Está en la página 1de 34

El antiguo Egipto

CEPER Mardeleva Sanlúcar de Barrameda

Curso 2016-2017

Trabajo realizado por Mª del Carmen del Río Luque

1
RESUMEN CRONOLÓGICO
3250 a. c. Se inventa la escritura en Egipto (documentado en el cementerio de Abidos) Y en
Mesopotamia (documentada en la ciudad de Uruk)

3100 a. C. Unificación de Egipto. Narmer, primer faraón. Comienza el Reino Antiguo.

2700 a. C. Imhotep construye para su faraón Dyesert la primera pirámide en piedra, en Saqqara.

2600 a. C. En Guiza, los faraones Quéops, Quefrén y Micerino construyen sus pirámides.

2200 a. C. Crisis política en Egipto. Inicio del Primer Período Intermedio.

2100 a. C. el Bajo Egipto pasa a ser gobernado desde Heracleópolis, y el Alto Egipto desde Tebas.

2050 a. C. Monyuhotep II reunifica de nuevo Egipto y funda el Reino Medio.

1800 a. C. nueva crisis de poder. Se entra en el Segundo Período Intermedio.

1700 a. C. Los hicsos gobiernan Egipto como faraones.

1650 a. C. Surge el Reino Antiguo Hitita en Anatolia con capital en Hattusas.

1550 a. C. Amosis expulsa a los hicsos de Egipto y funda la dinastía XVIII. Inicio del Reino Nuevo.

1490 a. C. Hatshepsut construye su templo funerario en Deir el-Bahari.

1470 a. C. Campañas de Tumotsis III en próximo oriente y expedición a Nubia.

1353-1335 a. C. Ajenatón inicia su reforma religiosa centrada en un dios único: primer monoteísmo
documentado de la historia.

1323 a. C. Entierro de Tutankamón en un hipogeo del Valle de los Reyes.

1284 a. C. Se inician las obras de los templos de Abu Simbel.

1275 a. C. Construcción de la gran sala hipóstila de Karnak.

1275 a. C. Batalla de Qadesh, que enfrenta al ejército de Ramsés II con los hititas encabezados por
Muwatali.

1260 a. C. Ramsés II y el rey Hitita Hatusi III firman el primer Tratado de Paz.

1140 a. C. Ramsés III repele el ataque de los pueblos del mar.

1085 a. C. Se inicia el Tercer Período intermedio en Egipto. Preponderancia del clero tebano.

715 a. C. Baja Época. Los “faraones negros” procedentes de Nubia, fundan la dinastía XXV egipcia.

332 a. C. Alejandro Magno de Macedonia vence a Darío III, último rey persa, entra en Egipto y es
proclamado faraón.

290 a. C. Fundación de la biblioteca y el museo de Alejandría.

87 a. C. Cleopatra, última reina de Egipto, llega al trono con 18 años.

2
A l contemplar las pirámides, la máscara de Tutankamon, los jeroglíficos que decoran la
sala hipóstila de Karnak, todos lo asociamos con la cultura egipcia pero eso no quiere
decir que conozcamos a ese gran pueblo, todo lo referente a ellos está cubierto por una
densa neblina para la mayoría de nosotros.

Hace unos 5000 años se produjo el tránsito de la humanidad hacia la historia, uno de los
acontecimientos más fascinantes que cabe imaginar. Las gentes que habitaban la región denominada
el Creciente Fértil, llanura regada por las cuencas de los ríos Nilo, Tigris y Eúfrates, sentaron las bases
de lo que entendemos por civilización; inventaron la escritura, la rueda, el arado o la cerveza,
construyeron las primeras ciudades decoradas con
delicadas piezas artísticas y monumentales templos y
edificios y además forjaron los primeros reinos e
imperios de la historia.

Por supuesto el nacimiento de la civilización estuvo


ligado estrechamente a la abundante presencia del
agua. No es casual que la civilización egipcia surgiera
a orillas del Nilo.

El Nilo, con sus aguas ricas en minerales, las crecidas


anuales de sus aguas que dejaban abundantes
sedimentos que fertilizaban el terreno y permitían la
vegetación y la vida desempeñó un papel crucial en la
formación política y social de la civilización egipcia. El
río marcaba el ritmo de vida de los egipcios.
Herodoto, a mediados del siglo V a. de C. escribió
“Egipto es un don del Nilo”. El río tiene, a lo largo de su recorrido seis cascadas, la primera a la altura
de la moderna Asuán y el territorio donde se desarrolló la civilización faraónica comprendía el tramo
entre la primera cascada y el mar Mediterráneo.

A orillas del Nilo se desarrolló una civilización muy homogénea que mantuvo su continuidad a lo largo
de más de 3000 años. Los protagonistas de su historia se sintieron siempre parte de una misma
realidad cultural y política, desde el primer faraón Narmer hasta Cleopatra.

En Egipto, todo giraba en torno a la figura del


faraón, un auténtico catalizador de fuerzas
cósmicas y sociales. Su función principal, antes
que atender a las tareas del gobierno y las
militares, era la de mantener la maat, es decir,
la justicia, la harmonía, el equilibrio, el orden
cósmico y la de desempeñar un papel
intermedio entre mundo de los dioses y el de
los hombres. También debía estar, aunque
pocas veces lo estuvo, al servicio de la
comunidad y garantizar su bienestar y
desarrollo. El rey de Egipto era un dios, no era
un gobernador arbitrario o tirano y estaba
sometido a severas limitaciones en su vida

3
privada y pública. Todos sus actos estaban regulados por leyes consuetudinarias.

En la parcela política, el antiguo Egipto se organizó desde sus orígenes como un estado monárquico
territorial, constituido por una extensión física que comprendía varias ciudades, todo bajo la autoridad
central del faraón.

LOS PRIMEROS REYES DE EGIPTO

Hace miles de años el actual desierto del Sáhara no era tan árido como en la actualidad. Hace unos
10000 a., durante el Holoceno, tuvo lugar en el Sáhara una fase climática muy favorable, conocida por
los geólogos como Gran Húmedo Holocénico. Durante ese periodo en el Sáhara central y Libia se
formaron una serie de lagos permanentes alimentados por generosas lluvias locales. La abundancia de
flora y fauna atrajo a numerosos grupos de cazadores-recolectores. Se convirtió en una especie de
paraíso donde diversos grupos humanos tenían una existencia nómada o se establecían de forma
estacional en algunas zonas para cazar y recolectar.

Pero hacia el año 6000 a. C. el clima empezó a cambiar, se inició el proceso que ha conducido al
estado actual de estas regiones y las tribus que habían aprendido a vivir en el Sáhara se vieron
obligadas a emigrar hacia el este, desplazándose hacia la principal fuente de agua de la región: el
Nilo.

El río aportó a estos primeros pobladores el agua y los alimentos necesarios para su subsistencia, y
también constituyó la principal vía de navegación para el transporte de personas y mercancías.

Los primeros asentamientos humanos se concentraron en el norte, en la zona del delta y del oasis de
el Fayum y la otra zona en el sur, desde el Egipto medio hasta Hieracómpolis. Aquellos primeros
pobladores se adaptaron rápidamente al medio acuático fluvial y basaron su economía en la pesca, la
caza y la recolección, el cultivo del trigo y la
cebada y la ganadería. Vivían en pequeños
poblados o aldeas, con hogares muy frágiles,
construidos con materiales perecederos
(cañas, ramitas, hojas, barro, etcétera).

Los poblados del norte estaban compuestos


por núcleos familiares independientes y no
practicaban rituales funerarios complejos.

Los asentamientos del sur mostraban rasgos más homogéneos y experimentaron grandes
transformaciones que los conducirían al desarrollo de la civilización faraónica. Aquí, en lo que
después se llamaría Alto Egipto se inició el
trabajo del metal (el cobre) y destacó por el
enterramiento de sus difuntos en cementerios
situados en el desierto, con fosas ovales
excavadas en el suelo y con un sencillo ajuar
funerario consistente en cerámicas, algún collar
y armas.

4
Los agricultores altoegipcios aprendieron pronto a aprovechar la crecida anual del río utilizando
incipientes técnicas de irrigación artificial con lo que consiguieron aumentar la productividad. Esto
tuvo como consecuencia un considerable aumento de la población. Las comunidades, cada vez más
amplias, tuvieron que organizarse y así surgieron los primeros jefes o caudillos aceptados y
respetados por la colectividad tanto por sus aptitudes como gobernantes como por sus supuestas
atribuciones cósmicas. Alrededor del 3500 a. C. a juzgar por la extensión e importancia de las
necrópolis, destacaron en el Alto Egipto tres núcleos poblacionales o protoreinos de dimensiones
considerables: Hieracómpolis, Nagada y Abidos (con capital en Tinis). Como consecuencia de su
crecimiento surgió una gran rivalidad entre ellos y fue Hieracómpolis la que se alzó con la victoria y
unificó el Alto Egipto.

La dinastía 0 y la primera escritura jeroglífica


La expansión hacia el norte supuso una anexión lenta, compleja y en algunos casos sangrienta de los
pueblos ocupados. El tiempo transcurrido hasta la unión de los “dos Egiptos” es difícil de cuantificar y
los monarcas que protagonizaron el avance militar hacia el norte forman lo que se conoce como “reyes
de la dinastía 0”. Conocemos sus nombres y su orden de sucesión porque ellos mismos los dejaron por
escrito en diferentes soportes, como cerámicas y canteras y es que los egipcios inventaron la escritura
jeroglífica en el cuarto milenio, al inicio de su historia, antes de la I dinastía y de que se produjera, por
tanto, la unificación de las Dos Tierras. En el cementerio de Abidos, en una tumba datada hacia 3350-
3250 a. C. , se encontró la más antigua evidencia de escritura jeroglífica sobre cerámicas, vasos de
piedra y pequeñas etiquetas de marfil horadadas, que se utilizaban para identificar el contenido de la
jarra a la que iban sujetas y además aluden al sitio de donde procedían las ofrendas del ajuar. Es
desconocida la identidad del propietario de la tumba pero
el signo del escorpión aparece más veces escrito que
ningún otro y por ello se
ha propuesto el nombre
de rey Escorpión para el
soberano de esta tumba
en clave simbólica pues
seguramente haría
referencia a una
manifestación del poder y la fuerza del rey.

Con los años la escritura jeroglífica se utilizaría en las esferas


administrativa, intelectual y en todas las formas de comunicación externa.

Nace el estado faraónico


Hacia el 3100 a. C. quedó completada la unificación en un Estado territorial por Narmer año
considerado el primer rey de la I dinastía. Narmer hizo representar la culminación del proceso de
unificación en una paleta de esquisto que hoy se conserva en el Museo Egipcio de El Cairo. El monarca
aparece en ella tocado con la corona blanca del Alto Egipto y con la corona roja del bajo Egipto. La
decoración en bajorrelieve de las dos caras de la paleta presenta los cánones que rigieron toda la
producción artística del Antiguo Egipto durante sus 3000 años de historia.

5
Narmer provenía de la cuidad de Tinis. Un paso clave en
el proceso de unificación pudo haber sido el matrimonio
de Narmer con una mujer poderosa llamada
Neiothotep, procedente de la región de Nagada uno de
los centros más importantes del Alto Egipto.

Si durante el periodo de unificación fue Tinis la capital,


durante las primeras dinastias egipcias, la capital que
acogió a los máximos mandatarios fue Menfis. También
se debe a Narmer la fundación de la primera capital del
reino unificado.

La elección del emplazamiento no fue casual, Menfis se hallaba en el vértice del delta, en la mitad de
“las dos tierras”, una óptima posición estratégica. La escasez de restos
arqueológicos no permite determinar como era la ciudad de Menfis. Esto
se debe, en parte, a que el adobe era el material básico para las
construcciones.

El dios patrón de la ciudad era Ptah, una antigua divinidad protectora de


los albañiles, los constructores y los escultores. En su apogeo, el templo
de Path de Menfis debió superar a todos los erigidos en Egipto.

Por desgracia el complejo sagrado prácticamente ha desaparecido.


Según Manetón, un sacerdote que vivió en el siglo III a.C., que escribió
una obra donde enumera a 30 dinastías egipcias con el nombre de sus
soberanos y algún detalle de su reinado, Narmer reinó durante 60 años
y murió al ser arrollado por un hipopótamo.

Las dos primeras dinastías egipcias reciben el nombre de “tinitas” porque


sus reyes procedían de la región de Tinis-Abidos, en el Alto Egipto.

En el norte se hallaba el Bajo Egipto, que iba desde Menfis hasta la fértil región del delta, conocida
como la tierra del papiro, por la gran abundancia de esta planta. La economía de la zona se basaba más
en la ganadería que en la agricultura, aunque en el delta occidental se han documentado extensos
cultivos de vid.

En el sur, el Alto Nilo se extendía desde Menfis hasta


Asuán, donde se encuentra la primera catarata. Se
caracteriza por ser una franja ya que el desierto
llegaba a muy pocos kilómetros del río. La economía
estaba basada en el cultivo del trigo y la cebada, y
legumbres, frutas, dátiles y lino. El concepto de las
“Dos Tierras” corresponde a la idea egipcia de que un
todo se compone de dos partes contrarias y
complementarias a la vez, con sus propios dioses
protectores y símbolos heráldicos.

6
Los dioses egipcios
Según un mito de la creación Ptah era un dios creador supremo, padre de todos los dioses, que fue
capaz de crear las cosas por medio de su corazón
(los antiguos egipcios creían que en el corazón
residían la memoria y el intelecto) y de la palabra
hablada (es decir, las órdenes). En el templo de
Ptah, en Menfis, surgió una casta sacerdotal
notable e influyente y mientras en Heliópolis otro
núcleo de sacerdocio en la sede del culto al dios
Re, iba conquistando poder y privilegios. El dios
Re era el señor de un reino de ultratumba que se
hallaba en el cielo, de manera que la resurrección
se obtenía por ascensión a su reino. También en el
Alto Egipto, en Hieracópolis, se rendía culto al
dios Halcón, Horus, con su correspondiente clero.

El Egipto faraónico era una sociedad politeista


que adoró innumerables divinidades, sobre 1500.
Algunos dioses tenían forma humana (Osiris, Ptah
o Isis), otros adoptaban una forma animal (el toro Apis, el halcón Horus, el ibis Tot, el chacal Anubis o
la vaca Hathor) y la gran mayoría adoptaban una forma híbrida entre animal y humano.

Cultos funerarios
De la mano del culto religioso se desarrollaron los ritos funerarios.
Al establecerse en Menfis, los primeros faraones de Egipto
inauguraron la necrópolis de Saqqara pues deseaban ser enterrados
cerca de su nueva capital. Esta necrópolis estuvo durante más de
tres mil años reservada a albergar las tumbas de miembros de la
realeza o de la élite egipcia.

Además, estos primeros reyes conservaron la costumbre de hacerse


enterrar en el cementerio real de Abidos, junto a sus antepasados.

En ambos casos se trataba de tumbas de base rectangular, hechas de adobe, llamadas por los
egiptólogos “mastabas”. Estas consistían en una estructura
subterránea donde se hallaba la cámara funeraria y otras
estancias para depositar el ajuar funerario, y una estructura
superior, un pequeño túmulo en el caso de Abidos y una
construcción mucho más monumental, de unos siete metros de
altura, en el caso de Saqqara.

7
La organización del estado egipcio
Por encima de todo existía el mundo divino, estrictamente ordenado. El rey de Egipto poseía una
esencia divina, era un dios encarnado y se situaba como mediador entre la esfera
divina y la humana. La función esencial del faraón era mantener el orden
cósmico, llamado también maat, personificado por una diosa con una pluma en
la cabeza.

El rey de Egipto realizaba actos rituales y de gobierno a diario para asegurar este
orden, dominar el caos y garantizar la abundancia, el bienestar y la prosperidad
de su pueblo. Igualmente para complacer a los dioses y apaciguarlos construía
templos dotados de comida, bebida y otras ofrendas. El caos se representaba
como un enemigo extranjero, una agresión de la naturaleza, etc.

La élite ocupaba el peldaño inmediatamente inferior, representaba


aproximadamente el 1% de la población y estaba formada por escribas y
sacerdotes que vivían y trabajaban en los templos. Por debajo se situaban los artistas, artesanos y
profesionales menores, que eran analfabetos. La inmensa mayoría de la población estaba formada
por los campesinos.

El faraón y sus funcionarios controlaban una administración muy compleja. Y lo hacían con mano
dura. El visir desempeñaba funciones comparables a las de un “primer ministro” y estaba al frente de
los altos dignatarios. De hecho, aparecía a menudo citado justo después de los miembros de la familia
real. Los visires controlaban el granero, el tesoro y los talleres de palacio, así como la supervisión de
las labores habituales de gobierno y la toma de decisiones ayudado por funcionarios subalternos.

Los documentos que nos han llegado mencionan distintos departamentos administrativos y estos
conciernen al control de recursos y personas. No
se dispone de ningún documento que avale la
imagen de un faraón preocupado por su pueblo.

En cuanto a la administración provincial, se


caracterizaba por la existencia de funcionarios
itinerantes enviados desde Menfis a los nomos
(provincias de Egipto) para controlar e
inspeccionar la gestión de los intereses del
faraón.

La mayor fuente de ingresos de la clase


dominante procedía de los impuestos y las
rentas que gravaban la producción agrícola,
ocupación de la mayor parte de la población, el
comercio en esta primera época desempeñaba un papel menor.

La vida cotidiana del campesinado se deduce del análisis de los restos humanos de algunas necrópolis
de las primeras dinastías. Se desprende que la mortalidad infantil era muy elevada, también había
una alta incidencia en el grupo de población entre los diecisiete y los veinte años. La alimentación era
deficiente, las condiciones de trabajo eran durísimas y eran víctimas de plagas, infecciones y guerras.
La casi total ausencia de higiene causaba una elevada mortalidad femenina, sobre todo en los partos.

8
El resultado de todo ello era una población al borde de la subsistencia, con un lento crecimiento
demográfico.

Los conocimientos médicos descritos en algunos textos de la época solo eran aplicados a los egipcios
pertenecientes a la minoritaria clase alta.

La crecida anual del Nilo inundaba las tierras cultivables durante varias semanas (de finales de junio
hasta mediados de octubre), depositando una fina capa de sedimentos y nutrientes, lo que asegura la
fertilidad de la tierra. El pueblo egipcio, durante la crecida, dirigía las aguas, por una red de canales,
para distribuirla sobre el terreno. Una vez evacuada el agua de la crecida, la tierra ya quedaba lista
para para ser sembrada de trigo, cebada y lino que serían recogidas en primavera. También plantaban
olivares y viñedos en la zona del delta y los oasis. Durante la mayor parte del año la labor humana
quedaba reducida a reforzar o construir canales y acequias, limpiar y acondicionar los mismos, reforzar
los márgenes del Nilo y trabajar para su faraón, ya fuese en la construcción de su tumba o de templos
de las divinidades.

El reino antiguo y la Era de las Pirámides


Tras la Época Tinita, comenzó el Reino Antiguo con el faraón Dyesert que
subió al trono en el año 2667 a. C. e inauguró la III dinastía. Bajo su reinado
Egipto se convirtió en un estado centralizado, se ocupó personalmente de
nombrar a los funcionarios que formaban una élite alfabetizada y
competente y sustituirían a los antiguos nomarcas, aunque el gobierno
seguía presidido por el visir. Los cambios se notaron pronto y el país
experimentó un extenso e ininterrumpido período de prosperidad
económica y estabilidad política.

Pero además fue el primer faraón


que se decantó por las doctrinas
solares según las cuales el destino
de ultratumba del faraón y
exclusivo para él iba a ser únicamente solar, de manera que
tras su muerte resucitaba cuando ascendía al cielo a reunirse
con su padre el dios Re. Se trataba de un más allá
completamente distinto al de Osiris, el poderoso dios de los
muertos, para quien la llave de la resurrección estaba en
lugar oculto y bajo tierra. Esta es la explicación de la
aparición de las tumbas en forma de pirámide, las primeras
escalonadas y después en forma de rampa, para ascender al
cielo. El resto de la población seguía siendo enterrado en el
suelo siguiendo el ritual osiríaco.

En Heliópolis, Dyesert ordenó construir un imponente recinto


funerario en Saqqara. Para ello contó con la colaboración de
Imhotep, visir, sumo sacerdote de Heliópolis y arquitecto real,
que erigió la primera pirámide escalonada en piedra con una
altura de 60 metros, realizada por la superposición de seis

9
mastabas de diferentes tamaños durante la baja época. El genial
arquitecto fue deificado durante la Baja Época (dinastías XXV-XXX,
c. 715-332 a. C.), por el recuerdo que la tradición egipcia tenía de él
como hombre excepcional.

El recinto funerario de Dyesert está orientado según un eje norte-


sur, el eje del Nilo. Es un gran complejo donde hay construcciones
para que el ka (fuerza vital) del rey difunto pudiese celebrar el
festival Sed del más allá. Este festival se celebraba a los 30 años de
gobierno del faraón y era la ceremonia de rejuvenecimiento y
renovación del poder cósmico del faraón.

Con la entrada de la IV dinastía se dio un nuevo empuje


constructor. El proceso de solarización se completa, las
pirámides pasan a tener las caras lisas. La entrada seguirá
situándose en la cara norte hacia las estrellas circumpolares,
como en las pirámides escalonadas de la tercera dinastía. A
través de un pasaje oblicuo se llegaba al eje central de la
pirámide, donde se
hallaba la cámara
funeraria. El cuerpo
de la pirámide se construía con roca procedente del
mismo desierto donde se iba a erigir. La pirámide
terminada se revestía de piedra caliza de buena calidad
procedente la mayoría de las veces de la cantera de Tura,
cerca de Menfis, e incluso a veces de granito rosa
procedente de las canteras de Asuán, en el alto Egipto.
Hoy en día los revestimientos de las pirámides se han
perdido y quedan pocos restos de ellos.

Por otra parte el templo funerario, donde se realizan los ritos y los cultos funerarios pasó de la cara
norte a la cara este de la pirámide. Aparece el
llamado templo del valle y la rampa que lo une
con el templo funerario. Esto indica que las
pirámides de la IV dinastía se edificaron según
un eje este-oeste, que evoca el recorrido diario
del sol. Allí donde nace, en el este, se encuentra
el templo del valle, junto a la zona cultivada. La
rampa representaría el recorrido del sol por el
firmamento durante el día y el templo funerario
se ubicaría en el extremo oeste del complejo,
donde muere el sol. Y ahí estaba la pirámide, el
elemento ascensional que permitiría al faraón elevarse y unirse con las demás divinidades.

10
Los reinados de Queóps, Kefrén y Micerinos
Son los faraones más conocidos del Reino Antiguo egipcio pero paradójicamente sólo conocemos de
estos poderosos soberanos por sus recintos funerarios.

Queóps trascendió su papel de faraón hasta llegar a identificarse con


el propio dios Re, hecho que resultó sacrílego para los teólogos
heliopolitanos. Por ello cultivaron una imagen muy negativa tanto de
él como de su hijo Kefrén, a los que acusaron de tiranos opresores de
su pueblo. La gran pirámide de Queóps, es la más grande de Egipto con
230 m de lado en su base cuadrada y una altura de 146,5 m. Es la única
de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo que aún se conserva en pie.
La cámara funeraria se encuentra en el corazón de la pirámide. Al este
de la pirámide se alinean tres pirámides que albergaron los
enterramientos de sus reinas.

Kefrén incluso acuñó el término “Hijo de Re” refiriéndose a su padre y


construyó la segunda pirámide más grande de Egipto después de la de
Queóps, llegando casi a los 137 m de altura pero incluso parece más alta
por estar construida en una cota más elevada. Además introdujo dos
nuevos y únicos elementos arquitectónicos en su complejo funerario. La esfinge y el templo de la
esfinge. La esfinge es una estatua en actitud de pleitesía, pero a la vez de guardia, un león tendido con
cabeza humana, la del faraón esculpida en la roca del desierto, que mide 72 m de largo por 20 m de
altura. El templo de la esfinge se construyó enfrente de la estatua y al lado del templo del valle del
complejo piramidal. En el templo de la esfinge se rendía
culto a Queóps como dios Sol.

Herodoto da una imagen del rey Micerinos muy


distinta de sus antecesores. Según él fue entre todos
los reyes el que dictó a los egipcios las más justas
sentencias. Como la conducta de su padre no le
agradaba abrió las puertas de los santuarios y dejó que
el pueblo, oprimido hasta la extrema miseria, volviese a
sus quehaceres y sacrificios. Todo indica que volvió a la ortodoxia heliopolitana, con lo que debió
recuperar el favor de los sacerdotes. Su pirámide sólo alcanza una altura de 65,5 m y muestra un
amplio uso del granito por lo que se convirtió en la precursora de las pirámides de la V y VI dinastías.

La necrópolis de Guiza incluye un gran número de mastabas y tumbas rupestres de miembros de la


familia real, cortesanos y funcionarios ya que miembros de la élite
buscaban ser enterrados en la cercanía de su rey.

La construcción de las pirámides de Guiza sólo fue posible gracias


a la existencia de una autoridad central, una poderosa burocracia,
que regulaba la parte de la vida de los egipcios que tenía relación
con los intereses del faraón, capaz de movilizar una parte
considerable de los recursos materiales y humanos del valle del
Nilo.

11
Después reinó Shepseskaf, hijo de Micerinos, último de la IV dinastía. Parece que renunció al Más Allá
solar pues se construyó una mastaba en vez de una gran pirámide, lo que puede considerarse como
un signo de dudosa religiosidad.

En esta época no existieron amenazas serias para Egipto


procedentes del extranjero, aun así se realizaron
expediciones militares en regiones para obtener
beneficios diversos. Recursos como cautivos, cabezas de
ganado obtenidos en Nubia o metales, piedras preciosas
en la península del Sinaí. En los muros rocosos del Wadi
Maghara, en el sudoeste del Sinaí, aparecen unos
relieves que representan a los egipcios masacrando
enemigos.

Declive del reino antiguo


Las pirámides de los faraones de la V dinastía son construcciones
poco cuidadas desde el punto de vista arquitectónico. En
cambio, los templos funerarios vinculados a estas pirámides
fueron haciéndose cada vez mayores, ganando en tamaño y
complejidad, además de estar ricamente decorados con
relieves y pinturas sobre piedra caliza. Durante esa época, lo
“simbólico” (la pirámide) dio paso a lo “ritual” (el templo
funerario). Destacan los templos dedicados al dios Sol, Re, que
erigieron en Abusir, al norte de Saqqara. Se denominaban “templos solares”, se trataba de edificios
con un amplio patio a cielo abierto y con un altar para las ofrendas que iban dirigidas a la divinidad
solar y al faraón muerto. También contaban con un obelisco corto, chato y macizo elevado sobre un
pedestal, que representaría la Colina Primigenia desde la
cual el Sol se habría elevado al cielo, dando inicio a la
creación.

En el complejo funerario de Unis, último faraón de la V


dinastía aparecen por primera vez los llamados Textos de las
Pirámides, que se hallan esculpidos en los muros de las
cámaras funerarias, antecámaras y pasadizos de las
pirámides. Se trata del corpus religioso más antiguo jamás
documentado en la historia, cuyo motivo central se focaliza en
la ascensión del faraón hacia el cielo para unirse con su padre,
el dios Re. Los textos eran recitados y cantados por los
sacerdotes con ocasión de la sepultura del rey en el interior de
su pirámide. En ellos se describen los medios de ascensión, los
peligros que el rey debe sortear para alcanzar el Más allá, pero
también nos muestra composiciones de otros géneros como
mitos, rituales, himnos, textos cosmogónicos, teológicos,
iniciáticos, etc. Es un hecho que estos textos los redactó el clero
12
de la ciudad de Heliópolis, cuya teología y cosmogonía estaban
centradas en el dios Sol.

Durante la V y, sobre todo, la VI dinastía se observa un


progresivo aumento de la influencia, la riqueza y la capacidad
de ostentación de los altos funcionarios y los nomarcas.
Gracias a las inscripciones halladas en sus tumbas tenemos
noticia de las expediciones que los reyes enviaban en la época.

A Pepi II se le atribuye el reinado más largo de todos los


soberanos de Egipto.

En la última etapa de su reinado, por motivos que no están


claros, el estado egipcio centralizado empezó a dar señales de una grave crisis política, se disgregó, y
Egipto entró en una época conocida como Primer Período Intermedio (dinastías VII a XI en sus inicios),
durante la cual los funcionarios alcanzaron un gran poder. Se
hizo evidente el declive de la monarquía y las fronteras
empezaron a ser atacadas y ocupadas por los beduinos. En el
delta, las ciudades recuperaron su autonomía y en el Alto
Egipto los nomarcas asumieron el poder efectivo y empezó la
práctica de transmitir su cargo de forma hereditaria. La
nobleza se hizo con el poder.

La crisis del Primer Período Intermedio


Después de la caída de la monarquía menfita, dos localidades egipcias sobresalieron y se disputaron la
supremacía de Egipto: Heracleópolis Magna (cerca del lago de
El Fayun) y Tebas (en el Alto Egipto).

En Tebas apareció un linaje de potentados que se deshicieron


del somero control de Heracleópolis, rompiendo todo vínculo
con su monarca y gobernaron como una dinastía
independiente, la XI. Estos príncipes reunificaron todo el Alto
Egipto hasta Tinis donde se situó la frontera con el reino
heracleopolitano. Ambos reinos libraron una larga y cruenta
guerra civil.

Hacia el año 2050 a. C. subió al trono tebano el poderoso y


enérgico Montuhotep
II quien fue
conquistando todo el
reino del norte hasta
conseguir la
reunificación de
Egipto y la fundación
del Reino Medio.

13
El Reino Medio y la incursión de los Hicsos
Es una etapa caracterizada por una unidad política y territorial, el auge de la monarquía y una gran
monumentalidad.

El victorioso líder Montuhotep II fijó la capital en Tebas, su ciudad natal, y se dispuso a ampliar sus
dominios. Por el sur, se dedicó a la recuperación de las posesiones egipcias en Nubia, mientras que
por el norte buscó el control total de la zona menfita y el delta. Para ello restableció el cargo de visir,
creó nuevos puestos y cargos administrativos e impuso en todas las provincias controladores tebanos,
para lo que suprimió el carácter hereditario de los nomarcas, una medida que debió de enfrentarle a
las élites. También abrió nuevas rutas comerciales
con Oriente y el mar Rojo, lo que comportó un
enriquecimiento para Egipto, que a su vez funcionó
como motor para la reactivación artística.

Se erigieron bajo su reinado numerosos edificios, la


mayor parte en el Alto Egipto, entre los que destaca
su imponente complejo funerario en Deir el-Bahari,
en la necrópolis tebana, lugar sagrado para los
egipcios dedicado a la diosa Hathor. En cuanto a las
creencias se habían transformado en profundidad, y el
Más Allá del faraón había dejado de ser
exclusivamente solar. El diseño de su complejo es
único pues consistía en un edificio de planta cuadrada con tres niveles concéntricos a los cuáles se
accedía por rampas. La cámara funeraria es un hipogeo, bajo
tierra, y se accedía a su interior por un largo túnel
descendente situado en el patio del templo funerario, al
este.

No se sabe mucho de los sucesores de Montuhotep II. La


divinidad principal de Tebas en aquel momento era Montu,
un dios halcón de la guerra. De ahí viene el nombre de todos
los reyes de la segunda mitad de la XI dinastía, que significa “el dios Montu está
satisfecho”.

El primer rey de la XII dinastía fue Amenemhat I y su nombre


indica el que el dios Montu ha sido sustituido por Amón, ya
que varios reyes de esta dinastía se llaman igual (literalmente
quiere decir “Amón está al frente”). Amón es dios de un
origen oscuro y misterioso y con el tiempo llegó a ser un dios
esencialmente político, dinástico, protector de la realeza
faraónica. Son los faraones de la XII dinastía los que iniciaron
la construcción del templo sagrado de Amón en Karnak con la
construcción de un edificio del que solo queda su lugar de
emplazamiento.

La frontera política en el Reino Medio se volvió a fijar en la


Primera Catarata, en Elefantina y así se recuperó el acceso a
diversas materias primas de gran importancia como oro,

14
granito y madera. Además mediante la construcción de verdaderas y
poderosas fortalezas en la zona de Nubia, controlaban todas las
rutas comerciales de materiales procedentes de África Negra.
También en estas fortalezas se realizaban tareas burocráticas.

Para controlar mejor el país,


especialmente el bajo Egipto,
los nuevos faraones
decidieron trasladar la capital a Ichitaui, una región cercana al
oasis de el Fayun. Dedicaron grandes esfuerzos a transformar
una zona de marismas en tierras cultivables con un sofisticado
sistema de irrigación. Se erigió un dique y se construyeron
canales para desviar el exceso de agua y que aparecieran tierras
nuevas para cultivar. Y es que la sociedad egipcia seguía siendo
eminentemente agrícola, por ello la vida de los egipcios venía
regulada por las inundaciones.

El calendario egipcio
El Nilo determinaba las tres estaciones del año egipcio, a las que los egipcios denominaban ajet
(inundación), peret (siembra) y shemu (cosecha). Cada una de ellas constaba de cuatro meses,
divididos en tres semanas de diez días cada una. A estos meses se añadían, para completar los 365
días, cinco días más dedicados al nacimiento de los dioses Osiris, Horus, Set, Isis y Neftis.

La estación del ajet empezaba a finales de junio; a mediados de


octubre daba comienzo la estación de peret, se retiraba el agua, la
tierra resugía y cubierta de limo húmedo y espeso estaba lista para
ser sembrada. Shemu era la estación
seca que empezaba en febrero, y es
la temporada de la siega y la
recolecta de los frutos.

La irrigación artificial no existía a gran escala y cuando se hacía era


totalmente manual. Un par de jarras de cerámica colgadas de una
percha de madera que los hombres cargaban sobre sus hombros tal
como aparece en las escenas representadas en las tumbas de los
nobles.

Hasta el Reino Nuevo no se utilizó una máquina hidráulica para regar,


consistía en un palo de madera horizontal, montado sobre un pivote,
con un contrapeso en un extremo y un cubo o recipiente colgado en el
otro con el que los antiguos egipcios elevaban el agua desde el
río.

La altura de la crecida anual del Nilo se medía con el


Nilómetro; este consistía en un pozo con una escalera interior
en cuyas paredes había unas marcas que indicaban la
superficie aproximada de terreno que quedaría inundada y
sometida al control fiscal ya que permitía calcular las cosechas

15
que se recogerían. Según las fuentes la parte que se quedaba el estado era totalmente
desproporcionada y dejaba al campesino al borde de la subsistencia.

Los Textos de los Sarcófagos y el poder de Osiris


También los reyes de la XII dinastía mandaron
construir pirámides pero más pequeñas, sin textos ni
imágenes grabadas en su interior, hechas de ladrillos
de adobe y recubiertas de caliza. El principal corpus de
textos religiosos durante el Reino Medio aparecía en
los ataúdes, de ahí su nombre, Textos de los
Sarcófagos y aparecían en todos los de aquellos que los
podían costear. El contenido era muy variado y
combina y fusiona los dos mundos de ultratumba que
aparecían en los Textos de las Pirámides (el mundo
celeste y terrestre) en un único Más allá controlado
por Osiris.

El culto de Osiris en Abidos


La muerte y resurrección de Osiris es uno de los mitos más
importantes de Egipto y nos ha llegado gracias a la obra
maestra de Plutarco “Isis y Osiris”, escrita sobre el año 120 d. C.

Seth, hermano de Osiris que anhelaba el


trono de Egipto, lo asesina. Despedaza en
14 trozos el cadáver y los dispersa por
todo Egipto. Transformada en pájaro
milano, la diosa Isis, que era hermana y
esposa de Osiris, buscó y recuperó los
pedazos uno a uno, hasta que sólo faltó el
pene, que no llegó nunca a encontrarlo
porque Seth lo había arrojado al Nilo y un pez oxirrinco se lo
había comido. Isis, con poderes mágicos y sanadores, fue capaz
de dotar a su
difunto marido
de una réplica
del falo. Con la ayuda del dios chacal Anubis, vendó el
cuerpo de Osiris unido trozo por trozo,
confeccionando de ese modo la primera momia de
Egipto. Entonces se transformó de nuevo en milano,
se colocó encima del cuerpo restaurado de Osiris y
con su magia y su aleteo insufló vida en el cuerpo de
su esposo, que resucitó. Osiris se retiró al Más Allá,
donde a partir de ese día gobernaría como rey de
todos los muertos.

16
Los faraones del Reino Medio dedicaron un nuevo templo a Osiris en la localidad de Abidos, donde
fueron enterrados los primeros reyes de Egipto.

Florecimiento de la literatura
El Reino Medio fue una época muy dinámica culturalmente, florecieron muchas formas literarias, el
sector de los escribas creció hasta un 3-5 % de la sociedad. Se escribieron obras de ficción que se
harían muy populares, como la Historia de Sinuhé. Fueron también muy populares las composiciones
líricas, sobre todo himnos dedicados a los dioses o al faraón.

La escuela de los escribas

Los niños elegidos debían ir a la escuela. La copia y el dictado era la base del aprendizaje elemental.
Muchos de los textos nos han llegado gracias a
que se copiaban una y otra vez y se aprendían
de memoria en las escuelas. La formación
empezaba a una pronta edad, sobre los cinco
años y abarcaba el copiado en hierático (es
decir la cursiva del jeroglífico) y la compilación
de misceláneas de distintas obras. Sólo los
alumnos más aventajados llegaban a trabajar
en la corte. Otros trabajaban en los templos o
el ejército.

El oficio de
escriba, que
significaba por
lo tanto saber
leer, escribir y hacer cuentas era respetado. Implicaba no trabajar en el
campo, ni pulir piedras, ni arrastrar cargas pesadas... Pero sólo era
accesible para los miembros masculinos de la élite y no alcanzaba ni el
5% de la población.

17
El poder de los hicsos
El segundo Período Intermedio (1800-1550 a. C.) empieza a finales
de la XII dinastía. El estado y la monarquía empiezan a debilitarse,
el país vuelve a ser fragmentado territorialmente pues los señores
locales de ciudades del delta se desvincularon de la autoridad del
faraón y fundaron dinastías paralelas. Egipto queda nuevamente
dividido en dos partes.

Los hicsos no poseían un único origen étnico, sino que se


conformaba de una mezcla de tribus procedentes de las regiones
de Canaán (Siria-Palestina) y de los asentamientos hurritas (pueblo
que habitó la región central del actual sudeste de Turquía, norte de
Siria e Irak y noroeste de Irán).

En pleno Reino Medio


empezaron a entrar y a
instalarse en Egipto inmigrantes
que fueron entrando por el delta
y se instalaron en gran número en el norte del país. Trajeron con
ellos muchos objetos, armas como la espada curva, el carro de
guerra, o el arco doble que los egipcios incorporaron
inmediatamente. También introdujeron el caballo, y otros objetos
que facilitaban la vida diaria así como el laúd y la lira que
empezaron a ser representados en los relieves de las tumbas.
Los caudillos hicsos aprovechando la inestabilidad del país se organizaron y empezaron a conquistar
por las armas hasta llegar a la región de Egipto Medio desde la región De Ávaris, en el delta oriental.
Se proclamaron faraones (dinastías XV y XVI), asumieron a Seti como Dios principal, poderoso dios de
la guerra, asimilado a su dios semítico Baall. Cultural y políticamente los hicsos asumieron por
completo la cultura egipcia.
Mientras, en el sur, una familia de militares
llegó a controlar una gran parte del Alto
Egipto frente a la dominación extranjera. Su
poder se extendía desde Elefantina hasta la
región de Abidos donde se hallaba la
frontera con los hicsos. También se
proclamaron faraones y constituyeron la
XVII dinastía, contemporánea a la de los
hicsos.

Pronto empezarían las hostilidades y el rey


Seqenenre-Ta II valeroso guerrero e
impulsado por su madre, una mujer muy poderosa y enérgica, llamada Tetisheri se puso como
objetivo liberar al país de los hicsos y unificarlo. Además se casó con su propia hermana, Ahhotep,
que era también una mujer de espíritu luchador. Parece ser que murió en el campo de batalla, su
momia presenta en el cráneo una hendidura infligida sin duda por un hacha enemiga. Le sucedió
Kamose, que consiguió expulsar a los nubios hasta Elefantina. Sólo quedaba por conquistar su capital
Ávaris, una fortaleza con muros de ocho metros de espesor. Amosis, ocupó el trono con diez años de

18
edad y bajo la regencia de su madre Ahhtotep, continuó la guerra
hasta alrededor del año 1550 a. C. en que los hicsos fueron
definitivamente derrotados con la caída de su capital. Por el sur
conquistó la baja Nubia.

Hay una teoría, conocida como “hipótesis de los hicsos” según la


cual el origen real del libro del Éxodo de la Biblia no sería la fuga de
los judíos de la opresión egipcia, sino su expulsión a manos de
Amosis I tras dos siglos de ocupación. Los hicsos se
corresponderían con los hebreos de las Sagradas Escrituras. Esta
hipótesis podría constituir la base histórica de la posterior versión
narrada en el Éxodo.

Hay evidencias que contradicen esta idea, por ejemplo, los hicsos
conocían la escritura mientras que las primeras manifestaciones
del protohebreo datan del siglo X a. C. 400 años más tarde que la
expulsión de los hicsos de Egipto.

Comienza el Reino Nuevo, período en que Egipto alcanza su máximo esplendor.

El esplendor del Reino Nuevo y las dinastías ptolemaicas


(de la dinastía XVIII a la ptolemaica, 1550-30)

Amosis fundó una nueva dinastía, la XVIII, la más


gloriosa y célebre de la historia de Egipto. En esta
etapa el país se convertiría en una de las potencias
dominantes del Mediterráneo oriental, con la
extensión de sus dominios en el mundo sirio-
palestino.

La capital se estableció en Tebas, y la divinidad de


la ciudad, Amón, pasó a ocupar un lugar
privilegiado en el panteón egipcio. Amón
representaba al rey y su poder político y militar,
junto a su esposa, la diosa Mut, y a su hijo el dios
Jonsu, los tres dioses “políticos” forma la llamada
“tríada tebana”. Su santuario principal se hallaba
en el gran templo de Karnak, donde todos los reyes
del Reino Nuevo tuvieron intervenciones.

19
Luxor, el harén de Amón
El conocido en la actualidad como templo de Luxor, se erigió en Tebas, un nuevo santuario,
considerado como el harén de Amón.

Una de las festividades religiosa más importantes del


calendario religioso tebano era la Hermosa Fiesta del
Valle, una fiesta de difuntos puesto que, la divinidad,
desplazándose en una barca de cedro del Líbano
cubierta de hojas de oro y plata, salía en procesión del
templo de Karnak e iba a visitar la necrópolis tebana
en la orilla occidental, cruzando el Nilo, para luego
volver a su
residencia.

La otra gran
celebración, la
fiesta de Opet, una fiesta de regeneración cósmica, transcurría
entre el templo de Karnak y el de Luxor, a lo largo de una
avenida pavimentada de dos kilómetros con más de un millar de
esfinges con cabeza de morueco (el animal que se asimila a
Amón) a un lado a otro. Amón, en su barca sagrada era
transportado a hombros por sus sacerdotes, en solemne
procesión desde su residencia de Karnak hacia el templo de Luxor, para unirse con su esposa, la diosa
Mut.

Para el pueble egipcio esta festividad era muy importante pues era el único momento en que podía
ver al dios pues no podían entrar a los templos. Sólo podía pasar al primer patio porticado abierto, los
sacerdotes podían entrar a la sala hipóstila, y sólo el faraón o el sumo sacerdote, en su nombre,
podía llegar al sancta santórum donde se encontraba la estatua de la divinidad.

20
Dentro del sacerdocio existía una jerarquía muy estricta
sobre todo en los grandes templos como el de Karnak,
los altos cargos sabían leer y escribir, tenían buenos
conocimientos de teología y además sabían de memoria
los textos sagrados que recitaban. Gracias a los
privilegios concedidos por el propio faraón la influencia
política de sus líderes crecía continuamente. Los
sacerdotes vestían de blanco, llevaban el cuerpo
afeitado como un signo de purificación y gracias a los
escritos de Herodoto sabemos que a los varones, puesto
que también había sacerdotisas, se les practicaba la
circuncisión.

Hatshepsut, Tutmosis III y el poder de Mitani


El sucesor de Amosis se llamó Amenhotep (literalmente “Amón está satisfecho”). Gobernó durante
dos décadas y le sucedió Tutmosis I, artífice de las primeras campañas sirio-palestinas y de la
extensión por el sur hasta la Cuarta Catarata. A su muerte ocupó el trono Tutmosis II que por ser hijo
del faraón y una esposa secundaria tuvo que casarse con la princesa real Hatshepsut para acceder a
éste. A la muerte de Tutmosis II, alrededor de 1482 a. C., y debido a la corta edad de su hijo, Tumosis
III, hijastro de Hatshepsut, esta ejerció como soberana regente, y a los pocos años con el apoyo de un
grupo de poderosos e influyentes funcionarios, se proclamó faraón. Por supuesto colaboraron los
sacerdotes de Tebas, que idearon para ella un relato mítico religioso según el cual el dios Amón había
visitado a su madre, la reina Amosis y de esa unión
había nacido Hatshepsut.

Siempre se hizo representar como el arquetipo de


faraón: físico masculino, con rostro y cuerpo
vigoroso, ataviada con el nemes, la barba postiza……
Pero los textos que acompañan a las imágenes se
refieren a una mujer, van siempre en femenino.

Un cortesano muy conocido y prestigioso de su


reinado fue Senmut, al parecer de origen plebeyo,
que llegó a ser uno de los cortesanos más
poderosos e influyentes del reinado de
Hanshepsut, se convirtió en su arquitecto y el
monumento más significativo que diseñó y
construyó fue el magnífico templo en Deir el-
Bahari conocido como “el sagrado de los

21
sagrados”. Gozó de un acceso privilegiado a la familia real, ya que se convirtió en el tutor de la única
hija que Hanshepsut tuvo con Tutmosis II, la princesa Neferuru, además llegó a ocupar otros muchos
cargos muy importantes, incluso se le concedió el privilegio de
ser enterrado en una tumba junto al templo funerario de
Hanshepsut.

La reina faraón daba mucha importancia a la construcción y


restauración de edificios
religiosos y a los
contactos comerciales
con otros países. En los
muros del templo
funerario está representada la expedición comercial al país de
Punt, un país desconocido en la actualidad pero que debía estar
muy lejos y realizar un largo viaje en barco para llegar hasta allí.
Los emisarios de Hanshepsut volvieron cargados de árboles de
incienso y productos exóticos que entusiasmaron a la reina. Su
reinado fue especialmente pacífico.

Un aspecto curioso de su historia es que tras su muerte su


figura fue sometida a una damnatio memoriae muy severa. Su
nombre fue borrado y sus estatuas destruidas. El causante,
según algunos autores fue su sucesor, que no le perdonó que le
usurpara los primeros años de poder; sin embargo otros piensan
que fue Ramses II.

Su sucesor, Tumosis III, tuvo un reinado absolutamente belicoso y militar, ordenó hasta 17 campañas
militares. Sometió a protectorado el reino de Mitani (con centro en la región actual del Kurdistán) y
situó sus fronteras en el recodo del Eúfrates. Controló también Libia y combatió en la Alta Nubia. El
imperio egipcio alcanzó su máximo apogeo. Tanto es así que fuentes egipcias lo ensalzan como un
soberano victorioso y dominador de todos los países extranjeros.

Pero además inició una época en la que el arte ganó en elegancia, riqueza y expresividad, y Tebas se
convirtió en una gran capital cultural y comercial. Incluso los pequeños reyes de la franja de Siria-
Palestina enviaban a sus hijos para que fueran educados y formados en la corte egipcia.

Los tres faraones siguientes se limitaron a mantener el dominio de los territorios de Asia y a consolidar
su relación con Mitani en una alianza dirigida a contener a un nuevo imperio que amenazaba
avanzando desde Hattusas, en el centro de Anatolia, los hititas.

La reforma religiosa de Ajenatón


El Atonismo es la primera forma conocida de monoteísmo en la historia. Esta reforma llevaría a
significativas transformaciones estilísticas en el arte.

A mediados del siglo XIV a. C. subió al trono egipcio Amenhotep IV, quien impulsó una política
religiosa centrada en un dios único,.demiurgo (principio activo, creador y ordenador del Universo),
excluyente y omnipotente: Aton

22
El faraón comenzó su reinado gobernando desde Tebas junto a su
esposa la bellísima Nefertiti, que parece que tuvo una notable
influencia sobre el faraón, y a comienzos de su quinto año de
reinado decretó que el disco solar, el Atón, fuera la única divinidad
oficial real y, por tanto, la única venerada en todo el país. Empezó
una persecución obsesiva a todas las demás divinidades egipcias,
borrando sus nombres e imágenes especialmente las del dios Amón.
Los artistas recibieron la orden de pintar el disco solar, imagen del
dios Atón, encima de la imagen de cualquier otra divinidad. La
nueva imagen de Atón tomaba la forma del disco solar del que
partían numerosos rayos cada uno de los cuales terminaba en una
pequeña mano, algunas veces sujetando el signo jeroglífico anj (la
vida) y oras , el was (el poder). Además cambió su nombre por de
Ajenatón (“la luz de Atón).

También cambió la forma de representar la imagen del faraón, caracterizada ahora por un aspecto
caricaturesco y voluptuoso. El rostro se alarga y presenta
unos ojos oblicuos y estrechos, con una nariz alargada,
labios carnosos y sinuosos y el mentón muy pronunciado.
Lucía un cuello muy alargado y un esternón muy marcado.
De torso y cintura estrecha, Ajenatón aparecía con pecho
femenino y un vientre caído con un ombligo oblicuo; con
caderas anchas y
nalgas redondeadas.
En cambio las
extremidades se
mantuvieron muy
finas y dejaron de
mostrar
musculatura alguna.
La imagen de su
esposa sufrió los
mismos cambios.

La lectura simbólica
implica una imagen
asexuada del faraón
que aludía al doble principio generador, es la imagen de
Atón un dios creador, y como tal debe asumir ese papel; para ello tiene el principio masculino y el
femenino necesarios para ello.

23
Ajenatón, en un viaje por el Nilo, tuvo una revelación, Atón
le comunicó que era su padre y le pidió que construyera
una nueva capital, le indicó el lugar exacto en el Egipto
Medio. La ciudad se llamaría Ajetatón, “el horizonte de
Atón”; en la actualidad se conoce como Tell el-Amarna. En
ella se debían construir amplios templos concebidos única y
exclusivamente para el culto de Atón, con multitud de
altares para las ofrendas diarias al dios solar.

En todas las casas de la ciudad de Amarna había capillas


domésticas donde se representaba a la familia real. Así
rendían culto a Atón, pues Ajenatón era el único intermediario entre el dios y la humanidad y todas
las ofrendas debían hacerse a través del faraón.

Fallecido el faraón, desapareció el culto a Atón, se borró cualquier alusión al dios y al rey “hereje” y
volvió a imperar el culto al panteón tradicional.

De Tutankhamón a Ramsés II
Tras un soberano efímero ocupó el trono Tutankhatón, un niño de corta edad que pronto cambió su
nombre por el de Tutankhamón. Es famoso porque después de fallecer prematuramente a los
dieciocho años, fue enterrado en una tumba del Valle de los Reyes,
que no era para él y que excepcionalmente escapó a la codicia de
los saqueadores de
tumbas.

Efectivamente, el 4 de
noviembre de 1922,
Howard Carter, un
arqueólogo británico,
comunicó el hallazgo de la tumba inviolada de Tutankhamón a lord
Carnarvon, que había financiado 15 años de trabajos para la búsqueda. En el interior de la tumba se
halló el ajuar funerario completo con sus carros de combate, muebles, cofres de oro, comida,
estatuas… y una máscara de oro y lapislázuli fabulosa.

24
A la muerte de Tutankhamón hubo un levantamiento militar que llevó al trono a un general, Ramses
I, quien fundó la XIX dinastía. Tanto él como su sucesor Seti I, se preocuparon de recuperar las
posesiones asiáticas que se habían perdido durante el reinado de Ajenatón (más preocupado por su
reforma religiosa) y reorganizar administrativamente el país.

Fue el tercer faraón de la dinastía Ramsés II (1279-1213 a. C.), el que durante los 67 años de su
reinado devolvería la gloria a Egipto. Lideró décadas de paz y
e impulsó un ambicioso programa constructivo para
perpetuar su gloria. Su gesta más memorable fue la batalla
de Qadesh, en Siria, contra los hititas, que fue representada
en las paredes de cinco templos diferentes: Abu Simbel,
Rameseo, Abidos, Luxor y Karnak. Se enfrentó a una coalición
antiegipcia
liderada por
el rey hitita
Muwatali.
Llamaban
Hatti al
territorio
ocupado por
esta coalición
situado en la
región
central de la península de Anatolia. El imperio hitita se fundó
en el siglo XVII a. C. y con diversos altibajos fue una gran
potencia en oriente próximo hasta el siglo XII. Tanto en su
administración como en su cultura se aproximaba mucho a las
tradiciones mesopotámicas.

Ramsés narraba como, a punto de ser derrotado por el ejército hitita


comandado por Muwatali llamó a su padre Amón para que lo ayudara en
la batalla, con las siguientes palabras: ¡Oh padre mío, Amón! ¿Qué está
pasando? ¿Es correcto que un padre le dé la espalda a su hijo? ¿Estás
decidido a ignorar mi situación?........

Según la leyenda Amón


escuchó las plegarias y según lo relata el poema de
Pentaur, que compuso el escriba principal del soberano,
él sólo redujo severamente el número de carros y
soldados enemigos e hizo que los restantes huyeran.
Ramsé
s
prese
ntó la
batall
a como una inmensa victoria, que queda descrita
con detalle en los textos que mandó grabar en los
muros de los principales templos. La realidad es

25
que quedaron en tablas y tras un largo período de tensiones se llegó a la firma de un tratado, el
primero documentado de la historia, que se conoce tanto en la versión egipcia como en la hitita. La
alianza se selló mediante el matrimonio diplomático de Ramsés con una hija de Hatusil que fue
recibida en Egipto con toda pompa y esplendor. Todo ello favoreció el intercambio y el comercio. Sin
embargo, el tratado tuvo una corta vigencia ya que durante el reinado de Mineptah, sucesor de
Ramsés II, los llamados “Pueblos del Mar” (movimientos
migratorios indo europeos iniciados en el siglo XIV a. C.)
irrumpieron en la península balcánica y avanzaron por el
mediterráneo acabando con la cultura micénica y
aniquilaron el imperio hitita, (que desapareció literalmente
de la historia)Durante su reinado se continuó la reforma y
restauración de los templos dañados bajo el reinado de
Ajenatón. Se caracterizó también por su vasto programa
constructivo; edificó en el templo de Karnak, en el de Luxor,
y en la orilla occidental se hizo erigir el imponente templo
funerario de Rameseo. Ordenó levantar también un templo
en Abidos y en Menfis embelleció el templo del dios Ptah. En la Baja Nubia edificó los más bellos
templos, como los rupestres de Abu Simbel, dedicados a él mismo y a su esposa Nefertari. Estos dos
templos están excavados en la misma roca. El templo principal
estaba orientado de tal forma que a la salida del sol el día 21 de
febrero y el 21 de octubre (los días de su entronización y de su
nacimiento supuestamente), el sol entraba hasta el fondo del
sancta santórum, y sus rayos iluminaban las figuras de Amón,
Re y el propio Ramsés, quedando en la penumbra la estatua
del dios Ptah. Estos templos fueron desmantelados y vueltos a
montar piedra a piedra en sitio seguro para evitar que
quedaran sumergidos por la construcción de la presa de Asuán
en 1964.

Por otra parte, las esculturas que poseemos de Ramsés II se


caracterizan por su tamaño colosal, llenó el país con sus
templos y estatuas, muchos usurpados a sus originales
constructores, se calcula además, que se apropió cientos de
estatuas de divinidades y soberanos y en todos los lugares de
Egipto aparece
su nombre en
cartuchos de
los
monumentos.
Fue enterrado en una suntuosa tumba que se hizo
construir en el
valle de los
reyes.
Conocida como
la “KV5” es

26
considerada la más grande de toda la necrópolis, aún no se ha terminado de excavar y el número de
salas supera las 121.

En el Valle de las Reinas Ramsés mandó construir una tumba para su esposa favorita, la reina
Nefertari, célebre por la calidad y belleza de las pinturas que la representan.

El mítico valle de los reyes


En la montaña tebana consagrada a la diosa Hathor, se encuentran más de
60 tumbas, redes de túneles y cámaras excavadas de extraordinaria belleza
e impresionante perfección. Los faraones en este periodo descansaban en
tumbas esculpidas en la roca decoradas con pinturas y ricos relieves que
adornaban sus muros. En cuanto a la decoración de las paredes nunca
refleja aspectos de la vida cotidiana, tampoco escenas de guerra o
combates, está relacionado única y exclusivamente con el mundo del Más
Allá y el viaje que debía emprender el faraón hasta el reino de Osiris
sorteando todo tipo de peligros. La temática es
siempre la misma, los textos funerarios, escenas
relacionadas con ellos y el faraón brindando ofrendas a
los dioses. El estilo de la decoración va desde
imitaciones de papiros hasta bajorrelieves muy
elaborados y llenos de pintura.

Cuando los faraones del Reino Nuevo decidieron situar


su necrópolis en el Valle de los Reyes, fue necesario
reunir un grupo de profesionales para construirla.
Estos vivían en Deir el-Medina en una villa cerca de su
lugar de trabajo. Las excavaciones realizadas en ella,
debido a las condiciones climáticas han permitido
obtener muchísima información sobre la vida cotidiana en el poblado. Las casas eran muy pequeñas
pero con todo lo necesario, los trabajadores recibían del estado el lino para tejer, cereal y pescado
seco, que era la base de su alimentación. Esta dieta se complementaba con verduras, frutas,
legumbres, miel y a veces con carne, aves de corral generalmente, que era un alimento de lujo
entonces. Se han hallado también numerosísimos
restos de dulces. Los hijos asistían a una escuela
dentro de la misma villa y aprendían el oficio de sus
padres con lo que luego tomaban el relevo.

La construcción de un sepulcro real empezaba el


mismo año en que un faraón subía al trono. Los
primeros que entraban en acción eran los canteros,
que iban penetrando en la montaña. Los yeseros se
encargaban de alisar las paredes y colocaban una capa
de estuco o muna, una especie de yeso que se obtenía
de una mezcla de arcilla, cuarzo, caliza y paja. Sobre

27
esta capa se aplicaba otra tenue de yeso. Cuando se había secado se cuadriculaba la superficie
destinada a la decoración que servía de guía para trazar el dibujo. El programa decorativo lo elegía el
faraón conjuntamente con los sacerdotes. Los artesanos hacían los esbozos en rojo, y más tarde los
maestros los corregían en negro. Perfilado el dibujo, se aplicaba otra capa tenue del color de fondo
(sin tapar el dibujo) y se policromaba la composición. También se podía proceder al relieve
policromado. Los pintores distribuían el color con uniformidad y sin sombras.

Dos mitos sobre los hipogeos debemos desterrar. En contra de la creencia general las entradas de las
tumbas de los reyes no estaban escondidas, sino que se veían claramente y el cuerpo de policía
velaba por que los sellos colocados en el momento del entierro siguieran intactos. Durante muchos
años siguieron invioladas.

El segundo tiene que ver con la creencia de que los constructores de las tumbas eran sacrificados y
enterrados a la muerte del faraón, al contrario, quienes conocían los secretos de las tumbas
formaban un grupo muy bien considerado dentro de la élite y vivían confortablemente en Deir el-
Medina.

Cuando el faraón moría, el trabajo en la tumba se detenía y se procedía a preparar el funeral.

La momificación en el antiguo Egipto


Como en otras ocasiones es Herodoto quien nos transmite lo que hoy conocemos sobre las técnicas y
procesos de momificación. Había varios tipos según la importancia y poder adquisitivo del difunto. Los
parientes del difunto llevaban el cuerpo a la “Casa de la
Purificación”, el proceso duraba unos 70 días. Los
encargados de la tarea eran sacerdotes expertos
especializados. Para un embalsamamiento suntuoso,
propio de un miembro de la realeza o de la élite,
procedían en primer lugar a la evisceración del cadáver
y a sacar el cerebro por las fosas nasales con el máximo
cuidado y ayudados por herramientas quirúrgicas.
Limpiaban y enjuagaban con vino de palma el cuerpo y
las vísceras y rellenaban la cavidad abdominal de mirra
pura molida, canela y otras sustancias aromáticas. Luego
colocaban el cuerpo en natrón (carbonato sódico o
barrilla) para su deshidratación. Durante el
proceso al menos uno de los embalsamadores
debía llevar puesta una máscara de chacal
para hacerse pasar por Anubis, y repetían
invocaciones al dios. Al final se procedía al
vendaje y colocación de amuletos protectores
entre las vendas y la momia era colocada en el
interior de un féretro de madera para proceder
al enterramiento o funeral.

Según Heródoto a las mujeres hermosas o


importantes no se las entregaban a los
embalsamadores hasta pasados unos días de
la muerte, cuando se iniciaba la putrefacción

28
pues se conocían casos de necrofilia por parte de los embalsamadores.

En distintos papiros funerarios aparece representado el dios Anubis sosteniendo a la momia a la


puerta de la tumba, ello indica que probablemente el sacerdote llevaría la cabeza de chacal negro.
Un sacerdote, llamado “sacerdote sem”, purificaba entonces el cadáver y procedía al ritual de la
“apertura de la boca”. Pronunciaba unas palabras mágicas e iba tocando, con la ayuda de un
instrumento la boca, los ojos, la nariz, y las orejas de la momia. Así el difunto podía recuperar los
sentidos y contemplar el mundo de los vivos y recibir las ofrendas.

Sólo quedaba colocar a la momia en la cámara funeraria donde ya estaba el ajuar para la otra vida y
sellarla.

Llega el momento definitivo: el juicio


final. El alma del difunto era conducida
por el dios Anubis hacia la sala del
tribunal de Osiris, donde tenía lugar el
juicio osiríaco, donde el difunto debía
pasar la prueba de la Psicostasia o
“pesada del alma”. En el centro de la
escena, Anubis debía colocar en uno
de los platos de la balanza de la
Psicostasia el corazón del difunto, al
que los egipcios consideraban la sede
de la consciencia y la memoria, para
proceder a pesarlo frente a la pluma o estatua de Maat, la diosa de la justicia y la verdad. El tribunal
estaba formado por 42 dioses encargados de juzgar al difunto. Este procedía entonces a confesar sus
pecados “en negativo”, en la que enumeraba, uno por uno, los pecados que no había cometido.

Si la balanza se desequilibraba a causa de sus pecados y mentiras, el difunto era tragado por la
Devoradora, un terrible monstruo, negándole así la eternidad; en cambio, si era justo de voz, al decir
la verdad, Osiris permitiría que esa persona fuera admitida en el Más Allá del cuál era señor.

El Reino Nuevo se apaga


Egipto se sumergió en una grave crisis económica. Las crecidas del Nilo fueron escasas, salieron a la
luz casos de corrupción y abusos de poder por parte de altos funcionarios y la administración, se
subieron impuestos y todo ello provocó el descontento de la población, los habitantes de Egipto se
dedicaron al latrocinio, el Valle de los Reyes se convirtió en un lugar inseguro. Las tumbas de los
reyes eran una tentación para gente que pasaba hambrunas y penurias.

Entre desórdenes y usurpaciones se extinguió el Reino Nuevo y entró el conocido como Tercer
Período Intermedio por los historiadores, que comprende las dinastías XXI a XXIV (1085-715 a. C.),
durante el cual Egipto perdió sus posesiones en África y Asia y el país se dividió de nuevo, volviendo a
instalarse dos núcleos de poder. El clero de Amón de Tebas se hizo con el poder en el Alto Egipto,
mientras que en el norte, en el Bajo Egipto, pasó a ser gobernado por unos soberanos de la ciudad de

29
Tanis, en el nordeste del delta. Estos se otorgaron también el título de faraones de Egipto y fundaron
la XXI dinastía, la dinastía tanita. En la ciudad de Tanis destaca el templo dedicado al dios Amón, en
cuyo interior ubicaron las tumbas para los reyes
de este período, que se descubrieron casi
intactas en 1934.

Los faraones dejaron de construir tumbas en el


Valle de los Reyes y decidieron enterrarse bajo el
suelo de los templos en la ciudad, lugar seguro y
custodiado por los sacerdotes continuamente.
Las cámaras funerarias eran discretas y sin
ornamentación y aunque contenían joyas de
calidad no podrían rivalizar en cantidad como lo encontrado en la tumba de Tutankhamón.

Durante los últimos años de la dinastía tanita, empezaron a surgir en distintas zonas señores que se
autoproclamaban faraones creando las dinastías XXII y XXIII.

La decadencia del poder faraónico propia de los períodos intermedios fue proporcional a la
importancia cada vez mayor de los gobernadores locales que encargaban tumbas y estatuas de
tamaño colosal.

El faraón Alejandro Magno


Se denomina Baja Época al período de las últimas dinastías anteriores a la conquista de Egipto por
Alejandro Magno, en 332 a. C. Durante este período, el país volvería a estar unificado, bajo los
faraones negros de la dinastía XXV, procedentes de Nubia. En esta época hubo muchas luchas por el
dominio de Egipto. El último florecimiento de la civilización faraónica se produjo durante la dinastía
XXVI durante la cual se restauraron los monumentos de los antepasados,
se regresó a los valores clásicos y se recuperaron las tradiciones del
pasado.

En 525 a.C. los persas conquistaron Egipto y formaron la XXVII dinastía.


Por un breve período los egipcios expulsaron a los persas (dinastía XXVIII
y XXIX), pero éstos volvieron a ocupar el país en 342 a. C. hasta que un
joven macedonio, que había vencido al último rey de los persas
aqueménidas Darío III, llamado Alejandro Magno entró en Egipto y fue
acogido como un libertador. En el oasis de Siwa consultó el oráculo, que

lo declaró hijo de Amón y se hizo coronar en el templo de Ptah en Menfis asumiendo el papel de
faraón de Egipto. Fundó la ciudad de Alejandría, en el delta occidental, futura capital del imperio
ptolemaico, antes de partir para Asia y seguir con sus conquistas en su afán imperialista.

30
Tras su muerte en 323 a. C., uno de sus diádocos, el general Ptolomeo, se proclamó faraón de Egipto
y fundó en 306 a. C. la dinastía ptolemaica o de los Lagidas (306-30 a. C.).

En esta última fase el país estará gobernado por faraones


de origen macedonio, que sin embargo, adoptaron
desde el principio las costumbres locales; sus reyes
construyeron templos a las divinidades egipcias,
muchos de los cuáles se mantienen en pie hoy día (Filas,
Kom-Ombo, Edfú, Dendera, etc), escribieron sus
nombres en
jeroglíficos y
en el interior
de
cartuchos, e
iFiles

Kom-Ombo

31
Dendera

incluso adoptaron las tradiciones funerarias egipcias. Durante este período se construyó el faro de
Alejandría, que orientaba a los navegantes con una hoguera que ardía sin parar en su interior en
combinación con una serie de espejos cuyo reflejo podía verse a varios kilómetros de la costa. También
de esta época es el templo de las musas, llamado también “Museo” y la biblioteca de Alejandría, que
llegó a albergar hasta 900 000 manuscritos, convirtiendo la ciudad en la capital cultural e intelectual
del Mediterráneo.

Cleopatra, el último faraón de Egipto


Es, junto con Hatshepsut y Nefertiti la más conocida de todas las reinas de Egipto y uno de los
personajes famosos de la antigüedad.

Era hija del faraón Ptolomeo XII, nació en el


año 69 a. C. y se crio y educó en Alejandría.
Su capacidad política e intelectual destacaba
por encima de sus hermanos así que es
probable que desde muy joven recibiera una
educación exquisita a fin de prepararla para
ser faraón de Egipto. Se dice de ella que
hablaba más de seis idiomas (latín incluido,
pues difícilmente hubiera interesado a Julio
César o Marco Antonio sólo por sus
“encantos físicos”) y fue la primera de su
linaje que tuvo la deferencia de aprender la
lengua que utilizaban la mayoría de sus súbditos: el egipcio antiguo.

Tenía 18 años cuando subió al trono y heredó un


imperio poderoso. Sus objetivos prioritarios fueron
dos: asegurar su poder en el trono y mirar por el bien
y prosperidad de su pueblo. Las fuentes egipcias nos
muestran una reina seria, preocupada por Egipto y
que afrontaba los problemas que afectaban a su país.

32
Cleopatra estaba dotada de una prodigiosa capacidad política.

Desafió la creación del “Mediterráneo latín” que impulsaba Octavio desde Roma. Su error fue pensar
que podía vencer en el intento de preservar la independencia de su reino. Cleopatra junto a Marco
Antonio, sufrió una flagrante derrota en la batalla naval de Áctium contra las flotas de Octavio,
futuro Augusto, dirigidas por Marco Agripa (2 de septiembre de 31 a. C.).

Murió el 12 de agosto del año 30 a. C. a la edad de 39 años. Con su muerte Egipto perdió a su último
faraón y pasó a ser una provincia romana. Al poco de su muerte se convirtió en leyenda y la historia la
presentó peyorativamente como una mujer infame, entregada a los excesos sexuales y capaz de todas
las traiciones. Sin embargo, la verdad parece ser muy distinta. Su popularidad entre la población
egipcia revela que efectivamente fue una extraordinaria ptolemaica, querida y admirada por la
gente de su pueblo.

No olvidemos que la historia la escriben los pueblos vencedores, y en esta ocasión fue el pueblo
romano.

Mª del Carmen del Río Luque

33
34

También podría gustarte