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Resumen

Pensamiento en Mesopotamia

Mesopotamia, territorio comprendido entre el Tigris y el Éufrates

El nacimiento de la civilización

En regiones del Próximo Oriente se consiguió la domesticación de ciertas especies


animales ligadas a la caza, así como los primeros ensayos agrícolas.

A comienzos del VII milenio, los grupos agrícolas y ganaderos, al no poder separarse de
sus rebaños y de sus campos, se volvieron sedentarios; construyeron habitáculos y se unieron
formando pequeñas sociedades que se organizaron para el trabajo y la protección de sus
bienes. Del mundo vegetal extraen fibras textiles e inventan el arte del tejido. Asimismo, la
relación interpersonal, las destrezas individuales, la progresiva especialización del trabajo, etc.,
condujeron a la formación de la organización social que tendría como consecuencia, en el IV
milenio, la aparición del poblado y, poco después, la comunidad urbana.

El yacimiento iraquí más importante de la época neolítica es Jarmo, fechado hacia el


6750 a. C. La obsidiana constituía casi la mitad de su instrumental de piedra. Por otro lado,
apareció una cerámica tosca con una decoración elemental.

Entre el 5800 a. C. y el 5500 a. C. el yacimiento neolítico que dio nombre a este


período fue pre-Obeid, cerca de Mosul. Su cerámica está decorada con incisiones o con
pintura.

El período entre el 5600 y 5000 a. C. se conoce como Samarra, célebre por su


cerámica, decorada con diseños geométricos, antropomorfos y zoomorfos.

Al periodo de Samarra le sucede el de Tell Halaf con una fecha aproximada entre el
5500 y el 4500 a. C.

La llanura aluvial comprendida entre el Tigris y el Éufrates era muy rica, lo que permitió
la subsistencia de una gran cantidad de población. Esto tuvo como consecuencia el que grupo
humanos, procedentes de Zagros habitara en las tierras de lo que sería Sumer con
asentamientos neolíticos que enlazarían con la etapa urbana. Los yacimientos de la zona sur de
Mesopotamia fueron Eridu, El Obeid, Uruk y Jemdet Nasr.

Entre el 5000 y el 4000 a. C. comienza el período de El Obeid cuyo nombre


corresponde al de un asentamiento próximo a Ur, donde se reconoció la cerámica que
caracteriza este período: dibujos monocromos en negro y rojo, líneas onduladas o rectas,
triángulos, etc. También se fabrican hoces con dientes de obsidiana.

Ciertas costumbres funerarias confirman que los moradores del sur de Mesopotamia
creían en la vida en el más allá. Entre los objetos funerarios se han encontrado estatuillas que
representan seres humanos con cabeza de reptil.
Este momento se distingue sobre todo por el desarrollo de la agricultura y por la
adopción de sistemas de regadío sin los cuales el progreso de Mesopotamia no se podría
comprender.

La revolución urbana

Con el nombre de Mesopotamia se conoce el vasto valle aluvial drenado por los ríos
Éufrates y Tigris. La civilización mesopotámica cohabita con elementos de fuerza y violencia. El
Éufrates y el Tigris no son como el gran río egipcio; sus avenidas son variables e imprevisibles.
Soplan aires abrasadores o se desencadenan lluvias torrenciales. En Mesopotamia, la
naturaleza campa a sus anchas; en la plenitud de su fuerza, obstaculiza el trabajo de las
personas haciéndolas conscientes de su extrema vulnerabilidad. Ante estas manifestaciones de
fuerza, para él sobrenaturales, el iraquí de antaño se hallaba despistado e impotente. Presa de
la ansiedad, sentía que el orden de las cosas estaba en peligro. Difícilmente pues, se puede
entender la localización del paraíso en Mesopotamia por parte de la tradición hebrea.

Mesopotamia, que coincide en buena medida con el territorio de Irak actual, no


dispone de minerales y apenas hay piedra y madera para la construcción. Su suelo es árido y
estéril. Pero, a pesar de su aspecto actual, tuvo una gran trascendencia para el progreso de la
civilización. En dicho territorio surgieron las primeras escuelas, los primeros procedimientos
legales, el primer sistema ético, la primera biblioteca, etc.

Hasta el siglo XVII, Mesopotamia fue conocida sólo a través de la Biblia y de los
escritores clásicos. El final del siglo XVII y el comienzo del XVIII marcan una honda
transformación en la actitud de Occidente con respecto a Oriente. En el siglo XIX tuvo lugar
una carrera arqueológica que permitió sacar a la luz parte del misterio y del caudal de aquella
civilización.

Cuna de la civilización

Mesopotamia fue uno de los grandes focos de civilización avanzada. La fertilidad del
suelo de la Baja Mesopotamia posibilitó un excedente agrícola que facilitó la irrupción de los
grupos no relacionados de forma directa con la producción de materias primas. Esta nueva
economía se manifestó en la aparición de las ciudades y en la invención de la escritura y las
ciencias exactas; por otro lado, favoreció la división de la sociedad en clases.

A mediados del IV milenio a. C. llegaron al sur de Mesopotamia los sumerios. Éstos


actuaron como catalizadores de la revolución urbana. La base de la economía sumeria era la
agricultura que en los primeros tiempos estuvo supervisada por los templos. La administración
central de Ebla acumulaba una cantidad suficiente para dar de comer a miles de personas.

Uno de los factores que aclaran la elevada productividad sumeria tiene que ver con el
desarrollo de las técnicas agrícolas como el arado de madera. Por otro lado, la ingeniería
hidraúlica logró irrigar muchas tierras que se habían transformado en áridas estepas. Esto tuvo
como consecuencia un importante excedente de alimentos que permitían alimentar a un
elevado número de profesionales que de este modo podían concentrarse en sus oficios. Esta
división del trabajo fue la base de la aparición de las primeras ciudades convertidas en
complicadas entidades sociales en las que sus ciudadanos llevaban a cabo funciones diversas y
con un alto grado de especialización.

Los excedentes agrícolas eran tan abundantes que permitían el intercambio comercial.
Estas relaciones comerciales se realizaban por ríos y canales mediante pequeñas
embarcaciones; por mar, en grandes barcos de vela; y por vía terrestre se organizaban
caravanas de asnos y mulas.

Durante dos milenos el foco de la actividad económica fueron los templos. En ellos se
planeaban las obras públicas y en ellos se descubrieron las ciencias exactas y la escritura.

Según la creencia sumeria, el dios patrono de la ciudad-estado era el dueño de los


territorios estatales. Parte de las tierras eran retenidas y explotadas por los sacerdotes del
dios, pero la mayor parte era arrendada a particulares.

La sociedad babilónica estaba compuesta por los patricios (awîlu) que ocupaban los
puestos de mayor relieve. Los plebeyos (mushkênum) formaban una clase social entre la de los
libres y los esclavos. Estos últimos (wardu) ocupaban la escala inferior de la sociedad.

Cosmogonías

Mitos de la creación

El hombre mesopotámico concebía la tierra (Ki) como un disco plano que flotaba sobre
la capa de agua dulce (Apsû). Todo el conjunto reposaba en el interior de una esfera, cuya
mitad superior constituía el Cielo (An) y la mitad inferior el inframundo (Kur). A su vez esta
esfera estaba suspendida en un «mar primordial» y sin límites.

Sobre el origen del mundo y la humanidad, los sabios de Mesopotamia fueron


aportando ideas que iban renovando según las tradiciones locales. Según el sumeriólogo
Sumer la concepción era: el mar primordial, personificado por la diosa Nammu dio nacimiento
al cielo (An) y a la tierra (Ki). De la unión de An y Ki nacieron los grandes dioses, los Annunaki y
Enlil. Enlil separó el cielo y la tierra.

Enûma elish

El retrato cosmogónico más célebre es el Poema de la creación redactado en Babilonia


bajo el reinado de Nabucodonosor (1124-1103 a. C.). Se trata de un poema de mil cien versos
inscritos en tablillas conservado casi en su totalidad y que constituye un tratado de teología. El
contenido es un panegírico en honor del dios Marduk, deidad principal de Babilonia. Esta
narración alberga tradiciones míticas mucho más antiguas. Servía de texto oficial para ser
recitado durante las fiestas de año nuevo.

La narración comienza hablando sobre cómo el mar, el río, la tierra y el cielo se


confundían en un inmenso e indiferenciado caos. Era el momento en el que todavía nada había
sido nombrado, es decir, creado. Para las gentes mesopotámicas no podía existir nada que no
tuviese nombre.

De la tumultuosa Tiamat los dioses fueron procreados a partir de su seno. Una vez
creadas las primeras deidades, ellas fueron engendrando a su vez otras. Anshar y Kishar se
unen para engendrar a Anu quien engendra a Ea. Posteriormente nacerán otras divinidades
alborotadoras. Tiamat, Apsû y Mummu deciden eliminar a estas ruidosas deidades. Pero Ea
arruina la criminal empresa. Narcotiza a Apsû y lo mata. Luego junto con su esposa Damkina
engendra a Marduk. Loca de furia por la muerte de Apsû, Tiamat declara la guerra a los dioses.
Crea monstruos, serpientes gigantes, dragones salvajes y otras entidades más. Sólo Marduk
planta cara a este terrible ejército.

Marduk va a retar a Tiamat. Traspasa su corazón con una saeta y le destroza el cráneo
con su maza. Marduk crea entonces las constelaciones, los fenómenos atmosféricos y los
manantiales a partir del cadáver de Tiamat. Posteriormente se da la creación de la humanidad
por Ea de acuerdo con los planes de Marduk.

El desenlace de este poema radicaba en exaltar la figura de Marduk y en justificar el


lugar que ocupaba en el panteón.

El mundo de los dioses

El panteón mesopotámico

Nuestro conocimiento de las ideas y creencias religiosas proceden de los archivos


sacerdotales de Nippur y de las bibliotecas de Nínive y Asur. Las creencias religiosas se
presentan unidas al tema de la fertilidad pues la supervivencia tenía mucho que ver con el
trabajo agrícola.

Las relaciones de las gentes de Mesopotamia con la naturaleza eran muy estrechas.
Esto desembocó en creencias en las que se hallan huellas de animismo. Las fuerzas de la
naturaleza fueron personificadas y transformadas en deidades. Cientos de divinidades integran
el panteón mesopotámico. El hombre está al servicio de los dioses, su existencia no tiene otra
justificación y todo incumplimiento de ese servicio es una falta. No hay que esperar nada en
este mundo ni en el más allá.

Por otro lado, la sociedad divina era una copia exacta de la sociedad humana pero
siempre superan al hombre en fuerza, poder e inteligencia además de que eran inmortales.

En el panteón mesopotámico podemos vislumbrar una especie de estructura


piramidal. En la base hallamos a las entidades demoníacas a los espíritus angelicales y al dios
personal. Un segundo nivel estaría ocupado por las deidades de herramientas; acto seguido
hallamos a las divinidades de la naturaleza; luego vendrán los dioses del inframundo. En los
estratos superiores están las deidades astrales. El puesto más alto corresponde a Enlil, An y
Enki.

Divinidades cósmicas

La primera deidad de la tríada cósmica es An. Esta estaba muy alejada de los hombres,
ya que no sólo no velaba por ellos, sino que además era hostil. El diluvio se atribuía a él y a
Enlil.
El auténtico dios supremo de los sumerios es Enlil. Este elige a los reyes y es por la
única voluntad de él por lo que el mundo continúa existiendo.

Enki es inventor, protector de las técnicas, las ciencias y las artes. Enki es el mejor
aliado y amigo del hombre. De Enki es de quien procede la idea de crear a la humanidad para
que asumiese el trabajo de las divinidades. Su esposa es Ninki y su hijo Marduk.

Divinidades astrales

La tríada astral está formada por Shin (dios luna), Shamash (dios sol) e Ishtar (el
planeta Venus).

El dios luna aparece como «el primogénito del dios Enlil». La ideología teológica
babilónica lo consideró también como deidad de la vegetación. Constituyen la familia de Shin
su esposa Ningal, sus hijos Shamash e Ishtar.

El segundo componente es Sharnash deidad de los adivinos. Nada escapa a la


observación de Shamash. Conoce igualmente los comportamientos, los pensamientos y las
maquinaciones de la mente humana. Es también el señor de la justicia que hace que reine el
estado de derecho sobre la tierra.

Ishtar es la diosa del amor y del nacimiento. Se la identifica con Venus. A este planeta
se le considera dios cuando brilla por la mañana y como diosa cuando brilla por la tarde de
manera que goza de ambos sexos.

Otras divinidades

Gran parte de las deidades menores son personificaciones de ideas. Asimismo,


hallamos en la literatura religiosa un proceso constante de fusión de los atributos de diversas
divinidades en una única deidad.

Entre las divinidades menores destacan:

1) Ninurta: era el dios de la guerra. Era hijo de Enlil y tuvo por esposa a Gula, diosa de la
salud.
2) Adad: era el dios de la tempestad. Es hijo de Anu y de Bel y esposo de Shala.
3) Marduk: era el dios del exorsismo y «Señor de la Sabiduría» lo que posiblemente
implicaba que podía conceder la capacidad de curar y la vida superior.
4) Nabû: era el dios de la escritura. Es hijo de Marduk y esposo de Nanu.
5) Ashur: deidad guerrera.
6) Nergal: era esposo de Ereshkigal (gobernante del inframundo). Era la deidad del sol
abrasador del verano, de la fiebre y de enfermedades como la peste. Asimismo, era
una deidad de la vegetación.
7) Dumuzi: debió ser una deidad infernal. Algunos textos hablan de su muerte anual, de
su descenso al infierno, de la ausencia de vegetación en la tierra durante el tiempo que
permaneció en el infierno y del renacer de la vegetación al volver de nuevo a la tierra.

También existían pequeños demonios. Cualquier tipo de enfermedad había que ponerla en el
lugar de estas peligrosas entidades.
El templo y los sacerdotes

El lugar del culto era el templo donde las divinidades viven y los hombres les sirven. En
los santuarios más antiguos eran levantados a modo de una terraza elevada sobre la que se
alzaba un pequeño templo. Cuando estas edificaciones evolucionaron hasta adquirir aspecto
de torres, recibieron el nombre de zigurat.

Los zigurats estaban ubicados en el corazón de las ciudades y costaban de jardines y


árboles. Los primeros en construir esto santuarios fueron los soberanos de la tercera dinastía
de Ur. La función de los zigurats no se conoce con exactitud, lo que se puede constar es que no
existe más que un único gran zigurat en cada ciudad y que está dedicado al culto del Señor del
país.

Por otro lado, los sacerdotes formaban una clase social jerárquica y cerrada. El oficio
de sacerdote era hereditario y para ejercerlo se exigía un aceptable conocimiento de la
literatura sumero-acádica.

En lo alto de la cúspide está el en. El sangamakh poseía una dignidad algo inferior. El
urigallu ocupaba el lugar inmediato al del sumo sacerdote. Los êribbîti podían acceder a
lugares del templo vetados asimismo gestionaban la economía del templo y notificaban al
soberano sobre distintos temas. Había también otros grupos de funcionarios de menor rango:
los interpretadores de sueños, los adivinos, los conjuradores, etc. Junto al grupo de sacerdotes
varones existía también un grupo de sacerdotisas.

Ética

El hombre babilónico se mostraba ante sus deidades en el acto de culto. De ahí que el
pecado se estimara como una transgresión de orden ritual más que moral. El enfermo
desconocía la mayoría de las veces a qué deidad había molestado sin intención al violar
cualquiera de los incontables preceptos.

El amplio inventario de faltas en el «espejo de la confesión» (Shurpu) nos demuestra


que, aparte de aquellas infracciones rituales, las estrictamente morales iban teniendo cada vez
mayor relieve.

El pecado recibirá su escarmiento en forma de adversidades y sufrimientos físicos.

Mitos y poemas

El mito de Atrahasis

Las relaciones del individuo con la dinámica hostilidad que le envuelve: una naturaleza
imprevisible y poco benigna, la enorme dificultad que entraña el trato con los demás en una
sociedad estratificada son problemas que los mesopotámicos procuraron solucionar por medio
del diálogo con sus deidades. Quizá sea en los mitos donde las gentes de Mesopotamia se
preguntaban a propósito de la extrema fragilidad de la condición humana.

Inaugurada por los sumerios una intensa actividad mitológica parece haber
impregnado todo el pensamiento religioso
Mito de Atrahasis: los Annunaki, la casta divina ociosa y dominante, quieren transferir su
penosa tarea en los palacios de las divinidades a los siete Igigi. Estos últimos rehúsan trabajar y
destruyen sus útiles. Anu intercede entonces para intentar algún tipo de convenio. Finalmente,
se acuerda crear a la humanidad para que sea ella y no los dioses la que trabaje.
Posteriormente, Enlil se siente incómodo por el ruido de los hombres e intenta hacerlos
desaparecer. Sin embargo, Ea consigue evitar la tragedia hasta que Enlil provoca un diluvio del
que saldrá airoso sólo Atrahasis.

El poema de Gilgamesh

El Poema de Gilgamesh es un poema épico compuesto de doce cantos en los cuáles se


narran las aventuras de Gilgamesh y Enkidu.

En la narración se halla una de las primeras expresiones literarias de lamento,


desconcierto y rechazo ante la muerte. Este era un problema muy sentido por los
mesopotámicos. El gran desasosiego de los mesopotámicos era encontrar la razón de por qué
el ser humano se muere y qué pasa después de la muerte.

Se conocen 5 poemas que se refieren a Gilgamesh. En el 1600 a. C. se juntaron los 5 poemas y


se les dio forma unitaria. El texto fue escrito por eruditos pero era recitado de lugar en lugar
por unos aedas. El éxito del poema se debió a que planteaba la existencia del hombre, el por
qué se muere, la inmortalidad y el papel de los dioses respecto a las personas. Este contenido
fue un punto en común para todas las mentalidades del lugar.

El poema relata la tentativa fallida del rey de Uruk por obtener la inmortalidad y su
gran decepción al no conseguirla.

La historia comienza con un tirano, Gilgamesh, que gobierna el pueblo de la ciudad de


Uruk como un tirano. Ante las quejas del pueblo, los dioses crean a un ser para que se le
oponga, Enkidu. Sin embargo, al final ambos entablan una amistad y emprenden una serie de
aventuras.

En primer lugar, van a la mansión de los dioses que se encuentra en una montaña para
coger madera y construir una puerta. La montaña está protegida por un monstruo (Khumbaba)
el cual se encuentra en el Bosque de los Cedros. Al final consiguen matar al monstruo. Poco
después, la diosa Ishtar, impactada por la belleza de Gilgamesh, se enamora y le desea como
amante. Sin embargo, el rey de Uruk la desprecia. Esto hace que la diosa solicite a su padre
que cree el toro celeste para matar a Gilgamesh. Sin embargo, Enkidu consigue darle muerte.
Entonces éste secciona una pata del toro y la arroja ante Ishtar. Acto seguido, Enkidu es
castigado y muere. Unos días después de velar el cuerpo de su amigo, Gilgamesh comienza a
sentirse invadido del miedo a la muerte. Es entonces cuando el rey de Uruk inicia una aventura
para saber por Utnapishtim el medio de adquirir la inmortalidad. Tras pasar por diversas
pruebas, Gilgamesh encuentra la planta que le devuelve la juventud, pero le es arrebatada por
una serpiente. Resignado, regresa a Uruk. Se conforma con la fama de lo que ha hecho en la
vida en lugar del deseo de ser como los dioses.
El monólogo del justo sufriente y el diálogo del amo y el siervo

Al igual que el resto de la humanidad, en la vida del hombre mesopotámico estaban


presentes la enfermedad, la frustración y problemas de toda índole. En ocasiones se
preguntaba: ¿cómo permiten deidades que los seres humanos tengan que enfrentarse a
semejantes inconvenientes?

En el Monólogo del Justo Sufriente, se retratan los sentimientos de una persona,


antaño acaudalada que repentinamente se halla en la ruina. Al final, el dios Marduk presta
oídos a sus quejas y responde restituyéndole lo que poseía.

El Diálogo del amo y el siervo es un poema en el que nos encontramos con un diálogo
contradictorio entre un amo y su criado.

Los mitos de Adapa y Etana

La idea principal de este mito acadio es el deseo de inortalidad. El héroe es Adapa («el
Sabio», el cual pierde la gran ocasión de obtener la inmortalidad.

En el mito de Etana se halla la búsqueda de la «hierba de la fecundidad» para la esposa


de Etana.

La vida en el más allá

El destino ultraterreno del hombre

Mesopotamia no imaginó una resurrección general. Las deidades pueden otorgar la


salud, los bienes materiales, la victoria, pero no pueden conceder la inmortalidad. Ésta es
patrimonio exclusivo de las divinidades.

En la antigua Mesopotamia enterrar a los muertos y rendirles culto era una obligación
bajo pena de que su espíritu vagase por la tierra asustando a los vivos.

Las ideas mesopotámicas sobre el destino del hombre después de la muerte no son
muy precisas. Se habla del «País sin retorno» que yace en las entrañas de la tierra. En ese
lugar, bajo la autoridad de la diosa Ereshkigal y de su esposo Nergal los espíritus de los
muertos deambulan sin rumbo, hundidos en el fango sin otros alimentos que los que sus
familares le han proporcionado.

Mitos sumerios y acadios sobre el más allá

El mito de Inanna/Ishtar

El mito narra lo siguiente: Inanna decide descender al mundo ultraterreno para


sustituir a su hermana mayor Ereshkigal. Inanna, por orden de Ereshkigal, fue atacada por
diversas enfermedades y mantenida prisionera en el submundo.

La ausencia de Innana tiene como consecuencia el cese de toda procreación entre los
seres vivos. Después de un tiempo, Inanna volvió a la vida y retornó a la tierra.
El mito de Nergal y Ereshkigal

Según la versión neoasiria, Ea envía a Nergal al inframundo, cae bajo el sorilegio de


Ereshkigal y sucumbe a sus encantos. Finalmente, Nergal acaba quedándose allí como esposo
de la reina del mundo subterráneo.

Culto de los muertos y ceremonias fúnebres

El espíritu del muerto espera el entierro en tanto que éste no reciba sepultura, no
puede el alma disfrutar de reposo. En el caso de no cumplir este deber, la sombra del difunto
deambulaba sobre la tierra causando temor y daño a los vivos.

Lo más frecuente era dejar transcurrir tres días después del fallecimiento antes de
inhumar el cadáver. Los habitantes de Babilonia tenían la costumbre de enterrar a los difuntos
en sus casas. Una vez enterrado, el difunto seguía necesitando todo tipo de cuidados y
atenciones

Ceremonias, rituales y magia

Los sacerdotes

El grupo sacerdotal era bastante numeroso. Le compete todo lo relacionado con el


servicio cotidiano y la gestión del templo. El rey era también el soberano pontífice. Le
correspondía construir los templos además de ser el encargado de atender los ritos de
purificación.

En la cima de la jerarquía sacerdotal se hallaba el sumo sacerdote y después los


sacrificadores, los escribas, los adivinos, los videntes, los exorcistas, los músicos, los lavadores,
los lamentadores, las sacerdotisas, etc.

Conjuros, supersticiones y exorcismos

Los mesopotámicos creían ver fantasmas, genios malignos, portadores de males físicos
de toda índole y entidades infernales.

El médico para curar las enfermedades en muchas ocasiones recurría a los conjuros.
Actuaba así porque se pensaba que la enfermedad la originaba una entidad demoníaca. Por
ello, para exorcizar a los enfermos era necesario que interviniesen uno o varios sacerdotes
conjuradores.

Los mesopotámicos fueron también iniciadores de los sortilegios en los cuales


«palabras de fuerza» eran repetidas omitiendo cada vez una letra hasta que sólo quedaba una.

La adivinación
Entre las prácticas adivinatorias más antiguas estaban las relacionadas con la
interpretación de los sueños. Hubo otras formas de adivinación más populares siendo la más
común el examen del hígado. Los babilonios pensaban que el alma habitaba en el hígado y
empleaban el de los corderos para efectuar toda clase de predicciones. A esta forma de
adivinación hay que sumar la predicción basada en el examen de la forma y posición que
adoptaban las gotas de aceite de sésamo lanzadas en el agua. Otra forma para adivinar el
futuro fue el incienso. Se observaban la forma y dirección del humo. Una modalidad
adivinatoria que también practicaron los mesopotámicos fue la astrología. Es una forma de
adivinación que sigue uno de los más antiguos principios mágicos, variante de la tesis de que lo
semejante produce lo semejante o de que «lo que ocurre arriba ocurre abajo».

La idea de relacionar el tránsito de los astros nocturnos con los asuntos humanos
produjo importantes avances científicos. Uno de ellos fue la creación del círculo de 360º
basado en la idea de un año de 360 días a lo largo del cual las estrellas se movían. Ese
movimiento condujo a la creación por los babilonios del zodiaco.

El legado de Mesopotamia

Escritura y literatura

Los mesopotámicos han sido en su mayor parte ignorados, aunque en su ámbito


evolucionó una parte de la tradición bíblica y de que su civilización sirvió de fuente a la
tradición helénica.

La búsqueda de estas culturas olvidadas comenzó en el siglo XIX y aún hoy continúa. A
pesar de las discrepancias considerables a que dan lugar el conjunto de las tradiciones
mesopotámicas, todas ellas dieron lugar a una corriente cultural poderosa.

Mesopotamia puede presumir de ser la cuna donde nació la escritura. Ella alumbró
nuevos modelos de gestión, relaciones múltiples entre diversos grupos, intercambios de toda
índole y en todos los niveles.

La escritura cuneiforme se compone de signos de forma de cuña trazados sobre


tablillas de barro blando que posteriormente se introducían en un horno para endurecerlas.
Los documentos cuneiformes que se conservan rondan la cifra de medio millón los cuales se
ven incrementados por los descubrimientos de las misiones arqueológicas.

Las tablillas nos han ofrecido textos jurídicos, históricos, religiosos. Desde la época de
Hammurabi algunos templos constituyeron bibliotecas en las que las tablillas clasificadas por
género se amontonaban en cestos.

Algunas obras literarias que se cuentan en la actualidad entre las mejores de la


literatura universal fueron escritas en Mesopotamia. La literatura mesopotámica tuvo una
finalidad práctica que era la de exaltar la fe religiosa y el poder político. La mitología religiosa
intentaba dar una explicación y ordenación del mundo. Por otro lado, existen diversos poemas
en relación con la vida de ultraterrena. En la mitología de los héroes, destaca el tema de la
búsqueda de la inmortalidad. También se ha hallado poesía sapiencial (reflexiones, fábulas,
proverbios) así como una considerable literatura mágica y científica.

Ciencia y técnica
Los mesopotámicos sobresalieron en matemáticas y astronomía. Las matemáticas
surgieron debido a las necesidades económicas y administrativas de los templos, y
conservaron siempre un carácter empírico. En aritmética los sumerios idearon un sistema
sexagesimal; en el II milenio, los babilonios introdujeron el sistema decimal y en el siglo III a. C.
el cero.

Los sumerios conocían las operaciones de suma, resta, multiplicación, división,


fracciones, potencias, raíces cuadradas y ecuaciones. Además, conocían el cálculo de áreas y el
valor aproximado de π.

En astronomía los mesopotámicos predijeron eclipses de Luna, descubrieron las fases


del planeta Venus y nos han legado los nombres de las constelaciones. En el calendario para
compensar el error cometido se añadía cada seis años un mes suplementario.

Asimismo, aportaron en las concepciones jurídicas. Los contratos redactados sobre


tablillas nos permiten conocer un derecho privado bastante evolucionado sobre todo en lo
relativo a préstamos y traspasos de bienes. Más llamativos son los códigos (Shulgi, Lipit-Ishtar,
Eshunna) algunos de los cuales se remontan al III milenio a. C. Pero el más célebre corpus
legislativo del mundo antiguo oriental es el Código de Hammurabi.

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