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Derecho Privado I

Modulo 3

El objeto de la relación jurídica privada

Puesto que las relaciones jurídicas y los derechos subjetivos que ellas contienen son de
diferente naturaleza, el objeto variará según la clase de relación y de derecho subjetivo de que se trate.

Así, en las relaciones que tienen por contenido los derechos personalísimos o los derechos
humanos, el objeto está dado por las diversas manifestaciones o proyecciones que integran la
personalidad de la persona física, como su honor, libertad, integridad física o espiritual; en las que
tienen por contenido los derechos subjetivos potestativos, el objeto está dado por el conjunto de
deberes y prerrogativas de los padres para la educación y pleno desarrollo de la personalidad de sus
hijos. En las que tienen por contenido los derechos reales, el objeto es la cosa, objeto material
susceptible de valor, sobre las que se ejercen las facultades o prerrogativas del titular.

Por otro lado, en las relaciones jurídicas que recaen sobre derechos personales o de crédito, el
objeto se proyecta sobre la conducta del deudor, denominada prestación y por último, en los derechos
intelectuales el objeto es la obra científica, literaria o artística, la expresión de ideas, procedimientos, es
decir, el producto del intelecto humano.
En una palabra, objeto de las relaciones jurídicas puede ser: cosas, hechos u objetos inmateriales.
(Tagle, 2002).

Definición de bienes y cosas

De la lectura de los fundamentos del anteproyecto del Código Civil y Comercial de la Nación se
sigue que se identifica a los bienes con la valoración económica.

Se explica allí que, para este fin, no es determinante si son materiales (cosas) o inmateriales,
porque lo que interesa es que tengan valor, y este elemento es económico y no afectivo. Así, la noción
de bien está estrechamente vinculada al enfoque económico y, por lo tanto, no podría aplicarse a los
bienes ambientales, o al cuerpo, o partes del cadáver.

En relación a las cosas, se las define como los objetos materiales susceptibles de tener un
valor. Desde el punto de vista físico, cosa es todo lo que existe; no sólo los objetos que pueden ser
propiedad del hombre, sino también todo lo que en la naturaleza escapa a esta apropiación exclusiva:
el mar, el aire, el sol, etc. Desde el punto de vista jurídico, esta noción se ha circunscripto para no
abarcar toda la materialidad ni la utilidad, y por ello “debemos limitar la extensión de esta palabra a
todo lo que tiene un valor entre los bienes de los particulares”.

El artículo 16 del código único prevé que los derechos individuales pueden recaer sobre bienes
susceptibles de valor económico. Los bienes materiales se llaman cosas y las disposiciones referentes a
las cosas son aplicables a la energía y a las fuerzas naturales susceptibles de ser puestas al servicio del
hombre.

Distintas clasificaciones

Importancia e interés práctico

El Código Civil y Comercial contiene varias clasificaciones de las cosas consideradas en sí mismas:

 muebles e inmuebles
 cosas divisibles e indivisibles
 cosas principales y accesorias
 cosas consumibles y no consumibles 2
 cosas fungibles y no fungibles.

La importancia de estas clasificaciones radica en que, según el estatuto que reciba la cosa, el régimen
jurídico que se le aplique variará.

Así por ejemplo, la distinción entre muebles e inmuebles tiene importancia desde diferentes aspectos:

❀ Por un lado, la determinación de la ley aplicable.


Las cosas inmuebles se rigen por la ley del lugar de su situación (art. 2663 del CCCN)
Las cosas muebles se rigen por el domicilio del demandado si se trata de las cosas que lleva
consigo o son de uso personal, o bien por el lugar de situación de los bienes (arts. 2665 y
2666 del CCCN).
❀ También tiene incidencia en relación al régimen de prescripción adquisitiva, que es un modo
de adquirir el dominio por la continuación de la posesión en forma pública, pacífica, continua e
ininterrumpida durante el tiempo que establece la ley. Así, las cosas inmuebles se adquieren
por la posesión continua de diez años cuando ésta es con justo título y buena fe (art. 1898
CCCN) o bien, veinte años sin necesidad de título y buena fe por parte del poseedor (art. 1899
CCCN). Ahora bien, el dominio sobre cosa mueble se adquiere por la simple posesión de
buena fe, salvo que se trate de cosas muebles hurtadas o perdidas, en cuyo caso el dominio
se adquiere por la posesión continua y de buena fe de dos años (art. 1898). Si no hay justo
título y buena fe y se trata de una cosa mueble registrable, se adquiere si se posee durante
diez años (art. 1899).
❀ Asimismo, esta clasificación influye en los derechos reales. Así por ejemplo, el derecho real de
propiedad horizontal sólo puede recaer sobre inmuebles (art. 2037), tal como el derecho de
superficie (art. 2114) y el de hipoteca (art. 2205). En tanto, el derecho real de prensa sólo
puede recaer sobre cosas muebles no registrables o créditos instrumentados (art. 2219).

 En relación a la división de cosas fungibles y no fungibles, habrá contratos como el de locación,


en virtud del cual se entrega a otra persona el uso y goce temporario de una cosa a cambio
del pago de un precio en dinero (art. 1187); el alquiler o arrendamiento deberá recaer sobre
una cosa no fungible, es decir sobre una cosa que conserve su individualidad, pues la persona
que recibe una cosa para usarla estará obligada al término del contrato a restituir la misma
cosa que le fue entregada y no otra. Lo mismo sucede en el comodato, acerca del cual, el art.
1533 expresamente establece “hay comodato si una parte se obliga a entregar a otra una cosa
no fungible, mueble o inmueble, para que se sirva gratuitamente de ella y restituya la misma
cosa recibida”.
❀ La distinción entre cosas consumibles y no consumibles tiene importancia debido a que

Mientras que el contrato de mutuo, por ejemplo, sólo puede recaer sobre cosas fungibles, pues el
mutuario, al término del contrato, no estará obligado a devolver lo mismo que recibió sino igual
cantidad de cosas de la misma calidad y especie (art. 1525).

determinados contratos sólo pueden tener por objeto a las primeras y otros únicamente a las
segundas, como el mutuo y el comodato, respectivamente.
Además, la distinción es importante en materia de derechos reales, pues el usufructo 1 sólo

1
Derecho por el que una persona puede usar los bienes de otra y disfrutar de sus beneficios, con la
obligación de conservarlos y cuidarlos como si fueran propios.
puede recaer sobre cosas no consumibles, puesto que el usufructuario y el usuario pueden
usar y gozar de la cosa ajena sin alterar su sustancia.
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❀ La clasificación entre cosas divisibles y no divisibles tiene importancia pues, al dividirse un
condominio o la partición de una herencia, sólo las cosas divisibles pueden ser objeto de
partición en especie.

Criterios de distinción

El Código Civil y Comercial realiza una clasificación de las cosas:

 Cosas consideradas en sí mismas: distingue inmuebles y muebles, cosas fungibles y no


fungibles, cosas principales y accesorias, cosas consumibles y no consumibles, frutos y
productos, entre otros.
 Bienes con relación a las personas: distingue los bienes pertenecientes al dominio público, al
dominio privado del Estado y los bienes de los particulares.
 Bienes con relación a los derechos de incidencia colectiva: relativizando los derechos
individuales en función de la protección de los derechos de incidencia colectiva.

Inmuebles y muebles. Distintas clases

 Los artículos 225 y 226 del Código Civil y Comercial determinan qué debe entenderse por
inmuebles y el art. 227, por muebles.

❀ Art. 225: Inmuebles por su naturaleza. Son inmuebles por su naturaleza el suelo, las cosas
incorporadas a él de una manera orgánica y las que se encuentran bajo el suelo sin el hecho
del hombre.
❀ Art. 226: Inmuebles por accesión. Son inmuebles por accesión las cosas muebles que se
encuentran inmovilizadas por su adhesión física al suelo, con carácter perdurable. En este
caso, los muebles forman un todo con el inmueble y no pueden ser objeto de un derecho
separado sin la voluntad del propietario.

No se consideran inmuebles por accesión las cosas afectadas a la explotación del inmueble o a la
actividad del propietario.

❀ son inmuebles por su naturaleza: el suelo, es decir la corteza terrestre, lo incorporado


orgánicamente a él, como los vegetales, y lo que está debajo de él, es decir los árboles, ríos,
minerales enterrados, etc.
❀ Son inmuebles por accesión: las cosas muebles que se encuentran inmovilizadas por su
adhesión física al suelo con carácter de perdurabilidad, como son todas las clases de
construcciones, casas, edificios, obras de infraestructuras en general. Las cosas muebles que
se incorporan de manera permanente a todas estas construcciones, como las estufas de una
casa, las ventanas de un edificio, las barandas, etc. son también inmuebles por accesión,
mientras permanezcan en esa condición (Rivera y Medina, 2014).

El precepto mencionado (art. 226) establece la regla general de que “los muebles forman un todo con
el inmueble y no pueden ser objeto de un derecho separado sin la voluntad”, por lo que, celebrado un
negocio jurídico sobre el inmueble, todo lo que esté en él, adherido e inmovilizado con carácter
perdurable, forma parte de la contratación, salvo acuerdo en contrario.

"aunque las tierras no eran suyas, tenía el usufructo y las labraba; tenían la casa en usufructo y no podían
venderla hasta que murieran sus inquilinos"
NO SE CONSIDERAN inmuebles por accesión las cosas que se adhieren transitoriamente al suelo 4
(una carpa), ni las afectadas a la explotación del inmueble o a la actividad del propietario, como ser
las semillas puestas intencionalmente por el dueño del inmueble, o los utensilios o máquinas de
labranza, los animales puestos para el cultivo, entre otros.

❀ Art. 227: “Cosas muebles. Son cosas muebles las que pueden desplazarse por sí mismas o por
una fuerza externa”.

Este concepto engloba las cosas que pueden transportarse fácilmente de un lugar a otro, movidas ya
por una influencia extraña, como son los automóviles, o por sí mismas, como son los animales que se
denominan semovientes.

Cosas divisibles y no divisibles

Cosas divisible según el art. 228:

Cosas divisibles. Son cosas divisibles las que pueden ser divididas en porciones reales sin ser
destruidas, cada de las cuales forma un todo homogéneo y análogo tanto a las otras partes como a la
cosa misma.

Las cosas no pueden ser divididas si su fraccionamiento convierte en antieconómico su uso y


aprovechamiento. En materia de inmuebles, la reglamentación del fraccionamiento parcelario
corresponde a las autoridades locales.

Así las cosas, para que una cosa sea divisible deben darse los siguientes presupuestos:

❀ Que la cosa pueda dividirse de hecho.


❀ Que las cosas obtenidas formen un todo homogéneo.
❀ Que sean análogas a las demás partes y a toda la cosa.

Todas estas particularidades deben presentarse conjuntamente, pues, de lo contrario, podría llegarse a
conclusiones desacertadas, como sostener que un automóvil es divisible pues se pueden separar el
volante, las ruedas, las puertas y esos objetos forman un todo homogéneo. Pero falta el requisito de
que sean análogas en todas las partes y a toda la cosa, por lo que no es una cosa divisible. Son cosas
divisibles el dinero, en general los granos, los líquidos; y no son divisibles, por ejemplo, los libros.
(Rivera y Medina, 2014, p. 507).

Las cosas no podrán ser divididas, aunque se den todos los requisitos desarrollados anteriormente, si
su división convierte en antieconómico su uso. Esto puede ocurrir con una colección de monedas, por
ejemplo, o con la división de la tierra en parcelas que impidan su adecuado aprovechamiento (en tal
caso, ello dependerá de las características del suelo, pues puede influir, para determinar si es divisible
o no, cuán fértil sea la tierra o la extensión del terreno o el clima).

Es por ello que, en materia de inmuebles, la reglamentación del fraccionamiento parcelario les
corresponde a las autoridades locales, pues es un problema de política económica agraria.
Cosas principales y accesorias
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El artículo 229 dispone: “Cosas principales. Son cosas principales las que pueden existir por sí
mismas”. Por su parte el art. 230 prevé:

❀ Cosas accesorias. Son cosas accesorias aquellas cuya existencia y naturaleza son
determinadas por otra cosa de la cual dependen o a la cual están adheridas. Su régimen
jurídico es el de la cosa principal, excepto disposición legal en contrario.

Si las cosas muebles se adhieren entre sí para formar un todo sin que sea posible distinguir la accesoria
de la principal, es principal la de mayor valor. Si son del mismo valor no hay cosa principal ni accesoria.

❀ Son cosas principales: las que tienen una existencia propia e independiente de cualquier otra
(por ejemplo un auto); y accesorias las que jurídicamente carecen de existencia propia por
depender de otras, por ello siguen la suerte de la principal.

La calidad de accesorias de las cosas puede manifestarse:

❀ Por la accesión física: es el caso de las cosas que natural o artificialmente están adheridas al
suelo del que son accesorias, por ejemplo un edificio.
❀ Por la dependencia: es el caso de las cosas muebles adheridas a otras cosas muebles con el
fin de uso, adorno, complemento o conservación. Así, en los anteojos, las lentes son lo
principal y el marco lo accesorio. La calidad de accesorio se determina por la función o el fin
para el que se ha unido, y sólo cuando no pueda distinguirse la cosa principal de la accesoria
se tendrá por principal la de mayor valor, y si son iguales, no habrá cosa principal o accesoria.

Cosas consumibles y no consumibles

Dispone el art. 231:

Cosas consumibles. Son cosas consumibles aquellas cuya existencia termina con el primer uso. Son
cosas no consumibles las que no dejan de existir por el primer uso que de ellas se hace, aunque sean
susceptibles de consumirse o deteriorarse después de algún tiempo.

 Existen dos clases de cosas consumibles:


❀ Las cosas que se extinguen con el uso que de ellas se haga, como los alimentos.
❀ Las que dejan de existir para su propietario, como el dinero.

Las cosas no consumibles no se extinguen con el primer uso, aunque puedan consumirse o
deteriorarse por el uso más o menos prologado, como los muebles de una casa, la vestimenta, etc.
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Cosas fungibles y no fungibles

 Art. 232: “Cosas fungibles. Son cosas fungibles aquellas en que todo individuo de la especie
equivale a otro individuo de la misma especie, y pueden sustituirse por otras de la misma
calidad y en igual cantidad”.

De la definición legal resulta que la expresión “fungibles” significa “equivalentes”, “ sustituibles”, con lo
que las cosas fungibles presentan dos características esenciales: cada cosa es perfectamente
equivalente a otra y pueden ser sustituidas las unas por las otras, siendo de la misma especie y
calidad. Así, una tonelada de arroz o diez kilos de azúcar de determinada marca son fungibles.

Este carácter no sólo está dado por la naturaleza de la cosa, sino también depende de la voluntad del
sujeto, pues un libro nuevo es equivalente a otro de iguales características, pero no lo es si se trata de
un ejemplar con una especial dedicatoria.

Por el contrario, no son fungibles aquellas cosas que tienen características que las hacen únicas y, por
ende, no pueden ser sustituidas por otras de características exactamente idénticas, como ser un
caballo de carrera, puesto que éste tiene particularidades.

Frutos y productos

Dispone el art. 233:

 Frutos y productos. Frutos son los objetos que un bien produce, de modo renovable, sin que se
altere o disminuya su sustancia.
❀ Frutos naturales son las producciones espontáneas de la naturaleza. Frutos industriales son
los que se producen por la industria del hombre o la cultura de la tierra.
❀ Frutos civiles son las rentas que la cosa produce.
❀ Las remuneraciones del trabajo se asimilan a los frutos civiles. Productos son los objetos no
renovables que separados o sacados de la cosa alteran o disminuyen su sustancia.
❀ Los frutos naturales o industriales y los productos forman un todo con la cosa, si no son
separados.

Los frutos y los productos son cosas que produce la cosa, pero entre ambas categorías existen
diferencias sustanciales: a) los frutos se producen y reproducen en forma periódica y regular; los
productos no se reproducen; b) la extracción de los frutos no altera ni disminuye la sustancia de la
cosa, que continúa siendo la misma; la extracción de los productos, por el contrario, trae como
consecuencia la extinción paulatina de la cosa (Tagle, 2002, p. 67).
Por ejemplo, una vaca produce leche como fruto y carne como producto. La norma clasifica los frutos
en:
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❀ Frutos naturales: son los que la cosa produce espontáneamente, como las crías de ganado, la
leche de los animales.
❀ Frutos industriales: son los que se producen por la industria del hombre o de la cultura de la
tierra, como ser la soja o el trigo que se obtienen de una cosecha. Frutos civiles: las rentas de
una cosa, como el alquiler de un inmueble.

Por último, debe señalarse que los frutos naturales e industriales y los productos no son accesorios de
la cosa, sino que forman un todo con ella mientras estén unidos, pero, una vez separados, adquieren
existencia propia e independiente y deben ser considerados cosas principales.

El patrimonio

Definición. Caracteres

El patrimonio constituye una unidad jurídica compuesta por elementos singulares que lo
integran, los cuales pueden ingresar o egresar, aumentar o disminuir o aun ser nulos, sin que el
patrimonio deje de ser tal.

El patrimonio como universalidad jurídica está integrado por los bienes materiales (cosas),
inmateriales (prestaciones, derechos) y por las relaciones jurídicas y derechos que se ejercen sobre
ellos, existiendo acuerdo en que integran la categoría de derechos patrimoniales: los derechos
crediticios, reales, y de propiedad intelectual (Rivera y Medina, 2014).

El patrimonio, conjunto de bienes susceptibles de valoración económica del que es titular la


persona, junto con las cargas que lo gravan, responde al concepto de patrimonio general, al que se
contrapone el de los patrimonios especiales, conjunto de bienes afectados a un fin determinado y
sometidos a un régimen especial.

El patrimonio general presenta los siguientes caracteres:

Es único e indivisible: la persona no puede ser titular de más de un patrimonio general.

Es inalienable e intransmisible: no puede ser enajenado ni transmitido en su totalidad como unidad.

Es idéntico a sí mismo: las variaciones en los elementos singulares que lo componen no alteran al
patrimonio como unidad o universalidad jurídica.

Por otro lado, los patrimonios especiales son conjuntos de bienes que están afectados a un fin
determinado y sujetos a un especial régimen legal.

En cuanto a sus caracteres, podemos decir:

❀ Su existencia depende de la ley: la voluntad del titular de los bienes no es suficiente por sí sola
para crear un patrimonio especial, sino que se trata de supuestos previstos por la ley.
❀ Está sujeto a un régimen legal especial: el patrimonio especial es independiente del patrimonio
general, los bienes que lo integran sólo responden por determinadas deudas. (Tagle, 2014).
Podemos citar, como ejemplos de patrimonios especiales, el patrimonio de la sociedad, el
patrimonio del causante mientras se mantiene separado del patrimonio de los herederos, el
patrimonio del emancipado constituido por los bienes recibidos a título gratuito, el patrimonio
del declarado presuntamente fallecido durante el período de prenotación 2, entre otros.
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Naturaleza jurídica del patrimonio
Tagle: Dos concepciones:
❀ Doctrina clásica o personalista: El patrimonio es una emanación de la personalidad, es el
conjunto de los bienes de una persona que forman una universalidad de derecho y se
encuentra sometida al arbitrio3 de una sola y misma voluntad. El patrimonio es una
universalidad jurídica y todos los elementos que lo componen forman un conjunto abstracto es
un atributo de la personalidad jurídica, es una emanación de la personalidad y está compuesto
por derechos subjetivos y deberes jurídicos.

Lo que se le critica a la doctrina clásica es que exagera el lazo que existe entre la noción de patrimonio
y la personalidad hasta el punto de confundir ambas nociones.

❀ Doctrina moderna o finalista: esta doctrina concibe el patrimonio como una unidad constituida
por un conjunto de derechos económicamente valiosos denominados bienes, que se
independizan de la persona de su titular y reciben un tratamiento unitario en razón del fin al
que están vinculados. Así, la persona puede ser titular de un patrimonio general y de
patrimonios especiales; además, pueden existir patrimonios sin titular, como la herencia
vacante.

Lo que se le critica a esta tesitura es que ha desvinculado en exceso al patrimonio de su titular


y no tiene en cuenta que los derechos no pueden ser concebidos sin un sujeto titular.

Características esenciales del patrimonio:

El patrimonio es el conjunto de derechos, bienes y obligaciones susceptibles de apreciación


pecuniaria de los que es titular una persona física o jurídica y están unidos, cohesionados, vinculados
entre sí, es decir, aprehendidos como unidad.

La persona puede ser titular de un patrimonio general y constituir patrimonios especiales


afectados a fines determinados, en la medida en que estén permitidos por la ley.

Función de garantía

El artículo 242 del Código Civil y Comercial de la Nación dispone:

Garantía común. Todos los bienes del deudor están afectados al cumplimiento de sus obligaciones y
constituyen la garantía común de sus acreedores, con excepción de aquellos que este Código o leyes
especiales declaran inembargables o inejecutables. Los patrimonios especiales autorizados por la ley
sólo tienen por garantía los bienes que los integran.

Este artículo consagra un principio general de nuestro derecho: el patrimonio de una persona deudora es
la prenda común de los recaudadores. Es decir, el deudor responde por las obligaciones contraídas ante
sus acreedores con el conjunto de bienes que conforman su patrimonio, tanto presentes como futuros
(artículo 743 del CCCN).

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Llámese prenotación a una anotación que se hace en el Registro de la Propiedad, en virtud de la cual el
heredero no puede disponer ni gravar los bienes del ausente no obstante hallarse inscritos a su nombre. El
período de prenotación es también llamado de la indisponibilidad relativa o del dominio imperfecto.
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Facultad de las personas para resolver o decidir una cosa
La función de garantía del patrimonio implica que, cuando el deudor no cumpla en forma voluntaria las
obligaciones con sus cobradores, estos van a poder lograr en forma compulsiva dicho cumplimiento, ya
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sea a través de una ejecución individual o de una colectiva. La ejecución individual tiene por objeto
solucionar un incumplimiento obligacional específico y las consecuencias de su ejercicio no se
extienden a todo el patrimonio del deudor. La ejecución colectiva, por su parte, ya presupone el estado
de cesación de pagos del deudor (concepto del derecho concursal) y tiene por objeto solucionar una
situación de insolvencia, persiguiendo la satisfacción de todas las deudas del concursado en la medida
de lo posible; sus efectos se propagan a toda la universalidad del patrimonio (Rivera y Medina, 2015)

Bienes excluidos

La garantía de los acreedores alcanza a todos los bienes que integran el patrimonio del
deudor, salvo los que expresamente son inembargables o inejecutables por disposición de la ley. Así,
son inembargables y, por ende, están exceptuados de la garantía común, de acuerdo con lo previsto por
el artículo 744 del CCCN, las ropas y muebles de uso indispensable del deudor, de su cónyuge o
conviviente y de sus hijos; los instrumentos necesarios para el ejercicio personal de la profesión, arte y
oficio del deudor; los sepulcros afectados a su destino; los bienes afectados a cualquier religión
reconocida por el Estado; los derechos de usufructo, uso y habitación, así como las servidumbres
prediales; las indemnizaciones que corresponden al deudor por daño moral y por daño material derivado
de lesiones a su integridad psicofísica; la indemnización por alimentos que corresponde al cónyuge,
conviviente, y a los hijos.

Son inembargables la vivienda única (artículo 244), los sueldos y los salarios en determinada proporción,
al igual que las jubilaciones y las pensiones, las indemnizaciones por accidente de trabajo, por despido y
por falta de preaviso, entre otros.

Vivienda

Definición

Los fundamentos del anteproyecto del Código Civil y Comercial de la Nación, refieren en relación a
este instituto:

El derecho de acceso a la vivienda es un derecho humano reconocido en diversos tratados


internacionales. Esto justifica que se dedique un Capítulo especial para la vivienda; el régimen
proyectado sustituye al del bien de familia de la ley 14.394.

Las modificaciones son importantes, en tanto:

❀ se autoriza la constitución del bien de familia a favor del titular del dominio sin familia,
atendiendo a la situación, cada vez más frecuente, de la persona que vive sola; se permite que
el bien de familia sea constituido por todos los condóminos, aunque no sean parientes ni
cónyuges.
❀ la afectación también puede ser decidida por el juez, a petición de parte, en la resolución que
atribuye la vivienda en el juicio de divorcio o en el que resuelve las cuestiones relativas a la
conclusión de la convivencia, si hay beneficiarios incapaces o con capacidad restringida.
❀ se amplía la lista de los beneficiarios al conviviente.
❀ se prevé expresamente la subrogación real, reclamada por la doctrina y recogida en diversos
pronunciamientos judiciales, que permite adquirir una nueva vivienda y mantener la
afectación, así como extender la protección a la indemnización que provenga del seguro o de
la expropiación.
❀ se resuelven problemas discutidos en la doctrina, los cuales son: la situación de la quiebra,
adoptándose el criterio según el cual el activo liquidado pertenece sólo a los acreedores 10
anteriores a la afectación, y si hay remanente se entrega al propietario; la admisión de la
retroprioridad registral, en tanto se remite a las normas de la ley registral que así lo autorizan;
la inoponibilidad a los créditos por expensas en la propiedad horizontal y a los créditos
alimentarios, etcétera.

El régimen legal de protección de la vivienda, regulado en el art. 244 del CCCN, tiene un alcance
amplio, pues no sólo protege la vivienda donde reside la familia, sino también la persona individual.

La característica fundamental de este régimen es que, una vez afectada la vivienda e inscripta en
el Registro de la Propiedad, la misma se torna inembargable e inejecutable por deudas que contraiga
su titular, aun en caso de concurso o quiebra e independientemente de cuál sea la causa de la
obligación, si ésta es posterior a la afectación.

Régimen de afectación: presupuestos fácticos

De acuerdo al art. 244 del código unificado, puede afectarse un inmueble destinado a vivienda
por su totalidad o hasta una parte de su valor. Es decir que la ley permite una protección parcial a
quien posee un inmueble de gran valor, lo que, por un lado, asegura la vivienda y, por otro, evita el
abuso que significa proteger la vida lujosa del deudor mientras su acreedor no puede cobrar lo que es
legítimamente debido. Por otro lado, tampoco puede afectarse más de un inmueble, por lo que, si
alguien es propietario único de dos o más inmuebles, debe optar por la subsistencia de uno solo dentro
del plazo que fije la autoridad de aplicación, so pena de considerar afectado el constituido en primer
término.

Inscripción en el registro de la propiedad

La afectación del inmueble al régimen de vivienda debe inscribirse en el registro de la


propiedad inmueble para su adecuada publicidad frente a terceros. Asimismo, esta inscripción produce
el efecto de prioridad temporal de la afectación, la que se rige por las normas contenidas en la ley
nacional del registro inmobiliario (Ley N.178014). De esta manera, se permite la retroactividad del
registro a través del sistema de reserva de prioridad regulado en dicha normativa.

Legitimados

Según el artículo 245 del CCCN, la afectación de la vivienda puede constituirse:

❀ Por actos entre vivos. En este caso, se requiere ser titular de dominio o, si hay un
condominio, la solicitud debe ser efectuada por todos los cotitulares.
❀ Mortis causa. Se prevé que la constitución puede hacerse por actos de última voluntad
y, aunque el código no lo diga, el único acto por el que podría hacerse la afectación es
a través del testamento. En este caso, el juez debe ordenar la inscripción a pedido de
cualquiera de los beneficiarios, del ministerio público o de oficio si hubiera incapaces
o personas con capacidad restringida
❀ Constitución judicial. Finalmente, se prevé que la afectación pueda ser decidida por el
juez, a petición de parte, en la resolución que atribuye la vivienda en el juicio de
divorcio o que resuelve las cuestiones relativas a la conclusión de la convivencia, si
hay beneficiarios incapaces o con capacidad restringida.
Beneficiarios
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Según el artículo 246 del CCCN, son beneficiarios del régimen las siguientes personas:

❀ El constituyente.
❀ Su cónyuge.
❀ Su conviviente.
❀ Los ascendientes o descendientes del constituyente.
❀ En caso de que el constituyente no tenga ninguno de los anteriores, los parientes
colaterales pueden ser beneficiarios siempre que convivan con él.

Desafectación y cancelación de la inscripción.

La desafectación y cancelación de la inscripción proceden (artículo 255):

❀ A solicitud del constituyente; si está casado o en unión convivencial inscripta, se


requiere el asentimiento del cónyuge o del conviviente; si éste se opone, falta, es
incapaz o tiene capacidad restringida, la desafectación debe ser autorizada vía
judicial.
❀ A solicitud de la mayoría de los herederos, si la constitución se dispuso por acto de
última voluntad. Ahora bien, en los casos que exista cónyuge supérstite o conviviente,
o beneficiarios incapaces o con capacidad restringida, el juez resolverá lo que estime
más conveniente.
❀ A instancia de cualquier interesado o de oficio, si no subsisten los recaudos previstos
o fallecen el constituyente y todos los beneficiarios.

❀ En caso de expropiación, reivindicación o ejecución autorizada.

Con la inscripción registral desafectada y cancelada, la vivienda dejará de gozar de los


beneficios que concede el régimen estudiado y, por lo tanto, esta será ejecutable y embargable.

La Causa Fuente Del Acto Jurídico

Los hechos jurídicos

Además de las ideas cardinales de sujeto y objeto de las relaciones jurídicas, tenemos
también otra noción cuya importancia procuraremos destacar: la causa eficiente, en virtud de la cual
las relaciones jurídicas nacen, se modifican, transforman, transmiten o extinguen.

Los hechos jurídicos son todos los acontecimientos que, según el ordenamiento jurídico, producen el
nacimiento, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas (art. 257 CCCN).

Cuando nos referimos a los hechos jurídicos como causa eficiente, debe entenderse que el suceso o
acontecimiento está previsto de antemano por la ley, para que, según las circunstancias y siempre que
se reúnan los requisitos que impone una determinada norma, produzca efectos jurídicos.
Por ejemplo, el nacimiento con vida es causa eficiente porque, luego de que se produce, el ser humano
adquiere automáticamente, con carácter definitivo e irrevocable, la personalidad jurídica.

En el Código Civil y Comercial se encuentran regulados en el Título IV del Libro I, Parte General; en este
título se trata con gran extensión la teoría de los hechos y actos jurídicos.
Los hechos jurídicos se clasifican en
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❀ Hechos externos o naturales: son aquellos en los que no interviene para nada la conducta
humana, como el nacimiento, la muerte, la destrucción natural de una cosa, el derrumbe de
un edificio por un terremoto, etc. Estos, si bien son hechos en los que no intervino la voluntad
del hombre, son jurídicos en tanto producen consecuencias para el derecho.
❀ Hechos humanos: son voluntarios o involuntarios. Se considera que son voluntarios si son
realizados con discernimiento (capacidad general de razonar, de conocer, que aumenta a
medida que el sujeto crece o madura), intención (la posibilidad de dirigir la voluntad hacia lo
querido o deseado sobre la base del discernimiento) y libertad (la posibilidad de movimiento,
libertad física, y la posibilidad de decidir sin presión externa, libertad moral). Los hechos
involuntarios, son los ejecutados sin discernimiento o sin intención o sin libertad y no
producen obligaciones salvo que causaran daño en otro y se enriqueciera con ello el autor del
hecho; la obligación se producirá según la medida de ese enriquecimiento.
❀ Los hechos voluntarios, a su vez, se dividen en lícitos e ilícitos, según sean conformes o
contrarios a la ley.
❀ Los hechos voluntarios ilícitos pueden ser: delitos (se supone la intención de causar un daño)
o cuasidelitos (se causa el daño aunque no haya habido intención; es por culpa: imprudencia,
negligencia o impericia)
❀ los lícitos son los actos jurídicos y pueden ser los simples actos lícitos.

Hechos naturales o externos.


Hechos Jurídicos Por ej.: muerte, nacimiento, Actos Voluntarios Simple acto lícito
destrucción total de una cosa (art. 260) (art. 258)
(art.257)

Acto jurídico
Hechos Humanos (art. 259)

Actos involuntarios
(art.261)

La voluntad jurídica

Definición. Importancia

La voluntad individual apreciada en el mundo de las relaciones jurídicas juega un papel fundamental.
Así, Buteler Cáceres explica que, si partimos de los atributos de las personas y, dentro de ello, de la
capacidad, se advierte que la voluntad o la aptitud de voluntad es el presupuesto primario,
indispensable de la capacidad de hecho.
Señala que, si se tiene en cuenta el domicilio, dentro de éste se encuentra el real o voluntario, el que
se constituye por la voluntad soberana de una persona capaz, en cuanto esté materializada de un
modo concreto.

En relación a los contratos, hay contrato cuando dos o más partes manifiestan su
consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales
(art. 957 CCCN).

En definitiva, lo que quiere poner de manifiesto el mencionado autor es que la voluntad individual,
mirada en sí misma y a través de su ejercicio efectivo, a través de su declaración y condicionada de
antemano por la ley, es el factor predominante destinado a reglar las relaciones jurídicas de carácter
privado.
13
Enunciación de los elementos internos y externos

El artículo 260 del Código Civil y Comercial prevé: “Acto voluntario. El acto voluntario es el ejecutado
con discernimiento, intención y libertad, que se manifiesta por un hecho exterior”

Los actos voluntarios son aquellos realizados mediante los presupuestos mencionados en el artículo
(discernimiento, intención y libertad) que integran el elemento moral o interno del acto voluntario,
además del elemento material o externo, que es la manifestación de la voluntad.

El discernimiento. Definición

El discernimiento se refiere a la aptitud general de conocer, es decir, a la madurez intelectual para


razonar, comprender y valorar el acto y sus consecuencias. Se trata, en definitiva, de tener una
conciencia cabal de nuestras propias acciones, de su conveniencia e inconveniencia, de su bondad o
maldad, de su licitud o ilicitud (Buteler Cáceres, 2000).

Esta aptitud depende del grado de madurez que se haya alcanzado y puede faltar por la edad o por
cuestiones de salud mental.

El discernimiento debe ser distinguido de la capacidad pues, en tanto el primero es una cualidad o
aptitud natural del sujeto de conocer, razonar y comprender, la capacidad es la cualidad o aptitud
jurídica de obrar, de ejercer actos válidos. En una palabra, se puede tener discernimiento y ser sin
embargo incapaz, como los menores mayores de diez años que, conforme la ley (art. 261, inc. “b” del
CCCN), poseen discernimiento para ejecutar actos ilícitos y por ende son responsables de sus
consecuencias, y sin embargo son incapaces de obrar, por lo que no pueden celebrar actos jurídicos
válidos por sí mismos (Tagle,2002).

Causas obstativas del discernimiento

El artículo 261 del código único reza:

Acto involuntario. Es involuntario por falta de discernimiento:

❀ el acto de quien, al momento de realizarlo, está privado dela razón;


❀ el acto ilícito de la persona menor de edad que no hay cumplido diez años;
❀ el acto lícito de la persona menor de edad que no ha cumplido trece años, sin perjuicio de lo
establecido en disposiciones especiales.

El discernimiento es uno de los elementos necesarios para que exista voluntad jurídica, por lo que la
ausencia de éste conlleva la involuntariedad del acto.

La falta de discernimiento determina la falta de aptitud del sujeto para hacer uso de la autonomía
privada y no se produce a raíz de vicio alguno sino por una circunstancia inherente a la aptitud
intelectual general del sujeto.

❀ Las causas que obstan el discernimiento pueden agruparse en dos grandes grupos: aquellas
que presuponen un desenvolvimiento insuficiente de la inteligencia (minoridad, en tanto
inmadurez, el acto ilícito de la persona menor de edad que no hay cumplido diez años; el acto
lícito de la persona menor de edad que no ha cumplido trece años, sin perjuicio de lo
establecido en disposiciones especiales.)
❀ Las que importan considerar que el sujeto no estaba en pleno uso de sus facultades
intelectuales al realizar el acto (privación de la razón, el acto de quien, al momento de 14
realizarlo, está privado dela razón)

Respecto a la privación de razón, ésta puede ser de dos clases según la falta de razón refleje alguna
clase de patología más o menos permanente o bien un oscurecimiento del intelecto temporal o
accidental y sólo relacionado con el acto en cuestión; circunstancias que incidirán en los extremos a
acreditar en un eventual juicio y, todo ello, debiendo tener en cuenta los alcances concretos de la
inhabilidad del sujeto en caso de que hubiera sido objeto de una declaración (Rivera y Medina, 2014).

En relación a la edad, debe señalarse que, de acuerdo al sistema que adopta el Código Civil y Comercial,
según el cual se presume, sin admitir prueba en contrario, que las personas obran con discernimiento a
partir de determinadas edades, éstas deben ser capaces de distinguir entre actos lícitos y actos ilícitos.

En el caso de actos ilícitos, la ley ha entendido que el ser humano capta antes la noción de lo bueno y
de lo malo que la apreciación de lo que para él puede ser conveniente o inconveniente y, por ello,
presume, sin admitir prueba en contrario, que los menores mayores de diez años tienen discernimiento
para ejecutar actos ilícitos y por ende habrán de responder por sus consecuencias, es decir que
responderán civilmente con su propio patrimonio. Esto, sin perjuicio de la responsabilidad de los
padres y del derecho de repetición que, en razón de este discernimiento, estos tienen contra sus hijos
(art. 1754 CCCN).

En cambio, respecto de los actos lícitos, la ley considera que se tiene discernimiento desde los trece
años, pero no para todos los actos, sino sólo para que aquellos que la ley expresamente les permite
realizar, como ser: la persona adolescente de entre trece y dieciséis años puede tomar decisiones
respecto de aquellos tratamientos que no resultan invasivos; a partir de los dieciséis años, el
adolescente puede tomar decisiones sobre el cuidado del propio cuerpo (art. 26 CCCN); puede ejercer
profesión si ha obtenido título habilitante aunque sea menor de edad (art. 30 CCCN).

La intención. Definición

❀ Se ha definido la intención como el discernimiento aplicado al acto concreto de que se trata. Es


representarse los motivos determinantes de la acción y tener conocimiento concreto del estado
de casos (Buteler Cáceres, 2000).

Aun cuando haya discernimiento, puede faltar la intención. Ya veremos, más adelante, que pueden
concurrir vicios como el error o la ignorancia o bien el dolo y en ese caso faltará la intención. Pero, a la
inversa, la intención presupone siempre el discernimiento, ya que no se puede concebir intención sin
discernimiento (Buteler Cáceres, 2000).

En una palabra, es la conciencia plena y cabal del acto de los alcances de un acto determinado.

La libertad. Definición

La libertad consiste en el imperio de sí, en la posibilidad de elección sin coacción, en la determinación


propia, la independencia de la voluntad. Consiste en la posibilidad de elegir entre distintas opciones sin
presiones de ninguna naturaleza.

Este concepto comprende dos aspectos: la libertad física y la libertad moral o libre albedrío.

❀ la libertad moral es la espontaneidad en la determinación adoptada por la persona, sin ningún


influjo extraño que pueda torcerla o desvirtuarla.
❀ La libertad física es el poder material de hacer lo que de antemano se ha resuelto hacer, o bien,
abstenerse de hacer lo que de antemano se ha resuelto no hacer. 15

Elemento externo

La manifestación de la voluntad: noción

La voluntad jurídica debe manifestarse a través de un hecho exterior. Esta exigencia luce razonable,
dado que, de no existir alguna exteriorización, el mero suceso interno no puede ser valorado por el
ordenamiento. Es decir que una voluntad no manifestada no es de interés para el derecho, ya que, sin
exteriorización, no sólo no puede haber hecho voluntario, sino tampoco involuntario: a los efectos
legales, en ambos casos no habría modificación alguna susceptible de ser aprehendida por el derecho
(Rivera y Medina, 2014).

Ahora debemos preguntarnos: ¿qué sucede en aquellos casos en los que la voluntad interna no
coincide con la declarada?

Es importante, como se ha sostenido anteriormente, que los elementos internos y el elemento externo se
sumen para lograr efectos en el mundo del derecho. Sin embargo, puede haber falta de coincidencia; por
ejemplo, cuando se expresa algo que no se tiene la intención de expresar, algo diferente a lo querido. En
estos casos se plantean cuestiones relativas a la posibilidad de que esos actos sean válidos y, además, a
los criterios de interpretación que se deben utilizar para determinar qué es lo correcto, si lo que se quiso
o lo que se manifestó. Respecto de este dilema se han planteado teorías que trataron de dar respuesta y
que son explicadas con gran claridad por Tagle (2002).

Señala la mencionada autora que, en la doctrina jurídica moderna, el problema de la divergencia es


resuelto por dos teorías opuestas: la teoría de la voluntad y la teoría de la declaración.

❀ La teoría de la voluntad, también conocida como teoría francesa, expuesta originariamente por
el alemán Savigny, considera que el efecto jurídico se produce por consecuencia de la
voluntad interna y no por la declaración que de ella se hace. Es decir que, para este teoría, el
elemento importante es el elemento interno o voluntad real, en tanto que la declaración o
elemento externo no es más que el medio de dar a conocer la voluntad real, por lo que, en
caso de divergencia, debe darse preeminencia a la intención efectiva del agente.
❀ Por otro lado, la teoría de la declaración, o teoría alemana, sostiene que la voluntad interna
carece de relevancia jurídica puesto que no es conocida por el derecho sino a través de sus
manifestaciones exteriores, por lo que sólo la declaración de voluntad tiene valor y merece
respeto.
❀ En otro orden de ideas se encuentran las teorías intermedias, que advierten que, llevadas a
sus extremos, la teoría de la voluntad real y la de la declaración resultan inaceptables; la
primera porque protege exclusivamente el interés del autor de la declaración, dándole la
posibilidad de impugnarla cuando no coincide con la voluntad interna, lo que atenta contra la
seguridad jurídica. La segunda, a la inversa, lesiona el principio de autonomía de la voluntad
sobre el que se construye toda la teoría del acto jurídico.

De tal modo, las teorías intermedias, partiendo de uno u otro punto, elaboran soluciones que combinan
la necesidad de respetar la real intención de las partes con la seguridad y confianza que deben
prevalecer en las relaciones jurídicas. Así, la teoría de la responsabilidad considera que debe
respetarse la voluntad interna, a menos que la divergencia entre la manifestación y la voluntad real sea
producto de la negligencia del declarante, en cuyo caso, éste deberá soportar las consecuencias. Por
otro lado, la teoría de la confianza afirma que la declaración debe prevalecer sobre la voluntad interna
cuando haya suscitado legítima expectativa en el destinatario, y siempre que éste no haya obrado
culposamente al no poner la debida atención que le habría permitido captar los elementos objetivos
16
que indicaban la falta de voluntad.

Los diversos modos de manifestación de la voluntad

El elemento externo es la declaración de voluntad, la conducta por la cual el sujeto la exterioriza o la


manifiesta. A este elemento alude el artículo 262 del Código Civil y Comercial: “Manifestación de la
voluntad. Los actos pueden exteriorizarse oralmente, por escrito, por signos inequívocos o por la
ejecución de un hecho material”.

Este precepto contempla la manifestación de la voluntad expresa, que se da cuando hay un signo
exterior sensible emitido por el declarante con el único objeto de dar a conocer su voluntad concreta.

Esta declaración positiva puede concretarse a través de:

❀ Manifestación verbal. La declaración de la voluntad por medio de la palabra hablada, si bien


es un medio que traduce exactamente la voluntad interna del emisor, tiene el inconveniente
de que este puede, más tarde, negar o alterar lo dicho, lo que hace muy difícil probar su
existencia, por lo que solo se utiliza en actos de menor importancia.
❀ Manifestación escrita. Esta se traduce en la exteriorización en un cuerpo de escritura de la
voluntad de quien la emite. Es la que mayores garantías ofrece, ya que da certeza plena,
pudiendo estar contenida en instrumento público o privado. Es la más conveniente, sin dudas,
pues, al quedar consagrada por escrito, adquiere fijeza y, por ende, otorga seguridad, puesto
que facilita la prueba de la declaración de voluntad.
❀ Manifestación por signos. Esta declaración consiste en la utilización de gestos o actitudes
dirigidos a otros respecto de determinados objetos, permitiendo lograr un significado único e
inconfundible. Es decir, hay una actitud física del sujeto que no deja lugar a dudas sobre su
voluntad interna. Por ejemplo, quien levanta la mano en un remate o en la votación de una
asamblea.
❀ La última parte del artículo alude a los hechos materiales; aquí salimos, sin embargo, del
campo de las declaraciones para pasar al de la mera manifestación, con lo cual se ingresa al
terreno de la exteriorización tácita de la voluntad (Rivera y Medina, 2014, p. 602).

Por otro lado, tenemos la manifestación tácita o indirecta de la voluntad, que, a diferencia de la
positiva, no tiene por fin dar a conocer la voluntad de manera directa, sino que esta se infiere del
comportamiento del sujeto.
El artículo 264, prevé: “Manifestación tácita de la voluntad. La manifestación tácita de la voluntad
resulta de los actos por los cuales se la puede conocer con certidumbre. Carece de eficacia cuando la
ley o la convención exigen una manifestación expresa”

Debemos señalar que, para que exista una manifestación tácita de la voluntad, hay tres condiciones que
deben darse:

❀ que se trate de actos por los que se puede conocer con certidumbre la existencia de la
voluntad, es decir, que se pueda inferir la existencia de una voluntad en determinado sentido.
❀ que no se exija una expresión positiva.
❀ que no haya una declaración expresa contraria.
Ejemplos de este tipo de manifestación son la remisión de deuda del acreedor que devuelve a
su deudor el pagaré sin protesta o reserva, la adquisición por parte de quien ha recibido
17
mercadería y la consume, llevar materiales al lugar de una obra para realizarla. Por último,
tenemos el silencio como manifestación de voluntad. En primer lugar, debemos decir que hay
silencio en sentido jurídico cuando una persona no manifiesta su voluntad con relación a un acto
jurídico, tampoco por una acción especial destinada a este efecto ni por una acción de la que se
pueda inferir la voluntad. Es decir, es la abstención, la omisión, el callar.
El artículo 263 del Código Civil y Comercial dispone: Silencio como manifestación de la
voluntad. El silencio opuesto a actos o a una interrogación no es considerado como una
manifestación de voluntad conforme al acto o la interrogación, excepto en los casos en que
haya un deber de expedirse que puede resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los
usos y prácticas, o de una relación entre el silencio actual y las declaraciones precedentes

Estos casos de excepción son:

❀ Cuando haya obligación legal de expedirse. Cuando la ley impone la exigencia de pronunciarse
y el obligado guarda silencio, este es considerado como una manifestación de la voluntad. Por
ejemplo, quien, debiendo absolver posiciones, no concurre o se niega a responder, por lo tanto,
queda confeso en todos los hechos que surgen de la relación de las preguntas (artículo 417
del CPCCN)
❀ Cuando las partes hubieran dispuesto un deber de expedirse en el marco de un contrato. Si nos
inclinamos por el efecto obligatorio de los contratos, estaríamos frente a un supuesto similar al
primero; sin embargo, también es posible considerar que ese silencio es una declaración, ya
que podría haberse pactado que el silencio tenga ese valor, en tanto signo inequívoco
particular (Rivera y Medina, 2014).
❀ Cuando los usos y costumbres impongan el deber de expedirse. En los casos donde el
ordenamiento positivo prevé que la costumbre es fuente de derecho (artículo 1) e impone el
deber de pronunciarse, el silencio será considerado como manifestación tácita de la voluntad.
Es decir, nuevamente estaríamos ante un caso donde hay un deber legal de manifestarse.
❀ Cuando hay una obligación de explicarse a causa de una relación entre el silencio actual y las
declaraciones precedentes. Cuando se puede relacionar el silencio actual con la conducta
previa del sujeto, las circunstancias autorizan a presumir que el silencio se vincula con una
manifestación de voluntad concordante con sus declaraciones anteriores. Así, por ejemplo, si
me proveo de libros de una de las tantas editoriales que trabajan en Córdoba y tengo de
antemano este trato: que todas las obras de derecho civil que aparezcan mes a mes me las
deben enviar; si al mes siguiente no las devuelvo, ello significará que las he comprado y
deberán cargarlos en mi cuenta. El silencio está de antemano erigido en declaración de
voluntad.

Vicios de los actos voluntarios

Los vicios de la voluntad

❀ Voluntad jurídica: es la voluntad sana y manifestada que genera, modifica, transforma o


extingue relaciones o situaciones jurídicas.

Esta voluntad, tal como señalamos anteriormente, está condicionada por la trinidad de: discernimiento,
intención y libertad.

Respecto del discernimiento, éste existe o no en caso de que hayan causas obstativas, pero no es
pasible de vicios.
En cambio, en relación a los otros dos elementos, intención y libertad, sí pueden concurrir vicios. Así,
respecto a la intención, pueden afectarla los vicios de error o ignorancia o el vicio del dolo. En estos
18
casos, no habrá intención. Y, respecto de la libertad, pueden concurrir la fuerza irresistible o la
intimidación.

El error. Noción

El primero de los vicios que afecta la intención es el error, y consiste en un conocimiento inexacto de la
realidad. Es el falso conocimiento o la falsa noción acerca de alguno de los elementos de las
circunstancias vinculadas al acto que se ejecuta o a su régimen legal.

❀ Cabe distinguir entre error de derecho y error de hecho, según el falso conocimiento se dé
respecto de una norma jurídica aplicable a una determinada situación o relación jurídica o se
le dé un alcance distinto; o sobre las circunstancias o elementos fácticos que hacen al
negocio o relación jurídica de que se trate.
❀ También se distingue entre error espontáneo o provocado, según la persona haya cometido la
falsa noción por ella misma o haya sido inducida a la falsa creencia. Y entre error esencial o
accidental: el primero es el que recae sobre la naturaleza del acto, su objeto, la causa
principal, las cualidades sustanciales de la cosa o la persona del otro contratante; el segundo
es el que recae sobre algún accesorio de la cosa. Finalmente, el error puede ser excusable o
inexcusable, según haya habido culpa o no del agente en el yerro (Rivera y Medina, 2014).

El error de derecho. Definición. Principio general

El error de derecho consiste en desconocer la existencia o contenido de una norma jurídica, o interpretar
su significado de una manera distinta a la real, o hacer una aplicación inexacta de esa norma a una
situación jurídica que no la regula, o atribuir a un hecho o una situación jurídica una calificación jurídica
incorrecta, o suponer en vigor una norma inexistente. En una palabra, es la defectuosa imputación de las
consecuencias jurídicas vinculadas a una determinada relación o negocio, en razón de una falsa noción
sobre el alcance, sentido y significación de la ley (Tagle, 2002).

El artículo 8 del Código Civil y Comercial dispone “Principio de inexcusabilidad. La ignorancia de las
leyes no sirve de excusa para su cumplimiento, si la excepción no está autorizada por el ordenamiento
jurídico”.

De este modo, el precepto establece el principio general de que nadie, so pretexto de ignorancia, podrá
impedir la fuerza obligatoria de la ley o eludir las sanciones o responsabilidades que la ley impone en
razón de nuestros propios actos. Ello así, pues, si a cada uno le fuese permitido aducir el
desconocimiento de las leyes para eludir las consecuencias que emanan de sus prescripciones (para
sustraerse de las obligaciones que la ley impone), estaríamos ante un verdadero caos jurídico, pues
ningún derecho podría subsistir y no habría seguridad jurídica.

Ahora bien, este principio no es absolutamente rígido, ya que puede ceder ante excepciones que
contemple el ordenamiento jurídico; así también cuando, por una interpretación judicial, se pueda
hacer mérito de las situaciones de vulnerabilidad.

Error de hecho. Definición. Caracteres

El error de hecho, tal como ya referimos, es la falsa noción que recae sobre los elementos o
circunstancias fácticas vinculadas al negocio o a la relación jurídica de que se trate. Éste puede recaer
en el contenido o presupuesto del acto, así como en la identidad de las personas, en la naturaleza o
características de las cosas o los hechos materiales constitutivos de la conducta.
El error de hecho que vicia la voluntad debe ser espontáneo y esencial, ello de acuerdo lo prescribe el
art. 265 del código único, que prevé “Error de hecho. El error de hecho esencial vicia la voluntad y
19
causa la nulidad del acto. Si el acto es bilateral o unilateral recepticio, el error debe, además, ser
reconocible por el destinatario para causar la nulidad”.

Así las cosas, para que el error de hecho pueda ser invocado por quien lo ha sufrido, debe tratarse de
un error esencial, espontáneo y además reconocible.

El error es esencial si recae sobre la naturaleza del acto, sobre un bien o un hecho diverso o de distinta
especie que el que se pretendió designar, o una calidad, extensión o suma diversa a la querida; sobre la
cualidad sustancial del bien que haya sido determinante de la voluntad jurídica según la apreciación
común o las circunstancias del caso; sobre los motivos personales relevantes que hayan sido
incorporados expresa o tácitamente; sobre la persona con la cual se celebró o a la cual se refiere el acto
si ella fue determinante para su celebración (art. 267 del CCCN); en una palabra, sobre los aspectos
primordiales del acto.

El error es espontáneo si se ha cometido por una falsa noción de la persona misma y no porque la otra
parte del negocio jurídico la indujo a error, pues sería un error provocado.

Es reconocible cuando el destinatario de la declaración lo pudo conocer según la naturaleza del acto,
las circunstancias de persona, tiempo y lugar (art. 266 del CCCN). El error debe ser reconocible en los
actos jurídicos bilaterales –por ejemplo el contrato– y en los actos unilaterales recepticios, en los que la
declaración va dirigida a otra persona y, una vez conocida por ella, comienza a producir efectos (por
ejemplo una oferta contractual, una notificación de la cesión del deudor cedido).

Este requisito de la reconocibilidad significa que cada persona debe comportarse diligentemente, y sólo
se habilita la anulación del acto a favor del emisor cuando el yerro tendría que haber sido conocido por
el receptor de haber actuado con diligencia. Es decir que lo que hay que determinar es si la persona
afectada por la declaración del que yerra estuvo o no en condiciones de percibir que el emisor se había
equivocado y, en consecuencia, de haberle advertido, ya que, de ser efectivamente así y no haberlo
hecho, sería anulable el acto por haber actuado de mala fe.

Lo que la ley pretende es que ambas partes sean diligentes al celebrar un negocio y leales la una con
la otra: al emisor se le exige que no declare cualquier cosa sin medir las expectativas que genera y al
receptor, que, de percibir que se está incurriendo en error, se lo advierta a la otra parte para que pueda
rectificar, so pena de poder incurrir en reticencia dolosa (art. 271 CCCN). (Rivera y Medina, 2014).

En síntesis, que sea reconocible por el destinatario de la declaración implica que, si ella no conoció el
error ni lo pudo conocer actuando con una normal diligencia, el acto viciado por error y, por ende,
involuntario, produce la plenitud de sus efectos.

Clases de error. Efectos.

Hemos puesto de relieve anteriormente que hay distintas clases de error. Así, tenemos por un lado la
gran distinción entre error de hecho y error de derecho; tal como señalamos, el primero recae sobre
los elementos o circunstancias fácticas vinculadas al negocio o a la relación jurídica de que se trate,
sobre el dato de hecho, contenido o presupuesto del acto, sobre la identidad de las personas; mientras
que el error de derecho consiste en desconocer la existencia o contenido de una norma jurídica o
interpretar su significado de una manera distinta a la real o hacer una aplicación inexacta.
Dentro del error de hecho caben dos categorías: error esencial y error accidental.

El error esencial, regulado en el art. 267 del Código Civil y Comercial, es el que afecta los aspectos 20
primordiales del acto. El precepto contempla distintos supuestos.

a) Error en la naturaleza del acto: es aquel que recae sobre la especie jurídica del acto que se celebra,
produciéndose una divergencia o falta de concordancia entre la declaración o comportamiento de una
de las partes y la representación de lo declarado o actuado. Por ejemplo, cuando alguien presta algo a
quien entiende que se lo están regalando.

b) Error sobre el objeto: este error se produce cuando el sujeto cree celebrar un negocio jurídico
respecto de un determinado objeto o de un determinado hecho y, en realidad, se trata de una cosa o
hecho distinto. Puede afectar la individualidad de la cosa, por ejemplo: creo estar comprando un
terreno en un determinado lugar y lo estoy comprando en otro; en su especie: por ejemplo, en una
venta de granos, el vendedor ha entendido que se trata de cebada y el comprador de trigo; error sobre
la cantidad, extensión o suma, este error de cantidad no debe consistir en un mero error en el cálculo.

c) Error en la sustancia: debe entenderse por sustancia o cualidades sustanciales de una cosa, todas
las partes y todas las propiedades de una cosa, sin las cuales dejaría de ser lo que ella es. Es decir, no
sólo debe tratarse de una cualidad de la cosa sino que esa cualidad se ha tenido en mira al contratar,
es decir, no debe ser accidental. En una palabra, habrá que ver en cada caso cuáles son las
cualidades esenciales de la cosa, que son aquellas que las partes esperaron encontrar en el objeto
adquirido y que fueron especialmente tenidas en cuenta, como también el supuesto de que, sin esas
cualidades, el acto no se habría celebrado, cuestión que debe ser apreciada conforme a las
circunstancias del caso.

d) Error en la causa: se trata del error que recae sobre el elemento moral, es decir, el motivo interno que
ha inclinado a ejecutar el acto. Al pertenecer al fuero interno de cada sujeto, los motivos sólo pueden
llevar a una anulación cuando surjan expresa o implícitamente del acto, ya que, de lo contrario, se
estaría perjudicando a la otra parte, que no tiene forma de conocer lo que pensaba el otro. Así, quien
compra un automóvil creyendo por error que el suyo no tiene arreglo no podría, una vez advertido de la
realidad de las cosas, demandar la nulidad del acto, ya que se trata de motivos ajenos al vendedor.

e) Error en la persona: el error sobre la persona es aquel que recae sobre alguno de los sujetos o partes
del negocio, ya sea respecto de la identidad de uno de ellos o de sus cualidades. Este error es causa
de nulidad solamente cuando la consideración de la persona ha sido causa determinante para su
celebración, como la donación hecha a una persona a quien se toma por otra, o en las obligaciones
intuitae personae4; pero no es causa de nulidad cuando la persona del contratante es indiferente,
como en el caso de un prestamista, vendedor o locador.

Por otro lado, el art. 270 del Código prevé el error en la declaración y el error en la transmisión. El
primero consiste en que lo querido queda desvirtuado en su manifestación externa por distracción,
apresuramiento o inadvertencia. Esta categoría tiene dos variantes: la primera, cuando hay una
divergencia entre la voluntad interna y la declaración, que puede darse al haber escrito algo incorrecto
(lapsus calami) o empleado palabras no queridas (lapsus linguae), por ejemplo, si escribo “compro”
cuando, en realidad, quiero decir “vendo”. La segunda variante se da cuando ni siquiera tenía la
intención de manifestar algo, por ejemplo: si alguien ingresa a una sala de remate y levanta la mano
para saludar, y se interpreta que está ofertando.

4
en función de la persona» o «respecto a la persona» o «en atención a la persona»
El error en la transmisión se origina en una persona distinta del emisor que, encargada de trasmitir la
declaración de voluntad del sujeto dueño del negocio jurídico, la expresa desvirtuándola. 21
Ambos errores, tanto en la declaración como en la transmisión, pueden referirse a cualquiera de los
casos de error esencial y, por ende, invalidar el acto. (Rivera y Medina, 2014).

Por último, es dable señalar que el error de hecho esencial y reconocible es el que justifica la nulidad
del acto y por ende pueden ser invocados por quien lo ha sufrido a fin de que se deje sin efecto el acto
celebrado, pues se ha viciado la voluntad o, más precisamente, el elemento interno “intención”.

Ahora bien, si la otra persona afectada por el acto acepta realizarlo en la manera en que la entendió el
otro, el error en la práctica desaparece y el negocio deviene exactamente lo que la víctima del yerro
pensaba celebrar desde un principio. Así las cosas, desaparecido el error, desaparece la causa que da
origen a la anulación y el consecuente derecho a reclamarla por parte de quien antes se veía afectado,
todo ello de conformidad al art.269 del código único.

Por otro lado, está el error accidental, que es el que recae sobre las cualidades no sustanciales de las
cosas o sobre los motivos no determinantes del acto, por lo que no acarrea la nulidad.

El artículo 268 del Código Civil y Comercial prevé “Error de cálculo. El error de cálculo no da lugar a la
nulidad del acto, sino solamente a su rectificación, excepto que sea determinante del
consentimiento”.28

El error de cálculo es un tipo de error accidental que se da cuando, en el acto, se establecen las bases
para fijar el precio, pero se realiza mal el cálculo para fijarlo, se adicionan mal las cuotas que integran
el saldo del precio, etc. En la práctica, este error no invalida el negocio jurídico, pues del acto mismo se
puede llegar a la voluntad real y determinar que es un error. Esto es así siempre que no fuera
determinante del consentimiento, pues en ese caso se convertiría en error esencial y habilitaría a la
nulidad del acto (Rivera y Medina, 2014).

El dolo. Diversas acepciones


La palabra dolo tiene en derecho distintas acepciones: a) como elemento intencional del acto ilícito, es
la intención o propósito de causar un daño; b) en el ámbito obligacional, el dolo es la deliberada
intención de no cumplir pudiendo hacerlo y c) como vicio de la voluntad, en tanto interviene en la
formación del acto jurídico, consiste en maniobras engañosas empleadas por una de las partes para
inducir a la otra a celebrar un determinado acto jurídico.

Definición de dolo como vicio de la voluntad. Requisitos

El régimen legal aplicable al dolo como vicio que afecta la intención en los actos voluntarios está
contenido en los arts. 271 a 275 del Código Civil y Comercial.

El art. 271 expresa:

Acción y omisión dolosa. Acción dolosa es toda aserción de lo falso o disimulación de lo verdadero,
cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee para la celebración del acto. La omisión
dolosa causa los mismos efectos que la acción dolosa, cuando el acto no se habría realizado sin la
reticencia u ocultación.

De tal modo, el dolo es toda maniobra tendiente a engañar, a fin de inducir a alguien a la realización de
un acto que no habría sido celebrado de no mediar este vicio. Puede consistir tanto en una acción
como en una omisión dolosa. En el primero se realizan maniobras o ardides destinados a provocar una
falsa visión en la víctima para que realice un acto que, de otra manera, no habría decidió ejecutar; en
tanto, en el segundo, se aprovecha el engaño de otro, pese a no haber realizado nada concreto para
que cayera en el mismo.
22
Para que el dolo provoque la invalidez del negocio jurídico, será imprescindible que concurran las
siguientes circunstancias:

❀ Que el dolo haya sido esencial, es decir grave, determinante de la voluntad.


❀ Que haya ocasionado un daño importante.
❀ Que no haya habido dolo recíproco, es decir de ambas partes.

Dolo esencial e incidental. Efectos

El artículo 272 del Código prevé “Dolo esencial. El dolo es esencial y causa la nulidad del acto si es
grave, es determinante de la voluntad, causa un daño importante y no ha habido dolo por ambas
partes”.

De tal modo, el dolo esencial es el que ha sido causa determinante, causa eficiente del consentimiento
del engañado para la celebración del acto y puede ser invocado para anularlo. Para determinar si el
dolo es esencial, habrá que verificar que se reúnan los cuatro requisitos que fija el precepto:

Que sea grave: la gravedad del dolo alude a la entidad del engaño, astucia o ardid. La conducta o
maniobra empleada debe ser apta para inducir a engaño a una persona que pone la diligencia
necesaria en los asuntos, calidad que ha de ser evaluada en función de las circunstancias y
condiciones personales del sujeto engañado.

❀ Debe ser determinante de la voluntad : ello es así cuando, de no haber mediado el engaño, el
sujeto no hubiere celebrado el negocio jurídico. Ésta es la principal diferencia con el dolo
incidental que seguidamente veremos.
❀ Debe probar un daño importante: el artículo no sólo requiere que la víctima haya sufrido un
daño, sino que éste haya sido de relevancia, con cierta significación para la persona que lo
sufre, pero no sólo de significación económica, pues puede tratarse de un daño moral. (Tagle,
2002).
❀ Ausencia de dolo de ambas partes: quien obra con dolo no puede pretender que se anule el
acto alegando el cometido en su perjuicio por la otra parte. Ello así, pues se trata de una
exigencia negativa, cuyo fundamento radica en la regla de que nadie puede alegar la propia
torpeza. Además, se trata de un deber moral que deben presidir las relaciones entre las
personas, por ello “quien juega sucio no tiene derecho a exigir juego limpio” (Rivera y Medina,
2014, p.626).

Por su parte, el dolo incidental es aquel en el que le faltan uno o más requisitos que exige el art. 272
para que el dolo sea apto para actuar como vicio. El dolo incidental no afecta la celebración del acto,
sino sus condiciones. Es decir, la parte que lo sufre lo habría celebrado aun de no haber mediado el
engaño, aunque en condiciones distintas; por ende, no es causa de invalidez del acto, aunque quien lo
comete debe resarcir los daños causados de conformidad al art. 275 del Código Civil y Comercial.

Finalmente, debemos señalar que el dolo esencial y el dolo incidental pueden ser directo, si es
cometido por una de las partes del acto jurídico, su dependiente o representante; o indirecto, si
proviene de la conducta de un tercero ajeno a la relación de que se trata para beneficiar a alguna de
las partes. Una y otra clase de dolo afecta la validez del acto (art. 274 del CCCN).
La violencia. Noción

La libertad como tercer requisito de la voluntad es aquélla que permite autodeterminarse sin influencias 23
mayores a las habituales. Precisamente, la violencia importaría una influencia superior a la tolerable:
consiste en ejercer coerción sobre una persona para obligarla a realizar un acto.

Nuestro Código emplea los términos “fuerza irresistible” e “intimidación” para referirse a la violencia
como vicio de la voluntad que excluye la libertad. Así, la violencia en términos jurídicos es la coerción
que por distintos medios se emplea sobre una persona para obligarla a ejecutar un acto que no estaba
dispuesta realizar. La violencia se presenta en dos formas diferentes: la fuerza irresistible, que tiene
lugar cuando se excluye la voluntad mediante el empleo de una presión física irresistible o de malos
tratamientos corporales; o bien, la intimidación o amenazas que inspiran en la víctima el temor fundado
de sufrir un mal inminente y grave que suprime su libertad en el obrar.

Clases. Efectos

El artículo 276 del Código Civil y Comercial prevé:

❀ Fuerza e intimidación. La fuerza irresistible y las amenazas que generan el temor de sufrir un
mal grave e inminente que no se pueden contrarrestar o evitar en la persona o bienes de la
parte o de un tercero, causan la nulidad del acto. La relevancia de las amenazas debe ser
juzgada teniendo en cuenta la situación del amenazado y las demás circunstancias del caso.

Así, de acuerdo al precepto mencionado, la violencia se puede ejercer a través de dos modalidades: la
fuerza irresistible y las amenazas o intimidación.

❀ La fuerza irresistible es la coacción física o material que suprime la libertad constriñendo al


sujeto a obrar en determinado sentido o a dejar de hacerlo. Se trata de una fuerza
suficientemente grave como para impedir a la víctima repelerla (Tagle, 2002).

Esta fuera gravita sobre la persona de quien la padece a modo de reducirla a mero instrumento pasivo
de la voluntad y del designio de otro. Indiscutiblemente invalida el acto jurídico. Por una parte,
entenderemos que el acto no sólo no es voluntario, sino que antivoluntario y por otra parte, que en este
caso se configura un tipo penal, vale decir cuando se ha ejercitado violencia sobre una persona
humana. (Buteler Cáceres, 2000, p. 259).

Por otro lado, tenemos la violencia moral o intimidación, que consiste en inspirar temor por medio de
amenazas para infundir miedo, alterando el ánimo y la libertad de obrar para que el amenazado ceda
en perjuicio de sus propios intereses.

Estas amenazas deben ser graves, es decir, deben tener aptitud para crear el temor racionalmente
fundado, lo que se valorará de acuerdo a la situación del amenazado y las demás circunstancias del
caso (art. 276 del CCCN).

La gravedad se valorará teniendo en cuenta los bienes jurídicos –que pueden ser de naturaleza
patrimonial o no; la vida, la salud, la honra, la reputación, la intimidad, etc.– del propio amenazado, así
como de cualquier otro sujeto en tanto y en cuanto se demuestren aptos para alterar la conducta del
afectado.

Asimismo, el mal amenazado ha de ser inminente, no necesariamente presente o actual, pero sí de


realización en un lapso más o menos próximo, de modo que no pueda evitarse a tiempo ni reclamarse
el auxilio de la autoridad pública para impedir la amenaza o defenderse de ella.
Sin embargo, es menester atribuir al término de “inminente” un significado más amplio, pues, en
ocasiones, el factor tiempo carece ciertamente de relevancia. La amenaza puede recaer sobre
24
cuestiones que el amenazado no quiere revelar (deshonra por la revelación de hechos inmorales,
intimidades indicativas de hechos de esa naturaleza) o situaciones en que las características de las
amenazas obstan a que la persona se decida a recurrir a la autoridad pública o adoptar otro tipo de
medidas para contrarrestarlas. En definitiva, lo relevante no es siempre la temporalidad próxima, sino la
convicción de la dificultad o imposibilidad para contrarrestarlas o evitarlas.

Aunque la ley no lo diga expresamente, la violencia, en cualquiera de sus modalidades, debe haber
sido la causa determinante de la ejecución del acto, pues, si el sujeto, por otros motivos, igualmente lo
habría celebrado, no puede considerare que el vicio de violencia haya excluido la voluntariedad.

Tanto la fuerza irresistible como las amenazas pueden provenir de una de las partes del acto o de un
tercero (art. 277 del CCCN) y el autor debe reparar los daños (art. 278 del CCCN).

A diferencia de lo que ocurre con el dolo, la existencia de daños no es un requisito para que se
configure el vicio de violencia. Sin embargo, en la práctica al ser un ataque a la integridad de la
persona, la violencia siempre apareja un daño al menos de naturaleza moral.

Quien deberá resarcir será la parte del acto o el tercero autor de la violencia; ahora bien, si proviene de
un tercero, pero ésta era conocida por la otra parte, se le atribuye la condición de cómplice y responde
solidariamente, aun cuando hubiera tomado conocimiento a posteriori y guardara silencio al respecto
(Rivera y Medina, 2014, p. 638)
Derecho Privado I
Modulo 4

25
Acto jurídico

Definición. Caracteres

El artículo 259 del Código Civil y Comercial define al acto jurídico en los siguientes términos: “El acto
jurídico es el acto voluntario lícito que tiene por fin inmediato la adquisición, modificación o extinción de
relaciones o situaciones jurídicas”.

De tal definición se advierten los caracteres que presenta el acto jurídico:

❀ Es un acto voluntario: el acto jurídico es en esencia un acto voluntario, es decir ejecutado con
discernimiento, intención y libertad. Esta voluntad interna debe traducirse en una acción
material que la dé a conocer.
❀ Acto lícito: el acto jurídico debe ser conforme a los preceptos del derecho, pues no podría
concebirse que el ordenamiento tutelara actos contrarios al ordenamiento mismo. De modo
que, cuando aparece en sus elementos lo contrario a la ley, al orden público o a las buenas
costumbres, la ilicitud se comunica a todo el acto que, en consecuencia, es inválido.
❀ El fin jurídico inmediato: el fin jurídico es la realización de un interés que la ley considera digno
de tutela, característica sobresaliente del acto jurídico porque en ella se manifiesta el aspecto
funcional del negocio jurídico como instrumento destinado a cumplir una función económico-
social. Este aspecto funcional es el que permite distinguir el acto jurídico de otros actos que,
siendo voluntarios y lícitos, no son actos jurídicos, ya que la voluntad no está encaminada a
establecer relaciones jurídicas, o no tiene por objeto inmediato la producción de efectos
jurídicos (Tagle, 2002).

Elementos esenciales

❀ En relación al sujeto: voluntad, capacidad, parte otorgante y representante.

En la estructura del acto jurídico se distingue el contenido que lo integra, conformado por las reglas
establecidas por los sujetos en ejercicio de la autonomía privada, de los elementos que concurren a
formarlo. Estos últimos son los elementos esenciales que, por ser tales, constituyen el negocio jurídico.
Ellos son: los sujetos, el objeto, la causa y la forma.

Diferentes personas o sujetos pueden intervenir en el otorgamiento de un acto jurídico, por lo que
corresponde distinguir entre partes, otorgantes y representantes.

❀ Las partes: son las personas o sujetos que, con la declaración de voluntad, ejercen una
prerrogativa jurídica que les es propia, por repercutir directamente en su esfera de interés
patrimonial o extrapatrimonial. Es decir, son los sujetos a quienes se imputan las relaciones
jurídicas que el acto tiene por fin establecer, aquellos cuyos derechos se crean, modifican,
transfieren, extinguen, etc.
❀ Los otorgantes: son quienes intervienen en la celebración de un acto emitiendo la declaración
de voluntad que conforma su contenido. Generalmente, quien otorga el acto es la parte, pero
en muchas ocasiones ocurre que quien otorga el acto no es la parte, sino otro sujeto que obra
en su representación.
❀ Los representantes: son quienes, en virtud de una autorización legal o convencional, emiten
una declaración de voluntad en nombre, por cuenta y en interés de otra, denominada
representado. Según la naturaleza de la autorización para obrar en nombre de otro, los
representantes son legales o voluntarios.
Ahora bien, la validez del acto jurídico en relación a los sujetos depende de dos requisitos: a) la
capacidad; b) la voluntariedad. 26

La exigencia de la capacidad supone la aptitud para ejercer por sí mismos actos jurídicos válidos –
capacidad de ejercicio– por lo que, tratándose de una persona menor de edad, el acto será válido
cuando se trate de aquél que la ley autoriza otorgar (por ejemplo, el supuesto de que el adolescente
puede decidir por sí respecto de aquellos tratamientos que no resulten invasivos ni comprometan su
salud o provoquen un riesgo grave en su vida o integridad física).

En cuanto a la voluntariedad, supone que el sujeto haya obrado con discernimiento, intención y
libertad, debiendo concurrir los tres elementos integrantes de la trinidad que condiciona la
voluntariedad de los actos

Representación. Definición. Efectos

Siguiendo a Fontanarrosa (2013), la representación surge cuando un individuo (representante, sujeto


de la declaración de voluntad) ejecuta un negocio jurídico en nombre de otro (representado, sujeto del
interés), de modo que el negocio se considera como celebrado directamente por éste último, y los
derechos y las obligaciones emergentes del acto celebrado por el representante pasan inmediatamente
al representado. La particularidad de esta actuación se ve reflejada en la circunstancia de que los
efectos de los actos jurídicos llevados a cabo por el representante recaen en forma directa sobre la
persona del representado como si este los hubiera ejecutado. La regla general en materia de
representación es que “los actos jurídicos entre vivos pueden ser celebrados por representante”. Ahora
bien, como toda regla tiene una excepción y, frente a esta posibilidad de llevar a cabo actos jurídicos
por medio de representantes, la norma limita dicha facultad a “los casos en los que la ley exige que
sean otorgados por el titular del derecho”; por ejemplo, los actos de última voluntad, como el
testamento (artículo 2465), o los personalísimos (artículo 55), como el matrimonio (artículo 406).

Requisitos

La representación como instituto jurídico reglado en nuestro derecho debe reunir ciertos requisitos que
la hacen viable.

❀ En primer lugar, debemos contar con una persona que actúe como representante, a quien
solo se le exige el discernimiento para celebrar los negocios en los que interviene. Ahora bien,
para que su actuación sea legítima, se requiere que tenga facultad para representar, lo que
implica que se encuentre habilitado para ello, ya sea a través de una norma que lo disponga
(representación legal) o por la voluntad del sujeto al que representará (representación
voluntaria).
❀ En segundo lugar, es necesario que la actuación del representante sea conocida por los
terceros en esos términos. Es decir, se requiere que los terceros conozcan que el sujeto con el
que están celebrando el negocio jurídico actúa en nombre y por cuenta ajena, en
representación de otra persona.

En este sentido, el representante no solo debe actuar en nombre de otro, sino que también debe
hacer saber a las personas con las cuales contrata que su actuación se lleva a cabo a los fines de
satisfacer un interés ajeno, el del representado.

Por último, la actuación del representante debe sujetarse a los límites impuestos en el poder
conferido. Dichos márgenes de actuación pueden haber sido dispuestos tanto por la ley como por
la voluntad del representado y la actuación sin poder o en exceso de las atribuciones conferidas
traerá aparejadas las consecuencias jurídicas dispuestas en el artículo 376 del Código Civil y
Comercial de la Nación. 27

Clases de representación

La representación puede ser legal, voluntaria u orgánica

❀ Representación legal: La representación es legal cuando resulta de una norma de


derecho, esto es, cuando tiene su origen en la ley, cuando es la propia norma la que
dispone la actuación por medio de un representante de manera necesaria y forzosa para
integrar la capacidad de aquellos que, de hecho, no la ostentan. A modo de ejemplo, son
representantes legales los curadores (respecto a las personas incapaces o con capacidad
restringida por razones de salud mental y los inhabilitados, como se plantea en los
artículos 32, 49, 101, 102 y 138 a 140 del CCCN), los tutores (en lo referido a los niños,
niñas o adolescentes que no han alcanzado la plenitud de su capacidad civil cuando no
haya persona que ejerza la responsabilidad parental, como se menciona en los artículos
104 a 137 del CCCN) y los padres (en relación con las personas por nacer y con los
menores de edad no emancipados, propuesto en el artículo 101 del CCCN).
❀ Representación orgánica. La teoría del órgano: corresponde a las personas jurídicas, las
cuales, como hemos señalado, son definidas en el artículo 141 como “todos los entes a
los cuales el ordenamiento jurídico les confiere aptitud para adquirir derechos y contraer
obligaciones para el cumplimiento de su objeto y los fines de su creación”. En el caso de
las personas jurídicas, la particularidad se centra en el hecho de que la teoría del órgano
implica que no haya un tercero (o representante) que actúe en nombre del ente ideal, sino
que es la misma persona jurídica la que actúa a través de su órgano de representación.
Este tipo de representación es la manera a partir de la cual las personas jurídicas pueden
vincularse y obligarse frente a los terceros, en tanto se genera una imputación directa
sobre los entes ideales por lo realizado por sus representantes. El artículo 359 dispone:
“Efectos. Los actos celebrados por el representante en nombre del representado y en los
límites de las facultades conferidas por la ley o por el acto de apoderamiento, producen
efecto directamente para el representado”. Así, el artículo establece el principal efecto de
este instituto jurídico. Los actos que se hubieran llevado a cabo por medio de un
representante, en cumplimiento de los requisitos propios de esta figura (es decir, siempre
y cuando se haya actuado con facultad para representar, haciendo conocer al tercero que
se actúa por otra persona y dentro de los límites de su actuación, ya sea dispuesta por ley
o por un acto de voluntad), producen efectos directos sobre el representado, como si este
último personalmente hubiese celebrado el acto.
❀ En relación con el objeto: requisitos de validez:
el artículo 279 del Código Civil y Comercial dispone que: El objeto del acto jurídico no
debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas
costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana.
Tampoco puede ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.

Los requisitos del objeto de los actos jurídicos son:

❀ Posibilidad: el objeto del acto jurídico no debe ser imposible, requerimiento que
se predica no solo de los hechos, sino también de los bienes. La imposibilidad
para causar la nulidad del acto debe ser: originaria, es decir, debe estar presente
desde que el acto se celebró, sin perjuicio del supuesto de convalidación previsto
para los actos jurídicos sujetos a un plazo o a una condición suspensiva (artículo
280); absoluta, cuando el objeto es imposible para todos y no solo para el sujeto 28
obligado. Si la imposibilidad es parcial, el acto no es necesariamente nulo y quien
pretendió adquirir un derecho sobre un objeto parcialmente imposible puede
dejar sin efecto el contrato o demandar la parte que existiese (artículo 1130)
(Rivera y Medina, 2014).
❀ Determinabilidad: el objeto del acto jurídico debe ser determinado o determinable.
Este requisito surge de los artículos 1005 y 1006 del CCCN, que regulan el objeto
de los contratos. Así, es determinado cuando legal o convencionalmente se
prevén los mecanismos o las herramientas que permitan precisarlo en el
momento del cumplimiento del acto y es determinable cuando se establecen los
criterios suficientes para su individualización. En caso de que el objeto fuera
absolutamente indeterminable, el acto podrá ser declarado nulo.
❀ Licitud: cuando la conducta que constituye el objeto del negocio está prohibida, el
acto tiene un objeto ilícito.
❀ Hechos contrarios a la moral, a las buenas costumbres y al orden público: este
recaudo impone la conformidad del objeto con la moral, las buenas costumbres y
el orden público. Generalmente, el concepto de buenas costumbres se identifica
con la moral y, respecto al orden público, se ha entendido que es lo esencial para
la convivencia, que puede variar en el tiempo y en el espacio. En estos supuestos,
la sanción será la nulidad absoluta.
❀ No lesivos de los derechos ajenos a la dignidad humana: serían hechos lesivos de
los derechos ajenos, por ejemplo, los actos fraudulentos, por lo que se debe
señalar que, en tal caso, el acto es inoponible y no nulo.

Finalmente, el precepto mencionado prevé “un bien que por un motivo especial se haya prohibido que
lo sea”. Esto hace referencia, por ejemplo, a las cosas muebles que no pueden hipotecarse o a los
inmuebles que no pueden prendarse. Este recaudo supone la falta de idoneidad del objeto, es decir, la
imposibilidad jurídica. Asimismo, están comprendidos en este supuesto aquellos bienes cuya
comercialización está prohibida, como las armas, algunos medicamentos, los estupefacientes, etcétera.
(Rivera y Medina, 2014, p. 644).

Por último, debe señalarse que, si el objeto del acto jurídico no cumpliera los recaudos señalados,
podrá ser declarado nulo. La nulidad absoluta o relativa, como ya veremos, dependerá de qué tipo de
interés se vea afectado, pues, si se perturba el interés general, será absoluta y relativa si es particular.

En relación con la causa: causa del acto jurídico

El artículo 281 del código define la causa señalando que La causa es el fin inmediato autorizado por el
ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad. También integran la causa los motivos
exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si
son esenciales para ambas partes.

La causa es un elemento esencial del negocio jurídico, lo que surge de los artículos 1013 y 1014 del
código. Estos artículos reafirman los principios de necesidad de causa, que debe existir en la
formación, tiene que subsistir durante su celebración y debe mantenerse durante la ejecución del
contrato, determinando que la falta de causa implicará, según los casos, la nulidad, la adecuación o la
extinción del contrato. Asimismo, el artículo 1014 sanciona con nulidad a todo contrato que posea una
causa contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres. Esta sanción se extiende al
supuesto en que ambas partes hubieran concluido dicho contrato por un motivo ilícito o inmoral; deja a
salvo el caso en que, si solo una de ellas hubiera obrado por un motivo ilícito o inmoral, esta carecerá
de derecho a invocarlo frente a la otra parte, pero la parte inocente podrá reclamar lo que ha dado sin 29
la obligación de cumplir lo que ha ofrecido.

Presunción. Acto abstracto

El artículo 282 del Código Civil y Comercial introduce el principio de presunción de causa, según el cual
el acto es válido, aunque la causa –o el final– no estén expresada o sea falsa, pero esté fundada en
otra verdadera. Así, el precepto consagra que se presume la existencia de causa, aunque esta no esté
explicitada en el negocio, mientras no se demuestre lo contrario. Por otro lado, el mencionado artículo
establece que el acto es válido sin importar que la causa sea falsa si esta se funda en otra verdadera.
De tal forma, la falsedad de la causa no provoca por sí misma la invalidez del negocio, sino que invierte
la carga de la prueba. Acreditado que la causa es falsa, quien pretende mantener el acto deberá probar
que el negocio tiene causa y que ella es lícita.

En relación con la forma: noción


La forma como elemento esencial del acto jurídico es el modo de exteriorización de la voluntad o de las
voluntades jurídicas, es el elemento exterior y sensible por el que se manifiesta el contenido inmaterial,
orientado a producir efectos jurídicos (Tagle, 2002). La forma en sentido estricto, que puede ser
impuesta o legal, es el conjunto de las prescripciones de la ley respecto de las modalidades que deben
observarse en la celebración de ciertos actos jurídicos bajo la pena de invalidez. Como veremos más
adelante, hay supuestos en que la ley establece el modo en el que debe manifestarse la voluntad para
la trascendencia jurídica del acto, mientras que en otras circunstancias se admite que los particulares
elijan libremente la forma en la que han de expresar su voluntad.

Elementos accidentales

Las modalidades. Enumeración

Se denominan modalidades o elementos accidentales del acto jurídico aquellas disposiciones


accesorias introducidas por las partes, que modifican los efectos normales del tipo legal, subordinando
a un acontecimiento futuro la adquisición de un derecho o la resolución de un derecho ya adquirido,
postergando su exigibilidad, o imponiendo un deber jurídico excepcional y accesorio al adquirente de
un derecho.

Las modalidades que las partes, de conformidad a la autonomía de la voluntad, pueden introducir a los
actos jurídicos son: a) condición; b) plazo; c) cargo.

La condición: Definición. Clases. Efectos

El artículo 343 del CCCN establece:

Alcance y especies. Se denomina condición a la cláusula de los actos jurídicos, por la cual las partes
subordinan su plena eficacia o resolución a un hecho futuro e incierto.

Las disposiciones de este capítulo son aplicables, en cuanto fueran compatibles, a la cláusula por la
cual las partes sujetan la adquisición o extinción de un derecho a hechos presentes o pasados
ignorados.

Concepto

El artículo en comentario define la condición como la cláusula por la que las partes subordinan su
plena eficacia o resolución a un hecho futuro e incierto. De este concepto surgen los caracteres de la
condición:
❀ debe ser un hecho futuro, incierto.
30
❀ El acontecimiento al que se subordina la eficacia o resolución de un derecho ya adquirido
debe ser incierto, contingente, “que puede o no llegar a suceder”, característica esencial y
propia de la condición que la distingue del plazo, que es también un hecho futuro pero
necesario o fatal.
❀ Además, el hecho previsto como condición ha de ser futuro, lo que le da incertidumbre. Si se
tratara de un hecho pasado o presente no habría incertidumbre. Aunque puede ocurrir que las
partes ignoren que el hecho ya ha ocurrido; aquél sería incierto subjetivamente, pero ello no
basta para que exista condición.

Clases de condición

El mencionado artículo refiere en su título a “especies” de condición, aludiendo tanto a la condición


suspensiva como a la resolutoria.

La condición suspensiva supedita la plena eficacia de la relación jurídica a la realización de un hecho


futuro e incierto previsto como condición, con lo cual se origina un derecho eventual ya que, si la
condición no se cumple, el acto jurídico no podrá perfeccionarse. Es decir, cuando la condición es
suspensiva, el acto no produce sus efectos sino a partir del momento en que aquélla se cumple.

Por el contrario, la condición es resolutoria cuando lo que depende del hecho incierto y futuro es la
extinción del derecho ya adquirido. Ello implica que los efectos del acto comienzan a producirse desde
el momento mismo de la celebración del acto, pero cesan si la condición no tiene lugar.

Por su parte, el art. 344 del CCCN prevé las condiciones prohibidas, disponiendo la nulidad del acto
jurídico cuando se haya establecido el acto sujeto a un hecho imposible, contrario a la moral y a las
buenas costumbres, prohibido por el ordenamiento jurídico o que dependa exclusivamente de la
voluntad del obligado.

Además, establece que la condición de no hacer una cosa imposible no perjudica la validez de la
obligación si ella fuera pactada bajo modalidad suspensiva, pues ello supone que, en definitiva, nada
se ha constituido, y tal obligación se considera pura y simple, sin que nada pueda afectar su existencia.
Cabe señalar que, si se hubiere pactado una obligación de no hacer una cosa imposible como
condición resolutoria, ésta anula la obligación.

Finalmente, la norma prevé que se tendrán por no escritas las condiciones que afecten de modo grave
las libertades de la persona, como la de elegir domicilio o religión, o decidir sobre su estado civil;
debiendo entender que el dispositivo es meramente enunciativo y por lo tanto comprensivo de otros
casuismos que impliquen afectar las libertades individuales.

Efectos

De acuerdo al art. 346 del CCCN, la regla general es que, cumplida la condición, sea ésta suspensiva o
resolutoria, produce efectos hacia el futuro, lo que implica que el acto jurídico bajo la modalidad
suspensiva cobrará eficacia el día del suceso previsto como condición; en el caso del negocio jurídico
bajo condición resolutoria, producido el acontecimiento, se extinguirán los efectos a partir de ese
momento.

La excepción es que las partes libremente modifiquen dicho efecto hacia el futuro, dándole a la
condición –suspensiva o resolutoria– efectos retroactivos.
Conforme al artículo 348 del Código, el cumplimiento de la condición suspensiva convierte en puro y
simple el derecho del acreedor. Esa conversión produce efectos desde el momento mismo en que se 31
cumple la condición.

Es decir que, acaecido el hecho futuro e incierto previsto como condición suspensiva, el sujeto que
tenía un derecho eventual pasa a tener un derecho efectivo y, por ende, podrá hacer valer las
prerrogativas que ese derecho conlleve, de acuerdo a la naturaleza, los fines y el objeto del negocio
jurídico celebrado.

En tanto, en el caso del acto sujeto a condición resolutoria, cumplida la condición se produce el
aniquilamiento del derecho constituido. Es decir: desaparecen los efectos jurídicos del negocio para el
futuro, en virtud del art. 346 de este cuerpo legal, y, consecuentemente, la otra parte pasa a ser titular
de este nuevo derecho, pudiendo exigir todas las facultades que ese derecho le genera, de acuerdo a
la naturaleza, los fines y el objeto del acto jurídico.

Ahora, si las partes hubieren pactado libremente darle a la condición efecto retroactivo, en el caso de la
condición suspensiva, el derecho se adquiere desde la fecha de la celebración del acto y, en el caso de
la condición resolutoria, el derecho se extingue, considerándose como si nunca hubiese existido.

Forma y prueba de los actos jurídicos

Definición y distinción

Tal como hemos señalado anteriormente, la forma como elemento esencial del acto jurídico alude al
modo de exteriorización de la voluntad. Es la manera como se manifiesta la voluntad del sujeto
respecto del objeto, en orden a la consecución del fin jurídico propuesto.
Los conceptos de forma y prueba son conceptos diferentes que no pueden confundirse ente sí:
mientras la forma constituye el elemento externo del acto, la prueba se erige como medio no
necesariamente instrumental que sirve para demostrar la verdad del hecho, de haberse efectivamente
realizado el acto jurídico (puede ser escrita, confesional, testimonial, etcétera). Además, la forma es
contemporánea del acto, mientras que la prueba puede no serlo.

En materia de prueba en los contratos, el artículo 1019 del Código Civil y Comercial de la Nación1
(CCCN), por ejemplo, establece que “los contratos pueden ser probados por todos los medios aptos
para llegar a una razonable convicción según las reglas de la sana crítica racional

Clasificación de los actos según la forma

Los actos jurídicos se dividen entre actos jurídicos formales o de forma impuesta –legal o
convencional–, aquellos que en virtud de la ley o de la voluntad de las partes deben ser otorgados para
determinadas solemnidades, y los actos jurídicos no formales o de forma libre, que pueden realizarse
bajo cualquiera de las formalidades idóneas para exteriorizar la voluntad.
A su vez, los actos jurídicos de forma impuesta se dividen en: actos formales de solemnidad absoluta,
actos formales de solemnidad relativa y actos formales no solemnes.

❀ Los actos formales de solemnidad absoluta son aquellos cuya eficacia depende del estricto
cumplimiento de las formalidades legalmente impuestas, de modo que la inobservancia de la
forma prescripta acarrea la nulidad del acto, privándolo de todo efecto jurídico. Por ejemplo, el
matrimonio (art. 406 del CCCN), la donación de inmuebles (art. 1522 del CCCN) y el
testamento (art. 2462 del CCCN). Por otro lado, los actos formales de solemnidad relativa son
aquellos en los que la eficacia del acto depende del cumplimiento de una formalidad
determinada cuya inobservancia, si bien priva al acto de sus efectos propios, no impide que
produzca otros efectos jurídicos previstos en la ley, como sucede por ejemplo con la
transmisión de la propiedad de cosas inmuebles. 32
❀ La regla es que los contratos que tienen por objeto la adquisición, modificación o extinción de
derechos reales sobre inmuebles deben ser otorgados por escritura pública (art. 1017 del
CCCN). Ahora bien, si la compraventa se realiza mediante un boleto privado de compraventa
(art. 1170), no es que el contrato será nulo, sino que se generará en el vendedor una
obligación de hacer: la de otorgar la escritura pública (art. 1018). Lo mismo acontece con las
convenciones matrimoniales (art. 448) y la constitución de renta vitalicia (art. 160 Los actos
formales no solemnes son los que pueden ser otorgados bajo cualquier formalidad, aunque la
prueba de su celebración depende del cumplimiento de la formalidad exigida por la ley. Por
ejemplo, la forma escrita se requiere para acreditar el pacto de retroventa (art. 1163 del
CCCN), el pacto de preferencia (art. 1165 del CCCN) y el contrato por tiempo indeterminado
(art. 1183 del CCCN), entre otros. Los actos no formales son aquellos en los que las partes
pueden elegir libremente el modo en el que han de expresar su voluntad, en los que rige el
principio de libertad de formas, pues se trata de actos con forma libre y es lo que prevé el
artículo 284 del CCCN, que a continuación vemos.), entre otros.

Principio general y excepciones. Efectos

El principio general es el de libertad de formas, según el cual los particulares pueden elegir libremente
los medios de exteriorización de la voluntad que integra el contenido del negocio. Este principio se
encuentra consagrado en el artículo 284 del CCNC, que dispone “Libertad de formas. Si la ley no
designa una forma determinada para la exteriorización de la voluntad, las partes pueden utilizar la que
estimen conveniente. Las partes pueden convenir una forma más exigente que la impuesta por la ley”.

El artículo 285 del Código prevé:


Forma impuesta. El acto que no se otorga en la forma exigida por la ley no queda concluido como tal
mientras no se haya otorgado el instrumento previsto, peo vale como acto en el que las partes se ha
obligado a cumplir con la expresada formalidad, excepto que ella se exija bajo sanción de nulidad.
El acto que no sigue la forma impuesta no queda concluido mientras no se haya otorgado el instrumento
previsto. Ahora bien, el hecho de haberse otorgado el acto sin forma, no le quita validez, sino que lo
considera como un acto en que las partes se han obligado a cumplir con la expresada formalidad
instrumental en algún momento y tiempo, como es el caso que hemos señalado de la transmisión de
dominio de un inmueble por boleto privado de compraventa. Ahora, para el supuesto en que la forma sea
exigida como condición del nacimiento del acto, esta no podrá ser suplida ni ser sometida a una
obligación posterior y ese acto carecerá de efectos por una causa imputable al momento de su
nacimiento, que es lo que se conoce como acto formal de solemnidad absoluta.

Expresión escrita: modalidades


Según el artículo 286 del Código Civil y Comercial: Expresión escrita. La expresión escrita puede tener
lugar por instrumentos públicos, o por instrumentos particulares firmados o no firmados, excepto en los
casos en que determinada instrumentación sea impuesta. Puede hacerse constar en cualquier soporte,
siempre que su contenido sea representado con texto inteligible, aunque su lectura exija medios
técnicos.

La expresión escrita puede tener lugar por instrumentos públicos o por instrumentos particulares
firmados o no firmados. La excepción está dada cuando determinada instrumentación sea impuesta, ya
sea legalmente o por voluntad de las partes.
Instrumentos públicos
33
Definición. Enumeración legal
El Código Civil y Comercial no define los instrumentos públicos, sino que enumera sus distintos
supuestos.

Los instrumentos públicos son los documentos revestidos de las formalidades legales, otorgados por
un oficial o funcionario público a quien la ley inviste de la potestad de autorizarlos y de dar fe de su
autenticidad y de la verdad de sus constancias. Estos son expedidos con la finalidad de acreditar la
existencia de un hecho o acto jurídico o de manifestar el ejercicio de un poder del Estado.
La característica propia y excluyente del instrumento público, que lo distingue del instrumento privado,
es su fuerza convictiva, denominada fe pública. Esta es la cualidad según la cual el instrumento público
otorgado con las formalidades legales se tiene por auténtico y hace plena fe de sus constancias sin
necesidad de verificación alguna. En cuanto a la enumeración, el artículo 289 del código realiza una
enunciación de cuáles son instrumentos públicos.

Así, señala: Enunciación. Son instrumentos públicos:

❀ las escrituras públicas y sus copias o testimonios.


❀ los instrumentos que extienden los escribanos o los funcionarios públicos con los requisitos que
establecen las leyes.
❀ los títulos emitidos por el Estado nacional, provincial o la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
conforme a las leyes que autorizan su emisión.

El primer inciso “se refiere a la escritura pública, que es la especie más importante de los instrumentos
públicos, fundamento del tráfico jurídico privado en su faz protectora de la seguridad jurídica
preventiva” Son instrumentos públicos las escrituras originarias hechas en el protocolo o en el libro de
registros y las copias autorizadas que de ellas se hagan en la forma que prescribe la ley.
El segundo inciso comprende todos aquellos actos otorgados o pasados ante escribano, que no son
escrituras públicas, como las actas notariales no protocolizadas, certificaciones de firmas, etcétera.
También abarca los documentos públicos u oficiales provenientes de los poderes del Estado, regidos
por el derecho público, como los decretos, los reglamentos, las actas labradas por inspectores fiscales
en ejercicio de sus funciones y las resoluciones judiciales, entre otros.
El último inciso contempla las letras aceptadas por el gobierno, como las letras de tesorería, los
billetes o cualquier título de crédito emitido por el tesoro público nacional o provincial, etc.

Requisitos de validez: subjetivos y objetivos

En relación con los requisitos de validez, el artículo 290 dispone: Requisitos del instrumento público. Son
requisitos de validez del instrumento público:

❀ La actuación del oficial público en los límites de sus atribuciones y de su competencia


territorial, excepto que el lugar sea generalmente tenido como comprendido en ella.
❀ las firmas del oficial público, de las partes, y en su caso, de sus.
❀ representantes; si alguno de ellos no firma por sí mismo o a ruego, el instrumento carece de
validez para todos.
Tenemos un requisito subjetivo que hace a la actuación del oficial público y uno objetivo, en
orden a las firmas.
En conclusión, para que el instrumento sea válido, es necesario: que el funcionario sea apto y
competente y que esté firmado por los otorgantes y por los autorizantes del acto. 34

Fuerza probatoria: presunción de autenticidad

El artículo 296 dispone:

Eficacia probatoria. El instrumento público hace plena fe:

❀ en cuanto a que se ha realizado el acto, la fecha, el lugar y los hechos que el oficial público
enuncia como cumplidos por él o ante él hasta que sea declarado falso en juicio civil o
criminal.
❀ en cuanto al contenido de las declaraciones sobre convenciones, disposiciones, pagos,
reconocimientos y enunciaciones de hechos directamente relacionados con el objeto principal
del acto instrumentado, hasta que se produzca prueba en contrario.

La cuestión del valor probatorio debe ser considerada desde un doble aspecto: a) en relación con el
instrumento público en sí mismo; b) respecto de su contenido. En correspondencia con el instrumento
público en sí mismo, debemos señalar que este, revestido de las formalidades legales, se presume
auténtico. De allí, se deriva su plena fuerza convictiva y su eficacia probatoria: la autenticidad no
requiere ser demostrada. Esto lo distingue del instrumento privado, cuya eficacia probatoria está
supeditada al previo reconocimiento por parte de aquellos a quienes se opone. Es por ello que se dice
que el instrumento público hace plena fe.
La falsedad del instrumento puede ser material o ideológica. La primera supone la adulteración formal
del instrumento, como la falsificación de firmas, la alteración o la supresión del contenido. La ideológica
es la falsedad del contenido, lo que acontece cuando el oficial público da fe de hechos no ocurridos o
manifestaciones inexistentes (Tagle, 2002).

Instrumentos particulares

Definición y clases

El artículo 287 del Código Civil y Comercial expresa: Instrumentos privados y particulares no firmados.
Los instrumentos particulares pueden estar firmados o no. Si lo están, se llaman instrumentos
privados. Si no lo están, se los denomina instrumentos particulares no firmados; esta categoría
comprende todo escrito no firmado, entre otros, los impresos, los registros visuales o auditivos de
cosas o hechos y, cualquiera que sea el medio empleado, los registros de la palabra y de información.
Los instrumentos particulares son los otorgados por las partes y pueden estar firmados o no. Si están
firmados, se denominan instrumentos privados; si no lo están, se llaman instrumentos particulares no
firmados.
el precepto mencionado amplía considerablemente la categoría de los instrumentos particulares no
firmados a todo escrito no firmado, entre ellos, los registros visuales, como fotos, dibujos, correos
electrónicos, o auditivos, como videos, audios, etcétera.

Instrumentos privados

De conformidad con el artículo 287 del código, los instrumentos privados son las herramientas
particulares que contienen una manifestación de voluntad destinada a producir efectos jurídicos
firmados por sus otorgantes. La función principal de estos instrumentos es la prueba de los actos o de
las convenciones que se plasman en ellos mediante la exteriorización de la voluntad declarada en su
texto; se caracterizan por la amplia libertad de las partes en cuanto a su contenido. En definitiva, los
instrumentos privados son una clase de instrumentos particulares firmados.
Requisitos de validez: firma y reconocimiento
35
El artículo 288 reza: Firma. La firma prueba la autoría de la declaración de voluntad expresada en el
texto al cual corresponde. Debe consistir en el nombre del firmante o en un signo. En los instrumentos
generados por medios electrónicos, el requisito de la firma de una persona queda satisfecho si se
utiliza una firma digital, que asegure indubitablemente la autoría e integridad del instrumento.

Se entiende por firma al trazo habitual de una persona que acostumbra a identificarse de tal modo. No
se restringe de ningún modo cómo debe ser esa firma, dejándose librada a cada persona. La firma
tiene por función individualizar a los otorgantes del documento, así como dejar constancia de la autoría
de las manifestaciones de voluntad de quien la emite y de su conformidad con el contenido del
instrumento.
La parte final del artículo se refiere a la firma digital utilizada en los instrumentos generados por
medios electrónicos. La firma digital, según la Ley N.2550611, se equipara a la firma manuscrita. Debe
señalarse que, en caso de que alguno de los firmantes de un instrumento privado no sepa o no pueda
firmar, puede dejarse constancia mediante la impresión digital o a través de la presencia de dos
testigos que deben suscribir también el instrumento (art. 313 del CCCN).

Reconocimiento

El instrumento privado puede ser identificado por su otorgante en forma extrajudicial, como el
reconocimiento contenido en una escritura pública o cualquier otro medio auténtico (tales como las
actas de reparticiones administrativas, las cartas documento, los telegramas colacionados, etcétera), y
también en forma judicial. El reconocimiento judicial de la firma debe efectuarse de acuerdo con lo
previsto en el artículo 314 del CCCN, que dispone:

Reconocimiento de la firma. Todo aquel contra quien se presente un instrumento cuya firma se le
atribuye debe manifestar si ésta le pertenece. Los herederos pueden limitarse a manifestar que
ignoran si la firma es o no de su causante. La autenticidad de la firma puede probarse por cualquier
medio.
El reconocimiento de la firma importa el reconocimiento del cuerpo del instrumento privado. El
instrumento privado reconocido, o declarado auténtico por sentencia, o cuya firma está certificada por
escribano, no puede ser impugnado por quienes lo hayan reconocido, excepto por vicios en el acto del
reconocimiento. La prueba resultante es indivisible. El documento signado con la impresión digital vale
como principio de prueba por escrito y puede ser impugnado en su contenido.

Como es una obligación inherente a la persona que otorgó el instrumento, los herederos no están
obligados a reconocerla, sino que pueden limitarse a manifestar que ignoran si la firma es o no de su
causante.

Documento firmado en blanco

Como derivación del principio de libertad de formas, la ley admite que el instrumento privado sea firmado
en blanco y posteriormente completado (art. 315 del CCCN).

El firmante que dio instrucciones que no se cumplieron, por regla general de protección de la buena fe,
puede impugnar el contenido de este mediante cualquier medio de prueba, salvo testimonial, si no
existe principio de evidencia por escrito. Sin embargo, el desconocimiento del firmante –que obró con
voluntad originariamente– no puede afectar a los terceros de buena fe. En el supuesto de que el
instrumento firmado en blanco haya sido sustraído de la guarda de la persona a quien le fue confiado y
redactado por un tercero en contra de su voluntad, el firmante puede acreditar estos hechos por
cualquier medio de prueba, incluso por testigos. En tal caso, el contenido del instrumento no puede
oponerse al firmante, salvo por los terceros que acrediten su buena fe y si han adquirido a título
oneroso con base en el instrumento. Esta solución responde a que quien firma un instrumento en 36
blanco debe asumir los riesgos y sacrificar su interés en aras de los terceros de buena fe.

Efecto entre partes y frente a terceros

Los instrumentos privados reconocidos son plenamente eficaces entre las partes y sus sucesores
universales desde la fecha que el instrumento contiene, pero, a los fines de su oponibilidad frente a
terceros, es necesaria la adquisición de una fecha cierta.
En este sentido, el artículo 317 del Código Civil y Comercial dispone:

Fecha cierta. La eficacia probatoria de los instrumentos privados reconocidos se extiende a los terceros
desde su fecha cierta. Adquieren fecha cierta el día en que acontece un hecho del que resulta como
consecuencia ineludible que el documento ya estaba firmado o no pudo ser firmado después. La prueba
puede producirse por cualquier medio, y debe ser apreciada rigurosamente por el juez.

Valor probatorio

El artículo 319 del Código Civil y Comercial prevé:


Valor probatorio. El valor probatorio de los instrumentos particulares debe ser apreciado por el juez
ponderando, entre otras pautas, la congruencia entre lo sucedido y narrado, la precisión y claridad
técnica del texto, los usos y prácticas del tráfico, las relaciones precedentes y la confiabilidad de los
soportes utilizados y de los procedimientos técnicos que se apliquen.

Para que un instrumento privado tenga autenticidad, debe reconocerse su firma por los otorgantes. Los
instrumentos privados se diferencian de los públicos porque no se prueban per se, es decir, a sí
mismos. Ahora bien, con la firma reconocida por el autor, el instrumento privado adquiere la fuerza
probatoria entre las partes, asemejando la misma al instrumento público. En el caso de los
instrumentos particulares, es decir, los que no están suscriptos por las partes, el artículo 319 pone en
potestad del juez la apreciación del valor probatorio, a partir de ciertas pautas como “la congruencia
entre lo sucedido y lo narrado, la precisión y claridad técnica del texto, los usos y prácticas del tráfico,
las relaciones precedentes y la confiabilidad de los soportes utilizados”

Vicios de los actos jurídicos

Definición y fundamento

La buena fe es un principio general del derecho (art. 9 del CCCN) que veda el ejercicio abusivo de los
derechos y sustenta nuestro ordenamiento jurídico positivo. Como derivación de este principio, se
impone a los sujetos el deber de actuar de manera leal, recta, honesta, con una actitud de cooperación
y generación de confianza en las propias declaraciones.

La buena fe es un requisito indispensable para la validez del acto jurídico y, por ende, cuando falta
(como ocurre en los casos de la simulación, del fraude, de la lesión) concurre un vicio que lo invalida.

De este modo, los vicios de los actos jurídicos son defectos, imperfecciones o anomalías susceptibles
de provocar la ineficacia del negocio, por atentar contra la licitud, la buena fe o perjudicar los intereses
de terceros.

Son vicios propios de los actos jurídicos la lesión, la simulación y el fraude.


La lesión
37
Definición. Presupuestos de procedencia: subjetivos y objetivos

El Libro Primero, Título IV del CCCN, Capítulo 6, da tratamiento a los denominados vicios de los actos
jurídicos: lesión, simulación y fraude. Así, la Sección 1ª desarrolla la llamada “lesión subjetiva-objetiva”.

El artículo 332 dispone:


Lesión. Puede demandarse la nulidad o la modificación de los actos jurídicos cuando una de las partes
explotando la necesidad, debilidad síquica o inexperiencia de la otra, obtuviera por medio de ellos una
ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación. Se presume, excepto prueba
en contrario, que existe tal explotación en caso de notable desproporción de las prestaciones.

Los cálculos deben hacerse según valores al tiempo del acto y la desproporción debe subsistir en el
momento de la demanda.

El afectado tiene opción para demandar la nulidad o un reajuste equitativo del convenio, pero la
primera de estas acciones se debe transformar en acción de reajuste si éste es ofrecido por el
demandado al contestar la demanda.

Sólo el lesionado o sus herederos pueden ejercer la acción.


El vicio de lesión queda configurado cuando una de las partes, explotando la necesidad, debilidad
síquica o inexperiencia de la otra, obtuviere por medio de un acto jurídico una ventaja patrimonial
evidentemente desproporcionada y sin justificación.

El fundamento de la norma está dado, por un lado, por la existencia de la voluntad viciada en el sujeto
pasivo; por el otro, por el principio de buena fe que debe primar en todo convenio. Es decir que debe
haber equidad entre las prestaciones recíprocas, por lo que la ventaja de un contratante sobre el otro,
en razón de la explotación de la situación jurídica de inferioridad del primero sobre el segundo,
constituye una conducta reprochable por el derecho.

Presupuestos de procedencia

Para que se configure la figura de la “lesión subjetiva-objetiva”, es necesario que concurran: a) la grave
desproporción en las prestaciones que debe existir al momento de la celebración del negocio jurídico –
elemento objetivo– y b) el elemento subjetivo, que es la explotación por parte del beneficiario de la
“necesidad”, “debilidad síquica” o “inexperiencia” del lesionado.

El elemento objetivo

En relación al primer presupuesto, es decir “la ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y


sin justificación”, éste debe ser concomitante a la celebración del negocio y la desarmonía entre las
prestaciones debe ser “notable”, “evidente” a la época en que el negocio tuvo nacimiento y no surgir
con posterioridad por acontecimientos ajenos a la voluntad de las partes y que no eran previsibles al
tiempo de celebrarse el acto, pues, en tal caso, se podrá revisar el negocio por aplicación de la cláusula
rebus sic statibus (López Mesa, 2008).

Además, se exige que esa ventaja excesiva se obtenga sin justificación, lo que implica efectuar una
indagación acerca de la causa fin del negocio, pues, si quien celebró el negocio pretendió efectuar una
liberalidad, dicho acto jurídico escapará a la teoría de la lesión.

Por último, “la desproporción debe subsistir en el momento de la demanda”, lo que resulta lógico en
razón del axioma “el interés es la medida de la acción”; por ende, si, al momento de entablarse la
acción, las prestaciones por diversas circunstancias se tornaron equivalentes, desaparece el interés
jurídicamente protegido para promoverla. 38

El elemento subjetivo

Por otro lado, en lo atinente al elemento subjetivo, deben coexistir dos presupuestos que incluso
aparecen en sujetos distintos: la necesidad, debilidad síquica o inexperiencia en el lesionado, y el
aprovechamiento de esa situación de inferioridad por parte del lesionante o sujeto activo.

❀ Necesidad: esta noción se asocia a la de escasez o privación y comprende un estado carencial


que puede ser material y también espiritual. Es decir, significa falta de las cosas que son
menester para la conservación de la vida, lo que traduce una situación de angustia y agobio
derivada de la falta de medios elementales para subsistir, de lo imprescindible o necesario,
teniendo en cuenta las circunstancias propias de cada persona.
❀ Debilidad síquica: se trata de trastornos síquicos de conducta que, por razones ajenas a la
voluntad de quien los padece, lo colocan en una situación de inferioridad. Esta cuestión
deberá ser ponderada en cada caso, teniendo en cuenta las concretas aptitudes del sujeto.
❀ Inexperiencia: importa la falta de conocimientos que tiene el sujeto respecto del acto en el
momento de su celebración. El término resulta de difícil delimitación, por cuanto la
inexperiencia debe referirse concretamente al acto de que se trate y del que se sigue el
perjuicio por las prestaciones inequivalentes.

Y el otro recaudo que hace al elemento subjetivo es el aprovechamiento o explotación por parte del
lesionante, que constituye un acto de mala fe de parte de él, que presupone la intención de obtener
una ventaja desproporcionada, ya que el estado de inferioridad no basta por sí solo para nulificar o
modificar el acto jurídico.

Prueba. Presunción

El artículo 332 del Código establece una presunción iuris tantum de la explotación en caso de “notable
desproporción”. Es decir que, probada la notable desproporción de las prestaciones, se genera una
presunción iuris tantum sobre la existencia del vicio, es decir que quedan acreditados o presumidos los
dos elementos subjetivos que figuran en el articulado, el aprovechamiento y la situación de inferioridad
de la víctima. La carga de la prueba para sostener la ausencia de esos requisitos incumbe al que
sostenga lo contrario.

Acciones del lesionado. Efectos

El vicio de lesión subjetiva origina en cabeza del lesionado o sus herederos dos acciones. Ninguna otra
persona puede ejercer esta acción; ello resulta así del art. 332 del Código Civil y Comercial. Es decir
que los sucesores singulares no pueden accionar por acto entre vivos, porque la acción es de carácter
personalísima. La intransmisibilidad se funda en que la parte lesionada es la única que puede saber si
se dan las circunstancias subjetivas necesarias para la configuración del vicio de lesión.

Así, los legitimados activos tendrán la posibilidad de entablar, tanto por vía de acción como de
excepción, la nulidad (“nulidad relativa” en los términos de los arts. 386 y 388 del Código Civil y
Comercial, que más adelante veremos) como la modificación del acto lesivo, es decir, un reajuste
equitativo del convenio. Si el lesionado opta por esta segunda opción, el litigio queda “trabado” en ese
aspecto y el demandado no puede reconvenir por nulidad.
Ahora bien, en el caso de que el lesionante demande por nulidad, el demandado puede, al contestar la
demanda, modificar dicho reclamo en acción de reajuste, si ofrece suprimir la desproporción de las 39
prestaciones.

La simulación

Definición. Elementos

El vicio de simulación, se encuentra definido en el art. 333 del Código Civil y Comercial, que dispone:

Caracterización. La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la
apariencia de otro, o cuando el acto contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que no son
verdaderas, o cuando por él se constituyen o transmiten derechos o personas interpuestas, que no son
aquellas para quienes en realidad se constituyen o transmiten.

Así, se define la simulación como el acto que, por acuerdo de partes, se celebra exteriorizando una
declaración recepticia no verdadera para engañar a terceros, sea que ésta carezca de todo contenido, o
bien, que esconda uno verdadero diferente al declarado. (López Mesa, 2008).

Es decir, hay simulación cuando los contratantes crean, con su declaración, sólo la apariencia exterior
de un contrato del que no quieren los efectos, o cuando crean la apariencia exterior de un contrato
diverso del querido por ellos.

Elementos del negocio simulado

Los elementos del negocio simulado son: a) la declaración deliberadamente disconforme con la
verdadera intención de las partes; b) el acuerdo de partes sobre la falsa declaración y c) el propósito
de engañar a terceros.

a) El primer recaudo supone que la disconformidad entre la voluntad interna y la declarada por las
partes es intencional, no es producto del error, sino que es querida y conocida por ambas partes. En
otras palabras, en el acuerdo simulatorio, la voluntad interna y declarada coinciden; las partes, de
común acuerdo, producen la apariencia externa de un negocio jurídico ficticio para engañar a terceros,
sin pretender dar lugar al efecto jurídico de dicho negocio.

b) El segundo presupuesto supone la conformidad de todos los otorgantes del acto en el negocio
simulado sobre la disconformidad entre lo querido y lo declarado, y se caracteriza por el querer común
de no atribuir al acto aparente efectos vinculatorios.

c) Por último, la acción de simulación requiere el propósito de engañar, que no necesariamente


implica ocasionar un perjuicio jurídico a terceros (porque su causa puede ser inocua, en cuyo caso
estaremos en presencia de una simulación lícita) o bien, puede sí implicarlo, es decir puede existir el
fin de defraudar a terceros – quienes desconocen que el acto es falso– o el de ocultar una violencia
legal.

Por último, debe señalarse que la enumeración de los supuestos de negocio simulado que realiza el
artículo 333 del CCCN es meramente ejemplificativa.

Clases de simulación

Por un lado, tenemos la simulación absoluta y relativa.

❀ La simulación absoluta tiene lugar cuando se celebra un acto jurídico que nada tiene de real;
el acto es completamente ficticio, irreal. Es decir, las partes no quieren en realidad celebrar
ningún negocio jurídico, sino que quieren modificar la apariencia de una disminución del activo
o un amento ficticio del pasivo de una de las partes, en perjuicio de los acreedores; aunque a
veces puede ser una simulación lícita. 40
❀ En la simulación relativa, las partes encubren la verdadera naturaleza del acto, es decir, se
disimula lo que verdaderamente es. Esta simulación puede versar sobre: la naturaleza, cuando
“se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la apariencia de otro”, por ejemplo: una
donación bajo el ropaje jurídico de una compraventa; sobre “cláusulas que no son sinceras”,
por ejemplo: se expresa un precio que no es el real; o bien, sobre “fechas que no son
verdaderas”.

Por otro lado, la simulación se clasifica en lícita e ilícita, que tendrá que ver con la causa determinante
que dio origen al acto.

Tal como hemos explicado, la simulación importa necesariamente un acuerdo entre quienes celebran
el negocio jurídico, consistente en el concierto para producir una declaración de voluntad diferente de
la voluntad real, y ello obedece a una razón determinante que se conoce como causa simulandi.

La causa simulandi es el interés que induce a las partes a dar apariencia a un negocio jurídico que no
existe, o a presentarlo en forma distinta de lo que verdaderamente es. Esta razón que tuvieron para
celebrar el negocio aparente puede ser perfectamente inocente o bien perjudicial a terceros, lo que
reviste fundamental importancia para distinguir la simulación lícita de la ilícita.

La simulación ilícita se verifica cuando el negocio jurídico tiene como fin perjudicar a terceros o
quebrantar el ordenamiento jurídico, hipótesis, ésta última, en que se habla de “fraude a la ley”. Este
tipo de simulación causa la nulidad –relativa– del acto ostensible.

Por su parte, la simulación es lícita cuando el negocio simulado no es ilícito ni perjudica a un tercero.

Por último, la simulación puede ser total o parcial. Es total cuando abarca íntegramente al negocio,
viciándolo en su esencia; y es parcial cuando sólo recae sobre una parte del acto, sin que sea
necesario que destruya los aspectos reales del acto.

Acción entre partes. Principio general. Excepción

El artículo 335 del Código Civil y Comercial regula esta cuestión. Así prevé:

Acción entre las partes. Contradocumento. Los que otorgan un acto simulado ilícito o que perjudica a
terceros no pueden ejercer acción alguna el uno contra el otro sobre la simulación, excepto que las
partes no puedan obtener beneficio alguno de las resultas del ejercicio de la acción de simulación.

La simulación alegada por las partes debe probarse mediante el respectivo contradocumento. Puede
prescindirse de él, cuando la parte justifica las razones por las cuales no existe o no puede ser
presentado y median circunstancias que hacen inequívoca la simulación. 28

El principio general es que los simuladores del negocio jurídico carecen de toda acción entre ellos.

Ello es así, toda vez que las partes se pusieron de acuerdo en eludir una prohibición legal o perjudicar
a terceros, por lo que pierden, en principio, el derecho de impugnar el acto por el vicio de simulación.

Se podrá entablar acción de simulación cuando el simulador se haya arrepentido de su acto y quiera
recuperar el bien para entregarlo a sus acreedores. En este supuesto, quien acciona pidiendo la
declaración de invalidez del acto simulado lo hace no ya para consumar el perjuicio a los terceros o el
fraude a la ley, sino porque, arrepentido, quiere recuperar los bienes aparentemente enajenados para
afrontar con ellos el pago de sus obligaciones. En este supuesto, la acción es admisible siempre que se
tenga un propósito sincero y no interesado de volver las cosas al estado anterior.
Efectos de la acción de simulación
41
Contra quién procede la acción

En primer lugar, debe señalarse que la acción de simulación no procede contra los acreedores
adquirentes de buena fe que hubiesen ejecutado los bienes simuladamente enajenados.

En relación al subadquirente que adquirió a título gratuito o de mala fe, sí procede la acción de
simulación; en cambio, la invalidez del negocio simulado no alcanza a los terceros subadquirentes de
buena fe–es decir, quien, al momento de la transmisión, ignorase que el derecho tiene como
antecedente un acto simulado– y a título oneroso, respecto a los cuales la sentencia resulta inoponible.

Se entiende que son subadquirentes de mala fe aquellos que conocieron o pudieron conocer, obrando
con cuidado y previsión, la simulación.

Efectos

Todo tercero que se ha visto perjudicado por la simulación tiene derecho a ser resarcido del daño
sufrido.
En el supuesto en que, promovida la acción por el acreedor, el bien se haya enajenado a un
subadquirente de buena fe y a título oneroso, por lo que no le alcanza la oponibilidad del
pronunciamiento judicial, éste podrá demandar tanto a quien contrató con él como al subadquirente –
ambos de mala fe– por daños y perjuicios, quienes responderán de manera solidaria.

Desde otra perspectiva, en el supuesto que el acreedor promueva acción en contra de subadquirente
de buena fe pero a título gratuito, éste responderá sólo en la medida de su enriquecimiento.

El fraude

Noción

La noción de fraude implica una inmediata referencia al engaño, al acto contrario a la verdad y al recto
proceder. El fraude supone una conducta tendiente a eludir los efectos de una norma imperativa o de
origen convencional, utilizando otra vía negocial no reprobada por ley. El fraude se configura mediante
actos reales, serios y no aparentes, no simulados. No diverge la voluntad de la realidad declarada, sino
que esta realidad amparada en una norma legal elude las disposiciones de otra o perjudica a un
tercero. Este fraude no es otro que el fraude a la ley y que está contemplado en el art. 12 del Código
Civil y Comercial.

El fraude a los acreedores

El concepto de fraude a los acreedores hace referencia a los actos otorgados por el deudor, que tienen
como nota común una afectación de su patrimonio de tal magnitud que provoca o agrava su
insolvencia, impidiendo así la satisfacción de los créditos concedidos con anterioridad a aquéllos y con
evidente perjuicio para los mismos. Es decir que el fraude a los acreedores es la provocación o
agravación de la insolvencia del deudor mediante actos u omisiones del deudor en perjuicio de sus
acreedores, sustrayendo bienes de su patrimonio.

Esta caracterización permite señalar tres notas que se hallan presentes en la noción de fraude a los
acreedores: a) otorgamiento por el deudor de actos o negocios jurídicos; b) provocación o agravación
de la insolvencia del deudor y c) sustracción de bienes del patrimonio del deudor en perjuicio de los
derechos de los acreedores.
42
La acción de inoponibilidad

En primer lugar, cabe señalar que el efecto de la acción de fraude no es la nulidad, sino la
inoponibilidad. Este efecto implica que el acto otorgado por el deudor en fraude a los acreedores es
válido entre éste y el tercero con quien celebró el acto y sólo queda privado de eficacia frente al
acreedor que acciona, es decir que no puede hacerse valer contra él en la medida necesaria para la
satisfacción de su crédito.

Seguidamente veremos cuándo procede esta acción, es decir contra qué tipo de actos, cuáles son los
requisitos de procedencia y quiénes pueden solicitar la declaración de inoponibilidad

Titulares de la acción

El Art. 338 del Código Civil y Comercial, prevé:

Declaración de inoponibilidad. Todo acreedor puede solicitar la declaración de inoponibilidad de los


actos celebrados por su deudor en fraude de sus derechos, y de las renuncias al ejercicio de derechos
o facultades con los que hubiese podido mejorar o evitarlo empeorar su estado de fortuna.

Como se advierte, la norma legitima para la acción de fraude a “todo acreedor”, es decir, a cualquier
acreedor, incluso los acreedores con privilegio general, especial, condicionales, a plazo, etc., puedan
incoar la acción, pues sólo deberán acreditar su calidad de acreedor y los requisitos que prevé el
artículo 339 del CCCN.

Requisitos de procedencia

El artículo 339 del código unificado establece las condiciones generales para la procedencia de la
acción de inoponibilidad. Dispone:

Requisitos. Son requisitos de procedencia de la acción de declaración de inoponibilidad:

❀ que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado, excepto que el deudor haya actuado
con el propósito de defraudar a futuros acreedores;
❀ que el acto haya causado o agravado la insolvencia del deudor;
❀ que quien contrató con el deudor a título oneroso haya conocido o debido conocer que el acto
provocaba o agravaba la insolvencia.

Tenemos, entonces, tres condiciones de procedencia de la acción de inoponibilidad.

a. El crédito por el que se acciona debe ser anterior al acto.

El primer presupuesto es que el crédito de quien acciona sea de causa anterior al acto impugnado,
excepto que el deudor haya actuado con el propósito de defraudar a futuros acreedores.

La razón de ser de este primer recaudo es que los acreedores de fecha posterior al acto del deudor no
podrían invocar fraude en su perjuicio, pues, cuando llegaron a constituirse en acreedores, sea por
contrato, sea por disposición de la ley, los bienes habían salido del patrimonio del deudor y, por ende,
no conformaban parte de su garantía patrimonial.

Ahora bien, la norma establece una excepción, y es en el caso de que el acto impugnado, aunque
posterior al origen del crédito, haya sido realizado en previsión de la obligación que nacería más tarde.
Es decir que, si el deudor hubiere realizado el negocio teniendo en miras perjudicar a futuros
acreedores, estos podrán incoar la acción de inoponibilidad. Ello así, en razón de castigar la conducta
dolosa del deudor.
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b. Relación de causalidad entre la insolvencia y el acto del deudor.

El segundo requisito supone que entre el acto que se ataca y la insolvencia del deudor haya una
relación de causalidad. Este recaudo se explica porque lo que caracteriza al negocio fraudulento es el
perjuicio que acarrea para el patrimonio del deudor el generar o agravar su insolvencia, toda vez que se
verá imposibilitado de responder a todas su obligaciones contraídas y, por ende, el daño que causa al
acreedor es no satisfacer su acreencia.

En otras palabras, la procedencia de la acción requiere la existencia de un perjuicio causado al


acreedor, el que proviene de la insatisfacción actual o futura de los créditos vigentes producto de un
estado de impotencia patrimonial, provocado o agravado precisamente por los negocios inoponibles

c. Mala fe del tercero contratante.

El último de los presupuestos exige que el tercero que contrató con el deudor a título oneroso haya
obrado de mala fe, es decir, haya conocido o debido conocer que dicho acto provocaba o agravaba su
insolvencia.

Distinto será el supuesto del tercero que contrató a título gratuito, en cuyo caso no interesa la buena o
mala fe del adquirente, pues se prefiere el interés de los acreedores por sobre el del adquirente y, por
ende, sólo habrá que acreditar que el acto fue a título gratuito.

Ineficacia de los actos jurídicos

Definición. Categorías de ineficacia. Efectos

La validez del negocio jurídico no se confunde con su eficacia, aunque la eficacia del acto jurídico
presupone su validez. El acto jurídico es válido cuando está perfectamente conformado, cuando no
presenta vicios o defectos congénitos que afectan su estructura. Sin embargo, un acto jurídico válido
puede ser ineficaz o devenir ineficaz.

Cuando hablamos de “ineficacia” hacemos referencia a la privación o disminución de los efectos


propios de un determinado negocio jurídico, que las partes tuvieron en cuenta al momento de su
celebración.

Ahora bien, la ineficacia puede ser considerada estructural o funcional. En el primero de los
supuestos, la privación de los efectos propios de un negocio jurídico se produce por defectos en su
estructura y existentes desde el momento mismo de celebrarse el acto, primando la idea de nulidad; en
cambio la ineficacia es funcional cuando el negocio deja de ser apto para satisfacer los fines o interés
prácticos que los sujetos se propusieron alcanzar en virtud de una causa extrínseca a la estructura del
negocio y sobrevinientes a su constitución.

De esta manera, se advierte que cuando nos referimos a la ineficacia de los actos jurídicos hacemos
referencia a un concepto con significado amplio, que comprende a todos aquellos supuestos en los
cuales el negocio jurídico carece de fuerza o eficacia para producir los efectos normales, propios, que
las partes tuvieron en cuenta al tiempo de su celebración, ya sea por un vicio existente al momento de
la celebración del acto, referido a la estructura del acto jurídico (ineficacia estructural) o por
circunstancias extrínsecas aparecidas con posterioridad a su celebración (ineficacia funcional).

Así las cosas, la ineficacia como noción genérica, comprende por un lado la invalidez de los actos
jurídicos, es decir la nulidad o ineficacia estructural y también la de inoponibilidad o ineficacia
funcional, que es la que priva al acto de efectos sólo respecto de determinadas personas.

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