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Bourdieu y Passeron (1998) señalan que los sistemas de enseñanza son instrumentos de
reproducción que logran trasmitir y legitimar el capital cultural y simbólico a través de la
“Violencia simbólica”, definida como “todo poder que logra imponer significaciones e
imponerlas como legítimas, disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su propia
fuerza (…)” (p.44). Por medio de la acción pedagógica (AP) se ejerce la violencia
simbólica, buscando imponer el capital cultural dominante como legítimo, invisivilizando
el hecho de que es solo una posición cultural, del mismo modo, oculta las relaciones de
fuerza que se esconden detrás de ese arbitrario cultural (la doble arbitrariedad de la
violencia simbólica). Esto se alcanza gracias a la autoridad pedagógica, la cual le otorga a
la acción pedagógica la autoridad que respalda la arbitrariedad de su imposición, pues se
presenta como parte legitima de la misma (p,53). Por último, esta autoridad es avalada por
el Estado, pues como señala Bourdieu (1996) “el Estado […] dispone de medios para
imponer e inculcar principios durables de visión y de división conforme a sus propias
estructuras, es el lugar por excelencia de la concentración y del ejercicio del poder
simbólico” (p.8). Es así que, al reproducirse los discursos y los arbitrarios de la clase
dominante, siendo estos naturalizados, se desarrolla en los sistemas de educación la
Trabajo Integrador Final Sociología de la Educación
Astrid Jimena León Cruz
Profesorxs: Oscar Graizer- Lucia Natale
reproducción de la dominación, negando la posibilidad de pensar otras formas de relaciones
sociales o de orden social (Bernstein,1990).
Seguido a esto, la reproducción del orden social que se genera en el espacio escolar, podría
verse reflejada en las trayectorias de los sujetos en el mismo sistema. Esto podría hacerse
visible en la investigación de Perrenoud (1984) La Fabrication de l’excellence scolaire
(citado por Van Haecht, 1999), donde señala que la excelencia se fabrica no por las formas
pedagógicas, sino que esta es fabricada por las clases dominantes que detentan el poder de
evaluar conductas y de construir representaciones legitimas (arbitrario cultural), los
procesos evaluativos son considerados productores de juicios de excelencia. Sin embargo,
el autor señal que la excelencia escolar no solo se alcanza con la adquisición de
competencias, saberes o habilidades, sino que, entran en la ecuación otras capacidades
como la lógica, la disciplina, el sentido común y el compromiso de trabajo, habilidades que
no se adquieren en el ámbito escolar, sino que son fruto del habitus inicial de alumno. El
concepto de habitus es un rasgo de distinción de clase social, es definido como un conjunto
de disposiciones socialmente adquiridas que mueven a los individuos a vivir de manera
similar a la de otros miembros de su grupo social fuente. El habitus no solo replica
costumbres o gustos, sino también integra las diferentes formas de capital (cultural,
simbólico, económico, etc.) en las que el sujeto participa desde el seno familiar
(Bourdieu,1999), en otras palabras, el habitus define a una persona en cualquier situación
como perteneciente a cierta clase o grupo y es esencial para marcar el orden social. De esta
forma, es evidente que el habitus es un factor condicional para los alumnos, pues aun
cuando poseen grandes habilidades intelectuales, la ausencia del capital simbólico,
económico y cultural representa una desventaja, ya que esta repercute en la forma que el
individuo es situado o jerarquizado en la estructura social del orden social contemporáneo.
El ejemplo anterior, no solo muestra cómo el sistema escolar reproduce desigualdades que
provienen de ámbitos externos a la escuela, sino que también verbo en cierta forma cómo
las reproduce por medio de los espacios evaluadores y los circuitos escolares.
A partir del análisis precedente, sustentado en diferentes autores, este trabajo aborda la
relación entre reproducción y producción de desigualdades en la educación, destacando la
influencia de los sistemas de escolarización en las trayectorias educativas de los sujetos y
su posible ubicación en la estructura social contemporánea. Los sistemas educativos son
“superestructuras” (Apple,1987) que realizan su trabajo de modo relativamente autónomo
funcionales al orden social contemporáneo, puesto que son espacios de carácter
intrasistemico, donde se conjugan diversos intereses, tanto económicos, como políticos e
ideológicos, que logran fortalecer y mantener la estructura social establecida. Desde la
perspectiva de los autores analizados durante este escrito, se puede afirmar que estos
espacios son como incubadoras de desigualdad, puesto que la desigualdad es funcional para
la conservación del orden social contemporáneo. A pesar de promoverse como un espacio
igualitario en el acceso para todos, dentro de este se entretejen relaciones sociales las
cuales, a través de la trasmisión y la comunicación, los contenidos, las formas y los
aspectos simbólicos culturales dominantes moldean al sujeto de forma naturalizada y así
mismo las relaciones de este dentro del orden social, posicionándolo de forma conveniente
al funcionamiento de la estructura. Para terminar, es importante resaltar, que los sistemas
educativos representan un motor para el orden social capitalista, en palabras de Apple
(1987) “la escuela es un lugar donde Estado, economía y cultura se interrelacionan y donde
las reformas propuesta en las innovaciones en los curriculum reflejan dichas
interrelaciones” (p.46). Por esta razón, estos sistemas son campos de tensiones y luchas por
el poder, ya que estos permiten distribuir de forma masiva no solo conocimientos y cultura,
sino también idearios y prácticas dominantes fundamentales para la reproducción y
perpetuación del orden social.
BIBLIOGRAFIA