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DELU \/.,_
RELIGIOSAS CARi}IELITAS DESCALZAS
!le Qiom¡.¡ie!)ttc, en .lrnncia,

DE SOR MARÍA DE LA ENC"P NACIO N,


Reli'giota del milllt() !tfo~tlllten'p_·. ;:. ~
te ~··
F.stá to~da del pc:riódiro L'linivu s, núm. S3ti, q::;;.rupc :ñ¡dC
:'11 t t) de julio dol Jiio de •836, r.n C'l.,rlieulo Pnrirté$ .

1\IAD RID:
lMP.nBN TA Y F ONDICIO N DE D. B. AGUADO.

~J'./.z.

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PROLOGO DEL TRADUCTOR.

NADA recoTWCc la Iglesia por mas elevado


ni admirable que sns Mártires, á quienes mi·
¡·a y nos los presenta corno á héroes, que
co1t stt valor y constancia la !tan rodead o
de gloriosos resplandores ; como á padre s
que la han !tecito fecun da con su sangr e; y
como á generosos y valien tes atletas que
combat'iendo por ella la !tan defend ido. El
título de Mártir es tan alto ,. esclarecido,
que san Cipriauo no encuentra dijicu ltad
en hacerlo mpan:or awt al de Apost ol; por-
que, segun advierte el Santo, nada /;ay mas
precioso ni mas csccleutc en el cristianismo
que la carida d, y el nwrtir io es el acto mas
lwrói'co de esta virtud , como lo eruc1ia el
mismo Jestteristo dicien do : No hay amor
mas grand e que el del que da su vida por
stt amigo.
o
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lV
De aqui nace el admirable cuidado que
siempre puso ús 1glesia en recoger las pre-
ciosas reliquias de los que sellaron con m
.rmtgre la doctrina pur{sima de m celestial
Esposo ; de aqui el respetttoso esmero con
que toda~ia las. conser~a, pues si en los p ri-
mero•· siglos erigían t·emplos sobre las twn-
ba.· de los mártires , ann hoy quieren esrcn
colocadas algunas partlculas de ms sagra-
dos huesos en todos los · altt1rcs en q~tc dia-
riamente se sacrifu:a el Cordero ümuu:u-
latlo; . de aqui en fin la religiosa exac-
titud con que, en los registros que aun hoy
CO!LServan el titule de Jlfartirologios, notaban
los 1wmbres y las circwutaMitts de la glo-
riosa muerte y hasta Zas menores octtrren-
cias ele los ilustres hdroes de la f e , de las
vlrgencs cristianas que manifestaron que
ocultaban el ?Jalor mas heróico e1t W t cuer-
po tienw y delicado.
Tales son las rcjlexiom:s que IUL produ-
citlo e1t nosotros la lectura de la !tistoria de
diez y seis Carmelitas de Compiegnc marti-
rizadas en 1794. Esta obra la debemos en
g ran parte al seíi.or obispo de la Roe/te-
La , que siendo 11icario general de Jcsus
y superior de las comwtidades relig iosas
do la misma diócesis, exhortó á Sor María
de la Encarnacion (que desde muclw tiem-
po antes vivía retirada e1t el liWIULSterio de

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V
Carmelitas de aquella capital) cí que escri-
biese la relctcion de sus antigcws compaíie-
ras , con quienes !tabia 11ivido cerca de
ocho mios.
Esta Religiosa , que era persona' muy
capaz por sn escelente edncaCC:on y su g ran
penetracion de entendimiento y fidelidad
de su memoria , que nada olvc:d aba, y recor·
daba con muclw orden las ideas, tonió por
o,bediencia á su cargo el trabaj o que se le
pedüt; pel·o las nutc!tas ocupaciones de Mr.
de l7illeconrt le hicieron p erder de 11ista lo
que ltabia recomendado d Sor ilfaría de la
li:ncarnacion ; y asi es que hasta despnes
de haber mtwr·to ella, en 1 o de enero último,
que como superior d el monasterio se vió obli-
gado d hacer el . reconocimiento de los pa-·
peles de esta religiosa , no snpo · qne ' !tabia
cwnpliclo sus deseos.
El objeto coú. que J,abia escrito una re-
lacion tan tiernct y llena de interés era el
de que se insertara en las crónicas del .con-
'llen.to de Compiegne; mas el piadoso edit01·
quiso darlct á la luz pública , persc.t{{.diclo d
que jJoélria servir de cdificacion á la 1gle-
sia entera , y convencido de que el martili o
de nuestras santas r·eligiosa s en nada cede á
la mayor earte d e los heclzos que not admi-
mn .Y edifican en la Historiá Eclesiástica.
Recmió para ello las hojas stteltas que

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VI
María de la Encanwcion no !tabia tenido
oportunidad pal'Ct arreglar , y conser-
va.ndo escrnpulosanumte los !techos, su nar-
raáon y aun las mismas palabras de que se
vale la Religiom en sn obrct, lo puso en el
propio orden que le lwbda dado Sor María
á 1W impedírselo .rzt anticipada muerte. De
los tres libros en que se rli•icle esta historia,
el primero contiene la relacion de las per-
secuciones del tribwwl y muerte de las l'e-
ligiosas ; el segundo noticias particulares
sobre· cada una de ellas , r el tercero las
notas y documentos justificativos que se ci-
tan en los dos anteriores. El editor la Iza
enriquecido con varias notas; y acaba dan-
do rioticias muy interesantes sobre la Ma-
dre Encarnaáon; mznqzze tanto en ellas co-
uw en el cue1po de la obra nos ha sorpren-
dido no cncon.tra r la conversion de Mr. de
la il'/enardiere por Sor Teresa de San
A gustin. JIJr. Menartliere, r¡uc se !tallaba en-
cerl'ado en la misma prision que nuestras
religiosas , ltabia ca ido en ltna incredulidad
sistemática; y la Priora, animada de ztn celo
entercmzente divino .}" compadecida de szt
alma, tomó ci su cargo convencerle de los
principios de la fe, y no lo !tizo en ?lctl!o,
pues llegó ci inspirarle el heroísmo de los
p rimerós mártü·es de la Religion, y tuvo la
f'elicidcul tle subir al cadctlso en union con

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VIl
las santas Religiosas, mostrando el mismo
valor que ellas y !taciendo la · misma pro-
fes ion de fe.
Sabido es que la impiedad é increduli-
dad del siglo Xf/lll se ha 11alido, para ha-
cer· creer el supuesto cauti~erio de las reli-
giosas esclaustradcts, de declamaciones ri-
dículas y furibundas, ya asegurando que
las mas de ellas habían sido obligadas á
entrar en los corwentos con la misma violen-
cia ó poco menos que se usa con los mal!te-
clwres al ponerlos en galeras, ya que mal-
decían el dia en que alli entraron, r saln-
daban desde lejos como á la aurora de su
felicidad al en qzte pudieran sacudir tan
dttras cadenas; ya Utmbien que al punto
que se les propusiera la libertad de salir de
sus monasterios escaparian de ellos con tan-
ta rapidez como se {anzan en la region del
aire las a~es á quúmes se lw tenido encer-
t·adas en una j aula estrecha. Pero czeando
.forzar·on la barrera de tan sagrados asilos,
¿ qné confusion debió ser para estos filó-
sofos libertadores, y qué r·econ~encion tan·
solemne 'Ver 1:nundados en lágrimas los ojos
de las ilustres prisioneras de Jemcristo, y
oírlas quefarsc de la 11iolencia que se luwia
á ms corazones separándolas de los lngare.r
que amaban como únicos que pztdieran !ta-
cer su felicidad P

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vnr
En c.-te punto no tenemos que !tacar es;;
ccpcioiU:s ni 1Wtar cstra<~íos en 11Í1tguna de
la.r religiosas Carmelitas de Comp iegnc ,
¡mes tan luego como las acltaron de su
11wna stcrio , buscar01t nwdo de contin uar la
'Vida de conum idact ( atwque solo en la .for-
ma posible) c1~ las 11arias casas en donde
se 'IJieron obligadas á rc.fng iar.ra; y ni la
'IJOZ de la sang re , ni los 1•íncu los de pal'en -
tesco que las llaiiUlban á otras en !JILe 1111--
biaran podid o r•star d cnbiarto del Jnror re-
volucionario , pudieron mas elt ellas que as·
ta especie de sombr a de 11írla religiosa que
forma ba su.r delicias. Al llegar d esto no
podenws dejar ele record ar la animosa con-
ducta ~ne observó una j oven r·eligiosa l/a-
. macla Sor Consta nza, que aún no lwbia pro·
fesad.o porque se lo imped ía el decreto de
la Asamblea constitttyente. Sus padre s, á
quienes consiguió arran car, por decirlo asi,
el consentimienro en 1788 , lucieron cuanto
¡mrlierOit por 11olver la á su ca;;a; mas 'IJien-
do el niugw t .fruto de sus tentativas ape-
laron á la .fuerz a por medio rla tma inti-
macio n jurídi ca. La joven novicia, dice Ma-
rta de la Encar nacion, .rín turbarse con
una intimacion tan estraíia y amen aza-
dora , respondió á la orden que se le inü-
maúa en nombre de la ley: "Seílo res, yo no
!te entra do aquí sino corL conse11tintie nto de

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IX
mis padres, y si estos quiere¡¡ hacerme sa-
lir porque sn ternura se COI/1/lltcve con la
idea de los peligros que puedo correr si
me qt,etlo , les doy gracias, pero nada sillo
la muerte podrá separarme de la compa-
rUa do mis amadas litadres. Y vos, herma-
no mio, cí quien tengo el gusto de ver pro-
bablemente po1' la última 1JIIZ , asegurad cí
nuestr()s amados padres, que si ahora reluuo
acceder á sus deseos, tle nin grm nwdo lo
hago porqne los mire con indiferencia, an-
tes bie~t es mny doloroso para mi corazon
tener que ocasionarles esta pena; pero al mis-
mo tiempo creo que no pueden llevClr á mal
que yo siga los impulsos tle mi conciencia.
He aqtti {Cl parte qtte reclamo de esa liber-
tarl CltJ'aS ventajas tanto se decantan.''
¡Cuánto agrada y conmue11e ver esta.<
esposas de Jesucristo ante el tribunal! ¡Qué
caracter tan dig1w el que 11Umifestó la
santa Priora en todo el tiempo que duró el
interrogatorio! Acúsales el sanguinario Fou-
quier J ainville tle que en m convento lut-
bian ocultado armas para los emigrados, r
sacando al punto la Jltadre Priora un Cm-
c{fijo que llevaba en el peclto, le dice : "Aquí
estan; estas son las únicas armas que siem-
pre hemos tenido en nuestra casa, r no po-
drá probarse que !tayan .rido otras.''
Asi ella conw las demás religiosas no

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X
mostraron menos presencia rle espírittt, prtt-
denc ia r dign idad en toda s ms respnestas.
Oyen do Sor Marí a Enri queta que el ttcusa-
tlor público las trata ba de fanát icas, d~jo
'!lolvü!nrloJ·e á los jueces: ¿ Quereis decim os
qué enten dcis por fanát icas? irrita dos aq•w-
llos no le contestaron süzo con un torrente de
il~jurias; pero nues tra reli(Jiosa sin
alter ar-
se les dijo con nn tono }irm e y cifor zado :
"Ciud adan os, es obligacion "'uestra contes-
tar á las dema ndas de los que fu;:;gais, y
yo exijo me tliga is lo que entendei's por fa-
nátic as." "Yo entie ndo en eso, repuso Fon-
quier Jairwille, vuestra adltesion á cree~t ·
cías puer iles, y ?Jucstras necia.r prác ticas de
l'aligion ."·Al escuchar Sor lliaria Enri qtwtf t
seme jante contestacion, ?Jolvióse á la Mad re
Prio ra r la elijo: "Am ada Madre y !terma-
nas mias , ra acabais de oir al acusador que
la cau.ra da nue.rtra umerte no es otrrt que
mtestt'tt adltesioJt á nuestra santrt Rcligion:
ya !tamos conseguido lo qtte todas rlescá·
bmnos; grac ias sean dadas á aquel que .fue
el prim ero en enscr"iarnos con m ejem plo la
scndtt tlal Calvario. ¡ Olt qué .felic idad lrt tic
nwri r por Stt Dios! "
Y lo .fue muy gran de para astas ?Jírgc-
uas celestiales al morir por Dios. Lueg o que
oyeron pron uncia r la scntencict de StL muer -
~c se '!lió retra tado al gozo en m.s
semblaiL·

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XI
tes, que lwsta aquel punto solo habiaJ¿ ma-
nifesta do la mas r~f'able seren'idad, y die-
rOJt gracia s á los jueces porque asi les
procw·"ban el logro de sus ardien tes deseos.
Cuando ya camina ban al lugar donde de-
bia constmwrse st¿ noble sacrificio , iban
crmtrmdo el salmo Misere re, [c¿ Sal ve Re-
gina y Te De u m; y luego que llegaron al
pie del cadalso entona ron el Ve ni, Crea to r·,
y renovaron las promesas del bautüm o y
lo•· ~lotos de m pro.ft!sion. Pelase no .rin gran
asombro, dice AJaría de la Encam acion,
que el verdug o, {t¿ guardi a y el populacho
{r¿s deJaban cumplir trcuu¡uilameu fc con e.r-
tos -actos de religiot¿ sin man~fcstar por
ellos el menor disgust o ni la ma.r leve im-
pacien cia; y aun se oian voces de la mis-
ma turba rpte esclqmaban: "¡Qué almas tan
bellas! ¡qué aire tan celestial! Si no tienen
ya rtbt:erta s de pm· en pcu· las puerta s del
paraís o, preciso es que est·e n cerrad as para
todos." L" dignr¿ superiora, que á eJemplo
de la Madre de los Macabeos pidió al ver-
dugo que no la sacrificase sino la ú/1 i11w partt
poder animar á todas ms !tijas á renovar
el sacr{ficio que hacían á Dios de ms vidas,
y morir con alegría , tuvo el consuelo ine-
fable de introducirlas, por decirlo así, en lr•
patria celestial, tln11de pMó ella por último
á rewtirse con stt rli11ino Esposo , lle11anclo ltt

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XII
j usta co,~ficmza de recibir de su mano· la
palma del martirio. Sobre tu¡tt.Cl glorioso
teatro brillaban tollas las condiciones y to-
das las edades. La sangre de la nieta del
célebre Colbcrt corría mA!:;clada con la de
dos lwmild es torneras, mas ilustres por stt
fe y sn valor que cuanto hubieran podido
serlo por los mas esclarecidos títulos del
nacimiento y de la gloria de ms ante-
pasad os.
Creemos que basta lo dicho para dar á
conoce r el mérito de la obra que anuncia-
mos ; y la recomenfjacion mas alta que ]XJ-
demos hacer de ella es repetir que el setior
obispo de la RocMlct es su editor. Las eo-
nwnid ades religiosas, las almas piadosas,
r cttantas miran con interés nuestra santa
f e, querrá n adquirir este libro, en que ade-
más de lclS noticias de edificacion. hallar án
un precioso documento ltist6rico.

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RRLACION HISTÓRICA
[(dt'gúl sat lA•r-
tlt los ptrsec.uc.U,IIu, juicio y nuutt'le de las
m~litos Jucn.f!ll.l Jel NIWenl o Je Ct»np
üpe, eA Fmnei11?
cuyos cuu-
llwt:rttts ""el cmlnlso el tlifl t '} Jejulio de 179!h
o que Jiu; de
JIOI estmt IC¡mltmlot CJI el cemt'rllt:rio tlel corwent
.A.nt01do,
rrbgiom-1 Jel Sn¡>'rodo Conr:.on, a el armlml de Sa11

terct~ JI! París,

Enear·
Obn pó:stuma de b rt:v~~da Ahdre Sor ~h.ría de. la
nacion 1 de la misma comunidad de Compiegnc.

-- ~~"-·

E s'l'A obrit a, recomendada de los literatos,


que (lublica en Franc ia el Univers, periódico
relig•oso, político, &c. ,' del d in 19 de julio
de 1836, ha escitado en un sacerdote espa-
ñol el deseo de que se conozca entre nos-
otros u n escrito que sin duda edificará á las
personas piadosas y dará nuevo lust re al es-
tado religioso.
Pero además de estas causas tiene el tra-
ducto r otra pecul iar á su persona, y es la
clevocion que profesa á santa Teresa de Je-
sus, gloriosa madre de las religiosas cuya
santa muerte es el asunto de este opúsculo.
¿Y cómo dejaría de ser grata á la santa he-
roina la memoria de un triun fo tan siogu -
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lar, conseg uido contra la impiedatl, <¡ue tie-
ne todas las sciíales de un verdadero mar-
tirio, alcanz ado, no por una ó dos hijas de
sn sagrada orden , sin o por ttn a comun idad
¡>ntera? Bien se puede decir que si en la pa-
tria celestial tuviese lugar la envidia, la
tendría la Santa á estas hijas suyas, al ' 'er-
las adorna das con una corona que la Santa
apeteció y proc.uró con ejemplo s.ingul ~r,
y acaso nunca VlSt0 1 en SU miSma mrancta.
Por tanto, el u·aduc tor cree hacer obsequ io
á santa Teresa public ando las gloria s de
hijas suyas tan ilustr~>s, y <¡u e cuanta s go-
za~ ~e título le agrade cerán el peque ñisi-
mo tril'bajo qu e se ha tomado en esta publi-
cacion , mucho mas cuando la lectur a de tan
heróicos ejemplos J?Uede servirl es de con-
suelo en las amarg uras de c¡ue se ven rodea·
das; siendo sensible que no pueda tradu-
cirse toda la relacion por entero , en razon
de que algunas circunstancias de la misma
podían ocasionar disgusto á personas poco
pruden tes que llegasen á ve¡· este escrito.
Entt•c las mucha s y muy florecientes co-
munid ades de religiosas de Franc ia, se dis-
tinguí a la de Ca rmelitas descalzas de Com-
piegnc , dióces is de Amiens. La ¡•eina Maria
Lckzin ska, esposa de Luis XV, y las prince -
sas de la real sangre , visita ban cou frecu en-
cia esta casa, y pasaba n en ella con licenc ia

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tlcl Sumo Pontífice muchos tlias, especial-
mente en los de entradas ó profesion de
alguna religiosa, en que adcm1ís de asistit·
al coro , colocadas entre las hermanas de
velo blanco, hacían en el refectorio los ofi-
cios de sirvientas y lectoras. Pero estas dis-
'lincioncs y otras que se pudieran citar tan
plausibles para la comunidad, nnda suponen
á presencia del esplendot· que dió al mundo
en sus postreros momentos, por el heroísmo
con que las quince religiosas y dos sirvien-
tas de fuera de que se componía, dieron su
vida por Jesucristo de una manera compa-
rable con la valentía de los mas ilustres
mártires.
Antes de referir este glorioso triunfo da-
remos una idea individual de las religiosas
que mediante la gracia de Dios lo consi-
guieron. Sea la primera la reverenda madre
priora, Sor Teresa de S. Agustin, en el si-
glo ll'laría Carlota Sidoine. Había nacido en
Parts en ~2 de setiembre de 1752. Aunque
estaba adornada de mucho espíritu, piedad
muy sólida, y desde muy temprano animada
de vocacion al estado religioso , no po(liau
reali~arsc sus intentos porque la fortuna
de sus padres era tan corta como grande el
caudal de sus virtudes. Para que lograra la
virtuosa joven el cumplimiento de sus de-
seos, ordenó la Providencia que ·la Madre

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So1· Josefa de San Agustín ( hermana de
Luis XV I, llamada por esto en el sis-lo ma-
dama Luisa, y entonces priora de las Car-
melitas descai7A~s de San Dionisio de París)
sabedora de la virtud y santos designios de
la piadosa doncella, quisiese verla. Esto bas-
tó pa1·a prendars e de sus apt·cciables cuali-
dades, y que In Lomára bajo su patrocinio,
recomendándola :í su augusta hermana la
esposa de Luis XVI, Mai'Ía Antooieta de
Ausu·ia, de cuyas régias manos r ecibió lo
necesario para verificar su propósito.
Completó su sacrificio profesando en 17 ,
de mayo de 17? 4 en el convento de Com-
piegoc, y en memoria de su augusta pro-
Lectora la Priora de París, tomó su nombre
de Teresa de San Agustín. Durante el novi:
ciado y despues mereció singular cstimacion
de sus hermanas; y asi, cumplidos once años
de profesa, la eligieron prelada primera y
segunda vez, continua ndo hasta que al fren-
te de sus hermanas é hijas murió gloriosa-
mente por su Esposo. En su prelacía dió
aún mayores ejemplos de su virtud, singu-
larmente de mansedu mbre y caridad para
con sus hermana s; tambicn de auster idad,
tratándose á sí misma con el mayor rigor,
que procurab a ocultar y hacernos creer que
sus privaciones eran medidas necesarias para
conserva r su salud; y esta misma conducta

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observó en e-1 siglo despnes que fu imos lan-
zadas del convento; y aun en este tiempo
aumentaba sus mortificaciones á proporcion
que veia mas de cerca los estragos de la re-
volucion. Desde que ésta comenzó no se
apartaba de su espíritu el objeto que se
propuso la santa Madre Teresa de Jesus al
fundar su t·eforma, que fue rogar incesan-
temente á Dios por el exterminio de las he-
regías que en aquel tiempo reinaban en
Alemania y otras par tes. Penetrada de este
pensamiento lo recordaba frecnentemente á
sns hijas, diciéndolas que para llenar las in-
tenciones de la Santa · le parecía oportuno
que se hiciera en comunidad un acto de
consagracion á Dios, ofreciéndose en holo-
causto para aplacar la justa indignacion del
Señor, y obtener el remedio de las necesi-
dades de la Igles ia y del Estado. La conm-
nidad se prestó gustosa, y desde aquella tar -
de comenzó á hacer este acto, que continuó
l1asta realizar la oferta con el martirio.
Lct Madre San Agustin, que deseaba lle-
gase la hora de padecer, dejaba entrever es-
tos sentimientos en muchas ocasiones, y espe-
cialmente en una en que el cielo quiso anun-
ciar la dichosa suerte de esta prelada y su
comunidad. Hallábase en París acompañada
de su hija Sor María de la Encarnacion, que
escribió estas noticias, adonde habían ido
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con licencia del señor lligaud, superior del
convento, por comisiou del señor obispo de
Amieus, y de cuya obediencia nunca se apar-
taron. Estando reunidas un dia las dos, se
acercó un joven muy virtuoso que venia de
acompañar al señor obispo de San Papoul, y
las refirió, que estando este prelado en la
ciudad de París , adonde habia ido á sacra-
mentar á una joven piadosísima, ésta, al tiem·
pode encomendarla el alma, juntas las ma·
nos y fijando los ojos bañados . en lágrimas
en el Crucifijo, esclamó: "¡Ah! ¡que es 1o que
veo! ¡Dios mio! ¡No basta para apiadaros la
sangre de nuestros confesores, sino que exi-
gís la de vírgenes consagradas á vos !" Y
mandándole el venerable prelado que digera 1
lo que veia, ''yo veo, respondió, gran n{omero
de religiosas, .y en particular una comuni-
dad entera, degolladas por la hoz revolucio-
muia;" y diciendo esto espiró. .
Reunida la Madre San Agust in <l sus hi-
jas, vivió sin separ arse de ellas, y en cier-
tas horas observaban disimuladamente y en
lo posible sus santas leyes, hasta que juntas
fueron al patíbulo, siendo esta religiosa de
cuarenta y dos años de edad y veinte y uno
de hábito.
2.a La Madre Jestts Cmcificado, en el
siglo Antonina Piecourt, nació en París en 8
.de setiembre de 171 5; entró en la religion

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en el mismo convento en igual mes. del año
de 1734, y profesó en el siguiente: vivió
siempre en profunda humildad y con la o])e·
diencia de la novicia mas sencilla. Cuandb
oia referir los escesos brutales de los r evo-
lucionarios, de<:ia: "¿podremos aborrecerlos
cuando nos abren las puertas del cielo? No,
roguemos á D ios por ellos;" cuyas depreca-
ciones repitió hasta el último suspiro.
3.• Lct ll!fctdre Resurreccion, en el siglo
María Fourct, natural de Meaux, entró en
la rel igion profesando á los 21 años en el de
1736, por : medio de una vocacion estraor-
dinaria, que nos refirió en comunidad por
orden de la prelada, que quiso satisfacer
nuestros deseos de saber cómo con un espí-
ritu tan vivo y divertido pudo reducirse á
abrazar la vida religiosa; y obedeciendo á
nuestra Madre habló de esta manera: "Ha-
hiendo quedado huérfana en la edad ele diez
y seis años bajo la clireccion ele un t utor
algo severo, me retiraba á veces ele mi casa
á la de algunos parientes y conocidos para
disfrutar de las diversiones de que · ca recia
en ella, y á que tenia entonces una inclina-
cion furiosa,. y especialmente al baile; pero
Dios, que me quería para sí, dispuso que en
una ocasion, hallándome entregada á este
pasatiempo, ocurriese un lance trágico, á cu-
ya vista dejé la concurrencia y formé la re-
o

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solucion ·de dejar tambien el mundo." Est a
vocacion tuvo poco de deliciosa, pero fue
sólida y eficaz , como se ve por la prontitud
con que fue correspondida, y la constante
fidelidad de esta religiosa en la observancia
de sus reglas, y en el celo con que ejerció
Ios cargos que le fueron confiados. Se cono-
ció esto particularmente en la asistencia de
las enfermas, pues¡ las achacosas de males
mas repugnantes llamaban pl"incipalmente
su atencion. Asistiendo en una ocasion á uná
corroída de un canccr estendido por su
cuerpo y que la privaba de movimiento, te-
nia que reprimirse para disimular el asco
consiguiente á la vista de tal objeto, y al
mismo tiempo necesitaba esforzarse para mo-
ver á la postrada paciente. Estas violencias,
repetidas por horas en los muchos días que
duró la enfermedad , hicie~on mucho estra-
~o en la enfermera, que procuraba ocultar-
lo á la vigilante prelada, pero en vano. Es-
ta conoció que la enfermera se desmejoraba
demasiado, y determinó poner á otra en su
lugar, á lo que se opuso Sor Resurreccion,
alegando, entre otras razones nacidas de su
fervor9sa caridad , qüc la enferma · podría
esperimentar quebranto entre otras manos
no acostumbradas á tratarla, por lo que su-
plicó á la prelada la permitiese tener el con-
suelo de asistirla hasta la muerte y cerrar

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sus ojos. Asi se hizo, y la enferma falleció á
pocos días.
Esta escelente obra de misericordia reci-
b ió de contado el premio, sanándola Dios
prodigiosamente de una perturbacio n con-
traída en el cerebro por haberse aplicado
muy cercana al fuego en una labor propia
de su oficio: compadecidas las hermanas de
su desgracia hicieron un voto reverente á
nuestra Señora, qlte fue o ido, y su razon se
puso tan restablecida , que ejerció despues
varios oficios de comunidad á satisfaccion de
todas ellas. Una virtod tan acrisolada tuvo
un pequeño eclipse, que se puede decir sir-
vió para realzar su mérito. Ya queda dicho
que nuestra mad re Priora, estando en ora-
cion , sintió impulsos de hacer u na oblacion
de sí misma y de la comunidad á la muerte
cuando amenazaban los peligros de la revo-
lucion; y habiéndolo manifestado á la co-
mu nid ad, q ue se conformó á hacerlo, al de-
cir que nos ofrecíamos en holocausto , m is
hermanas Crucificado y Resurreccion sobre-
cogidas de pavor se retiraron, y no parecie-
ron mas hasta Maitines ; pero en estos al
tiempo de comenzarlos se presentaron las dos
derramando lájl'r imas, y con espresiones hu-
mildísimas pid1eron perdon del mal ejemplo
que habían dado con su pusilanimid ad , y
suplicaron se las permitiese unirse con sus

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22
compañeras en la ~fena hecha á Dios: así
lo ejecutaron en el acto, y cumplieron á la
par de todas este sacrificio anticipado.
En el ele nuestra hermana Resurreccion
ocurrió una circunstancia singular que· real-
za el mérito ele su paciencia. Esta venera-
ble, que necesitaba usar de bastot1 para im-
dar por el convento, 110 podía bajarse del
carro ·é n que fueron conducidas al lu~ar
del suplicio. Las hermanas tampoco podtan
. ayudarla porque iban con las manos ata-
·das; y cansándose de esperar los conducto-
res, uno ele ellos enfurecido subió al carro,
no para bajarla 'con orden. sino para a'r ro-
jarla como una· carga pésáda y desprecia-
Me. Cuál qucd·aria esta respetable ancia-
na ele ocben,Út. años coí1 un golpe tan vio-
lento, maniatada. y de antemano debilitáda
. con una prision tan prolongada, ya se deja
entetide¡·. · ·
Los circunstantes la tuvieron por muer-
ta, y aun los menos piadosos no pudieron
menos ele echar en cara la brutalidad al
autor de este hecho inhumano; pero la· Pro-
videncia divina, no Cjtlerienclo privar á esta
su esposa de la gloria ·que tenia preparada
á sus hermanas, la Gonservó la viditcomo po¡·
milagro; y ,cuando la levantaron;' volvien-
do S~l rostro ensan'gren tado á los ti e ' la q
habían maltratado, les dijo: HNo creais que

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23
os abo tTezc o, antes bien os estoy agrad eci-
da porqu e me dejásteis vida para gozar del
hono r y la d i ch~ del mm·Lirio, que mis com-
pañer as y yo esperamos recib ir medi ante la
bond ad infmita de nuest ro Seño r Jesuc risto.
C>n estos sentimientos tan piadosos, y á los
cincuenta años de religi on, muri ó gloriosa-
ment e.
4. a La JI/adre S. Luis , subpr iora , llfarí a
.Antonia Brida n, nacida en Belford en el año
1?50 , entró en la reli.,.ion á los 20 años de
edad , y profesó en 3 !e setiem bre de 1 ??? ,
toma ndo ~1 sobre nomb re reli gioso de San
Luis. Fue de un carac t er muy dulce , y si-
lenciosa, aplic ada con partic ular cuida do á
la obser vanci a de las sagt·adas rúbri cas, que
estud iaba de conti nuo, y celab a no se qu e-
brant asen en lo mas mmim o. Ejerció tam-
llien el cargo ele subp riora con edificacion
y gusto de In comu nid ad, hasta la época
en que fue sacrificada con sus admi rables
comr aiicras.
:>.a La Jlladrc Corazon de MarEa. Esta
rel igiosa , llama da en el siglo llfarí a Anton ia
Fleam iset, y en la religi on del Corazon de
María, fue natur al ele Rcims, nacid a en 1?40.
Pasó al monasterio de nuest ra orden en
Compiegne , dond e profesó en 1?66. Estab a
dotad a de un talent o r aro y ele igual dis-
creci on, en térmi nos que se hizo digna ?e

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24
aprec io ent1·c las personas notables de la
corte , y despues en su comu nidad , especial-
ment e cuan do ocupó los cargos de depo si-
taria y torne ra. Fiel siempre á su profesion,
sigui ó valerosamente ,¡ sus hermanas hasta
dar la vida con ellas en el su plicio en 17
de julio de 1794 , á los 53 años de edad y
30 de hábit o.
6.a Lct Jlfadrc Eufr asia. Catalina Car-
lota Brar d, llama da en la orden Sor Eufr a-
sia, fue natu rnl de lll'llic , tomó el santo há-
bito en agosto de 1757, y p•·ofesó en el si-
guien te. Pose ía much o talento y no menos
virtu d. Su semb lante grave indic aba un ca-
r acter desproporcionado para un trato reli-
giosamente amab lc, pero su virtu d supli ó
de mane ra, que en las recreaciones ordin a-
rias de comu nidad alegr aba á todas sus
herm anas con sus graci as y suaves conv er-
saciOnes.
Estas prend as la merecieron la estim a-
cien de la Re in;~, esposa de Luis X V, gran -
de afect a á nues tra comu nidad de Compieg·
ne, en . la cual pasaba las temporadas que
podía , muy diver tida en oír á nues tra her-
mana Eufr asia, á quien llam aba su amad a
monja filósofa. Adm irába me yo de que tanto
talen to y virtu d no se emplease en los car-
gos de la casa , y asi lo signifiqué en una
ocasion al seiior Riga ud, nues tro supe rior

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25
inmediato , el cual me dijo: "Hija , hay al-
mas á qu ienes conviene para salvarse vivit·
en humillacio n y entem dependenc ia." Que-
dé bastante confusa con esta cspresion, pero
pasado tiempo tuve ocasion de conocer el
sentido de aquella misteriosa respuesta, por-
que al acercarse el tiempo del sup licio que
iban á sufri t· las religiosas de Compiegn e,
recibí un billete de Sor Eufrasia en que
me decía: "Mi buena hermanita , ayúdame á
da t· las gracias á Dios que me abrió los
ojos é hizo. conocer el precipicio á que me
cond ucía mi orgullo. Me humillé cuanto
mejor pude, y espero que mi Dios me per-
donará ; por lo cual, lejos de temer la hoz
revolucion aria , me parece que deseo la
muerte, y me tengo por dichosa en perder
la funesta libertad de ofenderle. '' T odo se
cumplió segun su deseo, teniendo 58 años
de edad.
7.• L a 111adre Jlfarla Luisa Frcrol. En
1753 nació esta doncella en Compiegn e; en
diciembre de 1777, cumplidos 24 años, pro-
fesó en nuestro monasterio de aquella ciu-
dad. Las virtudes de esta joven fueron tan
eminentes y sólidas, que llamaron la aten-
c ion de la comunida d, en la c¡ue se g rangeó
por ellas el renombre de tesoro cscolldido.
J\Ie parece necesitar la capacidad de un an-
gel para describirla s con exactitud. Stt re-

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26
cogímíento era tan profundo que parecía
no se apartab a de Dios un momento; y pa-
saba tanto tiempo en el coro sin libro ni
otro despcrtatlor de la devocion fucm del
de las lloras Canónicas, que no pude con-
tenerme en pregun tarla en una ocasion có -
mo podía sostenerse tan largos ratos sin apo-
yo sensible, á que me respondió con la ma-
yor sencillez: ''Herm ana, como nuestro buen
Dios descubre en mí taLlla ineptit ud que
nadie seda capaz de instruirme sino él mis-
mo, se digna tomarse este cuidad o:'' respues-
ta que descubre el gran fondo de aqt1cl es-
píritu. Tan abstraída la tenia esta íntima
unioo con Dios, que aseguraban las religio-
sas no haberla vista nunca faltar al silencio,
ni alterarse lo mas mínimo en las circuns -
tancias mas penosas; de suerte que tronab a
sobre nuestras cabezas la tempestad revolu -
cionaria , y no perdía San Ignacio (que así
se llamab a en la Religion) su profuodo y
tranqu ilo recogimiento, unida y fija en el
blanco de su amor.
Quiso Dios poner ,¡ prueba á esta su sier-
va, permitiendo que su familia determinase
llevarla á su casa luego que fue lanzada del
claustro por los decretos de la Asamblea;
pero resistió á esta fuerte solicitud que du-
ró cuatro ó cinco meses, t·epitiéndose unas ve-
ces con amenazas y otras con promesas. Al fin

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27.
tuvo que ceder algun tanto por orden de
nuestra ·Madre Priora, y el motivo en que
ocurr ió una maravilla; fue el siguiente.
Hab iendo dado á luz un hijo la hermana de
esta religiosa, y hallándose la familia llena
de gozo, tanto por ser el primer hijo va ron
·como por su hermosura y robuste-¿, com•i-
darou ;\ la l\1ad1·e San Ignacio para que asis -
tiera al bautismo. En lugar de acceder al
convi te hizo lo siguiente : luego que oyó
hacer señal para la ceremonia me suplicó
la acompañara en la deprecacion que iba lÍ
hacer. Vine en ello,-y la oigo que esclam~
con el mayor fervor : "Seño1', á quien toda!
las cosas están presen tes, dignaos ele escu-
char mi súplica. Si ·este niño no ha de ser
un sanfo, llevadlé para vos para que sea tUl
·angel en el cielo." La súplica fue tan eficaz,
·que á la mañana siguie!lte vinieron á avisar
que babia fall eci~o la criatura, btnlando
las esperanzas que daba su robustez. Con es-
te motivo óleterminó nuestra Madre que San
Ignacio fuese á visitar á su hermana, y que
)'o fuese con ella. Se hizo la visita, y des-
pues pasamos al cuarto en que esta])a colo-
cado el cadaver; y hallándonos las dos solas,
la tia cogió el cuerpecilo, hablándole con
tal ternura· y deprecaciones tan fervorosas
que escitaban ' á una muy tierna devociou.
Entraron en estó los cirujanos, que no podian

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28
creer que estuviese muerto el niño, é hicie~
ron grandes esperimentos para asegurarse;.y
luego que se convencieron de que estaba si11
vida abrieron el cada ver, y reconocido de-
clarat·on hallarse todas sus partes y miem-
hl·os en estado de perfeccion, y que no podían
esplicar las causas de aquella muerte; pero
yo, que fui .testigo de la oracion de lama-
dre San Ignacio y tambien de su virtud,
no dudé, y creo todavía, que la muerte del
niño fue efecto de sus ruegos, y como una
prenda de la gloria que tenia preparada el
Señor á su santa t ia por medio de la glo-
riosa muerte que sufrió á poco tiempo, te-
niendo 41 años de edad.
S.a La Mctdre ·Sor Enriqr.teta .4e Jesus,
ex-priora. Fue esta religiosa natural de Pa-
rís, nacida en .1745, y de tan CO!locida vir-
tud desde sus primeros años, que el señor
obispo de Amiens, Monseñor de Motbe de Or-
leans, se hizo cargo de dirigir su conciencia.
Satisfecho este prelado de santa memoria
de las escelentes prendas que adornaban á
esta joven, fue en persona á ver á la re-
verenda madr\') Priora y rogarla su admi-
sion encareciendo su mérito; pero no tuvo
efecto esta solicitud, y ciertamente medió en
este caso alguna providencia particular de
Dios. De otro modo no se comprende cómo
esta santa comunidad, mediante el dictamen

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~9
y respeto de tan recomendable prelado, á
quien todos miraban como á un santo, pudo
repugnar la admision de la señorita Croissy.
Al cabo de un año se sirvió el Señor conso-
larla disponiendo que entrara en el conven-
to, y cumplido su noviciado hizo la profe-
sion Cll 22 de febrero de 1?64. Asistió la rei-
na á esta ceremonia, pues además de que
~ustnba S. M. de estas funciones, coocurria
la singular circunstancia de ser la novicia
sobrina de l\'lr. Colbert, ministro de Estado,
de mucha opioioo en el ¡·eino, de lo eual to-
mó la piadosa princesa ocasion para exhor-
tar á la recien profesa presentándola lo su -
blime del estado que acababa de abrazar, y
su dicha en ser escogida para él , acompa-
ñando esta exhortae ion de espresiones muy
cariñosas y religiosísimas. A tan altos desig-
11ios correspondió la Madre Em·iqueta con
t anta fidelidad, que á los u·einta y cuatro
años de edad mereció que la comunidad la
escogiera por prelada dos veces consecutivas,
y dcspucs la nombrara mnestra de novicias.
Yo, qu e tuve In dicha de disfrutnr su magis-
terio, puedo ascgurnr que me pnrecia impo-
sible hallar persona que reuniese mas pru-
dencia y caridad q ue estn hermana.
No era menos su fortalc-ta ¡, cuando la
Asamblea suprimió las Comuuidades religio-
sas de ntlestro sexo, y se presentaron sus emi-

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30
sarios en el convento de Compiegne á esplo-
r:~r la voluntad de las que alla vivían, al lle-
gar á Sor Enriqueta el turno para respon-
der si se hallaba ó no contenta en el claus-
tro, puso sobre la mesa un papel y dijo: "Se-
ñores, tened á bien leer este escri to, y vereis
cuán inútiles son vuestras diligencias;" pero
no acabaron de leerlo: tanto les incomodó
su contenido, que era el siguiente, aunque
cspresado en elegantes versos.

OCTAVAS.

1:
F.l 5ello del error mnrcado llcvn
En .sus jui<:-iú& c::l mundo ('Orrompido
Cu~ndo los .S:!OtOS \'OlO~ det:tprueba
En su torpe ignor:md:a eo,·ilecido.
Vece d eogaiio 1 eo au error se etba
Por la$ roÍ$eras ;lori:n sc:duetdo;
Tr.u ellas corre sin temor ni freno~
Llenando cl ::thD3. de infernal ' 'eneno.

2. ·
Nuestu coostancin vence t\ au fiereza;
Con su odio implacable nos faooramos;
Su f•ls• t;bertod 1 su bellez.'
Por nuestro grato yug-o uo trotamos.

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31
Jluye de nuestras ahn111 ht tristct:\
Cu:aodo el (lbusiblc tlia record3mO¡
Que: en ti r«ioto amado del Carmtlo
f uimos cun11nlstil del St.:ilor del c:ic:lo.

3.•
Preciosos dones, "ruculos am:\dos,
Mas nu~stro Amor a.l t"Oiatemr)laros crec:c;
Rl mundo con su.s bienrs decantados
N:ul:t agratbble ¡¡ nut'Atra ''ist" ofrece.
Nuc:stro escarnio ¡ 6 mund:mos despiadados !
t\nte auectra altgría tft"lr:artte,
Que etcrnll, pura, \' i l"'.,; in :~l, dh,ina,
Vence al ciego furor c¡uc os alucina.

Por esta produc cion se puede calcula r,


no el mérito poético de la composicion, sino
la caridad que la dictó: debiéndose adverti r,
que los. versos fueron obra de solo un cuarto
de hora, y no se sabe qué admira r m as, si la
facil idad de escribirlos, ó la serenidad de es-
píritu de esta reJi.,.iosa en tales circun stan-
cias. Esta serenida~ incontr astable la conser -
vó hasta el último instant e en que entregó
el cuello á la cuchill a homicida, á los 49 años
de.eda d y 30 de r eligion.
9.n La Madre Sor Julia. Esta joven, lla-
mada en el siglo Rosalía Chrctie n, nació en
Loreau , obispado de Chartt·es. A los diez y
ocho años casó con un parient e inmedi ato

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32
que la dejó viuda á los cinco ó seis años.
Esta temprana muerte hizo una impresion
profunda en el corazon de Rosalía, y la re-
dujo al estado mas deplorable. Se privó de
todo trato, estaba casi siempre en la misma
habitacion en que vivió y murió su esposo,
vistió de negro sus paredes y suelo, y el ador-
no que le puso eran emblemas de la muer-
te, entreteniendo al mismo tiempo su ánimo
con la lectura de romances y novelas trági-
cas. Mr. de Vaux, eclesiástico respetable,
chantre de la iglesia catedral de Evrcux,
mirando con lástima á esta joven, de quien
e ra tio, se dedicó á hacerla entrar en razon,
y tuvo que sufrir por esta causa muchos me-
ses, premiando el Señor su paciencia con
darle el consuelo de que la viuda su sobri-
na admit iese su ' ' isi ta. Al verse los dos que-
daron en un profundo silencio, y despnes
de algun tiem po el venerable Sacerdote hizo
un razonamiento du lce, pero enérgico, á su
sobrina, que la volvió el corazon, rindiéndo-
se enteramente á los sa ntos deseos de su vir-
tuoso tio. Sin embargo, creia éste ver en su
sobrina señales de que su corazon no estaba
tranquilo, y la instó á que le descubriese sus
penas para sosegar su espíritu. Asi lo hizo la
afligida joven, manifestándole que desde la
primera vez que recibió á Jesucristo en el
Sacramento, este Señor la babia llamado á sí,

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33
inspir~indola deseos de abrazar el estado reli -
gioso, pero. que resistió constantemente á esta
g1·acia, y arrebatada de pasion hácia el di-
funto se babia desposado con él. Pienso, de-
cía, que Dios, quitándole de .mi vista para
castigar mi infidelidad, quiso tal vez por me-
dio de esta desgracia proporcionar un medio
para cumpi'ir ahora aquel primer deseo: ver··
dad es que siento gran repugnancia á la vida
morHística, mas es,toy resuelta á ejecutar cuan·
to sea necesario para salvarm e. Despues su-
plicó á su tio escrib iese á madama Luisa, que
con el nombre de Sor Teresa de San Agustín
se hallaba ele religiosa en el convento ele Car•
mclitas desc¡¡lzas ele San Dionisia de París,
adonde se retiró renunciando las grandezas
del mundo á que le llamaba· su cual idad de
hermana del rey de Francia Luis XV .
Esta virtuosa princesa correspondió á los
deseos de nuestra Rosalía, y dijo á su tio que
la llevase á su presencia . Asi lo hizo, y dés-
pues de una larga conferencia, le señaló nues-
tro convento ele Compiegne para que alli to-
mase el hábito, dándole S. A. una carta para
su prelado recomendándole á la pretendienta,
mediante lo cual y las pruebas debidas fue
admitida en el no"iciado.
Dió al principio mot ivos para teme1· que
no profesara, tal era el disgusto que mani -
festaba á sus compañeras. Quejábanse éstas
3

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á la prelada, que con superior espíritu las
decia: Paciencia, hermanas, dejemos obrar á
Dios, implorando sus misericordias. Vino esta
de lleno sobre la novicia , y desde que pro-
fesó fue una muger nueva, fervorosa, hu-
milde, y siempt·e atenta á complacer á sus
hermanas; y tan constante en su vocaciou,
que convidada por su madre y hermana para
q ue fuese á verlas cuando la comunidad ex-
claustrada por las órdenes de la república
no se r indió á los deseos de la naturaleza ni
al horror que ten ia á la guillotina, se sobre-
puso á estos afectos humanos, y asi D ios la
concedió la graci'a de una muerte gloriosa
teniendo 53 años de edad.
1O. La Jlfadre Sor Marla Enrü¡ueta.
Esta doncella nac ió de una familia en que to-
dos los que la com ponían presentaban la ima-
~en de la virtud y santidad. s~l patria fue
Casase en la diócesis de Cahot·s, y nació el
día 17 de junio de 1760. De los diez y ocho
hermanos que tuvo mur ieron los ocho en
corta edad, y de los otros diez, que cuatro
eran varones y seis hembras, solo uno quedó
en el siglo, y los otros tres varon·es siguiero n
la carrera eclesiástica, y l<1s hembras se de-
dicaron todas á la asistencia de los enfermos
en la Cong regacion de Nevers; y temiendo
n~estra her mana María An tonia Pebra (que
as1 se llamaba en el siglo) que podría peli-

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35
grar su candor en medio del mundo porque
estaba dotada de singular hermosura, deter-
minó retirarse á u rro estrecha clausura , y
escogió para ello nue~tro convento de Com-
piegne. Se presentó en él á nuestras herma-
nas, que sin dilacion la admitieron y dieron
el hábito en 1785, y profesó en el siguiente
con el nombre de Enriqueta, teniendo 26
años. A poco::tiempo fu.e nombrada ·enferme-
ra, destino que ejerció heróicamente basta el
dia de su dichosa muerte. Cuando la comu-
nidad compareció ante el tribunal revolu-
cionar io y se le leyó la acusacion, Sot· María
Enr iqueta, que oyó se les acusaba de fanáti-
cas, llamó ·la aten cion de los jueces y les dijo:
"Teried á bien esplicar nos qué significa esa
palabra." La respuesta fue llenar de injurias
á estas inocent~, pero Sor María sin alterar-
se insistió en su demanda, y entonces respon-
dió el que presidia el acto: "Por fanatismo
entendemos vuestra tei!aZ adhesion á creen-
cias y prácticas pueriles de Rel igion.''-"Mi
a.mada madre y hermanas, dijo ella · enton-
ces, ya hemos oido lo que tanto deseábamos:
nuestro deli to es ser fieles á Jesucristo; llé-
"inosle ~racias por esta honra, y sigamos has-
ta su hn el camino que nos lleva ahora al
Calvario y llespues al paraíso.'' Con estos sen-
timientos terminó su carrera en compañía de
sus hermanas á los 34 años de su edad.
o

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11. La JI!adre Sor Comtancia, l\Iaría
Juana i\Ieunier, nació en 25 de mayo de 1766.
Cuando entró en la relig ion tomó el nombre
de Sor Constancia, lJero en vit·tud de los de-
cretos de la Asamb ea no pudo hacer su pro-
fesion. Fue g ra nde SLt nmaa·gura, que llt•gú
{a lo ttltimo c uando sus padres, r¡ Lte á duras
penas la ha bían permi tido ab a·azar el es ta-
do reli gioso, resolvieron sacarla á la fuerza,
viendo que no bastaban pura ello insinua-
ciones ni halagos, T odo fue en vano, y á los
ministros de justicia qu e se presentaron para
obligarla á salir en el nombre de la ley,
como ellos decían, contestó: "Señores, yo
entré en esta casa con licencia de mis padres,
y no me sepa ra ré de mis hca·manas sino po r
la muerte.'' Venia coat los mi nistros un her -
ma no de Sor Constancin, y dirigiéndose á él
le habló de esta ma nera: "Hermano , decid
á mis padres lo que acabais de oir; pero cle-
cidlcs tambien <1ue mi rcsolucion no provie-
ne de indiferencia para con ellos y mi fami-
lia. Yo los amo tiernamente, y les agradezco
el cuidado con que me miran y desean mi
conservacion, á que atribu yo estas d ili gen-
cias: pero creo que no deben llevar (t mal
q ue siga los impu lsos de mi conc ienc ia mJs
bien q uc mis naturales inclinaciones.''
Con estos sentimientos subió al cadalso,
y tuvo la g loria de ser la primera de las víc-

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37
ti mas sacrificadas, segun me avisó la Madre
Sor Emiliana, superiora de las hermanas hos-
pitalarias de Nevers, en carta que d ice asi:
"Por persona que presenció la muerte glo-
riosa de las Car melitas de Compieg ne, supe
que la primera conducida al cadalso fue
h mas joven, llamada Sor Constancia. Antes
de su bir se puso de rodillas an te la prelada,
y pidió su licencia y bendicion para it· á mo-
rir, y en seguida se encaminó al lugar del
suplicio ó sacrificio, cantando el Salmo LarJ.-
date Domirmrn omnes gentes, sin permitir
que el verd ugo la tocase; en lo cual es no-
table que en todo este tiempo no sonó ¡el
tambor ni se oyó una sola voz, antes bien
reinaba un profundo silencio: tan to sorpren-
d ía aquel espectáculo." ·
12. Sor Espíritu Santo, hermana con-
versa , que es lo mismo que lega, Antonieta
Rousel, natural de Fresne, diócesis de Mea ux.
E ntró en· nuestro convento á los 26 años de
su edatl, tomando en la profesion el sobre-
nomb ré del Espíritu Santo. Esta buena Re-
ligiosa, habiendo su frido una enfermedad
habitual muy penosa con Ja mayor pacien-
cia, y tan to mas meritoria cuanto se opon ía
ó su genio naturalmen te vivo y labor ioso,
alcanzó del cielo el premio de stt paclecer
con una muerte gloriosa, cum plidos 52 años
y 26 de hal1er tomado el hábito.

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13. Hermana Sor Afcu·ta, tambien con-
versa. Habiendo ten ido esta religiosa la di-
cha de nacer de padres temerosos ele Dios,
se aprovechó ele ta l manera ele sus ejemplos
y de los que veía en toda la familia, que
trasladada despues á nuestro convento de
Com piegne en 1772 , fue el consuelo de sus
prelados y la cdiGcacion de sus hermanas,
y por último compañera de sus triunfos á
los 35 años de su edad.
14. Hermana Sor Francisca, tambien
conversa. Fue esta rel igiosa natural de Li-
qu ieres, d iócesis de Autun. Tomó el hábito en
enet•o de 1788, y profesó el siguiente de 89,
cuando se estaba viendo la destruccion de
las órdenes religiosas. Hízoselo entender la
prudente Madre Priora, mas ella, no menos
prudente, escogió la mejor parte, sobrepo-
niéndose {t todos los temores, y asi dijo á la
Prelada : "0 mi buena Madre, en logrando
yo la dicha de consagrarme á Dios , estoy
contenta suceda lo que sucediere.'' Una
muerte gloriosa en compañía tlo sus herma-
nas fue el resultado de esta gen~rosidad,
cuando solo contaba cinco años poco mas ó
menos de religion.
15. Lcu'sct Catalina Soiroct, tornera es-
tcrn¡¡. A los 30 años de edad ele esta sirvien-
ta, conociendo la comunidad su piedad y
prudencia , la admit ieron pat<a servir aquel

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39
fide-
dest ino, que desempeñó con la may or
el pun to de no
lida d, llevando ésta hasta la
de la com unid ad en
que rer sepa rarse el
laci on, por lo cual la hizo
g¡·ande tribu
Señ or part icip ante ele Sl1 victoria.
16. Teresa Soiro", otra torn era esterior:
ame n-
fue natu ral de Com picg ne, cstre mad
bon -
te herm osa, y de un corazon muy
ecie ron un sin-
doso. Estas prendas le mer á
la Lam bal, y la conv idó
gula r aprecio de
sigu iera , ofre cién dola las may ores
t¡ue la
may or
vent ajas ; pero ella las pospuso con la
rida d que busc aba de
generosidad á la segu S. A.
su snlv acio n, y nsi se lo cont estó á
te, lo que le cau-
respetuosa y deno dada men
só ig ual admiracion que sentimien to. s-
Continuó, pues, en la compañía de nue
tan cia; pero
tras Madres con la misma cons
ron la
ésta llegó á desfallecer cuan do le leye
mue rte, con muc ha ama rgur a
sentencia de
nes cons oló
de todas las religiosas, á quie n-
Dios viéndola vuel ta del desm ayo, y oyé
facc ion de su debi l idad , y al
dola dar satis
fio. vién dola acom paña rlas en el triun fo.
mo
· .Asi fuer on sacr ificadas en 11n mis
de 179 4, die-L y seis
d ia, el 17 de julio
es aun
víct ima s, vírgenes inocentes, en quien
podí a desc ubri r
la vista mas perspicaz nad a o
Asi se cum plió el sueñ
mas que virtudes.
una de nues tras herm anas , que
miste1·ioso de

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40
había visto á la comunidad toda entera
triunfante en el cielo, á escepcion de tres,
que no estaban destinadas :.í particip¡¡r de
este triunfo, ele las cuales fui yo una. Muy
dolorosa es, aunque muy merec ida por mis
inGdelidades, esta sepm·acion. Yo adoro por
ella los juicios de Dios, y poniendo los ojos
en mis compañeras felicísimas, ofrezco :.í sus
santos esph·itus, que podemos creer ya bea-
tificados, este pequeño obsequ io , á fin de
perpetuar entre Íos mortales el recuerdo
glorioso de su triunfo, en cuya rclacion
pnedo asegut·ar que he puesto cuanto cui-
dado me ha sido posible en no fal tar á la
verd<)d; sin embargo, no pretendo se dé á
mi rclacion otro crédito que el que merecen
las relaciones fundadas en autoridad, segun
tiene ordenado la Silla Apostólica, de que
me precio ser humilde y . obediente h ija.
' Hasta aquí la Madre Sor lVIaría E ncar-
nacion, rel igiosa del convento de Compieg-
ne, que merece singular y honroso lu gar en
esta historia, pues á sn celo se debe el con-
servarse la memoria de nnos hechos tan
gloriosos para la Relig ion, c¡ue, salvo el res-
peto debido al jnicio infalible de la Iglesia,
hay pocos en sus anales que puedan compa-
rárseles atendiendo todas las circunstancias.
¡Qué pérdida sería si permanecieran olvi-
dadas! Pnes este importante servicio se ,de-

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be á la llladrc Sor Encamacion, cuya vida
virtuosa y prendas naturales vamos á refe-
rir, para mayor crédito de lo c¡uc se refiere
en esta noticia, y á fin de honrar el nom -
bre de quien la escrib ió para nuestra edifi-
cac ion.
Nació Sot· María, llamada en el siglo
Francisca Genoveva Philippe , en París á 13
de noviembre de 1761. Emparentada con
las mas ilustres familias de Francia, y la
educacion esmerada juntamente con los ta-
lentos naturales que poseía, la hubieran
hecho gozar en el mundo una suerte bri-
llante. Pero Dios, que la q\tcria para sí, la
sneó de esta Babilonia, envi:indoln una en-
fermedad c¡ue por dos ocasiones la puso en
pelig ro de muerte. E o la segunda, cuando
todos creiau que iba á acabar su vida, se
sintió animada de una viva esperanza de sa-
nar por la intcrcesion de la Bea ta liJaría oc
la Encarnacion, Carmelita Descalza del rei-
no de Francia. Fue llena de fe á visitar su
sepulcro, y el último dia de la no1·ena de -
dicada á su culto, cuando parrcia c¡ue iba á
espirar, se halló perfectamente restablecida.
m agmdec im ieuto á Dios á Slt protec- y
tora le inspiró el deseo de consagrarse al Se-
ñor en lo m isma orden que profesó aquella,
y solo tardó en cumplirlo el tiempo necesa-
rio para asegurarse de su perfecta robustez,

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42
la cual conseguida tomó el hábito en el
convento de Carmelitas de Compiegne el día
23 de marzo de 1787, y profesó en el si-
guien te, tomando el nombre de su bicn-
hecho·ra en testimonio de su gratit ud.
llien pronto recompensó el Seiior el sa-
crificio hecho por esta hermana volviendo
las espaldas al mundo que tanto la lisonjea-
ha. Todo en el nuevo estado llenaba de con-
suelo su coraz on; y al mismo tiem po los
ejemplos de sus herm anas la ensei1aban el
camino de la mas alta perfeccion, y ella no
se desentendía de esta enseñanza, antes bien
recogía estos ejemplos con verdadera resolu-
cion de copiarlos eri sn persona.
Asi ca minab a nuestra herma na· cuando
la tempestad, que ya había tiempo amena -
zaba en Francia á las órdenes relígiosas, es-
talló y arrojó de sus casas á las esposas de
Jesucristo. María de la Eocarnacion pudo
busca r asilo en el siglo que había dejado ,
que la pusiera en segur idad; pero firme en
su resolu cion como 1as mas veteranas, per-
severó unida á sus compañeras : y si cir-
cunstancias posteriormente ordenadas por
la divina Provid encia la preservaron de la
muert e, no tuvo en ellas parte algun a nues-
tra r eligiosa, ni tampoco la libert aron de
un marti rio muy largo y trabajoso. Porqu e
¿cuán to no tuvo que padecer reducida á vi-

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la Sui za, fal-
''ir en las hela das mon taña s de
cstr cmo de tene r á ve-
ta de com ida has ta el
o de las yer bas del carn -
ces que ech ar man de aqu el
s
po , cspu esta á las incl eme ncia pre
pre bus cad a y siem
hor roro so clim a, siem que
aqu el enc nrni zam ient o
pers egu ida con
nob les y con
los impíos obs erva ban con los
:\ Dio s, á cuy a cl a-
las pers ona s con sag rada s
se pert ene cía n~te str·a her man a?
ió du-
La séri e larg a de trab ajos que sufr
, sed , rigo res
ran te la pcr·secucion, ham bre rcha s
niev es, lluv ias, n1a
del frio y del calo r , ero
s pen alid ade s de todo gén
forzadas y otra
ndo tran -
alter·ar·on muc ho stt salu d, y cua
bas tant eme nte deseó
quil izada la Fra ncia
de su ord en, las enferme -
volv er á una casa
turb ule n-
dad es con trait las en aqu ello s días Car·-
reu nió á las
. tos no lo pet· mit iero n, y se reti ro
par a vivi r en aqu el
mel itas de Seo s nido
pen sion ista , hab iend o obte
com o una
ias, aun que
par a esto las disp ensa s nec esar
ferv or par a segu ir , en
esta s no imp edía n á SLl
ban sus fue rtas , la disc ipli na
c uan to alca nza
bien edif ic6
com un de aqu ella casa , que tam
con sus virt ude s reli gios as.
de la ca-
Ten ia un cora zon tan poseído
algu no pJra
rida d, que no perd ona ba med io
nec esid ade s, aun -
soco rrer ul prój imo en sus
la oca sion aba n motivos
que fues e á los que
. En cier ta ocas ion hizo ren unc ia
de pad ecer

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44
de una considerable pension que la pertene-
cía por no disgustar á ou·a persona que la
solicitaba con menos derecho, y este des-
prendimiento recaía en favor de aquella al
mismo tiempo que la causaba bastantes in-
comodidades. Otras muchas cosas podría de-
ci t• en prueba de su virtud, de la cual ten-
go conocimiento por haberla tratado íntima-
mente por espac io de cua tro años, sienuo
superior de la casa de Carmelitas de Sens, y
muchas mas si Sor :1\laría hubiera tenido ;i
bien darme una relacion de los sucesos raros
de su vida; pero le crn muy repugnante
decir cosa alguna que pudiera ceder en ho-
nor suyo, y asi no se resolvió á ediúcarnos
con sus ejem plos por no permitirlo su hu-
mildad. Todas estas virtudes dan ·mucha au-
toridad á la historia que nos dejó escrita del
triunfo de sus hermanas, y corroboran mu-
cho mas su verdad las circunstancias de ha-
ber vivido cerca de ocho aiios con las reli-
giosas de que habla, y ndcmás las cualida-
des de su espíritu, que nos son perfectamen-
te conocidas. Podemos asegurar segun este co-
nocimiento, que su juicio era muy sól ido y
dist(tntc de vanas crcdul id a des; ten ia una
memoria firme y tGnnz, y g t·aude penetra-
ciot\ de espí ritu, al mismo tiempo que un a
vct·acidad superior á todas las considet·acio-
ncs: no diria una cosa que no fuese por

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ningun respeto ni atencion, y esto se cono-
ce bien por la imparcialidad c¡ue se advier-
te en el contesto del escrito, y se comprueba
con el poco aprecio que este le merecía. Em-
prendió este trabajo por mi insinuacion co-
mo hija obediente, pero no volvió á hablar
de este asunto; asi es que cuamlo mur ió me
reconvenía yo á mí m ismo de no haber pro-
movido su conclusion; pero la divina Pro-
videncia, que vela soh•·e el buen nombre de
sus siervos, dispuso que Sor liJaría, á pesar
de su modestia, concluyera el escrito, que
este se conservara, y tuviera yo el consuelo
cuando fui á presenciar su espolio, de en-
con trarlo entre los papeles y enseres pobres
de su uso. Con esto parece haberse cumpli-
do oc! todo los design ios de la P rovidencia
en preservar de la muerte á esta religiosa;
porque, como se dijo antes, no queria Dios
que las virtudes, los combates y el triunfo
brillante de las reli.,.iosas, hijas de santa Te-
resa, quedaran sep~tadas en las ruinas de su
convento de Compicgne, y que tuvieran una
cronista compañera en la profesion, y' muy se·
mcjuntc en la santidad de vida .

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:'\N\,~~~1\N\.~""'
l11¡i.nuá mundi ch·¡;it Dcus ut corifumÚll forli'a.
(t. ad Cor . ., cap . t , ' ' · 27.)
V\i\,~\S\N~'-1'\1\

CAPÍTULO l.

Yejacioncs primc1•as dent1•o del convento.

La Asamblea nacional de Francia, por de-


creto ele 29 de octubre de 1789, suspendió
las entradas y profesiones de .~e_! igiosos tle
ambos sexos. Intimado el dec•·eto· á la comu-
nidad fuimos tres veces visitadas por la au-
toridad local en nombre de la Asamblea,
para proceder, segun digeron, á elegir prio-
ra de su mano; pero conocieron su inutili-
dad viendo que todas eran de un mismo
modo de pensar. Volvieron segunda vez y
nos examinaron por la reja, preguntándonos
si babíainos entrado en la religion por nues-
tra voluntad, si estábamos en ella violentas,
y ofreciéndonos la libertad. Todas respon-
'dimos uniformes, que ni estábamos violentas,
ni pensábamos admitir semejante oferta.
Pensando que nuestra respuesta no sería
·espontánea y sincera por hallarse presentes

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alguna s personas estraüas que v101eron de
nuevo, determ inaron hacer el examen den-
tro de nuestra casa. Habién dola ,·isitado to-
da, y tomand o asiento en la pieza princip al,
pusiero n guardi a de tropa á las puertas de
ella y tam bien de otras piezas interio res,
como dormito rios y claustros. Hecha esta di-
ligenci a fuimos llamad as una despues de
otra. En esta ocasion se nos ofrecieron como
nuestro s liberta dores, que venian á rompe r
las duras cadena s del cautiverio que su-
fríamos en aquella triste mansion. La res~
puesta de todas fue la misma que antes, es-
presand o que habíam os elegido nuestro es-
tado volunt ariame nte, y que lo amábam os
como el primer dia de nuestra entrad a, sin
otro deseo que vivir y morir en él, y e11 es-
ta casa babitac ion de paz y alegría verda-
dera; que lejos de considerarnos en ella co-
mo encarce ladas, alli nos creíamos verdad e-
rament e libres. Esta respues ta de todas los
puso descontentos, y se retiraro n.

CAPÍT ULO 11.

Salida del convento.

Lo que no consigu ieron por estas medida s


sin violencias, lo alcanza ron por ot~o medio,
cual fue po1' su autorid ad; y en esto la di-

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vina Providencia proporcionó la glor ia de
sus esposas, para que larnadas de su clau-
sura fuese n1as patente la constancia de su
profes ion. '
Se nos intimó pues el decreto de s¡¡lir
del convento, deja ndo el santo hábito, como
lo ejecutamos el 14 de setiembre de 1792,
d ia consagrado á la santa Cruz; y esta coin-
cidencia nos bizo decit· que el Señor , por me-
el io de aquel costoso sacrificio, q uer ia hacer-
nos participantes de la que llevó sobre sus
hombros sacrosantos. Nub iern sido de mu -
cho consuelo para nosotr<~s viv ir unidas en
una m isma morada, ¿pero cómo había de
perm itirlo la susp icacia de aquellos jueces?
Y fue necesar io repartimos en diferen tes ca-
sas, como lo dispuso nuestra i'l'ladre, pero per·
maneciendo dependientes de su autoridad.

CAPÍTULO III.

Del j ummento ele libe1•tad 6 igualdad exi-


gido á [fu; Religiosas fraudulcnt<tmcnle. .

Pasados dos meses despues de nuestra


violenta salida del monasterio, el corregidor
de la ciu dad con su adjun to ó secreta rio se
presentaron á nuestra Madre, previn ién_dola
que nos hiciese llamar á todas· ; y reumdas,

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como a(h•irtiese el juez nuestra turbacion,
que erre natul·al, mucho mas siendo muy en-
trada la noche, nos dijo: "Ciudadanas, no os
asusteis ni temais que vengamos con miras
hostil es. Nada queremos mas sino CJUe , para
segua·idad vuestra y ele nosotros, lir meis al
pie de esta p:íg inn ;''y dic iendo esto nos pre-
sentó un libro y una hoja en blanco.
N uestra madre Priora sospec hó desde
luego que esta diligencia sería dirigida <Í
exigía· de nosotras el juramento de libertad
é Í"ualtlatl, que entonces se pedía á los re -
gufares de ambos sexos, además del CJUe los
'presbíteros debian prestar á la Constitucion
·c ivil del clero. El que pretendían hi ciésemos
nosotras nó era tan inicuo como éste, y babia
eclesiásticos q ue lo cre ían inocen te;: pero
nuesu·as conciencias no podían conformarse
con este modo de pensar, y nsi nuestra Ma -
dre, no pudiendo disimula•· sus t<'mores, dijo
al corregidor: "Ciudadano, yo no veo nada
escrito en ese pliego, y sospecho que ' ' UCS -
11'0 ánimo será estcnder, puestas l'!s firmas,
el juramento ele libertad é igualdad : si fu(j!-
re usi, debo declararos por mí y por mis
relig iosas que todas est:unos resueltas á n.o
prestamos á tal cosa." "No, repuso el cor-
r eg idor , nada se <JUÍere de vosotras capaz de
turba a· vuestras conciencios: solamente se
desea tener una segu ridad de que 110 liareis
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cosa que pueda alterar la tranquil idad pú-
blica. P01· .tanto, sosegaos y jurad sin dete-
neros, porque el Liem po estrecha.''
Turbadas como estábamos, y sin te¡1er
á quien recurrir para tomar consejo, nos
liamos de las segur idades que nos di6 este
hombre, y cstend imos en el pliego nnest1·as
firmas; pero pronto tuvimos que arrepentir-
nos de nuestra escesiva credul idad, porque
el corregidor, apenas babia cometido aquella
superchería y engaño, stdió p1'.blicamente
diciendo · con jactancia que al fin nos babia
arrancado el juramento.
Un abuso tan indebido de nuestro can-
dor nos llenó de d isgusto, y estábamos resuel-
tas á ir á presentarnos ante aquel tr ibunal y
juez. , protestando contra lo que hab ía becho
contrario á nuestra intencion, cuando se nos
hizo presente que esJe paso podía tener con-
secuencws muy funestas, po1· lo cual conve-
nía suspenderlo para otra coyuntura menos
apurada; á cuyo dictamen accedimos, de-
seando que llegase este caso para salvar
nuestro honor y conciencia, de lo cual se
tratará mas adelante.
Pasado mas de un año de la salida for -
zada del monasterio, dos de las religiosas se
retiraron á su casa llamadas por el hermano
de una de ellas, que anhelaba por tenerla en
su compañía para su consuelo en la muerte

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de su muger. Yo h~bia venido á París á po-
ner corriente cierta pension de familia c1ue
me era precisa en aquel entonces. Volvió á
esta ciudad nuest ra Madre por encargo de
nuestro su ¡1crior el señor Rigaud, y le d ije
entonces que me habian asegurado que nues-
tro señor· Ob ispo babia condenado el jura-
mento de libertad é igualdad, y que en este
caso yo pensaba renu n ci~r la pens ion del
Gobierno, Conv ino en hacer lo mismo, y se
despidió para irse á CompiE'gne, rogándo-
me que cuanto antes volv iese á reun irme
con n uestras hermanas, y é¡ue no esperaba á
que yo concluyera mis negocios por halla r-
se horrorizada en la corte de ver tantas ini -
qu idades. i Qué agena estaba yo en tonces de
q ue aquella sería nuestra última despedida!
Así debía cumpli rse lo que el Señor mani-
festó en espíritu á una religiosa de aquella
Comun idad, viendo á sus hermanas en t r~r
triunfantes en el mismo di a en el cielo, es-
cepto tres que no estaban destinadas á par-
.ticipar de esta corona.

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CAPÍTULO IV.
f/ ejaciones que suf¡•Íel'On las Religiosas en
Compiegne, y cómo ''etracta,•on el jtn·a-
. mento. '

Lleg~ llll!'!Stra Madre á Compiegne .el dia


15 de jurlio de 1794, y al sig uiente la junta
revolucionat·ia visitó los cuat t·o casas en que
estaban rcubidas las 1\cl igiosas, haciendo la
mas esct·upulosa pesquisa en sus habitacio-
nes, y se apoderaron de todos los papeles.
Dieron orden para c¡uc no salieran á la ca-
lle, dejando centinela en cada una de las ca-
sas con encargo de velar sobt·e su conduc-
ta. Tres tlias despues fuet·on todas conduci-
das presas. al edilicio que ha bia si,do conv~ tt·
to ele Salesas, .y en él e~taban· arrestadas las
Benedictinas de Cambray, aprehendidas en el
momento de embarcarse para irse á su pais.
La compañía de estas santas Religiosas
hubiera sido de consuelo para mis herma-
nas; pero no se les concedió, antes bien se
cerraron las puertas y ventanas de comuni-
cacion interior, y se tabicat·on las rejas.
Se formó el cspcdientc conh·a las Reli-
giosas, cuyos delitos eran, segun decía el
acusador, tener reuniones nocturnas, estar
en correspondencia con los emigrados y otros

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sectar ios de un fanático que tomó el nom -
bre de Tbeos, y c¡ue además tcnian ocultos
los mantos de la corona : asi llamab an las
imágenes de los !leyes Magos en los dias de
Pascua de Navidad.
Entreta nto nuestra maure y sus bijas no
pod ían ' olvidat· el juramen to de li bertad é
•gnaldad que se les habia ananca do, y re -
sultaba del escrito que firmaron ignorau do
su conten ido. Para sacar esta espi na ta11 do-
lot·osa á sus almas, hizo llamar n\leSt1·a ma-
dre al cot•regidor y escriba no, que concur -
rieron sin saber para qué, y á su presenc ia
todas á una reclam aron con tra el jurame nto
que con engaiío se les hizo firmar , aüadien -
do que deseaban y pedían se sentara en el
acta esto reclam acion, ele que presenta ron
copia, diciendo: estamos pronta s á rubricar-
la co1t nuestra .rangre. He sabido este hecho
por el mismo corregi dor (ó maire), que u n
año despues me mostró el registro en que se
hallaba la retracta cion. Por mas que procu-
ré (me añadió) disuadi rlas ele un paso ta n
arriesg ado, no lo conseguí : todas contest a-
ron : ante todas cosas queremos tranqu ili-
za~· nuestra s concie ndrts, y preferi mos mil
muertes á la iniquid ad de aquel jurame nto.
Por lo cual (conclu yó el juez) fue necesario
admi tidas (á lns llel igiosas) la solemne des -
aprobacion.

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CAPÍTULO V.

Díg1•esifin 1'c(ativ<t á la retrac tacion de Sor


.litaria de la Encar nacio n, qw: esc,•ibió
esta histor ia.

Como yo no. me hallab a en Compi egne


cuand o mis compa ñeras hiciero n la declar a-
cion que dejo referid a, per manec ía en mi do-
lor de no haber borrad o la manch a ele haber
concur rido al jurame nto; pero Dios me con-
soló, si no h aciénd ome partici pante ue la CO·
rona que habían lograd o mis herma nas, de
la qu e mis infidcl idntles me hiciero n iudig-
na, á lo menos propor cionán dome una oca-
sion favora ble para reclam ar contra el jura-
tne nto, como deseab a; y este deseo se aumcn ·
tó lu<'go que traté con· uno de los Vicari os
gen('ra lcs del señor Obispo de Soison s, que
estaba n presos en la casa de justic ia. Rogué -
le que me oyera en confes ion; lo hi7.o, mas
cua ndo le dije c¡ue había firmad o el jura-
mento f.Hal, aunqu e con eogniio, no me per-
mitió proseg uir, asegur ándom e que no po-
di a absolv erme hasta tanto c¡ue r etracta se di-
cho juram ento. Le hice presen te que babia
un aiio que tenia renunc iada la pcnsion 1¡ue
señala ba el Gohie rno, sirvien do de reclam a
esta renunc ia, y la pobrez a á que me tenia

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reducida, y mis sentimientos contra el odioso
a rdid que se había tomado para engañarnos
,¡ todas, como queda referido; pero el bu en
sacerdote no se satisfizo con mi respuesta. Bien
hecho está eso, me dijo; mas tambien es me-
nester que retracteis el juramento ó Grrna que
habe is puesto: asi lo exige el honor de Dios,
el de vuestro santo estado, v el bien de las al-
mas, evitando así toda oC;$ion de escándalo.
No era necesa rio tanto para llenarme de
temor, y decidirme á comprar á cualquier
precio la paz y seguridad de mi espí ritu.
Partí pues al momeuto á Compiegnc, y al
dia sigu iente al ~le mi llegada rne fui á la
mun icipalidad, y me causó bastante SOI' presa
e l tono de respeto con que fui recib ida. E n
aquel instante me sentí revestida ele estraor-
d inaria fortaleza, y les hablé de esta mane-
ra : "Ciudadanos, bien conocereis cuán to me
costa rá venir á vuestra presencia acordán-
dome que fuísteis los verdugos de mis her-
manas, despues de haberlas arrancado con
falsedad un juramento que les hizo de rra-
ma r muchas lágrimas antes de derramar su
sangre en detestacion de su objeto. El c ielo
no me halló digna de ser asociada á su g lo-
rioso martirio, pero siguiendo su ejemplo
vengo á declararme, y declaro :mte el cielo
y la tierra e¡ ue el juramento de libertad é
igucddral que esteudísteis sobre nuestras fir.

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mas, sin nuestro conocimiento, y despues de
haber declarado que no nos prestábamos á
hacer Í.al jummento, se opone á los princi-
pios de nu es1ra Madre la Iglesia católica,
apostólica romana. En consecuencia de esta
declaracion yo retracto de nuevo dicho ju-
ramento, y pido que esta reu·actacion se es-
tienda y se me dé testimonio.''
"No podemos hacer lo que pedfs, rcspon-
(lieron los jueces; mas por lo que hace á vues-
tras herm anas podeis consolaros, porq ue ellas
hicieron su reu·actacion , no bastando para
detenerlas cuanto se les dijo acerca de lo ar-
riesgado que era este paso. Ahora lo vereis
\ 'OS misma.'' Y al decir esto avisó al escl·iha-
no que rnc le enseñase, diciéndole: Ciudada-
110, mostrad el registro ci la se/iora, y des-
pues escribid lo que Ü• misma os dijere. Este
escribano era el ant iguo ~m·a lcgilimo, hom-
l>re pacífico y muy atento con nosotras. Sa-
l>ia que no comunicábamos con él porque
era jllramcntudo , y sin cm hargo, en nada
nos iucomodó , ni estorbó á nuestro capellan
que fuera á su iglesia ,¡ decirnos misa. Yo
le dicté mi retractacion , y noté que mien-
tras la escribía estaba llo1·ando, y me dijo
trémulo : lJ/11cltO valor Cj' menester, sr11i:orrt,
para dar cslc paso; á lo c ual le co ntesté:
Ojalci, scíior, que vuestro piadoso afecto os
obte1~ga del cielo la misma gracia.

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CAPÍTULO YI~
Las. Carmelitas de Compiegne conduciclas ·
y (llli sente~tciadas á muc1·tc y
á Pa1·ís·;
aj llSticiadas.

Volv(lmos á nues~ras he;·man~s. Tres se-


manas permanecieron en la prision, y duran-
te ,este tiemp,o .sufrieron tales trabajos, que
testigos <¡u e los . presenciaron aseguran. que
u o· pueden cspresarse. All i carecieron .de lo
mas necesario: no se les permit ió mudac la
ropa interior ni darla á lavar, ni que ellas la
lavasen; y si al .fin se les concedió permiso .
para esto, cuando estaba n empezando á ha-
cerlo se les intimó la sal ida para París. En
vano la madre Priora y Maestra de novicias
pidieron al maire (corregidor) e¡ u e les per-
mitiese acabar de recoger su ropa interior
para asea¡· sus personas, y tambien concluir
la comida en que estaban con sujccion á la
ho1·a de regla; mas él no h izo mér ito de esto,
y solo las dijo: n i tú ni tus compañeras tienen
neces idad de nada; acabad pronto y b<ljad,
porque están esperando los canuages.
Este tan duro .proceder se hacia mas es -
traiio por ser de un h ombre deudor de mu-
chos beneficios ¡\ nuestra Comunidad; y todo
cuanto ocurrió en aquellas amargas horas

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era muy suficien te para inilign ar al alma
menos sensible. La muche du mbre que ro-
dea ba los carros , especi almen te mucha s mu-
lícrcs socorr iclus por la Comun idad, llenab an
de injuria s á las humilcles Religiosas, palm~
tcando y gritan do: Bien ltccfl,o , bitm hecho;
fuera g ente inútil.
El clia 1O de j ulio habian salido las pre-
sas de Comp icguc, y el 13 por la mañan a
llegaron á P arís; y como las cárcel es estaba n
todas ocupa das (tanto era el númer o ele reos)
anduv ieron d e prision en ¡n·ision toleran do
lo que se deja entend er, y ¡.J lin las condu je-
l'On á la Consco·gería. El d ia 17 com parecie-
ron ante el presid ente, hombr e estrem ada-
menle sangu inario , que se vanag loriab a de
enviar al suplicio á cuan tos caian bajo su ma-
no: raro era el dia que no ll ega ban á sesen ta
las víctim as de su fiereza , y entre ellas se
cuent a el mismo Robespierre , su protec tor,
que le nombr b acusad or plobl ico para que
fuera des pues su veo·dugo; y con efecto , á
¡~as seman as del suplic io de las Religi osas
loozo ajustic iar ú su amigo ; pero ú los once
liias él y doce cómplices suyos perecieron e n
el cadalso.
Po t· esfa muest ra puede colegi rsc la for-
malida d y circun specci on que reinari a en un
tribun al formado por tal monst ruo. Asi es
l¡ue tenien do en su mano el acta de acus¡1-

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cion, dijo: Vosotras sois acusada s de l1aber
ocultado en v uestra casa armas paTa los
emigrad os. La prelada sacando el Crucilijo
t¡ue llevaba respondió: Esta es nuestra arma:
de las que dices r1o se hallará ningwu. en
nuestra casa. ¿Por qué, pt·eguntó el juez,
espoueis el Sacramento bajo un pabellon que
figur·a un manto real? - Contestó la prela-
da : Ese adorno es comun en los templos, y
no puede m ira rse en ningLm sent ido como
indicante de consp iracion. - Por lo menos,
tlijo aquél, es una prueba de afecto á la Fa-
milia real. -.A esto repuso la madre: vues-
tras leyes no os pc1·miten juzgar los interio-
res, solo Dios tiene esa autoridad . Por lo de-
más, no negamos que éramos muy afectas á
Luis XVI y á su augusta familia, y que este
afecto no se borrará jamás. -Añadió el juez:
habeis mantenid o correspondencia con los
emigrado s.- Contestó la prelada : las cartas
que hemos recibido solo contienen consejos
espi rituales, y eran de nuestro capellan. Por
írltimo, este delito, si lo fuera, sería Úllica-
mcotc mio; pero las Religiosas uo puetlen te-
ner correspondencias ni aun con sus parien-
tes sin consentim iento de su priora, y esta es
una reg la observada con tocla puntualidacl.
Si buscais una víctima mas, yo soy la t'111ica
<1 ue debcis sacrifica r, y así dejad á mis hcr-·
manas, que están inocentes. Además, ¿qué

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c ulpa tienen nuest ras torner as? - Pregu ntó
el juez. ¿No llevab an las carta$? - SI, dijo
la prelad a, pero no sabían su conte nido, y
además siendo sirvientas asalar iadas....-Aqu i
el ju~r¿: Calla , calla; debía n haber dado
cuent a á la nacion.
El tribun al se dió por bastan te instru ido
con este proceso , y el juez ó presidente (ciu-
dadan o Fouquiet· Jaim· illc) Lomó la pa labra
y dijo: "En cuant o á las Religi osas de Com-
p iegne, consta ndo que consp imban , &c., el
tr ib unal pronu nció sentencia de muert e con-
tra las MM. N., N., N."
Esta úlLima dctermio acion llenó á todas
las comp rendid as en la sentencia de una ale-
gría que les salia al rostro. Diero n gracia s á
los jueces pot· la dicha q ue les propo rciona -
l>an, y al bajar del tribun al los presos que las
alcanzaro11 á ver se com padeci"an, y ellas les
mostr aban gratit ud por el interés que toma-
l>an en su suerte, y los exhort aba n t\ la pa-
cienci a. Por la mari ana ya hab ían hecho su
prepaa·acio11 para morir, y asi pensa ban y se
ocupa ba n solamente en ca nta r· Salmos é him-
·nos sagra dos, pues au nque había n compues-
to una cancion la vísper a del su plicio sobre
el tono de ott•as c¡uc usaba n los revolu cio-
narios , no hicier on uso de ella por no dar
lugar á siniestras interp retaciones.
Llega das al lugar del suplicio estns vir-

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tu osas vírgenes entonaron el J'/eni, Creator
S piritus, y renovaron las promesas del bau-
l ismo y los 'IJotos tle, stt prqfesio n. Se nota bn
con admirac ion que el verdugo , la guardia
y el pueblo las dejaban ejercer estos actos de
piedad sin incomodarlas ui manifestar dis-
gusto, cuando en casos semejantes se insul-
taba á los reos que se presentaban enemi-
gos de la repúblic a. En la muet·tc de nues-
tras Religiosas si alguna voz se oía era para
alabar su constancia. Entre otras espt·esion es
se oia decir: "¡QLaé alnws tan. herm,osa~l ¡Qué
aire tan celestial! Si estas no van al paraíso,
estará cerrado para todos.'' La r everenda Ma-
dre Priora, á imitacion de la madre de los
Macabeos, pidió y obtuvo la gracia de morit·
la última. Así se consumó de parte de aque- ·
llos jueces el suplicio mas atroz, y de parte
ele estas esposas de Jesucristo el valor mas
heróico el día 17 de julio de 1794.

CAI'ÍTULO VII.
Observaciones relativas á esta Aistoria.

La Providencia, que vel~ siempre por que


se conserven los hechos laudabl es de los fie-
les para esplendor de su memori a póstuma
y edificacion de lps que viv imos, proporcio-

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nó que varias personas retuvicr·an algunos
recuerdos m u y gloriosos á estas heroínas, c1ue
se añaden á este escrito con el objeto de coo-
pernr á los designios de la misma P rovi-
den cia.
La que escr ibió este optrsculo, Sor 1\'Ja-
ría de In Encarnacion, r·eficre, qu e hallándo-
se en Or-lc!ans por ociUbre ele 1795, se en-
con! ró con un hombr·c llamado Blot, el cual
se hnlló preso en In Consergería de París co-
mo enemigo de la república cuando sus her-
manas fueron conducidas ;í aquella carcel,
y que de>.de c1ue las vió las cobró mucho
afecto y devocion, tanto que atribuía su li-
llertad á las oraciones de las s;tnt;ts religio-
sas, con quienes tuvo nlgunn ve7. ocas ion de
hablar; porque· halhíndosc nlli m is mo arres-
tados los individuos del Parlamento de Tó-
losa, se le permitió q úe loi asistiese, y para
ello le fue concedida licencia de bajar á los
patios de la casa. Pues este hombre dijo á la
1\ladrc Sor María de la Encaroacioo: "1\le pa-
rece, señora, que os conozco: ¿no estuvisteis
presa en la Conserger·ía de París el año pa-
sado con unas religiosas carmelitas?" "No
tuve ese honor, le rcsporrdió, porque cuando
fueron arrestadas no me hallaba en su com-
pañía; pero pertenecía á aquella oomu oidad,
y solo una ausencia forz.osa (lUdo separarme
de su lado. Con esto se enterneció, y prosi-

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g uió diciendo: " Yo tuve la dicha de conocer
á aquell as herm anas , y jamás olvida r·é el di a
qu e las vi bajar del tribun al par·a encam i-
narse al patíbu lo, con unos semblantes que
desped ían rayos de g loria, y yo al mismo
tiempo l:ígrim as de ternur a. Y ellas al ob-
servar las me dijeron: no lloreis , amad o Blot,
mas antes regocijaos de nuestr a felicidad, y
rogad al Señor y á su Santísima 1\ladr c nos
asista !!n este trance , que nosotr as, cuand o
tenga mos la dicha de estar delant e de Di os,
har·e mos lo mismo en ynestr o favor. Su pre-
sencia me hizo tal impre sion, qu e jamás se
borra rán de mi memo ria sus fisonomías ni sus
nomb res," y fue nom bra ndo y d escrib iendo
las señales de cada una con la mayor· pro-
piedad.
Yo he sabido lo mismo de una persona
piauos a e¡ u e vió á las religiosas en los carros
en que eran condu cidas al suplicio: me ase-
guró este tal que era imposible esplic ar con
palab ras lo que tenían de celestial en sus
rost ros las diez y seis víctimas. Sus ojos fijos
sin pestañ ear en el cielo manif estaba n á las
claras e l santo ardor de sus corazo nes, y la
firme confianza de entra r bien pronto en la
biena ventu rada eterni dad; y yo (aqui habla
el C)Ue escrib e esta relaci on compcndiosa) he
adqui rido casua lmen te, ó mas por dispos i-
cion del cielo, la siguie nte notic ia muy glo-

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1'
.'·
"'•
:~;
64
riosa ·para las· siervas de Dios, y ¡ior tanto
me parece no debo omitüla. Me la coinlmi-
có persona ftdedignü, y 'es com.o sigue.
Al. fin, del siglo 'pasado lle~aron 4 Cádiz
.,'· Jos franceses, bermat1o y he1·maria ', que fue'-
·ron testigos de visra de este ed ificante suce-
so, que yo les· oí 'rcferi1· con circunstanc ias
.. muy notables:;-_y entre ellas. la· siguien te,
que es la que· lllaS repetían. .
"Entl'e las much'as personas que üsistieron
.<Í hi ejecueiori babia u rfa n'iña de m u y cór:..
·ta edad, que log'r ó colo.t:arse ju'nto á los dos
·herman.os·, · y no lejos del patíbulo. Luego
-que qui taron la vida· á la p1:ime!'il relig iosa
.pr inCipió ·la rüñ':l"á ·reirse' dand!> 'palmaditas
con. m ue.h a .alegriá, lo•c'uál 'll'a mó•la álet)cion
de los que lo advirtiero!1, y especjalmenle
.. de la seño ra (¡ué lo contó, q uien· no pudo
menos de admirarse · ele · una derriostr<lcion
·tan -ageni de : aquel · hdl'J'oroso ' és¡icctáculo,
ca paz ·de· con:movcr á pé'rsóhil's aelultas. 'Así
es que Clicha' .. señ<:>ra'"¡ireguntó á ' la niña la
caiJsa de aq uella ldéniostracioil', y res pondió
solo con leva ntar las ma nos al· cielo, perm¡1-
neciendo por-un rato 'coiJla vista hácia lo al·
to. llepitió esto mismo tantas veces cuantas
eran las ajusticiadas, y cuando lo fue la Prio-
ra, que fue la ú ltimá; renoyó aquella d'emos-
tracion con ~ayor alegr~a y y iveza '· dipiendo:
·¡Que-se van .1 ¡Que ·se ·vcm, .' · ' ·

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Entonces refirió, con espresiones que es-
cedían á la capacidad de sus cortos años, que
luego que la primera religiosa espiró subía
por el aire basta colocarse en cierta altura
donde se paró; segun iban espirando las de-
más sucedió lo mismo con cada una, y a;i
fueron reuniéndose a!H aniba; pero luego
que llegó la Priora donde estaban las demás,
todas juntas siguieron remontándose, y las
perdió de vista, sintiendo quedar privada de
tan agradable representacion, que había sido
el motivo de su estraordinaria alegría. Con-
cluida esta relacion hizo un corto elogio, tan
tierno y tan piadoso que dejó sorprendidos
á los presentes, y con especialidad á los dos
franceses, que lo referían clcspucs en Cacliz,
y lo oyó á ellos mismos el sugcto que me
comunicó esta noti cia.
Para mayor crédito de ello conviene ob-
servar, que el que me lo comunicó es veraz,
y habló de oídas á los mismos que presen-
ciaron el suceso. Estos merecen todo crédito,
porque sus ideas opuestas de religion con-
tribuyen á dar mas firmeza á su relacion.
El hermano era un republicano furioso, in-
crédulo y cismát ico. Nada creia, y se tuvo
por un. triunfo que á la hora de la muerte
hiciera diligencias de cristiano; y sin embar·
go tenia por milagro lo acaecido á la niña,
su discurso y elogio, y demás incidentes ocur-
s

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ridos á la muerte de las Religiosas, á quienes
decía que no podia oh•idar. La hermana era
timorata, y convenían sus noticias con las del
hermano, á quien las recordaba siempre que
le hablaba para reconvenirle de su incredu-
lidad, que era frecuentemente. El testi mon io
de un impío enemigo de la religion, Juon-
jas, milagros y de c uanto tiene relacion con
ella, y el de una señora tan piadosa como
esta , que asegmaba haber presenciado lo
que acabo de r eferir, son una garantía segu-
r a de su verdad.
Los demás hechos no presentan menos
poderosas pruebas, ya se atienda á las cua-
l ida des personales de la Madre Sor María de
l a Encarnacion, que los recopiló, ya á las se-
guridades que ella misma nos da de su cer-
teza: óigansc,stiS hermosas palabras. "¡Cuán-
tas veces, Scüor, habl ando de vuestras pia-
dosas esposas, he tenido impulsos de llamar-
las san tas mártires! Pcr~ aunque juzgo que
lo son, me he abstenido de tales demostra-
ciones, porque antepongo á todos mis jui-
cios, por mas fundados e¡ ue parezcan, la au -
toridad de la sa nta I¡¡lesia, á quien está r e-
servada esta caliúcac ton, y cuyos preceptos
quiero obedece r hasut morir.
Si alguna vez se ha usado de aquellos tí-
tulos sagrados ú otros parecidos hablando
de estas Religiosas , declaro que no es mi

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intencion que se dé á esta rclacion mas fe
que la que merece cualquier historia escrita
con la sinceridad y verdad que caben en lo
humano; y_ para consuelo de mis hermanas,
á quienes dirijo este humilde escrito, decla-
ro t:unbien que me horroriza ría de haber
sentado en ella como cieno un hecho falso,
y aun el que me pareciera dudoso.'' Hasta
aqui la Mad re E nca rn acion.
Quiera Dios, si conviene para su gloria.
que podamos decir, no solo con piadosa ere·
dulidad sino con toda certidumbre:
Sol"ete, clar~e Fir:Pnu,
Quo: rosi.s p~trpumtltilml
Iflfe%-uistis camlitla
lntegritatis lilia,
Et or(lle pro nob,'s,

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Otras noticias sobre las Carmelitas de Franci(l,
sacadas de la obra tic lJfr. IYA.uribeaJJ. (Memoi-
¡·es pour servir á 1' Histoire de la persecution fran-
caise, toro, t 1 part, o, pág. 536.)

Contábanse mas de mil novecientas Re-


ligiosas Carmelitas al tiempo de la revolu-
cion, lo que supone sobre noventa ócien con-
ventos bien poblados de sola esta Iteligion;
y entre tantas vírgenes prudentes apenas se
cuentan cinco ó seis necias infieles á su vo-
cacion. Las de París, autorizadas por todos
los conventos del reino, dirigieron una espo-
sicion á la Asamblea pidiendo su conserva-
cion en el claustro: ordinariamente no se les
daba otro dictado qu e el de grandes faná-
ticas : las de Com piegne lo acredita ron bien,
y he aqu i otro rasgo de las de Verdum.
Habiéndose presentado el Obispo intruso
en el convento junto con el corregidor de la
ci udad, hicieron llamar :i la Priora, y aquél
la habló asi.-Madre Priora, he venid,o para
que VV. me reconozcan por su Obispo.-Per-
dóoeme V., respondió la prelada; la concien-
cia no nos lo permite, y. si V. pone la mano
sobre su pecho le dirá lo mismo la suya.-
Esa conciencia es errónea, repl icó el intruso,
y si no ¿en qué la fundan VV.?- En que so-

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mos hijas de la Iglesia católica, apostólica
romana, y lo que dice .el Catecismo. - Pues
¿qué dice el Catecism o?-Que la Iglesia es la
coogrega cion de los fieles cristianos regida
por Cristo, su cabeza invisible que está en
el cielo, y su vicario en la tierra el romano
Pontífice , y los Obispos enviados por él; y
como V. no viene por ese camino..... - Pues
¿qué no soy yo Obispo consagrado pot• otros
Obispo s?- V. ser;\ lo que quiera, pero Mr.
Desnos (era el Obispo legí timo) vive, y no ha
renuncia do.-Con que de esa manera no me
reconocen VV. por su superior ?- No señor,
en manera alguna.- Pues tampoco les man-
daré otro confesor si no el Cura de la parro-
quia, que me reconoce.- Puede V. escusarle
ese trabajo, porque ninguna nos confesare -
mos con éi.- ·P ero madre Priora, esclamó en·
tonces el corregid or levantan do la voz, pero
madre Priora, ¿sabe V. á lo que se espoue? -
D ios nunca abandon a .á los que le son fie-
les.- Vaya, vaya, contestó el corregid or, re-
flcx iónclo V. bien; quince días se la dan á V.
de término para que lo medite. - Tiempo
perdido, repuso la prelada, lo mismo diré
con la gracia de Dios denu·o de quince dias
que digo ahora, y lo mismo diré l1asta .el ul-
timo suspiro .- Pero en fin, V. hablará por
sí, mas no por sus Religiosas, que sin -duda
. piensan de distinto modo.-1 \Iis Religiosas y

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yo no tene mos mas que una mism a
fe y uno s
mism os sent imien tos, y estamos toda
s pron tas
á deja rnos desc abez ar ante s que reco noce
un pastot· que no es envi ado de Dios rá
. En se-
guid a hizo llam ar á toda s los Hcligios
as, que
esta ban en el coro pidi endo á Dios
para que
sostu vies e á su Mad re en el com bate
con el
envi ado del dem onio , y lleg adas que
fuer on
dijer on á una voz toda s sin vaci lar
que ellas
eran del mism o mod o de pens ar que
su Ma-
dre. El intr u so hum illad o con resp uest
as tan
enér gica s, esta ba inqu icto y no sab ia
qué ha-
cers e, y vién dole en este emb araz
o uno de
los que le acom paña ban se le acet·có
al oído
y le dijo : vám onos de aqui , que hace
mos
muy mal pape l, y se retir ó aver
gonz ado.
Qua mqu am mirabilis Deu s in viris , mira
lius tam en ct gloriosius triu mph at il¿ bi-
fa-
minis. (S. P edro Dam iano , serm. 68.)

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las obras siguientes.

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t1·aducido del francés por el R. P . Fr. Mau uel
Amado , añad ido con algunas reflexiones por el
.mismo, á 6 rs. pasta.
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ticas de vir/tJd que nos da padeciendo por noso-
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de Jtsus y ejercicios al de i!1oria; por el Abate
Lizé, con dos láminas finas, á 10 r s. en pasta y 8
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Santísima para todos los di as del mes, por el Bea-
to Alfonso Ligorio, á 3 rs. en rústica y 5 en pasta.
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S. Buenaventura, en rústica á 3 rs.

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72
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ro.:on de Jesus, á • o co;arto.s.
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Tradicion de la Iclcsío sobre la conjirrnacinn
de los obispos, por Lam cnna is antes de su caida,
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t8 en pasta.
El Cisma de la iclesia de Francia en 1 ¡go,
{ 1 r s. en rústica.
De lo que sicnifico lo palabra Fanatismo en
ltnguage reoolucionan·o, á 8 rs.
Ejercido práctico dÓ la voluntad de Dios, á
4 rs. en rústica y G en pasta.
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sus principales fundamen l~s, por Baudrand, á 8 rs.
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Devota esposicion de toda la Jltisa y de sus ce-
remonias, traduccion del prubltero D. Manuel
Gumiel, á 6 rs. en rústica y 8 en pasta.
Noveno al Corozon de JtSus, por el P. Borgo,
á 4 rs. en rústica y S en posta.
Tanzbien se hallaiL de venta otros varios
libritos de de¡~ocion.

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