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ROMA SOBRE
GRECIA
Módulo 1 – Unidad 1
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1.1 EL CONCEPTO DE CIUDAD-ESTADO (POLIS) EN GRECIA ............................................................................... 3
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1.1 El concepto de Ciudad-Estado (polis) en Grecia
La Ciudad-Estado puede ser concebida como un pequeño Estado independiente, que
consiste en una ciudad que es su capital (y en muchos casos su puerto) y un área circundante
rural adyacente que involucra una economía que puede o no ser autosuficiente; en algunos
casos, es una homogeneidad étnica que da paso a la diversidad racial y cultural. De una
manera más original podemos concebir la idea de que la Ciudad-Estado no funcionaba como
una isla, sino más bien como un nodo en una red de ciudades igualmente independientes
con las cuales interactuaba política y económicamente. Más aún, “el modelo de la polis
supone una colectividad cuyos integrantes […] pueden participar en la toma de decisiones
políticas […] pero […] puede tener distintas formas de gobierno” (Gallego, 2017, p. 85).
Hablamos entonces de sociedades políticamente independientes, organizadas alrededor de
una ciudad que da un nombre o gentilicio a sus habitantes. Estos pueden ser de diversos
orígenes étnicos y el poder puede ser ejercido de acuerdo con un sistema distinto al del
parentesco (reinados), pero cuando este fuere el caso, la Ciudad-Estado presenta un
escenario donde los miembros de la aristocracia política pueden oponerse al poder
establecido por descendencia o por otros medios.
Las polis griegas son ferozmente independientes. Aunque las alianzas temporales eran
comunes, ninguna polis logró expandir su poder más allá de unos límites más bien modestos
y por períodos breves en el tiempo. Eventualmente, esto lleva al final de la independencia
griega, ya que las polis más pequeñas no podían aspirar a defenderse contra las poderosas
fuerzas de Macedonia y, más tarde, Roma. Generalmente, se atribuye este fracaso a las
condiciones históricas y geográficas bajo las cuales la polis surgió, en su mayor parte, Grecia
es un país muy accidentado de montañas, con escasas llanuras. Es en estas llanuras, aisladas
unas de otras por montañas con acceso a agua dulce que es algo que escasa en Grecia, es
donde surgen las polis.
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La mayor parte de los viajes y el comercio se realizaba por agua y la historia de las polis
griegas se caracterizan por una serie de alianzas temporales y cambiantes tendientes a
evitar que una polis se convierta en protagonista: Esparta, Corinto y Tebas se unen para
derribar a Atenas, y a su vez Atenas y Tebas se unen para derrocar a Esparta, luego Esparta
y Atenas se unen contra Tebas. De hecho, los griegos son conscientes de formar una
comunidad étnica y cultural, de pertenecer a una misma civilización, esta se opone a los
bárbaros (civilizaciones distintas a la helénica), pero viven en una multitud de ciudades
independientes y con frecuencia rivales. La ciudad se basa en la idea de que los ciudadanos
deben poder participar en la vida política. En la antigua Grecia, pocas ciudades exceden el
número de 10,000 ciudadanos, entonces “la polis normal implica […] atributos empíricos
típicos de una Ciudad-Estado promedio del Egeo en el período clásico: [o sea] una población
de algunos miles, [y] un radio de 5 a 6 km” (Gallego, 2017, p. 104).
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Pero las ciudades eran muy distintas desde el punto de vista de su organización política.
Esparta era una ciudad oligárquica o aristocrática donde la mayoría estaba dominada por
un grupo aristocrático compuesto mayormente por terratenientes ricos. La ciudad es
mantenida por una casta cerrada que debe mantener su independencia y soberanía. Atenas
por otro lado es una ciudad de corte democrático (como se concebía en esa época) y en
principio se basa sobre la participación de todos en lo público.
Aun cuando se puede pensar que los principios sobre los que se basan estas Ciudades-
Estado son tan antagónicos como sus intereses y que la diversidad es la regla en su
organización, sin embargo, tienen un principio fundamental y fundacional en común y es
que sus ciudadanos no obedecen a un amo sino a la ley. Se trata pues de una noción
esencialmente opuesta a la de los imperios orientales circundantes, en Grecia la ley no es
el resultado de la divinidad o de un rey sino el producto de algunos (oligarquía) o de muchos
(democracia) ciudadanos.
Clístenes llevará a cabo una reforma geopolítica modificando para fines políticos el
territorio de Atenas y todo el Ática mediante la creación de nuevos distritos electorales
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dando espacios políticos en distintos niveles para incluir a toda la población de atenienses
en el proceso.
La agogé espartana
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(diarquía), uno pertenecía a la dinastía de los Agíadas (de origen dorio) y el otro a la de los
Euripóntidas (de origen aqueo). Cumplían funciones militares, judiciales y religiosas. La
duplicidad de reyes tenía ventajas. La duplicidad del reinado representaba prima facie una
concesión frente al poder absoluto que ejercía un solo monarca en otras latitudes.
Proporcionó entonces una forma primitiva de nuestro sistema actual de controles y
balances constitucionales. Teniendo los reyes la misma autoridad competían entre sí y
verificaban las acciones del otro limitando así el poder uno del otro. Por otro lado, también
aseguraba de una forma práctica de que a Esparta no le faltaría liderazgo si uno de sus reyes
caía en combate.
Existía además la Gerusía (Consejo) compuesta por veintiocho hombres mayores de sesenta
años, la edad en que finalizaba el servicio militar obligatorio en Esparta. Los candidatos eran
elegidos por aclamación. Sus funciones eran legislativas y judiciales. Podía criticar las
decisiones creando contrapeso y equilibrio político, “se encargaba de preparar los
proyectos que debían someterse a la aprobación de la Apella o asamblea popular” (Sanz
Díaz, 2010, p. 24), similar a la Ecclesia de Atenas así como de llevar los procesos contra
cualquier ciudadano de Esparta e incluso los propios reyes.
El aspecto oligarca del gobierno de Esparta incluía a los Éforos. Cada año se elegían cinco
éforos, para supervisar a los reyes y a los cuerpos legislativos, para tratar con embajadas y
para manejar ciertos asuntos judiciales civiles. Cumplían un término de un año, y sus
acciones eran revisadas por sus sucesores, lo que proporcionó un control contra la
corrupción.
Esparta fue un magnífico ejemplo de una constitución mixta, en la que los reyes
representaban el elemento de la monarquía, el consejo y lo éforos, la oligarquía y la
asamblea popular (Apella), una especie de democracia.
Habiendo señalado las instituciones políticas de Esparta, debemos señalar que la vida, la
sociedad, la propia política y constitución espartana que mencionamos anteriormente
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estaban basada en la denominada Agogé: la leyenda cuenta que Licurgo instauro un “ciclo
educativo integral y obligatorio denominado Agogé (agôgê, literalmente «cría», como en el
caso del ganado). Este sistema de educación, adiestramiento y socialización transformaba
a los chicos en hombres preparados para el combate” (Cartledge, 2009, p. 17) cuyos
resultados resuenan hasta nuestros días.
Pero es indudable que este sistema educativo forjo lo que quizá fue uno de los primeros
sistemas de autogobierno de Grecia y que como hemos visto combinaba diferentes
aspectos que nos sugieren un sistema político en la línea de las monarquías parlamentarias
de hoy en día.
Según Tucídides (1990) “la causa más verdadera, aunque a la que menos se manifiesta en
las declaraciones, pienso que la constituye el hecho de que los atenienses al hacerse
poderosos e inspirar miedo a los lacedemonios les obligaron a luchar” (Tucídides, 1990, pp.
168-169).
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Atenas se había convertido, a pesar de su democracia interna, en una potencia imperialista,
si bien, también podemos encontrar razones para el enfrentamiento en una confrontación
ideológica entre dos sistemas políticos opuestos como fueron el sistema oligárquico de
Esparta y el sistema democrático de Atenas.
Para propósitos prácticos y de este curso podemos decir que a grandes rasgos la guerra del
Peloponeso tuvo tres fases. Primero, la Guerra de Archidamia que estableció a los
atenienses como una fuerza dominante en el mar capaz de suprimir la disidencias en sus
áreas de influencia, así como frustrar las invasiones espartanas en el Estado ateniense de
Ática. Esta fase duró desde 431-421 a. de C. al darse la denominada paz de Nicias y que
algunos estudiosos consideran igual pudiera llamarse paz de Pleistoanax.
En su tercera fase la denominada guerra jónica, fue la fase final del conflicto. Los espartanos
sitiaron a Atenas por tierra, y la Marina ateniense no pudo romper el sitio, aunque pudo
abastecerse de grano debido a la falta de una presencia naval espartana significativa. Con
el apoyo de los persas, Esparta comenzó a desarrollar una poderosa armada, y comenzó a
luchar contra la armada ateniense a través del Mar Egeo. La revuelta de las ciudades jónicas
de la liga de Delos permitió que Esparta se impusiera: en y con la Batalla de Aegospotami
(cerca de la actual Turquía), cuando la Armada Espartana obtuvo una victoria decisiva sobre
la de Atenas.
La derrota marcó el final del Imperio ateniense, que se rindió en el 404 a. de C. Tebas y
Corinto exigieron que se arrasara Atenas, pero Esparta se opuso a ello y se contentó con la
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incautación de la flota ateniense y exigió la destrucción de las murallas que protegían la
ciudad. La derrota de Atenas estableció una hegemonía espartana total en Grecia. Atenas
fue obligada a instaurar una oligarquía, los 30 tiranos, que apoyaron a Esparta, liderada por
Critias (sofista y político ateniense) e impusieron un reinado de terror a los atenienses
quienes vieron así el fin de la primera democracia.
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Extraoficialmente, Roma se había afianzado en esta región y sus comerciantes ya habían
seguido a sus generales y diplomáticos a la antigua Grecia. Sin embargo, llegaron a una
Grecia en crisis. De hecho, Grecia estaba dividida políticamente. En el norte, la monarquía
macedonia estaba plagado de numerosos conflictos con sus vecinos inmediatos, ilirios,
Epiro, Tesalia y otras dinastías macedonias: Egipto (Ptolomeos), en Siria (Seléucidas) y en
Pergamo (Atalidas). Al sur, las ciudades se habían reagrupado en ligas, como la famosa Liga
de Aquea en el Peloponeso. En cada uno de ellos estaban los partidarios y opositores de
Macedonia, los defensores de la democracia y los de la oligarquía. Además, la lucha política
se vio agravada por una situación económica y social difícil.
Continuaron entonces los eventos que habrían de sellar la conquista de Grecia por los
Romanos. Antíoco, rey sirio se enfrenta a Roma y “al enviar un ejército a Grecia, obligó a los
romanos a declararle la guerra. La campaña duró poco y terminó con una aplastante derrota
de su ejército […] cerca de la ciudad de Magnesia, en el año 190 A. C” (Rostovtzeff, 1977, p.
42). Se firma entonces el tratado conocido como Paz de Apamea en el año 188 a. de C., la
que otorgó algunos territorios a Roma y sus aliados, pero en definitiva consolida la
influencia de Roma en la región. Perseo, nuevo rey de Macedonia, va a la guerra contra
Roma en el 172 a. de C., siendo derrotado por Paulo Emilio el macedonio en el año 168 a.
de C. En el 149 a. de C., por iniciativa de un tal Andriskos, Macedonia en el norte se levantó
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contra cualquier presencia romana, pero fue derrotado en Pidna en el 146 a. de C. por
Quinto Cecilio Metelo.
En el 149 a. de C., los aqueos se movilizaron de nuevo para resistir a Roma. Corinto fue
completamente destruido por las legiones romanas bajo el mando de Lucio Mumio.
La victoria y las feroces represalias de L. Mumio contra los rebeldes pusieron fin
drásticamente a esta guerra en 146. Por contraste, Esparta salió de la misma bastante
bien parada. Desde luego, la independencia respecto a la ahora ya fenecida Liga Aquea
se trocó por la subordinación al Estado protector global de Grecia, Roma (Cartledge,
2009, p. 163).
Al final, todas las Ciudades-Estado enemigas de Roma fueron desmanteladas y algunas
saqueadas y sus poblaciones desarmadas. Las constituciones democráticas fueron abolidas
y el poder quedo en todas las Ciudades -Estado griegas en manos de una oligarquía.
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se habían incluido en la provincia romana de Asia, ni tampoco en alguno de los reinos
helenísticos que aún existían. Nominalmente, esas ciudades eran Estados
independientes, pero, en realidad, su situación difería muy poco de la de las ciudades
aliadas cuyo territorio formaba parte de una provincia romana. A ambas por igual daba
a Roma sus órdenes y, por lo general, no lo hacía directamente sino a través del
gobernador de la provincia más próxima; así, por ejemplo, el pretor de Macedonia
trataba con Grecia y el pretor de Pérgamo, con Asia Menor (Rostovtzeff, 1977, pp. 48-
49).
Todas las confederaciones, incluso las locales, fueron disueltas y las Ciudades-Estado
completamente aisladas unas de otras. Diez comisionados senatoriales llegaron a gobernar
el destino de Grecia. En este escenario se comenzó a extinguir la identidad que daba la polis
griega. Una vez en el engranaje del protectorado de Roma si se era espartano o ateniense
comenzó a ser irrelevante. De ahí el carácter peculiar y completamente nuevo de la
dominación romana. Roma conquistaba al mundo a través de la administración y sus leyes,
y se acostumbró a verse y actuar no como un conquistador despótico, sino como la cabeza
de una vasta comunidad que incluía a todas las naciones.
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