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«La imagino espadachín

bronco; no sacaba el
arma si no se veía
victoriosa»
Una sala de esgrima histórica en Bilbao, Álferez Catalina
de Erauso

Begoña del Teso


San Sebastián
Miércoles, 29 de noviembre 2023, 07:28

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Andas por la Alameda de Urquijo en Bilbao. En la confluencia con la


calle General Concha un cartel te llama la atención. Anuncia una sala de
esgrima histórica. En su logo, un grifo con cola de lobo sostiene una
espada. En el contorno, una frase contundente, 'La muerte es un instante.
El estilo es eterno'. Pero lo que más te sorprende y admira es el nombre
de dicha sala, Álferez Catalina de Erauso. ¿A quién se le ha ocurrido en
Bilbao rendir tributo a la monja soldado donostiarra? A él, a Luis, un
maestro tornero. A él y a sus primeros siete compañeros de armas. Están
en un polígono. En Bolueta. Compartiendo espacio con gentes que hacen
crossfit. Interpretando los manuales del siglo XVII de Salvator Fabris.

– Me suena ese escudo vuestro; ese fondo en azul, ese grifo con cola
de lobo que, coronado por una estrella, sostiene una espada en sus
garras. Aunque lo recuerdo ligeramente diferente.
– Es un interpretación mía, nuestra, del escudo de armas de la casa de los
Erauso. En los libros de heráldica asumen que, con variaciones, los
padres, hermanos y antepasados de Catalina tenían en su mansión,
grabado en sus espadas, bordado en sus ropajes un blasón así definido:
'Mantelado: primero y segundo, de azur, con un grifo de oro, y tercero, o
manteladura, de plata, con un lobo andante de sable, lampasado de gules,
y surmontado de una estrella de este color'.

«No nos jugamos la vida en cada lance, así que los


nuestros han de ser bellos y de extrema destreza»
– Hermoso. No menos que la frase que circunda el escudo, ¿tuya?
– Y una de las máximas de esta sala de armas. Entiendo que cuando tu
vida estaba en juego lo importante era que el ataque, la defensa y la
estocada fueran efectivas. Te jugabas la vida. Y la muerte. Aunque
siempre hubo esgrimistas que se enfrentaban no solo con valor, sino con
belleza...

– Bien se decía que los italianos, a diferencia de otros duelistas y


espadachines, no temían poner la suya en juego si al hacerlo
lograban una hermosa acción.
– Se decía, sí. Pero quienes practicamos ahora la esgrima histórica, bien
sea la española, la alemana o la que hacemos nosotros con espada ropera
usada en el norte de Italia en el siglo XVII, no nos jugamos la vida ni la
muerte en los lances así que yo conmino a los míos a que los nuestros
tengan una ejecución exquisita. Al principio no. Al principio, recién
llegados, lo primordial es tocar, golpear, acabar el ataque. Sentir esa
espada en tus manos, sentir el movimiento. Después, sí. Después, aquí
en Bolueta, compartiendo espacio con los compañeros de Basati que le
dan al crossfit y al muay thai, lo que buscamos es la excelencia, esa
danza armada que es la esgrima, donde es el arma misma, su sonido,
quien te indica el siguiente movimiento. Sí, el estilo es eterno.

– Compartimos la pasión por las armas y por la Álferez Erauso,


pero no sé muy bien quién eres.
– Luis Román Menéndez Bejarano, Tornero OF1º en paralelos, levas,
multihusillo, vertical, CNC y manual. Hace ya tiempo, digamos que en
2014, decidí que quería practicar un deporte, un arte, que no se pareciera
a los demás. Encontré cursos de esgrima deportiva. Pero también de
histórica. Formé parte de la sala de armas Don Diego López de Haro. Y
luego en Fénix. Este abril fundamos la nuestra, la sala de armas Álferez
Catalina de Erauso.

– Ahí quería llegar yo. Que una sala se llame en Bilbao Don Diego
López de Haro no me asombra pero ¿cómo es que reverenciáis a la
donostiarra allá en Bolueta?
– Buscábamos nobles vascos hábiles con la espada. Salieron, claro,
Blas de Lezo, Legazpi, Idiáquez o Lope de Agirre. Intuimos que
tendría que haber más de una mujer brava. Y dimos con ella. De
historia tan increíble, cabalgando entre los géneros. Queriendo ser
ora Catalina ora Antonio. Y supimos que sería nuestr abanderada.
Entre otras cosas, porque murió vieja y en Veracruz.
– ¡¡?? Hoy Catalina sigue en boca de todas y muchos la tienen por
ejemplo de la fragilidad de la noción del género binario normativo.
Pero ¿qué más (nos) da a los esgrimistas que muriera vieja?
– Mujer, buena señal es que un(a) espadachín muera en edad avanzada.
Prueba que bien usaba su arma. Muchas veces la sacó a 'pasear'
Catalina/Antonio y sin embargo no murió de estocada.

– ¿Cómo te la imaginas como espadista? ¿Y cómo sería su arma?


– Un espadachín bronco. No creo que siguiera las enseñanzas ni
mostrara las maneras de la escuela española de la 'Verdadera Destreza'
sino que habría hecho suya la llamada 'destreza vulgar', que era la
aplicación de la verdadera a los lances y desafíos en calles, plazas y
taberrnas. Soldado, su hoja sería recia porque iba a desenvainarla mucho
en combate y reyerta. La imagino también espadachín con gran aplomo.
Sabría leer la situación y nunca se metería en batalla si no preveía o
intuía su victoria. Por eso murió vieja. Como el maestro cuyas
enseñanzas seguimos en nuestra sala. Él fue Salvator Fabris. Italiano,
Siglos XVI-XVII. Escribió 'La esgrima o la ciencia de las armas', editado
en 1608 por el rey Christian IV de Suecia.

– Cuentan que Shakespeare le contrató para que coreografiase la


esgrima del estreno de 'Hamlet' en el teatro The Globe.
– Eso cuentan. Y nosotros nos batimos por él, por Salvator. Y por la
Alférez Catalina de Erauso.

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