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CIUDADANIA DEMOCRATICA Y DESARROLLO SUSTENTABLE

En América Latina hay evidencias de que la política está en una transición


incierta. Sin embargo, un acontecimiento destaca de manera nítida: la
emergencia de movimientos sociales y ciudadanos sujetos de nuevas formas
de asociatividad y de acción política, que están develando el agotamiento de la
noción liberal de ciudadanía para interpretar las nuevas aspiraciones de
diversidad y autonomía que expresan estos movimientos ciudadanos.

Se está gestando una ciudadanía plural, que pone de relieve los valores
comunitarios, el sentido de responsabilidad pública, la mutualidad y
reciprocidad en las relaciones humanas, la justicia ecológica y de género, la
lucha contra las discriminaciones y la valoración de la multi e interculturalidad.
Esta nueva ciudadanía está enfatizando:

a)La ampliación de los derechos civiles y sociales de hombres y mujeres.

b)La práctica de acciones democráticas directas, una intervención más


contundente a nivel de las agendas de la opinión pública, a través del control
ciudadano de las políticas gubernamentales.

c)Una reinvención de las instituciones del poder local, como espacios de


reconstrucción de las relaciones sociales, culturales y económicas de la
sociedad civil popular.

d)Una demanda por un desarrollo humano económica y ambientalmente


sustentable.

Este sentimiento colectivo acerca de la fatiga de la política dominante es


expresión de un proceso más profundo que marca una tendencia clave para
entender la actualidad de nuestra región: estamos viviendo cambios radicales
en el modo mismo de entender y practicar el sentido de la política. Por esta
razón, es condición de la acción ciudadana transformadora construir una nueva
cartografía de la política latinoamericana con sus respectivos códigos
interpretativos.

Existen, a lo menos, tres grandes miradas para entender lo que está pasando
en este cambio de época que vivimos.

a)Una es la mirada neoconservadora, cuyo pensamiento es muy seductor por


lo simple: desde su perspectiva estamos viviendo una crisis moral fruto de una
libertad sin límites, de un mercadismo extremo, de un neoliberalismo salvaje,
de una liberación y experimentación sin límites, que se expresa en las
vanguardias culturales y en el hedonismo como forma de vida.

Sin embargo, para el neoconservantismo éste es un momento histórico donde


se ha agotado el experimentalismo, donde ya no hay lugar para "romper",
donde la estética radical alcanzó su propia impotencia y el capitalismo
extremista se ve minado por su crisis de fundamentos valóricos y su
incapacidad de crear un orden cultural que exprese jerarquías, tradiciones y
comunidad.

b)Una segunda mirada es la del escepticismo post-moderno que explícitamente


propone una desmoralización relativa de la política, por miedo a ciertas
pretensiones absolutistas del pensamiento crítico y que podrían derivar en
nuevas formas de integrismo. La democracia debería autolegitimarse por la
actuación de los propios ciudadanos sin necesidad de apelar a referencias
éticas externas, dado que la política es siempre un campo relativo de
interpretaciones y de decisiones. Este enfoque no aspira a la constitución de
actores colectivos y desconfía de los "sentidos comunes" propios de la
modernidad post-revolución francesa.

c)La tercera mirada podemos llamarla "crítica": comparte el diagnóstico de la


desorientación valórica y del debilitamiento de los ideales comunitarios. Sin
embargo, la causa no está -como para los neoconservadores- en la cultura sino
en los sistemas tecno-económicos y en la administración del Estado post-
industrial; en el predominio de una racionalidad instrumental que ha provocado
una anemia ética en la sociedad y en la política. La razón instrumental ha
invadido los espacios que antes pertenecieron a la razón ético-política y sus
consecuencias se manifiestan en una especie de sequía en las relaciones
intersubjetivas, que son la matriz de la creación de los valores. La política cae
bajo la dirección de los estrategas y los técnicos, se diluye en la
macroeconomía, que de ser un instrumento de gestión se convierte en una
normativa esterilizante de toda perspectiva de cambio. El predominio del saber
del tecnócrata reduce los espacios de la política ciudadana, empequeñece los
ámbitos de la participación pública y despolitiza las decisiones que tienen que
ver con el bienestar de la sociedad.

Podemos señalar, que la nueva ciudadanía, cuyo mapa empieza a configurarse


en América Latina, se nutre bastante de este último diagnóstico,
manifestándose como:

a)Capacidades y competencias para controlar la autoridad.

b)Como un rechazo al retraimiento privatizador de la sociedad que quieren los


tecnócratas.

c)Como un proceso asociativo, protagonizado por redes, movimientos,


opiniones públicas locales y regionales, que entienden su política como
construcción de poder, de derechos y de responsabilidades.

Estos nuevos movimientos ciudadanos replantean la política desde la práctica


de actores sociales locales, que pugnan por el mejoramiento de su calidad de
vida y se involucran en polémicas y disputan con actores gubernamentales que
poseen instituciones y mecanismos mucho más poderosos.

Sin embargo, es evidente que la política convencional ha disminuido su


credibilidad y es inhábil para detener a este "reencantamiento" de la política
ciudadana, que está siendo fuente de un nuevo imaginario social y educativo,
que moviliza a los jóvenes, a las mujeres, a los movimientos indígenas, a las
asociaciones de consumidores, a los ambientalistas y a los grupos de defensa
de los derechos humanos. De ahí, la destacada preeminencia que van
teniendo, en estas redes sociales, temáticas como la interculturalidad, el control
ciudadano global (social watch), la sustentabilidad planetaria, una ética de
responsabilidad solidaria integradora de lo social y lo ecológico, las luchas
contra las discriminaciones étnicas y las injusticias de género y la solidaridad
intergeneracional.

La política "vieja" tiene su contra cara en esta ciudadanía plural y diversa, que
va asentando una ética de la transformación social, que implica
sustancialmente una manera integral de leer los derechos humanos de
hombres y mujeres, de niños, jóvenes y personas adultas como basamento de
la democracia participativa, en el marco de una cultura organizativa y social
que pone de relieve principios de ética asociativa, tales como la mutualidad, la
comunicabilidad y la reciprocidad, entre los seres humanos

y de estos con la naturaleza. De esta manera, la ciudadanía es el aprendizaje


de una estimativa ética integradora de lo social-local y de lo ecológico-
planetario, tema sobre el cual volveremos más adelante.

Ciudadanía y ética del desarrollo sustentable

La hebra argumental más promisoria para plantear una ética de la


sustentabilidad es la crítica al modelo cartesiano de mundo, en que la razón y
la técnica ordenan y dominan el mundo natural de la vida. Una fuente
fundamental de este debate, como es H. Jonas, ha hecho notar cómo la técnica
moderna irrumpe en la sociedad con una dimensión inédita, planteando
problemas éticos antes desconocidos para la cultura occidental.

La razón "conforme a resultados", propia de la modernidad y su predominio en


el mundo de la vida social, cultural, estética y política, está en el origen del
problema ecológico contemporáneo.

La acción humana se desvincula de una racionalidad conforme a valores y la


naturaleza no es concebida como un valor a preservar, sino como ámbito de
dominio.
El "mundo de la vida natural" queda reconvertido en vida artificiosa, lo que
constituye la matriz interpretativa de la actual crisis ecológica y el punto-base
que ha servido para abrir el debate sobre las posibilidades de un nuevo
paradigma de la reflexión ética.

El "medio ambiente" es, desde las últimas décadas del siglo XX, un campo de
disputa, y una vía de ingreso a una nueva manera de plantearse la
responsabilidad social y la complejidad del presente y futuro planetario.

Por ello, una ética sustentable es primordialmente una ética de responsabilidad


con la vida en su complejidad. Tanto es así, que en el impulso de hacer
cooperar la cultura y la naturaleza emerge el paradigma de la "complejidad"
como la estrategia pensante que permite colocarnos, heurística y éticamente, a
la altura de los dilemas que plantea la sustentabilidad del desarrollo, uniendo
ciencia y conciencia de la naturaleza.

Desde este enfoque, la naturaleza, es pensada éticamente como una oikeiosis


(como "familiaridad con la casa"), vinculada a valores de afectividad y
generosidad, que van más allá de una ética ambiental, y la sitúan en lo que
algunos llaman una "ética del cuidado".

Para los efectos de la reflexión que perseguimos en esta ponencia, el desafío


es plantearse, reconociendo la existencia de una crisis ecológica global, que
pone en evidencia las limitaciones del "desarrollo" moderno, las condiciones de
posibilidad de una ciudadanía que, entendida como un "encuentro con los
otros(as) en la proximidad", practica también un nuevo comunitarismo con la
naturaleza. Para estos efectos, la naturaleza ya no debe ser asumida como un
objeto artificioso, sino un "sujeto" de alteridad con el cual coopero y vivo
mutuamente.

No se trata de reemplazar la "justicia ecológica" por el cuidado, sino de


practicarla como una ética afectiva que integre tres dimensiones: comunidad
ecológica, responsabilidad con el futuro planetario y democracia participativa.
De esta manera, la base de una "acción sustentable" estará en una
racionalidad práctica y valorativa que se desempeña como pensamiento crítico
en la sociedad y que asocia la afectación por el sufrimiento humano (la
violencia, la pobreza, etc.) con la justicia social.

Los derechos al desarrollo sustentable y los gobiernos ciudadanos en


construcción

Los derechos se conquistan y practican en tramas sociales. El derecho a ser


constructor(a) de sociedades sustentables -es decir, sociedades compasivas,
justas y solidarias- es un poder a construir por los movimientos ciudadanos de
la región, en medio de dinámicas de alta conflictividad y de un rezago ético y
civilizatorio muy fuerte, como es el que tienen las políticas del desarrollo y del
medio ambiente de cuño neoliberal.

Podemos señalar grandes líneas sobre las cuales construir una noción de
"gobernabilidad ecológica", o dicho de otro modo, de gobierno ciudadano para
el desarrollo sustentable.

Es preciso reconocer que el poder se expande como redes. El poder no radica


sólo en el Estado. Los cambios también pueden provenir de la cultura, de la
sociedad civil, de la capacidad y de las competencias que son posibles
construir desde prácticas ciudadanas concretas, locales, nacionales y globales.

En este sentido, nuestra idea de gobernabilidad se refiere en primer lugar, a la


capacidad política y social de un colectivo para habilitar la democracia
participativa y sus instituciones. Siguiendo a este argumento "Política
Sustentable" implica:

a)Crear instituciones ciudadanas.

b)Desarrollar opinión pública y actores sociales deliberantes.

c)Organizar grupos que ejerciten el control social de las políticas de las


instituciones gubernamentales y organismos multilaterales.

d)Promover la interlocución pro activa entre las redes de información y


producción de conocimientos de los ciudadanos(as) organizados(as).
e)Generar esferas públicas de negociación de las agendas de gobierno.

f)Conseguir la construcción de políticas públicas que expresen la deliberación


de la sociedad civil y los gobiernos, a la vez que la objetivación de los
mecanismos para resolver conflictos.

Sin embargo, lo que sucede en la realidad, está aún distante a este modelo:
por ejemplo, en el campo ambiental, generalmente no existen, en nuestra
región, políticas públicas legitimadas por la negociación ciudadana, ni
reconocimiento de las agendas de las redes ambientalistas de la sociedad civil.
Las instituciones que validan las mediaciones, cuando existen, son precarias, y
la participación ciudadana generalmente es frágil por la asimetría de las
informaciones y del poder que confrontan normalmente las comunidades de
base y las empresas. La cultura jurídica predominante es aún refractaria al
entendimiento de medidas precautorias de carácter ambiental, vía tutelas o
amparos, aunque, es preciso reconocer que en varios países se han realizado
avances muy importantes al respecto.

Teniendo en cuenta este contexto, una estrategia de fortalecimiento de la


ciudadanía en este ámbito debería defender la primacía de la soberanía
popular, como sostén de toda la democracia institucionalizada, haciendo uso
de los mecanismos de protección y expresión de derechos que ésta contempla.
Así lo vienen haciendo, por lo demás, muchos movimientos ciudadanos del
continente.

Seguidamente es preciso valorar el aprendizaje permanente de jóvenes y


adultos y la educación ciudadana, como componentes claves para crear
capacidades y poder ciudadano, a partir de acciones colectivas que formen
sujetos, habilitados para tener un pensamiento crítico, para tomar decisiones,
actuar responsablemente en todos los niveles y para deliberar y mantener
controversias con los decisores de las políticas oficiales y con las empresas.

A la vez, resulta clave crear y animar redes de información, de intercambio, de


solidaridad e inspiración ética, que actúen además como sistematizadoras de
los conocimientos necesarios para la sustentabilidad y eficiencia de las
acciones ciudadanas emprendidas.

Los movimientos ciudadanos necesitan plataformas discursivas, que puedan


ser mostradas públicamente por líderes legítimos y representativos, que
expresen principios éticos, haciendo valer la lógica ciudadana sobre el
tecnocentrismo, aunque cada vez es más insoslayable tener capacidad técnica
para mantener debates que requieren, por lo general, conocimientos
sofisticados.

A pesar de que existe por delante una tarea de construcción ciudadana y una
hipótesis de transformación social hábil, éstas están aún limitadas, entre otras
razones, por cierta anemia social que la gente común sufre, y que le impide
asumir tareas que impliquen un pensamiento global y un compromiso de
afectación con causas y programas, amén de las dinámicas estructurales que
van privatizando lo público y reduciendo la ciudadanía a una "ciudadanía" sólo
referida al consumo.

No obstante, la estrategia ciudadana está significando, en la práctica de


variados grupos y redes de la región, la identificación del espacio público como
un espacio clave de intervención y de reconstrucción social de las identidades
culturales fragmentadas por el mercadismo extremo.

Podemos afirmar que el imaginario de la sustentabilidad emergente en estos


contextos:

a)Es un índice de afirmación de derechos.

b)Actualiza la idea de una "ciudad" justa, que reconoce la diversidad y la


diferencia.

c)Convierte la pluralidad en un aprendizaje ecológico (es decir un aprendizaje


práctico de familiaridad, de cercanía, de aproximación y de cuidado mutuo en la
"casa común").
Lo que esperan los(as) ciudadanos(as) de los gobiernos: las democracias
a examen

En la última década, las experiencias de control social de las políticas


gubernamentales, en diversos campos, han sido factores de gran movilización
y educación ciudadana. A partir de las Cumbres convocadas por la ONU y las
actividades del Foro Social Mundial se han estructurado redes y grupos de
seguimiento de las políticas públicas, dando lugar a metodologías de análisis,
procesamiento de información y construcción de políticas públicas desde la
sociedad civil.

A nivel de las políticas ambientales, con ocasión de la Cumbre de


Johannesburgo, se ha evidenciado una significativa capacidad, de parte de
algunos movimientos, para realizar el control ciudadano de los acuerdos que
los gobiernos suscribieron en tal cita mundial. En muchos países se han
elaborado documentos de crítica de las políticas ambientales oficiales y se
establecido nuevas plataformas de acción ciudadana (ver: WorldWatch Institute
(2004): La Situación del Mundo 2004, Icaria Editorial, Barcelona) Estos
procesos nos ilustran cómo se ha ido gestando y organizando un poder de
sistematización, de seguimiento y de control de las políticas gubernamentales
de parte de sectores importantes de la ciudadanía. En muchos casos, la acción
de estos grupos de control ciudadano, ha puesto en evidencia las limitaciones
de la institucionalidad democrática, su escasa capacidad de proyectar una
gestión de la administración pública que contemple el diálogo e interlocución
critica con los actores sociales y, en el caso chileno en particular, una pálida
adhesión gubernamental a un modelo de democracia participativa. A la vez, es
preciso reconocer que, a través de las acciones de los movimientos
ciudadanos, se han colocado en las agendas públicas temas que, hasta hace
muy poco tiempo, tenían escasa sintonía en los sectores dirigentes.

En síntesis, a partir de experiencias reconocidas de nuestra región, las


principales demandas del control ciudadano en el ámbito de las políticas
gubernamentales de desarrollo sustentable son:
a)Existencia de una Autoridad ambiental legítima, institucionalizada en el marco
de la organización del Estado, sujeta a la fiscalización parlamentaria y
ciudadana, con facultades para generar políticas y orientar programas
coherentes y participativos de gestión ambiental global, que impliquen la puesta
en práctica de los principios de trans-sectorialidad en la gestión de gobierno y
la interlocución permanente con las organizaciones de la sociedad civil.

b)Creación, reconocimiento y reglamentación legal de sistemas obligatorios de


evaluación de impacto ambiental para proyectos de inversión industrial,
inmobiliarios, turísticos, de infraestructura y otros; identificación de los
convenios internacionales suscritos por los gobiernos y su consonancia con las
leyes internas; exigencia de indicadores públicos en materias como diversidad
biológica, cambio climático, aguas marítimas y continentales, contaminación
atmosférica y desechos tóxicos, manejo sustentable de recursos naturales,
participación y educación ciudadana ambiental, entre otras. Participación
ciudadana en la gestión de los recursos naturales en cuando bienes públicos
universales.

c)Control y fiscalización institucionalizada de la transparencia de la gestión


pública y de las actividades del gobierno en áreas como regímenes de
inversión externa, políticas de recursos naturales, políticas de energía,
acuerdos gobierno-empresas, tratados comerciales y sus repercusiones
ambientales e instrumentos económicos de gestión ambiental.

d)Existencia de consejos y esferas públicas de interlocución del gobierno con la


sociedad civil, discusión de agendas temáticas y globales con los movimientos
ciudadanos, distribución de información confiable y establecimiento de
mecanismos institucionales de consulta y participación directa.

e)Movilización del poder judicial en pro de cambios en la legislación ambiental,


aplicación de los recursos de tutela a los conflictos ambientales, normalización
jurídica e innovaciones en el derecho procesal y penal ambiental.

f)Responsabilidad gubernamental en la incorporación de la educación


ambiental en el sistema escolar y en la enseñanza superior y fomento de
instituciones de investigación que apoyen la toma de decisiones técnicas y la
distribución social del conocimiento ambiental.

g)Fomento de instituciones independientes, destinadas a monitorear las


políticas ambientales y sociales, producir conocimientos y ejecutar programas
de formación, a través de fondos e instrumentos públicos que fomenten
donaciones y subsidios destinados a financiar a estos grupos independientes.

h)Fortalecimiento de la gestión ambiental local, coordinada por los municipios y


gobiernos regionales, promoviéndose la profesionalización funcionaria y la
formación de cuadros directivos en materias de planificación económica, social
y territorial, acorde a los principios del Desarrollo Sustentable que los gobiernos
han suscrito en Conferencias Internacionales y Cumbres Presidenciales.

i)Elaboración y difusión pública de mapas de problemas y conflictos


ambientales, con participación de diversos actores, incluyendo empresas y
movimientos ciudadanos, que generen sistemas de información científica y
técnica, a disposición pública. Y que permitan el conocimiento de los factores
determinantes de la sustentabilidad ambiental de las políticas de desarrollo de
cada territorio.

j)Fortalecimiento de la participación ciudadana en los sistemas de evaluación


de impacto ambiental, reconociéndose legalmente las facultades de la
ciudadanía para investigar, pedir audiencias públicas, recibir información
fidedigna en los plazos correspondientes y financiar, con fondos públicos,
informes alternativos a los de las empresas o el gobierno, si estimasen
conveniente realizarlos.

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