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La herencia oculta de la Izquierda del Capital

Corriente Comunista Internacional

5 entregas publicadas en la página web:

-Una falsa visión de la clase obrera

-Un método y un modo de pensamiento al servicio del capitalismo

-Un funcionamiento que niega los principios comunistas

-Su moral y la nuestra

-El Debate en la burguesía pugna brutal, en el proletariado medio


de clarificación
La herencia oculta de la Izquierda del
Capital
1ª Parte: Una falsa visión de la clase
obrera
Una de las lacras que afectan a las organizaciones revolucionarias de la Izquierda Comunista es que
muchos de sus militantes han pasado antes por partidos y grupos de Izquierda y Extrema Izquierda
del Capital (PS, PC, trotskismo, maoísmo, anarquismo oficial, la supuesta “nueva izquierda” de Syriza
o Podemos). Esto es inevitable pues ningún militante nace con la claridad bajo el brazo. Sin embargo,
ese paso deja un lastre de difícil identificación: se logra romper con las posiciones políticas de esas
organizaciones (sindicalismo, defensa de la nación y del nacionalismo, participación en las
elecciones etc.), sin embargo, resulta mucho más difícil desembarazarse de las actitudes, el modo
de pensamiento, la forma de debatir, los comportamientos, las concepciones, que esas
organizaciones inyectan en grado sumo y que constituyen su modo de vida.

Esa herencia, lo que llamamos la herencia oculta de la Izquierda del Capital contribuye a provocar
dentro de las organizaciones revolucionarias tensiones entre camaradas, desconfianza, rivalidades,
comportamientos destructivos, bloqueos del debate, posturas teóricas aberrantes etc., que
combinados con la presión de la ideología burguesa y pequeña burguesa les hacen mucho daño. El
objetivo de la Serie que iniciamos es identificar y combatir ese pesado lastre.

Izquierda del Capital: política capitalista en nombre del “socialismo”


Desde su primer congreso (1975) la CCI abordó el problema de esas organizaciones que dicen
reclamarse del “socialismo” y practican una política capitalista. La Plataforma1 que adoptó dicho
congreso en su punto XIII señala: “El conjunto de partidos y grupos que defienden, incluso
condicionalmente o de manera “crítica”, ciertos Estados o ciertas fracciones de la burguesía contra
otras sea en nombre del “socialismo”, de la “democracia”, del “antifascismo”, de la
“independencia nacional”, del “frente único” o del “mal menor”; que participan, de la forma que
sea, en el juego burgués de las elecciones, en la actividad anti obrera de los sindicatos o en la
mistificación autogestionaria son órganos del aparato político del capital. Destacan entre ellos los
partidos “socialistas” y “comunistas”.

Nuestra Plataforma enfoca además el problema de los grupos y grupúsculos que se colocan “a la
izquierda” de esos dos grandes partidos, que, a menudo, les hacen “críticas incendiarias”, y adoptan
poses más “radicales”: “El conjunto de corrientes llamadas “revolucionarias”, tales como el
maoísmo, el trotskismo o el anarquismo tradicional pertenecen al mismo campo que ellos, el campo
del capital. El que tengan menos influencia o el que utilicen un lenguaje más radical no quita para

1
Ver http://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso
nada el carácter burgués de su programa y su naturaleza que hace de ellos útiles recogedores o
suplentes de los grandes partidos de izquierda”.

Para comprender qué función cumplen la izquierda y la extrema del capital, hemos de recordar que,
con la decadencia del capitalismo, el Estado “ejerce un control cada vez más potente, omnipresente
y sistemático, sobre todos los aspectos de la vida social. A una escala muy superior a la decadencia
romana o feudal, el Estado de la decadencia capitalista se ha convertido en una máquina
monstruosa, fría e impersonal que ha terminado por devorar la sustancia de la sociedad civil” (Punto
IV de nuestra Plataforma). Esta naturaleza es aplicable tanto a los regímenes abiertamente
dictatoriales de partido único (estalinistas, nazis, dictaduras militares) como a los democráticos.

En ese marco los partidos políticos no son los representantes de las distintas clases y capas de la
sociedad, sino los instrumentos totalitarios del Estado para someter a los imperativos del Capital
nacional al conjunto de la población y principalmente a la clase obrera. Igualmente se convierten en
la cabeza de redes clientelares, grupos de presión y esferas de influencia, que mezclan la acción
política con la económica y se transforman en el caldo de cultivo de una incontenible corrupción.

En los sistemas democráticos, el aparato político del Estado capitalista se estructura en dos alas: la
derecha, enlazada con las fracciones clásicas de la burguesía y encargada del encuadramiento de los
sectores más atrasados de la población2, y la izquierda (junto con los Sindicatos y un abanico de
organizaciones de extrema izquierda) consagrada esencialmente al control, la división y la
destrucción de la conciencia de la clase obrera.

¿Por qué los antiguos partidos obreros se transformaron en partidos


de izquierda del capital?
Las organizaciones que se da el proletariado no están libres de degeneración. La presión de la
ideología burguesa las corroe desde dentro y puede llevarlas al oportunismo el cual si no se le
combate a tiempo acaba en la traición y en la integración en el Estado capitalista3. El oportunismo
da el paso decisivo ante hechos históricos determinantes de la vida social capitalista: los dos
momentos clave han sido hasta la fecha la Guerra Imperialista Mundial y la Revolución Proletaria.
En la plataforma tratamos de explicar el proceso que conduce a ese paso fatal: “los partidos
socialistas, en un proceso de gangrena por el reformismo y el oportunismo, se vieron conducidas,
con ocasión de la Primera Guerra Mundial, a comprometerse en la política de defensa nacional
primero para después oponerse abiertamente a la oleada revolucionaria de posguerra hasta el
extremo de jugar el papel de verdugos del proletariado como en Alemania en 1919. La integración
final de cada uno de estos partidos en sus Estados nacionales respectivos tuvo lugar en diferentes
momentos en el periodo que siguió al estallido de la Primera Guerra Mundial, sin embargo, este

2
Los partidos clásicos de la derecha (conservadores, liberales, centro, progresistas, demócratas, radicales)
complementan su control de la sociedad con partidos de extrema derecha (fascistas, neonazis, populistas de
derecha etc.). La naturaleza de estos últimos es más compleja, ver al respecto Contribución sobre el
problema del populismo, http://es.internationalism.org/revista-internacional/201610/4178/contribucion-
sobre-el-problema-del-populismo-junio-de-2016
3
Para un estudio de cómo penetra el oportunismo y cómo destruye la vida proletaria de la organización, con
todas sus nefastas consecuencias, ver Cómo el socialismo alemán acabó traicionando a los trabajadores,
http://es.internationalism.org/cci-online/201409/4041/como-el-socialismo-aleman-acabo-traicionando-a-
los-trabajadores
proceso se vio definitivamente terminado a comienzos de los años 20, cuando las últimas corrientes
proletarias fueron eliminadas o salieron de sus filas para unirse a la Internacional Comunista.

Del mismo modo, los partidos comunistas pasaron a su vez al campo del capitalismo tras un proceso
similar de degeneración oportunista. Este proceso que comenzó desde el principio de los años 20
continuó tras la muerte de la Internacional Comunista (marcada en 1928 por la adopción de la teoría
del “socialismo en un solo país”) hasta desembocar, pese a la lucha encarnizada de sus fracciones
de izquierda, en una completa integración en el Estado capitalista al principio de los años 30 con su
participación en los esfuerzos de armamento de sus burguesías respectivas y su entrada en los
“Frentes Populares”. Su participación activa en la “Resistencia” durante la Segunda Guerra Mundial
y posteriormente en la “reconstrucción nacional” tras su finalización, los ha confirmado como fieles
servidores del capital nacional y como la más pura encarnación de la contrarrevolución”

En el lapso de 25 años -entre 1914 y 1939 - la clase obrera perdió primero los partidos socialistas,
después en los años 20 los partidos comunistas y finalmente, a partir de 1939, los grupos de la
Oposición de Izquierda de Trotski que apoyaron la barbarie aún más brutal de la Segunda Guerra
Mundial. “En 1938, la Oposición de Izquierdas se constituye en IVª Internacional. Es una aventura
oportunista pues no se puede constituir un partido mundial en una situación de marcha hacia la
guerra imperialista y, por lo tanto, de profunda derrota del proletariado. Los resultados serán
desastrosos: en 1939-40, los grupos de la sedicente 4ª Internacional toman posición a favor de la
guerra mundial arguyendo los más variados pretextos: la mayoría el apoyo a la “patria socialista”
rusa, pero hasta hubo una minoría que apoyó a la Francia de Pétain (satélite a su vez de los nazis).

Contra esta degeneración de las organizaciones trotskistas reaccionaron los últimos núcleos
internacionalistas que todavía quedaban en su seno: especialmente la compañera de Trotski y el
revolucionario de origen español Munis. Desde entonces las organizaciones trotskistas se han
convertido en agencias “radicales” del Capital que tratan de embaucar al proletariado con toda
clase de “causas revolucionarias” que generalmente corresponden a fracciones “antiimperialistas”
de la burguesía (como actualmente el famoso sargento Chavez). Del mismo modo, recuperan a los
obreros asqueados del juego electoral haciéndoles votar de forma “crítica” a los “socialistas” para,
de esa manera, “cerrar el paso a la derecha”. Finalmente, les ilusionan con “recuperar” los
sindicatos a través de “candidaturas combativas”4.

La clase obrera es capaz de generar fracciones de izquierda dentro de los partidos proletarios
cuando estos comienzan a verse afectados por la enfermedad oportunista. Así, dentro de los
partidos de la 2ª Internacional se destacaron los bolcheviques, la corriente de Rosa Luxemburgo, el
tribunismo holandés, los intransigentes italianos etc. La historia del combate que libraron estas
fracciones es suficientemente conocida pues sus textos y contribuciones lograrían cristalizar en la
formación de la 3ª Internacional.

Por su parte, ya desde 1919, la reacción proletaria a las dificultades, errores y posterior
degeneración de la 3ª Internacional se expresó en las Izquierdas Comunistas (italiana, holandesa,
alemana, rusa etc.) que llevaron -con muchas dificultades y desgraciadamente muy dispersas- un
combate heroico y consecuente. La Oposición de Izquierdas de Trotsky nació más tardíamente y de
forma mucho más incoherente. En los años 30, la fosa entre la Izquierda Comunista -principalmente
de su grupo más consecuente, Bilan, exponente de la Izquierda Comunista italiana- y la Oposición

4
http://es.internationalism.org/cci-online/200706/1935/cuales-son-las-diferencias-entre-la-izquierda-
comunista-y-la-iv-internacional
de Trotski se fue haciendo más evidente. Mientras que Bilan supo ver las guerras imperialistas
localizadas como expresiones de un curso hacia la guerra imperialista mundial, la Oposición se
enredó en divagaciones sobre la liberación nacional y el carácter progresista del antifascismo.
Mientras Bilan supo ver el alistamiento ideológico para la guerra imperialista y el interés del Capital
tras la movilización de los obreros españoles hacia la guerra entre Franco y la República, Trostky vio
en las huelgas de julio 1936 en Francia y en la lucha antifascista en España el principio de la
revolución… Sin embargo, lo peor fue que si bien Bilan no tenía aún claro la naturaliza exacta de la
URSS sí que tuvo bien claro que no se podía apoyarla de ninguna de las maneras y que la URSS era
un agente activo de la contienda bélica que se preparaba. En cambio, Trotski con sus especulaciones
sobre la URSS como “estado obrero degenerado” abría las puertas al apoyo a la URSS como medio
de apoyar la segunda carnicería mundial de 1939-45.

El papel de la extrema izquierda del capital contra el resurgir de la


lucha obrera en 1968
Desde 1968 la lucha proletaria renace en todo el mundo. El Mayo Francés, el Otoño Caliente italiano,
el Cordobazo argentino, el octubre polaco etc. son expresiones de ese vigoroso combate. Esta lucha
da lugar a una nueva generación revolucionaria. Muchas minorías obreras surgen por doquier y todo
ello constituye una fuerza fundamental para el proletariado.

Sin embargo, es importante señalar el papel de destrucción de esas minorías que juegan los grupos
de extrema izquierda del capital. El trotskismo del cual ya hemos hablado, el anarquismo oficial5 y,
finalmente, el maoísmo. Respecto a este último es preciso señalar que nunca ha sido una corriente
proletaria. Los grupos maoístas nacen de las querellas de tinte imperialista y de guerras de
influencia entre Pekín y Moscú que llevaron a la ruptura entre ambos estados y a la alineación de
Pekín con imperialismo norteamericano en 1972.

Se calcula que hacia 1970 había en el mundo más de cien mil militantes que, aunque con enormes
confusiones, se pronunciaban por la revolución, contra los partidos de izquierda tradicionales (PS,
PC), contra la guerra imperialista y buscaban como impulsar la lucha proletaria en ciernes. Una
inmensa mayoría de ese importante contingente fue recuperado por esa constelación de grupos de
extrema izquierda. La Serie que estamos escribiendo irá desmenuzando concienzudamente todos
los mecanismos a través de los cuales ejercieron esa recuperación. Hablaremos no solamente del
programa capitalista envuelto en banderas radicales y obreristas sino de los métodos organizativos,
de debate, de funcionamiento, de moralidad, que emplearon.

Lo bien cierto es que su acción fue muy importante para destruir la potencialidad de que la clase
obrera construyeron una amplia vanguardia para su combate. Los militantes potenciales fueron
desviados hacia el activismo y el inmediatismo, encauzados a un combate estéril dentro de los
sindicatos, los municipios, las campañas electorales etc.

Los resultados fueron concluyentes:

5
No hablamos aquí de los grupos más minoritarios del anarquismo internacionalista, el cual, pese a sus
confusiones, se reclama de muchas posiciones de la clase obrera y se ha manifestado claramente contra la
guerra imperialista y por la revolución proletaria.
- La mayoría abandonó la lucha profundamente decepcionado y cayendo en un escepticismo
sobre la lucha obrera y la posibilidad del comunismo; una parte nada desdeñable de este
sector cayó en la droga, la bebida, la desesperación más absoluta;
- Una minoría quedó como tropa de base de sindicatos y partidos de izquierda, propagando
una visión escéptica y desmoralizante de la clase obrera;
- Otra minoría, más cínica, hizo carrera en sindicatos y partidos de izquierda, aunque una
parte de estos “triunfadores” pasaron a formar parte de los partidos de derecha6.

Los militantes comunistas son un activo vital para el proletariado y es tarea central de los grupos
actuales de la Izquierda Comunista que hoy han heredado la trayectoria de Bilan, Internationalisme
etc., el sacar todas las lecciones de lo que permitió esa enorme sangría de fuerzas militantes que
sufrió el proletariado en su despertar histórico de 1968.

Una falsa visión de la clase obrera


Para realizar su sucia labor de encuadramiento, división y confusión, los partidos de izquierda y
extrema izquierda propagan una falsa visión de la clase obrera. Esta impregna a los militantes
comunistas deformando su pensamiento, su conducta y sus planteamientos. Es pues vital
identificarla y combatirla.

Una suma de individuos ciudadanos


Para izquierda y extrema izquierda los obreros no forman una clase social antagónica al capitalismo
sino una suma de individuos. Son la parte “de abajo” de la “ciudadanía”. Como tales, los obreros
individuales tendrían que aspirar a una “situación estable”, a un “precio justo” de su trabajo, a un
“respeto de sus derechos” etc.

Esto permite a la Izquierda esconder algo esencial: la clase obrera es una clase imprescindible para
la sociedad capitalista pues sin su trabajo asociado esta no podría funcionar, pero al mismo tiempo
es una clase excluida de la sociedad, extraña a todas sus reglas y normas vitales, y por tanto es una
clase que solamente puede realizarse como tal aboliendo de arriba abajo la sociedad capitalista. En
lugar de esta realidad aparece la idea de una clase “integrada”, que mediante reformas y la
participación en las instituciones podría satisfacer sus intereses.

Seguidamente, esta visión disuelve la clase obrera en la masa amorfa e interclasista de “la
ciudadanía”. En semejante magma el obrero aparece igualado al pequeño burgués que le tima, al
policía que le reprime, al juez que lo condena al desahucio, al político que le engaña y hasta los
“burgueses progresistas”. Las nociones de clase social y antagonismo de clases desaparecen para
abrir paso a la noción de ciudadanos de la nación, la falsa “comunidad nacional”.

Borrada de las mentes obreras la noción de clase desaparece igualmente la noción fundamental de
clase histórica. El proletariado es una clase histórica que, más allá de la situación por la que
atraviesan sus diferentes generaciones o sus distintos sectores geográficos, tiene en sus manos un

6
Los ejemplos son abundantes. Durao Barroso, presidente de la Unión Europea, fue maoísta en su juventud.
Cohn Bendit es diputado del parlamento europeo; Lionel Jospin, antiguo primer ministro francés, fue
trotskista en su juventud…
porvenir revolucionario, la instauración de una nueva sociedad que supere y resuelva las
contradicciones que llevan al capitalismo a la destrucción de la humanidad.

Barriendo las nociones vitales y científicas de clase, antagonismo de clases y clase histórica, la
Izquierda y la Extrema Izquierda del capital colocan la revolución como un buen deseo que habría
que dejar en las manos “expertas” de políticos y partidos. Introducen la noción de delegación del
poder, concepto perfectamente válido para la burguesía, pero absolutamente destructivo para el
proletariado. En efecto, la burguesía, clase explotadora que detenta el poder económico, puede
confiar la gestión de sus asuntos en un personal político especializado que forma una capa
burocrática con intereses propios dentro del entramado del capital nacional.

No ocurre lo mismo para el proletariado, que es una clase explotada y revolucionaria a la vez, que
no posee ningún poder económico, sino que su única fuerza son su conciencia, su unidad y su
solidaridad, su confianza en sí mismo, es decir, factores que se ven radicalmente destruidos si se
confían en una capa especializada de intelectuales y políticos.

Armados por esa delegación, los partidos de izquierda y extrema izquierda defienden la
participación en las elecciones como medio de “cerrar el paso a la derecha”. Es decir, destruyen en
las filas obreras la acción autónoma como clase para transformarse en una masa de ciudadanos
votantes. Una masa individualizada, cada cual encerrado en sus “propios intereses”. La unidad y la
autoorganización del proletariado son así machacadas.

Finalmente, los partidos de izquierda y extrema izquierda piden al proletariado que se ponga en
manos del Estado para “conseguir una nueva sociedad”. Hacen la prestidigitación de convertir al
verdugo capitalista que es el Estado en el “amigo de los obreros”.

Una masa de fracasados hundidos en un materialismo vulgar


Izquierda y sindicalistas propagan una visión materialista vulgar de los obreros. Según ellos, los
obreros son unos individuos que solo piensan en su familia, en sus comodidades, en tener el mejor
coche, la casa más lujosa, ahogados por ese consumismo no tienen “ningún ideal” de lucha,
prefieren quedarse en casa para ver el futbol o ir al bar con los amigotes. Rizando el rizo afirman
que los obreros están endeudados hasta las cejas para pagar sus caprichos consumistas y, por lo
tanto, son incapaces de toda lucha7.

Con estas moralinas convierten la lucha de los obreros en un Ideal voluntarista y no en una
necesidad material. El comunismo, meta final de la clase obrera, es una necesidad material en
respuesta a las contradicciones insolubles del capitalismo8. Separan y oponen la lucha reivindicativa
con la lucha revolucionaria, cuando hay una unidad entre ambas pues la lucha de la clase obrera es,
como decía Engels, unitariamente económica, política e ideológica.

7
Es preciso reconocer que el consumismo -impulsado desde los años 20 del siglo XX en Estados Unidos y tras
la segunda guerra mundial extendido a otros países industrializados, ha contribuido a socavar la visión
reivindicativa en las filas de la clase obrera pues las necesidades que todo obrero tiene para vivir se ven
deformadas por el sesgo consumista, convirtiéndolas en un asunto individual de que “todo puede
conseguirse mediante el crédito”.
8
Ver nuestra Serie El comunismo no es un bello ideal sino una necesidad material.
http://es.internationalism.org/series/365
Privar a nuestra clase de esa unidad lleva a la visión idealista de una lucha “sucia” y “materialista”
por necesidades económicas y una lucha “gloriosa” y “moral” por la “revolución”. Esto desmoraliza
profundamente a los obreros que se avergüenzan y se sienten culpables de preocuparse por las
necesidades de su vida, la de sus hijos y sus prójimos, de ser individuos rastreros que solo pensarían
en el euro. Con estos falsos planteamientos que siguen la línea cínica e hipócrita de la Iglesia
Católica, la izquierda y la extrema izquierda minan desde dentro la confianza de los obreros en sí
mismos como clase y tratan de presentarlos como la parte más “baja” de la sociedad.

Con ello convergen con la ideología dominante que presenta a la clase obrera como la clase de los
fracasados. El famoso “sentido común” dice que un trabajador es un individuo que si se ha quedado
en trabajador es porque no sirve para otra cosa o no ha luchado lo suficiente para avanzar en la
escala social. Los trabajadores serían los holgazanes, los que no tienen aspiraciones, los torpes…

¡Es realmente el mundo al revés! La clase social que produce mediante su trabajo asociado las
principales riquezas de la sociedad estaría compuesta por lo peor de ésta. Dado que el proletariado
agrupa la mayoría de la sociedad, resultaría que ésta se compone fundamentalmente de vagos,
fracasados, individuos sin cultura ni motivación.

La burguesía además de explotar al proletariado se burla de él. Ella que es una minoría que vive del
esfuerzo de millones de seres humanos tiene la desfachatez de considerar a estos gente indolente,
fracasada, inútil y sin aspiraciones.

La realidad social es radicalmente diferente: en el trabajo asociado mundial del proletariado se


desarrollan elementos culturales, científicos, y, simultáneamente, lazos humanos profundos,
solidaridad, confianza, espíritu crítico. Son la fuerza que, callada y silenciosamente, mueve la
sociedad, la fuente del desarrollo de las fuerzas productivas.

La apariencia que presenta el proletariado es la de una masa anónima, anodina, silenciosa. Esta
apariencia es fruto de una contradicción que sufre el proletariado como clase explotada y
revolucionaria a la vez. Por un lado, es la clase del trabajo asociado mundial y como tal mueve los
engranajes de la producción capitalista y tiene en sus manos las fuerzas y capacidades para cambiar
radicalmente la sociedad. Pero de otro lado, la competencia, la mercancía, la vida normal de la
sociedad donde impera la división y el todos contra todos, lo trituran como una suma de individuos,
cada cual desamparado, con sentimiento de fracaso y culpa, separado de los demás, atomizado,
obligado a luchar solamente por sí mismo.

La izquierda y la extrema izquierda del capital, en consonancia con la ideología burguesa, quieren
que solo veamos esa masa amorfa de individuos atomizados. Con ello sirven al Capital y al Estado
en su tarea de desmoralizar y excluir a la clase obrera de toda perspectiva social.

Aquí vemos lo que decíamos al principio: la concepción del proletariado como suma de individuos.
Sin embargo, el proletariado es una clase y actúa como tal cada vez que con una lucha consecuente
y autónoma logra desprenderse de las cadenas que lo oprimen y atomizan. Entonces no solamente
vemos una clase en acción, sino igualmente vemos a cada uno de sus componentes transformados
en seres que actúan, luchan, piensan, toman iniciativas, desarrollan una creatividad. Así se ha visto
en los grandes momentos de lucha de clase, como, por ejemplo, los revoluciones rusas de 1905 y
1917. Como muy bien señaló Rosa Luxemburgo en Huelga de masas, partido y sindicatos, “en la
tormenta del periodo revolucionario hasta el proletario se transforma; deja de ser un previsor padre
de familia para convertirse en un “romántico revolucionario”, para quien, hasta el bien supremo, la
misma vida, por no decir nada del bienestar material, significa muy poco en comparación con los
ideales de la lucha”

Como clase la fuerza individual de cada obrero se libera y se desata, desarrolla su potencial humano.
Como suma de individuos, las capacidades de cada cual son aniquiladas, diluidas, despilfarradas
para la humanidad. La tarea de la izquierda y la extrema izquierda del capital es mantener a los
obreros dentro de las cadenas de la ciudadanía, es decir, de la suma de individuos.

Una clase con el reloj parado en las tácticas del siglo XIX
De manera general, en la ascendencia del capitalismo y más concretamente en su época de apogeo
(1870-1914), la clase obrera podía luchar por mejoras y reformas dentro del marco del capitalismo,
sin plantearse a nivel inmediato su destrucción revolucionaria. A ello correspondía, por un lado, la
constitución de grandes organizaciones de masas (partidos socialistas, sindicatos, cooperativas,
universidades obreras, asociaciones de mujeres y de jóvenes etc.) y, por otra parte, tácticas de lucha
que incluían la participación en las elecciones, las acciones de presión, las huelgas planificadas por
los sindicatos etc.

Esos métodos comenzaron ser cada vez más inadecuados desde principios del siglo XX. En las filas
revolucionarias se produjo un amplio debate que opuso, por un lado, a Kautsky, partidario de ellos,
y, por el otro, a Rosa Luxemburgo9 que, sacando lecciones de la revolución rusa de 190510 mostró
claramente que la clase obrera se orientaba hacia nuevos métodos de lucha que correspondían a la
nueva situación que se avecinaba de guerras generalizadas, crisis capitalista etc., es decir, caída del
capitalismo en su época de decadencia. Los nuevos métodos de lucha se basaban en la acción directa
de masas, en la autoorganización del proletariado en Asambleas y Consejos Obreros, en la abolición
de la vieja división entre el programa mínimo y el programa máximo. Esos métodos chocaban
frontalmente con el sindicalismo, las reformas, la participación electoral, la vía parlamentaria.

La Izquierda y la extrema izquierda del capital centran su política en encerrar a la clase obrera en
esos viejos métodos que hoy son radicalmente incompatibles con la defensa de sus intereses tanto
inmediatos como históricos. Han parado el reloj de la historia de forma interesada en los años
“dorados” de 1890 a 1910 con toda su rutina cada vez más desmovilizadora de participación
electoral, acciones sindicales, asistencia pasiva a los actos del “Partido”, demostraciones
programadas con antelación etc., una rutina que convierte a los obreros en “buenos ciudadanos
trabajadores”, es decir, en seres pasivos y atomizados que se someten disciplinadamente a todo lo
que necesita el capital: trabajar duro, votar cada cuatro años, romperse el calzado en las marchas
sindicales, seguir sin rechistar a los líderes autoproclamados.

Esa política la defienden descaradamente los partidos socialistas y comunistas, mientras que sus
apéndices “más a la izquierda” la reproducen con toques “críticos” y sobrepujas “radicales”. Unos
y otros defienden una visión de la clase obrera como clase para el capital, que debería someterse a

9
Ver el libro Debate sobre la huelga de masas, 2 tomos, Editorial Pasado y Presente.
10
Ver su libro clásico Huelga de masas, partido y sindicatos,
https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf
todos sus imperativos y conformarse con unas supuestas migajas que, de vez en cuando, aquel deja
caer desde su mesa dorada.

C.Mir 18-12-17
La herencia oculta de la Izquierda del
Capital
2ª Parte: Un método y un modo de
pensamiento al servicio del capitalismo
En la primera parte de esta Serie vimos que los partidos de izquierda y extrema izquierda del capital
tienen un programa que defiende el capitalismo en nombre de una “nueva sociedad” que no es otra
cosa que una reproducción idealizada del propio capitalismo1. Peor aún, inoculan una visión de la
clase obrera que la niega completamente.

En este segundo artículo veremos qué modo de pensamiento y qué método de análisis se desarrolla
en estos partidos, especialmente en los que se presentan como “más radicales”.

La unidad entre programa, teoría, funcionamiento y moral


En el primer artículo denunciamos que una vez superado el programa de defensa del capital que
estos embaucadores presentan, se hace necesario enfrentar otro problema: la manera de pensar,
la forma de relacionarse entre camaradas, los métodos de organización, la visión moral, la
concepción del debate, la visión de la militancia, que se vive en estos partidos. Despojarse de estos
modos de ver las cosas es aún más difícil que desenmascarar las patrañas políticas que venden, pues
condicionan nuestra actuación, envenenan nuestro comportamiento y se propagan en el
funcionamiento organizativo.

Las frágiles y muy minoritarias organizaciones revolucionarias de la Izquierda Comunista, han tenido
que enfrentar este problema crucial. Se rechaza su programa, pero su cara oculta, es decir, su modo
de pensamiento, funcionamiento y comportamiento, se la deja pasar. Por ello, NO BASTA con
denunciar el programa de los grupos de izquierda y extrema izquierda del capital; tenemos que
denunciar y combatir TAMBIEN esa cara oculta organizativa y moral que comparten con los partidos
de derecha y extrema derecha.

Una organización revolucionaria no se reduce únicamente al programa, es la unidad de programa,


teoría y modo de pensamiento, moral y funcionamiento organizativo. Hay una coherencia entre

1 A la izquierda y extrema izquierda del capital se le podría catalogar con este pasaje que el Manifiesto Comunista dedica
al socialismo burgués: “Su ideal es la sociedad existente, depurada de los elementos que la corroen y revolucionan: la
burguesía sin el proletariado. Es natural que la burguesía se represente el mundo en que gobierna como el mejor de los
mundos posibles. El socialismo burgués eleva esta idea consoladora a sistema. Y al invitar al proletariado a que lo realice,
tomando posesión de la nueva Jerusalén, lo que en realidad exige de él es que se avenga para siempre al actual sistema
de sociedad, pero desterrando la deplorable idea que de él se forma (…) Todo el socialismo de la burguesía se reduce, en
efecto, a una tesis y es que los burgueses lo son y deben seguir siéndolo... en interés de la clase trabajadora”

”.
los cuatro. “La actividad de la organización revolucionaria no puede entenderse más que como
conjunto unitario cuyos componentes no están separados, sino que son interdependientes: (1)
actividad teórica, cuya elaboración es un esfuerzo constante, y cuyo resultado no es algo fijado y
terminado de una vez para siempre; (2) actividad de intervención en las luchas económicas y políticas
de la clase. Es esta la práctica por excelencia de la organización, en la cual la teoría se vuelve arma
de combate por la propaganda y la agitación; (3) actividad organizativa que obra por el desarrollo,
el fortalecimiento de sus órganos, la preservación de las adquisiciones organizativas, sin el cual el
desarrollo cuantitativo (adhesiones) no podría transformarse en desarrollo cualitativo”2.

Es evidente que no se puede luchar por el comunismo con mentiras, calumnias y maniobras. Hay
una coherencia entre los cuatro aspectos antes mencionados. Todos ellos anuncian el modo de vida
y la organización social del comunismo y jamás pueden estar en contradicción con él. Como decimos
en el texto El funcionamiento organizativo de la CCI “En las cuestiones de organización se concentran
toda una serie de aspectos esenciales de lo que fundamenta la perspectiva revolucionaria del
proletariado: (1) características fundamentales de la sociedad comunista y de las relaciones que se
establecen entre sus miembros; (2) ser del proletariado como clase portadora del comunismo; (3)
naturaleza de la conciencia de clase, características de su desarrollo, profundización y extensión en
el seno de la clase; (4) papel de las organizaciones comunistas en el proceso de toma de conciencia
del proletariado”3.

La Izquierda y extrema izquierda del capital herederos de la


adulteración del marxismo realizada por el estalinismo
Podemos considerar a los grupos de izquierda y extrema izquierda del capital como
prestidigitadores de la política. Tienen que hacer pasar las posiciones políticas del capital a través
de una envoltura “proletaria” y “marxista”. Tiene que hacer decir a Marx, a Engels, a Lenin y otros
militantes proletarios, todo lo contrario de lo que querían decir. Tienen que retorcer, truncar,
manipular, las posiciones que defendieron en una época determinada del movimiento obrero, para
convertirlas en su contrario más absoluto: tomar citas de Marx, Engels o Lenin, para hacerles decir
que la explotación capitalista es buena, que la Nación es el bien más preciado, que nos debemos
enrolar en la guerra imperialista, que el Estado es un padre benefactor etc.

Marx, Engels, Lenin, que luchaban por la destrucción del Estado son transformados por la magia de
esos grupos en defensores acérrimos del Estado. Marx, Engels, Lenin, que se batieron
incondicionalmente por el internacionalismo son convertidos en paladines de la “liberación
nacional” y de la Patria. Marx, Engels, Lenin, que animaban la lucha defensiva del proletariado pasan
a ser campeones del productivismo y el sacrificio del obrero en el altar de las necesidades del capital.

El agente de vanguardia de esta empresa de adulteración fue el estalinismo4. Este realizó


metódicamente esa transformación repugnante. Para ilustrarlo vamos a utilizar como punto de

2
Función de la organización revolucionaria, http://es.internationalism.org/revista-
internacional/198204/135/informe-sobre-la-funcion-de-la-organizacion-revolucionaria
3
http://es.internationalism.org/revista-internacional/200204/3283/documentos-de-la-vida-de-la-cci-la-
cuestion-del-funcionamiento-org
4
Este, a su vez, se apoyó en el trabajo cínico de la socialdemocracia que en 1914 traicionó al proletariado.
Rosa Luxemburgo en Nuestro programa y la situación política (discurso pronunciado en el primer congreso
apoyo el libro de Ante Ciliga En el país de la gran mentira5, que describe minuciosamente ese
proceso que se produce desde mediados de los años 20: “El régimen social tan particular que se
estaba desarrollando en la Rusia soviética tendía a crear su propia ideología en todas las ramas de
la ciencia. Mejor dicho, trataba de fundir su propia concepción del mundo con la de la vieja ciencia,
así como con la ideología tradicional del marxismo y los nuevos descubrimientos científicos” (Página
103). Para explicarlo recuerda que “Hegel había demostrado que un fenómeno puede conservar su
forma a la vez que transforma completamente su contenido. ¿Acaso Lenin no había dicho que a
menudo el destino de los grandes hombres es servir de iconos tras su muerte, mientras se falsifican
sus ideas liberadoras para justificar una nueva opresión y una nueva esclavitud?” (Página 109).

De su paso por la “academia comunista” de Moscú constata que “Cada año se modificaban los
programas, cada vez se falsificaban más insolentemente los hechos históricos y su apreciación. Esto
sucedía no sólo con la historia reciente del movimiento revolucionario en Rusia, sino con
acontecimientos tan lejanos como la Comuna de París, la revolución de 1848 y la primera revolución
francesa. ¿Y qué decir de la historia del Komintern? Cada nueva edición daba una nueva versión, en
muchos aspectos completamente contraria a las precedentes” (Página 100). “Como estas
falsificaciones se introducían al mismo tiempo en todas las ramas de la enseñanza, llegué a la
conclusión de que no se trataba de casos aislados, sino de un sistema que se dedicaba a transformar
la historia, la economía política y el resto de ciencias según los intereses y la concepción del mundo
de la burocracia (…) en Rusia, se estaba formando una nueva escuela, la escuela burocrática del
marxismo” (página 101).

Siguiendo esos métodos los partidos de izquierda y extrema izquierda emplean 3 procedimientos:

- Aprovecharse de los errores cometidos por los revolucionarios;


- Defender como válidas posiciones que cuando aquellos vivieron eran justas pero que hoy
se han convertido en contra-revolucionarias;
- Quitar el filo revolucionario a sus posiciones convirtiéndolas en una abstracción inofensiva

Los errores de los revolucionarios


Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, no fueron infalibles. Cometieron errores.

del KPD, diciembre 1918) denuncia “ese marxismo que mucho tiempo se atribuyó el título de marxismo
oficial en la socialdemocracia alemana. Sabemos dónde está este marxismo hoy día: controlado y
domesticado por los Ebert, David y consortes. Está allí donde vemos a los representantes oficiales de la
doctrina que, durante decenas de años, se ha hecho pasar para el marxismo puro, verdadero. Pero este no
debe estar allí pues el marxismo, no podía hacerse en compañía de Scheidemann, de la política
contrarrevolucionaria. El verdadero marxismo combate también los que pretenden falsificarlo”. Ver
https://www.marxists.org/espanol/luxem/1918/12/31.htm
5
Ante Ciliga (1898-1992), de origen croata, se unió al Partido Comunista de Yugoslavia y vivió en Rusia desde
1925 donde tomó conciencia de la degeneración contra-revolucionaria de la URSS y se unió a la Oposición de
Izquierdas de Trotski. Arrestado por primera vez en 1930 fue enviado a Siberia y finalmente liberado en
1935. Desde entonces se instaló en Francia donde escribió un testimonio muy lúcido de todo lo que ocurría
en la URSS, en la Tercera Internacional y en el PCUS en el libro citado. Este se puede encontrar en versión
PDF en http://marxismo.school/files/2017/09/Ciliga.pdf. Con posterioridad se alejó cada vez más de las
posiciones proletarias y evolucionó hacia la defensa de la democracia, especialmente después de la 2ª
Guerra Mundial.
Contrariamente a la visión mecánica del pensamiento burgués el error es en muchos casos
inevitable y puede ser un paso necesario para llegar a la verdad, la cual, por otra parte, no es
absoluta, sino que tiene una naturaleza histórica. Para Hegel, el error es un momento necesario y
evolutivo de la verdad.

Esto es aún más claro si se considera que el proletariado es una clase explotada y revolucionaria a
la vez y que, como clase explotada, sufre todo el peso de la ideología dominante. Por ello, cuando
el proletariado -o, al menos partes de él- se atreven a pensar, formular hipótesis, plantearse
reivindicaciones, proponerse objetivos, se están levantando contra la pasividad y el adocenamiento
que impone el sentido común capitalista, pero, al mismo tiempo, pueden caer en aproximaciones
equivocadas, en ideas que la propia evolución social -o, incluso, la dinámica misma de la lucha de
clase- superan o dejan de lado.

Marx y Engels, creyeron que en 1848 el capitalismo estaba maduro para ser sustituido por el
comunismo y propugnaron un programa “intermedio” todavía capitalista que sirviera de plataforma
para el socialismo (la teoría de la “revolución permanente”).

Sin embargo, su espíritu crítico les hizo desechar esta especulación que abandonaron desde 1852.
Igualmente, pensaron que había que tomar el estado capitalista y utilizarlo como palanca de la
revolución, la experiencia viva de la Comuna de Paris les convenció de ese error concluyendo que el
Estado capitalista debe ser destruido.

Podríamos seguir con otros muchos ejemplos, pero, lo que queremos desarrollar aquí es cómo los
grupos izquierdistas utilizan esos errores para avalar su programa contra-revolucionario. Lenin era
un internacionalista consecuente pero no tenía claridad suficiente sobre la liberación nacional y
cometió serios errores en ese punto. Esos errores son extraídos de su contexto histórico, separados
de la lucha internacionalista que libró, y, de esa forma, acaban convertidos en “leyes” válidas para
siempre6. Sus errores son transformados en medios hipócritas de defensa del capital.

¿Cómo pueden realizar esa falsificación? Uno de los medios más importantes es destruir el espíritu
crítico en los militantes. Los marxistas consecuentes comparten con lo mejor de la ciencia el espíritu
crítico, es decir, la capacidad para poner en cuestión posiciones que, por diferentes causas, chocan
con la realidad y las necesidades de la lucha del proletariado. El marxismo no es una colección de
dogmas que habrían fabricado cerebros geniales y que no se podrían modificar, es un método
combatiente, vivo, analítico, en constante desarrollo y en ello el espíritu crítico es fundamental.
Liquidarlo es la principal tarea de los grupos izquierdistas siguiendo el ejemplo de sus maestros
estalinistas que, como recoge Ciliga de su paso por la “Universidad Comunista” de Moscú, los
alumnos, futuros cuadros del partido, “nunca se planteaban cuestiones al margen del programa
oficial. Su vida espiritual estaba perfectamente mecanizada. Cuando yo me esforzaba por llevarlos
más allá del estrecho horizonte del programa, de despertar su curiosidad y su sentido crítico, se
quedaban mudos. Parecía que su sentido de lo social estaba embotado” (página 98)

Así pues, frente al seguidismo ciego que propugnan los grupos izquierdistas -desde los estalinistas
hasta los trotskistas pasando por gran parte del anarquismo- los militantes proletarios, los grupos

6
Ver a este propósito Los comunistas y la cuestión nacional, http://es.internationalism.org/revista-
internacional/198401/3398/los-comunistas-y-la-cuestion-nacional-1900-1920-i-el-debate-sobre-
revolucionarios, deben batirse por mantener vivo el espíritu crítico, la capacidad de ponerse en
cuestión, la voluntad permanente por estar a la escucha de los hechos para saber desde un análisis
histórico replantearse posiciones que ya no son válidas.

Posiciones que un día fueron correctas transformadas en mentiras descaradas


Otra de las características del método izquierdista es utilizar posiciones justas de los revolucionarios
pero que la evolución histórica ha invalidado o ha hecho contraproducentes. Por ejemplo, el apoyo
de Marx y Engels a los sindicatos. El izquierdismo concluye que, si los sindicatos eran organismos
del proletariado en la época de Marx y Engels, deben serlo siempre, en todas las épocas. Emplean
un método abstracto e intemporal. Ocultan que, con la decadencia del capitalismo, los sindicatos se
han convertido en órganos del Estado burgués contra el proletariado7.

Hay militantes revolucionarios que rompen con las posiciones izquierdistas, pero no logran romper
con su método escolástico. Así, por ejemplo, se limitan a darle la vuelta a la postura izquierdista
sobre los sindicatos: si aquella dice que los sindicatos siempre han estado al servicio de la clase
obrera, ahora concluyen que los sindicatos siempre han estado contra ella. Hacen de la posición
sobre los sindicatos una postura intemporal, válida por los siglos de los siglos, han roto con el
izquierdismo, pero siguen prisioneros de él.

Sucede lo mismo con la socialdemocracia. Los partidos socialistas de hoy hacen difícil imaginar que
durante la época de 1870 a 1914 fueron partidos de la clase obrera que contribuyeron a su unidad,
su conciencia y la fuerza de sus luchas. Frente a esto, los izquierdistas, especialmente el trotskismo,
lo tienen muy sencillo: los partidos socialdemócratas siempre han sido partidos obreros y nunca
dejarán de serlo, pese a todos sus desmanes.

Sin embargo, hay revolucionarios que dicen lo mismo, pero al revés: si los trotskistas hablan de la
socialdemocracia como un partido que siempre es y será “obrero”, ellos concluyen que la
socialdemocracia siempre es y ha sido capitalista. Ignoran que el oportunismo es una enfermedad
que afecta al movimiento obrero y que puede llevar a sus partidos a la traición y la integración en
el Estado capitalista8

Prisioneros de la herencia izquierdista sustituyen el método histórico y dialéctico por la escolástica.


No comprender que uno de los principios de la dialéctica es la transformación de contrarios: algo
puede ser una cosa y acabar en su contraria. Los partidos proletarios debido a la degeneración
provocada por el peso de la ideología burguesa y pequeña burguesa pueden terminar en su
contrario diametral: servidores incondicionales del capitalismo9.

Vemos aquí otra de las consecuencias del método izquierdista: se niega una visión histórica de las
posiciones de clase y de su proceso de elaboración. Se amputa con ello otro de los componentes
esenciales del método proletario. Cada generación obrera se levanta sobre los hombros de la
anterior, las lecciones producidos por la lucha de clases y por el esfuerzo teórico en su seno dan

7
Ver nuestro folleto Los sindicatos contra la clase obrera y el trabajo Apuntes sobre la cuestión sindical,
http://es.internationalism.org/cci-online/201104/3103/apuntes-sobre-la-cuestion-sindical
8
Ver https://es.internationalism.org/en/node/4115
9
Ver http://es.internationalism.org/revista-internacional/201502/4077/como-se-produjo-la-quiebra-de-la-
segunda-internacional y http://es.internationalism.org/revista-internacional/201504/4097/1914-el-camino-
hacia-la-traicion-de-la-socialdemocracia-alemana
lugar a conclusiones que sirven de punto de partida, pero que no son la estación de llegada. La
evolución del capitalismo y las propias experiencias de la lucha de clases, hacen necesario nuevos
desarrollos o rectificaciones críticas de las posiciones anteriores. Se trata de una continuidad
histórica crítica que el izquierdismo niega propagando una visión dogmática y ahistórica.

En los siglos XVII y XVIII, los pensadores que anunciaban la revolución burguesa desarrollaron un
materialismo que en su momento fue revolucionario pues sometió a una crítica implacable el
idealismo feudal. Sin embargo, una vez tomado el poder en los principales países, el pensamiento
burgués se hizo conservador, dogmático y ahistórico. El proletariado, en cambio, tiene en su propio
gen un pensamiento crítico e histórico, una capacidad para no quedar atado a las situaciones de
una época determinada, por importantes que estas sean, y de guiarse no por el pasado ni por el
presente sino por la perspectiva del porvenir revolucionario del que es portador. “La historia de la
filosofía y la historia de las ciencias sociales enseñan con toda claridad que no hay nada en el
marxismo que se parezca al «sectarismo», en el sentido de una doctrina encerrada en sí misma,
rígida, surgida al margen del camino real del desarrollo de la civilización mundial. Al contrario, el
genio de Marx estriba, precisamente, en haber dado solución a los problemas planteados antes por
el pensamiento avanzado de la humanidad” 10.

La trampa de la abstracción
Como el pensamiento burgués, la ideología izquierdista es, por un lado, dogmática e idealista, y por
otro, relativista y pragmática. El izquierdista levanta su mano izquierda y proclama “principios”
elevados a dogmas universales, válidos para todos los mundos y para todos los tiempos. Pero, con
la mano derecha, invocando las “consideraciones tácticas”, se guarda esos principios sagrados en el
bolsillo pues “no habría condiciones”, “los obreros no entienden”, “no es el momento” etc.

Dogmatismo y tacticismo no son opuestos sino complementarios. El dogma que obliga hoy a
participar en las elecciones se complementa con la “táctica” de “utilizarlas” para “darse a conocer”,
“cerrar el paso a la derecha” etc. La primera aparece como algo teórico, pero, en realidad, es una
visión abstracta, colocada fuera de la evolución histórica. La segunda, parece “práctica” y
“concreta”, sin embargo, es una visión rastrera y cretina que no parte de posiciones coherentes sino
de la acción cotidiana, puramente adaptativa y oportunista, típica del pensamiento burgués.

Esto nos lleva a comprender el tercer rasgo del método de pensamiento izquierdista: tiene
necesariamente que abstraer y descontextualizar las posiciones justas de los revolucionarios para,
como decía Lenin, quitarles todo su filo revolucionario, hacerlas inofensivas para el capital
convirtiéndolas en “principios” abstractos e inoperantes. Así, Comunismo, Dictadura del
Proletariado, Consejos Obreros, Internacionalismo… se convierten en una gran retórica, una
palabrería cínica que los dirigentes no creen en absoluto pero que emplean con desparpajo para
manipular a sus seguidores. Ciliga en el libro antes citado señalaba “el talento de la burocracia
comunista para hacer lo contrario de lo que proclamaba, para disfrazar los peores crímenes bajo la
máscara de los eslóganes más progresistas y las frases más elocuentes” (página 52).

En las organizaciones izquierdistas no hay principios. Su visión es puramente pragmática y


evoluciona según las circunstancias, es decir, según las necesidades políticas, económicas e

10
Lenin, Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo,
https://pensaryhacer.files.wordpress.com/2008/06/tres-fuentes-y-tres-partes-integrantes-del-marxismo.pdf
ideológicas del capital nacional a quien sirven. Los principios son de geometría variable y se guardan
para momentos determinados: en fiestas del partido y grandes celebraciones; como excusa para
perseguir a militantes acusándoles de haber “transgredido los principios”; también se utilizan en las
querellas entre facciones enfrentadas como armas arrojadizas.

Esta visión de los “principios” se contrapone radicalmente al que tiene una organización
revolucionaria. Esta se basa en “la existencia de un programa válido para toda la organización. Este
programa, al ser la síntesis de la experiencia del proletariado del cual la organización revolucionaria
es parte, y porque es emanación de una clase que no tiene solamente una existencia presente sino
sobre todo un porvenir histórico, expresa ese porvenir plasmándolo en objetivos de clase y del
camino a seguir para alcanzarlos, reúne las posiciones esenciales que la organización debe defender
en la clase, sirve de base de adhesión a la organización de revolucionarios”11

El programa revolucionario es la fuente de la actividad de la organización, su cuerpo teórico


inspirador, su guía de acción. De ahí que debe ser tomado muy en serio. El militante que viene del
izquierdismo y que no sabe deslindarse de éste, cree, en muchos casos inconscientemente, que el
programa es una pantomima, puras palabras que se invocan en momentos solemnes, busca pues
“la práctica” y llama constantemente a dejarse de “retóricas”. En otras ocasiones, cuando está
enojado con algún camarada o se cree marginado por los órganos centrales, trata de “pillarlos en
falta” y utiliza el programa como piedra que arroja a su cara.

Contra estas dos visiones falsas, reivindicamos la función imprescindible del programa en una
organización proletaria, como arma de análisis que es compartida por todos los militantes y en la
que todos están comprometidos en su desarrollo; como medio de intervención en la lucha del
proletariado; como orientación y contribución activa a su porvenir revolucionario.

La sofistica pragmática e “ingeniosa” del izquierdismo hace mucho daño porque dificulta un
pensamiento global capaz de pasar de lo general a lo concreto, de lo abstracto a lo inmediato, de lo
teórico a lo práctico. El método izquierdista rompe el cordón umbilical que une esas dos facetas del
pensamiento proletario impidiendo vivir concretamente la unidad entre lo concreto y lo general, lo
inmediato y lo histórico, lo local y lo mundial. La tendencia y la presión son hacia un pensamiento
unilateral. El izquierdista es localista todos los días, pero despliega un discurso “internacionalista”
los días de fiesta. El izquierdista solo ve lo inmediato y lo pragmático, pero, lo adorna con alguna
referencia “histórica” y se quita el sombrero ante “los principios”. El izquierdista es rastreramente
“concreto” cuando hay que desarrollar un análisis abstracto y celestialmente abstracto cuando se
requiere un análisis concreto.

Los efectos destructivos del método teórico del izquierdismo


Estos son, de forma muy sintética, algunos de los rasgos del método izquierdista de pensamiento y
sus consecuencias en la postura de los militantes comunistas.

11
Estructura y funcionamiento de la organización revolucionaria, http://es.internationalism.org/revista-
internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria
Veamos algunas de estas últimas. La Tercera Internacional empleó una fórmula que solo tiene
sentido en unas determinadas condiciones históricas: “detrás de cada huelga se perfila la hidra de
la revolución”.

Esta fórmula no es válida si las relaciones de fuerza entre las clases son favorables a la burguesía.
Así por ejemplo Trotski la utilizó de manera esquemática estimando que las huelgas de 1936 en
Francia y la valiente respuesta del proletariado de Barcelona en julio 1936 contra el golpe de estado
fascista, “abrían las puertas de la revolución”. No tomó en cuenta el curso irrefrenable hacia la
guerra imperialista, el aplastamiento del proletariado ruso y alemán, el alistamiento de los obreros
bajo la bandera del antifascismo. Dejó de lado ese análisis histórico – mundial y únicamente aplicó
la receta vacía de “detrás de cada huelga se perfila la hidra de la revolución”12.

Otra consecuencia es un materialismo vulgar impregnado de economicismo hasta la médula. Todo


estaría determinado por la economía, entendida esta además de la manera más miope. Fenómenos
como la guerra son negados en su raíz imperialista, estratégica, militar, para tratar de encontrar las
más fantasiosas explicaciones económicas. ISIS, una banda mafiosa, subproducto bárbaro del
imperialismo, sería una empresa petrolífera.

En fin, otra consecuencia de la manipulación que hace el izquierdismo de la teoría marxista es su


concepción como asunto de especialistas, de expertos, de jefes geniales. Lo que vomitan esos
iluminados debería seguirse al pie de la letra por los “militantes de base” que no tendrían ningún
papel en la elaboración teórica pues su misión sería repartir hojas, vender la prensa, llevar las sillas
para los mítines, poner carteles… Es decir, actuar de carne de cañón de los “amados líderes”.

Esta concepción es necesaria para el izquierdismo pues su tarea es deformar el pensamiento de


Marx, Engels, Lenin etc., y para ello necesitan que los militantes se crean ciegamente sus cuentos
para no dormir. Sin embargo, resulta nefasta y destructiva cuando se cuela dentro de las
organizaciones revolucionarias. La organización revolucionaria de hoy “es más impersonal que en el
siglo XIX, dejando de aparecer como organización de jefes dirigentes de la masa de militantes. Se
acabó el período de jefes ilustres y de grandes teóricos. La elaboración teórica se ha vuelto tarea
verdaderamente colectiva. A imagen de millones de combatientes proletarios "anónimos", la
conciencia de la organización se desarrolla con la integración y la superación de las conciencias
individuales en una misma conciencia colectiva”13

C Mir 27-12-17

12
Este error de Trotski ha sido aprovechado hasta la sociedad por el trotskismo para llamar “revolución” a
cualquier situación de revuelta o incluso golpes de estado guerrilleros como el que ocurrió en Cuba en 1959
13
Ver nota 2
La herencia oculta de la Izquierda del
Capital
3ª Parte: Un funcionamiento que niega
los principios comunistas
La Serie que nos ocupa denuncia la parte menos visible (la cara oculta) de las organizaciones de la
Izquierda y extrema izquierda del capital (socialistas, estalinistas, trotskistas, maoístas, anarquistas
oficiales, “nueva” izquierda estilo Syriza, Francia Insumisa o Podemos). En el primer artículo de la
Serie vimos como niegan a la clase obrera que dicen defender, en la segunda destripamos su método
y modo de pensamiento. En este tercer artículo analizaremos cómo funcionan, qué régimen interno
se dan esos partidos y cómo su funcionamiento niega cualquier principio del comunismo y
constituye un obstáculo contra todo avance hacia él.

El método de organización de la Izquierda del Capital


Fuerzas como el estalinismo, el trotskismo etc., han perpetrado una adulteración total de las
posiciones proletarias en materia de organización y de comportamiento. Centralización significa en
sus manos sometimiento a una burocracia todopoderosa. Disciplina es para ellos sumisión ciega al
comisario de turno. La posición mayoritaria es resultado de un proceso de relaciones de fuerzas.
Debate es en su mente manipuladora un arma para desalojar posiciones de pandillas rivales. Y así
podríamos continuar ad nauseam.

El militante proletario que se halla dentro de una organización genuinamente comunista tiende a
ver sus posiciones organizativas y de comportamiento según las gafas de sus tristes recuerdos
cuando estuvo en las organizaciones izquierdistas.

La disciplina de cuartel de las organizaciones izquierdistas


Cuando se le habla de la necesaria disciplina se acuerda de la pesadilla que sufrió cuando militaba
en las organizaciones burguesas de izquierdas.

Allí, “por disciplina” tenía que defender las cosas más absurdas “porque lo mandaba el partido”. Un
día tenía que decir que tal partido rival era “burgués” y a la semana siguiente, según un viraje en la
política de alianzas de la dirección, ese partido era el más proletario del mundo.

Si la política del “comité central” resultaba equivocada era única y exclusivamente porque los
militantes “se habían equivocado” y “no habían aplicado lo que mandaba el comité central” o no lo
habían comprendido bien. Como señala Trotski “Cada resolución del Comité Ejecutivo de la
Internacional Comunista registrando nuevas derrotas, declara, por una parte, que todo estaba
previsto, y, por otra parte, que son los ejecutantes los responsables de las derrotas porque no han
comprendido la línea que se les había indicado desde arriba”1

1
La Internacional Comunista después de Lenin, página 353 de la edición española, Akal Editores.
A consecuencia de estas vivencias traumáticas, el militante que ha pasado por esos partidos
experimenta frente a la disciplina un rechazo visceral, no comprendiendo que la disciplina proletaria
es algo radicalmente diferente y opuesto a la disciplina burguesa.

En una organización proletaria “disciplina” quiere decir respetar lo que todos han decidido y lo que
cada cual se ha comprometido a cumplir. Es, por un lado, ser responsable, y, por otro lado, la
expresión práctica de la supremacía del colectivo sobre lo individual, lo que no quiere decir, sin
embargo, que lo individual y lo colectivo se enfrenten, sino que expresan aspectos diferentes de
una misma unidad. Por ello, la disciplina en una organización proletaria puede ser voluntaria y
conscientemente asumida. La disciplina no es ciega, sino que se basa en una convicción y una
perspectiva.

En cambio, en una organización burguesa la disciplina significa sometimiento a una dirección


todopoderosa y renuncia a toda responsabilidad para ponerse en manos de todo lo que haga o diga
dicha dirección. En una organización burguesa, la disciplina tiene como fundamento la oposición
entre el “colectivo” y los individuos. El “colectivo” es el interés del Capital Nacional y su Estado que
la organización defiende en su área específica y este no coincide con los intereses de los miembros.
De ahí que la disciplina sea necesariamente impuesta, bien por temor a sufrir el castigo de una
reprobación pública que puede llegar a una expulsión, bien, si es voluntariamente asumida, el fruto
de sentimientos de culpa o de un imperativo categórico que provoca conflictos más o menos
periódicos con el interés auténtico de cada uno de los individuos.

La incomprensión de la diferencia radical que existe entre la disciplina proletaria y la disciplina


burguesa lleva a los militantes que tras pasar por el izquierdismo trabajan en una organización
proletaria a caer en un círculo vicioso: antes seguían como mansos corderos las órdenes de sus jefes.
Ahora, en las organizaciones proletarias, rechazan toda disciplina y solo admiten una orden: la que
le dicta su propia individualidad. A la disciplina de cuartel oponen la disciplina de hacer lo que a cada
cual le dé la gana, es decir, la disciplina anárquica individualista. Es un dar vueltas a la noria sin salirse
de ella: de la disciplina feroz y violenta de los partidos de la burguesía a la indisciplina individualista
(la “disciplina de hacer lo que me venga en gana”) propia de la pequeña burguesía y del anarquismo.

La centralización burocrática de toda organización burguesa


Otro concepto que produce urticaria en los militantes que han sufrido la lacra del izquierdismo es la
centralización.

Asocian centralización con:

- una cúpula todopoderosa a la que hay que plegarse sin rechistar.

- una pirámide aplastante de burocracia y aparatos.

- una renuncia total a toda iniciativa o pensamiento propio reemplazados por la obediencia ciega y
el seguidismo hacia los líderes.

- las decisiones no se toman mediante una discusión con la participación de todos sino mediante
imposiciones y maniobras de la dirección.

Efectivamente, la centralización burguesa está basada en esos conceptos. Ello es así porque en la
burguesía no existe más unidad que ante la guerra imperialista o frente al proletariado, en todo lo
demás hay un conflicto incesante entre sus diferentes fracciones. Para poner el orden en semejante
cesta de víboras hay que imponer del grado o por la fuerza la autoridad de un “órgano central”. Por
ello la centralización burguesa es necesariamente burocrática y piramidal y no puede ser de otra
manera.

Esta burocratización general de todos los partidos e instituciones burguesas es aún más
imprescindible en los partidos “obreros” o “izquierdistas” que se presentan como los defensores de
los trabajadores.

Los burgueses pueden someterse a esa disciplina de hierro del aparato político pues disfrutan de un
poder omnímodo y dictatorial en sus propias empresas. Sin embargo, en una organización de
izquierda o extrema izquierda existe un antagonismo cuidadosamente ocultado entre lo que se
proclama oficialmente y lo que se hace realmente. Para resolver esa contradicción se necesita una
burocracia y una centralización verticalista.

Para comprender los mecanismos de la centralización burguesa que se aplica en los partidos de la
izquierda del Capital, el estalinismo es una escuela pionera. En su libro antes citado, La Internacional
Comunista después de Lenin, Trotski hace un análisis de esos métodos de centralización burguesa
aplicados a los partidos comunistas.

Recuerdo cómo, para imponer la política burguesa, el estalinismo “adoptó una organización a la
carbonaria2 con su comité central ilegal (el “septumvirato”), sus circulares, sus agentes, su código
cifrado etc. El aparato del partido ha creado en su seno un orden cerrado sobre sí mismo e
incontrolable, que dispone de los recursos excepcionales no solamente de este aparato sino también
del Estado, que transforma un partido de masas en un instrumento encargado de camuflar todas las
maniobras de los intrigantes” (página 222). Para aplastar las tentativas revolucionarias del
proletariado en China y servir a los apetitos imperialistas del Estado ruso, en los años 1925-28, el
Partido Comunista Chino fue totalmente instrumentalizado, una ilustración nos la da el testimonio
del Comité local de Kiang-Su quien refiere como “el Comité Central lanza acusaciones y dice que el
Comité Provincial no es bueno; este último, por su parte, acusa a las organizaciones de base, quienes
a su vez acusan a los camaradas que trabajan sobre el terreno y estos, finalmente, se defienden
diciendo que las masas no son revolucionarias” (página 352).

La centralización burocrática impone en los miembros del partido una mentalidad arribista, de
sumisión a los de arriba y de desprecio y manipulación hacia “los de abajo”. Esta es una característica
inequívoca de todos los partidos del capital, de izquierda o derecha, que siguen las pautas que
Trotski percibió en los partidos comunistas estalinizados denunciando cómo en los años 20 “se han
formado equipos enteros de jóvenes académicos de la maniobra que por flexibilidad bolchevique
entienden sobre todo la elasticidad de su propia columna vertebral” (página 208), las consecuencias
de estos métodos son que “Las capas que se elevaban se impregnaban al mismo tiempo de un cierto
espíritu burgués, de un espíritu de estrecho egoísmo, de cálculos mezquinos. Uno notaba que tenían
la firme determinación de labrarse un buen puesto sin preocuparse del prójimo, un arribismo ciego
y espontáneo. Para lograrlo, todos demostraban una capacidad de adaptación sin escrúpulos, una

2
Los carbonarios eran una sociedad secreta burguesa de carácter político que desarrolló sus actividades en
Europa en los siglos XVIII y XIX. Los que querían entrar en ella tenían que someterse a una serie de pruebas y
ritos [Nota de Trotski]
actitud desvergonzada y adulación hacia los poderosos. Esto es lo que se veía en cada gesto, en cada
rostro, en todas las miradas. Esto es lo que reflejaban todos los actos y los discursos, generalmente
llenos de burda fraseología revolucionaria”3

Recuperar el verdadero sentido de los conceptos proletarios de


organización
Es necesario recuperar -actualizándolos de forma crítica- todos los conceptos organizativos que el
movimiento obrero utilizó antes de la tremenda catástrofe que significó el paso primero de los
partidos socialistas al Estado capitalista y ulteriormente la transformación de los partidos
comunistas en fuerzas estalinistas del capital.

Las posiciones proletarias en materia de organización, aunque tengan la misma denominación no


tienen nada que ver con su versión adulterada. El movimiento proletario no tiene por qué inventar
nuevos conceptos pues esos conceptos le pertenecen y en todo caso quienes tendrían que cambiar
de terminología es la Izquierda y la extrema izquierda del capital que fue quien “innovó” y abrazó
posiciones organizativas y morales de la burguesía. Repasemos algunas de ellas y veamos su
oposición radical al estalinismo, el izquierdismo, y, en general, a toda organización burguesa.

Centralización proletaria
Centralización es la expresión de la unidad natural de intereses que existe dentro del proletariado
y, consecuentemente, en los revolucionarios. Por ello, dentro de una organización proletaria la
centralización es el medio más coherente de funcionar y esta es resultado de una acción voluntaria
y consciente. Mientras la centralización dentro de una organización izquierdista debe imponerse
mediante la maniobra y la burocracia, en la organización política proletaria al no haber intereses
diferentes la unidad es expresada por la centralización. Esta es pues consciente y coherente.

Por otro lado, en una organización izquierdista, como en toda organización burguesa, existen
intereses diferentes ligados a individuos o a facciones, por lo que para conciliar esos intereses
contrapuestos solo se puede recurrir bien a la imposición burocrática de una fracción o de un líder,
bien a una suerte de “coordinadora democrática” entre los diferentes líderes o fracciones. En todo
caso, se necesitan las acciones de fuerza, las maniobras, la traición, la manipulación, la sumisión,
para “engrasar” el funcionamiento de la organización pues de otra forma caería en la dislocación y
el estallido. Contrariamente, en una organización proletaria “La centralización no es un principio
abstracto o facultativo de la estructura de la organización. Es la plasmación de su carácter unitario,
de que una sola y única organización la que toma posición y actúa en la clase. En las relaciones entre
las diferentes partes de la organización y el todo, este es siempre prioritario4.

En el izquierdismo, esto de que “una sola y única organización toma posición y actúa en la clase” es,
o bien, una farsa, o bien, una imposición monolítica y burocrática del “comité central”. En una

3
Ante Ciliga, En el país de la gran mentira página 40 edición española. Sobre este libro ver el segundo
artículo de la presente serie. http://es.internationalism.org/accion-proletaria/201801/4267/la-herencia-
oculta-de-la-izquierda-del-capital-ii-un-metodo-y-un-modo-
4
http://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-
organizacion-revolucionaria
organización proletaria, es la condición misma de su existencia. Se trata de decir al proletariado lo
que se entiende, tras discusión colectiva y según su experiencia histórica, qué es lo más conveniente
para su lucha y no de engañarlo y de hacerle luchar por intereses que no son los suyos. Por ello, hay
que hacer un esfuerzo mancomunado de toda la organización para elaborar esa posición.

En el izquierdismo, frente a las posiciones muchas veces juzgadas absurdas de la “Dirección”, los
militantes de base se protegen actuando por su cuenta, decidiendo en estructuras locales o en
grupos de afinidad la posición que estiman justa y esto es en ciertos casos una sana reacción
proletaria frente a la política oficial. Sin embargo, este método localista y de sálvese quien pueda,
es contraproducente y muy negativo en una organización proletaria. En esta “Debe proscribirse la
concepción según la cual tal o cual parte de la organización puede adoptar frente a la clase o frente
a la organización posiciones o actitudes que le parecen correctas en lugar de las de la organización
que serían erróneas, pues: (.) si la organización va por un camino equivocado, la responsabilidad de
los miembros que creen defender una posición correcta no es salvarse ellos, sino llevar a cabo una
lucha dentro de la organización para que vuelva por "buen camino"; (.) esa concepción conduce a
que una parte de la organización imponga arbitrariamente su propia posición a toda la organización
sobre tal o cual aspecto del trabajo (local o específico)” (ídem., nota 4).

Esta actitud de contribuir desde cualquier instancia de la organización (sea una sección local o una
comisión internacional) a lograr una posición justa entre todos, es la que corresponde a la unidad
de intereses que existe en una organización revolucionaria entre todos sus miembros. En cambio,
en una organización de izquierda no existe unidad entre la “base” y la “dirección”. La segunda tiene
como misión defender el interés general de la organización que es el del Capital nacional, mientras
que la primera se halla dislocada entre tres fuerzas que cada una va hacia un lado diferente: el
interés del proletariado; el asumir el interés capitalista de la organización o, el más prosaico, de
hacer carrera en el escalafón burocrático del partido. De resultas de ello existe una oposición y una
separación entre los militantes y los órganos centrales.

Los militantes de las organizaciones revolucionarias actuales tienen mucha dificultad para clarificar
todo ello. Les atormenta la sospecha de que los órganos centrales van a acabar “traicionando”, les
suele ganar el prejuicio de que los órganos centrales van a eliminar burocráticamente toda
disidencia. Un mecanismo mental muy extendido es que “los órganos centrales pueden
equivocarse”. Esto es verdad. Todo órgano central de una organización proletaria puede
equivocarse. Pero no existe ninguna fatalidad por la cual tenga que equivocarse y si se equivoca la
organización tiene los medios para corregirlo.

Ilustremos esto con un ejemplo histórico. En marzo de 1917, el Comité Central del Partido
bolchevique se equivocó al preconizar el apoyo crítico al gobierno provisional salido de la revolución
de febrero. Lenin, de regreso a Rusia en abril planteó las famosas Tesis de Abril para lanzar un debate
en el que se comprometió toda la organización para corregir el error y enderezar el rumbo del
partido5.

Lo que muestra este episodio es el abismo que hay entre la idea preconcebida y prejuiciada de “los
órganos centrales pueden equivocarse” y la visión proletaria de combatir el oportunismo allí donde
se manifieste (en militantes o en todo un órgano central). Toda organización proletaria está
sometida a la presión de la ideología burguesa y esto afecta tanto a cualquier militante como a los
órganos centrales. El combate contra esa presión es tarea de toda la organización.

La organización política proletaria se dota de los medios de debate para corregir sus errores.
Veremos en otro artículo de esta Serie el papel de las tendencias y las fracciones. Lo que queremos
subrayar es que si la mayoría de la organización y especialmente los órganos centrales, tienden a
tomar un camino equivocado, los camaradas minoritarios poseen medios para combatir esa deriva,
como hizo Lenin en abril de 1917 que le llevó hasta pedir la convocatoria de una conferencia
extraordinaria del Partido. Concretamente, “una minoría de la organización puede provocar la
convocatoria de un Congreso Extraordinario a partir del momento en que es significativa (por
ejemplo, las 2/5 partes); como regla general, le incumbe al Congreso zanjar las cuestiones esenciales
y la existencia de una fuerte minoría que exija su celebración es indicio de que hay problemas
importantes en la organización” (nota 4).

El papel de los congresos


Todos miramos con asco lo que es un congreso en una organización de la burguesía, sea del pelaje
que sea. Es un espectáculo con azafatas y barra libre. Los líderes vienen a exhibirse lanzando
discursos aplaudidos al ritmo que imponen los palmeros o las apariciones programadas ante las
cámaras de televisión. Las ponencias suscitan el desinterés más absoluto, la verdadera miga del
congreso es quien va a ocupar las posiciones clave de la organización y quien va a ser purgado. El
90% de las reuniones no se ocupa en discutir, aclarar, delimitar posiciones, sino en atribuir cuotas
de poder a las diferentes “familias” del partido.

Una organización proletaria necesita operar de manera diametralmente opuesta. El punto de


partida de la centralización de una organización proletaria es su Congreso Internacional. El Congreso
reúne y expresa al conjunto de la organización y ésta, de forma soberana, decide las orientaciones
y los análisis que han de guiarla. Las Resoluciones que toma el congreso definen el mandato de
trabajo de los órganos centrales. Estos no pueden actuar de manera arbitraria según los designios
o caprichos de sus miembros, sino que deben tomar como punto de partida de su actividad las
resoluciones del Congreso.

5
Para un análisis de cómo el partido bolchevique cayó en el error oportunista y cómo un debate a fondo
logró enderezarlo ver Las Tesis de Abril faro de la revolución proletaria,
http://es.internationalism.org/revista-internacional/199704/2787/i-1917-las-tesis-de-abril-1917-faro-de-la-
revolucion-proletaria Se pueden consultar los capítulos XV y XVI del primer tomo de la Historia de la
Revolución Rusa de Trotski, ver https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_15.htm
y https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_16.htm
El 2º Congreso del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, 1903) llevó a la famosa escisión
entre bolcheviques y mencheviques. Uno de los motivos de la escisión y de la fuerte controversia
entre ambos sectores es que estos últimos no respetaron las decisiones del Congreso. Lenin en su
libro Un paso adelante dos pasos atrás, combatió esta actitud desleal que mostraba en ella misma
una postura burguesa. En efecto, se puede no estar de acuerdo con las decisiones de un congreso,
sin embargo, la actitud correcta es la de presentar claramente las divergencias y llevar un debate
paciente para lograr su esclarecimiento.

“El momento culminante en que se expresa con toda su amplitud la unidad de la organización es su
Congreso Internacional. En él se define, enriquece o rectifica el programa de la CCI, se precisan o
modifican sus modalidades de organización o funcionamiento, se adoptan análisis y orientaciones
de conjunto, se hace un balance de sus actividades anteriores y se elaboran sus perspectivas de
trabajo para el futuro. Por ello la organización en su conjunto debe asumir con el mayor cuidado y
energía la preparación del Congreso. Las orientaciones y decisiones de los Congresos deben servir de
referencia permanente para la vida de la organización” (nota 4). En un congreso proletario no se
viene a realizar cenáculos donde se conspira contra los rivales, sino a discutir, comprender, adoptar
posiciones de la forma más consciente posible.

En las organizaciones burguesas los pasillos son el corazón del congreso, en ellos se chismorrea, se
conspira entre rivales, se tejen maniobras e intrigas, son la trastienda donde verdaderamente se
decide el congreso. Como dice Ciliga en su libro antes citado “Las sesiones eran medianamente
aburridas. Para los participantes las sesiones públicas eran pura palabrería. Todo se decidía entre
bastidores” (página 61).

En una organización proletaria “los pasillos” deben ser proscritos como centros de decisión y
reducirlos a un momento de descanso o para trabar lazos fraternos entre militantes. El corazón del
Congreso debe estar única y exclusivamente en las sesiones oficiales. Allí, los delegados tienen que
evaluar muy cuidadosamente los documentos sometidos al congreso, pidiendo aclaraciones y
formulando enmiendas, críticas, proposiciones. Se juega el futuro de la organización pues las
resoluciones del congreso no son papel mojado o retórica, sino acuerdos conscientemente tomados
que deben servir de guía y orientación a la organización y ser la base de sus actividades.

Las orientaciones y decisiones del Congreso obligan a toda la organización. Sin embargo, eso no
quiere decir que sean infalibles. La discusión regular internacional puede llegar a la conclusión de
que hay errores que deben rectificarse o bien que la evolución de la situación histórica plantea
cambios que deben ser reconocidos. Ello puede llevar hasta la convocatoria de un congreso
extraordinario. Ahora bien, todo ello debe hacerse con rigor y seriedad y sobre la base de una
discusión internacional amplísima y profunda. Esto no tiene nada que ver con lo que suele suceder
en las organizaciones izquierdistas donde los perdedores de un congreso intentan tomarse la
revancha planteando “nuevas posturas” que les sirvan de palanca para ajustar cuentas con los
vencedores.

Los órganos centrales


En una organización proletaria, el Congreso da unas orientaciones que definen el mandato del
órgano central, el cual representa la unidad y la continuidad de la organización entre un congreso y
el siguiente. En un partido burgués, el órgano central es una herramienta de poder pues debe sujetar
la organización a las necesidades del Estado y del capital nacional. El órgano central es una elite
separada del resto de la organización y consagrada a controlarla, vigilarla e imponerle las decisiones.
En una organización proletaria el órgano central no está separado del conjunto de la organización,
sino que es su expresión activa y unitaria. El órgano central no es la cumbre privilegiada y
todopoderosa de la organización, sino un medio de expresarla y desarrollarla.

“Contrariamente a ciertas concepciones, sobre todo las llamadas "leninistas", el órgano central es
un instrumento de la organización y no al revés. No es la cumbre de una pirámide según una visión
jerárquica y militar de la organización de los revolucionarios. La organización no está formada por
un órgano central más los militantes, sino que es un tejido firme y unido en cuyo seno se insertan, y
viven todos sus componentes. Ante todo, hay que ver al órgano central como el núcleo de una célula
que coordina el metabolismo de una entidad viva” (nota 4)

El papel de las secciones


La estructura de las organizaciones izquierdistas es una jerarquía que va desde la cúpula nacional a
las organizaciones regionales, la cuales a su vez se dividen en “frentes” (obrero, profesionales,
intelectuales etc.), y, abajo del todo, las células. Esta forma de organización es heredada del
estalinismo que en 1924 impuso la famosa “bolchevización” con la excusa de “ir a la clase obrera”.

Esta demagogia ocultaba la eliminación de la estructura clásica de las organizaciones obreras que
se basa en secciones locales donde todos los militantes de una ciudad se agrupan para darse tareas
globales y una visión global. En cambio, la estructura de la “bolchevización” lo que pretende es
dividir a los militantes y encerrarlos en un ámbito cerrado de fábrica, corporación, profesión, sector
social… Sus tareas son puramente inmediatas, corporativas, quedan encerradas en un pozo, donde
solo se ven problemas inmediatos, particulares y localistas. El horizonte de los militantes se reduce
sensiblemente, en lugar de una visión histórica, internacional y teórica, queda reducido a un
quehacer inmediato, corporativo – localista y puramente pragmático. Esto los empobrece
gravemente y permite a la cúpula directiva manipularlos a conveniencia y, de esta forma, someterlos
a los intereses del capital nacional disfrazados con demagogia popular y obrerista.

Los resultados de esa famosa “bolchevización”, en realidad atomización de los militantes en guetos
de empresa, los constata Ciliga “La gente que me encontré allí –colaboradores permanentes del
Komintern– parecía que encarnaban las estrecheces de la propia institución y la grisalla del edificio
que la albergaba. No tenían ni envergadura ni amplitud de miras, y no manifestaban ninguna
independencia en su pensamiento. Esperaba gigantes, me encontré con enanos. Esperaba recoger
las enseñanzas de maestros venerables y me encontré con lacayos. Bastaba con asistir a algunas
reuniones del partido para darse cuenta de que las discusiones sobre las ideas no jugaban más que
un papel completamente secundario en esta lucha. El papel protagonista lo tenían las amenazas, los
métodos intimidatorios y el terror” (Página 30).

Para reforzar aún más el aislamiento y la ignorancia teórica de los militantes, el “comité central”
suele nombrar toda una red de “comisarios políticos” sometidos estrictamente a su disciplina y
encargados de hacer de correa de transmisión de las consignas de la “dirección”.

Radicalmente opuesta es la estructura que deben darse las organizaciones revolucionarias. Las
secciones locales tienen como principal tarea estudiar y pronunciarse sobre los asuntos del conjunto
de la organización, así como el análisis de la situación histórica y el tratamiento de los temas teóricos
generales que se consideren necesarios. Naturalmente, ello no excluye, sino que da sentido y fuerza
a la actividad local de intervención, prensa y discusión con compañeros o grupos interesados. Sin
embargo, las secciones celebran “reuniones regulares cuyo orden del día está compuesto por las
principales cuestiones debatidas en el conjunto de la organización: de ninguna manera el debate
puede ser ahogado” (nota 4). Al mismo tiempo, se hace necesaria la “circulación lo más amplia
posible de las diferentes contribuciones hechas en el seno de la organización utilizando los
instrumentos previstos para ello”. Los boletines internacionales de discusión son el medio para
canalizar el debate internacional y hacerlo fluir en todas las secciones.

C. Mir 16-01-18
La herencia oculta de la Izquierda del
Capital
4ª Parte: Su moral y la nuestra
La Serie que estamos publicando sobre la diferencia radical -una diferencia de clase1- entre la
Izquierda y la extrema izquierda del Capital, por un lado, y las pequeñas organizaciones que se
reclaman de la Izquierda Comunista, por otro; tiene hasta la fecha 3 partes: Una falsa visión de la
clase obrera; Un método y un modo de pensamiento al servicio del capitalismo; Un funcionamiento
que niega los principios comunistas2. El cuarto artículo lo dedicamos a la cuestión moral y tiene como
fin demostrar el abismo que separa la moral de esos partidos que dicen defender a los explotados y
la moral proletaria que las organizaciones verdaderamente comunistas deben practicar.

El proletariado tiene una moral. En consonancia, sus organizaciones deben tener una moral
coherente con su combate histórico y la perspectiva comunista que lleva consigo. Mientras en una
organización burguesa reina el amoralismo, la ausencia de escrúpulos, el pragmatismo y el
utilitarismo más rastreros, en una organización proletaria debe existir una coherencia entre el
programa, el funcionamiento y la moral.

La moral en las organizaciones burguesas


¿Cuál es la moral en un partido de la burguesía? Pues sencillamente el todo vale, las maniobras y
las puñaladas por la espalda, las intrigas y las calumnias, la peor hipocresía. El colmo nos lo da el
estalinismo que pide a los militantes la comisión de los actos más repugnantes en nombre de la
“dictadura del proletariado”, la “defensa del socialismo” etc. Al igual que el estalinismo, los grupos
trotskistas propugnan el mismo pragmatismo moral y la misma actuación ciega y sin escrúpulos,
apoyándose en los errores teóricos de Trotski en su libro Su moral y la nuestra3, que sin embargo
contiene reflexiones y elementos válidos.

Por su parte, los partidos socialistas se han erigido en los campeones de los buenos sentimientos: la
“solidaridad”, la “inclusión”, la “memoria histórica”, lo “políticamente correcto”, el “buenísmo” …

Esta palabrería se ve desmentida radicalmente por lo que hacen en el gobierno donde atacan sin
piedad a la clase obrera, reprimen sus huelgas con una fiereza que para sí quisiera la derecha y

1 Para un análisis más global de esta diferencia ver ¿Cuáles son las diferencias entre la Izquierda Comunista y la IVª
internacional? http://es.internationalism.org/ccionline/2007/izquierdacomunista.htm; Principios revolucionarios y
práctica revolucionaria http://es.internationalism.org/ccionline/200710/2062/debate-principios-revolucionarios-y-
practica-revolucionaria; La Izquierda Comunista y la continuidad del marxismo
http://es.internationalism.org/booktree/156; Las Conferencias Internacionales y la Izquierda Comunista
http://es.internationalism.org/rint/2005/122_conf.html
2
Ver http://es.internationalism.org/accion-proletaria/201712/4261/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-
capital-i-una-falsa-vision-de-l , http://es.internationalism.org/accion-proletaria/201801/4267/la-herencia-
oculta-de-la-izquierda-del-capital-ii-un-metodo-y-un-modo- y http://es.internationalism.org/accion-
proletaria/201801/4268/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-iii-un-funcionamiento-q
3
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/febrero/moral.htm
toman medidas, por ejemplo, contra los emigrantes, que rezuman el peor racismo4. En cuanto a su
funcionamiento interno es un muestrario de las intrigas más refinadas, los súbitos cambios de
alianzas, las guerras de familias. Los partidos socialistas son expertos en las peores jugadas de
infiltración, destrucción desde dentro, creación de caballos de Troya etc. Igualmente, es proverbial
su sabiduría para manejar “dossiers” con los cuales hundir tanto a “amigos” que se pretende apartar
del alto mando como a enemigos a quienes se intenta atar a alianzas forzadas o descabalgar de
espacios de poder.

¿Cuál es el bagaje moral que se impone a los militantes que han pasado por partidos burgueses en
general y más específicamente por las organizaciones de izquierda y extrema izquierda?:

1. Obediencia ciega a los jefes


2. Pragmatismo y utilitarismo de lo más rastreros
3. Ausencia de escrúpulos en nombre de “la causa”
4. Sumisión incondicional a los imperativos del capital nacional
5. Aceptar la ejecución de actos que repugnan los más elementales criterios morales.
6. Especialización en la maniobra y la intriga disfrazadas de “táctica genial”5

Todo esto se justifica y enmascara, sin embargo, con la hipocresía propia de la ideología burguesa
que defiende la peor barbarie y las más indignas tropelías en nombre de los “más elevados valores
morales”: solidaridad, justicia, honradez… Es la famosa doble moral: el político, el dirigente, tienen
“su” moral que consiste en enriquecerse mediante los más sórdidos tráficos, aplastar a los rivales -
incluidos los “compañeros” de partido- y mantenerse en el poder a toda costa no dudando en
cometer los actos más condenables. Simultáneamente, defiende “otra moral” para sus
subordinados, para los afiliados, para la infantería de choque del partido, que, como hemos dicho
antes, debería practicar la rectitud, el sacrificio, la obediencia etc.

¿Toda moral es burguesa o religiosa?


Para destruir en los militantes el instinto proletario de moralidad, se insiste mucho en que toda
moral es “burguesa o religiosa”, que el militante no puede tener moral sino guiarse únicamente por
“consideraciones políticas”. Esta argumentación se basa en que “durante toda la historia de la

4
Un ejemplo de esa conducta donde lo que se proclama nada tiene que ver con lo que se hace (en realidad
lo encubre) nos lo da el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Fue él quien reprimió los intentos
revolucionarios del proletariado en Alemania en 1918-23 causando 100 mil muertos. Fue él quien mandó
asesinar a Rosa Luxemburgo y Karl Liebchenck (1919). Fue, en tiempos recientes, el gobierno
socialdemócrata de Schroëder quien lanzó el terrible programa 2010 que ha hecho caer de una manera
brutal las condiciones de vida obrera propiciando por ejemplo los contratos basura de 400 euros mensuales.
5
El propio Trotski tenía una postura ambigua sobre las maniobras. Por una parte, reconocía que “para las
clases dominantes, poseedoras, explotadoras, instruidas, su experiencia del mundo es tan grande, su instinto
de clase está tan desarrollado, sus medios de espionaje son tan diversos, que al intentar engañarles,
fingiendo ser lo que no se es, se tiende en realidad una trampa no a los enemigos sino a los amigos”, sin
embargo, al mismo tiempo proclamaba “el valor auxiliar, subordinado, de las maniobras, que deben ser
utilizadas estrictamente como medios en relación a los métodos fundamentales de la lucha revolucionaria”
(La Internacional Comunista después de Lenin, página 209, edición española Akal). Esta teorización de la
maniobra en general sin aclarar que solo puede ser utilizada contra el enemigo de clase, pero jamás frente a
la clase misma ni dentro de las organizaciones revolucionarias, ha servido a las organizaciones trotskistas
para justificar las maniobras de todo tipo contra el proletariado y contra los propios militantes.
sociedad de clases, la moral dominante siempre ha sido la moral de la clase dominante. Eso es tan
cierto que moral y Estado, pero también moral y religión, se han hecho casi sinónimos en la opinión
popular. Los sentimientos morales de la sociedad siempre han sido utilizados por los explotadores,
por el Estado y la religión para santificar y perpetuar la situación existente y que las clases explotadas
se sometan a la opresión. El “moralismo” mediante el cual las clases dominantes han procurado
siempre romper la resistencia de las clases laboriosas, inyectando una conciencia culpable, es uno
de los grandes azotes de humanidad” 6

El moralismo nos infiltra el sentimiento de culpa. Nos hace sentir culpables por comer, por luchar
por nuestras necesidades, por aspirar a la felicidad. Eso según el moralismo expresaría un
sentimiento egoísta y excluyente. Nos dicen los moralistas ¿Cómo te atreves a comer con el hambre
que hay en el mundo? ¿cómo osas despilfarrar el agua duchándote todos los días si el medio
ambiente está cada vez más deteriorado? ¿Cómo pretendes dormir en un colchón confortable si los
emigrantes duermen en colchones de gomaespuma tendidos en el duro suelo?

La moral de la burguesía, sobre todo de la burguesía decadente de los siglos XX y XXI, consiste en
hacer creer a los obreros que los mínimos medios de subsistencia que tienen (vivienda, comida,
vestido) o las comodidades que disfrutarían (electrodomésticos, TV e Internet, vacaciones pagadas)
serían lujos insolentes, conseguidos a costa de los pobres del mundo, un “privilegio”, ocultando que
no son sino los materiales imprescindibles para seguir siendo explotados.

El moralismo y sus predicadores de izquierda y extrema izquierda quieren hacernos sentir culpables
de los males del mundo causados por el capitalismo haciendo del problema de un sistema social el
problema de los individuos. Así por ejemplo el azote del desempleo sería la culpa individual de cada
uno de los 212 millones de parados que hay en el mundo.

De forma más general, la culpa destruye la convicción y la combatividad. Esta sociedad propaga el
sentimiento de culpa como modo de vida y hace de la culpabilización hacia los demás un medio de
la lucha individualista de unos contra otros, pues aquel que se siente culpable en un momento dado,
busca culpables en los demás en otro momento. Sentirse culpable unas veces y buscar culpables
otras, no es contradictorio, forma parte de un universo moral individualista e inhumano que orbita
siempre alrededor de la Culpa. El combate contra la culpa, tanto cuando viene de la propaganda
capitalista y de sus partidos especializados, como cuando brota en las relaciones entre militantes
como forma de individualismo, es un combate central de la moral proletaria.

El combate contra el moralismo burgués no debe conducirnos a rechazar la moral. Debemos


distinguir entre moralismo y moral, “La perversión de la moral del proletariado en manos del
estalinismo no es razón para abandonar el concepto de moral proletaria, del mismo modo que el
proletariado no debe rechazar el concepto de comunismo so pretexto de que fue recuperado y

6
Texto de orientación sobre ética y marxismo, http://es.internationalism.org/revista-
internacional/200612/1139/texto-de-orientacion-sobre-marxismo-y-etica-i . Mientras no especifiquemos lo
contrario las citas pertenecen a este texto
pervertido por la contrarrevolución en la URSS. El marxismo ha mostrado que la historia moral de
humanidad no es sólo la historia de la moral de la clase dominante. Las clases explotadas tienen
valores éticos propios, y estos valores han tenido un papel revolucionario en el progreso de la
humanidad. La moral no es idéntica a la función de la explotación, al Estado o la religión, el futuro
pertenece a una moral más allá de la explotación, del Estado y de la religión”.

“La concepción de la moral en el movimiento obrero, aunque nunca estuvo, como pudiera decirse,
en el centro de atención ni se desarrollara mucha teoría sobre ella, no es como la pinta el
izquierdismo. La moral no es una cuestión ``idealista´´ o escolástica que sólo interesa a los imitadores
de los filósofos del Imperio Bizantino, que debatían sobre el sexo de los ángeles mientras los
otomanos atormentaban las murallas de Constantinopla. La moral, como todo producto social del
ser humano por definición, es una de las principales características de las relaciones sociales que nos
hemos dado. Una realidad que bien podría resumirse como el sentido, colectivamente calibrado, de
lo adecuado, o no, de la forma y orientación que damos a las relaciones en las que estamos
envueltos... ¿debe ser esto algo ajeno al proletariado, a la clase que es a la vez fruto de unas
relaciones sociales determinadas y portadora de otras relaciones, de otra forma mucho más elevada
de organizar nuestra existencia social? Si en el pasado no se desarrolló demasiado la cuestión, fue
porque el movimiento del proletariado contaba con una larga y rica tradición de vida organizacional,
en la que la mayoría de sus militantes observaban unas reglas para debatir, para dirigirse a sus
camaradas, para convivir con ellos, para prestarles auxilio y toda su confianza y solidaridad cuando
la necesidad lo requería; es decir, observaban una moral obediente a la naturaleza misma de la clase
proletaria: la clase de la solidaridad, de la confianza, la portadora de las verdaderas capacidades
creativas de la humanidad y de una verdadera cultura humana”.7

La doble moral
En realidad, el individuo burgués quiere una moral para la mayoría explotada (la moral de los
esclavos que diría Nietzsche) y “otra moral” mucho más “relajada”, liberada de todo escrúpulo, para
la clase dominante. Para el capital cualquier cosa -incluso el asesinato- es válido con tal de aumentar
la ganancia o de conquistar el poder. Como decía Marx, el capital “nació en el lodo y en la sangre” y
todos los medios fueron empleados para allanar su expansión: matanzas, trata de esclavos, alianzas
sórdidas con las clases feudales, asesinatos de estado, conspiraciones… No olvidemos que uno de
los ideólogos primigenios de la burguesía fue Maquiavelo y la palabra maquiavelismo se emplea
para significar la bajeza moral y la ausencia escandalosa de escrúpulos8.

La doble moral es el guante que mejor calza en la ideología y métodos del Capital. Es el espejo de la
competencia feroz y el sálvese quien pueda que reinan en las relaciones de producción capitalistas.
“En todo negocio de especulación se sabe que un día llegará el desastre, pero todo el mundo tiene
la esperanza de que caerá sobre el vecino, después de haber recogido uno mismo la lluvia de oro y

7
http://es.internationalism.org/accion-proletaria/201704/4205/la-importancia-del-debate-moral-y-
organizativo
8
Ver http://es.internationalism.org/revista-internacional/201710/4239/maquiavelismo-consciencia-y-
unidad-de-la-burguesia
haberla puesto a salvo. “Después de mí, el diluvio”, tal es la divisa de todo capitalista y de toda
nación capitalista”9

El proletariado rechaza firmemente la doble moral. En su lucha, los medios han de estar en
coherencia con los fines, no se puede luchar por el comunismo utilizando la mentira, la calumnia, la
insinuación, la murmuración, la maniobra, la duplicidad, el sentimiento de culpa, el ansia de
protagonismo etc. Semejantes actitudes deben ser combatidas enérgicamente y rechazadas por
radicalmente incompatibles con los principios del comunismo. Con esos “atajos morales” no se
avanza ni un milímetro en el duro camino hacia el comunismo, lo que se hace es atarse de pies y
manos a las conductas propias del sistema capitalista, contaminarse con sus leyes de
funcionamiento, separándose pues de toda perspectiva revolucionaria.

La moral proletaria tiene para la CCI un papel central. “Nuestra visión sobre este tema tiene su
concreción viva en nuestros estatutos (adoptados en 1982). Los estatutos no son una serie de reglas
para definir qué es lo que está o no está admitido, sino una orientación para nuestras actitudes y
nuestra conducta, incluyendo un conjunto coherente de valores morales (en particular en lo que a
relaciones entre militantes y entre éstos y la organización se refiere). Por eso es por lo que se requiere
un profundo acuerdo con estos valores a cualquiera que quiera ser miembro de nuestra organización.
Los estatutos forman parte de nuestra plataforma”

El combate moral
Ahora bien, desarrollar un funcionamiento organizativo y unas relaciones entre camaradas basado
en los criterios morales del proletariado no es fácil, requiere una lucha muy perseverante. Hoy el
proletariado padece un serio problema de identidad y confianza en sí mismo, esto, en el contexto
general histórico de lo que llamamos la Descomposición del Capitalismo10, dificulta la vivencia
práctica, cotidiana, de una moralidad proletaria no solamente en la clase obrera en su conjunto sino,
igualmente, en sus organizaciones revolucionarias. Lo que la sociedad actual exuda pestilentemente
por todos sus poros es la ausencia de escrúpulos, la picaresca, el desmadre, el escepticismo, el
cinismo… Todo ello ataca sin descanso la moralidad proletaria.

Contrariamente a la visión que el estalinismo ha dado de los comunistas como individuos fanáticos
capaces de todo para imponer “el comunismo”, estos han tenido siempre una sólida actitud moral11
y con ello han expresado la importancia de la cuestión moral para el movimiento obrero12.

Hay un prejuicio respecto al marxismo que dificulta entender su firme anclaje en los criterios
morales. Frente al socialismo utópico, el marxismo defendió la necesidad de asentar las posiciones
comunistas no sobre criterios morales sino sobre un análisis científico de la situación del

9
Marx, El Capital, Libro Primero, sección tercera, capítulo X
10
Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición, http://es.internationalism.org/revista-
internacional/200712/2123/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
11
Lo que no quiere decir que no hubiera diferencias en la concepción moral, unas más utilitarias, como en el
caso de Lenin y otras mucho más coherentes como en Rosa Luxemburgo. Es un tema para profundizar.
12
Podemos exponer dos ilustraciones de ello. En 1839-42 se producen las probablemente mayores
movilizaciones del proletariado británico y estas tienen uno de los motivos principales en la indignación y el
horror que producía en los sectores más acomodados del proletariado la terrible explotación que sufrían sus
hermanos obreros, hombres, mujeres y niños, especialmente de las fábricas textiles. La segunda es la huelga
espontánea que se dio en Holanda en 1942 contra las deportaciones de judíos realizadas por los nazis.
capitalismo, las relaciones de fuerzas entre las clases, la perspectiva histórica etc. Sin embargo, de
ahí no se desprende que el marxismo únicamente tenga que basarse sobre criterios científicos y
rechace los morales, el marxismo “nunca ha negado la necesidad o la importancia de la contribución
de los factores no teóricos y no científicos en el progreso de la especie humana. Al contrario, siempre
ha comprendido su carácter indispensable, e incluso su relativa independencia. Por eso ha sido capaz
de examinar la interconexión entre ellos en la historia, y reconocer su esencia complementaria”.

El marxismo no es una ideología fría-como dijo un autor griego en los años 60- que ve a los militantes
como peones que un “Comité Central” maneja a su antojo en una partida de ajedrez con las clases
dominantes. Los militantes en sus relaciones entre sí y con la organización, así como con el
proletariado, se comportan con la más estricta rectitud moral.

Esto último es vital para comprender que, en nuestra época, la descomposición social hace aún más
importante la moral para la lucha revolucionaria: “Hoy, frente a la tendencia de “cada uno para sí”
de la descomposición capitalista, y la corrosión de todo valor moral, será imposible para las
organizaciones revolucionarias –y más en general para la emergencia de nuevas generaciones de
militantes– derrocar el capitalismo sin esclarecerse sobre esos asuntos morales y éticos. En el
desarrollo consciente de la lucha de los revolucionarios, la lucha teórica específica por re -asimilar el
trabajo del movimiento marxista sobre estas cuestiones ha llegado a convertirse en un tema de vida
o muerte para la sociedad humana. Esta lucha es indispensable, no solamente para la resistencia
proletaria a la descomposición y al amoralismo ambiente, sino para la reconquista proletaria de la
confianza en sí mismo para el futuro de la humanidad por medio de su propio proyecto histórico”.

La dificultad que hoy tienen ante sí las generaciones revolucionarias es que, de un lado, la moral
proletaria fundada en la solidaridad, la confianza, la lealtad, la cooperación consciente, la búsqueda
de la verdad etc., es más necesaria que nunca y, sin embargo, las condiciones históricas de la
decadencia y la descomposición capitalista, así como de las dificultades del proletariado, la hacen
parecer más utópica, más impracticable, más desprovista de todo sentido.

Como dice nuestro texto sobre la ética “la barbarie y la cruel deshumanización de la decadencia
capitalista no tienen precedentes en la historia de la especie humana. No es fácil, después de
Auschwitz e Hiroshima, y ante los genocidios y la destrucción permanente y general, mantener la
confianza en la posibilidad de un progreso moral (…) La opinión popular parece estar confirmando
la sentencia de Thomas Hobbes (1588-1679) de que el hombre sería, por naturaleza, un lobo para el
hombre. El hombre es visto básicamente como destructor, predador, egoísta, irremediablemente
irracional, y con un comportamiento social más bajo que muchas especies animales”.

Hay, además, un elemento que añade aún más dificultad al desarrollo moral: es el desfase entre el
avance de las ciencias naturales y tecnológicas y el retraso cada vez más acentuado de las ciencias
sociales – humanas, observado por Pannehoek en su libro Antropogénesis: un estudio de los
orígenes del hombre. “Las ciencias naturales son consideradas como el campo en el que el
pensamiento humano, en una serie continua de triunfos, ha desarrollado con mayor pujanza formas
conceptuales de la lógica... Al contrario, en el otro extremo permanece el gran campo de las acciones
y relaciones humanas [donde] el pensamiento y la acción están determinados principalmente por la
pasión y las impulsiones, por la arbitrariedad y la imprevisión, por la tradición y la creencia (...) El
contraste que aparece aquí, con la perfección por un lado y la imperfección del otro, quiere decir que
el hombre controla los fuerzas de la naturaleza, , pero que no controla las fuerzas de la voluntad y
la pasión que le son inherentes. Donde sí ha permanecido quieto, quizás echándose incluso atrás, es
en la falta manifiesta del control sobre su propia «naturaleza». Esta es, evidentemente, la razón por
la que la sociedad va todavía tan lejos por detrás de la ciencia. Potencialmente el hombre posee el
dominio sobre la naturaleza. Pero no posee todavía el dominio sobre su propia naturaleza.”

Esta situación de desconocimiento o incomprensión de esos aspectos profundos de la conducta


humana hace más difíciles de abordar fenómenos que la descomposición social e ideológica del
capitalismo exacerba cada vez más: “el aumento del nihilismo, del suicidio de los jóvenes, de la
desesperanza, como así lo expresaba el «no future» de las revueltas urbanas en Gran Bretaña, del
odio y de la xenofobia que animan a «skinheads» y «hooligans» (…) la imparable marea de la
drogadicción, fenómeno hoy de masas, poderosa causa de la corrupción de los Estados y de los
organismos financieros, que afecta a todas las partes del mundo y, en especial, a la juventud, un
fenómeno que expresa cada vez menos la huida hacia mundos quiméricos, que se parece cada día
más a la locura y al suicidio (…) la profusión de sectas, el resurgir del espíritu religioso, incluidos
algunos países avanzados, el rechazo hacia un pensamiento racional, coherente, construido, incluso
en algunos ámbitos «científicos» (…) el «cada cual a lo suyo», la marginalización, la atomización de
los individuos, la destrucción de las relaciones familiares, la exclusión de los ancianos, la aniquilación
de lo afectivo y su sustitución por la pornografía” (Tesis sobre la descomposición, tesis 8).

La unidad entre fines y medios, “los medios no justifican el fin”


Mientras que todos los partidos burgueses -sean de derechas o de izquierdas- tienen como fin
gestionar el presente para conservar el capitalismo, la organización revolucionaria es un puente
entre el presente y el porvenir comunista del proletariado. Por ello cultiva las cualidades morales
que antes hemos mencionado y que serán el pilar de la futura sociedad comunista mundial. Estas
cualidades se ven constantemente amenazadas por el peso de la ideología dominante y de la
descomposición capitalista. Por ello su cultivo requiere un esfuerzo permanente, una vigilancia y un
espíritu crítico incansables, junto con una constante elaboración teórica.

Este cultivo en las organizaciones revolucionarias tiene lugar tanto hacia dentro –funcionamiento
interno- como hacia fuera –intervención. No se trata de que la organización se aísle del mundo y se
encierre en pequeñas comunidades autogestionadas –ese es el error reformista del anarquismo-
sino de que en su seno exista un combate permanente por el desarrollo de esos principios. Como
decía Lessing –un poeta alemán del siglo XVIII- “hay una cosa que amo más que la verdad: es la
lucha por la verdad”. En la organización revolucionaria tan importante como los propios principios
es la lucha por ellos.

La lucha por el comunismo no se reduce a una mera cuestión de propaganda: explicar cómo será la
futura sociedad, presentar su papel histórico como superación de las contradicciones que hunden
al capitalismo etc. Eso sería concebirlo de forma truncada y unilateral. A diferencia de los modos de
producción que le han precedido, el comunismo no puede surgir de procesos alienantes y alienados,
sino de la plena conciencia y del compromiso subjetivo masivo del proletariado. En la organización
revolucionaria, la lucha por vivir de manera coherente con los principios del comunismo es aún más
determinante. La lucha por el comunismo se hace imposible sin una vigilancia y una respuesta
permanente contra los comportamientos de envidia, celos, rivalidad, calumnia, mentira, intriga,
manipulación, robo, violencia hacia el semejante etc.
En uno de sus excesos polémicos, Bordiga dijo que se puede llegar al comunismo mediante una
monarquía. Quería demostrar con ello que lo importante es “llegar al comunismo” mientras que “la
forma de llegar” es lo de menos, cualquier medio sería bueno. Rechazamos rotundamente tal forma
de pensar: para llegar hay que saber cómo llegar, los medios son coherentes con el fin comunista
que nos proponemos. Contra el pragmatismo de estalinistas y trotskistas, que siguen ciegamente la
máxima jesuítica de “los medios justifican el fin”, el proletariado y sus organizaciones
revolucionarias deben mantener una clara coherencia entre el fin y los medios, entre la práctica y la
teoría, entre la acción y los principios.

La moral y el conflicto individuo – sociedad


La moral dominante oscila entre dos alternativas que aparecen como opuestas pero que giran
alrededor del conflicto individuo - sociedad y que no solo no permiten resolverlo. sino que, además,
lo agravan.

En un polo tenemos el individualismo exacerbado donde el individuo hace “lo que da la gana” a
costa de los demás. En el otro polo, tenemos la sumisión del individuo a los “intereses de la
sociedad” (formula tras la que se esconde el dominio totalitario del Estado), que, básicamente,
presenta dos formas: un colectivismo de individuos anónimos e impersonales (la fórmula preferida
del estalinismo o de los trotskistas) o el imperativo moral kantiano que lleva a la renuncia individual
y el sacrificio por los demás (en esta tendencia comulga también el moralismo cristiano).

En realidad, ambos polos morales no son opuestos sino complementarios pues reflejan dos aspectos
de la dinámica del capitalismo. Por un lado, el utilitarismo moral de Bentham es una visión idealizada
de la competencia feroz que es el motor del capitalismo. Que cada individuo luche por su bienestar
sin tener ninguna consideración hacia los demás sería la “felicidad de todos”, es decir, la “felicidad”
del buen funcionamiento del sistema capitalista quien - al contrario del feudalismo- no respeta
privilegios ni posiciones adquiridas, sino que somete toda posición a una competencia extrema.

Un segundo componente del polo utilitarista y amoral es la deformación de la teoría de Darwin


transformada en “darwinismo social”. Según esta visión la selección natural sería el resultado de
una guerra feroz y despiadada donde el triunfo de “los mejores” y la eliminación de los “débiles”
iría “perfeccionando la raza humana”. No es aquí el lugar para analizar lo que realmente defiende
la teoría de la evolución13, lo que es evidente es que esa visión moral constituye una idealización
con ropajes seudocientíficos de la realidad misma del capitalismo que es efectivamente la guerra de
todos contra todos, realidad que se ha exacerbado con la descomposición del sistema.

Frente a ese polo moral descaradamente bárbaro, Kant y otros teóricos vislumbraron el resultado
de caos y destrucción que llevaba consigo el capitalismo. De ahí que preconizaran otro polo moral
en apariencia opuesto: el famoso imperativo moral. Este constituye una especie de “autocontención
en el egoísmo desmelenado” para no destruir la cohesión social. Es decir, un reconocimiento y una
aceptación “crítica” de la barbarie de la competencia, pero intentando ponerle límites y
regulaciones para evitar que resulte excesivamente destructiva. El capitalismo conduce a la
destrucción del género humano pues lleva en su ADN la aniquilación del carácter social de la

13
Ver por ejemplo Darwinismo y Marxismo, http://es.internationalism.org/revista-
internacional/200905/2567/darwinismo-y-marxismo-i-anton-pannekoek
humanidad, penosamente adquirido a lo largo de muchos siglos de existencia. El freno a esa
tendencia lo opone el imperativo moral kantiano que, a su vez, es una versión idealizada del papel
“regulador” y garante de la mínima cohesión social que asume el Estado, papel que se ha reforzado
bajo el capitalismo decadente dado el caos y la autodestrucción que sus contradicciones desatan.

El moralismo kantiano es la otra cara del utilitarismo. La tendencia que se desarrolló desde fines del
siglo XIX en la socialdemocracia bajo el eslogan de la “vuelta a Kant” no solo demolía el materialismo
marxista, sino que atacaba la moral proletaria que nada tiene que ver con el imperativo moral.

El estalinismo y los grupos izquierdistas han transmitido la idea de que la militancia comunista sería
ese sacrificio ciego del militante al imperativo moral encarnado por los intereses superiores del
“Partido” o de la “Patria del Socialismo”.

El rechazo a esta barbarie moral que conduce a la sumisión ciega y la autodestrucción de militantes
ha llevado en muchos casos al otro extremo de la moral burguesa: el individualismo desmelenado
de claro tinte pequeñoburgués, una de cuyas expresiones más acerbas es el anarquismo.

La moral proletaria como combate por la superación del conflicto


moral individuo – sociedad
El proletariado lleva en su seno la superación del conflicto individuo – sociedad, como dice el
Manifiesto Comunista, en el comunismo “a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus
antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione
el libre desarrollo de todos”. Bajo el capitalismo, el trabajo asociado mundial de los proletarios
contiene en perspectiva esa superación: si el trabajo de conjunto lleva mucho más lejos la suma de
los trabajos individuales, la aportación de cada cual es imprescindible y singular para la culminación
de ese trabajo de conjunto.

Las organizaciones revolucionarias se han visto constantemente asaltadas por ese conflicto
individuo – sociedad bajo la forma del individualismo. En numerosos textos hemos tratado este
problema que aquí simplemente apuntamos14.

Este individualismo que se pretende “liberado”, “rebelde” y “crítico”, es, en realidad, prisionero de
todos los impulsos destructivos que se incuban en el capitalismo (competencia, egoísmo,
protagonismo, manipulación, culpabilización, rivalidad y espíritu de revancha) y los hace pesar
brutalmente sobre la vida organizativa. Su “rebeldía” no va más allá de una polarización ciega y
cretina “contra toda autoridad” lo que lleva a ser un factor de desorganización y de tensiones entre
camaradas. En fin, su “criticismo” se basa en la desconfianza y el rechazo de todo pensamiento
coherente, reemplazándolo por la especulación, los prejuicios y las ocurrencias más extravagantes.

Este individualismo está en los antípodas de la solidaridad que no es solamente una de las columnas
vertebrales de la lucha proletaria sino igualmente del funcionamiento de las organizaciones

14
Estructura y funcionamiento de la organización revolucionaria, http://es.internationalism.org/revista-
internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria ; La cuestión del
funcionamiento organizativo en la CCI, http://es.internationalism.org/revista-
internacional/200204/3283/documentos-de-la-vida-de-la-cci-la-cuestion-del-funcionamiento-org
revolucionarias. Tampoco podemos aquí desarrollar este punto que hemos argumentado
ampliamente en nuestro texto Confianza y Solidaridad15.

C. Mir 01-03-18

15
http://es.internationalism.org/revista-internacional/200911/2695/texto-de-orientacion-sobre-la-
confianza-y-la-solidaridad-i y http://es.internationalism.org/revista-internacional/200911/2714/texto-de-
orientacion-sobre-la-confianza-y-la-solidaridad-ii
La herencia oculta de la Izquierda del
Capital
5ª Parte: Debate: en la burguesía pugna
brutal, en el proletariado medio de
clarificación
Este trabajo forma parte de la Serie La herencia oculta de la Izquierda del Capital, donde tratamos
de poner en evidencia algo que para muchos grupos y militantes de la Izquierda Comunista resulta
difícil de comprender: no solo es preciso romper con las posiciones políticas de todos los partidos
del capital (populismo, fascismo, derecha, izquierda, extrema izquierda) sino que también hay que
romper con sus métodos organizativos, su moralidad, su modo de pensamiento. Esta ruptura es
muy necesaria, pero resulta muy difícil pues vivimos cotidianamente bajo el peso de ideologías
enemigas de la liberación de la humanidad: burguesa, pequeño burguesa y lumpen.

En este quinto artículo de la Serie vamos a tratar de la cuestión vital del debate1.

El proletariado, la clase del debate


El debate es la fuente de vida del proletariado que no es una fuerza inconsciente que lucha en la
ceguera más total, movido por el determinismo de las condiciones objetivas, sino, que es la clase de
la conciencia, que lucha guiada por la comprensión de sus necesidades y posibilidades en el duro
combate por el comunismo. Esta comprensión no surge de verdades absolutas formuladas de una
vez y para siempre en el Manifiesto Comunista o en la mente privilegiada de jefes geniales, sino que
es el resultado “del desarrollo intelectual de la clase obrera, fruto obligado de la acción conjunta y
de la discusión. Los sucesos y vicisitudes de la lucha contra el capital, y más aún las derrotas que las
victorias, no podían menos de revelar al proletariado militante, en toda su desnudez, la insuficiencia
de los remedios milagreros que venían empleando e infundir a sus cabezas una mayor claridad de
visión para penetrar en las verdaderas condiciones que habían de presidir la emancipación obrera”2

Las revoluciones proletarias se han levantado sobre un gigantesco debate de masas, la acción
autónoma y autoorganizada de la clase obrera se apoya sobre un debate donde participan
activamente miles y miles de obreros, de jóvenes, de mujeres, de jubilados. La revolución rusa de
1917 se basó sobre un debate permanente con miles de discusiones en los locales, en los circos, en

1
Los artículos anteriores de la Serie se pueden encontrar en: http://es.internationalism.org/accion-
proletaria/201712/4261/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-i-una-falsa-vision-de-l ,
http://es.internationalism.org/accion-proletaria/201803/4278/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-
capital-iv-su-moral-y-la-nuestr , http://es.internationalism.org/accion-proletaria/201801/4267/la-herencia-
oculta-de-la-izquierda-del-capital-ii-un-metodo-y-un-modo- y http://es.internationalism.org/accion-
proletaria/201801/4268/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-iii-un-funcionamiento-q
2
Engels: prólogo de 1890 al Manifiesto Comunista, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-
manif.htm
las calles, en los tranvías… Aquellos días de 1917 nos dejaron dos imágenes muy ilustrativas de la
importancia del debate para la clase obrera: el tranvía que se detiene porque todos sus ocupantes
incluido el conductor han decidido discutir algo o la ventana donde alguien lanza un discurso y
cientos de personas se agolpan a su alrededor para escuchar y discutir.

Mayo 68 fue también un debate permanente de masas. Es radical el contraste entre las discusiones
de los obreros en las huelgas de mayo donde hablaban de cómo destruir el Estado, de como crear
una nueva sociedad, del sabotaje sindical etc., y una “asamblea” de estudiantes en Alemania en
1967, controlada por maoístas “radicales” donde se perdieron casi 3 horas para decidir cómo tenía
que hacerse una manifestación. Hablamos y nos escuchamos fue uno de los eslóganes más
populares de mayo 68.

Los movimientos de 2006 y 2011 (lucha contra el CPE e Indignados3) se fundaban en un debate vivo
con miles de trabajadores, jóvenes etc., hablando sin restricciones. En las plazas ocupadas se
organizaban bibliotecas volantes, rememorando una actividad que había surgido con fuerza
gigantesca en la revolución rusa de 1917, como subraya John Reed en Diez días que estremecieron
al mundo: “Rusia entera aprendía a leer: leía asuntos de política, de economía, de historia, porque
el pueblo tenía necesidad de saber. En cada ciudad, casi en cada aldea, en el frente, cada fracción
política tenía su periódico y, a veces, muchos. Millares de organizaciones distribuían centenares de
miles de folletos, inundando los ejércitos, las aldeas, las fábricas, las calles. La sed de instrucción, tan
largo tiempo refrenada, se convirtió con la revolución en un verdadero delirio. Sólo del Instituto
Smolny salieron cada día, durante los seis primeros meses, toneladas de literatura, que, ya en carros,
ya en vagones, iban a saturar el país. Rusia absorbía, insaciable, como la arena caliente absorbe el
agua. Y no grotescas novelas, historia falsificada, religión diluida o esa literatura barata que
pervierte, sino teorías económicas y sociales, filosofía, las obras de Tolstoi, de Gogol, de Gorki”4

Si el debate es el nervio vital de la clase obrera, más aún lo es para sus organizaciones
revolucionarias, de ahí que, “La organización de los revolucionarios no puede ser "monolítica". La
existencia de divergencias en su seno es la manifestación de que es un órgano vivo que no tiene
respuestas prefabricadas que aportar inmediatamente a los problemas que surgen en la clase. El
marxismo no es ni un dogma ni un catecismo. Es el instrumento teórico de una clase que, a través de
su experiencia y en la perspectiva de su objetivo histórico, avanza progresivamente, con altibajos,
hacia una toma de conciencia que es la condición indispensable para su emancipación. Como toda
reflexión humana, la que preside el desarrollo de la conciencia proletaria no es un proceso lineal y
mecánico, sino contradictorio y crítico, que plantea necesariamente la discusión y la confrontación
de argumentos. De hecho, el famoso "monolitismo" o la famosa "invariancia " de los bordiguistas es
una engañifa, o la organización está completamente esclerotizada y ya no puede participar en la
vida de la clase, o no es monolítica y sus posiciones no son invariantes”5

3
Ver Tesis sobre el movimiento contra el CPE en Francia http://es.internationalism.org/revista-
internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 y De la
indignación a la esperanza, http://es.internationalism.org/cci-online/201204/3349/2011-de-la-indignacion-
a-la-esperanza
4
https://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/capitulo_1.htm
5
Estructura y funcionamiento de la organización revolucionaria, http://es.internationalism.org/revista-
internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria
¿Por qué le llaman “debate” cuando en realidad es un duelo a
garrotazos?
Sin embargo, los militantes que han pasado por algún partido político de la burguesía han sufrido
en su propia carne que eso del “debate” es una farsa completa y una clara fuente de sufrimientos.
En los partidos burgueses de todos los colores, “debate” es igual a “duelo a garrotazos”, el famoso
cuadro de Goya que puede contemplarse en el museo del Prado.

Los debates electorales son más bien un “de-water” por la cantidad de insultos, trapos sucios,
acusaciones, trampas etc., que en ellos se exhiben. Son un espectáculo denigrante concebido como
un match de boxeo donde la claridad, la verdad, la realidad, son lo que menos importa, lo único que
está en juego es ver quien gana y quien pierde, quien engaña y miente mejor, quien manipula las
mentes con más cinismo6.

En un partido burgués lo de la “libre opinión” es una tomadura de pelo. Dejan decir cosas hasta un
cierto límite que no ponga en cuestión la dominación de los “dirigentes”. Cuando se cruza ese
umbral, desatan una campaña de calumnias contra los que han osado pensar por sí mismos, cuando
no directamente y manu militari los expulsan del partido invocando cualquier pretexto. Eso ocurre
en todos los partidos y lo ejercen tanto víctimas como verdugos. Rosa Díez, una dirigente del PSOE
vasco, sufrió una atroz campaña por parte de sus “compañeros” de partido. No se ajustaba a la
orientación, entonces vigente, de colaboración con el nacionalismo vasco, y le hicieron la vida
imposible hasta que acabó por abandonarlo. Fundó UPYD -un aspirante a ocupar la posición de
“centro” que luego tomó Ciudadanos- y, cuando surgieron rivales y opositores en su cortijo les aplicó
la misma medicina que ella sufrió, incluso alcanzando dosis de sadismo y cinismo que harían temblar
al mismísimo Stalin.

En general, en los partidos burgueses de todos los colores se evita el debate. El estalinismo impidió
el debate aprovechando un error grave del partido bolchevique en 1921: la prohibición de las
fracciones impulsada por Lenin como una falsa respuesta a Kronstadt7. El trotskismo también
aborrece el debate y practica la misma represión de este. Una muestra nos la da la tentativa de
expulsión de la Oposición de Izquierdas que se dio ¡en una prisión estalinista8!, según testimonia el
libro de Ante Ciliga9 ya citado en anteriores textos de la Serie: “A la lucha ideológica en el “Colectivo”
trotskista vino a sumarse un conflicto organizativo que durante unos meses relego la cuestión
ideológica a un segundo plano. Este conflicto caracteriza la psicología y los hábitos de la oposición
rusa. La derecha y el centro plantearon a los “bolcheviques militantes” el siguiente ultimátum: o se
disolvían y dejaban de publicar su periódico o serían expulsados de la organización trotskista. En

6
Ver Debates electorales, lo contrario de un verdadero debate, http://es.internationalism.org/cci-
online/200802/2185/debates-electorales-lo-contrario-de-un-verdadero-debate
7
En 1921 se produce la sublevación de los marineros y obreros de la guarnición de Krondstadt, cercana a
Petersburgo. El poder soviético reprime brutalmente este movimiento lo que significa un paso muy
importante en la degeneración del bastión proletario en Rusia (ver Las enseñanzas de Krondstadt,
http://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/940/las-ensenanzas-de-kronstadt, entre otros).
Como falsa lección de los acontecimientos, el partido bolchevique en clara degeneración oportunista decide
en su Xº Congreso prohibir temporalmente las fracciones en el partido.
8
La del Aislador de Verkhne Uralst
9
En el país de la gran mentira, página 260 edición española
efecto, la mayoría pensaba que dentro de la fracción trotskista no debía haber ningún subgrupo.
Este principio de la “fracción monolítica” en el fondo era el mismo en el que se inspiraba Stalin para
el conjunto del partido”.

En los congresos, las ponencias no las escucha nadie, consistiendo en aburridas exposiciones donde
se dice una cosa y su contraria. Se organizan conferencias sectoriales, simposios y otros muchos
actos que no van más allá de operaciones de relaciones públicas.

El “debate” surge cuando se trata de derribar a la camarilla que está en el poder y reemplazarla por
otra nueva. Esto puede suceder por diversas causas: intereses de facción; inadecuación respecto al
interés nacional del capital; malos resultados electorales. Entonces estalla el “debate” que resulta
ser un arma de lucha por el poder. En ocasiones el “debate” consiste en que una facción inventa
una “tesis” farragosa y contradictoria y la opone violentamente a la de sus rivales recurriendo a
críticas feroces sobre palabras, epítetos incendiarios (“oportunista”, “abandona el marxismo” etc.)
y otras triquiñuelas sofísticas. El curso del “debate” es una sucesión de insultos, amenazas, trapos
sucios que se destapan, acusaciones…, jalonadas de vez en cuando con actos diplomáticos de
abrazos del oso para “demostrar” que se quiere la “unidad” y se “aprecia” a los rivales que serían
“compañeros”10. Hay momentos, en fin, de equilibrio de fuerzas entre las diferentes facciones en
liza por lo que el “debate” es una suma de “opiniones” que cada cual defiende como su propiedad
y que no da lugar a ninguna clarificación sino más bien a una suma caótica de ideas o a textos
“conciliadores” que meten en el mismo saco ideas opuestas11.

Así pues, podemos concluir que el “debate” en una organización burguesa -sea cual sea su
colocación en el espectro político, que va desde la extrema derecha a la extrema izquierda- es una
farsa y un medio de ataques personales incendiarios que pueden conllevar graves daños
psicológicos para las víctimas y que muestran en los verdugos una crueldad, cinismo y ausencia de
escrúpulos morales, realmente alucinantes. En fin, es un juego donde unas veces los mismos que
antes hicieron de verdugos pueden pasar por el vía crucis de víctimas y viceversa, el amargo trato
que sufrieron pueden devolverlo con creces en cuanto tienen algo de poder.

Los principios y medios del debate proletario


Muy diferente tiene que ser el debate proletario. El debate dentro de las organizaciones proletarias
se ajusta a principios radicalmente diferentes de los que acabamos de ver en los partidos burgueses.

La conciencia de clase del proletariado -es decir, el conocimiento que se desarrolla en su seno de
los fines y los medios de su lucha histórica- solo puede nacer del debate, de un debate sin límites ni
cortapisas. “La conciencia no puede desarrollarse sin un debate fraterno, público e internacional”,

10
En la actual Guerra de Sucesión por el mando del PP, los 6 candidatos proclaman todos los días que son
“compañeros” para, a continuación, lanzarse a todo tipo de maniobras, insinuaciones, acusaciones,
conciliábulos et.
11
Un ejemplo reciente: ¡ERC ha celebrado su último congreso donde la dirección ha impuesto una
alternativa “conciliadora” con el poder central español, sin embargo, ha permitido que las bases
“radicalizaran” las ponencias con todo un amasijo de enmiendas “independentistas” y de “desobediencia”.
El resultado ha sido una colección de textos ilegibles donde se habla a la vez de “autonomía” dentro de
España y de independencia de España.
afirmamos en La Cultura del debate, arma de la lucha de clases12. Las organizaciones comunistas
que expresan de manera avanzada y permanente el esfuerzo de toma de conciencia que existe en
la clase necesitan el debate como arma vital, “Entre las primeras exigencias que esas minorías
expresaron estaba la necesidad de debatir, no como un lujo sino como requisito ineludible, la
necesidad de que quienes participan tomen en serio a los demás, y aprendan a escuchar; la
necesidad, también, de que en la discusión las armas sean los argumentos y no la fuerza bruta, ni
apelar a la moral o a la autoridad de los "teóricos", prosigue el texto antes mencionado.

En una organización política proletaria el debate tiene que estar en los antípodas de los métodos
repugnantes que antes hemos denunciado. Se trata de buscar entre todos, una verdad compartida,
donde no hay ganadores ni perdedores, sino que el único triunfo es la claridad común. La discusión
se basa en argumentos, análisis, hipótesis, dudas… los errores forman parte del camino para llegar
a conclusiones operativas. Las acusaciones, los insultos, la personalización sobre camaradas u
órganos deben proscribirse tajantemente, pues no se trata de saber quién lo dice sino qué se dice.

Los desacuerdos son momentos necesarios en la búsqueda de una posición por lo que no son un
“derecho democrático” sino un deber cuando no se comparte una posición o se estima que es
insuficiente o confusa. En el curso del debate se confrontan posiciones, a veces, hay posiciones
minoritarias que con el tiempo se conviertan en mayoritarias. Tal fue el caso de Lenin con las Tesis
de Abril que cuando las presentó al llegar a Rusia en abril 1917 eran minoritarias dentro del partido,
dominado como estaba éste por la desviación oportunista que había impuesto el Comité Central. A
través de una discusión intensa y altamente participativa, el partido se convenció de la validez de
las posiciones de Lenin y acabó adoptándolas13

Las diferentes posiciones que se expresan en una organización proletaria no son posturas acabadas
que pertenecerían en propiedad a quienes las defienden. En ella “las divergencias no expresan en
manera alguna la defensa de intereses materiales, o de grupos de presión particulares, sino que son
la traducción de un proceso vivo y dinámico de clarificación de los problemas que se le plantean a la
clase y que tiendan por definición a ser superados por la profundización de la discusión y a la luz de
la experiencia” (Estructura y funcionamiento de la organización revolucionaria, antes citada).

En las organizaciones proletarias no puede haber “mentes iluminadas” a las que habría que seguir
ciegamente. Está claro que puede haber camaradas con mayores capacidades o que tienen un
dominio más desarrollado en determinadas materias, en fin, habrá quienes por su entrega,
convicción y entusiasmo pueden gozar de una autoridad moral. Sin embargo, nada de ello puede
institucionalizarlos en categorías separadas, especializadas y privilegiadas de “jefes”, “expertos” o
“teóricos”. “Ni en dioses, reyes o tribunos está el supremo salvador, nosotros mismos realicemos el
esfuerzo redentor”, dice una estrofa del himno de la Primera Internacional. De manera más preciso,
como señala nuestro texto sobre la Estructura y el Funcionamiento, “No existen en la organización
tareas "nobles" y tareas "secundarias" o menos "nobles". El trabajo de elaboración teórica y la
realización de tareas prácticas, el trabajo en el seno de los órganos centrales y el trabajo específico

12
Ver http://es.internationalism.org/revista-internacional/200711/2088/la-cultura-del-debate-un-arma-de-
la-lucha-de-la-clase
13
Ver Las tesis de Abril faro de la revolución proletaria, http://es.internationalism.org/revista-
internacional/199704/2787/i-1917-las-tesis-de-abril-1917-faro-de-la-revolucion-proletaria
en las secciones locales, son igual de importantes para la organización y por ello no pueden estar
jerarquizados (es el capitalismo quien establece tales jerarquías)”.

En una organización comunista hay que combatir el seguidismo, vicio consistente en alinearse sin
pensar detrás de la postura de un militante “preclaro” o de un órgano central. En una organización
comunista todo militante debe tener criterio, no creer a pies juntillas, examinar críticamente lo que
se expone, incluido lo que viene de “dirigentes”, órganos centrales o “militantes avanzados”. Esto
se sitúa en los antípodas de lo que reina en los partidos de la burguesía y concretamente en sus
exponentes de izquierda. En estos se practica el más extremo seguidismo respecto de los jefes, lo
cual viene de lejos, en la Oposición trotskista ya existía esas tendencias: “Las cartas de Trotsky y de
Rakovski, que trataban cuestiones que estaban a la orden del día, conseguían entrar en prisión y
daban pie a muchos comentarios. No dejaba de sorprender el espíritu jerárquico y de sumisión ante
el jefe que impregnaba a la oposición rusa. Una cita de Trotsky tenía valor probatorio. Además, tanto
los trotskistas de derecha como los de izquierda daban a estas citas un sentido verdaderamente
tendencioso, cada uno a su manera. La completa sumisión a Lenin y Stalin que reinaba en el partido
también estaba presente en la oposición, pero con Lenin y Trotsky: todo lo demás era obra del
Demonio (Ante Ciliga Op cit, página 273).

Existe una idea muy peligrosa que debe rechazarse: habría militantes “expertos” quienes tras su
intervención “lo habrían dicho todo”, “mejor imposible” y la postura de los demás sería “tomar
notas” y callarse.

Esta visión niega radicalmente el debate proletario que es un proceso dinámico donde se integran
múltiples esfuerzos, muchos de ellos erróneos, para abordar los problemas. La mirada superficial,
imbuida de la lógica mercantil de solamente ver el “producto” o resultado final sin mirar para nada
todo lo que ha conducido a ello, de únicamente fijarse en el valor de cambio necesariamente
abstracto e intemporal, cree que todo es producto de discursos acabados de militantes “geniales”.
Marx no compartía este punto de vista, en una carta a Blos en 1877, subraya “durante la época de
la Primera Internacional, en mi aversión por cualquier culto al individuo nunca permití los numerosos
intentos de reconocimiento con los que siempre fui molestado desde varios países para recibir
publicidad, nunca contesté siquiera a ellos, excepto hoy y una vez más rechazándolos; cuando Engels
y yo nos incorporamos a la clandestina Liga Comunista, lo hicimos sólo con la condición de que
debería ser expurgada de los principios y de cualquier aliento a las falsas creencias irracionales en
la autoridad”14

En el curso de un debate se formulan hipótesis o posturas contrapuestas, se hacen aproximaciones,


se cometen errores, hay intervenciones más claras, pero el resultado de conjunto no lo da “el
militante más claro” sino una síntesis dinámica y viva de un conjunto de posiciones integradas en la
discusión. La posición que se acaba adoptando no es la de los que “tenían razón” ni, en muchos
casos, es totalmente antagónica a la de los que “se habían equivocado”, es una posición nueva y
superior que ayuda colectivamente a tener las cosas más claras.

14
Citado en el libro Eleanor Marx, la vida familiar de Carlos Marx, página 205 edición española.
Los obstáculos al desarrollo del debate proletario
Evidentemente, el debate no es fácil dentro de una organización proletaria. Esta no vive en un
mundo aparte, sino que sufre todo el peso de la ideología dominante que ya vemos cómo concibe
el debate. Es inevitable que las “formas de debate” que son propias de la sociedad burguesa y que
las mamamos todos los días en el espectáculo de los partidos, en la televisión y sus programas
basura, en las redes sociales, en las campañas electorales etc., se infiltren en la vida de las
organizaciones proletarias. Estas deben llevar una dura lucha contra esta infiltración destructiva.

“La cultura del debate sólo puede desarrollarse a contracorriente de la sociedad burguesa. Como la
tendencia espontánea en el capitalismo no es, ni mucho menos, el esclarecimiento de las ideas, sino
la violencia, la manipulación y la lucha por obtener una mayoría (cuyo mejor ejemplo es el circo
electoral de la democracia burguesa), la infiltración de esa ideología en las organizaciones
proletarias siempre lleva gérmenes de crisis y de degeneración. La historia del Partido bolchevique
lo ilustra perfectamente. Mientras el partido fue la punta de lanza de la revolución, los debates más
vivos y dinámicos eran una de sus fuerzas principales. En cambio, la prohibición de verdaderas
fracciones (tras el aplastamiento de Cronstadt en 1921) fue señal y factor activo de su degeneración”
reflexiona nuestro texto sobre la cultura del debate antes citado. Este se refiere a la herencia
envenenada que ha dejado el estalinismo en las filas obreras y que pesa como una losa sobre los
comunistas, muchos de los cuales han empezado su vida política en organizaciones estalinistas,
maoístas o trotskistas y creen que “intercambiar argumentos es "liberalismo burgués" y que "un
buen comunista" es alguien que "cierra el pico" y hace acallar su conciencia y sus emociones”. Por
ello, “los camaradas que están hoy decididos a rechazar los efectos de ese producto moribundo de
la contrarrevolución comprenden cada día mejor que, para ello, no solo hay que rechazar las
posiciones de ese producto sino también su mentalidad”.

En efecto, hay que combatir la mentalidad falsificadora del debate que supura por todos sus poros
el mundo burgués y particularmente la canalla estalinista y todos sus apéndices, especialmente, los
que simulan una mayor “apertura” como los trotskistas. Hay que ser claros y tajantes, pero eso nada
tiene que ver con la arrogancia y la brutalidad. Hay que ser combativos, pero eso no significa ser
pendenciero y agresivo. Hay que llamar al pan, pan y al vino, vino. Pero, de ahí no se deduce que
habría que ser hirientes y cínicos. No hay que buscar la conciliación de argumentos o las medias
tintas, pero eso no hay que confundirlo con el sectarismo y el rechazo a escuchar los argumentos
de los interlocutores. En definitiva, el debate proletario tiene que abrirse paso en medio de la
confusión y la desviación que propala el estalinismo y sus adláteres.

El individualismo obstáculo al debate


Si bien el colectivismo burocrático de los partidos de la burguesía con su monolitismo y sus
imposiciones brutales constituye un obstáculo al debate, es necesario precaverse de lo que aparece
como su opuesto, aunque en realidad es su complemento. Nos referimos a la visión individualista
del debate.

Esta consiste en que cada cual tiene “su opinión” y esa “opinión” sería su propiedad privada. Por
tanto, si se critica la posición de un camarada se le estaría atacando porque se estaría “violando” su
“propiedad privada”, se le estaría quitando algo “suyo”. Criticar tal posición de tal camarada sería
el equivalente a quitarle el celular o dejarle sin comida.
Esa visión es radicalmente falsa. El conocimiento no nace del “raciocinio íntimo” de cada individuo.
Lo que pensamos forma parte de un esfuerzo histórico y social, ligado al trabajo y al desarrollo de
las fuerzas productivas. Lo que cada cual dice solo es “original” si se inscribe críticamente en un
esfuerzo colectivo de pensamiento. El pensamiento del proletariado es el producto de su lucha
histórico – mundial, lucha que no se limita a sus combates económicos, sino que, como decía Engels,
tiene 3 dimensiones interconectadas: lucha económica, lucha política y lucha ideológica. Cada
organización política proletaria se inscribe en la continuidad histórica crítica de la larga cadena que
va desde la Liga de los Comunistas (1848) a las pequeñas organizaciones actuales de la Izquierda
Comunista. En ese hilo histórico se insertan las posiciones, ideas, apreciaciones, aportes, de cada
militante. Si cada militante aspira al conocimiento más desarrollado no lo hace como empresa
individual sino con el objetivo de llevar lo más lejos posible las posiciones y orientaciones del
conjunto de la organización y del proletariado.

De ahí que la postura individualista de “cada cual su opinión” es un grave obstáculo al debate que
complementa el monolitismo burocrático de los partidos burgueses. Cuando en un debate cada cual
va con “su opinión” el resultado puede ser o bien una pugna con vencedores y vencidos, o bien, una
suma inútil de diferentes opiniones contradictorias. El individualismo es un obstáculo a la claridad
pues parte del monolitismo de “esta es mi opinión, o lo tomas o lo dejas”, es decir, NO HAY DEBATE
cuando cada cual va a la discusión con su “propia opinión”.

Por el desarrollo de un debate proletario internacional


El debate proletario tiene una naturaleza histórica, recoge lo mejor del debate científico y cultural
que ha existido en la historia de la humanidad. “Fundamentalmente, la cultura del debate es una
expresión del carácter social de la humanidad. Es la emanación del uso específicamente humano del
lenguaje. El uso del lenguaje como medio de intercambiar informaciones es algo que la humanidad
comparte con muchos animales. Lo que la distingue del resto de la naturaleza en ese plano, es su
capacidad de cultivar e intercambiar una argumentación (vinculado al desarrollo de la lógica y de la
ciencia) y alcanzar el conocimiento de los demás, desarrollándose la empatía, vinculada, entre otras
cosas, al desarrollo del arte”

La cultura del debate hinca sus raíces en el comunismo primitivo: “Engels, por ejemplo, menciona el
papel de las asambleas generales entre los griegos en la época de Homero, en las tribus germánicas
o los iroqueses de Norteamérica, haciendo un elogio especial a la cultura del debate de éstos. El
debate nació respondiendo a una necesidad material. En Grecia se fue desarrollando con la
comparación entre las diferentes fuentes del conocimiento. Se comparan diferentes modos de
pensar, diferentes modos de investigar y sus resultados, los métodos de producción, las costumbres
y las tradiciones. Se descubre que se contradicen, se confirman a se completan. Se combaten o se
completan o ambas cosas. A través de la comparación, las verdades absolutas se vuelven relativas.

Nuestro texto sobre la estructura y funcionamiento resume los principios fundamentales del debate
proletario: “rechazo de toda medida disciplinaria o administrativa de la organización frente a
miembros que han expresado desacuerdos: de igual manera que la minoría tiene que saber
comportarse como minoría en el seno de la organización, la mayoría debe saber ser una mayoría y
no abusar por el hecho de que su posición es la de la organización; esto llevaría a anular el debate
de un modo u otro, por ejemplo, obligando a los miembros de la minoría a ser portavoces de
posiciones a las cuales no se adhieren; el conjunto de la organización está interesado en que la
discusión (aunque las divergencias sean de principios conducen necesariamente a una separación
organizacional) sea llevada lo más lejos posible y lo más claramente posible. Tanto la minoría como
la mayoría tienen que hacer lo posible (sin por ello paralizar o debilitar las tareas de la organización)
para convencerse mutuamente de la validez de sus respectivos análisis o, por lo menos, permitir que
se consiga una claridad mayor sobre la naturaleza y el alcance de estos desacuerdos. En la medida
en que los debates en curso en la organización conciernen al conjunto del proletariado, es
conveniente que ésta saque aquellos al exterior”.

El proletariado es una clase internacional, por ello el debate tiene una naturaleza internacional y
centralizada. Si el debate no es una adición de opiniones individuales tampoco puede ser la suma
de una serie de posiciones locales. La fuerza del proletariado es su unidad y su conciencia que buscan
expresarse a escala mundial. El debate internacional, integrando aportes y experiencias de los
proletariados de todos los países, es el que da una claridad y una visión global que harán fuerte la
lucha proletaria.

C.Mir 11-7-18

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