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Corporación Universitaria Unisabaneta
Es diferente la eutanasia al suicidio asistido, el cual consiste en morir con la ayuda de otro, pues el
paciente no puede hacerlo por sus limitaciones físicas o psicológicas. La distanasia, también
conocida como encarnizamiento terapéutico, es lo contrario a la eutanasia y consiste en retrasar el
advenimiento de la muerte todo lo posible, por todos los medios proporcionados, aunque no haya
esperanza alguna de curación y aunque eso signifique exigir al moribundo unos sufrimientos
añadidos a los que ya padece y que, obviamente, no lograra esquivar la muerte inevitable, sino
solo aplazarla unas horas o unos días en condiciones lamentables. La distanasia es un error ético y
una falta de competencia.
Si con 18 años se considera a una persona lo suficientemente madura para manejar su vida y
aceptar la responsabilidad de sus actos, ¿por qué no va a serlo después, cuando ya ha adquirido
madurez? Por otro lado, si el suicidio no está penado, no parece muy coherente que sí castigue a
quien auxilie a un suicida porque realmente está cumpliendo los deseos de éste. Sin embargo,
resulta complicado saber si realmente se están cumpliendo los deseos de la otra persona porque
el consentimiento puede ser revocado en cualquier momento y en consecuencia el enfermo
podría arrepentirse en el último momento y renunciar a su derecho a morir.
Para muchos la eutanasia pasiva es aquella en donde se suspende el tratamiento que ya comenzó
el paciente, así dejando de intervenir en el proceso natural de la enfermedad, que lo llevaría hacia
la muerte inevitablemente, por el contrario la eutanasia activa se entiende como aquello que se
distingue por intervenir causando la muerte de una manera rápida, sin dolor, ya sea directa por
aplicación de una dosis letal o indirectamente suministrando analgésicos que en sus
efectos causen otra alteración y por consecuencia causen la muerte, siendo así una acción
de doble efecto.