Está en la página 1de 5

Presentación final del taller de investigación 2023-II

Andrés Carrero

Expresar sin decir: un esayo sobre la música y el lenguaje

Con mucha facilidad hablamos de la música como un lenguaje: hablamos no solo


del lenguaje musical, sino también de la gramática musical y, en últimas, de la expresión
musical. La potencia expresiva de la música es el tema general de la investigación que se
desarrollará en el trabajo de grado; que la música es capaz de expresarnos algo con sus
medios y recursos propios, igual que el lenguaje, es decir, que el deleite y el goce que la
música es capaz de suscitar viene de su capacidad expresiva, esa es la cuestión que nos
interesa.
Al tratar de comprender esa naturaleza expresiva de los ritmos, las melodías, las
progresiones armónicas, etc., nos encontramos con un problema fundamental: ¿cómo
podemos comprender la expresividad musical si en esencia la música es un arte que
prescinde de los procedimientos figurativos de los que usualmente se sirven las demás artes
para darle expresión sensible a la belleza, al dolor, a la alegría y, en general, a la vida
humana? Este es el problema fundamental de la investigación aquí planteada, problema que
podría plantearse como el de la inmediatez de la expresión musical, pues la música carece
de la mediación de las representaciones de los hechos concretos del mundo.
En torno a la discusión de la expresividad en la música hay dos corrientes
principales que discuten y matizan este problema de forma crítica. La primera corriente es
la formalista, que surge con Kant en su concepción de la música en la Crítica del juicio,
que es el texto filosófico en el que por primera vez se plantea de forma clara el problema de
la expresividad musical tal y como aquí lo entendemos. Para Kant la música es un bello
juego de las formas sonoras, que satisface y deleita nuestros sentidos, pero que en sentido
estricto no tiene ninguna capacidad expresiva debido a que no tiene contenido
representacional y, por lo tanto, aporta muy poco al desarrollo de la cultura y la razón. La
perspectiva formalista es posteriormente desarrollada por filósofos como Hanslick en su
tratado Sobre lo bello en música y Stravinksy en todos sus escritos filosóficos sobre su
música. En general, la perspectiva formalista consiste en negar la posibilidad expresiva de
la música debido a que carece de contenido figurativo.
La segunda corriente es la corriente expresivista, que desarrollan en primer lugar los
filósofos románticos como Schelegel, Herder y Schelling, que elaboran lo que se conoce
como la estética del sentimiento. De acuerdo con el expresivismo romántico, el hecho de
que la música carezca de contenido figurativo no implica en absoluto que tenga que ser
reducida a un mero juego de formas, sino que, por el contrario, la música es una especie de
lenguaje universal que expresa mejor que cualquier otro arte los sentimientos humanos.
Posteriormente, la perspectiva expresivista de los románticos es retomada por
Schopenhauer y por Nietzsche, para quienes la música es la mayor expresión artística de la
Voluntad. Al igual que para los románticos, la carencia de contenido figurativo no implica
que la música solo sea un juego de formas semejante a los arabescos y mosaicos
ornamentales, sino que la música ocupa un lugar privilegiado dentro de la jerarquía de las
artes, pues la música puede expresar directamente su objeto, la Voluntad, sin la mediación
de representaciones particulares y contingentes de los hechos.
En cualquier caso, la idea fundamental de la que se parte, de acuerdo con la historia
de la estética moderna, es que todas las artes logran darnos una expresión de su objeto (la
belleza, el dolor, la voluntad, lo religioso, etc.) por medio de representaciones concretas de
los hechos y las cosas singulares. En todas las artes la fuerza expresiva está
indisolublemente ligada a su capacidad figurativa y representacional. La música, por el
contrario, carece de la mediación de las representaciones de las cosas particulares y por eso
Schopenhauer, discutiendo en contra de la estética kantiana, ha dicho que la música es una
expresión inmediata de la voluntad: ese es su rasgo distintivo con respecto a las demás
artes. La música no necesita referirse a los hechos del mundo para expresar lo que hay de
misterioso en él. La inmediatez de la expresión musical, su rasgo verdaderamente
distintivo, es lo que aquí queremos comprender e investigar.
Para satisfacer este propósito, la investigación parte de una distinción fundamental,
a saber, la distinción entre representar y expresar. Establecer el sentido de esta distinción es
el objetivo del primer capítulo. Para ello, se busca en primer lugar construir un concepto
histórico y moderno de representación. En primera instancia se muestra cómo la
representación es el concepto fundamental sobre el que se construye el problema moderno
del conocimiento certero del mundo. Partimos entonces de un concepto de representación
que pone el énfasis en el sujeto y sus posibilidades de conocer científicamente el mundo.
Posteriormente se muestra cómo filósofos como Leibniz, Spinoza, Frege y Wittgenstein
transforman la concepción subjetiva de la representación y el problema del conocimiento y
los convierten en un asunto semiótico y lingüístico.
Puesto así el problema, la cuestión de las representaciones y el conocimiento ya no
se trata de conocer los límites de la subjetividad para conocer el mundo, sino que se trata de
conocer los límites del lenguaje para representar los hechos de forma sistemática y rigurosa
por medio de signos. Encontramos entonces que así como Kant había establecido los
límites de toda experiencia posible, Wittgenstein establece los límites de toda descripción
proposicional del mundo.
El descubrimiento fundamental es que el concepto de representación tiene límites,
es decir, hay cosas que no se pueden representar, pero que, sin embargo, pueden expresarse
en el lenguaje de otra forma. Así llegamos a la consideración fundamental del primer
capítulo y es que el lenguaje es como una moneda de dos caras: de un lado, nos sirve para
crear representaciones rigurosas y sistemáticas de los hechos; y del otro, el lenguaje nos
permite expresar todo cuanto no puede ser representado.
Que el lenguaje sea una moneda con dos caras significa, naturalmente, que una cara
no puede existir sin la otra, es decir, representación y expresión son indisolubles. En la
medida en que representamos los hechos del mundo ya en esa representación estamos
expresando, de una forma y una manera distinta, todo cuanto no puede representarse. Pero
asimismo, solo hay expresión en la medida en que se representan los hechos.
Esta dialéctica inherente del lenguaje se hace manifiesta en las artes figurativas,
cuyo propósito es darle expresión sensible a la belleza, el misterio, el dolor, la alegría, etc.,
pero solo puede lograr esa expresión a través de representaciones concretas de los hechos.
En el arte se muestra claramente que representación y expresión son indisolubles e
inseparables.
Una vez puesta esta distinción encontramos que hay un arte en particular que suscita
un problema: la música. De las artes, esta es la única que prescinde por completo de los
elementos figurativos que las demás artes no solo aprovechan, sino que realmente necesitan
para poder expresar su objeto. Este es el misterio de la música. En el segundo capítulo se
examina la estructura general de la música, que tiene dos elementos fundamentales: de un
lado, el tiempo y, del otro, el tono: es decir, la música es ritmo y melodía o armonía. Un
análisis general de la estructura y elementos que componen la música nos permite mostrar
con mayor claridad por qué la música no es un arte figurativo y por qué, entonces, de
acuerdo con Schopenhauer y los expresivistas románticos, la expresión musical, si es que
cabe hablar de expresión, ha de tener un carácter inmediato.
En el tercer capítulo examinamos el sentido y la naturaleza de la inmediatez de la
expresión musical. Esta inmediatez, de acuerdo con la investigación, puede pensarse de dos
formas: una negativa y otra positiva.
El carácter negativo de la inmediatez de la expresión musical se muestra en la
concepción de la música como una mera expresión de la esencia de la voluntad, las
pasiones humanas y en general lo que es inefable, sin referencia alguna a los hechos
concretos y particulares del mundo. Esta concepción es de alguna forma el lugar común de
la filosofía de la música, esto es, la idea clásica, incluso platónica y aristotélica, de que la
música es semejante a las pasiones y que por lo tanto en su mera estructura y composición
podemos encontrar ya una expresión absolutamente general de la esencia del mundo y la
vida. Esta la concepción a la que llegan los filósofos románticos como Schlegel, Herder y
Schelling y, posteriormente, Schopenhauer.
Esta concepción de la música deja de lado y olvida por completo un aspecto
esencial de la expresión musical, a saber, que la música no es solo una composición de
patrones sonoros, sino un arte dramático, una puesta escena, pero, por sobre todo, un rito,
una ceremonia, una fiesta.
Al comprender el carácter ritual de la música como uno de los elementos esenciales
de la expresión musical, vemos que para expresar la voluntad, las pasiones, lo religioso y en
general todo cuanto no puede representarse, la música no solo expresa de forma general lo
inefable del mundo, sino que lo manifiesta, lo hace real, en el rito. La expresión musical,
entonces, no consiste tanto en ofrecer una imagen absolutamente general de lo inefable del
mundo, sino, más bien, en hacerlo manifiesto a través del rito.
En la medida en que la música es fiesta, termina siendo lo mismo que el deseo, el
desenfreno, la alegría. En la medida en que la música es marcha fúnebre, termina siendo lo
mismo que el dolor ante la pérdida. En la medida en que la música es misa y alabanza
termina siendo lo mismo que el amor y el temor a Dios.
Este es justamente el carácter positivo y verdadero de la inmediatez de la expresión
musical, a saber, que por medio de sus rituales, sus fiestas y sus ceremonias, la música no
es solo una expresión que prescinde de representaciones, sino que la música se vuelve su
propio objeto, manfiesta a y se une con el objeto inefable que expresa de forma directa e
inmediata.
En este sentido, la investigación que aquí se quiere desarrollar parte de una
discusión histórica entre el formalismo kantiano y el expresivismo romántico, pero a
diferencia de estas dos perspectivas busca examinar el problema de la expresividad musical
desde un ángulo completamente distinto y que históricamente ha sido ignorado, a saber, la
importancia de la corporalidad, el performance, la puesta en escena y la ritualidad de la
música. Esto significa que la investigación que se quiere desarrollar ofrece un punto de
vista que es no solo anómalo sino también bastante nuevo en torno al problema
fundamental de la estética de la música, al menos en la época moderna, que es el problema
de la expresividad musical. Tanto es así que esta investigación ha tenido que servirse de
muchas investigaciones propias de otras disciplinas, como lo son la piscología de la música
y la antropología de la música.

También podría gustarte