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Aquellos que poseen la tendencia a accidentarse tienen varios rasgos en común: Son
generalmente sumisos, tienen sentimientos de culpa y su libido es interiorizada. Pero, los
grados de autodestrucción varían, en modo extremo, existen los psicóticos, aquellos que
sufren de fuerte depresión, siendo capaces de llegar al suicidio.
Los supersticiosos aconsejan a no pasar por debajo de una escalera, levantarse con el pie
izquierdo, volverse a casa si se cruzan con un gato negro etc.etc. Ahora bien, quien cree en
esos hechos, posee una acentuada tendencia a accidentarse, y, bajo la influencia de una
autosugestión, podrá realmente perjudicarse.
Los antiguos romanos, si, al salir de casa, se tropezasen, volvían inmediatamente temiendo
un peligro inminente. Era el aviso que el inconsciente transmitía, pues aquel día podría ser
funesto, por los estragos que podría causar.
Generalmente las personas más desequilibradas, las hostiles a las reglas, tienen mayor
probabilidad de sufrir accidentes, lo mismo sucede con los jóvenes que tienen bajas notas en
la escuela y se comportan mal dentro y fuera de casa.
La actuación del individuo en sociedad, puede ser de forma pasiva, masoquista, o activa y
sádica en el sentido de agredir al semejante.
Por lo tanto, los “humillados y ofendidos”, de los que Dostoievski habla en su libro,
continuarán en la misma ruta, indefinidamente, hasta que despierten a la realidad y se
rebelen, con resultados trágicos.
El inconsciente no es solamente patológico. El posee una enorme carga, muy útil, y las leyes
de compensación Psíquica están siempre actuando.
Un hecho que merece destacarse es que esa tendencia destructiva no es privilegio solo del
campo de los accidentes, ella invade todas las otras áreas de nuestra existencia: la profesión,
el estudio, la economía, la vida social etc. Esto puede ser notado a través de la enemistad
con los superiores, colegas o subordinados; con una actitud hostil al ambiente en general; o
asumiendo una posición humillante o atrevida.