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Un Universo invisible bajo nuestros pies

Los suelos y la vida

Ciencia, Científicos y Deontología


JUAN JOSÉ IBÁÑEZ / 1 NOVIEMBRE 2009 / CURSO BÁSICO SOBRE FILOSOFÍA Y SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA, EDAFOLOGÍA Y POLÍTICA, FRAUDE Y
MALA PRAXIS CIENTÍFICA, PRENSA Y POLÍTICA CIENTÍFICA

Hoy primero de noviembre de 2009, ¿Día de todos los Santos en España?, todos los rotativos del país se escandalizan de los más que
abundantes casos de corrupción que salpican y ahogan todo el Estado en una grave crisis económica y de desvergüenza. No se trata

de un problema que afecte a un determinado partido político, sino a todos. La ética y la moral parecen abducidos por una corrupción
generalizada. Por ejemplo, el conservador diario el país informa hoy: La corrupción ahoga España. Estos “servidores del pueblo”

necesitan más que un lavado de cara. Claman a voces que se les imparta un curso de ética o se les expulse de sus cargos, tanto a ellos
como a sus defensores. Corporativismo muy mal entendido. Pero el dinero arrebatado al ciudadano de a pié se escapa furtivamente a
paraísos fiscales, que debieran ser arrasados a la menor brevedad posible de la faz de la Tierra. Ellos son los que rigen los destino de

nuestro paupérrimo sistema de I+D+i. Pero como podréis ver en el post de un blog vecino (¿Innovación sin Investigación?), cada vez
que abren la boca es para demostrar su soberana ignorancia. ¿Pero que pasa con la ciencia y la tecnología? ¿Se salvan de la hoguera?

Siempre he pensado que, tanto los científicos como los políticos, entre otros colectivos, revelan la moral de todo el conjunto de la
sociedad. Algo se pudre en este santo país (aunque también en otros muchos). Debemos retomar la moral, ética y deontología como
valores imprescindibles en los que deben educarse todos los ciudadanos, incluidos los investigadores. Sin embargo, numerosos colegas

se ofenden, nada más oír hablar del tema, como si por tratar estos asuntos se les estuviera acusando. Flaco favor hacen a los temas
que les conciernen y a la ciencia misma. Materia de reflexión.
Día de todos los Santos. Fuente: Wikipedia

Ciencia y tecnología comienzan a ser demasiado poderosas en la sociedad actual. Los propios investigadores solemos hacer gala de ello. Sin

embargo, ambas acarrean beneficios y riesgos para los ciudadanos. Vivimos en unos momentos en los que la falta de conductas éticas
daña los intereses de todos, y si no basta con sopesar las gravísimas repercusiones de las crisis económicas, alimentarias, epidémicas,
ambientales, etc. La corrupción política comienza a aflorar en muchos países, demasiados. Los científicos no dejamos de ser más que

individuos inmiscuidos en el mismo sistema de valores que el resto de los colectivos sociales. Algunos les llaman “sacerdotes de la
ciencia”, mientras que ciertos colegas se ufanan de ello. Francamente, si la ciencia viene a reemplazar a la religión en muchos aspectos, no
vendría mal algún tipo de Código Deontológico digno de llevar tal nombre. Al fin y al cabo los sacerdotes religiosos hacían sus “votos”. Día a

día, afloran en la prensa casos de corrupción y mala praxis científica. No hablo de España, sino en general. Basta con analizar la siguiente
noticia aparecida ayer mismo en el boletín de noticias mi+d. Leerla por favor. Los médicos, tienen su Juramento hipocrático siendo la

excepción que confirma la regla. Eso sí, las normas están para cumplirse. De no ser el caso, solo son papel mojado. Un código deontológico de
tal guisa debería contemplar no solo la falta de ética en lo que concierne a la veracidad y originalidad (sin amaño de resultados y plagio, etc.)
de los resultados que ofrecen los investigadores, sino que concierne también a sus repercusiones de los mismos sobre los ciudadanos. Las
instituciones insisten en la necesidad de la cooperación científicos-empresa, con vistas a alcanzar mayores cotas de innovación tecnológica.
Empero los continuos y harto frecuentes ejemplos que nos ofrecen la farmaindustria, agroindustria, etc., acusan con el dedo

directamente a parte de la comunidad científica, y si no veamos el siguiente párrafo extraído de la aludida noticia (……)

Insisten también en que “buena parte del soporte científico que han recibido estos productos proviene de estudios financiados por la industria

farmacéutica. Investigaciones recientes del Congreso así como de distintos medios de comunicación han sacado a la luz algunas de las estrategias de las

compañías para influir en las prescripciones. Los tratamientos médicos tienen que dictarse por datos empíricos y no por anécdotas, presunciones o

estrategias de marketing. Es fundamental que se lleven a cabo estudios a gran escala con fondos independientes que establezcan la seguridad y los

beneficios de estos fármacos a largo plazo en la población infanto-juvenil”.

Ya hemos hablado de estos temas en varios post precedentes incluidos en la categoría: “fraude y mala praxis científica”. No abundaremos
más en el tema. Tan solo mentar que esta contribución podría considerarse un apéndice a nuestra entrega: “Ciencia y ética: la ética de los

científicos y la ética de la Ciencia. Quien presuponga que, como profesionales, una parte de este colectivo no incurre en los mismos desmanes
que afectan al resto de los mortales se encuentra muy equivocado. ¿Es que somos mejor que nadie? ¿Cuáles son las evidencias para
corroborar tal aserto? Parece ser que a las instituciones que rigen las políticas científicas les importa sobremanera nuestra cooperación

con otros sectores de la sociedad, como el empresarial. ¡Perfecto!. Ahora bien, también debieran pensar que tal implicación debe regirse
por unas normas, tanto más cuando los implicados trabajan para las administraciones y son remunerados en buena parte por fondos públicos.

En EE.UU. y algún país europeo (aunque no muchos) tales temas comienzan a tomarse muy en serio. Ciertas universidades y centros de
investigación han elaborado normas éticas. No tengo noticias de tales iniciativas en los países hispanoparlantes (incluida España, “of
course”), ni en una buena parte de Europa. Es hora que los ciudadanos, y nosotros como profesionales, comencemos a tomar conciencia, en

lugar de lamentarnos y enojarnos contra el mundo cuando nos recortan los presupuestos. Como dice el refrán: “no basta con ser honrado, sino
que uno debe parecerlo”.

Estos temas irritan a demasiados colegas, lo cual me parece más que preocupante. Tengo la impresión que desean siempre anteponer la
presunción de inocencia frente a cualquier acusación. Cuando alguien osa salirse del rebaño muchos se enojan. ¿Qué hay de malo en que

todos firmáramos unos códigos de conducta a los que los demás (y nosotros mismos) podamos apelar cuando alguien realmente “si se sale
del redil”?.
Habrá que recodar el significado de un par de vocablos, para aclarar que es ese extraño concepto que mosquea a muchos investigadores

Deontología

El término deontología profesional hace referencia al conjunto de principios y reglas éticas que regulan y guían una actividad profesional.
Estas normas determinan los deberes mínimamente exigibles a los profesionales en el desempeño de su actividad. Por este motivo, suele ser
el propio colectivo profesional quién determina dichas normas y, a su vez, se encarga de recogerlas por escrito en los códigos

deontológicos. A día de hoy, prácticamente todas las profesiones han desarrollado sus propios códigos y, en este sentido, puede hablarse de
una deontología profesional periodística, de una deontología profesional médica [1], deontología profesional de los abogados[2], etc.

Es importante no confundir deontología profesional con ética profesional. Cabe distinguir que la ética profesional es la disciplina que
estudia los contenidos normativos de un colectivo profesional, es decir, su objeto de estudio es la deontología profesional, mientras que,

tal como se apuntaba al comienzo del artículo, la deontología profesional es el conjunto de normas vinculantes para un colectivo profesional.

¿Veis alguno de vosotros algún mal en ello? ¿Porqué entonces tanto nerviosismo entre la clase científica? Si somos tan santurrones,

¿porque no comenzar dando ejemplo? Somos ciudadanos corrientes, no nos encontramos por encima del bien y del mal. Jamás se me ha
puesto sobre la mesa un documento que me exija cumplir con mis obligaciones éticas y morales, tanto con la ciencia, como con mis

colegas y el resto de ciudadanos. Eso sí se trata de tres temas distintos y todos de suma importancia. Una cuestión es que las empresas
obliguen a los investigadores que trabajan para ellos a guardar secretos profesionales, aspecto que sí demandan a firmar siempre, y otra
bien distinta que la sociedad salvaguarde sus propios intereses exigiendo que también firmaran una serie de códigos morales, éticos,

etc. Pero no es así. ¿Porqué? Como el propio capital, se me antoja que aquí vale todo con tal de desarrollar tecnología e innovar. Plos One es
una revista electrónica lanzada por los Institutos de Salud de EE.EE., es decir por el gobierno, que denuncia sistemáticamente fraudes y

malas praxis científicas. Los datos de muchos artículos son espeluznantes. Nadie puede dudar de la calidad de esta revista, ni del bien que
comienza a hacer al sacar a la luz los trapos sucios de la comunidad científica. Si como humanos, algunos de nosotros caemos en tales
tentaciones, debiera ser imperativo y urgente que tales códigos de conducta se extendieran, vigilando su estricto cumplimento. Y a ser

posible, las normas requerirían ser universales, no nacionales. Mientras tan solo escuche hablar de dinero, como garante de un saludable
sistema de I + D + i, estaré obligado a pensar que la ciencia funciona exactamente con los mismos valores que el capital, es decir la

clase de cultura que defienden empresarios y políticos. De ser así muy mal asunto. A las pruebas nos remitimos. Reflexionemos todos. Mi
posición proviene de mi compromiso social y de mi amor por la ciencia. Sin embargo, para mi sorpresa, con harta frecuencia, se me acusa de lo
contrario. ¿Porqué?. ¿Los trapos sucios hay que lavarlos en casa?. ¡Así nos va!. La permisividad o relajación de las normas éticas y morales

genera estragos en el mundo actual. Comencemos por dar ejemplo.

El director de la AAAS pide más cooperación científica entre la UE y Estados Unidos

La UE y Estados Unidos deben estrechar sus lazos científicos para acometer los mayores retos que afronta actualmente el planeta, afirmó Alan Leshner, director

ejecutivo de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), durante la conferencia inaugural anual del Centro Común de Investigación (JRC)

El Dr. Leshner recalcó que la UE y Estados Unidos deberían asumir un papel de liderazgo en la creación de una comunidad científica verdaderamente

global. En concreto, debe hacerse un esfuerzo por integrar a los científicos de los países en vías de desarrollo en el conjunto de la comunidad científica

internacional. Es necesario que la comunidad científica de todo el planeta se ponga de acuerdo en torno a cuestiones fundamentales como la ética en la

investigación y los derechos de propiedad intelectual, añadió.

Ada Yonath: Investigar en una empresa es perder independencia científica

Esta cristalógrafa de 70 años de edad rebatió todos los argumentos negativos y, gracias a ello, se ha convertido este año en la primera mujer israelí en conseguir un

premio Nobel, el de Química, junto con (…) Yonath afirma haber recibido hace un tiempo varias ofertas, entre ellas una de la multinacional Johnson and

Johnson para montar en Israel una empresa para el desarrollo de antibióticos (…), pero “fui muy feliz” cuando retiraron la sugerencia, afirma, y la razón es que

no quiere perder nunca “su independencia científica“.

Juan José Ibáñez

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Doctor en Ciencias Biológicas e Investigador del Consejo Superior de Investigaciones científicas (CSIC). Ha
representado durante muchos años a España en el Buro Europeo de Suelos y la Agencia Europea de Medio
Ambiente. También colabora asiduamente con la FAO en materia de suelos. Sus campos de especialización
son la ecología del paisaje, edafodiversidad y la aplicación de ciencias de la complejidad a la edafología.
Ahora también la divulgación científica.
Esta obra está bajo una
licencia de Creative Commons.

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