labios se curvan ante el número, sabiendo que solo lo
ingresó para provocarme. No funciona. De hecho, es solo una prueba de que soy el ganador
aquí. No la ha follado todavía. Soy el único hombre que lo ha hecho. Levantando la vista, la
observo arrancar con sus dedos un pedazo del sándwich antes de llevárselo a la boca, luciendo
inquieta pero relajada.
Por ahora, es mía y solo mía.
Espero a que termine, tragando el resto de la leche, antes de cerrar la computadora portátil.
Se ve menos nerviosa que antes mientras me dirijo pesadamente a la cama, acomodándome en
mi lugar. Meto el brazo detrás de la cabeza y trato de hundirme en el agotamiento del día,
evitando pensar en el mañana. Forsyth, los Lords, el Lado Sur... todo es un juego aquí. Soy
bueno jugando, pero a veces me gustaría no tener que hacer malabarismos con tanto.
Hay un hundimiento del colchón antes de que nuestra piel se encuentre, una mejilla fría
presionando mi hombro. Me sobresalta, mis músculos se tensan ante la repentina invasión, pero
por alguna razón no puedo hacer nada más que quedarme allí mientras Story se acomoda a mi
lado. Mis ojos se abren de par en par, boquiabierto en la parte superior de su cabeza mientras
se acomoda contra mí, una rodilla arrastrándose sobre mi muslo, sus suaves tetas presionando
mis costillas.
—Gracias —susurra, apoyando su mano en mi pecho.
Observo su mano, la uña del pulgar mordida irregularmente, la muñequera que la marca
como propiedad nuestra, la forma en que sus dedos se curvan contra mi piel.
Y mi lengua no funciona.
Está pegada al paladar, fusionado de alguna jodida manera imposible, porque en ningún
universo Story estaría abrazándome en este momento.
En ese instante un enjambre de pensamientos a la velocidad del rayo. Tal vez Tristian
tenía razón todo el tiempo. Tal vez las tácticas de Príncipe funcionen. Tal vez todo lo que se
necesita es el más mínimo acto de bondad, incluso a pesar de todo lo que le he hecho, ella se
aferrará al gesto con fuerza. Tal vez la hemos roto. Quizás es más tonta de lo que pensaba.
Tal vez podría ser mía.
Lentamente, a regañadientes, deslizo mi mano desde detrás de mi cabeza y la rodeo,
atreviéndome a deslizar mis dedos por su espalda desnuda. Es un movimiento cauteloso, de
prueba, más sobre mí que sobre ella. ¿Es esto algo que quiero? ¿Quiero sentirla, cálida y
soñolienta contra mi costado mientras dormimos? ¿Me gusta? ¿Está bien?
Bueno.
No está mal.
En voz baja, ella pregunta: —No dejarías que nadie me lastimara, ¿verdad?
—¿Qué? —Hago un gesto de asombro ante la pregunta, pero es superado por la forma en
que se siente, acurrucada toda pequeña y vulnerable en mi cuerpo.
—Si alguien quisiera lastimarme —aclara—, ¿me protegerías?
Desconcertado y perdido, desvío la mirada de su cuerpo terso y cabello brillante. —Lo
hice antes, ¿no?
Hay un tramo de silencio, y en algún momento comienza a trazar el tatuaje en mi pecho,
la mano apenas se mueve con los circuitos abrasadores. —Pero si alguien lo hace. Si me hacen
daño. Tú... —Se detiene, la voz flotando en una fina exhalación.
Presionando mi palma en su espalda, inhalo el aroma de su cabello. Suavemente,
respondo: —Los mataría.
Ella acaricia su mejilla en mi hombro. —Bueno.
Bueno.
Me da una sensación incómoda, como si acabara de firmar un contrato del que no conozco
los términos. Pero es tan difícil que me importe cuando se está quedando dormida contra mí,
sin estremecerse ante mi toque.
Capítulo 7
STORY
Killian ronca.
Lo escucho toda la noche debajo de mi oído mientras su pecho sube y baja. No me di
cuenta de que sería tan fácil. Todo lo que necesité fue fingir que dormía, nombres susurrados,
una muestra de debilidad, un poco de vulnerabilidad y un poco de gratitud dulcemente ofrecida.
Se durmió oliendo mi cabello y deslizando sus dedos por mi columna.
Duermo a trancas y arrebatos, sin querer moverme de mi lugar contra él. Es la primera
vez que me tocan así, me satisfacen así, y no siento remordimiento ni vergüenza. Killian no me
engañó. Yo lo engañé. Lo manipulé para que me diera placer, y mi hermanastro puede ser un
monstruo, pero es bueno enterrando su rostro entre mis piernas y provocándome. Mis huesos
todavía se sienten blandos y llenos de hormigueo fantasma.
De todas maneras, espero poder hacer que lo haga de nuevo.
Pronto.
Me voy justo antes del amanecer, no porque quiera, sino porque es lo que él estará
esperando. A decir verdad, podría jugar con él un poco más, ver si puedo lograr que vuelva a
hacer eso con la lengua. Pero no sería bueno presionarlo demasiado tan pronto.
Finalmente me ducho, de pie bajo el vapor, y es diferente a ayer por la mañana. No siento
que esté reclamando mi cuerpo. Nunca fue otra cosa que mío. Es una emoción tan intensa que
mi mano desciende, mojada y resbaladiza, hasta el lugar entre mis muslos. Exhalo en el vapor
mientras empujo mi clítoris, reemplazando el recuerdo de la lengua de Killian con mi propio
toque.
Me congelo cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo.
Creo que estoy un poco caliente.
No porque algún asqueroso me obligue a estarlo, sino simplemente porque se siente bien.
Espero la oleada de humillación y vergüenza, pero todo lo que siento es el latido de mi corazón,
ansioso y esperando.
Aun así, las reglas son las reglas.
Eso es lo que me digo mientras salgo de la ducha y busco mi teléfono. Pero esto no tiene
nada que ver con la obediencia. Abro el chat grupal y escribo mi solicitud.

Lady: Buenos días, Lords.


Lady: Necesito permiso.

Me levanté antes que ellos, así que tengo que esperar unos minutos para obtener alguna
respuesta. Me la paso eligiendo mi atuendo para el día, casi lamentando haber destruido todos
esos lindos vestidos que Killian había elegido para mí. Habría sido la jugada perfecta vestirse
para él después de lo ocurrido anoche. Eso puede ser demasiado…
En su lugar, me visto de nuevo para Tristian.
Finalmente, mi teléfono suena con una respuesta.

Lord Tristian: ¿Permiso para qué?

Lady: Me gustaría... divertirme.

Lord Tristian: ¿Estás preguntando si puedes masturbarte?

Lady: Sí. Por favor.

Lord Tristian: ¿Puedo mirar?

Lord Dimitri: ngado.

Miro el mensaje mal escrito de Rath, la ira hinchando mi pecho. Todavía está enojado
porque elegí a Killian sobre él. Si planeo vengarme, entonces tendré que suavizar eso. Sin
embargo, la idea de inclinarme y arrodillarme ante él hace que mi estómago se revuelva. Es más
difícil con él que con los demás. Tristian tiene una vena cruel con la que no quiero verme en el
lado equivocado, pero a su manera extraña y retorcida, se preocupa por mí, incluso si es solo
como una posesión preciada. Mantener a Killian cerca siempre va a ser una tarea difícil, pero
cuanto más lo hago, menos aterrador se siente.
Pero Rath fue el primero en romper un pedacito de mi corazón.
Como no voy a correrme pronto, y no soy lo suficientemente estúpida como para creer
que no sabrían si lo hago, reviso mi antiguo correo electrónico por costumbre. He estado
actualizando la bandeja de entrada durante los últimos tres días, esperando una respuesta de
Ted. Le envié esa foto con la esperanza de provocarlo. Me acurruqué con Killian anoche para
asegurarme de que todavía sería una defensa viable contra él. Hice una docena de movimientos
pequeños pero monumentales para posicionar a los cuatro uno frente al otro como misiles
cruzados. Es un juego peligroso, una decisión tomada impulsivamente, pero ahora no hay vuelta
atrás.
Mi sangre todavía se hiela cuando veo el correo electrónico en mi bandeja de entrada.
Caigo como un saco de rocas al pie de mi cama, y los puntos en el borde de mi visión son
lo único que me alerta del hecho de que estoy conteniendo la respiración. La dejo salir en una
exhalación entrecortada, con el pulgar temblando mientras abro el correo electrónico.

¿Creíste que me sorprendería, Dulce Cereza? Pues no lo estoy. Por supuesto, eres una
puta. Podrías haber sido apreciada, pero prefieres que te usen como un agujero barato. Lo vi en
ti hace tantos años. Siempre haciendo alarde de ti misma, entregando tu cuerpo a todos esos
hombres mayores, y aun así mirando a hombres más jóvenes. Tontamente, pensé que podría
hacerte entrar en razón. Ahora sé la verdad. No eres mejor que la basura.
Un desperdicio. Realmente eras una cosa tan dulce y bonita. Ahora no eres más que otra
zorra en busca de tu próximo depósito. ¿Quieres saber qué planeo hacer al respecto? Muy bien.
Tomo mis restituciones en carne y hueso.
TED

Lo leí tres veces, la realidad de todo se volvió demasiado real. Esta no es la estrategia
intangible que se ha estado gestando en mi mente. Esto es jugar con algo más caliente que el
fuego, más afilado que una hoja. Por un breve momento, me invade una ola de puro terror que
me adormece los huesos.
No dura mucho.
Esta es siempre la forma en que estaba destinado a ser. Killian, Tristian, Rath, Ted... todos
merecen el destino que les espera. Si puedo seguir jugando, entonces existe la posibilidad de
que pueda ganar. ¿Y si pierdo?
Es mejor que darse la vuelta y simplemente aceptar la derrota.
Los chicos, todos ellos, se han ido cuando bajo. Es sobre todo un alivio, ya que todavía estoy
fuera de balance por recibir el correo electrónico, y he perdido por completo el hilo de acción
con respecto a Killian. ¿Cómo debo actuar cerca de él? ¿Debería sentarme en su regazo?
¿Debería darle un beso? De alguna manera, dudo que sea bienvenido o lo suficientemente sutil
como para pasar desapercibido.
—Están fuera manejando asuntos de Lords esta mañana —es lo que Martin me dice mientras
tomo mi lugar en la mesa. Cualquiera que haya sido la prisa, no impidió que Tristian se
asegurara de que tuviera un desayuno nutritivo.
—Ten —dice la Sra. Crane, dejando caer un plato de algo blanco, verde y asqueroso frente
a mí—. No me preguntes qué es el lodo marrón. La ignorancia es grata. —Mirándome, dice—: ¿Y
bien? ¡Por la escotilla, señorita! No voy a escuchar el dolor de estómago de ese hijo de puta
cuando descubra que su precioso y pequeño juguete sexual no recibió sus minerales y vitaminas.
—¿Hay alguna posibilidad de que haya un paquete de galletas en la cocina? ——pregunto,
haciendo una mueca ante la tortilla blanda de clara de huevo. Lo picoteo con mi tenedor,
revelando espinacas y algún tipo de sustancia de carne falsa—. ¿Incluso un waffle pre hecho?
¿Una taza de cereal?
—Esto es lo que me dijeron que te sirviera —dice.
—¿Y siempre haces lo que te dicen? —Pregunto, genuinamente curiosa—. Eso realmente no
luce como algo qué harías. —Cuanto más lo pienso, más me pregunto sobre la dinámica. La Sra.
Crane no tiene problema en replicarles, y ellos no tienen problema en aceptarlo. Sin embargo,
todavía sigue sus órdenes.
Me da una sonrisa que es más burlona que cualquier otra cosa. —Tenemos la misma racha
rebelde, ¿verdad? Que lindo.
Encogiéndome de hombros, ofrezco: —Tal vez no es rebelión. Tal vez se trata solo de
integridad.
—¿Integridad? —Laza una risa áspera—. Dios, sálvame de otro bonito juguete de mierda
llorando por su integridad. ¿Quieres saber dónde te llevará la integridad? A ninguna parte,
haciendo una puta mierda. La gente en la cuneta tiene integridad. Tomaré un techo sobre mi
cabeza y un lugar seguro para dormir, cualquier día. Supervivencia significa sacrificio. Deberías
saber eso mejor que nadie en este momento, pequeña chica.
Probablemente tenga razón.
Recojo mi tenedor y lo apuñalo en los huevos grumosos. El menú es sólo la mitad del
problema. La Sra. Crane no es muy buena cocinera, por lo que los huevos están demasiado
cocidos, la espinaca tiene un color gris marchito y la mancha marrón no es ni remotamente
identificable. Estoy a punto de dar el primer bocado cuando me arranca el tenedor de la mano.
—Solo… olvídalo. —Sacude la cabeza, sus labios arrugados se fruncen en una mueca—.
Sígueme, pequeño juguete de mierda.
Se mueve rápidamente, y salto de mi silla, corriendo detrás de ella hacia la cocina. Tira el
plato en el fregadero y entra en la despensa. La despensa de los Lords no es un pequeño armario
estándar lleno de estantes de comida. Es una habitación entera con suficiente comida para
alimentar a un cuartel del ejército. No es sorprendente. Ella alimenta a tres hombres
hambrientos, además del resto de la fraternidad, varias veces a la semana. Puede que no sea una
buena cocinera, pero tiene que hacer mucho.
La Sra. Crane se detiene en un estante que contiene paquetes de productos básicos de
tamaño industrial como sal, azúcar y harina. Busca detrás de un contenedor de arroz y mueve
una pequeña palanca. Un momento después, la puerta se abre, revelando una segunda
habitación.
—¿Qué es esto? —pregunto, siguiéndola adentro. La habitación es acogedora, con una silla
que parece cómoda y un bonito televisor montado sobre un escritorio. Las librerías se alinean
en la pared. Hay una pequeña cocina separada y puertas en todas partes, tal vez un dormitorio
y un baño. Se acerca a un gabinete y saca una caja de cereal de alegres colores.
—La leche está en el refrigerador —gruñe, agarrando un tazón y una cuchara. Abro su
refrigerador y saco la caja, maravillándome de la vivienda. Asiente con la cabeza a todo lo que
está en el mostrador—. Vamos, prepárate un tazón. —Más bajo, en un tono quejumbroso, agrega—
: Me estoy volviendo jodidamente suave.
Hago lo que me dicen. —¿Vive aquí? —pregunto, sirviendo un tazón generoso del cereal
azucarado y luego cubriéndolo con leche. El primer bocado es un estallido de cielo precioso,
dulce e insalubre.
Asiente hacia otra puerta. —Vivo por allí.
Me meto más cereal en la boca y reflexiono: —No sabía que esta casa tenía cuartos secretos
y esas cosas.
Sus cejas se arquean. —Hay muchas cosas sobre esta casa que no sabes.
Tiene razón, otra vez, aunque cada día aprendo más. Como las cámaras y las cerraduras
que en realidad no funcionan. Mastico mi cereal lentamente, saboreando la mezcla azucarada.
—¿Hay algo más que deba saber? Ya sabe, ¿para ayudar a ser una mejor Lady para mis Lords?
Ella lanza una risa abrupta. —No te molestes en actuar por mí, chica. No soy un chico de
fraternidad idiota. —Sacudiendo la cabeza, saca un paquete de cigarrillos de su cárdigan y los
golpea en la mesita—. Son hombres. Los hombres son simples. Todo lo que quieren es un buen
par de piernas para abrir y una boca que se abra para algo más que hablar. Quieren buenas
tetas y una caricia apretada y resbaladiza para sus egos. Sé un bonito juguete para ellos. Se
comerán esa mierda con cuchara.
—Desearía que no me llamaras así —digo, dejando mi tazón. El título está destruyendo
rápidamente mi apetito.
Burlonamente pone una mano en su pecho. —¿Quiere que la llame Lady?
—No —arguyo, con el estómago hundido por la mezquindad—. Solo me gusta pensar que
existo para algo más que... eso.
—No para ellos, no. —Saca un cigarrillo del paquete y lo aprieta entre los dos dedos índices.
Lo usa para señalarme—. Toma las partes de ti que te gustan, las partes que quieres conservar
para ti, y las encierras cuando esos perros están cerca. Te conviertes en su pequeño juguete
sexual y te vuelves buena en eso. Y eso es todo.
—Eso suena tan… —Hago una mueca, empujando mi cereal en mi tazón—. Horrible.
—¿Sabes cuál es tu problema? —pregunta, sentándose en una silla—. Crees que es malo. Lo
menosprecias porque eres engreída. Crees que eres mejor que las otras, los juguetes sexuales.
Todo esto está muy por debajo de ti, ¿no es así?
—No creo…
Me interrumpe. —Por supuesto que sí. No eres estúpida, ¿verdad? —El arco de su ceja es
astuto—. La verdad es que lo digo con cariño. Probablemente el cumplido más alto que me
puedo rebajar a dar. El mayor poder que jamás tendrás sobre un hombre es cuando estás de
rodillas por él. Pon su polla dura y lo tienes en la palma de tu mano. Eso es lo que quería decir
antes sobre usar esa cosa entre tus piernas. —Apunta su cigarrillo hacia mi entrepierna,
olfateando—. Tienes ese coño joven. Bien podrías ponerlo en uso mientras aún está fresco e
interesante. Un coño de calidad tiene una vida útil, créeme.
La miro boquiabierta, mi cara floreciendo con calidez. —Eres un poco grosera, ¿lo sabías?
—No necesito que me digas que soy grosera, pequeño juguete. Lo sé. —Me mira, los ojos
llenos de algo que en ella solo podría llamarse suavidad, y posiblemente lo vea ahora. El cariño
en él. El cumplido. Sosteniendo mi mirada, admite—: Sé mucho sobre lo que sucede aquí.
Tragando con dificultad, estoy sorprendida por la conciencia en sus ojos. —¿Cómo qué?
—Yo cambio las sábanas, niña. —Me da una sonrisa oscura, sin importarle la forma en que
mi rostro palidece—. Recojo su ropa sucia y luego la lavo. Puedes tomar eso tan literalmente
como quieras.
En ese latido del corazón, me doy cuenta de la verdad de ello. Ella lo sabe todo. Cada
detalle sórdido. Sabe sobre el juego que jugaron por mi virginidad y lo que Killian me hace por
la noche. Conoce las manipulaciones de Rath y el control de Tristian. Pero también debe darse
cuenta de que soy una sobreviviente, al igual que ella.
—Oh.
Mueve una mano con desdén. —Ya nada me choca. ¿Te lastimó? Dios sabe que te ha
estado montando todas las noches desde entonces.
Tartamudeando, respondo: —E-estoy bien.
Chasquea la lengua. —Un coño joven puede ser resistente, pero todavía veo algo de sangre
en esas sábanas. No me jodas.
—Mira, no te ofendas —le digo, moviéndose incómodamente—, pero esto es un poco...
privado.
Ella rueda los ojos. —¿Crees que quiero los detalles sangrientos acerca de que ese imbécil
te folló en carne viva? Puede que tenga un poco de debilidad por él, pero podría prescindir de
él. —Olfateando, toma un encendedor—. Como ya hemos establecido, hago lo que me dicen.
Entonces me doy cuenta de que le han ordenado que me pregunte sobre esto. ¿Por quién,
Tristian, Killian o Rath? Por el descaro de su mirada, dudo que la pregunta sea respondida. —
Es un poco duro —confieso, con la garganta seca—. Pero creo… creo que está mejorando.
—Finalmente estas aprendiendo a domar a tu semental, ¿eh? —Suelta una carcajada—. Bien
por ti. Sin embargo, será mejor que descanses esa cosa por una noche. Y si se pone, ¡oye!
Mírame, niña. —Su voz es firme y no admite discusión. Espera hasta que me encuentro con su
mirada para decir—: Si se pone demasiado difícil, ven aquí y dime, ¿me oyes?
Con la cara en llamas, murmuro un rápido: —Sí, señora.
Abre un cajón y saca un pequeño recipiente de plástico lleno de polvo blanco,
empujándolo al lado de mi tazón. Prepárate un baño tibio, tibio, no caliente. Agrega esto al agua
y deje que se disuelva. Te ayudará con la hinchazón y cualquier desgarro.
Asiento con la cabeza. —Gracias.
—Come —dice, sin encender nunca el cigarrillo—, y no le digas a ese gran idiota rubio que
te di algo de una caja. Nunca escucharé el final de eso.
—Sí, señora. —Me meto las últimas cucharadas en la boca, ansiosa por irme—. Gracias.

Limpio y tomo mi mochila escolar, buscando en la casa a Martin. Nunca he ido a la escuela sola
y después de haber desobedecido las órdenes de comida de Tristian para el día, no quiero dar
ningún paso en falso.
Lo encuentro en la biblioteca, hablando con un chico que reconozco como miembro de
LDZ. También es uno de los compañeros de equipo de Killian, y me tomo un momento para
recordar su nombre; Marco. Están de pie junto a una pizarra blanca montada en la pared. Está
organizado en una cuadrícula con nombres en una columna y estrellas en las otras. Cada nombre
tiene un número diferente de estrellas: algunos no tienen ninguna, algunos tienen un par y otros
tienen una docena. Un número se suma en la parte inferior.
—Anoche —le dice Marcus a Martin, con la boca abierta en una sonrisa—. Debería valer
diez puntos sólidos.
Puntos.
Una agitación inquietante se acumula en mi estómago. Los Lords acumularon puntos para
determinar quién ganó mi virginidad. Todos sus puntos se ganaron manipulándome,
haciéndome hacer cosas, actos sexuales, favores, bondades. No tenía idea de lo que estaba
pasando hasta después de tener sexo con Killian. Fue entonces cuando vi la hoja de cálculo en
su computadora. Miro la pizarra, incapaz de evitar el recuerdo de esa noche. La traición y la
vergüenza. El conocimiento de que había sido engañada.
Este gráfico es similar, pero diferente. Más grande. ¿Hay un juego más grande en marcha?
¿Sigo siendo parte de eso?
Nerviosa, me doy la vuelta para salir de la habitación, chocando con una mesa auxiliar en
mi prisa. Una placa se cae y golpea ruidosamente contra la madera.
Joder.
—Ah, Lady —dice Martin—. Esperaba que nos encontraras. —Me giro, sabiendo que la
sorpresa debe estar registrándose en mi rostro. ¿Me quería aquí?—. Marcus te acompañará al
campus hoy ya que los Lords no están disponibles.
Marcus me saluda y yo le doy una sonrisa tensa. —Oh. Gracias.
—¿Estás lista? —pregunta, levantando su mochila del suelo.
—Sí, siempre que estés.
Echo un último vistazo al tablero, tratando de tener una mejor idea de qué juego están
jugando, pero no tiene detalles, solo muchos códigos. No debería sorprenderme. Los Lords no
son tan tontos como para dejar información valiosa a la vista. Al mismo tiempo, no parece
exactamente que estén guardando un secreto.
Marcus conduce una camioneta como Killian, y mientras me siento en el asiento delantero,
me armo de valor para preguntar: —¿Para qué era ese tablero en la biblioteca?
Me mira por encima, rápido y con los ojos muy abiertos. Ansioso. Podría ser por estar
cerca de mí, la Lady preciada de los Lords, o por la pregunta. —¿Oh eso? Solo una cosa de
fraternidad.
—Parecía un sistema de puntos. —Mantengo mi voz uniforme—. ¿Es un juego?
—Si, más o menos. —Marcus es un apuesto joven que es casi tan intimidante físicamente
como Killian. Sin embargo, a diferencia de mi hermanastro, tiene un rostro suave y ojos
amables—. Sabes que las diferentes fraternidades reales tienen una rivalidad, ¿verdad?
Frunciendo el ceño por la ventana, murmuro: —Íntimamente.
—Bueno, cada año las fraternidades compiten entre sí —explica, sin parecer molesto por la
explicación. Su ansiedad debe ser por mí—. Los puntos se otorgan por diferentes cosas.
—¿Como dormir con chicas? —Pregunto, sintiéndome enferma—. ¿Vírgenes?
Me lanza una mirada, arrugando la frente. —Uh, hay una cuenta para eso, seguro. Pero
son cosas pequeñas en un esquema más grande.
Extraño. Esa hoja de cálculo que vi no parecía nada fácil. Podría estar mintiendo. Dudo
que quiera ser él quien me informe lo jodida que estoy. Curiosa, pregunto: —Entonces, ¿qué
hacen para ganar puntos?
—¿Los Lords no te han dicho nada sobre todo esto? —pregunta, luciendo más confundido
que nada.
—Ha habido mucho que asimilar —digo, sonriendo amargamente.
Encogiéndose de hombros, sus palabras salen casualmente. —Algunas cosas son solo
tradición. Robar algo de una casa rival. Sabotear una ceremonia de los Barones. Ganar el
combate de boxeo anual contra los Duques. Llevarnos a escondidas a una chica en la fiesta de
disfraces del Príncipe. Cada fraternidad tiene lo suyo.
Parpadeo hacia él, completamente perdida. —¿Lo suyo?
—Ya sabes, como la forma en que los Lords tienen territorio. Los Barones tienen su mierda
extraña y oscura. Los Duques, combates. Los Príncipes y sus —me da una mirada aguda,
terminando sin convicción—, cosas de… Príncipe.
Hay algo que no me está diciendo.
Hay muchas cosas que no me está diciendo.
Entrecerrando los ojos, pregunto. —¿Cuál es el premio?
—¿Internamente? —Se ve nervioso de nuevo—. Los tres primeros ganadores serán los Lords
reinantes, vivirán en la casa y se quedarán con la Lady.
—¿Y externamente?
—Bueno, duh —dice, riendo—. Las personas que lideren la fraternidad ganadora serán los
Reyes.
—¿Los reyes de qué? —Me preocupa que al principio no responda, con toda la inquietud
nerviosa, pero curiosamente, esta respuesta sale más fácil que cualquiera de las otras.
Se detiene en el campus, lanzándome una sonrisa. —Todo.
Capítulo 8
RATH
Incluso si no tuviera mis auriculares puestos, no tendría que preocuparme por hablar con los
muchachos en camino hacia el Lado Sur. La cabina de la camioneta está en silencio. Killian
todavía está enojado con Tristian por desobedecerlo y poner a Story en riesgo. Tristian guarda
le rencor porque Killian la ha estado follando todas las noches. Yo, estoy enojado con los dos.
Con Tristian por hacer que nos llamaran al Lado Sur y con Killian por usar a Story como su
polvo personal todas las noches.
No es así como se supone que esto funciona.
Killian estaciona la camioneta frente al edificio de oficinas renovado de finales de los 70.
Es beige con adornos marrones y el primer piso no tiene ventanas. No hay letreros que
identifiquen qué tipo de negocio opera en su interior. Daniel lo compró para su sede de bienes
raíces, lo cual funciona muy bien, ya que está ubicado justo en el borde del Lado Sur. Lo
suficientemente presentable para clientes e inversionistas sin dejar de estar lo suficientemente
cerca del corazón de su territorio para poder monitorear las cosas.
—Nadie menciona a Story, ¿entienden? —Killian dice cuando llegamos. Se vuelve para
mirarme por encima de su asiento—. Ni una puta palabra.
Tristian responde con impaciencia: —Deberíamos decirle lo que hicieron. Si alguien puede
entender la importancia de conservar lo que es nuestro, sería él.
—Necesita que ganemos —señalo—. Estará enojado, pero lo entenderá.
—¿Qué crees que lo va a enojar más? —La mandíbula de Killian se afila y se tensa—. ¿Las
represalias, o el hecho de que les permitimos atrapar a nuestra Lady en primer lugar? —Mira
entre nosotros, aunque la pregunta es retórica. Todos sabemos la respuesta a eso. Señala con un
dedo el edificio—. ¿Ambos están tan jodidamente preocupados por ella? Bien. Está fuera de los
límites allí. De lo contrario, la estamos arrastrando a un lío que ni siquiera podría empezar a
comprender.
A pesar de la tensión entre nosotros, nadie está en desacuerdo. Daniel tiene que saber
ahora que Story es nuestra Lady. Después del partido de fútbol y la cena con Killian y Story, no
hay forma de que su padre no le haya dado un vistazo al brazalete. Conociendo a Killer,
probablemente accedió a cenar esa noche para mostrárselo, reclamar su derecho, darlo a
conocer. El concurso de meadas que estos dos han tenido sobre Story es legendario.
Tomamos el ascensor hasta el último piso, silenciosos y tensos. Parece que Killian preferiría
clavarse agujas en las pelotas que asistir a esta reunión, lo que probablemente sea justo. Casi me
siento mal por él. Casi. Estoy seguro de que tener sexo masivo durante las últimas tres noches
seguidas está aliviando un poco el aguijón. Con suerte, la Sra. Crane puede darse cuenta de lo
malo que es. La llevé a un lado antes de que nos fuéramos y le pedí que se ocupara de la…
condición de Story.
Cualquiera que sea la mierda que sea esa.
Eventualmente, las puertas se deslizan y se abren a un vestíbulo.
Vivienne, la secretaria de Daniel, levanta la vista cuando entramos. —¡Oh, si son nuestros
muchachos! —Empuja su cabello rubio hacia atrás sobre su hombro—. Escuché que iban a venir.
—Viv —saluda Killian, dándole un fuerte asentimiento—. ¿Puedes decirle que estamos aquí?
—Seguro. —Coge el teléfono y habla en voz baja. Una vez que cuelga, dice—: ¿Puedo
traerles un café? —Mira a Tristán—. ¿Té?
—No, gracias —dice Tristian, caminando hacia su escritorio y apoyándose en el borde. Ella
está sentada en su silla, dándole una vista perfecta de sus tetas. Eran naturalmente grandes, pero
eso no fue suficiente para Daniel. Nos dijo una noche fumando puros que pagó diez de los
grandes por esas bebés. Cinco de cada lado—. Luces muy bien hoy, señorita Viv. Me encanta
ese collar.
Su mano revolotea hacia la cadena alrededor de su cuello, el colgante anidado
obscenamente en su escote. —¡Oh gracias! Fue un regalo.
No tiene que decir de quién.
Vivienne fue una de las veinte solicitantes que Daniel entrevistó cuando abrió la oficina.
Quería a alguien local. Alguien que entendiera el Lado Sur y fuera leal a sus intereses. Leal a él.
Vivienne era joven en ese entonces, acababa de graduarse de la escuela secundaria. Daniel nos
mostró el video de su entrevista antes de que hiciéramos la nuestra con las posibles Lady.
Impartir sabiduría, lo llamó, como si lo necesitáramos. Ahora, siendo ella su mano derecha, es
básicamente la reina de toda esta escena, y no puedo mirar su boca sin ponerme duro.
El teléfono vibra en su escritorio y lo levanta, escuchando por solo un momento antes de
decirnos: —Está listo. Entren.
Daniel está sentado detrás de su enorme escritorio cuando entramos en la habitación.
Fotografías en blanco y negro enmarcadas que representan el Lado Sur decoran una pared y
una serie de pantallas planas ocupan la otra. Una enorme ventana llena la pared detrás de su
escritorio, con vistas a su territorio, nuestro territorio. En un estante hay un premio hecho de
cristal que lo anuncia como líder cívico del año anterior. Daniel creció a tres cuadras de distancia
en un proyecto de vivienda propiedad de la ciudad. Se crio en las calles y vio a sus amigos ir a
la cárcel o morir jóvenes y hambrientos. Él no quería eso. Obtuvo una educación. Se abrió paso
a garras, despiadado como siempre. Luego regresó para cuidar de las personas que quedaron
atrás. A pesar de la relación antagónica entre él y Killian, está decidido a que su hijo tenga un
interés personal en la comunidad. Nunca hubo otra opción para el hijo de Daniel. Killian nació
para ser un Lord. Para poseer. Tener. Mantener.
—Caballeros —dice, en un tono engañosamente profesional—. Gracias por venir tan
temprano.
Killian se deja caer en la silla frente al escritorio. Con su amplia extensión y sus brazos
entintados, es un marcado contraste con el comportamiento formal y el traje impecable de su
padre. Tristian y yo saludamos a Daniel, pero ninguno de los dos se sienta. El juego de poder
entre Killian y su padre es único y retorcido. Aprendimos hace mucho tiempo a no meternos en
el medio.
Hasta la escuela secundaria, Killer había estado más que feliz de seguir los pasos de su
padre. Si Story nunca hubiera entrado en escena, apuesto a que las cosas serían diferentes.
Killian podría haber sido un pequeño estudiante de negocios de muy buen gusto, al igual que
Tristian. En cambio, está persiguiendo los sueños de la NFL y la gloria de LDZ. Probablemente
haría que cualquier otro padre se sintiera asquerosamente orgulloso y, para su crédito, Daniel
hace el papel. Siempre asiste a los partidos de casa. Dona generosamente durante las
recaudaciones de fondos. Cuelga sus camisetas y muestra sus victorias en el campeonato. Pero
los cuatro lo conocemos mejor. El fútbol fue una declaración, lo cual es algo divertido de pensar.
La mayoría de los niños se rebelan jodiendo sus vidas, sin convertirse en aspirantes a la NFL en
camino al estrellato. La energía clásica de Payne.
A pesar de sus muestras de apoyo, todo lo que su padre quiere para él es esto.
Killian Payne, Lord del Lado Sur.
Creo que preferiría dejar que se derrumbara que hacerlo en los términos de Daniel.
—No estoy seguro de que tuviéramos muchas opciones —le dice a su padre.
Verlos a los dos uno frente al otro trae el recuerdo de la primera vez que tuvieron contacto
físico. Killian tenía catorce años y se había metido en el alijo de coca de su padre. Daniel reveló
un lado de sí mismo que no sabía que tenía hasta entonces. Siempre es tan tranquilo y metódico,
francamente maquiavélico, pero hay una rabia latente enterrada debajo de ese exterior frío que
nadie quiere ver.
Killian heredó la rabia, pero no tanto la capacidad de ocultarla.
Daniel mira a su hijo con un atisbo de molestia. —Sus opciones se evaporaron cuando
recibí una llamada del jefe sobre ese incendio anoche.
—Sí —dice Killian, estirando sus largas piernas—. Tú enviaste la foto. No estoy seguro de
qué tiene que ver esto con nosotros.
Es un movimiento atrevido, jugando fuera. No hay posibilidad de que Daniel no sepa que
fue Tristian. Es un pirómano total. Killian podría ahorrarse un montón de dolor arrojándolo
debajo del autobús, pero no lo hará. Incluso si está enojado con Tristian, incluso si piensa que
fue imprudente y estúpido, aun así lo respalda.
—Me pregunté lo mismo hasta que supe que este auto en particular, un Mercedes muy
caro, pertenecía a uno de los Condes. —Se vuelve hacia su computadora, enviando una foto a
la pantalla plana en la pared junto a nosotros. Desde mi punto de vista, es obvio que es el
armazón de un G-Wagen—. ¿Ustedes no tuvieron un encontronazo con ellos últimamente?
Daniel es el tipo de persona que hace suyos los negocios de todos, no solo aquí en Lado
Sur, sino también con las personas con las que tiene tratos profesionales. Dado que es nuestro
supervisor de LDZ para el año, eso no solo incluye a los Lords. Lo abarca.
Por supuesto que es perfectamente consciente de la mierda que está pasando con los
Condes y nuestra Lady.
—Eso ya lo manejamos —miente Killian.
—¿Así que no quemaron una calavera en el capó del Mercedes como un acto de venganza?
—Se recuesta en su silla, inspeccionando tranquilamente la foto. Niega con la cabeza—. Este es
un trabajo descuidado, muchachos.
Tristian dice: —Daniel, mira…
Killian lo interrumpe. —Esa área tiene muchos criminales, una redada de la policía atraería
a media docena de sólidos. Pérez fue un tonto al llevar un auto así al bar. Básicamente lo estaba
pidiendo. —La voz de Killian nunca tiembla, su cara dura como la piedra—. Si nos trajiste aquí
por algo, entonces ve al grano. Todos tenemos agendas ocupadas.
—Yo también —afirma Daniel, señalando la foto—. De hecho, se ha vuelto mucho más
ocupado ahora que hay un pirómano suelto en Lado Sur. La comunidad empresarial está
inquieta, comprensiblemente, ya que más de la mitad de los miembros pagan por mi protección.
Dime, ¿te parece que esto está protegido? —Nos mira a los tres, esperando una respuesta.
Cuando no llega ninguna, su expresión se endurece—. Tengo a los medios impacientes por
cualquier excusa para cuestionar la seguridad aquí. Tengo a los federales dando vueltas fuera
de los límites de la ciudad, esperando cualquier oportunidad para investigar mis activos. Lo que
es más importante, estoy en medio del relanzamiento de mi empresa más lucrativa, lo que
significa que esta es toda la atención que no puedo permitirme. Y luego los tengo a ustedes tres
—agrega, con los ojos oscurecidos—, meando en mis malditas hojuelas de maíz con sus planes
de venganza de mala calidad.
Intento: —Nosotros no… —pero mi voz se corta por la mirada que me lanza.
—Me están mintiendo, lo que me dice que saben lo idiota que fue ese truco, pero en
realidad, me importa un carajo. Incluso si no fueron responsables del incendio —su expresión
implica en gran medida que él sabe que lo somos—, los tres están limpiarán este desastre.
—¿Ahora? —pregunta Killian, con la boca apretada en una línea tensa y molesta—. Es un
mal momento. Tenemos que lidiar con el Homecoming. El entrenador me está jodiendo con
eso. —Me mira—. Rath tiene que hacer un concierto para los exalumnos, y Tristian está al frente
de la fraternidad mientras nosotros estamos ocupados. No tenemos tiempo para esto.
—Tus responsabilidades con tu entrenador están tan abajo en la lista de prioridades que
apenas registran un problema. —Está mirando a su hijo con los labios fruncidos, sus palabras
rebosantes de condescendencia—. Pero si significan tanto para ti, entonces deberías haberlo
pensado antes de salir corriendo a aterrorizar a mi ciudad —dice, sosteniendo una lista—. Ya
sabes cómo funciona esta mierda. Entras temprano, antes de que todos se despierten, mientras
los niños están en la escuela. Recauda dinero, asegura a nuestros clientes que el área es segura,
sacude billeteras, sacude manos, sacude pollas, lo que sea necesario. Si alguien retrocede…
bueno, entonces también sabes qué hacer.
Killian abre la boca para decir algo, pero Tristian da un paso adelante y toma la lista. —Sí,
señor. Lo haremos de inmediato.
Está claro que ya ha terminado, y Killian toma la delantera, luciendo totalmente preparado
para salir furioso al más puro estilo Payne. Pero antes de que podamos irnos, escucho a Daniel
decir el nombre de Tristian. Cuando miro hacia atrás, tiene un brazo alrededor de los hombros
de Tristian y su teléfono está agarrado en la otra mano.
—Antes de que te vayas, necesito mostrarte algo.
Toca algo en su teléfono y otro televisor parpadea. El video es un bucle entrecortado, pero
obviamente es de una cámara de seguridad. La habitación está sombría, pero dos cosas son
claras: un hombre y una mujer, y uno sostiene un bote de gasolina. Detiene la pantalla y mira a
Tristian, que está rígido y atrapado por su brazo.
—Quien haya iniciado ese fuego usó mis materiales. Trajeron a una extraña a mi almacén,
una chica, por lo que parece. Comprometieron mi organización, supongo que en algún esfuerzo
por meterse entre sus piernecitas flacuchas. —Aprieta el cuello de Tristian, susurrando en su
oído—. Es mejor que esa mamada de camino haya valido la pena. ¿Eh, hijo?
—Sí, señor —responde Tristian, y aunque su cara de póquer es impecable, puedo ver el
destello de temor en sus ojos. ¿Cómo demonios sabe Daniel que Story le estaba dando una
mamada?
Daniel lo suelta con un empujón apenas contenido antes de volver a su escritorio, tirando
el teléfono con un ruido. —¿Recuerdas esa pequeña charla que tuvimos en tu último año,
Mercer?
Tristian sumerge la barbilla en un movimiento de cabeza. —Sí.
—Eso espero —dice Daniel, inmovilizándolo bajo una mirada—. Porque tu incapacidad para
elegir coños ha causado más daño a la propiedad que un maldito incendio forestal. Todavía
estás en deuda conmigo por encubrir ese incidente con el barco. Sólo recuerda eso también.
—Lo haré —dice Tristian, con las esquinas de sus ojos apretadas ante la mención de su
exnovia, Genevieve. No era un barco, era un yate, y el principal lugar de sexo para nuestro
entrenador de softbol de la escuela secundaria. Tristian se había vuelto jodidamente loco cuando
descubrió que Genevieve lo estaba follando a sus espaldas. En retrospectiva, probablemente
tuvimos suerte de que incendiara un yate. Su palpitante erección de rabia podría haber
incendiado toda esta maldita ciudad.
Tristian se va, pasando junto a mí, y echo un último vistazo a la pantalla. Incluso yo no
puedo decir que son Tristian y Story, Daniel tiene una forma de saberlo.
Siempre tiene una forma de hacerlo.
Capítulo 9
STORY
Mis Lords nunca aparecen en el campus. Me reporto regularmente, les envío mensajes de texto
sobre mi paradero y les pregunto si todo está bien. Sus respuestas son cortas y evasivas. Es obvio
que todo explotó por lo que Tristian y yo hicimos anoche. La venganza fue dulce, pero fugaz.
Ni siquiera vislumbro a los Condes en el campus, así que me pierdo la oleada de satisfacción
que obtendría al ver sus caras enojadas. Sobre todo, me molesta que Killian probablemente
tuviera razón. Deberíamos haberlo escuchado y esperado un momento mejor. Esa es
definitivamente la peor parte.
Es raro estar en el campus sin ellos. Podrías pensar que apreciaría la libertad, nada de
Tristian dando vueltas, obligándome a comer sus almuerzos nutritivos o metiendo su mano
debajo de mi falda. Nada de Rath, que de vez en cuando bajaba la guardia lo suficiente como
para dejarme verlo practicar o ayudarlo con su trabajo, pero en un momento dado, demasiado
malhumorado y errático como para sentirse realmente a gusto.
Y luego está Killian. Normalmente, apenas lo veo durante el día de todos modos, pero
sigue siendo una presencia constantemente siniestra, acechando como una nube de tormenta,
amenazando con aterrorizar a cualquiera que se cruce en su camino, o el mío.
Incluso cuando se han ido, no estoy sola. Marcus se pega a mí como pegamento, flotando
más cerca que los chicos. Durante la mayor parte del día, no habla ni me mira a los ojos. No lo
culpo. Yo tampoco quiero mirarlo a los ojos. Sé que estaba en la habitación esa noche cuando
Killian me obligó a ponerme de rodillas y me hizo chupárselo frente a toda la fraternidad. Dudo
que le importe eso. Probablemente ha sido amenazado con castrarlo por siquiera pensar en
cruzar algún tipo de línea conmigo. Eso no me hace sentir mejor acerca de caminar hombro con
hombro con un extraño que me ha visto en mi punto más bajo, degradada y humillada.
Cuando terminan las clases, Marcus se detiene en el patio. —¿Te importa si nos detenemos
un momento en el edificio Archer? Necesito recoger algo del entrenador.
—Está bien por mí. —No tengo prisa por volver a casa y lidiar con las consecuencias de
nuestra impulsividad de la noche anterior.
Nos dirigimos al edificio deportivo, pasando Mercer Field. El estadio oval tiene capacidad
para cien mil aficionados, e incluso vacío, es impresionante. Marcus nos lleva a la entrada
principal del edificio. Esta parte es puramente administrativa; entradas, recaudación de fondos,
reclutamiento. Lo sigo obedientemente hasta el piso inferior, donde el aire se vuelve agrio por
el calor y el sudor. El gimnasio de los jugadores está aquí abajo, junto con los entrenadores y las
oficinas de entrenamiento.
—¿Está bien si me esperas un momento? —pregunta, luciendo acosado e impaciente—. Solo
será un minuto.
—Está bien. —Miro por el pasillo a las filas de fotos del equipo—. Estaré aquí afuera.
Se mete en la oficina y yo estudio las fotos en la pared. Es interesante ver pasar las eras a
medida que pasan de fotografías en blanco y negro a fotografías en color. Veo a Killian al final.
La fotografía más reciente. No es una foto halagadora de él, obviamente tomada después de una
práctica. Su rostro está rojo y sus ojos son duros como el acero, el cabello oscuro en su humedad.
Incluso aquí, se destaca entre el equipo. Un poco más alto, un poco más grande. Brazos
engalanados con tinta. Mandíbula apretada, barbilla alta. Parece un criminal disfrazado.
Pero quien soy yo para hablar de disfraces, ¿eh?
Aun así, es extraño verlo así, sabiendo que hace apenas unas horas había estado
acurrucado en su costado, nuestra piel desnuda fusionándose. No se me habría ocurrido en ese
momento, con toda su rigidez y miradas en blanco, pero ahora lo veo por lo que es.
Posiblemente, eso es lo más suave que se puede poner Killian.
Al final del pasillo, hay una pequeña sala abierta con un trío de máquinas expendedoras.
Ansiosa por despejar mi mente de la aguda versión de la suavidad de Killian, dejo que los
colores brillantes de los dulces se burlen de mí desde detrás del cristal. Es una tontería, pero
vivir con las estrictas preocupaciones dietéticas de Tristian ha convertido mi apetito en el de un
niño de doce años. Tengo un dólar en mi cartera. Nadie, ni siquiera Tristian, sería más sabio.
Sintiéndome como una niña metiéndose a escondidas en el tarro de caramelos, encuentro
el billete arrugado y rápidamente lo meto en la ranura. Se abre y se cierra con cremallera,
rechazado por estar demasiado arrugado. Lo suavizo y lo intento de nuevo. Rechazado. Y otra
vez.
—¿Tienes problemas con eso?
—Simplemente no puedo hacer que la máquina tome mi dólar —me quejo, mirando hacia
atrás. La sangre se drena de mi cara. Apenas siento que el dólar se me escapa de los dedos y
cae a los pies del hombre que tengo delante.
Saúl Cartwright.
—Puede ser un poco quisquilloso —dice, abriendo su billetera. Hojea unos billetes y saca
dos—. Prueba uno de estos.
—No. Um. No, está bien. —Doy un paso atrás del hombre. Es el Director Atlético de
Forsyth, el segundo trabajo mejor pagado, solo por debajo del director. También es uno de mis
viejos Sugar Daddys en línea. ¿Pero peor? Podría ser Ted—. N-no necesitaba dulces, de todos
modos.
—No seas ridícula. Todo el mundo merece un regalo de vez en cuando. —Me guiña un ojo
y mete un dólar en la ranura. Lo acepta al instante. Pero eso no es lo que me llama la atención.
Es el gran y desagradable anillo de oro en su dedo. ¿Un anillo de Lords? No, no hay cráneo.
Sin embargo, es un anillo de fraternidad.
DKS.
¿Delta kappa sigma?
Duques.
—¿Qué ibas a comprar? —pregunta, examinando la máquina—. ¿Chocolate? ¿Algo
masticable? ¿Algo para chupar?
Mis ojos se disparan con horror aturdido, pero él está concentrado en la fila de bocadillos
como si ni siquiera fuera una insinuación. Cuando no respondo, marca un código y el artículo
cae al fondo con un sonido metálico agudo.
—¿Qué tal una buena barra de chocolate a la antigua? —Cartwright se inclina, la cabeza
flotando a escasos centímetros de mis pechos, y luego mete la mano a través de la puertecita,
buscando a tientas los dulces. Me sonríe y un recuerdo irrumpe en mi mente, uno de mis días
de Sugar Baby. Él, al otro lado de la pantalla de la computadora, pidiéndome que le mostrara
cómo chuparía una polla.
—Usa tu botella de agua —le había ordenado—. Muéstrame cómo cuidarías de mi gran
polla, hermosa niña.
Fingí para él, lamiendo los lados y chupando la parte superior. Gemí como había visto
hacer a las mujeres en los videos pornográficos, pero solo quería el dinero, estaba lo
suficientemente desesperada como hacer lo mejor que pude. Sin embargo, no tenía idea de lo
que estaba haciendo. Sin embargo, seguro que él si Se masturbó mientras yo lo chupaba,
diciéndome todo el tiempo lo hermosa, sexy y madura que era.
Tenía dieciséis años.
Se endereza y sostiene la barra de chocolate. Todo lo que puedo pensar es en cómo se ve
su rostro cuando se corre, sonrojada y floja. —Tómalo —dice, con expresión amistosa—. Yo invito.
Estoy sin palabras. Nauseabunda. Porque no tengo ninguna duda de que este es un juego
orquestado por un maestro manipulador. ¿Es Ted? ¿O Ted preparó esto? Parece demasiado
inverosímil que simplemente me haya encontrado aquí, la única vez que estoy sola.
—Personalmente, me gustan las cosas saladas. Patatas fritas, nueces, palomitas de maíz. Es
terrible para mi salud, pero eres tan joven que no tienes que preocuparte por eso todavía. —
Cartwright me mira de nuevo, pero esta vez entrecierra los ojos y ladea la cabeza con
curiosidad—. Pareces familiar. ¿Nos hemos visto antes?
—No —espeto, dando un paso atrás—. No creo.
—Probablemente tengas razón. Definitivamente recordaría tu pequeño y bonito ros… —Sus
ojos se fijan en algo. Mi muñequera, me doy cuenta. Verlo hace que sus labios se levanten en
las comisuras—. Una Lady… como tú. —Su atención es atraída hacia algo sobre mi hombro, y
me doy vuelta al escuchar pasos. Estoy tan aliviada al ver a Marcus corriendo hacia nosotros
que me da vueltas la cabeza—. ¿Tu novio?
—No —me apresuro, dando otro paso—. Sólo un amigo.
Por la mirada en sus ojos, ya sabía la respuesta. —Ten cuidado con estos chicos —dice en
voz baja, sus ojos siguen mi lenta retirada—. Los mimamos en el programa de fútbol. No están
acostumbrados a escuchar la palabra “no”. —En voz baja, agrega—: Payne, especialmente.
Marcus se acerca entonces, asintiendo a modo de saludo. —Señor.
Cartwright endereza los hombros y muestra una gran sonrisa. —¿Estás listo para el juego
de bienvenida este fin de semana, hijo?
—Sí, señor.
Cartwright le da un firme asentimiento. —Es bueno escuchar. Que tengan una agradable
tarde.
No respiro hasta que estamos de vuelta en la escalera, tratando de quitarme los temblores
de las manos. Le empujo la barra de chocolate a Marcus. —Aquí tómalo.
Marcus parece confundido, pero hace lo que se le pide. —¿No lo quieres?
Niego con la cabeza y empiezo a subir las escaleras. —Creo que he perdido el gusto por
los dulces.

Los muchachos están todos de mal humor cuando llego a casa, pero lo estoy esperando. Tristian
apenas me mira mientras sube las escaleras hacia su habitación. Killian se sienta en su silla de
cuero, sus ojos calientes y furiosos siguen mi camino por el pasillo, como si nuestro tiempo juntos
anoche nunca hubiera sucedido. El único que incluso se digna a hablarme es Rath.
—Vamos —dice, señalando con la cabeza hacia la biblioteca—. Tengo trabajo para mañana
y mi cabeza ya está palpitando.
Así es como paso la siguiente hora ayudando rígidamente a Rath con un ensayo sobre el
uso temático de la naturaleza de Robert Frost. Estoy bastante segura de que cubrí esto en noveno
grado. Probablemente todavía tengo un ensayo similar guardado en algún lugar entre todas mis
cosas viejas, siempre que mi madre las haya guardado.
Estoy agradecida de que no me haga subir a su habitación, todavía recuerdo la forma en
que se veía en ese video, tirado en la cama, sonriendo a la cámara mientras se lo chupaba. No
estoy segura de poder mantener la compostura si intentara otro de sus actos de “Necesito un
orgasmo para poder concentrarme” de nuevo.
Tristian y Killian entran eventualmente, trabajando en sus propias cosas, lo que hace que
la tensión sea mucho más pesada. La ira de Killian siempre ha sido algo pesado y palpable, y
puedo sentirlo ahora, como un peso sobre mis hombros. De repente me siento como una idiota
por pensar que había hecho algún progreso con algo de sexo y caricias apenas consentidas.
Rath es callado y difícil de leer, y lucho por no mirarlo, buscando con amargura la falsedad
que había visto esa noche en el video. Todo lo que veo son los ángulos desnudos de su rostro,
sus piercings de mordedura de serpiente moviéndose y moviéndose cuando se pasa los dientes
por el labio, perdido en sus pensamientos.
—Ella es masilla, amigo. Los castigos no dan resultado, pero ¿sabes lo que sí? ¡Ser amable!
—Espera. —Se ve agitado mientras se frota las sienes. Se está haciendo tarde y sigue
quejándose de dolor de cabeza—. Esto no tiene sentido. He terminado de intentar leer esta
mierda. —Con un giro de su muñeca, arroja el libro sobre la mesa, no es que lo estuviera leyendo,
de todos modos. He estado recitando los poemas básicos en voz alta—. Mi cabeza me está
matando. Sólo dime qué escribir.
Lo miro. —Quieres que te diga qué escribir.
Mira hacia atrás. —Sí.
—Y luego escribirlo para ti.
Su lengua se asoma para pinchar su aro en el labio. —Sí.
—Y luego léelo en voz alta, para que sepas lo que dice.
Extiende una mano. —Exactamente.
Suspirando, empujo la computadora portátil. —Tal vez debería entregarlo por ti, obtener
la calificación y recoger todo tu jodido título mientras estoy en eso. Es demasiado, demasiado
insubordinado, pero parece que no puedo controlar estos sentimientos.
Odio que haya sido capaz de lastimarme tanto.
Lo odio más de lo que lo odio a él.
Desde el otro lado de la habitación, Tristian emite un sonido bajo y tenso como una risa
ahogada.
Rath me fija con una mirada tensa, preguntando: —¿Tienes las bragas torcidas?
—¡Tienes que trabajar un poco aquí, Rath! —Hay una respuesta instintiva a la forma en que
se endereza, una oscuridad sombría cae sobre sus rasgos que hace que el vello de la nuca se me
ponga de punta. El despecho bombeando por mis venas lo domina—. He hecho esto lo más fácil
posible, pero ni siquiera estás escuchando. Probablemente ni siquiera podrías decirme de qué
se trataba el último poema. —Molesta, cierro la computadora portátil—. No puedes simplemente
pasar la vida manipulando a la gente para que te complazca. No soy una alumna soñadora a la
que puedes engañar para que haga todo tu trabajo. Soy tu Lady. ¡Tal vez es hora de que
empieces a tratarme como tal!
Hay un brillo peligroso en sus ojos, y no necesito mirar a Killian para saber que me está
dando la misma mirada amenazadora.
Los labios de Rath se abren, probablemente para decirme que estaba bien haciendo que
otras personas hicieran esto por él. Y no está equivocado. Solo accedió a ser instruido porque
lo intimidé para que lo hiciera. Pero eso no lo hace mejor. Lo ha aprovechado bastante.
Antes de que pueda expresar cualquier cosa malvada y con púas que seguramente surja,
Martin entra en la biblioteca. —Lady —dice, demorándose en la puerta—. Quería recordarte su
reunión de mañana por la tarde.
—¿Reunión? —Miro a Tristian, que sigue mirándome con una mezcla profana de orgulloso
disgusto por mi arrebato.
—¿Los preparativos de Homecoming? —Martin mira a los chicos, la exasperación tiñe sus
rasgos. Claramente, estaban destinados a informarme de esto—. Es una especie de reunión. Las
chicas de la Realeza se reúnen para coordinar los eventos sociales del fin de semana,
principalmente el carnaval anual de Forsyth, que es la mayor recaudación de fondos del año.
Miro alrededor de la habitación, demasiado consciente de que mi pequeño ataque de
temperamento ha agriado el estado de ánimo aún más. —Déjame aclarar esto —digo, sintiéndome
rígida y mucho menos frágil de lo que debería—. Quieren que me reúna con las perras que me
engañaron para que me secuestraran para que podamos… ¿qué? ¿Planeas una fiesta? Todos
ustedes han perdido sus malditas cabezas.
Rath me da una mirada larga y sarcástica. —¿Quieres que te traten como a nuestra Lady?
Bueno, aquí está, Cereza Amargada. Esto es parte del trabajo. Lidia con ello.
—¡No puedes hablar en serio!
Killian se mueve en su silla al otro lado de la habitación, apoyando los codos en las rodillas
mientras me clava la mirada. —Es tradición. Eres la Lady de esta casa, lo que significa que tienes
que representarnos. —Después de un momento de verme boquiabierta, aparta la mirada—.
Confía en mí, ninguno de nosotros está contento con eso tampoco.
—¡Entonces sácame de ahí! —Dios, me veré como una tonta apareciendo con esas chicas
después de lo que pasó. El secuestro fue lo suficientemente malo, pero ¿el hecho de que un
grupo de chicas con tetas postizas y zapatos caros me engañaran? Ese es otro nivel de
humillación. Viví sola durante dos años. No soy una capulla de club de campo mimada—. ¿Qué
pasa si intentan algo de nuevo?
—No hay forma de salir de esto —dice Tristian, con la boca presionada en una inclinación
tensa e infeliz—. Pero no tienes que preocuparte. De hecho, hemos elaborado un plan para
mantenerte a salvo.
Rath se hunde en su asiento, pellizcando el puente de su nariz. —Creo que el “hemos” está
exagerando un poco nuestro acuerdo.
Miro entre ellos, notando la agitación. —¿Me van a dar un arma?
—¡¿Qué?! —Killian me mira como si le sugiriera que desollara un gato—. ¡Joder no! ¿Estás
loca?
—Tal vez —respondo—. El intento de violación podría hacerle eso a una persona.
Una sombra siniestra cae sobre las facciones de Killian. Lo he visto antes, la forma en que
su mandíbula se tensa, con los nudillos completamente blancos mientras aprieta las palmas de
las manos. Mi estómago se revuelve incómodamente ante la vista.
—Marcus nos dijo que Cartwright se acercó a ti hoy en el edificio deportivo.
Mierda.
Eso explica por qué Killian está tan enojado conmigo. Maldito Marcus. Debería haber
sabido que sería sus ojos y oídos.
—No fue gran cosa —insisto—. No es como si me hubiera acercado a él.
Tristian cierra su libro. —Story, que cualquier hombre se te acerque es un gran problema,
pero ¿uno de tus antiguos Sugar Daddys, para empezar? Eso es una gran mierda.
Killian señala con un dedo en mi dirección, con los ojos chispeantes. —Y no has dicho ni
una puta palabra al respecto. Hemos estado aquí durante horas, ¿y qué obtenemos? Una mierda.
—¡No pasó nada! —Pero la verdad es que estaba asustada. Va en contra de las reglas que
hable con otros hombres, pero aún no sé cómo manejarlo. ¿Simplemente debo dar la vuelta y
marcharme? ¿Lucir como una tonta y hacer como si no lo entienda? La situación ya era lo
suficientemente insoportable sin tener que navegar por mis limitaciones como su Lady.
Con voz tranquila y mesurada, Tristian pregunta: —¿Dijo algo inapropiado?
—No realmente. —Niego con la cabeza, dándole una mirada desafortunada—. Creo que ni
siquiera se acuerda de mí.
Tristian arquea una ceja. —¿Está segura?
No. De ninguna manera. —Sí.
—No importa —dice Killian—. Tenemos horarios muy ocupados, incluida tú. Hay cosas que
tendrás que hacer sin nosotros pegados a tu lado todo el maldito tiempo, como la preparación
para el Homecoming.
Me desinflo ante la resolución en sus ojos. —¿Entonces qué vas a hacer? ¿Vas a enviar a
Marcus conmigo?
Rath se burla, abriendo un ojo para mirarme. —¿Crees que somos la única casa con reglas?
Ninguno de ellos va a enviar a sus chicas solas a una reunión con algún miembro de la
fraternidad rival al acecho en un rincón.
Tristán niega con la cabeza. —Se nos ocurrió una mejor solución. Algo un poco más...
permanente.
¿Permanente?
Un escalofrío de inquietud me recorre la columna vertebral.
—Tú y Killer encontraron una solución —corrige Rath, mirándolos a ambos—. No me metas
en esto. —A mí, me da una mirada en blanco, con los ojos muertos—. Considera mi objeción de
conciencia como una voluntad de hacer algo este ese “trabajo” al que tienes en tan alta estima.
Trago saliva, preguntándome: —¿Qué tipo de solución?
—Martin —dice Killian, empujando su barbilla hacia el hombre—. ¿Ya ha llegado Ray?
Martín asiente. —Hace treinta minutos. Debería estar instalado en el sótano.
—¿Sótano? —Me pongo de pie, golpeando mi silla hacia atrás—. ¿Qué está pasando?
Mi corazón late con fuerza contra mi caja torácica, mis pulmones se sienten
repentinamente contraídos. No he bajado al sótano desde la noche en que Killian me castigó
frente a toda la fraternidad. El escenario de todas mis pesadillas solía ser nuestro antiguo cuarto
de lavandería, pero ahora definitivamente es ese cuarto de abajo, todo oscuro y lleno del
recuerdo de vítores y burlas.
Tristian aparece frente a mí, levantando la mano para enmarcar mi rostro en sus amplias
palmas. Busca en mis ojos, y todo lo que encuentra lo hace fruncir el ceño. —No hay nada que
temer, cariño. Estamos haciendo lo que tenemos que hacer para mantenerte a salvo. Lo
entiendes, ¿no?
La última vez que quisieron mantenerme a salvo, había subido las escaleras para perder
mi virginidad con mi hermanastro.
—No voy a ir al sótano. —Trato de inyectar mi voz con tanta determinación como siento,
pero se quiebra, saliendo quejumbrosa y patética.
—Lo harás —dice Killian, levantándose de su silla y acercándose—. Puedes caminar o te
llevaré, pero vas a bajar.
Impulsivamente, corro hacia la puerta. Es ridículamente fútil. Ni siquiera salgo de la
habitación antes de que unos brazos musculosos envuelvan la parte superior de mi cuerpo y me
levanten del suelo.
—¡Si te calmas, podríamos hablar de esto! —Killian gruñe, con los bíceps abultados—. A la
mierda. Rath, abre la puerta.
—¡No! —grito, retorciéndose contra él—. Killian, por favor no me hagas ir allí. Haré lo que
sea. ¡Dormiré contigo! ¡Escribiré el artículo de Rath, lo juro!
Hace una pausa tan breve que podría haberlo perdido si no hubiera estado buscando una
oportunidad para escapar. No dura lo suficiente como para intentarlo. Me arrastra fuera de la
biblioteca y por el pasillo como si no pesara nada, gritándole a alguien: —¡Abre la puta puerta!
La puerta del sótano.
—¡Espera, espera, espera! —Lo intento, los brazos me duelen por su agarre—. Podemos
hablar, ¿de acuerdo? Podemos hablarlo, escucharé, lo prometo.
Killian debe decidir que el tiempo para eso ha pasado, porque tan pronto como Tristian
abre la puerta, me está cargando por las escaleras. Lucho, usando mis pies para arrastrarme a lo
largo de las paredes, pero él solo aprieta su agarre, haciendo sonidos secos y molestos con cada
golpe.
—¡Estás siendo jodidamente ridícula! —escupe
Lo primero que se registra es que la fraternidad no nos está esperando en la sala de
reuniones. Lo segundo que registra es que alguien más sí. Hay un anciano de pie junto a una
mesa acolchada y de aspecto estéril. Su cabello gris está peinado hacia atrás en una cola de
caballo, y no parece molesto en lo más mínimo por todo el alboroto que estoy haciendo.
Una mesa con instrumentos de metal espera cerca.
—¿Dónde la quieres? —pregunta Tristán.
El tipo responde: —Ponla boca arriba.
—¡No! —Me esfuerzo hacia Tristian—. Por favor, no me hagas esto. Sea lo que sea, por favor
no lo hagas. ¿Por favor?
—Oye, oye —dice, parándose frente a Killian. Toca mi barbilla, dándole un suave golpe
con la yema de su pulgar—. Esto no es un castigo, cariño. Estamos haciendo esto porque será lo
mejor para ti. Pero cuanto más luches, más difícil será esto. Cálmate, y terminará rápido.
Mis piernas se dan por vencidas, pero Killian me tiene apretada tan fuerte contra su amplio
pecho que me quedo colgando allí, inerte. Tristian es una causa perdida. Rath se queda junto a
la puerta, con los brazos cruzados, los ojos fijos en sus zapatos. Objetor de conciencia o no, no
será mi salvador. En cambio, giro mi cuello, tratando de atrapar la mirada de Killian. —Dijiste
que me protegerías —grito, agarrando sus antebrazos. Son tan inamovibles como el acero.
Si esperaba que mi mención de anoche pudiera despertar algo de simpatía en él, estoy
muy equivocada. Su respuesta sale dura, forzada entre dientes. —¡Eso es exactamente lo que
estoy haciendo!
Así es como sé que lo que sea que esté por suceder no puede ser bueno. Será dolor y
humillación y una larga noche lamiendo otra herida. Retrocedo y lucho contra Killian con todas
mis fuerzas. Naturalmente, es inútil. Me sumerge sobre la mesa y planta una palma en cada
hombro, inmovilizándome.
—Quédate quieta —ladra—, o tendremos que atarte.
Hago una pausa, el pecho sube y baja mientras trato de calmar mi respiración. —Por favor,
no me aten.
Tristian acaricia mi cabello. —¿Puedes prometer que te comportarás?
Asiento, incapaz de contener las lágrimas. —¿Al menos me dirán lo que me van a hacer?
—Toda clase de horrores llenan mi mente. Cosas espantosas, sexuales, invasivas.
Tristian limpia una lágrima de mi mejilla, sus ojos azules sostienen los míos. —Ray va a
poner un rastreador GPS debajo de tu piel, justo detrás de tu oreja. Así siempre sabremos dónde
estás.
Mi respiración tartamudea hasta detenerse, llenando mis pulmones de dolor. —¿Qué? —
De todas las cosas que le vinieron a la mente, esa no estaba entre ellas. No soy lo suficientemente
retorcida como para haberlo pensado—. ¿Me van a implantar un rastreador? ¿Como si fuera un
maldito perro? ¡Esto no puede ser legal!
Las palmas de Killian son pesadas e inflexibles sobre mis hombros, y cuando se inclina
para mirarme a los ojos, es solo para sisear: —Tal vez si no hablaras con viejos pervertidos y
sombríos como una perra en celo, no lo habríamos hecho. Hay que tratarte como tal.
Mi mandíbula se afloja, tanto por sus palabras como por la malicia desnuda en sus ojos.
Para Tristian, esto no es un castigo.
¿Para Killian?
Lo es.
Suelto mi mano y abofeteo a mi hermanastro en la cara, la palma me pica con la fuerza
de mi golpe. Observo cómo su cabeza se sacude, apenas, y luego sus ojos de repente se quedan
en blanco.
Vacío.
Espantoso.
Rath aparece entre nosotros y se lleva a Killian. —No lo hagas —espeta, poniendo una
mano en su pecho—. ¿Recuerdas la última vez? ¿Recuerdas lo que dijiste?
—Átala —gruñe Killian, tratando de pasar junto a Rath, quien lo detiene—. Átala o lo haré
yo mismo, y te prometo que no seré amable.
—Bien —dice Tristian, levantando las manos en señal de rendición—. La ataré, pero tienes
que largarte de la habitación.
Sus ojos se estrechan en rendijas viciosas. —No.
—Sí —dice Rath, empujándolo hacia atrás—. Estás demasiado cabreado. Vas a perder la
cabeza y joderlo todo. Sal de aquí. Nos encargaremos de eso.
Killian nos mira a los tres, pero finalmente gira sobre sus talones y sale furioso. No tomo
otro respiro hasta que escucho la puerta cerrarse en lo alto de las escaleras.
Suavemente, Tristian dice: —Cariño —y me acaricia el cabello hacia atrás—. Vamos a tener
que hacer esto. Sé que estás molesta, pero no estamos haciendo esto para lastimarte. Sé cómo
se ve, pero ni siquiera lo hacemos para controlarte. Hay algunas personas malas que te han
lastimado antes y pueden lastimarte de nuevo. Lo entiendes, ¿no? Entiendes que solo quiero
mantenerte a salvo.
Lo jodido es que casi lo entiendo. Tristian se ocupa de sus cosas, y eso es lo que soy para
ellos. Una cosa. Una posesión. Una baratija brillante. Un juguete de mierda preciado. Esto y la
golosina azucarada ocasional son lo más cerca que Tristian probablemente llega a mostrar afecto
por alguien.
Suspirando, agrega: —No quiero atarte, Story.
Mi labio se tambalea bajo la inevitabilidad de todo, otra lágrima hace un camino por mi
sien. Tristian la atrapa antes de que caiga. —¿Dolerá?
Tristian mira por encima del hombro a Ray. —Te va a adormecer primero, así que será
rápido. Puedes manejar eso, ¿no? ¿Puedes ser una buena chica para nosotros?
Desde su lugar junto a la puerta, Rath sacude la cabeza y murmura: —Dame un respiro.
Sollozando, miro al techo, sintiéndome quebradiza y rígida. —Seré buena.
Parece aliviado, inclinándose para arrancarme un beso lento y casto de mis labios. —Esa
es nuestra Lady. Te traeré algo bueno, ¿de acuerdo?
No respondo, tomándome el tiempo para recomponerme, tal como había dicho la Sra.
Crane. Todas las partes de mí que quiero conservar, las guardo bajo llave, herméticas y seguras.
No soy esta chica que está a punto de ser atada a tres monstruos. Soy la chica que diseñó su
destino.
Esto no es un castigo.
No será una defensa.
Lo convertiré en otra arma para mi arsenal.

—Ya terminó —dice Ray, alejándose de la mesa. Al final, quitarme la libertad fue tan rápido
como prometió Tristian. Un par de pinchazos detrás de la oreja acompañados de otro par de
pinchazos y eso fue todo.
Ni siquiera me estremecí.
Tristian me ayuda a sentarme, pero me encojo de hombros. La habitación está en silencio
mientras Ray empaca y se prepara para irse. Eso tampoco lleva mucho tiempo. Ociosamente,
me pregunto cuánto le pagarán para forzar implantes en mujeres indefensas. ¿Cuál es el costo
de la autonomía de alguien, por hora facturable?
Incluso después de que se ha ido, no me muevo, mirando mis manos, mis hombros se
sienten caídos y pesados. Toda la lucha se ha ido de mí, dejándome vacía y fría. El lugar detrás
de mi oreja no me duele. Aún no. Pero casi desearía que lo hiciera. Sería un respiro sentir algo
más que este enorme pozo de desesperanza.
—Vamos —dice Tristian, levantándome de la mesa—. Vamos a llevarte arriba, a limpiarte.
Congelándome, finalmente siento la semilla de algo aterrado y desesperado. —No me
hagas ir a la habitación de Killian. No puedo... no esta noche. —Incluso la idea de hacerme la
muerta mientras me folla hace que se me revuelva el estómago.
Tristian le lanza una mirada a Rath. —Está bien. Puedes ir a tu habitación —me dice.
Levanto la barbilla y me encuentro con su mirada. —No. Eso no funcionará. Él solo... —
Trago saliva, sabiendo que mis ojos deben estar vidriosos y rojos—. Tiene una llave.
Asintiendo pesadamente, Tristian ofrece: —Puedes…
Lo interrumpo antes de que pueda terminar. —¿Puedo quedarme contigo? —Le pregunto
a Rath.
Si está sorprendido por la solicitud, no se nota. Le da a Tristian una mirada antes de estar
de acuerdo. —Está bien —dice, metiendo las manos en los bolsillos—. Solo sube cuando estés
lista.
Tristian me observa mientras Rath se va, sus botas hacen ruido y pesan contra las escaleras.
—Estás enojada conmigo —observa, inclinando la cabeza mientras busca mis ojos.
Cuando se acerca a mí, me alejo. —No.
Sus ojos se cierran, esa máscara impecable de él haciendo clic firmemente en su lugar. —
Enójate, si eso es lo que necesitas. Prefiero tenerte enojada que constantemente en riesgo.
Jesús, realmente cree eso, ¿no es así?
No me detiene cuando salgo del sótano, subiendo a lavarme la cara y recoger mis artículos
de tocador. Antes, había estado inundada de pavor ante la idea de volver a entrar en la
habitación de Rath. Ahora, cada habitación se siente contaminada de una forma u otra. Paso
mucho tiempo en mi baño, sin siquiera molestarme en ponerme un mechón, peinándome el
cabello hacia atrás para ver el lugar de la inyección. Tengo que quitarme una tirita para poder
ver, pero cuando lo hago, es casi decepcionante. Algo tan significativo debería dejar algo más
que un puntito de piel con costras.
No voy a la habitación de Rath hasta más de una hora después. Paso junto a la puerta de
Killian como el ratoncito que siempre me han acusado de ser, subiendo las escaleras hasta el
tercer piso con el pulso acelerado, como si él estuviera detrás de mí, tratando de agarrarme por
la nuca.
Doy dos golpes a la puerta de Rath antes de abrirla. Está oscuro por dentro, más oscuro
de lo que solía ser, más desordenado también. Pero como siempre, hay música sonando. La
melodía es agridulce y cautivadora. Paso de puntillas por el umbral, mirando alrededor del
espacio. Pero no está en la cama ni en el piano. Hay un parpadeo de luz que atrae mi atención
hacia la puerta de su baño, entreabierta para revelar un brillo suave.
Me acerco nerviosamente, todavía sintiéndome incómoda por mi viaje a través de los
pasillos. Mirando a través del hueco, veo que el parpadeo es en realidad una vela. Tres, tal vez
más. Al acercarme, escucho un suave susurro de agua, atreviéndome a abrirla y entrar.
Nunca había estado en el baño de Rath. Las mañanas que me despertaba en su cama, él
siempre la reclamaba primero, dejándome para volver a la mía. Nunca me molestó. Disfrutaba
de tener un lugar propio, por toda la endeble privacidad que ofrecía.
Ahora, veo que me he equivocado.
Hay una gran bañera con patas en forma de garra al final de la habitación, iluminada solo
por la luz de las velas y la luna que brilla a través de la ventana abierta. El aire está cargado de
vapor y humo.
Rath tiene la cabeza inclinada hacia atrás. Tiene los ojos cerrados, los brazos envueltos
tranquilamente alrededor del borde de la bañera. En una mano, está pellizcando un objeto romo
entre el índice y el pulgar. Los dedos de su otra mano suben y bajan contra la porcelana, como
si estuviera siguiendo la melodía que sale de los parlantes. Se ve relajado y desprotegido, el
cabello tan desordenadamente húmedo que es claramente el producto de su mano mojada que
lo atravesó en algún momento.
Tengo esta noción irónica y completamente fuera de lugar de que me estoy entrometiendo
en un momento personal. Teniendo en cuenta que me estoy recuperando de un dispositivo de
rastreo biológico, el pensamiento saca una mueca de mi garganta.
Los ojos de Rath se abren ante el sonido.
Son tan negros en la oscuridad de la habitación que parece un demonio, los anillos en sus
labios brillan como colmillos. Sin dejar de mirarme, se lleva el porro a los labios e inhala
lentamente. Lo sostiene en sus pulmones, mirándome con esos ojos de demonio mientras lo deja
salir en una perezosa columna de humo.
—El agua todavía está caliente.
Su voz es tranquila y áspera.
Una invitación.
Es un largo momento antes de que decida si lo acepto o no. Cuando veo el cartón de sal
de Epsom al pie de la tina, me doy cuenta de que Rath fue quien le dijo a la Sra. Crane que
cuidara de mí. Para preguntar por mi bienestar. Para asegurarse de que no estaba herida.
No cambia nada.
Enrollo ese hecho alrededor de mi corazón como alambre de púas mientras alcanzo el
dobladillo de mi camisa, levantándola sobre mi cabeza.
Capítulo 10
RATH
Se desviste sin fanfarria, quitándose la falda y las bragas como si nada para desnudarse ante mí.
Sin embargo, sigue siendo una maldita visión, parada allí toda pálida y de aspecto delicado, esas
tetas llenas que tiene se ven perfectamente agarrables. Me paso los dientes por el labio cuando
se acerca, mis ojos recorriendo su cuerpo hasta ese dulce coño.
Hago un gesto hacia la sal de Epsom y le explico: —La Sra. Crane envió eso. —Estaba
destinado a Story, pero bueno. Un baño largo es bueno para los músculos.
Hago espacio para ella entre mis piernas, observándola mientras se sumerge en el agua.
Prefiero zambullirme desde una estructura alta antes de admitirlo, pero creo que podría haberla
extrañado estos últimos días. Era interesante. Pura diversión. Agradable al despertar. Cálida.
Algo encantadora, la verdad.
Y luego eligió a Killian.
He estado poniendo los puños blancos en mi rencor por eso durante tanto tiempo que no
fue hasta hace un par de horas que me di cuenta de que ella estaba jodiendo a uno de los suyos.
Simplemente no sé por qué.
Evita mi mirada mientras se acomoda en el agua, su culo contra mi polla que crece
rápidamente. Killian ha estado abusando de ese coño, lo sé. Está dolorida, había dicho Tristian.
La Sra. Crane no parecía preocupada, pero había amenazado mis testículos en una variedad de
formas creativas si intentaba meter mi pene allí un segundo antes de que se curara correctamente.
No necesitaba que esa vieja murciélago malhumorada me iluminara sobre el hecho de
que no voy a recibir nada esta noche. La forma en que Story tiene las rodillas pegadas al pecho,
tensas y cerradas, es prueba suficiente.
Suspirando, trato de darle una calada a mi porro, solo para darme cuenta de que la brasa
se ha apagado. Lo acerco a la vela y lo vuelvo a encender. —¿Alguna vez has fumado hierba
antes?
Se gira lo suficiente para que pueda distinguir la curva de su pómulo. —Sí.
Levanto una ceja. —¿En serio? ¿Cuándo?
Uno de sus hombros se curva hacia su oreja en un encogimiento de hombros suelto. —En
el internado.
—Niñas de escuela privada, ¿eh? —Sacudo la cabeza y explico—: Es lo único que parece
ayudar cuando tengo dolor de cabeza. Bueno, eso y apagar las luces. —Tomando otra calada,
pregunto—: ¿Te gustó?
Tararea en respuesta, apretando su agarre alrededor de sus rodillas. —Estuvo bien.
Bueno.
Basta de esta mierda.
Extiendo la mano para acariciar su hombro, tirando suavemente de ella hacia atrás. Se
resiste solo por un segundo, rígida, como un impulso, antes de volver a hundirse para descansar
contra mi pecho. Probablemente estoy drogado como un estúpido, pero no puedo dejar de notar
cuán perfectamente encaja en la curva de mi cuerpo. Exhalo un chorro de humo mientras miro
su pecho, viendo el agua revolotear sobre sus pezones rosados.
—Toma —ofrezco, sosteniendo el porro frente a sus labios. Ella lo mira fijamente por un
momento, congelada, así que agrego—: Puedes decir que no. Más para mí.
Pero no lo hace.
Sus labios se envuelven alrededor del extremo, absorbiendo una pequeña calada, y lo
retiro, observándola inhalar. La libera con un flujo lento y constante de humo.
—Sabe a culo —susurra. A pesar de eso, puedo sentir su cuerpo relajarse, la cabeza
colgando hacia atrás sobre mi hombro.
Aprovecho la oportunidad para quitarle el pelo de la nuca y echarle un vistazo a ese
ridículo rastreador. Tristian estaba empeñado en la cosa. En cualquier otro momento, podría
haber sido capaz de convencer a Killian de que entrara en razón.
Y luego se enteró de Cartwright.
Killian tiene muchos complejos cuando se trata de esta chica, pero uno siempre estará al
frente y en el centro, enviándolo al borde de la razón: Story recibiendo, buscando o aceptando
cualquier cantidad de atención de hombres mayores pervertidos.
Paso mi dedo sobre el lugar. —¿Duele?
Ella fija sus ojos en algo al otro lado de la habitación. —Sí.
Claro. Pregunta estúpida. Si alguien en esta casa entiende lo que se siente cuando el metal
atraviesa su piel, soy yo. —¿Qué tal… —Camino mis dedos por su brazo, deslizándolos por su
vientre, debajo del agua. Le doy un ligero golpecito al parche de piel sobre su clítoris—… ¿aquí?
Ella voltea la cabeza. —No lo sé. Un poco.
Tristian y yo nos hemos estado preguntando qué estaba pasando en la habitación de Killer
por la noche. Story ha ido de buena gana, al menos aparentemente. No ha habido ninguna
marca. Hemos tenido cuidado de asegurarnos. Pero debería haber sabido que él encontraría
una manera de hacerle daño.
Jesús.
—Killian es un maldito cabrón. —Dejo que mi cabeza caiga contra la bañera, con los ojos
cerrados. Después de un momento de procesar la ira, le digo—: Hubiera sido bueno contigo. —
Siento su peso contra mí, deslizando mis dedos perezosamente sobre su hombro—. Tenía todos
estos planes…
Su voz es seca cuando repite: —Planes.
—Sí. —Deslizo mis dedos sobre su brazo—. Tenía una lista de reproducción. No podía dejar
que mi Lady perdiera su virginidad con música de mierda, ¿o sí? Iba a usar un condón
acanalado, con mucho lubricante. Iba a ser por la mañana, porque… —Hago una pausa, teniendo
que pensar mucho para recordar por qué eso era un detalle—. Bueno, porque somos muy buenos
por las mañanas, ¿verdad? Te iba a comer por un tiempo. Tendría que ser un fin de semana,
así podríamos tomarnos nuestro tiempo. Ahora que lo pienso, supongo que en realidad no era
nada elaborado. Aun así, probablemente hubiera sido mejor que lo que obtuviste.
Su cabeza se vuelve hacia mí, pero no abro los ojos para ver su expresión. Su voz suena
plana. —Quizás.
Doy otra calada, sintiendo que parte de la tensión se desvanece de mi cuello. Malditos
dolores de cabeza por estrés. Son lo peor. —Por lo que vale, estaba en contra del rastreador. Es
un montón de tonterías, si me preguntas. Pero... —Entonces entreabrí un ojo y descubro que me
está mirando, con una emoción ilegible nadando en sus ojos—. Podrían tener un punto.
La emoción ilegible instantáneamente se convierte en hielo. —Tengo un microchip como
un perro, Rath. Como un animal. No hay ningún “punto” que pueda hacer que eso sea menos
una violación.
Levanto la mano y toco la línea de su mandíbula. —La gente pone un chip a sus mascotas
porque son importantes para ellos. Porque son preciosos. Porque se preocupan por ellos. —
Suspirando, le ofrezco el porro de nuevo, y es un poco divertido verla dar una calada con esa
expresión enojada y tensa—. No digo que sea la mejor exhibición o lo que sea. Solo… —
Sacudiendo mi cabeza, me pierdo en el aroma de su cabello, dejando que mis músculos se
relajen—. Mierda. Somos gente ocupada, Story. Con... horarios y tareas algo ocupadas. El tipo
de ocupado que simplemente no se detiene. Tenemos nuestras manos en muchos botes, y eso a
nadie le gusta. Confía en mí, hay peores personas que Pérez.
—¿Qué significa eso?
Levantando el porro a mi boca, tomo otra calada, pensando. —Significa que los bosques
son hermosos, oscuros y profundos. Pero tenemos promesas que cumplir. —Exhalando, abro los
ojos para encontrarme con su mirada atónita. Y millas por recorrer antes de dormir.
—¿Robert Frost? —Me da un parpadeo lento—. ¿Estabas escuchándome?
Extiendo la mano para aspirar el porro en una bandeja cercana. —¿Quién no escucharía a
una chica hermosa leyéndoles poesía? Acabo de tener este maldito dolor de cabeza. Como dije…
Mira hacia otro lado. —Vaya.
Meto mis manos en el agua entonces, palpando sus costados, deslizándome sobre toda esa
piel suave y madura. Paso la punta de mi nariz sobre la concha de su oreja, preguntándome: —
¿Te sientes mejor?
Ciertamente se siente más relajada.
O lo hace hasta que mis dedos rozan el costado de sus tetas. Entonces se pone tensa de
nuevo.
Puto Killian.
Me agacho y levanto el tapón, drenando el agua. —Vamos —le digo, empujándola—.
Vamos a secarte y meterte en la cama.
Cuando salimos, toma la toalla que le doy y la envuelve con fuerza alrededor de su cintura.
—¿Traes algo para dormir?
—No. —Finalmente me mira—. Puedo ponerme algo tuyo. Si está bien.
—Por supuesto. —La preferiría desnuda, pero dudo que la sugerencia sea bienvenida. Salgo
del baño y voy a mi tocador, encontrando una camiseta vieja. Es gris con una calavera de Lord
negra en el frente. El algodón es suave y desgastado. Obtuve esta cosa en mi primer año de
secundaria.
Cuando me doy la vuelta, está de pie justo fuera del baño, subiéndose las bragas por las
piernas. Sus ojos están pegados a la cama, como si estuviera viendo algo que le duele mirar.
—Suelta esto —digo, tirando de la toalla. Se inquieta por un momento antes de soltarla,
dejándola caer al suelo. Arrugo la camisa hasta el cuello, extendiéndola. Consigo una mirada
desconcertada por el gesto, pero me deja pasarla por encima de su cabeza, pasando sus brazos
a través de él.
Se ve bien en ella.
Hace que mi pene se ponga duro.
Se estira sobre el pecho para agarrarse el codo, luciendo pequeña y extrañamente
vulnerable para alguien a quien acabo de ver abofetear a un mariscal de campo en la cara. —
Puedo, um... dormir en el sofá.
Estoy a punto de ponerme los bóxers cuando lo dice. Congelándome, mi cabeza se levanta
de golpe, entrecerrando los ojos. —¿El sofá?
¿Perdón?
Asiente, agachando la cabeza. —Sí.
Puede que esté un poco perdido cuando se trata de muchas cosas en la vida, pero hay
algunas cosas que simplemente sé.
Sé que fumo demasiado, y el lado creativo de mi cerebro funciona mejor cuando estoy
lleno de vodka y demasiado cansado para ver con claridad. Sé que Van Morrison es un dios
legítimo, Debussy está sobrevalorado y la electrónica puede ser realmente buena en las manos
adecuadas. Sé que Killian y Tristian me dan una docena de razones para odiarlos todos los días,
y que recibiría una bala por cualquiera de ellos en una fracción de segundo, sin siquiera tener
que considerarlo. Sobre todo, sé que querer algo y no poder tenerlo no es más que la marca del
fracaso.
Dulce Cereza me tiene congelado.
Lo que sé, lo sé.
Es hora de engrasar estas malditas ruedas. —Bueno. ¿Puedo hacer algo por ti primero?
Se aparta el pelo de los ojos con aire astuto. —¿Cómo qué?
Se le pone la piel de gallina cuando paso los dedos por su brazo y observo cómo su cuerpo
se contrae en respuesta. —Déjame darte un masaje. Estos dedos son buenos para algo más que
tocar el piano.
Eso gana un comentario hosco. —Soy muy consiente.
—No estoy hablando de nada sexual —insisto, aunque… seamos realistas. Vamos a ver—.
Vamos, nos llevamos bien. Sé que todavía estás molesta, pero al menos déjame ayudarte a
relajarte. —Inclinándome, le susurro al oído—: Úsame, Lady.
Posiblemente todavía estoy dolido por su comentario anterior sobre tratarla como una
Lady.
Me mira con sospecha. Y con razón. No soy conocido por mi espíritu bondadoso. A
Tristian le encanta adorar a Story con comida y regalos, como si fuera su caniche. Ese es su
juego. Los baños y masajes no son mi estilo. No soy bueno en todo el asunto de ser “atento”.
Dudo mucho de mi capacidad para venderlo. Pero tengo que averiguar cuál es el problema, o
perderé terreno.
La perderé.
—Vamos —le digo, sentándome con la espalda contra la cabecera. Palmeo el colchón entre
mis piernas—. Siéntate aquí y aliviaré un poco esa tensión.
Lo considera por un minuto, como si se estuviera preguntando si es una trampa. Eso es
justo. No es una trampa. Finalmente, cede, moviéndose para que su trasero esté contra mi
entrepierna y su espalda quede frente a mí, como en el baño. Mi polla se contrae, pero quiero
que se detenga.
Empiezo por su cuello, apartando su cabello y teniendo cuidado de no tocar el pequeño
lugar donde se implantó el rastreador. Trabajando los músculos tensos con movimientos lentos
y deliberados, me obligo a pensar en esto como una sinfonía, diferentes movimientos, cada uno
elaborado para hacer algo completo.
Tal vez solo necesita sentir que tiene el control, aunque no lo tenga. Probablemente por
eso Tristian la llevó con él para prender ese fuego. Quería que Story sintiera que tiene poder,
aunque, en última instancia, nos pertenece en cuerpo, mente y alma.
Mis manos recorren sus hombros, luego bajan a sus brazos. Masajeo sus pequeños bíceps,
luego froto sus antebrazos y más abajo, tomándome mi tiempo en sus muñecas, sus palmas, cada
dedo. Luego empiezo de nuevo y lo hago todo de nuevo. Lentamente, sus músculos se relajan
y su respiración se vuelve profunda y uniforme.
Cuando se mueve, hundiéndose de nuevo en mí, su culo se muele contra mi polla, que
está dura como un clavo. Ha pasado un minuto desde que tuve una boca sobre mí, pero la
escuché allí abajo con Killian, llantos suaves y un cabecero golpeando la pared.
Sí, estoy jadeando por ello.
Se tensa de nuevo al sentir mi dureza.
—No voy a hacer nada con eso. Lo prometo. —Ante su mirada escéptica, agrego—: La Sra.
Crane me garrotearía con una cuerda de piano.
Ella exhala y asiente. —Cierto.
Vuelvo a hacer el mismo pase, comenzando por sus hombros, bajando por su espalda,
hasta sus brazos y manos. —Recuéstate —sugiero, y obedece, apoyando su cuerpo contra mi
pecho. Su cabello de olor dulce está debajo de mi nariz. Paso mis dedos por la larga columna
de su cuello, pasando por el cabello sobre sus orejas, masajeando su cuero cabelludo, sus sienes.
Ella suelta un gemido prolongado, quedándose flácida.
—¿Cuándo empezaste a tocar el piano? —pregunta, su voz somnolienta.
Me sorprende la pregunta, pero respondo fácilmente: —Cuando tenía seis años. Mi familia
no tenía mucho dinero. Éramos solo mi madre y yo en ese momento. Mi hermano mayor,
Alessio, ya se estaba graduando de la escuela secundaria.
—¿Tienes un hermano mayor?
—Mucho mayor insisto —sintiéndola cojear contra mí—. Mi mamá lo tuvo joven. Nunca
fuimos cercanos ni nada. Alessio salió del Lado Sur y nunca miró hacia atrás. Incluyéndonos a
nosotros.
Asiente en mis palmas. —Así que el piano…
—Mi mamá tenía esa manía de querer mantenernos, de la misma forma en que las personas
ricas mantenían a sus hijos. Estaba convencida de que, si aprendíamos a tocar un instrumento,
podría ser nuestro boleto de salida. Hizo un trato con nuestra vecina, la señora Budd, que tenía
un piano, de que mamá le lavaría la ropa si nos enseñaba piano. A Alessio se le daba fatal, pero
me acostumbré bastante rápido. —Masajeo la parte posterior de sus hombros, resolviendo un
pequeño nudo de tensión—. Es lo único en lo que he sido bueno.
—Eras bueno en el fútbol en la escuela secundaria —señala.
—Cierto, pero eso es una cosa de equipo. Tocar instrumentos… eso es algo que me
pertenece. —Se estremece cuando pincho su espalda, pero es obvio que le gusta cómo se siente—
. ¿Puedes guardar un secreto?
Ella se queda quieta. —Sí.
—He estado ahorrando dinero para mi propio piano desde hace un tiempo. Quiero uno
realmente ostentoso. Es egoísta y codicioso de mi parte, considerando mi posición con Daniel,
pero es todo lo que siempre he querido. Tristian me compraría uno en un santiamén, pero no
se siente bien dejarlo. No con esto.
Ella mira al otro lado de la habitación. —¿Qué hay de ese?
Burlándome, explico: —¿Esa cosa? Pertenece a la casa. Se supone que debe estar en la
biblioteca, pero les pedí que lo movieran cuando nos mudamos. Un par de promesas todavía
me lo reprochan hasta el día de hoy, y es gracioso.
Después de una pausa, pregunta: —¿Cuánto has ahorrado?
—El que quiero cuesta cuarenta de los grandes. Tengo como doce guardados. —Cierro los
ojos y pienso en el piano de cola que quiero, y en cómo se vería Story inclinada sobre la parte
superior, con mi polla enterrada profundamente en su coño, gritando mi nombre. En voz baja,
pregunto—: ¿Por qué dejaste de llamarme por mi nombre?
Ya se siente sin huesos, con la cabeza colgando mientras la trabajo entre mis manos. —
¿Qué...? —pregunta, arrugando la frente ya sea por placer o por confusión—. Te llamo por tu
nombre.
—Solías hacerlo —respondo, recogiendo su cabello con ambos puños y dándole un lento y
suave tirón. El movimiento la hace estremecerse, abriendo la boca. —Me gusta. Nadie más me
llama así. Siempre es “Rath”.
Puedo ver cuando se da cuenta de lo que estoy hablando. Su mandíbula floja se levanta,
la garganta se mueve con un trago. Hábito, supongo.
Una mierda.
Hace unos días, estábamos compartiendo una cama y follando y mirándonos sin que todos
nuestros músculos se tensaran. Me rogó que la dejara ayudarme con mi trabajo escolar, e incluso
me pidió poder aliviar mi tensión con algunas de las mejores mamadas de mi vida. Lo quería,
lo pidió, que es exactamente lo que lo hacía tan jodidamente caliente. ¿Ahora ni siquiera quiere
dormir en la misma cama conmigo?
Solo una cosa ha cambiado en los últimos días.
—¿Es por Killer? —Una palma desciende, frotando su clavícula mientras la otra continúa
tirando del cabello suavemente. Mis labios se mueven contra su sien cuando le pregunto—: ¿Te
estaba molestando? ¿Diciéndote que mantengas la distancia? Porque sé que es del tipo celoso,
pero…
Niega con la cabeza. —No, no es él.
Hay una ambigüedad en su respuesta que no me agrada especialmente. Todavía estamos
en medio de nuestro juego, las apuestas están en juego, y mierda. De hecho, necesito su ayuda
con la lectura. Es la primera persona que realmente se ha tomado el tiempo para ayudarme y
no solo pasar de mi o burlarse. Pero más allá de eso, no me gusta estar de este lado de las cosas.
Esta mierda tiene que cambiar.
Sus tetas suben y bajan mientras inhala y exhala, y veo sus pezones duros bajo el suave
algodón de mi camiseta. Pasando mis manos por sus costados, arrastro mi nariz sobre su mejilla
rosada. —Te gustaba dormir aquí. Era bueno, ¿no? Estábamos bien.
Tartamudea un aturdida. —Yo… yo...
—Algo sucedió —reflexiono, las manos deslizándose sobre un lugar que la hace retorcerse
contra mí. Sobre la tela de su camisa, rozo su suave vientre antes de que mis dedos suban por
sus costillas. Sus caderas se mueven minuciosamente, y no tengo ninguna duda de que está
excitada. Probablemente ya esté mojada. Joder, quiero meter los dedos entre sus piernas y
averiguarlo. Pero no lo hago—. Sea lo que sea, no parece aplicarse a los demás. Haces que este
chico se sienta un poco herido.
—Podría —respira, los párpados suben y bajan con un pesado parpadeo—. Pero no lo haré.
Observo su rostro de cerca. —¿Por qué?
No responde hasta que mis manos se levantan de nuevo, enmarcando la parte inferior de
sus tetas, acariciando la piel estirada sobre sus costillas. —Probablemente tendría que importarte
primero —es su respuesta.
Hago una pausa, las manos se quedan quietas. —¿Crees que no me importa? —Cuando no
responde, pienso a la mierda, y muevo mis manos para ahuecar sus tetas, dándoles un largo
apretón. En voz baja, pregunto—: ¿Crees que no te he extrañado?
Se pone rígida, pero su espalda todavía se arquea en mis manos. —¿A mí? ¿O las cosas
que hago por ti?
Bueno, eso no es justo. Los dos están inevitablemente vinculados. —¿Entonces estás
enojada conmigo porque... te sientes abandonada? —Bueno, me ha dado mamadas de primera,
y después la envié a cuidarse sola.
—No estoy enojada contigo. —Está claramente mintiendo.
Jesús, es jodidamente exasperante. Si empujo demasiado fuerte, la asusto. Si no presiono
lo suficiente, las cosas son demasiado unilaterales. ¿Qué diablos se necesita con esta chica?
Reprimiendo mi frustración, paso mis manos por la curva de sus caderas, hacia el interior
de sus muslos, separándolos. —Solo relájate —digo cuando se pone tensa.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta, plantando sus manos en la cama.
—Tratándote como mi Lady. —El sabor es amargo en mi lengua. ¿Quién diablos es ella
para decirme cómo tratar a mi propia Lady, de todos modos?—. Si ojo por ojo es lo que estás
buscando, entonces podemos resolver esto ahora mismo. Se cómo pagar mis deudas.
—Y-yo no quiero…
—Si, quieres. —Puedo oírlo en el tartamudeo de su respiración cuando la punta de mi
pulgar roza el borde de sus bragas—. Acabas de darte un agradable y tibio baño. Luego, un
masaje. ¿Quién no querría algo más después de eso?
—Dijiste que no lo harías. —Las palabras salen pequeñas y acusadoras.
La corrijo: —Dije que no haría nada con mi pene, y no lo haré. —Paso mi pulgar por el
centro de sus bragas, raspando una uña roma sobre su clítoris—. Pero todavía puedo hacerte
sentir bien.
Ella hunde sus dientes en su labio. —Rath…
Siento que mi rostro se oscurece ante el nombre. De repente, hace clic juntos. Es posible
que, por un minuto allí, hubiera sido algo más que un Lord para ella. Más que un Lord. Pero
ahora parece que eso es todo lo que soy. No sé cuándo sucedió ni por qué, pero puedo sentir
la certeza de ello. De alguna manera, estoy de vuelta al punto de partida con esta chica.
Al menos sé cómo manejar eso.
Acercando mi boca a su oído, le pregunto suavemente: —¿Sería más fácil si lo hiciera una
orden?
Su mandíbula se tensa, la mirada baja. Sé lo que está a punto de decir un momento antes
de que sus labios se separen. Está en el destello de vergüenza que llena sus ojos. —Sí.
Exacto, joder.
—Abre las piernas, Lady.
Sus muslos se abren para mí. Eso es lo que pasa con Story. Le gusta lo que le hacemos.
Se excita. Se siente bastante bien que siempre regrese por más, bordeando los bordes de nuestra
conciencia, esperando a que alguien salte. Ella simplemente no puede soportar sentirse
responsable por ello. Hace unos meses, este conocimiento me habría divertido muchísimo.
Tal vez sea esta nueva comprensión de que en realidad había logrado algo más grande,
pero esta noche, simplemente me parece desafortunado. No importa que llegué allí usando
tácticas de Lord. Nos divertiremos los dos.
El interior de sus bragas está tibio y ya húmedo cuando sumerjo una mano dentro, pasando
mis dedos por su resbaladizo coño. En un instante, es masilla en mis manos, con la cabeza
echada hacia atrás sobre mi hombro. Su respiración es superficial y sus músculos están relajados,
hasta la curva de su rodilla que separa sus cremosos muslos. —Ah…
Ah, es correcto.
Cierro los ojos contra el desgarrador impulso de darle la vuelta y hundir mi polla hasta el
fondo, reclamándola para mí, aunque solo sea por esta noche. Sin embargo, eso no funcionará.
En vez de eso, lo hago para ella, haciendo que su clítoris sea agradable y resbaladizo con su
propia humedad antes de establecer un ritmo. Sé que lo estoy haciendo bien cuando sus muslos
se abren más y sus manitas se sujetan a mis piernas.
Tarareo contra su mejilla. —¿Te gusta eso, bebé?
Su boca está completamente floja otra vez, una arruga formándose entre sus ojos.
No responde.
Dejo que mi otra mano se deslice debajo de su camisa. —Te habría dejado estar arriba —
le digo, recordando todos mis planes. Palmeo su teta, moviendo mi pulgar sobre su rígido
pezón—. Iba a mostrarte cómo montarme, agradable y lento. Dejar que tú marques el ritmo. —
Su respiración se entrecorta, las caderas corcoveando. Oh sí. A ella le gusta esa idea—. Iba a
jugar con tu clítoris, justo así, hasta que ese pequeño y apretado cuerpo tuyo comenzara a
temblar. —Sonriendo en su mejilla sonrojada, observo—: Muy parecido a cómo estás temblando
ahora.
Cuando saco mi mano de sus bragas, ella jadea: —Rath...
La hago callar, frotando mi palma en el suave interior de su muslo. —Ya llegaremos a ello.
Estaba justo al borde de correrse. Los finos temblores en los músculos de sus muslos son
evidencia suficiente, pero la forma en que sus caderas se retuercen lo confirma. Le doy un
momento, la hago retroceder por ese precipicio empinado, antes de rozar mis nudillos sobre el
algodón de sus bragas.
—¿Quieres más?
Se muerde el labio, asintiendo.
—Entonces tal vez deberíamos quitarnos esto, ¿eh? —Engancho mis dedos en el elástico de
sus bragas, luchando contra una sonrisa cuando me deja arrastrarlos por sus caderas, por sus
piernas. Los meto debajo de mi almohada como un pequeño regalo para más tarde.
Parte de esa tensión ansiosa comienza a regresar, por lo que sé que es el momento. Separo
sus muslos y vuelvo al trabajo, viendo como mis dedos suben y bajan por su coño mojado. Ella
también está mirando, esos ojos marrones suyos pesados y encapuchados mientras froto circuitos
apretados y deliberados alrededor de su clítoris hinchado.
—Hubiera hecho que te corrieras en mi polla —le digo, disfrutando de la forma en que mis
dedos se ven contra su coño sonrosado—. Entonces, cuando estuvieras completamente relajada
y húmedo para mí, nos habría dado la vuelta y te habría follado. —Ella se estremece cuando
pellizco su pezón—. Yo no te habría destrozado. Pero me habría asegurado de que me sintieras
al día siguiente.
Joder, ¿cuánto tiempo había estado pensando en quitarle la virginidad?
Aparentemente, lo pensé mucho.
Cuando ella comienza a temblar de nuevo, retiro mi mano, presionando un bajo: —Shh,
bebé —en su cuello cuando ella gime.
Posiblemente, aún guardo un pedacito de ese rencor.
Hace un sonido quejumbroso y sin aliento. —¿Qué estás haciendo?
Amaso mis dedos en su muslo un poco más. —Solo te acerco un poco. Se sentirá bien,
pero necesitas un poco de paciencia. —Se ve exactamente lo contrario de paciente, sus ojos
oscuros brillan con una especie de confusión aturdida. Tiro del dobladillo de la camisa—. Tal
vez deberíamos quitarnos esto, ¿sí?
Ella no discute, dejándome que se lo quite de la cabeza.
Ahora la tengo exactamente donde la necesito: cachonda, desnuda y retorciéndose en mi
erección.
Buen espectáculo.
—¿Lista para un poco más?
Ella asiente antes de que termine la oración.
Arrastra un suave silbido cuando la toco de nuevo. Está ardiendo de calor ahí abajo, tan
mojada que probablemente tenga mis cobijas húmedas. Cuando pongo mis dedos sobre su
clítoris, prácticamente puedo sentir su pulso a través de él. Se resiste al peso de mi mano,
persiguiendo cualquier pequeña fricción, y no la hago esperar.
Hago este toque ligero, los músculos de mis brazos se tensan y se afilan mientras miro la
parte plana de mis dedos sobre ese manojo de nervios con movimientos rápidos y furiosos de
mi muñeca. —Iba a mantener los ojos abiertos —le digo.
Cuando choca con él, lo jalo hacia atrás, manteniendo el toque en nada más que una
mirada. Hace que el tendón de su cuello se ponga rígido y pronunciado mientras hunde su
cabeza en mi hombro.
—Te habría observado todo el tiempo —continúo, mi voz se vuelve áspera como la grava—
. Me habría asegurado de que te sintieras bien.
—Por favor —jadea, persiguiendo la fricción de mi mano.
Finalmente.
Retiro mi mano, abrazándola fuerte cuando gime en respuesta. —Casi —le aseguro. Mi
pene probablemente podría perforar un agujero en este momento, pero hay algo que necesito
escuchar antes de que pueda dejarla caer en pedazos. Me giro para ver su cara sonrojada,
levantando la mano para rozar su barbilla—. Vamos, bebé —le digo, empujándola hacia mí—.
Dame tu boca.
Ella obedece sin pensar, con los labios entreabiertos mientras su cabeza se inclina hacia
un lado, permitiéndome lamer la costura. Su lengua es tímida y perezosa, apenas presionando
la mía mientras la beso. Tomo lo que es mío de todos modos, aplastando nuestras bocas mientras
mi mano regresa a su centro.
Siento su mano subir para enrollarse en mi cabello y luego tragarme su jadeo mientras
froto fuerte e insistentemente contra su clítoris. Joder, también me perdí esto. Story tiene los
besos más dóciles, dulces y relajados sin importar el ritmo o el calor del momento, como si
estuviera contenta con que la follen con la lengua.
Eso es exactamente lo que le doy, lamiendo dentro y fuera de su boca como si me
perteneciera, y supongo que, de alguna manera, me pertenece. Mis propias palabras se quedan
sin aliento cuando digo: —Justo antes de correrme, iba a sacarlo y quitarme el condón.
Puedo sentir su cuerpo comenzando a apretarse, tan cerca de romperse que está
temblando.
—No —dice contra mis labios, suplicando tan dulcemente—. Por favor, no te detengas.
—Hubiera querido quitármelo para poder llenarte. —Tal vez yo también esté temblando
un poco, pero la mayor parte es contención. Sin embargo, no es suficiente. Mi voz se está
volviendo demasiado dura, demasiado áspera, los dientes raspando contra su labio con un
gruñido—. Hubiera enterrado mi carga tan dentro de ti que hubieras podido saborearla.
Calculo perfectamente mi retirada.
El sonido que hace cuando retiro mi mano es agudo y herido. —Rath, por favor. —Es un
largo sollozo de aliento, lleno de frustración y agonía.
Le cepillo el pelo hacia atrás, empujando hacia abajo la cosa salvaje y agresiva que está
hirviendo debajo de la superficie. —Tú sabes lo que quiero.
Y lo hace.
Sé que lo hace porque no me mira.
Ni siquiera cuando lo dice.
—Por favor… —Tragando, me lo da—. Dimitri.
Es peor que nunca escucharlo en absoluto. No hay amabilidad en ello. Sin suavidad.
Como solía ser, decía mi nombre y podía sentir la ligereza de ello. Al principio lo odiaba, me
molestaba la forma en que me hacía querer mirar su boca, ver cómo se convertía en carne, hasta
que se convirtió en parte de la burbuja entre nosotros, tranquila y tan quieta que podría haberme
tapado. Y luego desapareció.
Ahora solo suena hueco, reducido a bilabiales frías y consonantes estériles.
Inclino mi cabeza hacia atrás contra la cabecera y termino con ella exactamente de la
misma manera. Mecánicamente, como si no fuera más que una tarea. Incluso cuando se arquea
contra mí y se deshace, con la boca abierta en un grito que los demás están destinados a
escuchar, solo presiono mis dedos en sus lugares suaves y no siento nada.
La dejo en la cama, sin aliento y con la cara roja, la frente brillante de sudor, y desaparezco
en el baño para masturbarme.
Al salir, agarro la muñequera que se quitó antes de entrar en el baño y luego le lanzo un
trapo, sin mirar mientras se limpia en silencio. Sus ojos me siguen por la habitación mientras
agarro un par de mantas del armario, pongo una en la cama para ella y la otra en el sofá.
Para mí.
Me detiene cuando voy a agarrar una almohada. —Espera.
La miro y estoy enojado porque aparentemente he perdido todo mi terreno con esta chica,
y ni siquiera sé por qué o cómo. Pero hay algo más debajo de toda la ira.
Creo que esto debe ser lo que se siente el rechazo.
Me dan ganas de golpear, decirle que es una puta por dejarme hacer eso cuando
claramente no me quiere. Quiero decirle que vuelva con su hermano, quien la desgarrará y la
maltratará, pero aparentemente es más atractivo que yo. Quiero decirle que no es tan especial,
de todos modos, y que he tenido chicas mejores, más fáciles y bonitas que ella.
Todas las mentiras mueren en mi garganta ante la mirada de pánico en sus ojos.
—¿Estás enojado?
Tal vez no me quiere como antes, pero no puede darse el lujo de tener a otro de nosotros
buscando usarla, burlarse y lastimarla.
Así que empujo el sentimiento hacia abajo, agachándome para tomar su mano. Su brazo
está fláccido cuando levanto su muñeca, colocando suavemente el brazalete en su lugar. —
Estamos bien digo —sabiendo todo el tiempo que no lo estamos—. Ve a dormir.
Capítulo 11
STORY
La reunión se lleva a cabo en el centro de estudiantes en una mesa cerca de las ventanas
delanteras. Al menos es agradable y público. Había pasado veinte minutos antes de examinarlo,
el pánico y la humillación arañaban la parte posterior de mi garganta.
Lo peor son las chicas de la Realeza: Autumn, la Princesa; Marigold, la Baronesa; y Sutton,
la Condesa, sentadas frente a mí. Todo es rígido y tenso con el acto que estamos montando,
como si estas tres no me hubieran llevado a una trampa hace una semana. La única presente
que no participó ese día es Bianca, la Duquesa.
Afortunadamente, con una pila de carpetas frente a ella, Bianca parece ser la que está a
cargo. Mientras las reparte, mi teléfono suena con un mensaje de texto de “Lord Tristian”.
Discretamente, lo abro debajo de la mesa, completamente desprevenida para lo que me recibe:
una foto de su pene erecto.

Lord Tristian: Mi polla extraña tu bonita boca.

Busco a tientas el teléfono, rígida por la sorpresa. Después de un momento, aparece otro
texto.

Lord Tristian: Tal vez cuando dejes de enfadarte conmigo, finalmente puedas recoger tu
regalo.
No debería sorprenderme. Tristian es exactamente el tipo de chico que piensa que una
chica quiere ver su polla en medio de una reunión, incluso cuando está furiosa con él. El mismo
tipo de chico que es probable que te folle con los dedos en una habitación llena de gente. El
mismo tipo de chico que piensa que su polla califica como un “regalo” digno de borrar cualquier
resentimiento por haber sido forzada a tener un microchip.
Psicópata cachondo de mierda.
—Teléfonos arriba —dice Bianca, mirándome fijamente. Lo deslizo de nuevo en mi bolsillo,
sabiendo que mi rostro debe estar rojo brillante—. Me gustaría terminar esta reunión lo antes
posible. Tengo una ronda en el hospital esta tarde y un Duque que cuidar a medianoche.
—¿Puedes guardar tu teléfono, Story? —Sutton pregunta, batiendo sus pestañas—. ¿O eso
va en contra de las reglas?
Las otras chicas se ríen, y mi mandíbula se tensa. —No lo sé, Sutton. —Muevo mis pestañas
hacia atrás—. ¿Se te permite estar cerca de otras mujeres sin apuñalarlas por la espalda como
una aduladora, o eso va en contra de tus reglas?
Ella me da una sonrisa mordaz. —Hago excepciones cuando es necesario.
Lo que sea. Son propiedad de su Realeza tanto como yo. Sutton siempre ha usado un
collar, alto y apretado alrededor de su garganta. Solía pensar que solo eran joyas, pero no
combina con todos sus atuendos. Ahora me doy cuenta de lo que realmente es. Es como mi
muñequera. Una marca de propiedad.
Un collarín.
Volviendo a Bianca, lucho por cualquier sentido de un aliado. —¿Tienes que cuidar a uno
de tus Duques? ¿Se lastimó?
—Duh. —Me da una mirada que dice que esto debería ser obvio—. Son Duques. Ya sabes,
¿los furiosos duendes del caos? —Ante mi parpadeo lento y confundido, explica—: Son
luchadores, Lady. Siempre necesitan parches.
—Oh —digo, la cabeza hacia atrás. Las palabras de Marcus vuelven a mí.
—Algunas cosas son solo tradición. Robar algo de la casa de un rival. Sabotear la
ceremonia de los Barones. Ganar el combate anual de boxeo contra los Duques…
Aferrándome a eso, pregunto: —¿Cuándo es el combate de boxeo anual?
Bianca se ilumina ante la mención, como una flor girando hacia el sol. —Enero. Sin ofender
a tus Lords, Payne está totalmente loco, pero mis muchachos seguro que van a ganar. Los
Duques casi siempre lo hacen.
Sonriendo con fuerza, ofrezco: —Tal vez te vea allí.
Bianca no parece intimidada por la amabilidad, aunque ahora entiendo que no se puede
confiar en ella. Tomaré cortesía artificial sobre la forma en que Sutton y los demás me miran en
este momento.
—Para aquellas de ustedes que son nuevas, este es el trato —comienza Bianca, cuadrando
los hombros—. Todos los años organizamos un carnaval durante el fin de semana del
Homecoming. Las hermandades de mujeres pueden tener sus fiestas formales y mezclas
aburridas, pero esta es la joya más grande en las coronas de las mujeres de la Realeza. Tenemos
que hacerlo bien. Todos estarán aquí para representar a sus casas, pero como unidad, nos
unimos para representar a Forsyth. —Abriendo su carpeta, explica—: El carnaval está destinado
a ser divertido, pero no se dejen engañar: este es un evento serio que pretende subrayar los
esfuerzos caritativos de la Realeza. Es el legado que mantiene intacto el patrimonio de nuestras
casas.
—Espera, espera, espera —espeto—. ¿La Realeza hace esto por caridad? Estás bromeando.
Ninguno de estos tipos tiene un hueso caritativo en sus cuerpos.
Autumn se burla, pareciendo desinteresada. —Debes saber, Lady. Los Lords son los
mayores recaudadores de fondos de todas las fraternidades. El trabajo que realizan con el Centro
Comunitario del Lado Sur ha ganado reconocimiento nacional. El año pasado recaudaron
medio millón de dólares.
Bianca asiente y Sutton pone los ojos en blanco como si fuera un idiota. Podría sentirme
como un idiota si no hubiera pasado las últimas semanas haciendo algo más que sobrevivir y
experimentar de primera mano sus actitudes poco caritativas.
—En sus carpetas hay un resumen detallado de sus responsabilidades para el carnaval.
Condesa, estás a cargo de la comida y las bebidas. Baronesa, de los juegos y premios. Princesa,
organizarás el horario y la organización. Yo me encargaré de las atracciones y, Lady, estarás a
cargo de obtener los permisos para la ubicación.
Observo la información de la página. Aparentemente, hay un gran lote a las afueras del
Lado Sur donde normalmente se llevan a cabo este tipo de eventos. Veo la información de
contacto del dueño de la propiedad y me desinflo.
Daniel Payne.
Jodidamente perfecto.
—Parece mucho trabajo, pero los muchachos harán su parte —dice Bianca una vez que
termina de delegar las responsabilidades—. Es tradición, y no hay nada que a estas fraternidades
les guste más que mantener todos sus rituales. Ellos proporcionarán la mano de obra, y las
promesas contribuirán con la mayor parte del trabajo pesado. Todo el mundo se involucra en
esto, así que no se sientan abrumadas. Tómense su tiempo. Y háganlo bien.
Poco después de que nos despidamos, salgo y me apoyo en una columna, enviando
ansiosamente mi reporte a los chicos.

Lady: Todo listo.

Mantengo a las chicas de la Realeza en mi periferia, desconfiada y nerviosa. Es Tristian


quien responde.

Lord Tristian: Llegaré en unos minutos. Entonces puedes conseguir tu regalo.


Miro fijamente el teléfono, con el estómago hundido. Genial. Ahora voy a tener que
chupárselo y actuar como si no quisiera arrancarlo con mis dientes mientras lo hago. Todo este
día es un desastre.
Al menos pude dormir sola anoche.
O algo así.
Rath durmió en su sofá, dejándome en su cama grande y cómoda. También fue un buen
sueño. El tipo de sueño que probablemente no me permitiría tener cerca de Killian. Un baño
relajante, un poco de hierba, un masaje y…
Dios.
Ese orgasmo.
Estuve muerta para el mundo durante ocho horas seguidas por primera vez en mucho
tiempo.
El problema es que él sabe que algo ha cambiado entre nosotros, a pesar de todos mis
esfuerzos por permanecer impasible, que era lo mejor a lo que podía aspirar, considerándolo
todo. No hay duda en mi mente de que el conocimiento de que ha derribado el tótem basado
en puntos conmigo lo ha puesto furioso. Después de todo, todos son ególatras hiper competitivos.
Lo que he llegado a descubrir sobre Rath es que no me hace daño cuando está enojado.
Sin embargo, se las arregló muy bien cuando no lo estaba.
Me desplazo por mi teléfono hasta que escucho a Autumn y Sutton hablando al otro lado
de la columna.
—¿Recibiste alguna noticia sobre el auto de Pérez? —pregunta Autumn.
—Definitivamente fue incendio provocado —responde Sutton, con voz irónica—. El bar
tenía cámaras afuera, pero los pendejos tenían máscaras.
—Eso apesta.
—Sí, pero no es que no sepamos quién lo hizo. —Sutton olfatea con altivez—. No importa,
de todos modos. Se dice que su jefe está enojado. Ya sabes cómo es él en el Lado Sur. Cruzaron
una línea en su propio territorio. Lo que sea que les haga es probablemente mejor que cualquier
venganza que los Condes puedan encontrar.
Autumn se pregunta: —¿Y qué, Pérez lo va a dejar pasar?
Sutton se ríe. —Dudoso. Ya sabes cómo es. Eso es dos veces ahora que sacaron lo mejor
de él. Pero mi chico es paciente. Esperará a que pase, amable y constante.
La conversación vuelve a la planificación del Homecoming y me quedo oculta hasta que
se van. Saber que Pérez todavía planea vengarse hace que me suden las manos y, por primera
vez, no me importa tener este rastreador debajo de la piel. Los Lords definitivamente tienen una
forma de hacer enemigos. Los Condes, los conocen. A Ted, no tanto.
Me pregunto cuál llegará a ellos primero.
Tristian elige ese momento exacto para llegar. Sus ventanas están demasiado polarizadas
para ver el interior, pero en el instante en que abro la puerta, su música resuena. Se estira para
bajarlo, palmeando el asiento del pasajero. —Súbete.
Rígidamente, obedezco, dándole a su entrepierna una mirada siniestra. Lo irónico es que,
de repente, desearía que fuera Rath quien me recogiera. Cada día aquí ha sido como un juego
de barras de mono agonizante, oscilando del Lord al que menos odio en el momento, a otro
Lord que odio menos después de algún asunto. Mi cerebro sigue sumando el puntaje, el ganador
cambia más rápido de lo que puedo analizar. Con cada transgresión, pensaré que esto es todo,
nada podría hacerlo parecer menos que el peor de los males. Pero constantemente me
demuestran que estoy equivocada.
A veces, es que uno de ellos me muestra algo suave e incongruente, dejándome enfrentar
la realidad de que tal vez todos, incluso estos hombres duros y crueles, están hechos de luz y
oscuridad. Pero a veces, es que uno de ellos me duele más, más perniciosamente, bajando el
listón con cada acto de brutalidad.
Esta es una extraña mezcla de los dos.
Nunca me veré perdonando a Tristian por ponerme el rastreador, pero al mismo tiempo,
anoche había complicado mis sentimientos por Rath. Soy muy consciente de su habilidad para
manipularme, pero la forma en que había estado en la bañera, tan listo para levantarme y
abrazarme, no parecía artificial en absoluto.
Tampoco la mirada sombría de sus ojos cuando me dio las buenas noches y me dejó ahí
en la cama, exhausta y confundida.
Tristian tiene un par de anteojos de sol sobre su nariz, la muñeca colgando del volante. —
¿Come te fue?
Mi respuesta es corta. —Bien. —Me pregunto si conducirá a algún lado para que pueda
volver a ponerlo en marcha. Estamos demasiado cerca de la casa de piedra rojiza para
molestarnos en poner algo en marcha de camino a casa, pero podría dar un rodeo. En algún
lugar lleno de gente, sin duda.
Hace una pausa, observándome desde detrás de las gafas. —¿Sigues enojada, entonces?
Miro hacia el campus, permaneciendo en silencio.
Suspirando, agarra la palanca de cambios y tira hacia atrás, saliendo del estacionamiento.
—Sabes, también podría estar enojado. —Su boca está arrugada en una línea tensa e infeliz—.
Nunca, ni una sola vez, has dormido en mi cama. Has dormido con Rath. Con Killer, aunque
te haga daño. ¿Pero yo? —Empuja la palanca de cambios hacia arriba con enojo, y me
estremezco—. No obtengo nada. ¿Y sabes lo que está jodido? —Me mira como si esperara una
respuesta. Estaríamos aquí todo el maldito día—. Yo soy el que te cuida. Yo… Todo lo que hago,
y puede que te moleste, pero es verdad, todo es porque quiero conservarte.
Conservarme.
Eso no me hace feliz.
No quiere mantenerme a salvo.
Sólo conservarme.
Me encojo de hombros con despreocupación. —¿Por qué no me haces dormir en tu cama?
Eso es lo que hace Killian.
Golpea el volante con la palma de la mano y ruge: —¡No quiero obligarte!
Me estremezco tan fuerte que todo mi cuerpo salta. Aparte de esa pelea con Killian, nunca
había escuchado a Tristian gritar. Hace que algo duro y aterrorizado suba por mi garganta.
Observo con los ojos muy abiertos mientras él toma una respiración profunda, las fosas nasales
dilatadas.
Deja escapar una maldición suave, levantando la mano para peinar sus dedos por su
cabello rubio. Suavemente, dice: —No soy Killian.
No estoy segura si está hablando de los gritos o de la orden de acostarme con él, pero
digo: —Está bien —y no me siento menos tranquila con ello.
Se quita las gafas de sol y me lanza una mirada que llamaría disculpa en cualquier otra
persona. —No debí haber gritado.
Tragando saliva, fijo mis ojos por la ventana. —Está bien.
—No, no es así. Te asusté, y eso es… —Da vuelta hacia la calle que nos lleva a casa, y puedo
verlo mirar de un lado a otro, de mí a la carretera—. Tenías razón ayer. ¿Lo que le dijiste a Rath,
sobre ser tratada como nuestra Lady? Hay algunas cosas en las que puedes pelearnos, ya sabes.
Doy una risa débil. —Hay muchas cosas que no puedo.
—Sí, las hay —acepta, girando hacia el lugar frente a la casa—. Esa es una de ellas.
Lo observo por el rabillo del ojo mientras estaciona el auto y lo apaga. Se queda allí,
mirando por la ventana, y su rostro está tumultuoso y pensativo, como si tal vez tuviera algo más
que decir.
O tal vez espera que yo mismo diga algo.
Tengo esta... conciencia. Si extendiera la mano ahora mismo y cerrara la brecha, creo que
se sentiría aliviado. Feliz. Porque en este momento, es claramente infeliz.
De alguna manera, la forma en que actúo tiene el poder de hacer eso.
Que extraño.
No estoy segura de por qué o cómo o cuándo sucedió eso. Está perfectamente claro que
Tristian se preocupa por mí más como un objeto que como una persona. ¿Por qué debería
importarle si es feliz o infeliz?
Poniendo a prueba esta teoría, alcanzo la mano que todavía está en la palanca de cambios,
descansando suavemente mi palma sobre sus nudillos. Permanece quieto, pero no me pierdo el
movimiento rápido de sus ojos hacia nuestras manos, esa grieta malhumorada entre sus cejas
desaparece instantáneamente.
Jesús.
Tan fácil.
Mueve su mano, entrelazando sus dedos con los míos. —Oye —susurra, dándome un ligero
tirón en el brazo. Cuando me giro para encontrar su mirada, esos ojos azules me devuelven el
fuego—. ¿Me perdonas?
—¿Por gritar? —Pregunto. Ni siquiera necesito mentir—. Sí.
Sus ojos caen a mis labios. —¿Y por… lo otro?
Lo miro. —¿Qué te perdone por obligarme a someterme a un microchip que efectivamente
quita la fina capa de libertad a la que me he estado aferrando por mi propia cordura? —
Sonriendo, respondo—. No, y vete a la mierda por preguntar.
Sus ojos se endurecen. —Lo hice por tu...
Pongo mis dedos sobre su boca, interrumpiéndolo. —No quiero escuchar más acerca de
que es por mi propio bien. Estoy enfadada, Tristian. No puedes obligarme a no sentir algo y no
puedes convencerme de que vea la lógica retorcida que te está haciendo un agujero en el
cerebro. —Dejo que mi mano se deslice, deseando que lo entendiera—. Esta es la parte de mí
que no puedes controlar. Vas a tener que lidiar con eso.
Por un momento, creo que estoy loca por tratar de razonar con él. Es un tiro directo a más
dolor y degradación. El rastreador era obviamente una de esas cosas por las que no tengo
permitido pelear.
Sus ojos buscan mi rostro. —Pero no me gusta.
Parte de la tensión se drena de mi columna ante la respuesta, dicha tan claramente. —Eres
libre de sentirte así. Pero creo que, si quisieras a un pequeño robot sin agallas como tu Lady,
habrías elegido a otra persona.
—Tienes razón —dice, después de un largo y pensativo momento. Levanta mi mano,
sosteniendo mi mirada mientras presiona un beso en el puño alrededor de mi muñeca—. ¿Me
dejarás darte tu regalo, sin embargo?
Mi cara cae. —Oh. —Se ve confundido por mi reacción, y luego aún más confundido
cuando alcanzo su bragueta y le pregunto—: ¿Lo quieres aquí?
Agarra mi muñeca, frunciendo el ceño. —¿Qué estás haciendo?
—¿No querías… —Lo miro, desconcertada—. Dijiste que querías mi boca.
Su expresión se queda en blanco, y luego se ríe, bajo y travieso. —Cariño, por supuesto
que quiero tu boca. Pero ese no era el regalo que tenía en mente.
Mi cara se sonroja de vergüenza. —Oh.
—Vamos —dice, luciendo emocionado mientras abre la puerta—. Te mostrare.

Lo miro por un largo tiempo, incapaz de moverme.


Mi pecho bulle con demasiadas emociones para procesarlas todas a la vez. Incredulidad,
porque debe estar equivocado, no hay forma de que esto sea mío. Es una broma, un truco. La
sorpresa real está esperando adentro, y no será tan atractiva. Entonces siento una ola de sospecha
y miedo, porque no puedo ni imaginarme las condiciones que deben estar unidas a esto.
Después de eso viene el dolor de cabeza. Un dolor tan espeso que creo que podría atragantarme
con él. Porque Dios, lo quiero.
Los brazos de Tristian se enrollan alrededor de mi cintura desde atrás, un beso empujado
debajo de mi oreja. —¿Te gusta?
—Yo...
Estoy sin palabras.
Entierra una sonrisa en mi hombro. —Pasé todo el día buscando el perfecto. Supe en el
momento en que vi ese rojo cereza oscuro, que pertenecía a mi Pequeña Dulce Cereza.
—¿Mío? —pregunto, sintiendo la lengua seca y pesada—. ¿En serio es mío?
—En serio es tuyo —dice, alejándose para caminar hacia el auto. No todo es rojo. De hecho,
es principalmente un negro mate plano. Pero hay una franja elegante que se extiende a lo largo
de las puertas, cortando el capó ya lo largo del techo, que es de un rojo profundo y vivo. Tristian
mira el auto, sus ojos brillan con satisfacción—. Es cierto que el Muscle Car1 me llamó la atención
porque soy un hombre apasionado al que le gustan los gruñidos y la velocidad, pero a ti parecía
gustarte mi Porsche la otra noche. No es como suelen hacer las chicas. No te importaba que
fuera caro y brillante. Simplemente te gustaba el poder debajo del capó. —Se vuelve hacia mí,
dándome una mirada de complicidad—. ¿No es así?
No puedo creer que se haya dado cuenta de eso.
No se parece en nada a mi viejo auto, que es lo único que lamento haber abandonado en
Colorado. Viejo y oxidado, pero rápido y verdadero. Era lo único que me mantenía tranquila
algunos días, rugiendo por alguna carretera desierta, sintiéndome tan libre que me dolía el pecho
con las posibilidades.
Este es como algo sacado de una revista. Elegante e impecable y…
—Es un Dodge Charger —digo, todavía atónita. Podría haberme dado un montón de óxido
semi-manejable y yo me habría quedado igual de sorprendida. ¿Pero esto?
Extiende los brazos, luciendo tortuosamente guapo. —Bastante dulce, ¿verdad?
—Tristian, esto es… —Niego con la cabeza, el miedo se convierte rápidamente en la
emoción ganadora—. Esto es demasiado.
No puedo tener esto.
Lo que quiera que haga a cambio, no valdrá la pena.
Probablemente…
—¿Para ti? —pregunta, viniendo a pararse frente a mí. Se estira para colocar un mechón de
cabello detrás de mi oreja—. Nunca.
Tragando saliva, tengo que preguntar. —¿Cuáles son las condiciones?

1
Un automóvil de tamaño medio o grande, con rasgos deportivos y «musculosos», cualidades que lo hacen muy llamativo
y le dan un aspecto «agresivo», con un motor muy potente y un precio de compra relativamente barato (comparados a un
deportivo) y, desde luego, más accesible al gran público que otros deportivos.
Sus cejas se juntan mientras me mira. —Entiendo que el rastreador es una violación para
ti. Solo quería que entendieras que no todo es malo. —Inclina la cabeza hacia el Charger—. Esto
puede ayudarnos a devolverte algo de libertad, ¿ves?
Después de un momento de mirarlo boquiabierto, digo: —Entonces, ¿estás diciendo... que
ya pagué el precio? —y me da una mirada desconcertada.
—No hay precio, Story —dice, agarrando mis caderas y jalándome cerca—. Esto es un
regalo, porque eso es lo que un Lord hace por su Lady. Si me preguntas si espero algo a cambio,
entonces... bueno, tienes razón. —Mi estómago se hunde como un ladrillo ante sus palabras,
demasiado decepcionada para hacer otra cosa que quedarme de pie sin fuerzas mientras me da
un beso en el cuello. Se queda allí, susurrando—: Tienes que sonreír.
Levanto una ceja hacia él. —Sonreír.
Asintiendo, asegura: —Eso es todo. Lo único que te pido es que lo disfrutes. Un dulce auto
como este necesita una Lady que pueda apreciarlo adecuadamente, ¿no crees? —Mete la mano
en el bolsillo y saca un par de llaves. Las cuelga allí frente a mí, esperando.
Me sudan las palmas de las manos con la posibilidad de que me las arrebate, así que me
acerco a ellas forzadamente, preparándome para lo inevitable, dándole demasiadas
oportunidades para quitarme la alfombra.
Cuando mis manos se cierran alrededor de las llaves, algo dentro de mí cobra vida, mi
pulso se acelera.
De alguna manera, Tristian lo ve, sus labios se curvan en una sonrisa indulgente. —Vamos.
Sé que quieres dar una vuelta.
No es que no lo vea. Esta es probablemente otra táctica de manipulación. Tener algo que
quiero solo significa que tendrán algo que quitarme. Les dará influencia. Control. No debería
tener esperanzas ni apegarme. Debería tratarlo como el soborno que claramente debe ser.
Volverá para morderme el trasero. Lo sé.
Pero la vida es dura, fría y cruel, y creo que podría ser como si estuviera con los
muchachos, teniendo que desenredar constantemente la oscuridad de la luz, agarrando cualquier
parte de la bondad cerca, solo para llegar a la siguiente barra de mono.
Esto es ligero.
Es bueno.
Miro las llaves, sintiendo mi cara romperse con una sonrisa renuente.
—Ahí está —susurra, rozando un nudillo debajo de mi barbilla—. Sonríe para mí, ¿eh? —
Me toca la mejilla, sonriendo como el gato que recibió la crema cuando salté para darle un
beso—. Esa es mi buena chica. ¿Crees que puedes manejar esta cosa?
Saco las gafas de sol del cuello de su camisa y me las pongo. —Creo que puedo
arreglármelas.
No me hace preguntar, riéndose de la impaciencia apenas contenida en mi rostro. —Ve.
Regresa en una hora. Te cubriré con los demás. —Me da una palmada en el culo y me envía en
mi camino.
Cuando abro la puerta del auto y me deslizo con reverencia detrás del volante, noto algo
en el asiento del pasajero, esperándome: una docena de margaritas soleadas. Hay una calavera
colgando del espejo retrovisor, ornamental y completamente nueva, que marca esto como un
auto de una Lady.
De acuerdo, tal vez Tristian no sea el peor.
Por ahora.

Hay una diferencia fundamental entre esta fiesta previa al juego y la primera. Gracias a que
Killian me obligó a mamarlo frente a la fraternidad, todos los chicos aquí saben íntimamente
quién soy. También entienden que estoy completamente fuera de los límites. Nadie me molesta
mientras camino por la fiesta, todavía sintiéndome drogada por el viaje que había tomado antes.
Ese coche es sexo sobre ruedas.
Poder puro y sin diluir bajo las palmas de mis manos.
No estoy orgullosa de admitirlo, pero si me hubieran preguntado ayer si estaría dispuesta
a tomar el rastreador por conseguir el auto, podría haber tenido que pensarlo.
Mucho.
Había ido a las carreteras secundarias, acelerando, familiarizándome con él. Cada vez que
presionaba el embrague, decía: —Hola, mi nombre es Story —y con cada cambio de marcha, el
automóvil me respondía—: Encantado de conocerla, señorita Story. —Cuando ajusté los espejos,
estaba diciendo—: Creo que podemos ser mejores amigos —y cuando respondió a mi pie en el
pedal, respondió—: Creo que tienes razón.
Todavía estaría por ahí ahora, explorando las carreteras secundarias con las que apenas
me había familiarizado en mi juventud, excepto que tengo deberes esta noche.
Rath está en la esquina de la sala principal, con la mandíbula trabajando perezosamente
mientras masca un chicle. Lo conozco lo suficientemente bien ahora como para darme cuenta
de que tiene antojo de un cigarrillo, pero no quiere dejar la computadora portátil y la música
para salir a fumar. Todavía estoy un poco inquieta por lo de anoche. Sobre la forma en que me
trató. Porque estaba claramente enojado, pero no tratándome tan mal como sé que hubiera
podido hacerlo. Si nunca hubiera encontrado los videos, creo que anoche me habría empujado
a un cañón de sentimientos que estoy agradecida de haber evitado. Obviamente, es mejor que
se levante el velo, pero una parte de mí desearía haber aceptado la mentira. Podría haberlo
elegido esa noche. Los planes que tenía para mí...
Habrían sido perfectos.
Podríamos haber tenido sexo, tal como él quería, y puedo ver perfectamente cómo se
habría desarrollado. Los dos en su cama todo el día, dando vueltas, conociendo el cuerpo del
otro. Después, cuando estuviéramos cansados, tal vez nos habríamos dado una ducha o un baño.
La Sra. Crane podría habernos subido algo de comer. Tal vez Rath me hubiera tocado algo en
el piano mientras le robaba comida de su plato. Tal vez podríamos haber hablado, en voz baja
y cercana, secretos presionados en la piel tierna y sudorosa. Habría salido de esa habitación
como una persona cambiada. Una persona completa. Una persona tan cerca del borde de la
caída que hubiera sido imposible caminar de regreso.
Habría sido maravilloso, emocionante y tan horriblemente falso.
Rath no me ve llegar hasta que estoy deslizándome en su regazo, tan absorto en la música
que se sobresalta ante la invasión. Hay un destello de irritación en sus ojos que desaparece en
un instante cuando se da cuenta de que soy yo.
Me saluda con un bajo: —Amarga Cereza —pero a pesar de las palabras, su brazo serpentea
alrededor de mi cintura, sosteniéndome contra él.
—He decidido ser dulce esta noche, en realidad. —Le entrego la cerveza que he traído,
todavía lo suficientemente fría como para que apenas empiece a sudar.
La inclina hacia atrás, sus ojos se posan en mi escote mientras traga. No sé cómo Tristian
puede acusarme de favoritismo con Rath y Killian, considerando que parece que me visto para
él todos los días.
—Apuesto a que si —responde, ajustando su agarre en mi cintura para subirme a su muslo.
Sus ojos oscuros escanean la habitación, aunque baja la voz lo suficiente como para que solo yo
pueda oírla—. Podría haberte comprado un coche también, ¿sabes?
—¿En serio?
Burlándose, deja la cerveza. —Joder no. El dinero de Mercer no tiene fondo. El dinero de
Rathbone tiene un piso y un techo, y no hay mucho espacio en el medio.
Mis cejas se levantan en revelación. Siempre supuse que era tan rico como los demás. —
Bueno, no creo que necesite dos.
—Mmm. —Su expresión es excepcionalmente melancólica, incluso para él, así que decido
probarlo. Hago lo mismo que había usado con Tristian.
Tomo su mejilla, volteándolo hacia mí, y luego presiono nuestras bocas juntas. Mantengo
el beso tan dulce como prometí, tirando suavemente de sus labios entre los piercings. Responde
tirando de mí y separando mis labios con su lengua, codicioso mientras se sumerge en mi boca.
Sabe a cerveza y canela, y cuando siento el chicle atrapado bajo su lengua, lo robo para mí,
alejándome.
—Gracias —digo, dándole unas cuantas mascadas al chicle mientras me alejo.
Sus ojos siguen mi retirada con una mirada tonta por la que estaré sonriendo durante las
próximas horas.
A continuación, entro en la sala de juegos, donde Tristian está repartiendo cartas en una
mesa junto a la barra. Está en la corte alrededor de un grupo de promesas que parecen estúpidos
y soñadores, lo que significa que probablemente esté tomando todo su dinero mientras está en
eso.
Tristian capta mi mirada y la sostiene, barajando las cartas con un movimiento preciso y
experto de sus pulgares. —Bien podrían empacar, muchachos. Mi arma secreta acaba de entrar:
mi Lady de la suerte.
Uno por uno, las promesas se vuelven para mirarme. Es un poco más fácil con ellos.
Ninguna de las promesas estaba en el sótano esa noche, así que lo único que saben de mí es
que soy intocable. Sin embargo, cada uno de ellos se pone de pie cuando me acerco, lo que me
toma por sorpresa y me pone tensa. Es un poco sorprendente, en realidad. Por un momento
creo que están a punto de huir, pero en lugar de eso, simplemente... esperan. Por mí. Para que
me siente.
No están huyendo.
Están siendo caballeros.
Uno de ellos incluso se quita el maldito sombrero. Es un gesto rápido y de pánico, como
si no estuviera seguro de si debería hacerlo o no, pero está decidiendo no correr ningún riesgo.
La escena es tan surrealista que solo los miro por un largo momento, sin poder pensar en nada
que decir.
Tristian me toma de la muñeca y tira de mí, arrastrándome a su regazo. Como si se hubiera
accionado un interruptor, todos se hunden en sus asientos. Observo durante un rato cómo
Tristian divide hábilmente a un estudiante de primer año con dos billetes de cincuenta dólares.
Una vez que se ha ido, un siniestro estudiante de segundo año prueba suerte, perdiendo tres
billetes de veinte tan rápido que apenas los veo antes de que Tristian se los guarde en el bolsillo.
De vez en cuando, se inclina para darme un beso detrás de la oreja, o acaricia el cabello que
reposa contra mi espalda.
Una vez que la última víctima ha perdido su dinero, Tristian llama al cantinero y le dice:
—Prueba esto. —Sostiene una bebida. Es de color rojo rubí y tiene dos cerezas flotando en la
parte superior—. Puede que sea tu coctel.
—Oh, probablemente no debería —tartamudeo. Bajar mis sentidos alrededor de estos tipos
parece imprudente.
—Solo un sorbo. —Toma uno primero y se lame los labios—. Creo que te gustaría. Es dulce,
como tú.
Una fuerte risa rebota por la habitación y miro hacia allí. Killian está rodeado por tres
chicas junto a la chimenea. Son chicas diferentes a las de la última fiesta, pero siguen siendo
perfectamente del tipo que busca. Rubia, bronceada, tetona, faldas cortas. Mi opuesto,
exactamente. Una se inclina y le susurra algo al oído, y un destello de irritación me atraviesa.
—Tienes que estar bromeando —murmuro.
Tristian sigue mis ojos, chasqueando la lengua en la escena. —Cereza, no puedes
preocuparte por Killian y sus cosas previas al juego. Es un loco supersticioso. Es casi paralizante.
Mis ojos se estrechan antes de apartar la mirada. —Después de la semana que he tenido,
Killian no debería romper el contrato, sin importar qué tipo de lagunas haya agregado.
—No funciona de esa manera —dice Tristian.
—Por supuesto que no. ¿Desde cuándo algo de esta jodida situación funciona a mi favor?
Agarro la bebida de él y me la trago de un gran bocado. Es dulce en mi lengua y picante
bajando por mi garganta —canela, como el chicle. Saco las cerezas y me las meto en la boca
antes de devolverle el vaso vacío a su mano. —¿Tienes otro?
Levanta una ceja y le entrega el vaso al cantinero. Un momento después, tomo otro trago.
Sabe mejor que el primero. Lo bebo rápidamente y lo aguanto. —Más.
Tristian me lanza una mirada de desaprobación. —Cariño, te vas a poner como la mierda
si sigues así. Mira lo pequeña que eres. Probablemente tengas el metabolismo de un jerbo.
—Mercer —digo, usando su apellido—, en la última semana me secuestraron, perdí la
virginidad con mi hermanastro, incendié un auto de ciento cincuenta mil dólares, tuve un
maldito rastreador. implantado debajo de mi piel, y me vi obligado a organizar un estúpido
evento benéfico de bienvenida con las chicas más perras del campus. Nombra a una persona
aquí que merezca emborracharse más que yo.
Sus cejas se encorvan, como si estuviera a punto de discutir. Pero no lo hace. —Está bien,
me tienes ahí —concede y mira al cantinero—, Haz que el siguiente sea un doble.
—Un triple —digo, sintiendo ya el zumbido. Miro una vez más a través de la habitación a
Killian y sus putas, y paso mi brazo alrededor del cuello de Tristian.
—¿Sabes cuál es su problema? —Pregunto, comiendo otra cereza y lamiendo mis dedos.
Tristian parece divertido por el gesto, fijando su mirada en mi camisa. —Estoy seguro de
que me lo vas a decir.
—Es mimado, soberbio y es tan malditamente obsesivo.
Arquea una ceja. —Estoy bastante seguro de que acabas de describir a cada hombre en
esta sala, Cereza. La diferencia con Killian es que él está obsesionado contigo. Lo ha estado
durante años.
Pongo los ojos en blanco, sintiendo el cálido calor del alcohol bajo mi piel. —Me odia.
Cree que mi mamá se abalanzó y destruyó su pequeña vida perfecta y malcriada al dividir la
atención de su papá. No está obsesionado conmigo. Simplemente está obsesionado con
castigarme.
—Conoces el dicho —pasa su nariz por mi cuello—, hay una delgada línea entre el amor y
el odio. Killian Payne está montando esa línea aún más duro de lo que le gusta montarte a ti.
El licor golpea mi torrente sanguíneo y la habitación se vuelve borrosa. Me siento ingrávida
y suelta por primera vez en mucho tiempo, incluso más que con la hierba de anoche con Rath.
Dios… Que se jodan estos tipos con sus rastreadores, sobornos y juegos.
Miro el rostro impecable de Tristian, su mandíbula afilada y sus ojos azules. —¿Cómo es
que no me has follado todavía?
Sus cejas suben hasta su frente. —¿Quieres que lo haga?
—No lo sé. —Me encojo de hombros, arrancando la cereza de mi copa—. Pensé que una
vez que Killian me quitara la virginidad, me habrías tomado para ti. Sigo esperando que uno de
ustedes salte. Están haciendo que me duela la cabeza.
Hay un latido de silencio antes de que Tristian levante mi barbilla, obligándome a mirarlo
a los ojos. —Oh, lo he pensado. Repetidamente. —Se inclina hacia adelante para robar un beso
lento. La naturaleza casta de esto es desmentida por las palabras que dice a continuación—. He
pensado en tirarte en mi cama y penetrarte tan fuerte que grites mi nombre. He pensado en
inclinarte sobre el borde del sofá, el que está justo ahí, y hacer que los otros dos miren mientras
te tomo. He considerado hacerlo de un millón de maneras diferentes.
Esas escenas parpadean frente a mí, el calor se acumula en mi estómago. —Entonces, ¿por
qué no lo has hecho?
—Tal vez estoy esperando a que te cures. —Él lame mi boca, su lengua lanzándose contra
la mía—, O tal vez estoy esperando que respondas mi pregunta con un “sí” en lugar de un “no
lo sé”.
Tristian Mercer, ¿preocupado por mi consentimiento?
Sus labios se inclinan ante mi repentina carcajada. No me doy cuenta de que estamos
atrayendo miradas hasta que su mirada divertida se desplaza por la habitación, pasando de una
persona a otra. —¿Es gracioso?
Asiento, jadeando. —Oh, Dios mío, es hilarante. —Me agarro el costado, apenas
recordando qué fue tan gracioso, pero sabiendo que lo era.
Sacude la cabeza, riéndose. —Está bien, estás bien mareada ya. Arriba, vamos.
Tropiezo cuando me pone de pie, pero sus brazos están allí en un instante, sujetándome
y arrastrándome cerca. —Oh, no. —Palmeo mi cabeza, la visión nadando—. Todo está torcido.
—Estoy seguro de que sí. —Me habla como si fuera estúpida. Como si fuera una niña.
Acabamos de llegar a la escalera cuando pregunto: —¿Por qué no lo haces ahora? —Creo
que podría hacerlo así, terminar de una vez. Deja de sentir que podría suceder en cualquier
momento. Finalmente conseguir la más mínima sensación de paz—. Podrías follarme esta noche.
Diré que sí.
Sube pesadamente las escaleras, prácticamente llevándome ahora. —Ese es tu contenido
masivo de alcohol en la sangre hablando, cariño.
Me ayuda por el pasillo hacia las escaleras, pero mis piernas fallan.
—Ups.
Me levanta y gira hacia la biblioteca, donde me ayuda a subirme a un diván de cuero. Me
cubre con una manta suave que cubre la silla y mis ojos se cierran. Supongo que esto es
probablemente mucho mejor que el sexo, de todos modos.
Siento sus labios en mi frente, un suave beso en mi piel. —Pronto, Dulce Cereza. Pronto
serás mía.
Capítulo 12
KILLIAN
—¿Vamos a subir? —pregunta Mónica. Su cuerpo apretado está pegado a mi costado, sus caderas
ondulando con el ritmo de la música. La sala está repleta, todos emocionados de salir un jueves
por la noche. Las tetas de Mónica rozan mi costado mientras otra chica me ofrece una cerveza.
He estado jugando con ellas toda la noche. Mi reputación estuvo muy cerca de recibir un golpe
la última vez, cuando no pude levantarlo. No he vuelto a tener ese problema, no desde que
rompí mi período de sequía con Story en el pasillo de arriba, ni desde que reclamé su virginidad.
No estoy listo para comprometerme con la monogamia, pero solo una chica me está
poniendo la polla dura estos días.
¿Y no es eso jodido? La única chica que me pone duro también me pone tan jodidamente
furioso que apenas puedo soportar mirarla. Fui un maldito idiota, pensando que me estaba
abrazando la otra noche porque deseaba hacerlo. Ahora lo veo por lo que era. Sólo otra
estratagema. Apenas trece horas después, Marcus me contó que ella se encontró con ese viejo
pervertido, Cartwright. Los viejos hábitos son difíciles de morir, ¿eh?
Deben hacerlo, considerando que todo lo que necesitó Tristian para volver a caer en su
buena voluntad fue un auto de cuarenta mil dólares. Una puta realmente no cae lejos del árbol
de otra puta, ¿eh? Después de todo este tiempo, todavía está buscando a algún tonto que le
arroje dinero. Puedes apostar tu maldito trasero a que no seré yo.
Así que, lo que sea. Me quedaré con sus miradas y sus hombros fríos. La miro sentarse en
el regazo de Tristian y reír como una tonta. Me acosté en la cama por la noche sabiendo que
jodidamente se agachó y eligió acostarse con Rath en su lugar.
Pero tomaré lo que es mío.
—Podemos quedarnos aquí abajo si quieres —dice Mónica cuando no respondo, tomando
mi mano y acomodándola justo debajo de sus tetas—. ¡Oh! ¿Qué hay de ese jacuzzi en la parte
de atrás?
Miro a esta chica. Su pelo rubio. Su piel de bronce. Sus ojos verdes. No he estado con ella
antes, pero puedo decir por la forma en que se mueve que entró aquí esta noche, segura de ser
la que me complacería. De lo que no se da cuenta es que las chicas como ella no pueden arreglar
a un tipo como yo. Solía serlo, me encantaba ver a las chicas esmerarse por mi atención, pero
ahora lo entiendo. Necesito algo más. Ahora que realmente he vivido mi fantasía, tener a mi
hermanastra debajo de mí, flexible, cálida y mojada, no hay vuelta atrás.
De todos modos, tengo un nuevo ritual previo al juego, y no involucra a ninguna de estas
perras.
—Gracias por la oferta, pero estaré fuera por la noche. —Pasa una promesa y lo agarro,
señalando con la barbilla a la chica—. Sin embargo, apuesto a que a mi chico Tucker le
encantaría mostrarles a ustedes tres un buen momento. Las otras dos chicas se ven
malhumoradas y abatidas por mi rechazo. Ser uno de mis polvos previos al juego es un honor.
Palmeo a Tucker en el hombro—. ¿No es así?
Tucker parece un niño al que le acaban de dar una gallina de los huevos de oro. Sonríe,
esta pequeña sonrisa encantadora que estoy seguro lo ha ayudado a atraer a cien chicas antes, y
dice lentamente: —Sería un honor entretenerlas, bellas damas.
No hay duda de que Tucker va a ser más amable con estas chicas de lo que sería yo, así
que las paso y me abro camino a través de la sala llena de gente en busca de Story. Ella y Tristian
habían estado en el bar, flirteando y bebiendo. Se vistió para él con un par de pantalones cortos
ajustados y una camiseta sin mangas FU aún más ajustada. No me perdí su ceño fruncido en mi
dirección antes de que se perdieran de vista.
¿Estaba celosa o cabreada?
Ambas posibilidades hacen que mi pene se estremezca.
Rath está solo y llamo su atención con un chasquido de mis dedos. Levanta un auricular,
así que pregunto: —¿Dónde está Cereza?
—Vi a Tris llevarla por el pasillo. Estaba dando tumbos. —Señala hacia la biblioteca—.
¿Todo bien?
—Sí —le digo, dándole una palmada en la espalda. Le encanta dominar la música en estas
fiestas, dominando su gusto ecléctico sobre el resto de la fraternidad. Veo a Tristian junto a la
mesa de billar, taco en mano, y me acerco—. ¿Dónde está?
—Mierda, hombre. —Sabe de quién estoy hablando, asintiendo hacia las escaleras—.
Nuestra chica estaba completamente borracha, así que traté de llevarla a su habitación. Sin
embargo, no lo logramos. La dejé en la biblioteca desmayada en el sofá.
—¿La dejaste sola? —Pregunto, la ira disparando a través de mí—. ¿Desmayada, en una casa
llena de chicos de fraternidad degenerados?
Tristian rueda los ojos. —Amigo, ¿con quién crees que hablas? Después de que rompiste
todos los malditos teléfonos de la fraternidad, nadie hará nada con nuestra Lady. Está a salvo
como las casas allá arriba.
Bueno, tiene un punto.
—Será mejor que lo esté.
—Ve a verla si estás tan preocupado. —Toma un trago de su bebida, haciendo una pausa—
. En realidad, subiré contigo. —A pesar de todas sus fanfarronadas acerca de que ella está a salvo,
puedo ver que lo he convencido para que se preocupe un poco. A decir verdad, Tristian es
mejor en esto que el resto de nosotros. Cuidando lo importante. Mantener a la gente feliz.
Protegiendo las cosas que le importan. Le confiaría la vida de Story por encima de cualquier
otra persona.
Incluso de mí.
Nos dirigimos por el pasillo, pasamos unas pocas puertas cerradas que conducen a las
habitaciones de invitados. Prácticamente solo existen como lugares improvisados para follar
durante fiestas como esta, el primero en llegar es el primero en ser atendido. Escucho risitas
detrás de una y asumo que Tucker les está haciendo pasar un buen rato a las chicas. La sección
de la casa con la biblioteca está prohibida durante los eventos de la fraternidad, una regla
establecida después de que la Sra. Crane tuviera que dedicar todo un fin de semana a limpiar
la orina de los cajones del escritorio. No vale la pena escucharla quejarse y, sinceramente, es
bueno tener una habitación en la casa que no esté cubierta de fluidos corporales y cerveza.
Las puertas de la biblioteca están abiertas y Story está recostada en el diván de cuero junto
a la ventana. Está de espaldas, con el pelo apartado al azar de la cara. Sus pantalones cortos
están encajados entre sus muslos y una de sus piernas cuelga del borde del cojín. Desde la
entrada, tengo una vista perfecta de la piel blanca lechosa entre sus piernas, un toque de bragas
de encaje negro asomándose.
No solo parece que está durmiendo.
Parece que está muerta para el maldito mundo.
Mi polla se llena al instante.
—Jesucristo. —Miro por encima del hombro, fijando a Tristian con una mirada—.
Tendríamos que cegar a alguien si vieran a nuestra Lady así —siseo.
Mira por encima de mi hombro, haciendo una mueca. Lanzando una mano, insiste: —
Estaba tapada cuando me fui. Debe de haber pateado la manta.
La veo ahora, toda agrupada en el suelo. Eso es lo que obtiene por comprar todos esos
atuendos ridículos para que ella los use. Pantalones cortos y minifaldas. Al menos Rath le
consiguió unos vaqueros.
—Yo me encargo desde aquí —digo, y voy a cerrar la puerta.
Tristian lanza una mano y la palma aterriza sobre la madera. —Sí, no lo creo.
Estrecho mis ojos hacia él. —¿Perdón?
Se empuja a mi lado, dentro de la habitación. —¿Piensas que soy estúpido? Sé por qué
estás aquí arriba. Tú mismo me dijiste que la agregarías a tu ritual previo al juego si ganabas. —
Extiende sus brazos, desafiándome a discutir—. Bueno, ganaste.
Me duele la mandíbula con la fuerza con la que aprieto los dientes. —Ese es mi jodido
derecho. No puedes decirme lo que puedo y no puedo hacer con mi propia maldita Lady.
Levanta una mano, incluso la voz. —Lo sé. Pero también sé que te abofeteó ayer y que
estás cabreado por lo de Cartwright. No puedes controlarte, Killer. —Mira a Story, algo peligroso
brillando en sus ojos—. No voy a dejar que la lastimes. Si quieres follártela, entonces tienes razón.
No puedo detenerte. Pero tampoco me iré.
Pongo los ojos en blanco con tanta fuerza que veo manchas. —¿Vas a mirar? —Jesús, no
hemos hecho esa mierda desde el primer año—. Eso no es parte del ritual.
Se burla. —Por favor. Que lo hayas hecho una vez no hace un ritual. —Se mueve detrás de
mí para cerrar la puerta, asegurándola—. Además, lo hiciste en el pasillo la última vez. No era
exactamente privado.
Me agacho para apretar mi erección, murmurando una maldición. —Bien, pero tú eres el
que necesita controlarse. Tu polla no es la prioridad aquí. Este es mi ritual y la mierda tiene que
ser de cierta manera. —Cuando abre la boca, empujo su hombro—. Lo digo en serio. Ablanda
mi polla esta noche y descubrirás lo que es quemar tu auto.
—Está bien sentirse inseguro, Killer. —Me da una sonrisa viscosa, agachándose para apretar
su propia polla—. Sé que parece intimidante cuando las comparas.
—Difícilmente —me burlo, girándome hacia Story. Me tomo un minuto para observarla.
Por una vez, las luces están encendidas y hay pocas amenazas de que se despierte. Su pecho
sube y baja con respiraciones uniformes. Me paro sobre ella, mis ojos recorren ese cuerpecito
apretado. Se ve tan delicada y vulnerable así, pero la conozco. Es una luchadora. Una
oportunista. Una manipuladora. Engañó a todos esos Sugar Daddys, a mi padre, a Tristian. Pero
ahora, mientras está desmayada en el sofá, yo soy el que tiene el control.
Completa y totalmente.
—Sabes, al verla así —dice Tristian, inclinando la cabeza—, creo que podría ponerme duro.
Él y Rath nunca han entendido mi preferencia por verla dormir. Solían darme mierda en
la escuela secundaria cada vez que les decía que la miraba, me sacaba la polla y le dejaba una
pequeña parte de mí. Patológico, lo había llamado Tristian.
Ahora, la mira como si quisiera meterse entre sus piernas.
Me pongo delante de él antes de que tenga la oportunidad.
Es mía.
Story no está dormida. Esta borracha. Apenas consciente y completamente flexible. Mi
polla se pone más dura cuanto más tiempo la miro. Pareciendo como si estuviera probando las
aguas, Tristian estira la mano para quitarle un mechón de cabello de la cara. Ella suspira
suavemente, pero no se despierta. Envalentonado, paso mi dedo por su pierna desnuda, hasta
la suavidad de sus muslos abiertos. Su lengua sale, rosada y cálida, pero sus ojos nunca se abren.
No me importa que Tristian esté aquí. Podría follarme a Story de seis maneras hasta el
domingo con ella desmayada así, y sería la mejor follada que he tenido. Sin tener que
preocuparse de que se despierte, sin preocuparse por lo que recordará. Esto es dominio
completo.
—No —dice Tristian de repente, en voz baja—. Tienes que darle algo de tiempo para sanar,
Killer.
Le lanzo una mirada, extrañado de que pueda leerme tan bien. —No estoy aquí para
follarla —digo, aunque lo haría si quisiera. Pero tengo un ritual que realizar, así que le señalo con
la barbilla—. Sabía que vendría por ella esta noche. Tal vez por eso bebió tanto. —Mirando el
subir y bajar de su pecho, enrojecido por el alcohol, reflexiono ociosamente—: Tal vez es una
rama de olivo o algo así. Sabía que me gustaría.
—O —ofrece Tristian, acariciando su frente—, tal vez es la única forma en que podría
soportarlo.
Le lanzo una mirada amenazante. —Tal vez puedas guardarte tus opiniones para ti mismo.
Él no la conoce tan bien como cree.
Sus pechos están presionando contra el algodón de su camiseta, sin sostén como le han
dicho. Empujo hacia abajo las correas, deslizándolas sobre sus hombros, revelando sus flexibles
tetas. El aire frío hace que sus pezones se tensen y se estiren, y rozo uno con el pulgar para sentir
que se endurece aún más. Story es una mujer hermosa. Más bonita que cuando nos conocimos.
Esa adolescente torpe y desgarbada desapareció hace mucho tiempo, reemplazada por curvas
femeninas y una gracia discreta.
—¿Cómo fue? —Tristian pregunta, y mirando hacia arriba, me doy cuenta de que sus ojos
están tan oscuros y encapuchados como los míos. Su mano está en su bolsillo, pero puedo decir
que está frotando su pene—. Follarla, tomar su virginidad.
Vuelvo a mirar sus pezones rosados, apretando el botón de mis jeans. —Apretado —es mi
respuesta, ni siquiera bordeando lo suficiente—. Suave. Mojada. Luchó un poco al principio,
pero sabía que estaba interesada. Me rasguñó un poco la espalda cuando se corrió.
Hace un sonido indistinto. —¿Así que estuvo bien?
—Estuvo bien. —Más bajo, le digo—: Fue muy bueno.
Tararea, sin verse molesto cuando me bajo los jeans, quitándome la camisa. Mi polla pesa
mucho entre las piernas, el dolor profundo en mis bolas. El deseo que siento por ella, el deseo
que todo lo consume...
Nunca disminuye. Simplemente empeora. Los chicos me llaman obsesionado. Adicto.
Patológico. Probablemente tengan razón. Nada de lo que esta chica pueda darme será suficiente.
Debería dejar de hacerlo.
Pero no puedo.
Coloco mis manos debajo de las axilas de Story y la levanto. Tristian se mueve detrás de
ella para acunar su cuello. Chasqueo los dientes y abro la boca para decirle que se aleje de lo
que es mío.
Nuestros ojos se encuentran sobre su cabeza y dice: —Sé qué quieres mear sobre ella,
Killer, pero ese no es tu territorio para marcar. Es nuestra. Ella nos pertenece a todos.
Nos miramos el uno al otro por un largo momento, Tristian decidido a mantenerse firme,
yo tratando de reconciliarme al compartirla. Sé que tiene razón. Lo malo es que ni siquiera se
trata del contrato, la tradición o la estructura de los Lords. Ni siquiera se trata de lo mucho que
nos conocemos, lo entrelazados que siempre hemos estado. Tristian fue quien finalmente la
acorraló en el cuarto de lavandería esa noche, poniendo esta bola en movimiento. Rath la
manipuló para que se sintiera cómoda en la casa. Los tres ayudamos a crear esto. El mover,
aunque sea a uno de nosotros, llevaría todo a la ruina.
Es nuestra Lady.
Asiente, observándome procesar esto, y repite: —Nuestra.
—Agárrate a su cuello —digo como una forma de acuerdo. La colocamos de modo que
esté recostada en el sofá, ya no encorvada. Mi nariz está a centímetros de la suya y sus pestañas
se abren. Me quedo quieto mientras su mano toca torpemente mi estómago. Murmura algo
incoherente y, un segundo después vuelve a cerrar los ojos.
Exhalando lentamente, pregunto: —¿Cómo fue para ti? —Observo sus labios, entreabiertos
y tan, tan rojos—. Cuando te la chupaba, cuando lo deseaba, ¿cómo era? —Duele pedir este
conocimiento al que solo él y Rath tienen acceso. Para mí, ese día en el sótano, no había sido lo
que realmente quería.
Tristian le recoge el cabello a un lado, su voz baja y compasiva. —Confía en mí, Killer. No
quieres saber.
No me mira a los ojos.
—Sí, o no lo habría preguntado.
Hace una pausa por un momento, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado.
—Hay un lado salvaje en esta chica, Killer. Claro, pelea mucho, pero en el fondo, tiene hambre
de eso. Si pudieras quitarle la correa por un minuto, también podrías verlo. Cuando decide
ceder, se muestra muy ansiosa y receptiva. —Traza su labio inferior, luciendo perdido en sus
pensamientos—. Todo lo que se necesita es darle un poco de control, incluso si es débil, ella
simplemente... florece como una maldita flor. —Suspirando, me da una mirada significativa—.
Así que sí, le devolví un poco de su control y me recompensó con la mejor mamada de mi vida.
—Es por eso que le diste el auto —me doy cuenta. No fue una solución rápida para comprar
su perdón, lo que debería haber sabido. Ese no es el estilo de Tristian. Era solo otro ladrillo en
los cimientos.
Encogiéndose de hombros, responde: —Por supuesto. ¿Por qué crees que estaba dispuesta
a emborracharse tanto conmigo esta noche? —Mira a Story, que actualmente es susceptible a
todos nuestros caprichos—. Las relaciones requieren un poco de toma y da, Killer. Incluso en
una situación como esta. A veces hay que perder un poco para ganar un poco.
Resoplo ante su lógica. —Bueno, esta noche voy a tomar de nuestra Lady y dar un poco a
cambio. Como me siento generoso, puedes quedarte y mirar. —Me subo sobre ella, con las
rodillas a cada lado de su pecho, con la polla alineada con el valle entre sus tetas. Acaricio arriba
y abajo mi eje, sabiendo que está demasiado seco. Me inclino hacia adelante y toco sus labios.
Tristian se agacha a su lado, alisando su cabello hacia atrás. —Ábrete para Killer, cariño.
—¿Mmm? —pregunta aturdida, con los ojos cerrados.
—Abre la boca —susurra mientras fuerzo mi pulgar dentro—. Déjalo entrar.
Ella tararea contra la intrusión, chupando mi dedo. Tristian ahueca su mandíbula y la
suelta hasta que se afloja. Entonces la pruebo preparándome hacia adelante, empujando la punta
de mi polla a través de sus labios. Saca la lengua y suspira. Cuando estoy seguro de que
realmente está fuera y no me va a dar un mordisco, deslizo la longitud de mi polla más allá de
sus suaves labios y sobre su cálida lengua.
—Esa es nuestra buena chica —susurra Tristian en su oído, y apenas me detengo de poner
los ojos en blanco. No sé de dónde sale llamándome patológico con su erección por presumir.
Afortunadamente, retrocede antes de que me vuelva territorial, apoyándose contra la
pared mientras observa.
El impulso de follarle la cara es tan fuerte que casi agradezco la presencia de Tristian. No
se trata de eso. Pero joder, es buena, suave y tan jodidamente húmeda que tengo que forzarme
a salir, deslizando mi polla resbaladiza de su boca roja. Retrocediendo, agarro sus tetas y las
aprieto juntas, meciéndome en el valle entre ellas. La dulce fricción es exactamente lo que he
estado buscando, mejorado aún más por la respuesta, la contracción del sueño de su cuerpo.
Story tiene buenas tetas, y eso es un hecho. Pero son demasiado pequeñas para esto, lo
que me obliga a aplastarlas más y más cerca mientras mi pene se desliza entre ellas. Paso mis
uñas sobre sus pezones mientras lo hago, y ella deja escapar un pequeño suspiro de un gemido
que se dispara directamente a mis bolas.
—Joder —gruño, la suave piel combinada con la cálida presión ya me está volviendo loco.
Se siente bien, tan jodidamente bien, y me aferro a ella mientras empujo hacia arriba una y otra
vez, mis bolas golpeando contra la parte inferior de sus tetas.
—No tan duro —dice Tristian, pero no hay amenaza en sus palabras. Puedo sentirlo por la
octava baja en su voz, junto con el sonido de su cremallera bajando, que se está masturbando
detrás de mí. De alguna manera, eso lo hace más excitante, sabiendo que él me está viendo
tomarla así, entendiendo lo mucho que la desea también. Ciertamente no me detiene, no cuando
aprieto sus pechos de nuevo o cuando toco sus pezones y ella hace esos jodidos sonidos, como
si tal vez se arrepintiera de no ser consciente de esto.
Por un tiempo, todo lo que hay son los sonidos de nuestras respiraciones ásperas y nuestra
carne golpeando. La vista de mi polla bombeando entre sus tetas es hipnotizante. No es como
la última vez, sin todo el odio ardiente de ella. Sin embargo, tengo mucho de eso, imaginándola
fácilmente hablando con ese maldito pervertido el otro día. No solo un pervertido, sino un Rey.
Un Conde.
Mi cuerpo se tensa ante el recordatorio, y no es hasta que Tristian dice: —Tranquilízate,
Killer —que me doy cuenta de lo fuerte que la estoy apretando. Magullándola, probablemente.
Eso solo lo hace mejor. Incluso con Tristian masturbándose a tres metros de distancia.
Incluso con las cejas fruncidas como si no estuviera segura de lo que está pasando, pero está
demasiado bajo la superficie de la conciencia para hacer algo al respecto. Pienso en ella
durmiendo en una de sus camas, en ellos quitándole la blusa y viendo mis huellas dactilares
presionadas en su carne. Pienso en ellos, todos estos malditos buitres, que se mueren por tenerla,
desenvolviéndola como un regalo, solo para descubrir que ya ha sido utilizada y marcada. Los
Condes. Cartwright. Mi propio maldito padre...
Sigo con un gruñido bajo, mi pene pulsante entre sus tetas. Cintas gruesas de mi semen
pintan su pecho, una disparando todo el camino hasta el suave pico de su delicada barbilla. Mis
hombros se sacuden con mi liberación, y suelto sus tetas.
Pero solo para pasar mi dedo por esa gota de esperma en su barbilla, frotándola a lo largo
de sus labios antes de empujarla en su boca.
Tristian escupe una maldición en voz baja desde su lugar en la esquina. —No puedo creer
que tuve que correrme en mis pantalones como un maldito adolescente. Y mira eso. —Lanza
una mano hacia sus tetas—. Ahora va a saberlo por la mañana. Fuiste demasiado rudo. De nuevo.
Poniendo una muñeca sobre mi boca, me siento, recordando la visión de ella,
absolutamente cubierta de mí, en la memoria. —Ella está bien —argumento, poniéndome de pie
tambaleante—. Siempre se magulla con facilidad.
Quiero que lo sepa.
Quiero que todos lo sepan.
Puede que sea nuestra, pero esta noche es mía.
—Jesús, necesito cambiarme. —Tristian se abotona los pantalones, haciendo una mueca—.
¿Puedo confiar en ti para llevarla a la cama? No soy una perra, pero arrastrarla por las escaleras
fue bastante difícil, y todavía podía mover sus piernas en ese momento.
Asintiendo, me subo los pantalones. —Déjamelo a mí.
Espero hasta que se va para sacarla de la biblioteca, acunando su cuerpo inerte en mis
brazos, y hay un momento en el pasillo, de pie entre mi puerta y la de ella, que me hace
detenerme. Debería ponerla en mi cama. Ahí es donde pertenece. Pero entonces las palabras
de Tristian vuelven a mí.
...hay perder un poco, para ganar un poco.
Voy a la derecha, abro la puerta de una patada y la llevo adentro. Con cuidado, la acuesto
en su cama, arreglando su parte superior. Tristian la limpiaría. Iría al baño, mojaría un trapo y
retiraría suavemente todas las pruebas.
Yo no.
Quiero que sepa lo que le hice, dejarle un recordatorio de quién está a cargo. Antes de
irme, miro por encima del hombro, asegurándome de que estamos realmente solos. Luego
inclino su rostro hacia un lado y empujo un suave beso en su sudorosa sien. Su única respuesta
es un suspiro perezoso y medio dormido. En lo profundo de mi pecho, empujo a un lado el
conocimiento de por qué hago esto. Tristian puede darle el control y cosechar las recompensas,
pero ese es él. La quiero incapacitada porque así no puede rechazarme. No puede elegir a nadie
más que a mí. Ni a Tristian, ni a Rath. Ni a los Sugar Daddys.
Ni a padre.
Solo a mí.
Capítulo 13
STORY
Estoy soñando que estoy en el sótano.
Está el sabor de Killian, amargo en la parte posterior de mi lengua, el calor penetrante de
los ojos que me miran, las voces. Pero también está la sensación del dolor, de ser retenida y de
estar quieta, de estar indefensa y sin esperanza, como ese día con Ray y el rastreador. Es extraño
pensar en lugares con una naturaleza siniestra.
Como ese cuarto de lavandería, que siempre está acechado en lo más profundo de mi
cerebro, este latido amenazador de mi memoria. Aunque creo que, si pudiera volver atrás,
siendo la persona en la que me he convertido, sería muy diferente. Creo que me arrodillaría y
tragaría a Tristian hasta que su rostro colapsara en agonía. Me arquearía hacia Rath y me
deleitaría con su sorpresa. Miraría a mi hermanastro a los ojos mientras lo hacía y le mostraría
que no puede tocarme. No como ellos pueden.
No, el cuarto de lavandería ya no me da tanto miedo. Pero el sótano se queda conmigo.
Algunos días, es insoportable saber que está debajo de mis pies, una pila muerta de ladrillos que
todavía puedo escuchar respirar. Eso es lo que sueño. El pesado aliento debajo de mí, bramando
mi nombre, arrastrándome hacia abajo.
Déjalo entrar…
Me despierto así, temblando y con frío y demasiado alerta, considerando cómo se siente
mi cabeza. —Cállate. Cállate. Cállate. —Extiendo la mano y golpeo con la mano la alarma del
teléfono, sin lograr nada más que tirarlo al suelo—. Oh, Dios.
El sonido áspero de mi propia voz apuñala mis oídos como un picahielo. Mis ojos están
cubiertos de costras, la cabeza golpeando ese ritmo, como la respiración pesada en el sótano, y
Jesucristo, ¿por qué está tan brillante aquí? Me doy la vuelta y entierro la cabeza debajo de la
almohada, tratando de esconderme.
¿Qué diablos pasó anoche?
Eructo y el sabor a cereza me sube por la garganta. Oh. Cierto. Me emborraché con
Tristian. Lo último que recuerdo es estar sentada con él abajo, con la mejilla apoyada en su
hombro mientras me quejaba de Killian y sus tontas putas de antes del partido. Alguien debe
haberme subido a mi habitación.
Ni Killian, ni Rath, ni Tristian. Yo.
Bueno.
Eso creo.
Me cuelgo de la cama, buscando a tientas un poco más antes de finalmente apagar la
alarma. Sentado, miro hacia abajo y veo que mi ropa todavía está puesta, y eso realmente me
dice algo sobre el estado de mi vida, mi primera reacción es sorpresa. Pero el cuello de mi blusa
está estirado, y cuando toco mi pecho que me pica, me quedo inquietantemente quieta.
Ni siquiera tengo que mirar para saber qué es la esa sustancia seca, crujiente y pegajosa.
Esta es definitivamente una gran carga de semen. Tal vez debería, pero no me sorprende. En
todo caso, es un poco de alivio. Es parte de la razón por la que me había mareado tanto anoche,
harta de preguntarme si él iba a ir por las tontas o vendría a por mí, un nuevo con su brillante
ritual previo al juego.
Estoy mejorando en el anticipar sus movimientos.
Frente al espejo del tocador, observo cómo me veo. “Follada brutal” parece una
descripción adecuada. Mi cabello es un desastre enredado, ojos rojos, piel manchada y húmeda
y pálida. La parte superior es una causa perdida, estirada sin posibilidad de reparación.
Suspirando, me la saco por la cabeza y la tiro a un lado.
Y luego me congelo, una inhalación abortada se aloja dolorosamente en mis pulmones.
Mis pechos son un lienzo color crema azul y morado.
No es tan malo como la última vez, pero solo un poco, y si no estuviera ocupada
sintiéndome con náuseas y violada, podría apreciar la consistencia de Killian con esto.
Aparentemente, dejar sus huellas dactilares en las partes blandas de mi carne es parte del ritual.
¿Cómo no vi venir esto?
No puedo decidir si es mejor o peor que no pueda recordarlo.
El agua de la ducha cobra vida y enciendo la calefacción, con el estómago revuelto al
pensar en lo que ha pasado. ¿Dónde lo hizo? ¿Fue aquí, en mi cama? ¿Apagó las luces? ¿Me
besó como lo hace cuando estoy durmiendo?
Estoy de pie bajo el chorro de vapor, con las palmas de las manos contra el azulejo, el
agua golpeando la parte superior de mi cabeza, cuando algo penetra en la superficie. Un
recuerdo, turbio e indistinto. Manos en mi cabeza, apartando mi cabello. Dedos en mi
mandíbula. Una voz, suave y persuasiva en mi oído.
Ábrete para Killer, cariño...
Déjalo entrar…
Esa es nuestra buena chica...
Empiezo a temblar de nuevo, las manos se cierran en puños contra la pared. Tristian había
estado allí, probablemente Rath también, observando, tocando y tomando.
Cada vez que creo que hago algún progreso, que recupero un poco de control por mi
cuenta, queda perfectamente claro que no tengo ninguno. Cada gesto amable que hace uno de
ellos es negado por el siguiente. La dura verdad es que el sótano no es un lugar aterrador. Al
igual que cualquier otra habitación de esta casa, son solo ladrillos muertos y espacio vacío.
Hasta que uno de ellos entra en él.
Lavo el semen de mi pecho mecánicamente, sin importarme el dolor de mis senos, los
moretones dolorosos y sensibles. Han pasado días desde que contacté a Ted. Se suponía que ya
estaría aquí. Se suponía que debía detener esto. Se suponía que iba a volar todo y hacerlo de
nuevo. Pero tal vez yo sea la tonta, siempre corriendo, esperando y dejando mi destino en manos
de hombres pequeños y horribles.
Por primera vez en mucho tiempo, me doy cuenta de que estoy harta de esperar.
Después de todo, si quieres que algo se haga bien, hazlo tú misma.

El olor a tocino y huevos hace que mi estómago se revuelva casi tan miserablemente como la
idea de enfrentarlos, pero entro al comedor de todos modos.
Rath levanta la vista de su comida, con la boca congelada a medio masticar al verme. La
ducha probablemente ha hecho muy poco. Todavía me veo como el infierno recalentado. Killian
no me mira a los ojos en absoluto, la evasión es tan hábil y efectiva que es como si nunca hubiera
entrado.
Tristian es el único que habla. —Ahí está nuestra Lady, empapada —dice, empujando un
batido en mi dirección—. La mejor cura para la resaca que hayas tenido. Darle una oportunidad.
Observo la espumosa bebida verde y mi estómago gorgotea en rebeldía. Ignorando el
vaso, anuncio sin emociones: —Necesito ir a ver a Daniel esta tarde.
Los ojos de Killian finalmente saltan a los míos, sus ojos brillan peligrosamente. —¿Perdón?
No me molesto en sentarme, los brazos colgando flácidos a mis costados. —Está en mi lista
de deberes para el Homecoming. Necesito pedirle permiso para usar la propiedad y luego
obtener los permisos legales.
—Puedo hacerlo yo —es la respuesta frívola de Killian. Vuelve a mirar su teléfono, la
discusión ha terminado.
—No, no puedes.
De nuevo, mira hacia arriba. Esta vez sus fosas nasales se ensancharon, una clara
advertencia en su respuesta. —¿Acabas de decirme que no?
—Sí.
Deja su teléfono, sin apartarse nunca de mi mirada. —Dime otra vez que no puedo hablar
con mi propio padre. Te reto.
Espero la oleada de indignación y odio. En cambio, todo lo que puedo escuchar es la voz
de Tristian, pidiéndome que me abra para Killian. Lo único que siento es barato. —Ustedes son
los que me dijeron que este es mi trabajo, como su Lady. Es mi responsabilidad encargarme de
esto.
—Tiene razón —dice Tristian, dándole al batido otro pequeño empujón en mi dirección—.
Si las mujeres de la Realeza dejan que sus hombres se encarguen de todo, la recaudación de
fondos se convertiría en otra pelea de meadas. Las cosas se hacen así por una razón. —Más bajo,
le dice a Killian—: No conviertas esto en algo. Todos estamos cansados.
—Bueno, no puedes ir sola —me dice Killian—. Y estoy demasiado ocupado para llevarte
esta semana, así que tendrá que esperar.
—Ya llamé e hice una cita en su oficina para esta tarde. —Miro a Tristian, incapaz de mirarlo
directamente a los ojos. Me pregunto qué me hizo. ¿Era eso el esperma solo de Killian, o el suyo
también?—. ¿Puedes llevarme más tarde?
—Lo siento, Cereza, pero las gemelas tienen un recital de baile esta tarde. —Sacude la
cabeza e insiste—: No me lo puedo perder.
—Puedo ir con ella —dice Rath—. Todas mis horas de estudio son por la mañana esta
semana, y dado que tiene un auto ahora… —No me pierdo del tono sarcástico, ni la mirada que
lanza a Tristian—. Puedo simplemente acompañarla. Iremos después de que terminen las clases
hoy.
Ahora me pregunto qué me hizo Rath anoche. Tristian y Killian tienen el control, lo espero
de ellos. Pero no parece el estilo de Rath. —Eso sería genial. Gracias.
—Ahora que eso está resuelto —dice Tristian, empujando el vaso frente a mí—, bebe.
Rígidamente, levanto el vaso, tomando un sorbo tentativo. Sabe cómo si alguien hubiera
desenterrado hierba y tierra en el patio trasero y la hubiera mezclado con la esencia misma de
la tristeza. Lo ahogo, obligándome a ser fuerte. Si voy a tomar el juego en mis propias manos,
tendré que empezar a recolectar todos los favores que pueda obtener.
Tan pronto como entramos en la camioneta de Killian para el viaje al campus, Rath me
atrae a su lado, masajeando la parte de atrás de mi cuello con una mano firme. Me encuentro
incapaz de luchar contra eso, derritiéndome en su calidez engañosamente suave.
—¿Estás bien? —pregunta. Me sorprende, porque ha sido mucho más amable desde que
conseguí el rastreador y pasamos la noche juntos, pero tranquilo y todavía un poco distante.
Ante mi silencioso asentimiento, simplemente me acerca más, oliendo a detergente para ropa y
el vago toque de un cigarrillo de la mañana. Presiona su boca contra mi oído para susurrar—:
Podemos fumar después de que vayamos a ver a Daniel. —Su mano está vagando por mi costado,
los nudillos patinando sobre mi pecho. Cuando me pongo rígida en respuesta, suelta una risa
baja y oscura—. He estado duro como la mierda desde que me diste ese beso anoche.
Hay una pausa cargada, como si estuviera esperando que le ofreciera algo. Una paja de
camino a la escuela, delante de los demás. Un rapidito después de ver a Daniel, colocada y
alocada. Una mamada durante el almuerzo.
Me quedo quieta y no digo nada.
Se encoge de hombros, moviendo su mano hacia mi cadera. —Sí, las resacas apestan. —
Suena decepcionado.
Por la expresión del rostro de Tristian cuando abre la puerta trasera y me ayuda a salir,
sabe que Rath estaba buscando algo. Tristian tira su brazo sobre mi hombro y dice: —¿Por qué
no le das un respiro a la Lady?
—¿Yo? ¿Por qué no lo hacen ustedes dos? —Rath lanza hacia atrás, ojos oscuros y cortantes.
A medio camino de mi edificio, se detiene y murmura una maldición—. Mierda.
—¿Qué? —pregunta Tristán.
—Olvidé que necesito llevar mi biografía a la oficina de mi profesor. Es para hoy a las tres.
—Me mira, haciendo una mueca—. En realidad, quería ver si podías leerlo. Quise preguntar
anoche, pero…
Deja que las palabras caigan donde puedan.
—Por supuesto —digo, sintiendo que parte de la vida se filtra de nuevo en mis huesos. Lo
uso para cuadrar mis hombros—. ¿Qué es?
Saca su teléfono de su bolsillo, le da algunos toques mientras explica: —Es la biografía del
programa, que se entrega en la función de bienvenida. Nada importante. —No suena poco
importante. Mi teléfono suena con una notificación: un archivo compartido—. Joder, pero estaré
en el estudio hasta las tres. Luego tú y yo iremos a la oficina de Daniel. —Se pasa los dedos por
el pelo, mirando hacia otro lado, con el rostro malhumorado y pensativo.
Le doy un vistazo rápido en mi teléfono. —¿No puedes enviarlo por correo electrónico o
enviarlo en línea? —Recuerdo a Lockwood bastante bien. Ese día en el estudio, los Condes y su
Condesa, la Ayudante de Cátedra de Lockwood, se habían ofrecido a conseguirle un pase a
Rath a cambio de la Sra. Crane. Supongo que Lockwood también está manejando el programa
para el Homecoming.
Mala suerte.
Él se burla. —Lockwood es un cabrón hipster que odia todo lo que se envía con una señal
o un cable. Correos electrónicos, mensajes de texto, unidades de memoria flash: todo está
prohibido. Necesito encontrar una impresora.
Considero esto, notando cuán toscamente escrito está el texto, y trato de sonreír. —Está
bien, ¿qué tal si lo reviso en mi primera clase, lo vuelvo a escribir en la segunda, lo imprimo en
el centro de estudiantes y luego lo dejo en la oficina de Lockwood? Podemos encontrarnos en
el estacionamiento justo después de eso.
—¿Sí? —Me da una rara y genuina sonrisa—. ¿Realmente harías todo eso?
Espero que mi sonrisa luzca auténtica. —Bueno, soy tu Lady, ¿no?
Engancha dos dedos en mi cintura, tirando de mí. —Diablos, sí, lo eres. —El beso que me
da es lo suficientemente lento, dulce y sensual que puedo decir que todavía está esperando que
suceda algo.
Y algo definitivamente lo hará.

La escritura de Rath es mala.


No es completamente ilegible ni nada, solo tosca y plagada de fonética. La puntuación es
inexistente. Hay algunas oraciones que me hacen preguntarme cómo se las arregló durante tanto
tiempo, porque los errores podrían descartarse fácilmente como alguien que tiene prisa. Pero
hay otras oraciones que apenas raspan la superficie de lo coherente. Paso mi segunda clase
escribiendo una versión nueva y mejorada, y cada nueva palabra presionada en el teclado de
mi teléfono es como el maná de los dioses, vigorizando algo que ni siquiera me había dado
cuenta que se había perdido.
La veo en el centro de estudiantes, mientras imprimo la biografía.
Entra en el vestíbulo de la administración con una pila de carpetas y examina el espacio
con los ojos. Se enfoca en el par de escáneres a mi lado y marcha directamente hacia ellos,
colocando su bolso y cartera entre nosotros.
La miro por un largo momento, sin creer a mis propios ojos.
¿Cuáles son las posibilidades?
Ella se encuentra con mi mirada por solo una fracción de segundo, dándome el tipo de
sonrisa suave que es para los extraños que te miran fijamente, antes de abrir la tapa del escáner
y ponerse a trabajar.
—Disculpa —digo, tomando mi copia impresa de la bandeja—. ¿No eres tú... eh, Genevieve?
Me da una mirada más larga. —¿Nos conocemos? —Genevieve Carter es aún más hermosa
de lo que recuerdo, con su cabello largo y rubio y sus ojos azules penetrantes.
Deslizando el papel en mi bolso, explico: —En realidad fuimos juntas a la escuela
secundaria. —Después de un segundo, agrego—: Quiero decir, no es que alguna vez me hayas
dado la luz del día. Estaba un grado más abajo, además de ser una total don nadie.
Me mira de arriba abajo, con una mirada plana y desinteresada. Hoy me vestí más para
Rath que para Tristian, lo cual probablemente explica por qué esperaba algo de camino a la
escuela. Incluso la cosa más pequeña se puede leer como un gesto cuando sus pollas están
involucradas.
Genevieve tararea, mirando hacia otro lado. —No, no creo que hubieras estado en mis
círculos. —Las palabras tienen un toque de soberbio, lo que parece propio de la chica popular
que recuerdo.
Ella y Tristian eran una visión en ese entonces, pero también era un poco espeluznante.
Con su cabello rubio a juego y sus ojos azules, podrían haber sido familia. Sus rasgos y gestos
son incluso similares: las mandíbulas firmes, las posturas erguidas y las dietas obsesivas. Para la
mayoría de la gente, probablemente parecía la combinación perfecta, pero yo tenía una lectura
completamente diferente, y dado lo bien que conozco al hombre, una mucho más precisa.
Ella es él, pero con el pelo largo, las tetas y un agujero extra para follar.
Tristian básicamente estaba saliendo con él mismo.
—No sabía que estudiabas aquí. —Dudo que Tristian sepa, tampoco.
Parece que apenas me está prestando atención mientras escanea página tras página. —Fui
recién transferida desde Vassar. Estoy haciendo las copiosas fotocopias de mis transcripciones.
Mis cejas suben por mi cabeza. —Oh, hablando de una rebaja. Suena como un drama.
Finalmente hace una pausa y se gira para mirarme. —Lo es. —Las chicas como Genevieve
son tan fáciles. Pasan por encima de las chicas agradables, las chicas dulces, las chicas amistosas,
pero en el momento en que aparece una perra, quieren participar—. A mi papá le acaban de
diagnosticar cáncer, así que él y mi mamá me hicieron mudarme de regreso.
Bueno, ahora me siento como una mierda.
Ella pone los ojos en blanco y se echa el pelo hacia atrás. —Como si fuera a ser capaz de
hacer algo al respecto, ¿verdad? ¿Qué aspecto tengo, de un orcólogo?
—Oncólogo —corrijo.
Me ignora. —Así que ahora estoy atrapada en este infierno, otra vez.
—¿No solías salir con Tristian Mercer? —pregunto, manteniendo mi voz amistosa y curiosa—
. Es tan divertido pensar en todo ese drama de la escuela secundaria.
Su reacción es tan rápida que podría haberla pasado por alto si no hubiera estado
observando tan cuidadosamente.
Se tensa, los movimientos cada vez más rápidos. —Sí, Tristán. —Resopla, mirándome—.
Oh, Dios mío, ese nombre, ¿verdad? No puedo creer que solía pensar que me casaría con él
después de la universidad. Estoy en pastos más verdes, confía en mí. —Me da esta sonrisa que
se está agrietando en los bordes, y mierda, está mintiendo.
Es calva cara mintiendo.
—Hm —me giro para irme—, tal vez te vea en algún momento. Puedo mostrarte el campus,
señalarte las zorras más grandes, los chicos más atractivos…
Ella me da una mirada como si me estuviera evaluando, preguntándose si soy alguien con
quien ella quiere molestarse, curiosa sobre mi posición social y si incluso seré útil. No debe llegar
a ninguna conclusión, porque lo mantiene intencionalmente vago. —Sí, ya veremos.
Si me salgo con la mía, una persona en particular va a ver.
Y quiero estar allí cuando lo haga.
Killian nos deja en la casa de piedra rojiza para que podamos tomar mi auto. Cuando salimos,
le da a Rath una mirada larga y un asentimiento críptico. —Recuerda de lo que hablamos.
Rath le da la vuelta y cierra la puerta.
El viaje a la oficina de Daniel es silencioso, y mi corazón se retuerce ansiosamente por el
silencio. Rath tiene una forma de mirar más allá de mi fachada, a quién soy realmente, como la
noche en el cuarto de lavandería cuando supo cómo, a pesar de mi terror, lo que me estaban
haciendo, y que lo que estaba haciendo, me excitó. Siempre hemos tenido una conexión
inexplicable, pero él no puede saber la verdad sobre mí ahora. Lo que sé, o lo que he hecho.
—¿Todo salió bien con la entrega de mi biografía? —pregunta, tocando todos los diales en
mi sistema de sonido.
—Sí. —Lo observo por el rabillo del ojo, sintiéndome extrañamente territorial por la forma
en que está jugando con mi auto. No es tuyo, me sigo recordando—. Bueno, aparte de tener que
ver a Sutton, pero ella mantuvo su boca de puta cerrada.
Finalmente se da por vencido con el estéreo, poniendo su mano en mi muslo en su lugar.
—¿Tuviste que editar mucho? Sé que probablemente fue un desastre.
—No —miento, quedándome quieta mientras su mano se desliza por mi muslo—. Lo hiciste
bastante bien. Realmente has hecho algunos progresos.
—¿Qué puedo decir? —Apoya su muñeca en el reposacabezas detrás de mí mientras su
otra mano se sumerge entre mis piernas—. Tengo una excelente tutora.
Abro mis muslos, manteniendo mis ojos en el camino. —A veces solo tienes que encontrar
la motivación adecuada.
—Maldita sea —respira, esos ojos oscuros viendo su mano frotarme a través de mis ajustados
jeans negros—. Podemos hacer que esta reunión sea rápida, ya sabes. —Se inclina para susurrar
caliente y bajo en mi oído—: Ve a algún lado y finalmente fóllame.
Cuando sus dedos se sumergen más abajo, presionando con fuerza, me estremezco.
Hace una pausa, retirando la mano. —¿Aún sigues dolorida?
—Sí —miento, aclarándome la garganta—. Perdón.
Se deja caer de nuevo en su asiento, con el rostro cerrado y tormentoso. —Jesucristo, han
pasado días.
—Lo sé. —Le doy una mirada rápida que hago lo mejor que puedo para llenar de pavor—
. Pero oye, lo que quieras hacer.
—Olvídalo. Puedo esperar. —Mirando por la ventana, murmura—: Creo. —Con nada más
que un atuendo y un rechazo pasivo, lo tengo tan frustrado que hay un bulto grande y obsceno
presionando la parte delantera de sus pantalones. Pone su mano en su regazo y le da un apretón,
pero por lo demás no lo reconoce.
El camino hacia el Lado Sur es familiar, pero vamos a un área desconocida, esta es un
poco más agradable. Rath me indica dónde aparcar y me asomo al edificio anodino. —¿Es esta
la oficina de Daniel?
—Sí. ¿Nunca has estado aquí?
—No. —No le digo que la mayor parte de mi breve tiempo viviendo con Daniel lo pasé
evitándolo. ¿Ser atrapada con él a solas, en un pasillo o en un espacio apartado? Siempre parecía
demasiado peligroso—. Nunca entendí realmente el trabajo de Daniel cuando vivía con él. Todo
lo que obtuve se es que trabaja en “bienes raíces”, pero ahora estoy pensando que eso es
venderlo por debajo del precio.
El edificio es enorme y moderno, y se eleva sobre Lado Sur como un centinela sombrío.
—Está involucrado en bienes raíces —dice Rath—, pero sí, es más grande que eso. Tiene un
poco de sus dedos en todo aquí abajo.
—¿Y crees que algún día Killian trabajará con él? —Le doy una mirada que muestra mi
escepticismo. Simplemente no puedo ver a mi hermanastro con traje y corbata, sentado en un
escritorio en una oficina anodina.
Rath me sonríe. —Creo que Killian quiere jugar para la NFL, obtener un cheque de pago
masivo y decirle a su padre que se vaya a la mierda. Salimos del coche y nos encontramos en la
acera. —Pero Daniel no va a permitir que algo como una carrera de fútbol profesional se
interponga entre él y Killian. No veo una salida para él.
Siempre he visto a Killian y su padre como dos caras de la misma moneda. Uno tranquilo.
Uno cruel. Ambos peligrosos. He sentido la tensión en ellos antes. Hubo peleas que haría un
punto por ignorar, escondida en mi habitación mientras los sonidos de golpes y maldiciones
penetraban las paredes. Gritando durante la cena. Largas semanas de frío silencio. Pero nunca
había conocido a un padre y un hijo, así que pensaba que era una mierda de machismo natural.
Sin embargo, la mirada sombría en el rostro de Rath me hace dudar.
—Su relación es complicada, ¿eh?
Agarra la manija de la gran puerta de vidrio y la abre. —Esa es la jodida subestimación del
año —murmura, guiándome con una mano en la parte baja de mi espalda—. Solo la mitad es por
ti. —Ante mi expresión de sorpresa, resopla—: Por favor. Como si esto fuera una novedad para
ti. —Me lleva a un ascensor, presionando el botón para el último piso.
Suspiro, con los hombros caídos. —Déjame adivinar, mi mamá es la otra mitad. —Porque
de eso se tratan los Lords. Veo eso ahora. Recolectan territorio y señorean sobre él en
consecuencia. Mi mamá había conocido a Daniel, y luego tomó un pedazo de ese territorio y
me lo dio a mí—. También la odia.
Casualmente, Rath dice: —Solo porque es una puta. No es nada personal.
Mi cabeza se sacude hacia atrás en estado de shock. —¡No la llames así!
La cabeza de Rath también se sacude hacia atrás en estado de shock. —¿Por qué no?
Literalmente lo es.
—¡No, no lo es! —Volviéndome hacia las puertas, hace que la sensación de maldad que se
arrastra se disipe de mi piel—. Es una buena madre y esposa. Lo que sea que ella solía hacer
para sobrevivir, para que yo pudiera sobrevivir, no debería importar.
—No debería —está de acuerdo, su mano pesada en mi espalda—. Pero lo hace.
—No puedo creer que Killian le reproche eso, y luego se dé la vuelta y me haga… —Mi voz
se corta en un gruñido de frustración—. Es tan jodidamente típico de él.
Rath deja escapar esta risa baja y lenta. —Story, te voy a decir algo. Va a ser vago y nunca
volverás mencionarlo, pero podría ayudarte. —Enrolla su mano alrededor de mi cadera—.
Considéralo como si te devolviera un favor por tu trabajo de edición anterior.
—Está bien —respondo, sintiéndome aprensiva.
—¿Alguna vez quieres ponerte del lado bueno de Killer, ya sabes, como ablandarlo o lo
que sea? —Cuando ve que me ha llamado la atención, arquea una ceja—. Solo elígelo a él sobre
su padre, por cualquier cosa. ¿Me entiendes?
Mi frente se arruga en confusión. —No estoy segura de que una oportunidad como esa
surja alguna vez, pero eh… —Incierta, ofrezco—... ¿seguro?
Sacude la cabeza, mirando hacia otro lado. —Estás tan ciega a todo.
Antes de que pueda preguntar qué significa eso, el ascensor se abre a un vestíbulo grande
y luminoso. Está vacío y estoy a punto de sentarme cuando una mujer entra al vestíbulo desde
una habitación lateral. Es bonita, joven y está ocupada arreglándose la falda fina como un lápiz.
Ella sonríe cuando lo ve. —¡Dimitri! ¡Dos veces en una semana! Chicos, me van a malcriar
tontamente. Mira lo guapo que te ves hoy.
—Vivienne —saluda él, asintiendo con la cabeza más a su escote que a cualquier otra cosa.
De ninguna manera esas cosas son reales—. Tiene una reunión con el jefe. —Me empuja hacia
adelante alentadoramente.
Doy una risa nerviosa. —¿Con e…?
Los ojos de Vivienne se iluminan. —Oh, Dios mío, ¡debes ser Story! —Se dirige hacia
nosotros y antes de que pueda reaccionar, estoy envuelta en una nube de perfume y los brazos
flacos de esta mujer. La presión de sus amplios senos contra los míos confirma mis sospechas
anteriores sobre su autenticidad.
Miro a Rath y él se encoge de hombros.
La mujer se aparta para decir: —Soy Vivienne, la secretaria del Sr. Payne. Daniel y tu
mamá me han hablado mucho de ti. ¡Ya siento que somos prácticamente familia! Es tan
agradable finalmente conocerte en persona, en lugar de solo la foto en su oficina.
Es mucho para asimilar. ¿Daniel le habla de mí a esta mujer? ¿Guarda una foto mía?
Luchando contra un escalofrío, respondo: —También es un placer conocerte.
Ella ríe. —No te preocupes, estoy segura de que nunca me ha mencionado antes, pero ha
estado muy preocupado por ti durante los últimos años. Sé que está contento de que hayas
vuelto. —Asiente hacia la puerta—. Puedes entrar ahora mismo. Te está esperando.
Rath se mueve para venir conmigo, pero niego con la cabeza. —Asunto oficial, ¿recuerdas?
Espera aquí. —Arquea una ceja, pero toma asiento en una de las sillas de cuero y saca sus
auriculares.
Abro la puerta de la oficina y ahí está. Daniel está sentado en su escritorio, con el teléfono
pegado a la oreja. Está vestido con un traje caro y zapatos, un pañuelo perfectamente doblado
está metido en su bolsillo. Si es algún tipo de indicación de lo bien que envejecerá Killian,
entonces mi hermanastro tiene suerte. El cabello cerca de las sienes de Daniel se está volviendo
gris plateado, pero el resto es de un marrón oscuro y apagado. Él y Killian comparten una
poderosa mandíbula, pero Daniel mantiene una barba corta y ordenada donde Killian prefiere
una apariencia de “tres días de barba incipiente”.
Supongo que he entrado en el momento justo, porque se está despidiendo y colgando.
No puedo dejar de mirar tontamente el anillo LDZ en su dedo.
—Creo que vi tu nombre en mi calendario. —Se recuesta en su silla, una cosa grande,
lujosa, alta y señorial, y me mira. A pesar de todas las efusividades de Vivienne antes, Daniel no
me mira como un padre feliz y cariñoso. Sus ojos están en blanco. Casi frío—. ¿Qué te trae por
aquí? ¿Pasa algo? —Su reloj de oro destella en su muñeca mientras apoya su mejilla en el nudillo
y el pulgar.
—No, um... todo está bien. —Busco el formulario en mi bolso y lo extiendo—. Solo necesito
un pequeño favor.
Cuando no hago ningún movimiento para acercarme, se pone de pie, alisándose la corbata
mientras rodea el escritorio, tomando el formulario. Sus ojos grises lo recorren. —¿Necesitas usar
el lote vacío de la calle Elrod? ¿Preparativos para el Homecoming, supongo?
—Sí —respondo, sintiéndome un poco fuera de lugar por la fría recepción que estoy
recibiendo—. Para el Homecoming. También necesitaremos un permiso.
Asintiendo, saca un bolígrafo dorado del bolsillo del pecho y, sin dudarlo, firma los
papeles y los dobla hacia atrás. —Lleva esto a la oficina de la ciudad. Lo aprobarán.
—Gracias.
Me tiende el papel, pero justo cuando lo alcanzo, lo retira, justo fuera de mi alcance. Me
inmoviliza con una larga mirada. —No puedo dejar de notar que este es típicamente un trabajo
para la Lady de los Lords.
La sangre se me sube a la cara tan rápido que casi me mareo. —Sí —es mi respuesta, apenas
un respiro.
Estoy tan rígida que ni siquiera me muevo cuando alcanza mi muñeca, levantándola para
inspeccionar el brazalete. Capto la insinuación del perfume de Vivienne en su lento suspiro. —
Ser una Lady es un privilegio, de hecho. Han sido parte de la institución mucho antes de mi
mandato en Forsyth. Las mujeres de la Realeza apropiadas son el botín de guerra.
—Solicité el trabajo —respondo con rigidez—. Simplemente me estaban haciendo un favor
al dármelo.
—Un favor. —Él me da una sonrisa suave, claramente impresionado por mi mentira—. Por
supuesto. Deberías tener cuidado con cuántos de esos estás acumulando.
Se me pone la piel de gallina, pero cuando voy a tirar de mi muñeca hacia atrás, él la
sostiene, esos ojos grises nunca apartan mi mirada. —¿Sabes lo que les dicen a los hombres sobre
sus hijos, Story? Nos dicen que son especiales, codiciados por encima de todo, necesarios para
continuar con el legado y el linaje de uno y demás. —Suspira, mirando el puño de nuevo—.
Personalmente, siempre quise una hija. Los hijos son pequeñas criaturas desafiantes desde el
primer paso, y luego crecen, esperando tomar todo lo que has construido y hacerlo suyo. Pero
hijas… —Él inclina la cabeza, frotando el pulgar sobre el cráneo—. Las hijas necesitan a sus padres.
Son una cálida mancha de luz en un mundo oscuro y lúgubre. Si hubiera tenido una hija, las
cosas serían mucho más simples. —Encontrando mi mirada atónita, en voz baja pregunta—: ¿No
estás de acuerdo?
El golpe en la puerta me hace estremecer. Daniel es el primero en romper nuestro extraño
enfrentamiento, mirando por encima de mi hombro al intruso.
—¡Bueno, no es esto una sorpresa! —suena la voz de mi mamá—. Mis dos personas favoritas.
Me giro para verla de pie en la puerta con un traje elegante y tacones de cuero suave. A
pesar de que han pasado años desde que Daniel la “salvó” a ella, a nosotras, todavía no estoy
acostumbrado a verla así. Su rostro se ve fresco, diez años más joven que su edad. Sus piernas
aún están pendientes. Quiero decir, ella pagó el alquiler con ese cuerpo, después de todo. Pero
con este atuendo, con los aretes de oro y la bufanda de moda, nadie diría que se ganaba la vida
acostada boca arriba.
Sus ojos recorren la mano de Daniel, que todavía sostiene mi muñeca, y se detiene.
—Mi amor —dice Daniel, apretando mi mano antes de dejarla caer y cruzar la habitación.
Él la besa en la mejilla—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Pensé en pasar y dejar que me lleves a cenar. —Ella me mira, su sonrisa radiante—. Vi a
Dimitri en el vestíbulo. ¿Qué haces aquí, cariño?
Levanto la hoja de papel, esperando que mi mano no tiemble. —Solo estoy haciendo
algunos trámites para el Homecoming.
Daniel asiente. —Story está ayudando a los chicos con algunas obras de caridad de la
fraternidad. ¿No es generoso de su parte? —Con esa sonrisa, nunca sabrías que acaba de tener
mi muñeca atrapada en su agarre, hablando de hijos e hijas que están follando.
—¡Eso es maravilloso! —Ella sonríe, juntando sus manos con entusiasmo—. Me encanta que
los estés ayudando. Hacen tanto bien en la comunidad.
Lo dice sin rastro de ironía o preocupación, así que supongo que mi madre no entiende
el funcionamiento interno de los Lords como lo hace mi padrastro. —Debería llevar esto a la
oficina de permisos antes de que cierre.
—Oh, no —mi madre hace un puchero—. ¿No puedes cenar con nosotros? ¿Por favor?
Niego con la cabeza. —Lo siento, mamá. Hoy no.
Ella agita una mano. —Ah, bueno, fue bueno verte, de todos modos. —Se acerca y me da
un abrazo—. Me encanta tenerte en la ciudad así de nuevo.
—A mí también, mamá. —Le doy a Daniel una sonrisa forzada—. Gracias, Daniel.
—Cuando quieras, Story.
Doy un paso atrás en el vestíbulo, donde Vivienne se sienta en su escritorio. La estudio
por un momento, evaluando la falda corta, la blusa ajustada, la evidente falta de sostén. Hay un
brazalete tosco en su brazo con lo que parece una inicial grabada en el oro. Ella me mira y me
da una sonrisa amistosa, pero no siento calidez. Siento un escalofrío helado que me recorre la
columna vertebral. Puede que no sea la única que está siendo controlada por un Payne, pero
puede que sea la única con las agallas para hacer algo al respecto.
Capítulo 14
TRISTIAN
Es por costumbre que reviso la aplicación de seguimiento móvil en mi teléfono y confirmo que
Story todavía está en clase. El implante debajo de su piel es específico, hasta la misma habitación,
mientras que el GPS del teléfono normal era vago, dando solo un área general. Después del
secuestro, reviso con más frecuencia.
Bien, compulsivamente.
Killer realmente debe estar contagiándome.
Una vez que confirmo que está donde se supone que debe estar, espero en un banco en
el pasillo fuera de su salón de clases. Llego diez minutos antes, así que abro mi cuenta de
ChattySnap. Me desplazo por las imágenes rápidamente; modelos de bikini, personas influyentes
en la salud y el estado físico, algunas celebridades y luego la gente que realmente conozco.
Busco mi propia biblioteca de fotos y tomo una foto sexy de Story del partido de fútbol de la
semana anterior. Estoy trabajando en una leyenda, siempre dispuesto a presumir a mi Lady,
cuando noto que el corazón en la esquina está iluminado. Tengo un mensaje privado
No es raro que alguien intente colarse en mis DM. Soy guapo, rico y poderoso. ¿Qué
mujer no querría clavarme sus garras? Pero una mujer ocupa mis pensamientos en este
momento, por lo que mi intención es abrir el mensaje y borrarlo... hasta ver la imagen adjunta
al mensaje.
Es de Lizzy e Izzy.
¿Qué carajo?
—Chicas tan lindas e inocentes. Me pregunto qué dirían si supieran la verdad sobre su
hermano.
La rabia hierve bajo mi piel y hago clic en la cuenta. Es privada con un ícono genérico. El
nombre de pantalla es “ejecutivopapá10”. Vuelvo otra vez y miro la foto. Las chicas están en
movimiento, saliendo de su estudio de baile. No tienen idea de que alguien las está mirando.
Mi mente calcula, luchando desesperadamente por descubrir quién se atrevería a enviarme una
amenaza como esta, cuando escucho un reacio: —¿Tristian?
Mi sangre ardiente se convierte en acero congelado.
Solo hay una cosa que podría distraerme temporalmente de la idea de que alguien vigile
a mis hermanas.
Me obligo a mirar hacia arriba, los ojos subiendo por un par de piernas tersas y
bronceadas, los muslos escondidos debajo de una pequeña falda verde. Lleva un suéter blanco
de cuello redondo, su cabello rubio impecablemente lacio. No necesito mirar más alto para
saber que es Genevieve. He tenido esos cálidos muslos envolviéndome más veces de las que
podría contar. He tenido esas tetas en mis palmas, en mi boca. Esas uñas largas y rojas me han
dejado tantas muescas en los hombros que me tomó meses acostumbrarme a ver mi piel allí,
intacta por su éxtasis.
Sus ojos azules están muy abiertos, un poco asustados, lo cual es inteligente de su parte.
Han pasado tres años, pero la necesidad de envolver mis dedos alrededor de su garganta
y ver cómo la vida se desvanece de sus ojos todavía me consume.
—Oh —respira, esos labios rojos de puta suyos se fruncen en estado de shock—. No puedo
creer que realmente seas tú.
Mi sonrisa se siente más fría que el hielo y más afilada que hojas de afeitar. —Gen. —
Escuché que había ido a Vassar sin intención de mirar hacia atrás. Pero aquí está, sonriendo
esperanzadamente, como si no fuera la mayor perra engañosa de todo el maldito mundo. La
funda de mi teléfono se clava dolorosamente en mi palma mientras la aprieto—. Qué casualidad
verte aquí.
En mi ciudad.
En mi escuela.
En mi territorio.
Esta perra se ha agotado por sí sola el mundo de la audacia.
Ella emite una risa vibrante que rezuma nerviosismo. —Dios, lo sé. Pasé los últimos dos
años en Vassar, pero mi papá se enfermó y quería que volviera por al menos un semestre. —Me
mira de arriba abajo—. Vaya, mírate. Más guapo que nunca.
Mi ex es un charco de escoria de zorra mentirosa e infiel que no vale la pena, pero de
alguna manera todavía duele mirarla. No porque la extraño. Joder no. Duele porque es la prueba
de lo débil que puede llegar a ser un hombre. Años dedicados a construir un futuro con este
pedazo de basura. Jesús, los planes que hicimos: Forsyth, carreras complementarias, un
compromiso en la graduación, una boda de destino, propiedad de inversión, tres hijos. Mirando
hacia atrás a la forma en que la saludaba todos los días como un perrito faldero, con un café y
una flor. El sexo que teníamos, siempre rápido, duro y tan intenso que me dejaba agotado, pero
con hambre de más. Me llevó hasta esa noche con Story darme cuenta de por qué. Siempre le
faltaba algo a Gen. No era solo la falta de ganas de complacerme —nunca se rebajaba a
chuparme la polla—, también era la falta de pasión. De necesidad. Devoción.
Me enganché más a la idea de esta zorra que a la realidad. Es la única mujer con la que
me he permitido ver un futuro. El hogar perfecto, la familia inmaculada, el camino trazado ante
mí, claro, esperado y adecuado.
Y mira lo que me pasó. Ella, en el yate de ese hijo de puta, con esos muslos envueltos
alrededor de sus caderas mientras se follaba a mi futura esposa como un animal. Todavía puedo
recordar sus ojos, mirándolo tan abiertamente. Porque Genevieve es la oportunista impecable
que siempre fue criada para ser, pero también es tan decepcionantemente crédula. De hecho,
estaba interesada en ese tipo, su propio entrenador de softball, un perdedor patético que no
podía dejar de revivir su juventud. Estaba tan interesada en él que le permitió grabar el video
que poco después se filtraría.
El video que me expuso como un maldito tonto.
El impulso de estrangularla aumenta de nuevo.
—Estoy tan contenta de encontrarme contigo —dice, ajustando el dobladillo de su blusa.
Hace que su escote baje media pulgada, exponiendo más de su escote—. ¿Vas a hacer algo esta
tarde? Tal vez podríamos ir a tomar un café. Ponernos al día.
La última vez que le dije una sola palabra a esta chica fue justo después de que prendiera
fuego a ese yate. Lo estaba captando desde todos los ángulos: Killian, Rath, mi padre, Daniel, y
le dije que la próxima vez que la viera, estaría encendiendo un fósforo con algo que amaba.
Nunca he querido decir nada más.
Una figura se mueve al lado de Genevieve y levanto la vista para ver que Story ha llegado.
Ella y Gen se miran, y veo un destello de reconocimiento en el rostro de mi ex.
—Hola, sexy —digo, las palabras son frescas y fáciles mientras me levanto del banco,
elevándome sobre ambas—. ¿Ya has terminado?
—Sí, salimos unos minutos antes, en realidad. —Se empuja un mechón de cabello detrás
de la oreja y le da a Gen una brillante sonrisa—. Hola, nos conocimos antes, ¿recuerdas? Yo…
—Estamos tarde. —Salto, dando un paso adelante para deslizar mi brazo alrededor de su
cintura. Lo último que quiero es que Genevieve y Story se hablen. Encenderé esa cerilla de
nuevo antes de dejar que mi Lady se manche—. Tenemos cosas que hacer, cariño.
Story mira entre Gen y yo, algo pequeño y satisfecho brillando en sus ojos. Ella pone su
mano sobre mi pecho, poniéndose de puntillas para presionar un beso en mi mandíbula. —Sí,
señor. Solo guía el camino.
Mi polla se hincha tan rápido que sé que mi pecho se contrae.
Santa mierda.
Señor.
Gen mira fijamente la mano de Story, lo fuerte que envuelve su cuerpo a mi alrededor, la
forma en que la estoy agarrando, suelta pero innegablemente posesiva. En un abrir y cerrar de
ojos, su rostro se queda cuidadosamente en blanco, la boca presionada en una línea apretada.
—Bueno, Tristian. Veo que tienes las manos llenas.
Miro a Story, que me mira con tanta dulzura, y le retiro el pelo de la mejilla. —No tienes
ni idea.
—Mmm. —El zumbido es bajo y rezuma desagrado—. Quizás en otra ocasión.
—Oh —dice Story, dirigiéndose a Gen—. Ven a buscarme en algún momento si alguna vez
quieres ese recorrido por el campus. Siempre estoy por ahí en alguna parte. —Suelta una risita
autocrítica que podría encontrar linda, excepto que estoy demasiado ocupado implosionando al
pensar en ella y Gen retozando juntas por el campus. Hace una mueca cuando tiro de ella hacia
mí.
—Estaremos demasiado ocupados —le digo, sin inmutarme por el destello de temor en sus
ojos mientras la alejo del brazo.
Puedo sentir sus ojos en mí mientras nos llevó… a ninguna parte en particular, solo lejos.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —Siseo, los dedos clavándose en su músculo—. No
hables con esa puta. Ni siquiera quiero que la mires.
Gen aparece al azar en el momento exacto en que recibo un mensaje privado amenazando
con decirles a mis hermanas la “verdad” sobre mí.
No lo creo.
Story gruñe mientras tiro de ella, sus cortas piernas luchan por mantener el ritmo. —El
contrato solo dice que no puedo hablar con chicos. Ya evito a los otros miembros de la Realeza.
¿Simplemente no tengo permitido socializar con nadie?
Su tono es hosco y completamente fuera de lugar, y cuando encuentro una puerta, ya
estoy rígido de rabia. La abro, reconociéndola solo ociosamente como una sala de estudio. Hay
una chica allí, encorvada sobre una computadora portátil, con la cabeza erguida ante la repentina
intrusión.
—Fuera —ordeno, en voz baja y lo suficientemente peligrosa como para impulsarla
inmediatamente a la acción. Ni siquiera se molesta en meter su computadora portátil en su bolso,
barrer todo de la mesa y pasar corriendo junto a nosotros, con los ojos muy abiertos y ansiosa.
Cierro la puerta detrás de ella y empujo a Story contra ella, mis dedos se envuelven
alrededor de esa delicada y esbelta garganta. —¿A qué diablos crees que estás jugando?
Me mira fijamente, caliente y sin pestañear. —¡No estoy jugando a nada! —No tengo idea
de lo que hay en mis ojos, pero sea lo que sea, hace que su actitud se vuelva un centavo—.
Tristian, espera —dice, con la voz tensa mientras su mano se acerca a mi mejilla—. Fue agradable
ver a alguien a quien reconocía, porque no conozco a nadie por aquí que no sea miembro de
la Realeza. Pensé que todo ese drama de la escuela secundaria era una noticia vieja.
Mis dedos se aprietan alrededor de su cuello. —¿Drama de la escuela secundaria?
El drama de la escuela secundaria es el que Rath haya tocado el sabor de la semana de
Killer en el asiento trasero de su auto. El drama de la escuela secundaria no es el ver un video
de tu novia de tres años haciendo el amor con su maldito entrenador de softball. No es un
posible cargo de incendio premeditado, no es que el heredero de la fortuna de Mercer sea
humillado públicamente, y seguro que no es el único evento que llevó a la chica frente a mí, de
rodillas, llorando y el cómo hice estallar mi carga en esa inteligente boquita suya.
Ella también debe recordar eso. Eso y la mañana en que me disculpé por ello, explicando
que estaba muy mal en ese entonces.
—No lo hagas —suspira, mirándome con esos ojos de cervatillo—. Si es realmente tan mala...
no deberías dejar que te afecte así, ¿verdad?
Le doy una sonrisa sin humor. —Sabes que no es tan simple.
—Lo sé —dice con una voz que atraviesa el sentimiento en mi pecho. El simple hecho de
ver el rostro de Genevieve hizo aflorar toda esa vieja ira. Ahora, como entonces, quiero sentir
cualquier otra cosa—. Dime qué puedo hacer.
Nunca hables con ella, joder, está en la punta de mi lengua, pero se borra con otra petición.
Levanto mi pulgar hacia su labio inferior, pensando en cómo esta boca es mía. No se parece en
nada a Gen. Le encanta su coche nuevo, pero no está aquí por mi dinero. No se deja influir por
hombres bonitos, yates o flores. Story es mi Lady, atada a mí en una red de circunstancias.
—Puedes probarlo —le digo, agachándome para presionar un beso en su mandíbula. Mis
dientes raspan contra el hueso—. Muéstrame quién es tu dueño.
No la obligaré a ponerse de rodillas, no otra vez, y no la obligaré a ponerse de espaldas.
La dejaré elegir cómo demostrar su lealtad.
Su respiración se entrecorta, y hay un largo momento en el que ninguno de los dos se
mueve o habla. —¿Qué deseas? —pregunta, el temblor en su voz desmiente el acero en sus ojos.
Mi pene ya está duro en cualquier posibilidad, pero le sigo la corriente, deslizando la
palma de mi mano hacia su pecho. —Quiero estar dentro de ti, Dulce Cereza. Quiero sentir
cómo es cuando te corres sobre mi polla, temblando a mi alrededor. —Lamo sus labios, húmedos
y obscenos—. Quiero sentir que me tragas de nuevo. Esa boca caliente alrededor de mi polla,
tomando todo lo que te doy. Quiero escucharte luchando por respirar porque estás tan llena de
mí que no puedes hacerlo. —Sus ojos se ven tan encapuchados y cautivados como los míos—.
Pero ahora mismo, quiero saber que hagas lo que hagas, lo haces porque quieres complacerme.
Solo a mí. —Presionando mi pulgar en su yugular, exijo—: Quiero ver tu total devoción.
Muéstrame.
Levanta la barbilla y su mano toca mi muñeca. Suavemente, aleja mis dedos de su
garganta. La dejo empujar hacia adelante, con una mano en mi pecho, hasta que me hace girar
y me golpea contra la puerta.
Y luego se hunde de rodillas.
Estoy decepcionado, aunque no debería estarlo. No quería follarla aquí, de todos modos.
Es demasiado íntimo, demasiado personal, demasiado crudo. Pero cuando sus dedos
desabrochan mi bragueta, bajando mi cremallera, todavía siento un escalofrío profundo al saber
que podría, si realmente quisiera. Ni siquiera tendría que ordenarla, solo tendría que preguntar.
Puedo verlo en la forma en que me mira.
Es exactamente la misma mirada que Gen tenía en sus ojos con su entrenador de softball.
Ella me saca de mis calzoncillos, su cálida palma le da un par de caricias lentas. —Lo que
mi Lord quiera.
El primer toque de su boca es el cielo y el infierno, todo envuelto en un rizo de su lengua.
Es mucho mejor que esa noche en el auto, al principio, porque puedo verlo esta vez, mi polla
dura desapareciendo entre esos labios dulces y rosados. Pero luego se hunde hacia adelante y
me toma, un deslizamiento caliente y húmedo que hace que los dedos de mis pies se doblen.
Y no se detiene.
Incluso antes de que le haya puesto el puño en el pelo, me deja golpear la parte posterior
de su garganta, demorándose allí contra mí, sosteniéndome tan profundamente que sé que no
puede respirar. Siento que mi mandíbula se afloja, mis dedos masajean la parte posterior de su
cabeza. Justo cuando me imagino que retrocederá, se adentra más.
Murmuro un bajo: —Mierda —porque le habría follado la boca así, como lo hice esa noche
en el auto. Había sido una prueba para ver si podía soportarlo, si podía gustarle, y aquí estaba,
dándolo tan malditamente libremente.
Tengo que sacarla de mi polla, apretando los puños con los dedos en su cabello. Me olvido
de Genevieve y su cara mentirosa, infiel y de puta en el momento en que mi Dulce Cereza me
mira, con los ojos húmedos y muy abiertos mientras chupa la punta de mi polla.
Tarareando, le doy un tirón palpitante a su cabello. —Eres una chica tan buena.
Me traga lento y parpadeo. Sé que Killian y Rath piensan que estoy siendo
condescendiente cuando les digo que se está portando bien, pero la verdad es que nunca han
visto la forma en que sus ojos se suavizan y brillan ante los elogios. A nuestra Lady le gusta ser
buena tanto como le gusta ser mala.
Responde cayendo hacia adelante una vez más, tan decidida a llevarme profundamente.
Pero solo puede hacerlo cuando la dejo, aflojando mi agarre en su cabello. Es todo lo contrario
a la mamada en la carretera, cuando la empujé hacia abajo y la obligué a quedarse, solo para
ver cómo levantaba la cabeza cuando se lo permitía. Ahora, se hunde sobre mí como si
estuviéramos magnetizados. Se asfixiaría con mi polla si no la tirara hacia atrás, estoy casi tan
ansioso por ver esa dulzura en sus ojos otra vez como por reventar en su bonita boca.
Se siente como si durara horas, Story llenando su garganta con mi polla hasta que la tiro
hacia atrás para escuchar sus jadeos húmedos. Le digo lo buena que es y me sostiene la mirada
antes de empezar de nuevo. Es desordenado y demasiado indulgente, y podría ser lo mejor que
me haya pasado.
Me corro con un sonido tenso y gutural, sujetándola por un puñado de cabello para que
no pueda enterrarme en su garganta. Lo quiero lo suficientemente superficial como para que
pueda saborearme en su lengua, y eso es exactamente lo que hago, mi polla sacudiendo mi
liberación entre sus labios rojos y maltratados.
Es tan buena que casi espero que se hunda hasta el fondo. En lugar de eso, se aparta, se
sienta sobre sus talones y se encuentra con mi mirada. Creo que podría correrme de nuevo
cuando abre la boca, dejándome ver mi carga sentada allí en su lengua roja. Sosteniendo mi
mirada, cierra la mandíbula y traga.
—Joder —respiro, empujando un poco de semen de la comisura de su boca. Me siento
como si estuviera en trance, hipnotizado por la forma en que instantáneamente chupa mi pulgar
para limpiarlo, sin dejar que se desperdicie ni una gota. Sin aliento, divago—: Eso es tan
jodidamente caliente. Gen nunca hizo esto por mí. —Story me chupa el pulgar y me mira como
un búho—. Es por eso que debía tenerte. Gran parte de la escuela secundaria, me la pasé
escuchando a Rath y Killer alardear sobre tener mamadas. Tan pronto como vi tu boca esa
noche, supe que debía tenerla.
No es hasta que baja los ojos que me doy cuenta de lo que estoy diciendo, ya quién se lo
estoy diciendo. Todo es verdad. Esa noche había sido un loco zumbido de rabia, Rath y Killer
hicieron todo lo posible para evitar que tomara represalias. Más tarde, resultaría inútil. Solo unos
días después, me encontré en ese muelle con la lata de gasolina. Pero esa noche, creo que sabían
que necesitaba ver a una chica de rodillas delante de mí, mi pene entrando y saliendo de su
boca. Así es como sé qué haría cualquier cosa por Killian. Story era suya por derecho, pero allí,
durante unos minutos, en su antiguo cuarto de lavandería, me la había dado. Una pequeña
muestra de esta cosa que deseaba tanto que lo consumía. Y la cosa es que funcionó. Era un
exorcismo, prueba de que estar con Genevieve Carter no era todo lo bueno que se creía. Había
algo que faltaba. Preferiría cortarse su propio brazo antes que llevarme a su boca, y mucho
menos disfrutarlo.
Pero a pesar de lo oscuramente liberador que pudo haber sido esa noche para mí, fue algo
más para Story. Una posesión en lugar de un exorcismo. Un momento estropeado que incluso
podría haber querido si yo hubiera hecho algo de esfuerzo. ¿Cuánto debe haberle costado esto,
ponerse de rodillas para mí, mirarme a los ojos de nuevo mientras me tragaba, sabiendo lo que
había tomado?
De repente, lo entiendo.
Y pensar que me sentí decepcionado de que eligiera esto en lugar de llevarme dentro de
ese dulce coño suyo. El sexo será genial, sé que lo será, pero no es nada para nosotros. No hay
antecedentes, ni historia, ni dolor. El sexo será nuevo y divertido, y no puedo esperar para ver
ese placer suave y aturdido en sus ojos mientras la critico.
¿Pero ponerse de rodillas por mí, después de lo que hice?
No podría haber una mejor muestra de su completa devoción.
Me meto de nuevo en mis pantalones antes de agacharme y tirar de ella contra mi pecho.
Viene de buena gana, incluso si todavía no me mira a los ojos. Presionando mi nariz contra su
cabello, inhalo su dulce aroma. Quiero decir que lo siento de nuevo. Quiero agradecerle. Quiero
decirle que lo que está pasando dentro de mi cabeza es tan complicado como lo fue esa mamada,
y no estoy seguro de adónde va esto, pero sé que quiero quedármelo. No es como lo que fue
con Gen. Story no es una idea. Ella es terriblemente tangible.
Pero eso es demasiado, demasiado confuso.
En cambio, digo: —Eres más de lo que cualquiera de nosotros merece.
Sus dedos se enroscan en la tela de mi camisa.
No responde.
—¿Te gustaría dormir en mi cama esta noche? —Pregunto, acariciando su cabello desde su
hombro. Para que entienda que no soy su hermano, le doy un beso en la mandíbula y agrego—
: Esto no es una orden. Puedes decir que no. No tenemos que hacer nada más que dormir.
Hay un latido de silencio, algo forzado en su respiración. Me la paso preparándome para
la probabilidad de que diga que no. Está bien. Puedo manejarlo.
Pienso.
En cambio, susurra: —Está bien.
Capítulo 15
STORY
Tengo a Tristian Mercer comiendo de la palma de mi mano.
Literalmente.
Abre la boca, los dientes toman la albóndiga cuando se la acerco a los labios. Le da
algunos mordiscos experimentales, con ojos cautelosos. Así es como sé que lo tengo. Dudo que
Tristian acepte ciegamente comida de cualquiera.
—Son veganos y sin gluten —le aseguro—. Usé harina de almendras como aglutinante y
levadura nutricional como un sustituto aceptable del parmesano.
Es un montón de mierda, de verdad. Nada de eso podría llamarse albóndigas. La Sra.
Crane estaba holgazaneando en la cocina mientras yo las cocinaba, y no dejaba de reírse de los
ingredientes y el cuidado que puse en ellos.
—Eres es un buen juguete para follar —decía, dándome un guiño. Sospecho que sabe
exactamente lo que está pasando aquí abajo, pero hay algo afín entre nosotras. Me deja jugar
con ellos tanto como me es posible.
Él tararea, con los ojos cada vez más abiertos. —Están buenos.
Uno podría sentirse fácilmente insultada por el tono de sorpresa de su voz. Pero yo no. En
realidad, no están tan buenos, y mis habilidades culinarias están solo un par de puntos por
encima de las de la Sra. Crane. Es solo que Tristian no come buena comida muy a menudo. La
barra aquí es tan baja que está incrustada en el piso.
Me lo contó anoche, mientras estábamos en su cama. Fiel a su palabra, no trató de forzar
nada. Solo habló. Temple apoyado en un puño, mirándome mientras sus dedos patinaban por
mi pecho, me contó lo difícil que es conseguir una buena comida.
—Es por eso —había dicho, con los ojos oscuros mientras trazaba el escote de mi camiseta
sin mangas—, que cuando encuentro comida de verdad, comida de calidad, me aseguro de
abastecerme. Así que tú también puedes tener un poco. —A su manera retorcida, esa es
probablemente una declaración significativa. Es muy dulce, en realidad.
Excepto que mis tetas están negras y azules, y todavía puedo escuchar su voz en mi oído,
ordenándome.
Tristian habló durante casi dos horas anoche mientras yacíamos bajo la suave luz de su
lámpara de noche, y el tema era siempre el mismo, pero extrañamente superficial. Para ser un
hombre al que le encanta hablar de sí mismo, realmente no reveló nada que yo no supiera,
excepto el hecho de que ronca y, al igual que Rath, es un abrazador. A diferencia de Rath, no
le importa admitirlo, apretándome posesivamente contra su pecho antes de finalmente quedarse
dormido.
También aprendí que se levanta a las cinco de la mañana para hacer ejercicio.
Ruidosamente.
Encogiéndome de hombros, digo. —Todo está en los condimentos.
—¿En serio hiciste esto para mí? —Mira la bandeja de albóndigas. Sería divertido si este
juego mío no fuera tan serio. Prácticamente puedo ver los corazones de dibujos animados en
sus ojos—. Nadie me había hecho comida antes. Quiero decir, nadie a quien no le pagaran por
hacerlo. —Se come otra albóndiga y se eriza cuando Rath se empuja a su lado y toma una del
plato.
—Vete a la mierda —dice Tristian, entrecerrando los ojos cuando Rath se la mete en la
boca—. Son mías.
Remilgadamente, le digo a Rath: —Son veganas y sin gluten.
Se congela, atrapando la albóndiga en una palma cuando la escupe. —Que asco. —Cuando
me ve esbozar una sonrisa, tira la albóndiga y desliza sus brazos alrededor de mi cintura, con la
barbilla apoyada en mi hombro—. Hay cosas mucho mejores que puedes hacer. Brownies. Carne
asada. Empanadas. Pollo frito. Galletas.
Tristian rueda los ojos. —Tienes el paladar de un niño pequeño. ¿No se supone que
deberías conseguir que el parlante de sonido envolvente funcione?
Con el fin de semana llega un ligero respiro. Bueno, de Killian, al menos. Su partido de
fútbol es a tres estados de distancia, lo que lo envía a él y al equipo a empacar hasta mañana
por la noche. Sé que no es mucho, el próximo sábado es el Homecoming y se espera que
participe intensamente. Pero por ahora, todo lo que tengo que hacer es vestirme de naranja y
morado y ayudar a organizar la fiesta a contrarreloj.
De ahí las albóndigas.
Siento el encogimiento de hombros de Rath contra mi espalda. —Ya lo hice.
Ha estado trabajando en ello toda la mañana, escondido en la sala de entretenimiento,
que recientemente me di cuenta de que existía. Está equipada con asientos estilo estadio y una
enorme pantalla del tamaño de una pared. No es lo suficientemente grande para toda la
fraternidad, por lo que parece que los chicos han emitido una lista exclusiva de invitaciones.
Estoy agradecida de que no sea una fiesta completa, y espero que, si mantengo a los muchachos
llenos de comida y bebida, puedo colarme temprano en mi habitación y hacer un poco de tarea.
Estaría mintiendo si dijera que mi educación es lo primero en este momento. Estoy en Forsyth
por protección, ante todo. Pero si quiero quedarme, al menos tendré que aprobar mis clases.
La Sra. Crane dejó todos los refrigerios y bebidas en la cocina, así que dedico la siguiente
hora a preparar la sala de recreación mientras mis Lords saludaban a sus invitados. Una vez que
comienza el juego, saco mis oxidadas habilidades de camarera, asegurándome de que todos
estén contentos y alimentados, especialmente Rath y Tristian. Están sentados en sillones de cuero
con la mejor vista en los puestos más altos. Por el sonido del juego, Killian está jugando bien,
haciendo honor a su apodo de “Killer”, matando al otro equipo con pase tras pase que me siento
tentada a ver. Es cruel y egoísta, pero es interesante observar la forma en que se mueve.
—¿Quieres otra cerveza? —Le pregunto a Tristian. Finalmente es el cuarto tiempo y, gracias
a Dios, el final está a la vista.
Mira la bandeja de bebidas y frunce el ceño. —Aunque aprecio el servicio, ¿por qué estás
arrastrando todo esto de un lado a otro? Tenemos una jodida ama de llaves, Cereza.
—Está bien. Me ofrecí a ayudar. —Me encojo de hombros, aunque me duelen un poco los
pies. No puedo imaginarme a la pobre Sra. Crane teniendo que hacerlo—. Servirles es parte de
mi trabajo, ¿no es así?
—No —argumenta, dándome una mirada—. Tu trabajo es hacer lo que queremos que hagas,
y ser una camarera glorificada no está en ninguna parte de la lista. Tu trabajo el día del juego
es lucir bonita, sentarte en mi regazo y poner celosos a todos los demás tontos aquí.
Enrolla su brazo alrededor de mi cintura y me tira a su regazo. Ha estado necesitado desde
que lo vi afuera de mi clase ayer. Tristian es el más sensato de los Lords. Es menos propenso a
la ira o las rabietas. Incluso cuando es abusivo o controlador, lo hace con palabras dulces y una
bonita sonrisa. Puede ser amable, a su manera. Cariñosa y atenta, tan empalagosa que duele.
Rath podría ser una mano hábil para manipularme para que me preocupe por él, pero Tristian
es un experto en manipularme para que piense que le importa. Pero no le importa, no de
ninguna manera real. Pero sabía que estaba jugando con fuego al traer a Genevieve a esto.
De alguna manera, Genevieve es la razón por la que estoy aquí.
Ayer, cuando me empujó contra la puerta de la sala de estudio, vi algo oscuro y familiar
parpadear detrás de sus ojos. Una pequeña grieta en su fachada impecable. Lo reconocería en
cualquier lugar, porque todavía acecha mis sueños a veces. Esos fríos ojos azules, tan vacíos pero
tan llenos de malicia. Ha pasado mucho tiempo desde que lo he visto. Todo este tiempo viviendo
con él, siendo mimada por él, viendo sus agudas sonrisas y sintiendo su deseo por mí, me ha
hecho olvidar que el lado de Tristian Mercer siempre está justo debajo de la superficie.
Es por eso que elegí la mamada. Una parte de mí desea poder volver a esa noche y hacerlo
así. Rencoroso y calculado. Pero, sobre todo, pase lo que pase con Genevieve, lo hace malo, y
si la historia dice algo, es que siempre se desquita conmigo. Era más fácil cortar eso antes de
que comenzara. Lo necesito contento y feliz, al menos conmigo. Por ahora. Hasta que pueda
vengarme.
—Tristian —grito, sosteniendo la bandeja—. ¡Vas a hacer que lo derrame todo!
Me lo quita y lo coloca en el suelo. Siento la fuerte presión de su polla contra mi trasero y
el suave roce de sus labios en mi cuello. Rath mira y levanta una ceja.
—Has estado caminando de un lado a otro con esta minifalda corta todo el día, Dulce
Cereza. —Su aliento es caliente—. Me estás volviendo jodidamente loco.
Me hundo en la sensación de él, sacudiendo la inseguridad de las PDA2. Al menos la
mitad de los chicos en esta sala estaban aquí cuando Killian me obligó a hacerle una mamada,
pero Tristian no me obligaría a hacer eso. Mientras que Killian disfruta dominando, Tristian le
gustan las muestras públicas de afecto: el exhibicionismo. Su mano sube y baja por mi muslo,
avanzando poco a poco por debajo del dobladillo de mi falda. Me estremezco y exhalo, y la
humedad delatora se acumula entre mis piernas.
Pasa su nariz a lo largo de la curva de mi oído. —¿Aún sigues dolorida?
Soltando un suspiro lento, niego con la cabeza. No puedo fingirlo para siempre. Además,
Rath se metió en mi cabeza y todavía estoy luchando por sacarlo. ¿Pero Tristian? Cuando se
trata de nuestro juego, siempre está a la defensiva. Tengo el poder aquí, lo sepa él o no.
Sería bueno con Tristian.
Caliente, práctico y seguro.
Siento que se queda quieto ante mi respuesta, la polla debajo de mi culo da un tic tenso.
—¿Confías en mí? —pregunta, su voz apresurada.
—Sí. —Es a la vez una verdad y una mentira. Tristian no me haría daño a sabiendas, eso,
lo sé. Pero su definición de daño es mucho más limitada que la mía.
Se vuelve hacia Rath, señalando la silla a su lado. —Dame eso.
Rath lo mira, toma una manta de Forsyth del asiento vacío y se la entrega. —Ve con calma
—susurra, los ojos oscuros.
—Siempre —responde Tristian, colocando la manta sobre mi regazo. Sus manos
desaparecen debajo de él, agachándose debajo de mi falda, y cuando engancha sus pulgares en
mis bragas, tirando de ellas hacia abajo, entro en pánico.
—Qué…
—Shh —dice, deslizando las bragas por mis muslos—. Confía en mí, cariño.

2
Public Displays of Affection. Demostraciones públicas de afecto. Básicamente, cualquier interacción física
(abrazar, besar, tomarse de la mano, manosear, etc.) en público.
Trago saliva con tanta fuerza que mi mirada recorre la habitación, preguntándome si
alguno de los chicos puede darse cuenta de que Tristian me está desnudando, inclinándonos a
ambos para poder quitarme las bragas de los pies debajo de la manta.
Rath lo sabe. Puedo decirlo por la forma en que está tumbado, con los dientes rozando su
labio mientras observa nuestros regazos con una expresión sombría. —Dámelas —le dice a
Tristian, extendiendo una mano.
Observo, atónita, cómo Tristian pasa disimuladamente a Rath mis bragas húmedas. Entre
un parpadeo y el siguiente, Rath las ha deslizado en su bolsillo, sus ojos regresan a la pantalla.
La voz de Tristian es un susurro áspero en mi oído. —Levántate, solo un poco. Esa es mi
chica.
Obedezco automáticamente, demasiado llena de pánico y alarma para hacer algo más que
moverme con la corriente. No es hasta que siento un sofoco en mi trasero que me doy cuenta
de que se ha bajado los pantalones. —Espera —siseo, estremeciéndome hacia adelante.
Pero Tristian simplemente me arrastra hacia atrás, susurrando, —Relájate. Nadie lo sabrá,
e incluso si lo supieran, no mirarían. —El tono dulce y tranquilizador de su voz se contradice con
las palabras que pronuncia a continuación—. No se atreverían.
En la televisión, Forsyth marca otro gol, lo que resulta en fuertes gritos y choques los cinco.
—Tristian… —Creo que estaría enojada si tuviera espacio para algo más que miedo dentro
de mi pecho. Soy tan jodidamente estúpida, pensando que podría decirle que estaba lista para
el sexo cuando estamos en una habitación llena de sus seguidores.
Aprieta mis caderas, acomodándome de nuevo en su regazo. —No soy Killer —dice en mi
oído, y por un momento, me pregunto qué tiene que ver Killian con todo esto. Pero luego me
doy cuenta de lo que está diciendo. Esto no es un castigo. No quiere humillarme—. Te lo juro,
nadie se dará cuenta de nada.
Mis ojos se mueven rápidamente a la pantalla, un último esfuerzo emerge en una voz
estrangulada. —¿No deberíamos estar viendo el juego?
—A la mierda el juego. Killer los tiene veintiocho puntos arriba. —Su mano desaparece
entre nosotros, rozando mi trasero mientras se toma en la mano—. Pero todavía vamos a mirar.
No te preocupes.
Siento la cabeza de su polla empujando mi entrada, deslizándose a través de mi humedad,
un ruido sordo y apenas audible que sale de su pecho.
Cerrando los ojos, me dejo llevar.
Trato mucho de mantener mi rostro neutral mientras tomo a Tristian dentro de mí, mis
dedos se clavan en el brazo de la silla. Puedo sentir el estiramiento, pero no duele como esas
dos primeras veces con Killian. Las manos de Tristian me guían por mis caderas, haciéndome
tomarlo lento y suave. Todo el tiempo, estoy mirando alrededor de la habitación en la parte de
atrás de la cabeza de todos, sabiendo que alguien podría girar en cualquier momento y mirarme
a los ojos mientras estoy haciendo esto.
Cuando finalmente me acomodo en su regazo, los finos temblores en mis muslos tienen
más que ver con la sensación de plenitud que con la ansiedad de ser atrapada así.
Tomo una respiración superficial y desesperada, sabiendo que mis ojos deben estar muy
abiertos y vidriosos. Pero Tristian simplemente saca los brazos de la manta y los enrolla alrededor
de mi cintura en un abrazo suelto e informal.
—¿Alguna vez fuiste a los juegos de Killer en la escuela secundaria? —pregunta, como si su
pene no estuviera actualmente enterrado dentro de mí.
Mi boca se abre y se cierra en una respuesta fallida. Pasa un largo y tenso momento antes
de que pueda responder. —Una vez. —Fue al principio del matrimonio de mi madre y Daniel,
antes de que Killian se volviera hostil y mezquino. Fui a animarlo, aunque apenas lo conocía—.
A él no le gustaba que yo estuviera allí —añado, conteniendo la respiración cuando Tristian
alcanza su cerveza, flexionando las caderas hacia las mías con el cambio.
Observo desde mi periferia mientras inclina la cerveza hacia atrás, tomando un largo trago.
—Sí, tampoco le gusta que nosotros estemos allí. Creo que, si gana, le preocupa volverse
supersticioso al respecto, y luego tiene que contar con nosotros para estar en todos los juegos. A
Killian no le gusta contar con la gente. Calcetines, claro. Follar antes del juego, absolutamente.
¿Pero la gente? —Niega con la cabeza—. Amo a ese imbécil como a un hermano, pero es un
poco loco.
Es surrealista. Está dentro de mí, y está hablando de la neurosis atlética de Killian como si
fuera cualquier otro día, como si no pasara nada especial.
Y luego Killian anota.
La sala entera entra en erupción, todos saltan de sus asientos, con los puños en el aire.
Tristian no se mueve ni un centímetro. —Así es, relájate —susurra, llevándose la botella a
la boca de nuevo—. A nadie le importa lo que estás haciendo.
Entonces me doy cuenta de que estaba tratando de meterme en el personaje. Hablando
de Killian, el juego, es solo un espectáculo. Quiere que sepa lo bien que puede fingir, que no
llamará la atención sobre esto.
Exhalando, hago lo que me pide, derritiéndome en su amplio pecho. El movimiento lo
hace hundirse un poco más y luego lo siento dentro de mí. Su pene salta con una fuerte
contracción con la que estoy muy familiarizada ahora. Lo he sentido en mi mano, en mi boca,
tantas veces que puedo imaginar vívidamente el líquido preseminal pegajoso goteando desde la
punta.
Por un momento, estoy tan abrumada por la urgencia de levantarme y caer que es como
un dolor físico permanecer quieta.
Me alejo de Tristian para combatirlo, apoyando la mejilla sobre su hombro.
Rath me devuelve la mirada.
Tiene la sien apoyada en un puño, las piernas abiertas perezosamente en el asiento. Sus
ojos están oscuros y entrecerrados mientras observa, y solo se necesita una mirada a su regazo
para darse cuenta de que la mano enterrada dentro de su bolsillo está jugando con mis bragas.
O tal vez incluso consigo mismo.
—¿Estás bien? —pregunta, su bolsillo moviéndose.
Asintiendo con la cabeza, respondo: —Sí —aunque mis dedos se retuercen en la manta.
Tristian tararea, presionando un beso en mi cuello. —Presta atención al juego, cariño. Tal
vez anotemos. —Acentúa esto con un movimiento de sus caderas.
Me agarro con fuerza a los brazos de la silla, reprimiendo un gemido. Es una tortura a
fuego lento, ser obligada a quedarme quieta mientras Tristian finge que no pasa nada. Liam, un
miembro de LDZ que está sentado frente a nosotros, se gira para preguntarle a Rath: —¿Estos
son tus parlantes? —y me estremezco ante la repentina atención.
El gruñido de Tristian no es más que aire contra mi oído. Todavía hace que mi corazón
lata con fuerza, los ojos van y vienen entre Rath y Liam mientras hablan sobre el sonido
envolvente. No estamos viendo una película aquí. Las luces no son tenues.
Para cuando Liam vuelve al juego, mis uñas han hecho huecos en el cuero.
La voz de Tristian es apenas un susurro. —Se siente tan bien cuando te aprietas así.
En la pantalla, la cámara enfoca a Killian en la yarda cuarenta, con solo unos segundos
para el final. Sé que es solo la circunstancia, la lujuria sin sentido palpitando en cada célula de
mi cuerpo, pero mirando a mi hermanastro en la pantalla, todo lo que puedo pensar es que me
ha follado.
Esos muslos fuertes, brazos poderosos, manos hábiles y hombros anchos...
Todos ellos han sido utilizados para empujar a Killian dentro de mí, muy parecido a lo
que Tristian hace ahora. Si mi cerebro no estuviera tan nublado con necesito-sexo-húmedo-duro,
podría pensar en sentirme un poco agraviada.
Estos tres me han arruinado por completo.
Lo menos que puedo hacer es arruinarlos a ellos también.
Con una respiración profunda, doy a mis caderas un pequeño y apretado giro.
—Jesús —murmura—. ¿En qué estás pensando que te tiene tan mojada de repente, hm? —
Su brazo se aprieta alrededor de mi cintura, como si estuviera tratando de calmarme. Sin
embargo, puedo sentirlo retorciéndose dentro de mí, su respiración entrecortada, la forma en
que sus muslos se tensan debajo de los míos. Le doy otro meneo—. Cereza —reprende, la palabra
llena de advertencia. Pronuncia sus siguientes palabras en mi oído, tranquilas, ásperas y solo
destinadas a mí—. Te follaré aquí mismo en frente de todos. Te daré la vuelta, te inclinaré y
perforaré ese coño como si estuviera buscando petróleo. ¿Es eso lo que quieres?
Lentamente, niego con la cabeza. —No, señor.
Su brazo se flexiona a mi alrededor, y sé que sus ojos brillan con la misma chispa de
satisfacción que tenían ayer cuando lo llamé “señor”. —Solo quedan unos minutos para el final
—respira.
Se arrastran una y otra vez, y parece que cuanto más tiempo pasa, más electrificado se
vuelve cada centímetro de mi piel. La manta quema, la piel de Tristian quema, y puedo sentir
el sudor en la parte baja de mi espalda. Mi rostro debe estar rojo brillante ahora. Es casi tan
malo como la noche en que Rath se burló de mí hasta que lo llamé Dimitri, y en cierto modo
incluso peor. Todo lo que quiero hacer es retorcerme, corcovearme y sentirlo moverse dentro
de mí. Sé que me avergonzaré más tarde, pero ahora mismo es todo en lo que puedo pensar.
Distantemente, me pregunto por qué debería importarme si él me folla aquí mismo, en frente
de todos.
Empujo hacia abajo, apretando alrededor de él.
Respira hondo, maldiciendo en voz baja: —Carajo —y escucho más de lo que veo su cabeza
caer contra el sillón reclinable—. ¿Rath? En cuanto termine este juego, voy a necesitar que saques
a todos de esta habitación.
No me giro para mirarlo, pero puedo escuchar a Rath moverse, sentándose hacia adelante.
—Claro —dice, poniéndose de pie, y en la pantalla, Killian está corriendo por el campo. Todos
los muchachos en la sala están al borde de sus asientos, preguntándose si puede conseguirles
otra anotación antes de que se acabe el tiempo. Rath se detiene frente a nosotros.
Mira a Tristian, moviendo la barbilla. —Déjame ver.
Tristian no pregunta. Más tarde, tendré que recordarme a mí misma que no hubo tiempo
para convencerme. Todos los demás están tan absortos en el juego, la energía en la habitación
alcanzando un crescendo, que solo tiene tiempo de recoger la manta en dos puños y tirar de
ella, deslizando mi falda con ella.
Por unos momentos vertiginosos, mi coño está expuesto a toda la habitación.
Afortunadamente, Killian elige ese momento para anotar, capturando efectivamente la
atención de todos.
Rath se agacha para recoger la bandeja que dejé en el suelo.
O eso podría parecer.
En realidad, está teniendo una buena y larga mirada a la polla de Tristian enterrada dentro
de mí. Sus ojos se vuelven pesados y agudos cuando se concentran en él, una mano sube para
tocar mi muslo. Mi pulso es como un tren de carga en mi oído mientras lo veo deslizar su mano
hacia arriba, presionando un pulgar justo en el centro de mi dolorido clítoris.
Cierro de golpe mi mandíbula en un grito.
Está sonriendo mientras se retira, levantando la bandeja. —¡Muy bien, cabrones, se acabó
el juego!
Tristian tiene la manta sobre mi regazo antes de que pueda pensar en entrar en pánico,
distrayéndome con un beso mientras, uno por uno, los chicos de la fraternidad salen, luciendo
felices, borrachos y listos para causar problemas en otro lugar. Rath se para junto a la puerta y
les da a todos asentimientos en blanco mientras se van, su mirada de vez en cuando se dirige
hacia nosotros.
Cuando la habitación está vacía, salvo por los tres, Tristian le dice a Rath: —Esta vez no.
No es hasta que Rath se da la vuelta y sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de
él, que me doy cuenta de que quería mirar. La idea hace que mi estómago se retuerza aún más
ansiosamente. ¿Qué me están haciendo estos tipos?
En el momento en que la puerta se cierra con un clic, Tristian tira de la manta, chocando
con fuerza contra mí. Jadeo, abrumada por la repentina ráfaga de movimiento. Me levanta de
su regazo, y hago un sonido funesto por la pérdida de su pene, deslizándose fuera de mí. En un
torbellino de movimiento, me tiró en el sillón reclinable, con él parado sobre mí con su polla
colgando.
Me saca la camisa por la cabeza antes de quitarse la suya y tirarla a un lado. Mi falda viene
a continuación, tirada sobre mis caderas con un fuerte tirón que hace que la costura se tense.
Sus ojos azules me miran mientras yo hago lo mismo. Tristian se para frente a mí como la estatua
de un dios, su polla dura y erecta, mirándome con avidez. No hay odio en sus ojos, no como
con Killian. Tristian me desea, y necesito que piense que lo deseo.
Ni siquiera tengo que fingir.
Tristian Mercer es increíblemente sexy, tallado en mármol, más delgado y afilado que
Killian. Un cuerpo afinado por el autocuidado compulsivo y los ejercicios matutinos que me
despertaron antes del amanecer. Sus abdominales son planos, escalonados, una V afilada que
se estrecha como una flecha hacia la fuerte protuberancia de su polla enrojecida.
No parece ni sorprendido ni alarmado por los moretones en mis pechos.
—¿No te importa que haya estado con Killian? —Pregunto, tragando saliva ante la mirada
oscura en sus ojos. Obviamente, no es un secreto, pero con los puntos, los juegos, la
competitividad... No sé cómo funciona esto—. No quiero que me castiguen por hacer algo malo.
Se inclina para lamer debajo de mi oreja. —Ahora que tu cereza ha sido reventada, nos
perteneces a todos. No codiciamos. Somos familia. Killian tenía todo el derecho de tenerte esa
noche, y yo tengo todo el derecho de tenerte ahora.
Lo demuestra al abrirme para él. Su mandíbula se tensa ante la vista, su otra mano agarra
la base de su pene, y luego se apoya sobre mí. Es justo como me prometió antes: doblándome
por la mitad, enganchando mis piernas sobre sus brazos. Me ha abierto de par en par, y siento
la punta de su polla en mi entrada. Ya no soy virgen y después de las noches con Killian... sé
que no debo tener miedo. Al menos Tristian tiene las agallas para enfrentarme. Pero todo esto
es nuevo para mí. Él debe sentir esto porque toca mi mejilla y dice: —No te preocupes, Dulce
Cereza, ¿no te cuido siempre?
Empuja dentro, llenándome con la longitud de su polla. No es tímido, pero tampoco rudo.
Sus ojos van de mis ojos a mi coño mientras empuja hacia adentro y hacia afuera, mi cuerpo y
mis tetas se tambalean con cada embestida. La posición es extraña al principio, incómoda y
demasiado expuesta, pero la forma en que su cuerpo roza mi clítoris...
Jesús, se siente bien.
—Te gusta eso, ¿no? —dice, sonriéndome. Asiento, y sus cejas se arquean—. ¿Quieres que
te folle más fuerte?
De nuevo, asiento.
—Quiero escucharlo, Cereza, quiero escucharte.
—Más fuerte —digo, mi voz suave.
Disminuye el ritmo, lo que elimina la fricción. —¿Qué fue eso?
—Más fuerte. —Esta vez hablo un poco más alto, pero él se queda quieto por completo—.
Tristian, por favor.
—¿Por favor qué?
—Fóllame —exijo, empujándome con los codos—. Folla. Me. —Sale en un gruñido.
Sonríe y se sumerge en mí, lento y contenido. —¿Así?
—Más duro.
—No puedo oírte.
—Jesucristo. ¡Más duro!
Reacciona como poseído por un demonio, su expresión se torna peligrosa cuando se
estrella contra mí. Grito y me aferro a él, las pantorrillas presionan sus bíceps. Me tiene clavada
en el cuero de felpa, empujando su pene dentro de mí, su boca aplastada contra la mía. Una y
otra vez me golpea, retirándose antes de profundizar más que antes.
Ya sé que esto no puede durar mucho más, ambos demasiado sensibles desde antes, ya al
borde del orgasmo. Pero puedo sentirlo aguantando, el nudo en la parte posterior de su
mandíbula afilada y definida mientras me folla. La tensión se acumula en la parte inferior de mi
vientre, la fuerza, la velocidad y la pura intensidad, creando un deseo que no sabía que existía.
—Eres mía —murmura contra mis labios—. Dilo.
—Soy tuya —me atraganto, las palabras se pierden cuando él me saca el aire de una
envestida.
—No jodas conmigo, Story. Dilo. Dilo en serio. —Estamos nariz con nariz. Algo oscuro y
temeroso está en sus ojos—. Eres mía.
Envuelvo mis manos alrededor de su cuello y tiro de su cabello. —Soy tuya —digo con
ferocidad—. Soy su Lady y ustedes mis Lords. Les pertenezco; cuerpo, mente y alma.
Me besa, duro y magullado, y la bola de deseo explota entre mis piernas, saliendo en un
grito profundo y estremecedor. Golpea sus caderas contra mí dos veces más, seguido de un
áspero gemido. Puedo sentirlo llenándome, su pene surgiendo profundamente dentro, pero aún
más caliente que eso es la mirada en su rostro.
Éxtasis total. Éxtasis total.

—Buenas noches, dulce Story —dice Tristian, besándome por última vez. Estamos fuera de mi
habitación y mi espalda está presionada contra la pared. Mis huesos se sienten débiles por haber
sido follada tan bien. Para ser honesta, no sabía que podía ser así. Tan diferente con cada Lord,
tan satisfactorio, especialmente cuando es obvio cuánto me desean, no, me necesitan.
—Dilo. Lo digo en serio.
Dije lo que Tristian quería. ¿Pero lo dije en serio? Es difícil saber cuándo mis extremidades
se sienten como gelatina y estoy jodidamente feliz.
—¿Estás segura de que no quieres dormir en mi habitación? —pregunta, sus dedos rozando
mi cuello.
—No es que no quiera —le digo—, pero realmente me vendría bien dormir y tengo la
sensación de que, si estoy en tu cama, no voy a dormir mucho.
—Estás en lo correcto. —Sonríe y roza sus labios sobre mi cuello—. Duerme bien.
Entro en mi habitación, me saco los tacones y me quito la falda. Un bostezo me alcanza y
dejo que se haga cargo. Hacer malabares con tres hombres complicados es agotador. No estaba
mintiendo sobre tener sueño. Con Killian fuera de la ciudad y Tristian saciado, es posible que
tenga una noche de descanso completo por primera vez en semanas.
Me subo al colchón, conecto mi teléfono al cargador y veo que tengo un mensaje.
De Ted.
Mi corazón tartamudea y me congelo, la adrenalina corre por mis venas. Deslizo la pantalla
y aparece un video. Ya sé que es algo que no quiero ver. Es algo que me mantendrá despierta
esta noche, mirando el techo y estremeciéndome con cada pequeño crujido. Probablemente sea
horrible y espeluznante, lleno de cosas que lamentaré haber visto.
Pero presiono reproducir de todos modos.
El metraje está en blanco y negro y la calidad no es excelente porque es una grabación de
video de una grabación de video: alguien usa su teléfono para capturar la imagen de la pantalla
de la computadora que realmente reproduce el video. El video en sí es de calibre de seguridad.
Dondequiera que se montara la cámara, estaba más alta que el nivel de los ojos. Me toma un
segundo, principalmente porque estoy demasiado llena de pánico para concentrarme en una
sola cosa, pero finalmente reconozco la habitación. Es la sala de entretenimiento de abajo.
En él, dos cuerpos se retuercen frenéticamente sobre una de las sillas.
El cabello rubio de Tristian brilla con la luz del techo, y mi rostro… bueno, no es difícil
reconocerte, incluso en medio de algo como esto.
Jesucristo.
Veo a los dos follar en la sala de televisión, salvajemente y con total abandono sin gracia.
Solo sucedió hace menos de una hora, y todavía siento el peso y el impacto de Tristian latiendo
dentro de mí. Sintiendo náuseas, apago el video y arrojo el teléfono sobre la cama.
Un momento después suena con un nuevo mensaje.
¿Crees que no estoy mirando?
¿Esperando?
¿Vigilándote?
Lo he hecho durante años y no me detendré ahora solo porque los parámetros hayan
cambiado. Antes pensaba que eras una puta. Ahora sé que lo eres.
Dime, Dulce Cereza, ¿sientes algo por ellos? No lo haces, si insistes en provocarme así,
pero nada de tu jugueteo con el Sr. Mercer parecía bajo coacción. En todo caso, te veías como
esperaba. Una puta más abriéndose de piernas. Supongo que se lo merecía después de
comprarte ese coche. Debe parecerte bastante bueno.
Lo recordaré cuando lo mate.
Miro el teléfono por un largo momento, preguntándome si me está mirando en este
momento. ¿Realmente ha visto todo lo que sucede en esta casa? ¿Lo que me hace Killian en su
habitación por la noche? ¿Los ratos privados que Rath y yo compartimos? ¿Él conoce mis
planes?
Y cuando llamo a la puerta de Tristian cinco minutos después, nerviosa y vestida con el
pijama menos provocativo que tengo, ¿estoy buscando refugio a su lado porque tengo miedo
por mí?
¿O porque tengo miedo por él?
Capítulo 16
STORY
El Homecoming tiene el tipo de energía que sacude todo el campus. Dondequiera que voy, hay
pancartas y letreros, camisetas y eventos para recaudar fondos. El espíritu es contagioso, y debo
admitir que se siente bien “pertenecer” a un grupo durante las festividades. Lo que no es
agradable es el hecho de que tengo que pasar una hora después de clases en reuniones con las
mujeres de las otras fraternidades, planeando el diseño del carnaval y asegurándome de que
todos tengan sus trabajos cubiertos.
Bianca comienza con: —Lo primero es lo primero, debemos elegir una organización
benéfica para representar a nuestras casas...
Marigold se abalanza sobre ella. —Donaremos diez mil dólares al refugio para jóvenes sin
hogar.
—Los Condes y yo estamos haciendo una colecta de alimentos para el comedor de
beneficencia —interviene Sutton.
—Yo tomaré el ala de cáncer pediátrico en el hospital. —Remilgadamente, agrega—: Ya
hemos comprado una docena de nuevas consolas de juegos.
Bianca asiente, anotando todo esto. —Entonces supongo que estoy a cargo del refugio de
animales, lo que deja a la Lady.
Todos se giran para mirarme. —Oh —digo, sobresaltada—. Yo… nadie me dijo que
estaríamos haciendo obras de caridad individuales. Supuse que las ganancias serían donadas a
algún lugar.
—Lo serán —dice Bianca pacientemente, aunque las demás están poniendo los ojos en
blanco—. Pero cada mujer de la Realeza tiene que reclamar una de las cinco organizaciones
benéficas que se votaron durante el verano.
Probablemente lo habría sabido si hubiera estado aquí el año pasado. Suspirando,
pregunto: —Entonces, ¿cuál queda?
—Esos serían Ángeles Académicos —responde, con los pulgares volando sobre la pantalla
de su teléfono—. Parece que entregan libros a los niños de bajos ingresos de nuestra comunidad.
Puedo enviarte la hoja de cálculo.
—¿Así que solo tengo que entregar algunos libros y esas cosas? —Ciertamente no tengo
diez mil dólares, ni siquiera el dinero suficiente para gastar en una docena de consolas de juegos,
pero tengo un auto.
Bianca me da una mirada. —Tienes que comprar y entregar los libros.
—Oh —digo, desinflándome.
Sutton levanta una ceja. —Vas a tener que preguntarle a tu papi. —Tardo demasiado en
darme cuenta de que está hablando de Daniel. Cuando instintivamente hago una mueca, se ríe—
. ¿Cuál es el problema? Es tu papá, ¿verdad?
La cabeza de Autumn salta hacia arriba, con la mandíbula abierta en estado de shock. —
Oh, Dios mío, ¿tu Lord es tu hermano? ¡Eww!
—¡Killian es mi hermanastro! —chillo, y mi cara arde de calor—. Nuestros padres se casaron
cuando ya éramos adolescentes. ¡No vivimos juntos por mucho tiempo, y ni siquiera lo conozco
tan bien!
Afortunadamente, Bianca interviene y se vuelve hacia mí. —Mira, la Condesa tiene razón.
Deberías pedirle dinero a Daniel Payne. Es en Lord. Es un Rey. Ha financiado esto antes, y
estoy segura de que lo hará de nuevo. —Con simpatía, agrega—: Es la responsabilidad de las
mujeres de la Realeza, pero por lo general recurrimos a nuestros muchachos, como mínimo. No
Me hundo en mi asiento mientras la discusión pasa a la logística, el temor se arremolina
en mis entrañas. La última vez que vi a Daniel fue demasiado. Su mano alrededor de mi muñeca.
Sus ojos clavados en los míos, fríos y distantes. Su voz, oscura y cortante. Lo último que quiero
es volver a hablar con él.
—Creo que el puesto de cerveza debería estar más cerca del escenario —dice Autumn,
mientras se toca la barbilla con el bolígrafo mientras examina el mapa en la pantalla—. Nadie
quiere caminar alrededor del parque para tomar una cerveza.
—Si los ponemos allí —interviene Marigold—. las líneas correrán hacia la multitud. Eso será
un gran lío.
Sutton asiente y está de acuerdo: —Lo último que necesitamos es una pelea como la del
año pasado.
—¿Estuvo así de mal? —Pregunto, analizando el plano.
—Estaba totalmente fuera de control —dice Bianca. Ella es la única que realmente se rebaja
a hablarme. No es que me queje—. La regla es que… en realidad, ¿sabes qué? Todas necesitan
escuchar esto, así que escuchen, perras.
Llama la atención de las demás, dándonos a todas una larga mirada.
—La tradición dicta que todas dejemos nuestro pequeño drama fuera del Homecoming. Si
sus casas están teniendo una disputa, está bien. Pero se mantiene fuera de estos límites. —Traza
la línea en la propiedad que Daniel nos había dado permiso de usar—. Hacemos esto para liberar
algo bueno en este mundo, y no puede verse afectado por sus rivalidades o estrategias de batalla.
—Fija sus ojos en Sutton—. No todas saben cómo jugar según las reglas.
Sutton le da una mirada inocente. —No es culpa de los Condes que los Príncipes llenen
los bizcochos de chocolate con marihuana y droguen a todos.
—Sí, como si realmente fuéramos a creer eso —responde Bianca con amargura—. Solo una
casa tiene una predilección por drogar a la gente, y no son los Príncipes. —Claramente hay una
vieja herida allí, la mandíbula de Bianca se tensa con el tema.
—Bueno —dice Sutton alegremente—, nadie puede probarlo.
Autumn se eriza ante la acusación. —Te das cuenta de que algunos de esos fueron vendidos
a niños, ¿verdad? Los príncipes nunca drogarían a la gente, especialmente a los niños. —Mira a
la Baronesa y luego a mí—. Probablemente fueron los Lords.
—¿Qué? —Digo, tomada con la guardia baja. Ni siquiera sé quiénes fueron los Lords
anteriores, pero si las casas tienen estrategias, entonces dudo que sea una de ellas—. Realmente
no parece su estilo, honestamente.
Autumn se ríe. —Por favor. Todo el mundo sabe lo que realmente son.
—¿Oh? —Arqueo una ceja—. ¿Y qué son exactamente?
—Matones. —Se cruza de brazos, mirándome con desagrado—. Los lacayos bien cuidados
de Payne. Lo único especial de los Lords de este año es que su hijo es uno de ellos.
—¿Perdón? —pregunto, preguntándome qué tiene que ver Daniel con todo esto.
Sutton se encoge de hombros, luciendo aburrida mientras inspecciona sus uñas. —Es como
dijo la Duquesa. Daniel Payne es un Rey. Él mueve todos sus hilos.
Marigold salta para agregar: —No hay nada de élite en ellos. Como todos los Lords antes
que ellos, son solo los lacayos glorificados que mantienen Lado Sur a disposición de su Rey.
Todo el asunto de la universidad es solo una artimaña conveniente. Mantiene a las autoridades
alejadas de ellos.
—Eso es absurdo —insisto. No sé por qué me siento obligada a defenderlos, pero se me
ponen los pelos de punta a pesar de todo—. Killian es un aspirante a la NFL. Dimitri es un
prodigio. Y Tristian es un Mercer, por el bien de Pete. No hay mucha más élite que esa.
Autumn se ríe. —Es un poco divertido, en realidad. Por lo general, los Lords irían a cosas
más grandes y mejores, dejando atrás a Forsyth y Lado Sur. Pero todos sabemos lo que les
espera a esos tres, y no es la NFL, o Julliard, o incluso la oficina del pent-house de Mercer Corp.
—Ante mi expresión confundida, entrelaza sus dedos debajo de su barbilla, como si estuviera
hablando con un niño pequeño—. Esos tres nunca saldrán de aquí, Lady. Payne nunca los
dejaría.
Bianca interrumpe entonces, lanzando a Autumn una sonrisa dulce y enfermiza. —
Teniendo en cuenta que aún no llevas el anillo de los Príncipes, tal vez deberías concentrarte
más en tu casa y menos en la de los demás.
—Tengo ese anillo en la bolsa, Duquesa. —Los ojos de Autumn se estrechan, mirándola
fijamente—. Todavía hay tiempo. Como hoy, por ejemplo. Soy tan jodidamente fértil que
podría… —Su sonrisa cae cuando mira su reloj—. Mierda. Hablando de eso, necesito irme pronto
si quiero alcanzar mi ventana de fertilidad. —En una ráfaga de movimiento, comienza a empujar
al azar sus cosas en su bolso, con los ojos muy abiertos y presa del pánico.
—Terminamos de todos modos —dice Bianca, poniendo los ojos en blanco mientras
Autumn sale corriendo de la habitación—. Dios, ¿te imaginas ser una princesa?
—No lo sé —dice Marigold, colocando su cuaderno en su bolso—. Si lo logra, básicamente
está preparada para la vida. Ser Baronesa es increíble, pero estoy bastante segura de que una
vez que nos graduemos, no querrán tener nada que ver conmigo. —Se ve sombría cuando lo
dice, y me hace preguntarme cómo son los Barones. ¿Son agradables, como se rumorea que son
los Príncipes?
Hay algunas miradas tal como están, y trato de averiguar qué está pasando. ¿La Baronesa
quiere quedarse con sus barones? ¿La Princesa es fértil? ¿Daniel es un Rey? ¿Qué significa eso?
¿Rey de qué?
La voz de Marcus me llega flotando desde el otro día.
—Todo.
Hay una parte de mí que se alegra de saber que los otros miembros de la Realeza
probablemente estén tan jodidos como los Lords, pero de ninguna manera me uniré a su
pequeño festival de perras. Lo volverían contra mí en un santiamén.
Agarro mi bolso y salgo por la puerta del centro de estudiantes, buscando a Tristian, quien
está programado para recogerme. En su lugar, encuentro a Killian apoyado contra la pared de
ladrillo, con el cabello un poco más oscuro y húmedo por una ducha reciente. Sé que tuvo
práctica hoy, o al menos eso es lo que dijo de camino a la escuela. Sin embargo, él nunca es el
que me recoge por las tardes. Inmediatamente, me pongo nerviosa al verlo, todo amenazante e
inmóvil. Él mira hacia arriba cuando me acerco, su expresión pasiva como siempre.
—¿Está todo bien? —pregunto, moviéndome incómodamente. Anoche había vuelto a
dormir en la cama de Tristian, aunque Killian llegó a casa justo antes de la medianoche. En el
fondo de mi mente acecha la preocupación de que debía estar esperándolo, desnuda e
inconsciente, en su enorme cama—. ¿Dónde está Tristian?
Los ojos de Killian descienden por mi cuerpo, fijándose en el atuendo que había elegido:
una falda negra corta y un suéter rojo ajustado. —Algo pasó con sus hermanas. Le dije que te
acompañaría.
—¿Lizzy e Izzy? —Conocí a las chicas cuando Tristian me llevó a su escuela a almorzar.
Son dulces y dolorosamente adorables. Ambas habían estado luchando con algunos matones y
Tristian, en una completa falta de ironía, me pidió que les diera un consejo—. ¿Están bien?
—Por supuesto —dice, como si ni siquiera fuera posible que fuera otra cosa.
El campus está abarrotado mientras nos dirigimos hacia el estacionamiento. No sé qué
espero, rara vez estamos solos fuera de su habitación, pero no es la sensación posesiva de la
mano de Killian serpenteando alrededor de mi cintura y atrayéndome a su lado antes de
deslizarla hacia abajo para acunar mi trasero.
Lo miro, sorprendida por un movimiento tan público y directo. Aparte de mi primer día
de regreso después de mi encuentro con los Condes, Killian solo me reclama cuando no hay
nadie cerca.
A menos que sea para castigarme.
—No parezcas tan sorprendida —dice en voz baja, mirando hacia adelante sin expresión—
. La gente tiene una expectativa sobre un Lord y su Lady. —Le da a mi culo un apretón duro y
doloroso—. ¿O prefieres que te incline sobre la superficie más cercana y simplemente te folle en
público como lo haría Tristian?
Bueno.
Supongo que alguien le contó lo que pasó entre nosotros ayer durante la velada. Tragando
saliva, espero hasta que pasa un estudiante para murmurar: —Al menos no espera hasta que me
duermo.
—¿Qué fue eso? —chasquea. Lo miro alarmada, pero está claro por sus ojos inquisitivos
que realmente no me escuchó.
—Nada.
La mirada que me da es dura, y sus dedos se clavan en la carne suave de mi trasero. No
sé por qué no puedo dejar de presionarlo. Solo conduce al dolor y al tormento, pero sigo y sigo.
Es un oso al que no puedo dejar de pinchar, aunque sé que al final seré yo quien resulte mutilada.
—¿Estás enojado? —espeto. Si voy a estar sujeta a su comportamiento rígido, entonces
también podría saber por qué desde el principio.
Su ceja se contrae. —¿Por qué estaría enojado?
—Porque… —Me muerdo el labio, preguntándome si debería mencionarlo—. Por lo que
pasó conmigo y Tristian ayer.
Killian me lanza una mirada rápida y luego una más lenta. La arruga confundida en su
frente se suaviza. —Porque follaron —adivina. Al asentir con la cabeza, se limita a mirar al frente
de nuevo, con la mandíbula haciendo tictac—. ¿Alguien vio?
—Bueno —me evadí, haciendo una mueca—. Rath, tal vez. Un poco.
Killian solo se encoge de hombros. —Entonces, ¿por qué tengo que estar enojado?
También eres suya, puede follarte.
Me abre la puerta, pero a diferencia de Tristian, Killian no se mueve instantáneamente
para ayudarme a subir a su camioneta ridículamente alta. Me mira subir, esperando. Me toma
un par de intentos con las botas que estoy usando, y escucho su impaciente respiración antes de
que sus manos sujeten mi cintura, levantándome sin esfuerzo hacia adentro.
Una vez que está detrás del volante, dice: —No nos vamos directamente a casa. Tengo
algunos mandados que hacer primero, y estoy presionado por el tiempo.
—¿Y quieres que te acompañe? —pregunto, sin estar segura de que me guste ir con él a
solas.
—Sí —es su respuesta cortante.
Estando dentro de la cabina, me siento abrumada por su aroma limpio y jabonoso y la
cercanía general de su presencia. No lo he visto desde el viernes por la noche, excepto en esa
pantalla ancha mientras Tristian me tenía empalada en su regazo. Eso, más el fin de semana de
descanso, debe ser la razón por la que de repente estoy recordando lo que es despertar con
Killian dentro de mí. La forma en que comienza lenta y cuidadosamente, casi con ternura,
arrullándome con un ritmo suave, el lento arrastre de su polla bombeando dentro y fuera. Cómo
se vuelve más rudo y desesperado a medida que pasa el tiempo. El sonido de su susurro en mi
oído, como si estuviera tratando de plantar tanta semilla en mi cerebro como en mi cuerpo.
Mi cuerpo se calienta ante el recuerdo, y me muevo en mi asiento, ajustando las rejillas de
ventilación para que soplen en mi dirección. Killian se dirige a la salida del campus y enciende
una señal de giro, pero no está en la dirección de la casa de piedra rojiza.
Me retuerzo las manos en mi regazo, la tensión me hace rechinar los dientes. Supongo que
este es un buen momento para decir: —Se supone que debo pedir la ayuda de Daniel.
Lo curioso es que no me doy cuenta de que Killian estaba tal vez, posiblemente, en algo
parecido a un buen humor hasta que cada rastro se ha filtrado de su expresión. La línea de su
mandíbula se aprieta, los nudillos se ponen blancos alrededor del volante.
—¿Con? —pregunta en un tono desagradable e innecesariamente hostil.
Tomando aliento, explico: —No sabía que la Lady tenía que organizar su propia campaña
de caridad, pero supongo que sí. Eso requiere dinero para suministros, y tengo como cien dólares
a mi nombre. —Haciendo una mueca, concluyo—: Así que me dijeron que le preguntara a tu
papá.
El cuero alrededor del volante cruje con la forma en que lo está estrangulando. —
Fantástico. —Suena todo menos fantástico. En realidad, suena más como si estuviera diciendo
“vete a la mierda”, solo que con letras diferentes y más interesantes.
Tragando, mantengo mi mirada fija en el parabrisas cuando pregunto: —Um, ¿puedes...
puedes ayudarme en su lugar?
Hay una larga pausa, una de esas manos se levanta del volante para apagar la radio con
un movimiento rápido de los dedos. —¿Por qué? —pregunta, con la voz llena de animosidad—.
Sabes que te dará el dinero. Solo tienes que decirlo.
—No quiero su dinero —insisto, pero es un poco difícil tirar de eso cuando Daniel está
pagando mis gastos en Forsyth. En cambio, razono—: Esto se trata de nosotros. Es una cosa de
Lords y Lady. Deberías ser tú. —Más suave, lo confieso—: Prefiero que seas tú.
Afortunadamente, estamos en un semáforo, porque Killian me mira por un largo
momento, esos ojos oscuros suyos examinan cada centímetro de mi cara.
—Bien —dice, apartando la mirada. La sangre vuelve a sus nudillos cuando saca su teléfono,
sus pulgares golpean algo rápido.
Es obvio unos minutos más tarde que nos dirigimos al Lado Sur.
—¿A dónde vamos? —Pregunto finalmente, reconociendo los edificios en ruinas. Con
ansiedad, me pregunto—: ¿La oficina de tu papá?
—No. —Enciende la luz intermitente y gira por una calle lateral—: Te dije que tengo que
hacer un recado.
—¿Qué tipo de recado tienes que hacer aquí? —Miro por la ventana los negocios tapiados
y las personas sin hogar acurrucadas contra los edificios. Las palabras de las chicas de antes se
sientan pesadas en mi memoria. Matones. Lacayos—. ¿Drogas?
Me lanza una mirada incrédula. —No, no son drogas. —Después de un momento tenso,
agrega—: Aunque ciertamente podría encontrar algo bueno por aquí. —En la distancia, más allá
de las viviendas públicas y los pequeños edificios destartalados, hay una casa grande. Una
mansión, en realidad, la misma que había visto esa noche con Tristian. El que Gussy-Z había
construido para su madre.
Está rodeado por una puerta de hierro forjado adornada con detalles dorados. Killian se
acerca al intercomunicador y presiona el timbre. Un hombre responde y, después de que Killian
se identifica, las puertas se abren lentamente.
Miro a nuestro alrededor, una punzada de incomodidad recorre mi columna vertebral. —
¿Qué es este lugar?
Los jardines son impresionantes, verdes y bien cuidados. Es como entrar en un mundo
diferente de las calles de mierda a las afueras de las puertas.
—Estás viendo el nuevo y mejorado Velvet Hideaway —dice, aunque nada parece oculto.
Killian detiene la camioneta en el giro y me enfrenta, nivelándome con una mirada inexpresiva—
. Es un burdel, Story.
Parpadeo hacia la mansión y me trago mi aprensión, aunque dudo que haga un muy buen
trabajo. Visiones de mi hermanastro obligándome a hacer un trío, o algo peor, pasan por mi
cabeza. —Killian... lo sé por mi madre... por todo... tú crees que soy una puta, pero...
—Eres una puta —dice, resoplando—. Pero tú eres nuestra puta, Dulce Cereza, y mis chicos
y yo no compartimos con nadie más que entre nosotros. —Se desabrocha el cinturón de
seguridad con un chasquido—. El jefe de este elegante y respetable establecimiento tiene algo
para mí, y aquí es donde me dijo que lo encontraría.
Mi corazón late con fuerza mientras camina alrededor de la parte delantera de la
camioneta, y no me atrevo a abrir la puerta. Con una mirada de irritación, la abre y me mira. —
Vamos, nos está esperando.
Miro hacia la casa, pero estoy congelada.
—¿Qué diablos, Story?
—Yo, um… —levanto la vista hacia las habitaciones en el segundo piso con su suave luz
filtrándose a través de las cortinas. No hay similitudes entre este lugar y los hoteles, pero siento
una inquietante punzada de aprensión, una que no había sentido en años—. Yo…
Hace un molesto movimiento de balanceo con la mano. —Escúpelo, mujer.
Tomo una respiración profunda. —No he estado en un lugar como este desde que era una
niña, cuando mi madre era... eh, ya sabes.
Me mira fijamente durante un largo y duro momento. —Una prostituta. —Conoce muy bien
la profesión de mi madre antes de que ascendiera de nivel y se casara con su padre. Es una de
las principales razones por las que nos odia. Ahora, me está dando una mirada larga y
pellizcada—. ¿Tu madre te llevaba con ella cuando trabajaba?
—A veces —digo, mirando directamente a los recuerdos—. Trabajaba principalmente en
hoteles. Si era un lugar agradable, esperaba en el restaurante o en el vestíbulo del hotel. Si no
era así, me escondía en el baño mientras…
Su gruñido bajo me interrumpe. —¿Esperabas en el maldito baño mientras tu mamá se
follaba a John? —Me mira como si estuviera esperando una respuesta, aunque no es necesaria.
Apartando la mirada, se pasa los dedos por el pelo—. Jesucristo.
—Tenía audífonos. —Defiendo a mi madre. He estado a merced de los hombres (hombres
ricos, hombres poderosos, hombres crueles) para sobrevivir, así que en muchos sentidos, lo
entiendo. Trabajó duro para ponernos de pie. En lo que ella pensó que era un hogar seguro—.
Veía películas en mi iPad y me callaba. Realmente no entendía lo que estaba haciendo. No hasta
más tarde. —Miro mis manos, estos dedos y palmas que han dado placer a los hombres. Hombres
con los que nunca tuve la intención de hacer tales cosas. Debe haber algo redentor en lo que ha
hecho mi madre. De lo contrario, estoy desesperada—. Y luego comenzó a ver a Daniel, y todo
cambió.
No se me escapa la ironía de que estuve en compañía de hombres sórdidos durante gran
parte de mi infancia, pero no fue hasta Daniel, un salvador bueno y generoso, que me sucedió
algo desagradable.
—Bueno, a menos que las cosas hayan cambiado drásticamente en casa, tu madre no está
aquí. —Se acerca y toma mi mano, el gesto tan sorprendentemente suave que me toma por
sorpresa—. Y vas a caminar por esas puertas como alguien que ya me pertenece, no como una
niña pequeña asustada escondida en el baño. —Su ceja se levanta—. ¿Entendido?
No espero que Killian muestre empatía aquí. Ni siquiera estoy segura de que posea alguna,
pero no creo que me haga daño. Si quisiera atraparme en un burdel, me arrojaría sobre su
hombro y me arrastraría adentro, pateando y gritando. No me ayudaría con dulzura a sacarme
del asiento delantero.
Ese no es su estilo.
Una vez que cedo, Killian nos lleva por los escalones de la entrada y se acerca a la puerta.
Es grandioso, hecho de madera rica y oscura y vidrio emplomado. Mi hermanastro no llama.
Empuja la puerta para abrirla, como si hubiera estado aquí mil veces. El elegante vestíbulo es
un espectáculo para la vista. Observo los suelos de mármol y la araña de cristal, sabiendo que
puede parecer bonito, pero un burdel es un burdel.
—No actúes tan nerviosa —dice, caminando por el pasillo. Cuando todavía estoy mirando
el vestíbulo, se gira para chasquear los dedos—. Y sígueme.
Lo sigo a una gran sala de estar que está organizada como un salón. Hay un bar escondido
en una esquina y cómodos asientos alrededor. A través de las amplias puertas de vidrio en la
parte trasera de la casa, veo un enorme patio de piedra y una chimenea, junto con una piscina
azul cristalina.
La habitación no está vacía.
Está lleno de mujeres exóticas, cada una vestida de forma provocativa. Conozco esas
miradas. Puedo imaginarme perfectamente presionando mi nariz contra la seda y oliendo el
perfume de mi madre. Solía pensar que era tan glamoroso. La tela resbaladiza y los bordes de
encaje, el perfume picante y las lociones. No era hasta que los hombres se iban y se quitaban
los disfraces que se rebelaba la verdad. Moretones y ronchas rojas e hinchadas, rímel corrido y
olor a licor.
También hay hombres en la habitación, llenos de sonrisas y encanto. Por ahora. Me acerco
más a Killian, enrollando una mano alrededor de su brazo grueso y tatuado.
Killian conoce a la joven a cargo. Puedo decirlo porque sus ojos se iluminan cuando lo
ve, instantáneamente golpeando sus tacones de aguja. —Oh, Dios. Killian Payne —saluda,
dándole un beso en ambas mejillas.
—Augustine. —El asiente.
—Me preguntaba qué había pasado con ustedes tres. —Sus ojos se muestran
expresivamente interesados cuando pregunta—. ¿Rath está contigo?
—No, no vino hoy. —Ella hace un buen trabajo al mantener la decepción fuera de su rostro.
Pero no perfecto. Agrega—: Pero te envía saludos —y evalúa la mansión, el rostro tan impasible
con ella como lo había sido conmigo—. Pareces estar poniendo este lugar en forma.
—Bueno —se lleva una mano al pecho, sonrojándose—, no soy su primera opción. Estoy
segura de que lo sabes. —Con el tarareo evasivo de Killian, parte del artificio seductor se
desvanece. En voz baja, pregunta—: ¿Cómo está? Las chicas todavía preguntan por ella.
—Está bien —es su rígida respuesta, y miro entre ellos, preguntándome de quién están
hablando—. Ya les he dicho a tus chicas que pueden escribirle, pero no va a volver. Es feliz
donde está. —En un murmullo bajo, agrega—: Por primera vez.
Estoy sorprendida por la protección en su voz, me deja luchando con la curiosidad sobre
quién es, esta mujer cuya felicidad le importa a Killian. ¿Es una prostituta? El pensamiento hace
que algo se revuelva infelizmente en mi estómago.
Es fascinante ver cómo su máscara vuelve a colocarse en su lugar, sus mejillas rosadas
florecen con una sonrisa sexy. El pensamiento me viene en un destello de apreciación. Podría
aprender algo de ella. —Bueno, llegaste en el momento perfecto. Tengo una chica nueva que
necesita…
Él levanta las manos y la interrumpe. —Sólo estoy buscando a Nick. Me dijo que lo
encontrara aquí.
Ella inclina la cabeza. —¿Nick feo o Nick guapo?
—No. —Killian hace una mueca—. Sabes que no le gusta que lo llamen así.
Su boca se inclina en una sonrisa sarcástica. —El Nick menos atractivo físicamente está en
la primera habitación del salón principal. Se dice en las calles que el Nick guapo todavía está en
el oeste. —Por primera vez desde que llegamos aquí, sus ojos se deslizan hacia mí, su expresión
cambia un poco. Me ofrece su mano—. Perdóname, cariño. No creo que nos hayamos conocido.
—Soy St…
—Es nuestra Lady —dice Killian, empujando mi mano hacia abajo—. Está conmigo.
Augustine asiente. —Fue bueno verte, Killer. Vuelve cuando estés aquí por placer en lugar
de por negocios. Y dile a Rath —sus ojos brillan esperanzados—, que siempre hay una invitación
abierta, ¿quieres?
—Lo haré.
No, pienso, apretando los dientes, no lo hará.
Siento sus ojos en mi espalda mientras caminamos por el pasillo. Cuando estamos fuera
de la vista, observo: —Ustedes dos parecen cercanos.
—Es amiga de mi padre —responde, acercándose a una puerta—. La conozco desde la
escuela secundaria.
Supongo que no es una gran sorpresa que Daniel haya estado con prostitutas antes. Se
casó con mi madre, después de todo. Pero tal vez eso signifique que Killian también creció en
torno a la prostitución. Sospecho que no del mismo lado en el que yo crecí con ella.
Lejanamente, me pregunto si Daniel alguna vez compró chicas para Killian, aunque no veo por
qué tendría que hacerlo. Pero si lo hizo, ¿era Augustine una de ellas? Parece mucho más
interesada en Rath, pero no soy tan estúpida como para pensar que eso importa aquí. Las chicas
como ella no pueden elegir.
Incapaz de preguntar, busco otra cosa. —A tu madre le parecía bien que te reunieras con...
eh, ¿estás damas?
Me mira, la mirada dura y fría. —No hables de mi madre. Jamás.
El tono es escalofriante y me asusta tanto que no hago más que asentir con la cabeza,
bajando la mirada mientras llama a la puerta. Un momento después, se abre para revelar a una
mujer delgada vestida con nada más que una túnica floral de seda, atada holgadamente
alrededor de la cintura.
—Estoy buscando a Nick —dice, en modo negocios a pesar de que el pecho de la mujer
está completamente expuesto.
Sin una palabra, da un paso atrás y abre más la puerta.
De nuevo, me contengo. No puedo simplemente... entrar ahí. Estas personas estaban
teniendo sexo. Es tan invasivo y, sinceramente, un poco asqueroso. Pero parece que no tengo
opción, porque Killian toma mi mano y me empuja hacia él.
La habitación es una suite principal grande y espaciosa. La cama está desordenada y
presenta a dos mujeres durmiendo, ambas completamente desnudas. La tercera mujer vuelve a
la cama y se acurruca en el medio, justo entre ellas. Hay un hombre mayor, de pelo entrecano
sentado en el sofá en calzoncillos bóxer. Su barriga peluda sobresale por encima, un cigarro
metido entre dos dedos.
—Killer —dice, parándose brevemente para estrecharle la mano—. Pensé que tal vez te
habías perdido.
—Perdón. Hubo tráfico. —No tiene que mirarme para hacerme entender su punto. Esto es
mi culpa. Primero, mi clase se alargó, y luego dudé en venir aquí—. Gracias por su paciencia.
Sin embargo, este tipo, Nick, no parece demasiado preocupado por eso, gesticulando
vagamente hacia una caja de metal apoyada contra la pared. Killian se acerca y se agacha,
accionando las cerraduras y levantando la tapa. Se abre para revelar cinco pistolas grandes.
Observo nerviosamente mientras las saca de la caja, una por una, inspeccionándolas.
—¿Esta es una .22? —pregunta, girando una pistola brillante en su mano.
—Sí —responde Nick, usando su cigarro para apuntar a otra pistola.—. Estás son .40 calibres,
son unas bestias. Puede que no quieras dejarlo pasar. Conseguí un buen trato.
—Demasiado grandes —dice Killian, sin siquiera mirarlo—. La .22 dispara más suave.
Nick se encoge de hombros, luciendo tranquilo. —Lo que sea que ponga duro tu pene,
muchacho. —Killian se queda en silencio, continúa con su inspección, y Nick vuelve su atención
hacia mí. Le da dos bocanadas a su cigarro antes de decir—: Mírate, dulce cosita. ¿Eres una de
las chicas de Auggy? —Se palmea el muslo—. ¿Por qué no vienes y te sientas en el regazo de
papá? Podemos hablar sobre lo primero que surja.
Mi instinto es retroceder, pero Killian tenía razón antes. No soy una niñita asustada,
acurrucada en la bañera de un hotel. Tal vez los Lords son como decían las mujeres de la
Realeza: matones y lacayos. Pero son poderosos y mucho más intimidantes que el anciano
sentado frente a mí. Levantando la barbilla, lo nivelo con una sonrisa amarga. —No gracias,
señor. No me gusta la charla trivial.
Las cejas de Nick suben por su frente, y eso podría ser divertido en su rostro, pero el
sonido de un gatillo amartillando resuena en la habitación. Mis ojos saltan al arma en la mano
de Killian, apuntando directamente a la sien de Nick.
—Háblale a mi Lady así otra vez, y te volaré los sesos. —Su voz es baja y firme, pero no
hay duda de su sinceridad.
La mirada de Nick se desliza lentamente hacia Killian, quien sostiene esa pistola con la
misma facilidad con la que sostiene una pelota de fútbol, como si fuera algo que hiciera todos
los días. El anciano suelta una risa baja y oxidada. —No me di cuenta de que ella era tuya, Bebé
Payne. Tranquilo. —Toma otra bocanada de ese cigarro—. Solo pensé que me resultaba familiar,
eso es todo.
Killian lo mantiene allí durante un segundo más, con la mandíbula rígida. Luego, en un
abrir y cerrar de ojos, suelta el gatillo y la mete de nuevo en el estuche. Introduce la mano en el
bolsillo interior de su chaqueta y saca un sobre, arrojándoselo a Nick.
—Eso debería cubrirlo.
El anciano mira dentro del sobre y parece satisfecho. —Siempre es un placer hacer
negocios contigo —dice, poniéndose de pie y caminando por la habitación hacia la cama. Las
mujeres se mueven, haciendo espacio. La mano de Killian está en la parte baja de mi espalda,
empujándome hacia la puerta—. Ah, y asegúrate de decirle a tu padre que dije hola.
Killian asiente y me empuja hacia el pasillo, cerrando la puerta detrás de él. Abro la boca
para decir algo, un “gracias” o un “lo siento”, pero no me deja pronunciar una palabra. En lugar
de eso, me empuja contra la pared, su palma plantada en mi esternón. Su rostro es de piedra, y
reconocería esa mirada salvaje y desquiciada en sus ojos en cualquier lugar.
—Killian —digo, temiendo su retribución, un castigo por responderle a Nick. Por hablar
con él en absoluto.
En cambio, aplasta sus labios contra los míos. El beso es tan fuerte que nuestros dientes
chocan dolorosamente. Hago un pequeño sonido herido en su boca, pero puedo sentir la ira
latiendo debajo de su piel, y sé que está perdido en sus sentidos. Su mano agarra mi mandíbula,
mi pecho y luego mi cadera, tirando de mi pelvis hacia la suya. Es una serie de gestos posesivos
y enloquecidos, como si no pudiera decidir cuál es la mejor forma de reclamarme.
En un intento desesperado, paso mis brazos alrededor de su cuello, frotando el cabello
sobre su nuca con un movimiento relajante.
Y luego me acerco a su dureza.
Su aliento tartamudea.
El beso no se detiene, pero siento que el borde de la manía se desvanece mientras él lame
mi lengua, inclinando la cabeza para profundizarla. Lentamente, sus besos se relajan, la ira se
disipa hasta que su mano serpentea alrededor de mi cintura, aterrizando en la prominencia de
mi trasero.
Se aleja y me mira, con voz tranquila y lenta. —No debería haberte faltado al respeto de
esa manera.
Metiendo mis labios doloridos en mi boca, dejo que mis brazos se deslicen. —Podría
haberlo manejado sola. —No lo digo a la defensiva o con amargura. Es más una revelación para
mí que para él.
—Nos perteneces, Story. —Extiende su pulgar hacia mi barbilla, sus ojos fijos en mi boca
maltratada—. Todos deben entender eso.
Tienes que entender eso, no dice.
Todavía está allí en sus palabras, de todos modos.
—Lo hacen —le aseguro—. Sí.
Sus ojos se cierran, como si estuviera saliendo de un trance. Poniéndose rígido, se aparta,
arrebatando el estuche del arma del suelo. —Vamos. Tenemos otras cosas que hacer.
Cuando alcanzo su mano, entrelazando nuestros dedos, no se aparta. Enrolla sus dedos
alrededor de mis nudillos y me lleva afuera.
Capítulo 17
RATH
—Voy a necesitar que te encargues de este asunto del libro —dice Tristian cuando contesto el
teléfono. Él y Killian son dos de las únicas personas que me llaman en lugar de enviarme
mensajes de texto, así que lidiar con esta “cosa del libro” va a ser un dolor de cabeza, porque al
resto de la fraternidad no le importa una mierda. Afortunadamente, Tristian agrega—: Le dije a
todos que pasaran. —Después de una pausa, explica—: En realidad, es posible que no regrese
esta noche.
—¿Qué está pasando? —No es propio de Tristian simplemente abandonarnos,
especialmente cuando nuestra Lady finalmente necesita su odiosa naturaleza generosa.
—No es nada —dice, pero sé al instante que está mintiendo—. Honestamente, nada que los
moleste a ustedes dos. Envié algo de dinero a la cuenta LDZ, ¿de acuerdo? Dale un beso a
nuestra Lady de mi parte.
Cuelgo, todavía tirado en el sofá de mi habitación. Estaba escuchando este dulce vinilo de
Zeppelin cuando recibí el mensaje de texto masivo de Killian sobre que Story necesitaba algunos
libros o algo así. Después de un pase rápido de texto a voz, me di cuenta de que era esa estúpida
cosa de caridad que a las mujeres de la Realeza les gusta hacer todos los años. Tuve que pasar
por algunos obstáculos para obtener acceso a la hoja de cálculo y luego enviársela a Tristian
para que se la pasara a los demás.
Jesús.
Los lunes.
Los muchachos comienzan a llegar veinte minutos después, arrastrando cajas de libros y
suministros con ellos. Me paro en la entrada, bebo una cerveza y los dirijo a todos al sótano,
saludando con la cabeza a cada miembro. Solo han pasado unas tres horas desde que Killian
puso esta bola en movimiento, y debo admitir que estoy un poco impresionado por la respuesta.
Él y Story llegan en medio de la conmoción.
Killian sacude su barbilla hacia mí. —¿Cuántos?
Me rasco la cabeza, pensando: —Alrededor de veinte, hasta ahora.
Killian asiente, mirando a Grant Patel, un estudiante de segundo año neuróticamente
acosado, arrastrar su segunda caja de libros por el pasillo. —Bueno. Tendremos que tomar nota
de quién llega de último. —Me da una sonrisa malvada que normalmente me gustaría compartir,
pero es raro. Durante las últimas semanas, Killer ha sido una mierda insufrible. Siempre
malhumorado y mordaz, demasiado tenso para su propio bien.
En este momento, en realidad parece que está de buen humor.
Disimuladamente, miro a Story en busca de signos de violencia o daño.
Todo lo que veo son dos mejillas rosadas y una expresión muy confusa. —¿Qué está
pasando? —pregunta, viendo a otro miembro de LDZ entrar con dificultad con una pila de libros.
Dirige a otro chico al sótano y dice casualmente: —Dije que me ocuparía de eso, ¿no?
Ella mira entre nosotros, la frente arrugada en un ceño fruncido. —¿Qué te ocuparías de
qué?
—Los libros y suministros que necesitas para esa mierda de caridad. —Inclino mi botella
hacia atrás, tomando un buen y largo trago—. Si yo fuera tú, haría que los muchachos también
los entregaran. Hay como mil en esa lista. Nadie tiene tiempo para eso.
Su boca se congela en una pequeña “o” sorprendida. —¿Estos son todos para mí?
Señalo el cuello de mi botella de cerveza hacia ella. —Técnicamente, son para niños
desfavorecidos.
Desliza sus ojos muy abiertos hacia Killian. —¡Eso fue tan rápido!
Uff.
¿Ese atisbo de brillo en sus ojos por la forma en que ella lo mira?
Killer Payne lo tiene mal.
No sé cómo Story no lo ve. Ella piensa que simplemente la odia y quiere verla sufrir, pero
nunca ve la otra cara de la moneda. Meses de él languideciendo por ella mientras vivía bajo su
propio maldito techo. Un año entero de secundaria pasó siguiéndola con la mirada. Meses de él
ahogando sus penas en coños y peleas a puñetazos después de verla con su padre. Luego,
después de que se fue, años de revolcarse en su propia amargura por eso, sabiendo muy bien
que con ella se llevó lo mejor de él.
Este hijo de puta caminaría sobre brasas si ella se lo pidiera.
Tal vez por fin está captando la idea.
No puede hablar con él un poco. Encogiéndome de hombros, digo: —Killer les dijo a
todos que dejaran lo que estaban haciendo y lo hicieran lo antes posible.
Ella lo mira boquiabierta, aunque puedo ver ese destello de deleite sorprendido en sus
ojos. —No tenías que hacer eso. Todavía tengo unos días.
Killian está mirando directamente a su boca. Por primera vez, siento esa tensión crepitante
entre ellos, como si tal vez se hubieran besado o algo así. Mira hacia otro lado, esa máscara
patentada de la indiferencia de Killer Payne deslizándose en su lugar. —Es una semana ocupada.
Bien podría acabar con esto de una vez.
Lo fulmino con la mirada, la botella balanceándose perezosamente de mi agarre. Mudo
como una caja de rocas. Todo el deleite complacido desaparece de sus ojos.
—Ah. Bueno, gracias —dice, agachando la cabeza.
Jesús.
—¿Por qué no bajamos y les echamos un vistazo? —No sé por qué, pero ver esa curva
abatida de sus hombros de repente es como un cuchillo en mi pecho.
Ella me da una pequeña sonrisa, acomodando su cabello detrás de su oreja. —Bueno.
¿Adónde los están llevando?
Uso mi botella para señalar el pasillo. —Al sótano.
El color desaparece de su rostro al instante, la voz emerge en un susurro entrecortado. —
¿Al sótano?
Killian mueve sus ojos hacia ella, y luego hacia mí, y aquí está la cosa. Puede ser una
especie de tipo difícil de leer. A Killer le gusta estar con toda esa fachada estoica, como si nada
pudiera desconcertarlo más allá de la ira y el odio y un disgusto general por las cosas que están
fuera de orden. Pero Tristian y yo no somos cualquiera, y hablo con fluidez casi todos el
killianismo.
Él está haciendo una mueca. —Hay más espacio ahí abajo.
No importa. Nuestra Dulce Cereza retrocede dos pasos, como si alguien la hubiera
amenazado con un machete. —No voy a bajar allí. No puedes... no puedes obligarme. —Su
mandíbula está apretada, y puede que no conozca a Story tan bien como conozco a su
hermanastro, pero la conozco lo suficientemente bien como para ver cuándo está clavando los
talones.
Le doy a Killian una mirada significativa, lanzando una mano en su dirección.
¿Ves? Tú eres la razón por la que no podemos tener cosas bonitas.
Ante la mirada de Killian, me acerco a ella, sin inmutarme ante su estremecimiento. Se
afloja un poco cuando le doy un golpecito en la barbilla, forzando su mirada a la mía. —Cariño,
es solo una habitación.
Su labio se tambalea. —Por favor, no me obligues. ¿Por favor? —Ella le dice lo último a
Killian, con una mirada rápida como un rayo, como si tal vez él fuera demasiado para mirar en
este momento. Me pregunto qué noche está recordando: Killian obligándola a arrodillarse frente
a cuarenta hombres, o él y Tristian haciendo que ese médico le disparara un rastreador en la
carne, y guau. Ahora que lo pienso, sí.
A la mierda el sótano.
—Bueno —suspiro, bebiendo lo último de mi cerveza—. Solo hay una cosa que hacer. —
Llamo a Marcus, que acaba de entrar por la puerta con un grupo de jóvenes—. Cambio de
planes. La Lady quiere todo arriba, lo que significa que necesitamos algunas personas para
cargar todo de regreso desde el sótano. Esto es culpa mía por no preguntarle primero. Ahora —
digo ante sus expresiones de irritación—, ella parece pensar que esto podría ser un inconveniente,
pero como le dije, LDZ hará lo que sea necesario para complacer a su Lady. ¿No es así?
Instantáneamente, todos se vuelven locos, asintiendo.
—Claro —dice Marcus, dándole a Story una sonrisa—. ¿Dónde te gustaría ponerlos?
Es Killian quien responde: —Ponlos en la parte trasera de mi camioneta —pero después de
un momento de sus miradas escépticas, se vuelve hacia Story—. Si eso complace a la Lady.
Que me jodan.
Ni siquiera lo dice todo con su recurrente tono idiota.
¿Qué diablos pasó después de que abandonaron el campus?
Story asiente rápidamente con Marcus y los demás. —Creo… sí, eso estaría bien. Gracias.
Lo siento. —Más tranquila, repite—: Gracias.
Eso los calma un poco, por lo que no pasa mucho tiempo antes de que tengan todos los
libros apilados en la parte trasera de la camioneta de Killer.
—Tengo una reunión con el equipo —dice Killian, pero mete la mano en su bolsillo y me
lanza las llaves de la camioneta—. ¿Están de acuerdo entregándolos ustedes mismos o necesitan
las promesas para ayudar?
—Oh —dice Story, sacando su teléfono—. Bianca me dijo que la entrega es en el Centro
Comunitario del Lado Sur. —Levanta la vista de la pantalla y se encuentra con mi mirada—.
Sabes dónde es eso, ¿verdad?
Gimo, lanzando una mirada a Killer. —No me hagas ir a ese lugar. No puedo con los niños
hoy. —Siempre están haciendo preguntas, con sus manos pegajosas y sus ojitos astutos, y
simplemente no les importa. Te dirán o preguntarán cualquier cosa, y son una mierda obstinada
y tóxica al respecto. Debería saberlo, yo solía ser uno—. Hombre, los niños son unos idiotas.
Story se muerde el labio inferior y me mira con esos grandes ojos de cervatillo. —¿Por
favor?
Y así es como paso la siguiente hora encaramado en el techo de la camioneta de Killer,
con las piernas cruzadas, la capucha de mi chaqueta levantada mientras el resto de LDZ entra
rodando, tres o cuatro de ellos. Apoyo los codos en las rodillas y me froto las sienes, con la
esperanza de no estar a punto de dar un paseo hasta la ciudad de las migrañas.
Sin embargo, puedo ver a mi Lady entre los mocosos, lo que no lo hace tan malo. Se
sienta en la puerta baja, sus pies se balancean mientras inclina su rostro hacia el cielo, disfrutando
de cualquier pensamiento que esté pasando por esa linda cabecita. Se ve muy buena hoy con
esa minifalda y ese suéter ajustado, pero ya sé que no está dispuesta a follar.
Todavía no me ha llamado Dimitri.
Observo con la más mínima tolerancia mientras cada miembro presenta sus libros a
nuestra Lady, como si fueran joyas o algo así.
—No está en la lista —le dice Jordan Hashford, sacando un libro de su pila—. Pero este era
uno de los favoritos de mi hermano menor. Mira, tiene muchos dibujos increíbles y todo. —
Jordan le da estas miradas, como si quisiera que viera lo bonito que es.
Es graciosísimo.
Liam Poole es un besa traseros aún peor. —Encontré algunas versiones en inglés de estos
cinco libros. Nunca se sabe, ¿verdad? —Le da a Story una sonrisa. Estoy seguro de que se le han
caído las bragas en algún momento.
Story no lo mirará a los ojos. —Gracias, eso fue muy considerado.
Son poco más de las cuatro cuando llega el último hijo de puta, y probablemente debería
hacer que lleve a Story al Centro Comunitario, pero no. Recuerdo esos ojos y ese maldito “por
favor”, y le pido a Dios que nunca se dé cuenta de lo tontos que somos los tres, porque de
repente, aquí estoy, llevándonos a Lado Sur.
Cuando entro en el estacionamiento del Centro Comunitario, Story mira por la ventana
hacia el edificio cuadrado, con ojos curiosos. —Esto no está tan mal.
Tomando la llave del encendido, me doy un momento para lamentar mi estado sobrio. —
Deberías haberlo visto este lugar hace cinco años —digo, siguiendo su mirada—. Era en un viejo
edificio de ladrillos de mierda cerca de la avenida, sobreviviendo con los restos de fondos del
condado. El inspector de obras avisó que iba a ser demolido, por lo que tuvieron que buscar
nuevas excavaciones.
—¿Qué pasó? —Su mirada se mueve hacia la mía, llena de interés.
—Lords, eso pasó. —Encogiéndome de hombros, explico con cansancio—: Daniel creció
yendo allí, y los tres pasamos algunos veranos haciendo trabajo voluntario, campamentos de
entrenamiento y esas cosas. —Le doy una mirada larga y significativa—. De ahí el trauma de los
niños. Con el tiempo la fraternidad lo adoptó como nuestra causa, y hace dos años recaudamos
suficiente dinero para construir un nuevo centro. Señalo el edificio frente a nosotros—. Y ahí
está.
—Guau —dice, sus ojos atónitos observando el patio de recreo en la distancia—. No puedo
creer que los Lords hayan hecho todo eso. —La expresión suave e impresionada de su rostro no
debería importar, pero lo hace.
Obtener la aprobación de Story es una batalla cuesta arriba. Claro, puedo hacer que jadee
mi nombre mientras se corre sobre mi mano, pero ¿esa admiración real y genuina? Joder, tal
vez debería bajar el tono de mi odio hacia los niños.
Mierda.
Tal vez yo también estoy muy mal.
Pero el sentimiento solo aumenta cuando entramos y Clara, la directora del programa, sale
a saludarnos. —Espero que no sea un mal momento —dice Story, con las mejillas en una mueca—
, pero todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos.
—Nunca decimos que no a los regalos —dice Clara con una sonrisa—. Tenemos un grupo
de niños aquí para el programa extracurricular. ¡Sé que estarán emocionados de ver lo que
trajiste!
Story la sigue mientras yo regreso a la camioneta con dos miembros del personal. Uno de
ellos debe ser nuevo porque no deja de enviarme estas miradas cautelosas y sospechosas, como
si nunca hubiera visto a alguien entrar en este lugar con la capucha puesta y metal en la cara.
Bueno. Cuanto menos accesible me vea aquí, mejor.
Se necesitan siete viajes para descargarlo todo y, cuando terminamos, Story y Clara ya han
reunido a todos los niños y los han reunido en la sala principal. La energía del lugar estalla
cuando ven todos los libros.
Me cruzo de brazos y trato de parecer aterrador y toda esta mierda. No es que funcione,
porque a los niños no les importa una mierda. Un chico camina hacia mí, con los hombros rectos
como si fuera el dueño del lugar. Es pequeño, tal vez del jardín de infantes, pero puedo decir
que tiene una de esas grandes personalidades.
—¿Puedo tener uno? —pregunta, señalando la caja a mis pies.
Mirando hacia otro lado, murmuro: —Toma lo que quieras.
Se pone cómodo mientras revisa la caja. —¿Por qué tu cara es tan puntiaguda?
—¿Qué? —Le doy mi mejor mirada fulminante—. Esa pregunta no tiene ningún sentido.
—Puntiaguda —repite, moviendo dos dedos de sus labios—. Brillante, puntiaguda.
Resoplando, le digo: —Son piercings, niño. Lo entenderás cuando seas mayor.
Hace esta cara arrugada, como si tal vez le rompiera un poco el cerebro. —No creo que
tenga una cara puntiaguda, incluso cuando tenga cien años. —Da una risita baja—. Pero se ve
gracioso.
Miro con más fuerza. —Tu cara se ve graciosa.
—Sí. —Asiente, aceptando esto como una evaluación justa. Jesús. Estos niños de seis años.
Tan desalmados que ni siquiera puedes insultarlos.
—¡Quiero este! —Levanta un libro, con los ojos muy abiertos y emocionados, y simplemente
no se irá hasta que lo tome.
Miro la portada. Hay una niña en el frente, vestida de rosa, con alas de hada. —Felicidades.
Tienes un libro nuevo.
—¡Sí! —Sus ojos se iluminan—. ¿Me lo puedes leer?
—No. —Diablos no.
Me da una mirada larga y calculadora. —Sí.
Irritado, discuto: —No.
—Sí.
—No.
—Sí.
Me levanto a mi altura máxima. —No.
Hace una pausa, estirando la cabeza para encontrarse con mi mirada. —...si.
—¿Esto realmente te funciona? —Lo observo con incredulidad, es un metro de pura maldad
obstinada. Esto tiene que estar en contra de la Convención de Ginebra o algo así.
—A veces. —Parpadeó—. ¿Lo leerás ahora?
Story y los otros trabajadores están repartiendo libros al resto de los duendes. Me vuelvo
hacia él y gruño: —Lárgate, niño.
—¿Por favor? —pregunta, con los labios haciendo un puchero desagradable—. ¿Solo una
vez?
La próxima vez que miro hacia arriba, me doy cuenta de que Story me está mirando,
congelada mientras observa nuestro enfrentamiento. Trato de soltar parte de la postura agresiva,
pero me siento entre la espada y la pared aquí. Si soy un imbécil con este niño, ella lo usará en
mi contra.
La ansiedad familiar llena mi pecho mientras miro las palabras en la portada. Me toma
cinco intentos para sondearlo en mi cabeza. Campanita. Solo la idea de abrir esto y leerlo en
voz alta me da ganas de volar pedazos.
Me agacho para razonar con este mocoso. —Mira, niño, este es el trato, de hombre a
hombre. En realidad, no soy bueno leyendo, ¿de acuerdo?
El pequeño duende me da un asentimiento. —Yo tampoco.
Bueno, lo suficientemente justo.
Gruñendo de frustración, agarro el libro y lo abro. Responde con una sonrisa radiante,
dejándose caer al suelo, ansioso y listo.
Me bajo un poco la capucha, me siento y abro la primera página. Las palabras flotan
durante un minuto, pero cierro los ojos y respiro profundamente, tal como Story me enseñó a
hacer. Manteniendo mi voz en un murmullo bajo, leo la primera línea.
—Campanita no era un... una... —Siento la palabra en mi lengua—, hada... ordinaria. Era
una... hada... extra... extraordinaria... —Me pongo rígido, esperando que el pequeño duende
haga un comentario de mierda.
Él asiente con firmeza.
Al levantar la vista, veo a Story al otro lado de la habitación. Me está mirando, una
pequeña sonrisa en su bonita boca. Una sonrisa orgullosa.
Bueno.
Supongo que seguiré con esto.
A la mierda mi polla.
—Lamentable... lamentable... mente —continúo, tomándome mi tiempo con cada palabra—
, nadie sabía cuán... especial... especial era... —Pongo mi dedo debajo de las palabras,
siguiéndolas con mi lengua. Me pongo tenso cada vez que sé que sueno estúpido. Mi estómago
se retuerce con inquietud, y prácticamente puedo sentir a mi antiguo maestro parado sobre mi
hombro, listo para golpearme con esa maldita regla.
—Eres estúpido. Estúpido. Es una palabra de cinco letras. Léela bien, Rathbone. No
tenemos todo el día.
Es cobarde, pero no me permito mirar hacia arriba. Paso la página y empiezo con la
siguiente palabra, tan concentrado en pronunciarlas que pierdo por completo el hilo de lo que
está tramando esta hada. Página tras página, palabra destrozada tras palabra destrozada,
enrollada sobre el libro como si fuera algo ilícito y hostil, hasta que, de repente, no hay más
páginas que pasar.
Cuando finalmente miro hacia arriba, me doy cuenta de algunas cosas. Primero, que estoy
sudando muchísimo, así que usar una chaqueta de cuero sobre mi sudadera con capucha fue
una idea horrible. Segundo, que mi lectura ha atraído a todo un grupo de niños. Tercero, que
Story está justo detrás de ellos, escuchándome. Mirándome. Juzgándome.
Cierro el libro de golpe y me pongo de pie, agarrando su muñeca. —Vamos.
—Oye —dice, enrollando su mano alrededor de mi brazo. Por la forma en que me mira,
siendo amable conmigo, supongo que puede ver la cosa salvaje y cazada en mi expresión—.
¿Qué ocurre? Lo hiciste bien.
—No, no lo hice. Soné como un maldito imbécil. Hay una niña de diez años mirándome,
y tengo la sensación de que está pensando en lo mucho mejor que es leyendo en comparación.
—Le lanzo una mirada oscura y retrocede—. ¿Quién escribe libros para niños con palabras tan
difíciles?
—Adultos —dice, tirando de mí de vuelta a mi lugar frente a la caja—. Hiciste el día de ese
niño, y absolutamente no sonaste como un idiota.
Parece toda sincera y seria, pero está mintiendo. Tiene que estarlo. Miro al niño. Ya
comenzó a leerlo de nuevo desde el principio, rozando con el dedo debajo de las palabras, al
igual que yo. Con amargura, reflexiono: —Tal vez si alguien se hubiera tomado el tiempo
conmigo cuando tenía su edad, no sería tan idiota ahora.
—No eres un idiota —dice, los ojos tan llenos de acero como su voz—. ¡No deberías ser tan
duro contigo mismo! Tienes suficiente gente haciendo eso por ti.
—¿Qué diablos se supone que significa eso?
Ella mira hacia otro lado, con la mandíbula apretada. —Significa que tienes gente como la
Princesa llamándote matón. Un lacayo. Alguien sin futuro, que está destinado a ser siempre un
lacayo del Lado Sur. ¿Alguna vez vas a tratar de probar que todos están equivocados?
Las palabras me golpearon como un yunque, sacudiendo mi cabeza hacia atrás con furia
aturdida. La Princesa puede ser una perra bocazas y chismosa, pero la cosa es que no está
equivocada. Creo que eso es lo que más me cabrea. La Princesa tiene razón, y Story no puede
soportarlo, no puede soportar estar atada a alguien visto como “menos”.
Acercándome a Story, siseo: —Vete a la mierda —abriendo las puertas dobles de par en
par mientras salgo. Sé que está detrás de mí, puedo escuchar esos tacones golpeando al doble
de tiempo mientras lucha por seguir mis pasos.
—Déjame adivinar —dice, logrando sonar sin aliento y aburrida—. Esta es la parte en la que
atacas y haces una rabieta porque alguien posiblemente tenía expectativa…
Giro hacia ella, clavando un dedo en su hombro. —¡Esta es la parte donde abres tus
malditos ojos! —Estamos en el estacionamiento, justo en frente de la camioneta de Killian, pero
todavía me siento como si estuviera acurrucado sobre ese estúpido libro para niños—. ¡Mira a tu
alrededor, Story! Tal vez te hemos jodido tanto que no puedes aceptar la realidad, pero aquí
está. Soy un lacayo sin futuro. Killian es un idiota neurótico que nunca se librará del control de
Daniel. Tristian conduce por una calle de un solo sentido hacia Ningún Lado. ¿Y tú? —Lanzo
una risa sombría y sin aliento—. Jesucristo. Te damos alojamiento y comida gratis. Te
alimentamos. Te vestimos. Te cobijamos. Te damos regalos caros para complacerte. Y luego te
follamos. ¡Eres nuestra puta, Story! —Si pensé que la expresión de su rostro sería satisfactoria,
entonces estoy muy equivocado. Pero eso no lo hace menos cierto—. Si te hace sentir mejor
vestirte así, entonces sé mi invitada. A algunos de nosotros no nos importa un carajo lo que la
Princesa tenga que decir al respecto. Si eso te avergüenza, entonces que te jodan. —Sostengo la
puerta del pasajero abierta para ella, esperando. Cuando todo lo que obtengo es su mirada
inexpresiva y vacía, le ordeno—: Sube a la camioneta.
Ella hace lo que le digo, no sin antes echarme un último grano de sal a la herida. —Como
desees. Rath.
No dejo que me afecte más de lo que ya lo ha hecho. Ser Dimitri, para el mundo, para
ella, nunca fue más que una quimera, de todos modos.
Capítulo 18
KILLIAN
Me despierto sintiéndome como una mierda.
Pasó toda la noche dando vueltas, demasiado consciente de Story, justo al otro lado del
pasillo. Durmiendo. No se siente natural ni correcto que haya pasado todas esas horas aquí
cuando ella estaba allí. Pero me miró anoche, algo cansada y seria, y me preguntó si podía
dormir sola.
—¿Solo por una noche?
Así que desaparecí detrás de mi puerta y la dejé en paz, pero solo porque me lo pidió
educadamente. Tal vez sea una mala idea dejarla pensar que tiene ese poder. Que ella puede
poner esos ojos sobre mí y decir “por favor” y conseguir lo que quiera. Por alguna razón, la idea
de colarme en su habitación y llevármela me pesaba en el estómago.
Así que me acosté aquí. Solo. Inquieto. Duro.
Me pone de mal humor desde el principio, demasiado presionado por el tiempo para
masturbarme en la ducha. No ayuda que Tristian aún no haya vuelto a casa ni nos haya dicho
qué diablos lo mantiene fuera de casa tanto tiempo. Para colmo, su arma no está en su
habitación, así que sé que se la ha llevado. Solo haría eso si estuviera nervioso por algo, no es
que nos lo haya dicho. Tristian es así a veces, especialmente cuando se trata de sus hermanas.
Siempre queriendo manejar las cosas él mismo, ser el héroe.
Trato de ser comprensivo con esta mierda, pero la verdad es que no puedo entenderlo.
Cuando se trata de Rath y de mí, solo nos tenemos el uno al otro y a Tristian. Rath tiene a su
madre, pero siempre ha sido distante con su hermano de sangre, y mi padre nunca ha sido muy
accesible. Pero Tristian tiene este sentido de familia completamente separado: personas que le
importan y de las que se siente responsable. Personas con las que tiene lazos de sangre. Personas
más importantes para él que nosotros.
Cuando eran bebés, las odiaba. Solo teníamos once años en ese momento, pero sabía que
eran pequeñas cosas feas y arrugadas. Ruidosas y necesitadas. Siempre ocupando su tiempo y
atención. Nos dejaba de lado para cuidar de ellas, a pesar de que le pagaban a la gente para
que lo hicieran. Nunca tuvo sentido para mí. Peor fue cuando crecimos y me di cuenta de que
las gemelas eran en realidad dos pequeñas humanas que comprendían todas estas jodidas
razones.
Eran razones para que nos dejara.
Pero un día, en nuestro último año de secundaria, estábamos en su casa. Fue después de
que pasó toda esa mierda con Genevieve, después de que Story se fue, y él podría haberse
recompuesto y vuelto a poner esa máscara en su lugar, pero Tristian todavía era un jodido
desastre al respecto. Yo mismo no estaba en el mejor lugar, sabiendo que la habitación contigua
a la mía estaba vacía, todo rastro de Story había sido borrado.
Estábamos en su cocina cuando Lizzy entró, con un teléfono apretado contra su pecho.
Con la barbilla temblando, le explicó a Tristian que no podía hacer que funcionara, e Izzy quería
ver un programa para niños, pero ahora el teléfono estaba roto y su papá se iba a enojar porque
todavía era nuevo, y entendí la sensación de que Tristian quería que ellas tuvieran el teléfono,
pero ¿su papá? No tanto.
Así que puso su gran mano sobre su hombro y la señaló en mi dirección. —Ve a pedirle a
mi hermano Killian que le eche un vistazo. Es bueno con esas cosas.
Me lo tendió con esos ojos grandes y húmedos, y me golpeó como un relámpago. Las
gemelas no compiten por la lealtad de Tristian. Son solo una parte nueva de esto que hemos
estado construyendo desde la escuela primaria.
Familia.
Su familia, pero la nuestra también.
Probablemente mutilaría y mataría por ellas.
Cuando bajo las escaleras, Rath ya estaba allí, luciendo malhumorado y con un poco de
resaca. Lo había escuchado tocar a todas horas, por lo que debe estar en algún tipo de
borrachera creativa. Al menos, eso es lo que pienso.
Y entonces entra Story.
Me congelo con mi vaso de jugo de naranja a medio camino de mi boca, mirando el
atuendo que había elegido para el día. Estoy acostumbrado a ver el guardarropa de Tristian en
ella, y ocasionalmente agrega algo que claramente tiene la intención de atraer a Rath. Pero ya
nunca se viste para mí. No desde ese día en el sótano.
No hasta ahora.
Lleva un vestido amarillo pálido, la tela suave y de aspecto cómodo, rozando justo por
encima de sus rodillas en un balanceo suave mientras camina hacia su asiento. Algo que
probablemente sea para el verano, aunque ahora se está poniendo más fresco. Su cabello está
tirado hacia un lado en una trenza suelta y gruesa, los mechones de cabello enmarcan su rostro
de una manera que se ve desordenada, a pesar de que las chicas probablemente pasan una
eternidad despeinándolo la cantidad perfecta.
—Buenos días —dice, sentándose en el borde de su silla.
Miro a Rath, pero sus ojos están pegados a su teléfono. Cuando la Sra. Crane entra con la
comida aprobada por Tristian de Story de algo asqueroso con demasiada granola, la detengo.
—tráigale algo comestible a la Lady. Tristian sigue fuera.
La Sra. Crane lanza un suspiro gigantesco y sale, murmurando: —No soy un maldito
servicio de comida rápida...
Solo encuentro la mirada de Story por un segundo, pero cuando lo hago, me está dando
una pequeña sonrisa. Así es como desayunamos: la tensión y la animosidad entre ella y Rath
son palpables. Pero no me importa. Story come salchichas con almíbar y croquetas de patata, se
ve tan malditamente linda con ese vestido que creo que probablemente me lo sacaría y me
masturbaría aquí mismo, si el tiempo lo permitiera.
Sé que esta cosa entre ella y Rath es seria cuando toma el asiento de copiloto en lugar de
deslizarse en la parte de atrás con ella. Si hay algo que le encanta, es molestarla de camino a la
escuela, deslizar las yemas de los dedos por sus muslos desnudos, siempre actuando como si
estuviera tratando de hacer algo, aunque sabe muy bien que no tenemos tiempo. Pasan todo el
viaje en silencio. Si Tristian estuviera aquí, sería soportable. Estaría dando órdenes a Story para
el día y diciéndole a Rath se relajará con el alcohol por la noche. ¿Pero yo?
Aprieto los dedos alrededor del volante y mantengo la boca cerrada.

El edificio Joseph M. Hale New Media de Forsyth es evacuado justo después de que comienzan
las clases debido a una tubería principal rota. Pasan unos buenos diez minutos en los que nos
tienen a todos esperando afuera, con el cielo nublado y amenazando con lluvia, antes de que
un profesor apurado salga y nos diga que las clases se cancelaron por el día.
Los otros estudiantes están zumbando de alegría al respecto, actuando todos molestos e
incomodados a pesar de que todos nos regocijamos en secreto por el día libre. Para mí, esto
normalmente significaría pasar dos horas más en el gimnasio. Pero cuando veo un destello
amarillo flotando alrededor de la franja de estudiantes malhumorados, me doy cuenta de que
Dulce Cereza tenía una clase en el mismo edificio.
La idea me viene como algo sucio y prohibido.
Ella y Rath están peleados, y Tristian no está aquí. Está vestida para mí. Organicé la cosa
con los libros, y la dejé sola anoche, y la dejé comer un desayuno que no era repugnante. En
este momento exacto, no me odia, porque de alguna manera, he hecho méritos.
Y planeo mantenerlo así.
Su rostro no se ilumina cuando me ve, pero sus ojos tampoco se llenan con la frialdad
endurecida a la que estoy acostumbrado.
Bueno, eso es algo.
Nos miramos el uno al otro durante un largo momento, mis ojos se posan en ese tentador
parche de piel sobre su escote. La tela del vestido es casi, pero no del todo, transparente. Puedo
imaginar perfectamente mis dedos empujando esas correas por sus hombros, la forma en que la
tela se engancharía en la hinchazón de sus tetas, cómo tendría que despegarla lentamente para
revelar esos lindos pezones.
Levanto mi mirada hacia la de ella. —¿Quieres aprender a disparar un arma?
Cuando su rostro se ilumina, sé que estoy en problemas.
Joder, tal vez todos lo estamos.

La llevo más allá de la ciudad, más allá de los suburbios, más al norte de lo que he estado en
años. Es más salvaje aquí, una pequeña porción rural cerca de que los límites del condado y
cerca de otro territorio. Sin embargo, es nuestro.
Mi papá solía traerme aquí, cuando apenas tenía once años, y luego, cuando éramos un
poco mayores, Rath y Tristian también venían. Recuerdo la primera vez que mencionó que tal
vez se casaría con una mujer que también tuviera un hijo para luego traernos a ambos aquí, y
recuerdo que me sentí enojado por eso. Era una idea ridícula, mi padre tratándola como a uno
de sus hijos en lugar de como una de sus putas.
Story pasa el viaje tranquila y tímida, pero me doy cuenta de que está emocionada. Sigue
jugueteando con el dobladillo de su vestido, la cola de su trenza, las correas sobre sus hombros,
sus ojos brillantes observando el paisaje mientras giro por una carretera secundaria.
La camioneta se empuja con los baches en el camino de tierra, áspero y desigual, y por el
rabillo del ojo puedo ver sus tetas rebotando, alegres y libres debajo de esa tela mientras agarra
la manija del techo. El terreno es un par de kilómetros de claro hasta la orilla de los árboles,
revelando un campo de malezas altas y no mucho más. Estaciono cerca de la línea de árboles,
miro hacia el cielo y me pregunto si el clima se mantendrá durante una hora más o menos.
Y Story ya está fuera del camión.
Poniendo los ojos en blanco, salto con ella. Si hubiera sabido que lo conseguiría así de
fácil con un poco de práctica de tiro, podría haber avanzado mucho antes. Observa en silencio
mientras vuelvo a meter la mano en la camioneta, meto la mano debajo del asiento del
conductor, y saco el arma y algunas municiones. Luego busco en la parte de atrás las botellas
de agua que guardo aquí para después de la práctica.
Muevo mi cabeza hacia el campo. —Está aquí.
Hay un estante de troncos improvisado a unos quince metros, un poco podrido y en mal
estado, pero aún lo suficientemente resistente como para equilibrar cinco botellas de agua. Una
vez que tengo a todas las botellas en su lugar, vuelvo a donde Story está esperando, con un
brazo enroscado alrededor de su cintura, una mano agarrando su codo.
—No están muy lejos. —Entrecierra los ojos en la distancia, la boca fruncida dudosa.
Resoplando, descargo el cargador con un movimiento rápido de mis dedos. —Aprendamos
a gatear antes de aprender a caminar. Cuando tengo el cargador lleno, lo deslizo hacia adentro.
—Primera regla de seguridad con armas: nunca apuntes con un arma a algo que no quieras
matar. No importa si tu dedo no está en el gatillo. No importa si el seguro está activado. No
importa si no está cargada. No importa si Dios mismo viene a decir que no pasará nada malo.
¿Entiendes?
Sin pestañear, asiente. —Entiendo.
Sostengo su mirada por un momento, solo para asegurarme de que me está tomando en
serio antes de deslizarme detrás de ella. —No traje protección para los oídos, pero es ruidoso.
Realmente ruidoso. Prepárate y no te asustes.
De nuevo, asiente. —De acuerdo.
La atraigo hacia mí, su espalda contra mi pecho, y levanto el arma frente a nosotros. —
¿Ves esto? —pregunto, moviendo la pequeña palanca—. Es el seguro. No hay un punto rojo, así
que…
—Significa que el seguro está activado —adivina.
—Si. Y este es el martillo. Lo presionas justo antes de disparar. Sostenlo así. —Coloco sus
manos suaves alrededor de la empuñadura, complacido de ver que apoya el dedo en el
guardamonte. Le doy un golpe ligero, murmurando—: Eso se llama disciplina de gatillo. Nunca
pongas tu dedo en el gatillo a menos que estés lista para que se dispare. —Levanto el arma hacia
las botellas de agua en el tronco—. Mira hacia abajo, siéntelo.
Veo su mejilla arrugarse cuando cierra un ojo. —Puedo verlos.
—Bien. —A regañadientes, suelto su mano, rozando mis palmas por sus suaves brazos.
Descansándolas sobre sus hombros, continúo—. Va a tener algo de presión por parte de la bala
una vez que dispares, así que tienes que sujetar tus brazos y hombros. Las caderas también. —
Muevo mis manos hasta su cintura, dándole un apretón—. No te precipites. Asegúrate de que tu
base sea sólida.
Ella asiente, ajustando un poco su postura. —De acuerdo.
Fijo mis ojos en el parche cremoso del cuello debajo de mi barbilla. —¿Crees que puedes
manejarlo? ¿El volumen y el retroceso?
Su barbilla sube y baja. —Puedo manejarlo.
Agacho la cabeza, rozando mis labios contra su oreja. —Entonces suelta el seguro. —Su
garganta se mueve al tragar, pero su postura permanece firme y constante mientras acciona la
palanca. Sujeta el seguro. Su pulgar sube y lo empuja hacia abajo—. Ahora pon tu dedo en el
gatillo. —Desliza su dedo sobre el gatillo, con la espalda tensa, porque sabe cuál será la próxima
instrucción—. Dispara.
El estallido es fuerte, y podría ser solo un calibre .22, pero el contragolpe es real. Ella se
estremece, pero mantiene su postura, exhala un suspiro lento y quita el dedo del gatillo.
Baja el arma. —Fallé.
Oculto mi sonrisa detrás de su cabeza, porque suena tan jodidamente incrédula, como si
esperara tomar un arma y ser una francotiradora instantánea. —Por supuesto que fallaste. Era tu
primera vez. Vuelve a intentarlo.
Suspirando, levanta el arma, permaneciendo inmóvil incluso cuando me inclino cerca,
explicando: —No te agaches de esa manera, no es un escudo. Concéntrate en la mira delantera,
no en la trasera. Alinea la parte superior con el centro de tu objetivo. —Cuando siento que lo ha
apuntado, le instruyo—: Ahora inhala. Exhala. Sostenlo... y dispara.
Está más preparada para el retroceso esta vez, solo su ceja se estremece. —Fallé.
—Otra vez.
Lo consigue en su tercer intento, la botella de agua en la distancia sale volando del tronco.
Suelta una carcajada, pero no pierde su postura. —¿Otra vez?
Suena tan alegremente encantada que tengo que luchar contra mi propia risa. —Otra vez
—estoy de acuerdo.
Le pega a la segunda botella, pero la tercera le quita dos intentos. —Está lloviendo —dice,
frunciendo el ceño mientras sus ojos se elevan hacia el cielo.
—Mantén tu enfoque —ordeno, dándole otro apretón a sus caderas—. No siempre vas a
estar en condiciones ideales cuando te defiendes.
Asintiendo, apunta a la cuarta botella. Ahí es cuando doy un paso atrás, dejándola sujetar
su propio cuerpo, observándola con los ojos entrecerrados mientras le dispara sin esfuerzo. La
llovizna se ha convertido en una lluvia constante y el peso de la tela de su vestido se sienta más
pesado sobre sus tetas. Ella es un ejercicio de contrastes. Toda esa piel tersa y delicada dentro
de ese bonito vestidito mientras amartilla el percutor de la pistola.
Estoy bastante seguro de que he estado más duro en algún momento, pero por mi vida,
no puedo recordarlo.
Sin pedir dirección, apunta a la última botella y entierra una bala justo en el medio. Tal
como le enseñé, desliza su dedo fuera del gatillo antes de apretar el seguro, girándose hacia mí
con una sonrisa sin aliento.
—¿Cómo me fue?
Quiero decirle que lo hizo jodidamente bien, pero antes de que pueda lidiar con el
conflicto de hacerle un cumplido a esta chica, el cielo se abre y comienza a empaparnos. Saco
el arma de su mano antes de agarrar su muñeca y correr de regreso a la camioneta. Ella resbala
a mitad de camino, el suelo blando y fangoso, y casi se cae.
Excepto que la atrapo.
Me mira y se ríe de una manera tan despreocupada y optimista que por un momento me
aturde. Me sorprende volver a ponerme en movimiento ante el repentino estallido de un
relámpago, arrastrándola hacia el lado del pasajero y empujándola hacia el asiento. Doy un
portazo y llego al lado del conductor, abro la puerta y me lanzo dentro de la cabina.
El interior es casi tan ruidoso como el exterior, la lluvia golpea el techo y nuestras
respiraciones ásperas llenan el silencio. Vacío la recámara del arma antes de agacharme para
volver a colocarla debajo del piso debajo de mi asiento.
Cuando descanso en mi asiento, puedo sentir sus ojos en mí.
—Gracias. —Su voz es tan suave que casi se pierde en la cacofonía de la lluvia y los truenos—
. No solo por… quiero decir, gracias por lo de anoche. Por dejarme dormir.
Mirándola, arrastro una muñeca sobre mi boca, atrapando una gota de lluvia antes de que
llegue a mis labios. Parece un poco contrario a la intuición decir, “de nada”, y no es como si me
fuera a sentar aquí y fingir que no hay problema. En su lugar, respondo: —Lo que sea —y actúo
como si mis ojos no estuvieran tan pegados a sus tetas como ese vestido.
Cuando veo que su pecho se contrae con una inhalación, miro hacia arriba, atrapando el
rastrillo de sus dientes contra su labio inferior. Todavía recuerdo con perfecta claridad la forma
en que esos labios habían mirado alrededor de mi polla hace unas noches. La forma en que se
sentían en mis dedos cuando empujé mi semen pegajoso entre ellos, dejándome en su lengua
rosada.
Tan pronto como nuestros ojos se encuentran, un relámpago estalla en la distancia.
Nos encontramos en la distancia entre nosotros en un confuso torbellino de bocas y manos,
mi puño agarrando su cabello mientras nuestros labios chocan entre sí. Hace un pequeño sonido
desesperado que me trago con mi propio gruñido, saltando sobre la consola para profundizar el
beso.
Sé que puedo ser demasiado agresivo, y sé que ella odia eso de mí, y sé que podría tenerla
sobre esta consola y en mi regazo con tanta facilidad que ni siquiera me perturbaría. Pero no
tengo que hacerlo.
Ella es la que escala la distancia, y ayudo tirando de ella, entonces por una vez, no le
importa. Ella es la que se mete en mi regazo, no hay otra palabra para eso, y luego todo es solo
peso y dientes y la forma dulce y loca en que me mece.
A lo que me refiero es a esto:
No es mi culpa.
Hay otro relámpago y mis manos tiemblan por la contención, porque eso es lo que se
necesita para empujar esas correas por sus hombros en lugar de arrancarlas de inmediato. Su
piel está húmeda y cálida, y si estuviera durmiendo, me lo tomaría con calma, me empaparía de
la suavidad de sus tetas, pero está tan despierta que duele, sus dientes chocan dolorosamente
con los míos.
Puede echarle la culpa a la forma en que estoy agarrando su cabello con el puño, curvando
los labios ante la energía que corre por mis venas. Pero no sería honesto. Me besa como si fuera
un castigo y una recompensa, todo envuelto en una inmersión de su lengua. No da tregua.
Ni siquiera cuando busco a tientas entre nosotros para desabrocharme los pantalones.
Se balancea hacia mí, estas pequeñas y nudosas respiraciones se arrastran desde su
garganta, y cuando empujo frenéticamente mis jeans por mis caderas, simplemente rebota para
darme espacio.
—Sabía que querías esto, joder. —No estoy orgulloso de la forma en que la toco, con los
dedos agarrando la entrepierna de sus bragas. Aprieto mis nudillos en su clítoris resbaladizo y
me deleito con el gemido que hace—. Dímelo —exijo.
Asiente brevemente y distraída, cantando: —Lo quiero, lo quiero, lo quiero....
La forma en que tiro de sus bragas hacia un lado roza lo violento, pero no puedo
detenerme ahora. Se necesita un giro de mis caderas y un fuerte empujón de sus hombros para
empalarla en mi polla. Hace este grito de sorpresa, medio gruñido, justo en la caverna de mi
boca, y lo capturo como un animal.
La follo como uno, también.
Golpeando mis caderas hacia arriba, mis antebrazos presionando con fuerza sus hombros,
hago que me tome profundamente y con fuerza. Ella responde jadeando el mismo aire que me
saca de los pulmones con gruñidos bajos y enojados.
—Lo entiendes ahora —gruño, y no hay suficiente espacio entre este volante y yo para
follarla de la manera que quiero, pero no creo que importe. Ante su frenético asentimiento,
exijo—: Dime que lo entiendes.
No hay nada suave aquí, nada más que ella. Sus tetas y su coño chorreante, la extensión
húmeda de su piel mientras la conduzco sobre mi polla. Algo en su suavidad me hace querer
romperla. No por odio o ira, sino por este impulso furioso de estropearlo todo antes de que me
sea arrebatado.
—Entiendo ahora. —Abre sus ojos vidriosos y responde—: Te pertenezco, Killian Payne.
Apenas reconozco el sonido que me arranca del pecho, un sonido vicioso, gutural e
inhumano, y sé que la estoy lastimando. Estoy tirando de su cabello y nuestras narices están
aplastadas, y Tristian va a reventar mi trasero cuando vea los moretones que estoy presionando
en sus delicados hombros, pero es imparable.
Viene con un grito ahogado. Puedo sentirlo, sus paredes apretándose a mi alrededor, la
avalancha de su coño resbaladizo y caliente tratando de retenerme. Empujo su cabeza contra mi
cuello, los dientes rechinan mientras la empujo más cerca, los brazos la aplastan contra mi pecho.
Taladro dentro de ella una, dos, tres veces más antes de ponerme rígido, llenando su coño
con mi orgasmo. Todo el tiempo que estoy bombeando dentro de ella, solo escucho su voz, una
y otra vez.
Te pertenezco, Killian Payne.
La necesidad de responder algo es extraña y nueva. Lo siento en mi pecho, no en mi
cabeza, y supongo que es por eso que no puedo hacer que las palabras se formen en mi lengua,
demasiado extrañas y desconcertantes para darles forma. Levanta la cabeza y nuestros rostros
están tan cerca, su aliento abanicando sobre mí, que puedo ver cada punto de color en sus ojos.
Apartando un mechón de cabello húmedo de su mejilla, descubro que ni siquiera necesito
intentarlo. Las palabras vienen espontáneamente, sin esfuerzo o pensamiento.
—Dios, eres tan jodidamente hermosa.
Su respiración se detiene y tal vez la mía también. Pero a pesar de que debería retirar las
palabras, empujarlas muy adentro y nunca dejar que jamás vean la luz del día, me doy cuenta
de que no quiero hacerlo. La he hecho declararme, darme todo, y ha tomado cada pedazo para
mí. Pero si hay una persona en la cabina de la camioneta que es dueña de la otra, es ella.
Le pertenezco a Story Austin.
Y estoy bastante seguro de que siempre lo he hecho.
Capítulo 19
STORY
Una de las ventajas de follar con Killian ayer es que había muy poca presión sobre los arreglos
para dormir por la noche. Killian no parecía esperar nada, y por la forma en que evitó mirarme
a los ojos cuando llegamos a la casa de piedra rojiza, parece que no quería llamar la atención
sobre lo que pasó en la camioneta.
Me llamó hermosa.
No fueron solo las palabras, y creo que ambos somos demasiado inteligentes para fingir lo
contrario. Fue la forma en que las dijo. Estaba en el peso de su mirada y el movimiento de su
pulgar en mi mejilla. Era el tono de esta, todo suave y gentil y lleno de asombro. Podríamos
haber follado duro y áspero, pero el momento posterior fue contrastante y confusamente tierno.
No es una mirada que estoy acostumbrada a ver en Killian.
El sexo era casi demasiado intenso. Si tuviera que usar solo dos palabras para describirlo,
serían “dulce brutalidad”. Al igual que siempre es el sexo con Killian, había sido un poco
aterrador. Y a diferencia del sexo con Killian, mi terror no tenía nada que ver con el hombre
dentro de mí. Era esa cautivadora construcción de energía, como si la iluminación exterior
hubiera golpeado justo dentro de mis venas, convirtiendo mi sangre en lava caótica. No tenía
sentido, impulsada por algo más fuerte y mucho más complicado que la mera necesidad. No
estoy segura de que me haya gustado.
Posiblemente, tendré que intentarlo de nuevo.
Solo para asegurarme.
Ahora, estoy de pie frente a mi espejo, girándome de un lado a otro para asegurarme de
que el elegante vestido negro que llevo puesto oculta cualquier marca. Mi cabello es una cascada
espesa y despeinada de rizos rebeldes. El vestido es ajustado, con un escote profundo, suelto y
pronunciado. Mis ojos están rodeados de un negro carbón suave, los párpados se desvanecen
de un púrpura vivo a un gris ahumado. El labial que elegí se llama “orquídea decaída”, y en
contraste me hace ver dos tonos más pálida.
Soy la cita perfecta de Rath.
Su actuación en el banquete anual de exalumnos del Homecoming de Forsyth requiere
un poco de amor, que es un papel que se esperaba que cumpliera desde el momento en que
puse la pluma en el papel. Sé muy bien que se ha estado preparando. Lo he escuchado allá
arriba todas las noches, las notas familiares flotando hacia mí desde un piso de distancia. Al
menos he dejado de imaginarme en su cama al escucharlo, sus brazos envolviéndome, su
respiración uniforme haciéndome cosquillas en la oreja.
La verdad es que no siento mucho más que un leve zumbido de nerviosismo por lo que
está por venir. Seré el adorno del brazo de Rath. Le daré un beso en la mejilla y le desearé
suerte. Fingiré que las cosas que me dijo en el estacionamiento significan muy poco.
Y luego lo veré caer.
Bajo las escaleras con cuidado sobre mis tacones, tan concentrada en mis pasos que no es
hasta que llego al rellano que me doy cuenta de que Killian no está solo. Los ojos azules de
Tristian han seguido mi acercamiento, con una ceja levantada mientras deja escapar un silbido
bajo.
—Dulce Cereza negra —saluda, con la cabeza torcida mientras me inspecciona. Tristian se
fue hace dos días y aparte de un par de mensajes de texto y fotos con él y sus hermanas, no he
sabido mucho de él.
—¡Estás de vuelta!
—¿Me extrañaste? —Sus ojos brillan de placer cuando lanzo mis brazos alrededor de su
cuello. Me levanta de mis pies y me da una vuelta—. No podía perderme de ver a nuestra Lady
toda vestida, ¿verdad?
Pero cuando retrocedo, me doy cuenta de que no soy la única que está disfrazada. Tristian
lleva un impecable traje blanco, su pelo rubio peinado impecablemente, y Killian está vestido
de azul marino oscuro, con los tatuajes casi ocultos bajo la pulcra cortina de ropa masculina. Mi
hermanastro mastica perezosamente un chicle, con los ojos fijos en mi escote. Ociosamente, me
pregunto cuándo se esperará que sea para él: una cita hecha a la medida de sus gustos, alguien
para presumir en lugar de alguien para esconderse detrás de las puertas y las sábanas. Me
pregunto si estaré lista cuando suceda.
La transformación de Rath es la más notable.
Me giro cuando lo escucho bajar las escaleras, me quedo sin palabras al verlo. Se ha
quitado los piercings para la ocasión y está vestido de negro. Se ha quitado el pelo de la cara,
pero todavía está lo suficientemente desordenado como para reconocer al hombre problemático
que hay debajo. Apenas…
Cuando nuestros ojos se encuentran, hace una pausa, su mirada oscura deja la mía solo
para mirar mi vestido negro. Sus largos dedos abrochan el botón de su chaqueta, un movimiento
rápido y hábil, y luego se aclara la garganta. —¿Listos?
Dejo a Tristian para ir hacia él, pasando mi palma por su solapa almidonada. —Luces bien.
—Atrapo su mirada, dándole una suave sonrisa. Es una rama de olivo que necesito
desesperadamente que tome.
La grieta en su exterior viene en forma de una exhalación lenta mientras me mira, sin
parpadear. Finalmente, su brazo se enrolla alrededor de mi cintura, acercándome. Se inclina
para susurrarme al oído: —¿Cómo se supone que debo concentrarme allí cuando sé que estarás
en la audiencia, luciendo tan obscenamente irresistible?
Trato de no temblar al sentir la punta de su dedo deslizándose por mi escote, enviándole
una sonrisa lenta. —Estoy segura de que te las arreglarás. —Me esfuerzo para dejar un beso en la
comisura de su boca.
Si escucha algo sospechoso en mis palabras, no lo deja ver. En cambio, simplemente toma
mi mano y la mete en el hueco de su brazo, llevándome hacia la puerta. Es extraño imaginar mi
aspecto, cubierto por la oscuridad de Rath, flanqueado por la luz de Tristian y la dureza de
Killian. Me pregunto si finalmente estoy aprendiendo lo que significa ser una mujer de la Realeza
de Forsyth. Ser a la vez despiadada y sonriente. Rígida y flexible. Sincera y sintética.

Hay muchos más alumnos de los que esperaba en el vestíbulo del auditorio. Por un momento,
tengo dudas acerca de continuar con eso, pero luego miro el brazalete en mi muñeca y encuentro
mi resolución. Cerca de un torso de bronce del fundador del programa, puedo ver a algunos de
los otros miembros de la Realeza. La Baronesa toca el violín, y puedo ver a sus Barones en la
primera fila, estoicos y quietos. Los Condes, incluido Pérez, están vestidos de negro,
presumiblemente aquí para apoyar a la Condesa, Sutton.
La Princesa está junto a otros dos estudiantes de último año en la entrada, repartiendo los
programas. Tristian estira el cuello para poder verla bien, y luego se inclina hacia delante para
sonreírle a Killian.
—¿Viste a la Princesa? —él pregunta.
—Sí, la vi. Sin anillo.
Tristian niega con la cabeza. —¿Cuánto tiempo ya? ¿Tres años?
Killian está de acuerdo: —Tres años, tres fracasos.
Frunciendo el ceño, pregunto: —¿Qué quieres decir?
—La princesa no puede quedarse embarazada. —El labio de Tristian se curva en una sonrisa
divertida—. Sin bebé, sin heredero.
—¿Disculpa qué?
Killian resopla. —Están jodidamente obsesionados con eso. La Princesa tiene tres meses
para quedar embarazada o empiezan de nuevo con una chica nueva. Autumn, o como se llame,
probablemente esté en su último mes si aún no está embarazada. La presión es intensa debido
a todas sus tradiciones y legados.
Pienso en las conversaciones de la reunión de bienvenida y todo tiene un poco más de
sentido. O algo así. No es que crear un heredero para un montón de estúpidos chicos de
fraternidad tenga sentido, pero cada vez más aprendo que Forsyth no es como la mayoría de los
lugares.
—¿Y ella sabía esto cuando solicitó ser su Princesa?
—Definitivamente —dice Tristian—. La solicitud para ser princesa es más que una simple
entrevista. Hay todo un baile de máscaras y un proceso de selección. Aparentemente, es un
honor llevar a un Príncipe bastardo remilgado.
—Idiotas —murmura Killian. Nuestros ojos se encuentran por un breve y caluroso momento
antes de que rápidamente mire hacia otro lado.
—Bueno, ¿no se ven guapos, muchachos? —Los tres nos giramos. Mi mamá, vestida con
un vestido dorado reluciente, nos sonríe ampliamente, mientras Daniel termina una
conversación con otro cliente y se acerca a ella—. ¿No lucen guapos, Daniel?
—Hijo —dice, palmeando a Killian en la espalda. Luego empuja su mano hacia afuera—.
Tristian.
Tristian le da la mano y siento una oleada de tensión entre los dos. Mi madre, como
siempre, está ajena. —Mi pequeña Story —dice, tirando de mí para darme un abrazo—. Te ves
tan bonita, aunque el maquillaje es un poco pesado, ¿no crees?
Pongo los ojos en blanco. —Tú también te ves bien, mamá.
Me suelta, dejándome en la incómoda posición de tener que saludar a Daniel. Le doy una
sonrisa tensa y me preparo para un abrazo. Antes de que pueda, el brazo de Tristian se desliza
alrededor de mi cintura y me acerca. —Sra. Payne, se ve excepcional. Estaba a punto de
extenderle una invitación a la fiesta de la fraternidad esta semana. Parece una chica de
hermandad.
Mamá se ríe, como una colegiala, antes de lanzarle a Tristian una mirada de amonestación.
—Tristian, ¿cuántas veces te he dicho que me llames Posey?
—Pensé que no podías venir esta noche —Killian le dice a su padre, con la boca apretada
en una línea infeliz—. ¿No tuviste una reunión de negocios?
—La tuvo —dice mi mamá, interrumpiendo—, pero le dije que teníamos que estar aquí para
apoyar a Dimitri en su gran noche. Ha trabajado muy duro para llegar aquí. Todos esos largos
días y noches practicando. —Ella me da una mirada—. Muestra cuán exitoso puedes ser si te lo
propones.
Mi madre no se avergüenza de su decepción por mi huida del internado. Sintió que era
una falta de respeto a Daniel, quien gastó tanto dinero para enviarme allí. Uno pensaría que una
mujer con la experiencia de vida de mi madre tendría una mejor conciencia de sí misma, pero
supongo que no puedo culparla por vivir en la tierra de la negación. Es la misma carta de
“Daniel”, después de todo.
Sale una mujer vestida de negro y anuncia que el programa está a punto de comenzar.
Tristian apoya su mano en mi espalda baja, empujándome hacia la puerta. Ni a mi madre ni a
Daniel se les pasó por alto el gesto, asimilando la afirmación de Tristian con diversos grados de
curiosidad. Tomo mi programa de Autumn y trato de no mirar su dedo anular o su estómago.
Fallo en ambos.
Los nervios me hacen cosquillas en la columna cuando entramos en el auditorio y
localizamos los asientos reservados para nosotros por Rath. Una vez más, me pregunto si debería
hacer algo, como activar la alarma contra incendios, apagar las luces, pero es demasiado tarde.
Todo está hecho.
Los asientos se llenan a nuestro alrededor y soy hiperconsciente de los programas de papel
color crema en las manos de cada persona en la sala, incluidas las otras fraternidades. Es como
si hubiera doscientas bombas de relojería y yo fuera la única que sabe que están a punto de
detonar.
—¿Estás bien, cariño? —Tristian pregunta, siempre mirándome—. Te ves un poco pálida.
Lo miré fijamente, apartando mi cabello de mi cuello y dándole una dulce sonrisa. —Sólo
tengo un poco de calor.
Afortunadamente, hay movimiento en el escenario, atrayendo la atención de todos.
Tristian apoya su mano en mi pierna, y estoy a la vez aliviada y nerviosa de que esté haciendo
esos gestos públicos frente a mi madre. Por el brillo en sus ojos, apuesto a que la perspectiva de
que aterrice en un Mercer la tiene llena de emoción.
Una vez más, pienso en la Princesa y su intento de quedar embarazada voluntariamente.
Jesús. Eso es definitivamente un no-no con los Lords. Está en el contrato que debo tomar
anticonceptivos. Aunque, con la forma en que Killian se obsesiona con llenarme con su corrida,
tengo que preguntarme qué pasaría si realmente quedara embarazada.
Probablemente me amarrarían a otro tipo de mesa y se encargarían de eso.
Eso es lo que pienso mientras las luces se apagan. En cómo estas personas, estos hombres,
quieren el control absoluto, particularmente conmigo. No tengo autonomía sobre mi propio
cuerpo, ni siquiera con la ropa que llevo puesta ahora mismo. Claro, elegí el vestido para Rath,
pero solo porque él lo había elegido primero. Las pequeñas cosas que hago para recuperar mi
control son cada vez más importantes en el esquema general de las cosas.
Al menos hasta esta noche.
Mi corazón late con ansiedad mientras la habitación cae en un suave silencio,
concentrándome en el escenario. Abro mi programa, hojeando la lista de artistas en busca de
un nombre: Dimitri Rathbone. Mi corazón da un vuelco cuando leo su biografía.
Es exactamente como la entregué.
Esta noche todo cambia. Ya no iré por las pequeñas cosas. Después de esta noche, también
iré a por las grandes.

Nos sentamos a través de cada actuación, el solo de violonchelo, el trío de violinistas, los grupos
a capella. Por lo que Rath me dijo de antemano, es una presentación para los exalumnos y otros
estimados invitados, las personas que brindan las donaciones financieras para mantener la
escuela de música al día con nuevos instrumentos, equipos y los mejores instructores. Pero es
más que eso. Hay personas importantes en la audiencia. El director de orquesta de la Sinfónica
de Nueva York, me dice mi madre, además de los diversos organizadores de becas de arte y
actuación. Hay mucho dinero en esta habitación, y aunque Rath me dijo que está atrapado en
este mundo olvidado de Dios de Daniel, sé que quiere salir. Quiere opciones.
Lástima que sea un gilipollas manipulador que no se merece nada de eso.
Apenas escucho a los músicos mientras son presentados y acomodados para actuar. El
martilleo de mi corazón es más fuerte que el bajo profundo que llena la habitación. Las náuseas
retumban en mi vientre, empujando la bilis hacia la parte posterior de mi garganta. He sido una
Sugar Baby, una ladrona, una escapista, pero esto es lo más peligroso que he hecho. Y lo estoy
haciendo todo mientras uso un vestido caro y zapatos de tacón.
No hay vuelta atrás. Cada persona en la audiencia tiene una copia de mi engaño en sus
manos. Mi venganza. El merecido de Rath.
Estoy concentrada en esas hojas de papel, viendo cómo la gente en la audiencia revisa sus
programas justo antes de que se anuncie a cada artista. Me detengo en el violonchelista que
aparece ante Rath, leyendo su biografía.
David Grayson: estudiante de tercer año de Winston-Salem, Carolina del Norte. Toca el
violonchelo desde los doce años. El ganador del Premio Nacional de Orquesta y la Beca
Guthman.
El murmullo comienza en el momento en que David abandona el escenario, llevando
consigo su violonchelo. Algunas risas se tambalean a través de la habitación silenciosa, y luego
la mujer a mi lado jadea y empuja el programa al hombre que está con ella, susurrando
furiosamente. Miro astutamente a Killian y Tristian. Killian está dormitando a mi lado, con los
ojos cerrados. Tristian está jugando no tan discretamente en su teléfono con una mano y
acariciando mi muslo con la otra.
No hay vuelta atrás. Es hora del espectáculo.
Me enderezo en mi asiento, lo que instantáneamente atrae la atención de Tristian. Mirando
mi programa, finjo un suspiro de sorpresa y digo: —Oh, Dios mío.
—¿Qué? —susurra, deslizando su teléfono en el bolsillo de su chaqueta y sacando el
programa—. ¿Rath es el siguiente?
Asiento con la cabeza. La expresión de pánico en mi rostro no es falsa en lo más mínimo.
—Hay algo... joder. Tristian, su biografía. —Coloco una mano temblorosa sobre mi boca—. Por
favor, dime que es solo mi copia.
Tristian lo lee, sus facciones se quedan inquietantemente quietas. —¿Es esta la biografía
que entregaste?
—No, por supuesto que no —espeto. Killian se mueve a mi lado, despertando—. Quiero
decir, lo entregué, pero no se veía así. Esto no es lo que les di.
—¿Qué ocurre? —Killian pregunta, frotándose los ojos con los dedos—. ¿Por qué se están
volviendo locos?
—La biografía de Rath —sisea Tristian, inclinándose hacia adelante para mirar a Killian a
mi lado—. Alguien jodió con eso.
Empujo mi programa doblado en la cara de Killian y observo mientras lee las palabras
que sé de memoria.
Dimitri Rathbone: Junior, con especialización en piano clásico. Dimitri es el ganador del
prestigioso Forsyth Music Award. Aunque es un estudiante consumado con un cuatrocientos en
el SAT, es un analfabeto que apenas funciona y se graduó de la escuela secundaria amenazando
y sobornando a sus compañeros, maestros y administradores para que pasaran por alto su
discapacidad de aprendizaje paralizante.
—Mierda —suspira Killian, viéndose repentinamente más alerta. Aunque él y Tristian
intercambian una mirada de pánico, no puedo dejar de notar que ninguno de los dos dice una
palabra sobre si no es cierto. Cada palabra es un hecho.
—Me gustaría presentar a nuestro próximo artista —dice el locutor desde la esquina del
escenario—. Dimitri Rathbone es un junior, con especialización en piano clásico. Dimitri es el
ganador del prestigioso Forsyth Music Award. Un estudiante consumado con un cuatrocientos
en el SAT, es un analfabeto que apenas funciona y se graduó de la escuela secundaria
sobornando… —Su voz se corta bruscamente, la boca se cierra cuando sus ojos leen el programa.
Por un largo momento, parece no estar segura de qué hacer. En última instancia, le da a la
audiencia una sonrisa perfecta y presenta—: Dimitri interpretará una pieza solista original, titulada
Triste Historia3 en C Menor.
Rígido, Rath emerge de detrás de la cortina y una fuerte carcajada resuena desde la
primera fila. Sutton mira hacia atrás con una sonrisa y siento que ambos chicos se tensan a mi
lado. Puedo decir por la mirada pálida y tormentosa en su rostro que Rath escuchó la
introducción, o lo poco que leyó antes de darse cuenta.
Su cuerpo se tensa y se enrosca en el instante en que escucha la risa, y lo recuerdo muy
claramente contándome sobre esos momentos en la escuela primaria, cómo la risa burlona de
sus compañeros de clase todavía lo persigue. Al principio, trata de ocultar su reacción en su
rostro, ojos en blanco y sin emociones, pero veo el tic de su mandíbula, la ansiedad en la curva

3
El nombre de la protagonista en español.
tensa de su hombro. Se sienta en el banco y alcanza la partitura, pero sus manos temblorosas
buscan a tientas las páginas y una de ellas cae al suelo.
El público estalla en una renovada ola de risas.
Cuando se acurruca para recogerlo del suelo, el tendón de su cuello está rígido, abultado
y su rostro ya brilla por el sudor.
Me sorprende sentirme aliviada cuando suenan las primeras notas. La verdad es que,
incluso sabiendo cuánto me ha hecho daño, es difícil ver esto. La forma en que su boca se frunce
en una mueca irregular. Cómo tropiezan sus dedos con las notas. Sé que ha practicado durante
semanas. Esto es algo que probablemente podría tocar mientras duerme, pero ahora sus dedos
se tambalean sobre las teclas, los mismos dedos que me han traído tanto éxtasis y tanta miseria,
y sus hombros se vuelven más rígidos con cada error.
Me pregunto si se siente como se sintió por mí, esa noche en el sótano. ¿Está tratando de
ignorarnos? ¿Está a punto de llorar? ¿Se imagina que está en otro lugar, en algún lugar más
suave y amable?
¿Siente que quiere jodidamente morir?
Termina la pieza, pero apenas, los dedos se detienen en la nota final discordante. El
público espera un tiempo largo e incómodo, hasta que Tristian comienza a aplaudir
agresivamente, llenando el silencio. Es demasiado poco, demasiado tarde, y cuando Rath se
levanta, coge su partitura y se inclina ante la multitud, veo bien sus ojos oscuros y vacíos.
Ahí es cuando lo sé.
Esto que estoy haciendo con los Lords es peligroso. Un día, cometeré un desliz y me
atraparán, y Rath no me lo perdonará. Va a hacer todo lo posible por arrancarme toda la
satisfacción que se me hincha en el pecho al verlo allí arriba, sudoroso y derrotado.
Así que será mejor que lo agarre con fuerza.

Me muevo, sabiendo que Killian me está mirando desde el pie de mi cama.


Puedo sentir el peso de su mirada como algo palpable. Ya no me asusta como antes. De
hecho, es un poco de alivio saber que ha venido por mí, saber que ese pequeño nudo de
anticipación dentro de mi estómago finalmente puede aflojarse y aliviarse. Él hará que me sienta
bien, y si puedo fingir que todavía estoy dormida, incluso lo hará suave y lento.
Mantengo mi respiración uniforme, esperando. Hay un pequeño susurro de movimiento
al pie de la cama, pero nada más. No hay puntas de dedos patinando sobre mis piernas desnudas
o inmersiones en el colchón que señalen su acercamiento. Espero tanto tiempo que mi cuerpo
responde como uno de los perros de Pavlov, una ráfaga de resbaladiza entre mis piernas.
Inhalo profundamente, empujando mis pechos hacia afuera, con la esperanza de
estimularlo a la acción. Un deslizamiento de mi talón contra el colchón mientras mis muslos se
frotan. Un pequeño gemido entrecortado, como si estuviera soñando con su toque. Un tirón de
aire cuando toco mi vientre. La ráfaga de aire en mi piel cuando abro mis piernas
tentadoramente...
Hay una burla baja, y luego: —Cristo, ¿realmente se cree eso?
Mis ojos se abren.
Rath está inclinando una botella de algo ámbar a sus labios, sus ojos oscuros me cortan
como cuchillas de afeitar mientras su garganta salta con tres tragos fuertes. —¿Alguna vez te ha
visto dormir? Porque sé lo quieta que te quedas cuando realmente duermes. Eres como un
maldito cadáver.
Las palabras se apoderan de mis pulmones tanto como lo hace la muerte en sus ojos. Mi
corazón se acelera, porque pensé que había visto a Rath en su peor momento, pero claramente,
estaba equivocada. Parece la sombra de una persona, sus ojos vidriosos están enrojecidos por el
veneno que está vertiendo en su garganta. Está borracho y cabreado, y yo soy la razón de todo.
Tal vez sabe que fui yo...
Tragando, arqueo la espalda, rozando mis dedos sobre la parte interna de mi muslo. Puedo
cambiar esto sí solo uso las herramientas a mi disposición. Dejo que mis piernas se abran, mis
ojos se cierran mientras empujo mis dedos en mis bragas, resistiendo la presión.
Si él piensa que no soy más que su puta, entonces eso es exactamente lo que obtendrá.
—¿Qué estás haciendo? —Apenas está formulado como una pregunta, carece de inflexión
y cualquier cosa que se acerque a la curiosidad. Suena aburrido—. No estoy aquí para follarte,
niña. —Él espera que mis ojos se abran, que mis dedos se deslicen lejos de mi centro, para
decirme—: Despierta y vístete.
Mi pecho sube y baja con respiraciones de pánico. —¿Por qué?
A pesar de su desinterés, todavía me mira, esos ojos muertos de su derecha fijos en mi
entrepierna húmeda. Cuando finalmente aparta la mirada, toma otro trago de la bebida y luego
la tapa, girándose para arrojarla sobre mi tocador. —Necesito que me lleven.
—¿Un paseo? —Finalmente me siento, parpadeando para quitarme el sueño de los ojos. Al
menos mi secreto parece seguro—. ¿Adonde?
—Ya verás —es todo lo que dice, abriendo uno de los cajones de mi tocador. Comienza a
sacar ropa, arrojando algunas al piso y otras a la cama. No es hasta que busca un par de
pantalones negros que me doy cuenta de que es el mismo atuendo que usé esa noche con
Tristian y el fuego.
Por supuesto.
Quiere venganza.
—Rath, espera. —Tropiezo fuera de la cama, deteniéndolo con mi mano en su brazo—.
¿Qué vas a hacer? Porque la última vez, hubo consecuencias, y Tristian estaba lo suficientemente
sobrio como para planearlo. ¿Tú? —Señalo el whisky, la pila de ropa negra—. Esto va a salir a
medias.
Me mira fijamente y me doy cuenta de que se ha vuelto a poner los piercings. Brillan a la
luz de mi lámpara y sé que, si toco uno, estará caliente por su piel. —Si no te vistes y me llevas
a donde tengo que ir, lo haré yo mismo.
Es tanto una amenaza vacía como una promesa vacía. Sabe que no le dejaría conducir en
estas condiciones. Suspirando, me quito la camiseta por la cabeza y alcanzo la ropa.
Así es como me encuentro detrás del volante de mi auto, el auto de Tristian, bueno, mi
auto, Rath encorvado en mi asiento de pasajero mientras conduzco hacia el campus. No pude
quitarle la botella de whisky de la mano al salir de la casa, así que la tiene metida cómodamente
entre los muslos.
Las únicas palabras que pronuncia son órdenes ligeramente arrastradas. —Gira a la
izquierda en el siguiente semáforo.
Tensa e insegura, pregunto: —¿Me vas a decir a dónde vamos?
Salir así fue una mala idea. Tristian podría encontrarnos en un santiamén si quisiera. Podría
llamar y Killian respondería. Pero borracho o no, Rath también es mi Lord, y no tengo ni idea
de cómo decirle que no.
—Vamos al Palacio Púrpura —es su respuesta, con la cabeza inclinada hacia atrás contra el
asiento. Su voz se endurece, el frío dentro de ella hace que un escalofrío me recorra la columna
vertebral—. Es donde viven los Príncipes y su pequeña vaca.
—Jesús —gimo, girando a la izquierda. —¿Qué vas a hacer?
—No tienes que preocuparte —es todo lo que dice, ladeando la cabeza hacia un lado para
mirar por la ventana—. Esto es algo que ya tenía planeado desde hace un tiempo. Todo está
listo.
—Está bien —digo lentamente, sin sentirme en lo más mínimo tranquila. Antes de salir de
la casa de piedra rojiza, tiró un cubo en el maletero de mi coche. Está sellado con una tapa, así
que no sé qué hay dentro. ¿Quizás sea gasolina?—. Pero supongo que todo ese whisky no era
parte del plan, así que tal vez deberías guardarlo para mañana.
No responde.
No es que no crea que la Princesa se merece lo que sea que tiene planeado para ella.
Porque sí que se lo merece. Punto final. Ayudó a Pérez a secuestrarme. No ha sido más que una
perra mezquina, como si yo fuera la equivocada aquí. No, me encantaría ver caer a esa perra.
Pero no a nuestra costa.
—No tiene por qué ser del todo malo, sabes. —Cambiando mi agarre en el volante, trato
de hacer que mis palabras salgan ligeras—. Ahora, está ahí fuera. La gente sabe. Ya no debes
tenerlo colgando sobre tu cabeza todo el tiempo. Puedes conseguir ayuda ahora, ayuda de
verdad, porque yo no soy...
Me interrumpe, la voz oxidada y áspera. —¿Tienes alguna idea de quién estaba en esa
audiencia? —Solo puedo dedicarle un rápido movimiento de mis ojos, pero cuando lo hago,
desearía no haberlo hecho. Sigue siendo la misma persona en la sombra que encontré al pie de
mi cama, solo que ahora me doy cuenta de por qué es tan desconcertante.
Es la mirada de un hombre que tiene muy poco que perder.
Exhalando lentamente, respondo, —¿Tu familia?
Hay una larga pausa y luego una risa áspera. —No. —Sacude la cabeza, levantando la
botella de whisky—. Buscadores de talentos. Los tres más grandes que Forsyth haya visto jamás.
Y ahora solo piensan que sea un maldito idiota que no sabe leer…
—No eres…
—Sino que también eché abajo toda la presentación por eso. —Inclina la botella hacia atrás
antes de agregar—: Así que sí, todo esto es muuuy malo.
No sabía nada de cazatalentos. Mi estómago se retuerce en algo parecido al
arrepentimiento, pero lo empujo hacia abajo. No puedo decir que le estaba haciendo un favor
a Rath, porque sería una mentira. Lo hice porque he sido humillada a manos de los Lords una
y otra vez. Lo hice por esa sonrisa a la cámara que había instalado en su dormitorio. Lo hice
porque cree que soy su puta. Alguien con quien jugar, manipular y usar.
Lo hice porque jodidamente se lo merecía.
Y me niego a sentirme culpable por ello.

La visibilidad es una mierda a causa de la niebla, pero todavía puedo ver el palacio del Príncipe
más allá de la puerta. Es una casa grande que ocupa una cuadra completa de la calle. En
realidad, no es un palacio, pero puedo ver de dónde saca su nombre. Es antiguo, quizás
victoriano, y un enorme muro de piedra rodea el edificio. Hay torres a ambos lados, y supongo
que cuando uno se para en esas habitaciones, tienen una vista casi completa del campus.
—¿Cómo se supone que vamos a entrar en eso? —Pregunto, mirándolo con escepticismo—
. ¿Dónde están?
Se para a mi lado, siguiendo mi mirada, y deja el balde en el suelo. —¿Qué quieres decir
con dónde están? —Frívolamente, lanza una mano en dirección a la casa—. Durmiendo en su
gran cama comunal. Joder, tal vez. Llenando ese coño hasta el borde para que puedan quedarse
con ella.
Giro hacia él, boquiabierta. —¿Están en casa? —Apenas se tambalea cuando empujo su
brazo—. ¡No podemos entrar mientras estén allí! ¿Estás loco?
Sin decir palabra, saca el cuchillo de su bolsillo y lo abre con un chasquido. Retrocedo,
pero él simplemente se agacha en una pequeña caja gris debajo de un teclado numérico. —No,
entraremos por ese lado de la casa. Esa es la debilidad de los Príncipes. —Habla mientras usa la
punta del cuchillo para trabajar un tornillo—. De los Barones también. Les dan estas casas
grandes, ricas de mierda, y se quedan en una habitación como si fueran una manada de lobos.
—Él mira hacia arriba para arquear una ceja hacia mí—. ¿Te imaginas dormir con los tres todas
las noches?
Envuelvo mis brazos alrededor de mi cintura, mis ojos escanean ansiosamente la calle. —
Sí.
Hay una pausa antes de que pregunte: —¿Tú?
Miro hacia abajo para verlo abrir el frente de la caja gris, revelando un nido de cables.
Cambiando de un pie a otro, balbuceo: —Estarías envuelto alrededor de mí como un mono
codicioso, con olor a marihuana. Tristian estaría completamente desnudo y flexionando sus
pectorales, incluso mientras duerme. Y Killian probablemente pasaría dos horas dando vueltas
alrededor de la cama, tratando de encontrar la forma más sutil de masturbarse en mi boca con
ustedes dos bloqueando su pista habitual. —Suspirando, lo miro a los ojos y concluyo—: Sería
insufrible.
Él me da un parpadeo lento y vidrioso. —¿Tristian flexiona los músculos mientras duerme?
—Rath, esto es una estupidez. —Asiento con la cabeza hacia la caja de cables—. Nos van a
atrapar. ¿Podemos por favor solo…?
Voy a preguntar si podemos volver mañana por la noche, pero ante esa palabra,
“estúpido”, algo en sus ojos capta la luz y se endurece. Mete la mano en la caja y enrosca su
puño alrededor de todos esos cables, tirando de él hacia atrás con un gruñido silencioso.
El teclado se vuelve negro.
Entrar en los terrenos implica que Rath abra la puerta lo suficiente como para que yo
pueda pasar, luego tirar del balde y luego mirar con el corazón en la garganta mientras se estruja
entre los hierros, con los brazos temblando por el esfuerzo de mantener el espacio abierto.
A partir de ahí, las cosas son más fáciles de lo esperado. Caminamos por el exterior y Rath
revisa puerta tras puerta. La puerta lateral que da a una terraza. Las puertas francesas en la parte
de atrás. Una puerta de utilidad en el garaje principal.
Exasperantemente, es la puerta principal la que está abierta.
Cuando la perilla cede, Rath me lanza una mirada, poniendo los ojos en blanco. —Y tú
crees que somos arrogantes.
El fácil modo de entrada no hace que mi corazón lata menos mientras entramos en silencio
al vestíbulo. Rath cierra con cuidado la puerta detrás de nosotros y luego se lleva un dedo a los
labios, como si yo fuera el que necesita que le digan que se calle. Ignora la mirada de pánico
que le envío, toma el balde y camina sin hacer ruido hacia las escaleras.
Estoy reconsiderando seriamente toda la idea de llamar a Killian mientras subimos al
segundo piso, deteniéndonos en cada escalón para evaluar cualquier crujido. Tomo un puñado
de la parte de atrás de la sudadera con capucha negra de Rath, la tela suave y gastada contra mi
palma mientras nos arrastramos lentamente por el pasillo. Estoy ejecutando escenarios una y
otra vez en mi cabeza. Cuando, no sí, cuando nos atrapen, ¿qué pasará? ¿Llamarán a la policía?
¿O son como Pérez y mis Lords, felices de tomar cosas como la venganza y la justicia en sus
propias manos? Y si es así, ¿qué nos harán?
Asquerosamente, el rastreador implantado debajo de mi piel me está brindando consuelo
en este momento.
Todavía me siento asqueada ante la idea de que Rath se detenga y se gire hacia una puerta.
Solo está abierta una rendija, y observo con tensión cómo se estira para empujarla suavemente
para abrirla.
Se me hela la sangre por lo que veo.
Hay una cama gigante, incluso más grande que la de Killian, y solo un rayo de luz, tal vez
de un baño en suite. Pero no hay duda de los tres Príncipes y su Princesa, todos profundamente
dormidos mientras observamos. Los cuatro están completamente desnudos, las pollas y los
testículos de los Príncipes a la vista mientras la Princesa descansa entre dos de ellos, con la
espalda subiendo y bajando con sus respiraciones uniformes.
Es un momento surrealista, darme cuenta de que estoy viendo a estas personas en su punto
más vulnerable. Rath, mi Lord, podría entrar allí ahora mismo y hundir ese cuchillo suyo en la
carne blanda, y no habría nada que pudiera hacer para detenerlo. Hay miedo y pavor, sí, tan
espeso que me revuelve el estómago. Pero también hay una sensación de poder al mirar a mi
Lord y ver ese brillo violento en sus ojos.
Le doy un tirón furioso a su sudadera.
Sin hacer ruido, me lleva lejos.
Lo que sea que esté buscando está en el otro extremo de la casa. Atravesamos un pasillo,
y luego otro, de norte a sur. La luz es más tenue aquí, pero hay habitaciones que aún parecen
usadas. Uno con un tocador y ropa desparramada (vestidos, faldas, blusas), claramente de
Autumn. Hay otra habitación con una decoración más masculina, probablemente perteneciente
a uno de sus Príncipes.
Y luego está la habitación a la que sigo a Rath.
—¿Qué es esto? —Respiro, observando la habitación con una aprensión atónita.
Después de dejar el balde, Rath cierra con cuidado la puerta detrás de él, aflojando la
perilla con la mano. Su respuesta llega en una exhalación, llevada sin tono por la misma
indiferencia en su rostro. —La guardería, por supuesto.
Es como algo salido de un anuncio. Toda la habitación tiene un ligero olor a talco para
bebés. Hay una cuna contra la pared hecha de madera oscura intrincadamente tallada. Parece
vieja, como si tal vez estuviera hecha con la casa misma. La ropa de cama en el interior es de
un amarillo suave e inmaculado, con lucecitas centelleantes que cuelgan como una constelación.
En la pared de arriba hay un tapiz finamente bordado que parece tan antiguo como el mismo
pesebre: una mujer de barriga grande con cabellos dorados sueltos y una corona posada sobre
su cabeza.
Una princesa.
Lo miro todo con una creciente sensación de asombro. —Estas personas están jodidamente
locas. —Pensé que los Lords estaban locos con su masoquismo y sus reglas, pero este es otro
nivel, completamente. Reclutar a una chica al azar para llevar su engendro real es tan ridículo
que esto se acerca seriamente al territorio de personas locas haciendo juegos de rol y
tomándoselos en serio.
Cuando me giro para mencionarle esto a Rath, lo encuentro inclinado, clavando la punta
de su cuchillo debajo de la tapa del balde.
Retorciendo mis manos, pregunto, —¿Qué es eso? —Por mucho que odie a la Princesa, no
puedo estar de acuerdo con quemar su casa, especialmente no con ellos todavía en ella. Los
despertaré yo mismo antes de dejar que eso suceda.
Actúa como si ni siquiera me escuchara, hundiendo el cuchillo profundamente y dándole
un giro. La tapa se levanta y él la retira, tirándola a un lado sin cuidado.
Observo a regañadientes el contenido, con la frente arrugada y un ceño fruncido
confundido. —¿Es... pintura?
—No. —Me lanza una mirada, cerrando el cuchillo con un movimiento rápido de su
pulgar—. Son cinco galones de sangre.
—¡¿Qué?! —Es todo lo que puedo hacer para mantener mi voz en un grito susurrado—. ¿De
dónde sacaste cinco galones de sangre?
—Bebé —dice, deteniéndose para sostener mi mirada—. ¿Es eso realmente algo que quieres
saber?
Después de pensarlo por un momento, decido: —No.
Observo en un silencio desconcertado mientras se baja la cremallera de la sudadera con
capucha y se la quita. Se estira para agarrar el cuello de su camisa a continuación, tirando de
ella por encima de su cabeza. Agita su cabello, haciéndolo caer sobre sus ojos, pero aún puedo
ver su mirada a través del flequillo, oscura y desafiante. Con la barbilla levantada, tira su camisa,
las cuerdas de sus músculos se mueven con el movimiento. Sé instintivamente lo que me pide
que haga.
Sostengo su mirada mientras lo copio, quitándome el suéter y luego la camiseta sin mangas,
de pie sin nada más que mi sostén y mis jeans. —¿Qué vamos a hacer? —pregunto, con la voz
quebrada por la incertidumbre.
Se agacha para hundir un brazo largo y desnudo en el cubo de sangre. Cuando levanta la
vista para sonreírme, se transforma en el mismo hombre que había visto esa noche en la bañera.
Un demonio, de ojos negros, perforaciones que brillan como colmillos. Solo que ahora se levanta
y trae un brazo empapado de rojo con él, la sangre cae en cascada por sus dedos en gruesos
riachuelos.
Con un látigo de su brazo, salpica horriblemente contra la pared. La cuna. El tapiz.
A mí.
Me estremezco ante el chorro de sangre, cortada en una fina línea a través de mi torso.
—No sospecharán de nosotros —dice, agarrando otro puñado de sangre. Arroja este contra
la cuna, la sangre mancha la ropa de cama amarilla como la escena de un crimen. Luego,
comienza a caminar, lanzando más—. La sangre es una marca registrada de los Barones. La usan
en sus extraños y jodidos rituales. Algunos dicen que incluso la beben, aunque, para ser justos
—se gira para mirarme por encima del hombro—, la gente de por aquí tiende a exagerar los
chismes. Él acentúa esto con una salpicadura de sangre contra la ventana, usando su palma para
mancharla—. Que es algo que estoy seguro de que todos estarán haciendo mañana. Hablando
mierda, difundiéndola por todo el campus, riéndose mucho.
Hay un lavabo en la esquina, una de esas cosas de porcelana anticuadas que solían tener
un propósito, pero ahora son principalmente para decoración. Lo arrebata de la mesa y lo
sumerge en el balde, arrancándolo con un movimiento rápido. La sangre salpica asquerosa a
través de la pared, goteando como algo salido de una película de terror.
—¿Y bien? —Me está mirando, esperando, con el pecho agitado por la respiración furiosa.
Tragando, camino hacia adelante, mirando la superficie de la sangre espesa. Está tan
oscuro que es casi negro, y se siente pegajoso y frío contra mi mano cuando la sumerjo dentro,
haciendo una mueca. Elijo la puerta, salpicando una 'x' descuidada. Es extrañamente fascinante,
un poco como un proyecto de pintura que tenía en la clase de arte de segundo grado. Mientras
admiro mi trabajo, la sangre gotea lentamente de mi mano, Rath está detrás de mí rociando la
cuna con la sustancia. La sangre cae como una cascada sobre el pequeño colchón y, en algún
momento, se ha manchado de sangre el costado.
Parece sacado de una película postapocalíptica. Ojos vacíos y enloquecidos, cubiertos de
sangre, mandíbula apretada con sombría determinación. La sangre que arroja salpica como una
explosión carmesí sobre la mecedora del rincón. El cambiador recibe una capa de rojo, y luego
la pantalla y todas sus borlas de cristal. Lo salpico sobre las paredes, sintiendo crecer dentro de
mí lo salvaje mientras profanaba este lugar destinado a la inocencia y el nacimiento. Si la casa
de los Lords está llena de cosas muertas, entonces el Palacio Púrpura está lleno de cosas que no
deberían ser creadas. El potencial está ahí, pero nunca estará bien. No hay nada enriquecedor
en esta casa o en las personas que la habitan.
Me estremezco al pensar en alguien que traiga a un niño a este lugar.
Sumerjo una almohada en el balde y la golpeo contra la puerta del armario, creando una
flor de color rojo espeluznante. Cuando me vuelvo para hacerlo de nuevo, encuentro a Rath
frente a la parte más limpia de la pared, los músculos de su brazo se mueven mientras pinta un
diseño con los dedos.
Un pentagrama.
Teniendo una idea, cubro mis palmas y enrosco mis dedos en ellas, presionando el lado
meñique de mis puños contra la pared. Cinco puntos encima de cada uno y se ven como
pequeñas huellas de bebé. Cuando miro, Rath me está observando, la comisura de su boca se
alzó en una sonrisa perversa y perversa que no puedo evitar devolver. Él me copia, y durante
unos minutos, hacemos un pequeño camino alrededor del pentagrama, estrechándolos hasta la
esquina empapada de sangre. Lo termino garabateando dos palabras sobre el papel tapiz
texturizado:
La esterilidad.
Tal vez Rath piensa que puede mejorarlo, porque de repente levanta el balde, camina
hacia la cuna y vierte el resto de la sangre en él. Fluye de entre los barrotes en riachuelos,
brotando hasta el suelo en gruesas cintas.
Solo puedo imaginar las miradas en sus rostros cuando abran la puerta para encontrar
esto.
Ojalá pudiéramos plantar una cámara.
Cuando termina, Rath mira fijamente la cuna como si estuviera hipnotizado al verla. Lo
observo pasar una muñeca por su frente, dejando una espantosa mancha de sangre a su paso.
Metiendo la mano en la cuna, saca un osito de peluche empapado de sangre. Era amarillo
cuando llegamos por primera vez, alegre y brillante y un poco espeluznante.
Lo empuja contra la pared, saca el cuchillo de su bolsillo y lo apuñala justo en el corazón.
Cuando retira las manos, el osito de peluche permanece clavado allí como una crucifixión.
En el segundo en que nuestros ojos se encuentran, soy yo la que está hipnotizada. Acecha
hacia mí como una entidad malévola, salpicada de sangre y con los ojos negros, y cuando me
empuja contra la pared, voy de buena gana, sintiendo una profunda conciencia de que nunca
podrá descubrir la verdad.
Dimitri Rathbone me destruirá.
Puedo sentirlo en la forma en que sus ojos buscan los míos, sus dedos recorriendo mi
rostro. Dejan un camino fresco, pegajoso y húmedo desde mi frente hasta mi barbilla. Este es
Rath, vistiéndome con su pintura de guerra. Me está diciendo, me perteneces.
Siento el beso hasta los dedos de mis pies cuando su cuerpo resbaladizo surge contra el
mío. Sus manos son resbaladizas, deslizándose sobre mis costillas y pechos como si yo fuera su
nuevo lienzo. Me agarro a sus caderas cuando me mete un muslo entre las piernas, invocando
la misma magia oscura que se apoderó de mí cuando lo encontré a los pies de mi cama. Mi
cuerpo cobra vida en un torbellino de respiraciones ásperas y nervios encendidos, desesperado
por su extensión de piel, calor y músculos tensos.
Sería tan fácil ceder, al igual que con Killian y Tristian, tan fácil abrirme a él, dejarlo tirar,
empujar y tomar.
Y entonces no me quedaría nada.
Agarra mi cara entre dos manos fuertes cuando trato de apartarme, su frente rozando
dolorosamente la mía.
—¿Por qué no me follas? —pregunta, tan cerca que sus ojos no son más que un vago borrón
de obsidiana.
Tragando saliva, respondo: —Si nos quedamos aquí mucho más tiempo, nos atraparán.
Empuja mi cabeza contra la pared con una sacudida apenas controlada. —No me mientas,
Story. Se que lo quieres. —Él acentúa esto levantando su rodilla, moliéndola en mi centro.
Cuando mi mandíbula se afloja, aprovecha la oportunidad, lamiendo acaloradamente la
comisura de mi boca—. Lo quieres, pero me estás alejando. Dime por qué. —Su voz es un gruñido
bajo, desafiándome a mentir de nuevo.
No me molesto.
Mirándolo a los ojos vacíos, digo la verdad, masticando las palabras como si fueran
cartílago. —Porque eres cruel y sin corazón, y la idea de dejar que algo tan muerto entre en mi
cuerpo me da ganas de vomitar.
Hay una larga pausa, su pecho roza el mío con cada respiración que pasamos entre
nosotros. —¿Crees que te llamé puta por ser malo? ¿Crees que lo hice para hacerte daño? —
Inclina mi cabeza hacia atrás, sus pulgares se clavan en mis pómulos—. Te conozco, chica. Es lo
más bajo que posiblemente puedas pensar de ti misma. Y lo acepto. ¿No lo entiendes? —Se ve
frustrado y apresado, la hendidura entre sus cejas me ruega por algo que no puedo comprender—
. Porque incluso si es verdad, no me importa una mierda. Eso es suficiente para mí, eres suficiente
para mí. No dije eso para lastimarte. Lo dije para liberarte. —La sonrisa que se dibuja en su
rostro es aguda, amarga y llena de maldad—. Pero no soy suficiente para ti, ¿verdad? Ese es el
verdadero problema. Tristian tiene dinero y Killer tiene gloria, pero yo solo soy el estúpido hijo
de puta que cuelga de sus faldones. ¿No es así?
—¿Crees que no te quiero porque no eres lo suficientemente rico o de élite? —Sacudiendo
la cabeza, levanto la mano para tocar su mandíbula—. Todo lo que odias de ti mismo podría ser
amado. Son la mejor parte de ti. Tu mente es hermosa, Dimitri. —Casi duele ver el destello de
esperanza en sus ojos, toda esa furia desapareciendo—. Pero tu corazón es feo y retorcido.
Ese destello de esperanza se extingue cuando sus párpados caen. —¿Qué significa eso…
No tiene la oportunidad de terminar.
Nuestros teléfonos suenan al mismo tiempo, arrancándonos del momento. Es casi tan
doloroso dejarlo como permanecer dentro, pero sé que en el momento en que veo el nombre
de Tristian en mi pantalla se nos acaba el tiempo.
Rath está silencioso y sombrío mientras recoge nuestra ropa y la mete en el cubo. Lo sigo
sin decir palabra cuando sale de la habitación, con los dedos metidos en la cintura mientras me
lleva de regreso a través de los pasillos. Contengo la respiración cuando pasamos por su
dormitorio, sabiendo que todos están acostados abrazados, estas personas arrogantes jugando
con la creación cuando ni siquiera son lo suficientemente inteligentes como para saber que
albergan a dos intrusos.
Borracho o no, si llega el momento y se despiertan, apuesto a que Rath podría vencerlos,
porque es posible que aún no se den cuenta, pero él es suficiente.
Me pregunto si fue así para las otras mujeres reales. ¿Sutton se encontró sintiéndose así,
ese día en el estacionamiento, cuando me llevó a la camioneta de Pérez? ¿Miró a su conde y
pensó para sí misma: el mío es mejor que el tuyo? ¿De ahí viene toda su jodida audacia?
Si es así, es débil.
Sé de dónde quiero que venga mi fuerza, y me niego a sacar nada de eso de estos chicos
fríos y vacíos.
Capítulo 20
STORY
Tristian es sorprendentemente poco amable cuando nos empuja a Rath y a mí bajo el chorro de
la ducha, entrando detrás de nosotros. —Qué mierda… —sigue murmurando entre dientes,
frotando frenéticamente la sangre de mi piel con las palmas de las manos. Mi carne está en carne
viva, rosada por la esponja abrasiva que enjabonó. Al menos el agua está tibia—. Maldita mierda
enferma, tóxica, cargada de hepatitis, sangre de Baron.
—Me alegra ver que no estás exagerando ni nada —dice Rath desde el otro lado de la
ducha, desnudo y de aspecto relajado. En algún momento, reclamó su botella de whisky y no
parecía dispuesto a dejarla ir, incluso cuando se quitó la ropa. Se la lleva a la boca mientras
Tristian enjabona la esponja por segunda vez.
Nos estaba esperando en el garaje, de pie en la oscuridad, preocupado y molesto. Nos
obligó a desnudarnos allí, quejándose del rastro de sangre por la casa y la Sra. Crane. La
mención de ella fue la razón por la que accedí inmediatamente a desnudarme por completo. No
quería experimentar su ira.
Tristian nos condujo a su ducha, encendiendo los cabezales de la ducha y ordenándonos
que entráramos. Rath tomó un lado y yo tomé el otro. Tristian se desvistió y entró con nosotros,
armado con productos de baño de alta gama, incluidos cepillos que parecen dispositivos de
tortura.
—No puedo creer que seas tan jodidamente imprudente y… —Haciendo una pausa, la
mandíbula de Tristian se endurece—. En realidad, puedo creer eso. Pero tú. —La mirada que
Tristian me da hace que me dé la vuelta, sin ganas de lidiar con eso. Responde agarrando mi
cabello con un puño y restregando la esponja por mi costado—. Deberías haberme despertado.
O llamarme. Haber hecho algo. No irte en la puta noche como…
—¿Como ella hizo contigo? —pregunta Rath, mirando perezosamente mientras Tristian lava
la sangre.
—Eso fue diferente —argumenta Tristian, haciéndome girar bruscamente. Su mirada sigue
los movimientos de la esponja, los ojos apretados en las esquinas—. Yo no estaba borracho y
enojado. Lo hice de la manera correcta.
—¡Bueno, pues no acababan de sabotear todo tu futuro frente a las cabecillas de toda una
industria! —La rabia crece bajo su piel—. Y no consideraría el “haciéndolo de la manera correcta”
ya que Daniel te tiene grabado en una cinta.
—¿Qué? —Pregunto. Es la primera vez que escucho de esto—. ¿Él sabía que estábamos allí?
—Ya está resuelto —dice Tristian. Remueve uno de los dos cabezales de la ducha y dirige
el chorro a mi trasero.
—Lo que sea. —Rath empuja un largo “pssssh” entre dientes—. Ella estaba bien. ¿No estabas
bien, pequeña Cereza? ¿No te trajo el gran Papi Rath a casa en una sola pieza? —No me gusta
la forma en que lo dice, todo mordaz y cáustico.
Tristian lo interrumpe. —Las cosas eran diferentes entonces. No había gente tratando de…
—Se calla, empujándome bajo el agua. La sangre rosada me baja por el vientre y se acumula a
nuestros pies. Gruñe—: Esto es repugnante. Cubrirse con la sangre de otra persona, solo Dios
sabe quién o qué.
La botella de whisky chapotea cuando Rath la levanta con un gesto torpe. —Es una especie
de sangre de ganado, maldito lunático. No hay hepatitis.
Me quedo obediente mientras Tristian me enjabona el cabello, los dedos se enredan en
los nudos demasiado deliberadamente, porque esto es lo que significa ser una Lady. Irrumpir
en una casa de fraternidad. Acudir cuando se le llame. Dejar que Tristian me mime como su
perro astuto. Pero la verdad es que hay un borde frío e indiferente en su mirada y sus
movimientos que hacen que mi estómago se retuerza con ansiedad.
Mis ojos se encuentran con los de Rath y él me está mirando, con la cabeza apoyada en
el azulejo. La protuberancia de su barbilla parece del todo indolente y desafiante.
Lo mismo ocurre con el saliente de su polla.
Autumn lo dijo. Estos hombres son matones. Se bajan con este estilo de vida. Venganza,
caos, dolor y tortura. Por una vez estamos del mismo lado, y no negaré que enciende algo debajo
de mi propia piel. Estoy mirando su excitación cuando me doy cuenta de que estoy en una
ducha con dos hombres. No necesito bajar los ojos para saber que la polla de Tristian está igual
de dura y exigente. Puedo sentirlo cada vez que empuja mi cabeza, sus dedos se clavan
dolorosamente en mi cuero cabelludo. La punta de su pene sigue rozando mi cadera como una
amenaza silenciosa.
—Retrocede —ordena, en voz baja y lleno de advertencia. No peleo, dejándolo lavar el
champú de mi cabello—. ¿Recuerdas esa conversación que tuvimos sobre ti a veces llamándonos
la atención por nuestras tonterías? —Arroja una mano a Rath, enfatizando—: Esta es una de esas
mierdas. ¡Si algo así sucede de nuevo, nos despiertas a mí o a Killian! ¿Lo entiendes?
Rath resopla. —Eres una reina del drama.
—¿Soy una reina del drama? —Tristian gira hacia él, con los ojos brillantes—. ¡Yo no soy el
que se escabulló a las dos de la mañana para decorar una guardería con sangre de vaca! Nadie
es una reina del drama más grande que tú, Rath.
Rath pone los ojos en blanco, estirando la mano para hacer girar un dedo en dirección a
Tristian. —No apuntes tu erección hacia mí.
La esponja que lanza Tristian golpea a Rath justo en medio de su pecho. —¡Lávate!
La ducha es grande, pero no tanto como para que nuestros hombros no se toquen cuando
Rath se mueve bajo el chorro. Voy hacia donde me lleva Tristian, casi resbalándome cuando
me empuja hacia un lado. Su mano agarra con fuerza mi cintura para estabilizarme, pero algo
grueso y preocupado se aloja en mi garganta. No puedo con Tristian cuando está así.
¿O sí?
Tragando, me agacho y envuelvo mis dedos alrededor de su dureza, mirando hacia su
mirada feroz. —Lo siento —le aseguro, dándole una caricia larga y húmeda. El nudo en la parte
posterior de su mandíbula se mueve y me esfuerzo para presionar mis labios contra él,
mintiendo—. Tuvimos cuidado.
Por un largo momento, no responde, sus dedos se clavan en la suave carne de mis caderas.
Entonces, de repente, me hace estallar contra la pared de azulejos de la ducha, su boca aplastada
contra la mía. Es un beso profundo y exigente, su respiración silbando frenéticamente desde su
nariz mientras se mete contra mí. Se agacha para agarrar mi muslo, tirando de él hacia arriba
para engancharlo alrededor de su cadera, y es como si estuviera de vuelta contra esa pared
manchada de sangre, zumbando con anticipación. Solo que un hombre diferente satisface mis
necesidades.
Me agarra del trasero y me levanta bruscamente, gruñendo por el esfuerzo. Sin pensar, lo
rodeo con las piernas y me preparo para lo que sé que se avecina.
Me penetra con fuerza, tragando mi grito.
A nuestro lado, Rath todavía está bajo el agua. Agita la botella de whisky y dice: —Oh, no
te preocupes por mí. Sé que ese loco tuyo no pudo esperar los veinte pasos hasta su cama.
Dudo que Tristian siquiera lo escuche. Está demasiado ocupado follándome, sus dientes
rozan mi hombro mientras sus caderas me empujan contra la pared, una y otra vez. Enredo mis
dedos en la parte posterior de su cabello y aguanto, consciente de que no hay nada que deba
hacer aquí, solo disfrutar el viaje. Aprieto mis tobillos y tiro mi cabeza hacia atrás con
respiraciones salvajes y jadeantes. El vapor es denso en mis pulmones, llenándolo con la multitud
de olores de Tristian, y podría ser impotente, pero no lo siento.
Dudo que incluso Genevieve pudiera haber reducido a Tristian a un lío vicioso y sin
sentido de golpear caderas y morder dientes.
Mi boca se está quedando boquiabierta en un jadeo cuando mis ojos se abren y veo a
Rath mirándome. Está apoyado contra la pared a mi lado, su cuerpo es una larga línea de piel
pálida y músculos acordonados. La boca de la botella cuelga precariamente de dos dedos, pero
eso no es lo que me llama la atención. Los tendones de alambre en su antebrazo se mueven y
tiran mientras acaricia su pene, sus abdominales tensos y afilados. Se ve casi tan caliente y
malvado como cuando estaba cubierto de sangre, con sus mechones de cabello húmedo pegados
a su rostro mientras observa a su amigo follarme.
Solía observar a mi madre a veces cuando estaba con sus hombres, la forma en que los
tocaba, como los miraba, les sonreía. Todo era falso, eso lo sabía. Pero también sabía que
funcionaba. Recuerdo muy bien imitarlo en mis días de Sugar Baby, tratando con todas mis
fuerzas de evocar una presencia sensual que no me convenía en absoluto. Esos hombres no
querían que sea sensual, de todos modos. Querían chicas tímidas, ingenuas y estúpidas que no
se dieran cuenta del valor de lo que estaban sacrificando. Buitres sobrevolando en círculos,
hambrientos de saquear los últimos restos de nuestra juventud.
Presiono mi cabeza contra la pared y miro a Rath. No es sensual ni tímido, porque estos
hombres no quieren ninguna de esas cosas. Lo sé ahora. Quieren sentir que estoy desesperada
por ellos, tan desesperada que no me atrevo a contraatacar. Ellos no buscan. Conquistan.
En un abrir y cerrar de ojos, se empuja de la pared y nos encontramos en la distancia,
esforzándonos, nuestras lenguas se entrelazan como viejos amigos. Tristian se mete
profundamente dentro de mí, empujando mi cuerpo, pero Rath lo sigue con gracia con las
sacudidas que están arrancando gemidos de mi garganta, su brazo se balancea en un ritmo más
puntiagudo.
No es nada como esperaba que fuera. No hay codicia aquí entre ellos. Cuando Tristian
levanta la cabeza, Rath me deja ir para que Tristian pueda tomar mi boca. Cuando Tristian
arranca, entierra su cara en mi garganta y me envía de vuelta a la lengua expectante de Rath.
Hace un calor sofocante, resbaladizo y está demasiado lleno de gente, y apenas puedo respirar
por la forma en que pasan mis jadeos de un lado a otro. Es casi demasiado sentir, dar, tomar.
Mi orgasmo no está de acuerdo.
Ni siquiera me doy cuenta de que solté a Tristian y puse un brazo alrededor del cuello de
Rath hasta que las estrellas se desvanecieron de mi visión. Él está jadeando estas breves
respiraciones con olor a whisky en mi boca, su hombro salta mientras se desnuda la polla, y ni
siquiera sé cuál de ellos se viene primero. Solo sé que Tristian me está golpeando con fuerza
contra la pared, la polla hirviendo caliente y gruesa dentro de mí, y luego Rath está exhalando
entrecortadamente, los movimientos de su hombro de repente se quedan quietos.
Tristian no me deja ir, incluso cuando mis pies tocan el suelo, lo cual es algo bueno. No
estoy convencida de que mis piernas me aguanten. Me entrega a Rath en su lugar, envuelve mis
brazos alrededor de su cuello y deja que mi mejilla descanse pesada y cansada contra el pecho
resbaladizo de Rath. Entonces Tristian me gira hacia el chorro y limpia su semen de mis muslos,
sumergiendo los dedos entre mis piernas para restregarlo en el agua caliente. Hago un sonido
en el cuello de Rath cuando los dedos de Tristian empujan dentro de mí, y Rath responde
ahuecando la parte posterior de mi cabeza en su amplia palma.
—No querrás gotear toda la noche, ¿verdad? —pregunta Rath, y agrega—: Parece un buen
plan.
Sacudo débilmente la cabeza y abro los pies para Tristian, dejando que se lleve la
evidencia física de lo que acabábamos de hacer. Pero no importa qué tan caliente esté la ducha,
qué tan fuerte se froten, lo que le hice a Rath hoy está grabado en mis huesos.
Y lo que tengo planeado para mañana quemará toda la maldita casa.

La fiesta semanal previa al juego está en pleno apogeo. Los miembros de LDZ han estado
llegando con chicas de la hermandad en sus brazos durante la última hora, y el bar ya está lleno.
Killian está al otro lado de la habitación, rodeado de sus rubias, cada una de ellas esperando ser
la elegida de esta noche. Supongo que aún no se ha corrido la voz de que mi hermanastro tiene
un nuevo objetivo para su ritual previo al juego.
Estas fiestas se están volviendo viejas: la misma gente, la misma bebida, los mismos juegos
aburridos. Lo único que falta es Rath y su música.
Tristian se para junto al sistema de sonido, tratando de descubrir cómo conectar todo. —
Esto es tan complicado —murmura, luciendo molesto—. No tengo ni idea de cómo sincronizarlo
con mi teléfono.
—Puede que todavía esté en su habitación. Paso por encima de la multitud, aunque sé que
no encontraré a Rath. No ha aparecido desde que desapareció por su puerta después de nuestra
ducha—. ¿Quieres que vaya a buscarlo?
—A menos que alguien quiera que rompa esto con un martillo —dice con una sonrisa
serena—, creo que es una buena idea.
Aprieto sus dedos. —Entendido. Nada de romper nada hasta que regrese, ¿de acuerdo?
Todos estamos cansados y desgastados, pero sé sin necesidad de que me lo digan que se
deben mantener las apariencias. No estoy segura de sí ya se ha difundido lo que le hicimos a los
Príncipes y su Princesa, pero todavía puedo sentir una extraña energía construyéndose a nuestro
alrededor.
Se acerca una tormenta.
Primero paso por la cocina para tomar un trago para Killian, la cerveza especial que sé
que le gusta. Como siempre, he reservado bebidas solo para los chicos, escondidas dentro de la
nevera. Lo más especial para más tarde. Tejiendo entre los invitados, me acerco a él y a sus
pequeños compañeros de juego. —Voy a buscar a Rath —le digo, colocándome estratégicamente
frente a una rubia—, pero pensé que podrías necesitar otro trago.
Me lo quita, sus ojos oscuros clavados en los míos. —Gracias, Lady. —Trato de actuar con
normalidad mientras toma un sorbo, lamiendo su labio después de tragar—. ¿Vas a encontrarte
conmigo más tarde o tengo que ir a buscarte?
Instintivamente, me doy cuenta de que es menos una amenaza de lo que parece viniendo
de sus labios húmedos. Se pregunta si me gustaría pelear, o si estoy dispuesta a honrar lo que
dije en la camioneta el otro día. Que le pertenezco. Totalmente.
Me acerco más, poniendo mi mano sobre su estómago tenso mientras pregunto: —¿A las
diez? —La sorpresa parpadea en sus ojos, que descienden hasta mi escote. Me había puesto algo
suelto y provocativo, y el valle entre mis tetas se muestra perfectamente para él. Indudablemente
pensó que trataría de salir de eso.
Engancha un dedo en mi escote, sus nudillos rozan la piel. —En mi habitación.
—Oh. —Una de las chicas rubias se pega a su lado, haciendo un puchero falso—. ¿No
querías unirte a Heather y a mí en el jacuzzi?
Killer le lanza una mirada furiosa, y casi tengo que admirar su ambición.
Casi.
Pero no del todo.
—Killian no se unirá a ti en el jacuzzi —le informo, y aunque estoy sonriendo, puedo decir
por la forma en que su rostro se tensa que entiende que no estoy jugando. Aunque, solo para
estar segura...—. Y tal vez la próxima vez que veas a un Lord con su Lady, deberías saber cuál
es tu maldito lugar.
La energía a nuestro alrededor se rompe, la rubia se aleja de Killian. Sé cómo funcionan
las cosas aquí con los chicos de LDZ. Ni siquiera se atreverían a mirarme a menos que uno de
los Lords lo autorice. ¿Las chicas, sin embargo? No conozco la política y, francamente, no me
importa. No tengo miedo de empezar una mierda con ellas.
Ella claramente no está a la altura de la tarea. —Mi error —dice, sin dedicarle otra mirada
a Killian mientras se va—. Disfrute de su noche, Lady. —Parece que las otras chicas quieren
seguirla, pero no soñarían con dejar a Killian solo en su propia fiesta previa al juego. Sin
embargo, puedo decir por sus expresiones que entienden el estado de derecho que estoy
menospreciando.
Coquetea todo lo que quieras, pero va a terminar la noche conmigo.
Volviendo a mi hermanastro, le prometo: —Te veré entonces. —Killian todavía tiene la
botella congelada a medio camino de su boca, así que le doy un pequeño golpecito—. Bébela
toda.
Sus ojos sorprendidos me siguen todo el camino hasta las escaleras.
—¿Rath? —Llamo, llamando a la puerta de su dormitorio—. ¿Vas a bajar? La música de
Tristian tiene vibraciones súper raras. ¿Estás seguro de que no quieres ser el DJ?
Todavía tengo el puño levantado cuando la puerta se abre y una mano se estira para
agarrar mi muñeca, deteniéndola en el aire. Rath está de pie frente a mí, sin camisa y rugoso, y
por lo que parece, todavía borracho. Una botella de whisky nueva, medio vacía, cuelga entre
los dedos de su otra mano. Por su olor, no estoy segura de que la ducha que tomamos anoche
le haya hecho mucho bien. Apesta a alcohol y humo, tiene los ojos rojos y está demasiado
pálido.
Se ve como el infierno.
—Si golpeas esta puerta una vez más, te romperé la muñeca.
Trago, tratando de apartarlo con cuidado. —Perdón. Solo quería ver cómo estabas.
Sostiene mi muñeca un momento más, solo para hacerme saber que podría lastimarme si
quisiera, y luego la deja caer. —Estoy igual que ayer. Patético. Tonto. Humillado.
—Tú no eres ninguna de esas cosas —le digo—. Eres un pianista y músico increíble. Eso es
lo que importa.
Resopla. —¿En serio? Porque eso no es en lo que todos los demás se enfocan.
Me gustaría asegurarle que eso no es cierto, pero hasta ahora, he visto el video publicado
en todas las redes sociales. Rath tiene razón. A nadie le importa su música. Requiero todo de
mí para no volver con algo inteligente, como: —¿Cómo se siente ser humillado frente a una
multitud? ¿Que nadie te ayude? Pero no lo hago. No puedo.
—Esas personas están solo…
La mirada que me da es letal. —No digas que todos están celosos, Cereza, o te arrancaré
la lengua. —Se acerca a una pila de papeles en el escritorio, sacando uno de la pila—. Esto llegó
hoy. Mi solicitud para el programa de verano con la Orquesta de Nueva York ha sido denegada.
Cualquier apuro que haya tenido por destrozar el cuarto de los chicos o por nuestro tiempo
en la ducha se ha ido. Doy un paso tentativo en la habitación, sacudiendo el humo de la hierba
de mi cara, y alcanzo la carta. No hay mención del evento, pero... —Estoy segura de que es una
coincidencia —miento.
Arrebata la carta y la rompe por la mitad, tirando los pedazos al suelo. —Lo que sea. A la
mierda. Sé quién hizo esto. —Traga otra gran bocanada de whisky y se derrumba sobre el sofá—
. La Princesa y La Condesa. Me jodieron y les voy a hacer pagar.
—¿De verdad crees que fueron ellas? —Una paranoia bien fundada me impide asumir que
no está jugando conmigo en este momento. Eso es exactamente algo que esperaría de Rath.
Nunca deben ser subestimados.
La curva de sus hombros desnudos está caída y derrotada. —Por supuesto que lo hicieron.
—Sus ojos son brillantes y huecos cuando me mira—. La Princesa estaba repartiendo los
programas, y la Condesa es la Ayudante de Cátedra de Lockwood. Frota dos células cerebrales
juntas, Cereza. —Toma otro trago de su bebida—. Hasta que se me ocurra un plan, me sentaré
aquí y me joderé. —Señala con la barbilla hacia la puerta—. Ve abajo y haz tu trabajo. No hay
nada que puedas hacer para arreglar esto.
Mi objetivo principal al venir aquí es mantener las apariencias, jugar a la Lady cariñosa, y
evitar que sepa que soy yo quien entregó la biografía falsa. Ahora que lo he hecho, tiene razón.
tengo trabajo que hacer. Gente que conocer y promesas que cumplir.
Y millas por recorrer antes de dormir.
Espero en la habitación de Killian, vestida con nada más que su camiseta. Es cierto que es un
poco exagerado, pero dudo que vea más allá para preguntarse por qué. Mientras espero,
camino, inspeccionando todo, preparándome. Hay un plato en su escritorio en el que siempre
vacía sus bolsillos. Hay cuarenta y nueve centavos en cambio, clasificados por moneda, las llaves
de su camioneta, su billetera y un cable de carga, cuidadosamente envuelto en una bobina
ordenada. Está todo alineado, ordenado y cómodo.
Su computadora portátil está cerrada, y no me molesto en tratar de examinarla. Tal vez
encontraría un video de mí siendo clavada en la ducha de Tristian.
Ociosamente, me pregunto cuántos puntos le ha dado eso. ¿Rath también obtuvo algunos
puntos? Todo este juego de Puntos Con Story debe estar poniéndose interesante. Apuesto a que
Killian está a la cabeza, y el pobrecito Rath se ha quedado muy atrás...
Lo escucho llegar mucho antes de que llegue a la puerta, el sonido de una palma
deslizándose contra la pared, pasos pesados en la madera dura. Es un alivio. No soy muy fluida
en química, así que todo este plan fue un riesgo calculado.
Honestamente, sin embargo, ¿qué no hay aquí?
En su tocador se encuentra una fila de cosas aparentemente aleatorias que sé que son todo
lo contrario. Sus calcetines de la suerte. Una tarjeta de béisbol con la misma fecha que su año
de nacimiento. Una sola pieza de chicle Chicklet naranja. Un trozo de cinta rosa gastada, de no
más de cinco pulgadas de largo. Un trozo de alambre de aspecto extraño.
Así que estas son sus supersticiones.
Toda su preciada confianza en el día del juego, recopilada durante más de una década.
Me tumbo en la cama para esperarlo como si fuera mío, y supongo que, en cierto modo,
eso es cierto. Killian disfruta verme en su cama. Si fuera por él, probablemente siempre estaría
así, soñolienta y flexible, envuelta en su jersey, con la mejilla pegada a la almohada, lista para
ser tomada de cualquier manera que le parezca en ese momento en particular.
Le toma tres intentos abrir la puerta.
Observo cómo el pomo se sacude y empuja, y cuando finalmente lo empuja para abrirlo,
sale a trompicones, sacudiendo la cabeza. —Joder —murmura, cerrando torpemente la puerta
detrás de él.
Luego me mira.
Sus ojos dan una serie de parpadeos pesados y entrecerrados. —Viniste.
Fingiendo que no escucho el insulto en su voz, le doy mi sonrisa más dulce y luego
acomodo mis muslos, dándole un vistazo de mis bragas blancas. —Dije que lo haría, ¿no? —
Cuando no se mueve, me deslizo de la cama y me acerco a él tímidamente—. He estado
esperando.
Sus labios se separan cuando alcanzo el botón superior de su camisa. —Yo también —dice,
mirando en silencio mientras empujo los botones a través de los agujeros, exponiendo su pecho,
centímetro a centímetro. Se tambalea, pero se endereza a sí mismo, sacudiendo el torso hacia
un lado. Sus ojos están vidriosos y con párpados pesados, y observo desde mi periferia mientras
toca un mechón de mi cabello, llevándoselo a la boca—… tan bonita...
—¿Qué? —pregunto, como si no hubiera oído su murmullo.
Deja caer mi cabello, aclarándose la garganta. —Nada, solo… no pensé que estarías
esperando.
—¿Por qué? —pregunto, ladeando la cabeza con curiosidad mientras empujo la camisa de
sus hombros—. ¿Porque podría estar harta de que me agredas sexualmente?
Da otra serie de parpadeos lentos, arrugando la frente. —¿Qué?
Paso mi mano sobre el bulto en sus pantalones, descarrilando efectivamente sus
pensamientos. —Háblame de tus tatuajes —exijo, inclinándome hacia adelante para rozar mis
labios contra la tinta en su pecho.
—Mis tatuajes —repite, la lengua suena pesada y gruesa—. Este…uh, lo obtuve hace dos
años. Es un león. Rey de la jungla... —Ahora arrastra las palabras con más dificultad, con la
cabeza pesada sobre el cuello. Es un poco decepcionante, en realidad. Esperaba tenerlo un poco
más coherente para lo que viene después.
—¿Por qué lo conseguiste? —Pregunto, frotando su pene a través de sus pantalones—. ¿Qué
significa?
Su respuesta llega en forma de tres respiraciones fuertes, como si quisiera hablar, pero se
le sigue olvidando. —Primer campeonato en Forsyth.
Tarareo, moviéndome a su otro hombro. —¿Y éste?
—Las águilas guardan tesoros —responde, balanceándose hacia mí. Extiendo la mano para
estabilizarlo, pero su nariz permanece clavada en mi cabello, inhalando. Murmurando, agrega—
: Y se aparean de por vida.
Eso hace que mi ceja se arquee. —¿Crees que eso es lo que eres, hermano mayor? ¿Alguien
que se aparee de por vida?
Un estruendo profundo sale de su pecho, una de sus manos agarrando mi cadera. —Me
gusta cuando me llamas así. —Sale tosco, pero con hambre. Una confesión de la que
probablemente se arrepentiría si pudiera recordarla mañana.
—¿Hermano mayor? —pregunto, empujándolo hacia la cama—. Supongo que te gustaría
eso, ¿no? Una dulce hermanita, durmiendo justo al lado. Apuesto a que piensas que eso es sexy,
¿eh?
Gime, empujando su dureza contra mí. —Joder, sí. —Cuando sus rodillas golpean la cama,
cae hacia atrás, sin camisa y con aspecto de sobresalto. La mirada sorprendida y confundida
desaparece de su rostro cuando me pongo de rodillas y le desabotono los pantalones. Los tiro,
revelando su polla dura y sus bolas apretadas. Se va fácilmente cuando lo empujo hacia atrás,
arreglándolo con la presión de mi cuerpo más pequeño.
—¿Sabes lo que creo que sería sexy? —Sus caderas se flexionan hacia mí cuando arrastro
el lóbulo de su oreja entre mis dientes.
—...a la mierda tus tetas... —murmura, con los ojos todavía en el premio, tan lejos de él.
Enredo nuestros dedos, colocándolos sobre su cabeza. —No —suspiré, alcanzando los
cables que había preparado antes—. Atándote.
—¿Qué?
Si mi corazón no estuviera martillando con la posibilidad de ser atrapada, podría pensar
en reírme de la pureza de su respuesta, tan llena de disgusto y confusión. Oh, sí, Killer Payne
no se deja atar por nadie ni por nada. Es el rey de la maldita jungla, guardando todos los tesoros.
Le daría tanta vergüenza saber lo fácil que es atarle las muñecas.
Su bíceps se mueve con un tirón pequeño e ineficaz. —¿Qué mierda? —Lo dejo allí, con
los dedos temblando, los hombros retorciéndose, mientras bajo de la cama para vendar sus
pies—. ¿Qué estás haciendo?
—¿No te gusta, hermano mayor? —Envuelvo el cordón alrededor de su tobillo izquierdo,
asegurando el nudo firmemente—. Sé lo mucho que te gustan las cosas extrañas y pervertidas. —
Sus ojos me siguen como si estuvieran rezagados, atrapándome un segundo demasiado tarde—.
Entrando a escondidas en mi habitación —reflexiono, asegurando su otro tobillo—. Deslizándote
en mi cama. Haciéndome comer tu semen. —Aprieto la cuerda con un movimiento brusco y
vicioso—. Forzando tu pene dentro de mí mientras duermo.
Sus piernas tiran hacia adentro débilmente, pero es demasiado tarde. Lo tengo tirado en
su cama, desnudo e incapacitado. Debería ser suficiente, pero la verdad es que no lo es.
Por eso busco debajo de la cama y saco el arma.
Su cabeza se sacude ante el sonido del seguro siendo levantado. Justo como él me enseñó.
—¿Qué demonios? —Intenta retorcerse en la cama, sus ojos se ven un poco más coherentes.
Bien—. ¿Qué diablos estás haciendo?
Encogiéndome de hombros, digo: —Solo divirtiéndome un poco —y camino alrededor de
la cama, arrastrando el cañón del arma por su pierna desnuda—. Viendo de qué se trata todo
este alboroto. Me he estado preguntando cómo es, ¿sabes? Tener a alguien todo indefenso y
complaciente para usarlo como un juguete barato. Alguien a quien pueda lastimar. —Le doy una
sonrisa maliciosa, acercándome—. Podría matarte, hermano mayor. Tan fácilmente, podría
matarte. Podría echarle la culpa a los Condes, o a uno de los lacayos de tu papá, como a ese
Feo Nick, o a alguien más que quiera venganza. Estoy segura de que tienes una gran lista de
enemigos.
Sus ojos siguen el cañón del arma, pero puedo decir que todavía está luchando contra la
niebla de las drogas. —Guarda esa pistola o te arrepentirás. —El intento de ser severo se arruina
por la forma en que salen las palabras, perezosas y torpes.
—¿Lo haré? —pregunto, arrastrando el arma sobre ese corte agudo de músculo al lado de
su cadera—. Te drogué, maldito psicópata. Los tengo a todos atados. —Lanzo una mirada a su
estantería—. Incluso apagué sus cámaras. —Ante su expresión, las cejas juntas, agrego—: Sí, lo sé
todo sobre eso. Y al parecer, no soy la única. Realmente tienes seguridad de mierda para un
tipo que dice ser la seguridad.
Sus fosas nasales se ensanchan, y le da otro tirón a las cuerdas. —Story —dice, tratando
obviamente de inyectar algo de firmeza en su voz—. Si me desatas ahora mismo, joder, no te
haré daño.
Hago una pausa, observándolo, y luego echo la cabeza hacia atrás y me río. —Realmente
no lo estás entendiendo. —Para probar mi punto, salto sobre la cama, a horcajadas sobre sus
caderas. Apunto el arma a su frente, justo entre sus ojos—. Tengo el poder ahora mismo. Sé que
esto es nuevo para ti, así que déjame darte un pequeño resumen de cómo funciona. —Tragando,
ajusto mi agarre en el arma, disfrutando la forma en que su mirada nunca la deja—. Pasas cada
minuto preguntándote si estás haciendo algo mal. Algo malo. Aprendes a ser flexible y
agradable. Empiezas a pensar que tal vez estás loca, porque puedes verte acercándote a esta
persona, pero esta persona que te lastima, cada vez que lo intentas, y recuerdas lo que eres de
ellos. Una cosa. Una posesión. Un juguete. —Apretando la mandíbula, lucho contra la ola de
emoción, luchando por permanecer tan pasiva como Killian siempre lo es—. E incluso cuando
las cosas se sienten bien, no puedes disfrutarlas. No realmente. Estás demasiado ocupada
odiándote a ti mismo por eso.
—Yo no —intenta, con la garganta moviéndose con dificultad para tragar—. Yo no…
—Sí, jodidamente lo hiciste.
Prácticamente puedo decir lo difícil que es para él apartar la mirada del cañón del arma,
pero lo hace, sus ojos finalmente se encuentran con los míos. —Si, lo hice. —Ahí está: la presa
congelada bajo la mirada del depredador—. Pero no puedo evitarlo.
Mi agarre se aprieta. —Y una mierda.
Su cabeza cuelga de lado a lado. —No puedo. No puedo parar. Supe que eras mía desde
la primera vez que te vi. Traté de controlarme. Pero esa noche te vi con él... —Observo por el
rabillo del ojo cómo sus dedos se estiran hacia el cordón—… sentada en su regazo, dejándolo
tocarte como si fueras otra de sus putas baratas. Debería haberlo hecho fácil para ti... fue
jodidamente repugnante... tú tratando de follarte a mi propio maldito padre...
Mi sangre se hiela. —¿Qué?
Pero él sigue balbuceando. —…quería alejarme. Incluso intenté entregarte a Tristian. Pensé
que verte así haría que desapareciera, pero no lo hizo… solo lo empeoró.
—¿Crees que lo quería? —La ira surge de nuevo—. ¿Viste a tu padre abusando de mí y
pensaste que lo estaba seduciendo? ¡¿Qué te pasa?!
Creo que trata de estremecerse ante mi siseo burlón, pero todo lo que logra es un pequeño
y débil tic. —Me lo pregunté por un tiempo... luego la mierda de Sugar Baby surgió y... supe que
lo querías.
—¡Te equivocaste! —Bajo el arma, colocándola en la mesita de noche, con el seguro
puesto—. ¿Sabes cuál es tu problema, Killian? Nunca has tenido a alguien a quien te quiten.
Nunca has estado debajo de ellos, indefenso, asustado y confundido porque estás sintiendo todas
estas cosas nuevas y horribles. —Agarrando un grueso puñado de su cabello, levanto su cabeza,
gruñendo en su rostro—. Pero estás a punto de hacerlo.
Solo está medio duro debajo de mí, su pene presiona mi centro, pero todo lo que se
necesita es un par de movimientos sobre él antes de que comience a endurecerse. Sus ojos están
más pesados ahora, desenfocados, así que le doy otro tirón fuerte a su cabello.
—Veamos cómo te gusta que alguien te use —digo, deslizando mis bragas por mis muslos.
Me quedo con la camiseta. No hay tetas para él esta noche—. Porque esta es la verdad, hermano
mayor: me gusta cuando me follas. Se siente bien, incluso cuando duele. Incluso cuando te odio
por eso, siempre hay una pequeña chispa dentro de mí que espera que lo vuelvas a hacer.
Es una confesión hecha más a mí que a él. Anoche, cuando Rath entró en mi habitación,
había estado anticipando algo que nunca sucedió. En esos escasos segundos antes de que se
diera a conocer, lo construí en mi cabeza. La forma en que Killian me tocaría. Cómo se sentiría
deslizándose dentro de mí. Sus labios rozando mi piel. La extraña ternura de la forma en que
me follaba.
Había estado, aunque brevemente, decepcionada.
Ahora, se siente duro y listo debajo de mí, mi astucia lo cubre mientras lo trabajo contra
su pene, deslizándolo entre mis pliegues. Killian parpadea hacia mí, y es una mirada diferente a
la anterior, perdido, como si hubiera olvidado la trama de todo esto.
En el momento en que empiezo a hundirme en su polla, deja escapar un suave gemido,
girando la cabeza hacia un lado. Veo su boca aflojarse al mismo tiempo que la mía, mi cuerpo
tomándolo de la manera que quiero por una vez. Se siente igual de bien así, todo suave y
maleable, y el largo arrastre de su polla mientras levanto y me dejo caer es suficiente para
hacerme estremecer.
—Esa es la injusticia de esto, sabes. —Jadeando, planto una palma en el centro de su pecho,
balanceándome hacia él—. Todos ustedes se sienten tan bien. Tienes estos jodidos cuerpos
perfectos, y sabes cómo trabajar el mío. Es tan injusto.
Puedo sentirlo tratando de empujar dentro de mí, estas pequeñas contracciones sin sentido
de sus caderas, pero no puede hacer nada excepto hincharse y contraerse con sus respiraciones
profundas y lentas.
—¿Me estás escuchando, hermano mayor? —Agarro su barbilla, las uñas se clavan en su
mandíbula y tiro su rostro hacia adelante. Rechinando los dientes, le doy la misma orden férrea
que me había dado una vez—: Mírame mientras te follo.
Sus ojos oscuros se fijan en los míos, pero no estoy segura de que esté concentrado.
No hasta que murmura: —Dios, te amo.
Mis caderas tartamudean, los dedos se deslizan de su rostro. La incredulidad surge dentro
de mí, y luego una ira tan feroz que puedo verme perfectamente usando esa arma. —No sabes
cómo amar —escupo, montándolo en serio ahora. Vine aquí para tomar, y eso es exactamente
lo que planeo hacer. Pongo ambas palmas sobre su pecho y muevo mis caderas, manteniéndolo
profundamente adentro. No toma mucho tiempo descubrir qué se siente bien aquí, la forma
correcta de moverse, la mejor manera de rockear, sin que alguien me dirija y me use.
Está duro y caliente dentro de mí, pero ya no estoy tan segura de que Killian entienda lo
que está pasando. Sus párpados siguen subiendo y bajando al ritmo de mis caderas, la mirada
desenfocada mientras su cuerpo se empuja. Cierro mis propios ojos para realmente perderme
en la sensación de él debajo de mí. Así, casi puedo entender el atractivo. No hay vergüenza
aquí. Sin sentido de miedo o juicio. Cuando me muevo, un sonido bajo se desgarra de mi pecho,
no tengo que preocuparme por darle a alguien el mensaje equivocado.
No tengo que preocuparme de que sepan cuánto me gusta.
Monto, me mezo y tomo, y cuando siento que la presión se acumula tan cerca de la
superficie que juro que puedo saborearlo en la parte posterior de mi lengua, me permito abrir
los ojos y mirarlo. Esta persona que no ha sido más que una amenaza para mí. Este chico al que
podría haber pertenecido voluntariamente, si tan solo no estuviera tan decidido a lastimarme.
Este hombre que dice que mataría por mí.
Este hombre que dice amarme.
Mi orgasmo me rompe en pedazos, justo encima de él. Echo la cabeza hacia atrás y disfruto
de ella, temblando y sin aliento mientras me deshago tan dulcemente. Clavo mis uñas en su
pecho y me dejo caer. Es la sensación más extraña cuando resurjo, todavía me siento como yo
misma en mi propia piel. Es como si esas piezas volvieran a juntarse con fragmentos que había
perdido hace mucho tiempo, volviendo a encajar en su lugar tan ordenado como la hilera de la
cómoda de Killian. Puedo sentir su pene hincharse mientras lo aprieto, la rigidez reveladora que
conozco muy bien.
—No lo creo —resoplo, deleitándome con el lento deslizamiento de su pene mientras me
levanto de él. Golpea su vientre, resbaladizo, sonrojado y enojado.
Pero el propio Killian está dormido.
Reconozco el revés de esto mientras subo mis bragas por mis muslos, admirando la vista
de él. Alcanzo debajo de la cama el recipiente que había puesto allí antes, levantando la tapa.
La superficie roja brilla hacia mí, recordándome la noche anterior. Pero esto no es sangre, solo
pintura. Me subo a la cama, sentándome a horcajadas sobre él por última vez. Hundiendo un
dedo índice en la pintura, trazo una corona de aspecto irregular en el medio de su pecho.
—Listo —digo, inclinando mi cabeza mientras la inspecciono críticamente. Poniéndome de
pie, cubro la pintura y la dejo junto a la puerta.
Sólo queda una cosa más por hacer antes de irme.
Capítulo 21
TRISTIAN
—Amigo —escucho, justo antes de que me golpeen el brazo—, levántate.
Me despierto, parpadeando ante la brillante luz que entra por la ventana de la sala de
estar. Mi cabeza se siente como si alguien la abriera con un mazo, la sacara con una bola de
melón y luego la llenara con nada más que gasa. —Jesucristo —murmuro, rodando hacia la vista
de Rath de pie sobre mí—. ¿Qué hora es?
—Ya es hora de levantarse —dice, con las cejas fruncidas—. ¿Qué carajo te pasó?
Froto mi cara y me siento. Me toma dos intentos, las sienes palpitando. —Diablos, no lo
sé. Un minuto estaba de fiesta como de costumbre, y al siguiente —lo miro con los ojos
entrecerrados, haciendo una mueca—, estás parado sobre mí y siento como si lamiera papel de
lija.
Rath se rasca el pecho desnudo. —¿Qué, te desmayaste?
—Tal vez —evadí, pero ya sé que algo está pasando. No me emborracho hasta el olvido.
Claro, bebo y uso alguna droga recreativa ocasional, pero mi cuerpo es un templo. Demasiado
de esa mierda me joderá. ¿Y además? Yo no pierdo el control. Jamás—. ¿Dónde está Killer?
¿Story?
Se alborota la parte de atrás de su cabello, arrugando la cara. —No lo sé. Acabo de bajar
aquí.
Rath no se ve mucho mejor de lo que me siento, pero eso no es una sorpresa. Él no es
como yo. A Rath le parece bien emborracharse y eso es más o menos lo que Killer y yo
esperábamos que hiciera anoche. La única señal de que todavía estaba vivo había sido el bajo
de su música llena de ira a todo volumen durante toda la noche.
La Sra. Crane entra y se detiene, frunciendo el ceño a la habitación. —Ustedes tres van a
convertir mi trasero crujiente en un maldito Killer4.
—Sabes que te daremos una mano. —Rath se frota la sien—. Y ya eres un Killer.
Ella tiene un punto, sin embargo. La sala de estar está completamente destrozada y dudo
que las otras habitaciones se vean mucho mejor. Esto no es necesariamente inusual. Simplemente
no recuerdo mucho más allá de tocar como DJ y hablar con algunos de los muchachos.
Recuerdo que Story me dio un trago y fue a buscar a Rath, pero eso es todo.
La Sra. Crane simplemente niega con la cabeza. —El desayuno está listo, sacos de bolas
inestables.
—¿Killian ya está en el comedor? —pregunto, inclinándome hacia delante para orientarme.
La habitación está un poco tambaleante, pero eventualmente se endereza sola.
Ella olfatea el desastre en la mesa. —Si lo fuera, le pondría el pie en el culo. ¿Ninguno de
ustedes estaba mirando esos roedores del fondo fiduciario anoche? Ya me harté de esto.
Rath y yo intercambiamos una mirada. No solo siempre hay alguien cerca para vigilar la
fiesta, pero Killian siempre es el primero en caer. Supuse que, con su nuevo ritual previo al
juego, Story se juntaría con él anoche, pero solo Dios sabe cómo se desarrolló eso. Lucho por
ponerme de pie. El piso se balancea debajo de mí y me agarro a la silla.
—Oye —dice Rath con voz áspera, acercándose a mí. Lo despido—. ¿Estás bien?
Trago, mi lengua se siente hinchada y demasiado seca. —No, no estoy jodidamente bien.
Rath finalmente debe estar juntando algunas piezas aquí porque sus ojos parpadean mucho
antes de entrecerrar los ojos. —¿Desde cuándo bebes lo suficiente para despertarte así?
No necesito responder. La mirada que compartimos lo dice todo.
Algo pasó aquí anoche.
Es un testimonio de lo preocupado que estoy por lograr seguir el ritmo de Rath mientras
sube corriendo las escaleras. Lo difícil de tener tantos ajetreos es que ni siquiera sé de qué
preocuparme. Cuando llegamos a la puerta de Killer, ni siquiera me permito pensar en posibles
escenarios, hay demasiadas posibilidades.
Cuando empujo la puerta para abrirla, como que desearía haberlo hecho. Nada podría
haberme preparado para ver a mi amigo, tirado desnudo y atado a su cama.
—Mierda —suelta Rath, con los ojos muy abiertos—. Santa mierda.
Lo único que hace que la oleada de furia en mi pecho disminuya es el hecho de que está
respirando. Obviamente, se ha desmayado como yo. Joder, tal vez incluso como había sido
Rath.

4
Refiriéndose al significado en español, se refiere a convertirse en un asesino, al igual que al comportamiento
habitual de Killian.
—Story —digo, empujando a Rath hacia el pasillo. Su puerta está cerrada como la de él, y
me detengo un momento antes de girar la perilla, sin estar seguro de estar listo para ver qué hay
al otro lado. Un millón de visiones pasan por mi mente, cada una peor que la otra. Story, atada
como Killian, desnuda pero también violada. Alguien más se ha corrido goteando por sus
muslos. Su coño todo desgarrado, las lágrimas secas en sus mejillas. Cuanto más espero, peor se
pone, así que no necesito el empujón de Rath para ponerme en movimiento. Empujo la puerta
para abrirla, los pulmones me duelen con las posibilidades.
Lo que encontramos es suficiente para hacerme perder el conocimiento de nuevo.
Story está acurrucada en medio de su cama, vestida con la camiseta de Killian,
profundamente dormida. Respirando. A salvo. Entera. No quiero nada más que subirme detrás
de ella y abrazarla a mí, enterrar mi nariz en su cabello y volver a dormirme, sabiendo que todo
está bien.
Solo que nada está bien.
Suspirando, paso a Rath de nuevo, de regreso al otro lado del pasillo. Es una vista
discordante, la corona roja sangre pintada en el medio del pecho de mi amigo. Lo primero que
hago es comenzar a desatar sus muñecas, mis dedos tirando demasiado fuerte de las cuerdas.
No es hasta que doy la vuelta a la cama por la segunda muñeca que me doy cuenta de que Rath
desata sus tobillos lastimados. Compartimos una breve mirada, Rath murmura: —Jodida mierda,
Jesucristo —y Killian no se mueve por nada.
—Oye, hombre, despierta —le digo, sacudiendo su hombro. Gime, pero no abre los ojos—
. ¡Killer! —Le doy una sacudida más fuerte, aliviado cuando sus párpados suben y bajan en un
largo parpadeo. Sé cuándo hace una mueca, relamiéndose los labios, exactamente lo que está
sintiendo en este momento. La lengua de papel de lija. La cabeza llena de gasa.
Killian se queja: —¿Qué diablos? —y empieza a mirar un poco más coherente, ojos vidriosos
que se abren a trancas y saltos—. ¿Qué está pasando? —Sé cuándo se da cuenta de que está
desnudo, que algo anda mal, porque se pone rígido. Parece que se arrepiente al instante.
—Tranquilo —le digo cuando comienza a sentarse. Hay una botella de agua en su mesita
de noche, así que la destapo y se la entrego, observando cómo se la lleva torpemente a los labios.
Se la bebe toda en cuatro tragos fuertes.
—¿Estás bien? —pregunta Rath, paseándose nerviosamente a los pies de la cama.
El asentimiento de Killian es fuerte. —¿Qué pasó?
Le pregunto: —¿No te acuerdas? —y sacude la cabeza.
—Lo último que recuerdo es beber una cerveza en el estudio. Y luego subir las escaleras.
—Cuando alcanza su pecho, agarro su muñeca, evitando que manche la pintura. En su lugar,
Killian alcanza su polla, dándole a sus bolas una lenta y curiosa caricia—. Joder, me duelen las
bolas. —Hace una pausa para parpadear hacia su pene, con la frente arrugada por la confusión—
. ¿Folle con alguien anoche?
—Sabes lo que es esto —digo, lanzando una mirada a Rath. No me molesto en ocultar el
desprecio de mi voz, y Rath no se molesta en fingir que no lo escucha.
—Sí —dice, sus ojos oscuros observando la escena—. Claro que sí.
Lo deletreo, de todos modos. —Jodiste con los Príncipes, y esto es una represalia. —
Frustrado, paso mis dedos por mi cabello—. Nos tenían drogados, en nuestra propia casa.
Debería haberlo visto venir. Si los Príncipes están trabajando con los Condes, y posiblemente
incluso con los Barones, entonces estamos jodidos. Las tácticas de Príncipes son una cosa, pero...
Oh, mierda
Miro con los ojos muy abiertos a Rath. —Tácticas de Príncipe.
Los Príncipes estuvieron aquí anoche. Killian obviamente tiene jugos de coño secos de
una perra en su pene. Y Story está al lado, desmayada. Sola.
Puedo ver cuando hace clic en su cabeza, su mandíbula se afloja ante la implicación, pero
ya estoy corriendo de regreso por el pasillo.
Story está en la misma posición en la que estaba antes, lo que facilita las cosas. Presiono
una rodilla en la cama a su lado, levantando esa camiseta para ver qué hay debajo. Las bragas
de algodón blanco proporcionan un poco de alivio, pero no lo suficiente. Engancho mis dedos
en el elástico y empiezo a deslizarlos por sus muslos.
Rath me pisa los talones, así que cuando Story comienza a retorcerse, despertándose
lentamente, él se coloca con cuidado detrás de ella. Poniendo la parte superior de su cuerpo en
su regazo. —Shh —dice, agarrando sus muñecas cuando ella trata de alejarme aturdida—. Relájate,
bebé.
Le bajo las bragas por los tobillos y escucho a Killian arrastrando los pies detrás de
nosotros. Metiendo una mano entre sus cálidos muslos, los separo suavemente, tratando de hacer
que se abra para mí.
—¿Qué? —pregunta ella, con los ojos parpadeando abiertos. Aprieta las rodillas juntas, los
ojos brillando alarmados—. ¿Qué estás haciendo?
—Oye, oye, cálmate —ordena Rath, alisando su cabello hacia atrás de su frente—. Tristian
solo necesita revisarte por un segundo. Nada de qué preocuparse.
—¿Revisarme...? —Sus ojos parpadean entre Killian y yo, luego detrás de su hombro a
Rath. Sus talones se deslizan contra la cama mientras retrocede hacia su abrazo—. ¿Por qué?
Mirando detrás de mí, veo a Killian pasando un paño húmedo sobre su polla.
Intercambiamos una mirada oscura. —No te hagas la difícil —es mi respuesta, agarrando sus
rodillas y dándoles un pequeño tirón—. Será sólo un segundo. —Es la verdad. Ninguno de
nosotros está en condiciones de follarla ahora mismo. Tal vez lo siente, porque con un
movimiento de su garganta, deja que sus rodillas se separen a regañadientes, exponiendo su
coño a Killer y a mí—. Esa es nuestra buena chica —digo, dándole a sus muslos un golpe suave
antes de separarlos, anchos y obscenos.
Mi pene comienza a llenarse instantáneamente al verla, toda rosada y bonita y nuestra,
solo tengo que estar seguro. Toco sus dulces y pequeños labios, las yemas de los dedos los abren
para revelar su agujero. No puedo ver nada, ni sangre ni semen ni hinchazón. Manteniéndola
abierta con los dedos de una mano, uso el dedo índice de la otra para comprobar. Lo aprieta
cuando lo hundo dentro de ella, palpando alrededor en busca de algo pegajoso y húmedo. Mis
hombros colapsan de alivio cuando me doy cuenta de que no está allí. Niego con la cabeza,
mirando a Rath y luego a Killian. —Nada.
Killian sacude la barbilla, los ojos fijos en donde mi dedo desaparece dentro de ella. —
Revisa su trasero —murmura, en voz baja.
Story salta, aullando: —¿Qué? —pero ya estoy deslizando mi dedo de su coño,
humedeciéndolo en mi boca, y luego empujando ese apretado anillo de músculo.
—Solo por un segundo —dice Rath cuando ella se resiste, acercándola más. —Vamos,
relájate.
No lo hace, pero aun así me las arreglo para forzar mi dedo a través de la resistencia,
deteniéndola efectivamente. Sus grandes y bonitos ojos me miran boquiabiertos en estado de
shock. No es hasta que se le entrecorta la respiración que me doy cuenta de qué se trata
realmente ese shock.
Arqueando una ceja, no puedo evitar darle a mi dedo un empujón de prueba, deslizándolo
un poco hacia atrás solo para hundirlo nuevamente dentro.
Desde mi periferia, puedo ver cómo se curvan los dedos de sus pies. Exhala un pequeño
y aturdido: —Oh —y cuando mi nudillo roza su coño, soy yo el que piensa, “oh”, porque parece
que nuestra Lady está aprendiendo algo nuevo sobre sí misma esta mañana.
A ella le gusta, mi pequeño monstruo.
De repente estoy reconsiderando mi posición sobre estar en forma para follarla.
Pero antes de que pueda jugar un poco más, Killian dice: —Tris.
Cierto.
Retrocedo, aclarándome la garganta. —Está bien. No la tocaron.
Rath suelta sus brazos, pero comienza a quitarle la camiseta, dejando al descubierto sus
tetas para nosotros. Están impecables, la piel pálida no tiene moretones ni residuos pegajosos.
Lo que sea que sucedió ocurrió antes de que Killer pudiera descargar su carga previa al juego,
eso es seguro.
Salgo de la cama, tratando de ignorar la vista de ella, toda extendida y desnuda para
nosotros. —¿Qué recuerdas de anoche?
Cierra las rodillas de golpe, arrastrando los hombros contra Rath mientras se baja la
camiseta para cubrirse. —N-no lo sé. Vine aquí para prepararme para... —Su mirada se dirige a
Killian, y luego baja a su trasero expuesto. Ella traga, mirando hacia otro lado—. Vine a
arreglarme, y yo… no sé qué pasó. Solo tomé un trago. —Se agarra la cabeza, haciendo una
mueca.
—No tiene sentido —dice Rath, con la mano firme en su espalda mientras se sienta—. ¿Por
qué nos drogarían a todos y le harían eso a Killian? ¿Cuál es el final del juego?
—Lo hicieron porque es la única forma en que esos imbéciles podrían superarme. —Se
frota las marcas rojas en sus muñecas, frunciendo el ceño—. Tuvieron que drogarme y
amarrarme. Y tuvieron que drogarlos a ustedes tres para asegurarse de que no los detuvieran. —
Su rostro se oscurece, sus ojos absorben a Story—. Esto era sobre mí. Sobre joderme antes del
partido. Jugando con mi proceso y rituales y… —Su expresión cambia, la barbilla se levanta para
encontrarse con mi mirada—… mis supersticiones.
Y sale disparado de la habitación.
Lo observo irse, preguntándome qué se supone que significa eso, y por un largo momento
no hay nada. Podía oír caer un jodido alfiler con el repentino silencio que cae sobre la casa.
Y luego, desde el otro lado del pasillo, llega un rugido de dolor y furia. —¡Hijos de puta!
—Su grito es seguido por el sonido de algo pesado golpeando el suelo, seguido por una cacofonía
de destrucción. Rompiendo, golpeando, rompiendo.
En el momento en que cruzo el pasillo para ver qué diablos está pasando, la habitación
ya se ha transformado de su espacio ordenado habitual a un caos total. Los cajones de la cómoda
han sido arrancados y tirados al suelo. Montones de ropa están esparcidos por todas partes. Su
armario está abierto de par en par, y él está de rodillas, hurgando en una caja en el suelo. —Se
llevaron mi mierda —está gruñendo, con la cara toda dura y roja—. Mis medias. Mi tarjeta de
béisbol. La cuerda de la guitarra, la goma de mascar, el… —hace una pausa, apretando la
mandíbula.
Saltando, se apresura a su escritorio, abriendo la computadora portátil. Chasqueo mis
dedos alentadoramente, sabiendo lo que está buscando. —Buena idea. —Imágenes de lo que
sucedió en la habitación.
—¿Hay algo? —pregunta Rath, entrando detrás de nosotros, Story moviéndose de un pie a
otro sobre su hombro.
Killian hace clic sobre el programa, con los ojos entrecerrados, pero sé que cuando sus
hombros se hunden es inútil. —Las cámaras estaban apagadas. —Unos pocos clics más y sus
dientes están apretados—. Peor aún, jodidamente todo está borrado. ¡Maldita sea!
Rath y yo lo vemos venir a una milla de distancia, pero Story se estremece visiblemente
cuando la computadora portátil choca con la pared y cae al suelo en un montón de chatarra.
Hay un largo tramo de tenso silencio.
Soy yo quien lo rompe. —Así que sabían sobre las cámaras. Eso es enorme. Si controlan
las imágenes, se han infiltrado en toda la casa. Tenían información.
Killian se acerca al estante y recoge el casco que ha estado allí desde el día que nos
mudamos. Debajo hay una cámara, pequeña, negra, discreta. La arranca del estante y la tira con
la computadora portátil. —Hijo de puta.
—Oh Dios mío. —Story nos mira a los tres, sus mejillas sonrojadas de un rosa intenso—.
¿Hubo una cámara ahí, todo este tiempo? Eso significa que tienen videos de nosotros... ¿no es
así?
Lanzo mi brazo alrededor de su hombro y la tiro fuerte, presionando un beso en su cabeza.
—No te preocupes, cariño. Encontraremos quién hizo esto antes de que algo salga a la luz. —
Miro para ver a Killian poniéndose la ropa, sus movimientos espasmódicos y mecánicos—.
Podemos hacer que Nick Guapo supervise la seguridad. ¿Verdad, Killer?
—Claro —dice bruscamente, pisando fuerte en un par de jeans—. Simplemente sacaré a la
mejor promesa del Lado Sur de cualquier proyecto que esté haciendo y le pediré que esté atento
a la filtración de nuestro video sexual. Estoy seguro de que a mi papá le encantará eso. —
Tomando sus llaves y billetera del suelo, los mete en su bolsillo—. O tal vez hacer que patrulle
el campus. Dudo que alguien sospeche de alguien del Lado Sur con tatuajes en la cara. ¡Pasará
por debajo del radar!
Pongo los ojos en blanco, frotando la espalda de Story con dulzura. —No necesitas ser un
idiota al respecto.
—Me contuve la otra noche —dice Rath, de pie, tenso, junto a la puerta. Ya no me gusta la
mirada en sus ojos, esa chispa de sombría determinación—. La próxima vez, no me detendré en
un poco de sangre. Nada está fuera de los límites.
Su amenaza resuena en mi oído y el miedo golpea en mi pecho. Busco a tientas mi teléfono
en mi bolsillo trasero, revisándolo por primera vez desde que me desperté. Inmediatamente voy
a mi cuenta de ChattySnap donde veo una gran cantidad de notificaciones, lo que no es inusual
a la fiesta previa al juego. Hago clic en los mensajes directos, temiendo otra amenaza, pero no
hay nada nuevo.
Quien haya enviado el primero me tuvo dando vueltas durante dos días, manteniendo las
gemelas a la vista mientras mi padre estaba en un viaje de negocios a Nueva York. No sucedió
nada más que compartir un viaje en auto, la práctica de baile y que las gemelas constantemente
me rogaban por un helado, pero el mensaje inicial fue suficiente para ponerme nervioso. Alguien
está ahí afuera, tratando de joderme. ¿Cuántos de ellos puede haber?
La respuesta no es buena.
—Necesito hacer una llamada —digo, alejándome.
—¿Ahora? —Killian dice, arrojando una mano a la escena del crimen.
—Necesito ver a mis hermanas. —Mis pulgares ya están en la pantalla.
—Si hay algo que necesites decirnos, ahora es el momento —dice Killian, con la mandíbula
apretada—. ¿Por qué desapareciste durante dos días y te llevaste tu arma?
Hago una pausa, sosteniendo su mirada. Sé que debería contarles sobre el mensaje, pero
lo último que cualquiera de ellos necesita en su plato es mi drama familiar.
—Mira —le digo, deseando que entienda—. ¿Quién está jodiendo con nosotros? Ya
destruyeron la carrera musical de Rath, y obviamente quieren joder tu rendimiento futbolístico.
Todos saben que las cosas más importantes en mi vida son las gemelas. Si alguien quiere llegar
a mí, así es como lo va a hacer.
Story va a seguirme fuera de la habitación, afirmando: —Estoy segura de que todo va a
estar bien, hermano mayor. Nadie va a lastimar a esas chicas. No se atreverían, ¿verdad?
Rath pasa junto a nosotros en el pasillo, murmurando: —Voy a ir a revisar dos veces el
resto de la casa. A ver si la Sra. Crane notó algo.
Mientras suena el teléfono, miro hacia atrás en la habitación de Killian. Está allí de pie,
inmóvil, con la mirada fija en la destrucción, una expresión confundida congelada en su rostro.
Estoy a punto de preguntar qué pasa cuando Izzy responde, desviando mi atención. Mi hermana
da un saludo bullicioso, inmediatamente saltando a una historia sobre lo que pasó en la obra de
teatro de la escuela la noche anterior. El alivio me inunda ante la alegría fácil en su voz.
Sonriéndole a Story, señalo el teléfono y le digo: —Ella está bien.
—¿Ves? —susurra, dándome un codazo—. Te dije que todo estaría bien.
Miro a Killian una vez más y la confusión en su rostro se ha convertido en algo más letal.
Rabia fría y calculada. Algo está mal. No todo está bien. Alguien violó nuestra casa. Alguien
jodió con Rath y Killian, y alguien está amenazando a mis hermanas. Quien haya hecho esto no
solo se vengó, sino que firmó su sentencia de muerte.

Después de catalogar la casa, parece que Killian tenía razón. Parece cada vez más que él era el
objetivo principal. Anoche, por lo menos. Es obvio que los Lords están bajo ataque y no tenemos
más remedio que manejarlo. Príncipes, Condes, Barones…
Está llegando al punto en que no importa quién está detrás. Puedo decir, mientras
tomamos un desayuno rápido y frío que todos estamos tensos, las miradas oscuras que
compartimos hacen obvio que cada uno de nosotros está ansioso por tomar represalias. No
puede ser como las dos últimas veces, los tres divididos y picoteando solos. Un acuerdo
silencioso pasa sobre nosotros.
Pase lo que pase después, tenemos que hacerlo juntos.
Killian y yo somos los primeros en entrar en la camioneta, Rath y Story se quedan atrás.
Llegamos lo suficientemente tarde a nuestras primeras clases que no nos molestamos en
apresurarnos. Killer ha estado en silencio desde esa escena en su habitación, su rostro ilegible.
Lo veo mirar por el parabrisas, inquietantemente quieto. —¿Qué pasa? ¿Te preocupaba
que tengan todos esos videos? —A decir verdad, yo sí que estoy preocupado. Cuanto mayores
se hacen, más me doy cuenta de lo difícil que va a ser ocultar a mis hermanas quién soy en
realidad. Los videos en los que domino a Story no van a ayudar exactamente.
Su mirada se desliza hacia mí lentamente, como si estuviera ocupado pensando. —No estoy
preocupado por eso. —Ante mi mirada inquisitiva, su mirada se dirige hacia la puerta, donde
Story y Rath ahora están bajando los escalones. Tiene a Rath cargado con una caja de materiales
de preparación para el carnaval y él no parece feliz por eso. Aproximadamente, Killian dice—:
Pero tenemos que averiguar qué vamos a hacer.
—¿Sobre los Príncipes? —Pregunto.
Niega con la cabeza, sus ojos siguen a Story mientras se acerca al camión. Su voz es
tranquila pero aguda, tan letal como sus ojos. —Sobre el hecho de que nuestra Lady ha estado
jugando con nosotros.
Capítulo 22
STORY
Tengo que concedérselos. La Realeza sabe cómo organizar un carnaval de bienvenida. Desde
los paseos bien iluminados hasta el dulce aroma de las palomitas de maíz en el aire y la larga
fila de estudiantes que pagan el doble en el camión de cerveza, todo el mundo parece estar
pasándolo muy bien. Esto, sorprendentemente, incluye a la Realeza, quienes, como sugirió
Bianca no tan amablemente, parecen haberse tomado la noche libre para ignorarse mutuamente.
La verdad es que llevo un par de días preocupada. Killian perdió el juego del
Homecoming anoche, y ha estado absolutamente furioso. Mis Lords han estado tensos,
claramente ansiosos por encontrar una forma de vengarse de “los Príncipes”. Mentiría si dijera
que no he estado tensa también. Tengo que lograr el equilibrio perfecto: conmoción por estar
drogada, miedo de lo que podría pasar después, horror de que alguien tenga videos de estos
tres hombres usándome como un coño de bolsillo. Afortunadamente, están tan concentrados en
los Príncipes que apenas me dan una segunda mirada.
Parece que ser poco más que un juguete tiene sus ventajas.
Hoy en día, todo es brillante y resplandeciente, como los peluches en el lanzamiento de
anillos, o la cara del payaso que sonríe en la casa de la risa. Es una pequeña porción de lo bueno
de un pastel de mierda, y lo disfruto al máximo, riéndome con Bianca mientras sacudimos
nuestras caderas con el enérgico DJ de Rath.
Incluso Killian parece haberse tomado un descanso de la rabia por el partido de fútbol
perdido para hacer un esfuerzo. Observo desde la distancia mientras se sube las mangas hasta
los codos, pasando un enorme martillo de puño en puño. Las luces alrededor del juego de
hombre fuerte parpadean y él se pone en posición, arrastrando los pies. Lo levanta sobre su
cabeza y lo hace caer con un golpe fuerte, chocando violentamente contra la placa de presión.
Envía una pelota volando hacia la campana en la parte superior. Suena fuerte y un grupo de
niños, algunos con camisetas de fútbol de Forsyth y diminutos atuendos de porristas, chillan de
emoción. Izzy y Lizzy están entre la refriega, y Tristian las monitorea mientras ocasionalmente
revisa su teléfono.
—¡Otra vez! —los niños siguen diciendo, luciendo brillantes y encantados.
Sorprendentemente, Killian lo hace.
Bueno, al menos ha encontrado una salida para su rabia.
Mi teléfono vibra contra mi cadera y lo saco, pensando que puedo haber atrapado a
Tristian enviándome un mensaje de texto. Pero lo que encuentro es un mensaje de mi madre
en su lugar.

Mamá: ¡Lo siento, no pudimos llegar a tu carnaval! A Daniel se le presentó algo. Te


extraño. XX

Apenas me detengo de hacer una mueca. Verla a ella y a Daniel en la actuación de Rath
ya era bastante incómodo. Lo último que necesita esta noche son ellos dos dando vueltas.

Story: Está bien. Estoy demasiado ocupada para distraerme mucho, de todos modos.

Vuelvo a mirar a Tristian, cuyos ojos miran alrededor con ansiedad. Es mucho más
complicado descubrir cómo devolverle el golpe. Observo mientras acerca a las chicas. Como
dijo antes, la forma de llegar a él es a través de sus hermanas. Pero no hay forma de que me
meta con ellas. Además, lo conozco mejor que eso. Rath y Killian fueron fáciles. Un momento
definido de humillación y venganza es suficiente para sacudir sus cimientos. Tristian requiere
una estafa más larga. Para hacerle creer que me estoy enamorando de él. Que soy suya, y sólo
suya. Entonces lo traicionaré, como lo hizo Gen.
Dios, la ironía es espesa y deliciosa.
Como beneficio adicional, es lo suficientemente paranoico como para que la sola idea de
que alguien venga tras él lo pone nervioso. Está tan atrapado en sí mismo, tan vanidoso y
narcisista que ni siquiera me verá venir.
—Oye —dice Bianca, dándome un codazo. A juzgar por la bolsa con cremallera azul que
lleva, parece que quiere convertirme en una mentirosa honesta—. El camión de cerveza se ha
quedado sin unos. Necesitamos llamar a los muchachos del Sr. Payne y pedirles que envíen a
alguien con el cambio.
Estoy aprendiendo que mi padrastro tiene sus dedos en casi todo lo que sucede en este
pueblo. Aparentemente, proporciona el efectivo inicial necesario para financiar los puestos, en
particular el camión de cerveza. A medida que llegan billetes de veinte o más, el cambio
disminuye y lo intercambiamos con dinero de Daniel, con Nick “Feo”.
El mismo Nick del burdel. Todavía no he conocido a Nick Guapo, pero si su nombre es
tan apropiado como el de Nick Feo, debe ser una especie de supermodelo.
Si tengo preguntas sobre por qué un hombre que frecuenta un burdel y vende armas de
fuego participa de alguna manera en la maquetación de una organización benéfica cercana a la
universidad, entonces nadie está dispuesto a darme una respuesta. Killian se encogió de hombros
y dijo: —Es un negocio, y nada de eso es tuyo.
Pero sé de quién es el negocio. Me estoy dando cuenta de que Daniel Payne es más que
un tipo de bienes raíces. Tal vez sea incluso más que un tipo de bienes raíces que emplea a
gente sospechosa, como traficantes de armas y matones con tatuajes en la cara que son
“principiantes” en la avenida. ¿Qué tan profundo les todo esto? Más importante aún, ¿me
interesa saberlo?
Probablemente no.
A cada uno de nosotros nos dieron un walkie-talkie para comunicarnos durante el evento.
Me lo llevo a la oreja y presiono el botón. —Águila Cuatro, esta es Lady. Necesito que alguien
me encuentre en la puerta. —Suelto el botón y una respuesta llega crepitante.
—Diez-Cuatro, Lady.
Bianca me entrega una bolsa con cremallera llena de dinero en efectivo. —¿Quieres que
camine contigo? —pregunta, justo cuando la voz de Autumn se escucha por el walkie-talkie.
—Nos quedamos sin algodón de azúcar —dice, su voz mezclada con estática—. ¿Puede
alguien sacar una bolsa de mezcla del camión de almacenamiento?
Lo más decepcionante, por mucho, ha sido la completa falta de reacción de Autumn con
respecto a lo que Rath y yo le hicimos a su pequeña guardería. Lo más que me regalaron fue
una mirada fría entre ella y la Baronesa justo después de que llegáramos. Ha sembrado cierta
discordia entre ellas, pero es difícil decir exactamente cuánto.
Bianca levanta las cejas y digo: —Ve a ayudarla. Trataré de agarrar a uno de los Lords
para que me acompañe a ver a Nick Feo. —Lucho por contener un escalofrío cuando digo su
nombre.
—Ten cuidado —dice, señalando la bolsa—. Hay, como, dos grandes allí.
Empujo la bolsa debajo de mi brazo, escondiéndola entre mi suéter y mi camisa. —Lo
haré.
Comenzando por los terrenos del carnaval, miro hacia donde acababa de ver a Killian
jugando, pero ya no está allí. Tristian y sus hermanas también se han ido. Sigo mirando, pero
no veo el cabello rubio de Tristian, ni el enorme cuerpo de Killian, y llego a la puerta antes de
que ninguno de ellos se dé a conocer.
Nick Feo ya me está esperando. Se ve muy diferente de la última vez que nos vimos,
aunque eso había sido en un burdel. Hoy, está vestido, su cabello peinado hacia atrás
ordenadamente, y no importa que haya un cigarro colgando del índice y el pulgar. Se parece a
cualquier otro hombre: la camisa abotonada, los pantalones de color caqui impecables y
planchados. Un segundo tipo acecha unos metros detrás de él, actuando claramente como un
guardia. Su mano está en su cadera, revelando un arma metida en la cintura de sus pantalones.
Deslizo la bolsa a través de la puerta y observo mientras la toma, abriéndola para
inspeccionar el efectivo dentro. Hay un momento en el que lo atraviesa, sus ojos saltan para
observarme en movimientos rápidos. Eventualmente, lo cierra y asiente con la cabeza al otro
tipo, quien le entrega una bolsa roja en respuesta.
—Ahora, no vayas a gastar esto en un solo lugar —dice Nick Feo, dándome esa sonrisa
viscosa mientras pasa la bolsa de nuevo. Pero en el momento en que lo alcanzo, me lo arrebata—
. Ah, ah. Modales, jovencita. ¿Qué dices?
Entrecerrando los ojos, agarro el walkie-talkie. —Tengo volver con eso, lo antes posible.
Me da un tsk. —Esa no es la palabra mágica.
Reprimiendo mi frustración, me muevo más cerca de la puerta, los dedos se enroscan
alrededor de las barras de hierro. Su expresión cambia en un centavo cuando le doy una sonrisa
tímida y nerviosa. —En realidad no sé cómo funciona todo esto. Quizás puedas darme algunos
consejos. ¿O tal vez te gustaría que hiciera algo por ti?
Acercándose, apoya un antebrazo en los barrotes, su postura suelta y descuidada. Se lame
los labios. —Puedes hacer lo que quieras, princesa.
Sus ojos están fijos en mi boca, dándome la oportunidad perfecta para disparar mi mano,
rápido como un rayo, arrebatándole la bolsa. —No soy una maldita princesa —digo, sonriendo
ante su expresión enfadada. Mientras me alejo, agrego—: Soy una Lady.
Llevo el dinero al camión de la cerveza y se lo dejo a los Barones, que están a cargo de
eso. A medio camino del lanzamiento de anillos para comprobar su dinero, mi walkie-talkie
cruje, la voz de Tristian llega. —¿Lady?
Buscando a tientas el botón, aseguro: —Estoy aquí.
Después de otro crujido, dice: —Se necesita su presencia en Funhouse.
—¿Hay algo mal? —Miro hacia el escenario y noto que Rath no está en su puesto de DJ en
este momento. Debe estar tomando un descanso.
—No pasa nada —dice la voz de Tristian—, aparte de que mi Lady hace preguntas
desafiando mi orden directa.
Contengo un suspiro. Genial. Tristian está en uno de sus estados de ánimo mandón y
probablemente cachondo. Al hacer clic en el botón, le aseguro: —Estaré allí en un minuto.
La casa de la risa se colocó en la parte trasera de un camión y se descargó como el resto
de las atracciones. La entrada tiene un payaso gigante funky colgando sobre la puerta de gran
tamaño que en secreto me da escalofríos. Tuvo una larga cola toda la noche, pero ahora está
repentinamente desierta, un trozo de cinta de precaución adherida a lo largo de los escalones.
Marcus se para debajo de la boca del payaso, asintiendo mientras me acerco.
—¿Está dentro? —Pregunto.
—Sí —responde, señalando hacia adentro—. Solo sigue el camino.
Entro, echando un vistazo cauteloso a mi alrededor. El sonido de la puerta cerrándose y
cerrándose detrás de mí no me hace sentir menos asustada. Estoy en una habitación de ilusiones
ópticas, las paredes inclinadas para que parezca un pasillo largo y angosto. El piso está inclinado
para mantenerme fuera de balance y tiro mis manos para estabilizarme mientras lo navego.
Cuando llego a la habitación de al lado, diseñada para parecer que el piso está arriba y el techo
está abajo, llamo: —¿Tristian? ¿Estás aquí?
—Aquí atrás, Cereza —llama, y me dirijo en la dirección de su voz. Entro en una habitación
de espejos o, mejor dicho, en la ilusión de los espejos. Contra una pared, el reflejo de Tristian
sale en espiral hacia una presencia retorcida.
—Oye —digo, sintiéndome un poco fuera de balance—. ¿Qué está pasando?
—Queríamos tener una pequeña charla —responde, la imagen desaparece.
—¿Acerca de? —pregunto, distraída por un movimiento en un espejo. Miro detrás de mí,
pero no hay nada más que mi propio reflejo—. Vamos chicos. Dejen de jugar conmigo.
—¿Por qué haríamos eso? —viene la voz de Killian, baja y con un sonido apagado—. Darle
un giro al juego es jugar limpio. ¿No es así?
Giro ante otro destello de movimiento, girándome para mirar mi propio reflejo de nuevo.
—¿De qué estás hablando?
—Estoy hablando de los mensajes —dice Tristian.
—Acerca de que nos drogues —agrega Killian—. De que nos sabotees.
La voz de Rath es más letal que las demás. —Sobre qué entregaste esa biografía.
Mi respiración tartamudea en mi pecho, el estómago cayendo. Me giro, pero no puedo
ver nada excepto las líneas de pánico alrededor de mi boca. —No sé lo que están…
—Cereza Amarga. —La voz de Tristian me interrumpe—. Insultar nuestra inteligencia solo
empeorará esto para ti. ¿De verdad quieres ir allí?
Mis miembros se sienten como plomo, tan pesados que me tambaleo hacia atrás. Pero
entonces el reflejo de Tristian aparece en el espejo, justo por encima de mi hombro, y todo lo
que puedo ver es que la noche en que me empujó de rodillas. Todo lo que puedo escuchar es
la noche en que me dijo que abriera para Killian. Todo lo que puedo saborear es a mi
hermanastro, salado en mi lengua. Todo lo que puedo sentir es la punzada de pérdida y traición
cuando vi a Rath en ese video, burlándose de mí por querer una pizca de su amabilidad.
Más allá de la salvaje estática del terror hay algo duro como el acero. Dos imágenes
aparecen en el espejo, flanqueándolo, sus rostros todos claros. Esta vez no me molesto en mirar
detrás de mí. Sé que realmente están ahí. Puedo sentir el odio negro como boca de lobo saliendo
de ellos tan tangiblemente como puedo sentir su calor.
Si realmente lo saben, no tiene sentido mentir.
Levantando la barbilla, pregunto: —¿Qué me delató?
—Oh, fuiste bastante descuidada —dice Killian, su mirada amenazante taladrando mi
reflejo—. Pero al final, fue algo pequeño, algo que le dijiste a Tristian ayer. Estabas en el pasillo,
hablando, y lo llamaste...
—Hermano mayor. —Recuerdo la forma en que se sintió al salir de mis labios, algo ilícito
y sagrado, y lo lamenté al instante—. ¿Eso es todo? ¿Ese es tu gran descubrimiento?
¿Simplemente te acordaste?
—Después de eso, fue fácil —dice Rath, con los ojos entrecerrados y negros—. Tú eres la
que escribió mi biografía. Nos trajiste todas nuestras bebidas. Estuviste fuera el día anterior,
durante dos horas enteras. Pero Tristian no estaba para rastrearte compulsivamente, porque le
enviaste un mensaje que te lo sacaría de encima, ¿no es así?
Frunciendo el ceño, pregunto: —¿Qué mensaje?
—Sabemos que no son los Príncipes. —Ignorándome, Killian pregunta—: Solo una casa se
dedica a drogar a la gente. ¿Qué es exactamente lo que te ofrecieron los Condes? Todos somos
curiosos. Quiero decir —mira a Tristian—, Dios mío, te compró un maldito auto. Debe ser más
valioso que eso.
Entrecierro los ojos, sintiéndome ofendida por la mera idea. —Si quieres que deje de
insultar tu inteligencia, tal vez intenta mostrar algo. Nunca trabajé con los Condes. —Riendo,
abrí los brazos, negándome a retroceder ante sus miradas—. La verdad es que estuve trabajando
con los Lords todo el tiempo. Ustedes tres me enseñaron todo lo que necesitaba saber. —
Señalando con la cabeza a Rath, digo—: Enmarcar otra casa para tu represalia fue idea tuya. Y
no estuvo nada mal, la verdad. Pensé que la corona roja era un buen toque.
Killian no parece convencido. —Entonces, ¿dónde conseguiste las drogas?
Sonriendo, digo: —De ti, hermano mayor. —Sus ojos parpadean, pero hay demasiadas
emociones allí para precisar lo que está brillando en ellos—. ¿No te acuerdas? El día que me
llevaste al prostíbulo, te pregunté si ibas por las drogas. Me dijiste que allí es donde podía
encontrarlas. —La ausencia de Tristian había sido la única razón por la que me arriesgué,
conduciendo hasta la avenida. En un lindo auto como el mío, no pasó mucho tiempo antes de
que alguien se me acercara en busca de un cliente—. Sin embargo, eso no es todo lo que he
aprendido de los Lords. Por ejemplo, Killian me enseñó lo horrible que se siente ser humillada
públicamente, así que lo usé con Rath. —Vuelvo mi mirada a Rath, mirándolo a los ojos—. Me
enseñaste lo que significa sentirse engañada al pensar que alguien se preocupa por ti, así que lo
usé con Tristian. —Le digo a Tristian—: Y tú me enseñaste cómo se siente que alguien te quite
todo el control, lo que me ayudó a tomar el de Killian. —Termino con una mirada furiosa a mi
hermanastro, girando mi dedo en un gesto suelto—. Ustedes construyeron la rueda, muchachos.
Simplemente le di un pequeño y agradable giro.
No me inmuto cuando una mano sube para agarrar mi cabello en un puño. Killian sostiene
mi mirada y pregunta: —¿Cuánto tiempo llevas jugando con nosotros, hermanita?
—¿Yo? —Pregunto, esperando que pueda ver el despecho en mi sonrisa—. Desde el primer
segundo que dejaste que me tocaran, hace tres años. —Sus dedos se aprietan en mi cabello, pero
mantengo mi expresión completamente en blanco. Él aún no lo sabe, pero Tristian también me
lo enseñó—. O tal vez desde que viste a tu padre abusando de una niña en tu propia casa y fuiste
lo suficientemente malcriado e ignorante como para pensar que yo lo deseaba, pedazo de
mierda. —Grito cuando mi cabeza se echa hacia atrás, el cuero cabelludo se tensa contra su
agarre.
—Eres una mentirosa —gruñe, con las fosas nasales dilatadas—. Les dije que esto sucedería.
Que no eres más que una puta, igual que tu madre. Joder, les dije que jugarías con nosotros.
¡Joder, les dije!
—¿Qué pasa si lo hice? —grito, con la garganta tensa—. ¿Crees que no te lo merecías? ¿Por
todo lo que me has hecho?
—Te inscribiste en esto —dice Killian, su voz nociva en mi oído. Me empuja hacia adelante,
soltándome el cabello, y tropiezo, atrapándome en el espejo—. ¡Tú pediste ser nuestra Lady!
Finalmente, me giro hacia ellos, con el pecho agitado. —Lo hice. ¿Y sabes lo que está mal?
Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que me pidieran, ser lo que quisieran, pero eso no fue
suficiente para ustedes, ¿verdad? Solo tenían que tomar más. —Cuadrando mis hombros, les
digo—: Sé sobre el juego. Sé de los puntajes que guardaron para ver quién podía lastimarme
más. Sé cómo se los ganaron. Sé sobre el puto premio. —Escupo la palabra como si fuera veneno
en mi lengua, viendo la conciencia golpear sus expresiones en una ola. Los ojos de Killian son
fríos y distantes, como si no esperara menos. ¿Por qué debería? Hemos estado en la garganta
del otro durante años. Con la voz goteando de desdén, agrego—: Todos ustedes son hipócritas
débiles y patéticos.
Rath se lanza hacia adelante, su palma se dispara para agarrar mi garganta. Me empuja
con tanta fuerza contra el cristal que no puedo decir qué está haciendo ruido, si el espejo o mi
cráneo. Aplasta su frente contra la mía, su voz emerge en un venenoso siseo. —Me hiciste confiar
en ti. Me hiciste pensar que querías ayudarme. Y luego te diste la vuelta y lo usaste para
destruirme. ¡Todo mi puto futuro! —Está temblando con su rugido, temblando de rabia, lo que
sería una buena señal para que retroceda.
Pero no lo hago.
Clavo mis uñas en su muñeca y rugo de vuelta. —¡Tú me arruinaste primero! —El
aplastamiento de sus dedos no me desconcierta, no lo suficientemente fuerte como para cortarme
el suministro de aire. Todavía no. Observo los tendones abultados de su cuello, sin aliento—.
Eres lo peor. ¿Sabías eso, Rath? Sé que eres tú quien realmente ganó ese juego, y también sé
cómo lo hiciste. Cada segundo contigo fue una broma. —No importa que el nudo en mi garganta
haga que mi voz se rompa, o que mis ojos comiencen a llenarse de lágrimas contenidas. Se siente
tan malditamente bien decir esto finalmente—. Esperaba que Killian fuera un imbécil abusivo.
Nunca ha pretendido ser nada mejor. ¿Y Tristian? —Doy una risa acuosa—. Tristian tiene la
profundidad de un robot sádico. Es demasiado inepto emocionalmente para siquiera entender
que lo que está haciendo está mal la mayor parte del tiempo. ¿Pero tú? Oh, ya sabes —respiro,
aplastando sus muñecas entre mis dedos—. Sabías exactamente cómo manejarme. Engañándome
para que baje la guardia. Haciéndome sentir pena por ti. Haciéndome sentir segura contigo.
Haciéndome pensar que alguien tan vacío como tú podría… —Mis uñas están incrustadas en su
piel, y ahora soy yo quien tiembla. Debo estar sacando sangre ahora—. Lo único que lamento es
que solo te arruiné una fracción de la cantidad que tú me arruinaste a mí.
Sus dedos finalmente se cierran, apretando con fuerza alrededor de la columna de mi
garganta. —Debería matarte —se burla Rath, sus dedos se clavan en la carne suave. Puntos
blancos llenan mi visión, mi cuerpo se agarra mientras lucho por respirar. Sus labios se tiran
hacia atrás, dejando al descubierto sus dientes—. Debería ver cómo la vida se desvanece de tus
ojos por lo que me has hecho.
—Rath —dice Killian, su voz tranquila y dura. Un momento después, la mano desaparece
y me inclino, jadeando por aire.
—¿Sabes lo que los Lords le hacen a las Ladys que los traicionan, Story? —pregunta Rath,
golpeando su mano contra el espejo al lado de mi cabeza. Me rodea, oscuro y amenazante—.
Debería mostrártelo. Killian te dio una pequeña probada una vez. ¿Lo recuerdas? ¿De rodillas
para que todos lo vean? ¿La forma en que todos se rieron? Algunos de ellos estaban duros como
clavos al salir de ese sótano. Probablemente volvieron a casa y se la masturbaron pensando en
cómo debería haber sido.
La voz de Tristian interrumpe, más cerca de lo que esperaba. —Un Lord apropiado habría
hecho que te volvieras hacia ellos en ofrenda. Habría hecho que cada uno de esos cuarenta
hombres, uno por uno, se masturbaran hasta que te cubrieran con su semen.
—Lo vimos una vez —agrega Killian, y por encima del hombro de Rath, puedo verlo sacar
ese cuchillo de su cintura. Le da a la hoja un pequeño golpe—. Primer año. Ni siquiera puedo
recordar su nombre, pero recuerdo cómo se veía cuando lancé mi corrida por sus tetas.
—Casandra. —Rath tararea, rascando una uña en mi mejilla—. Oh, era tan parecida a ti.
¿Dulce por fuera, pero arañando en la superficie? —Su sonrisa es vacía y quebradiza—. Falsa.
Todas ustedes, perras, son falsas.
Niego con la cabeza y digo: —No me van a hacer eso. —Es un testimonio de lo que he
llegado a saber acerca de estos hombres que lo digo con una confianza inquebrantable.
La boca de Rath se curva en una sonrisa maliciosa. —Ay, Cereza. ¿Qué te hace pensar que
no lo haríamos?
—Por la misma razón por la que Killian no lo hizo antes —respondo, apoyando los hombros
contra el cristal—. No querrás que marquen lo que es tuyo.
La risa baja y maliciosa de Tristian resuena. —Te estás llamando nuestra ahora, ¿verdad?
—¿Me equivoco?
No soy de ellos de ninguna manera que realmente importe. No por elección. Pero eso
nunca les ha importado, y puedo ver en sus ojos lo poco que les importa ahora.
Rath se hace a un lado cuando Tristian se empuja con los hombros, ambos sujetándome
contra el cristal.
Tristian agarra mi barbilla, desviando mi mirada hacia la suya. Semanas atrás, la mirada
en sus ojos habría sido suficiente para hacer que mis rodillas se debilitaran. Es como antes, como
aquella noche en la escuela secundaria. El hombre que me ha visto como alguien a quien mimar
y cuidar se ha ido. Todo lo que queda es una crueldad escalofriante.
Esta vez, estoy lista para ello.
—Tienes razón —dice—. Tú no perteneces a LDZ, Story.
Killian acecha hacia mí con el cuchillo. —Solo nos perteneces a nosotros.
Las palabras de Rath son una corriente de aire venenoso. —Y nos quedamos con lo que
es nuestro.
Cuando Killian baja el cuchillo, cierro los ojos y espero un olvido que sé que nunca
tendrán la amabilidad de dar.
Capítulo 23
RATH
La gente llama a Killian desquiciado e impulsivo por sus problemas de ira, pero en realidad,
pasa más tiempo controlándolos. La gente no ve eso. Ven una botella de cerveza volando por
la habitación y estrellándose contra una pared y piensan que es un cañón suelto. No podrían
estar más equivocados. Cuando finalmente lo deja salir, eso no es un impulso. Esa mierda está
finamente calculada. La rabia siempre está dentro de él, pero sabe cuándo puede salirse con la
suya y cuándo no es el momento adecuado.
Sin embargo, no siempre fue así.
La primera vez que conocí a Killer, me estaba golpeando, hasta convertirse en una
explosión nuclear que estaba destinada a terminar con mis dientes en el pavimento. Todos estos
años después, ni siquiera puedo recordar qué lo provocó, el maldito psicópata. Él era más
grande, incluso entonces. Apenas teníamos ocho años, y los dos pequeños como mierda, para
empezar. Supe de inmediato que este niño podía masticarme y escupirme.
Aun así, me defendí.
Creo que por eso volvió al día siguiente, se acercó a la tienda de la esquina en la que
trabajaba mi madre, con brillos y todo, para preguntarme si quería ir a jugar un partido en la
cancha de su casa. Killian y Tristian son sangre del Lado Norte. A Killer le gusta discutir sobre
eso, el hijo de puta piensa que hay algo que vale la pena en la credibilidad, pero me importa
una mierda de dónde vino su padre. Puede tatuarse hasta el demonio y actuar tan duro como
quiera, pero en el fondo, el tipo es del Norte. Nunca se ha ido a la cama con hambre y enojado
con el mundo por eso.
Él y Tristian nunca han sido idiotas al respecto. Demonios, Killer me compró mi primer
teclado, harto de esperar siempre a que terminara las lecciones en la casa del viejo Kinley.
Tristian me consiguió mi primer equipo de grabación adecuado y me exigió que pusiera una
pista enfermiza para su fiesta de cumpleaños número doce. Si tenían algo, entonces uno de ellos
se aseguró de que yo también lo tuviera.
Pero no saben lo que significa sentirse basura porque sus zapatos tienen agujeros. Nunca
han necesitado llevar su chaqueta cerca porque es la única que tienen para todo el invierno, y
todos los demás niños que has conocido han tenido los dedos pegajosos. Ambos han pasado
por tiempos difíciles, no me malinterpreten, también hay mucha dificultad para todos en el Lado
Norte, pero en realidad nunca podrán conocer este tipo de dificultad.
Sin embargo, Story podría.
Lo vi en ella la primera vez que nos conocimos. Esos grandes ojos de cervatillo suyos
captaron la casa de Killian, y me di cuenta de que en realidad nunca sería su hogar. Demasiado
agradable, demasiado limpio. Imposible estar cómodo allí. Sin embargo, lo entiendo. Debería
haberme hecho querer acercarme a ella, para mostrarle que no era del todo malo para personas
como nosotros. Para mostrarle que a Killian y Tristian no les importaba esa mierda, porque
tenían ese privilegio. Pero por alguna razón, me hizo odiarla. Tenerla allí era una prueba de que
yo tampoco podría encajar exactamente. Me hizo sentir humillado. Inferior.
Era solo mi propia mierda. Tomó algún tiempo, pero estando aquí, viendo a Killer cortar
su camisa por la mitad, rasgándola completamente, ahora entiendo eso.
Ahora que ella me ha humillado intencionalmente.
Es un tipo diferente de odio, porque no es odio en absoluto. Es la única persona que
podría entender, que realmente podría saber lo que es luchar, caminar en compañía de la
riqueza y sentirse como una escoria, apuñalándome en la maldita espalda. Es saber que estuve
allí esa noche, hace semanas, y le conté sobre mi antiguo maestro, el que solía burlarse de mí y
burlarse de mí, solo para que ella lo usara en mi contra. Es que le entregué algo pequeño y
frágil, solo para verla romperlo en mi cara.
Esta mierda es peor que la traición.
Puede que no tenga los problemas de ira que atormentan a Killian, pero algo en lo más
profundo se siente lo suficientemente herido como para que se sienta como si lo tuviera. La ira
candente me hierve la sangre, y si Killian no hubiera hablado antes, podría haberla estrangulado
hasta la muerte.
Todo el trabajo que he hecho durante las últimas semanas, la amabilidad, la atención y la
paciencia, la maldita paciencia que adormece la mente y duele las pelotas, había sido en vano.
Nunca quiso mi aprobación. Solo estaba jugando su propio juego.
Dulce Cereza está a punto de aprender una lección muy difícil.
Los Lords siempre ganan.
Y nos quedamos con lo que es nuestro.
—¿Sabes cómo los Duques marcan a su Duquesa? —Killian pregunta, pasando suavemente
la punta del cuchillo entre sus tetas—. La marcan. La atan, sujetan y graban su icono en su piel,
donde ella quiera. —Veo un escalofrío recorrer su cuerpo, y Killian también. Hace que sus ojos
se endurezcan—. Los Barones hacen que la Baronesa se haga un tatuaje de su pentagrama. Me
gusta eso. Lo tiene todo: estilo, permanencia. —Él agarra su muñeca, burlándose del puño—. Los
Lords solo tienen esto. Cuero y metal. Puedes quitártelo cuando quieras. Va en contra de las
reglas, pero en realidad no te preocupas por eso, ¿verdad? Con un fuerte tirón, se lo quita de la
muñeca en un segundo plano—. No importa. Como parece que no puedes entender tu puto
lugar, vamos a tallar tres letras en tu piel. —Él se inclina hasta que está nariz con nariz con ella,
tira los labios hacia atrás en un gruñido—. Y no serán LDZ.
Story se ríe, sin siquiera luchar contra el agarre mío y de Tristian. —¿Ese es tu gran castigo?
¿Me vas a cortar? —Se fuerza hacia adelante, la boca presionada en una torcedura torcida—.
Aquí hay un secreto, Gran Killer. No me importa. Dejé de preocuparme por lo que le hacías a
mi cuerpo en algún lugar entre el rastreador y estar en tu cama de clavos.
Él planta una mano en medio de su pecho, haciéndola retroceder. —Me drogaste, me
ataste y luego me follaste. Sabes cómo se llama eso, ¿verdad?
Esto hace que sus ojos se estrechen y su sonrisa se agudice. —Una probadita de tu propia
medicina.
Él pone la cuchilla en su esternón, justo entre sus tetas, y mira pensativamente mientras
presiona la carne. —Aquí hay un secreto para ti, Story. No funcionó. —Bajando la voz a un
silbido, le dice—: Tu coño se sintió bien, hermanita. La mejor follada que he tenido en todo el
año, la verdad. Deberías reconsiderar tu estilo de vida si esa es tu idea de venganza. —A mí y a
Tristian, nos dice—. Sosténganla.
Tan pronto como las palabras salen de su boca, se pone rígida, Tristian y yo la sujetamos
con fuerza por los hombros, inmovilizándola contra la pared. Por la expresión sin sangre en su
rostro, estoy pensando que va a gritar.
Pero no lo hace.
En el momento en que Killian arrastra el cuchillo por su pecho, la sangre burbujea
alrededor del metal de la hoja, echa la cabeza hacia atrás y parece que quiere hacerlo. Su
garganta se hincha con él, como si fuera un ser vivo saliendo de sus pulmones, pero no lo libera.
No nos dará la satisfacción. Killian conecta las líneas de la “K” lentamente, haciéndolo tan limpio
y ordenado como siempre.
Y luego le entrega el cuchillo a Tristian.
Tristian lo toma, dejando que Killian tome su lugar en su hombro. —La próxima vez que
hagas algo como esto —le dice, acariciando su pecho con la punta de la hoja—. Puedes
imaginarme hundiendo este cuchillo en tu pecho, porque eso es exactamente lo que haré. ¿Estás
escuchando? —Agarra su barbilla y bruscamente tira de su mirada hacia la suya. Pensé que había
visto lo peor de Tristian esa noche en los muelles cuando incendió el yate, pero estaba
equivocado. Nunca se había visto tan aterradoramente inhumano como ahora, cara a cara con
Story—. Si vuelves a amenazar a mis hermanas, te mataré.
Su rostro se afloja, justo antes de arruinarse por la confusión. —¿De qué diablos estás
hablando? Yo nunca… —Su voz se distorsiona, la mandíbula se cierra con fuerza mientras Tristian
talla la “T” debajo de la “K”.
Cuando me entrega el cuchillo, mis dedos lo empuñan lo suficientemente fuerte como
para doler. Cambiamos de lugar, lo que me da una vista perfecta de su obra. Los cortes son
demasiado superficiales para mi gusto, dos líneas de sangre se arrastran lentamente hacia su
ombligo, y tengo que limpiarlo para ver la piel que está a punto de llevar mi marca.
Levanto mis dedos ensangrentados, untando una mancha desordenada sobre su mejilla.
Espero que haga una mueca y se dé la vuelta, pero me decepciona y se convierte en eso. Hay
una manía enloquecida parpadeando en sus ojos que es casi fascinante de ver. Es lo que me
hace hablar a continuación. —¿Sabes que en realidad comencé a sentirme mal por lo que sucedió
esa noche? —Estaba pensando para mí mismo. Presiono la punta del cuchillo en su piel—. Tal
vez si nos hubiéramos tomado nuestro tiempo, si hubiéramos sido más amables, probablemente
podríamos haberte tenido sin todo el alboroto. Podríamos haber... —Entierro la punta, siguiendo
su mueca de dolor con una oleada de mi cuerpo—…te follado. A decir verdad, no tengo ni puta
idea de cómo habría sido eso. Pero me encontré pensando en ello. ¿No es divertido?
Ella jadea ante la línea que hago, sin duda más profunda que las otras.
—Pero como dijiste, sé cómo manejarte. Sabía lo caliente que estabas esa noche,
¿recuerdas? Te lo susurré al oído. Sentí lo mojada que estabas. Siempre has sido fácil de leer
para mí. —Pero hago una pausa, levantando el cuchillo—. ¿Qué letra debo elegir, Cereza? ¿“R”?
—Sigo su mirada, esperando que sus ojos parpadeen y se burlen—. ¿O “D”?
Puedo verla tirando de ese desafío acerado a su alrededor como una manta reconfortante,
y no flaquea. Ni siquiera cuando separa los labios para decir: —Adelante. Será la única “D” que
me darás5.
Mis nudillos se ponen blancos alrededor de la empuñadura del cuchillo, y por un
momento, no quiero nada más que levantarlo sobre mi cabeza y golpearla en la mejilla.
Apretando la mandíbula con fuerza, limpio la sangre y termino mi inicial, sin inmutarme por su
mueca de cuerpo completo.
Cuando está hecho, todas nuestras iniciales talladas en su carne, doy un paso atrás y miro.
No soy como Killian, quien probablemente se excitará al verlo. No me hace feliz verlo. No la
hace sentir más cerca de ser mía. No hace que esta boca abierta en mi pecho sea mejor. Al mirar
a Story, puede que esté un poco rígida y pálida, pero sus ojos son de acero puro.
Al final, es un poco decepcionante.
Compartiendo una mirada con los demás, está claro que sienten lo mismo. No es que
hayamos hablado de eso, pero todos sabemos lo que queríamos de esto. Lágrimas. Sollozos.

5
En inglés, referirse a la “D” en doble sentido da a entender que se refieren a “Dick”. En español, polla.
Mendicidad. Promesas de que se comportará mejor. Queríamos que esta perra se arrojara a
nuestros pies, o al menos, se defendiera.
En cambio, tenemos la protuberancia desafiante de su barbilla, y no importa que esté
actuando.
Parece aburrida.
Tristian, todos los finos detalles de su máscara cuidadosamente compuesta se rompen, la
empuja sobre sus rodillas. Cae fácilmente, como si hubiera estado esperando y preparándose
para esto todo el tiempo. Joder, tal vez lo haya hecho. Tal vez todo esto era parte de su plan.
Quizás tenga razón y hayamos creado algo irrompible.
No significa que no lo intentaremos.
Killian está ahí para agarrar sus muñecas, luchando con sus brazos detrás de su espalda.
—Veamos cómo te gusta estar atada —escupe, usando su muñequera para atar sus manos.
No parece sorprendida cuando ve a Killian desabrocharse los pantalones. Pero cuando
Tristian hace lo mismo, y luego cuando alcanzo el mío, se ríe de nuevo. —Guau, casi me engañan
con el castigo del cuchillo, pero ¿esto? Vamos. —Niega con la cabeza—. Tan predecibles.
Dejo que mis jeans caigan por mis caderas, tomando mi polla en la mano. Lo acaricio
hasta la dureza, observando desde mi periferia cómo los demás hacen lo mismo. —Ese no fue el
castigo, Story.
Tristian pasa la palma de su mano sobre la cabeza de su pene, acercándose más. —Eso fue
un hecho.
Ella arquea una ceja, todo ese desafío acerado todavía chispeando en sus ojos. —¿Una
escritura?
—Escritura de propiedad. —Killian le da a su polla unos cuantos tirones firmes, sus ojos
clavados en los de ella—. Y ahora vamos a disfrutar de nuestra propiedad.
—Vamos a cubrirte en nuestro semen, Dulce Cereza. —Agarro la parte delantera de su
cabello, forzando sus ojos a los míos—. Te vamos a obligar a comerlo. Tragárselo. Tómalo.
Tristian agrega: —Y luego vas a salir de aquí con la cabeza en alto como si nada hubiera
pasado, ¿y quieres saber por qué?
Killian es quien responde. —Porque eso es lo que hacen las putas.
Capítulo 24
STORY
Parecen animales. Suenan como animales. Se sienten como animales.
Sé que debería dolerme el pecho donde grabaron sus iniciales, pero ni siquiera puedo
sentirlo más allá del latido de fondo, de un grito que nunca escapó. Nadie viene a salvarme, e
incluso si lo hicieran, ¿querría que lo hicieran? ¿Me gustaría que alguien me viera así? ¿Para
saber lo que soy?
No, esto es solo para nosotros cuatro.
Este castigo estaba tan escrito en las estrellas como las mareas crecientes, ¿y quién sabe?
Tal vez soy una tonta. Tal vez fui arrogante al pensar que podría superarlos. Pensar que podría
tomar el control y mantenerlo por más que el espacio entre un momento y otro. Pensar que
podría cambiarlo.
Tal vez soy ingenua al creer que ya no tienen el poder de lastimarme.
Tal vez ya no me importa.
La vergüenza es fácil de alejar mientras observo sus puños despojarse de sus pollas. Los
conozco lo suficientemente bien como para entender lo diferentes que son en esto. Killian no se
permite nada que se acerque a la gentileza. Él es para quien estaba destinado el término “auto
abuso”, frotándose la polla como si fuera tanto el transgresor como el arma.
Tristian, por otro lado, apenas parece prestar atención a los movimientos de su mano. Sus
ojos, ese foco helado y nítido como un láser, no ven nada más que a mí. Es el más difícil de
mirar así, de rodillas para él con mis mejillas manchadas de sangre, sintiendo el avance de algo
negro y nudoso retorciéndose en la boca de mi garganta. Pero siempre supe que llegaría el día
en que volvería a encontrarme con este lado de él, feo y cruel, incapaz de hacerlo retroceder
con mi lengua rápida y promesas vacías de devoción. Estoy lista para enfrentarlo.
Rath, sin embargo.
Rath es impresionante.
Parece la malevolencia personificada, la verdadera realeza, y quizás lo peor es que lo lleva
muy bien. Las venas de su antebrazo se hinchan cuando se frota a sí mismo, y no es como los
demás. Esto no es un medio para un fin para él. Rath quiere saborearlo, recolectando la
humedad acumulada en la punta de su polla y usándola como lubricante mientras sus ojos
negros queman los míos.
Sé entonces que estos hombres fueron hechos para esto. Nunca hubo nada que los hiciera
de esta manera: era la naturaleza, no la crianza. Estoy convencida de que surgieron del universo
completamente formados en las pesadillas que se ciernen sobre mí.
Cuanto más lo pienso, menos puedo imaginarlos de otra manera.
Debajo de todo hay un viejo amigo. Lo he sabido durante tanto tiempo que ya ni siquiera
me molesto en alejarme de él. Es mi odio, ardiente y amargo, y tan vuelto hacia adentro que
duele más que las letras cortadas en mi carne.
Porque a pesar de todo, la degradación, la humillación y el dolor, los miro parados allí
como centinelas vengativos, y todavía siento algo.
Killian estaba en lo correcto, esa noche en el pasillo hace semanas.
Realmente estoy rota.
Es la única forma de explicar cómo se me contrae el vientre de deseo. Es la única razón
por la que mi coño puede doler así, se vuelve resbaladizo al ver sus miradas encapuchadas y sus
pollas rígidas. Algo dentro de mí está defectuoso. Debe ser, de lo contrario nunca querría
inclinarme hacia adelante y saborearlos en mi lengua, o desear el sonido que hacen cuando se
corren, sabiendo que soy la razón de ello. Y aquí, en la oscuridad, rodeada de espejos y calor y
respiraciones jadeantes de las que no puedo escapar, me permito admitir que no se trata solo
del poder que me da.
Tal vez estoy tan jodida como ellos.
Es imposible saber a quién mirar mientras me rodean, las pollas duras y erectas, los
abdominales tensos flexionándose con necesidad. Los ojos de Rath están concentrados en mis
tetas, mientras que Killian mira directamente a mi boca. Mis ojos se encuentran con los de
Tristian en el espejo justo cuando él desvía su atención de su propio reflejo. El azul de sus ojos
es tan frío como el hielo, pero la pizca de placer que los atraviesa es inconfundible. Actúan como
si fuera el fin del mundo, pero les encanta esto. Acarician sus bolas como si estuvieran cargando
un arma, sus pechos palpitantes con cada tirón. Killian toca con los pulgares la carne suave de
su cabeza, tirando y empujando contra la cresta. Rath mantiene un ritmo constante, y los conozco
a todos. Conozco estas mandíbulas flojas y narices apretadas. Sé que cuando están así, los
hombros de Rath se curvan perezosamente hacia adentro, pero los de Tristian se ponen rígidos.
Sé que cuando Killian se acerca a mí, agarrando bruscamente mi barbilla, está a segundos
de explotar.
—Abre tu jodida boca —ordena, su voz es un estruendo apenas irreconocible cuando frota
su pulgar sobre mi labio inferior.
No lo hago fácil, apretando mis labios cerrados. Clava su pulgar entre ellos, riendo
sombríamente. —Abre, Dulce Cereza, o vas a estar limpiando semen de grietas que ni siquiera
sabías que tenías. —Aprieta la parte de atrás de mi mandíbula y cedo—. Así es. Conoce tu puto
lugar. —Se balancea sobre sus talones, las mejillas rojas, la mano tanteando mientras alcanza su
punto máximo. El gruñido de su pecho me hace saber que viene, que él viene, pero todavía me
estremezco ante el primer estallido de su liberación, surgiendo cálido y espeso sobre mis labios
y lengua.
—Jesús —gruñe Tristian, parándose justo a mi lado—. Jesucristo. —La polla de Killian sigue
saliendo a borbotones, mientras Tristian estalla, pintando un lado de mi cara y cabello con sus
cintas de semen. Es menos grueso que el de Killian, se pega a mi oreja y gotea
desordenadamente por mi hombro.
No sorprende que Rath se tome su precioso tiempo, acercándose cada vez más, pero
haciéndonos esperar a todos por él. El sonido de una respiración caliente y entrecortada llena
la habitación y resuena la voz de Tristian.
—Hazlo, Rath. Marca ese lindo cuerpecito.
—Sí, Rath —me burlo, levantando mi rostro hacia él—. Márcame.
Se para frente a mí, la polla tan roja y enojada como su propia cara. —Cierra la puta boca
—gruñe, en una oposición tan completa a la orden anterior de Killian que me saca una risa
enloquecida y destrozada de mi pecho.
Con desdén, respondo: —Lo que te plazca, mi Lord.
El destello de miseria trastornada en sus ojos me hace detenerme. Yo no llamaría culpa a
lo que siento, no se lo merece. Pero hay un peso en lo que he hecho. Una marca tan permanente
como sus iniciales en mi carne. Jodí con Killian y me metí con la cabeza de Tristian. ¿Pero Rath?
Fue mi mejor obra, surgida de una herida víbora. Una herida que estaba destinada a
cicatrizar. Si no hubiera sido él quien lo recibió, apuesto a que lo habría apreciado por el arte
que claramente era. En cambio, su mano se engancha bruscamente debajo de mi barbilla,
levantando mi mirada hacia arriba.
—Me miras cuando me corro en ti. —Escupe, la voz oxidada y áspera—. Mírame de la
forma en que me miraste en ese escenario.
Mirando hacia arriba, recuerdo la risa entrecortada de la multitud, la humillación en su
rostro, la rígida inclinación de su columna mientras tocaba para todos. En el instante en que mi
mirada se encuentra con sus ojos negros, se tambalea hacia adelante, sacudiendo su polla hacia
arriba y hacia abajo. Me cubre con su esperma con esta mirada en su rostro, como si tal vez
deseara tener más. No lo necesita, puedo sentirlo sobre mí. En mi cabello, pegado pesadamente
a mis pestañas, cortado en mi mejilla, y sí. Por dentro, también. Los vestigios de aquellas
mañanas somnolientas y seguras en su cama. La forma en que su cabello se rizaba tan
suavemente contra la almohada. El peso de su brazo a mi alrededor. Qué amable y contento se
veía después de su orgasmo, como si se hubiera sentido de la misma manera que yo.
Si nunca hubiera sentido ese calor, tal vez el frío no me hubiera parecido tan devastador.
Así que cuando me inclino hacia adelante para tomar la punta de su polla en mi boca, no
es para darle placer. Sostengo su mirada mientras lo hago, sabiendo que puede ver la rebelión
en la forma en que lo succiono hasta dejarlo limpio.
—¿Qué carajo? —se atraganta, con la cara torcida por la indignación—. ¿Qué diablos te
pasa?
—Te dije que era una puta —dice Killian, metiéndose en sus jeans. Su rostro tormentoso
observa cómo Rath me empuja hacia atrás, haciéndome caer de espaldas—. Incluso después de
todo eso, probablemente esté mojada por eso.
—Vete a la mierda —escupo.
Si decirle esas palabras a Tristian ayer había sido mi primer error, entonces este es el
segundo. Es un destello de debilidad, el conocimiento de que algo me puede molestar.
Puedo ver el cambio de expresión de Rath cuando lo escucha, ajustando el cuchillo que
aún sostiene en una mano. Mis ojos lo siguen mientras levanta la empuñadura hacia mi cara, el
cuero y el metal se suavizan contra mi piel mientras lo pasa sobre los globos de semen,
presionando tan fuerte que puedo sentirlo en mis dientes. —¿Quieres saber lo que pienso,
Cereza? —me pregunta, con los ojos vacíos y duros—. Creo que tiene razón.
Capto la mirada que comparte con Tristian un segundo demasiado tarde. Está detrás de
mí, sosteniéndome con fuerza contra su pecho antes de que me dé cuenta de lo que planean
hacer. Sin embargo, sigo pateando con mi pierna, golpeando a Rath en el tobillo.
Más allá de la tensión de su mandíbula, no lo desconcierta. Se pone de rodillas,
separándome las rodillas y le dice a Killian: —Sostenla.
Lucho contra el agarre de Tristian, y luego contra los poderosos brazos de Killian,
abriendo mis muslos. —¡Voy a gritar!
Rath me envía una sonrisa fría. —¿Lo prometes?
Luego me levanta la falda, agarra la entrepierna de mis bragas y las corta con un rápido
tirón a través de la hoja. El aire golpea mi centro sobrecalentado en un repentino estallido de
exposición. Sé cuándo Rath y Killian se dan cuenta de lo excitada que estoy porque cada uno
de ellos envía a Tristian esta mirada.
Antes de que pueda traducirla, Rath envuelve mi camisa desechada alrededor de la hoja
del cuchillo y luego la gira en su palma.
La empuñadura del cuchillo, cubierta de semen, me penetra en una estocada dura e
implacable.
Grito, menos por la conmoción y el dolor que por el alivio. No me di cuenta de lo mucho
que necesitaba que me tocaran hasta que finalmente lo hice. Los dedos de Killian se clavan en
la carne suave de mi muslo mientras me abre más, mascullando una orden a Rath.
—Fóllala con eso.
Rath observa mientras desliza la empuñadura hacia atrás, solo para empujarla dentro de
mí. Me giro contra Tristian, tratando de alejarme, pero es como encontrarme con una pared de
ladrillos.
—Espera —jadeo, clavando mis uñas en el brazo de Tristian—. Espera. No puedo…
Rath me mira a los ojos mientras le da otra estocada al cuchillo. —¿Qué pasa, Cereza?
Todos sabemos cuánto te gusta. —Los músculos tensos de su hombro saltan cuando lo empuja
hacia adentro, el frío metal de la protección de la hoja se encuentra con mis labios resbaladizos.
Mis caderas se flexionan instintivamente, involuntariamente, y su boca se inclina en una sonrisa
mezquina—. Sí, tu coño tiene hambre, ¿no es así? Porque eres un jodido bicho raro. Mírate,
sangrando y cubierta con nuestro semen, y lo único que quieres es correrte.
—¡No! —Pero es una protesta sin sentido. Todos lo han visto ahora. Saben cómo tocarme,
cómo lastimarme, y Rath no está dispuesto a dejarlo pasar.
Me clava el mango del cuchillo como si fuera su propia polla, duro y rápido. —Es por eso
que sigues regresando —dice, en voz baja y llena de veneno—. Es porque estás rota por dentro.
No durarías ni una semana con otra persona. Necesitas un hombre que te sostenga y te posea,
porque eres como la puta de tu madre. Estas defectuosa, Story.
Niego con la cabeza, pero una lágrima ya está rodando por mi mejilla. —Yo no… no lo
estoy. —Pero incluso mientras digo las palabras, mis caderas se mueven, persiguiendo la apretada
promesa que se enrosca en lo profundo de mi vientre.
Rath se ríe sin aliento y luego Tristian gruñe: —Muéstrale qué más quiere. ¿Recuerdas ayer
por la mañana?
No sé de qué está hablando. No al principio. Pero Killian tiene este brillo oscuro en sus
ojos, y de repente Tristian se mueve detrás de mí, aplastando su brazo sobre mi pecho mientras
su otra mano desaparece. Su palma se desliza sobre mi trasero y extiende mis mejillas. Luego,
mete un dedo en…
Aspiro una inhalación sorprendida. —¡Tristian!
Con un movimiento y un empujón, su dedo se introduce directamente en mi trasero,
causando que me convulsione, alarmada. Tristian me empuja más cerca, su aliento caliente y
rápido en mi oído.
—Relájate, o te dolerá más. —Es casi como la versión de Tristian que he llegado a conocer.
La suave cadencia, las dulces palabras. Pero está completamente desprovisto de la calidez
cariñosa, mecánica y distante.
El empuje del cuchillo se ralentiza mientras Rath observa a Tristian empujar su dedo
dentro de mí, pero parpadea y comienza de nuevo, dándole al cuchillo un par de empujes lentos
y superficiales. El placer dual me recorre y muerdo un grito de deseo. Tristian desliza otro dedo,
aumentando la sensación.
—Tu coño está ansioso por esto. —Rath lo dice con total naturalidad, con la mirada fija en
la mía—. Así de equivocada estás, Cereza. Nunca podrías ser una chica normal. ¿Lo sabes bien?
Lucho contra el agarre de Tristian y Killian, pero en el fondo, sé que tiene razón. Ni
siquiera pasa mucho tiempo antes de que mis caderas comiencen a seguir el ritmo, la punzada
y el estiramiento se han ido tanto que ahora no queda nada más que la ardiente necesidad de
construir.
Ni siquiera me doy cuenta de que estoy hablando, la voz que sale de mi garganta es
extraña y distorsionada por la desesperación. —Por favor por favor por favor…
—¿Por favor qué? —La voz de Rath es prácticamente incorpórea mientras retira lentamente
el cuchillo. Tristian continúa tocando mi trasero, bombeándolos lentamente hacia adentro y
hacia afuera. Todavía se siente bien, pero ahora que sé lo que me estoy perdiendo, no puedo
evitar querer más—. ¿Quieres que pare? Lo haré, ya sabes. Todo lo que tienes que hacer es
preguntar. —Ladeando la cabeza, presiona el extremo del cuchillo contra mi clítoris, aplicando
una presión dulce y deliciosa. Con la misma rapidez, lo aparta. Pregunta—: ¿O quieres que te
haga correrte?
Me retuerzo, buscando una fricción que no existe. —¡Por favor!
Sus ojos se estrechan. —¿Por favor qué? ¡Usa malditas palabras!
—¡Déjame correrme! —Las palabras escapan sin ser bienvenidas, como un demonio
abriéndose camino hasta mi garganta. Inclino la cabeza hacia atrás y me encuentro con los ojos
de Tristian—. Por favor, Tristian.
Si alguien me dará lo que quiero, lo que necesito, es este hombre. El que me adora y me
bebe. Pero ese hombre no está aquí ahora. Sus ojos son fríos, y tira de sus dedos, dejándome
adolorida y estirada y llorando por la pérdida. Pero luego Rath empuja el mango de nuevo en
mi coño, duro y discordante. Construye un ritmo glorioso, y mi cuerpo persigue los empujes.
—¿Crees que mereces correrte? —pregunta Rath, y aunque me está mirando, sé que está
hablando con los demás.
Es Killian quien responde. —No.
La firmeza de su voz es como un segundo cuchillo, este se clavó justo en mi dolorido
centro, con el lado de la hoja primero.
Rath tira de la manija y me deja allí, corcoveando en el aire. —Parece un desperdicio, pero
justo es justo —dice, usando mi camisa para limpiar la mancha de la empuñadura. Me mira,
observa la forma en que me retuerzo y me duele. Él también está sudando, con mechones
rebeldes pegados a su pálida frente—. Te prefiero así, de todos modos.
Killian suelta mis muslos, y cuando se pone de pie, puedo ver que ya está duro de nuevo,
el bulto presiona contra su cremallera. —Recuerda esto —dice, arrojándome mi camiseta sucia—
, la próxima vez que creas que puedes ganar.
Tristian es el último en escabullirse, sin molestarse en desatar mis muñecas mientras me
tira al suelo descuidadamente, ignorando la forma tensa en que estoy frotando mis muslos. En
este momento, creo que probablemente sacrificaría cualquier cosa, incluidos los últimos
fragmentos de mi dignidad y orgullo, para aliviar la presión y finalmente caer por ese precipicio.
—Alguien vendrá por ti —dice Killian, y se van. Mis ojos rastrean su retiro casual de la
habitación, y quiero llamarlos para decirles que no pueden dejarme aquí, toda agotada y
ensangrentada. Pero no lo hago.
Cuando abro la boca, lo único que se me escapa es un sollozo.

No sé cuánto tiempo espero. Tal vez sea una hora. Tal vez sean diez minutos. Pero me la paso
mirándome en el espejo, una plétora de reflejos resplandeciendo hacia mí, rotos e
inquietantemente inmóviles. No me veo bonita así. No me veo como una Lady. No me parezco
a nadie. Parezco un bulto de carne y fluido, y paso demasiado tiempo pensando que esto es
profundo de alguna manera.
¿No lo somos todos?
No es la primera vez en el último mes, me pregunto dónde está Ted. Mi as bajo la manga.
Mi condición de victoria. Mi arma perfecta y retorcida.
Una vez pensé que este hombre era lo peor de lo peor. Alguien tan aterrador que hizo
que estar aquí valiera la pena. ¿Pero ahora?
Ahora dudo de mí misma, recordando las palabras de Rath.
—Es por eso que sigues regresando. Es porque estás rota por dentro. No durarías ni una
semana con otra persona. Necesitas un hombre que te sostenga y te posea, porque eres como la
puta de tu madre. Estas defectuosa, Story.
Ah, y es malo. Porque de repente me pregunto qué razón tiene. Me pregunto quién es
Ted, y si lo construí dentro de mi mente como este siniestro e invencible hombre del saco por
nada más que la conveniencia de tener una razón.
¿Fue Ted solo mi excusa para volver con ellos?
Cuanto más lo pienso, más comienza a tener un horrible sentido. Jack fue asesinado, pero
a pesar de lo amable que fue conmigo, era un estafador. Tenía enemigos. Mis compañeros de
cuarto tenían acceso a mi correo. Alguien podría haber visto las cartas, las fotos y haberlas
manipulado para desviar la atención. Habría sido jodidamente brillante. El “puta” manchando
la pared con la sangre de Jack. La forma en que me fui, tan aterrorizada, acosada y asustada.
Ahora, ni siquiera puedo pensar en Ted alguna vez mencionando que mató a Jack, y eso
no parece correcto. Debería haberse jactado de ello. Debería haberme enviado pruebas para
asustarme. Debería haber estado encima de mí al respecto.
Es como si todo lo que he sabido que es verdad, los mismos cimientos de mi ser,
comenzaran a desmoronarse a mi alrededor, ladrillo a ladrillo. Tal vez el problema no sea Ted,
ni la Realeza, ni los papás, ni Daniel. Tal vez el problema sea yo.
Soy el único denominador común.
Estoy cayendo en espiral por este agujero negro de incertidumbre, acurrucada en el suelo,
desplomada y silenciosa, pegajosa y sucia, cuando escucho pasos distantes acercándose desde la
entrada. Debería asustarme, la idea de que alguien entre y me vea así.
Parece que ya no me importa.
Que vean la carne y el fluido. Si no puedo ser una persona, al menos puedo ser eso.
Ver a Tristian aparecer en la puerta no trae mucho consuelo. No puedo evitar preguntarme
si tiene más abusos en mente, y en algún lugar de mi cerebro, me pregunto si me importaría
que lo hiciera.
Racionalmente, sé que podría empeorar.
Pero ahora mismo, simplemente no puedo verlo.
—¿Qué deseas? —Pregunto, sabiendo que la pregunta sale suave y sin emociones. No me
queda ni un ápice de sentimiento, y mucho menos de generosidad.
Aparentemente, para mi sorpresa, el sí que tiene. —Ten —dice, sacándose el suéter por la
cabeza. Sin embargo, no me lo entrega, sino que se hace a un lado para revelar a otra persona.
Otra Lady.
El cabello rubio de Charlene se refleja en los espejos, una expresión de lástima atónita
congelada en su rostro. Él le da el suéter y dice en voz baja: —No dejes que nadie vea. Límpiala
y llévala de vuelta a la casa.
Baja la barbilla en un gesto solemne. —Lo haré.
Los ojos de Tristian caen sobre mí de nuevo, probablemente obteniendo cierta satisfacción
por el hecho de que no me he movido ni un centímetro desde que me arrojó aquí como basura
descartada. —No —dice, volviéndose hacia la puerta—. Tú hiciste esto, Cereza. No lo olvides.
Charlene no se mueve hasta que él se va, la puerta cierra el pasillo con un clic. Incluso
entonces, es solo un largo y profundo suspiro. —Oh, chica, te ves como el infierno.
Oh, no.
El infierno sería una mejora de esto.
El infierno solo tiene un demonio.
—Puedes desatarme e irte —le digo, rodando sobre mi espalda y empujándome para
sentarme.
—Un Lord me dio una orden, así que realmente no tengo elección. Tampoco tú. —Mete la
mano en su gran bolso cuadrado y saca un paquete de toallitas—. Pero estoy feliz de ayudar.
Confía en mí, Story, nadie entiende más por lo que estás pasando que yo.
No estoy preparada para sus amables palabras, o cualquier tipo de amabilidad, en
realidad. La última vez que vi a esta mujer, me decía que me defendiera, probablemente
sabiendo las consecuencias a las que me enfrentaría. Había sido fría y antipática. Una aliada solo
de los Lords.
Ahora se me acerca lentamente, agachándose para desabrochar suavemente la
muñequera. Una vez que se ha ido, no se aleja, aunque debería. Soy repugnante Sudorosa y
cubierta de fluidos corporales. Rota.
Pero ella solo se ve triste. —Toma, toma esto. —Las toallitas están húmedas y frías entre las
yemas de mis dedos, y ella me observa mientras miro el paño endeble, preguntándome qué se
supone que debe hacer. ¿Limpiarme? ¿Cómo puedes borrar algo que está incrustado en el tejido
de tu ser? No sé qué está reflejando mi expresión, pero hace que ella explique—: Solo
necesitamos poder sacarte de aquí sin que la gente te haga preguntas.
Como un robot, me llevo el fajo de toallitas a la mejilla y empiezo a frotar la piel.
—Ahí tienes —dice, su sonrisa parece más una mueca tensa. Cae por completo cuando sus
ojos se posan en mi pecho—. Ese es un castigo realmente brutal.
Debería ser incómodo que ella me ayude de esta manera, como si fuera una niña o una
inválida, pero parece que no puedo sentir nada. —¿Tus Lords te hicieron esto?
Ella niega con la cabeza, haciendo que sus pendientes tintineen. —Dios no. Mis Lords me
eligieron porque soy dócil y odio las confrontaciones. —Toma un mechón de cabello, arrugando
la nariz mientras trata de quitarle el semen con otra toallita—. El año pasado, cuando me sometí
a tus Lords, los míos estaban locos. Pero no fue... —Suspirando, empuja mi cabello sobre mi
hombro, comenzando con la piel allí—. Les importaba más perder su tonto juego interior que
perderme a mí. Pero también lo respetaron. Killian, Tristian y Rath tuvieron muchas agallas para
atacarme el año pasado. Además, seamos realistas. —Me da una mirada pesada—. Esos tres ya
eran de la Realeza en el momento en que pusieron un pie en este campus. Creo que tal vez fue
más fácil para mis Lords hacerse a un lado que enfrentarse a los verdaderos hijos del Lado Sur.
—Sí —respondo, con la voz oxidada—. Apuesto a que era.
Pasamos mucho tiempo limpiándome la cara y el cabello, la longitud de mis brazos, las
curvas de mis hombros, pero cuando la mirada de Charlene cae sobre mi pecho, se bloquea y
retrocede. Solo le doy una mirada apática y froto una toallita sobre las heridas.
Ella aspira un siseo comprensivo. —¿Eso no duele?
Encuentro su mirada, mi voz extrañamente curiosa. —Uno pensaría que lo sí. Simplemente
no penetra. —Es como si ese escudo que puse a mi alrededor se atascara y nada pudiera pasar.
Pero nada puede salir, tampoco. Puedo sentir que todo se agita dentro de mí, este conocimiento
de que no estoy del todo bien y nunca lo estaré. Esta certeza de que estoy rota. ¿Cuál es la
palabra que Rath había usado?
Defectuosa.
Ambas miramos la toallita ensangrentada por un momento suspendido, el aire lleno de
tensión a nuestro alrededor. Charlene comienza, —Mira, Story…. —Sé lo que va a decir en el
instante en que se encuentra con mi mirada. No es solo la lástima que ha estado brillando en
sus ojos desde que puso un pie aquí. Es el breve destello de miedo que se le une—. Soy leal a
LDZ, y sé que probablemente este no sea mi lugar. Pero esto no está bien. ¿No podrías... no sé?
¿Acudir a alguien? ¿Ir a la policía?
Es amable de su parte, de verdad. Hasta este momento, no hubiera creído posible que me
riera de nuevo. Cuando lo hago, no es nada como debería ser. Es algo oscuro, triste y sin
esperanza, y puedo decir por su mueca de dolor que es un poco demasiado cáustico. —¿Podría?
Es una pregunta genuina.
La cara de Charlene se contrae, y la forma en que desvía la mirada es una mejor respuesta
a mi pregunta que las palabras. —Está bien, tal vez no.
Sí, tal vez no.
Probablemente Daniel Payne los tenga en el bolsillo, como todo el mundo.
Pero me crié en el lecho de una prostituta, de todos modos. Mi madre solía decirme a
quién no acudir si alguna vez tenía un mal novio, y la lista era larga: al menos diez nombres. La
policía era parte de la lista. Porque ella sabía entonces, como yo sé ahora, que gente como ellos
no salva a gente como nosotras. Son solo otro pie en nuestras espaldas. Y cuanto más limpia me
pongo, Charlene eventualmente ayudándome a ponerme de pie, tirando del suéter de Tristian
sobre mí, siento la verdad en mis huesos.
Nadie me va a salvar. Ni la policía. Ni familiares. Ni amigos.
Ni Ted.
No hay nadie a quien acudir y pedir misericordia, y no existen los héroes. Solo estoy yo,
caminando hacia la noche brumosa, con una mejor Lady a mi lado. Ella toma mi codo para
guiarme lejos, pero miro por encima del lote a todos los asistentes al carnaval que disminuyen y
me congelo ante la vista. Las luces que antes parecían tan brillantes y divertidas. Los sonidos de
la risa y la música. Los aromas de la comida caliente y azucarada. La presencia ineludible de la
vida vibrante.
Ahora todo se siente aburrido y falso. Todo es menos brillante, de aspecto endeble. Estoy
exhausta con solo mirarlo, pensando en toda la energía que necesitaría para sostenerme como
alguien que no está marchita por dentro, porque estoy cansada.
Estoy tan jodidamente cansada de pelear.

Sé que están en la casa cuando llego, subiendo mecánicamente los escalones hacia mi habitación.
No los veo ni los escucho, pero no necesito hacerlo. Puedo sentirlos como un peso de conciencia,
colocado pesadamente sobre mis hombros, como si estuvieran empujándome psíquicamente de
rodillas. Es tan palpable que mis rodillas casi se doblan cuando llego al rellano, sabiendo que
Killian estará al otro lado del pasillo.
Mi habitación no ha sido tocada desde temprano en la mañana, y es algo tan extraño de
ver. ¿Cómo algo tan cercano a mí puede permanecer tan inmutable cuando siento esto?
Entro al baño porque se espera de mí, y por eso también me desvisto. Tendría sentido
limpiarme, esconder todo esto y poner una sonrisa no afectada. Eso es lo que debería hacer,
hacerles creer que no me molestan. Los volvería jodidamente locos. Pero simplemente no puedo
reunir la fuerza. Me siento ahuecada y vacía, mis órganos reemplazados por cosas frías y afiladas,
y en el momento en que me giro hacia el espejo, me marchito al verme a mí misma.
No me doy cuenta de lo que estoy haciendo hasta que hay cristales por todas partes. En
un segundo estoy pensando en “Ya no más. No más espejos, por favor, simplemente no más” y
al siguiente, estoy arrojando algo duro y pesado contra el vidrio.
Apenas se necesita fuerza para que se rompa contra el mostrador y el suelo en una cascada
plateada. Atónita, lo miro todo y me agacho para sacar un fragmento del fregadero. Una porción
de mi reflejo me devuelve la mirada, sus ojos muy abiertos y llenos de cosas muertas, y de
repente todo tiene sentido.
Puedo escapar de todo. Hay alivio aquí, en lo profundo del conocimiento de que tengo
los hilos que me atan a este mundo. Sería tan fácil. Muevo el fragmento con curiosidad entre
mis dedos, inspeccionando los bordes afilados. La luz se refleja en el cristal y lanza un haz de
luz contra mi piel, brillante y descarado. Te dolerá un rato, pero luego nunca más te dolerá.
Solo seré otro cuento con moraleja, una Lady en su primer año. Dentro de unos años, algún
futuro Lord le hablará a su Lady sobre mí. Él va a decir: —Story Austin. Era débil y patética. Se
cortó las venas arriba en el baño porque no podía hacerlo. La llevaron demasiado lejos. Así que
sé una buena chica, y tal vez puedas salir ilesa de esto. —La Lady estará triste por mí, aunque
me menosprecie en sus propios pensamientos. Tontamente, se creerá más fuerte.
—Bájalo. —La voz llega tan bajo que estoy segura de que me la estoy imaginando. Estoy
demasiado fascinada por la visión del fragmento contra mi muñeca como para molestarme en
mirar hacia arriba para asegurarme. Estoy pensando que solo tomará unos segundos si lo hago
bien, y me permito sentir un momento de culpa por la anciana Sra. Crane, pensando en ella
sobre sus manos y rodillas aquí, limpiando mi sangre… Espero que pueda perdonarme por
causar un último lío.
Cuando la sangre burbujea alrededor del cristal, oscura y húmeda, todo parece muy claro.
Así me libero.
De una vez por todas.
Capítulo 25
KILLIAN
Salgo de la ducha y me seco. Ha sido un día largo, una semana completa, la verdad. El carnaval
terminó hace una hora, los chicos y yo hicimos nuestra parte de la limpieza después de dejar a
Story en la casa de la diversión. Todavía la veo de rodillas, atada y cubierta de semen, mi inicial
grabada en su pecho, grabada en mi cerebro como la marca con la que la amenacé.
La puta mentirosa se lo merecía por lo que nos hizo a mí y a los demás. Sabía que traerla
aquí era un riesgo, pero pensé que era demasiado débil para hacer un movimiento. Resulta que
Story tiene una columna vertebral. Sería un activo excelente para los Lords, pero ¿con qué fin?
¿Para qué entonces pueda traicionarnos? ¿Vender nuestros secretos y almas al mejor postor?
Jesucristo.
Le enseñé a usar un arma.
Entonces, ¿por qué cuando me dejo caer en mi cama, inhalando los vestigios de su aroma
en mi almohada, no me siento nada más que derrotado?
Me acuesto boca arriba, muy consciente de la caverna hueca en mi pecho, y trato de sacar
los recuerdos de lo que ella me hizo de mi cerebro como una jeringa. Las marcas en mis muñecas
son un recordatorio físico y todo lo demás es un borrón borroso, pero si lucho a través de la
niebla, puedo distinguir estos pequeños fragmentos de memoria. La caricia de su pelo contra mi
cara. El peso de su cuerpo en mis caderas. Un sonido que hacía, entrecortado y lamentándose.
Sus palabras en mi oído, bajas y enfadadas.
—¿No te gusta, hermano mayor?
Mi polla se hincha ante el recuerdo de sus palabras, ante la sensación de su coño
hundiéndose sobre mí. Pero no es suficiente. El sexo no era el problema. Era la pérdida de
control, tal como dijo. Y lo jodido es que, mirando hacia atrás, puedo ver exactamente lo que
estaba haciendo y cómo de hábil es para jugar con nosotros.
En otro universo, podría haberme sentido orgulloso. Jodió a Rath tan bien. Se metió tan
profundamente en la cabeza de Tristian. Me puso de rodillas tan eficientemente. Debería estar
furioso, pero mientras la furia sigue ahí, el impulso de golpear, herir y dañar, también hay algo
que acecha debajo.
Cuando era niño, la Sra. Crane solía decir que cada vida es una colcha de retazos
ensamblada a partir de nuestras penas y alegrías, y siempre se quedó conmigo: un cuadrado en
mi propia manta de mierda. Solía pensar en ello de esa manera, como si cada persona tuviera
sus cuadrados, todos fusionados para formar el tejido de lo que se convertiría, y nunca dos
podrían parecerse. Sé que el mío es feo, andrajoso y deshilachado, no apto para cubrir nada
excepto mis propias jodidas entrañas.
¿Cuánto de Story se construyó a causa de nosotros para que ella nos haya interpretado de
manera tan experta?
¿Y por qué la respuesta a eso hace que mi maldito corazón cante?
Me detengo entonces, escucho a alguien subiendo las escaleras. Tristian está en el sótano
manejando asuntos de LDZ, y puedo escuchar a Rath justo encima de mí, escuchando algo
rápido y deprimente a través de sus parlantes, así que sé que no son ellos. La Sra. Crane se fue
a la cama hace mucho tiempo.
Los pasos de Story son ligeros pero obvios, recorriendo la distancia hasta nuestras puertas.
Ni siquiera se detiene frente a mí, el sonido de la puerta de su dormitorio al cerrarse suena con
una finalidad sombría. Brevemente, me pregunto cómo está. ¿Se le ha secado el semen en el
pelo? ¿Siguen sus mejillas manchadas de sangre y lágrimas? ¿Me satisfaría verlo?
Ahora que mi agresión inmediata se ha gastado, descargado sobre ella como un montón
de dinamita, me siento agotado y cansado. Mantener la Story es un trabajo de tiempo completo
que hace que me duelan los músculos.
Estoy decidiendo si quiero fumarme uno cuando escucho un estruendo al otro lado del
pasillo. Me pongo un par de calzoncillos mientras cruzo la habitación, atravesando la distancia
entre nuestras puertas y probando su pomo.
Está cerrada.
Mi mandíbula se pone rígida porque apenas es un inconveniente, pero se está poniendo
viejo. Todo es una pelea. Incluso cuando las cosas empezaron a ponerse fáciles, era solo un
truco. Veo eso ahora. Ese día en la camioneta en que se subió a mi regazo y follamos, rápido y
duro y tan desesperadamente que a veces todavía puedo sentir la huella de sus uñas en mis
hombros. Era falso. Tenía que serlo, porque era demasiado fácil.
Ahora estoy pisando fuerte por el pasillo y sacando esa llave del cajón de mi escritorio, y
el cansancio todavía está allí, pero parte de esa agresión está volviendo, salivando ante la
perspectiva de tener otra oportunidad con ella. Sale cuando meto la llave en la cerradura y la
abro, revelando una habitación oscura y vacía. Hay un sesgo de luz atravesando la cama desde
el baño, la puerta abierta en unos escasos centímetros, y no lo pienso dos veces antes de irrumpir
en ella.
Me congelo ante lo que encuentro dentro, toda esa fuerte hostilidad desaparece en el lapso
de un solo parpadeo.
El espejo está hecho añicos, los cristales están esparcidos por todas partes, y entre los
escombros está Story, desnuda y pálida.
Sosteniendo un trozo de vidrio en su muñeca.
Mis huesos se vuelven hielo y durante mucho tiempo no puedo moverme. Intento hablar,
pero mi mandíbula no se afloja, la lengua pegada al paladar. El semen todavía está seco en su
cabello, y su pecho...
Es espantoso y está inflamado, nuestras iniciales son difíciles de distinguir debajo de la piel
hinchada y con costras que lo rodea. Las huellas de las lágrimas se han ido, pero en su lugar
hay ojos vacíos y una expresión muerta, como si hubiera dejado su cuerpo en esa casa de la risa
y ahora solo estuviera caminando en modo automático. Su mirada está fija en su muñeca, tan
esbelta e impecable, y no tengo idea de lo que está viendo, pero no puede ser la misma imagen
que estoy viendo, porque se ve tan...
Aliviada.
Mi voz emerge en un susurro irregular. —Bájalo.
No creo que ni siquiera me escuche, porque no parpadea. No se inmuta. No se mueve en
absoluto, excepto para mover un dedo delicado sobre el fragmento dentado de vidrio. Se ve
mal allí, presionado contra el azul vibrante de sus venas, y mi pecho se contrae de una manera
que no esperaba. No es hasta que me doy cuenta de que ya está cortando la piel que mi cuerpo
comienza a moverse.
Doy tres pasos hacia el baño, apenas notando el escozor del vidrio bajo mis pies y le separo
las muñecas. —¡Deja eso! —chasqueo, cortándome las yemas de los dedos mientras lo arranco
furiosamente. Hace un pequeño sonido herido, con la frente arrugada por la confusión. Es un
espectro, contenido dentro de nada más que lo que está haciendo su mano. Su frente se arruga
con confusión, su mirada trepa por mi mano para encontrarse con mis ojos. Prácticamente puedo
verla volviendo a la conciencia, emergiendo de cualquier hipnosis en la que haya estado.
—¿Qué?
Lanzo el trozo de vidrio en el fregadero y la agarro por los brazos, dándole una sacudida
discordante. —No te atrevas, joder —gruño, viendo la humedad acumularse en sus ojos—. ¡No
puedes tomar lo que es mío!
—¿Por qué te importa? —pregunta, contrayendo el pecho—. ¿No me has hecho suficiente
daño? ¿No es suficiente? —Sus palmas se levantan para empujarme inútilmente—. ¡¿No es
jodidamente suficiente?!
El sollozo que sacude su cuerpo es algo impactante, lleno de una agonía estremecedora.
Y debería hacerme sentir algo más que alivio, pero jodido Cristo. La agonía.
Agonía liquida.
No sé qué me impulsa a arrastrarla hacia mi pecho. La verdad es que siempre estoy al filo
de la navaja con esta chica. O me la quiero follar o la mato. Bésala o patéala. Acaricia su mejilla
o tira de su cabello. Nunca ha tenido ningún sentido para mí, pero nunca ha debido tenerlo.
Hasta hace unos días, siempre me había inclinado por el lado más fácil de la espada. Herir,
golpear, tirar, herir. Desde que me drogó, me he preguntado si ella también lo siente, cuán
íntimamente adictivo puede ser lastimar a alguien. Tal vez los abrazos y los besos son agradables.
Joder si lo sé. Pero conozco la mirada en sus ojos cuando digo algo malo, cuando tiro de su
cabello y la agarro demasiado fuerte. Cuando la llamo puta, y no me importa lo que piensen los
demás. Ese es un cierto tipo de cercanía.
Dios sabe, es mucho menos confuso que esto.
Llora en mi hombro, su pequeño cuerpo agitado por los sollozos. Ella no me devuelve el
toque, pero tampoco se aparta. Su piel es más fría que la mía, las tetas presionan contra mi pecho
desnudo, y cuando paso una mano por su espalda, no sé qué diablos estoy haciendo.
Hace solo un par de horas, estaba clavando una cuchilla en su piel.
Estaba tirando amargamente mi semen en su boca.
Estaba ayudando a Rath a follarla sin piedad con el mango de ese cuchillo.
Estaba viendo su culo fruncido tomándolo y sintiéndome tan excitado y encendido que
casi me olvido de odiarla por lo que nos hizo.
Ahora, estoy diciendo: —Shh —y—: Cálmate —y—: Eso no va a pasar. No te dejaré.
No es frecuente que me encuentre de este lado de esos sentimientos, pero pienso en
lastimarla un poco más, y simplemente... de alguna manera lo sé.
Sé que no me traerá ningún placer.
La presiono más cerca, mi mano enroscada protectoramente contra su cabeza mientras
llora, y parte de esa presión que oprime el pecho se alivia, derritiéndose al sentirla en mis brazos.
No puedo decir que lo siento, porque no estoy seguro de estarlo. Ella nos jodió. Me ató y
me usó. Me quitó los rituales, sabiendo cuánto los necesitaba. Me hizo pensar que la tenía, que
me pertenecía, por voluntad propia, por completo. Estas no eran traiciones que pudieran quedar
impunes. Seguramente tenía que saber eso. Esta mujer rompió lo único que no puedo dejar
pasar. Lo único que nos hace Lords. Confianza.
Pero en el fondo, debajo de los cuadrados andrajosos que definen mi tejido, está el
conocimiento de que probablemente tenga razón en una cosa.
Nosotros lo hicimos primero.
Envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, la levanto lo suficiente para salvar sus
pies mientras la acompaño a la ducha, abro la puerta de vidrio y la bajo sobre los azulejos
limpios. Ella va fácilmente cuando nos despeloto la piel, porque incluso después de todos estos
años, Story no se aferra.
Me pregunto quién hizo ese cuadrado en su edredón.
Me pregunto si fui yo.
Gentilmente, le ordeno: —Enciende la ducha —apartando una de sus manos de su rostro—
. Ponlo caliente, como te gusta. —Ella obedece superficialmente, sus pequeños hombros se
sacuden con un sollozo contenido. La observo probar el rociador, ajustando las perillas
automáticamente, las manos temblando cada vez que estira la mano para sentir el agua—. ¿Así
está bien? —Ante su tembloroso asentimiento, ordeno—: Métete bajo el agua, límpiate. Lava tu
cabello.
Cuanto más miro, más quiero decir las palabras. No serían bienvenidas, no deberían ser
bienvenidas, pero las siento en la boca de mi pecho, duras como una roca, y ver sus lágrimas
mezcladas con el agua hace que sea tan difícil de ignorar.
Lo siento.
Se tenía que hacer.
Lo siento.

No se inmuta cuando paso el algodón por los cortes en su pecho, aunque sé que el antiséptico
duele como una perra. Lo descubriré yo mismo aquí en unos minutos, ya que mis pies están
cortados como el infierno. Probablemente pasaré toda la noche sacando trozos de vidrio de mis
plantas.
Por ahora, la tengo en la cama. Su mirada está fija desapasionadamente sobre mi hombro
mientras tomo su muñeca, pasando el algodón sobre el corte que hizo. No es muy profundo, no
necesitará puntos de sutura. La inicial de Rath se cortó más profundamente que esto, pero por
alguna razón, soy más cuidadoso con este. Es jodidamente estúpido estar sentado aquí limpiando
el desastre que hice yo mismo. El desastre por el que me niego a disculparme. No tiene sentido.
Y, sin embargo, busco el ungüento que encontré en el botiquín de primeros auxilios y
empiezo a untar todos los cortes. El contraste de las letras tatuadas en mis nudillos, KILL, con
la forma suave en que estoy frotando las yemas de mis dedos sobre sus heridas, enojado y de
un rojo vivo, es casi ridículo. Yo no parcheo las heridas, nunca lo he hecho. Eso se hace evidente
por lo descuidados que se ven los vendajes cuando torpemente los presiono contra su piel.
Frotándome la nariz, inspecciono mi obra, sus tetas llenas, alegres y perfectas a ambos
lados de las iniciales. Estaría mintiendo si dijera que mi polla no está dura, y no es solo por la
forma en que se abre la bata, provocando la vista de sus tetas. Es la letra entre ellos, la “K” que
se está formando costras y todavía está hinchada. Va a usar eso por el resto de su vida. El
pensamiento hace que mi sangre corra como lava, algo en mi pecho se relaja al saber que
siempre seré parte de ella.
No es completamente sin sentido. Sé que es abominable.
—¿Recuerdas esa Pascua? —pregunto, moviendo el pliegue de su bata hacia un lado para
revelar su pezón duro como roca—. Fue justo después de que te mudaras. La cena fue
jodidamente terrible. Mi padre me estaba molestando por ser más amable con tu madre, y tú…
—Joder, llevaba ese vestido que me mató. Era de un rosa pálido que podía ver a través de ella
cuando se paró frente al sol poniente. Me dolieron las bolas todo el día. Entonces era diferente:
torpe, pero con una ingenuidad despreocupada. Era dulce y linda, y todavía pensaba que era
mía—. Pasamos horas esa noche en mi habitación, jugando. Te frustraste tanto que en realidad
dejé que me ganaras.
Se sentó entre mis piernas mientras le enseñaba los controles, y entonces pensé en
reclamarla. No hay forma de que ella no pudiera sentir lo duro que estaba. Me enviaba estas
pequeñas sonrisas burlonas cada vez que la dejaba ganar, y cuanto más lo pienso, más sospecho
que esa noche fue la más feliz que he tenido.
Al final, me acobardé, demasiado joven, tonto y jodido como para arriesgarme a arruinar
ese cuadrado en mi edredón.
Pero la vi después, cuando dormía en su cama. Fue la primera noche que realmente la
observé, la primera noche que me permití pararme junto a ella y emocionarme al ver su cuerpo
suave y su boca húmeda.
—Story —le digo, tocando su barbilla—. Mírame.
Obedece, como lo había hecho en la ducha, y ahora entiendo, como entendí entonces. Se
apaga, se apaga, se reduce a obedecer órdenes porque le han enseñado que no hacerlo significa
sufrir de una forma u otra. Ya no es como esa chica. Ella es todo bordes ásperos, esa luz en sus
ojos tan tenue que ya ni siquiera puedo verla, pero todavía es suficiente. La vista de mi pulgar
presionando su labio inferior todavía hace que mi columna se sienta electrificada.
Y podría tenerla.
Todo lo que tendría que hacer es decirle que se recueste y se abra para mí, y ella separaría
sus muslos. Yacía allí impasible mientras empujaba dentro de ella, todavía enrojecida por el
recuerdo de ese cuchillo. Fijaría sus ojos en el techo mientras la follaba, tratando de aferrarse a
los restos de esa chica para poder tejerlos en mi edredón e imaginar que me da calor.
Cierro su bata, suspirando. —Vamos a dormir un poco.

Voy arrastrando el culo todo el día, cansado y molesto por cada pequeña cosa. Dos horas
limpiando vidrios, otra hora sacándolos de mis pies y cinco horas más tendido rígidamente al
lado de Story no me han hecho inclinarme a tomar la mierda de Neil Takac.
—No tienes que pagar —le digo, sin molestarme en mantener mi voz profesional—. Tu
entraste en este acuerdo, nadie te obligó.
Cada primer domingo de mes, mi papá nos hace ir recaudando las cuotas. Es tedioso y,
la mayoría de las veces, alguien tiene que armar un alboroto al respecto, como si fuera una gran
sorpresa. Es un desperdicio de nuestras habilidades y talentos. Cualquiera de los Nicks
fácilmente podría estar haciendo esta mierda. Como siempre, sospecho que es la forma en que
mi padre me castiga por hacerme todos estos tatuajes.
—¿Quieres verte grande y malo, hijo? —decía, dándome un asentimiento—. Entonces para
eso eres útil.
Rath está tan malhumorado como yo. —Si quieres renunciar a la protección del Sr. Payne,
no es piel de nuestras narices.
Tristian es el único que pone una sonrisa y nivela al chico. —Sr. Takac, no pagaste el mes
pasado. Estoy seguro de que un buen hombre de negocios como usted puede entender cómo
eso nos pone en una posición incómoda. Si te lo dejamos pasar, tendremos que dejarlo pasar
por alguien más, y luego por alguien más. No regalas tus servicios a crédito, ¿verdad? ¿Por qué
deberíamos hacerlo nosotros?
Neil mira alrededor de su taller de carrocería, pasando un trapo aceitoso por su cuello
sudoroso. —Es un mal trimestre, muchachos. Simplemente no tengo el dinero hoy. Si necesitas
quitar la protección, entonces lo entiendo.
Pero a no le gusta. ¿Un taller de carrocería en el Lado Sur? Este lugar prácticamente grita
“roba algo”, lo cual es bastante irónico dados los tres autos secuestrados que tiene asentados en
la parte trasera de la propiedad.
Por lo general, a mi papá no le gusta que chantajeemos a la gente a menos que esté
justificado, así que no me molesto. En cambio, pregunto: —¿Estás asegurado, Neil?
Entrecerrando los ojos, responde: —Sí.
Asintiendo, me pregunto: —¿Por doscientos? Porque tienes algunos buenos autos aquí.
Tristian ofrece: —Estoy pensando que necesitaría más, como tres.
—Bueno, eres el chico del auto. —Me encojo de hombros, señalando a Tristian—. ¿Estás
asegurado por tres?
Salimos diez minutos después, la bolsa en mi bolsillo un par de mil más pesada, y
caminamos hombro con hombro hacia la avenida. Las espesas nubes en el cielo deciden
finalmente romper, humedeciendo el aire con una fina lluvia nebulosa. Con los hombros
contraídos contra el frío, finalmente menciono lo que estaba en mi mente.
—Tenemos que hablar sobre Story.
Tristian resopla. —Estoy harto de hablar de Story. Es caliente, es fría. Quiere ser nuestra,
nos apuñala por la espalda. —Frunciendo el ceño en la distancia, niega con la cabeza—. No se
puede confiar en ella.
—Lo sé —digo, todavía me duelen los pies mientras camino penosamente por la acera
húmeda—. Por eso tenemos que dejarla ir. —Estoy a tres pasos de distancia cuando me doy
cuenta de que ambos se han detenido. Me giro para mirarlos, apretando la mandíbula—. Es una
responsabilidad —digo, con la esperanza de razonar con ellos—. Y en este momento, las
responsabilidades son peligrosas.
—Razón de más para mantenerla cerca —dice Tristian, con los ojos brillantes de desafío.
Sabía que esto pasaría. Tristian puede hablar todo lo que quiera sobre estar harto de su
mierda, pero al final del día, es su pequeño juguete. Y él no es como Rath y yo. Chicas al azar
lo ayudarán, pero apenas. Necesita a alguien en quien realmente pueda hundir sus garras.
—No la vamos a mantener. Eso es seguro. —Sacudo la cabeza, esperando que me sigan—.
Como dijiste, nunca se puede confiar en ella.
Tristian se burla. —Bueno, ¿cómo exactamente planeas hacer eso sin hacernos parecer un
montón de maricas débiles?
Hay pocos precedentes de esto. Claro, ha habido otras Ladys que no cumplieron con su
misión. En el 63, la Lady se acostó con un Barón, violando inmediatamente el contrato. Fue
despojada de sus deberes y sus pertenencias compradas por los Lords y obligada a caminar a la
mansión del barón sin nada más que su sostén y bragas. Era su trabajo lidiar con ella después
de eso.
Luego estaba Jacqueline Wilkins, Lady de la clase del 81. Desarrolló un hábito de coca
tan grande que comenzó a robar objetos de valor de la casa. Los Lords en ese momento la
pusieron a ella y a sus traficantes, los Condes, con un policía amigable. Obtuvo tres años por las
drogas, y luego, un pequeño y agradable cargo por un asalto mientras estaba adentro, agregando
una genial década a su sentencia.
—El problema —digo, examinando cada callejón por el que pasamos—, es que hagamos lo
que hagamos con ella, se hará público y los Reyes harán preguntas. Especialmente el nuestro.
Rath juega con el anillo en su labio, escaneando la calle. —Sí, esa no es una conversación
que quiera tener con Daniel.
Tristian me agarra del brazo y me detiene. —Así que no lo hagamos. Podemos presionar
más, tomar medidas enérgicas.
Lanzo mis brazos hacia afuera. —¿Con qué recursos, Tristian? ¡No tenemos tiempo para
encadenarla a nosotros! —Puedo ver que no le importa, el hijo de puta me llama terco, así que
finalmente dejo escapar un fuerte suspiro, pasando mi mano por mi cabello—. Se va a suicidar.
Rath patea al aire, luciendo aburrido. —No seas dramático. Está solo…
—La encontré anoche con una cuchilla en su muñeca —digo bruscamente, satisfecho de
que al menos su cabeza se sacuda hacia atrás con sorpresa—. Esto no fue una actuación —digo
antes de que cualquiera de ellos pueda intentarlo—. La miré a los ojos, ¿y sabes lo que vi? Nada.
Rath me mira con una expresión escéptica. —¿Qué pasó? ¿Cuándo fue eso?
Miro a mi alrededor, no queriendo tener esta discusión en la avenida, de todos los lugares.
—Después de que llegó a casa. Estaba en su baño. Jodidamente destrozó su espejo, y luego trató
de usar uno de los fragmentos para… —Aprieto mis labios, no me gusta la forma en que se siente
recordarlo. Mirando a Tristian, quiero que entienda—. No podemos presionarla más, y si soy
honesto, no quiero hacerlo. No debería ser tan malditamente difícil. No me importa mi padre,
ni el maldito LDZ, ni la Realeza, ni los otros Reyes. ¿De qué sirve tener una Lady, tenerla, si
ella prefiere estar muerta? —Ignoro las miradas atónitas en sus rostros, evitando mi mirada—. He
tenido que hacer que la Sra. Crane la vigilara hoy. Creo que hemos llevado esto tan lejos como
podía llegar. Todos somos jodidamente miserables. ¿Cuál es el punto? —Irritado, me encojo de
hombros con fuerza—. ¿Cuál es el maldito punto?
Hay un largo momento en el que el mundo se mueve a nuestro alrededor. Los autos pasan,
la música a todo volumen y la gente pasa como si fuéramos invisibles. La avenida no es como
ningún otro lugar que haya conocido. Pase lo que pase, sigue traqueteando, el engranaje más
grande en la máquina del Lado Sur, manteniendo todo funcionando en un ciclo perfecto.
Tristian es el primero en hablar, con voz pensativa. —Tal vez ser sinceros con Daniel es lo
mejor que se puede hacer. Tal vez tenga una idea sobre cómo arreglar esto.
—No es una mala idea —dice Rath, cruzando los brazos mientras la lluvia comienza a caer
con más fuerza—. Además, ¿si cree que se lo hemos estado ocultando? Solo empeorará las cosas,
Killer.
—Sabes lo que pasará si le llevamos esto a mi padre —digo en voz baja y llena de temor—.
Está bien. Tendrá un montón de ideas, y la primera será arrebatárnosla y será quedársela por…
—Pienso en ella sentada en su regazo, su mano serpenteando alrededor de su cintura y
descansando sobre su vientre. Pienso en sus palabras anoche en la casa de la risa, y es que no
puedo confiar en ellas. Podría estar mintiendo acerca de que nunca lo quiso. Pero existe la
posibilidad de que no lo sea, ¿y si es verdad?
Entonces soy yo quien merece ese cuchillo.
Sacudiendo la cabeza, insisto: —A la mierda con eso. No voy a dejar que eso suceda.
Comenzamos a caminar de nuevo, y puedo decir que están tan perdidos en sus
pensamientos como yo, luchando por encontrar una solución a un problema del que solo
nosotros podemos ser culpados. No es como si las otras casas a veces no perdieran a una chica.
Mierda, durante tres años consecutivos, la Princesa se ha ido en su cuarto mes. La Condesa a
veces es atrapada. La Duquesa tiene una tendencia a simplemente... jodidamente desaparecer.
De todas las casas, LDZ probablemente tiene el segundo mejor historial con estas cosas.
Es un poco difícil vencer a los Barones.
Llegamos a la última ubicación justo cuando el sol comienza a desvanecerse. Es un
almacén que, en la mayoría de los casos, funciona ilegalmente como un club nocturno. Como
siempre, nos sumergimos en el callejón para llamar a la puerta trasera. Apesta a orina, alcohol
y cigarrillos rancios, y mis pies me están matando, crudos como la carne molida del vaso de
anoche.
—Mierda —murmura Rath, palpándose los bolsillos—. Dejé mi pieza en la casa.
Tristian y yo ponemos los ojos en blanco. Muy de Rath. No es el fin del mundo. Mi arma
está metida en mi cintura, y puedo decir que Tristian tiene la suya.
—Simplemente haremos esto y nos iremos —digo, sin sentirme bien por la cantidad de
dinero que llevo. Aparte del viejo Neil, la avenida ha estado luciendo a ras, negocios felices de
desembolsar sus cuotas en la forma que les plazca. Debe estar ocurriendo una grave crisis fiscal,
porque casi todo el mundo prefiere pagar en papel. Soy básicamente un objetivo ambulante.
Golpeo la puerta de nuevo, molesto y perdiendo rápidamente la paciencia, cuando los
faros giran hacia el callejón, acercándose a nosotros desde el otro extremo. Tristian se ve casual
mientras mete una mano debajo de su camisa y la apoya en su arma. Pero Rath y yo
compartimos una mirada y sé que él está sintiendo lo que yo siento.
Inquietud hormiguea en la parte posterior de mi cuello.
Golpeo la puerta de nuevo, alcanzando mi propia arma. Estamos tan concentrados en los
faros que ni siquiera nos damos cuenta, ni siquiera escuchamos, quién se nos acerca desde la
otra boca del callejón.
No hasta que Tristian gruñe.
Capítulo 26
STORY
Los correos electrónicos llegan poco después de las cinco.
El primero es seco, sin el tono florido habitual de Ted.

Traté de advertirte.

Lo miro fijamente, incapaz de reunir mucho en el camino de la alarma. Desde lo que pasó
en la casa de la risa, parece que no puedo sentir mucho de nada. Ni siquiera anoche, cuando
Killian me encontró en el baño con el cristal pegado a mi muñeca. Ni siquiera cuando me colocó
suavemente en la ducha o limpió cuidadosamente mis heridas.
Heridas que él había hecho.
Ni siquiera cuando me preguntó, con la voz tan tranquila y suave, si recordaba ese
parpadeo en el que las cosas habían ido bien. Por supuesto, lo recuerdo. A pesar de sentirse
fuera de lugar en su hogar, era la primera vez que todo parecía lleno de promesas y
posibilidades: un nuevo futuro presentado ante mí. Recuerdo irme a la cama esa noche y
preguntarme cómo habría sido besarlo, y luego sentirme golpeada por lo inapropiado de eso.
Se suponía que era mi nuevo hermano.
Algún tiempo después, la Sra. Crane trae un plato directamente a mi habitación. Son
macarrones con queso con carne molida revuelta, y ni siquiera me maldice y me advierte que
no le diga a ese “gran cara de mierda rubia”, así que asumo que Tristian casi me ha descartado.
El segundo correo electrónico llega mientras miro impasible la cena, sin hambre y sin que
me importe.

Me he estado preguntando, ha escrito Ted, ¿debería hacerlo lento? ¿O debería ponerles


una bala en la cabeza y terminar con esto?

Miro la pantalla de mi teléfono, sintiendo nada más que una leve decepción. Todos hablan.
Ted es pura palabrería.
Lo que significa que vine aquí por nada. Significa que todo el dolor, el tormento y la
angustia inútil no tenían sentido. Significa que soy peor que una tonta, porque una tonta no sabe
nada mejor, ¿pero yo? Sabía exactamente lo que eran.
Recibo el tercer correo electrónico diez minutos después. No hay texto, solo un archivo
adjunto.
Es una foto de los Lords.
Están afuera, en algún lugar, paseando por una calle. Rath está usando su chaqueta de
cuero, pero Killian está en mangas cortas, luciendo matón e intimidante mientras sus ojos se fijan
en algo en la distancia, fuera de marco. Tristian también está allí, con los ángulos agudos de su
rostro vueltos hacia otro lado.
Se ven alertas, como si estuvieran haciendo algo que saben que está mal. Hay edificios
detrás de ellos, lugares que he visto antes. Me doy cuenta de que están en la avenida, cerca de
donde compré la droga el otro día. Pasé junto a ese banco, miré por el ventanal grande y
enrejado de la casa de empeño, me detuve en ese semáforo.
Están ahí afuera ahora mismo: Killian, Tristian, Rath.
Ted.
El correo electrónico que viene después va al grano.

O vienes y los ves morir, o yo voy a ti, en esa casa grande y vacía.

El cuenco de macarrones se estrella contra el suelo cuando me tambaleo de la cama,


poniéndome frenéticamente el primer par de pantalones y la primera camisa que puedo
encontrar. Estoy volando por el pasillo cuando me detengo en seco, casi tambaleándome en el
borde de las escaleras. No sé quién es Ted, y no puedo estar seguro de lo que es capaz de hacer,
pero si hay algo que los Lords me han enseñado, es esto:
Nadie me va a proteger a menos que yo me proteja.
Irrumpí primero en la habitación de Killian, cayendo de rodillas para buscar debajo de su
cama. Saco la caja en la que la guarda (estaba allí la noche que lo até), pero cuando quito el
pestillo y la abro, está vacía.
Reviso su armario a continuación, lo cual es fácil. Todo está cuidadosamente organizado,
desde sus jeans hasta sus cinturones. La mayoría de la gente mantendría las cosas pequeñas en
su lugar más cercano. Recuerdos. Cosas que saben que deben tirar, pero no lo hacen. Equipos,
aparatos electrónicos viejos, casi cualquier cosa.
El armario de Killian está impecable.
Tiene ropa, zapatos, chaquetas, gorras de béisbol, pero poco más. El estante encima de
sus camisas no tiene nada más que cinco cajas de zapatos, y en una exhibición de indecible
absurdo, cada una de ellas contiene zapatos reales.
Su mesita de noche y su escritorio son igualmente inútiles, así que me voy, subiendo las
escaleras al tercer piso. No hay forma de que Killian sea el único con un arma. Busco en la
habitación de Tristian a continuación, que está casi tan ordenada como la de Killian pero no tan
escasa, y en el instante en que abro el armario, sé que no hay forma de que tenga tiempo de
examinarlo. Es una metáfora tan perfecta para Tristian. La habitación es brillante y abierta,
limpia y elegante, pero oculta dentro hay un revoltijo de ropa de diseñador y cosas desechadas.
Todo ha sido empacado allí al azar, como si no le gustara reconocer el desorden el tiempo
suficiente para hacer algo al respecto.
Cierro el armario y miro debajo de la cama, la mesita de noche, la cómoda.
Hay una caja fuerte debajo de su escritorio.
Por supuesto, Tristian tomaría la seguridad con más cuidado que Killian, quien
simplemente la encierra en una caja debajo de su cama.
Mi teléfono vibra con otra notificación, y lo saco frenéticamente de mi bolsillo, abro el
correo electrónico. Para mi desconcierto, contiene solo un número:

Uno.

Parpadeo, incapaz de descifrar lo que eso significa. ¿Sabe que estoy aquí, mirando la caja
fuerte de Tristian? ¿Él sabe la combinación? Puede que ahora conozca a Tristian bastante bien,
pero no lo suficiente como para adivinar una combinación. ¿El cumpleaños de Izzy y Lizzy?
Quién sabe.
Gruñendo de frustración, salgo de la habitación.
La habitación de Rath es la más difícil, y no solo porque duele entrar. No hay nada
ordenado ni organizado al respecto, y en el momento en que cruzo el umbral, el olor agrio del
humo y el alcohol me golpea en la cara. Hay ropa tirada por el suelo, cubiertas de discos,
partituras, una guitarra apoyada precariamente contra su sofá. Rath siempre ha sido más
desordenado que los demás, pero nunca lo había visto tan mal. Paso por encima de un viejo
contenedor de comida para llevar y, ignorando la cama, voy directo a la mesita de noche. Hay
mucho dentro: condones, lubricante, púas de guitarra, monedas sueltas, un tubo de pintura
acrílica, encendedores y fósforos, un cigarrillo desmenuzado, pero ninguna pistola.
Su tocador es el siguiente, y luego su armario, y Rath puede ser más desordenado que los
otros dos juntos, pero al menos no está obsesionado con la ropa.
Su armario es el premio mayor.
Encuentro una caja de zapatos que está escondida, pero que aún es fácilmente accesible,
muy gastada, como si la ocupara a menudo. Dentro hay un paquete de cigarrillos arrugado, un
frasco de pastillas recetadas y tres identificaciones que se ven y se sienten falsas. Lo único
ordenado dentro es un fajo de billetes bien enrollado. Es grueso y está atado con una banda
elástica e incluso enrollado, es obvio cuánto tiempo dedicó a aplanar cada billete. Solo puedo
suponer que este es su fondo de piano. Finalmente, y lo más importante, es un arma. Siento que
mis labios se curvan en una sonrisa por lo parecidos que podemos ser, pero se desvanece
instantáneamente, robada por el recuerdo de lo que sucedió en la casa de la risa.
En ese momento, recibo otro zumbido en mi teléfono.

Dos.

Me congelo, dándome cuenta de lo que es esto.


Una cuenta regresiva.
Su desgastada sudadera con capucha negra está debajo de mi pie, así que la recojo y
empujo mis brazos dentro. Saco el arma de la caja, con tanta torpeza y prisa que el paquete
desmenuzado de cigarrillos viene con ella mientras la meto en el bolsillo de la sudadera con
capucha de Rath.
Es difícil de entender, no puedo seguir los hilos, y no estoy seguro de querer hacerlo, pero
algo me sucedió mientras estaba en el suelo esa noche, rodeada de espejos. No fue el castigo.
No exactamente. Aunque eso había sido insoportable, fue la duda lo que lo hirió más
profundamente.
Porque la cosa es que siempre he sido una cobarde.
Siempre he contado con alguien más para hacer lo que había que hacer. Antes de la
actuación de Rath, la fiesta previa al juego de Killian y la forma en que he estado con Tristian,
he estado en gran parte al margen de la elaboración de mi destino.
Saliendo y corriendo por la puerta hacia la lluvia fría, me tranquiliza la certeza de que, de
una vez por todas, para bien o para mal, todo termina esta noche. Señalar a mis dos enemigos
el uno al otro, nunca ensuciarme las manos... eso no es valentía. Eso no es supervivencia. Es
simplemente débil.
Esta noche, alguien va a estar al otro lado de esta pistola.
Tal vez sea un Lord.
Quizás sea Ted.
Y si todo lo demás falla, tal vez incluso seré yo.

A pesar del constante rasgueo de la lluvia, la avenida está tan brillante y viva como lo había
estado el carnaval, y es tan difícil estar en presencia de ella. Mi mamá no trabajó aquí por mucho
tiempo. Originalmente, estábamos a un par de condados. Esa ciudad había sido más pequeña y
mucho más peligrosa para ser visible. El día que decidió dar un paseo por Lado Sur, eso es lo
que me dijo.
—Es más fácil ser invisible en un lugar como ese. —Recuerdo con perfecta claridad la forma
en que se veía, sentada en su tocador y poniéndose lápiz labial. Ante mi expresión escéptica,
me envió una pequeña sonrisa, tocándome la nariz—. Con suerte, nunca tendrás que ser invisible,
mi dulce novela.
Si tan solo supiera.
Conoció a Daniel no mucho después, y creo que siempre sospeché que había sido un
cliente. Ahora que soy un poco mayor y mucho más sabia, me pregunto si tal vez no fue el peor.
Un hombre como Daniel no necesita comprar sexo.
Cuando mi teléfono suena con otra notificación, no necesito verificarlo. El último número
había sido:

Seis.

Parecen venir en intervalos aleatorios, y no estoy seguro de cuál es el número final, ya que
estamos subiendo y bajando, por lo que es difícil calcular cuánto tiempo tengo antes...
Antes de lo que suceda cuando se acabe el tiempo.
Conduzco directamente a esa pequeña franja que había visto en la foto, pero ya no están.
No me desanimo, mis ojos escanean la distancia mientras ruedo por la avenida. Paso tiendas y
esquinas, los hombres a los que les compré las drogas, las chicas con minifaldas, los chicos con
pantalones ceñidos, los clientes, la gente feliz, la gente triste, todos convergen en un arcoíris que
se retuerce. De la humanidad. Lugares como este no me dan miedo. Son más como un hogar
de lo que nunca fue la casa de Daniel.
Ser invisible suena bien.
Recibo dos notificaciones más, así que busco más, hasta el almacén al que Tristian me
llevó esa vez, y luego hacia el Velvet Hideaway, el burdel al que Killian me había llevado.
Aun así, no los veo por ningún lado. El sol se está poniendo rápido y me quedo atascada
detrás de un viejo Chevy que no puede decidir en qué carril quiere estar. Cuando mi teléfono
suena con otra notificación, finalmente me detengo para revisarlos, esperando otra foto.

Nueve, dice.

No hay fotos.
—Mierda —siseo, golpeando el cuerno con la palma de la mano. Los limpiaparabrisas
golpean al ritmo de mi pulso, y es cuando estoy estirando el cuello cuando veo el nombre de
una calle.
No.
No es un nombre.
Es un número.
Hago un giro en U imprudente, lo que hace que un automóvil plateado se desvíe
bruscamente y toque la bocina. Ignorándolo, acelero hacia la Avenida 13 y luego a la 12. Estoy
a medio camino del 11 cuando mi teléfono vuelve a sonar.

Diez.

La Avenida 10 me parece, no es mucho en comparación con la avenida principal. Aquí


abajo, todo son lotes baldíos y viejas empresas manufactureras. Hay un grupo de tiendas de
campaña y refugios improvisados en el primer callejón por el que paso, pero pocos coches. El
segundo callejón por el que paso está oscuro y desierto y es demasiado angosto para pasar mi
auto y realizar una búsqueda adecuada.
Estoy considerando buscar a pie cuando llego al último callejón.
Los edificios que lo rodean son altos, construidos con ladrillos viejos que parecen estar
llorando. Huellas de oxidación descienden desde el techo como dedos torcidos que buscan el
pavimento oscuro de abajo.
Sé incluso antes de meter mi coche en la boca del callejón que están allí.
Puedo sentirlos.
Mis faros caen en sus tres formas y mantengo mi pie en los frenos, congelada al verlos,
gorjeando y distorsionada a través de la lluvia en mi parabrisas. Todos están entrecerrando los
ojos por la luz, la mano de Tristian desapareciendo bajo el dobladillo de su camisa. Killian
parece inquieto, la línea ancha de sus hombros está tensa. Rath da un par de pasos hacia un
lado, como si estuviera calculando que estar los tres juntos podría no ser la mejor idea en este
momento.
Estoy tan concentrada en ellos que me pierdo de la figura que se acerca desde el otro lado
del callejón.
Todo sucede tan rápido que apenas puedo analizarlo a través del ritmo de los
limpiaparabrisas. En un momento, todos están parados alrededor luciendo nerviosos, y al
siguiente, la cabeza de Tristian está hacia atrás. Hay una ráfaga de movimiento, la mano de
Killian sacando el arma mientras Rath vuela hacia adelante para saltar sobre el tipo.
Pero luego todo se detiene bruscamente, porque el atacante tiene algo alrededor de la
garganta de Tristian (una cuerda o un alambre) y los dedos de Tristian lo están agarrando, pero
está justo en frente del tipo y Killian no puede disparar.
Observo, el corazón golpeando salvajemente contra mis costillas mientras se estancan, la
espalda de Killian se mueve, brama, se contrae. Me doy cuenta de que está gritando, pero no
puedo oírlo aquí, no por encima del ritmo de la lluvia.
En el momento en que abro la puerta, lo hago.
—¡Voy a disparar! —El chasquido de Killian, los brazos rígidos mientras apunta con el
arma. Si puedo verlo como la amenaza vacía que es, entonces es probable que el otro tipo
también pueda. Tristian está clavado contra el atacante, protegiéndolo de cualquier cosa.
—Suéltalo —grita la voz, tirando del cuello de Tristian hacia atrás—, o estrangularé a tu
chico.
Se me corta el aliento cuando veo a Tristian esforzarse por respirar, con la cara roja y
contorsionada mientras sus dedos arañan su cuello.
Rath le dice algo bajo y alerta a Killian, pero no puedo entenderlo.
Killian está furioso: —¡Hijo de puta! —está perfectamente claro, sin embargo. Baja la mano
y, en una serie de rápidos movimientos, saca el cargador, la recámara está vacía y lanza el arma
vacía a lo lejos—. Si quieres el dinero, será mejor que lo dejes ir primero.
Parpadeo para quitarme la lluvia de los ojos cuando el atacante alcanza a Tristian y tira de
su camisa. Veo el arma en su cinturilla, plateada y brillando a la luz de mis faros, solo por un
breve momento antes de que el atacante la saque.
El jadeo de Tristian cuando el hombre lo empuja hacia adelante hace que se me revuelva
el estómago. Es algo húmedo, desesperado, que suena doloroso, y aterriza sobre sus manos y
rodillas inmediatamente después de respirar, con la espalda agitada.
El propio atacante es una decepción.
No es más que un hombre con un pasamontaña sobre la cara y guantes de cuero cubriendo
sus manos. Si este es Ted, entonces no es nada especial. No mide cuatro metros de alto ni dos
de ancho. No lleva una Uzi ni está flanqueado por secuaces. Es simplemente un hombre solitario.
—Nada personal, muchachos —dice el tipo, lanzando una fuerte patada en el costado de
Tristian—. Tengo trabajo que hacer. —Tristian se enrosca contra el golpe, e incluso a esta
distancia, puedo decir que todavía sale de su garganta un horrible sonido sibilante.
Rath dice: —¡Oye! —y carga contra él, pero el tipo tiene el arma de Tristian apuntando
hacia él tan rápido que Rath casi se vuelca en su prisa por retroceder.
—Tomaré ese dinero ahora.
Sin lugar a duda, Killian saca una bolsa de sus pantalones y se la arroja al hombre,
golpeándolo de lleno en el pecho. —Tómalo y vete a la mierda —escupe, acercándose más a
Tristian, quien recién ahora se pone de rodillas.
Se mete la bolsa en la cintura, dejando el arma apuntando a Killian. —Oh, el dinero no es
el trabajo, pequeño Killer. —Amartillando el martillo en el arma, explica—: Es el pago.
El sonido del disparo me hace gritar en estado de shock. Si alguno de ellos lo escucha, no
hay forma de saberlo por encima de la ráfaga de pánico que ocurre a continuación. Rath vuela
hacia el hombre, agarrando su brazo y dándole un fuerte giro. Tristian se arrastra contra el suelo
húmedo hacia Killian, que está inclinado, casi como si estuviera buscando algo en el suelo.
No me doy cuenta de por qué en realidad está doblado así hasta que cae de rodillas.
Rath está luchando con el atacante, pero todo lo que puedo ver es a mi hermanastro, tan
arrugado como el paquete de cigarrillos en mi bolsillo, con los puños aplastados contra su
estómago.
Sé entonces que no estoy loca.
El torbellino dentro de mi cabeza es un torbellino caótico de alivio, desesperación y
confusión. He imaginado este momento durante tanto tiempo que se siente surrealista verlo
desarrollarse. Ver ese terror desesperado en los ojos de Rath mientras intenta arrebatarle el
arma. Saber que las respiraciones farfullantes de Tristian están hundiendo su pecho con cada
inhalación frenética. Para observar la curva arqueada de los hombros de Killian mientras se
acurruca en el callejón húmedo, sangrando y tan solo.
Porque eso es lo que serán.
Sufrimiento y desesperanza.
Nadie para ayudar.
No necesito preguntar cómo se siente. Pienso en ellos cortando esas letras en mí. Pienso
en sus expresiones viciosas cuando me cubrieron con su semen, me follaron con ese cuchillo y
me dejaron allí en el suelo, ensangrentado y llorando. Pienso en el sótano, en los ojos duros de
Killian y en las burlas burlonas de la fraternidad. Pienso en la biblioteca, Tristian forzando sus
dedos dentro de mí. Pienso en el video y en la sonrisa intrigante de Rath. El aguijón del
rastreador siendo empujado debajo de mi piel. La voz de Tristian en mi oído, convenciéndome
para que me abriera a mi hermano. Las manos de Killian sobre mí en la noche, tomando y
usando. Pienso, sobre todo, en aquella noche en la lavandería. Era el cimiento de lo que nos
hemos convertido, y ahora todo está apilado en una torre torcida de sus pecados que finalmente
se está derrumbando.
Debería echar la cabeza hacia atrás y reírme bajo la lluvia, porque es perfecta.
Este es el lugar perfecto para que mueran.
Pero la realidad no es tan simple, porque sí, estaba el lavadero y el sótano y los espejos.
Pero también estaba la noche anterior, los ojos de Killian en blanco, pero suaves mientras
hablaba de esa Pascua, hace años. Estaba la forma en que Tristian me había mirado cuando dijo
que no le gustaba que estuviera enojado con él. Estaba Rath en esa bañera, contándome cómo
había hecho planes, no para él, sino para mí.
Debería ser muy claro para mí, ver a Rath perder el control sobre el brazo del atacante.
Debería sentirme bien mientras veo a Tristian cubrir a Killian, metiéndole una mano en el
estómago. Debería sentirme libre y jodidamente viva ahora mismo. Pero cuando el atacante
levanta el arma hacia Rath, todo lo que siento es dolor, porque puedo ver la conciencia en su
rostro, el destello pálido y opaco de aceptación de que está a punto de morir, y todo en lo que
puedo pensar es en esas suaves mañanas.
Nada al respecto es simple o fácil.
Estoy sacando el arma de mi bolsillo antes de que realmente tenga la oportunidad de
pensar en lo que estoy haciendo. Culpo a la lluvia por la voz de Killian viniendo a mí,
espontáneamente.
—Primera regla de seguridad de armas. Nunca apuntes con un arma a algo que no estás
buscando matar.
Apuntar mi arma al hombre es la primera cosa fácil de todo esto. Hacer clic en el seguro
es el segundo. Apuntar a través de la mira es el tercero.
¿Pero apretar el gatillo?
Esa es la más fácil de todas.
Capítulo 27
STORY

Mis oídos suenan dolorosamente. Por un largo momento, todo lo que puedo escuchar es eso,
mezclado con el latido de mi propio pulso. La expresión tensa y espantosa de Rath todavía está
congelada en la parte posterior de mis ojos, y la primera inhalación que tomo se prolonga tanto
que mi pecho se siente como si pudiera flotar lejos sin mí.
El colapso del hombre al suelo es una ocurrencia tardía, algo que solo noto cuando me
doy cuenta de que los estallidos ensordecedores se han detenido. Todavía estoy apretando el
gatillo, pero todo lo que hace es 'clic' sin efecto.
Parece que no puedo hacer que mi dedo deje de intentarlo.
El sollozo que sale de mi garganta es lo único que me devuelve a la conciencia, a los ojos
negros de Rath mirándome, al rostro atónito de Tristian, al duro perfil de Killian mientras mira
por encima del hombro.
Rath es el primero en ponerse en movimiento, lanzándose hacia el arma que ha caído
sobre el pavimento resbaladizo. Contengo la respiración mientras observo, casi esperando que
el atacante salte hacia atrás. ¿No es así como sucede en las películas de terror?
Cuando Rath viene cargando hacia mí a continuación, me encojo, el terror crece en la
boca de mi estómago. A pesar de eso, parece que no puedo bajar el arma desde el punto exacto
donde estaba apuntando. Sé que se acabó, que el hombre debe tener media docena de balas
enterradas en él, pero mi dedo sigue apretando el gatillo, una y otra vez.
Se detiene ante mi estremecimiento, pero no por mucho tiempo. Sus dedos están helados
y húmedos cuando se estiran lentamente para agarrar mi muñeca. El toque suave es un golpe
contra el tendón tenso allí, saltando con cada jalón inútil del gatillo.
—Story —dice, sin aliento y persuasivo mientras su otra mano cubre suavemente el arma—
. Vamos nena. Déjala.
—N-no puedo. —La adrenalina me tiene en sus garras, y no estoy segura si estoy temblando
o si el mundo está temblando a mi alrededor, pero creo que tendría más suerte levantando el
auto detrás de mí que desenroscando mis dedos de esta pistola.
Rath mete las yemas de los dedos debajo de mi palma, arrancándola con fuerza y, durante
un largo momento, observo la lluvia gotear del flequillo de su cabello oscuro, gotas gordas
salpicando el cuero de su chaqueta.
Por encima del chillido distante de las sirenas, pregunto: —¿Está muerto? —y estoy
jadeando tan fuerte como Tristian—. ¿Lo maté?
Rath arranca el arma de mi mano y la mete en su chaqueta, levantando las manos para
enmarcar mi cara. —Hiciste algo bueno —exige, la intensidad apresurada de su voz aparta mi
mirada de la masa negra arrugada en el suelo—. Necesito que te subas al coche. Ahora mismo,
Story.
No me da la oportunidad de obedecer, corriendo hacia Tristian y Killian y agachándose
en el pavimento mojado. —Tenemos que salir de aquí, como desde hace diez putos minutos —
dice, pasando el brazo de Killian por su cuello. En la distancia, las sirenas se acercan, perforando
el crepúsculo.
Pero me encuentro caminando hacia el cuerpo, con los pies pesados y salpicando cuando
los paso, acercándome a él, porque eso es lo que es ahora, con una precaución innecesaria. El
pecho no se mueve. Los dedos están quietos. El agua que corre por el pavimento está oscurecida
por su sangre.
Solo tengo que saber.
Tengo que saber cómo es Ted.
Hago una pausa tres veces antes de finalmente agarrar la máscara entre mis dedos y
levantarla. Cuando lo hago, entierro un grito en mi palma, porque uno de mis disparos dio justo
en la mejilla. Es espantoso y mortal y tan jodidamente feo.
Nick Feo.
—Oh, Dios mío —jadeo, arrojándome lejos.
Mi cerebro no funciona a toda máquina, porque mi primer pensamiento es que Ted es
Nick Feo, aunque eso no tiene sentido. Entonces recuerdo lo que les dijo antes, acerca de que
esto es un trabajo.
No maté a Ted.
Acabo de matar a su jodido lacayo.
—¡Story! —Rath está siseando, tirando de mí hacia atrás por la capucha del suéter que llevo
puesto—. ¡Tenemos que irnos!
—Pero es…!
—¡Lo sé! —chasquea, arrancándome de él—. ¡Viene la policía, tenemos que correr!
Correr.
Es como si todo encajara en su lugar con esa sola palabra, y de repente escucho lo cerca
que están las sirenas y sé que no podremos abandonar la escena a tiempo. Me doy la vuelta,
tomando una carrera fuerte hacia el coche y Rath está justo sobre mis talones, nuestros pies
golpeando el pavimento. Tan pronto como nos acercamos al auto, noto que Tristian está dos
pasos por delante de mí, arrancando mi placa temporal de la parte trasera antes de zambullirse
en la parte trasera, donde dejó a Killian. Rath va a tomar el asiento del conductor, pero me
tambaleo frente a él.
—¡Entra! —exijo, ignorando su protesta cuando cierro la puerta.
En el segundo en que su trasero está en el asiento del pasajero, estoy pisando a fondo el
acelerador, saliendo marcha atrás del callejón justo cuando las luces azul y roja aparecen en el
otro extremo.
—¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —Rath canta, pero es innecesario. Ya estoy despegando,
volando por Avenida 10 y alejándome de la calle principal. Mira hacia el asiento trasero, se gira
para ver a Killian—. ¿Qué tan malo es? —Estoy demasiado ocupada mirando por el retrovisor y
entrando en pánico por el remolino de luces azules para prestar atención a lo que Tristian está
haciendo allí atrás, pero sea lo que sea lo que ve Rath, saca un sonido miserable de él—. ¿Qué
hacemos? ¡¿Killer, qué hacemos?!
—Manejar. —La voz de Killian es fuerte, no el sonido de alguien que está al borde de la
muerte, así que hago exactamente lo que me pide.
De manera uniforme, aconsejo: —Agárrense a algo.
Nadie me escucha. Puedo decirlo, porque en el momento en que presiono el freno
electrónico y tiro de la rueda, lanzo el auto a través de otro callejón, Killian grita. Sería un sonido
horrible viniendo de cualquiera, pero viniendo de él, es aún más sorprendente.
—¡Jesús, joder! —Tristian ladra con voz ronca, sonando a la vez sorprendido y dolorido.
—Otra vez —espeto, y esta vez, todos lo hacen. Vuelvo a girar el volante, me meto en la
avenida 14 y esquivo por poco un camión con remolque estacionado. La palanca de cambios es
sólida en mi mano, y no soy buena en mucho, siempre he sido mala en matemáticas e Historia,
pero esto es como volver a ponerme un cómodo par de jeans perdidos hace mucho tiempo que
milagrosamente todavía me quedan bien. Por un momento, es como si pudiera sentir a Jack y
su hermana mayor en el asiento trasero, ansiosos pero aún con grandes sonrisas llenas de dientes.
Ayuda que el auto se maneje como un sueño, permitiéndome zigzaguear entre los autos mientras
vuelo a través de un semáforo.
Rath aspira profundamente, levantando la palma de la mano para apoyarla contra el techo
del coche. —¡Vas a hacer que nos maten!
Al tanteo, cambio de marcha. —Cállate. —Y como sé que está deslumbrante, agrego—: No
lo digo por ser una perra, solo necesito concentrarme. —Lo puntúo zumbando entre dos autos,
las luces azules todavía en la distancia detrás de mí. No están lo suficientemente cerca como
para que parezca inútil, pero tampoco lo suficientemente lejos como para sentirse cómodos. Hay
un embotellamiento más adelante, así que giro bruscamente hacia la izquierda, hacia el tráfico
que se aproxima.
—¡Atentos! —Rath grita, lanzando una mano hacia el tablero, pero ya estoy dando vueltas
alrededor del auto que se dirige hacia nosotros. Otro chirría hasta detenerse abruptamente,
coleando por unos pocos metros y apenas nos esquiva—. ¡Qué carajo!
Sin molestarme, nos llevo de regreso a la mediana, deslizándonos suavemente hacia el
carril derecho. Un par de giros más a la izquierda, a la derecha, y tengo un camino abierto frente
a mí.
Rath está respirando con dificultad, con el cuerpo tenso. —Debería haberme arriesgado
con la policía. Jesucristo, Story. ¿Dónde diablos aprendiste a conducir así?
Sacudiéndome la mano, cambio de marcha y piso el acelerador. —Jack me enseñó —
respondo, y si no estuviéramos huyendo de la policía con mi hermanastro desangrándose en mi
asiento trasero, incluso podría sonreír ante el recuerdo.
—Jack —dice Rath como un loro, sus ojos clavados en mí—. ¿Quién es ese? ¿Algún Sugar
Daddy con el que te estabas follando?
—¿Qué? No. —Le doy una mirada sombría antes de fusionarme con el tráfico de la
autopista—. Jack era uno de mis compañeros de cuarto en Colorado. Era un ladrón muy hábil y
también increíblemente gay.
—¿Qué tiene que ver un ladrón con conducir así? —pregunta Rath, rebuscando en mi
guantera.
—Él tenía este equipo —balbuceo nerviosamente, pensando en su hermana y los otros dos
chicos que vivían con nosotros—. Sé cómo suena, pero todas eran las personas más inocuas,
fáciles de estar cerca. Eran muy buenos para no hacer preguntas. —Revisarían diferentes lugares.
Sin embargo, nada en lo que pensarías. Tiendas de reparación de automóviles, pequeños
restaurantes, tiendas familiares. Lugares con seguridad de mierda y dinero en efectivo en el
cajón.
—¿Fuiste el conductor de fuga? —Killian adivina, y me estremezco ante el sonido de su voz.
Asiento con la cabeza. —La primera vez fue por error. Ni siquiera sabía lo que estaban
haciendo, pero salieron corriendo, gritándome que arrancara… y bueno, lo hice. —La adrenalina
sigue con toda su fuerza, haciéndome balbucear—. Conduje tan rápido que casi destrocé el auto.
Cuando me pidieron que lo volviera a hacer dije que sí, porque… no sé. Era dinero, y era buena
en eso, y era un poco agradable. —Sombríamente, agrego—: No estoy acostumbrada a que los
chicos quieran algo de mí que no incluya abrirles las piernas. —El silencio tenso y muy
puntiagudo que sigue no dura mucho.
La voz de Tristian llega, aterrorizada y con un sonido arenoso desde el asiento trasero. —
Tenemos que llamar a Daniel.
—¡No! —Rath y yo ladramos al unísono. La mirada rápida y frustrada que compartimos
está llena de energía nerviosa—. No podemos llamar a Daniel.
—¡¿Por qué diablos no?! —Las palabras de Tristian están bordeadas por un pánico
beligerante, y me pregunto qué tan malo es.
—Porque acabamos de matar a Nick Feo —responde Rath, con ojos duros—. Y no volveré
a caminar por el Lado Sur hasta que sepa por qué.
—¡Tenemos una maldita herida de bala aquí, Rath!
Se da la vuelta y dice bruscamente: —¡Y podríamos tener más si volvemos allí!
—Maldita sea. —Ha gruñido tan bajo que se convierte en una tos desgarradora. Duele solo
escuchar a Tristian hablar con esa áspera escofina—. ¿Así que… que hacemos?
Es Killian quien responde. —Encuentra un lugar para aparcarte por un minuto. Llama a
Ray. Cómpranos algo de tiempo.
—¿Tiempo para qué? —pregunta Tristian. Cuando nadie responde, lanza una gran
exhalación granulosa y se empuja entre los asientos delanteros—. Está bien —dice, señalando el
parabrisas. Su mano está ensangrentada—. Toma la salida dos calles más arriba y ve hacia el
oeste. Cuanto más rápido, mejor.
No pregunto a dónde vamos. Donde sea que sea, será el lugar en el que finalmente aclare
lo de Ted.
Sobre todo.

El auto está escondido en el bosque negro como boca de lobo, iluminado únicamente por los
faros del Charger. Rath y Tristian salen del asiento trasero y se apresuran a ayudar a Killian a
salir del auto.
—Siete-seis-dos-cinco —grita Tristian, asintiendo hacia la cabaña. Killian puede ponerse de
pie, pero necesita ayuda y su enorme cuerpo pesa mucho sobre su amigo—. La clave de
seguridad en la puerta. Esa es la clave.
Corro hacia arriba y marco los números, y obtengo una luz roja en el primer intento. Me
tiemblan las manos y puedo oler el azufre en ellas, porque le disparé a un hombre. Lo maté.
Soy una asesina.
Obtengo el código correcto en el segundo intento y la cerradura se abre, permitiéndome
abrir la puerta de madera maciza y abrirla lo suficiente para que los muchachos puedan hacer
entrar a Killian. Ordeno: —Ponlo sobre la mesa. —Miro a Tristian—. ¿Hay un botiquín de
primeros auxilios o algo así? ¿Suministros?
—Armario del pasillo. En la repisa cerca del suelo —gruñe, apretando la mandíbula
mientras él y Rath apoyan el enorme peso de Killian en el borde de la mesa.
Me lanzo al pasillo, notando lo pequeña que es la cabaña. La familia Mercer está cargada,
con casas en todo el país. He visto fotos en las redes sociales de Tristian de una casa en la playa
hecha casi completamente de vidrio, con vistas al agua azul cristalina, y una casa en la cima de
una montaña que parece más un albergue que una vivienda unifamiliar. Escuché de un pent-
house en Nueva York, una propiedad en Roma, pero esto...
Es una pequeña cabaña rústica que huele a humedad y tiene muebles de medio siglo de
antigüedad.
Una cosa es segura: nadie sospechará que Mercer es el dueño de este lugar.
Cualquiera que nos viera huir de un asesinato no nos encontraría. ¿Lo malo? Tampoco
hay nadie para ayudar a Killian si está gravemente herido.
Y no parece herido de gravedad. Está dos tonos más pálido y está temblando, todos
estamos aún empapados por la lluvia.
Tristian corre por la habitación encendiendo lámparas. —Bienvenida a la cabaña de
descanso de mi papá. —Señala distraídamente alrededor de la habitación—. Cocina, dos
dormitorios, un pequeño baño en el pasillo. Las ventanas están reforzadas, con rejas por fuera,
no hay otra salida más que la que acabamos de atravesar.
—¿Sorprendida? —pregunta Rath, levantando la camisa de Killian para revelar la herida de
bala. No es como si se estuviera desangrando. No es una enorme herida abierta salpicando
sangre. Es solo una pequeña perforación, la sangre drena lentamente de ella. No sé nada de
heridas, pero debe ser una buena señal que esta se encuentre justo a su costado.
¿No?
—Sí, este lugar ha pertenecido a los hombres Mercer durante más de cien años. Nadie
conoce este lugar, ni siquiera las esposas. —Se agacha junto al fuego y comienza a cargar leña, y
me doy cuenta por primera vez de que todos estamos temblando, pero Killian podría estar en
estado de shock—. Es estrictamente un escondite. No existe en los registros fiscales.
Completamente abastecido con comida, bebida, municiones —señala la caja de herramientas en
mis manos—, y suministros médicos, por si acaso.
—¿De quién se esconde tu padre? —pregunto, llevando la caja a la mesa y abriendo la tapa.
En el interior hay medicamentos, instrumentos médicos, gasas y vendajes. Un pequeño folleto
está pegado en la parte superior. Me lo arranco.
—De su esposa. La mafia. El IRS. Zombis. —Empuja un periódico enrollado debajo de los
troncos—. Quién diablos sabe. No preguntes, no digas. Esa es la filosofía de los Mercer. —Tristian
enciende una cerilla y mira fijamente la llama parpadeante antes de prender fuego al periódico.
Mete unos cuantos palitos en el fuego y se sacude las manos en los muslos—. Calentará rápido.
Vamos a ver.
Todos nos paramos junto a mi hermanastro y miramos la herida, y respeto a Tristian por
ser impulsivo y tranquilo, pero ninguno de nosotros sabe qué mierda hacer.
Killian levanta las cejas. —¡Ahora podría ser un buen momento para llamar a Ray!
Rath salta primero a la acción, sacando su teléfono de su bolsillo. Hace una pausa, mirando
a Tristian. —¿Cuáles son las posibilidades de que la paranoia Mercer explique el uso de teléfonos
desechables?
Tristian sonríe.
Unos minutos más tarde, Rath tiene a Ray al teléfono. Lo único que sé sobre el hombre
es que puso ese maldito rastreador debajo de mi piel. No me hace quererlo en absoluto, pero
estoy aliviada por la expresión pensativa de Rath mientras se sienta cerca de Killian, dándole a
Ray el resumen con la cabeza inclinada. Ray debe darle una lista de instrucciones, porque
eventualmente, Rath se queda callado y luego se pone de pie, inspeccionando la herida.
—Todavía sangra, pero no... oh. Claro. —Él asiente a Tristian, señalando a Killian—.
Tenemos que mirar su espalda.
Killian pone los ojos en blanco, murmurando: —Estoy justo aquí —y se gira para darle a
Rath un vistazo.
Los ojos de Rath se agrandan ante lo que ve. —¡Oh, mierda! Sí, es… sí, tienes razón —pasó
de inmediato. A mí, y chasquea los dedos—. ¡Gasas, gasas, montones de gasas!
Corro a su lado, observo bien la herida de salida, y mi pulso late con fuerza cuando
empujo una gasa contra ella. Tomo otro puñado de tela y hago lo mismo en el frente, aplicando
presión en ambos lados, y ahí es cuando Killian encuentra mi mirada.
—Gracias —dice, en voz baja y lleno de algo que no tengo la valentía de enfrentar.
No me lo agradecerá más tarde.
Pasamos los siguientes treinta minutos tratando de calentarlo y detener el sangrado, Killian
haciendo muecas mientras Rath realiza movimientos para determinar si algo vital fue golpeado.
Cuanto más habla y escucha a Ray, menos asustado y desesperanzado se ve. Su expresión se
transforma en una especie de determinación pétrea cuando finalmente cuelga.
Rath se quita la chaqueta y explica: —Tenemos que quitarle esta ropa mojada, seguir
aplicando presión y luego... —Se aparta el pelo mojado de la cara—. Tenemos que esperar a que
la sangre coagule y que el musculo sane. —Me pregunta—: ¿Hay algún antibiótico en esa cosa?
Busco alrededor, leyendo las diversas etiquetas. —¡Sí! —Hago sonar una botella y se la
lanzo a Rath, que la atrapa hábilmente—. ¿También hay analgésicos?
Killian gira la cabeza hacia un lado, buscando con la mirada a Tristian mientras se
estremece. —¿Te escuché decir algo sobre el alcohol antes? —Ante el asentimiento de Tristian,
Killian decide—: Tráeme esa mierda.
Antes de que lo hagamos, Tristian corre por la casa, arrastra un colchón a la habitación
principal y lo coloca en el suelo. Lo tiene instalado con ropa de cama limpia justo en frente de
la chimenea, que es donde arrastran cuidadosamente a Killian.
Cuando Tristian saca su cuchillo para cortar su camisa, me estremezco tan fuerte que
derribo una lámpara, jadeando mientras busco a tientas para atraparla. Solo se detiene por un
momento, sus ojos azules perforan los míos tan seguramente como esa bala había perforado a
Killian.
Apartando la mirada, corta la camisa mientras Rath la arranca.
Eventualmente, Killian está desnudo y calentándose frente al fuego, levantando la cabeza
para tomar un largo trago del vodka que Tristian había encontrado en el congelador. —Tenemos
que averiguar qué hacer con Nick —dice finalmente.
Rath se mete los dedos en el cabello y lo jala nerviosamente. —No puedo creer que haya
intentado robarnos.
—Él no es así —admite Tristian, con los ojos desorbitados pero pensativos—. Daniel lo
entenderá, ¿verdad? Comprenderá que solo nos estábamos defendiendo. No es como si él
estuviera involucrado. Killer es su hijo, por el amor de Dios.
Rath se quita la camisa por la cabeza y comienza a caminar. —Tenemos que asegurarnos
de que estaba haciendo esto solo. Solo porque Daniel no lo orquestó no significa que alguien
más no lo haya hecho. ¿Alguna vez Nick Feo te ha parecido del tipo autónomo?
—No fue así. —Mi voz emerge, pequeña pero segura, y lucho por no encogerme ante el
peso de sus miradas moviéndose hacia la mía—. No estaba trabajando solo.
Los ojos de Killian ya están vidriosos, pero todavía se ven agudos y alertas cuando se
estrechan. —¿Qué tratas de decirnos, Story?
Trago saliva y me apoyo en la mesa de la que acaban de levantar a Killian, abrazando mi
cintura contra el frío de mi ropa mojada. —Hay algo que necesito decirles.
Los ojos de Rath son un infierno en llamas y está rígido, con los puños cerrados, como si
ya supiera lo que voy a decir. —Si estás a punto de decirnos que tuviste algo que ver con esto,
será mejor que salgas por esa maldita puerta y corras para salvar tu maldita vida.
Mi voz se atasca en algún lugar de mi garganta, porque quiero decirles que no estuve
involucrada, no intencionalmente, pero no estoy segura de sí sería verdad.
Llega la voz de Tristian, tranquila y pensativa. —No —dice, sacudiendo la cabeza—. Ella
nos traicionó. Nos apuñaló por la espalda. Pero este no es su estilo. ¿Cierto? —Me dice la última
parte y casi me río.
Oh, si supiera hasta qué punto todo esto era mi estilo.
El huir. Hacer que otras personas hagan el trabajo sucio por mí. Ser finalmente incapaz de
seguir adelante. Darme cuenta de que lo he estropeado todo.
Es la firma Story Austin.
Con los hombros enroscados sobre mí misma, comienzo.
—Me escapé del internado porque alguien me estaba acosando. —Los miro a todos a los
ojos, preparándome para lo peor—. Se hace llamar Ted.

Diez minutos más tarde, Killian solo se ve medio lúcido, pero Rath y Tristian se ven completa y
terriblemente alertas.
—Es por eso que te fuiste realmente —adivina Tristian, mirando hacia otro lado para tomar
un sorbo de la botella de vodka—. No se trataba de nosotros.
—Era sobre ustedes —argumento. Pero después de un momento de silencio, me veo
obligada a conceder—: Sin embargo, no solo sobre ustedes. Y tampoco solo se trataba de Ted.
—Me froto la frente, preguntándome si esto es algo en lo que necesito entrar.
A la mierda
—Me convertí en un Sugar Baby porque quería huir. Necesitaba el dinero, y era… —Me
encojo de hombros, incapaz de avergonzarme—. Era lo que conocía. Cuando mamá necesitaba
dinero, eso era lo que hacía. Era joven y estúpida, y todos estos viejos pervertidos se morían de
ganas de tirarme dinero solo por mostrar un poco de piel. Fue rápido y fácil, y me iba a ayudar
a alejarme de Daniel.
La cabeza de Rath se sacude hacia atrás por la sorpresa. —¿Por qué estabas tratando de
alejarte de Daniel? La única persona más cargada de dinero que él en este pueblo es el padre
de Tristian.
—¡No me importaba eso! —Insisto, y es verdad—. Mi mamá siempre quiso la buena vida.
La vida lujosa. La vida con bonitas casas, coches de lujo y fiestas elegantes. Yo solo quería estar
a salvo. ¿Y Daniel? —Niego con la cabeza, diciendo en términos claros—. No estaba a salvo. No
en esa casa.
Killian se gira para mirarme, e incluso a través de los analgésicos y el alcohol, sus ojos
siguen siendo descarados y lívidos. —¿De qué estás hablando?
—¡Tú sabes de qué estoy hablando! —Estallé, poniéndome de pie—. ¡Lo viste con tus
propios ojos, Killian! Daniel… se emborrachaba y me encerraba en su oficina, seguía y seguía
hablando de que yo era tan pura y sexy. Él... —Mastiqué las siguientes palabras con una mueca—
, me tocaba. Me hacía sentar en su regazo y luego ponía sus manos en mi camisa. Me decía que
tenía que mantenerme casta y luego hablaba de lo bien que me estaba desarrollando. ¡Era
asqueroso! —Respirando hondo, agrego—: Sabía que cada día que me quedaba en esa casa
estaba un día más cerca de él continuara con eso. Y me negué a hacerlo. Me negué a ser eso. —
Mi risa es una cosa oscura y quebradiza—. Pasé años con mi mamá y sus clientes, pero nadie me
hizo jamás algo así. No hasta que se casó con él. Así que quería irme, antes de que alguien
pudiera... —Me aseguro de que Tristian me esté mirando a los ojos cuando digo—: Pero luego
llegaste tú. Realmente tenías que derribar todas mis esperanzas, ¿no es así?
Aprieta la mandíbula, mirando hacia otro lado. —Ya te dije sobre eso.
—Te disculpaste —reconozco, ignorando las miradas confusas de Rath entre nosotros—.
Pero lo que se llevó Tristian… Lo que pasó esa noche... me cambió. Así que cerré todas mis
cuentas de Sugar Baby y le rogué a Daniel que me diera dinero para irme. ¿Se imaginan cómo
fue eso? ¿Suplicarle dinero al hombre que tenía sus manos sobre ti, una niña, para que me fuera?
Los ojos de Killian están sobre mí, sin pestañear. —¿Qué te hizo hacer? —Es una pregunta
que hace que un escalofrío me recorra la espalda, porque puedo oír la repugnancia y la furia en
su voz, y por una vez —Jesucristo, por una vez—, está en mi defensa.
—Nada —aseguro, sollozando contra el frío—. Mi mamá estuvo allí todo el tiempo. Supongo
que no se atrevió a hacer una proposición. Extrañamente, parecía estar de acuerdo con la
perspectiva de un internado. Realmente no costó mucho persuadirlo.
—¿Podemos volver con este hijo de puta de Ted? —pregunta Rath, abriendo los brazos—.
Y qué, te siguió por todo el país, aparentemente asesinó a tu compañero de cuarto gay, y
simplemente decidiste... “ey, ¿podría ir a ver a esos tres tipos que me hicieron daño y esperar
que los mate”? —Empuja la yema de un dedo en su sien—. ¡¿Estás jodidamente loca?!
—No fue así como sucedió —digo, pero es solo la mitad de la verdad. Me muevo
incómodamente bajo sus miradas acusadoras—. Porque había una posibilidad de que ustedes
tres pudieran vencerlo. Y pensé… no sé…
Es Killian quien termina por mí. —Pensaste que al menos uno de los dos caería.
Supongo que suena bastante mal cuando se dice así. —Me sentía más segura con ustedes
—es mi respuesta, y eso al menos no es una mentira—. Me lastimaron, lo sabía… pensé que podía
manejarlos. Pensé que podría ser su Lady y que me protegerían.
La lengua de Rath sale, corriendo distraídamente hacia sus piercings. —¿Eso crees?
Con un fuerte asentimiento, confieso: —Llegó un punto en el que estaba… tan jodidamente
enojada con todos. Tan cansada de las cosas que me hicieron. Estaba impaciente y actué
impulsivamente al enviar esa foto...
—¡¿Tú crees?! —Rath empuja una mano hacia Killian, hacia la herida en su estómago—.
¡Maldito infierno, Story! Nos echaste a este tipo sin siquiera decir nada. ¡¿Cómo diablos se
suponía que íbamos a protegerte de algo que nunca supimos que existía?!
—Detente —dice Killian, frotándose la humedad de su cabello—. No pudo continuar con
eso. ¿No es así? —Mordiéndome nerviosamente el labio, le doy un asentimiento. Él asiente de
vuelta—. No querías vernos muertos.
Me duele admitirlo. Tal vez incluso más que todas esas cosas sobre Daniel, Colorado o
Ted. —Me han hecho muchas cosas realmente horribles. Me lastimaron, manipularon,
controlaron, me pusieron de rodillas una y otra vez. Pero creo… —Me hundo pesadamente en la
mesa, mis ojos se llenan de lágrimas contenidas—. Veo lo malo en todos, y es muy feo. Pero
también podría haber algo bueno allí. No sé, podría, ¿verdad? —Cuando cae una lágrima, la
limpio, mirando todas las huellas de barro que nuestros zapatos han dejado en el suelo—. No.
No quiero verlos muertos. Quiero ver que lo sienten. Quiero ver esas partes buenas de ustedes
y saber que son la razón por la que sigo regresando. Quiero saber que no estoy rota, que estoy
aquí por... —Pongo los ojos llorosos y digo apresuradamente—… las Pascuas, las mañanas
cómodas, los paseos en coche y los almuerzos. Necesito saber eso, ¿porque de lo contrario? —
Sacudiendo la cabeza, decido—: De lo contrario, no soy nada.
No se dan cuenta de esto, pero es una revelación tanto para mí como para cualquier otra
persona. La verdad es que estoy cansada del dolor. Cansada de sentirlo, y cansada de infligirlo.
Solo quiero respirar. Quiero ser una buena persona, una persona completa, el tipo de persona
que no se queda despierta por la noche pensando en cómo hacer sufrir a los demás.
Incluso cuando esas personas tal vez lo merezcan.
Creo que todo empieza por ser mejor. Ser más fuerte no porque pueda devolver el golpe,
sino porque elijo seguir adelante. Ser una sobreviviente no porque piso la espalda de alguien,
sino porque tomo lo que viene y lo manejo yo misma.
Y creo que debo comenzar diciendo:
—Lo siento. —No se lo merecen, ni por mi propia venganza, ni siquiera por esto. Pero no
se trata de ellos. No realmente. Se trata de cómo me he estado sintiendo desde que dejé
Colorado atrás. Se trata de la enfermedad negra y turbulenta que ha infectado mi alma y la
forma en que me ha estado conduciendo como un parásito a un anfitrión—. Siento no haber
hablado de Ted. Por usarlos para vengarme de él. Por usarlo para vengarse de ustedes. Solo...
lo siento.
Se trata de la libertad.
—No. —Killian se estira para frotarse los ojos con los dedos, el gesto es lento y perezoso,
pero de alguna manera lleno de agonía—. Nada de esto hubiera pasado si yo… —Su mano cae y
mira hacia otro lado, la mandíbula se flexiona con un trago que suena tan dolorido como
parece—. Fui un maldito idiota. Pensando que lo deseabas. Daniel no estaba simplemente
tomando cosas que pensó que podía poseer. Todas esas malditas cosas que hice porque pensé...
—No necesita decirlo. Cuelga, pesado en el aire entre todos nosotros. Todo lo que ha hecho,
cada lesión que ha infligido porque pensó lo peor de mí. Pone su mano sobre su herida, ojos
apretados—. Mañana, vamos a decidir qué decirle a mi papá. Le explicaremos lo de Nick,
trataremos de entender a este hijo de puta de Ted y le mostraremos lo que significa venir a por
nosotros. Story nos va a contar todo lo que sabe sobre este tipo. Documentos, correos
electrónicos, llamadas telefónicas, mensajes de texto, todo. —Deslizando sus ojos pesados hacia
los míos, termina—: Y luego te irás. —No lo dijo sin delicadeza, pero aun así me hace soltar un
largo y acerado sollozo.
—Entiendo.
—No, no lo entiendes. —Killian no sonríe a menudo, y aunque es difícil considerar la triste
curva de sus labios como una sonrisa, es lo que es: una cosa anémica y de aspecto amargo—.
Tristian y yo te daremos dinero si lo necesitas. No sé cómo será para ti empezar una nueva vida.
Ve a otra escuela, si quieres. Vuelve a Colorado con tu banda de ladrones. Únete a la Legión
Extranjera Francesa, no me importa una mierda. Pero hagas lo que hagas, no nos pertenecerás
mientras lo hagas.
Rath se cruza de brazos, con la cabeza inclinada mientras observa sus pies. —Hablamos
de eso antes. Antes de que nos encontraras, estábamos tratando de averiguar cómo hacerlo.
Tristian, con sus ojos azules clavados en los míos, elabora: —Cómo dejarte ir.
Por un largo momento, me quedo sin palabras, incapaz de digerir lo que están diciendo.
—¿Por qué? —Eventualmente me ahogo.
Es Killian quien responde, las líneas de su rostro desgastadas y cansadas. —No nos quieres,
Story. Nunca lo hiciste. Viniste aquí porque querías a alguien que se interpusiera entre tú y un
asqueroso psicópata. Puede que no lo supiera en ese momento, pero… podía sentirlo.
—Yo también —dice Rath, mirándome primero a mí y luego a Tristian.
La cabeza de Tristian cuelga pesadamente sobre su cuello mientras mira fijamente el fuego
crepitante, levantando las palmas de las manos hacia el calor. —Dicen que, si algo te importa,
debes dejarlo ir. —Hay un largo latido de silencio cargado, y luego finalmente levanta sus ojos
hacia los míos—. Para que conste, esa es la cosa más estúpida que he escuchado. Si realmente te
importara algo, pondrías esa mierda bajo llave y nunca la perderías de vista. Voté para que te
quedaras. —Toma un largo trago de vodka, la garganta salta con su trago—. Pero ninguno de
nosotros tiene ganas de raspar tu cadáver del piso del baño, así que supongo que Killer tiene
razón. No puedes hacer que alguien quiera estar contigo. No puedo decir que no lo he intentado.
—Con amargura, señala—: Una o dos veces.
Nadie parece tener nada que agregar, y estoy demasiado ocupada tratando de contener
las inútiles lágrimas como para molestarme en agradecerles, no es que deba hacerlo.
Rath respira con dificultad. —Este lugar tiene algo de ropa seca, ¿o qué?
Tristian deja la botella y se pone de pie. —Sígueme. —No me mira mientras salen de la
habitación, y tengo la sensación de que, enterrada en su insistencia de que no quería dejarme
ir, era una declaración muy significativa.
Pero no me permito verlo.
En cambio, rodeo a Killian para acercarme al fuego, desesperada por un poco de calor
mientras me agacho, temblando y bajando de la adrenalina. En cuanto a las confesiones, eso
podría haber ido peor. Pero ahora estoy sentada aquí temblando frente al fuego y recordando
que maté a alguien. No importa que fuera un tipo malo con la intención de matar a otras
personas por nada más que dinero. Saqué una vida de este mundo. Hubo un tiempo en que el
pensamiento podría haberme empoderado.
En cambio, solo siento frío.
Algo me hace cosquillas en la cadera y casi salto, excepto que una mirada revela que es
solo el nudillo de Killian, con el brazo extendido a su lado para alcanzarme. Sin embargo,
cuando miro por encima del hombro, está mirando el fuego, con los párpados pesados.
—¿Recuerdas esa vez que te hice un sándwich? —pregunta, moviendo los nudillos de un
lado a otro.
Me tomo un momento descifrar de qué está hablando. Pero así es como funciona Killian.
Toma la mejor parte de un recuerdo de mierda y lo usa para definir el momento. Pascua. Un
día verdaderamente terrible, a pesar de la noche que pasamos en su habitación. El sándwich.
La vez que me dio de comer después de una cogida particularmente brutal a mitad de sueño.
—Sí —respondo, recordando la mantequilla de maní y la mermelada. El vaso de leche.
Comiéndolo en su cama mientras hacía clic en su computadora. La forma en que estaba con él
después, sintiéndome suave y tierna y tan agradecida.
Hay un largo tramo en el que no dice nada más y descubro que mi atención vuelve a las
llamas, aunque siento sus nudillos contra mí como una marca.
Su voz es pesada y arrastra las palabras cuando sugiere: —Podríamos hacerlo de nuevo.
Le doy al fuego tres parpadeos rápidos, porque no puede estar hablando de sexo. Apenas
puede sentarse sin parecer que tiene un dolor grave. Lo más probable es que tampoco me esté
pidiendo hacerme un sándwich. Ya que no hay semen goteando por mis muslos para que él lo
lave, solo puedo asumir que está hablando de la otra cosa.
—¿Te refieres a…? —Me arriesgo a mirar por encima del hombro y capto la forma en que
se está mordiendo el labio entre los dientes—. ¿Ahora?
Su nudillo se desliza con su mirada. —No es una orden.
Porque ya no puede dármelas. Me van a dejar, haciendo que huya de nuevo. Y esta noche
es la última noche que Killian Payne volverá a verme dormir. Espontáneamente, pienso en las
palabras que pronunció hace unas noches, demasiado drogado para darse cuenta de que me
estaba diciendo que me amaba. Estoy pensando en cómo le dije que tal cosa era imposible.
Killian no puede saber cómo amar nada.
Pero él cree que sí.
Sé lo que voy a hacer, pero todavía me toma un largo momento frente al fuego reunir el
valor. Al final, es ridículamente fácil. Primero me quito los zapatos, dejándolos casi secos. Luego,
me quito los calcetines mojados. Me quito la sudadera con capucha que había robado del
armario de Rath y luego me saco la camisa húmeda por la cabeza. Me pongo de pie para deslizar
mis pantalones por mis piernas, dejándome las bragas puestas, pero nada más. Es una sensación
tan extraña ahora, desvestirse frente a estos hombres. Hubo un tiempo en que el pensamiento
me habría hecho estremecer y enroscarme sobre mí misma. Pero nada de mi cuerpo no ha sido
visto, probado o explorado por ellos. Me giro hacia mi hermanastro sin vergüenza, y la forma
en que me mira, suave y sorprendido, hace que un puño invisible se apriete alrededor de mis
entrañas.
Cuando sus ojos se posan en los vendajes de mi pecho, toda esa suavidad se desvanece.
Es cálido cuando presiono mi cuerpo contra su costado, apoyando cuidadosamente mi
mejilla en la audaz y vívida águila tatuada en su hombro.
—Las águilas guardan tesoros… y se aparean de por vida.
Me hace espacio, balanceando su brazo ampliamente, y cuando lentamente pasa alrededor
de mis hombros para tocar mi costado desnudo, me permito un momento de autocomplacencia
imperdonable. Imagino que somos amantes, de esos que hacen cosas así. Acurrucarse unos con
otros contra el frío. Puntas de los dedos patinando sobre la piel. Un cálido aliento sopló en mi
cabello. Me imagino que esas palabras que dijo eran ciertas. Que me ama. Que mataría por mí.
Me permito fingir.
Aparentemente, Killian quiere hacer lo mismo. —¿Qué hubieras hecho esa noche? —
pregunta, con la palma de su mano recorriendo mi espalda—. Si te hubiera besado.
Sé sin preguntar que está hablando de esa noche en su habitación hace años, pero es difícil
evocar el recuerdo de esa chica. —No lo sé —respondo honestamente, incapaz de imaginarlo.
¿Habría sido dulce y gentil, como lo está siendo ahora? ¿O habría forzado su entrada en mi
boca, codicioso e impaciente?
—¿Hubiera sido como… con mi papá? —Su voz es un ruido sordo bajo mi oído—. ¿Hubieras
querido huir?
Esto, al menos, puedo responder con certeza. —No.
Su pecho se hunde con una profunda exhalación, y cuando su mano deja mi piel, regresa
con el borde de la manta que Tristian había traído, cubriéndonos perezosamente con ella. —
Supongo que no importa ahora.
Escucho los sonidos que hacen sus pulmones, el latido de su corazón retorcido, muchas
cosas no se han dicho esta noche, pero ninguna tanto como esta.
No hay vuelta atrás.
Algunas heridas nunca pueden curarse.

Me despierto antes de darme cuenta de que me he quedado dormida. El fuego sigue ardiendo
y ni yo ni Killian nos hemos movido ni un centímetro, su mano todavía pesa sobre mi hombro.
Puedo sentir por el ritmo profundo y uniforme de su respiración, por el sutil ronquido debajo
de mi oído, que también se ha quedado dormido.
Tristian está dormido a su lado.
Nunca había visto a Tristian verdaderamente descuidado y fuera de sí. Lo más cerca que
está es de los juegos de baloncesto y al follar, e incluso entonces, su cabello permanece
sobrenaturalmente bien cuidado. Ahora está plano y fláccido, solo medio seco por la lluvia y
acompañando un torso sin camisa y un par de calzoncillos que parecen un tamaño demasiado
pequeño. Tiene el brazo sobre los ojos, la boca entreabierta con sus respiraciones medidas, y
claramente ha traído todas las mantas que los Mercer han tenido y las ha apilado aquí encima
de nosotros.
Me tomo un segundo para salir nadando de ellos, sentándome para mirar alrededor de la
habitación. Encuentro a Rath a lo lejos en la cocina. Está sentado en el mostrador, pateando sus
pies, sus dedos agarrando su cabello en dos puños apretados. Lo observo durante un largo
momento, incómoda e insegura.
Killian apenas se mueve cuando me libero de su costado, con cuidado de no empujarlo
mientras envuelvo una manta alrededor de mis hombros. Rath debe estar perdido en sus
pensamientos, porque cuando me acerco, se sacude de la sorpresa.
—Mierda —respira.
—Deberíamos dormir un poco. No hace falta decir que hay mucho que hacer mañana.
Llamadas y preguntas que hacer. Aparentemente una cita con un médico profesional, Ray, como
mínimo.
Rath parece tan lejos de poder dormir que prácticamente vibra mientras salta del
mostrador. —Entonces vuelve a tu pila de abrazos —se burla, abriendo un cajón—. Tengo la
misión de encontrar un maldito cigarrillo, y si no puedo, robaré tu auto y conduciré a la tienda
más cercana.
Supongo que no se siente tan indulgente como Killian.
Suspirando, me doy la vuelta y vuelvo al colchón. Es un colchón grande, pero no enorme.
Tal vez una Queen. Los dedos de Tristian tiemblan cuando lo rodeo para alcanzar mi ropa.
Pero cuando meto la mano en el bolsillo de la sudadera con capucha, estoy agradecida de
encontrar que el paquete de cigarrillos arrugado y robado accidentalmente todavía está allí.
La mirada en el rostro de Rath cuando regreso con ellos es probablemente lo más cercano
al perdón que voy a obtener. —¿Como?
Encogiéndome de hombros, tiro de mi brazo hacia dentro de la manta. —Los tomé cuando
robé tu arma.
Se detiene ante esto, frunciendo el ceño mientras abre la caja de cigarrillos. Luego resopla.
—Estos no son cigarrillos —dice, sacando uno del paquete—. Son porros.
—Oh. —Se me cae la cara, aunque no sé por qué. Inexplicablemente, realmente quería
salvar el día—. Perdón.
Me da una mirada confundida pero distraída, sacando una caja de fósforos del cajón. —
¿Por qué? Son como cinco veces mejores que un cigarrillo. —Metiéndose el extremo del porro
en la boca, enciende la cerilla y la enciende. La brasa brilla al rojo vivo cuando aspira una
profunda inhalación y la mantiene en sus pulmones—. Joder —exhala, los hombros cayendo
mientras el humo sale de su boca. Él le da al objeto contundente una mirada persistente—.
Ignorando el hecho de que solo estamos aquí porque mataste a un tipo, eres un maldito ángel,
Dulce Cereza.
Las palabras son como un cuchillo en mi pecho.
Y debería saberlo.
—Él… —Mi voz se quiebra y me aclaro la garganta, preguntándome—. ¿Tenía una familia?
Rath se desliza de nuevo sobre el mostrador, fumando el porro. —¿Nick Feo? No lo creo.
—Cuando ve mi reacción de alivio, se detiene y le da una calada lenta al porro antes de
extenderlo a la distancia que nos separa. Le da una pequeña sacudida tentadora y yo lo tomo
vacilante—. No te castigues por esa mierda. Un Nick menos no le va a hacer daño a nadie. De
todos modos, se estaba volviendo confuso.
La hierba es suave y áspera a la vez, y mis mejillas se sonrojan cuando toso. —Eso no me
hace sentir mejor —digo, con la boca inclinada tristemente.
Rath toma el porro de vuelta, y no es como Tristian. Rath luce muy bien el aspecto de
medio húmedo por la lluvia, el cabello cae sobre sus ojos oscuros mientras sostienen los míos.
—Está bien, ¿qué tal esto? ¿Ves a esos tipos de allí? —Utiliza el objeto contundente para señalar
el colchón—. Matarían por ti. Sin hacer preguntas. Punto final. —Rath niega con la cabeza, parte
de esa energía maníaca desaparece de la línea de su espalda—. Piensa lo que quieras sobre
nosotros, Story. Crees que somos retorcidos, crueles, despiadados, controladores y vacíos.
Quizás tengas razón. Pero eso es una verdadera mierda. ¿Cuántas personas pueden decir que
alguien mataría por ellas? —Lanza perezosamente las cenizas al fregadero—. Tal vez es menos
que mataste a un hombre, y más como que salvaste a tres.
Asiento con la cabeza, hundiendo la barbilla en la manta. —Quizás.
Inclina su cabeza hacia atrás contra un gabinete, mirándome por encima de la nariz. —
¿Conseguiste lo que necesitabas, Amarga Cereza? ¿Encaminándonos, consiguiendo tu
venganza?
Como estoy demasiado cansada para el pretexto que me está ofreciendo, abro la manta y
pregunto: —¿Y tú?
El porro se detiene a medio camino de sus labios, y luego su mano cae lentamente. Me
cuesta todo no dar un paso atrás cuando se desliza del mostrador y se acerca a mí, esos ojos
negros fijos en mi pecho.
Cuando levanta la mano para quitarse el vendaje, lo dejo.
Algo oscuro y cerrado pasa por su rostro al ver sus iniciales. Todavía no las he mirado y
no me molesto en hacerlo ahora. Desvío mis ojos hacia la ventana sobre el fregadero,
preguntándome cuántas horas me quedan con ellos.
La yema de su dedo es suave mientras roza la piel. —Sé lo que piensas —dice, las palabras
no son más que un suspiro de telaraña—. Te enteraste del juego y te diste cuenta de que era
falso. Y tienes razón. —Incluso saber que es verdad no detiene la forma en que mi corazón se
retuerce ante la fácil admisión. Cuando toca mi barbilla, forzando mi mirada a la suya, tengo
que apretar mi mandíbula para evitar que se tambalee—. En parte —corrige, fijándome bajo sus
ojos demoníacos—. Las tutorías, las mamadas… es verdad, eran falsas. Solo me estaba divirtiendo.
Me gustaba tenerte allí, jugar contigo, sabiendo que bajarías a tu habitación y te tocarías por eso.
—Desliza sus ojos a mi boca, luciendo sin disculpas y sin embargo extrañamente triste—. Pero
había algunas cosas que eran reales. Nunca usé esas mañanas que estuvimos juntos. Puedes
comprobar la hoja de cálculo tú misma si no me crees.
No estoy segura de permitirme hacer eso.
Ahora me doy cuenta de que dejar a estos hombres será lo suficientemente difícil como
para preguntarme si esos suaves toques y dulces besos fueron genuinos. Me conozco lo
suficientemente bien como para entender las cosas a las que me aferraría.
—Lamento que me hayas atrapado —dice, con los ojos desvergonzados—. Si nunca te
hubieras enterado del juego, entonces tal vez podrías haber confiado en mí. Y Dios sabe que
me arrepiento de haberte hecho enojar, porque aparentemente eres muy buena siendo una
perra. —La línea torcida de su boca suaviza las palabras, incluso si lo que dice a continuación
rompe la frivolidad—. ¿Pero esto? —Sus ojos se posan en la piel entre mis pechos, levantando las
manos para apartar la manta. Suelta un largo suspiro mientras lo inspecciona—. Es lo más cerca
que estaré de ser parte de ti. De estar dentro de ti. Quiero decir que lo lamento, pero estaría
mintiendo.
No parece feliz por eso. Ni victorioso, ni rencoroso. No hay una pizca de triunfo en la
forma en que baja las cejas, como si tal vez estuviera decepcionado de sí mismo. ¿Por admitir la
debilidad? ¿Por tener una en absoluto?
Está perfectamente inmóvil cuando me esfuerzo sobre los dedos de los pies para juntar
nuestras bocas. No pretendo empezar nada. Es solo que la inquietud que raspa dentro de mi
pecho está desesperada por una última probada.
Una última probada de esas mañanas tranquilas.
Lo que obtengo es vodka y hierba, la lengua de Rath hurgando en el pliegue de mi labio.
Sus manos empujando la manta de mi hombro. Rozando mis costados desnudos y aterrizando
en mis caderas. Arrastrando mi cuerpo contra el suyo, enroscando su espalda para acercarse a
mí.
Cuando me levanta al mostrador, mi sangre se vuelve líquida, caliente al sentirlo entre mis
muslos. Puedo sentir su creciente dureza, no solo por el bulto en sus pantalones, sino por la
forma en que me besa. Sumergimientos largos y persistentes en mi boca, solo para retirarse y
rozar sus labios húmedos contra los míos. Es una provocación, pero también es una prueba.
—Puedes —respiro, presionando mi talón en la parte posterior de su muslo—. Puedes
follarme. —Siempre se emociona más cuando se lo pido—. ¿Por favor?
Ahueca mi mandíbula entonces, y el beso se vuelve abrasador. Abro las piernas para él,
lo invito a entrar, meto los puños en el suéter que lleva puesto y lo acerco más. Por un momento,
las cosas son difíciles, sus dedos se enredan en mi cabello, se clavan en la carne suave de mi
muslo, pero luego se estremece contra mí y se aleja.
Se pasa la muñeca por la boca, desviando la mirada. —Ya será lo bastante difícil sin saber
de lo que me estoy perdiendo.
Tomo la manta cuando me la extiende, deslizándola desde el mostrador para envolverla
alrededor de mis hombros. Esa inquietud que se retuerce en mi pecho solo empeora con el
rechazo, y no sé cuánto se muestra en mi expresión hasta que se refleja en la suya.
Sus hombros se hunden. —Maldita sea. —Me jala bruscamente contra su pecho,
rodeándome con sus largos brazos. Tardo demasiado en darme cuenta de que es un abrazo.
Para llevar mis brazos alrededor de su cintura. Para arroparlo en el capullo de la manta donde
no hay nada más que calor y mañanas y planes que nunca podrá usar.
Ahueca la parte de atrás de mi cabeza con una palma ancha, acariciando mi cabello
mientras habla en voz baja. —Estoy a punto de contarte una dura verdad, Story. Puede que no
quieras ser parte de nosotros, pero en el fondo, eso es exactamente lo que eres. ¿Qué da ese
instinto de matar por alguien? No es algo de lo que puedas deshacerte. Si lo fuera, Killer lo
habría hecho hace años. —Puedo oírlo tragar debajo de mi oído, la voz cayendo a un susurro,
suave como un secreto—. Y yo lo estaría haciendo ahora mismo.
Es lo mejor que cualquiera de ellos podría haberme dado: esta prueba de que aquí puede
haber dolor y miseria, pero también hay ternura. Hay algo bueno. Algo que vale la pena desear,
incluso si es demasiado angustioso aferrarse a ello.
—¿Duermes con nosotros? —pregunto, con la voz tensa por las cosas que me niego a decir.
Disculpas, promesas y sí. Remordimientos.
Él roza un beso en mi cabello. —Sin abrazos.
—Nunca.
Vuelvo al colchón y con cuidado recupero mi lugar al lado de Killian. No se ha movido
desde que me fui y no se mueve ahora, los sonidos de Rath desvistiéndose se mezclan con el
crepitar del fuego. El hombro de Killian todavía está cálido bajo mi mejilla, y escucho el latido
constante de su corazón mientras espero, negándome a sentir conflicto por la gratitud que siento
por escucharlo, por saber que está vivo.
El colchón se hunde cuando Rath se desliza debajo de la manta y ya sé qué esperar. No
digo nada cuando se acomoda contra mi espalda, toda su piel desnuda se encuentra con la mía
mientras me rodea con un brazo.
Nada más que esto.
—Buenas noches, Dimitri.
Capítulo 28
TRISTIAN
Los viejos hábitos tardan en morir.
Resulta que incluso una noche llena de asesinatos, heridas de bala, una huida a alta
velocidad, un vendaje casero de urgencia y confesiones cargadas no son suficientes para hacerme
dormir hasta pasadas las cinco de la mañana. Me despierto antes de que lo haga el sol, el fuego
frente a nosotros se apaga lentamente. Killian todavía está de espaldas, la frente arrugada con el
ceño fruncido incluso en sueños. Story está apoyada en su hombro, su mano flácida y enroscada
en el centro de su pecho. Rath está presionado contra su espalda, su brazo alrededor de su
cintura.
Malditos idiotas, diciéndole que se vaya. Para empezar una nueva vida. Una vida sin
nosotros.
Preparo una taza de café para ellos, té para mí, y hago mis flexiones junto al sofá. Las
mañanas son siempre mi momento favorito del día. Perderme en la rutina, hacer planes dentro
de mi cabeza, prepararme para cualquier mierda que se presente frente a mí durante el día.
Estoy trabajando en mi lagartija número trescientos cuando Story comienza a moverse.
Observo, con los brazos empujándome hacia arriba y haciéndome bajar, mientras ella se vuelve
hacia Rath, acariciando adormilada su cabeza bajo su barbilla. Puedo decir cuando todo vuelve
a ella, porque deja escapar un largo suspiro y comienza el arduo proceso de liberarse de ellos.
Sentándose, le da una pequeña sacudida a su brazo, debe haberse quedado dormida, antes
de volverse para buscarme. Su ceño se frunce cuando ve que mi parte del colchón está vacía,
su mirada recorre la habitación.
Cuando sus ojos se posan en los míos, algo en sus hombros se relaja.
—Buenos días —resoplé, casi listo—. El café está en la cocina.
Por lo general, trataría de disuadirla de beberlo, pero ahora no estoy seguro de si ese es
mi lugar. ¿Seguimos siendo sus Lords? Si es así, ¿por cuánto tiempo más?
Una vez más, recuerdo que todo este plan de “dejarla ir” es una mierda.
Se levanta con cuidado del colchón, trayendo una manta con ella. Se arrastra por el suelo
mientras arrastra los pies hacia la cocina, siguiendo el olor del café. No podemos esperar mucho
más para llevar a Killian a alguna parte, pero todavía no puedo despertarlos.
Dos noventa y ocho.
Dos noventa y nueve.
Trescientos.
Salto, sintiéndome acalorado e inquieto, como si mi piel estuviera demasiado tensa. Esta
cabaña está lejos de ser mi lugar favorito, incluso en el mejor de los casos. Quiero una ducha
caliente y algo orgánico para comer.
Story regresa a la sala principal con una taza en cada mano, luciendo cansada, con la cara
demacrada. —Te traje el té —dice, yendo a dejarlo sobre la mesa. Se congela cuando recuerda
lo que pasó en él. La enorme mancha de sangre probablemente la ayude a recordar—. Eh, solo
voy a…
Me abalanzo y lo tomo de su mano, sentándome en el borde del sofá. —Gracias.
Ella asiente con los labios apretados y toma asiento. —Su pulso es bueno y está tibio, pero
no demasiado tibio. —Sus ojos están fijos en Killian mientras dice esto, levantando su taza para
tomar un sorbo lento de café—. ¿Cuánto tiempo crees que será?
—¿Hasta qué llamemos a Daniel? —Paso mis dedos por mi cabello, luchando con un
cansancio que tiene sentido y no lo tiene—. No sé. Unas pocas horas, tal vez.
Ella tararea y su manta se desliza un poco. Lo suficiente como para ver el borde de una
costra.
Dejo mi taza sobre la mesa, sin importarme la sangre. Entrelazo mis dedos, miro mis
nudillos y ordeno suavemente: —Déjame ver.
Hay un momento de silencio inmóvil, y luego: —¿Ver qué?
Le lanzo una mirada oscura. —Ya sabes qué.
Sus ojos se cierran y quedan en blanco, pero con un encogimiento de hombros, deja caer
la manta, exponiendo su pecho desnudo para mí. Realmente solo puedo mirarlo desde el rabillo
de mi visión al principio, teniendo que asimilarlo gradualmente, enfrentando esta cosa fea que
he ayudado a infligirle en etapas.
De lleno, me revuelve el estómago.
Tiene costras y está rojo alrededor de los bordes: irritado. Pero alguien se ha ocupado de
ello. La piel es un poco aceitosa, como si le hubieran aplicado pomada en algún momento.
Respirando con dificultad, miro hacia otro lado, mis ojos se posan en el botiquín de primeros
auxilios a mis pies.
Me agacho y lo abro. —Ven aquí.
Hay ungüento dentro del kit. Vendajes. Antiséptico. Comienzo con una toallita
esterilizada, rasgo el papel de aluminio forrado y lo saco. Todavía me toma un momento
enfrentarlo de nuevo, torciendo la boca con amargura cuando finalmente lo hago.
Story gira su cuerpo hacia mí, una de sus piernas se enrosca debajo de ella. Pero no se
encuentra con mi mirada.
Me ajusto, acercándome más mientras inspecciono las letras.
K
T
R
Se estremece cuando la toallita toca su piel, lo que hace que yo también me estremezca.
—¿Duele? —Estoy bastante seguro de que es una pregunta idiota. Nada sobre ser mutilada
de esta manera es indoloro. Pero ella simplemente niega con la cabeza, permaneciendo inmóvil
mientras paso suavemente el algodón por la piel estropeada.
—¿Es…? —Mueve su mandíbula, con los ojos fijos en el suelo—. ¿Se ve... mal?
Seguro como la mierda que no se ve bien.
Considero la pregunta antes de responder, preguntándome por qué no puede echar un
vistazo ella misma. Entonces me golpea. —Todavía no lo has visto. —Ella niega con la cabeza y
algo dentro de mí se retuerce, golpeando dolorosamente contra mi caja torácica. Creo que
podría ser cualquier excusa lamentable que sustituya a un alma. Me aclaro la garganta, tocando
alrededor de la “T”—. Tiene una buena costra, pero está un poco irritada. Probablemente por
dormir s… —Mis palabras se cortan, porque no puedo.
No puedo fingir que esto está bien.
—Story.
Aprieta los labios, mirando a todos lados menos a mí. —Lo sé. No crees en los
arrepentimientos ni en el perdón. Estabas en un mal momento. Los presione demasiado. Lo
lamentas. —Finalmente me mira entonces, y aunque tiene todo el derecho de hacerlo, ni siquiera
parece amargada cuando dice—: Lo recuerdo.
Bueno, joder.
¿Por qué no poner una bala en mi estómago también?
Por un tiempo, creo que no hay nada que pueda decir a eso. Es un resumen exacto de la
disculpa que le di por esa primera noche, hace años. Yo dije todo eso. Le había comprado flores.
Ropa. Productos horneados. Cuando estaba molesta por el rastreador, le compré un auto.
¿Qué le compras a alguien después de tallar tus iniciales en su carne, masturbarte en su
mejilla y luego follarla con la empuñadura de un cuchillo y dejarla en el suelo en un charco de
semen, sangre y sus propias lágrimas?
Hallmark no hace exactamente una maldita tarjeta para eso.
Como ya se siente como si hubiera enterrado una cuchilla en mi pecho, también podría
darle un buen giro. —No enviaste esos mensajes sobre las gemelas, ¿verdad?
Tal como esperaba, su ceño se junta, sacudiendo la cabeza. —¿Que decían?
Se me ocurrió anoche, justo después de que nos hablara de ese hijo de puta de Ted. Story
no involucraría a mis hermanas en su mierda. Es solo que todos los videos desaparecieron, y
ella sabe, jodidamente sabe lo mucho que quiero que mis hermanas nunca sepan la verdad
sobre mí. Habría sido la venganza perfecta.
Pero es demasiado buena para eso.
Nos lástima porque nos lo merecemos, pero nunca pondría nuestra venganza en dos niñas
inocentes. Me siento como un maldito tonto por no darme cuenta de eso antes.
—Nada. —Limpio alrededor de los cortes y miento—: Probablemente solo sea un troll de
Internet.
Obviamente, era Ted.
Y si Story supiera que las pondría en peligro al soltarme a este tipo, nunca se lo perdonaría.
—Pero significa que hice esto por nada —agrego, sintiendo que mi mandíbula se tensa.
Entonces me prometo a mí mismo que, sea quien sea este tipo, este crimen es en parte culpa
suya, y él va a pagar por ello—. Así que sí, te debo una disculpa.
Ella mira hacia otro lado, inexpresiva. —Sabía en lo que me estaba metiendo. Sabía lo que
podría pasar si…
—No. —Mi voz es dura y firme, y cuando tiro de su barbilla hacia adelante, forzando sus
ojos a los míos, me aseguro de que entiende—. Hice la promesa de cuidar de ti, y me retiré a la
primera señal de duda sin hacer ninguna pregunta. —Alcanzando el ungüento, agrego—: No sé
cómo se sienten Killer y Rath al respecto, pero me enferma.
No es mentira. La idea de mis iniciales talladas en su piel como prueba de propiedad me
dan ganas de levantarla y llevarla de vuelta a ese colchón para reflexionar un poco. Pero el
hecho de que lo haya hecho con ira, para infligir dolor como un maldito castigo, me enferma
físicamente.
—Estás equivocada —es lo que digo, aplicando suavemente el ungüento—. Me arrepiento.
Puedo sentir sus ojos en mí mientras trabajo, deseando poder reparar esta piel y empezar
de nuevo. Pero no puedo. El daño, como siempre, está hecho.
—Eres un buen hermano —dice ella.
—Sí. —Me burlo tranquilamente—. Simplemente no soy bueno para ser otra cosa.
—Podrías serlo. —Cuando levanto mis ojos hacia los suyos, tiene una expresión triste—.
Quiero decir, esto es claramente la prueba de lo contrario. Pero creo que podrías serlo. Cuando
te preocupas por algo… —Sus dientes tiran de su labio mientras piensa sus palabras—. Cuando te
permites preocuparte por algo, realmente preocuparte por eso, entonces apuesto a que podrías
ser increíble. —Esa tristeza se fusiona en una pequeña y sombría sonrisa—. Simplemente no creo
que pueda ser conmigo.
—Eso no lo sabes —argumento, aunque sé que tiene razón.
No hay vuelta atrás de lo que le he hecho.
Como si fuera a clavar el clavo en el ataúd, toma aire y baja los ojos, asimilando las letras
con costras en su propia sangre. Ella se estira para pasar un dedo sobre ellas, la expresión se
vuelve contemplativa.
—R —respira, tocando la inicial de Rath.
Como parece confundida por la elección, digo: —Tenía que ser Rath. ¿Sabes por qué,
verdad? —Cuando solo me da una mirada curiosa, le explico—: Porque Dimitri nunca te habría
hecho eso.
Nunca habla de eso, pero no necesita hacerlo. No podía soportar ver la “D” en su pecho,
no tallada tan profunda y furiosamente.
Ante su silencio, prosigo: —No solía ser así. Dividiéndose en dos versiones de sí mismo.
En el momento en que empezaste a llamarlo Dimitri…. —Le doy una mirada—. O tal vez más
exactamente, en el segundo en que lo retiraste, así es como comenzó a verse a sí mismo.
—Oh —respira, mirando al hombre en cuestión.
No le digo esto, pero también lo intenté. Desafortunadamente, no funciona para mí. Nunca
se me ha dado bien mentirme a mí mismo como a los otros dos. No puedo fingir que no hice
esto. No puedo actuar como si estuviera en un mal momento y olvidar esta mierda.
Tal vez no soy tan buena persona.
Suspirando, tiro de la manta de nuevo alrededor de sus hombros. —Tenemos que hablar
de Ted.
Ella recoge su café. —¿Qué quieres saber?
—Cualquier cosa —presiono, deslizando el botiquín de primeros auxilios—. Todo lo que
sabes sobre él.
Mirando su taza humeante, asiente con la cabeza y comienza: —Fue amable al principio.
Durante los próximos minutos, lo derrama todo. Cómo le decía que tenía una bonita
sonrisa. Cómo le preguntaba si era virgen, presionándola sutilmente para una reunión aquí y
allá, pero sin parecer desanimado cuando ella se negaba. Luego, las cartas en el internado. La
escalada. Las fotos que le envió a ella en Colorado: el chico con los ojos tachados, “puta”
garabateado en la parte de atrás. Me cuenta sobre Jack y su gentil disposición. Sobre la forma
en que se veía la última vez que lo vio, sin vida y con los ojos muertos.
Luego me cuenta sobre la foto que envió después de que Killian la follara por primera
vez.
—Solo sabía que lo sacaría de quicio. —Lo dice sin disculparse ni avergonzarse, y no la
culpo—. Él nunca quiso que nadie más me tuviera.
Nos quedamos en silencio durante un largo rato mientras lo asimilo todo, haciendo planes
para encontrar a quién pertenece esta cuenta de correo electrónico. Daniel tiene recursos, y en
su defecto, pocas opciones se le cierran a un Mercer.
—Es un poco raro —reflexiono, tomando un sorbo de mi té—. Primero Daniel, luego Ted,
luego Killer.
Me da una mirada confundida. —¿Qué quieres decir?
Me encojo de hombros. —Solo todos tipos obsesionados con tu virginidad. Quiero decir
—me muevo, haciendo un gesto hacia el colchón—. Con Killer, tiene sentido. La forma en que
creció, el tipo de mujeres con las que creció, entiendo que sería una gran característica para él.
¿Pero los otros? —Sacudiendo la cabeza, bromeo—: nunca note que era un rasgo interesante y
tan importante para tanta gente.
—Sí —dice lentamente, con los ojos vagando hacia Killian—: Daniel y Ted. Extraño.
Se queda extrañamente callada después de eso, ya no bebía de su café. Todavía hay
muchas cosas que necesito decir, pero siento que no lo merezco. Quiero decirle que se quede.
Para seguir siendo nuestra Lady. Que confíe en nosotros para mantenerla a salvo esta vez.
De Ted.
De nosotros mismos.
En cambio, me levanto del sofá y paso una mano por mi cabello. —Voy a limpiarme y ver
si Killer está listo para llamar a su padre.
Ella asiente, sus ojos me siguen mientras camino hacia el baño.
Cuando salgo diez minutos después, ella se ha ido.
También el coche.
Capítulo 29
STORY
El sol ya se ha puesto en el horizonte cuando llego al imponente edificio de oficinas que da al
Lado Sur. Es lo suficientemente temprano como para que la ciudad apenas haya cobrado vida,
pero el aire vibra con la promesa de un nuevo día, el frío húmedo retrocede con los nuevos
rayos del sol. Desde los escalones de la entrada de Payne Holdings, Inc., es fácil imaginar que
lo de anoche nunca sucedió. Nunca maté a un hombre en un callejón oscuro y húmedo. Nunca
hui de la policía y mi hermanastro nunca se desangró en la parte trasera de mi auto. Nunca me
abrí a ellos, y nunca mostré a mis Lords con qué tipo de Lady han estado viviendo estas últimas
semanas. Es casi como si pudiera volver a su casa de piedra rojiza y encontrarlos a todos sentados
a la mesa del comedor, repartiendo los pedidos del día.
En cambio, estoy aquí.
Con una respiración profunda, alcanzo el mango y le doy un tirón. No está bloqueado.
Atravieso las puertas, paso el escritorio de seguridad y las sillas vacías, y aprieto el botón del
ascensor. La última vez que estuve aquí con Dimitri, y lo recuerdo bien presionando el botón
del último piso. Eso es lo que hago ahora, y es sorprendente.
No estoy nerviosa en lo más mínimo.
Cuando suena el ascensor, salgo a su inmaculado vestíbulo. La recepcionista que conocí
antes, Vivenne, no está en el vestíbulo. Paso junto a su ordenado escritorio de camino a la oficina
de mi padrastro, percibiendo el aroma de su perfume. Es un olor aceitoso y persistente que hace
que me pique la nariz. Me pregunto si mi madre lo huele en él cuando llega a casa. En su traje.
En su piel.
¿Se hace de la vista gorda como lo hizo conmigo?
La puerta de Daniel está entreabierta, y me detengo afuera, escuchando su voz mientras
habla por teléfono.
—Sé que es un desastre. Los cadáveres tienden a dejar uno. Te pago para que manejes
situaciones como esta. —Su voz está tensa por la irritación, y por el flujo y reflujo de la misma,
suena como si estuviera paseando—. Sheriff, no es mi trabajo decirle cómo lidiar con algo como
esto. Si por casualidad “pierdes” la bala y cualquier otra evidencia, estoy seguro de que todos lo
entenderán. Solo —su voz se endurece—, arréglalo.
Empujo la puerta para abrirla justo cuando él apoya el teléfono en el receptor. Sus
hombros se tensan y sus ojos se disparan hacia arriba, pero cualquier molestia que tuviera con
el sheriff se desvanece en esa indiferencia característica de Payne.
—Story —dice, mi nombre saliendo de su boca como algo decepcionante—. Las cosas están
un poco agitadas en este momento. Tal vez puedas volver…
Lo interrumpí, diciendo las palabras que había estado conteniendo durante tanto tiempo.
—Se quién eres.
No es hasta que está sentado en la silla detrás del escritorio que levanta una ceja y pregunta
astutamente: —¿Quién soy exactamente?
Me va a hacer decirlo. Una vez que lo haga, una vez que esté a la vista, con el velo
levantado, el juego termina. Dudo que quiera eso. Personalmente, he terminado con los juegos.
—Eres Ted.
Apoyando un codo en el brazo de la silla, gira lentamente de lado a lado, inmovilizándome
bajo su mirada feroz. —Y tú eres mi Dulce Cereza. —Mi piel se eriza al escuchar el nombre salir
de su boca y es solo la mitad debido a la confirmación casual de todos mis miedos y dudas. Han
pasado años desde que nadie, excepto los chicos, me llamó así.
Dios.
Todo este tiempo, mi propio padrastro me estuvo acosando.
—Bueno —agrega, frotándose dos dedos sobre su boca—, lo eras. Ahora solo eres... —Sus
ojos me recorren con desdén, sus labios se curvan con disgusto—. Basura usada. Como cualquier
otra mujer. No puedo decir que no te lo advertí.
Suena aburrido y asqueado, y la bilis que saboreo en la parte posterior de mi garganta es
lo único que me impide responder.
Recostándose en su asiento, pregunta: —¿Qué estás haciendo aquí? —Levanta una mano—
. No, déjame adivinar. Estás aquí para pedir más dinero. O tal vez por mi ayuda para transferirte
lejos de Forsyth. Tal vez estés buscando alejarse de mi hijo y sus amigos, lo que no me
sorprendería. —Su boca se curva en una sonrisa mezquina—. No pensé que durarías mucho con
ellos. Buenos muchachos, pero un poco rudos. Sin delicadeza, creo que estarás de acuerdo.
Incapaz de oírlo hablar de ellos, aprieto los dientes. —Quiero que los dejes en paz.
—Dejarlos en paz —repite con desgana.
—Obviamente —digo con voz acerada—, anoche enviaste a Nick Feo tras ellos. Le disparó
a Killian, casi lo mata. —La bilis vuelve a subir, pero es de otro tipo. El recuerdo del arma en mi
mano, el olor a azufre, el cuerpo inerte de Nick en el suelo, la herida en su mejilla… todo me
dan ganas de vomitar—. Y sé qué hiciste eso porque… porque te provoqué, pero…
—¿Qué Killian qué? —Salta de su silla, la cara se vuelve pálida—. ¿Qué quieres decir con
que le han disparado?
—¡Como si no supieras lo que hizo Nick Feo! —chasqueo.
—¡Pues no lo sé! —grita de vuelta, deslizando su teléfono inteligente del escritorio y
hojeándolo—. ¿Por qué Nick le dispararía a Killian? —Parece preguntarle esto más a su teléfono
que a mí, y hay un destello en el que siento que me he vuelto loco.
—Porque tú lo enviaste —respondo, con la voz goteando de desdén.
Sus ojos saltan a los míos, chispeando. —Eso es ridículo. ¿Crees que quiero matar a mi
propio hijo?
—Yo —Pero descubro que no puedo responder, porque no lo sé. Tal vez Daniel sea solo
un actor brillante, pero la forma frenética en que está escuchando a Killian para contestar su
teléfono no parece falsa.
—¿Dónde está? —pregunta, tratando de llamar al teléfono de Killian de nuevo—. ¿Qué tan
grave es?
Su reacción me hace perder el equilibrio y balbuceo: —Está vivo. Es… serio, pero
probablemente no fatal si pueden llevarlo pronto a alguien.
—¿Dónde está? —Daniel pregunta, sin verse feliz por la necesidad de repetirse.
Niego con la cabeza, riendo oscuramente. —No te voy a decir dónde están. ¿Realmente
esperas que crea que no tuviste nada que ver con esto cuando me enviaste la ubicación por
correo electrónico?
—¿Qué ubicación? —pregunta, golpeando su teléfono—. La única vez que te envié un
correo electrónico en los últimos dos años fue justo después de que me enviaras esa imagen
repugnante.
Empujé un dedo acusador hacia él. —¡Y recuerdo lo que decía! “Tomo mis restituciones
en carne”.
Un silencio espeluznante se instala en la habitación, el único sonido es el chirrido de los
zapatos de cuero de Daniel mientras lentamente rodea el escritorio y se para frente a mí. Algo
oscuro se está gestando debajo de la piel de Daniel, algo que nunca había presenciado. Un
escalofrío recorre mi espalda cuando me doy cuenta de que no estoy en presencia de mi
padrastro. Estoy de pie ante el Rey.
—No envié a Nick Feo a lastimar a mi hijo. Cuando te dije que tomaré mi restitución en
carne, no quise decir la de él. —Inclina la cabeza, esos ojos amenazantes me cortan—. ¿Te das
cuenta de lo valiosos que son esos chicos para mí? ¿Para mi empresa? ¿Para mi legado? Killian
y yo podemos tener nuestras diferencias, pero él es mi activo más preciado, mi heredero. Y tú.
—Él se burla—. Tenías tanto valor antes de abrir esas piernitas de ramitas para mi hijo. ¿Tienes
idea del tipo de ofertas que tenía para ti? ¡Las oportunidades!
Me estremezco ante su rugido, casi tropezando. —¿Ofertas?
—Oh sí. —Se abalanza sobre mí, llevándome de vuelta a la pared—. Te sorprendería lo que
podrías conseguir por una dulce virgen de dieciséis años, siempre que puedas sacar a sus padres
de la escena y mantenerla... intacta.
Lo miro con horror. —¿Querías venderme?
Inclina la mano hacia adelante y hacia atrás. —Me gusta pensar en ello más como un
intercambio de activos. —Él resopla, se parece tanto a su hijo que me molesta—. Killian pensó
que te tenía para él, ¿sabes? Amo a mi hijo, pero tiende a exagerar su importancia. Cuando
regresaste, realmente creí que tenía una segunda oportunidad. Eres mayor, pero una virgen de
veinte años sigue siendo un poco novedosa. No es que importe ahora. —Sacudiéndome la
sudadera gastada que llevo puesta, mastica—: Ahora no vales nada para mí. Un desperdicio de
cuatro años brindándote, educándote, persiguiéndote en estados y condados para vigilarte.
Sacude la cabeza, soltando una risa mordaz. —Deberías haberte quedado en Colorado y
habernos ahorrado a todos el problema.
—¿Entonces por qué? —Lo miro boquiabierta, completamente perdida—. ¿Por qué mataste
a Jack? ¿Por qué enviarías todas esas cartas amenazándome a mí y a Nick Feo…?
Me da una mirada larga, con los ojos entrecerrados. —No sé quién es Jack, pero no maté
a nadie, no por ti, y ciertamente no a mi propia carne y sangre. Si esa es tu medida de tu propia
importancia, entonces parecería que mi hijo te ha contagiado. —Sosteniendo mi mirada, agrega
sórdidamente—: En más de un sentido.
—N-no entiendo —me apresuro—. Tú eres Ted.
Sus ojos brillan con exasperación. —Ted era un nombre falso que usé durante unos tres
meses para asegurarme de que mi inversión no permitiera que viejos sucios entren entre sus
muslos. ¡Ted no existe! Su cuenta desapareció hace mucho tiempo. —Se pasea hacia la ventana,
reflexionando irritado—: Antes de tu crudo correo electrónico hace unas semanas, ni siquiera
me di cuenta de que la dirección todavía estaba activa.
Mi mente da vueltas. Si él no envió a Nick Feo, ¿quién lo hizo? ¿Quién me envió esos
textos? Una vez más, me siento fuera de lugar, como si hubiera piezas del rompecabezas que
me faltan. Cuando miro a Daniel de nuevo, esta no parece ser una de sus preocupaciones.
—Entonces —comienza, cambiando su comportamiento a los negocios como de
costumbre—. ¿Cuál de mis hijos descarriados mató a Nick? ¿Fue Rath? Uno pensaría que alguien
con tanta precisión en un piano tendría menos nerviosismo en el dedo del gatillo, pero estaría
equivocado.
Me sorprende que pueda hablar de ello con tanta despreocupación, como si no se hubiera
quitado una vida. Como si no estuviéramos bajo el ataque de una entidad misteriosa de la que
dice no saber nada.
—Fui yo. —La confesión brota de mí sin vida, en silencio y espontáneamente.
—Tú. —Su rostro permanece en blanco, la mirada fija en las calles de abajo—. ¿Y adónde
debo enviar a Ray? Killian necesita ser atendido, supongo.
—N-no puedo decirlo. —Incluso si Daniel está diciendo la verdad sobre no estar detrás del
ataque, tengo la sensación de que Tristian no lo perdonaría—. Va a estar en contacto pronto.
Hoy.
—Entonces tendremos que resolver esto entre nosotros por ahora —dice, cruzando los
brazos y girándose hacia mí. Sus ojos, los mismos que los de su hijo, parpadean con resolución—
. Tengo un cadáver en el depósito de cadáveres con huellas dactilares figurativas por todas
partes, sobornos que pagar, destrucción de pruebas y la pérdida de un veterano soldado de a
pie del Lado Sur. Esto es, naturalmente, además del internado, la matrícula de Forsyth y la
considerable depreciación de la inversión con la que estaban destinados a recuperarse. —Sacude
la cabeza, mirándome de arriba abajo—. Hay mucha gente a mi servicio, y aún más en deuda
conmigo. Pero ¿quieres saber qué es interesante? Nadie me ha costado tanto dinero como tú.
Lo que digo a continuación me revuelve el estómago, pero no se me ocurre otra forma. —
Tal vez Tristian pueda...
—Ya te dije. —Sus hombros se tensan tanto como su voz—. Tomo mi compensación en
carne y hueso.
Desanimado y lleno de temor, pregunto: —¿Qué significa eso?
—Has estado en The Velvet Hideaway. No es una pregunta. Somos una instalación
moderna, brindando servicios más exclusivos de los que encontraría en la avenida. —Da un paso
adelante y pasa su dedo por mi mejilla. En un santiamén, tengo catorce años otra vez y me tiene
en su regazo—. Ya sé que te sientes cómoda frente a una cámara, y dado que crees en el jodido
Tristian, asumo que tienes algo de experiencia actuando frente a un grupo. —Gira sobre sus
talones, caminando de regreso al escritorio—. He decidido que actuarás para mí. Creo que
cobraré quinientos por la audiencia en vivo y dos cincuenta por la virtual.
Intento seguir lo que me pide que haga. Tal vez sea la tensión de las últimas cuarenta y
ocho horas, o la falta de sueño, o simplemente todo, pero no puedo. ¿Llevar a cabo? ¿En
persona? ¿Virtual? —¿De qué estás hablando?
—Es hora de que pagues tus deudas. —Levanta la barbilla, los ojos penetrantes—. No es
posible que ganes lo suficiente para compensar realmente lo que me has hecho perder, pero me
conformaré con las matrículas y lo que sea necesario para que esta situación de Nick
desaparezca. —Su boca se frunce en algo pensativamente burlón—. No puedo facturarte como
virgen, pero está bien. Te pondremos algo guarra y jovencita. Una falda de colegiala, tal vez.
Hasta la rodilla y coletas. Ponerte en contacto con mi mejor chico y jugar con esa ingeniosa cosa
de rocío que tienes en marcha. —Agarra mi barbilla, obligándome a mirarlo—. No te preocupes.
El hombre que tengo en mente es un profesional. Hará que duela como si fuera tu primera vez.
—Me estás pidiendo que tenga sexo con alguien —me doy cuenta, sintiendo que podría
estar enferma—, ¿frente a otras personas?
—No lo consideres una petición —responde, con ojos duros y fríos—. Considéralo una
extorsión. Porque si no lo haces, es posible que no pueda pagar a las personas que investigan el
espeluznante asesinato de Nick Feo.
Mi boca trabaja en torno a una serie de respuestas abortadas, mi cerebro nadando con
repugnancia. —Fue en defensa propia.
Él se burla. —Claro, puedes arriesgarte con eso. Alguien con un historial de mentiras,
prostitución, fugas y un comportamiento cada vez más errático parecerá muy respetable.
Salgo de su agarre, golpeando la pared detrás de mí. —Le diré a mi mamá.
—Bien. —Él simplemente se encoge de hombros, escabulléndose hacia atrás para apoyarse
contra su escritorio—. Pero creo que ambos sabemos lo que diría ella si estuviera aquí. Ella te
diría que esto es justo lo que las mujeres necesitan hacer a veces. Ella diría que es importante,
para la familia, además, es solo una vez. ¿De verdad vas a decirle a tu dulce madre, que se ha
encontrado de espaldas para apoyarte más veces de las que cualquiera de nosotros puede contar,
que te niegas a devolver ese favor porque estás por encima de ello? —Cuando mi cara se retuerce
de indignación, él levanta una mano—. Antes de que decidas, debes saber que no me detendré
ante nada para proteger a mi hijo. Killian estará bien. ¿Y Tristian? Es un Mercer, y por lo tanto,
intocable. Pero Rath, bueno... tiene sus propias deudas, ya ves. —Él chasquea la lengua,
sacudiendo la cabeza—. Es un chico problemático con una larga hoja de antecedentes penales.
Puede ser difícil mantenerlo fuera de esto si me encuentro… innecesariamente agraviado.
Me encuentro perdida en un momento suspendida en el que reconozco lo completamente
estúpida que soy. Entrando aquí y diciéndole que fui yo quien mató a Nick Feo. Decirle a Daniel
que los dejara en paz era darle un vistazo a mi mano, a las cosas que me importan.
Si había alguna duda de que él era un Señor, se ha ido.
La pared es sólida y fría cuando me deslizo hacia abajo, las rodillas demasiado cansadas
para mantenerme erguida. Hubo un tiempo en que la idea de hacer algo así era indescriptible.
Deplorable. El colmo de la imposibilidad.
Con un chasquido en la garganta al tragar, pregunto: —¿Una vez?
—Sí.
—¿Y nos dejarás en paz? —pregunto, con la voz temblorosa—. Después de esto, me dejarás
ir. No me seguirás ni dejarás que atrapen a Dimitri. Y… —Mi pecho se contrae con una
respiración aguda—. No puedes decirles. No puedo soportar que piensen que esto es lo que soy.
Que tal vez esto es lo que siempre he sido. Que todo lo que dije antes era mentira.
Su respuesta es perfectamente agradable. —Por supuesto.
Si me quedara algo, creo que habría lágrimas en mis ojos. Tal como están las cosas, solo
levanto mi mirada hacia la suya y doy mi respuesta aburrida y sin vida.
—Dime cuando.
Capítulo 30
RATH
—¡Despierta!
Ha pasado un tiempo desde que los tres nos desmayamos en la misma habitación, así que
me toma un segundo darme cuenta de lo que me está despertando.
La voz frenética de Tristian.
Mis ojos se abren pesadamente, observando la chimenea oscura, la pila de mantas.
Finalmente me doy cuenta de que estamos en la cabaña, todos amontonados en un colchón en
el suelo. Anoche fue tanto como un sueño jodido que apenas parece real. Asimilo los hechos,
luchando a través de la niebla del sueño. Estamos en el suelo porque estábamos mojados y fríos,
y le dispararon a Killer. Killer recibió un disparo porque Nick Feo intentó robarnos. Sólo que
Story lo mató.
Un montón de “matar”.
Ten paciencia conmigo, cerebro.
Estaba el disparo, y luego la confesión de Story, y luego un acuerdo de que la dejaríamos
ir y nos encargaríamos nosotros solos de este misterioso hijo de puta de Ted. Hubo un golpe
directo y un beso, la sensación de las manos de Story en puños en mi suéter, y luego estaba este
colchón de nuevo.
Buenas noches, Dimitri.
Me incorporo de golpe y me paso una mano por la cara. Lo primero que veo cuando me
giro es Killer, haciendo una mueca por el dolor en su costado. Tiene un aspecto sudoroso y
miserable, y tenemos que ponernos en marcha porque yo no soy Ray.
Tristian se cierne sobre nosotros, clavando su pie en mi cadera. —¡Despierta! Story se fue.
—¿Se fue? —pregunto, estirando el cuello para mirar alrededor de la habitación. Eso no
suena bien. Aún no hemos terminado—. ¿Story? —la llamo, poniéndome de pie lentamente.
Tristian rueda los ojos. —¿No crees que lo he intentado? El coche también se ha ido.
Sé que se ha ido, puedo sentirlo en la frialdad del lugar a mi lado, pero aun así reviso
superficialmente la casa. El dormitorio y el baño están vacíos, y cuando me acerco a la ventana,
haciendo una mueca por el sol brillante, se me cae el estómago.
Realmente se ha ido.
—Mierda. —Ahí es cuando lo veo. Una nota en la mesa de la cocina. Las manchas de
sangre de Killian se han filtrado en la madera, y el papel está justo en el medio, como una diana.
Su muñequera está colocada encima.
—¿Qué dice? —Killian pregunta, estirando el cuello para mirar.
—Uhhh. —Empiezo a leer la nota demasiado rápido, las palabras se mezclan—. Maldita sea
—gruño, tomando una respiración profunda, tal como Story me enseñó, pronunciando
lentamente las palabras—. Voy a arreglar esto. Por favor, no vengan por mí. Espero que
encuentren una nueva Lady. —Hay algo garabateado en la parte inferior, y luego—: Díganle a la
Sra. Crane que dije gracias por todo.
—¿Eso es todo? —pregunta Tristian, acercándose para leer por encima de mi hombro—.
No hay nada que arreglar. Ya se nos ocurrió un plan. ¡Story se irá de la ciudad y nosotros nos
ocupamos de este tal Ted!
Gruñendo, Killian intenta incorporarse hasta quedar sentado, con la mano agarrando su
costado. —Story tiene dos modus operandi. Escapa o empeora las cosas. Al menos esta vez dejó
una nota. —Le hace un gesto a Tristian para que venga a ayudarlo a levantarse del piso, y
lloriqueó. Su rostro se arruga en una mueca y está jadeando, a pesar de que apenas puede
apoyarse en los codos—. No pudo haberse ido hace tanto tiempo. Podemos rastrearla.
Encontrarla y detenerla antes de que haga algo estúpido.
—Vamos a evitar que tú hagas algo estúpido primero —dice Tristian, sacudiendo la cabeza
mientras ayuda a Killian a sentarse—. Tenemos que llevarte a un médico. Hay un Jeep en el
garaje —explica, de pie junto a él—. Déjame ponerme los zapatos y todos podemos ir a buscar…
—No. Te quedarás aquí —le digo, agarrando mis jeans y poniéndomelos—. Ambos.
—¿Qué? —Alcanza su propia camisa—. No vas a ir solo.
—Mírame, maldita sea —digo bruscamente, llevando mis brazos a través de mi suéter—. No
sabemos si quienquiera que le dio ese balazo a Killian todavía lo está buscando, o a nosotros.
Killian necesita descansar y tú debes estar listo a mi señal.
—Entonces tú deberías quedarte aquí. Yo iré —argumenta, moviéndose más rápido. Ahora
estamos enfrascados en esta maldita y ridícula versión de vestimenta competitiva, como si quien
acabara primero, ganaba.
Empujo mis botas y agarro su arma, metiéndola en la parte de atrás de mis pantalones. —
Tiene más sentido que yo…
Empuja mi hombro, su rostro se pone tenso y tormentoso. —¡Yo soy el que quería que
tuviera el rastreador!
—¡Me llamó Dimitri! —Mis palabras hacen que Tristian se detenga en seco, el fuego en sus
ojos se apaga.
—¿Cuándo?
Dando un fuerte tirón a mis cordones, respondo: —Anoche.
Se frota la cara con la palma de la mano bruscamente, murmurando: —Joder.
No es ningún secreto entre nosotros tres lo que he estado esperando. Sé que en realidad
no lo entienden. Es solo un nombre para ellos. Pero al menos, ambos entienden que significa
algo entre Story y yo, algo grande.
Sé que he ganado cuando sus hombros se relajan, sus dedos tirando de su cabello hacia
atrás en un gesto frustrado y tenso. Tristian se dirige a la cocina y abre un cajón, sacando un
juego de llaves. Las atrapo cuando me las lanza. —Encuentra a nuestra chica y tráenosla.
Tristian no estaba mintiendo anoche. Siempre ha tenido problemas para dejar ir las cosas.
Para Killian y para mí, esto nunca ha sido algo malo. Es difícil encontrar la verdadera lealtad,
especialmente en el tipo de situaciones en las que nos encontramos. No creo que ninguno de
nosotros realmente esperara que Tristian dejara ir a Story, no por voluntad propia. Lo más
probable es que esté intercambiando un acosador por otro, y este tiene las llaves de su jaula en
la forma de rastreador. Aun.
Por ella, lo intentaría.
Aún no se había dado cuenta, pero ese es el gesto más grande que él podría hacer.
Creo que es la primera vez que me doy cuenta, también, agarro mi chaqueta y me
encamino hacia la puerta. Porque además de sus hermanas, Tristian nunca se ha preocupado
por alguien más que por sí mismo. Ni por Genevieve. Tal vez ni siquiera por Killian y yo.
La dura verdad es que Tristian probablemente la ama.
Pero la verdad más dura es que tal vez todos lo hacemos.

No tarda mucho en revelar la ubicación de Story.


Tan pronto como llego a la ciudad, miro el teléfono, se vuelve obvio que está en Lado
Sur. Una tarjeta de docenas de preocupaciones a través de mi cerebro. Se entregó por el
asesinato de Nick Feo. Ha vuelto a la escena del crimen en busca de pistas. Ha perseguido a
este tipo Ted y se está negociando a sí misma.
La realidad es casi anticlimática.
La oficina de Daniel.
Giro el Jeep hacia la avenida, sintiéndome paranoico con cada auto que pasa. Los tres
estamos acostumbrados a tener enemigos, pero normalmente sabemos quiénes son.
Íntimamente. Este tipo Ted es un factor completamente desconocido. Si puede acechar a Story
a través de las fronteras estatales, asesinar a su compañero de cuarto y contratar a un soldado
de infantería nacido y criado en el Lado Sur para que haga su trabajo sucio, entonces es probable
que este tipo tenga acceso a algunos recursos serios.
No tengo nada más que un teléfono, un arma y una cuenta pendiente.
El maldito puede ponerme a prueba.
De manera molesta, cuando entro en Lado Sur, noto el punto de Story en movimiento,
acelerando por las calles de la superficie. Me alejo de la avenida, siguiendo a mi objetivo. Tiene
unos buenos diez minutos de ventaja, pero no pasa mucho tiempo hasta que el punto se vuelve
fijo, un objetivo estacionario.
Sé a dónde me lleva, y la certeza de eso me pesa en la boca del estómago, pero no es
hasta que me encuentro estacionado frente al Velvet Hideaway que me permito hacer la
pregunta que está nadando dentro de mi cerebro.
—¿Qué carajo?
¿Qué coño hace Story en el burdel de Daniel?
En el momento en que salgo del Jeep, mis músculos se tensan. Solo he estado aquí un par
de veces desde la gran inauguración. Una vez fue con Killian para intimidar a un cliente
alborotador, y la otra fue para cobrar la toma nocturna. Daniel siempre dejó en claro que los
tres tenemos crédito y somos libres de follar con quien queramos, pero ninguno de nosotros se
ha molestado con eso desde los primeros días. Daniel y el crédito son dos cosas que no quieres
mezclar.
Tan pronto como entro por la puerta, sé que algo está pasando. Las chicas Velvet están
compuestas por las mejores buscavidas de la avenida, finamente seleccionadas por nada menos
que el propio Daniel. Tiene un verdadero problema con la clase, teniendo en cuenta sus raíces.
Nunca lo entendí. Pero hay una energía en el aire, por lo general debería haber mínimo par de
chicas corriendo para situarse a mi lado, con tanta prisa que nadie me dedicaría ni una mirada.
Por lo general, cuando uno de nosotros entra en este lugar, alguien está encima de nosotros,
ansiosa por complacer a cualquiera de los perritos mimados de Daniel.
Ahora, tengo que vagar por el primer piso buscando a Augustine. La encuentro en un
salón en la parte trasera de la finca, sacando cajas de un armario.
—Auggy —saludo, observando su expresión preocupada.
—¡Oh, Rath! —Se quita el polvo de las manos y, a pesar de estar ocupada, sus ojos se
iluminan al verme. Hace los movimientos de besar mi mejilla y frotarse contra mí—. ¿Qué te trae
por aquí? —Augustine es unos años mayor, pero no lo sabrías al mirarla. A Daniel le gusta que
sus chicas se vean jóvenes y frescas, y sospecho que consiguió este trabajo porque ejemplifica la
marca por la que él lucha. Killer y Tristian están completamente seguros de que está locamente
enamorada de mí, pero ellos no han vivido en el Lado Sur. Ellos no conocen como es la vida
de este lado. La verdad es que esa frescura suya no durará para siempre. Auggy es una puta en
busca de seguridad. La mejor manera de conseguirlo es encontrar a alguien importante a quien
arrimarse.
Le doy una mirada blanda. —Estoy buscando…
—Daniel —adivina, dejando de fingir. No me pierdo el destello de decepción en sus ojos—
. Está en el hoyo.
Hago lo mejor que puedo para mantener mi sorpresa fuera de mi rostro. No necesita saber
que no vine aquí buscando a nuestro jefe. —¿Hay un espectáculo o algo así?
El hoyo es el proyecto favorito más reciente de Daniel: énfasis en “proyecto”. Pasó semanas
renovando el garaje para doce autos en un lugar estilo anfiteatro. Los espectáculos de sexo en
vivo ya no son lo que solían ser en la avenida. La gente busca porno en línea en estos días. Pero
eso no es una barrera para él, ya no.
Daniel tiene afinidad por las propiedades, pero también tiene una fijación por el trabajo
sexual. Siempre lo ha hecho, desde que lo conozco. No es ningún secreto de dónde saca Killer
su obsesión por tener una chica. La mayoría de los tipos que obtienen una nueva hermanastra
no asumen automáticamente que se la están dando como un regalo para darle la bienvenida a
la edad adulta. Pero con Killian, tenía perfecto sentido. Ese es exactamente el tipo de ambiente
que esperarías en la familia Payne. La primera vez que llamó para contárnoslo a Tristian ya mí,
ni siquiera pestañeamos. Solo dimos felicitaciones y preguntamos por sus tetas.
Cuando salgo al edificio grande, puedo sentir que las cosas ya se están poniendo en su
lugar. Alguien me pasa con una escalera y algunos cables de extensión. Una chica pasa corriendo
con un bulto de ropa. Al entrar, veo a Daniel instantáneamente en “El hoyo”, hablando nada
menos que con el Nick Guapo.
Aunque, supongo que ahora solo es “Nick”.
Nick es alto y de aspecto duro, muy parecido a Killer, pero sin estilo. Sus tatuajes no son
del tipo que están bien planeados y financiados. Muchos de ellos son crudos, probablemente
hechos en la cocina de alguien con cuarenta onzas y un porro. Nick Guapo es otro de los nuevos
proyectos favoritos de Daniel.
Otra vez.
Énfasis en “proyecto”.
La mirada en el rostro de Daniel cuando me acerco a ellos es difícil de leer, pero
definitivamente no se ve feliz de que esté aquí. —¿Dónde está Killian? —es su primera pregunta.
Me muevo con inquietud, mirando alrededor del edificio. El hoyo está destinado a ser
visible, y eso es exactamente algo que no quiero ser en este momento. Tampoco puedo
perderme la enorme cama de hierro instalada en el medio. Repugnante. Se está tomando un
minuto. —¿Has visto Story?
—¿Me das un minuto? —pregunta Daniel, frunciendo las cejas de una manera que nunca
ha sido buena. Se vuelve hacia Nick—. Nicholas, ve a asearte para el espectáculo. ¿Recuerdas
de lo que hablamos? —Nick Guapo sacude su barbilla en reconocimiento y se va. El chico casi
nunca habla. Es extraño como la mierda. Daniel me nivela con una mirada, siseando—: Quiero
saber qué pasó y dónde está mi maldito hijo. Y no me vengas con tonterías, Rathbone. Ya sé
que Nick Feo está muerto, y ya sé que Killian resultó herido en el proceso.
Lo que sea que sienta por él sabiendo que todo es secundario a la certeza de que solo una
persona podría habérselo dicho. —¿Dónde está?
Daniel mete su teléfono en el bolsillo y se cruza de brazos. —La chica no es de tu
incumbencia.
—Es mi Lady —argumento, sintiéndome quebradizo y deshilachado—. ¡Ella siempre será
mi preocupación!
—Entonces considera esto sobre tu Lady —se burla, bajando la voz para que el personal
que pasa no pueda escuchar—. Me debe, y esta noche va a pagar sus deudas. Vas a decirme
dónde diablos está mi hijo… —Giro sobre mis talones y me alejo, su voz indignada llamándome—
. ¡Rath! ¡Regresa aquí!
Lo ignoro, mi sangre vibra con vitriolo espeso y negro mientras atravieso el edificio,
abriendo la primera puerta que veo. —¡Story! —Ladro, pero la habitación está vacía, solo un
armario de almacenamiento. Lo golpeo y voy al siguiente, y luego al siguiente, pero no está aquí.
Nadie me detiene mientras camino a través de la distancia entre los edificios, irrumpiendo
en la mansión. No tengo idea de lo que refleja mi cara, pero las chicas me evitan, saltando a un
lado mientras subo las escaleras y empiezo a buscar en las habitaciones. La primera puerta que
abro revela a un hombre de negocios de cuarenta y tantos insultando a esta pequeña y flaca
pelirroja. Indiferente, cierro la puerta y voy a la siguiente.
Augustine me alcanza a la mitad del pasillo. —¡Rath! —susurra frenéticamente, luchando
por seguir mis largas zancadas—. No puedes simplemente venir aquí e interrumpir…
Alcanzo detrás de mí y saco el arma de mi cintura, girando hacia ella para presionar el
cañón en su garganta. —Dime dónde está —gruño.
Sus palabras se cortaron con un grito, las manos volando a la defensiva. —¡¿Quién?! ¿A
quién estás buscando?
—¡Story! —rujo—. ¡La chica del programa de esta noche!
—¡Piso de arriba! —Auggy es un testimonio de la experiencia en esta industria, ya que
parece más molesta que asustada.
Bajo el arma. —Perdón por gritar.
¿Ves? Puedo ser educado.
No parece apaciguada, entrecerró los ojos cuando me volteo y me alejo pisando fuerte
hacia la escalera. El tercer piso está casi desierto. Sé por el recorrido inicial que es el espacio de
vida de las chicas, habitaciones destinadas a albergar a tres o cuatro a la vez, amontonándolas
en pequeños tornados de resentimiento y perfume de diseñador.
Encuentro a Story en la tercera habitación que reviso.
Su cabeza se levanta alarmada cuando entro irrumpiendo, esos ojos de cervatillo se
agrandan y giran antes de cambiar a un nuevo tipo de sorpresa. —¡Dimitri! Que estás…
Entro como un torbellino y la agarro del brazo, sacándola del sillón. Sé que mi voz es
demasiado dura cuando digo: —Nos vamos —pero verla con una falda a cuadros y medias hasta
la rodilla me hace rechinar los dientes.
No forcejea hasta que llegamos a la puerta, deteniéndose en seco y tirando de su muñeca
hacia atrás. —¡Espera! ¡No puedo!
—¿Es esto lo que quieres? —chasqueo, dándome la vuelta para empujarla contra la pared—
. ¿Quieres ser una puta, como tu mamá?
El clic del seguro de un arma es fuerte en el silencio, pero no es tan discordante como la
sensación de un cañón presionando en la parte posterior de mi cabeza. El rostro de Story
palidece, pero solo pongo los ojos en blanco y le aseguro: —Eso es solo el karma que regresa
para morderme.
Con un movimiento, tengo a Nick Guapo contra la puerta, el cañón de mi propia pistola
se clava en el espacio debajo de su barbilla. —Ya hemos matado a un Nick —gruño, molesto por
la sonrisa que me da—. ¿Crees que eso es gracioso? Me han dicho una o dos veces que mi dedo
en el gatillo se pon algo nervioso. Quizá quieras cuidarte, Nicholas.
—Solo estoy haciendo lo que dice el jefe —dice, levantando un hombro en un encogimiento
de hombros suelto—. Cuida a la chica. Verifica que tenga el coño limpio y suave. Asustarla un
poco para que resista el espectáculo.
Mi dedo en el gatillo realmente se siente nervioso entonces, la mandíbula se aprieta
mientras imagino a este hijo de puta asomándose debajo de la falda de Story. Llevándola al
pozo. Sujetándola y follándola. Haciéndola resistente.
—Dimitri —dice Story, con voz temblorosa—. No. ¿Por favor?
Sé que tiene razón. Lo último que necesitamos es otro cadáver en este maldito desastre.
Aun así, no es hasta que siento su mano en mi hombro que empujo lejos a Nick Guapo,
escupiendo: —Lárgate de aquí. Dile a Daniel que dije que puede encontrar otro imbécil.
Nick mueve el arma en su mano. —No le gustará eso.
—¡Pues me importa una mierda! —Abro la puerta y se la muestro, sin preocuparme por la
mirada que me da al salir—. ¿Qué diablos estás haciendo? —le pregunto, tratando de empujar
hacia abajo la cosa furiosa y herida que araña dentro de mi pecho—. ¡¿Quieres follarte a ese
hombre de las cavernas en frente de todos?!
Su mirada se vuelve dura. —¡Por supuesto que no!
—¿Entonces, porque estás aquí?
—¡Por nosotros! —grita, y la forma en que sus ojos se ponen brillantes me dan ganas de
apretar el gatillo en algo. Cualquier cosa—. Dijo que, si no pago mis deudas, no va a encubrir lo
que pasó con Nick Feo. Dijo… —Su pecho se contrae, y mira hacia otro lado, los ojos llenos de
lágrimas no derramadas—. Dijo que te dejaría tomar la culpa de lo que hice.
Tomo esta información en incrementos, pero todo conduce al mismo lugar. —Story. —No
me mira a los ojos, incluso cuando empujo mi arma en mis pantalones y enmarco su rostro,
agachándome para buscar sus ojos—. Cariño, está mintiendo.
—No sabes eso —responde, con la voz tensa—. Tú no lo conoces, no como yo. No se trata
de dinero, Dimitri. —Una lágrima finalmente rebosa, bajando por su mejilla—. Pensé, dije que
Tristian podría, porque tiene dinero, y él… —Pero niega con la cabeza—. Daniel solo quiere
humillarme. Quiere arruinarme
Le doy una suave sacudida. —No permitiré que eso suceda.
Sorbe su nariz, cuadrando los hombros. —Tengo que hacerlo. —Antes de que pueda
discutir, me mira a los ojos—. Todo esto está conectado, ¿no lo ves? Ted, Daniel, Killian, todo
eso. Si hago esto, me dejará ir. Nos dejará en paz. Es solo una vez, y no es como…
—No lo hagas —gruño, incapaz de escucharla racionalizar esto. Sostengo su mirada,
deseando que vea la verdad en mis próximas palabras—. Si tengo que ver a ese tipo follarte,
entonces no seré capaz de detenerme. Lo mataré.
Su respiración se detiene en su pecho ante mis palabras, pero antes de que pueda
responder, la puerta se abre de par en par.
La boca de Daniel se presiona en una línea sin impresionarse. —Estás poniendo a prueba
mi paciencia, muchacho.
Nunca conocí a mi padre. Se suponía que era alguien a quien mi madre amaba, pero se
alejó antes de que tuviera la edad suficiente para formar un recuerdo de él. Daniel fue lo más
cercano que tuve a uno. Cuando éramos más jóvenes, solía llamarnos así. Sus muchachos. Como
si los tres fuéramos hermanos. Familia. A mi mamá nunca le gustó mucho, porque sabía el tipo
de mierda en la que Daniel tenía sus manos. ¿Pero a mí? Oh, me comí esa mierda con una
cuchara.
Dejo que mis manos caigan de la cara de Story, girándome hacia él. —Realmente vas a
prostituir a tu propia hijastra.
Si pensé que ponerlo en los términos más directos imaginables provocaría incluso un poco
de vergüenza, entonces estoy decepcionado. Daniel ni siquiera parpadea. —Story se ha vendido
a sí misma desde que se mudó a mi casa. Lo sabes tan bien como yo. ¿Qué crees que ha estado
haciendo en esa casa contigo durante el último mes?
La pregunta me golpea, y la respuesta no es tan fácil como una respuesta rápida. Story nos
ha cambiado desde que volvió. Ha sacado lo peor de nosotros, pero también ha logrado revelar
lo mejor de nosotros.
—Es nuestra —le digo—. No tienes ningún derecho sobre ella.
Y se ríe. —¿No te enseñé nada, Rath? —Levantando una ceja, mira alrededor de la
habitación—. La posesión es nueve décimas partes de la ley. El hecho de que deje que ustedes
cuatro entretengan este arreglo suyo no cambia el hecho de que ella es mi activo. Siempre lo ha
sido.
Apretando mis puños, mastico un escueto: —Tenemos dinero.
—Esta no es una deuda que pueda pagarse con dinero Mercer —espeta, confirmando las
palabras de Story—. Esta noche, va a bajar al hoyo y tomar la polla de alguien. Haz las paces
con eso de la manera que desees. Veo que has formado una especie de —su labio se curva—,
apego. Pero ese no es mi problema. esto es un negocio. Vas a salir por esta puta puerta conmigo
y hacer lo que te dicen. —A Story, le saca un dedo, la voz llena de amenaza—. Si veo un pelo en
ese coño esta noche, vas a recibir una segunda polla en un segundo agujero.
La siento estremecerse contra mi espalda, sus dedos enredados en mi chaqueta de cuero.
Tengo que atravesar un océano de furia al rojo vivo para encontrar la palabra que me
saltó a la vista en esa diatriba. Algo importante.
Algo útil.
Una idea se forma en mi cabeza, y es una completa basura. No hay forma de disfrazarlo,
de lo contrario. No incluye sacar a Story de aquí antes de que se vea obligada a entregar otra
parte de sí misma. Daniel no lo permitiría, lo veo ahora. Está lleno de mierda. Esto no se trata
de negocios. Esto es algo personal, y conozco a Daniel lo suficiente como para entender lo que
eso significa. No voy a poder evitar que la meta en ese hoyo.
Presiono mi teléfono en las manos de Story, elevando mi voz a un susurro. —Llama a uno
de los otros si pasa algo, ¿entiendes?
Ella mira el teléfono como un búho, algo oscuro y atormentado nadando en sus ojos. —
No puedo…
—Sí, puedes —le aseguro, agarrando su barbilla para que su mirada se fije en la mía—. Te
hemos hecho hacer mierdas realmente jodidas, Cereza, y lo has manejado. No eres una zorra
de calle de mala calidad. Eres una Lady. No te olvides de eso.
No le doy la oportunidad de discutir. Salgo de la habitación, sabiendo que Daniel está
justo detrás de mí. Tan pronto como lo escucho cerrar la puerta, aprieto la mandíbula y me
vuelvo hacia él, este hombre al que he visto como un padre.
Un mentor.
Un Rey.
—Quiero hacer un trato.
Capítulo 31
STORY
La presencia de los matones de Daniel y de Augustine rondando a mi lado son la única
explicación de por qué no salgo corriendo hacia la puerta al ver a toda la gente entrando al
anfiteatro. Cientos de ellos. Casi todos ellos son hombres. Algunos parecen borrachos. Gordos.
Viejos. De aspecto tacaño. Son ruidosos, pero apenas los escucho por encima de la sangre que
me golpea en los oídos, y cada paso que doy está enfocado en asentar el contenido de mi
estómago.
Estoy bastante segura de que, si vomito, Daniel podría encontrar alguna manera de
convertir esto en una película snuff6.
Todavía estoy escondida en las sombras esperando la señal del equipo de video y sonido,
y me niego a buscar al hombre con el que se supone que debo acostarme, pero sé que está
cerca. Es grande y de apariencia mezquina, muy parecido a Killian, pero sin nada de brillo. Nick
Guapo es exactamente el tipo de chico del Lado Sur del que no quiero encontrarme debajo.
¿También lo disfrazaron de muñeco sexual? Lo dudo. Él será el héroe en este extraño
espectáculo, mientras que yo no soy más que un premio. Sólo pensar en él me enferma.
Pertenezco a tres hombres. Pueden ser fríos y crueles, pero incluso después de todo lo que
hemos pasado, esto todavía se siente como una traición. Hice una promesa a los Lords, escrita
con tinta, pero también con sangre.

6
Las películas snuff o vídeos snuff son vídeos cortos de asesinatos, torturas, suicidios, necrofilia, infanticidio,
entre otros crímenes reales con la finalidad de ser distribuidos comercialmente para entretenimiento.
Augustine ha sido fría conmigo todo el día. Bueno, casi todo el día. Parecía perfectamente
agradable hasta que apareció Dimitri. Ahora, sigue lanzándome estas rápidas y amargas miradas.
Justo ahora me lanza una, con la boca fruncida mientras me mira de arriba abajo.
—Vas a tener que hacer un money shot7. Sabes lo que es eso, ¿verdad? —Ante mi expresión
perdida, suspira—. Significa que no puede hacerte un cream pie8. Tiene que retirarse y… —hace
un gesto grosero, levantando el puño—, buscarte la cara. En tu boca. En tus tetas. Lo que sea
que quiera.
Aparto la mirada, sintiendo mi rostro pálido. —Oh.
Augustine mueve una mano, todas las pulseras en sus muñecas tintinean. —Solo mantén
los ojos cerrados. Los penes no son instrumentos de precisión.
Presiono mis labios juntos. —De acuerdo. —Resulta que ya sé una cosa o tres sobre esto.
Algo en la distancia llama su atención y estira el cuello, con el rostro torcido en indignada
incredulidad. —De ninguna maldita manera —dice en voz baja—. ¿Qué diablos le hizo a… ? —
Sus palabras se cortan, y ella inhala, apretando la mandíbula—. Bueno, no sé lo que hizo, pero
debe haber sido grande.
Frunzo el ceño. —¿Eh?
—O tiene algo sobre Daniel, o ese chico acaba de vender su alma. —Pone los ojos en blanco
hacia la multitud. No sé a qué se refiere, pero parece que se esfuerza mucho por no parecer
afectada por eso—. De cualquier manera, apareció. Eso es más de lo que nadie ha hecho por mí.
Demonios, o la mitad de las otras chicas en este lugar.
—¿De qué estás hablando?
—Ya es hora —dice Augustine, recibiendo una señal de uno de los organizadores—. Te
diría que simules que las cámaras no están allí, pero sería un consejo terrible. Estás montando
un espectáculo. Dale a Daniel lo que quiere, o el pago será peor que esto.
Me da un empujón fuerte, y tropiezo a través de la cortina. La energía de la multitud
cambia inmediatamente, pasando de anticipatoria a depredadora. Augustine tiene razón. Daniel
no solo tiene expectativas sobre lo que sucederá, sino que también todos los hombres en esta
sala.
Me dirijo vacilante hacia el lugar al que Daniel se ha referido como “el hoyo”.
Eso es exactamente lo que es, también.
Tengo que bajar tres escalones para llegar al área hundida que tiene solo una cama grande,
tres cámaras montadas en trípodes y una mesa con suministros. Condones, lubricante, trapos,
juguetes. En vano, intento tirar de mi falda hacia abajo.
Uno de los hombres grita: —¡Sí! ¡Muéstranos las tetas, chica! —Me tenso, sintiendo que me
enfermo.

7
Se refiere específicamente al acto de eyacular en la cara de alguien.
8
Correrse dentro.
De repente, mis oídos se llenan con los sonidos de música rock fuerte y melódica. Por el
rabillo del ojo, veo una figura unirse a mí en la plataforma, y retrocedo físicamente. Mi garganta,
el impulso de lucha o huida entrando en acción. No puedo hacer esto. No puedo desnudarme
frente a esta manada de lobos. Me desarmarán, pieza por pieza, hasta que no quede nada de
mí. Quiero correr, esconderme, gritar.
Pero cuando finalmente me doy cuenta de que miro hacia arriba, no veo un lobo.
Veo a Dimitri.
Está de pie junto a la cama con esa expresión impasible que ahora sé que es solo un
escudo. Se fue de aquí hace más de doce horas, pero volvió. Debe haberlo hecho, porque siento
el calor de sus ojos ardiendo hacia mí, y no puedo hacer nada más que mirarlo fijamente, con
los ojos muy abiertos y congelada en estado de shock. Se ha cambiado, ya no lleva la ropa sucia
y manchada de sangre de la noche anterior, sino una camiseta negra nueva, su chaqueta de
cuero y unos vaqueros oscuros. Por un solitario latido, creo que está aquí para salvarme. Para
romperme. Para sacarme de este lugar y liberarme.
Pero nunca nada ha sido tan fácil, ¿verdad?
Sus músculos están contraídos y tensos, y las palabras que acaba de decir Augustine
resuenan en mis oídos.
Apareció. Vendió su alma.
¿Qué le ha costado ser el que está parado aquí?
Nos acercamos al pie de la cama desde diferentes lados. Trato de no mirar nada más. Las
sábanas blancas, las dos almohadas. Odio pensar en las palabras de Daniel de antes, las de mi
mamá. Las cosas que debe haber hecho, los hombres que debe haber dejado entrar en ella para
apoyarme. Probablemente pensaría poco en algo como esto. Tal vez ella me diría que debería
estar agradecida de que solo sea un hombre el que me está follando, y que es un hombre que
conozco y que me atrae. Un hombre con el que, apenas unas horas antes, había estado dispuesta
a hacer esto de buena gana.
Sé que es solo una táctica de manipulación enfermiza por parte de Daniel, pero Dios.
Es efectivo.
Cuando llegamos a la cama, separados por nada más que un brazo de aire caliente y
sofocante, Dimitri se quita la chaqueta de cuero y la tira cerca de las almohadas. Lo observo
mirar la cama, los hombros tensos y visiblemente tratando de serenarse. Muy parecido a lo que
estoy haciendo yo. Me sorprende que Dimitri tenga sus propios problemas para actuar frente a
una multitud que lo abuchea.
Problemas que he explotado antes.
—¡Reviéntale el coño! —alguien grita desde la multitud y toda mi bravuconería amenaza
con desmoronarse. Es entonces cuando Dimitri se vuelve hacia mí y ahueca mis mejillas. Todas
mis preguntas sobre lo que está haciendo aquí y cómo sucedió esto mueren antes de que lleguen
a mi lengua, robadas por la extrañeza del plástico frío que me está metiendo en los oídos.
Auriculares inalámbricos, me doy cuenta. El sonido de la música llena mi cabeza, bloqueando
la multitud, la intrusión de las cámaras, mis propios pensamientos de pánico. Al instante, me
devuelven a un lugar más seguro. Un buen lugar.
—Tenía todos estos planes…
—Planes.
—Sí. Tenía una lista de reproducción. No podía dejar que mi Lady perdiera su virginidad
con música de mierda, ¿verdad?
No voy a perder mi virginidad en ningún sentido tradicional. Esta no es mi primera vez
con un hombre. Pero es mi primera vez con Dimitri y, a pesar del comentario de Daniel sobre
no poder facturarme como virgen, parece que lo intentó de todos modos. Por las pocas burlas
que he escuchado, es claramente por lo que estos hombres rudos han pagado. Ven y mira cómo
la dulce y pequeña virgen del Lado Norte es profanada por la escoria de un matón del Lado
Sur.
Me mira a los ojos mientras sus manos se deslizan, e incluso frente a todo lo que sucede a
nuestro alrededor, logro sonreírle de forma pequeña y vagamente agonizante.
Gracias.
Tomando una respiración profunda, levanto la mano para tirar del dobladillo de su
camisa, una pregunta. Se corre con facilidad, inclinándose hacia adelante para tomar mi boca
en un beso de prueba. No sé cómo es para él, pero para mí es muy parecido a estar de vuelta
en su habitación una vez que cierro los ojos. La música es Dimitri hasta la médula: triste, enojado
y frenético. Tengo este pensamiento que, más tarde, quiero preguntarle por qué eligió estas
canciones.
Entonces recuerdo que no habrá un después.
Después de esto, me voy del Lado Sur.
Me voy de Forsyth.
Me alejaré de los Lords.
Entonces se vuelve más fácil caer en la falta de conciencia de la multitud circundante.
Dimitri es sólido y cálido contra mí, con mi columna arqueada mientras me besa, su labio suena
suave contra mi lengua cuando se enreda con la suya.
Todavía me estremezco cuando su mano arrastra la parte posterior de mi muslo.
Dimitri hace una pausa para respirar, pero continúa cuando no muestro ninguna protesta.
Es solo que cuando desliza esa palma hacia arriba, agarrando mi trasero, puedo sentir la falda
moviéndose con él. Puedo sentir que los otros hombres están viendo.
Él usa su agarre allí para girarme hacia la cama, guiándome para que me siente en el
borde. Cuando se retira, persigo su boca, desesperada por permanecer en la seguridad del
momento que me está ayudando a fabricar. Cuando abro los ojos, se está arrodillando, ambas
manos barriendo mis muslos. Sus ojos oscuros sostienen los míos, sacando la lengua para
juguetear con el anillo en su labio, y la mirada que me está dando dice mucho.
Me está pidiendo que sea buena.
Me está diciendo que es hora.
Se pregunta si estoy lista.
Tomando aire, me inclino hacia atrás sobre mis palmas y separo mis muslos.
La comisura de su boca tira hacia arriba.
Sigo cerrando los ojos mientras me sube la falda, porque aquí no hay forma de esconderse,
no físicamente. Sus manos separan mis muslos y sé que toda la habitación tiene una vista
completa y sin obstrucciones de la entrepierna de mis bragas.
Mis muslos se contraen cuando siento calor, luego presión y luego humedad contra mi
centro. No necesito abrir los ojos para saber que su boca está ahí, su lengua presionando justo
en mi clítoris.
Es la cosa más extraña.
No creo que pueda sentir ninguna excitación aquí, entre estos hombres ruidosos,
descarados y repugnantes. Pero tan pronto como me toca, puedo sentir la electricidad
construyéndose lentamente en la base de mi columna. Lo llama con la forma en que sus manos
masajean mis muslos. Una lengua puntiaguda pinchándome a través del algodón humedecido
con saliva. Las yemas de los dedos juguetean con el elástico de mis bragas. Un pulgar metiéndose
entre el algodón y yo, frotando lentamente mis pliegues.
Abro los ojos para mirarlo entonces, para ver su mirada de demonio negro a través del
borde de sus pestañas mientras me chupa a través de mis bragas. La vista de él mirándome de
vuelta dispara un rayo a través de mi vientre. La forma en que me meto en su boca es puro
instinto animal. Sus ojos se cierran en un gemido que no puedo escuchar, pero puedo sentir
agudamente. Retumba alrededor de mi clítoris, sacando un sonido de mi pecho.
Él retrocede para reemplazar su boca con una amplia palma, dándole un largo y amplio
roce a todo mi coño. No puedo ignorar por completo los destellos de movimiento en mi periferia,
los hombres que miran con lascivia en la distancia sobre la cabeza de Dimitri. Pero Dios, lo
intento.
Cuando sus manos suben para tirar de la cintura de mi falda, lucho por ser buena. Dejo
que arrastre la tela por mis muslos y mis rodillas. Me acuesto allí en mis bragas y trato de
sentirme completa e intacta por las miradas sobre nosotros.
Se vuelve mucho más fácil cuando regresa a mi boca, con sabor a tela y la respuesta de
mi cuerpo a él. Sus besos son profundos, magullantes, mientras su mano se desliza entre mis
piernas, encajada entre nuestros cuerpos. Parece nada más que natural cuando lo mete dentro
de mis bragas y pasa sus dedos por los lugares en los que me he vuelto resbaladiza para él.
Cuando hunde un dedo dentro de mí, hace una pausa, sus labios se demoran contra los
míos. Podría ser una provocación, a Dimitri le gusta besar de esa manera, donde es difícil saber
si va o viene, pero lo veo como la pregunta que él quiere que sea.
Respondo metiendo mis manos debajo de su camisa, pasando mis palmas a lo largo de su
espalda suave y tonificada. Me deja pasarla por encima de su cabeza antes de volver a capturar
mis labios.
No puedo escuchar lo que dicen los hombres, pero creo que puedo sentir sus reacciones
cuando el beso se vuelve tenso. Cuando su dedo se contrae dentro de mí. Cuando los músculos
de su espalda se tensan.
Se aparta, parado entre mis muslos al final de la cama, y no puedo ubicar la mirada en
sus ojos. Está cerrado y vacío e imposible de descifrar. Sin previo aviso, agarra los lados de mi
camisa y la abre.
Instintivamente, mis brazos vuelan sobre mi pecho, el pánico se dispara tan rápido que no
tengo tiempo para dominarlo, para alejarlo, para procesar el hecho de que esto era inevitable.
Estos hombres me van a ver desnuda, me guste o no.
Dimitri me inmoviliza con su mirada oscura, y luego envuelve suavemente sus manos
alrededor de mis muñecas y las aparta. Se siente indescriptiblemente cruel, y por un segundo,
me pregunto quién es. ¿Dimitri? ¿O Rath?
No le ofrezco ninguna resistencia, pero cierro los ojos de golpe, desesperada por perderme
en la música de nuevo.
Siento su lengua antes de sentir sus labios, su punta húmeda y puntiaguda forma un lazo
deslizándose alrededor de mi pezón puntiagudo. Su mano se desliza por mis costillas, ahuecando
mi pecho en una palma mientras me chupa. No pasa mucho tiempo antes de que esté arqueando
mi espalda, la boca entreabierta con mis respiraciones cada vez más superficiales. Me quita la
camisa mientras su boca asalta mis senos, cambiando de uno a otro, tirando de la tela de mis
brazos y descartándola en otro lugar.
Sus manos agarran mis pechos y los juntan, y no es hasta que muerde la piel entre ellos
que abro los ojos para mirar.
Para ver cómo sus ojos se posan en los míos.
Para ver cómo roza un suave beso sobre la 'R' que talló allí.
Verlo decir que es Rath con quien estoy tratando.
—Porque Dimitri nunca te habría hecho eso.
Es más difícil cuando mueve mis bragas sobre mis caderas, deslizándolas por mis muslos.
Quiero acurrucarme en mí misma, pero él está ahí para forzarme a abrirme, exhibiéndome.
Entiendo por qué lo está haciendo, pero todavía siento el aguijón.
Lo más amable que ha hecho en su vida es bajar por mi cuerpo para enterrar su rostro
entre mis muslos. Aprieto mis manos en puños en las sábanas. Dimitri, Rath, siempre ha sido
excepcional en esto, su lengua explora mis pliegues y hendiduras, su boca se cierra alrededor
de mi clítoris mientras lo mueve.
Sé que la gente quiere un espectáculo, pero todo lo que puedo hacer es jadear y retorcer
las sábanas mientras él me trabaja, las manos empujando mis muslos cada vez más, hasta que
hay una quemadura en mis tendones, y sé que en el momento en que levanta la cabeza, no
habrá ninguna parte de mí escondida para las criaturas más allá de nuestra burbuja.
Cuando lo hace, me quedo allí tumbada, extendida como un experimento científico.
Déjalos ver.
Que vean cómo se curvan los dedos de mis pies cuando alcanza el botón de sus vaqueros,
los abre y tira de la cremallera. Que vean la forma en que mis dientes se hunden en mi labio
inferior cuando los empuja hacia abajo y saca su polla dura y sonrojada. Que vean la forma en
que me levanto para verlo, acurrucándome hacia delante para tomarlo en mi boca. Que lo vean
todo. Sus dedos se enredaron en mi cabello mientras agarraba la base de su pene y lo sacaba
de mi boca, solo para dármelo de nuevo. La forma en que me mantiene a distancia, haciéndome
esforzarme por ello, solo para empujarlo profundamente, dejando su sabor en la parte posterior
de mi lengua.
Que vean cómo se ve cuando está listo para follarme.
Me empuja hacia atrás, el nudo en la parte de atrás de su mandíbula tensa y haciendo
tictac mientras se arrastra sobre mí, con la polla en la mano. Es mientras frota la cabeza a través
de mis pliegues que descubro que mi mirada vaga inconscientemente. Miro a los ojos a un chico
en la primera fila. Probablemente tenga treinta y tantos años, usa una gorra de béisbol hacia
atrás, una mano en sus pantalones mientras me observa, con la boca curvada en una sonrisa
repugnante. Intento apartar la mirada, mirar a cualquier otro lado, pero termino encontrándome
con la mirada de otro hombre.
Daniel.
Uno de sus brazos está cruzado, la mano del otro tocando su barbilla mientras nos mira a
mí y a Dimitri a través de ojos agudos y penetrantes.
Dimitri debe sentir que me tenso, porque de repente está tirando de mi barbilla hacia un
lado, haciéndome mirarlo. Sus labios se mueven, pero su mandíbula está demasiado tensa para
leerlos. En realidad, no importa. Puedo decir por el destello de furia posesiva en sus ojos
exactamente lo que está diciendo.
—Mírame, Cereza.
Eso es exactamente lo que estoy haciendo cuando se empuja hacia adentro, pero sería
imposible mirar a otra parte mientras me llena lentamente, su rostro se endurece con cada
centímetro que se hunde en mí. Mi boca se queda boquiabierta, los talones se clavan en el
colchón cuando me levanto para encontrarme con él. Su espalda está tensa bajo mis dedos y,
por primera vez, me pregunto qué está escuchando. ¿Se están volviendo locos? ¿Le están
pidiendo que me folle más fuerte? ¿Para qué duela?
Si lo hacen, él no escucha.
Toca fondo y se detiene allí por un momento, uniéndonos en un montón de carne cargada,
y luego retrocede y vuelve a entrar.
No tiene derecho a sentirse tan bien, no en esta habitación con los ojos de estos pervertidos
sudorosos mirándonos, pero lo hace. Inclino mis caderas hacia él, una oferta instintiva, y Dimitri
lo toma, plantando sus puños en el colchón para follarme con golpes cortos y punzantes.
Pero no parece satisfecho.
No hasta que lo rodeo con mis piernas.
Entonces es como la ciencia. Como la química. Coloca su boca sobre la mía mientras
empuja sus caderas contra la cuna de mis muslos. Y puede que no sea la reconfortante seguridad
de ese dormitorio que puede o no haber existido alguna vez, pero todavía hay comodidad aquí.
Todavía hay seguridad.
No pasa mucho tiempo antes de que su boca descienda a mi cuello, absorbiendo su marca
en la piel mientras sus músculos tiran y se mueven, empujándolo hacia mí a un ritmo cada vez
más castigador. Se siente como si continuara para siempre, nuestra piel se vuelve resbaladiza
por el sudor, pero el paso del tiempo no significa nada aquí.
Dimitri comienza a volverse un poco más rudo, sus dedos se clavan en mi carne, sus
dientes me pellizcan la piel, mis huesos se trituran contra huesos. No puedo decir si está perdido
en eso o simplemente reaccionando a la energía de la habitación, pero jadeo en su hombro y
observo su cuerpo moverse con intención, con un propósito.
Está tratando de hacerlo rápido, me doy cuenta.
Paso mis dedos por su cabello para calmarlo, pero solo lo empuja más hacia mí. Cuando
levanta la cabeza para tomar mi boca en un beso fuerte, se suelta un auricular.
Los sonidos de la habitación me llegan como un shock. Hay gritos, risas, gemidos y
respiraciones tan pesadas que me repugna saber que estoy compartiendo el aire.
Pero también está Dimitri, con la voz destrozada y profunda mientras me la mete en la
boca. Está gruñendo: —Vamos, cariño. Córrete para mí.
No es que me esté follando, y no creo que pueda siquiera dar crédito al ritmo de molienda
de su pelvis en mi clítoris. Es la desesperación desnuda en su voz, el conocimiento de que quiere
mi placer más que el suyo propio, lo que comienza mi ascenso. Algo agudo, dulce y lleno de
promesas se hincha en mi centro, y lo persigo, moviéndome con él, los talones clavándose en
las curvas de su firme trasero.
Le desgarro la espalda, sintiéndome tan desesperada como él, y tiene que doler. Tiene
que arder, joder, la forma en que estoy arrastrando mis uñas por sus hombros. Pero la única
respuesta que obtengo es un gemido largo y entrecortado mientras trato frenéticamente de
acercarlo más, de doblarlo dentro de mí y tomarlo.
El orgasmo se aferra a mi vientre y explota hacia afuera, encendiéndose en un millón de
puntos brillantes de luz. Echo mi cabeza hacia atrás y me estremezco, desmoronándome debajo
de la boca presionada contra mi garganta.
—Dimitri…
Responde con un tenso, —Joder —y se estrella contra mí, levantándose para fijarme con
una mirada feroz—. ¿Donde? —pregunta, con los dientes apretados—. ¿Dónde lo quieres, bebé?
En cualquier lugar.
En todas partes.
No me atrevo a responder. Levanto mi cara hacia él en su lugar, pasando mi lengua por
mi labio inferior, e instantáneamente capta la señal.
Agarra la base de su pene y se tambalea, bombeándolo en un puño apretado. Antes de
que pueda levantarme para tomarlo, se arrodilla sobre mi pecho, desnudando su dureza con
una expresión feroz. Cuando su mano se enreda en mi cabello para levantar mi cabeza, para
posicionarme para su corrida, dejo que mi mandíbula se abra y extiendo mi lengua en señal de
bienvenida, apenas me estremezco cuando la primera cuerda de esperma brota de la punta.
Él hace un sonido gutural deshilachado cuando otra oleada de semen aterriza en mis
labios, y luego usa la cabeza para empujarlo hacia adentro, frotándolo en mi lengua.
Sé que ha terminado cuando los músculos tensos y tensos de su antebrazo se relajan.
Todavía lo chupo, limpiándolo, y la verdad es que no se trata del rugido de las voces o la mirada
amenazante de Daniel sobre nosotros. Lo hago para alargarlo un poco más, porque es algo
acaba de ocurrir entre nosotros. Y solo nosotros.
No estoy sola en esta cama, y el hombre sudoroso a mi lado se sacrificó para mantenerme
a salvo, completa. No pudo salvarme, pero me rescató cuando nadie más pudo.
No pertenezco a Daniel, ni a los hombres del público, ni a los pervertidos de casa.
Pertenezco a los Lords.
Capítulo 32
KILLIAN
Conozco a Tristian desde que tenía nueve años, así que cuando digo que solo tengo, como
máximo, diez minutos de ventaja sobre él, esa mierda es precisa. Solo puedo imaginar su cara
cuando entró en esa habitación en casa de Ray y descubrió que me había ido. El tipo
probablemente me va a meter otra bala.
Estoy corriendo hacia el burdel, a pesar de todo, lleno de antibióticos y cualquier otra cosa
que Ray tuviera en esas otras bolsas de suero. Si tuvo algo que me ayudara a controlar el dolor,
entonces no es lo suficientemente fuerte como para hacer tambalear a un ratón. Mi costado es
un lío de dolor tierno y palpitante que explota con cada caída y golpe. Hago rechinar los dientes
y voy más rápido, porque ahora sé que la única forma de superar el dolor es superar el dolor.
El Velvet Hideaway está jadeando sus últimos respiros de vida por el día. Cuando me
detengo, patinando hasta detenerme polvorientamente frente a la puerta, es obvio que cualquier
multitud que haya estado aquí para el espectáculo se ha ido hace mucho tiempo. Han pasado
catorce horas desde que Rath regresó a la cabaña, sin decir nada mientras él y Tristian me
cargaban en ese Jeep. Han pasado doce desde que Ray me atrapó por primera vez en una silla
de ruedas, luego de una entrada angustiosa en su clínica subterránea. Han pasado diez desde el
saber que las radiografías, las pruebas y la determinación de que todo este dolor y sufrimiento
no me va a matar, solo terminará con mi carrera por la temporada.
Han pasado cuatro horas desde que Rath me informó de lo que había hecho mi padre.
Pasé la mayor parte de eso tratando de alejarme de Tristian, quien, seamos realistas,
probablemente pasó esas cuatro horas tratando de averiguar cómo alejarse de mí.
Si mis cálculos son correctos, entonces el espectáculo ocurrió hace dos horas, lo que hace
que llegue demasiado tarde, demasiado cansado y enojado como para preocuparme de que
probablemente luzca como un cadáver ambulante mientras cojeo enojado hacia las puertas del
burdel.
Tan pronto como entro, reconozco a los clientes habituales que siguen dando vueltas. El
Velvet Hideaway nunca está cerrado, pero están las horas tranquilas y sin prisas de la noche,
muy parecidas a esta, cuando los hombres han encontrado a una mujer para llevar a una
habitación y acurrucarse junto a la luna. Una vez, en primer año, gasté un crédito en una morena
esbelta. Estaba en el viejo lugar de la avenida, así que no era nada como esto. El motel
reconvertido era de mala calidad y un poco demasiado obvio, pero la oficina trasera era cómoda
y familiar para mí, había pasado demasiados años pisoteando dentro, me decían que sentara mi
pequeño trasero hiperactivo y mantuviera mi maldita boca cerrada durante cinco minutos.
Mis ojos saltan alrededor de la habitación, tratando de adivinar hacia dónde apuntar
cuando Auggy se para frente a mí.
—¿Killian? —pregunta, observándome con una expresión lenta y preocupada—. Cariño,
escuché que estabas herido.
—Estoy bien. —El dolor palpita como un hijo de puta, y aunque Ray piensa que no
necesitaré cirugía, todavía no sonaba seguro al cien por cien—. ¿Dónde está?
Ya sabe de quién estoy hablando. Está claro en la forma en que sus ojos se cierran. —
También estás aquí por la chica, ¿no?
Apretando la mandíbula, repito: —¿Dónde está?
—Contando dinero en efectivo. En su oficina, cerca de la parte trasera de la casa. —Me
empujo a su lado, pero ella engancha mi codo, la sacudida repentina hace que el dolor me
abrase en el costado—. Killer, no hagas nada de lo que te arrepientas. Ella no vale la pena. Es
solo una…
Me doy la vuelta, usando mi precioso último gramo de fuerza para agarrarla por el cuello.
—Adelante, llámala puta —me burlo—, te reto.
Su garganta se balancea bajo mi palma, ojos muy abiertos y asustados. —Pero no puedes…
Killian, es tu hermanastra.
—¡Es mi Lady! —Mi voz se corta, porque joder, gritar aparentemente no es algo que pueda
hacer con este agujero a través de mi costado—. Es nuestra Lady —enfatizo, soltándola con un
empujón.
Auggy parece asustada y herida, pero me importa una mierda. Vine aquí por una razón.
Camino hacia la oficina en la parte de atrás, sosteniendo mi costado mientras supero el dolor.
No me sorprende encontrar a Nick Guapo montando guardia en la puerta, pero me sorprende
ver a Rath aquí. Está sentado contra la pared cercana, con la cabeza inclinada hacia atrás, los
ojos cerrados mientras su mandíbula se mueve con fuerza alrededor de un chicle. Su cabello es
un desastre, cayendo sobre sus ojos, y su mano está inmóvil alrededor del arma que sostiene,
suelta y casual mientras descansa contra su rodilla.
Nick Guapo se endereza tan pronto como me ve, levantando ambas manos tatuadas. —No
le puse un dedo encima.
—Por suerte para ti —digo, viendo cómo la cabeza de Rath se levanta para encontrarse con
mi mirada—, mi hermano ya me lo dijo.
Si no, ya estaría muerto.
—Mira, Killer, no tengo ningún interés en tu extraño drama familiar —me asegura,
poniendo los ojos en blanco mientras se aleja de la puerta—. No me pagan lo suficiente por esta
mierda. Está mintiendo, sí que le pagan lo suficiente por esta mierda, pero no quiere
involucrarse.
Chico listo.
Tan pronto como Nick Guapo se aleja, Rath se pone de pie. No lleva nada más que una
camiseta y unos vaqueros y, a pesar de la tensión en sus hombros, se ve exactamente como un
tipo que se está empapando de un resplandor crepuscular.
Le doy un asentimiento. —¿Estás bien?
Niega con la cabeza. —Cristo, Killer. ¿No se supone que deberías estar atado a una cama
o algo así? Parece que estás a punto de caerte de nariz.
—No lo soy —argumento, y no sé cómo me veo, pero así es como me siento—. ¿Dónde
está?
Sus ojos se deslizan hacia la puerta a su lado, la mandíbula se aprieta alrededor de ese
chicle mientras muerde: —Dijo que quería que ella se quedara hasta que estuviera seguro de que
hicimos lo suficiente. —Está claro lo que piensa sobre esto, el destello de despecho en sus ojos
es lo suficientemente caliente como para quemar este lugar hasta los cimientos.
Tendrá que hacer cola.
Una oleada de furia candente hace que se me retuerza el estómago, pero la ignoro y le
arrebato el arma de la mano a Rath mientras cruzo la puerta.
En el interior, Story está sentada en una silla contra la pared, los brazos envueltos con
fuerza alrededor de las rodillas que tiene pegadas a su pecho, la cara enterrada entre sus brazos.
Lleva una chaqueta de cuero de gran tamaño que reconozco al instante como la de Rath. Por
alguna razón, saber que ella está envuelta en su chaqueta alivia un poco la opresión en mi pecho.
Sé que hubo un tiempo en que la idea de que él o Tristian la tuvieran hacía que algo salvaje y
egoísta se agitara dentro de mí, pero apenas puedo recordarlo. Ahora, me trae un alivio agudo.
La cuidan, la protegen, incluso cuando estoy acostado en una camilla a diez kilómetros de
distancia, dos de los mejores y más capaces hombres que conozco. ¿Qué podría haber de malo
en eso?
Mi papá está detrás del escritorio, levantando la cabeza cuando la puerta golpea con fuerza
contra la pared. Veo cómo Story se estremece por encima de su hombro, la veo levantarse de
su asiento, pero no quito los ojos de él.
—Eres un verdadero enfermo de mierda, ¿lo sabías? —Entro cojeando en la habitación,
con el brazo doblado alrededor de mi costado—. ¿De verdad pensaste que te dejaría salirte con
la tuya?
—Hijo. —Se ve estúpidamente aliviado de verme, le da un golpecito a la pila de dinero en
el escritorio, dejándolo limpio y ordenado—. Estaba a punto de ir a verte yo mismo. Ray hizo
que pareciera que estarías incapacitado por un tiempo. —Sus ojos toman mi postura desplomada,
sacudiendo la cabeza—. Como si eso te hubiera detenido antes. Ni siquiera quiero preguntarte
lo descuidado que fuiste para que Nick Feo se adelantara a ti de esa manera.
—No estoy aquí para hablar de los Nicks. —Agito el arma hacia el dinero que está sobre el
escritorio, sintiéndome rígido y beligerante—. Tengo asuntos más urgentes.
Se recuesta en su asiento y, detrás de él, Story me observa con los ojos muy abiertos. —
Puedo ver que he cometido algunos errores.
—¡Tienes jodidamente razón, lo hiciste! —Con el pecho agitado, finalmente me permití
mirar a Story—. Ve con Rath.
Antes de que pueda, mi padre se pone de pie y le bloquea el camino. Me lanza una mirada
acalorada. —El error no fue lo que sucedió esta noche —aclara, en voz baja pero letal—. Te estaba
dejando pensar que ella te pertenecía. No sé de dónde sacaste esta idea en tu cabeza…
—Ella me pertenece —argumento, sintiéndome a punto de explotar por la forma en que la
está reteniendo—. Puedes casarte con su madre, abusar de ella, acecharla, amenazarla, no me
importa una mierda. Nada de eso la hace tuya.
—¿Vaya? —La expresión de su rostro es una a la que estoy acostumbrado. Es la mirada de
un padre irritado complaciendo a su hijo—. ¿Y qué la hace tuya, Killian? ¿Un contrato? ¿Algunas
noches viviendo bajo tu techo? —Se burla, plantando ambas palmas en el escritorio para
nivelarme con una mirada—. Quiero ser perfectamente claro. Puedes jugar con mis activos
alojando a Story y a la Srta. Crane, pero siempre me pertenecen y siempre me pertenecerán.
No me doy cuenta de que Rath ha entrado detrás de mí hasta que habla, en voz baja y
llena de amenaza. —La Sra. Crane no pertenece a nadie. Ya no. —No estoy seguro de si Rath
realmente lo cree o no, pero el hijo de puta lo defiende. Es la forma en que debe ser, de todos
modos. La Sra. Crane no apuñaló a su viejo solo para pasar a otro captor.
Aunque eso fue lo que pasó.
Los ojos de mi padre se deslizan por encima de mi hombro, brillando divertidos. —¿Es eso
lo que la vieja bruja quiere que pienses? —Suelta una carcajada—. Oh, muchachos. Dolores
Crane trabajaba como chicas en la avenida antes de que ustedes fueran proteínas en las bolas
de sus papás. Lo único que se interpone entre ella y cada celebridad, político y esposo nervioso
en esta ciudad soy yo. —Levanta una ceja hacia Rath—. ¿Crees que quiere ser libre? Incluso si
supiera cómo serlo, y no lo sabe, no duraría ni un día aquí. Tiene demasiada suciedad sobre la
gente que dirige esta ciudad.
—Pueden ponernos a prueba —escupo—. La Sra. Crane es nuestra, y también lo es Story.
—Estas siendo ridículo. —Suspirando, le da otro toque al dinero—. Pero comparto parte de
la culpa aquí. Debería haber puesto mi pie sobre esto antes de que ustedes la acorralaran en el
cuarto de lavado esa noche.
Story se pone firme y lo mira con asombro y disgusto. —¿Sabías sobre eso?
Él no se gira para mirarla. —¿Qué si sabía lo que pasaba en mi propia casa? Por supuesto.
¿Debería decírselo, Killian? —Me da esa mirada exasperante y condescendiente—. ¿Debería
contarle sobre todas las noches antes de eso? La forma en que te colabas en su habitación y…
—¡Cállate! —Realmente no me importa. Story ya debe saber las cosas que solía hacerle
mientras dormía. Es solo que no puedo soportar su expresión pálida y mortificada cuando se da
cuenta de que él lo sabe. Sin embargo, ahora es demasiado tarde para eso. Agacha la cabeza,
enterrando su cara en sus palmas.
—Esperaba que solo fueran hormonas adolescentes —continúa, sonando decepcionado—,
especialmente considerando que necesitaba su virginidad intacta para los clientes interesados. A
decir verdad, no me importaba que estuvieras escabulléndote a todas horas para restregarte en
su boca. En todo caso, las pequeñas historias de tus hazañas solo despertaron más interés.
—Oh Dios mío. —El susurro entrecortado de Story es amortiguado por sus manos.
—Pero lo admito, esperaba verlos formar vínculos más saludables. —Su mirada se desliza
hacia otro lado, brevemente contemplativa—. Especialmente después de tu madre. Viste cómo
funcionó, ¿no?
—Cállate —digo de nuevo, pero mi voz es más débil esta vez, apenas un hilo de siseo—. No
puedes hablar de ella.
—Vínculos sanos —subraya—, como los que tienes con el chico Mercer. Esa es una alianza
que vale la pena. —No me pierdo de su mirada detrás de mí—. No quiero ofenderte, Rath. Has
sido un activo enorme y siempre te he tenido mucho cariño, pero aparte de la inteligencia
callejera y la intimidación, no aportas mucho a esta organización. —Para mí, agrega—:
Francamente, me preocupa tu futuro si sigues recopilando todas estas asociaciones
problemáticas.
—Francamente, puedes comer una bolsa de pollas. —Ajusto mi agarre en el arma a mi
lado, curvando los labios—. Vas a dejar en paz a Story y a la Sra. Crane.
—¿Lo haré? —pregunta, luciendo poco impresionado—. Tal vez no me has estado
escuchando…
—Te he oído muy bien —argumento.
Hay una pausa en la que solo me mira fijamente, sus ojos se endurecen. Luego abre el
cajón y saca su propia pistola, saca el cargador y lo vuelve a meter con un áspero “clic”.
—He tratado de enseñarte, hijo. La vida se trata de tomar decisiones. Decisiones difíciles.
¿Crees que disfruté lo que pasó con tu madre? —Ahí está esa mirada que siempre pone en sus
ojos cuando habla de ella, y no puedo soportarlo. Es frío y hueco, y es imposible pasar por alto
el destello de dolor que se traga. La peor parte es saber que probablemente la amaba—. Porque
no lo hice. Debes saberlo. Pero tenía que tomar una decisión, Killian. Una decisión difícil. —
Mirándome a los ojos, gira lo suficiente como para levantar el arma y apuntar a la cabeza de
Story—. Y ahora, también…
Levanto el arma y le disparo en el hombro.
Mi reacción es tan rápida e impasible que ninguno de ellos la ve venir. Atraviesa el aire
como un relámpago y Story deja escapar un grito espeluznante. En un instante, Rath está sobre
el escritorio, tirándola al suelo y protegiéndola con su cuerpo.
Está haciendo mucho alboroto, considerándolo todo.
Mi papá se deja caer en su silla y no grita. No. Los Payne no gritan. Rechinamos los dientes
y miramos a nuestro agresor como si nos hubiera ofendido personalmente.
He estado allí, hecho eso.
—¡¿Qué estás haciendo?! —Su gruñido brota de lo más profundo de su pecho, irregular y
trémulo mientras se agarra el hombro.
—Tomando una decisión —respondo, con movimientos sueltos y casuales mientras me
acerco a él para recoger el arma que dejó caer sobre el escritorio—. Perdón. Te interrumpí, ¿no?
Ibas a decirme que eligiera, ¿verdad? ¿Ella o tú? —Guardo su arma en la cintura de mis
pantalones, tragando saliva contra la marea de dolor. En la esquina, Rath está metiendo la cabeza
de Story debajo de su barbilla y diciéndole que todo está bien, todo está tranquilo, pero todo lo
que puedo hacer es encogerme de hombros. Aunque es lo más divertido. No fue realmente tan
difícil.
Alguien irrumpe en la habitación entonces, y es bueno que haya estado llevando la cuenta
del tiempo, porque de lo contrario estaría tirando de algunos puntos para girar y levantar el
arma hacia ellos.
Diez minutos.
Como un reloj.
—Oh, mierda —dice Tristian, sonando sin aliento mientras observa la escena. El arma en
mi mano. El olor a azufre en el aire. Mi padre encogiéndose mientras se agarra el hombro
herido—. ¿Le disparaste a tu papá? —pregunta, con la voz llena de emoción desconcertada.
Le dedico una mirada por encima del hombro. —Sí.
Él asiente, con los ojos fijos en la sangre que corre por el brazo de mi papá. —Bonito.
—¿Quién diablos te crees que eres? —grita mi papá, luchando por ponerse de pie.
Con desdén, respondo: —Soy un Lord de la Universidad de Forsyth. Heredero de este
maldito trono.
La mandíbula de mi padre se tensa mientras la sangre brota de sus dedos. —Nadie va a
aceptar un golpe tuyo. Tres mimados de mierda que no podían encontrar sus traseros con las
dos manos y una brújula.
—No es un golpe de Estado —le aseguro, y me inclino hacia adelante para presionar el
cañón del arma contra su frente—. Este es un mensaje, para ti, Lado Sur, los otros miembros de
la Realeza y cualquier otra persona que necesite escucharlo. Si los Lords o su Lady son
amenazados nuevamente, no importa de quién provenga la amenaza. Les dispararán en cuanto
los vean. —Haciendo una pausa, tomo un momento para impresionar—. Si tienen mucha suerte,
eso es. Y si no la tienen —giro la cabeza hacia el hombre que está detrás de mí—, dejaré que
Tristian les prenda fuego.
Da una risa tensa, dolorida y sin humor. —¿Crees que eso es lo que necesita este trono?
¿Tres psicópatas?
Extiendo la mano para agarrar su camisa, mi mano humedeciéndose en la tela empapada
de sangre. —Somos exactamente lo que nos moldeaste para ser, papá. Nunca olvides eso. —Lo
tiro hacia atrás y se agita contra la silla, gruñendo de dolor.
Sin aliento, gruñe: —Quien haya enviado a Nick a matarte debería haber hecho un mejor
trabajo.
—Quienquiera que haya enviado a Nick a matarme será mejor que se vaya a la mierda de
Forsyth, porque no solo van a tener que lidiar conmigo. —Me limpio la frente y la sangre se
derrama por el dorso de la palma de mi mano—. Van a tener que lidiar con todos nosotros: tres
Lords psicópatas y una Lady seriamente intrigante.
Tristian extiende una mano a Story, quien ha estado observando toda la escena sin
palabras. Ya no está temblando, pero todavía se ve conmocionada, incolora y desequilibrada.
A pesar de eso, todavía toma su mano sin reservas, lo que le permite guiarla con cuidado sobre
un charco de sangre.
—Considera su deuda pagada —dice Tristian, con los labios fruncidos mientras la atrae
automáticamente hacia su lado—. De lo contrario, le diré a mi padre exactamente lo que piensas
del dinero Mercer.
—Y la Sra. Crane ha terminado contigo —agrega Rath, mirando a mi papá a los ojos—.
¿Crees que somos psicópatas? Hijo de puta, no has visto una mierda.
Tristian le da una sonrisa fría. —Es cierto. Ella usa utensilios de metal en sartenes de teflón.
En cuarenta años, todos estaremos llenos de cáncer. Absolutamente diabólico.
Pero mi papá apenas los escucha, los ojos fijos en mí. —Killian, si sales por esa puerta...
No le doy la oportunidad de terminar. —Ya relájate, papá. —Salgo cojeando de la
habitación y agrego—: Le diré a Auggy que llame a Ray por tu herida. Considéralo la última
misericordia que verás de nosotros.
Dejamos el Velvet Hideaway en medio de una multitud de espectadores nerviosos, Rath
me sostiene mientras me arrastro pesadamente hacia el vestíbulo, Tristian y Story de la mano.
Las putas y los clientes se hacen a un lado cuando pasamos, sus rostros están demacrados y
preocupados mientras sus miradas se asoman por el pasillo detrás de nosotros. Probablemente
parecemos un montón de jodidos, uno despeinado y jodido, el otro enroscado y cojeando, otro
tan impecablemente limpio y peinado que solo puede ser el resultado de una profunda neurosis.
Y luego está Story, nuestra Lady, luciendo cansada y en blanco mientras camina para salir del
infierno al que siempre había estado destinada.
Supongo que lo veo ahora.
Para mi papá, nunca se trató de tener una familia, o darme un regalo, o incluso poseer su
propia porción personal de perversión enfermiza. Ahora me pregunto si se trataba siquiera de
casarse con su madre. Tal vez Story siempre haya sido esto para él. Acerca de poseer algo puro
e inmaculado en un mundo donde hay tan pocas cosas, solo para poder obtener ganancias de
ello.
Cuando salimos al aire helado de la noche, vemos nuestros cuatro autos, todos alineados
cerca de la puerta. Mi Range Rover, el Charger de Story, el Porsche de Tristian y el Jeep de la
cabaña que Rath condujo hasta aquí. Por un momento, se ve tan ridículo que saca una risa
agonizante de mi pecho. Debería interpretarlo como una señal de que todos estamos demasiado
conectados, demasiado jodidamente fusionados, para operar como algo más que una unidad.
En cambio, solo hace que algo negro y feo se retuerza en mi pecho.
Nos quedamos allí un largo momento detrás de nuestros autos, ninguno de nosotros sabe
qué decir.
Es Story quien rompe el silencio, aclarándose la garganta. —La Sra. Crane. Ella es…
—La Lady más notoria del Lado Sur —responde Rath, con una postura de alguna manera
relajada y cerrada mientras enciende un cigarrillo, la llama ilumina su rostro en un breve destello.
Exhala, asintiendo hacia la mansión—. Al menos, solía serlo. Ahora es simplemente —su rostro
se tensa—, alguien a quien la gente como Daniel quiere bombear en busca de suciedad. Porque
eso es lo que tiene. Suciedad, de cada maldito viejo asqueroso de esta ciudad.
—Eso tiene sentido. —Story me echa una mirada rápida y sé que está recordando la
conversación que tuve con Auggy la primera vez que la traje aquí. Se está dando cuenta de que
la Sra. Crane es la mujer por la que todas las chicas habían estado preguntando. No porque
quisieran usarla. Porque la amaban—. Dile que dije… —Story hace una pausa, como si estuviera
tratando de elegir algo apropiadamente sentimental para decir. Al final, suelta una carcajada y
levanta una ceja—. Dile que es una vieja zorra malhumorada y que me alegro de haberla
conocido.
Eso.
Supongo que nos estamos separando ahora.
Ninguno de los otros parece sorprendido, Rath solo asintió con la cabeza. —Se lo haré
saber. —No parece feliz por eso, pero puedo ver que esto es todo.
Es cuando reconocemos que se va.
Donde le decimos que la vamos a dejar ir.
Cuando Story comienza a quitarse la chaqueta de cuero, Rath se mofa y se acerca para
cerrarla. —Escuché que en Colorado está haciendo frio. Quédatelo.
Su hombro se desinfla lentamente, y ella agacha la cabeza, ajustando la chaqueta alrededor
de ella en su lugar. —Gracias. —Rath da una calada a su cigarrillo y mira hacia otro lado, como
si esto no fuera nada.
A continuación, se vuelve hacia Tristian y empieza diciendo: —Sobre el coche…
—No. —Sus ojos azules se posan sobre ella, desafiándola a decir lo que claramente quiere
decir—. Tómalo. Está pagado, y no conozco a nadie que pueda aprovecharlo tanto como tú.
Se ve en conflicto y toda enredada mientras se muerde el labio, girando para enviar al
auto una mirada codiciosa. —Es demasiado.
Tristian se estira para rozar un nudillo debajo de su barbilla, dándole una sonrisa triste. —
Creo que ambos sabemos que ni siquiera está cerca de ser suficiente. —Algo pasa entre ellos:
una mirada larga, llena de ida y vuelta y un dolor que podría ser demasiado profundo para
sanar.
A él, ella le dice: —La trataré bien.
Él le pasa esa sonrisa ganadora de Tristian Mercer que sé que es tan falsa como el hombre
del que la heredó. —Sé que lo harás.
Cuando se vuelve hacia mí, solo miro las luces distantes de la ciudad que será mía algún
día. —No me mires. Nunca te di nada.
Aún no.
No hasta que encuentre a Ted.
Ella se para frente a mí y no puedo mirarla, porque no sé qué hará la bestia dentro de mí.
Es un lío entre tirarla en la parte trasera de mi camioneta, besarla negra, azul y sangrienta,
apretarla contra mi pecho y rogarle, jodidamente rogarle, que se quede aquí. Para seguir siendo
mía. Para seguir siendo nuestra.
Ninguno de ellos es aceptable, así que mantengo mis ojos fijos en el brillo distante,
diciéndole a la bestia que está dentro que se calle y deje que esto suceda. Es más difícil cuando
se esfuerza para rozar un beso sobre mi mandíbula, el dolor se dispara a través de mi torso
mientras lucho por permanecer agonizantemente quieto.
Su voz es suave, un susurro contra la áspera barba. —Si, lo hiciste.
No desvío la mirada de ese punto en la distancia hasta que escucho sus pasos retroceder.
El sonido de la puerta de un coche abriéndose. El sonido mecánico y amortiguado del cierre.
Tristian, Rath y yo hemos sido amigos durante más tiempo que la mayoría, pero cuando
los tres comenzamos a movernos al mismo tiempo, como si alguien nos hubiera cortado los
hilos, sé que nunca estaremos tan cerca como lo estamos en ese momento exacto.
Porque estaban luchando con la misma bestia.
Cada uno de nosotros nos subimos a nuestros autos, uno por uno, y arrancamos nuestros
respectivos motores. Una dirección conduce al resplandor del corazón de Forsyth, y la otra
conduce a otro lugar.
Cuando comenzamos a filtrarnos hacia la autopista, los tres vamos a la izquierda y Story
va a la derecha.
Por una vez, nadie la persigue.
Capítulo 33
TRISTIAN
La casa de piedra rojiza está tranquila y oscura cuando llegamos, y puedo decir por la mirada
en el rostro de Killian cuando casi sale de su camioneta que no deberíamos haberlo dejado
conducir. Joder, somos un desastre.
Rath y yo lo llevamos a través de la puerta, resoplando y ya exhausto, y le echo un vistazo
a ese tramo de escaleras y me marchito ante la idea de arrastrarlo por él.
Killian jadea con fuerza: —Al diablo con eso, pon mi trasero en el sofá.
Miro a Rath y él se encoge de hombros. —Funciona para nosotros.
Lo acomodamos, por un valor dado, y pasamos un largo rato de pie alrededor de la
guarida, preguntándonos qué sucederá después. Ya revisé a mis hermanas por tercera vez en
una noche. Killian yace allí con una mueca de dolor en la cara, pero está vivo. Rath está más
callado de lo que ha estado en semanas, por lo que no se sabe qué está pasando por su cerebro.
Y Story…
Mis pensamientos se detienen, porque Story ya no es un factor en mi lista de personas a
las que necesito controlar. Voy a tener que romper ese hábito.
Aprieto mis labios, sacando mi teléfono de mi bolsillo.
Tal vez pueda romper el hábito mañana.
Rath me mira por el rabillo del ojo, y es un testimonio de lo bien que me conoce porque
pregunta: —¿Dónde está?
Abro la aplicación y reviso su pequeño punto, algo pesado se asienta en la boca de mi
estómago cuando me doy cuenta de dónde está. —Ella acaba de cruzar la línea del condado, en
dirección oeste por la interestatal.
Rath asiente, pasando sus dedos por su cabello. Probablemente esté pensando lo mismo
que yo: que Colorado es patético y está jodidamente lejos. —¿Quieres emborracharte?
Echo mi cabeza hacia atrás, dejando escapar un largo y fuerte suspiro. —Jesucristo, sí.
Así es como nos encontramos diez minutos después, bebiendo tragos de whisky mientras
la Sra. Crane, vestida con una bata floral y pantuflas azules, nos trae una bandeja de cervezas.
Ella sonríe maniáticamente mientras se acerca, colocándolas con cuidado sobre la mesa.
—Dilo nuevamente.
Creo que nunca había visto complacida a esta vieja murciélago.
Es jodidamente sorprendente.
Rath se quita la camisa, la tira al suelo, y cuando alcanza una de las cervezas, puedo ver
una hilera de rasguños en su espalda. Me pregunto cuan imbécil me haría si buscara el video
de ellos follando.
Probablemente uno bastante grande.
Rath usa el borde de la mesa para quitarle la tapa a su botella de cerveza. —Jodidamente
le disparó justo en el hombro. —Un trago—. Probablemente golpeó algún hueso también. —No
sonríe mientras lo dice, inclinando la botella hacia atrás y bebiendo la mitad de ella en unos
cuantos tragos rápidos. No es que no esté contento de ver a Killer dispararle a su padre, porque
ninguno de nosotros lo esté.
Es solo que es difícil reunir el entusiasmo.
La Sra. Crane debe sentir esto, porque le da a Killer una mirada pensativa. —No debe
estar feliz. Tu viejo generalmente está acostumbrado a estar del otro lado del arma.
Killian se frota el puente de la nariz, con los ojos cerrados, la mandíbula afilada y tensa. —
Me importa una mierda.
—Ya verás —dice, sacudiendo la cabeza mientras recoge la camisa de Rath del suelo—. Si
fuera yo, lo encontraría y terminaría rápido. Ponle una bala en la cabeza a ese hijo de puta y
termina el trabajo.
—No todos podemos estar tan trastornados como tú. —Mis palabras carecen de su calor
habitual y, por su expresión, creo que la Sra. Crane puede decirlo.
—¿Estoy trastornada? —se burla—. He visto temblorosas burbujas venir más estables que
ustedes tres. —Golpea las piernas de Rath—. Quita tus malditos pies de la mesa, degenerado.
Pasas tres minutos en un programa de sexo y piensas que eres algo especial.
Rath presiona la botella fría contra su frente, las piernas caen pesadas y lánguidas al suelo.
—Fueron más de tres minutos.
—Entonces, ¿dónde está? —pregunta la Sra. Crane, recogiendo las tapas de nuestras
botellas—. Se rompió, ¿no es así? Sé cómo se pueden poner los muchachos pagados de Daniel.
—Y sí que lo sabe. Pasó años limpiando después de la mierda que les hicieron a sus niñas.
Probablemente esté tan feliz de que Nick Feo esté tirado en una losa en algún lugar como de
que Daniel sea disparado por su propio hijo.
Killian gruñe: —Ella se ha ido, Dolores, y no queremos hablar de eso.
La Sra. Crane hace una pausa, mirando entre nosotros. Veo cuando se da cuenta. —¿Tú
la dejaste ir?
Tomo otro trago de whisky y admito: —Es lo que ella quería hacer.
Su cara se arruga. —¿Desde cuándo ha importado eso?
—Desde ahora —dice Rath.
—Mmm. —La Sra. Crane nos mira a los tres, un destello de algo tenue se apodera de sus
rasgos—. ¿Y ahora qué? ¿Van a conseguir una nueva Lady?
La Sra. Crane tiene un interés personal en nuestros intereses personales. Se queda con
nosotros porque es seguro, pero en este momento, la mierda parece todo lo contrario.
—No tenemos idea de quién me atacó —dice Killian, ignorando la pregunta sobre la Lady—
, o quién ha estado realmente acosando a Story todos estos años. Mi papá es un maldito imbécil,
pero no es un mentiroso. No para mí. Si fuera él, se estaría regodeando. Todo esto de escabullirse
y amenazar a la gente con nombres falsos... no es su estilo. —Killian desliza su mirada hacia ella—
. Vivir con nosotros es peligroso, Sra. Crane. Si prefieres encontrar otro lugar…
Se cortó, porque todos nuestros teléfonos empezaron a sonar. Mi primer instinto es que es
Story. Tal vez cambió de opinión. O peor, tal vez está en problemas. Pero cuando miro la
pantalla, solo veo una llamada de Nick Guapo.
Rath gime. —¿Qué hace este imbécil...
La sala cae en una nube de tensión silenciosa cuando todos abrimos el mensaje.
Una fotografía.
Lo primero que veo son tetas y las tres letras talladas en el valle entre ellas.
K
T
R
Lo segundo que veo es toda la sangre, el miedo rodando como hielo puro por mi columna.
Rath dice apresuradamente: —No es ella —y se tambalea hacia adelante en su asiento—.
No es ella. El pelo es rubio. —Es difícil ver por encima de toda la sangre—. Es… —Él traga—. Creo
que es Viv.
El mensaje que vino con la foto dice:
Pensé que querrían saber que el jefe está alborotado por esto. Dice que vio las mismas
marcas en su chica antes. Si yo fuera ustedes, empezaría a esconderme. La mierda está a punto
de ponerse pesada.
Miro una vez más y confirmo que tiene razón. Bajo toda la sangre la veo: la linda, hermosa
y obediente Vivienne. Su cuerpo está tendido en el suelo, la cabeza apoyada contra una pared
de hormigón, los brazos flácidos y las palmas hacia fuera. La palabra “puta” está escrita
descuidadamente con sangre.
Los tres compartimos una mirada sombría.
—¿Barones? —Rath se pregunta, con los ojos preocupados y cansados.
Niego con la cabeza. —No les importan las disputas del Lado Sur.
—No. Este es un trabajo de mierda —dice Killian, mirando a la pantalla de su teléfono—.
Sabemos quién hizo esto.
—¿Quién? —pregunta la Sra. Crane, con la frente fruncida mientras mira mi teléfono.
—Ted. —Killian toma un largo trago de su cerveza antes de responder—: Alguien que se va
a arrepentir seriamente.
Capítulo 34
STORY
No hay nada como estar en la carretera abierta, con la ventana abajo y el cabello azotado por
el viento. A veces, como aquella noche en que salimos corriendo del callejón, todavía puedo
escuchar la risa de Jack, siempre tan emocionado por escapar. Juro que podía oírlo ahora, Jack
riéndose mientras me alejaba a toda velocidad de Forsyth, diciéndome que soy “una perra muy
mala, nena”.
Conduzco durante lo que parecen horas, dejando que la promesa de cualquier destino
elimine la pesadez que se apodera de mi pecho. Me he sentido así una vez antes. Debe haber
sido hace más de cuatro años que mi madre llegó a nuestro lúgubre apartamento, hablando
efusivamente sobre el hombre que conoció. Este hombre era agradable, sofisticado y rico, y
tenía un hijo de mí edad, y nos iba a salvar. Iba a darnos un buen hogar y una familia feliz y,
por primera vez en mi vida, sentí que algo a lo que había renunciado hacía tanto tiempo estaba
a mi alcance. Había sido tan ingenuamente optimista, contagiada por su entusiasmo. No hice
preguntas. Entré en ese restaurante con el corazón alegre y una sonrisa tímida.
Es difícil mirar hacia atrás sabiendo todo lo que sé ahora.
Así que miro hacia adelante, en cambio.
El cráneo LDZ se balancea desde mi espejo retrovisor, la chaqueta de Dimitri me mantiene
lo suficientemente caliente como para que no tenga que molestarme en manipular los controles
de temperatura. De alguna manera, se siente bien llevar estas partes conmigo, la luz y la
oscuridad, incluso si no creo que las merezca. En otras formas, simplemente hace que sea
imposiblemente más difícil mantener el pie en el acelerador.
Pero lo hago. Porque debo hacerlo.
Pienso en las palabras de Dimitri esa noche en la cabaña, sobre cómo ser su Lady es más
que un título. Es algo en lo que me he convertido, algo de lo que no puedo deshacerme. Pienso
en las palabras de Killian mientras yacíamos frente al fuego, su silenciosa petición de que fingiera
con él, solo por un momento. Pienso en el rostro de Tristian a la mañana siguiente, en lo
increíblemente desprovisto que estaba cuando habló de la promesa que hizo de cuidarme,
cuando habló de romperla.
Pienso en mis Lords y en la forma en que me han orbitado durante los últimos meses, y
pienso para mí misma, soy una maldita Lady.
Puedo hacer cualquier cosa.
Así que subo una marcha y voy más rápido, acelerando hacia algo, llena de todas las
promesas que los hombres como Daniel nunca planearon cumplir.
Estoy lista para finalmente ir a casa.

Llego a mi destino en ese trago de tiempo entre la noche y el amanecer, el mundo apenas
amenaza con despertarse a mi alrededor. Hace más frío de lo que esperaba cuando salgo del
auto, todo está brumoso y frío. Paso un largo momento mirando la casa que he compartido
durante tanto tiempo. Me da un cosquilleo en la nuca, como si pudiera mirar por encima del
hombro y ver a Jack en el asiento trasero.
La verdad es que, aunque han pasado tantas cosas desde que me fui, es igual a lo que
recordaba.
Subiendo los escalones y tocando la perilla, paso un momento preguntándome si se abrirá
para mí. Tal vez no estén aquí. Tal vez estén ocupados moviéndose mientras yo me mudo de
regreso. No me dejo dudar por mucho tiempo. No es muy femenino.
La puerta está desbloqueada, lo que me permite empujarla para abrirla y entrar.
Así es como lo recuerdo, también, excepto por las luces brillantes y la forma en que suena.
Esta no es una casa muerta llena de cosas muertas. Son poco más de las cuatro de la mañana y
está perfectamente viva.
No tardo mucho en encontrarlos, tumbados y perezosos en los sofás, con botellas de
cerveza y licor esparcidas a su alrededor. No estoy segura de por qué, pero creo que siempre
supe que estarían aquí, despiertos y esperándome. Los observo por un segundo, sin revelar mi
entrada hasta que se vuelve una imposibilidad física permanecer en silencio.
—Yo elijo dónde duermo. —Tres cabezas se giran ante el sonido de mi voz, rostros que
muestran diversos grados de asombrada incredulidad—. Yo elijo con quién follo, cuándo lo hago
o si quiero. —Quitándome la chaqueta, me quedo allí con la falda y la blusa de colegiala que
realmente me gustaría quemar en algún momento.
Quizás le pida a Tristian que me ayude.
—Yo elijo lo que como, lo que me pongo y adónde voy.
Tristian está a medio camino de su asiento cuando levanto una mano, deteniéndolo.
—A cambio, no hablaré con otros chicos. Todavía pueden rastrearme. Podemos mantener
las apariencias por el simple hecho de ser miembros de la Realeza. —Miro a Dimitri, que estaba
desplomado en la silla de cuero habitual de Killian cuando llegué, pero ahora está inclinado
hacia adelante, con los codos apoyados en las rodillas. Está sin camisa, su mirada es casi
demasiado intensa para conectar con ella. Aunque estoy agradecida por su aparición esta noche,
no hace que lo que nos pasó sea menos traumático—. No más cámaras. No más juegos mentales.
No más castigos. —Observo a Killian, que está acostado en el sofá, claramente todavía con dolor,
pero ahogado en whisky. Él también está sin camisa, su águila y león y su herida de bala
remendada están a la vista. A pesar de todo, me mira con esos ojos cuidadosos y calculadores—
. Y lo que sea que hayan planeado para Ted —intercambian una mirada y resoplo—, y no finjan
que no tienen un plan, quiero participar. Quiero ser parte de eso. Al igual que ustedes.
Tristian se vuelve a sentar en su asiento lentamente, y puedo decir por el cansancio vidrioso
de sus ojos, por la forma en que su camisa está arrugada y rugosa, que está a tres hojas del
viento.
Pero no lo suficientemente borracho como para saltarse las negociaciones. —¿Tú eliges a
quién te follas? —pregunta, y hay una pregunta dentro de sus palabras que no es necesariamente
una pregunta.
Los conozco lo suficientemente bien como para averiguarlo yo misma. —Entre ustedes tres
—aclaro, bajando la voz y con cuidado—. Nadie más.
La lengua de Dimitri se asoma para juguetear con su piercing en el labio de una manera
que me niego a admitir que me vuelve loca, a pesar de que absolutamente lo hace. —¿Algo más?
—Bueno… —Me muerdo el labio, moviéndome incómodamente—. Todavía... espero lo
mismo de ustedes.
Dimitri pasa un pulgar entre sus perforaciones y está de acuerdo: —Está bien.
—Y hay una cosa más. —Killian está congelado mientras me mira, y aunque sus ojos están
pesados, no lo veo parpadear ni una sola vez. Le digo esto más a él que a los demás, y por una
buena razón—. Daniel ya no va a pagar mi matrícula.
Como esperaba, Tristian es el primero en hablar. —Yo puedo…
—No —dice Killian, interrumpiéndolo. Sus ojos nunca dejan los míos, y estoy agradecida
por ello, porque él ve exactamente lo que no quiero. Tristian tira su dinero como si pudiera
comprar lo que quisiera: autos, influencia, perdón, afecto. He tomado todo lo que puedo
soportar—. Ya lo resolveremos —dice Killian.
—Voy a hacerlo yo misma. Necesito… —Agacho la cabeza, solo para volver a ver el
atuendo. Hago una mueca, señalando la escalera—. Voy a ir a limpiarme, intentaré dormir un
poco en caso de que quiera tomar una clase hoy.
Todos me dan lentos asentimientos, como si tal vez todavía estuvieran tratando de
averiguar cuál es el hilo de la conversación. Es muy posible que necesite aclararlo de nuevo más
tarde, cuando estén sobrios y menos extrañamente agradables. Lo que estoy pidiendo es lógico,
humano y apropiado.
No va a ser fácil.
Aun así, me demoro por un momento, no soy partidario de la idea de dejarlo así. Cuando
empiezo a caminar hacia Tristian, lanza una mirada a los demás y se levanta, metiendo las manos
en los bolsillos. Uno de ellos emerge con la muñequera negra y la mira fijamente, dándole la
vuelta en sus manos. No es hasta que me fija con una mirada rápida y renuente que me doy
cuenta de que no está seguro si quiero usarlo más. Su marca. La marca de los Lords.
Sin palabras, extiendo mi muñeca.
Suelta una exhalación, los hombros se hunden con algo parecido al alivio mientras lo gira,
cerrándolo de golpe. Tristian abre la boca, probablemente con la intención de decir algo.
Lo beso antes de que pueda arruinar el momento.
Él retumba en mi boca, sus brazos se enrollan alrededor de mi cintura y me tira contra él.
Lo bueno de Tristian es que nunca duele con él. Dimitri muerde y Killian lastima, pero Tristian
solo quiere controlar y ser visto haciéndolo. Lo hace ahora, con la presión de su cuerpo y la
fuerza de su mano, enredada en la nuca de mi cabello. Profundiza el beso como si fuera su
dueño, y cuando me retiro —Mía —gruñe, presionándome más cerca. Tristian sabe a cerveza, y
pura y oscura emoción, la promesa de toques ilícitos y llamas abrasadoras.
Solo me alejo porque me deja, sus ojos vidriosos fijos en mi boca mientras me giro hacia
Dimitri.
Dimitri no se levanta para recibirme. Se recuesta en el sillón, con las piernas abiertas, los
ojos negros brillando con un toque de desafío perverso. Cuando lo acepto, subiendo con fluidez
a su regazo, su boca se abre por la sorpresa. Lo oculta rápidamente, optando por enroscar una
mano alrededor de mi cuello y tirar de mí para besarme. Lo bueno de Dimitri es que se burla
de mí hasta que lo deseo tanto que la idea de conseguirlo es suficiente para hacerme volar. Lo
intenta ahora, mordisqueando mi labio inferior, la mano en mi cuello manteniéndome a distancia
hasta que lamo para saborearlo. Sabe a whisky y al borde afilado de una hoja, la promesa de
mañanas perezosas y noches completamente negras.
—Dudo que quieras oírlo —dice contra mi boca, rozando mis labios con los suyo—, pero
estuviste tan jodidamente bien anoche.
Se equivoca, porque escucharlo me trae el recuerdo de él moviéndose dentro de mí, y
nada más. No dejaré que nada más lo invada. —Tú también —digo, dejándolo sentir mi sonrisa.
Cuando me levanto de su regazo, sus ojos negros me siguen como un láser, las yemas de
los dedos rozan mis muslos desnudos.
Killian me está esperando, y antes de que me haya sentado en el sofá a su lado, su mano
se cierra en un puño en la tela de mi camisa, tirando de mí, tan exigente como siempre. Le da
un fuerte tirón y aprieta mi boca contra la suya de una manera que debe dolerle la herida,
estirando el cuello para hacerse cargo del beso. Duele con Killian, como siempre. Es intenso y
puntiagudo, ya veces es aterrador, pero otras veces, en momentos como este, es emocionante y
es tan fácil perderse en él que el sonido de dolor que hace me saca de quicio.
Me doy cuenta de que estoy presionando su costado lesionado y retrocedo, sobresaltada.
—Lo siento —suspiro, inspeccionando el parche de vendaje en busca de daños.
—A la mierda —dice, tratando de hacerme retroceder. Pero tomo su mano en la mía,
manteniendo este beso superficial y lento, y espero mostrarle que no siempre tiene que doler.
Que la ternura que me muestra cuando estoy inconsciente debajo de él también tiene un lugar
aquí, si él quiere darla. Killian sabe a vodka y luz de luna, noches tan tranquilas que cualquier
cosa más que un suspiro podría destrozarlas.
Cuando me alejo, él no suelta mi mano, atándome a él como dos eslabones de una cadena.
—Espera —dice, pero no es hasta que me vuelvo hacia él, nuestras manos suspendidas sobre la
distancia entre nosotros, que pregunta—: ¿Qué fue lo que te di?
No es una respuesta fácil. Killian Payne compartió su casa conmigo, más de una vez. Me
enseñó lo que significa ser despiadada con las personas que me hacían daño y, a veces, incluso
con las personas que me importan. Me dio el conocimiento de lo que se siente saber que alguien
mataría por mí. Que podrían preocuparse por mí. Tal vez incluso amarme. De alguna manera,
también me dio a Dimitri y Tristian.
Pero al final, lo mejor que me dio Killian fue algo que iba en contra de su propia
naturaleza. Le digo mi respuesta mientras retrocedo, mis dedos arrastrándose contra los suyos
hasta que se rompe la conexión.
—Una elección, hermano mayor.
Deja una reseña en
Tercer Libro
Regresé a Forsyth y acepté ser su Lady por dos
razones: protección y venganza.

Soporté el abuso, la degradación, la humillación y


esperé mi momento. Quería venganza y la tomé. Los
Lords dan lo mejor que reciben y las consecuencias
fueron feroces, pero hay una verdad cuando se trata de
Killian, Dimitri y Tristian.
Mantienen lo que es suyo.
Querían quebrarme, pero en lugar de eso, me
moldearon en su perfecta debilidad. Lucharon por mí.
Sangraron por mí. Vencieron por mí. Fui puesta a
través de la armadura y salí más fuerte. Me gané el
título de Lady.
Luego se convirtieron en mi debilidad.
Estuve de acuerdo en dormir bajo su techo, pero
en mis términos. No más reglas, no más castigos, no
más cámaras ni códigos de vestimenta ni colarse en mi habitación. A cambio, les daré la
oportunidad de ganar el título de Lords.
Generar confianza lleva tiempo, pero con todas las amenazas pisándonos los talones, ese
es un lujo que no tenemos. Tenemos que confiar unos en otros a pesar de nuestro pasado para
encontrar a un asesino, un acosador y un traidor.
Esta nueva vida de dolor, ira y misericordia es un laberinto confuso de giros y vueltas.
Afortunadamente para nosotros, siempre habrá una constante fija que nos guíe a casa:
La Realeza que hay en nosotros.
Sobre las autoras
ANGEL LAWSON
Angel Lawson vive con su familia en Atlanta, GA y tiene una obsesión de toda
la vida por crear ficción a partir de la realidad, ya sea con pintura o palabras. Ha
escrito tres libros para adultos jóvenes y un romance para adultos. En un día
típico, puedes encontrarla escribiendo, leyendo, planeando su escape del
apocalipsis zombie y tratando de quitarse el brillo de debajo de las uñas.

SAMANTHA RUE
Samantha Rue es una diseñadora gráfica profesional que dirige una empresa de
diseño de medios y portadas de libros durante el día, y escribe sobre imbéciles
trágicos durante la noche. Tiene un marido y un gato, y escribe libros muy largos
porque no mata a sus queridos personajes. Ella los nutre. En situaciones angustiosas
y sexys.
Nosotr@s

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