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EL CONOCIMIENTO HUMANO EN DAVID HUME.

Hume va a realizar un desarrollo del empirismo mucho más consecuente que el protagonizado por John
Locke:
Cuestiones de hecho (probables) y relaciones de ideas (demostrativas).
Inspirándose en Leibniz, que había ya distinguido las “verdades de razón” y las “verdades de hecho” en su
obra Monadología, Hume va a modificar esta distinción desde sus principios empiristas:
• Relaciones de ideas: pertenecen a las ciencias de la geometría, el álgebra y la aritmética; y, en general,
toda afirmación que es intuitiva o demostrativamente cierta. Son operaciones del pensamiento
“independientes” de lo que pueda existir en el Universo.
• Las cuestiones de hecho: lo contrario de cualquier cuestión de hecho es siempre posible, ya que jamás
implica contradicción: “El sol no saldrá mañana” no es una proposición menos inteligible que su
contraria. Por ello, a las relaciones de ideas le corresponden razonamientos demostrativos. A las
cuestiones de hecho le corresponden razonamientos probables.
El problema de la realidad. Después de trazar esta distinción Hume investiga “la naturaleza de la evidencia
acerca de cualquier existencia real y cuestión de hecho”. De momento, concede que bastan sin más las
impresiones y la memoria (los recuerdos son ideas, pero muy cercanas a las impresiones), para asegurar la
realidad del presente y de nuestro pasado. El problema está en el futuro, porque sobre él no podemos tener
ninguna impresión. Sin embargo, hay acontecimientos futuros que nos parecen absolutamente evidentes.
Pero, entonces, ¿en qué se basa la evidencia, por ejemplo, de que esta bola de billar se moverá?
• “Todos los razonamientos acerca de las cuestiones de hecho se fundan en la relación de causa y efecto.
Tan sólo por medio de esta relación podemos ir más allá de nuestra memoria y sentidos” (Invest. 4, p.
26.)
• “Las causas y los efectos no pueden ser descubiertos por la razón, sino por la experiencia”. El efecto es
completamente distinto a la causa, y por tanto no puede descubrirse en ella. Aquí Hume vuelve a seguir a
Newton, en tanto que todo descubrimiento debe hacerse experimentalmente, no “a priori”.
• La semejanza que descubrimos en los objetos naturales nos induce a esperar efectos semejantes. Pero,
¿qué es lo que me induce a esperarlo? Así Hume llega a la conclusión de que, en último término, es “la
costumbre la guía de la vida humana”. El hábito es el que me induce a la creencia de que volverá a
repetirse el mismo acontecimiento. Hace Hume un “análisis del aprendizaje”, de manera que la certeza
solamente tendrá una base psicológica.
Instinto y creencia. Así, para Hume (con gran impacto posterior en la teoría de Kant sobre el conocimiento)
la razón tiene unos límites muy estrechos. Somos guiados en gran medida por hábitos creados por la
experiencia. Es una especie de instinto natural el que nos guía en la interpretación de los hechos. En las
cuestiones de hecho, entonces, en vez de certeza, sólo tenemos belief, creencia, la cual no es sino un
sentimiento muy vivo, algo sentido por la mente que distingue las ideas del juicio, por un lado, y las
ficciones de la imaginación, por otro, dando a las primeras más peso e influjo.“Gracias al hábito y la
creencia ha podido subsistir la humanidad, y en ello no nos diferenciamos mucho de los animales”. Hume
hace aquí dos afirmaciones notables:
a) “Parece haber una armonía preestablecida (Leibniz) entre el curso de la naturaleza, que nos es
desconocido, y el curso de nuestras ideas. La costumbre ha realizado esta correspondencia”.
b) La “sabiduría de la naturaleza” ha asegurado que la inferencia causa-efecto se realice mediante un
“instinto o tendencia mecánica”, y no mediante laboriosas deducciones racionales.
El devastador ataque contra el conocimiento necesario de la naturaleza. Hume procedió a examinar
nuestra idea de relación causal, señalando que si lo que queremos decir con relación causal es tanto una
“conjunción constante” como una “conexión necesaria”, entonces no se puede lograr ningún conocimiento
causal. Objetivamente, una relación causal es una conjunción constante de los miembros de dos clases de
acontecimientos. Subjetivamente, una relación causal es una secuencia tal que, al darse un acontecimiento
de la primera clase, la mente se ve abocada a anticipar un acontecimiento de la segunda clase. En el Ensayo,
Hume insertó tras la primera definición la siguiente aclaración: “En otras palabras, donde si no se ha dado
el primer acontecimiento, el segundo no hubiera existido nunca”. Pero Hume, al mostrar la imposibilidad de
conseguir un conocimiento inmediato de las causas, y la imposibilidad de un conocimiento demostrativo de
las causas, nos deja abocados a un callejón sin salida: “Ninguna interpretación científica puede lograr la
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certeza de un enunciado como `el todo es mayor que la parte´”. Por consiguiente, la probabilidad es la
única afirmación defendible que puede aplicarse a las leyes y teorías científicas.
El rechazo de la metafísica. Hume considera la metafísica como un “saber abstruso, dogmático y que
conduce a la superstición”. Y la cuestión más abstrusa de todas las nociones metafísicas, para Hume, es el
concepto de substancia. Porque a la idea de substancia o “yo” no corresponde impresión ninguna. No hay,
por tanto, tal idea, sino solamente un término sin significación alguna. La palabra “substancia” no es sino un
conjunto de percepciones particulares que nos hemos acostumbrado a encontrar juntas. Por tanto, el
concepto clave de la metafísica, para Hume carece de valor, y la metafísica es mera ilusión. Es famosa y
muy recurrida la crítica que Hume hace del “yo” y de la “identidad personal”: “En lo que a mí respecta,
siempre que penetro más íntimamente en lo que llamo mí mismo, tropiezo en todo momento con una u otra
percepción particular, sea de calor o de frío, de luz o sombra, de amor u odio, de dolor o placer. Nunca
puedo atraparme a mí mismo en ningún caso sin una percepción y nunca puedo observar otra cosa que la
percepción. La mente es una especie de teatro en el que distintas percepciones se presentan de forma
sucesiva” (Tratado, I, 4, 6, pp. 251-253).

3. LA ÉTICA DE HUME
La ética de Hume es de carácter emotivista, y viene inspirada por dos pioneros de las ciencias morales en
las islas, a saber, Shaftesbury y, sobre todo, F. Hutcheson (t 1747), a quien leyó siendo muy joven.
Hume rechaza los intentos de fundar la ética en la razón, por dos razones: 1) La razón es incapaz de mover
al hombre. Lo que le mueve es la pasión o el sentimiento. 2) El bien y el mal, los deberes, la virtud, el vicio,
no constituyen ni relaciones de ideas, ni cuestiones de hecho, sino que tienen su origen en otro sitio. Así
pues, “las distinciones morales no se derivan de la razón”.
La falacia naturalista:“En todo sistema moral… uno se encuentra, de pronto, con la sorpresa de que, en
vez de las cópulas habituales de las proposiciones (es y no es), éstas están conectadas con un “debe” o “no
debe”. Este cambio aparentemente imperceptible, es de la mayor importancia” Tratado, III, 1, 1, p. 469.
Este texto, uno de los más famosos de Hume, denuncia lo que se ha venido en llamar “la falacia
naturalista”: pretender derivar del “ser” (lo que el hombre por su naturaleza es), el “deber ser” (el bien y el
mal morales, la virtud y el vicio).“Nada es menos filosófico que esos sistemas según los cuales la virtud es
algo idéntico a lo natural, y el vicio a lo no natural (o antinatura)”. Más bien al contrario, la virtud sería
propio de un refinamiento intelectual, de una segunda naturaleza, conseguida con mucho esfuerzo, sobre las
tendencias naturales del hombre. En conclusión, la moralidad no se basa en la razón, sino en el sentimiento:
“se siente más que se juzga”, y el sentimiento que descubre la virtud o el vicio es para Hume el de
aprobación o desaprobación, que son una forma básica del sentimiento básico de simpatía. Ahora bien, lo
que despierta este sentimiento es la utilidad de la acción contemplada para la colectividad: Todo lo que
contribuye a la felicidad de la sociedad, merece nuestra aprobación”.
Estos dos aspectos, emotivista y utilitarista, son novedosos en su época, y abrirán una línea de pensamiento
fecunda y muy influyente en los desarrollos de John Stuart Mill.

LA TEORÍA POLÍTICA EN EL EMPIRISMO


Antes de Hume, se había producido en las islas una auténtica revolución de ideas en el ámbito de la teoría
política. Si Thomas Hobbes había sido el teórico del absolutismo, John Locke, por su parte, con los mismos
materiales conceptuales (estado de naturaleza, derecho natural y ley natural, contrato social), cuarenta años
más tarde, y en el contexto de la segunda revolución inglesa, elabora una teoría política diametralmente
opuesta: es el gran teórico del liberalismo político. Locke, en los dos Tratados sobre el gobierno civil, hace
coincidir la ley de la naturaleza con la razón, y el poder procederá del contrato social.
En el estado de naturaleza, todos los hombres son libres, iguales e independientes. Pero, en contra de lo
apuntado por Hobbes, existe para Locke el derecho de propiedad.
El Estado es creado por un contrato entre los hombres para proteger mejor el derecho de propiedad. El
contrato supone ceder algunos derechos, aunque no todos. Fundamentalmente los de hacer leyes y castigar a
los infractores. El poder supremo es el poder legislativo, “ese juez con autoridad para decidir todas las
disputas y reparar todos los daños que pueda sufrir un miembro cualquiera de la sociedad, es el que saca a
los hombres del estado de naturaleza” (Segundo Tratado, 7, 89).

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Locke propone, siguiendo al influyente pensador francés Montesquieu, una separación de poderes:
legislativo, ejecutivo (que incluía el federativo). La resistencia al poder, es para Locke siempre un derecho.
La tolerancia es otro de los temas tratados por Locke, quien defiende la libertad de pensamiento y la
libertad en todo aquello en que no se perjudique a los demás. Establece una neta separación entre lo
temporal y lo espiritual. Locke, teórico de la Revolución norteamericana que en breve iba a fraguarse, no es
en modo alguno un revolucionario. Desconfía, eso sí, del absolutismo del monarca tanto como de la
soberanía popular. Su ideal político concuerda con el de la clase media en expansión.
La teoría política de Hume: En general, cabe decir que es mucho más consecuente con el empirismo que la
de Locke, ya que sostiene Hume que los supuestos “estado de naturaleza” y “pacto social” no son sino
ficciones indemostrables. Es la utilidad de los hombres lo que explica la formación de las sociedades a partir
de la célula familiar. No hay que buscar “fundamentación trascendente” a la legitimidad del poder: el poder
es un hecho que se funda, a su vez, en hechos (usurpación, transmisión hereditaria, elección…). En suma,
utilitarismo (que será seguido nada menos que por Adam Smith y Jeremy Bentham, fundadores de la
moderna teoría económica), y positivismo (los hechos pueden ser medidos y cuantificados) políticos.

DIOS
La misma utilidad e interés justifican la creencia religiosa. Hume, preludiando en esto a Inmanuel Kant,
quien leyó a Hume con atención, realiza una crítica radical de las pruebas de la existencia de Dios:“No se
puede demostrar que encierre contradicción afirmar que Dios no existe”. Hume no considera tal
proposición como una verdad necesaria. Por su parte, también critica la prueba cosmológica de un Dios
como causa primera y última, aplicando la crítica que ya hemos visto al principio de causalidad. Estudiando
la historia natural de la religión llega a la conclusión de que el politeísmo precedió al monoteísmo, y que
éste tiene el peligro de conducir a la intolerancia. “Ser un escéptico filosófico es el primer paso y el más
esencial para ser un cristiano sincero y creyente: ésta es la proposición que yo recomendaría”, puede leerse
al final de su obra Diálogos sobre la religión natural. Así, Hume sitúa su escepticismo moderado entre el
dogmatismo y la superstición, sirviendo de inspiración de la “confianza en la razón” que se va a erigir en
protagonista del pensamiento de la Ilustración.

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