ARQUEOLOGÍA MEXICANA
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El libro Mentiras y verdades en la arqueología mexicana
reúne 42 textos que desde 2012 a la fecha, ha publicado el
reconocido arqueólogo en la columna del mismo nombre,
que tiene en la revista Arqueología Mexicana.
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muestra la pluma de aquellos investigadores que están
trabajando directamente en campo y eso le da un sello de
calidad a nuestros textos”, acotó.
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siguiente manera: en el centro, el dios viejo del fuego
(cultura totonaca, periodo Clásico 150-650 d.C.), en el lado
izquierdo, las esculturas relacionadas con la vida, como
Tláloc (centro de Veracruz, Posclásico 1000-1521 d.C.); y
en el derecho, aquellas vinculadas con la muerte, como
Mictlantecuhtli (cultura mexica, 1481-1486 d.C.).
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En la huida de Cortés de Tenochtitlan a Tacuba “…muchos españoles e indios que a la salida murieron”. Fray
Diego Durán, Historia de las Indias de la Nueva España e islas de Tierra Firme. Digitalización: Raíces
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Para el ataque divide sus fuerzas en tres grandes grupos y prepara los
bergantines para asolar estas ciudades. Como se recordará,
Tenochtitlan se encontraba en medio del lago de Texcoco y se unía a
tierra firme a través de grandes calzadas como las de Tacuba, por el
poniente, la de Tepeyac, por el norte, y la de Iztapalapa hacia el sur,
además de miles de canoas que transportaban personas y productos
entre las dos ciudades lacustres y la tierra firme. Pues bien, Cortés
pone a Pedro de Alvarado en la ciudad de Tacuba con “treinta de
caballo, y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y ciento y cincuenta
peones de espada y rodela, y más de veinte y cinco mil hombres de
guerra de los de Tascaltécal”. A Cristóbal de Olid lo ubica en Coyoacan
con “treinta y tres caballos, y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y
ciento y sesenta peones de espada y rodela, y más de veinte mil
hombres de guerra de nuestros amigos…”. Gonzalo de Sandoval ocupa
Iztapalapa con “veinticuatro de caballo, y cuatro escopeteros y trece
ballesteros, y ciento y cincuenta peones de espada y rodela; los
cincuenta de ellos, mancebos escogidos, que yo traía en mi
compañía, y toda la gente de Guajucingo [Huejotzingo] y Chururtecal
[Cholula] y Calco [Chalco], que había más de treinta mil hombres”
(Cortés, s.f., pp. 323-324).
Por su parte, Bernal Díaz señala cifras más o menos similares, aunque
dice que el número de indígenas que acompañaban a cada cuerpo de
ejército era de ocho mil hombres (Díaz del Castillo, 1943, pp. 106-
107). Por su parte, Cortés asume el mando de los 13 bergantines
contando para ello con 300 hombres, “todos los más gente de la mar y
bien diestra; de manera que en cada bergantín iban veinte y cinco
españoles, y cada fusta llevaba su capitán y veedor y seis ballesteros y
escopeteros” (Cortéz, s.f., p. 324).
Como podemos ver, fueron alrededor de 800 españoles más cerca de
75 mil indígenas enemigos de Tenochtitlan los que llevaron a cabo la
conquista. Crónicas indígenas como el Relato de la Conquista, escrito
en 1528 por un indígena anónimo de Tlatelolco, relatan lo que fueron
los últimos enfrentamientos entre los dos bandos. Así, leemos pasajes
como éste que marca el final de la contienda:
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Y esto fue todo. Habitantes de la ciudad murieron dos mil hombres
exclusivamente de Tlatelolco. Fue cuando hicimos los de Tlatelolco
armazones de hileras de cráneos [tzompantli]. En tres sitios estaban
colocados estos armazones. En el que está en el Patio Sagrado de
Tlilan es donde están ensartados los cráneos de nuestros amos
[españoles].
En el segundo lugar, que es Acacolco, también están ensartados
cráneos de nuestros amos y dos cráneos de caballo.
En el tercer lugar, que es Zacatla, frente al templo de la Mujer
[Cihuacóatl], hay exclusivamente cráneos de tlatelolcas.
Y así las cosas, vinieron a hacernos evacuar. Vinieron a estacionarse
en el mercado.
Fue cuando quedó vencido el tlatelolca, el gran tigre, el gran águila, el
gran guerrero. Con esto dio su final conclusión la batalla.
Fue cuando también lucharon y batallaron las mujeres de Tlatelolco
lanzando sus dardos. Dieron golpes a los invasores; llevaban puestas
insignias de guerra; las tenían puestas. Sus faldellines llevaban
arremangados, los alzaron para arriba de sus piernas para poder
perseguir a los enemigos. […] Y todo esto pasó con nosotros.
Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos; con esta lamentosa y triste
suerte nos vimos angustiados (Relato de la Conquista, 2003).
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Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del
INAH.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un
ejemplar: http://raices.com.mx/tienda/revistas-el-zocalo-AM116
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En esta cancha, los aros por donde pasaba la pelota están adornados con chalchihuites; también hay cinco
cráneos y uno de los dos jugadores sostiene la bola. Códice Magliabechiano, f. 68r. Digitalización: Raíces
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juego cuando éste revestía características de combate eran los
sacrificados a los dioses. También podía ocurrir que a determinados
prisioneros de guerra se les inmolara dentro de las canchas. Como
ejemplo de la inmolación al perder en la guerra (o en la cancha del
juego) tenemos el caso del combate entre Huitzilopochtli y
Coyolxauhqui –que según Durán se realizó en el juego de pelota de los
dioses (Teotlachco)–, del que salió triunfante el primero con la
consiguiente muerte por decapitación de la segunda y extracción del
corazón de sus seguidores:
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El sacrificio se llevaba a cabo principalmente por medio de la
decapitación, creándose una relación hacia el Posclásico entre juego
de pelota-tzompantli-decapitación. Así se aprecia en los relieves de
Chichén con su tzompantli a un lado para colocar los cráneos, como
también ocurre en Tula y Tenochtitlan, además de lo que leemos en
el Popol-Vuh. Otras formas sacrificiales se realizaban por extracción
del corazón y quizá por degollamiento, sin descartar algunas prácticas
como acaso la de arrojar al individuo por una escalinata, según se
aprecia en el edificio 33 de Yaxchilán, donde el señor Pájaro Jaguar IV
ataviado para el juego observa la caída de otro personaje que, en
forma de pelota, es lanzado por una escalinata (Matos, 2010, 57). En
códices como el Borgia, por ejemplo, vemos el sacrificio humano de
un personaje con el cuerpo “rallado”: prisionero que es sacrificado en
el interior de la cancha para el juego.
Como puede apreciarse, hay sobrados datos para sostener la idea de
la muerte de los jugadores/guerreros perdedores, y no de los
ganadores, como parte de una de las más importantes prácticas
rituales del México antiguo.
Eduardo Matos Moctezuma
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_____ , “La muerte del hombre por el hombre, el sacrificio humano”,
en El sacrificio humano, inah/unaM, México, 2010, pp. 43-67.
PoPol-Vuh, trad. de Adrián Recinos, Fce, México, 1971.
taladoire, Eric, “El juego de pelota mesoamericano”, Arqueología Mexi-
cana, núm. 44, México, 2000, pp. 20-27.
_____ , Ballgames and Ballcourts in Prehis- panic Mesoamerica, a
Bibliography, bar International Series 2338, Mono- grahps in
American Archaeology, Paris, 2012.
Tomado de Eduardo Matos Moctezuma, “¿Sacrificaban al que ganaba en el juego de pelota?”, Arqueología Mexicana núm.
120, pp. 88 – 89.
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La Malinche traduce a Hernán Cortés lo que dice Tlillancalqui, mensajero de Moctezuma ii. Fray Diego
Durán, Historia de las indias de la nueva España e islas de Tierra Firme. Digitalización: Raíces
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En resumen, la Malinche o doña Marina ayudó a los españoles en la
acción conquistadora de la misma manera que lo hicieron otros
pueblos que padecían el yugo impuesto por Tenochtitlan. Por lo tanto,
el sistema tributario fue uno de los motivos que llevaron a esos grupos
a tratar de liberarse del mismo y vieron en los españoles una manera
de lograrlo. No pasó mucho tiempo para que se dieran cuenta que,
salvo ciertos privilegios otorgados a los dirigentes indígenas y a los
pueblos que habían ayudado en la conquista, la mayoría de la
población autóctona pasó a ser sujeto de explotación bajo nuevos
principios económicos, políticos, sociales y religiosos.
Eduardo Matos Moctezuma
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Cuando salió Hernán Cortés en la Noche Triste. Biombo de la Conquista, detalle. Anónimo, siglo XVII. Óleo
sobre tela. Museo Franz Mayer, Ciudad de México. Foto: Marco Antonio Pacheco / Raíces
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Eduardo Matos Moctezuma
Tomado de Eduardo Matos Moctezuma, ¿Lloró Cortés en el “árbol de la Noche Triste”?, Arqueología Mexicana, núm. 131,
pp. 86 -
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zquierda: Un español sujeta por el cuello con una cuerda a Moctezuma II. enfrente se ve a un personaje
muerto y con una espada clavada en el pecho. Códice de Moctezuma. Derecha: Los españoles arrojan los
cadáveres de Moctezuma II y de Itzcuauhtzin, señor de Tlatelolco, a las aguas del lago. Códice Florentino, lib.
XII, f. 40v. Digitalización: Raíces
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quiso, antes cuando no nos catamos vinieron a decir que era muerto
(Díaz del Castillo, 1943, pp. 15-16).
Vemos concordancia en el relato de los dos cronistas soldados en
cuanto al motivo de la muerte del tlatoani y la manera en que ocurrió.
Veamos ahora la posición de los cronistas indígenas, si bien hay que
aclarar que sus escritos son muy posteriores y quizá parte de la
tradición oral. Empecemos con la Relación del origen de los indios que
habitan esta Nueva España según sus historias:
...y yendo á buscar al gran Rey Motecuczuma dizen que le hallaron
muerto á puñaladas, que le mataron los españoles á él y á los demás
principales que tenían consigo la noche que se huyeron, y este fué el
desastrado y afrentoso fin de aquel desdichado Rey... (Códice Ramírez,
1980, p. 91).
Alvarado Tezozómoc relata en su Crónica Mexicáyotl:
En el año 2-pedernal, “1520 años”, fue cuando murió el señor
Moteuczoma Xocoyotl, rey de Tenochtitlan, hijo de Axayacatzin; reinó
diez y nueve años; a los tres los mataron los españoles (Tezozómoc,
1975, p. 149).
Finalmente, acudimos a las Relaciones de Chalco-Amaquemecan de
Chimalpahin:
En el mes de Tecuilhuitontli, los españoles dieron muerte al
Moteuhcmatzin, haciéndolo estrangular y después de eso huyeron
aprovechando las sombras de la noche (Chimalpahin, 1965, p. 236).
A lo anterior habría que sumar pictografías como el Códice
Moctezuma, en el que se aprecia al emperador con soga al cuello
asomándose por la azotea para calmar los ánimos; frente a él está un
personaje muerto con una espada española clavada en el pecho, lo que
podría significar la muerte del gobernante (Batalla Ro- sado, 1996).
¿Qué sacamos en conclusión de todo esto? Hay dos datos que
considero de la mayor importancia: Bernal Díaz señala que al
asomarse Moctezuma le hablaron con gran acatamiento y cesaron de
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tirar proyectiles, lo que implica el respeto que se le tenía; el otro,
cuando acto seguido se le comunica a Moctezuma que había sido
depuesto del cargo de tlatoani y se nombra como señor de México a
su hermano Cuitláhuac.
Esto último resulta relevante, ya que al perder el poder no era de ya
de utilidad para los españoles y la guerra iba a continuar. Por lo tanto,
más bien se convertía en una carga que en una ayuda. De ser así, sus
horas estarían contadas...
Eduardo Matos Moctezuma
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Tomado de Eduardo Matos Moctezuma, “¿Quién mató a Moctezuma II, los mexicas o los españoles?”, Arqueología
Mexicana núm. 123, pp. 88 – 89.
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Un águila devora una serpiente. Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra
Firme. Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces
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En el caso del segundo leemos en su Historia de las Indias de Nueva
España e islas de Tierra Firme:
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fueran sus tributarios y servidores. Al parecer esto ocurrió hacia 1325
d.C., según lo indican diversas fuentes históricas.
Lo anterior es buen ejemplo de la manera en que el mito y la realidad
se entretejen. Sin embargo, ambas versiones son importantes: la
histórica, porque es lo que aconteció realmente, y la mítica, porque es
la respuesta que un pueblo da sobre determinados acontecimientos
para legitimizar su presencia. Ejemplos en el mundo tenemos varios,
pues los pueblos de la antigüedad siempre buscaron el tratar de tener
presencia por medio de hechos fantásticos que los relacionaban con
los dioses, como fue el caso de la fundación de Roma por Rómulo y
Remo, amamantados por una loba, cosa esta última que nunca ocurrió.
La figura del águila parada sobre el tunal guarda un significado
importante para el mexica. El ave representa al Sol (Huitzilopochtli),
pues al igual que el astro, es el ave que vuela más alto. El hecho de
estar parada sobre el tunal se vincula con el corazón de Cópil, sobrino
de Huitzilopochtli, que es vencido por éste y su corazón arrojado en
medio del lago, de donde nacerá el nopal, por lo que tiene estrecha
relación con la guerra, el sacrificio y el triunfo del numen (González,
1968). La imagen prevaleció a lo largo del tiempo para convertirse,
finalmente, en el símbolo de una nación.
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