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Apendicectomia abierta.
Dr. Juan Hernández Orduña.
Un artificio banal puede ser de utilidad. Se practican muescas de localización con la punta del bisturí antes de
colocar los campos. En efecto, una vez éstos dispuestos, la localización exacta de la incisión se hacen al azar y es
imprecisa.
Plano muscular
Los separadores de Farabeuf apartan los bordes aponeuróticos. Aparece el músculo oblicuo menor, sus
fibras musculares son transversales, perpendiculares al plano precedente. Se disocian transversalmente con tijeras,
introducidas cerradas y luego abiertas y reemplazadas inmediatamente por una pinza de disección que se mantendrá
abierta.
Una vez ligado el apéndice y seccionado el meso, el ciego se reintroduce en el abdomen. El apéndice
permanece exteriorizado hasta la base traccionándolo con una pinza de agarre. La reintroducción del ciego debe
realizarse en este momento de la cirugía: es más fácil. Si se realiza después de extirpar el apéndice y de tratar el
muñón, es más complicado y puede provocar una manipulación traumática para el intestino.
Con invaginación (Figura 11, Figura 12, Figura 13, Figura 14).
Se prepara una invaginación con una sutura de reabsorción lenta y aguja curva. Se realizan puntos serosos
extramusculares de forma regular alrededor de la base apendicular. El tamaño de la bolsa debe ser proporcionado al
muñón que se invaginará (Figura 11).
El ayudante mantiene la base del ciego exteriorizada con un pinza atraumática. El cirujano secciona el
apéndice con el bisturí a ras de una pinza colocada 1 cm por encima de la ligadura de la base del apéndice (Figura
12).
La mucosa del muñón se raspa cuidadosamente con la hoja del bisturí embebida en desinfectante yodado
(Figura 13).
Con la ayuda de otra pinza fina, atraumática, se invagina el muñón apendicular haciendo
contratracción con la pinza del ciego (Figura 14).
El cirujano cierra y anuda la invaginación. La pinza que sujetaba el muñón no se utilizará más, al igual que la
sutura con la que se ha confeccionado la bolsa. Se dejan fuera de la mesa del instrumental. Los campos y compresas
que se hayan utilizado durante la invaginación también se eliminan.
Conclusión
Éste es el desarrollo de la extirpación de un apéndice en posición anatómica normal, medianamente
inflamado, con una base sana que permite elegir entre la ligadura simple sin invaginación y la invaginación del
muñón.
Si se respetan las reglas básicas de asepsia durante la intervención, acompañadas de una profilaxis
antibiótica desde el principio, la apendicectomía es una intervención benigna que transcurre, en la gran mayoría de
los casos, sin complicaciones.
Sin embargo, es necesario describir algunas variantes técnicas. Por múltiples razones que luego se verán, la
apendicectomía puede resultar una operación difícil.
Agrandar la incisión.
La incisión cutánea vertical u horizontal se amplía claramente hacia arriba y/o abajo y hacia dentro y/o
afuera. La incisión de la aponeurosis se alarga ampliamente. El plano muscular se aísla del plano peritoneal y se
secciona con el bisturí eléctrico hacia arriba y abajo, lejos de la vaina de los rectos. Hacia abajo, se puede entrar en
conflicto con los vasos epigástricos que tienen que ser ligados al principio.
El cierre incluye, además de los planos ya descritos, la reparación del plano muscular.
Esta ampliación, cuando es necesaria, suscita las críticas del acceso de MacBurney, que implica una
deterioración muscular. Las ventajas de la incisión de MacBurney compensan este inconveniente poco frecuente. La
disociación de cada plano muscular en la dirección de las fibras es poco traumática y, sobre todo, su reparación es
muy sólida.
Incisión de Jalaguier
La incisión cutánea es vertical, a nivel del borde externo del recto anterior. La aponeurosis anterior de la
vaina de los rectos se abre un poco por dentro de su borde externo. El cuerpo muscular se rechaza hacia dentro
(Figura 17).
La hoja posterior de la vaina también se incide hacia dentro. Por último, se abre el peritoneo. El cierre se
realiza, si es posible, plano por plano, peritoneo y aponeurosis posterior y luego la aponeurosis anterior.
Las ventajas del acceso de Jalaguier son la facilidad para agrandarlo hacia abajo y hacia arriba y su carácter
poco mutilante.
Sus desventajas son: poco adecuado desde el punto de vista anatómico: la región quirúrgica ileoapendicular
está más baja y más lateral; existe riesgo de inoculación de la vaina de los rectos en caso de apendicitis supuradas.
La indicación debería reservarse para cuando haya dudas en el diagnóstico y paredes espesas.
Incisión baja
La incisión es horizontal, oblicua, baja, paralela al arco crural. Los músculos, ya aponeuróticos, se atraviesan
seccionándolos y no por disociación. Es fácil encontrar los vasos epigástricos. Esta incisión es claramente más
estética por su localización baja. Sin embargo, está dirigida exclusivamente a lesiones pélvicas.
Medial infraumbilical
Rara para un síndrome apendicular. Se elige tras exploraciones preoperatorias complementarias muy
precisas (ecografía y tomografía computarizada [TC]) que hagan sospechar un trastorno pélvico o una duda
diagnóstica.
Otras técnicas.
— Cierre del muñón apendicular con clip de hemostasia a cielo abierto (Milani, 1983).
— Técnicas de apendicectomía por laparoscopia (Hoffman, 1984) utilizando un clip o una ligadura con
lazo sobre el muñón. Son recientes y probablemente experimentarán cierta difusión. Aún es demasiado pronto para
aconsejarlas formalmente.
Empleo de instrumental de sutura mecánica: se trata de las pinzas GIA o TA. Esta aplicación parece
desproporcionada para un apéndice banal; sin embargo, puede ser útil y solucionar los raros casos de necrosis
apendicular extensa del fondo del ciego (Rubio, 1982), cuando se hace necesaria una auténtica resección cecal. La
TA55 se coloca a distancia de la inflamación (Figura 18) y de los límites de la necrosis, que puede extenderse más
lejos a nivel del plano mucoso, interno. La invaginación del plano de las grapas está totalmente prohibido dado el
estado inflamatorio y la fragilidad de la pared del ciego.
Métodos no invaginantes
Método de Deaver: Se corta el apéndice al ras del ciego. Se sutura en dos planos, el primero es invaginante y
el segundo seromuscular. Su interés no solo es histórico, pues en casos de necrosis total del apéndice, este es el
procedimiento ideal a seguir.
Método de Pauchet: Se liga la base del apéndice y se secciona. Complementariamente se exprime el muñón
para eliminar el tejido mucoso.
Aplastamiento del muñón con pinza fuerte o con una pinza especial machacadora de Kelly. El
machacamiento es para papirizar el sitio donde ha de hacerse la ligadura.
En lo personal realizo técnica no invaginante con puntos seromusculares laterales y posteriormente
ligadura en 8. Consideramos mayor fijación, con menor riesgo de dehiscencia, sobre todo en muñones muy
inflamados, edematosos o gangrenados.
Métodos de invaginación
Además de la sencilla técnica ya descrita, se han utilizado muchas otras opciones: invaginación sin ligadura
clásica según la técnica de Parker-Kerr utilizada en casos de base apendicular mayor de 1.5 cm la cual consiste en la
colocación de puntos invaginantes gastrointestinales. (Conell/Mayo) (Chabal, 1987) o el procedimiento de Halstedt y
Leonel (Leonel, 1965). Estos procedimientos se practican raramente.
J. Doble jareta con un solo hilo: realizada la primera jareta con el mismo hilo de sutura hágase la segunda
jareta.
L. variante un solo hilo.
M. Sutura en Hélice punto en X.
Problemas de la invaginación y resolución
Al apretar la jareta se arrancan las puntadas. La causa radica en:
a) el hacer puntos serosos y no seromusculares. Solución Repetir los puntos.
b) Por estar las paredes del ciego edematosas, friables como acartonadas.
Desístase de hacer jareta y hágase un Pauchet con una o dos ligaduras o desperitonizando
circularmente
Localizaciones ectópicas
El apéndice no se encuentra: se empieza por ampliar la incisión quirúrgica, vale repetir.
Ciego ectópico.
El ciego no se encuentra en la fosa ilíaca derecha. Se exterioriza el intestino delgado; se le sigue hasta la
última asa ileal, que atraerá un ciego situado algo alto. Si el ciego está fijo más arriba o está subhepático, es posible
que haya que ampliar la incisión hacia arriba dos o tres veces.
El ciego pélvico es relativamente frecuente, y se moviliza con facilidad hacia arriba siempre que no se esté
ante un proceso inflamatorio apendicular que fije la región ileocecal en la pelvis menor.
El colon transverso o el sigma pueden aparecer en la fosa ilíaca derecha escondiendo el ciego. Hay que
saber reconocerlos: la sigma por sus apéndices epiploicos, el transverso por la inserción del epiplón.
El mesenterio común y el situs inversus son curiosidades que desafían cualquier técnica quirúrgica de la fosa
ilíaca derecha. En el primer caso, el ciego suele estar libre y se tracciona a partir del delgado.
No se encuentra el apéndice
1. Por qué no existía.
2. Por qué el paciente haya sido operado y lo ignore ( profiláctica)
3. Porque el apéndice sea muy pequeño
4. Por ser filiforme
Apéndice oculto
1. Por estar esfacelado dentro del foco supurativo
2. Por situs inverso
3. Por estar retrogrado
4. Por estar intraperitoneal
5. Meso apéndice ausente corto o muy graso
6. Por falsa forma del ciego
Apéndice oculto
1. Por estar sepultado por velos, repliegues, adherencias.
2. Por estar oculto en grasa
Como encontrarlo
1. Por el método de pinzamiento o transparentado.
En el sistema de transparencia se puede usar pinza de Allis, disector romo, sonda canalada, etc.
Exteriorización
Uno de los problemas que se presentan a menudo es el de la dificultad para exteriorizar el apéndice o el
ciego, por la presencia de adherencias o velos de origen congénito o adquirido.
Velos de Lane
Los velos ileales de Lane que son frecuentemente simples bridas que dificultan su exteriorización. Estas
formaciones deben seccionarse.
Repliegues de Treves
Los repliegues ileocecales o ileomesoapendiculares de Treves son casi siempre avasculares, son a veces
obstáculo para la fácil exteriorización del apéndice. Su sección resuelve el problema.
Velos de Jackson
Los velos pericecoileales de Jackson pueden simular ciegos extraperitoneales
Regla de Spivack
Si la unión terminal del íleo está adherida al borde pelviano, hay 9 probabilidades contra 1 de que el apéndice
sea retrocecal o retrocólico.
C. Transfixión con pinza en zona a vascular, doble toma del mesenteriolo y corte del mismo.
D. en apéndices retrógrados con meso libre se hace la ligadura en escalera es decir por secciones.
E. No se liga el meso en caso de mesos muy cortos, inexistentes o cuando es necesario o conviene
hacer una Apendicectomía subserosa.
En la Apendicectomía subserosa el lecho sangrante se sutura con un súrgete continuo o con puntos en X
para hacer mejor hemostasia.
Localización anómala del apéndice en relación al ciego.
El ciego se ha encontrado fácilmente; el apéndice no se visualiza, ni se consigue encontrar al palpar con el
dedo la región ileocecal, la cara posterior del ciego y la última asa ileal.
Después de ampliar generosamente la herida quirúrgica, se exteriorizan el ciego y la última asa de delgado.
La base apendicular tiene que estar obligatoriamente por debajo de la unión ileocecal.
Apéndice retrocecal.
Se describirán las variantes:
1. apéndice totalmente subseroso, cuya punta puede llegar hasta el ángulo derecho del colon;
2. apéndice retraído por un meso corto o con un codo alto.
Lo principal es que, a partir de la base, se realice una disección cuidadosa, siguiendo paso a paso el
apéndice y su anomalía anatómica. En este tipo de situaciones es aconsejable realizar una apendicectomía
retrógrada (Figura 19).
Si el colon está fijo, es necesario seccionar la fascia de Toldt derecha (Figura 19, Figura 20, Figura 21) para
poder exteriorizar el ciego y la última asa ileal. Con cuidado, se realiza una pequeña brecha entre el apéndice y la
pared cecal a nivel de la base apendicular. La base se liga y su contenido se exprime hacia el extremo distal con una
pinza, por encima del hilo de sutura. El apéndice se secciona a ras de esta pinza y el muñón se trata inmediatamente
con o sin invaginación. La serosa, si el apéndice es subseroso, se incide en toda su longitud. El meso se controla con
sucesivas pinzas y ligaduras, poco a poco, desde la base hasta la punta del apéndice.
Estas maniobras resultan seguras y fáciles siempre que se exterioricen adecuadamente el ciego y el colon
derecho, ya que el apéndice queda alto.
Figura 21: Control retrógrado del meso con hemostasia sucesiva. Control retrógrado del meso con
hemostasia sucesiva.
Estallido y necrosis visible. Roturas por la que sale pus o se ven coprolitos. Eliminar los tejidos necrosados
por segmentación del apéndice (Apendicectomía fragmentaria) Trátese posteriormente el apéndice que resta de
manera habitual
Plastrón apendicular.
No es posible localizar el apéndice en una masa inflamatoria que no se puede disecar. La actitud clásica es
diferir la apendicectomía con o sin drenaje y pautar tratamiento antibiótico. Por el contrario, empeñarse en terminar la
apendicectomía podría acabar en una resección ileocecal.
Peritonitis generalizada.
El acceso sobre la fosa ilíaca derecha es, evidentemente, amplio. Si se sospecha una peritonitis
generalizada, se debería optar por una incisión medial subumbilical cuando el origen apendicular no esté muy claro.
Si al abrir el peritoneo se confirma el diagnóstico con la salida de pus, es necesario tomar una muestra para cultivo.
Por regla general, el apéndice se extirpa fácilmente, ya que no hay adherencias que hayan impedido la
generalización de la peritonitis. Se respetarán todas las reglas ya descritas: la base se trata con cuidado, sin
invaginación y preferiblemente con sutura mecánica.
Las lesiones peritoneales se tratan como cualquier peritonitis generalizada.
Absceso apendicular.
Estos abscesos son relativamente raros, y suelen aparecer en apendicitis agudas que se han descuidado.
La actitud tiene que adaptarse a cada caso:
∞ Abstención quirúrgica, con o sin apendicectomía posterior;
∞ Drenaje percutáneo bajo control ecográfico con o sin apendicectomía posterior (Bagi, 1987)
(Hoffmann, 1984);
∞ Intervención quirúrgica desde el primer momento.
Aparecen preferentemente cuando se retrasa la operación y pueden localizarse en sitios variados en el
siguiente orden de frecuencia:
1. FID
2. En el Douglas ( suelo pélvico)
3. Subdiafragmatico
4. FII
5. En región mesocelíaca.
Absceso retrocecal.
La incisión es más alta. Si después de evacuarlo y drenarlo se encuentra un apéndice retrocecal, será una
buena razón para diferir la apendicectomía.
Absceso mesocólico.
Si el diagnóstico es seguro antes de intervenir al paciente, es preferible realizar una incisión medial
subumbilical en vez de en la fosa ilíaca derecha. El sitio quirúrgico se aísla del resto de la cavidad abdominal con
campos. El absceso se incide y vacía, se liberan las asas intestinales, las falsas membranas se evacuan y se realiza
la apendicectomía. Es indispensable dejar un drenaje, que se exterioriza por contraincisión.
Apendicectomías parciales
La dificultad de las condiciones locorregionales no justifica una extirpación parcial. Si el apéndice se rompe
con las manipulaciones, será necesario extirpar el resto a toda costa. Estará justificado ampliar para completar la
disección.
Sondas y drenajes
El uso de drenajes solo se considera en etapas complicada o perforadas aunque está indicado en fase
gangrenada por las microperforaciones y translocación bacteriana.
En algunos casos de apendicitis aguda complicada puede requerirse hemicolectomía derecha con
anastomosis primaria íleo-colo anastomosis término-lateral o termino-terminal o ileostomía con fístula mucosa.
Drenajes
Canalización con penrose en la parte más declive del absceso única o múltiple por contrabertura y anclarse a
piel. Colocar cuando no fue posible extirpar el apéndice, Exudados malolientes, Para evacuar pus, En caso de dejar
restos de tejidos infectados o necrosados, si hay sospecha de que los intestinos puedan hacer necrosis en sus
paredes.
El drenaje parece estar justificado por:
La infección local; la manipulación y frecuente dificultad de la disección de los tejidos periapendiculares
dañados.
Si no está perforada y no hay diseminación peritoneal, la colocación de un drenaje se puede discutir. Para
algunos es suficiente lavar cuidadosamente el lecho quirúrgico y cerrar la cavidad abdominal sin ningún drenaje. La
decisión depende del cirujano, aunque es preferible favorecer el drenaje. Se asegura mejor con una lámina multidrén
colocada cerca de la región ileocecal. Debe exteriorizarse por una contraincisión lejos de la herida quirúrgica.
Complicaciones
El porcentaje de complicaciones aumenta de acuerdo al tipo de apendicitis aguda, el grado de evolución de la
misma y la edad del paciente.
La perforada o gangrenada, consideradas como heridas contaminadas o sépticas aumentan el índice de
infecciones de la herida operatoria hasta el 60% y la posibilidad de abscesos intraabdominales. Otra complicación es
la fístula cecal, poco frecuente, sin embargo, debe ser tratada como todas las fístulas de intestino de acuerdo a los
criterios de Sheldon.
La mortalidad es de 15% en ancianos cuando ya está perforada y en pacientes no ancianos la tasa va de
0.1 a 3%.
Complicaciones posquirúrgicas
Primer día: hemorragia, evisceración e íleo
2do a 3er día: Dehiscencia de muñón, fistula.
4to a 5to día: Infección de herida
6to a 7mo día: Absceso intraabdominal
10mo día o más: Bridas o Adherencias (oclusión)
Complicaciones vasculares
Complicaciones peroperatorias
La calidad del control del meso apendicular es esencial. Por un lado, por motivos elementales que podrían
suponer una reintervención quirúrgica urgente; por otro lado, por razones sépticas, ya que un pequeño sangrado que
no necesitaría por sí mismo ser tratado, puede ser una fuente de infección locorregional.
En caso de tener un meso bien visible y de base estrecha, si es necesario se ligará con una sutura doble y,
sobre todo, el meso se seccionará dejando un muñón amplio. Puede encontrarse cualquier variante anatómica. Si es
poco habitual, se ligará en varias veces, más si el meso es ancho y espeso. Puede ser necesario aplicar algunos
puntos adicionales con aguja montada.
Un meso ancho y espeso, edematoso e inflamado, puede aflojarse y desgarrarse por debajo de las ligaduras.
El control del meso no debe dejar lugar a dudas ni imperfecciones. Si se lacera de forma total o parcial, hay que
volver a controlarlo pacientemente.
Si por desgracia, y a veces pasa, el meso se retrae y se mete en la cavidad abdominal, hay que volver a
exteriorizarlo completamente. Es posible que haya que ampliar la incisión inicial y exteriorizar el ciego y la última asa
ileal. Este «sacrificio» de la pared es indispensable y no es discutible. Más vale ampliar y controlar un meso que
cerrar con dudas sobre la hemostasia, el desarrollo de un hematoma o la aparición de un hemoperitoneo que habrá
que reintervenir.
Lesión Vascular
a) Lesión Vascular
l. Hematoma del mesenterio apendicular o del mesenterio ileocecal.
2. Hemoperitoneo secundario a una ligadura inadecuada del mesenterio del apéndice.
3. Sangrado intraluminal.
4. Lesión a los vasos iliacos derechos (especialmente con un apéndice que se proyecta hacia abajo;
proyección pélvica).
Complicaciones hemorrágicas
Cuadro agudo Un cuadro de hipovolemia (palidez, hundimiento arterial, aceleración del pulso, etc.) en el
postoperatorio inmediato, debe hacer pensar, en primer lugar, en el fallo completo de la ligadura del meso. Si se
había colocado un drenaje y sale sangre roja, no hay lugar a dudas. La reintervención quirúrgica para realizar
hemostasia debe ser inmediata. El acceso quirúrgico es a través del anterior pero ampliado.
Se exterioriza la región ileocecal, se retiran los coágulos y se examina el meso. Normalmente se evidencia
una arteriola retraída detrás de la última asa o que la ligadura del meso se ha soltado completamente. Se realiza
hemostasia rigurosa y se lava la zona, antes de cerrar la incisión, previa colocación de un drenaje en profundidad.
Hematomas
Las complicaciones hemorrágicas pueden ser menos agudas. El hematoma se acumula progresivamente
después de una disección difícil, a partir de un sangrado en sábana progresivo de las zonas cruentas.
Si se deja un dren, el diagnóstico será más fácil; persiste la salida de sangre roja, aunque esta vez sin signos
generales: sólo habrá una disminución progresiva del hemograma.
Si persiste la salida de sangre, es necesario reintervenir, también por la misma incisión ampliada. Al retirar
los hematomas organizados que se han formado, es posible que no se consiga evidenciar ningún sangrado arterial
que pueda coagularse. Sin embargo, es posible que se encuentre algún sangrado en sábana.
La zona se lava cuidadosamente. Se coloca un drenaje y se cierra. Por lo general, las cosas se detienen
aquí. Este argumento está a favor de colocar un drenaje desde el primer momento cuando la disección haya sido
difícil, sobre todo en apéndices retrocecales. El drenaje no evita la hemorragia, pero favorece su salida impidiendo la
formación de una colección, lo que permite el diagnóstico e incluso, a veces, favorece la remisión progresiva del
círculo vicioso hemorrágico.
Lesiones intestinales
Complicaciones digestivas
Las lesiones serosas, seromusculares o completas de la pared intestinal (colon o delgado) pueden
provocarse al abrir el peritoneo de manera poco cuidadosa. Ya se ha señalado la importancia de abrir el peritoneo
con atención y cuidado.
Una solución de continuidad tiene que repararse inmediatamente siempre que se encuentre. Si pasa
desapercibida, tendrá consecuencias que no hace falta precisar.
Las desperitonizaciones producidas durante las maniobras de liberación de una apendicectomía difícil,
aunque de menor gravedad, también tiene que repararse cuidadosamente, con puntos sueltos de reabsorción lenta.
Muñón apendicular
Los gestos durante el manejo del muñón apendicular deben ser sencillos y cuidadosos. Las maniobras, a
veces complicadas, de algunas técnicas de invaginación con o, sobre todo, sin ligadura, pueden provocar lesiones y
salida de contenido intestinal. La invaginación tiene que ser perfecta: los puntos estrictamente subserosos, sin
transfixión. Si se forma un hematoma de la pared cecal, debería controlarse al cerrar la bolsa.
Lesiones extradigestivas
Todo existe, se ha descrito de todo. El cirujano puede perderse en el espacio retroperitoneal porque la
incisión es demasiado lateral o baja. Se ha informado sobre lesiones de la uretra, de los vasos extraperitoneales o del
nervio crural ( Kourtopoulos,1982). Es necesario recordar un detalle técnico importante: saber buscar el peritoneo
hacia la línea medial, bajo del plano del transverso, para no perderse en el espacio retroperitoneal.
Gangrena parietal
Actualmente es rara. El tratamiento se basa en la ablación quirúrgica de los tejidos necrosados, la
antibioticoterapia a dosis altas y la oxigenoterapia hiperbárica.
Peritonitis secundarias
Se deben a:
— una dehiscencia de la ligadura del muñón;
— necrosis del muñón sin dehiscencia de ligadura;
— necrosis del fondo de saco cecal esfacelado.
El cuadro peritoneal y febril con suboclusión más o menos pronunciada es precoz. No existe intervalo libre
como en el síndrome del quinto día. La reinstauración del tránsito es,
A menudo, incompleta o bajo la forma de diarreas. Los signos generales son patentes y el estado general se
deteriora rápidamente.
Se practica forzosamente la reintervención por laparotomía media amplia supra e infraumbilical, se liberan las
adherencias, se evacua el absceso, se lava y se drena la cavidad peritoneal con una irrigación-lavado. Algunas
maniobras particulares son discutibles por las transformaciones de la región ileocecal:
— puede no ser necesaria ninguna maniobra; una sutura de puntos sueltos, una reparación mediante
bolsas, una sección cecal con pinza grapadora, se adaptan al estado del muñón apendicular; una resección ileocecal
con salida a la piel constituye un último extremo, a veces inevitable.
Cabe recordar también la existencia de peritonitis multiloculares con varias localizaciones de colecciones
abscesificadas. En particular, plantean el difícil problema de una vía de abordaje electiva para el absceso, ignorando
la difusión peritoneal de la sepsis. El examen por tomografía computadorizada (TC) puede ayudar mucho en la
localización del absceso.
Abscesos residuales
La colección supurada postoperatoria intraperitoneal se manifiesta por síntomas generales, una
reinstauración tórpida del tránsito con distensión, episodios suboclusivos, diarreas. Las exploraciones
complementarias (ecografía, gammagrafía con galio y, sobre todo, escáner) localizan el absceso.
∞ Absceso del Douglas. Es la localización más frecuente. Se evacua por rectotomía anterior o colpotomía
posterior y se drena cuando se tiene la certeza del carácter aislado y localizado del foco.
∞ Absceso de la fosa ilíaca derecha. Se retoma la incisión ilíaca en caso de absceso laterocecal o, más
frecuentemente, retrocecal.
∞ Abscesos residuales profundos mesocelíacos. Se remiten al tratamiento y pronóstico de las peritonitis
secundarias.
∞ Abscesos subfrénicos. Aparecen siempre tardíamente, tras múltiples complicaciones. Su drenaje se
realiza por una vía electiva (vía torácica posterolateral extrapleural). Sin embargo, cabe destacar el progreso de las
técnicas de punción bajo ecografía que pueden aportar una elegante solución.
∞ Abscesos hepáticos (Paik, 1997) No han desaparecido del todo. La maniobra quirúrgica debe ser precoz
con una vía de abordaje lo más electiva y directa posible, abdominal en los abscesos de desarrollo anterior torácico,
pura o mixta en los abscesos posteriores y superiores derechos. La punción evacuadora transparietal bajo control
ecográfico puede permitir la evacuación y la colocación de un catéter para instilación de antibióticos.
Fístulas pioestercoráceas
Las fístulas cecales se manifiestan por un exudado estercoráceo a través de la incisión. Tras desbridar la
lesión, la evolución generalmente es a la curación espontánea en unos quince días. Raramente se precisa cierre
quirúrgico.
Las fístulas ileales cierran exclusivamente con tratamiento médico (alimentación parenteral, luego enteral e
irrigación- lavado). Pueden requerir un tratamiento más agresivo: desbridamiento, exteriorización de la fístula,
nutrición parenteral, incluso resección intestinal con anastomosis en el mismo tiempo, maniobra que se debería
practicar sólo tras la involución de los fenómenos inflamatorios.
Lesión Nerviosa
Nervios motores
Con una incisión vertical existe la posibilidad de lesión a los nervios dorsales décimo, onceavo y duodécimo o
en ocasiones el nervio iliohipogástrico. Tal lesión resultará en cierto grado de atrofia muscular tardía de la parte
inferior de los músculos oblicuo menor y transverso del abdomen. Se puede desarrollar una hernia inguinal.
Nervios sensoriales
La división de los nervios lateral y anterior puede producir un adormecimiento transitorio alrededor de la
incisión que desaparecerá en dos o tres meses.
Oclusiones
— Precoces: aparecen en el primer mes postoperatorio y, a priori, se deben a las adherencias a nivel de
un foco inflamatorio persistente con las zonas de desperitonización. La resistencia al soporte postoperatorio correcto
impone siempre una reintervención por laparotomía media para eliminar la causa mecánica de la oclusión.
— Tardías: se deben exclusivamente a las bridas. La reintervención, siempre por laparotomía media,
consiste casi siempre en la simple sección de la brida.