Está en la página 1de 24

Universidad de Carabobo

Facultad de Ciencias Jurídicas y


Políticas
Escuela de Estudios Políticos

La Revolución Bolivariana: ¿Un fascismo tropical?

Profesor: Autores:
Carlos Ñañez. Enderson Sequera V-24.860.677
Año y sección: Lorenzo Rodríguez V-25.754.475
Segundo año, sección 04.

Julio, 2016
La Revolución Bolivariana: ¿Un fascismo tropical?
En las primeras décadas del siglo XX, en Europa y el mundo, ocurriría un
acontecimiento que se encargaría de marcar con tinta indeleble el destino de la
humanidad por las décadas venideras: La gran guerra de 1914, mejor conocida
como, la Primera Guerra Mundial. Fueron cinco cruentos años de descarnada e
inhumana lucha, donde el simple hecho de matar por obtener centímetros de
terreno se había convertido en una obsesión. No obstante, al culminar esta, en
teoría, con la firma del Tratado de Versalles, el 28 de junio de 1919, el fin todavía
no se avizoraba cerca. Por el contrario, muchas naciones empezaron a sentir los
estragos del conflicto. Por lo cual, se llegó a cumplir esa máxima de que lo peor
muchas veces no era la guerra, sino la postguerra.
A raíz de esto, surge en Italia, una de las naciones más humilladas en la
guerra por los dispares términos a los cuales fueron sometidos durante la
negociación del Tratado en lo que respecta a la repartición de los territorios
obtenidos, un movimiento radical, inicialmente militante de la izquierda
revolucionaria, con la figura de Benito Mussolini, ex combatiente en la guerra, a
la cabeza: el fascismo. Este movimiento, por sus características únicas e
inigualables, sería recordado, documentado, advertido, y estudiado alrededor del
mundo en los años venideros. En tal sentido, surge la siguiente interrogante: ¿Qué
es el fascismo? ¿Cuáles son sus características? ¿Cuáles son sus elementos más
distintivos?

Fascismo: revolución, negación, teatralización y violencia. Del Duce en


Italia, al Führer en Alemania.
La empresa que llevaremos a cabo en las subsecuentes páginas, es, desde
el punto de vista intelectual, de gran complejidad teórica: realizar la
conceptualización del fascismo. Sobre esta acuciante y necesaria tarea se han
dedicado miles y millares de obras, muestra esto de lo complejo del tópico en
cuestión.
Pero a todas estas, ¿Qué es el fascismo? Según Linz, citado en Romero
(2010: 374), este es:
…un movimiento ultranacionalista, antiparlamentario, antiliberal,
anticomunista, populista y por lo tanto antripoletario, parcialmente
anticapitalista y anti burgués, anticlerical, que procura la integración
social nacional a través de un partido único y una representación
corporativista no siempre enfatizadas por igual; con un estilo y una
retórica propios, que confió en la organización de cuadros militantes para
la acción violenta, combinadas con la participación electoral, para
conquistar el poder con fines totalitarios…
Partiendo de la anterior definición, podemos identificar de forma precisa
los elementos que constituyen al fascismo. De una primera mirada a los mismos,
se deja en claro el carácter negativo de la ideología fascista: esta constituye la
negación de todas aquellas ideologías o constructos de ideas, anteriormente
creadas, que pretendían de una u otra forma explicar la realidad o institucionalizar
el poder como elemento constitutivo del Estado, de todo aquello existente, para
reemplazarlo por un nuevo estado de las cosas: una revolución, capaz “de irrumpir
contra el orden establecido y de competir eficazmente con el comunismo y la
socialdemocracia en las preferencias de las masas (Romero, 2010: 376).”
En tal sentido, debemos hacer referencia al elemento clave en la
compresión del fascismo como fenómeno político: su carácter revolucionario,
percibido de esta manera por sus dos principales actores y exponentes: Adolf
Hitler, en Alemania, y Benito Mussolini, en Italia. Estos, entendieron su
movimiento como “el ariete de una revolución a la vez antimarxista y
anticapitalista”, y de forma más específica, de una revolución “antimaterialista”.
Por eso, Pellizi, citado en Romero (2010: 376), un importante teórico fascista, y
discípulo de Giovanni Gentile, en 1922, había planteado que el fascismo equivalía
a “la negación practica del materialismo histórico, del individualismo democrático
y del racionalismo de la ilustración” y a su vez, correspondía a “la afirmación de
los principios de tradición, de jerarquía, de autoridad, de sacrificio individual…”.
Por esto, el elemento del sacrificio individual dentro del fascismo se
entiende a medida que comprendemos la relación del individuo con el Estado. El
fascismo desprecia la vida cómoda, desprecia el bienestar, desprecia la calidad de
vida propugnada por el liberalismo, en tanto que posee una concepción muy
distinta del individuo-Estado. Para éste, el Estado no debe estar supeditado, o en
favor del individuo y su realización personal. No. Para el fascismo, “el Estado es
la verdadera – y quizá la única – realidad del individuo”. Realidad esta entendida
como la más pura democracia, la cual entre sus características debía ser:
organizada, centralizada y autoritaria. En síntesis, el Estado fascista es
“revolucionario, pues procura la solución de ciertos problemas universales
generados en el plano político por el agotamiento de los partidos, los excesos del
poder, la falta de responsabilidad de los parlamentarios… (Romero, 2010: 389).”
El Estado fascista necesita diluir al individuo, hacerlo dependiente al
Estado, aumentar su carácter minusválido a medida que cercena de forma total su
libertad, y de esta manera lograr, que el único actor político, que lo único que
exista y sea trascendente en la sociedad sea el Estado. Como expresaría en su
famoso discurso de ascensión al poder, en 1922, ante el Parlamento Italiano,
Benito Mussolini, citado en Lechin (2011:13) “Todo en el Estado, nada contra el
Estado, nada fuera del Estado”.
Con respecto a lo anteriormente comentado, Romero (2010: 377) nos
señala que:
Armado con estas concepciones, Mussolini llegó al poder preparado a
convertir su movimiento en una alternativa real al comunismo y al
liberalismo, dejando con vida las estructuras de propiedad capitalistas
privadas, pero dentro de un marco en el que los principios corporativistas
y el papel del Estado se acentuaron exponencialmente. Otro tanto hizo
Hitler, cuyo empeño revolucionario convulsionó a Europa y el mundo.
De esta forma, El Führer y el Duce, constituían una respuesta radical ante
la crisis europea posterior a la Primera Guerra Mundial, respuesta que a su vez era
contraria a la opción marxista, al conservadurismo tradicional, y a todas las
versiones reformistas ubicadas en el contexto socialdemócrata y liberal: una
verdadera –mesiánica y salvadora- alternativa.
Por otra parte, vale la pena mencionar otro de los elementos constituyentes
del fascismo, en el marco en que fungen como una verdadera alternativa. Esta
estará signada por el carácter imperialista de estos, entendida por ellos como una
constante y necesaria posición de dominación frente a todo lo existente. Porque si
el mundo era gobernado por marxistas, liberales y socialdemócratas, y el fascismo
es acérrimo negador de estas realidades y conjunto de ideologías, ¿Cómo no iba a
pretender expandirse? ¿Cómo no iba a ver en esas naciones simples extensiones
de territorio? ¿Cómo no iba a utilizarlas? Por eso, Collotti (mencionado en
Romero, 2010: 383) nos menciona que “el nudo central de la discusión es el
modelo de organización del Estado, y esta organización tanto en la Italia de
Mussolini como en la Alemania de Hitler estaba dirigida hacia la expansión
antimperialista”.
En el mismo orden de ideas, el fascismo no podría jamás a aspirar a llevar
a cabo su carácter expansionista hacia el exterior, sin estar lo suficientemente bien
sólido a lo interno. En este sentido, salta a luz la construcción de la enemistad, la
identificación a lo interno y a lo externo de un enemigo, causante de todos los
males y problemas de la sociedad, el cual debe ser exterminado sin
contemplaciones, utilizando la fuerza, como único y legitimo monopolio del
Estado, según la teoría weberiana (Weber, 1974: 178). A este respecto, el
fascismo se vale de la teoría amigo-enemigo, de uno de sus más famosos
apologistas: Carl Smichtt. El reconocido teórico y jurista alemán, tenía:
…la convicción de que cada individuo y cada colectividad requieren
establecer una clara distinción entre amigo y enemigo, como la decisión
determinante de su vida misma. En este sentido, el «concepto de lo
político» constituye la vía del autoconocimiento; nos conocemos en la
medida en que conocemos al enemigo y definimos al enemigo
definiéndonos a nosotros mismos (Romero, 2010: 422).”
Todo esto, enmarcado en una constante política de dominación, la cual
respondía a su marcado carácter imperialista: controlado el enemigo interno y
habiendo impuesto ya el orden y el terror dentro de la propia nación, se pueden
pasar a concentrar en los enemigos de la patria y del Estado que se deben ocupar o
conquistar.
Por último, como medio indispensable para llevar a cabo una retórica que
le permita al fascismo mantener en vigencia a los enemigos, justificando de esta
forma su aniquilación interna y externa, este hace gala de uno de los elementos
más perfeccionados por su movimiento: la utilización mitológica de la política,
mediante la teatralización del poder, de su utilización propagandística, haciendo
gala de un uso desproporcionado, estético y cuasi pornográfico de la simbología
oficial, y de la suya propia.
De esta manera, estos regímenes emplean lo planteado, de forma muy
acertada, por el sociólogo francés, Durkheim (citado en Romero, 2010: 386), en el
cual éste destacaba la “función de los mitos como factores de cohesión de la
sociedad, mediante la creación de una estructura de normas y referencias que
posibilitan al individuo orientarse en medio de las cambiantes y enajenantes
circunstancias de una existencia social llena de angustias y en ocasiones propensa
al caos”.
Así, de la mano a la herencia imperial romana como surco del nuevo
destino de la Italia fascista, y la «raza superior» y su tarea dominadora en el caso
de los nazis, se cumple la máxima de Sorel en la cual los mitos son capaces de
“motorizar fuerzas históricas”, ya que “la masa entusiasmada crea la imagen
mítica que empuja su energía hacia adelante, concediéndole tanto la fuerza para el
martirio como el valor para utilizar la violencia. Sólo así un pueblo o una clase se
convierte en el motor de la historia mundial. Donde esto falta, ningún poder social
ni político puede mantenerse… (Romero, 2010: 389)
O, dicho de otra manera, por Romero (2010):
Sobre las raíces de los instintos vitales de los pueblos, de sus emociones
concretas, de los impulsos afectivos y pulsaciones reales de la gente, y no
del razonamiento o la oportunidad, se levantan mitos que no tienen que
ver con verdades doctrinales, sino que cumplen una determinada función
sociopolítica como instrumentos de lucha y guías para la acción.
Apelando a las emociones, a la irracionalidad del ser humano, el fascismo
crea una puesta en escena, una “fantasía teatralizada”, en la cual la masa extasiada
asiste a la aniquilación de un enemigo, de un villano, causante de todos los males
de la sociedad, y logra mediante esto la satisfacción de sus necesidades más
primitivas: pan y circo. Porque, como diría el destacado cineasta, Quentin
Tarantino, “no hay nada más entretenido que observar para el espectador que la
violencia”.
Ahora bien, para que todo acto este bien representado se necesita de una
utilería. Para el fascismo, esta era la utilización exacerbada de los símbolos ya
existentes, de forma que sus jerarcas “reconocen la oportunidad que ofrece la
ausencia de realismo de ciertos grupos y le saca ventaja mediante el uso de
símbolos y rituales, diseñados para permitir a los miembros del grupo jugar a una
suerte de drama, la escenificación de una especie de epopeya colectiva (Romero,
2010: 382)”. No obstante, la clave de esta radica en la identificación con su líder,
de esa “voluntad de creer”.
La masa está dispuesta a creer en la medida que percibe la misma
disposición en su líder a creer también, ya que nadie creería la interpretación de
un actor que no esté convencido del personaje que representa. Esto es lo que le
permitió, por un lado, a Mussolini llevar a cabo su mito de recreación del Imperio
romano, y Hitler poner de manifiesto con su utopía de restaurar el paganismo
germano y asegurar el dominio de la «raza superior» aria en un Reich de mil años.
El líder único es el protagonista, el Estado es el teatro, y el partido único, gigante,
imponente y omnipotente funge como la dirección general de la trama.
Por último, es imperativo destacar que esta puesta en escena no puede ser
llevada a cabo por cualquier actor. El actor que encargue el personaje del Duce o
Führer, debe poseer un innegable carisma, entendida esta como “la cualidad, que
pasa por extraordinaria […] de una personalidad por cuya virtud se la considera en
posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas –o por lo menos
específicamente extracotidianas y no asequibles a cualquier otro–, o como
enviados del dios, o como ejemplar y, en consecuencia, como jefe, caudillo, guía
o líder”, en la clásica definición weberiana (Romero, 2010: 379). De aquí que el
elemento carismático, sea necesario en aquel líder único, del partido y del Estado,
que vaya a estar a la cabeza de la masacre que significaron los regímenes
fascistas.
Fascismo: Juez, jurado y verdugo.
Habiendo conocido ya, por todo lo expuesto anteriormente, los elementos
políticos-ideológicos que sustentan al fascismo, pasaremos a revisar los elementos
jurídico-normativos de los cuales se valen para sus objetivos y fines. De esta
manera, siguiendo los planteamientos anteriores y citando a Lechin (2011: 41)
estos “buscarán tener el control de la emisión de leyes, el control legislativo, y el
control del diseño del sistema político”.
Luego, el fascismo como movimiento necesita enmarcarse en un marco
institucional totalizante, construido por su mano y capaz de brindar de legalidad y
legitimidad las acciones llevadas a cabo para la abolición del orden liberal
imperante. Por ende, y a pesar de su línea discursiva exaltadora de la violencia, la
confrontación y la toma armada del poder, este se vale de los medios ya
predispuestos por el sistema político para acceder a la cúspide del Estado.
Ante todo, el fascismo ha de copar el orden jurídico supremo de la nación.
Primeramente, habrán de reformar la Carta Magna para adecuarla a sus fines o
bien neutralizarla sustrayéndole cualquier sustancia e influencia al texto
constitucional. Cabría preguntarse, ¿mediante qué metodología es posible
desplazar un elemento fundacional de un Estado como es el contrato social? La
respuesta puede encontrarse en los mecanismos a través de los cuales se valió
Benito Mussolini para desplazar de la palestra la Constitución italiana.
En 1926, el Duce crea el Gran Consejo Fascista, institución paralela –
similar a la figura del reciente Parlamento Comunal venezolano, nacida de la
derrota del régimen chavista en las elecciones Parlamentarias del 6 de diciembre
del 2015- cuya función esencial era la de cumplir al mismo tiempo como
Parlamento y Asamblea Constituyente. En particular, un sujeto de estudio
autóctono de Venezuela puede ser el traspaso de competencias de los distintos
apéndices territoriales del Ejecutivo, como son las alcaldías y gobernaciones que
en años recientes han experimentado casos notables de usurpación de funciones
por organismos homologadores creados arbitrariamente para socavar su
desempeño. Casos específicos, como el de “El protector de (el Estado) Miranda” y
la alcaldía metropolitana de Caracas.
Para entender tales consideraciones es pertinente remitirse un momento a
Lechin (2011: 42) cuando asevera que “La Constitución Política es la ley central
que organiza el Estado”. Resultaría vacua una pugna política que no permitiera
obtención de beneficios. El acceso a definir la organización administrativa y
jurídica del Estado otorga al fascismo la posibilidad de proscribir todo aquello que
puede perturbar la estabilidad del sistema, así como de establecer las reglas de la
contienda política.
Sin embargo, el usufructo que se obtiene de moldear la norma fundamental
de un país a discreción no se detiene en su uso instrumental y utilitario como
mecanismo de ataque y defensa política. Es sabido que las leyes son la
institucionalización de las normas morales de una sociedad producto de su
evolución histórica común. Lechin (2011: 42) señala que “Cambiar una
Constitución implica modificar la vertebración de la sociedad a cambio de otra
vertebración funcional, con sentido y dirección”.
Para el Estado fascista la sociedad sirve a fines minuciosamente tipificados
dentro de su ordenamiento jurídico propio y su concepción ideológica. Esta
vertebración de la sociedad es funcional en la medida que cumple con las
exigencias impuestas por el sistema axiológico fascista como son: sacrificio,
reafirmación de la jerarquía y la fuerza. El sentido y dirección de la sociedad es
impuesto por el Estado como son marcados los pasos de un baile al tempo del
compás de la música. En sinfonías siniestras la individualidad, el pluralismo y la
objetividad son ahogadas por la algarabía vociferante de la tumultuosidad, el
pensamiento totalizante, la propaganda y la visceralidad.
No obstante, el fascismo no siempre se manifiesta mediante las mismas
evocaciones. En la Alemania del Tercer Reich, Hitler recibió poderes absolutos
del Parlamento –análoga a una Ley Habilitante, en el caso venezolano- con los
cuales, y junto a los dos referendos consultivos hechos al pueblo alemán, justificó
todos sus edictos imperiales comparables a los de Diocleciano, en la época del
Imperio Romano.
Por otro lado, también se presentan ocasiones en las que el movimiento
fascista no inutiliza ni manipula el texto constitucional, sino que lo derrumba y
sobre sus cimientos edifica el Estado fascista. La necesidad de reconstruir el
Estado la reseña Lechin (2011: 44) con la declaración de Mussolini en San
Sepolcro en 1919 cuando arenga “La convocación de una asamblea nacional para
que dure tres años, cuya primera tarea será la de establecer la forma constitucional
del Estado”.
Es preciso señalar que, aunque el instrumento jurídico es formal, el
Derecho en política es instrumental, maleable y ajustable a objetivos. En este caso
la consecución y perpetuación del poder es la misma, aunque los métodos
cambien.
Ciertamente es prudente señalar el peligro que entrañan Constituciones
confeccionadas a medida. La Carta Magna de una nación ha de ser adaptada a las
condiciones materiales y espirituales de la sociedad sujeta a esas normas, debe
constar de un articulado interconectado, interdependiente, coherente y coordinado.
Así mismo, el contrato social no ha solamente de regular el accionar de los
ciudadanos sino también el comportamiento de las instituciones que configuran el
sistema político. Lechin (2011:46), por su parte, señala conspicuamente que:
En el caso del fascismo, este tipo de Constituciones está desacoplado del
tiempo histórico que les toca vivir, pero, además, no se detiene a
considerar a los otros poderes para integrarlos a un sistema; más por el
contrario, busca erradicarlos para la toma del poder absoluto.
Para concluir, puede resumirse la sistemática y perversa táctica del
fascismo para obtener el control legislativo, jurídico y normativo de una sociedad
en el tan manoseado axioma de: El fin justifica los medios. El fascismo
demuestra, de esta manera, que la justificación, en reiteradas oportunidades, no es
una cuestión de leyes o de isonomía, sino de poder.

La perversión del fascismo: elementos, características, prácticas y


obscenidades.
Posteriormente, habiendo ya caracterizado de forma general los elementos
que nos permiten realizar una definición del fascismo, surge la siguiente
inquietud, ¿Cuáles son esas acciones que, en la praxis, llevaron a cabo los
regímenes históricos de Alemania e Italia que les permitieron ascender al máximo
nivel su sistema de dominación? ¿Qué elementos prácticos los caracterizaron?
¿Cuáles fueron sus características? ¿Qué prácticas patentaron o perfeccionaron?
Según el destacado politólogo Lawrence Britt (2003: 20) existen 14
características del fascismo. Estos son:
1. Nacionalismo poderoso y permanente.
2. Disgusto por el reconocimiento de los Derechos Humanos.
3. Identificación de los enemigos o chivos expiatorios como una
causa unificada.
4. Supremacía de lo militar.
5. Sexismo rampante.
6. Control de los medios de comunicación
7. Obsesión con la seguridad nacional.
8. La religión y el gobierno están entremezclados.
9. El poder corporativo es protegido.
10. El poder laboral es suprimido.
11. Desprecio por los intelectuales y las artes.
12. Obsesión con el crimen y el castigo.
13. Rampante amiguismo y corrupción.
14. Elecciones fraudulentas.
Por su parte, el economista Juan Lechin (2011: 23-24) autor de un estudio
comparativo entre el fascismo europeo y el Socialismo del Siglo XXI, arguye que
existen 11 condiciones típicas, acuñadas por él como el Índice Facho, de los
fascismos históricos:
1. El caudillo es mesiánico, carismático y de origen plebeyo.
2. El brazo del caudillo: El partido y el grupo de choque sea
paramilitar y/o militar.
3. La lengua del caudillo: La propaganda política.
4. La fe del caudillo: La existencia de una fantasiosa promesa política
redentora.
5. El oído del caudillo: Servicios de inteligencia represiva, espías y
soplones.
6. El caudillo se embarca en la refundación de la patria y/o el cambio
de nombre, la reforma constitucional y/o la suplantación
constitucional y nuevos símbolos del Estado.
7. El caudillo emprende la destrucción de los actos eminentemente
liberales.
8. El caudillo es antiliberal y antinorteamericano.
9. El caudillo consigue las siguientes igualdades políticas: Caudillo=
Partido= Estado= Nación= Patria= Pueblo= historia épica.
10. El pueblo adepto al caudillo: Militante adhesión popular.
11. La perpetuación del caudillo en el poder: gobierno vitalicio, con o
sin elecciones.
A fin de cuentas, habiendo revisado ya su concepción, orígenes,
caracterización política, ideológica, jurídica y normativa, podemos sintetizar que
el fascismo fue un movimiento de profundo carácter revolucionario, que se oponía
a todas las ideologías desarrolladas hasta el momento: liberalismo, socialismo,
comunismo, socialdemocracia, conservadurismo, entre otras; que se apoyaba en
una marcada y corporativista organización, en donde el líder supremo, el partido
único, las milicias armadas y la propaganda eran pilares fundamentales de esta,
sustentado en una apabullante utilización de la violencia, los símbolos y la
teatralización del poder, que nació como una verdadera alternativa ante la crisis
producida en Europa posterior a la Primera Guerra Mundial (1914-1919).
Una vez se hace con el control totalitario del Estado, absorbiendo - o
disolviendo- los poderes públicos, se enmarca en la estrategia de enarbolar las
banderas de la expansión territorial llevando a cabo los mecanismos más obscenos
y perversos como la discriminación racial, la xenofobia, y la persecución de
cualquier minoría o disidencia, el cual tuvo dos principales exponentes o casos
históricos, como lo fue: la Italia de Benito Mussolini (1922-1943) y la Alemania
de Adolf Hitler (1932-1945), en la primera mitad del siglo XX.
El caso venezolano: ¿coincidencias históricas o aplicación ideológica
con sus particularidades?
Ahora bien, tomando en cuenta los elementos y características
anteriormente mencionados, debemos remitirnos al caso venezolano. Desde la
llegada del ex presidente Chávez al poder y la promulgación de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela (1999), su posterior fallecimiento en el
2013, y la elección de Nicolás Maduro como Presidente de la República, el 14 de
abril del 2013, ambas administraciones han sido objetos de las más duras y
reiteradas críticas que van desde el manejo económico, la corrupción, hasta la
persecución política y la violación de los Derechos Humanos, de diversas
organizaciones e instituciones nacionales e internacionales, como Amnistía
Internacional y PROVEA.
Dado esto, si bien alguna de estas organizaciones en el marco del
protocolo diplomático se ha cuidado de no llamarlos, de forma nominal y literal,
“fascistas”, algunos actores políticos se han atrevido a tildarlos con este
calificativo. Partiendo del marcado clima de polarización política imperante en
Venezuela desde la asunción de Hugo Chávez a la presidencia de la República,
surge la siguiente interrogante: ¿Existen elementos teóricos, comparativos y
coincidentes con las características anteriormente mencionadas que nos permitan
tildar ambas administraciones de fascistas? ¿O es que acaso estos calificativos no
respondieron al marcado clima de pugnacidad política, a ese uso “inflacionario del
término” (Romero, 2010: 374) alimentado por el elevado nivel de polarización
que ha azotado a la nación en estos últimos 17 años? Es acaso, La revolución
Bolivariana, ¿un fascismo tropical?
En primera instancia, someteremos a comparación las características de la
revolución bolivariana como régimen político, con los 14 elementos del fascismo,
según Britt, para partiendo de ellas, trazar similitudes, nuevos usos, y diferencias.
1. Nacionalismo poderoso y permanente: Este elemento lo
encontramos bastante bien representado en la Revolución
Bolivariana. Las constantes alegorías a “la patria”, “el pueblo
glorioso”, “la independencia”, “el pasado histórico”, y, sobre todo,
la utilización permanente de la figura, perversamente tergiversada
del Libertador Simón Bolívar, como vehículo para crear la
cohesión social necesaria, en nombre de esa “venezolanidad” y
justificar, en su nombre, cualquier tipo de acción. En este apartado
destaca también, la modificación de símbolos patrios ya existentes
como la bandera y el escudo nacional. Al cambiar la simbología
tradicional de la República, se busca apelar a la emocionalidad de
las masas y así lograr su aprobación, y a la vez su control.
2. Disgusto por el reconocimiento de los Derechos Humanos: Si
bien sus cuerpos policiales, como la Guardia Nacional Bolivariana
(GNB) y el Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN), han sido
denunciados constantemente por la violación de los DD. HH, cabe
destacar que, en este apartado, el gobierno chavista se ha cuidado
en demasía de mantener una fachada respetuosa de los derechos y
libertades de los ciudadanos. Prueba de ello, hoy el país forma
parte del Consejo de Derechos Humanos en la ONU. ¿Los cuerpos
del Estado violan los derechos humanos? Sí, pero siguen teniendo
la suficiente agudeza para, a su vez, pertenecer al máximo ente
garante de la protección de los mismos a nivel mundial.
3. Identificación de los enemigos o chivos expiatorios como una
causa unificada: Ya sean los estudiantes, los medios de
comunicación, el sector empresarial, la burguesía o la oligarquía, a
lo interno, o el imperialismo o capitalismo, a lo externo, la
administración del militar barines, y posteriormente, la de Nicolás
Maduro, se han cuidado de mantener siempre en constante
identificación a sus enemigos políticos. La última prueba de ello,
fue la campaña mediática Internacional
#ObamaDerogaElDecretoYa, en rechazo a la orden ejecutiva
emitida por el presidente de los EE. UU, Barack Obama. Identificar
los enemigos, representa, identificar a los culpables, por ejemplo,
de una supuesta guerra económica.
4. Supremacía de lo militar: Partiendo del hecho de que el Ex
Presidente Chávez era militar, sumado a la visibilización de los
mismos en la Constitución de la República Bolivariana de 1999,
hecho que les ha permitido llegar a cargos de elección popular
como alcaldías y gobernaciones, la supremacía del sector militar en
nuestro país ha sido notoria desde al ascenso al poder del mismo
militar que, el 04 de febrero de 1992, intento una asonada golpista
contra el Presidente de turno, Carlos Andrés Pérez. Porque la
revolución, como en numerosas oportunidades dijo Hugo Chávez,
es “pacifica, pero armada”. Hoy en día, con la Misión de
Abastecimiento Soberano, el poder de los militares en nuestro país,
se encuentra en la cúspide.
5. Sexismo rampante: Si bien las políticas económicas
implementadas por el gobierno han desencadenado en la escasez de
toallas sanitarias en el sector femenino, si bien hoy las madres no
pueden criar con dignidad a sus hijos y deben resignarse con
despedirse de ellos en un aeropuerto, o simplemente ir a verificar
su cuerpo en la sede de la morgue producto de la inseguridad; la
creación de Ministerios y Leyes para la Mujer, que responden a
camuflajear la misoginia, conllevan a que no se pueda afirmar, al
menos de forma teórica, que la Revolución Bolivariana sea sexista,
porque incluso, en un momento determinado, 4 de los 5 poderes de
la nación, a excepción del ejecutivo, estaban presididos por
mujeres, sumado a las gobernaciones y alcaldías que están
manejan.
6. Control de los medios de comunicación: Desde el cierre del canal
privado RCTV, pasando por elementos jurídicos como la famosa
ley RESORTE (Responsabilidad social en radio y televisión), que
han ahogado la Libertad de Expresión como derecho fundamental
de los individuos, y garante de la democracia, hasta llegar al uso
beligerante del canal del Estado, VTV, que pagan todos los
ciudadanos con sus contribuciones fiscales, como un mero
instrumento de propaganda política, podemos afirmar sin
vacilaciones el control de los medios de comunicación como
característica coincidente entre los fascismos históricos y la
Revolución Bolivariana.
7. Obsesión con la seguridad nacional: Responde este al apartado
número tres de esta presente compilación, ya explicado en las
páginas anteriores, de la identificación de los enemigos internos y
externos, lo cual los lleva a fortalecer, de forma obsesiva, el
ejército y aquellas organizaciones internas, como colectivos
armados, grupos de choque, entre otros, para responder a un futuro
“ataque de las potencias extranjeras”. A veces esto responde a
simple paranoia de los dirigentes, pero en la mayoría de los casos,
y sobre todo en el venezolano, esto es utilizado para infundir el
factor del pánico y del miedo en la población y así poder hacer uso
de este como un mecanismo cohesionador y aglutinante de control
para mantener paralizada a la población.
8. La religión y el gobierno están entremezclados: En este punto, el
autor plantea las constantes citas o referencias sobre contenidos
religiosos hechas desde la autoridad oficial. Por lo cual, podemos
afirmar sin vacilaciones, por lo observado en las reiteradas y
concurrentes intenciones, alocuciones y discursos de ambos
mandatarios en sus 17 años de administración, que, en la
revolución, la fusión Dios-Caudillo-Pueblo también está bien
aceitada (aunque, en ese mismo orden de ideas, se ataca y fustiga,
frontalmente, desde los cubículos oficiales a la jerarquía
eclesiástica).
9. El poder corporativo es protegido: En este particular apartado, el
autor se refiere a la protección que hay desde las autoridades al
poder empresarial y corporativo que le es beneficioso y que
enarbola las banderas de su proyecto. Tomando en cuenta la gran
cantidad de expropiaciones sobre empresas, medios de
comunicación, emisoras de radio, entre otras, que le han dejado
cuotas de mercado muy beneficiosas a los competidores más
cercanos de estas, que o bien eran adeptos al chavismo o bien se
hacían de la vista gorda mientras este no tocase sus interés,
podemos afirmar que el chavismo no actúa bajo leyes de mercado,
sino partiendo de una intervención cuasi total en la economía,
llegando a proteger incluso al poder corporativo que le es
simpatizante.
10. El poder laboral es suprimido: Este tópico trata sobre la
eliminación de los sindicatos por los regímenes fascistas. Estos,
realizaban dicha práctica por su abierta oposición al socialismo y
comunismo, liderados, en su mayoría, por movimientos obreros. En
tal sentido, este punto no es coincidente con el régimen chavista, ya
que este, desde el 2005, propugna en su retorica oficial su carácter
“socialista”, por lo cual sería una tremenda contradicción
suspender o eliminar los sindicatos. No obstante, cabe mencionar
que, si bien no se han eliminado de raíz, en reiteradas
oportunidades se le han creado organismos paralelos que reduzcan
sus competencias e influencia. Para ejemplo, en 2003 se fundó la
Unión Nacional de Trabajadores, un nuevo sindicato adepto al
estamento gubernamental cuya función política es minimizar y
neutralizar a la Corporación de Trabajadores de Venezuela.
11. Desprecio por los intelectuales y las artes: En sus inicios, el
régimen chavista repartió, en las plazas públicas del país,
ejemplares de las obras Don Quijote, de Miguel de Cervantes, y
Los Miserables, de Víctor Hugo. Haciendo la salvedad de que
masificar no es aumentar, necesariamente, la calidad de las artes y
la educación, no se puede afirmar a viva voz que el régimen
desprecie las artes. No obstante, si se debe señalar la constante
persecución a intelectuales que le son adversos y sus obras.
También, la escasa valoración de la meritocracia, llegando en
oportunidades a su desprecio, se puede contar como desprecio por
la intelectualidad del país.
12. Obsesión con el crimen y el castigo: Pese a que las cifras de
inseguridad en la República Bolivariana de Venezuela, año a año,
han ido en aumento, lo que ha ocasionado, por ejemplo, que la
ciudad capital de Caracas, sea considerada como la segunda más
violenta del mundo, la obsesión de la administración chavista no ha
sido con el crimen. Por el contrario, la criminalidad que se vive en
sectores populares y en las cárceles, con la figura de los pranes, los
ha vencido, llegando a robarle incluso, en determinadas zonas, el
monopolio de la violencia. No obstante, la represión liderada por la
GNB y el SEBIN, a la disidencia opositora, la posesión de presos
políticos de renombre, hacen que la obsesión sea más bien con el
castigo, tenga o no justificación.
13. Rampante amiguismo y corrupción: Militares, familiares,
nepotismo, lealtades políticas, solidaridades automáticas con
miembros del partido, han hecho que los niveles de corrupción en
el país hayan llegado a extremos inimaginables. Desde la
discrecional administración de una década de recursos petroleros
con el barril de crudo a más de 100$, la cual no se percibe en obras
públicas ni en aumento del desarrollo económico y calidad de vida
de la nación, amparados por la impunidad, ha hecho que el
amiguismo y la corrupción sean la orden del día en el país.
14. Elecciones fraudulentas: Cuando se habla de fraude en procesos
electorales, gran cantidad de la población solo se imagina el hecho
de “preñar” las urnas agregando o retirando votos, malversación en
los datos, o, a lectura de boletines cuando no se sustenta en los
resultados. Sin embargo, no solo estas características pueden ser
enmarcadas en la etiqueta de fraude electoral. El fraude comienza
desde el mismo momento en que se utilizan los recursos del Estado
para hacer campaña a favor de una parcialidad política (MVR,
PSUV, entre otros). Y de esto, hemos visto muestras excesivas en
los 20 procesos electorales que se han realizado en el país, desde la
elección de Hugo Chávez como Presidente de la República, el 6 de
diciembre de 1999. Si bien, el proceso chavista ha perdido
elecciones, las marcadas, denunciadas y reiteradas irregularidades
en los procesos electorales, el ventajismo, y la negativa del Consejo
Nacional Electoral (CNE) a aplicar, en ambas partes, las normas
establecidas hacen que las elecciones realizadas durante este
período hayan sido fraudulentas.
Con respecto al Índice Facho acuñado por Lechin, estos son los resultados
de cotejar la realidad con la teoría.
1. El caudillo es mesiánico, carismático y de origen plebeyo: De
los dos líderes que ha tenido la Revolución Bolivariana en sus 17
años de gobierno, estos solo comparten la condición plebeya.
Mientras que Chávez en su momento tuvo tintes personalistas y
mesiánicos como líder político a extremos de crear un partido y
pensamiento centrados en su figura, junto a una oratoria y carisma
encomiables, su sucesor no comparte dichos atributos. Una
característica que no se tiene hoy a cabalidad.
2. El brazo del caudillo. El partido y el grupo de choque sea
paramilitar y/o militar: Este punto del Índice se presenta como
una realidad palpable y contundente. El régimen chavista no
solamente cuenta con el apoyo del partido de gobierno, sino que
además cuenta con grupos de choque paramilitar como los
colectivos o institucionalizado como el caso de la Guardia
Nacional Bolivariana.
3. La lengua del caudillo. La propaganda política: El aparato
propagandístico ideológico esgrimido por la administración del
PSUV ha hecho gala de su poder mediático y su control de masas
en reiteradas ocasiones durante estos 17 años. Haciendo un uso
perverso de la mercadotecnia electoral y política ha creado
realidades paralelas y países distintos para los muy variados
sectores de la población venezolana.
4. La fe del caudillo. La existencia de una fantasiosa promesa
política redentora: El bolivarianismo, el Socialismo del Siglo XXI,
la Patria Grande de Bolívar; grandes ofertas políticas no cumplidas,
llevadas a medias, cascarones vacíos a llenarse con las expectativas
del pueblo. La explotación sistemática de esa deuda histórica que
tiene la sociedad venezolana en su acervo cultural mediante
métodos populistas y maniqueistas que crean un dogma de culto.
5. El oído del caudillo. Servicios de inteligencia represiva, espías y
soplones: Criminalización de la disidencia, uso instrumental de las
fuerzas del orden como policía política. Siembra de antagonismos y
desconfianza en la sociedad civil; cuñas distinguibles en el
gobierno chavista.
6. El caudillo se embarca en la refundación de la patria y/o el
cambio de nombre, la reforma constitucional y/o la
suplantación constitucional y nuevos símbolos del Estado: Se le
cambió el nombre al país, las estrellas a la bandera, la mirada al
equino en el escudo ¿Qué ha de seguir?
7. El caudillo emprende la destrucción de los actos
eminentemente liberales: No existe acto eminentemente más
liberal que los pesos y contrapesos del poder, idea caduca en la
Venezuela del 2016. Una vez acabada la idea de la distribución y
autorregulación del poder, se da carta blanca al ejercicio
monárquico y absolutista de la autoridad, contrincante histórico del
liberalismo.
8. El caudillo es antiliberal y antinorteamericano: La odisea
iniciada por el fallecido ex presidente Chávez para consolidarse
como nuevo adalid de la izquierda internacional en un
confrontamiento político con el gigante anglosajón en un tiempo y
espacio en el que las luchas ideológicas rancias basadas en criterios
como la Teoría de la Dependencia se hallan hoy superadas salta a
la vista del observador atento.
9. El caudillo consigue las siguientes igualdades políticas:
Caudillo= Partido= Estado= Nación= Patria= Pueblo= historia
épica: Desde 1999 hasta la fecha, el Estado ha llevado a cabo una
campaña titánica generadora de matriz de opinión para implantar
en el ideario social del venezolano la epopeya histórica que implica
la Revolución, la altura de sus fines elevados a máximas morales
de cumplimiento irrestricto por todo aquel que se llame a si mismo
patriota.
10. El pueblo adepto al caudillo. Militante adhesión popular: La
popularidad e influencia del régimen, mermada hoy en día, es aún
cuantificable y medible, millares de personas que todavía creen en
el proyecto revolucionario y que se hallan arropadas por la
oposición no por convicciones sino por circunstancias; coyuntura
que todavía no han comprendido los sectores contrarios al aparato
gubernamental.
11. La perpetuación del caudillo en el poder. Gobierno vitalicio,
con o sin elecciones: Desde 1999 hasta la fecha se han tenido dos
presidentes; uno de ellos murió en el cargo después de 14 años de
jefatura del Estado. Se han tenido así mismo 20 elecciones hasta la
fecha, desde el revocatorio al ex presidente Chávez en 2004, de
dudosa legitimidad.
Ahora, habiendo contrastado tanto las 14 características del fascismo
según Britt, hasta el Indice Facho de Lechin, cabe la pena preguntarse, la
Revolución Bolivariana, ¿Es un fascismo tropical?
Más allá de que las coincidencias son en algunos casos, como el control a
los medios, la propaganda, la persecución, el nacionalismo exacerbado, los
cuerpos paramilitares pararelos, la utilización de piezas de oratorias con marcado
tinte religioso, sumamente elocuentes, también tenemos otros aspectos en los
cuales las diferencias son diametralmente opuestas, como lo son: el sexismo
rampante, el racismo y la xenofobia, las ejecuciones extra judiciales, la protección
al corporativismo, y sobre todo, la negación de todas y cada una de las ideologías
existentes. La Revolución Bolivariana al menos cree en algo: bolivarianismo,
marxismo, y tiene una clara dirección, al menos propagandística, el socialismo.
No obstante, esto no puede hacernos sentir tranquilos, placidos, ni mucho
menos. Si bien no podemos afirmar que seamos un régimen fascista, el hecho que
nuestra actual administración posea coincidencias en sus elementos, practicas,
modus operandis, con algunos procederes de los fascismos históricos de Hitler y
Mussolini, ha debido levantar desde hace muchísimo tiempo una gran alerta en
toda la ciudadanía.
Y es que, ¿acaso en pleno siglo XXI, en pleno 2016, es aceptable que haya
persecución a la libertad de prensa o expresión? ¿Acaso podemos tolerar que un
régimen que se hace llamar “democrático” nos haga asistir constantemente a
elecciones con marcados tintes fraudulentos? ¿O es que podemos pasar por alto, el
hecho de que los ciudadanos debamos observar como lo militar está por encima
de lo civil, como se desprecia la meritocracia? ¿O es que debemos aceptar la
persecución a la disidencia llevada a cabo por el SEBIN y la GNB, los presos
políticos, el uso tergiversado de la historia patria, la corrupción, las cifras de
inseguridad como si estuviésemos en medio de un conflicto bélico cuando no lo
estamos? ¿O es que, nos quedaremos inmóviles viendo como la administración
chavista viola abiertamente nuestros Derechos Humanos, la Constitución de la
República, la separación de poderes, la rendición de cuentas, el debido proceso, y
abusa de un uso indiscriminado de la violencia?
O es que, ¿acaso no ha sido suficiente? ¿Acaso estamos esperando por los
nuevos campos de concentración para allí empezar a actuar? ¿Acaso estamos a la
espera del racismo, sexismo, y la xenofobia para poder darnos cuentas del
fenómeno que tenemos ante nuestros ojos? Sabemos que no. La situación vivida
es inadmisible, inviable e inaguantable, y por eso estamos en la obligación
histórica de repudiarla como ciudadanos.
Y sí, sería una imprecisión científica e intelectual tildar a la Revolución
Bolivariana (1998-actualidad) como un régimen fascista, dado que la
documentación histórica, los análisis de destacados autores, la evidencia empírica,
nos plantea dicha imposibilidad. Sin embargo, debemos reflexionar acerca de lo
siguiente, ¿Es esto lo que queremos para nuestro futuro como República? ¿Es que
acaso es esto lo que deseamos? ¿Es la polarización, la violencia, y la miseria
nuestras aspiraciones como país?
Al momento de redactar estas páginas, tenemos la plena seguridad de que
todas las respuestas a están interrogantes son negativas. Pero también tenemos la
plena convicción de que algo debemos hacer, de que estamos en la
responsabilidad histórica de enarbolar otra respuesta: una respuesta que enmarque
nuestra concepción como ciudadanos, nuestra responsabilidad de culturizarnos, de
utilizar los libros y cuadernos, de educarnos, para poder desnudar lo que día a día
padecemos, y este, este podría ser el primer paso para salir del atolladero en el
cual nos encontramos.
Es imposible comprender el complejo presente que vivimos, sin
aprehender el pasado. De la misma forma, sería imposible defender nuestros
Derechos Humanos, nuestras libertades individuales, nuestra dignidad como
individuos y ciudadanos sino sabemos cuáles son. Por esto, o actuamos, o nos
preparamos, o nos hacemos conscientes de lo que merecemos como nación, o nos
tocará seguir asistiendo como espectadores, a esa fantasía teatralizada del poder,
denominada Revolución Bolivariana.
Referencias bibliográficas
Britt, L. W. (2003). Fascism anyone?. Free Inquiry-Buffalo Then
Amherst-, 23(2), 20-22.
Del Águila, R. (2002) Los fascismos. En F. Vallespín. (Ed.). Historia de la
Teoría Política. Madrid: Alianza Editorial.
Lechin, J. (2011) Las máscaras del fascismo: Estudio comparativo del
fascismo europeo y el socialismo del siglo XXI. Caracas: Arte.
Romero, A., (2010). Sobre historia y poder. Obras selectas. Volumen I.
Caracas: Editorial Equinoccio.
Weber, M., (1967). El Político y el científico. (Versión electrónica)
Consultada el 19 de julio de 2016. Recuperado de:
http://www.hacer.org/pdf/WEBER.pdf

También podría gustarte