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TEMA 6.

DE LA “PAZ ARMADA” A LA GUERRA MUNDIAL

EL ESCENARIO INTERNACIONAL: LA “PAZ ARMADA” (1870-1914)

Tras la guerra franco-prusiana (1870-1871) y la creación del Segundo Reich, se inició una nueva
etapa en las relaciones internacionales marcada por la hegemonía de Alemania en el continente eu-
ropeo y la amenaza latente de una revancha francesa.
La historiografía denomina a este periodo “Paz Armada” porque en él no se produjo ninguna con-
frontación de guerra entre las grandes potencias europeas, pero al mismo tiempo todas emprendie-
ron una carrera armamentista con el fin de disuadir de la guerra a sus potenciales enemigos, apli-
cando el aforismo latino si vis pacem, para bellum (“si quieres la paz, prepara la guerra”).

-La Europa de Bismarck: la paz bajo arbitraje alemán (1870-1890)

Alemania, tras su unificación, era la primera potencia europea, junto con el Reino Unido. Pero este,
interesado sobre todo en sus cuestiones internas y en su imperio colonial, se mantenía en una situa-
ción de “espléndido aislamiento” respecto a los asuntos del continente europeo. Por tanto, fue Bis-
marck, canciller de Alemania, quien, hasta su caída en 1890, ejerció como árbitro y artífice del
nuevo orden internacional de Europa.
El objetivo último del llamado “Canciller de Hierro” era la estabilidad europea bajo hegemonía
alemana, aplicando una política pragmática y realista (realpolitik) que giraba en torno a tres ejes de
actuación:

A. El aislamiento internacional de Francia, su principal enemigo, para protegerse de su posi-


ble afán de revancha tras la guerra franco-prusiana y evitar una alianza contra Alemania.
B. Las buenas relaciones con Reino Unido, para que se mantuviera lo más alejada posible de
los asuntos europeos.
C. El apoyo al Imperio austrohúngaro, de numerosa población germana, en su expansión por
los Balcanes a costa del “enfermo” Imperio turco.

Para ello, Bismarck, a menudo con pactos secretos, desarrolló una activa labor diplomática y logró
crear un sistema de alianzas en torno a Alemania que se fue modificando según las circunstancias de
cada momento.

Primer sistema de Bismarck (1872-1878)

En 1872 Alemania, con el fin de aislar a Francia, formó la Liga de los Tres Emperadores con Aus-
tria-Hungría y Rusia. Era una alianza de potencias conservadoras para la defensa mutua en caso de
agresión exterior a alguna de ellas.
Pero se deshizo tras la guerra ruso-turca (1877-78), por el conflicto de intereses entre Austria-Hun-
gría y Rusia en los Balcanes, cuyo dominio y control ambas potencias pretendían arrebatar al Impe-
rio turco.

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Rusia, que había iniciado y ganado la guerra, obtuvo por el tratado de San Stefano grandes ventajas
en la zona, sobre todo con la creación de la Gran Bulgaria, que quedaba bajo su influencia y se ex-
tendía desde el mar Negro al Egeo. Pero Austria-Hungría y Reino Unido, alarmados ante la prima-
cía alcanzada por Rusia en los Balcanes, presionaron para revisar el tratado y Bismarck convocó el
Congreso de Berlín de 1878, cuyo tratado final perjudicó a Rusia y favoreció a Austria-Hungría, que
no había participado en la guerra:

a) Se mantuvieron las independencias de Rumanía, Serbia y Montenegro, estas dos últimas, de


mayoría eslava, como los territorios rusos.

b) Pero la Gran Bulgaria, de enorme valor estratégico para Rusia, quedó reducida a Principado
autónomo dentro del Imperio turco, y perdió más de la mitad de su territorio por el sur y la salida
al Egeo.

c) En cambio, Austria-Hungría obtuvo la administración de Bosnia-Herzegovina; y Reino Unido,


Chipre.

En consecuencia, Rusia se sintió agraviada y se distanció de la Liga.

Segundo sistema de Bismarck (1879-1887)

Bismarck no tardó mucho en recomponer el sistema de alianzas. El primer paso fue la firma en 1879
de un acuerdo secreto entre Alemania y Austria-Hungría, en previsión de un posible ataque de Ru-
sia.
Pero tras el asesinato del zar ruso Alejandro II en 1881, se atrajo a su sucesor, el muy autoritario
Alejandro III, y restauró la Liga de los Tres Emperadores.
Al mismo tiempo, Italia, rival de Francia en la ocupación colonial del norte de África, buscó la
alianza con Alemania. Bismarck puso la condición de que Austria-Hungría también formara parte
de ella y así surgió en 1882 la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia).
Todo parecía indicar que Bismarck había alcanzado por completo sus objetivos: la paz y la estabili-
dad en Europa bajo hegemonía alemana, y el aislamiento de Francia. Y fue el organizador de la

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Conferencia de Berlín para el reparto de África (1884-1885), incluso sin ser Alemania una potencia
colonial.
Sin embargo, tanto en la Liga de los Tres Emperadores como en la Triple Alianza sus miembros
mantenían las viejas rivalidades: Austria y Rusia en la primera, por los Balcanes; y Austria e Italia
en la segunda, por los territorios del sur de Austria reclamados por Italia (Trentino, Istria, etc.).

Tercer sistema de Bismarck (1887-1890)

El tercer sistema bismarckiano se configuró en 1887, pero fue un mero reajuste del segundo:

A. La Liga de los Tres Emperadores no se renovó y Bismarck se tuvo que resignar a firmar solo
con Rusia el Tratado de Reaseguro de 1887, un pacto secreto de no agresión.
B. En cambio, la Triple Alianza (Alemania, Austria e Italia), sí se renovó, una vez transcurridos
los cinco años de vigencia desde su firma en 1882.

-El cambio de rumbo alemán desde 1890: la weltpolitik de Guillermo II

En 1888, tras la muerte de Guillermo I y el breve reinado de Federico III, subió al trono de Ale-
mania Guillermo II, que inicialmente mantuvo a Bismarck como canciller. Pero las ideas del nuevo
káiser respecto a la política y al papel que debía desempeñar Alemania en el mundo eran muy dife-
rentes de las de Bismarck, por lo que este acabó dimitiendo en 1890.
Desde entonces, las relaciones internacionales entraron en una nueva fase, caracterizada por el
abandono de la realpolitik bismarckiana y la aplicación, por parte de Guillermo II, de la weltpolitik
(“política mundial”), una estrategia agresiva y expansionista que no consideraba suficiente el aisla-
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miento de Francia y la hegemonía en Europa, sino que aspiraba a una posición de Alemania en el
mundo acorde con su poderío económico y militar.
Para ello, orientó su acción en tres direcciones:

1. Una mayor intervención alemana en el reparto colonial de África y Asia, que se había inicia-
do con Bismarck, sin ser objetivo prioritario.
2. Una abierta competencia con el Reino Unido por el liderazgo mundial en los ámbitos eco-
nómico y militar.
3. La creación de una potente marina de guerra, que Guillermo II consideraba el principal ins-
trumento de su weltpolitik, tanto para convertir a Alemania en la primera potencia mundial,
como para competir en los mares con el Reino Unido, donde su hegemonía era indiscutible.
El resultado fue que, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, la flota de guerra alemana
era ya la segunda de Europa, solo por detrás de la británica.

Por tanto, el sistema de Bismarck se desmoronó y Alemania pasó de ser el árbitro de la paz en Eu-
ropa a convertirse en una fuerza amenazadora en el mundo. Aunque en opinión de los contemporá-
neos una guerra entre potencias parecía improbable y nadie la deseaba, empezó a vislumbrarse ya
como una posibilidad.

-La división de Europa en dos bloques: la Triple Alianza y la Triple Entente

El cambio de rumbo alemán desde 1890 no impidió renovar la Triple Alianza de Alemania, Austria-
Hungría e Italia, aunque la vinculación de esta última siempre fue más débil y acabaría abandonán-
dola con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Pero las relaciones germano-rusas se deteriora-
ron, no solo por la inclinación alemana a apoyar a Austria-Hungría en los Balcanes en perjuicio de
Rusia, sino también por su negativa a apoyar financieramente la incipiente industrialización rusa, lo
que sí hizo Francia. Por tanto, el Tratado de Reaseguro no se renovó.
Por otra parte, el Reino Unido, ante la amenaza de la nueva política alemana, agresiva e imperialis-
ta, empezó a implicarse en los asuntos europeos, de los que se había desentendido hasta entonces,
salvo que le afectaran muy directamente.
La consecuencia de todo ello fue lo que siempre había tratado de evitar Bismarck: la formación de
una alianza antialemana en torno a Francia.
El primer paso fue la alianza entre Francia y Rusia en 1891, a través de varios acuerdos de ayuda
mutua. De este modo, Francia salió por fin del aislamiento diplomático a que había estado sometida
por Bismarck.
Después, el acercamiento de Francia y Reino Unido dio lugar a la firma en 1904 de la Entente Cor-
dial, un tratado de no agresión y de reparto de zonas de influencia en la expansión colonial, que po-
nía fin a la tradicional rivalidad entre ambos países. Finalmente, con la incorporación de Rusia en
1907 a la alianza francobritánica, nació la Triple Entente.
Europa quedó así dividida en dos bloques opuestos (la Triple Alianza de Alemania, Austria-Hungría
e Italia; y la Triple Entente de Francia, Reino Unido y Rusia), cuyo temible potencial militar parecía
disuadir de una guerra entre ellos, pero que, en caso de producirse, sería de una magnitud y conse-
cuencias incalculables, como se pudo comprobar en la Primera Guerra Mundial.

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-La carrera armamentista y la exaltación patriótica

Todas las grandes potencias europeas compartían la idea de que la mejor estrategia para alejar la
posibilidad de un ataque enemigo era el rearme preventivo, de acuerdo con el ya mencionado afo-
rismo latino: “si quieres paz, prepara la guerra”.
Desde finales del siglo XIX, la preparación para la guerra en Europa era patente:

A. Los gastos militares crecieron constantemente. Por poner solo dos ejemplos, uno de cada
bloque, entre 1870 y 1914, Reino Unido triplicó sus gastos de defensa y Alemania los multi-
plicó por diez.
B. También aumentó el tamaño de los ejércitos. Excepto en Reino Unido, donde permaneció
estable, en los demás países se duplicó.
C. El equipamiento militar mejoró de forma notable, gracias a la aplicación de los grandes
avances tecnológicos a la industria militar (acorazados, submarinos, aviación, etc.).

Al mismo tiempo, se desarrolló en todos los países, en especial en Alemania, una activa y constante
campaña ideológica para fomentar entre la población un sentimiento patriótico y nacionalista que
explica el fervor con que los soldados, muchos de ellos voluntarios, marcharon a la guerra en 1914.
Ni siquiera el internacionalismo del movimiento obrero, en pleno auge, fue capaz de contrarrestarlo.

-Los focos de tensión previos a la Gran Guerra: Marruecos y los Balcanes

En la década anterior al estallido de la Primera Guerra Mundial, la tensión internacional se manifes-


tó en una serie de crisis y conflictos en dos focos principales: uno colonial, Marruecos; y otro euro-
peo, la península de los Balcanes.

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Las tensiones en Marruecos (1905 y 1911)

Al comienzo del siglo XX, Marruecos era aún un reino independiente. Pero estaba dentro del área
francesa de expansión colonial por el norte de África, según el reparto que habían acordado Francia
y Reino Unido en la Entente Cordial firmada en 1904.
Alemania no estaba conforme con ese reparto, que perjudicaba sus intereses en la zona, y se propu-
so fortalecer su presencia en Marruecos (el sultán tenía una gran deuda con bancos alemanes) y de-
bilitar la de Francia.
La primera crisis marroquí se produjo en 1905, cuando el káiser Guillermo II en persona llegó a
Tánger, donde pronunció un discurso a favor de mantener la independencia del reino, lo que repre-
sentaba un ataque a las pretensiones francesas. Para resolver la situación del país, se convocó al año
siguiente (1906) la Conferencia internacional de Algeciras, en la que salió reforzada la posición de
Francia en Marruecos, que formalmente mantenía su independencia.
La segunda crisis (crisis de Agadir) estalló en 1911. Ante una rebelión interna en Marruecos, tropas
francesas acudieron en ayuda del sultán, lo que interpretaron los alemanes como una injerencia de
Francia en contra de los acuerdos de Algeciras. Con el pretexto de proteger a sus comerciantes en
Marruecos, Alemania envió un acorazado al puerto de Agadir. El apoyo de Reino Unido a Francia
fue decisivo y la crisis se resolvió con la cesión de una parte del Congo francés a Alemania, a cam-
bio de que esta reconociera el protectorado francés sobre Marruecos.
Por tanto, la intervención alemana tuvo un efecto contrario al que perseguía: Francia consolidó su
dominio sobre Marruecos, y la alianza francobritánica salió reforzada. Sin embargo, ambas crisis
estuvieron a punto de desencadenar una guerra entre potencias que en esta ocasión pudo evitarse.

Los conflictos en los Balcanes (1908-1913)

Como ya se ha visto, el Imperio turco estaba en plena descomposición y en el Congreso de Berlín


de 1878 se habían confirmado las independencias de Serbia, Montenegro y Rumanía, además de la
autonomía de Bulgaria y la cesión a Austria-Hungría de la administración de Bosnia-Herzegovina.
Por tanto, el Imperio turco en Europa solo mantenía el control efectivo sobre una estrecha franja en
los Balcanes, entre los citados territorios y Grecia.
Pero la tensión en la zona no disminuyó, pues a la vieja rivalidad por controlarla entre Austria-Hun-
gría y Rusia se añadió el afán del nuevo reino de Serbia por crear una Gran Serbia que reuniera en
un solo Estado a todos los territorios poblados por serbios, de los cuales más de las dos terceras par-
tes vivían dentro de las fronteras de los Imperios turco y austrohúngaro.
A partir de 1908 la tensión fue en aumento y llegó a ser crítica en tres ocasiones:

1. La anexión definitiva al Imperio austrohúngaro de Bosnia-Herzegovina (1908), que contaba


con una numerosa población serbia y había estado, desde el Congreso de Berlín, bajo admi-
nistración austriaca, aunque nominalmente pertenecía al Imperio turco. Rusia y Serbia se
opusieron a la anexión, pero tuvieron que aceptar los hechos ante el apoyo, una vez más, de
Alemania a Austria.
2. La primera guerra balcánica (1912-1913), en la que Serbia, Montenegro, Bulgaria y Grecia
(la Liga Balcánica), con el apoyo de Rusia, se enfrentaron al Imperio turco para arrebatarle
los territorios que aún conservaba en Europa. La victoria de la Liga dio lugar al nacimiento
de Albania como Estado independiente y a la pérdida, por parte de Turquía, de todos sus te-
rritorios europeos, excepto Estambul y su entorno.
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3. La segunda guerra balcánica (1913), que fue fruto del desacuerdo sobre el reparto de los te-
rritorios arrancados a Turquía. Se enfrentaron, por un lado, Bulgaria, y por otro, los demás
vencedores de la guerra anterior (Serbia, Montenegro y Grecia), a los que se añadieron Ru-
manía e, incluso, el Imperio turco. Las pérdidas territoriales de la derrotada Bulgaria benefi-
ciaron principalmente a Grecia y Serbia, y con esta indirectamente a Rusia.

En los Balcanes, sin embargo, la situación seguía inestable, y estos no tardarían en ser el escenario
de un conflicto que, esta vez sí, desencadenaría una catastrófica guerra mundial.

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL (1914-1918)

Al inicio del verano de 1914, Europa vivía una situación de paz que en nada hacía prever el estalli-
do inmediato de una guerra, ni siquiera local. Pero un hecho aislado en el interior del Imperio aus-
trohúngaro derivó, en apenas un mes, en una conflagración mundial.

-Las causas inmediatas de la guerra

El 28 de junio de 1914, el heredero de la corona austro-húngara, el archiduque Francisco Fernan-


do, visitaba Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina. Durante la visita, él y su esposa sufrieron un
primer atentado, del que salieron ilesos, pero poco después un segundo atentado acabó con sus vi-
das.
Su autor era un joven serbobosnio perteneciente a la sociedad secreta Mano Negra, organización
terrorista partidaria de construir una Gran Serbia, lo que exigía liberar a Bosnia-Herzegovina de la
“ocupación” austriaca. El magnicidio, aun siendo grave, habría quedado en un incidente interno si
Austria-Hungría no hubiera acusado a Serbia como instigadora del atentado, aunque su gobierno
nada tuvo que ver.

Francisco Fernando y su esposa,


asesinados por Gavrilo Princip
(derecha)

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El asesinato del archiduque de Austria fue, por tanto, el detonante de la guerra. Tras casi un mes de
constantes contactos diplomáticos entre las grandes potencias europeas para evitarla, a finales de
julio los hechos se precipitaron en una reacción en cadena:

1. Austria envió un ultimátum* a Serbia (23 de julio), exigiéndole la adopción de una serie de
medidas que suponían una intromisión humillante en sus asuntos internos. Aunque Serbia se
mostró dispuesta a aceptar todas menos una, Austria declaró la guerra a Serbia (28 de julio),
contando con el apoyo de Alemania, que era el verdadero propósito del ultimátum.
2. Rusia decretó la movilización general en defensa de Serbia (30 de julio).
3. En los días siguientes, la guerra se extendió por toda Europa: entre el 1 y el 3 de agosto,
Alemania declaró la guerra a Rusia y Francia, que eran aliadas, e invadió la neutral Bélgica,
para atacar a Francia por el norte; al día siguiente, Reino Unido declaró la guerra a Alema-
nia, por la invasión de Bélgica; y así sucesivamente (el día 5, Austria a Rusia; el día 6, Serbia
a Alemania; el día 11, Francia a Austria; el día 13, Reino Unido a Austria).

De este modo, un contencioso local se transformó en una guerra europea entre las grandes potencias
y, por su extensión hacia los territorios coloniales, en una devastadora guerra mundial que, contra
todo pronóstico, duró más de cuatro años.

-El debate sobre las causas de fondo y los culpables de la guerra

Si bien no hay duda sobre cuál fue la secuencia de causas inmediatas que desencadenaron la guerra,
no por ello se deben pasar por alto otras causas más profundas, sin las cuales esa secuencia proba-
blemente se habría interrumpido en algún momento anterior y, como mucho, habría conducido solo
a otro conflicto local, uno más en los Balcanes. Pero los historiadores discrepan a la hora de deter-
minar la importancia de cada una de ellas. En cualquier caso y sin entrar en polémicas, casi todos
coinciden en que la guerra estuvo propiciada por la confluencia de diversas causas de fondo, que ya
se han mencionado y que conviene recordar:

a) El imperialismo colonialista, que imponía una fuerte rivalidad entre las grandes potencias por
repartirse el mundo, para abastecerse de materias primas o abrir nuevos mercados a sus produc-
tos y capitales. Durante mucho tiempo se consideró que esta había sido la causa principal de la
guerra.
b) La formación de dos grandes alianzas opuestas (Triple Alianza y Triple Entente), que implica-
ba el riesgo de convertir un conflicto local con algunos de sus países en una guerra contra todos
sus aliados.
c) La carrera armamentista, que aumentaba las posibilidades de que estallara una guerra, y de
una dimensión sin precedentes.
d) La exaltación de los nacionalismos, que al mismo tiempo que afirmaban el sentimiento de
orgullo y entrega a la propia nación, alimentaban la hostilidad hacia las otras naciones. Esto re-
sultaba manifiesto en el pangermanismo de Alemania y Austria, pero también en el paneslavismo
ruso y balcánico. Para una gran parte de historiadores, esta fue una de las causas principales de la
contienda, si no la más importante.

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Por otra parte, está el debate sobre quiénes fueron los culpables de que se produjera una guerra
mundial. Una teoría muy extendida atribuye la mayor responsabilidad a Alemania por varias razo-
nes:

A. Aspiraba a ser potencia hegemónica en Europa y para ello confiaba en su superior fuerza mi-
litar.
B. Desde la caída de Bismarck se había preparado para una guerra ofensiva, construyendo una
flota naval capaz de hacer frente a la del Reino Unido y planificando una estrategia de inva-
sión de Francia a través de Luxemburgo y Bélgica (el Plan Schlieffen).
C. Quería la guerra porque estaba segura de su victoria y, tras el asesinato del archiduque de
Austria en Sarajevo, no solo aseguró su apoyo a Austria, sino que la animó a iniciar la guerra
contra Serbia. Y después fue la responsable de extender el conflicto a toda Europa al declarar
la guerra a Rusia e invadir Bélgica y Francia.

Sin embargo, resulta difícil eximir por completo de responsabilidad al Imperio austrohúngaro, que
se quiso servir del apoyo alemán para reforzar su posición en los Balcanes y acabar con el problema
del nacionalismo eslavo; e incluso a Rusia, cuya inmediata movilización general de su ejército dis-
paró todas las alarmas en Europa y ofreció el pretexto a Alemania para poner en marcha toda su
maquinaria bélica.

-Los bandos

Las dos grandes alianzas europeas fueron el núcleo de los bandos contendientes:

A. Los llamados “imperios centrales”, Alemania y Austria-Hungría, a los que más tarde se unie-
ron Bulgaria y el Imperio turco; sin embargo, Italia, que formaba parte de la Triple Alianza,
no se alineó con ellos y, cuando se incorporó a la guerra, lo hizo en el otro bando.
B. Los llamados “aliados”, que eran los integrantes de la Triple Entente (Rusia, Francia y Reino
Unido) más Serbia y Bélgica, a los que en el curso de la guerra se unieron Japón, Italia, Por-
tugal, Montenegro, Grecia, Rumanía y, por último, Estados Unidos, que arrastró a las repú-
blicas americanas de Bolivia, Perú, Brasil y Uruguay.

A ellos habría que añadir algunos países más, que se vieron involucrados en el conflicto, a favor de
uno u otro bando.
En Europa solo permanecieron neutrales los países bálticos (Noruega, Suecia y Dinamarca), Países
Bajos, Suiza, España y Albania.
Por lo que a los recursos respecta, cabe decir que los ejércitos de los imperios centrales tenían mejor
preparación técnica y mayor movilidad; en cambio, los aliados contaban con la supremacía naval
británica y disponían de un volumen de población muy superior.
Al estallar el conflicto, Alemania tenía el mejor ejército del mundo. En términos numéricos sumaba
2.100.000 hombres en armas. Las tropas de reemplazo eran las mejores unidades del ejército, y es-
taban formadas por jóvenes que se incorporaban a ellas a los veinte años y permanecían dos en acti-
vo. Se trataba de un ejército muy bien formado y era un modelo de disciplina, instrucción y organi-
zación.

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Austria-Hungría contaba con una fuerza combatiente de 1.330.000 hombres, con criterios similares
a Alemania en organización militar y dotación de armamento, aunque su calidad global era muy in-
ferior a la de su principal aliado.
Francia, que había hecho enormes esfuerzos para mantener un ejército numéricamente poderoso,
consiguió armar a 1.800.000 hombres. Además, había implantado un mando unificado. Sin embar-
go, tenía una notable carencia de oficiales y suboficiales.
Rusia tenía el mayor ejército del mundo, con la apabullante cifra de 3.400.000 hombres. Sin embar-
go, la calidad no acompañaba a la cantidad y eran unas fuerzas armadas con muchas deficiencias de
entrenamiento, mando y dotación de armas y pertrechos personales.
Finalmente, Reino Unido, confiada en su poderosa marina de guerra, tenía un ejército minúsculo
comparado con su peso en el mundo. Eran unas fuerzas armadas profesionales, al ser el único país
de Europa que no tenía servicio militar obligatorio, y sumaba unos 170.000 hombres.
Esta fue una guerra con gran protagonismo de la artillería. También en este campo la ventaja alema-
na era muy considerable. Se ha calculado que esta ventaja sobre los británicos era de 10 a 1, y en
potencia de fuego, sobre los franceses, como mínimo de 4 a 1. Además, Alemania comenzó la gue-
rra con armas nuevas que no tenían sus enemigos, como las granadas de mano, morteros y artillería
motorizada, además de lanzallamas o proyectiles de gas.

-El desarrollo de la guerra

Los escenarios de la guerra fueron múltiples, en Europa y en las colonias, por tierra y por mar. Sin
embargo, conviene señalar que los dos principales frentes se localizaron en Europa: el occidental,
en el norte de Francia; y el oriental, más extenso, en el territorio fronterizo de Rusia con Alemania y
el Imperio austrohúngaro.
Por otra parte, en el curso de la guerra se fueron experimentando nuevas tácticas de lucha, como el
bloqueo marítimo o el bombardeo aéreo sobre ciudades y centros industriales. También se emplea-
ron nuevos medios y armas, como submarinos, aviones, carros de combate, ametralladoras e, inclu-
so, gases tóxicos; todos ellos creados por la aplicación de los avances tecnológicos de la segunda
revolución industrial al campo militar.
Por primera vez en la historia, se podía hablar de una “guerra total*”, ya que tuvo un carácter de-
vastador desconocido hasta entonces y movilizó a poblaciones enteras, tanto en los frentes como en
la retaguardia, donde los países beligerantes se vieron obligados a imponer una economía de gue-
rra*, fuertemente intervenida y dirigida por el Estado.

A. La guerra de movimientos (1914)

En los comienzos de la guerra, la ofensiva inicial corrió a


cargo principalmente de Alemania, cuyo Estado Mayor*
puso en marcha el Plan Schlieffen, consistente en invadir,
en el frente occidental, Francia a través de Luxemburgo y
Bélgica en una guerra relámpago*, para después concen-
trar todos los esfuerzos en el más difícil frente oriental con-
tra Rusia. La clave del plan estaba en contar con un ala de-
recha del ejército extremadamente fuerte en comparación
con el resto de unidades. Sin embargo, los sucesivos cam-
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bios del plan a lo largo de los años acabaron debilitando ese poderoso “brazo derecho” del ejército.
Francia también tenía su plan XVII (por el número de veces que se había modificado), mucho me-
nos ambicioso. La idea era simple: penetrar en Alemania por su frontera común, que daba acceso
inmediato a las provincias perdidas en 1870 (Alsacia y Lorena) y ocuparlas.
Finalmente los alemanes modifican el plan Schlieffen, renunciando a tomar París por el oeste.
Después de semanas de retrocesos agotadores, los franceses fueron capaces de hacer frente al inva-
sor, estabilizando la situación. La batalla del Marne comenzó el 6 de septiembre, abriendo una peli-
grosa brecha de más de 50 km entre el ejército alemán. La resistencia francesa en esta batalla detu-
vo el avance alemán y evitó la caída de París. En consecuencia, la guerra de movimientos fracasó y
Alemania se encontró ante un escenario que había querido evitar a toda costa: tener que atender al
mismo tiempo a la ofensiva en dos frentes, el occidental y el oriental, destinando al primero una
parte de su ejército mucho mayor que la prevista.
Las operaciones militares en el frente oriental tuvieron tres escenarios: al norte, en Prusia Oriental,
entre alemanes y rusos; en el centro, en la frontera germano rusa, con los mismos protagonistas,
junto a los austriacos; y en Serbia, entre el ejército de este país y el austrohúngaro. La buena organi-
zación del ejército alemán llevó a la victoria de Tannenberg, con la pérdida de unos 170.000 rusos,
entre muertos, heridos y prisioneros. A esta batalla se la consideró el mayor triunfo alemán de toda
la guerra.
Por otra parte, el Reino Unido, valiéndose de su poderosa armada, estableció un durísimo bloqueo
naval a Alemania en el mar del Norte, que mantuvo durante toda la guerra, para impedir que se
abasteciera incluso de alimentos, lo que acarreó numerosas muertes por desnutrición, en especial
entre las clases populares.
Fuera de Europa, Japón declaró la guerra a Alemania por su rivalidad con ella en las colonias de
Asia y el Pacífico.

B. La guerra de trincheras (1915-1916)

La paralización del avance alemán dio paso a una segunda fase de la guerra que se caracterizó por la
defensa de las posiciones en líneas de trincheras, cuya consecuencia fue la estabilización de los
frentes, sin avances ni retrocesos significativos.
Sin embargo, no se detuvieron los combates, que acababan en verdaderas carnicerías, por la exposi-
ción a que se veían obligados los atacantes y la escasa movilidad que tenían los defensores en las
trincheras. Gran parte de la actividad bélica en el frente occidental a partir de 1915 sigue un
desarrollo prácticamente similar: ofensivas aliadas (franceses y británicos) que comienzan con
enormes preparativos artilleros y que inicialmente parecen lograr sus objetivos o al menos conse-
guir algunos avances. Sin embargo, en poco tiempo la ofensiva es detenida por los alemanes, pro-
vocando su estancamiento y su muerte, y el consecuente regreso a las líneas de partida.
Se inicia así el momento álgido de los combates habidos durante la Primera Guerra Mundial. Entre
las batallas más importantes, habría que destacar dos, ambas en 1916 y en el norte de Francia: la de
Verdún, la más larga de la guerra (de febrero a diciembre), en la que los franceses contuvieron el
avance alemán; y la del Somme, la más sangrienta (más de un millón de bajas), en la que los alema-
nes repelieron la ofensiva franco-británica.
La batalla de Verdún comenzó el 21 de febrero de 1916 con el bombardeo de más de mil cañones
alemanes durante ocho horas en un frente de 12 kilómetros y con un consumo de dos millones de
proyectiles. Es el “infierno de Verdún”. En esta batalla se utilizó por primera vez el lanzallamas y
aparecieron las tropas de asalto alemanas dotadas de granadas y morteros ligeros.
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La buena organización de los franceses permitió contener a las tropas alemanas. Sin embargo, las
bajas fueron abrumadoras por ambas partes: en total unos 700.000 hombres de ambos bandos. Un
dato abrumador lo proporciona el consumo de proyectiles durante la batalla: 50 millones entre am-
bos bandos, más que todos los habitantes de Francia.
La batalla del Somme fue la ofensiva que los aliados habían planeado en el frente occidental para
1916. El ataque fue precedido por un masivo bombardeo artillero de una semana de duración contra
las líneas defensivas alemanas. En esta batalla, además del uso de la ametralladora, aparece una
nueva arma: el tanque, que fue utilizado por vez primera por sus inventores, los británicos.
También en 1916 tuvo lugar la mayor confrontación naval de la guerra, la batalla de Jutlandia, al
oeste de Dinamarca. La ofensiva partió de Alemania, cuya intención era dar un duro golpe a la ar-
mada británica y romper su bloqueo naval. Pero aunque los británicos sufrieron más pérdidas, los
alemanes no alcanzaron su objetivo y en lo sucesivo optaron por la guerra submarina.
El excesivo número de bajas, con unos resultados escasos o nulos para ambos bandos, y la dureza
de las condiciones en el frente y en la retaguardia extendieron la oposición a la guerra desde finales
de 1916: en el frente francés, en el ejército ruso y en la armada alemana aumentaron las deserciones
y la indisciplina militar; y en la retaguardia el descontento se manifestó en numerosas huelgas y
protestas.

C. La incorporación de Estados Unidos y la retirada de Rusia: la fase final (1917-1918)

En 1917 se produjeron en el bando aliado dos hechos decisivos que cambiaron el rumbo de la con-
tienda: la incorporación a la guerra de Estados Unidos y la retirada de Rusia tras la Revolución de
octubre.
La llamada guerra submarina sin restricciones comenzó en febrero de 1915. Los alemanes declara-
ron zona de guerra los mares que rodeaban el Reino Unido como respuesta al bloqueo que los britá-
nicos levantaron contra Alemania. El 7 de mayo de ese mismo año, frente a las costas del sur de Ir-
landa, tuvo lugar el hundimiento por un submarino alemán del trasatlántico Lusitania. En él murie-
ron más de mil pasajeros y tripulantes, incluyendo 128 estadounidenses, lo que provocó airadas pro-
testas internacionales, muy especialmente por parte de Estados Unidos. Tras meses de deliberacio-
nes, Alemania declaró que en adelante los buques de países neutrales no serían atacados en el mar.
Los submarinos casi desaparecieron de los mares.
Sin embargo, la reanudación de la guerra submarina sin restricciones el 1 de febrero de 1917 tuvo
un peso importante en la entrada de Estados Unidos en el conflicto, que se produjo el 6 de abril.
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A este episodio hubo que añadir otro de naturaleza confusa, el denominado “telegrama Zimmer-
mann”, el descubrimiento de un telegrama secreto enviado por Alemania a su embajador en México,
en el que se planteaba la posibilidad de una alianza entre ambos países contra Estados Unidos. Am-
bos episodios llevaron a Estados Unidos a entrar en la guerra.
En esos momentos Estados Unidos era la primera potencia industrial y agrícola mundial, y la se-
gunda comercial. Además, su neutralidad durante tres años de guerra había aumentado la diferencia
económica que le separaba de las principales potencias que combatían en Europa. Pero era un gi-
gante con un ejército minúsculo. A lo largo de más de un año el ejército estadounidense, con la ayu-
da del reclutamiento obligatorio y de enormes recursos, movilizó a millones de hombres. Los pri-
meros desembarcaron en Francia en junio de 1917, sin embargo el grueso de las fuerzas no empeza-
ron a concentrarse en Europa hasta casi un año después. Al final de la guerra habían acumulado dos
millones de soldados en Francia.

En Rusia los desórdenes sociales provocados por la inflación y la falta de productos de primera ne-
cesidad, llevó a la revolución de febrero de 1917. Termina con ella el régimen zarista, instaurándose
un gobierno provisional presidido por Kerenski, que manifestó su disposición a continuar la parti-
cipación rusa en la guerra. Sin embargo, el líder revolucionario bolchevique Lenin, a su llegada a
Rusia desde el exilio, proclama la salida inmediata de la guerra.
Puede decirse que en estos momentos el ejército ruso se estaba descomponiendo. El empuje alemán
terminó de derribar su resistencia, produciéndose deserciones masivas: hasta 2.000.000 de hombres
al llegar el otoño.
Impulsados por su política de paz, los bolcheviques reforzaron su posición dentro del panorama po-
lítico de Rusia, y el 8 de noviembre dieron un golpe de estado que acabó con el gobierno provisio-
nal de Kerenski. De forma inmediata solicitaron conversaciones para la firma de un armisticio*
(diciembre de 1917). Rusia salió de la guerra. La culminación fue el Tratado de Brest-Litovsk (mar-
zo de 1918).
La retirada de Rusia favoreció a Alemania, que pudo concentrar todo su esfuerzo de guerra en el
frente occidental, pero la incorporación de Estados Unidos a la guerra, con su potencial económico
y el envío de fuerzas militares a Europa, inclinó la balanza a favor de los aliados.
A partir del 18 de julio, los aliados recuperaron la iniciativa en el frente. Franceses, británicos y es-
tadounidenses empujan hacia el este al ejército alemán, de modo que, el 8 de agosto, se produjo en
Amiens la primera derrota alemana en cuatro años. En agosto de 1918 la guerra entró en su fase fi-
nal, ante una ya previsible derrota de los imperios centrales. Las últimas ofensivas aliadas se produ-
jeron a principios de noviembre.

Las primeras rendiciones y armisticios se produjeron en el frente balcánico: Bulgaria (29 de sep-
tiembre), Imperio turco (30 de octubre) e Imperio austrohúngaro (3 de noviembre). En este último,
el emperador Carlos I abdicó apenas dos años después de haber ocupado el trono, y con él se extin-
guió el Imperio y la dinastía de los Habsburgo, que tanto poder había tenido en Europa desde el si-
glo XV.
La última potencia en rendirse fue Alemania. La desmoralización y el descontento respecto a la gue-
rra habían ido en aumento, tanto entre la población militar como entre la civil, y cada vez era mayor
la amenaza de una revolución social alentada por la experiencia rusa. Ante esta situación caótica y
la inevitable derrota, los jefes del Ejército propusieron al káiser la firma del armisticio. Guillermo
II abdicó, obligado por las circunstancias, y se exilió a los Países Bajos.

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Ese mismo día (9 de noviembre), para evitar la revolución, se entregó el Gobierno al socialista
Ebert y se proclamó la República. El nuevo gobierno republicano, por tanto, fue el encargado de
firmar el armisticio con los aliados el 11 de noviembre de 1918.

Prisioneros alemanes

-Las consecuencias inmediatas de la guerra

La Gran Guerra, por su dimensión mundial, su larga duración, el volumen de población movilizada
y el efecto devastador de las nuevas tácticas y armamentos, tuvo consecuencias de todo tipo y de
una magnitud sin precedentes en la historia.

A/ Consecuencias demográficas

Los datos relativos a los efectos de la guerra sobre la población resultan escalofriantes:

a) Más de 65 millones de hombres movilizados, de ellos más de 40 millones en el bando de los


aliados.
b) Más de 9 millones de soldados muertos, más de 20 millones de heridos y más de 8 millones de
desaparecidos.
c) Un número indeterminado, pero sin duda elevado, de bajas civiles.

A todo ello habría que sumar 6 millones de muertes que solo en Europa provocó la gripe española*
de 1918.
La mortalidad, como en toda guerra, incidió más en los hombres jóvenes, que fueron los moviliza-
dos para la lucha en los frentes. Esto, a su vez, junto con las dificultades económicas, repercutió en
un descenso de la natalidad, porque muchos matrimonios se aplazaron, otros quedaron rotos por la
muerte del marido y un gran número de mujeres no encontraron pareja por falta de varones.

B/ Consecuencias económicas

Las pérdidas materiales fueron también considerables, en especial en los frentes europeos: destruc-
ción de puentes, carreteras, ferrocarriles, edificios, instalaciones industriales, campos de cultivo, etc.

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En los países beligerantes europeos, no fue menos importante la reconversión del aparato producti-
vo para adaptarlo a una economía de guerra, dirigida e intervenida por el Estado, cuya prioridad ab-
soluta era la producción al servicio de las necesidades bélicas (armamento, equipamiento militar,
etc.). Esto tuvo consecuencias económicas muy negativas:

a) Se redujo al mínimo la producción de otros bienes, como los de consumo, lo que provocó
una gran escasez de los mismos y una elevada inflación en el interior de cada país.
b) Las potencias exportadoras se convirtieron en importadoras, tanto de bienes de consumo
como de otros que dejaron de producir para atender a la guerra.
c) El aumento de los gastos militares y de las importaciones provocó el endeudamiento de los
Estados, que tuvieron que recurrir a préstamos del exterior. Los aliados en particular contraje-
ron grandes deudas con Estados Unidos.

Por todo ello, Europa perdió su primacía en la economía mundial en favor de Estados Unidos, cuya
producción se vio favorecida por la guerra al aumentar la demanda europea de bienes de todo tipo.
En menor medida, Japón también salió beneficiado, pues, libre de la competencia europea, aumentó
sus exportaciones en Asia y, además, ocupó las colonias alemanas del Pacífico.

C/ Consecuencias sociales

Las dificultades económicas de la guerra y la inmediata posguerra provocaron un empobrecimiento


general de la población, que fue más notable en las clases medias y populares, debido a la escasez
de bienes de primera necesidad, a la inflación y al paro.
Sin embargo, una reducida minoría consiguió amasar cuantiosas fortunas: eran comerciantes, indus-
triales, banqueros y “nuevos ricos”, que supieron aprovechar, a menudo sin escrúpulos y a costa de
la desgracia ajena, las oportunidades de negocio que toda guerra ofrece.
En consecuencia, ya desde la última fase de la guerra cundió el descontento y aumentaron las ten-
siones sociales, pero más aún cuando finalizó y retornaron a la vida civil los excombatientes, la ma-
yoría de extracción humilde y muchos de ellos incapacitados o malheridos, para descubrir que solo
los esperaba la miseria y el paro en pago por haber arriesgado sus vidas al servicio de la patria.
Lo único positivo que, desde el punto de vista social, se derivó fue el mayor reconocimiento del pa-
pel de las mujeres, pues habían demostrado su valía en todo tipo de puestos de trabajo, sustituyendo
a los hombres movilizados para la guerra, y habían contribuido de manera decisiva al funciona-
miento de la economía y los servicios sociales.
Por ello, en los años siguientes nuevos países reconocieron el sufragio femenino, aunque en algunos
casos con carácter limitado.

D/ Consecuencias políticas

La crisis económica y el malestar social repercutieron en una inestabilidad política, especialmente


en los países derrotados.
El hecho más destacado fue la desaparición de los regímenes imperiales: la Revolución rusa acabó
con el imperio de los zares, el Reich alemán se transformó en república, y los Imperios austrohúnga-
ro y turco se desmembraron.

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Sin embargo, una de las principales consecuencias políticas fue el nuevo mapa de Europa que sur-
gió de los tratados de paz, firmados tiempo después de la finalización de la guerra, entre junio de
1919 y agosto de 1920 (tema 8).

Nuevo mapa de Europa después de la Paz de París

E/ Consecuencias sobre la psicología colectiva

Un aspecto no menos importante que los anteriores, aunque no se suele tener muy en cuenta, es el
efecto psicológico que tuvo una guerra de esta magnitud sobre la población europea.
En poco más de cuatro años se había pasado de un periodo de prosperidad, extraordinarios avances
científicos y confianza en el progreso, a un inesperado conflicto bélico que, de forma sorprendente
para la mayoría, adquirió carácter planetario, tuvo efectos devastadores y se prolongó en el tiempo
mucho más de lo que nadie había previsto.
Por tanto, no sorprende que una gran parte de la población europea cayera en un estado de ánimo
marcado por un profundo desconcierto, pesimismo y desengaño, que hizo volver la vista atrás con
nostalgia para calificar como Belle Époque al periodo anterior a la Gran Guerra.

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EL ARTE: DE LA BELLE ÉPOQUE AL IMPACTO DE LA GUERRA

Entre 1870 y 1918 el arte de Occidente experimentó una transformación radical: se aplicaron revo-
lucionarias innovaciones, tanto técnicas como formales; surgieron nuevos planteamientos sobre la
función del artista y de su obra; y se desmantelaron las bases de la tradición anterior, establecidas
desde el Renacimiento.
Fue además un periodo rico en corrientes y vanguardias artísticas, en el que se puede apreciar una
evolución clara desde la vitalidad creativa de la Belle Époque a la crisis de certidumbres provocada
por la guerra.

-Una nueva arquitectura

La arquitectura de la segunda mitad del siglo XIX tendió cada vez más hacia el eclecticismo (com-
binación en una misma obra de elementos de diferentes estilos), al mismo tiempo que se iba conso-
lidando una nueva arquitectura del hierro.

A/ La arquitectura del hierro se denomina así por su utilización del hierro para estructuras y sopor-
tes, al que después se añadió el acero, producido a gran escala por las pujantes industrias siderúrgi-
cas. Como material complementario, se generalizó también el uso del cristal en grandes superficies
de muros y cubiertas.
Este tipo de arquitectura, desarrollada por ingenieros, se aplicó en un principio a las nuevas cons-
trucciones requeridas por la revolución industrial (puentes, fábricas, estaciones de ferrocarril, mer-
cados, etc.), pero sus ventajosas innovaciones técnicas y materiales se fueron incorporando poco a
poco a las construcciones tradicionales realizadas por arquitectos (palacios, edificios públicos, etc.).
Algunas de las obras más audaces se realizaron con motivo de las Exposiciones Universales*,
como la Torre Eiffel, levantada en el recinto de la Exposición Universal de París de 1889. Carente
de espacio interior, sin finalidad práctica y de 300 metros de altura, fue todo un símbolo de las posi-
bilidades técnicas del hierro.

La Torre Eiffel, levantada durante la Exposición Uni-


versal de 1889

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B/ Fuera de Europa, al otro lado del Atlántico, surgió en Chicago, tras el demoledor incendio de la
ciudad en 1871, un innovador grupo de arquitectos que participó en su reconstrucción y transformó
su fisonomía.
El rasgo fundamental de la Escuela de Chicago fue la edificación en altura, para minimizar el coste
del suelo en el centro de la ciudad, lo que dio origen a los primeros rascacielos. Aunque su altura
era aún escasa, su elevación fue posible por el empleo de armazones metálicos, que permitían su-
perponer muchos pisos, y el ascensor mecánico, inventado poco antes.
El arquitecto más representativo fue Louis Sullivan, a quien se debe otro de los edificios emblemá-
ticos de la arquitectura moderna, contemporáneo de la Torre Eiffel, el Auditorium de Chicago
(1889), con diez niveles y una triple función: teatro de ópera, hotel y oficinas.

“Auditorium Building” (Chicago), Louis Sullivan. Terminó


de construirse en 1889, y hasta 1892 fue el edificio más alto
de la ciudad

“Almacenes Carson” (Chicago), Louis Sullivan.

C/ El Modernismo estuvo vigente entre 1890 y 1920, aproximadamente, y recibió diferentes deno-
minaciones en cada país: Art Nouveau (Francia y Bélgica), Modern Style (Reino Unido), Jungends-
til (Alemania), Sezession (Austria). La mayoría de estos nombres reflejan el afán de rechazo de la
arquitectura historicista y ecléctica, y la propuesta de un nuevo estilo elegante y placentero, adecua-
do al gusto de una alta burguesía refinada y orgullosa de su época. De hecho, una gran parte de los
nuevos edificios eran palacetes o viviendas burguesas.
Las construcciones modernistas incorporaron los avances de la arquitectura del hierro, como cubier-
tas de vidrio o columnas y estructuras metálicas, que se exhiben a la vista y adoptan con frecuencia
formas caprichosas inspiradas en el mundo vegetal. A todo ello se añadía rica decoración, con gran
variedad de motivos y colores, que transmite, tanto en el interior como en las fachadas, una grata
sensación de alegría.
La Casa Tassel (Bruselas), de Victor Horta, construida entre 1892 y 1893, se considera el manifies-
to inaugural del Modernismo, aunque el arquitecto probablemente más original y creativo fue el es-
pañol Antonio Gaudí, que dejó en Barcelona numerosas muestras de su genio.

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Chimeneas de la Casa Milá, Antonio Gaudí,
Barcelona

La escalera principal de la Casa Tassel, en Bru-


selas, Victor Horta (1892-93)

-La pintura

Entre 1870 y 1918, también la pintura experimentó una transformación radical de sus planteamien-
tos, a lo que contribuyó en gran medida, desde mediados del siglo XIX, la popularización de la fo-
tografía, difícil de superar en capacidad de imitación de la realidad y en rapidez de ejecución.

A/ Los años finales del siglo XIX: del impresionismo al postimpresionismo

En los años 70 del siglo XIX, Francia seguía siendo el centro de la cultura europea; y París, el gran
polo de atracción de artistas de toda Europa.
Fue en esta ciudad, precisamente, donde surgió en 1874 el impresionismo, el primer movimiento
que emprendió una profunda renovación de la pintura.
Los impresionistas representaban en sus cuadros todo tipo de temas de la realidad cotidiana (paisa-
jes, escenas urbanas con gente corriente, etc.), pero para todos ellos el tema carecía de significado o
mensaje (en esto se diferenciaban de la pintura tradicional) y solo buscaban la captación de los efec-
tos instantáneos de la luz, mediante una técnica de ejecución rápida a base de pequeñas pinceladas
sueltas de diferentes colores, que el pintor no mezclaba en su paleta, sino el espectador en su retina.
Entre todos los impresionistas (Manet, Degas, Renoir), el más representativo fue Claude Monet,
cuyo cuadro titulado Impresión, sol naciente (1872), está en el origen del nombre del grupo.

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“Impresión, sol naciente” (1872) de Claude Mo-
net

“Baile en el Moulin de la Galette” (1876) de Pierre-


Auguste Renoir

A partir de 1880 los denominados neoimpresionistas se propusieron una aplicación más rigurosa de
los recientes descubrimientos científicos sobre la luz y el color. Su técnica, también conocida como
puntillismo o divisionismo, consistía en dividir las masas de color en pequeños puntos de colores
puros y complementarios yuxtapuestos, que el espec-
tador mezclaba igualmente en su retina al observarlos
desde lejos. Pero esta técnica era muy laboriosa y
poco tenía en común con la espontaneidad caracterís-
tica del impresionismo. La figura más destacada fue
Georges Seurat, que invirtió dos años en pintar Una
tarde de domingo en la Grande Jatte (1884-1886), su
obra maestra.

Por otra parte, los postimpresionistas constituían un


reducido grupo de grandes pintores de estilos muy “Un baño en Asnières” (1884) de Georges Seu-
personales y diferentes: Cézanne se interesaba sobre rat
todo por la estructura y el volumen de las formas;
Van Gogh, por la fuerza expresiva del color para expresar agitados sentimientos y pasiones; Gau-
guin, por la pureza de paraísos primitivos aún no viciados por la civilización; Toulouse-Lautrec,
por el turbio ambiente del mundo del espectáculo, la prostitución y la noche parisina. Todos ellos
ejercieron una gran influencia en las diferentes corrientes del arte posterior.

“Frutero, copa y manzanas” (1879-80)


de Paul Cézanne
“La noche estrellada” (1889) de Vincent
Van Gogh
20
“Arerea” (1898) de Paul Gauguin

“Salón de la Rue des Moulins” (1894) de Toulouse-Lautrec

B/ Las primeras vanguardias del siglo XX

En las primeras décadas del siglo XX se produjo una continua aparición de nuevas corrientes artís-
ticas, a menudo de corta vida, pero de gran fuerza innovadora: son las conocidas como primeras
vanguardias o vanguardias históricas.
A pesar de sus diferencias, todas compartían un mismo afán de novedad y de ruptura con la tradi-
ción del arte anterior. En este sentido, los artistas reivindicaron su libertad creativa por encima de
todo, casi siempre con una actitud provocadora contra la sociedad, a la que despreciaban por su
convencionalismo y su carácter conservador.

*El fauvismo fue el primer “ismo” o vanguardia pictórica del siglo XX, esencialmente parisino y de
corta duración. Surgió como grupo (Matisse, Derain, Vlaminck) en 1905, y en 1908 ya se había
disgregado. Para el fauvismo, el cuadro no tenía por qué imitar la apariencia real de las cosas, ya
que es una realidad independiente; por tanto, se utilizan colores arbitrarios y subjetivos (“cuando
pongo un verde no quiero decir hierba, cuando pongo un azul no quiero decir cielo”, afirmaba Ma-
tisse).

*El cubismo apareció poco después, creado por Pablo Picasso y Georges Braque. Su origen se
puede datar en 1907, cuando Picasso pintó Las señoritas de Aviñón, y hacia 1914 comenzó a de-
caer. Interesados solo por las formas de los motivos (el tema era irrelevante), los cubistas se propu-
sieron representar en sus cuadros una “visión intelectual” de la realidad; es decir, no lo que se ve,
sino lo que se sabe de ella. Con ese objetivo, prescindían de la perspectiva y combinaban en el cua-
dro detalles de los motivos que correspondían a puntos de vista múltiples o, incluso, a momentos
diferentes. El resultado fue una verdadera revolución del lenguaje formal de la pintura y la ruptura
definitiva con la concepción renacentista del cuadro como fiel imitación de la realidad.

*El futurismo no surgió en Francia, sino en Italia en 1910, y cerró su primera etapa con la Primera
Guerra Mundial. En el Manifiesto de los Pintores Futuristas, el primero de los manifiestos artísticos
del siglo XX, firmado por Boccioni, Carrá y Severini, entre otros, se propugnaba una nueva estéti-

21
ca amante de la velocidad y el movimiento, para lo cual se servía de composiciones muy dinámicas,
con líneas curvas, o rectas y curvas contrapuestas, y colores muy contrastados.

*El expresionismo, cuyo precursor más inmediato fue el noruego Edvard Munch, El grito (1893),
se ha prolongado, con diversas variantes, hasta nuestros días. La pintura expresionista es ante todo
la expresión de los sentimientos del artista, que a menudo recurre a la deformación de las figuras o
el empleo del color de forma libre y subjetiva. Su máximo desarrollo se alcanzó en la segunda dé-
cada del siglo XX en Alemania, donde aparecieron los dos grupos más destacados: Die Brücke (“El
Puente”), entre 1905 y 1913, que adoptó una actitud crítica contra la sociedad burguesa; y Der
Blaue Reiter (“El Jinete Azul”), entre 1911 y 1913, que se interesó más por la capacidad expresiva
del color y llegó en algunos casos a la casi total disolución de las formas, preparando así el camino
a la pintura abstracta.

“La danza” (1906), Henri Matisse

“El grito” (1893), Edvard Munch

“Las señoritas de Aviñón” (1906-1907), Pablo Picasso

*La pintura abstracta, entendida como carente de todo elemento figurativo, se originó en la segunda
década del siglo y, como el expresionismo, se ha mantenido, con altibajos y diferentes matices, has-
ta la actualidad. Pero la abstracción nunca fue un movimiento unitario, sino que se manifestó a tra-
vés de diversas corrientes y personalidades artísticas que, sobre un planteamiento general de recha-
zo a cualquier referencia figurativa, propusieron estilos y lenguajes propios. Su iniciador fue el ruso
Kandinsky, uno de los fundadores del grupo expresionista alemán Der Blaue Reiter, que llegó a la
conclusión de que, para expresar emociones, el tema no era imprescindible, y decidió liberar el co-
lor de la servidumbre del motivo.

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*El dadaísmo, por último, surgió en plena guerra mundial en Suiza, país neutral donde se habían
refugiado muchos artistas de vanguardia, y en los años 20 se disolvió. No era propiamente un estilo
artístico, pues carecía de propuestas u objetivos comunes, sino más bien un movimiento heterogé-
neo de artistas (no solo pintores) que, a través del escándalo y la provocación, manifestaban con sus
obras una desafiante actitud de rechazo hacia todo lo establecido. En este sentido, el dadaísmo refle-
jaba fielmente el desengaño y la crisis de certidumbres que había generado la guerra.

“Amarillo-rojo-azul” (1925), Kandinsky

“La fuente” (1917), Marcel Duchamp

-La escultura

A diferencia de la arquitectura y la pintura, la escultura del siglo XIX se mantuvo en general dentro
del marco conservador de la estatuaria academicista de tradición clásica. Solo algunas figuras aisla-
das sobresalieron por encima del mediocre panorama dominante, en especial Auguste Rodin
(1840-1917), que se puede relacionar con el impresionismo por su forma de tratar las superficies
para producir cambiantes efectos de luces.
La renovación temática, técnica y formal de la escultura se pro-
dujo en el siglo XX. La figura humana dejó de ser el motivo prin-
cipal para dar paso a una gran variedad de formas, más o menos
cercanas a la abstracción. Se emplearon nuevos materiales y nue-
vas técnicas, y se reivindicaron nuevos valores estéticos, como
las deformaciones, las texturas, los huecos o vacíos como partes
significativas, etc.
Muchas de las obras más innovadoras de este periodo las realiza-
ron artistas vinculados a las primeras vanguardias, como Picasso
o Boccioni, pero también hubo grandes escultores que trabajaron
al margen de ellas, como el rumano Brancusi.

“El pensador” (1904) de Auguste Rodin

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VOCABULARIO

*Ultimátum: Resolución definitiva que establece un periodo específico para que se cumplan unas
exigencias determinadas y que viene respaldada por una advertencia que será cumplida en caso
de que las exigencias no se satisfagan.

*Economía de guerra: Política económica que se aplica en momentos históricos de fuertes con-
vulsiones violentas y que tiene por objetivo mantener el funcionamiento de las actividades eco-
nómicas indispensables para un país, procurar el autoabastecimiento, garantizar la producción de
alimentos y controlar la economía nacional desde el Estado.

*Guerra total: Término del siglo XX que describe a una guerra en la que los países movilizan y
fuerzan hasta el límite todos sus recursos disponibles, ya sean humanos, militares, industriales,
agrícolas, tecnológicos, etc. para destruir totalmente la capacidad de otro país de entablar una
guerra.

*Estado Mayor: Órgano que en los ejércitos modernos se encarga de planificar y coordinar las
tareas de los distintos grupos de las fuerzas armadas. Lo integran militares de diferente rango y
con especial preparación.

*Guerra relámpago: Táctica militar de ataque que implica un bombardeo inicial, seguido del
uso de fuerzas móviles atacando con velocidad y sorpresa para impedir que el enemigo pueda
llevar a cabo una defensa coherente.

*Armisticio: Acuerdo que firman dos o más países en guerra cuando deciden dejar de combatir
durante cierto tiempo con el fin de discutir una posible paz.

*Gripe española: Pandemia de gripe considerada la más virulenta de la historia. Se originó en


Estados Unidos y llegó a Europa a través del puerto francés de Brest. Para evitar la desmoraliza-
ción, en los países participantes en la guerra se ejerció una rígida censura informativa sobre sus
efectos. No ocurrió lo mismo en España, país neutral, cuya prensa informó ampliamente de la
existencia de la enfermedad. Por este motivo se consideró que España era el único país afectado y
se la denominó gripe española. No obstante, algunos estudios consideran que la mutación letal
del virus se pudo producir efectivamente en España.

*Exposiciones Universales: Exhibiciones públicas y temporales de los avances de la técnica y la


industria, organizadas periódicamente en diferentes ciudades, que requerían grandes pabellones
para albergar tanto los objetos mostrados como a la multitud que acudía a admirarlos. La primera
se celebró en Londres en 1851.

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