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Estudio del valor y el alcance del conocimiento humano: el problema crítico
El origen de las ideas es la EXPERIENCIA: negación del innatismo
La razón es CRÍTICA: analiza sus posibilidades y límites
La experiencia es el origen y el límite del conocimiento
El criterio de verdad es la experiencia
Utilización del método inductivo (ciencias experimentales)
Del mismo modo que Newton había descubierto en la naturaleza las leyes del
movimiento de los cuerpos, Hume intentará descubrir las leyes psicológicas que explican la
asociación de ideas en la mente y fundamentar en ellas el conocimiento.
Defiende que la única fuente de conocimiento son los sentidos y que todos los
contenidos de la mente son percepciones. Estas son de dos tipos, impresiones e ideas.
Las impresiones son las percepciones originadas por los sentidos, es decir, los
actos inmediatos de la experiencia. Como la experiencia puede ser externa o
interna, habrá dos tipos de impresiones: impresiones de sensación (surgen de
causa externa y desconocida y mediante ellas conocemos las cualidades de los
objetos del mundo externo) e impresiones de reflexión que derivan de las ideas
(cuando las impresiones de sensación desaparecen dejan huellas en la mente que
reaparecen en forma de ideas. Las ideas son el origen a su vez de las impresiones
de reflexión y mediante éstas conocemos nuestros estados de conciencia). También
pueden ser simples, si proceden solo de un sentido o complejas si proceden de
varios.
Las ideas son copias o huellas de las impresiones cuanto éstas han desaparecido;
por lo que no aportan ningún contenido de conocimiento nuevo que no haya sido
dado por la impresión correspondiente. Se diferencian de las impresiones en que
son más débiles y pueden aparecer en un orden temporal distinto. Pueden ser
simples o complejas.
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Por tanto, el criterio de verdad es que una idea será verdadera si procede de la impresión
correspondiente, si no es así será falsa
(No hay ideas innatas; las ideas no se obtienen por abstracción frente a la hipótesis
tomista; tampoco son arquetipos ejemplares frente a Platón, los neoplatónicos y S.
Agustín; ni universales según el modo escolástico; ni modos del pensamiento según
Descartes. Hume defiende un nominalismo: las llamadas ideas universales, no son
más que palabras, no se refieren a nada real)
El ser humano posee la facultad de la memoria, que permite recordar las impresiones
del pasado y formar las ideas, y la facultad de la imaginación capaz de variar y de
combinar de diversas formas las ideas entre sí siguiendo tres leyes de asociación:
Tipos de conocimiento
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humano opera con las impresiones y las ideas para construir los juicios o proposiciones
científicas. Sólo hay dos tipos de juicios o conocimientos válidos: relaciones de ideas y
las cuestiones de hecho.
Los juicios por relaciones de ideas: Se construyen conectando entre sí ideas que
guardan una determinada relación. Dependen exclusivamente de la actividad de la
razón. Las proposiciones de este tipo expresan simplemente relaciones entre ideas,
de tal modo que el principio de contradicción será la guía para determinar su verdad
o falsedad. Las proposiciones que las expresan son analíticas: el predicado está
contenido en la noción del sujeto, y son a priori, independientes de la experiencia
(universales y necesarias). Sólo en este campo es posible la certeza, pero se ha
renunciado a decir nada acerca de la realidad. A este tipo de conocimiento
pertenecen la lógica y la matemática.
Los juicios por cuestiones de hecho: Se construyen a partir de los datos obtenidos
de la experiencia y su verdad solo puede ser conocida mediante una comprobación
experimental (depende de las impresiones). Por tanto, no son evidentes. Lo
contrario de un hecho es, en principio, siempre posible. No hay ninguna
contradicción en la proposición "el sol no saldrá mañana", ni es menos inteligible
que la proposición "el sol saldrá mañana". No podríamos demostrar su falsedad
recurriendo al principio de contradicción. Sus verdades no son necesarias ni
universales, por tanto sus razonamientos serán únicamente probables ( proposiones
sintéticas- el predicado no está contenido en la noción de sujeto- y a posteriori- a
partir de la experiencia). Sólo engendran mera opinión, aunque se nos impongan
necesariamente por virtud de la “costumbre”. A este tipo de conocimiento
pertenecen las ciencias empíricas.
El problema de la causalidad
¿A qué debemos recurrir, pues, para determinar si una cuestión de hecho es verdadera o
falsa? Todos los razonamientos sobre cuestiones de hecho, más allá de los sentidos y la
memoria, parecen estar fundados en la relación de causa y efecto.
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conocimiento de hechos, cosa que tampoco es, porque nuestro conocimiento de hechos se
limita a impresiones actuales e ideas actuales.
Sin embargo, en nuestra vida estamos seguros que determinados hechos sucederán:
damos por sentado que dos fenómenos que siempre se han producido de manera contigua
tienen entre sí una relación de causa-efecto. Nos basamos en una inferencia causal y
pensamos que entre el efecto y su causa hay una conexión necesaria. Hume aplicará, en
este momento, el criterio de verdad.
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real, este tipo de proceder tiene un cierto fundamento psicológico, el hábito y la
costumbre.
EL PROBLEMA DE LA SUSTANCIA:
Una vez analizado el origen y límite del conocimiento, Hume extrae las consecuencias
que se derivan para el conocimiento de la realidad. Se preguntará por la validez de la
idea de sustancia, y lo hará recurriendo al criterio de verdad que había fijado
anteriormente en el análisis del conocimiento para determinar la validez de una idea. La
principal tesis de Hume es que no solo no es posible el conocimiento de las tres sustancias
tradicionales (alma, mundo y Dios), sino que ni siquiera se puede afirmar que existan
(negación de la metafísica).
¿Cómo se produce, entonces, la idea de sustancia, sobre la que tantos filósofos han
estado de acuerdo? La idea de sustancia es producida por la imaginación; no es más que
una "colección" de ideas simples unificadas por la imaginación bajo un término que nos
permite recordar esa colección de ideas simples, una colección de cualidades que están
relacionadas por contigüidad y causación (que son dos de las leyes por las que se regula
la asociación de ideas, independientemente de que a estas les corresponda o no alguna
impresión).
Crítica a las ideas o conceptos abstractos: Todas las ideas son, pues, particulares. Lo
que llamamos conceptos o ideas abstractas, son el resultado de una generalización
inductiva, procedente de la experiencia, por la que terminamos por dar el mismo nombre a
todos los objetos entre los que encuentro alguna semejanza o similitud.
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existe porque es la causa de nuestras impresiones es una inferencia inaceptable,
porque no podemos relacionar una impresión con algo que está más allá de
nuestras impresiones. El principio de causalidad está limitado a aquello de lo que
tenemos impresión.
Hume rechaza la concepción teísta de Dios (posición que defiende la existencia de Dios
trascendente, personal, único y supremo), la deísta (posición que defiende la existencia de
un Dios racional, negando valor a la revelación y a los rituales religiosos) y la religión
natural (posición que defiende que Dios habría transmitido en tiempos remotos un
sentimiento religioso a todos los hombres).
Comienza por negarle validez a las pruebas que pretenden demostrar racionalmente
la existencia de Dios. Éstas pueden ser reducidas a tres tipos diferentes:
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puede ser concebido como no existiendo, por lo tanto, no hay nada que exista
necesariamente. La existencia real es un hecho, y para las cuestiones de hecho su
contrario no implica contradicción.
3. Otro tipo de pruebas parten de que hay un orden en el universo y que, por lo tanto,
tiene que haber una causa inteligente de ese orden (quinta vía de S. Tomás).
Además de encontrarnos con la problemática noción de causa, esta prueba tiene
otro fallo. Hume dice que toda causa es proporcionada al efecto; si el mundo es
finito e imperfecto es difícil de sostener que su causa sea infinita y perfecta, y si la
causa del mundo es finita no hay razón para suponer que hay una causa única y no
varias.
Que la moralidad existe es considerado por Hume como una cuestión de hecho: todo el
mundo hace distinciones morales; cada uno de nosotros se ve afectado por
consideraciones sobre lo bueno y lo malo. Las discrepancias empiezan cuando nos
preguntamos por el fundamento de tales distinciones morales: ¿Se fundan en la razón,
como han afirmado los filósofos desde la antigüedad clásica, de modo que lo bueno y lo
malo son lo mismo para todos los seres humanos? ¿O se fundan en el sentimiento, en la
forma en que reaccionamos ante los "objetos morales" según nuestra constitución
humana?
Hume nos ofrece argumentos detallados con los que rechazar la posibilidad de que la
razón sea la fuente de la moralidad, que derivan, en última instancia, de su análisis del
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conocimiento. Nos había dicho, en efecto, que sólo existían dos operaciones del
entendimiento, dos modos mediante los cuales puede la razón conocer algo: el
conocimiento de hechos y el conocimiento de relaciones de ideas. Si decimos que la razón
es la fuente de las distinciones morales, tales distinciones deberían obtenerse mediante
uno de los dos tipos de conocimiento señalados. Pero no ocurre así: ninguno de ellos nos
permite obtener la menor noción de lo bueno y lo malo.
Hume parte de la diferencia entre el ámbito del ser (cómo son las cosas) estudiado por la
razón y la filosofía teórica, y el ámbito del deber ser (cómo deberían ser) perteneciente al
mundo de los sentimientos y las emociones y estudiado por la filosofía práctica. Las teorías
éticas anteriores han confundido los dos ámbitos y han fundamentado el comportamiento
moral en la razón.
Lo que denominamos "bueno" y "malo" no puede ser considerado como algo que
constituya una cualidad o propiedad de un objeto moral. Si analizamos una acción moral,
sea buena o mala, y describimos los hechos, aparecerán las propiedades de los objetos
que interviene en la acción, pero no aparecerá por ninguna parte lo "bueno" o lo "malo"
como cualidad de ninguno de los objetos que intervienen en la acción, sino como un
"sentimiento" de aprobación o desaprobación de los hechos descritos.
Por lo demás, la moralidad no se ocupa del ámbito del ser, sino del deber ser: no
pretende describir lo que es, sino prescribir lo que debe ser. Pero de la simple observación
y análisis de los hechos no se podrá deducir nunca un juicio moral, lo que "debe ser". Hay
un paso ilegítimo del ser (los hechos) al deber ser (la moralidad). Tal paso ilegítimo
conduce a la llamada "falacia naturalista", sobre la que descansan en última instancia tales
argumentos.
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La razón no puede, pues, encontrar fundamento alguno para la distinción de lo "bueno" y
lo "malo", para las distinciones morales en general, ni a través del conocimiento de hechos
ni a través del conocimiento de relación de ideas, por lo que parece quedar claro, dice
Hume, que la moralidad no se funda en la razón. Sólo queda, pues, que se base en el
sentimiento.
Consideramos, pues, que algo es bueno o malo, justo o injusto, virtuoso o vicioso, no
porque la razón capte o aprehenda ninguna cualidad en el objeto moral, sino por el
sentimiento de agrado o desagrado, de aprobación o rechazo que se genera en nosotros al
observar dicho objeto moral, según las características propias de la naturaleza humana.
Las valoraciones morales no dependen, pues, de un juicio de la razón, sino del
sentimiento. A esta postura se le denomina emotivismo moral.
¿Qué garantía tenemos, entonces, de coincidir con los demás en tales valoraciones
morales, eliminada la posibilidad de que la valoración moral dependa de categorías
racionales, objetivas, universales? ¿No nos conduce esta teoría a un relativismo moral?
Hume da por supuesto que la naturaleza humana es común y constante y que, del
mismo modo que el establecimiento de distinciones morales es general, las pautas por las
que se regulan los sentimientos estarán sometidas también a una cierta regularidad o
concordancia. Uno de esos elementos concordantes es la utilidad, en la que Hume
encontrará una de las causas de la aprobación moral. La utilidad, en efecto, la encontrará
Hume en la base de virtudes como la benevolencia y la justicia. Esto le convierte en un
precursor del movimiento utilitarista nacido en Inglaterra a comienzos del s. XIX.
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