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“Los profesores saben que su trabajo está cambiando, al mismo tiempo que el mundo en el que se
desenvuelven. En la medida en que las actuales estructuras y culturas de la enseñanza se dejan tal
cual están, la tarea de responder a estos cambios complejos y acelerados desde el aislamiento, sólo
creará mayores sobrecargas, intensificación, culpabilidad, incertidumbre, cinismo y abandono
pasivo… Las reglas del mundo están cambiando. Es hora de que las reglas de la enseñanza y del
trabajo de los docentes varíen con ellas”.
A. Hargreaves: 1999): Profesorado, cultura y postmodernidad: Cambian los tiempos, cambia el
profesorado. Madrid: Morata. P. 289).
La Educación está reclamando un giro copernicano, una auténtica revolución que proponga un
nuevo paradigma, basado en los principios de la psicología cognitivista, pero que, a la vez, integre los
mejores métodos, recursos y estrategias de la ciencia actual. Aunque la demanda viene respaldada
por el cambio vertiginoso que experimenta nuestra sociedad, el mundo educativo, resistente al
cambio, necesita una justificación que motive y despierte la adhesión de los profesionales de la
educación. Es imprescindible invertir en la actualización y formación de los docentes, para poder
asimilar y transferir los nuevos conocimientos con un nuevo estilo de enseñanza-aprendizaje. La
presente propuesta ofrece las claves, pilares y elementos para definir el nuevo Paradigma
pedagógico de la mediación sociocognitiva. Es un esfuerzo que implica, por su trascendencia y
envergadura, a toda la sociedad, pues la educación nos concierne a todos.
Las evaluaciones internaciones (PISA 2009) denuncian los escasos avances educativos, que
diagnostican un estancamiento pedagógico en muchos países. Existe un empeño retórico de buscar la
eliminación del fracaso y del abandono escolar de más del 20% del alumnado en la CE. Éste sería un
punto decisivo para que los docentes recuperaran el prestigio perdido en nuestra sociedad. Se
constata el cansancio y falta de moral en los docentes para ir contra-corriente en una sociedad falta
de sentido ejemplarizante y exigente; se reducen los contenidos y los tiempos de escolarización en los
niveles más delicados del desarrollo temprano; se escatiman las inversiones presupuestarias que
debieran garantizar la formación permanente y la necesaria actualización del profesorado; se analizan
superficialmente las auténticas causas de nuestro retroceso en las evaluaciones internacionales…
Realmente hallamos muchas razones para impulsar un futuro renovador en la educación y esperar la
entrada de una nueva ola de aire innovador en las aulas. Parece que las crisis que paralizan a la
sociedad, que traumatizan a las familias, contagian implacablemente la vida de los centros escolares.
Sin miedo a exagerar nuestro diagnóstico, podríamos afirmar que no existe escasa voluntad
política para avanzar hacia una educación inclusiva y exitosa, que elimine todo fracaso escolar, que
responda a las necesidades reales de los alumnos y atienda a la diversidad multicultural de las aulas.
¿Por qué no atajar de raíz el problema de los alumnos fracasados y repetidores, frenar el cada vez
más creciente riesgo de abandono escolar, cuando los alumnos llegan al final de la Educación
Secundaria, si antes no se han puesto los medios para prevenir y solucionar su fracaso que algunos
alumnos arrastran desde sus primeros años de escolarización?
Aun conociendo la complejidad del problema, se hace difícil la innovación sobre la diversificación
en las aulas, la adaptación a las necesidades de los alumnos y la atención pedagógica a aquellos con
mayor riesgo de abandono o fracaso. Parece que hemos topado como en un muro imposible de
derribar. Las barreras de la participación y del éxito escolar son infranqueables. Nos podemos
preguntar si los Centros Escolares tratan de responder a las necesidades de los alumnos, para mejorar
sus procesos y desarrollar sus capacidades, o bien tratan de vivir en un inmovilismo aberrante y
desmotivador.
Es evidente la resistencia al cambio entre los docentes, pero no por culpa de ellos sino porque no
se ofrece la formación adecuada a sus auténticas necesidades profesionales y porque no disponen de
otro paradigma y de otros métodos que les den la seguridad que ahora les da lo que llevan años
practicando. Muchos docentes tienen escasa formación científica y mentalidad investigadora,
tampoco disponen de los medios necesarios. Se achaca un cambio imposible de las estructuras del
sistema educativo: No se admite abiertamente una real autonomía pedagógica en los centros
escolares.
Las soluciones y los modelos educativos no son transportables, pues las condiciones y
posibilidades de los países son distintas. Finlandia, Corea o Singapur son referentes en algunos
aspectos positivos, pero imposibles de plagiar. Los debates que enfrentan contenidos con didáctica
demuestran un total desconocimiento de los principios psicopedagógicos que fundamentan el cambio
de paradigma sociocognitivo actual. Lo mismo podemos decir de las corrientes reduccionistas de la
educación y formación integral a una simple y aséptica instrucción.
La síntesis ecléctica debe llegar de una visión global de la Educación, que no excluya ningún
elemento esencial de todas las dimensiones educativas. Dejando de lado corrientes psicopedagógicas,
como el psicoanálisis, el conductismo, el humanismo, el personalismo y otras que impactaron en
nuestra cultura, nos hemos centrado en las aportaciones más destacadas y complementarias de las
siguientes:
Todos los docentes se reconocen capaces de una función imprescindible en nuestra sociedad, que,
paradójicamente, aunque disponga de más formación y más medios, cada día se hace más difícil y
compleja. Por eso, es necesario tomar conciencia de los cambios que vive nuestra sociedad y del
impacto que tienen en el mundo educativo, por la trascendencia en la vida de las personas y en la
transformación de la misma sociedad.
La escuela debe repensar sus fines, al sentirse invadida en muchas de sus competencias por otros
ámbitos e instituciones de la sociedad. Debe, así mismo, renovarse en sus métodos, en sus
instrumentos y recursos, para abrirse a horizontes más creativos y en constante innovación. Los
cambios imprevisibles en una sociedad en evolución y progreso irreversibles, necesita educadores
críticos y abiertos a la insospechada creatividad de la inteligencia humana, heredera de experiencias y
hallazgos inconmensurables en todas las ramas del saber, que convergen en nuestras culturas.
Un nuevo paradigma exige flexibilidad para adaptarse a nueva antropología –los alumnos de hoy
son diferentes de los mayores-, a una nueva teleología –la escuela hoy tiene nuevas funciones que
cumplir y unos cometidos más amplios para una educación integral-, y una psicopedagogía más
iluminadora del amplio marco de diversidad, donde se acrisolan las culturas y los saberes. Hoy no vale
solo memorizar, es fundamental desarrollar habilidades cognitivas, formar la mente, pues no basta
con llenarla…
No podemos despreciar la teoría, los principios fundamentadores de una praxis coherente, para
poder sintetizar los saberes que nos enseñarán cómo construimos la mente y la persona de cada
educando. Se trata de un salto que no puede precipitarse en el vacío ni en la improvisación. Hay que
conocer expertos, corrientes pedagógicas actuales, éxitos reconocidos, para aprender lo mejor de los
que nos han precedido en este cambio imperativo. Somos comunidad de aprendizaje que nos debe
conducir a una nueva profesionalidad, cimentada en las ciencias humanas, por un trabajo compartido,
en equipo.
Por definición, el docente debe ser innovador, creativo, provocador, pero esencialmente un
educador mediador, capaz de acoger, acompañar y adaptarse a la diversidad de caracteres y de
estilos de aprendizaje de sus alumnos. Su flexibilidad le debe mantener abierto a la formación
permanente y a aprender en el ejercicio de tan noble profesión. El docente no puede dejar de
maravillarse a diario ante una tarea en la que se experimenta la humanización permanente y la
genialidad de la inteligencia humana de cada educando brindándole nuevas sorpresas. Por eso,
cualquiera que sea el paradigma que se adopte, la tarea educativa tendrá su dinamismo en el estilo
de relación humana que el docente deberá establecer en el micromundo de interacciones. Y como
horizonte de sentido, de aprendizajes y de valores, siempre existirá la utopía última que marque la
tensión que busque forjar la persona libre, feliz, autónoma, capaz de vivir en la sociedad y construir
un mundo mejor y en paz.
Cada término de nuestro esquema (lectura de dentro a fuera) tiene su sentido psicopedagógico,
desde los tres círculos centrales que sustentan la bóveda de la educación (ED), a través de los ámbitos
que la desarrollan: enseñanza, aprendizaje y pedagogía. En ellos se expresan, a su vez, las distintas
formas como se dinamiza esa educación, según que marque una relación entre
sociedad/familia/mediador y los objetivos (enseñanza), entre el sujeto y los objetivos (aprendizaje), o
que defina todo el diseño de estructuras y medios en los que se conjuga el contexto educativo
(pedagogía). Sin olvidar el contexto, expresado en la doble dimensión socio-cognitiva que es la que
crea el clima de influjo externo (entorno sociocultural) e interno –mediado- (equilateralidad-
adaptación), que determina y condiciona la praxis de la relación educativa. El filtro o amplificador de
todas las relaciones viene expresado por la mediación, a través de una constante adaptación al
educando, que asegure el desarrollo potencial, la motivación, la implicación y el éxito del educando.