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Teoría del accidentarse

La idea de que los accidentes son provocados inconscientemente no es nueva. Freud, en


“Psicopatología de la vida Cotidiana”, además de fallos como defectos de pronunciación,
olvidos, extravío de objetos, etc., cita también los accidentes como fruto de un propósito
inconsciente.

Posteriormente, la investigación psicosomática ha demostrado estadísticamente la


existencia de la llamada «propensión al accidente». Se trata de una personalidad que se
inclina a afrontar sus conflictos en forma de accidente. Ya en 1926 el psicólogo alemán K.
Marbe, en su Psicología práctica de los accidentes y siniestros industriales, observa que el
individuo que ya ha sufrido un accidente tiene más probabilidades de sufrir otros accidentes
que el que nunca los tuvo. Ser propenso a algo significa tener alguna diferencia individual
que puede ser identificada como causante de una mayor vulnerabilidad. Se puede decir que
una persona con una tendencia accidentofilica no solo esta queriendo buscar un beneficio
secundario ya sea conciente o inconciente, sino que además presenta fallas en mas de una
de sus funciones psíquicas, a saber: atención, concentración sensopercepción entre otras.
Existe una frase paradigmática que es: “la torpeza enmascara la destreza”. Y ésta destreza es
producto del propósito (inconciente o no) de accidentarse y del hábil enmascaramiento
como un “azaroso infortunio”. Este propósito esta a la espera de una ocasión (ofrecimiento
de una “casualidad”) para cumplirse. Es decir, la causalidad interna va al encuentro de la
casualidad externa. Se puede decir que en aquellos individuos que poseen en su historia de
vida un historial de “accidentes” existe un determinismo psíquico. Este determinismo
psíquico, no solo puede estar motivado por perturbaciones en sus funciones psíquicas, ya
nombradas, sino por la obtención de un beneficio secundario, ya sea afectivo o pecuniario.
La vida y la muerte pueden surgir en un minuto, pero su preparación es muy larga.

Aquellos que poseen la tendencia a accidentarse tienen varios rasgos en común: Son
generalmente sumisos, tienen sentimientos de culpa y su libido es interiorizada. Pero, los
grados de autodestrucción varían, en modo extremo, existen los psicóticos, aquellos que
sufren de fuerte depresión, siendo capaces de llegar al suicidio.

Los supersticiosos aconsejan a no pasar por debajo de una escalera, levantarse con el pie
izquierdo, volverse a casa si se cruzan con un gato negro etc.etc. Ahora bien, quien cree en
esos hechos, posee una acentuada tendencia a accidentarse, y, bajo la influencia de una
autosugestión, podrá realmente perjudicarse.

Los antiguos romanos, si, al salir de casa, se tropezasen, volvían inmediatamente temiendo
un peligro inminente. Era el aviso que el inconsciente transmitía, pues aquel día podría ser
funesto, por los estragos que podría causar.

No existe la coincidencia para la vida psíquica.

Generalmente las personas más desequilibradas, las hostiles a las reglas, tienen mayor
probabilidad de sufrir accidentes, lo mismo sucede con los jóvenes que tienen bajas notas en
la escuela y se comportan mal dentro y fuera de casa.

La actuación del individuo en sociedad, puede ser de forma pasiva, masoquista, o activa y
sádica en el sentido de agredir al semejante.

Por lo tanto, los “humillados y ofendidos”, de los que Dostoievski habla en su libro,
continuarán en la misma ruta, indefinidamente, hasta que despierten a la realidad y se
rebelen, con resultados trágicos.
El inconsciente no es solamente patológico. El posee una enorme carga, muy útil, y las leyes
de compensación Psíquica están siempre actuando.

Algunos que nunca se accidentaron pueden repentinamente, lograr un desenlace dramático,


llegando al suicidio. Otros permanecerán toda la existencia enredados en pequeños
accidentes, lo que los hará más o menos bien adaptados al nivel de autodestrucción de su
inconsciente. Un tercer grupo sufrirá un accidente grave, y después se requilibrara
definitivamente. El segundo caso es el más susceptible de estudio, por su propia naturaleza.

Un hecho que merece destacarse es que esa tendencia destructiva no es privilegio solo del
campo de los accidentes, ella invade todas las otras áreas de nuestra existencia: la profesión,
el estudio, la economía, la vida social etc. Esto puede ser notado a través de la enemistad
con los superiores, colegas o subordinados; con una actitud hostil al ambiente en general; o
asumiendo una posición humillante o atrevida.

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