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A finales del siglo XIX los estados, bajo la presión de las masas
populares, se democratizaron progresivamente. Las rivalidades económicas
y coloniales, junto con el intenso nacionalismo político, conducirán a la
Primera Guerra Mundial, un suceso que supone una auténtica brecha en el
desarrollo histórico europeo. El mundo de 1919 no tendrá nada que ver con el
de preguerra. El siglo XX histórico había comenzado.
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nueva política colonial alemana a causa de su creciente predominio
industrial y comercial. En 1902, Inglaterra y Francia firmaron una entente
cordial que olvidaba sus diferencias coloniales y las convertía en aliadas
frente a Alemania. Cuando, en 1907, se firmó un acuerdo anglo-ruso, quedó
constituida la Triple Entente entre Inglaterra, Rusia y Francia. De esta
manera quedaron definidos los dos bloques que se enfrentarían en la Primera
Guerra Mundial: por un lado, Alemania, Austria e Italia ( aunque esta última
acabó por declararse neutral y en el año 1915 se incorporó a la Triple
Entente), y por otro, Inglaterra, Francia y Rusia.
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2.3. La rivalidad imperialista:
La competencia por controlar más colonias generó una política
agresiva, principalmente por parte de Alemania, quien deseaba un nuevo
reparto colonial que estuviera más acorde con su pujanza económica. Para
ello el Káiser Guillermo II se lanza a una Weltpolitik para la que desarrollara
un ambiciosos programa naval que alimentara el recelo británico (potencia
marítima indiscutible) y se marcara como objetivo la ocupación de
Marruecos, uno de los últimos puntos de África que aún quedaban por
repartir. El problema marroquí tuvo dos momentos importantes (1906 y 1911)
que se saldaron con la creación de un protectorado franco-español en
Marruecos y a cambio Alemania obtuvo la ampliación de su colonia de
Camerún a costa de parte del Congo.
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toda la población civil y movilizó toda la economía en función de la guerra.
En el desarrollo del conflicto podemos diferenciar varias fases:
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más importante de la guerra. El resultado quedó indeciso. También, los
alemanes iniciaron la guerra submarina contra el bloqueo marítimo que los
aliados habían decretado sobre su país. Los barcos aliados o americanos que
atravesaban el Atlántico eran interceptados por los submarinos alemanes.
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anunciado también la creación de un Estado propio y Hungría rompió sus
vínculos con los Habsburgos. Ante este panorama, el 13 de noviembre el
Imperio Austriaco se rindió y el Emperador abdicó. En Alemania, el Reich
también se había hundido. La marina se había sublevado y una revolución,
protagonizada por los consejos revolucionarios de obreros y soldados,
estalló por todo el país. El Káiser abdicó y se proclamó la república, cuyo
gobierno quedó en manos del partido socialdemócrata alemán, que se
encargó de reprimir la revuelta obrera y de firmar la capitulación en nombre
de Alemania. La Gran Guerra había terminado definitivamente.
Una vez firmado el armisticio (noviembre de 1918) que ponía fin a los
enfrentamientos armados, en enero de 1919 se inauguró en París la
conferencia que tenía que regular las condiciones de la paz. Los principios
que inspiraron la conferencia fueron los 14 puntos que el presidente Wilson
había proclamado en enero de 1918. Para Wilson, la paz debía fundamentarse
en la destrucción de los imperios, en la consolidación del sistema
democrático y en el reconocimiento de los derechos de las nacionalidades,
hechos que asegurarían una paz estable y duradera.
Con este telón de fondo, la conferencia aceptó el nacimiento de nueve
nuevos Estados que se edificaron sobre las cenizas de los Imperios. Se
reunieron en Versalles representantes de treinta y dos naciones, aunque las
decisiones fueron tomadas por los cuatro vencedores: Estados Unidos
(Wilson), Gran Bretaña (LLoyd George), Francia (Clemenceau) e Italia
(Orlando). Los Estados perdedores no participaron en ningún momento y sólo
fueron convocados al final de los debates para firmar los tratados elaborados
por los vencedores (diktat para los alemanes).
El más importante de los tratados que pusieron fin a la guerra fue el de
Versalles, en el que se reglamentaba la suerte de Alemania. Este tratado se
elaboró partiendo de la base de que Alemania era la responsable del
conflicto y, por ello, no fue fruto de unas negociaciones, sino una imposición.
El Imperio Alemán quedó amputado y sus colonias fueron repartidas entre los
vencedores. Se le impuso el pago de fuertes reparaciones de guerra, se
suprimió el servicio militar obligatorio y su ejército fue reducido a 100.000
hombres. Se prohibió de manera explícita su unión con Austria y los aliados
pasaron a ocupar la orilla izquierda del Rhin mientras la Renania fue
desmilitarizada. El Sarre quedó separado de Alemania durante quince años;
una vez transcurridos, se celebraría un plebiscito.
En los otros tratados se acordó lo siguiente:
Austria perdía todos los territorios eslavos y se convertía en una
república; Hungría perdía la salida al mar y una parte de sus antiguos
territorios eran cedidos a la nueva Checoslovaquia, Polonia, Yugoslavia y
Rumania; Bulgaria cedía parte de sus territorios a Grecia y ,por último, el
Imperio Turco desaparecía en favor de árabes y griegos, surgiendo poco
después la Turquía moderna gracias a Mustafá Kemal, “Ataturk”.
En París se crearon también las bases de una nueva organización, la
Sociedad de Naciones, cuyo objetivo era garantizar la paz y fomentar la
cooperación internacional. La sede se fijó en Ginebra y su composición
quedó establecida en dos organismos: la Asamblea General, de la que
formaban parte todos los Estados miembros, y un Consejo, formado por los
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vencedores (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia y Japón) y por cuatro
Estados más elegidos por la Asamblea. La SDN se encargaría de supervisar
el cumplimiento de los tratados, de garantizar el desarme general, de
proteger a las minorías nacionales y de administrar los territorios amputados
a Alemania y Turquía (Mandatos). La paz, sin embargo, había sido impuesta y
la SDN no consiguió sus propósitos.
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Además de estas transformaciones territoriales, en Europa se
produjeron cambios politicos importantes. Las dinastías más tradicionales
(Habsburgo, Romanov, Hohenzollern y los sultanes turcos) fueron
destronadas. La democracia fue ganando terreno sobre las ruinas de los
regímenes aristocráticos y autoritarios.
El sufragio femenino comenzó a introducirse en muchos países
europeos y el derecho al voto se amplió notoriamente. Ahora bien, esta
democratización de los Estados no se consolidó y las tensiones provocadas
por la crisis económica de los años 30 marcaron una nueva evolución hacia
el autoritarismo.