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Guarimberos

María Eugenia Calzadilla Muñoz

La mañana de aquel viernes, en abril de 2014, parecía del todo normal: el acostumbrado café fue
llevado a la cama por Clemente a su esposa Sofía y aunque todo estaba invadido por el fuerte olor
a pólvora ocasionado por los disturbios que ahora llamaban “guarimbas”, algo más perturbaba la
escasa tranquilidad en la mente y el alma de Clemente, acosado por la fuerte campaña que a través
de la mensajería del Facebook mantenía uno de sus hermanos en contra de su mujer y su recién
celebrado matrimonio. Los ponzoñosos mensajes daban como dardos en el espíritu atormentado
de Clemente.

Luego de volver de su viaje de bodas, en noviembre de 2013, Sofía quiso detenerse en Caracas para
compartir una cena de bienvenida organizada por la familia de Clemente, pero éste se negó con la
excusa de querer llegar a trabajar en la finca que había estado dos semanas en manos de los
trabajadores, después de que allí se efectuara la gran celebración del matrimonio. Sofía debió acatar
la decisión de su marido e hicieron el regreso directo a casa, lo que desató la ira de los familiares de
Clemente ante el desaire, que atribuyeron a Sofía.

Un año nuevo empezaba y un hecho lamentable interfirió en aquel huracán de entusiasmo que era
el alma de Sofía: el fallecimiento de Liliana, una de sus amigas más queridas. Luego de dos años de
lucha contra el cáncer de mama, operaciones, quimioterapias y radioterapias, Sofía afrontó con
dolor la partida de aquella gran amiga, que la ayudó con sus conocimientos psicoterapéuticos a
comprender a Clemente y el complejo entramado de “lealtades invisibles” hacia su grupo familiar.

Su amistad con Liliana se había estrechado a partir de la fractura de aquel fantástico grupo de
amigas, que de forma casual se fueron uniendo poco a poco a partir del año dos mil, viviendo juntas
situaciones en las que la incondicional solidaridad y las divertidas aventuras compartidas vincularon
a cinco mujeres de forma mágica y maravillosa. Se necesitaría mucho espacio para contar la
infinidad de momentos increíbles, fiestas, episodios de llanto y de infinita alegría, conspiraciones y
aquelarres que aquel brillante grupo de mujeres compartieron durante la primera década del nuevo
milenio, entre juegos de scrabble, Nueva Trova Cubana, astrología, cervezas, feng shui y paseos.
Rindieron un poético culto a la amistad que se complicó cuando las pasiones humanas y los pecados
capitales empezaron a mezclarse con las mejores intenciones y hermosos sentimientos.

Si Sofía hubiese podido en aquella mañana tener toda la información de lo que le ocurría a su
marido, jamás hubiese aceptado la invitación de acompañarlo a la finca, aquel espacio que ella con
inmenso amor y trabajo ayudó a construir y a hacer productivo.

Sofía, cansada de lidiar con el malhumor de su marido, desde que empezó el año decidió hablar con
Clemente de la ya insoportable situación y por respuesta recibió un fuerte empujón que la lanzó al
piso, donde empezó a recibir fuertes patadas que su Esposo, sin mediar palabra, le propinó. Luego
de mucho forcejear logró derribar a Clemente al piso al sujetarlo por un pie y en ese momento
aprovechó para levantarse y correr hacia la casa donde se encerró mientras lloraba.

Clemente se levantó y retomó su trabajo alimentando a los animales y encendió un cigarro; al cabo
de un rato fue hasta la casa y de un empujón logró abrir la puerta, de nuevo se desarrolló otra escena
de intensa lucha, aún más violenta que la anterior, hasta que Sofía logró salir de la casa, cerrando
con llave la puerta. Él se dio un baño y se acostó a dormir cansado por el trabajo de la finca, el
alcohol ingerido y la pelea desarrollada.

Mientras tanto, Sofía pudo localizar a alguien que la sacara de allí. Clemente seguía encerrado
durmiendo, mientras ella llena de morados y contusiones, en el cuerpo y en el alma, logró llegar a
su casa, luego de pasar por una clínica, donde certificaron que los traumatismos le habían
ocasionado una fisura de cráneo y lo peor: la pérdida de su embarazo, del cual no tenía
conocimiento, pues hasta ese momento pensaba que estaba esterilizada luego del nacimiento de
su hija.

Por esos días llegó la noticia de que uno de los sobrinos de Clemente, padecía un extraño cáncer en
la pierna, que debía ser urgentemente tratado. Clemente debía trasladarse nuevamente a Caracas,
para colaborar con su hermano y sustituirlo en la empresa. Aquel niño silencioso y taciturno se
transformó justo antes de morir en un gran líder escolar y familiar, logrando coordinar la realización
de su recién descubierto Propósito de Vida: la creación de una Fundación para ayudar a los niños
enfermos de cáncer, superando por mucho las metas establecidas.

El país y la vida de Sofía estaban igual de revueltos: un sábado a plena luz del día, una multitud
enardecida e indignada por el asesinato de uno de sus líderes, linchó a un infiltrado guardia nacional,
durante el homenaje previo al entierro del joven y aguerrido manifestante, asesinado en plena
protesta.

Sofía, que por temor no asistía a ningún tipo de manifestaciones, observó perpleja los rostros de
todos sus vecinos al volver a sus casas: había terror en sus expresiones: las miradas perdidas y los
pasos rápidos hasta sus casas revelaban que habían asistido a algo más que un homenaje póstumo.
Esa noche al escuchar las noticias comprendió que todos habían participado en aquel terrible hecho
y que a eso se debía la palidez de sus rostros y el silencio absoluto con el que todos se dirigieron a
sus hogares.

Aquel año, 2017, la violencia alcanzó niveles insospechados, en Venezuela y en la vida conyugal de
Sofía y Clemente. Desde 2014 y hasta 2017 Sofía fue blanco de la constante conspiración de la
familia de su esposo y tal como Venezuela, se convirtió en la víctima propiciatoria de mezquindades
encarnadas que lograron destrozar su unión, cambiando para siempre el sentido y el rumbo de su
existencia.

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