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bronco; no sacaba el
arma si no se veía
victoriosa»
Una sala de esgrima histórica en Bilbao, Álferez Catalina
de Erauso
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– Me suena ese escudo vuestro; ese fondo en azul, ese grifo con cola
de lobo que, coronado por una estrella, sostiene una espada en sus
garras. Aunque lo recuerdo ligeramente diferente.
– Es un interpretación mía, nuestra, del escudo de armas de la casa de los
Erauso. En los libros de heráldica asumen que, con variaciones, los
padres, hermanos y antepasados de Catalina tenían en su mansión,
grabado en sus espadas, bordado en sus ropajes un blasón así definido:
'Mantelado: primero y segundo, de azur, con un grifo de oro, y tercero, o
manteladura, de plata, con un lobo andante de sable, lampasado de gules,
y surmontado de una estrella de este color'.
– Ahí quería llegar yo. Que una sala se llame en Bilbao Don Diego
López de Haro no me asombra pero ¿cómo es que reverenciáis a la
donostiarra allá en Bolueta?
– Buscábamos nobles vascos hábiles con la espada. Salieron, claro,
Blas de Lezo, Legazpi, Idiáquez o Lope de Agirre. Intuimos que
tendría que haber más de una mujer brava. Y dimos con ella. De
historia tan increíble, cabalgando entre los géneros. Queriendo ser
ora Catalina ora Antonio. Y supimos que sería nuestr abanderada.
Entre otras cosas, porque murió vieja y en Veracruz.
– ¡¡?? Hoy Catalina sigue en boca de todas y muchos la tienen por
ejemplo de la fragilidad de la noción del género binario normativo.
Pero ¿qué más (nos) da a los esgrimistas que muriera vieja?
– Mujer, buena señal es que un(a) espadachín muera en edad avanzada.
Prueba que bien usaba su arma. Muchas veces la sacó a 'pasear'
Catalina/Antonio y sin embargo no murió de estocada.