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Ciencias s

ociales
Horizonte
s cul turale
s
Explicación
A partir de las investigaciones arqueológicas, y para poder analizar con una mayor facilidad
todos los acontecimientos y procesos sociales sucedidos en Mesoamérica posteriores a la
etapa lítica, los arqueólogos han dividido la historia prehispánica del actual territorio
mexicano en tres grandes periodos de tiempo. A estas divisiones temporales se les conoce
como horizontes y a sus respectivas subdivisiones como fases. De acuerdo con López y
López (2000), debemos tener claro que el paso de un periodo a otro no es tajante, sino que
puede ser lento o hasta producirse un traslape (acomodo de dos cosas de manera que una
cubra total o parcialmente a otra).

Los periodos van a ubicarse en el tiempo por un intervalo al que llamamos cronología, pero
es primordial tener claro que los conceptos no son sinónimos. Si bien es importante conocer
las fechas, lo que va a definir la periodización serán los eventos o sucesos que se tuvieron, los
cuales, una vez que se identifican, se pueden delimitar en un periodo de tiempo. Por ende,
es necesario primero definir el periodo para después acotarlo temporalmente.

Los tres periodos u horizontes mesoamericanos son el preclásico, clásico y posclásico. Cada
horizonte se ha caracterizado por criterios muy particulares que nos permiten diferenciar
uno del otro de acuerdo con el nivel de complejidad que las diversas sociedades habían
alcanzado. Entre ellos podemos mencionar el patrón de subsistencia, haciendo referencia a
las actividades que realizaban para sobrevivir (agricultura, caza, pesca, etc.), el tipo de
producción (a un nivel doméstico solo para autoconsumo, o bien, una producción mayor
que permitía tener excedentes destinados a dar como tributo o al comercio), las relaciones
económico-políticas, la hegemonía (relaciones de poder y dominio de un pueblo, ciudad o
región sobre otras) y las diferencias entre campo y ciudad.

Una de las complicaciones más grandes a la hora de periodizar Mesoamérica es la enorme y


diversa cantidad de culturas que habitaron en su interior, lo que hace que no siempre se
pueda delimitar tajantemente una etapa. Sin embargo, las características compartidas de la
región, producto de la interrelación de todos estos pueblos, es también lo que permite
generar los horizontes culturales que se verán a continuación.

Preclásico temprano (2,500-1,200 a. C.)

También llamado formativo, ya que durante este periodo se sentaron las bases de las que
fueron las grandes culturas mesoamericanas. Se caracterizó por el desarrollo de la
agricultura, la vida sedentaria y el uso de utensilios de cerámica decorados de forma sencilla
y de un tipo burdo. Con el mismo material elaboraban algunos objetos con una función no
utilitaria, como las figurillas antropomorfas de hombres y mujeres. Las viviendas de estos
primeros habitantes eran sencillas y se encontraban dispuestas formando aldeas. Durante
este periodo ya existía cierto dominio de algunas pequeñas poblaciones sobre otras, lo que
posiblemente llevó a la continuidad de algunos tipos y estilos de elementos cerámicos en
una región.

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Según Solanes y Vela (2000), la vida sedentaria estuvo sumamente ligada a la producción
agrícola, dado que estos pueblos tuvieron la necesidad de establecerse de forma definitiva
al tener excedentes de producción que, de no guardarse, se tendrían que abandonar. Lo
anterior, además del crecimiento en el número de habitantes, obligó a los pobladores de
estos grupos sociales a establecerse de forma definitiva. Si bien el costo en inversión de
trabajo para alcanzar el sedentarismo era alto, al tener que construir más y mejores
elementos, las ventajas que presentaba ante el nomadismo produjeron que la mayoría de
los pueblos optaran por establecerse en donde encontraran recursos óptimos.

El conocimiento y manejo del ecosistema también fue fundamental para dar el paso a las
residencias permanentes, de no tener un vasto conocimiento y hasta en algunos casos
domesticación de ciertas plantas como el maíz, frijol y calabaza no se habría podido dejar el
nomadismo. García (2000) agrega a la lista no solo frutas como el aguacate, la ciruela y el
zapote blanco, sino también algunos animales como el perro, el guajolote y la abeja
melipona, los cuales asegura ya se encontraban domesticados para este periodo.

En estas primeras comunidades no existía una distinción jerárquica entre sus integrantes y
las disputas se resolvían a través de algunas prácticas rituales (Solanes y Vela, 2000). Sobre el
mismo tema, García (2000) ha destacado la presencia de varias pinturas y petroglifos que se
han conservado hasta hoy, lo que nos da a entender que ya existía un profundo misticismo y
entendimiento de la vida por medio de prácticas religiosas, lo cual ha sido reforzado por la
presencia de algunos enterramientos humanos bajo las casas que habitaban, demostrando
con ello no solo un vínculo familiar con el grupo doméstico, sino también un profundo
respeto y unión con los antepasados.

La mayoría de los objetos que utilizaban eran construidos por ellos mismos, aunque López y
López (2000) aseguran que ya existía presencia de algunos intercambios entre aldeas.
Algunos elementos importantes en la organización de las primeras civilizaciones arcaicas de
la etapa lítica, como la caza, la pesca, la recolección, el uso de piedras para moler (manos de
metate), percutores, piedras pulidas, puntas para cazar, uso de redes y trampas para caza
menor, así como el manejo de la cestería, continuaron en este periodo (García, 2007).

Para el final del periodo podemos encontrar una diferenciación en el tamaño de estas
primeras poblaciones, apareciendo ya algunas con mayor tamaño y con evidencia de una
mayor división en formas y dimensiones al interior de las mismas aldeas, lo que nos indica el
surgimiento ya de una diferenciación social que se iría complejizando cada vez más.

Preclásico medio (1,200-400 a. C.)

En esta etapa se consolidaron la mayoría de las características que iniciaron en el preclásico


temprano, entre las que destacan el incremento de habitantes y una sociedad cada vez más
estratificada y compleja (García, 2007). Por consiguiente, el tamaño de las antes aldeas llegó
a su límite, convirtiéndose en pequeñas urbes, las cuales realizaron un intercambio
comercial con sus similares para obtener diferentes productos, como la obsidiana, del centro
de México, piedra verde, de Centroamérica, pirita usada en la fabricación de espejos,
cinabrio, de Oasisamérica, y conchas y caracoles, del pacifico.

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Algunos de esos productos eran obtenidos de territorios distantes que acarrearon prestigio a
sus usuarios como bienes suntuarios y llevaron a las poblaciones que controlan las rutas
comerciales a una supremacía sobre otras, convirtiéndolas en centros regionales de poder
político. Sin embargo, el intercambio no solo se produce en los objetos materiales, sino
también en las ideas, por lo que el contacto de diferentes pueblos provocó la diseminación
de muchas de las ideas que dieron forma al pensamiento mesoamericano del clásico y que
tienen su origen en la región de la costa del golfo con los olmecas.

En la etapa anterior, la arquitectura se había iniciado con la construcción de diversas


estructuras, pero es durante el desarrollo del preclásico medio donde encontraremos
edificios públicos, escultura monumental, nuevos sistemas agrícolas con nivelaciones
adecuadas para la agricultura o para funcionar como base de unidades habitacionales
sencillas (en ambos casos llamadas terrazas), irrigación y represas, así como edificios con
objetivos ceremoniales. Todo esto nos lleva a una organización social compleja que genera
una estratificación cada vez más fuerte, la cual se reflejó no solo en el uso de productos de
lujo o en la diferenciación en las construcciones domésticas, sino también en las múltiples
modificaciones corporales desde la craneal hasta la dentaria o en los diferentes elementos
rituales depositados a manera de ofrenda que acompañaban a los difuntos, demostrando
aún después de la muerte su estatus social.

Un tema en el que los investigadores aún debaten es el grado de planificación que tenían
las ciudades durante este periodo. González (2000) plantea que desde el preclásico medio
contamos con evidencia clara de la misma, lo que se aprecia en ciudades como Ujuxté, La
Venta y las primeras fases de Monte Albán.

El conocimiento cada vez mayor de los recursos naturales de la región hizo que tuvieran un
mayor control y dominio del medio ambiente, lo que provocó, entre otras cosas, la
diversificación de la dieta con una mayor cantidad de elementos tanto de flora como de
fauna, pero, al igual que con la obtención de los objetos, estos no estaban disponibles para
toda la población, reforzando así las diferencias entre la sociedad y provocando carencias
alimentarias en la parte baja de la pirámide social.

García (2007) explica que la cerámica se hará más especializada con nuevas técnicas de
decorado, como las incisiones, el esgrafiado, el pastillaje, pintura fugitiva y el uso constante
de figuras geométricas, así como elementos simbólicos pertenecientes a la cultura olmeca,
que fue la que dominó durante este periodo. El tallado en piedra de figurillas humanas con
características animales, especialmente felinas, en la región olmeca es tan solo un ejemplo
del elaborado simbolismo que se desarrolló durante esta época y que mostró su esplendor
en las imponentes cabezas olmecas, las cuales dan cuenta del alto grado de
perfeccionamiento que se había alcanzado ya para este momento en los trabajos de
lapidaria, tanto a una escala pequeña como monumental. Por ejemplo, en la región maya,
tendremos los inicios de las grandes estelas que en un futuro aparecerán como discurso
político en el clásico; en este momento, en Nakbé, ya existían algunas de confección
rudimentaria de ellas. González (2000), además, destaca la presencia de algunos
petrograbados (escritos o dibujos sobre rocas de cuevas o montañas) y una estela con
escritura glífica en el sitio de El portón.

Los olmecas dominaron el escenario, y si bien no eran la única cultura del periodo, sí
aportaron muchos de los principales elementos que caracterizaron a Mesoamérica en el
futuro, como el juego de pelota, la escritura glífica, el concepto de montaña sagrada y otros
elementos rituales evidenciados en las costumbres funerarias.

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En el valle de Oaxaca, una de las principales poblaciones de este periodo fue “San José
Mogote” y, de acuerdo con Solanes y Vela (2000), muy posiblemente uno de los principales
antecedentes en la formación de lo que será Monte Albán. Por su parte, en la zona de
Guerrero, el centro de México y el área maya, las culturas tuvieron un desarrollo notable que
abonó a una compleja red de relaciones y de intercambio.

Preclásico tardío (400 a. C.-200 d. C.)

El periodo se encuentra delimitado por la decadencia de las culturas olmeca y zoque en el


sur, las cuales habían sido rectoras y dominantes en el periodo anterior, pero durante el
preclásico tardío vieron disminuir su esfera de influencia tanto política como comercial,
especialmente contra las crecientes ciudades-estado mayas.

Por toda Mesoamérica se establecieron diversas capitales regionales que, como Clark y
Hansen (2000) mencionan, acrecentaron los límites de la región, ubicándose en lugares
donde hasta ese momento no había proliferado el desarrollo, como Zacatecas, Durango,
Tlaxcala y Aguascalientes.

Además, es en este periodo donde se da el desarrollo final de la escritura. Se encontraron


grandes textos en estelas, altares y fachadas que dan cuenta del poder político de las
ciudades, nos cuentan el origen mítico o nos narran alguna victoria militar. Vemos también
un incremento en los conflictos bélicos con la presencia de elementos en desarrollo de una
clase guerrera ligada a las élites y construcciones como fosos y muros defensivos o
sacrificios como forma de ofrenda. Aparece en Chiapa de Corzo, Chiapas, la fecha de cuenta
larga más antigua, lo que demuestra un avance en la abstracción de conceptos
matemáticos que llevarán al desarrollo de muchas ciencias durante los periodos siguientes.

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La agricultura se desarrolló de manera intensiva, produciendo grandes excedentes y
brindando la capacidad de incrementar el sostén de una enorme cantidad de habitantes,
pero esto trajo como consecuencia que las dimensiones de las poblaciones también
incrementaran. El control centralizado de esta producción generó la necesidad de una
mejor y más desarrollada clase política que organice los recursos y establezca un control
más férreo sobre rutas comerciales a larga distancia y pueda soportar la lucha por el manejo
de las mismas contra otras poblaciones rivales. La obsidiana fue uno de los materiales más
socorridos por todas las culturas, por lo que el control en todo el proceso desde la extracción,
la producción y la comercialización fue fundamental para que algunas ciudades obtuvieran
el prestigio e incrementaran su poder político.

La arquitectura pública es más relevante y común que en el periodo anterior. Se


construyeron grandes estructuras insignia de sus ciudades con decorados en estuco,
pinturas murales y altares junto a ellas, todas cargadas de un importante simbolismo que
reforzaba el poder, control y legitimidad de la clase gobernante. La construcción
monumental reflejaba una inversión no solo de materiales, sino de fuerza humana, lo que
nos demuestra el control de una élite estatal, la cual tuvo que gestionar el excedente de
producción y la economía, así como la fuerza laboral para la construcción de obra pública.

Teotihuacán estaba anclada en una ubicación privilegiada, no solo por encontrarse al centro
de Mesoamérica, sino por poseer diferentes recursos naturales, como materiales de
construcción, yacimientos de obsidiana y arcilla, ríos y manantiales. Lo anterior facilitó el
control de las rutas comerciales y tener una enorme notoriedad, especialmente a finales de
esta fase en la que se construyeron tres de sus elementos característicos: la pirámide de la
luna, la pirámide del sol y la calzada de los muertos.

En la región central de lo que hoy es México destacó el sitio de Cuicuilco, en la costa del
Golfo, aunque en franco declive se encontraban San Lorenzo y La Venta, mientras que en la
región occidente, de acuerdo con Clark y Hansen (2000), se presentaba una variabilidad, con
pocas ciudades concentradas en la región de Jalisco, caracterizadas por las tumbas de tiro.
El resto de la zona con poblaciones apenas formaban aldeas de gran tamaño, por lo que
estos autores presuponen que la región se encontraba aún fuera de los límites de lo que
sería Mesoamérica y poco a poco durante esta etapa se iría absorbiendo.

Por otro lado, la región maya, Kaminaljuyú y el Mirador tuvieron un rápido ascenso, sin
embargo, al igual que muchos otros casos en toda Mesoamérica, para el final de este
horizonte se alcanzó un límite en el crecimiento continuo de la población y de la obra
pública, lo que llevó a un importante colapso de varios centros urbanos, pues los
gobernantes, al no poder gestionar los recursos adecuadamente, tuvieron que enfrentar
constantes revueltas y conflictos que los llevaron a su caída.

El preclásico es una etapa que, gracias al avance de los estudios científicos, ha demostrado
no ser como se pensaba antes, solo una fase formativa con el único dominio olmeca como
cultura dominante y difusora, sino que poseía características propias y un alto desarrollo en
múltiples regiones, dando pie al crecimiento de Mesoamérica. En su última fase, las
diferentes regiones que conformaban el territorio mesoamericano tuvieron tradiciones
regionales, rasgos característicos de la cultura que dominaban toda una zona, por ejemplo,
en el valle de Oaxaca a los zapotecos, la región de la mixteca o la zona maya.

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Clásico temprano (200-600 d. C.)

Periodo de esplendor en Mesoamérica caracterizado sobre todo por el urbanismo de


grandes ciudades que funcionaron como capitales regionales, especialmente la gran
potencia política Teotihuacán en la que veremos una marcada diferencia entre
campo-ciudad, una explosión demográfica extraordinaria, que fungió como polo de
atracción de otras ciudades, y una extrema influencia tanto política-ideológica como
económica sobre la mayoría de las culturas Mesoamericanas. La obra pública se intensificó
al máximo y se crearon grandes plazas cívicas, estructuras administrativas y complejos
dedicados a los dioses donde se celebraban rituales abiertos.

La sociedad encontró su máximo punto de estratificación y surgieron especialistas de


tiempo completo, algunos de ellos cobijados por la clase política que cobra tintes de un
Estado bien establecido, con un gobierno centralizado que vincula su poder a un fuerte
componente ideológico y religioso. Es precisamente este último segmento de la sociedad
que adquiere preponderancia y se asocia con las esferas gobernantes, por medio de un
discurso religioso y dinástico, que incluía elaborados sacrificios y rituales, los cuales
quedaron grabados para la posteridad como propaganda política en diferentes soportes
como estelas, murales, escaleras jeroglíficas y prácticamente en cualquier lugar que
pudieron exponerlo (vasos tipo códice, platos policromos, etcétera), todo ello ayudó a
legitimar su acceso al poder. Se han conservado hasta nuestros días escenas palaciegas con
cortes de la realeza que ejemplifican la diferencia entre la vida de la élite y el resto del
pueblo, pero también la consolidación de una mitología que se mantuvo durante el resto de
la época prehispánica y, en algunos casos, como es el ejemplo del mito cosmogónico de los
gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, hasta la colonia en los textos del siglo XVI y XVII conocidos
como los libros del “Chilam Balam”.

El comercio se consolidó y se crearon extensas redes con caminos y rutas establecidas


controladas por las capitales regionales. El incremento de especialistas dedicados a la
producción artesanal, el cual había alcanzado a ser una tercera parte de la población de
Teotihuacán, se convierte en una actividad primordial en las ambiciones expansionistas por
medio del control comercial (López, 2007).

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Las grandes urbes aparecieron con una planeación bien definida, siendo el caso más claro,
pero no el único, la misma Teotihuacán. Tal fue la fama de esta metrópoli que sería conocida
también como la ciudad de los dioses, esto debido a un mito divulgado por los pueblos
mexicas ya en el ocaso de la época prehispánica, en el que los dioses se habrían reunido en
este mismo lugar para que con el sacrificio y la sangre de uno de ellos pudieran dar vida al
nuevo sol y comenzar un ciclo de vida nuevo.

Teotihuacán, al ser receptora de múltiples oleadas migratorias de toda la región, destinó


dentro de la ciudad amplios complejos habitacionales a manera de barrios definidos por la
pertenencia cultural y la especialización laboral de sus habitantes. Además, su arquitectura
simbólica cobró mucha fuerza y se crearon elaborados complejos de edificaciones con el
objetivo de fortalecer a la clase gobernante y asociarla con las diferentes deidades presentes.

El elemento arquitectónico conocido como talud-tablero fue replicado por todas las
regiones en un intento de imitar a esta ciudad sagrada. Los complejos habitacionales eran
decorados con murales en los que predominan las tonalidades ocre y rojiza. Muchos de los
lideres de otras culturas presumían descender de linajes teotihuacanos.

En la región sur, dentro del área maya, Tikal levantó la mano como líder de la región
pactando una serie de alianzas con Palenque y otras ciudades importantes. Sin embargo,
conforme el clásico avanzó, fue testigo de una compleja red de alianzas y traiciones dentro
de las principales ciudades-estado mayas que vieron en Calakmul otra alternativa para
pelear con Tikal y disputarle el control de rutas comerciales y político. En la zona norte de
Yucatán, el dominio lo tuvo Izamal, la cual difundió su estilo monumental y el uso de piedras
de gran tamaño, conocidas como megalíticas, por toda la península yucateca.

Clásico tardío (600-900 d. C.)

Se caracterizó por el cambio en el dominio político debido a la caída de Teotihuacán y de


otras grandes capitales regionales asociadas a la misma. El escenario político cambió con el
surgimiento de nuevos centros de poder ahora libres de la influencia teotihuacana. Es
también la época de oro de varias ciudades-estado mayas, las cuales entraron en constantes
conflictos armados por el control de la región sur y el dominio de las rutas comerciales que
se encontraban fragmentadas. Se produjo la explotación de recursos como la turquesa y el
cinabrio en la zona norte de Mesoamérica con el dominio de la Quemada.

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La arquitectura se vio ligada al avance de otras ciencias como las matemáticas, la ingeniería
civil, la química y la hidráulica. Asimismo, se presentó la inclusión de aspectos defensivos
como murallas, zanjas y emplazamientos de control, pero no todo es guerra, aparecieron
también construcciones destinadas a la observación de los astros. Los procesos
constructivos fueron más refinados, se expandió la pintura mural con la obtención de
recubrimientos y aplanados de estuco, así como de diversos tintes de origen vegetal, animal
y mineral. De Sudamérica llegaron las primeras técnicas en el manejo de metales, técnicas
que se fueron perfeccionando con el paso de los años.

Para el final del periodo, las tierras bajas mayas fueron abandonadas, producto de lo que se
conoce como el “colapso” maya. Este periodo ha sido interpretado como el fin de esta
cultura, pero la realidad es que, a pesar de que la zona de tierras bajas (Chiapas y
Guatemala) fue abandonada, se dio el auge de varios sitios de la península de Yucatán, por
lo que se piensa que mucha de la población de las ciudades abandonadas migró hacia otros
lugares en busca de mejores condiciones de vida.

En cuanto a los motivos del abandono fueron una conjunción de eventos que llevaron no
solo a un desastre ambiental al sobreexplotar las tierras fértiles que poco a poco dejaron de
serlo o más bien de producir en exceso como para albergar a una población que no paraba
de crecer, sino también una continua y exacerbada desigualdad entre la clase gobernante y
el resto de la población, una incapacidad de la élite de gestionar los recursos, así como
también cambios climáticos que generaron sequías prolongadas. Todo ello llevó a un
continuo malestar que terminó por provocar múltiples revueltas sociales y levantamientos
contra los mismos gobernantes que años atrás habían sido divinizados y adorados.

Posclásico temprano
(900-1,200 d. C.)

Este periodo se definió por la


supremacía tolteca y el desarrollo
de la clase guerrera. Se realizaron
amplias prácticas de sacrificio
humano y continuos movimientos
migratorios, dentro de los que
destacan los efectuados en la zona
maya hacia la península de Yucatán
y especialmente el abandono de la
zona norte en Mesoamérica y su
posterior ocupación por grupos
nómadas llamados chichimecas.

A partir de esta fase se empieza a tener ya evidencia de datos históricos que llegarán a
nosotros en la época colonial por medio de diversas crónicas y textos, tanto de frailes y
conquistadores como de los propios nativos. La inestabilidad política dio pie a constantes
conflictos entre ciudades que ya no formaban grupos étnicos homogéneos, mientras que
los constantes movimientos poblacionales generaron en Mesoamérica ciudades
pluriétnicas y multiculturales no solo debido al intercambio ideológico entre las diferentes
culturas, sino también por los constantes cambios de hegemonía política.

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Dentro del desarrollo tecnológico se dio el refinamiento en el manejo de metales. Si bien se
tiene evidencia de que la metalurgia no es de creación mesoamericana, aquí alcanzó un
elevado grado de refinamiento en culturas como los mixtecos y los purépechas, con piezas
trabajadas en filigrana y otras por medio de moldes con la técnica de la cera perdida.

En la zona maya, Masson (2001) hace un profundo análisis al concepto y a las diferentes
características que presenta el horizonte, con lo que concluye que se estaría en un grave
error si consideramos al posclásico como una etapa de declive o decadencia, ya que, pese a
que fue un periodo de profundos cambios, la evidencia arqueológica ha demostrado una
sociedad maya desarrollada con un incremento en su población, especialmente en la región
costera, con redes comerciales bien estructuradas y desarrolladas y recubrimientos de
estuco sobre los que se pintaron magníficos murales multicolor.

Por lo general se solía demeritar este momento de la historia por la aparente ausencia de
textos. No obstante, hoy sabemos que la escritura glífica se mantenía en códices (la mayor
parte de estos se perdió durante las quemas y pesquisas de los religiosos españoles
posterior a la conquista, como el auto de fe de Fray Diego de Landa, en Yucatán), en las
mismas fachadas y en estelas que, aunque no eran talladas en la piedra como en el periodo
anterior, se debió utilizar un recubrimiento encima de la piedra sobre el que se continuaron
narrando las historias dinásticas y
logros de las ciudades-estado
mayas.

El esplendor del sitio de Chichén


Itzá, que dominó la región con un
fuerte componente militar, lo
llevaría a hacer a un lado a ciudades
como Yaxuná o Ek Balam. Este sitio
poseía un estilo arquitectónico
peculiar y absorbió algunas de las
características especialmente
mitológicas de la región norte de la
península yucateca. El uso del
simbolismo de la serpiente
emplumada es el claro ejemplo de
que para el posclásico los mayas
aún tenían mucho que ofrecer.
Para el final del periodo, veremos el
cambio de estafeta en el control político-económico por parte de Mayapan.

A partir de esta fase se empieza a tener ya evidencia de datos históricos que llegarán a
nosotros en la época colonial por medio de diversas crónicas y textos, tanto de frailes y
conquistadores como de los propios nativos. La inestabilidad política dio pie a constantes
conflictos entre ciudades que ya no formaban grupos étnicos homogéneos, mientras que
los constantes movimientos poblacionales generaron en Mesoamérica ciudades
pluriétnicas y multiculturales no solo debido al intercambio ideológico entre las diferentes
culturas, sino también por los constantes cambios de hegemonía política.

Dentro del desarrollo tecnológico se dio el refinamiento en el manejo de metales. Si bien se


tiene evidencia de que la metalurgia no es de creación mesoamericana, aquí alcanzó un
elevado grado de refinamiento en culturas como los mixtecos y los purépechas, con piezas
trabajadas en filigrana y otras por medio de moldes con la técnica de la cera perdida.

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En la zona maya, Masson (2001) hace un profundo análisis al concepto y a las diferentes
características que presenta el horizonte, con lo que concluye que se estaría en un grave
error si consideramos al posclásico como una etapa de declive o decadencia, ya que, pese a
que fue un periodo de profundos cambios, la evidencia arqueológica ha demostrado una
sociedad maya desarrollada con un incremento en su población, especialmente en la región
costera, con redes comerciales bien estructuradas y desarrolladas y recubrimientos de
estuco sobre los que se pintaron magníficos murales multicolor.

Por lo general se solía demeritar este momento de la historia por la aparente ausencia de
textos. No obstante, hoy sabemos que la escritura glífica se mantenía en códices (la mayor
parte de estos se perdió durante las quemas y pesquisas de los religiosos españoles
posterior a la conquista, como el auto de fe de Fray Diego de Landa, en Yucatán), en las
mismas fachadas y en estelas que, aunque no eran talladas en la piedra como en el periodo
anterior, se debió utilizar un recubrimiento encima de la piedra sobre el que se continuaron
narrando las historias dinásticas y logros de las ciudades-estado mayas.

El esplendor del sitio de Chichén Itzá, que dominó la región con un fuerte componente
militar, lo llevaría a hacer a un lado a ciudades como Yaxuná o Ek Balam. Este sitio poseía un
estilo arquitectónico peculiar y absorbió algunas de las características especialmente
mitológicas de la región norte de la península yucateca. El uso del simbolismo de la
serpiente emplumada es el claro ejemplo de que para el posclásico los mayas aún tenían
mucho que ofrecer. Para el final del periodo, veremos el cambio de estafeta en el control
político-económico por parte de Mayapan.

Posclásico tardío (1,200-1,521 d. C.)

Durante el desarrollo de finales del posclásico encontraremos como eje rector a estados
poderosos en el ámbito militar, lo cual aprovecharon para sostener un largo dominio sobre
otros pueblos a los cuales se les impuso el pago de fuertes tributos (tenemos registro de
alguno de ellos gracias a la segunda sección del códice colonial, Mendocino, también
llamada matrícula de tributos). Muchos de estos pueblos dominados no fueron absorbidos,
sino que se siguieron rigiendo, pero bajo el yugo y exigencia de impuestos que eran
destinados a los grandes poderes de la época.

En el panorama político, la religión siguió teniendo un papel preponderante al justificar las


campañas expansionistas, la supremacía de pueblos guerreros, como el Mexica, y con la
obtención de víctimas para los sacrificios humanos que mantenían el orden cósmico y
posibilitaban el crecimiento por la derrama de bendiciones de los agradecidos dioses al ser
alimentados con la sangre y los corazones.

A pesar de que la cultura tolteca colapsó, los imperios mexicas y tarasco se desarrollaron en
la zona central, la cual fue controlada por la Triple Alianza (Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan).
A lo largo del periodo se extendió notablemente su influencia por casi toda Mesoamérica, la
cual, a diferencia de otras etapas, dejó de crecer y se empezó un proceso de contracción con
las migraciones efectuadas desde los límites hacia la zona central.

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Tenochtitlan, capital y sede del poder, fue una ciudad planeada con esplendidos edificios y
una magnífica organización. Su centro comercial era el mercado de Tlatelolco, en el cual se
podían encontrar productos de todos los rincones de Mesoamérica. Además, fue una ciudad
con sistemas de recolección de basura; un sistema de tuberías que llevaban agua dulce y
que se encontraba preparado por si un ducto fallara, este pudiera cerrarse y usar otro
mientras se daba mantenimiento al dañado; un sistema de calzadas que permitía el acceso
desde fuera al interior del islote, en su interior se podía ir por canales, o bien, por diversos
puentes que conectaban los diferentes Calpullis o barrios en los que se dividía la sociedad; y
un sistema de educación pública en cada barrio diferenciado de acuerdo con las tareas que
se desempeñarían en la vida, por un lado, los Telpochcalli y, por otro, el Calmécac, destinada
para los pipiltin o nobleza.

Al centro de la ciudad se encontraba el templo mayor con los palacios de los gobernantes y
edificaciones majestuosas en honor a las dos principales deidades: Tláloc y Huitzilopochtli.
Por las crónicas se conoce que las construcciones palaciegas de su gobernante poseían
grandes jardines recreativos y un zoológico con especies de toda Mesoamérica. Tenochtitlan
fue famosa por la limpieza de sus calles y la higiene de su gente, atributos que
deslumbraron a los españoles a su llegada. En el aspecto agrícola, se crearon las
“chinampas”, islotes artificiales que permitían extender las áreas cultivables para sostener
una enorme población.

En la región maya, independiente del control de la triple alianza, Mayapan le arrebató el


control político a Chichén Itzá, dando pie a una reorganización en el sistema de gobierno
maya, la cual pretendía una optimización de recurso y buscaba de alguna manera equilibrar
el progreso de las élites con el resto de la población. Por otro lado, el gobierno no recaía en
un sagrado señor, sino en un grupo que debió representar a varias familias poderosas de la
región.

Muchos de los asentamientos de esta etapa se ubicaron en el actual estado de Quintana


Roo, en una región que se conoce por su particular estilo arquitectónico como “Costa
Oriental”, del que son claro ejemplo Tulum, El Rey, Xel-Há, San Gervasio, Xcaret y El Meco.

Si bien la talla de piedra en los edificios no era


refinada como en épocas pasadas, sí lo eran los
múltiples murales y la elaborada decoración en
estuco de sus edificios. Por la ubicación de estos
asentamientos, es clara la importancia del
comercio vía marítima, así como el desarrollo que
se había alcanzado en ella. Masson (2001) señala
que otra ubicación densamente poblada fue el
norte de Belice, especialmente en ciudades
vinculadas a cuerpos de agua, algunas de ellas
con conexión al mar Caribe y temporalmente
coincidentes con el ascenso de Mayapan.

El fin del mundo mesoamericano sucedió con la


llegada de los europeos a América y la
subsecuente conquista española.

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Checkpoints

Asegúrate de:

• Comparar las características entre los diferentes horizontes.


• Distinguir e identificar los rasgos más relevantes de cada uno de los periodos
mesoamericanos.
• Relacionar los acontecimientos que llevaron a los principales cambios de cada fase.

Referencias bibliográficas

• García, J. (2000). Tiempo mesoamericano II: Preclásico Temprano (2500 a. C -1200 a. C).
Arqueología Mexicana, 8(44).
• García, R. (2007). La cuenca de México, preclásico temprano y medio (2500-400 a.C.) las
primeras sociedades agrícolas. Arqueología Mexicana, 15(86).
• González, R. (2000). Tiempo mesoamericano III: Preclásico Medio en Mesoamérica.
Arqueología Mexicana, 8(45).
• López, A., y López, L. (2000). Tiempo mesoamericano I: La periodización de la historia
mesoamericana. Arqueología Mexicana, 8(43).
• López, L. (2007). La cuenca de México, Clásico (150-600/650 d.C.) la diferenciación
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Recursos de apoyo
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• INAH TV. (2017, 13 de febrero). Preclásico Temprano [Archivo de video]. Recuperado de


https://www.youtube.com/watch?v=Bd3dIbi-J1o

• LUGARES INAH. (s.f.). REGIONES CULTURALES. Recuperado de


https://www.lugares.inah.gob.mx/es/zonas-arqueologicas/regiones-culturales.html

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