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En cuanto hice aquella pregunta, un señor de avanzada edad me informó acerca de la situación,

y luego de unos minutos, cuando parecía que todos los concursantes habían llegado, decidimos
subirnos a aquel cachibache que supuestamente era el autobús que nos llevaría a esa excursión. En
cuanto subí, noté el mal estado en el que se encontraba el vehículo. Los asientos estaban desgarrados
como si un oso los hubiera atacado, las ventanas estaban grises por el polvo que se había generado en
ellas, y el motor… ¡Oh, el motor! Imagínense a una anciana, con problemas intestinales, a la que le dan
“porotos”, y luego va al baño… A eso sonaba el motor. O en términos más “family friendlys”, sonaba
como el rugido de un feroz (y muy viejo) animal salvaje.

Decidí acomodarme en alguno de esos asientos. Uno que estuviera lo suficientemente cerca de
los demás para integrarme al grupo, pero lo suficientemente lejos del asiento de conductor por si de la
nada le fallaba un tornillo y decidía hacernos picadillo con una motosierra oxidada. Me senté en el
medio del autobús, del lado derecho de este. Si te esforzabas un poco, podías ver a través del sucio
cristal una arboleda que se camuflaba entre la tenue niebla del clima.

Luego de un muy incómodo viaje a causa del silencio en el entorno y el asiento que parecía
estar hecho de concreto con una muy fina tela por encima, de pronto el ruido que el motor provocaba
empezó a intensificarse, hasta el punto en el que aquella lata de metal viejo dejó de andar, quedándonos
varados en plena carretera en la oscuridad de la noche. La ronca voz del anciano se oyó en el aire,
ordenándonos a quedarnos en nuestros lugares, y no planeaba cuestionarlo. Su aspecto se asimilaba
muchísimo al asesino de una película (de mala calidad) de terror. Intenté adoptar una posición que no
me partiera la columna, que en realidad era más cómodo de lo que pensaba. Dejé mi mochila en el
asiento de al lado, para que nadie me despertara. Empecé a contar, entrecerrando los ojos… Una
ovejita… Dos ovejitas… Tr-

Algo NUEVAMENTE interrumpió mi sueño. Ya parecía una maldición el hecho de que siempre
que estaba a un paso de conciliar el sueño, una voz retumbaba en mis oídos. Oí la pregunta, pero decidí
hacerme el dormido. Entre la chica y yo tan solo nos separaban dos asientos de distancia, por lo que
crucé los dedos deseando que no me dirigieran la palabra. Por suerte, alguien más contestó a su muy
hilarante pregunta, y reconocí una nueva voz. Al oír sus primeras palabras, me alegró pensar que
alguien sensato se encontraba en el mismo trozo de chatarra rodante, pero por desgracia volvió a hablar
ofreciéndoles a todos que fuéramos a ayudar… ¡JA! Ni en sueños. Se notaba que el hombre era un
mecánico experimentado, y que no necesitaría ayuda. Además, si la necesitara, no nos habría ordenado
a que esperásemos, ¿por qué salir entonces?.. Desgraciadamente, más se unieron a su moción,
ofreciéndose para ayudar. Una chica bajó, seguida por un chico, y poco a poco iba notando cómo el
autobús se iba vaciando… Los minutos pasaron, y nadie subía. Decidí entonces adoptar una posición
recta, y me esforcé en distinguir algo a través de aquel sucio vidrio, pero fue en vano. Nadie decía
nada, ni una palabra, y tampoco se llegaba a oír nada desde afuera. Suspiré de mala gana, y
posteriormente abrí mi mochila y empecé a hurgar en ella. Luego de unos segundos de luchar contra mi
mochila, logré sacar mi linterna. Era una barata, con una marca asiática, pero cumplía con su objetivo.
Me puse en pie con la linterna en mano, y deseé que nadie fuera rápido en el autobús como para hacer
cinco dedos en mi mochila y manguearme algo de valor. Empecé a andar en paso lento hasta las afueras
de la basura andante, hasta que salí de esta. Aclaré mi garganta, y luego dejé salir unas palabras de mi
boca.

– Señores, ¿pasa algo en lo que pueda ayudar?… – dije con una voz algo temblorosa por el frío. Por
suerte, estaba abrigado hasta los dientes, pero aún así me llegaban a doler ligeramente las puntas de mis
dedos a causa de las bajas temperaturas. Encendí mi linterna, con la esperanza de ser algo útil, para
apuntar al neumático, dejando ver que este se había pinchado. A su vez, iluminé parte del cuerpo de una
chica, quien fue la primera en salir. Esta se veía desabrigada, temblando por la fría brisa que recorría la
vacía y desierta carretera. Estiré mi brazo libre hacia ella, y toqué su hombro con un dedo.

– Señorita, por favor, abríguese. Nadie quiere que agarres un resfriado y nos contagies – dije,
intentando congeniar un poco con la que parecía ser menor haciendo un mínimo de gracia. Antes de
recibir una respuesta por la contraria, opté por dejar la linterna en el suelo y quitarme mi sudadera para
luego envonverla con esta, para que no sintiera tanto el frío a pesar de ya estar abrigada. Por suerte (o
desgracia) de la chica, mi sudadera ya estaba algo tibia porque la había llevado usando un buen rato,
aunque no se sintiera mucho la temperatura de esta porque no se la había puesto del todo sino que
solamente la arropaba. También tenía impregnada una colonia algo fuerte que me había puesto antes de
salir de casa, para al menos dar una buena impresión a quienquiera que me acompañara en el viaje. Ya
que me había sacado la sudadera, únicamente me había quedado con una camisa blanca en buen estado
y un saco formal de color negro encima de esta. No, la tela de la camisa no tenía mucho grosor, pero
por lo menos el saco me mantenía en una temperatura aceptable; no acogedora, pero al menos se
soportaba.

Según los presentes, el problema estaba en el neumático… Sí, el neumático se había pinchado y
había que cambiarlo, ¿pero el motor haría semejante ruido y se detendría a causa del neumático? No
tenía mucho sentido.

– Con todo el respeto, no creo que el problema sea el neumático… – dije dudando de la afirmación del
chico.

Expresiones regionales

Porotos: Traducción al portugués de “frijoles”. Son conocidos por provocar ganas de ir al baño
(?)

Rápidos: En Rivera, significa una persona con la habilidad de quitarle las cosas a otras personas
con facilidad y pasar desapercibidos.

“Cinco dedos”: Es el movimiento de las manos de cuando tomas algo rápidamente.

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