Está en la página 1de 4

Daniela Moreno Daza

Ensayo final
Derecho de la Naturaleza
22 de diciembre de 2022

Lectura base: La utopía del oprimido


Caso aplicado: Río Bogotá

“El pensamiento utópico anticipa siempre muchas de las soluciones políticas futuras y sus dilemas.”

¿Qué es una utopía? Es tal vez aquello que se desea ocurra en el futuro, es el deber
ser que modifica el statu quo y conlleva cambios sistémicos en busca de una mejor
realidad.

Tal como lo evidenciamos en Colombia, los seres humanos subsisten en un mundo sin
tener consciencia de quién o qué lo habita, es decir, caminamos racionalmente sin
darnos cuenta de que existe un mundo más allá del ser humano. ¿Con quién
compartimos en la tierra?, ¿Qué existe más allá de los seres humanos?, ¿Se quiere
cambiar el poder hegemónico del ser humano en la tierra?, o ¿Se seguirá viviendo de
acuerdo con las necesidades insostenibles del ser humano acabando con los
¨recursos¨ que se tienen alrededor?

Este ensayo busca contemplar cómo la utopía de un mundo en el que la naturaleza


ocupe un lugar privilegiado con derechos sin opresiones puede llegar a ser un mundo
ideal. Se analizará a partir de la lectura La utopía del oprimido y el caso del Río Bogotá,
cómo en Colombia la ley humana, la cultura elitista, resistente al cambio y a la
reimaginación1 oprime a la naturaleza en búsqueda del “buen vivir”.

Colombia con la constitución de 1991, empezó a abrir las puertas a una utopía, se
podía imaginar que para la naturaleza iba a existir justicia. Los cambios fueron
significantes, claramente se vieron encaminados a las necesidades de la época. Sin
embargo, estas necesidades no le hacían justicia a la naturaleza sino a necesidades
económicas y sociales del hombre. Se estaba dando una democracia ambiental,
¿Cuáles eran sus necesidades?, ¿Qué cambios sociales se estaban imaginando?
Estas preguntas resumen lo entendido en la Declaración de Estocolmo “El hombre es a
la vez obra y artífice del medio ambiente que lo rodea, el cual le da el sustento material
y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral social y espiritualmente.”
(Naciones Unidas, 1972)

Si bien, los reconocimientos jurídicos impartidos en el país dan pie a que exista esa
restauración en la relación entre el hombre y la naturaleza, a que se generé un cambio
“en lo estético y existencial a lo social y político”, se continúa en la misma búsqueda del

1
La utopía del oprimido, (pp. 71) Ramiro Ávila Santamaría, 2019. Ciudad de México.
deber ser, de la exigencia de las necesidades del hombre y no de la reparación a partir
de la cosmovisión de los pueblos y las luchas sociales que conllevarían a la
transformación idílica del país.

En efecto, el hecho de que exista una real reconstitución imaginaria de la sociedad


relacionada con el derecho a la naturaleza y la justicia ambiental, llevando a un cambio
social de lo mecánico a lo orgánico tiende a provocar rupturas ontológicas o incluso
epistemológicas del concepto de los derechos humanos y el restablecimiento de un
Estado como proveedor de las necesidades básicas de los nacionales.

Esta utopía que en la lectura se puede ver como reconstitución imaginaria de la


sociedad2, ciertamente busca que los cambios se den de en el fondo y no en la forma,
que se puedan considerar una sociedad mejor para todos los seres vivientes que
habitan la tierra, y que se dé un efectivo respeto a las normas no humanas. Esto exige
el restablecimiento real de la comunicación entre lo humano y lo que no es humano,
pero aun así es viviente ¿Cómo? Es fundamental que se pueda dar un reconocimiento
de cuáles son los ciclos de vida y la forma en la que se manifiestan estos seres no
humanos, cuáles han sido los daños causados, el reconocimiento de la violación de sus
derechos y las medidas para la restauración y reparación. Lo anterior, requiere de
cierta capacidad de inmersión a conocimientos y ambientes desconocidos, dejando a
un lado el constitucionalismo tradicional y el pensamiento de las elites históricas en
donde solo se comprende lo conocido y se aparta del cuestionamiento de su propia
legitimidad.

Esta lucha con el autogobierno de las clases elitistas en Bogotá y la búsqueda de un


avance tecnológico y buen vivir de las grandes ciudades han llevado el porcentaje de
deforestación en la ciudad aumente y la tala de árboles cada año sea mayor. La ciudad
capital demanda una transformación profunda en cuanto a los derechos de la
naturaleza, en donde la diversidad, la autorregulación y la interrelación se cumplan y
prevea una apertura epistemológica, la cual, permita la escucha y entendimiento de
visiones culturales. Estas visiones claramente velaran por incluir un valor único a la
naturaleza y una posición similar en relación con el ejercicio de dominación y poder de
las elites que gobiernan en la ciudad.

Para el caso de Bogotá, desde el 2008 hasta el 2009 hubo un aproximado de 43 mil
árboles talados, la mayoría por el otorgamiento de permisos y autorizaciones a
empresas particulares y entidades públicas para la construcción de edificaciones
modernas que traerían avances a la ciudad.

Por ende, una visión diferente, una creación de un nuevo paradigma de ciudad, en donde
se demandará la búsqueda de nuevas soluciones que no pusieran en riesgo la vida de los
árboles, generaría mayores críticas y reacciones políticas. Se perderían los beneficios
económicos de las compañías constructoras y se llevaría a la búsqueda de más creación y

2
La utopía del oprimido, (pp. 43) Ramiro Ávila Santamaría, 2019. Ciudad de México.
menos prescripción; más imaginación y menos límites a la inclusión.”3 Y es que, es
evidente como el mundo real esta permeado de los estático y lo racional.

La utopía del oprimido y lo que se vive actualmente en ciudades capitales como Bogotá,
nos lleva a pensarnos que sería mejor el mundo ideal de Disney, un mundo donde la
imaginación conlleva a situaciones mejores que la actual, en donde el ser humano y sus
necesidades creadas como el crecimiento económico, la modernización a partir de
rascacielos y edificaciones modernas y tecnológicas tengan más sentido que los propios
derechos de las culturas étnicas, raciales socialmente vulnerables, y el inicio de todo lo
antes creado, la naturaleza.

Don Quijote, a partir del conocimiento, logró mover su idealismo a una utopía, combino la
teoría con la acción: “pudiendo más su locura que otra razón alguna, no quiso aguardar más
tiempo a poner en efecto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía
en el mundo su tardanza (34)” (Santamaría, 2019) No solo un idealista, él logró ver la
necesidad de cambio, la inconformidad lo llevo a buscar diferentes alternativas que le
permitirían llegar a eso que él consideraba correcto. No se dice que la modernización sea
caótica, se prevé que es necesaria, pero ¿Cuál es la mejor alternativa para llegar a ella?, ¿Será
que a los gobernadores y administradores de la ciudad no les vendría bien un cambio en su
manera de pensar, e imaginar nuevas formas en las que se pueda llegar al objetivo?

Ahora bien, el Quijote en la lectura se muestra como esa utopía. En el momento en el que
el autor compara a este dreamer con la utopía, con los pensadores críticos en medio de un
globalismo en donde la tecnología, lo moderno y lo nuevo sobrepasa fronteras, se puede
evidenciar cómo el idealismo de los políticos de una ciudad (Bogotá) verde, es solo eso,
una idea sin propósito. Las últimas políticas de la ciudad van en contra posición del cuidado
de la naturaleza, es más, se privilegia más a las elites económicas y políticas que al mismo
medio ambiente.

La deforestación, la construcción de nuevos edificios, la discusión en torno a la


biodiversidad de las áreas urbanas protegidas en la ciudad, son problemáticas creadas a
partir de un idealismo político que no lleva a cambios estructurales sino al mantenimiento
del statu quo de la realidad. Por tal motivo, la lectura si evidencia una necesidad de un
reconocimiento de los valores intrínsecos de la naturaleza, un cambio en donde no exista
una división entre el ser humano y la naturaleza. Es menester que ese pensamiento
antropocéntrico evolucioné. Este pensamiento deberá desdibujar a la naturaleza como un
objeto que supla esas necesidades creadas para consumo inmediato y así desaprender el
concepto de naturaleza como objeto y verla a partir de la complementariedad y actor principal en
la sociedad y relaciones bióticas.

En el caso de Bogotá y su deforestación, las grandes elites políticas la han hecho ver como
estrategia de desarrollo sostenible y modernización, sin embargo, se ha encontrado que, las
principales razones dejan de lado todo aquello que se relaciona con el medio ambiente y
apropiación local y se enfoca en la necesidad de crecimiento económico y empoderamiento de
las elites políticas y económicas de la ciudad.

3
La utopía del oprimido, (pp. 43-53) Ramiro Ávila Santamaría, 2019. Ciudad de México.
Esta visión carece de una necesidad del cuidado de la naturaleza, La participación de la
comunidad, la pérdida de vida natural y la visión cortoplacista han sido los protagonistas en este
mecanismo de mejoramiento de la ciudad.

Lo anterior, evidencia una pérdida del concepto de jurisprudencia de la Tierra en tanto, los seres
vivientes como la naturaleza no han tenido derechos, su ¨simple¨ existencia no se ha expresado ni
interrelacionado con la misma fuente de derechos de los seres humanos.

Finalmente se puede decir que en Bogotá se vive una realidad social, no hay cabida para la
imaginación, para la utopía. Claramente existe la idea de un mundo mejor, un idealismo, pero en
la práctica no se ve, no hay un Quijote que vea la necesidad de cambio y actúe para que su
idealismo se haga realidad, La utopía es eso, un concepto futuro que no tiene principio ni final.
Los gobernantes y elites de Bogotá mantienen el concepto del Paraíso y el salvador.
Curiosamente no hay ni el uno ni el otro, la naturaleza sigue siendo el menoscabo de sus política
y mejoras globalistas, y el hombre la sigue usando para consumo inmediato y no transaccional.

También podría gustarte