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UNIDAD 5

1. Psicoterapia Cognitivo - Constructivista: Técnicas terapéuticas cognitivas, fundamentación teórica y aplicaciones


clínicas.
2. Terapia de los Constructos Personales de G. Kelly. Técnicas mediante texto y mediante entrevista.

FEIXAS VIAPLANA, G. Y VILLEGAS BESORA, M. (2000) CONSTRUCTIVISMO Y PSICOTERAPIA. ESPAÑA: DESCLÉE DE


BROUWER.(Capítulo 2)

PSICOTERAPIA CONSTRUCTIVISTA

En este se presentan enfoques terapéuticos que pretenden derivarse de la epistemología constructivista,


respaldando sus actitudes e intervenciones en la visión constructivista del conocimiento.

El enfoque cognitivo conductual se caracteriza por:

 La aceptación de un determinismo reciproco entre organismo y su entorno, dejando ya de lado el


determinismo ambiental de los conductistas clásicos.
 La postulación de procesos básicos de cambio conductual que implican mecanismos centrales de tipo
cognitivo-simbólico.

TEMA PERSPECTIVA RACIONALISTA PERSPECTIVA CONSTRUCTIVISTA

Énfasis de la intervención a- A histórico a- Histórica


b- Centrada en el problema b- Centrada en los procesos
c- Centrada en el control c- Centrada en el desarrollo
Conceptualizaciones de los Los problemas son disfunciones, déficits Los problemas son discrepancias entre la
problemas o sus correlatos emocionales, deben ser tensión y las capacidades y no deben
controlados, eliminados o re-dirigidos confundirse con los procesos de orden más
abstracto
Conceptualizaciones de las Las emociones especialmente las Las emociones son formas de conocimiento
emociones intensas y negativas son el problema, el primitivas y potentes, se debe fomentar la
pensamiento irracional es la causa experiencia y la exploración afectiva
Resistencia La resistencia refleja la falta de La resistencia refleja procesos de
motivación, ambivalencia o evitación. Es autoprotección que resguardan la
un impedimento para el cambio integridad sistémica y protegen de un
terapéutico y debe ser vencida. cambio nuclear súbito. Se debe trabajar
con y no contra ella.
Insight El insight de las creencias irracionales es El insight puede ayudar a transformar
necesario y suficiente para el cambio significados personales y facilitar el cambio,
terapéutico pero los aspectos emocionales y
conductuales también son importantes.
Relación terapéutica Implica instrucción técnica y guía Aporta un contexto seguro, intenso y de
apoyo en el que el cliente puede explorar y
desarrollar formas de relación con e mundo
y con si mismo
Recaidas y regresiones Reflejan fallos de continuidad y de Reflejan límites en las capacidades y/o
generalización que deben evitarse y ciclos de desarrollo psicológico, suponen
minimizarse importantes oportunidades de aprendizaje.

Enfoques terapéuticos constructivistas.

Mahoney expone que en 1970 solo se podía considerar la existencia de 3 terapias cognitivas:
1-La terapia de los constructos personales de Kelly

2-La terapia emotiva racional de Ellis;

3- Y la terapia cognitiva de Beck

Mientras que en 1988 encuentra hasta 17 y modificación de las originales.

El enfoque sistémico no se puede considerar una terapia cognitiva, ya que este esquema solo se aplica a lo individual
de la terapia, y el enfoque sistémico, parte de una concepción más global en la que el contexto juega un papel
determinante no solo en la contextualización del problema sino en el modo de intervención, es por esta perspectiva
más amplia que no se ha incluido.

Varias terapias cognitivas o cognitivas-conductuales no se consideran constructivistas porque no comparten los


presupuestos epistemológicos constructivistas, lo que lleva a las diferencias mencionadas en la tabla 5. No solo
diferencias a nivel meta-teórico sino también en las concepciones clínicas y en la práctica terapéutica.

Los enfoques psicoanalíticos por su parte, tampoco comparten los presupuestos epistemológicos constructivistas.

Las teorías constructivistas se interesan más por los procesos de construcción del conocimiento que por sus
contenidos, que en su caso, tendrán especificidades relacionadas con la cultura y con el individuo.

La psicología humanista tampoco ha sido incluida como un enfoque constructivista por varias razones. La primera es
su falta de definición epistemológica, si bien en este modelo se está de acuerdo con la imposibilidad de la
objetividad absoluta, la mayoría de ellos comulgarían con Rogers en su postulación de una bondad básica en el ser
humano, que se desarrolla para actualizar sus potencialidades y motivaciones positivas. Los psicólogos humanistas
postulan el subjetivismo como alternativa al objetivismo empirista, con el abandono de la investigación rigurosa y la
sistematización por parte de la mayoría de sus seguidores. Fue esta falta de rigor lo que alejo a Kelly del movimiento
humanista después de hallarse entre sus fundadores iníciales. A esta falta de rigor se le suma la diversidad de
enfoque y procedimientos que se enfocan bajo la etiqueta de “psicología humanista”, que hace aun más difícil la
contrastación con otros enfoques.

La terapia de los constructos personales

Kelly ha dado un aporte de mucha riqueza a nivel epistemológico, teórico, y sobre todo el clínico. Su concepción
terapéutica es coherente con la posición epistemológica constructivista y con su teoría del funcionamiento humano.
Además se destaca otra virtud, la operatividad de sus planteamientos de evaluación y terapia y su interconexión.

La evaluación de los constructos personales

La actitud que guía todos los procedimientos de evaluación originados en la psicología de los constructos personales
la expreso Kelly en lo que llamo actitud crédula: “si no saber lo que le pasa a una persona pregúntaselo, podría ser
que te o dijera”. Esta postura contrasta con la mayoría de las concepción de evaluación psicológica caracterizadas
por la sospecha de las afirmaciones directas de lo que nos ofrece la persona. Desde la perspectiva constructivista, no
interesa tanto la “verdad” de lo que ha sucedido, sino el conglomerado de las realidades subjetivas del sujeto y/o
familia y su posible desencaje.

Al adoptar esta actitud Kelly (1995) toma partido por uno de los dos enfoques de evaluación que el mismo delimito:

1. La evaluación que intenta clasificar al sujeto en unas coordenadas pre establecidas, por el investigador, o bien en
un eje psicodiagnostico.

2. la evaluación centrada en las dimensiones empleadas por la persona y/o familia para comprender y estructurar su
realidad.
En este segundo caso el evaluador se interesa por las libertades de movimiento dentro del sistema de construcción
establecido, sus potencialidades y recursos. Llamamos a este enfoque evaluación centrada en el sistema (ya sea
personal o interpersonal). El propósito de este enfoque de medición psicológica es estudiar las avenidas de
movimiento que permite el sistema y su finalidad, representar los cursos de movimiento más factibles. En este
sentido, un modelo de evaluación a aplicar en un contexto clínico debe tener como finalidad generar hipótesis que
puedan orientar la intervención terapéutica. Para Kelly tiene más valor una prueba que genere hipótesis clínicas que
otra que aporte únicamente resultados numéricos estrictos, ya que dosifican el objeto de estudio.

Se han utilizado diversos instrumentos de medición que responden a la concepción que tiene de la evaluación la
psicología de los constructos personales. Pero Kelly ha sido el más conocido por haber diseñado la técnica de la
rejilla.

Clasificación de las técnicas constructivistas de evaluación propuesta por Feixas (1988)

Descendiente
Escalamiento
Mediante entrevista Ascendente
Procedimientos para la evaluación de constructos personales

Técnica de rejilla

Auto caracterización
Mediante textos Textos literarios
Textos autobiograficos

La evaluación mediante entrevista se caracteriza por el intento que realizan dos o más personas para encajar y
compenetrar su sistema de constructos personales. La actitud requerida es la del acercamiento fenomenológico con
la disponibilidad para captar empáticamente sus constructos. En términos de Kelly, que el entrevistador sea capaz de
incluir en su subsistema de constructos profesionales los constructos del cliente.

Los procedimientos del escalamiento fueron desarrollados por Hinkle, y pretenden elicitar las estructuras supra
ordenadas o bien las subordinadas a partir de un constructo concreto.

La técnica de la rejilla es una manera de explorar la estructura y contenido de estas teorías implícitas o redes de
significado a través de las cuales la persona percibe y actúa en relación a los acontecimientos de su vida.

Sus componentes principales son los elementos y los constructos. Los primeros pueden ser cualquier tipo de
acontecimiento, desde una persona a un objeto o situación. En el originario REP- TEST Kelly, empleo una lista de
roles como elementos, que incluyen personas significativas en la vida del sujeto así como algunas figuras de
contraste. Actualmente cada rejilla supone un diseño complejo a efectuar para cada caso concreto en el que hay que
tomar una serie de decisiones importantes: número y tipo de elementos, número y tipo de constructos, sistema de
elicitacion y puntuación, y procedimientos de análisis. No se puede hablar de una rejilla concreta sino de una técnica
que puede asumir distintas formas de acuerdo con el propósito de evaluación.

Una vez obtenidos los elementos, se trata de elicitar los constructos. A no ser que los proporcione el mismo
investigador. En tal caso dichos constructos responderán a sus intereses de investigación y no al propio mundo del
sujeto. En caso de elicitarlos, existe diversidad de procedimientos. En la revisión de Epting et al. (1971) se aconseja el
procedimiento de comparación diádica: preguntar en qué característica importante se parecen (o se diferencian)
dos elementos. Una vez obtenido un polo del constructo, se le pregunta su opuesto personal. Y así sucesivamente se
van presentando distintos pares de elementos hasta obtener el número de constructos deseado. Se descartarán
aquellos que no resulten adecuados a los propósitos del investigador. En general, en, las investigaciones psicológicas
tiene poca relevancia que la semejanza entre dos personas sea la del color de su cabello. De acuerdo con la
clasificación de Feixas (1988) eso sería un constructo descriptivo mientras que los que generalmente interesan son
los evaluativos.

La rejilla se estructura como una tabla de doble entrada donde se sitúan los elementos y los constructos,
originando una red o entramado que le confiere el nombre de rejilla.

Una vez elicitados constructos y elementos, tenemos un matriz (la rejilla propiamente dicha) en la que en cada
casilla se cruzan un constructo y un elemento. De acuerdo con el sistema de puntuación elegido (dicotómico, de
rangos o de puntuaciones tipo Likert) hay que situar el elemento de la dimensión del constructo.

Todo este proceso se ha visto en gran parte informatizado. Existen en la actualidad un gran número de programas de
ordenador diseñados para la elicitación interactiva de elementos y constructos, por ejemplo PEGASUS y otros para el
análisis de la matriz de datos, por ejemplo el INGRID, el CIRCUMGRIDS. Los más sofisticados, incluyen la elicitación y
el análisis en un mismo paquete que ofrece múltiples opciones.

La interpretación de la rejilla es un proceso complejo que empieza ya en el mismo proceso de administración, y se


prolonga en el estudio del tipo de constructos y puntuaciones utilizadas, y en el análisis del gráfico que proporciona
el procedimiento estadístico. Sin embargo, el aspecto de interpretación que ha generado más investigación es el de
los índices de medida que se pueden extraer del análisis de datos de la rejilla. Aspectos como la discrepancia entre
yo-ideal/yo-real, el sentimiento de aislamiento de los demás, la rigidez o laxitud del sistema de construcción, o la
complejidad cognitiva pueden ser apreciados tentativamente por estos índices de medida.

La técnica de evaluación de constructos a través de textos está mucho menos desarrollada. La más conocida es la
auto caracterización diseñada por el propio Kelly. Se trata de pedir al sujeto que escriba la caracterización de un
personaje (él mismo) cuyo nombre tiene que inventar, y que lo describa en tercera persona como si fuera un amigo
que conociera bien y por quien sintiera simpatía. La extensión del escrito puede variar de una a varias páginas. El
análisis que Kelly (1955) desarrolló de la auto caracterización es de tipo muy cualitativo y poco sistematizado. Una de
las razones por las que este procedimiento resulta importante en su obra es porque se convierte en material base
para la técnica de rol fijo.

El análisis de textos autobiográficos, debido a su extrema complejidad ha originado escasa investigación hasta el
presente, si exceptuamos los trabajos basados en las indicaciones de Allport (1942) sobre el interés psicológico de
los documentos personales para la evaluación. El marco teórico e instrumental que ofrece la Psicología de los
Constructos Personales parece adaptarse perfectamente a este nuevo campo.

La conceptualización de los problemas del cliente

Los procedimientos de evaluación permiten al terapeuta crear no sólo un mapa aproximativo de los constructos del
cliente sino que sirven, para la generación de hipótesis clínicas y, en definitiva, para el diseño de la terapia. El
terapeuta dispone de una serie de «constructos diagnósticos», integrantes de su subsistema profesional de
construcción, que le permiten conceptualizar los problemas de una forma determinada. Ello dependerá del marco
teórico que adopte el cliente.

En términos generales, el problema se considera una incapacidad del sistema de construcción del cliente para
acomodarse a los acontecimientos con los que se enfrenta. Kelly (1955) manifiesta cómo en muchas ocasiones
algunos constructos son usados de forma repetida a pesar de recibir una invalidación continuada.

Siguiendo a Neimeyer (1987), distinguiremos entre dos ejes fundamentales de conceptualización de los problemas
del cliente:

*El primero se refiere a las dificultades en el proceso de construcción. Para ello debemos basarnos en el ciclo de
experiencia kelliano que constituye la descripción del proceso de la experiencia que se da en todo sistema de
construcción. El sistema que presenta problemas tendrá algún tipo de disfunción en cualquiera de las cinco fases del
ciclo de experiencia.

Por ejemplo, las personas diagnosticadas como depresivas en general tienden a obstaculizar la fase de implicación.
Constriñen su mundo de experiencia con el fin de minimizar su contacto con los acontecimientos. Evitan así
encontrarse con hechos que cuestionen la validez de su construcción predominante negativa. Esto les lleva a una
reducción de su experiencia vital, la cual queda focalizada en los aspectos más negativos preservando así el sistema
de la invalidación. Esta opción tiende a perpetuarse a sí misma en un ciclo recurrente difícil de romper en el que
cualquier cambio de cariz positivo es vivido como una invalidación potencialmente amenazante.

En el ejemplo de signo contrario, las personalidades consideradas psicopáticas tienden a presionar (u obligar) a los
otros para que se comporten en concordancia con su construcción de la realidad repetidamente invalidada, evitando
así elaborar su sistema de construcción. Así, mientras el depresivo evita encontrarse con los acontecimientos que le
conducirían a una revisión de su sistema de construcción, las personas con tendencias psicopáticas se enfrentan a los
hechos que no se acomodan a sus predicciones forzando a los demás a cumplirlas. En ambos casos el movimiento a
través del ciclo de experiencia no fluye, por lo que no puede darse una elaboración reconstructiva del sistema.

*El segundo eje de conceptualización se refiere a las características estructurales del sistema de construcción: Se
refiere a las propiedades globales del sistema de construcción. En general, sistemas que se estructuran de forma
muy monolítica, llamados sistemas rígidos, se encuentran muy a menudo en los sistemas de construcción de algunos
pacientes neuróticos.

El hecho de construir de forma laxa, implica el uso de constructos con poca capacidad de contrastación (etéreos, no
operacionales); difícilmente verbalizables o concretizables; con interrelaciones muy vagas entre ellos, que conducen
a expectativas muy amplias y difusas. Por el contrario, el hecho de construir de forma rígida supone el uso de
constructos muy concretos y operativos, con relaciones implicativas muy intensas entre sí que conducen a
predicciones concretas e invariables. Una de sus mayores virtudes es su “falsabilidad” (en el sentido de Popper). El
primer tipo de construcción predomina en el ámbito del sueño, la fantasia y la creación artística, mientras que el
último es característico del trabajo riguroso de un contable.

La relación terapéutica

Uno de los intereses principales del terapeuta de Constructos Personales es crear un tipo de relación que le permita
captar el sistema de construcción de su cliente, tal cual es. Para ello ya hemos dicho que su postura característica es
la actitud crédula. Lo que el cliente manifiesta es el punto de partida más válido puesto que sus palabras y conducta
(manifiesta y simbólica) poseen un valor y dignidad a respetar. El terapeuta de constructos encara los constructos de
sus clientes como si fueran verdad, en lo que Kelly (1964) ha denominado el lenguaje de las hipótesis. Estás
construcciones son vistas como hipótesis dignas que merecen ser exploradas y puestas a prueba. En este sentido se
trata de un enfoque fenomenológico, sin embargo, se trata de una fenomenología, «dura», con base empírica.

Se podría definir la relación terapéutica no sólo como una relación de persona a persona, como haría Rogers (1967),
sino como una relación de experto a experto. El cliente es experto en su mundo personal, más concretamente en los
contenidos de su mundo. De esta competencia propia del cliente el terapeuta tiene mucho que aprender, puesto
que es, totalmente ignorante este respecto. El terapeuta, en cambio, es un experto en relaciones humanas y el
funcionamiento de los sistemas de construcción. Ambos expertos trabajan en equipo colaborando en llevar a cabo
una «investigación que les permita encontrar hipótesis, más viables acerca de la realidad que el cliente presenta
como problema.

Asimismo, tal como señala la propia relación terapéutica es una experiencia que como tal a la vez inevitable y
generadora potencial de cambio. El cliente ve al terapeuta con sus constructos que son fruto de su experiencia
pasada. El terapeuta actúa como agente validador, como proveedor de validación para aquellos constructos que son
útiles (en el contexto del propio sistema del cliente), y como proveedor de invalidación para aquellos que resultan
problemáticos. El terapeuta acompaña al cliente tras la invalidación y el consiguiente proceso de, reconstrucción que
conlleva.

El proceso terapéutico

Las cinco fases del proceso se corresponden con fases del proceso terapéutico de nivel macroscópico, mientras que
simultáneamente, en cada momento de la relación, se están llevando a cabo los ciclos de experiencia, propiamente
dichos, relacionados con cada experiencia concreta de dicha relación.

En la fase de anticipación ambos, terapeuta y cliente establecen sus expectativas relacionadas con el proceso recién
iniciado. El cliente tiene una serie de anticipaciones relacionadas con la función del profesional, con el tipo de tarea
que se va a llevar a cabo, acerca de si mismo y de los demás, de la naturaleza de su probléma, etc... En esta: fase, el
terapeuta ha de conceptualizar progresivamente al cliente y a su problema por lo que se interesa por captar y
comprender todas estas construcciones, mediante los procedimientos de evaluación. Estos son especialmente útiles
para la captación del subsistema de construcción, interpersonal del cliente, es decir, la construcción del self y de los
otros.

Sin embargo, para la comprensión de la construcción que el cliente hace de su problema es necesaria una indagación
adicional;; una elaboración de la demanda (Landfield, 1975), para lo que parece útiles las siguientes preguntas que
Kelly sugirió:

1 .¿En qué problemas desea ser ayudado? 2. ¿Cuándo aparecieron, por primera vez esos problemas? 3. ¿En qué
condiciones aparecieron? 4. ¿Qué medidas correctivas han sido empleadas? 5. ¿Qué cambios se han dado con el
tratamiento o el paso del tiempo? 6. ¿En qué condiciones son más notorios estos problemas? 7. ¿En qué condiciones
son menos notarios? (Kelly, 1955).

En la fase de implicación el interés se centra principalmente en la relación terapéutica. Se trata del modo en que las
dos personas encajan entre sí en el contexto de dicha relación. Por otra parte, el terapeuta debe ofrecer un contexto
y una definición de lupia que permita al cliente implicarse en el proceso terapéutico. La terapia debe constituir una
experiencia importante para el cliente. De no ser así, no podrán darse ciclos de experiencia con suficiente intensidad
en la fase de implicación como para generar cambio.

La parte más técnica de la terapia se desarrolla en la fase de encuentro. Los terapeutas de constructos utilizan a
menudo la asignación de tareas fuera del setting terapéutico para el periodo entre sesiones. Estas tareas son
después comentadas en la siguiente sesión en lo que Kelly denomino elaboración controlada. Esta técnica supone
que el terapeuta acompaña al cliente en un ciclo completo de experiencia, de forma similar a la que un supervisor
dirige una investigación. Se elabora una hipótesis del mundo del cliente para ponerla a prueba. Terapeuta y cliente
se implican en distinto grado en el experimento». El terapeuta signa la tarea negociandola hasta cierto punto con el
cliente. El cliente la lleva a cabo entre sesión y sesión. Nuevamente cliente y terapeuta se reúnen para evaluar los
resultados y considerar la validación o invalidación de las anticipaciones. Asimismo, el terapeuta acompaña al cliente
en la elaboración de las implicaciones que este resultado tiene para el resto del sistema de construcción.

Las técnicas de intervención se escogen en función de la conceptualización del problema. Si el cliente requiere
rigidificar su pensamiento se le anima a registrar sus pensamientos y reacciones emocionales, a revisar su lógica, a
poner a prueba determinadas hipótesis, etc... En cambio si el, cliente precisa de una laxación de su pensamiento se
le puede hablar en lenguaje metafórico, animarle a asociar ideas libremente, otorgar importancia a sus sueños, etc...
Es técnicamente ecléctico pero teóricamente consistente. Así pues, el papel de la técnica queda totalmente
subordinado a la conceptualización del problema que se sigue de la Teoría de los Constructos Personales. Esto es lo
que es característico de esta terapia y no las técnicas, utilizadas. Según el caso, y el bagaje técnico del terapeuta,
empleará uno u otro procedimiento terapéutico, independientemente de la teoría donde se haya originado dicha
técnica
En la fase de validación/invalidación se pone de manifiesto si la estructura y contenido del sistema de constructos
del cliente le es útil para interactuar con el mundo que le rodea. Puesto que dicho sistema está cambiando
continuamente, cada nuevo avance producido en las fases anteriores es incorporado por parte del cliente a su vida.

La última fase del ciclo se caracteriza por la revisión de otras áreas donde los cambios pueden repercutir. La
revisión constructiva se refiere aquí a ese paso en el que, después de la confirmación o la des confirmación de
aspectos diversos del sistema previo de construcción, el cliente empieza a integrar la experiencia total de la terapia
en el resto de su estructura personal y de su vida. En este momento el cliente debe poner en práctica el aprendizaje
re constructivo realizado en la terapia en otras áreas, por si mismo, de una forma cada vez más autónoma e
independiente del terapeuta.

Valoración critica

La valoración de la terapia de los constructos personales no se puede desvincular de la propuesta psicológica más
global de Kelly (1955). Esta propuesta, más allá de su valor intrínseco, ha sufrido un mal endémico: la falta de
vocación integradora. Kelly presentó su teoría como una alternativa global, que si bien resultó original y rica, no daba
pie a ningún contacto integrador con el resto de la psicología y psicoterapia.

Su origen se halla en una actitud personal «anti-integradoras de Kelly, que se muestra no sólo en su rechazo explícito
de las similitudes con otros enfoques, sino también en el lenguaje idiosincrático empicado para describir su teoría y
psicoterapia.

En la actualidad coexisten dentro de los terapeutas de constructos las dos vertientes: la que quiere mantener la
ortodoxia kelliana y la que quiere establecer conexiones con otros enfoques compatibles

Otra crítica, fundamental realizada a los terapeutas de constructos es su excesiva adhesión a un solo procedimiento
metodológico de evaluación, la rejilla.

CARO, I. (1997). MANUAL DE PSICOTERAPIAS COGNITIVAS. ESPAÑA: PAIDÓS. (CAPÍTULO 21, 22)

CAPÍTULO 21
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN EN LA TERAPIA DE CONSTRUCTOS PERSONALES
Robert A. Neimeyer y Guillem Feixas

Si examinamos al ser humano a través del prisma de la información histórica o cultural más que a través de la mira
microscópica desde la que observamos al individuo en psicoterapia, quedaremos impresionados por la inmensa
diversidad de creencias y costumbres culturales, así como por las variaciones que se han dado con los años. Hay
innumerables posibilidades de teorizar sobre estas diferencias. ¿Son el resultado de factores ambientales o de
líderes visionarios? ¿Inspiración religiosa o predeterminación genética? ¿Progreso científico o influencia social? Sea
como sea, la gran cantidad de posibles explicaciones acerca de los distintos sistemas de creencias existentes refuerza
la idea de que, a pesar de sus limitaciones, el ser humano es un teórico empedernido, un constructor de narrativas
que explican, limitan y dan forma a sus experiencias en los contextos físico y social. Además, la aparente infinidad
de los sistemas de creencias y su interminable elaboración, revisión o reconstrucción nos impiden concluir de forma
simplista que únicamente una forma de creencia puede ser aclamada confortablemente como verdadera, mientras
que todas las demás son consideradas en algún grado erróneas. Parece ser que somos la única especie que puede
plantearse la vida basándose en visiones alternativas, todas ellas frecuente mente cambiantes, provisionales, y a
menudo inconsistentes con respecto a las de otros miembros de nuestra especie.
En cierto modo, la terapia de los constructos personales es la aplicación clínica de la postura filosófica básica según
la cual «todas nuestras interpretaciones actuales del universo están sujetas a la revisión o sustitución» (Kelly, 1955,
pág. 15). Como modelo psicológico, la teoría de los constructos persona les (TCP) pretende entender e investigar la
tendencia humana a atribuir significados a las cosas mediante el estudio de la estructura del sistema de creencias
personales, sus procesos constantemente cambiantes, y la naturaleza social de incluso nuestras convicciones más
privadas.
Como enfoque de psicoterapia, la TCP infunde en el terapeuta un respeto fundamental ante las limitaciones
estructurales que aparecen al intentar cambiar la construcción del sí mismo del cliente y sus circunstancias . Este
respecto ayuda tanto al terapeuta como al cliente a establecer un mapa de los significa dos que constituyen el
mundo experiencial del cliente; señala las condiciones y estrategias que pueden facilitar la experimentación de
visiones alternativas del mundo; e implica inextricablemente al terapeuta en la renegociación de la realidad
interpersonal del cliente.
PRIMER PRINCIPIO: LA PERSONA FUNCIONA COMO UN CIENTÍFICO (POSTMODERNO)
Al sentar las bases para su teoría, Kelly (1955) propuso como metáfora fundamental del funcionamiento humano
que las personas funcionan como si fueran científicos que intentan formular teorías (que la TCP llama sistemas de
constructos) que les permiten organizar, predecir y negociar su vinculación experiencial con el mundo . En el
contexto de la psicología americana de los años 50, esta metáfora fue una afirmación atrevida y casi herética que
desafiaba los dos modelos dominantes que veían el comportamiento humano gobernado o bien por la motivación
inconsciente y el conflicto (el enfoque psicodinámico prevaleciente) o por los refuerzos ambientales (la alternativa
conductual). Por el contrario, Kelly invitó a la comunidad científica a ver tanto a los <<sujetos como a los
«pacientes>> en los mismos términos en los que ellos se ven a sí mismos: como teóricos que intentan conseguir un
marco explicativo adecuado para dar cuenta de los «da tos» de sus vidas, contrastar estas hipótesis explicativas con
los resultados de sus experimentos conductuales y revisar consecuentemente sus sistemas de comprensión.
Desde entonces, varias terapias racional-emotivas y cognitivas también han utilizado la analogía del ser humano
como científico, diluyendo así la aparente diferencia entre el modelo de los constructos personales. Pero, con una
mirada más atenta la concepción constructivista de esta «ciencia personal» difiere apreciablemente de las
asunciones objetivistas que sostienen esta metáfora des desde el enfoque más tradicional de la terapia cognitivo-
conductual. Mientras que las escuelas objetivistas de la terapia cognitiva enfatizan el objetivo de superar las
creencias irracionales», «asunciones disfuncionales» y «errores cognitivos mediante el debate lógico y empírico, los
constructivistas han renunciado a creer en una realidad única, estable y universal, presupuesta por la autoridad de
tales. Por el contrario, los constructivistas apoyan la versión afirmativa de la epistemología postmodernista, la cual
enfatiza la búsqueda de los sistemas de creencias personales socialmente justificados en un mundo que no ofrece
facilmente la garantía de que una perspectiva sea inherentemente más correcta adaptativa o funcional que cualquier
otra. Las implicaciones de esta posición filosófica respecto a la práctica psicoterapéutica destronan al terapeuta de
su presumible posición de objetividad o autoridad para diagnosticar los defectos en el sistema de significado del
cliente y en pretender reemplazarlos por una alternativa más «válida», En su lugar, tanto el cliente como el
terapeuta son contemplados por igual como expertos en su aventura comun; el cliente posee una mayor pericia en
relación a las ventajas y limitaciones de su sistema de constructos, y el terapeuta la posee en cuanto que ofrece
especiales habilidades para la facilitación del cambio. En consecuencia, la terapia se convierte en una búsqueda
colaborativa y respetuosa en pos de una revisión del sistema de significado per capaz de permitir mantener a los
clientes en su esfuerzo por anticipar y participar de un mundo social que ellos también pueden ayudar a construir.
SEGUNDO PRINCIPIO: LOS SIGNIFICADOS PERSONALES BIERNAN LOS PROCESOS PSICOLÓGICOS
Participando de la filosofía postmoderna, la teoría de los constructos personales se diferencia de las terapias
cognitivas tradicionales por su énfasis en la estructura de los sistemas de creencias y en su naturaleza radicalmente
social. La TCP postula que el «acto de conocimiento» elemental es el formular una distinción que puntúa el flujo de
experiencia distinguiendo los acontecimientos de acuerdo con contrastes que son significativos para el observador .
Por ejemplo, a nivel sensorio motor, el niño en proceso de crecimiento puede empezar a articular distinciones entre
él y los demás; entre aspectos de sí mismo («bueno- malo», «seguridad-inseguridad») respecto a las figuras
protectoras. A medida que madura, estas distinciones rudimentarias pueden ser elaboradas en una intrincada red de
sutiles discriminaciones respecto al sí mismo y a los otros, cuya parte más central puede continuar organizando (para
bien o para mal) el proceso de construcción a lo largo de la vida de la persona . Es importante notar que Kelly (1955)
no contempló estos constructos bipolares como altamente verbales o etiquetas cognitivas sino como
discriminaciones sentidas que pueden o no ser articuladas en un lenguaje simbólico pero que canalizan y limitan la
construcción que hace la persona del sí mismo y de sus interacciones con los demás.
No hay que confundir un constructo con un concepto, ni con un simple producto cognitivo. La diferencia no radica
sólo en que el constructo es bipolar y puede ser no verbal. De hecho la TCP es cognitiva sólo si entendemos este
término como enfoque comprometido con aquello que atañe al acto de conocimiento. Conocer no es una actividad
sólo intelectual, pero tampoco única mente emocional o conductual. Es un proceso complejo que implica la
construcción y reconstrucción del significado. Y es en el curso de este proceso cognitivo donde se dan fenómenos
psicológicos como el pensamiento, la emoción, la conducta, las imágenes, los sueños, etc., que son los
constituyentes de nuestra experiencia. En la TCP no tienen sentido las distinciones entre pensamiento (o cognición) y
emoción, o entre mente y cuerpo, ya que estos y otros fenómenos forman parte de este proceso central que es la
construcción (y continua reconstrucción) del significado. De este modo, la conducta es una acción que surge como
forma de poner a prueba nuestra construcción, y la percepción (y valoración) del resultado obtenido permite
revisar nuestro conocimiento. La emoción acompaña nuestra experiencia de validación (con sensaciones como el
placer, la satisfacción, los sentimientos amorosos, etc.) y de invalidación (tristeza, ansiedad, rabia, ira, etc.) de
nuestras construcciones más centrales dependiendo del resultado subjetiva mente construido. De hecho, todo
cambio significativo en nuestro sistema de construcción implica necesariamente estos procesos de (in)validación.
Por tanto, podemos concluir que todo cambio es emocional, o de lo contrario no es significativo.
Las implicaciones del ciclo de experiencia para la relación terapéutica son cruciales. El terapeuta ha de devenir un
agente validador que mantiene un delicado equilibrio entre la validación del sistema actual del cliente (el único que
posee, sin el cual sería incapaz de construir ningún acontecimiento) y la invalidación que se proporciona en un grado
progresivamente mayor para permitir los procesos de revisión constructiva. Esta validación inicial permite establecer
una base segura desde la que explorar y revisar de forma cada vez más sustanciosa el sistema de construcción. Todo
este proceso adquiere una naturaleza enormemente emocional, puesto que si todo cambio es emocional, entonces
toda relación terapéutica que no lo sea no producirá cambios relevantes.
FIGURA 1. El ciclo de experiencia.

TERCER PRINCIPIO: EL SIGNIFICATIVO SE ESTRUCTURA JERÁRQUICAMENTE


A un nivel más molar, la teoría de los constructos concibe estas discriminaciones como entrelazadas en un amplio
sistema de constructos personales, algunos de los cuales son más supra ordenados o centrales que otros con
respecto al sentido del sí mismo y del mundo que tiene el individuo. Estos constructos nucleares (p. ej., de uno
mismo como padre, esposo, persona sensible, o terapeuta constructivista) son centrales, ya que representan nuestro
sentido del rol o identidad más fundamental. Los constructos nucleares tienden a resistirse al cambio y limitan
otros cambios permisibles en nuestros sistemas personales. Por ejemplo, para un cliente que se construye a sí
mismo fundamentalmente como una persona «heterosexual», al ser atraído por una relación homosexual puede
sentirse profundamente perturbado debido a la aparente inconsistencia de su conducta respecto a sus constructos
centrales de identidad, mientras que para otras personas, cuyo constructo nuclear está organizado en torno a la idea
de ser «libre» o «<explorador», la bisexualidad puede ser consistente con sus estructuras nucleares y, servir para
elaborar su propio sistema. Por tanto, conocer la estructura nuclear particular y única de un sujeto nos permite
entender la coherencia de su sistema de construcción, desde la cual fenómenos como el síntoma, la «resistencia» y
las emociones perturba doras tienen un sentido, aunque éste no sea aparente para el sujeto.
Las características jerárquicas de los sistemas de constructos constituyen redes de implicaciones cuya estructura y
contenido pueden ser evaluados clínica mente mediante una variedad de índices fiables de la técnica de rejilla . La
técnica de rejilla y otras formas de evaluación constructivista pretenden explorar las sutiles implicaciones y
conexiones en la red de constructos individuales con el fin de facilitar la empatía terapéutica, definida como «el
intento del terapeuta de construir un puente hacia la experiencia vivida del paciente para experimentar "en su propia
piel" los significados a menudo idiosincrasicos que el cliente atribuye a los acontecimientos, y comunicar una
comprensión de la visión que tiene el cliente del problema»
CUARTO PRINCIPIO: LOS PROCESOS DE (RE) CONSTRUCCIÓN SE DESARROLLAN EN LA INTERACCIÓN SOCIAL
Una característica todavía más particular de la TCP es el énfasis que otorga a la naturaleza social incluso de nuestras
construcciones más privadas. Tal como Kelly (1955) apuntó, nosotros anclamos nuestros constructos en un mundo
social, encontrando validación para nuestras construcciones en las acciones y actitudes de los demás; estableciendo
«realidades» determinadas socialmente, a ni veles que abarcan desde las relaciones intimas hasta la totalidad del
sistema cultural de significados compartidos.
En el marco clínico, intervenir en el significado a menudo requiere un delicado balance entre la exploración de las
construcciones profundamente personales y la consideración del grado en el que éstas pueden ser compartidas,
apoyadas, o invalidadas por otras personas o grupos significativos del mundo del cliente. Por ello, en nuestro trabajo
no dudamos en entrevistar familias, parejas o grupos más amplios como formato de terapia, antesala, o en el curso
del trabajo individual con una persona.
QUINTO PRINCIPIO: LOS PROBLEMAS CLÍNICOS PROVIENEN DE UNA PERTURBACIÓN SIGNIFICATIVA DEL MUNDO
CONSTRUCTIVO DEL CLIENTE
Si las personas pueden ser vistas como procurando desarrollar teorías personales o narrativas factibles para
organizar y dar sentido a sus vidas, y si estas teorías pueden ser contempladas como completamente
interdependientes de las construcciones sociales en las cuales nosotros buscamos validación, entonces ¿cómo
podemos entender el trastorno o problema psicológico? en general las dificultades clínicas representan
perturbaciones del sistema de significado del cliente haciendo que su construcción en un dominio determinado se
convierta en estancada, fragmentaria, restringida; o dicho de otro modo, incapaz de acomodarse a los desafíos de la
experiencia, dando salida a una multitud de emociones perturbadoras.
Un ejemplo particularmente impactante es el del trastorno por estrés pos traumático que, en términos
constructivistas, se produce cuando los sujetos se enfrentan a acontecimientos que no pueden ser asimilados por
sus sistemas de significado y que, a su vez, parecen invalidar sus más fundamentales construcciones de sí mismos, el
mundo y los demás. Esta arrolladora perturbación de las presunciones del mundo puede precipitar al individuo
traumatizado a una severa y constante ansiedad (definida como la conciencia de que estos acontecimientos se
hallan fuera de los rangos de aplicabilidad del propio sistema de constructos), amenaza (conciencia de un cambio
inminente y amplio de un sentido básico del sí mismo) y la culpa, (conciencia del desplazamiento del sí mismo de la
propia estructura habitual de identidad.
SEXTO-PRINCIPIO: LA PSICOTERAPIA SUPONE UNA DELICADA (RE) NEGOCIACIÓN DE SIGNIFICADOS
(INTER)PERSONALES
En términos kellianos una buena psicoterapia podría semejarse a una buena «ciencia personal». Enfrentado a
experiencias anómalas para las que el cliente no tiene una explicación viable, ni constructos predictivos, el terapeuta
se vuelve un colaborador en ayudar al cliente en la reconstrucción de su vida en unos nuevos términos, y luego
valorar la utilidad de esas nuevas construcciones mediante la experimentación de sus consecuencias en
circunstancias de la vida real. La psicoterapia constructivista es vista como... un complejo y sutil proceso de
intercambio de significados (interpersonales) al servicio de la articulación, elaboración y revisión de aquellas
construcciones que el cliente usa para organizar su experiencia y conducta.
A pesar de que la concepción de psicoterapia reflejada en estas líneas puede tener objetivos concretos muy
diferentes, a un nivel abstracto consiste en animar a los clientes a desarrollar junto al terapeuta un mapa más
preciso y evolucionado de las construcciones, a menudo poco articuladas, en las que es tán emocionalmente
implicados. Estas construcciones determinan qué líneas de acción se han de considerar viables. Más adelante hay
que ampliar o complementar estas construcciones, de forma que se incremente el número de mundos posibles en
los que el cliente podría habitar, lo que redunda en una mayor posibilidad de elección, y un incremento de la
capacidad predictiva o complejidad de su sistema de constructos.
Desprovistos de cualquier garantía externa de lo que constituye un sistema de creencias «real» o universalmente
válido para guiar nuestras vidas e interpretaciones, terapeuta y cliente deben, por igual, procurar crear un conjunto
de construcciones que sean apropiadas para las exigencias únicas y personales del cliente; y que al mismo tiempo
proporcionen suficiente coherencia a un sistema que trata de evitar niveles intolerables de conflicto interno.
Además, la terapia a menudo requiere prestar atención a los sistemas extensos en los que la construcción del cliente
está inmerso, teniendo en cuenta la manera en la que los miembros de la familia se perciben mutuamente y que el
cambio en una persona afecta notablemente a las construcciones de los demás. Así, para tener éxito, los terapeutas
deben forzar los límites del discurso verbal con la finalidad de encontrar maneras metafóricas o idiosincrásicas de
captar y configurar los matices de la experiencia del cliente. De este modo se produce el progreso terapéutico como
una co-construcción.

CAPÍTULO 22
EL PROCESO TERAPÉUTICO EN LA TERAPIA DE CONSTRUCTOS PERSONALES
Guillem Feixas y Robert A. Neimeyer
No hay ninguna forma particular de relación psicoterapéutica... que sea una panacea, ni tampoco ningún conjunto de
técnicas que sean las técnicas a elegir por el terapeuta de constructos personales. Las relacio nes entre terapeuta y
cliente, así como las técnicas que se emplean pue den ser tan variadas como lo es todo el repertorio humano de
relaciones y técnicas. (Kelly, 1965/1969, pág. 223)
El eclecticismo propuesto por Kelly no es un «todo vale», como a menudo se atribuye a algunas propuestas
constructivistas (o a las eclécticas). Ni el hecho de que muchas formas de relación o de que una amplísima variedad
de técnicas puedan ser legítimas dentro del enfoque de constructos hace que todas sean válidas en las mismas
circunstancias. El eclecticismo de Kelly no es teórico, puesto que la teoría de constructos es su mayor aportación,
sino, técnico. Pero se diferencia de otros eclecticismos técnicos precisamente por el criterio de selección de las
técnicas. Este criterio es de orden teórico por lo que en la sistematización de Feixas y Miró (1993) acerca de los
eclecticismos técnicos se ha catalogado la terapia de constructos pesonales como eclecticismo técnico de
orientación.
El enfoque de constructos personales no se concreta en un método de trabajo clínico sino en una flexibilidad muy
compleja, que lejos de responder a la desorganización responde a una lógica jerarquizada mucho más sutil. Desde
nuestro punto de vista la posición epistemológica adoptada orienta el tipo de teoría psicológica desde la que se
conciben los procesos humanos y la naturaleza del cambio. Esta teoría delimita el tipo de enfoque clínico que tiene
la psicoterapia, las actitudes del terapeuta, el estilo de relación terapéutica, y todo ello de acuerdo con la
conceptualización del clien te y de sus problemas. De este enfoque clínico se derivan una serie de objetivos para los
que la terapia de constructos dispone de una serie de estrategias. Y es de acuerdo con estas estrategias y con otros
aspectos circunstanciales, como se delimita el rango de técnicas a utilizar. No podemos presentar un método o
proceso sistematizado y estandarizado de psicoterapia de constructos personales, ni que sea delimitado a un
trastorno específico. Ni tan siquiera la técnica de rejilla o la del rol fijo, elementos a veces considerados
emblemáticos de este enfoque, son condición sine qua non para este enfoque de la psicoterapia. En el
planteamiento teórico y clínico de la terapia es donde radica su principal riqueza y su característica distintiva. Es por
ello que si se observa a un terapeuta de constructos con un cliente puede parecer conductual, y luego con otro
cliente diferente puede parecer humanista (o cognitivo, o existencial, o sistémico), e incluso con el mismo cliente en
otro momento de la terapia. Pero ello no es por falta de coherencia ni por desorganización sino que responde a una
lógica compleja.
((DESARROLLO CASO DANIEL)) ES PRACTICAMENTE EL TEXTO COMPLETO
CONCEPTOS A DESTACAR
Rejilla interpersonal: aplicación habitualmente clínica de la técnica de rejilla, en la que se parte de las personas
significativas del mundo del cliente, y de aspectos del sí mismo. Estos elementos sirven para la elicitación, mediante
un procedimiento de entrevista, de una muestra de constructos personales re levantes, y finalmente, el sujeto tiene
que puntuar cada elemento de acuerdo con cada constructo.
Elaboración controlada: estrategia terapéutica en la que se explicitan en detalle y se valoran los pasos del proceso
de construcción. Para ello se hace explícito el significado de cada acción, a la luz de los constructos de los que se
deriva y de la valoración de las consecuencias y resultados que ha tenido el encuentro con los acontecimientos.
Autocaracterización: procedimiento textual de evaluación en el que el su jeto tiene que describirse a sí mismo como
si fuera el personaje principal de una obra de teatro, en tercera persona, desde la perspectiva de un amigo del
personaje que lo conoce muy íntimamente, quizá mejor que ningún otro, y le tiene mucha simpatía.
Eclecticismo técnico de orientación: forma de eclecticismo en el que se combinan técnicas procedentes de distintos
enfoques, sin importar su origen, pero de acuerdo con las estrategias y conceptualización del caso que se derivan de
una teoría clínica y psicológica determinada.
Enfoque crédulo: actitud de aceptación de la versión de las cosas, de los demás y de sí mismo que da el cliente
puesto que se considera que tiene significado para él, dentro de su marco de referencia o sistema de construcción.

3. Terapia Cognitivo-Evolutiva de M. Mahoney. Técnicas básicas de centramiento. Tiempo frente al espejo.

MAHONEY, M. (2005). PSICOTERAPIA CONSTRUCTIVA. UNA GUÍA PRÁCTICA. CAPÍTULO (4,6,9)

- CAPITULO 4: TÉCNICAS BÁSICAS DE CENTRAMIENTO


Existen dos tipos de clientes en el mundo: aquellos que buscan un lugar seguro para desmoronarse y aquellos que
buscan ayuda para volver a poner su vida en su sitio. Muchas personas comienzan una terapia porque han perdido
su equilibrio, atascados e incapaces de salir de sus patrones destructivos o disfuncionales. Es frecuente encontrar
personas que informan de una mezcla de esos dos aspectos. Con algunos clientes, la tarea principal implica la
búsqueda de un sentido de su centro. Incluso, con los clientes que tienen unas buenas habilidades de afrontamiento,
los ejercicios de centramiento básicos y novedosos pueden resultar muy útiles. Se suele comenzar la terapia con
ejercicios dirigidos a desarrollar y perfeccionar las habilidades de centramiento.
Puntos clave sobre las técnicas:
- La psicoterapia constructiva no se define por las técnicas, sino por la forma global de entender la
experiencia, el conocimiento y el desarrollo humano. Un profesional que siga un enfoque constructivista
puede utilizar todo el espectro de técnicas relativas a la terapia o a la enseñanza. Un elemento esencial de la
práctica constructiva es la exploración, experimentación y otras formas de experiencias novedosas que
impliquen riesgo, que desafíen los viejos patrones de actividad. Este aspecto suele requerir de la creatividad
y de un espíritu de aventura por parte del terapeuta constructivo.
- La práctica constructiva reconoce que el poder para cambiar se encuentra en los procesos más que en un
procedimiento determinado. Estos procesos necesitan el compromiso activo del cliente, estos mismos
procesos se pueden captar a partir de diferentes ejercicios concretos. El objetivo de las técnicas es activar
aquellos procesos de la persona en su totalidad que le ayuden tanto en la adaptación momentánea como en
el desarrollo continuo. Con la práctica, la persona llega a ser menos dependiente de una técnica concreta y
tener más habilidades para activar los procesos adecuados en las circunstancias nuevas y desafiantes.
- Las técnicas se pueden entender como una forma especializada de comunicación. Son las herramientas que
nos ayudan a enseñar las habilidades para la vida. Son rituales en los que se prescriben formas concretas de
actividad diferenciadas de la conversación habitual u ocasional. Los rituales pueden ser rutinas de actividad
saludables que simbolizan y facilitan aspectos relevantes de la experiencia.
Las técnicas o ejercicios pueden requerir una introducción o un énfasis especial dentro de la terapia, ya que se
presentan como algo diferenciado.
- Las personas se diferencian en sus respuestas ante la misma técnica. Este hecho refleja el poder de la
creación de significado en las diferentes realidades personales. La relajación muscular progresiva puede
producir ansiedad en algunos clientes, debido quizá a su sensación de pérdida de control. El aspecto más
importante es la reacción del cliente. Por este motivo es tan importante una comunicación sincera y de
confianza para el proceso terapéutico.
→ Ejercicios de respiración: El centramiento es un proceso relacionado con la seguridad, la paz y el bienestar. La
respiración está relacionada con el ritmo del corazón, tensión muscular, estado de alerta, niveles de energía y con la
experiencia emocional. Todas las expresiones vocales están relacionadas con la respiración (llorar, reír, gritar, hablar,
cantar). Modificar la respiración puede alterar la consciencia de una forma rápida y consistente. La respiración rápida
y poco profunda (hiperventilación) producirá con seguridad muchas reacciones asociadas a la ansiedad o el miedo
(ej.: aceleración del corazón, mareo, hormigueo en las extremidades). La respiración lenta y profunda puede tener
los efectos contrarios. La postura es importante para la respiración, ya que tiene efectos sobre el movimiento del
diafragma y el tórax, y sobre la apertura del área abdominal. Por esta razón, se fomenta el que se mantenga recta la
columna vertebral cuando la persona está sentada.
Con personas que experimentan ataques de pánico, la técnica de “pausa de respiración” puede ser muy útil. Se
centra en introducir una breve pausa (haciéndola gradualmente más larga) entre el final de cada espiración y el
comienzo de la siguiente inspiración. Una persona que está sufriendo un ataque de pánico es probable que este
hiperventilando. Esta situación produce un exceso de oxígeno (en relación al dióxido de carbono) en sangre y el
sistema del tronco cerebral reacciona fuertemente a estos cambios en los gases de la sangre. En un momento de
pánico, la persona puede erróneamente respirar más rápido, en un intento por contener su respiración y esto sólo
complica el problema.
“Pausa de respiración”: hay que centrarse en mantener los pulmones vacíos. Cuando se sienta que todo el aire esta
fuera, se cuenta lentamente. No se ha de realizar la siguiente respiración hasta que no se ha contado dos o tres
veces. Se trata de espirar lentamente. Fruncir los labios mientras se espira puede ayudar, ya que ayudan a equilibrar
la presión en el pecho. Se continúa con este ejercicio tanto tiempo como sea necesario, poniendo atención en la
lentitud, en las espiraciones regulares y en la realización de una pausa de 2-5 segundos después de cada espiración.
La relajación se suele sentir en menos de un minuto, pero es necesario dedicar otros pocos minutos a relajarse y
confiar en la respiración y bienestar.
“Liberar la respiración”: se respira profundamente de una forma que resulte cómoda y después, en el momento de
máxima inspiración, simplemente se suelta el aire con la boca y la garganta abiertas. Al liberar la respiración es
importante no forzar la expulsión del aire de los pulmones o prolongar el proceso de la espiración. La cuestión es
tomar el aire que se necesite y después simplemente liberarlo.
“Control y abandono alternativo de la respiración”: se trata de una combinación de diferentes técnicas de
respiración básicas. Se puede llevar a cabo en diferentes posiciones. Durante unos minutos se alterna la respiración,
cambiando entre mantener y soltar el control. La esencia de la alternancia en la respiración consiste en el cambio
entre una actitud activa y pasiva ante la respiración. Durante la fase activa, se recomienda una pausa en la
respiración. Una persona puede realizar entre tres y cinco pausas en la respiración, por ej. Después de espirar y a
continuación dedicar un minuto o dos a observar simplemente su respiración.

→ Ejercicios de equilibrio corporal: Como ejercicio físico, tiene la ventaja de moverse más allá de los límites del
lenguaje y de volver sobre el sentido corporal básico del equilibrio.
“Centro en posición erguida”: se trata de permanecer en una posición cómoda, con el tronco y la cabeza rectos y con
las manos a los lados. Mirar fijamente un objeto o una zona al frente, a la altura de los ojos. Liberar profundamente
la respiración y relajarse. Comenzar lenta y suavemente a inclinarse un poco hacia adelante. Se toman unos diez
segundos hasta alcanzar la mayor inclinación. Si la inclinación es tan grande que es necesario mover un pie para no
perder el equilibrio, significa que se ha ido demasiado lejos. Durante la lenta inclinación hacia adelante, se siente una
mayor presión en la base de los pies. Se permanece un par de segundos en el punto de equilibrio más adelantado. En
ese momento, se invierte la dirección de la inclinación y lentamente se vuelca el peso hacia atrás. Se pasa por la
posición original y se empieza a sentir una mayor presión en los talones. Si es necesario mover un pie hacia atrás
para no perder el equilibrio, significa que hemos ido demasiado lejos. Se permanece un segundo la más inclinado
posible hacia atrás y después se cambia la dirección y se repite el ciclo al menos tres veces.
Se dedican unos 10 segundos a cada dirección y se va balanceando lentamente hacia adelante y hacia atrás. Después
de realizar este ejercicio varias veces con los ojos abiertos, se prueba hacerlo con los ojos cerrados parcial o
totalmente. Con la visión reducida se pueden percibir dos cosas: a) es más fácil notar las sensaciones en las plantas
de los pies y en otras partes del cuerpo. Y b) que es un poco más difícil mantener el equilibrio. Por último se presta
especial atención a las sensaciones que se producen en las plantas de los pies. Es aconsejable dedicar un tiempo a
permanecer cómodamente relajado y permitir que el cuerpo se balancee lentamente por este centro gravitacional,
dejarse caer lentamente en una agradable sensación de tranquilidad y sentirlo profundamente como una base
familiar y segura.
Este ejercicio deja claro que existen límites más allá de los cuales podemos caer. Asimismo, proporciona un ejemplo
a nivel corporal sobre el hecho de reconocer más intensamente un sentido de nuestro centro cuando lo perdemos.
Se puede ver como el equilibrio es un proceso dinámico. Necesitamos los límites para encontrar el centro.

“Permanecer de pie sobre una pierna”: comienza permaneciendo de pie en una postura relajada y cómoda, con la
espalda recta y la cabeza en una posición equilibrada. Se libera la respiración. Se mira fijamente a algún punto justo
delante de los ojos. El objetivo es permanecer balanceándose de una forma segura sobre una sola pierna. Se trata de
acercarse a este objetivo lenta y suavemente con una conciencia viva de lo que se siente mientras se realiza esta
acción.
Manteniendo la espalda recta, se comienza a cambiar el peso lentamente de un pie al otro, en un movimiento de
balanceo hacia los lados que va cambiando muy poco a poco. Se continúa con este balanceo suave hacia los lados
durante aproximadamente 30 segundos y durante este periodo se focaliza la atención en las sensaciones que se dan
entre las piernas y en los pies. Después se decide que pie se va a levantar. En el momento en que se empieza a
desplazar el peso al otro pie, el sentido físico de centro también se desplaza. Se percibe un cambio muy sutil en la
pelvis y en las caderas. También se siente un ligero cambio en la presión que soporta la pierna sobre la que
descansamos (especialmente en la rodilla, el tobillo y la planta del pie). Es importante ser conscientes de las
sensaciones que van variando en el pie que se va a levantar, notar como se va eliminando poco a poco la presión que
se hace en el suelo y como la última parte de dejar de tocarlo es la parte delantera del pie y el dedo gordo. Se respira
lentamente y se presta atención a lo que sucede también en la parte superior del cuerpo mientras se realiza este
ejercicio. En el momento en que se esté preparando, se experimenta con las diferentes sensaciones que se producen
al mover lentamente la pierna elevada hacia delante y hacia detrás.

→ Relajarse en el centro: “Dejarse ir” es la esencia de la relajación, lo que implica una lenta entrega (abandonar las
resistencias innecesarias, entregarse a los ritmos vitales básicos). La relajación es principalmente un proceso de
aceptación que no se puede conseguir intentándolo con mucha insistencia. El esfuerzo, como el ser crítico, es lo
contrario a la relajación. La relajación implica una confianza en la propia sabiduría corporal y en los procesos
naturales de reposo y recuperación.

“Relajación muscular progresiva”: pone de relieve el papel de los contrastes a través de la tensión y relajación
alternativa de los músculos. Se le pide al cliente que cierre con fuerza el puño, por ej., y que se centre en la
sensación de tensión mientras lo mantiene cerrado por un tiempo. Después, con la palabra clave “relax”, se le pide
simplemente que deje de cerrar el puño y que permita que la mano lentamente vuelva a un estado natural, relajado.
Al centrarse repetidamente en las diferentes sensaciones que se dan durante el momento de tensión y de relajación,
la persona puede aprender a reconocer tanto la tensión muscular como la liberación de esa tensión, lo que puede
resultar muy útil.
La forma más eficaz de enseñar esta técnica es a través del modelado o de la inducción. La mejor manera de enseñar
a relajarse o a centrarse es relajándose o centrándose realmente delante del cliente.
Relajarse y centrarse son habilidades esenciales de la regulación emocional. Requieren una práctica regular. Se da
una tensión esencial entre las nuevas y antiguas formas de experimentar. Las viejas formas nos resultan familiares y
nos hacen sentir seguros y estables. Las formas de experimentar nuevas nos resultan extrañas y se pueden sentir
como arriesgadas o desestabilizadoras. Ambas son necesarias para un desarrollo saludable. Cuando las experiencias
nuevas desestabilizan el sistema, es importante tener habilidades para restablecerse y regresar a un sentido de
seguridad y estabilidad. Cuanto más se practican y más se perfeccionan estos ejercicios, más confianza se siente para
arriesgarse a realizar incursiones en los límites de las experiencias que no nos resultan familiares. A pesar de que se
suele pensar en las técnicas de relajación y centramiento como una preparación para que el cliente se enfrente a
situaciones estresantes fuera de la sala de terapia, también se pueden usar como una meditación de entrada al
comienzo de las sesiones. Es muy útil, especialmente en clientes que tienen dificultades para permanecer centrados
en el trabajo terapéutico.
El objetivo de la meditación de centramiento es buscar o restaurar un sentido de centro personal y de seguridad, y
experimentar a partir de ahí.

→ Encontrar la estabilidad en las relaciones, los lugares y los patrones: El objetivo principal de los ejercicios de
centramiento es ayudar a la persona a recuperar un sentido de orden significativo.
Los aspectos más estabilizadores de un hogar ideal son al menos tres aspectos: las relaciones (especialmente con
personas y mascotas), los lugares familiares y significativos (una terraza, sillón, habitación, etc) y los patrones
habituales (rutinas diarias, ciclos regulares de los sonidos, etc). Todos estos aspectos pueden ser fuentes de
estabilidad muy importantes durante toda la vida, incluso lejos del hogar.
Las relaciones son fuentes muy significativas de estabilidad emocional y psicológica a lo largo de todo el curso vital.
Es muy importante descubrir los recursos del cliente que hacen referencia a sus relaciones de apoyo.
Asociaciones, iglesias, bibliotecas y todo tipo de clubes proporcionan oportunidades para rodearse de personas, lo
que puede ser en sí mismo relajante y estabilizador.
La palabra escrita también merece énfasis especial como fuente de relaciones. Se destaca el uso de la lectura como
ejercicio de centramiento.
Los patrones o rutinas pueden proporcionar un importante sentido de orden. Existen diferencias individuales.
Muchas personas no son conscientes de haber desarrollado unas rutinas.
El interés principal del terapeuta se centra en el conjunto de patrones de las actividades que cambian y de las que
resultan inalterables. El hecho de no ser consciente de estos patrones puede resultar muy importante para las fases
posteriores de trabajo, cuando le objetivo sea la exploración de situaciones novedosas. Si una persona parece no ser
consciente de lo que hace habitualmente, se le puede pedir que preste atención a sus actividades y que las anote.
El aspecto más importante para el desarrollo de nuevos hábitos es la constancia. Al comienzo del desarrollo de un
patrón nuevo, es muy importante practicarlo con regularidad. Si se falla en una ocasión o si se comete un error, es
fundamental volver al patrón deseable tan rápido como sea posible. Las anotaciones que sirven como recordatorios
suelen facilitar esta constancia.

- CAPÍTULO 6: “TRABAJO CON LOS PATRONES”

El problema que presenta un cliente es, probablemente, sólo una parte del cuadro total. Con frecuencia, existe más
de un problema y las diferentes áreas de insatisfacción pueden estar relacionadas de formas muy complejas. Esto no
es algo inusual ni desafortunado. El problema presente puede haber sido la gota, como dice el proverbio, que hace
que la carga que debe soportar el cliente sea demasiado pasada. La búsqueda de ayuda profesional es una respuesta
saludable y encaminada al cuidado propio ante la sensación de verse sobrepasado. Y el hecho de que el problema
principal no sea el único sólo refleja que todas las vi das, como sistemas abiertos, tienen un equilibrio delicado y
unas interrelaciones complejas.

Este capítulo se centra en las técnicas para explorar los patrones en la forma personal de construir la experiencia .
La esencia de un patrón es una estructura relacional. El origen de la palabra patrón es pater, que literalmente
significa el padre de lo que ha sido creado. Sin embargo, reconocemos con mucha más frecuencia un patrón por la
forma en que se repite. Las personas tienen la sensación de que ya han estado aqui antes (al resolver un problema
específico): De hecho, una de las señales más claras de que un cliente se siente atrapado en un patrón determinado
es el uso frecuente de la palabra siempre. (por ejemplo: Siempre me enamoro de la persona equivocada-). Otro
indicador de la conveniencia de trabajar en el nivel de los patrones del desarrollo personal es la confusión en torno a
las causas (por ejemplo: ¿Por qué tengo que estar asi? ¿Cómo he podido fastidiarlo tanto? ¿Cuándo empecé a
odiarme?). Estas preguntas son señales de una búsqueda de sentido. De hecho, la búsqueda de sentido y la
reconstrucción de los significados son fundamentales en el trabajo con los patrones.
Es importante recordar que los tres niveles que propuestos (problemas, patrones y procesos) se dan
simultáneamente. Un cliente se puede mover en ciclos de interés en un problema o un patrón de problemas
determinado. Estos ciclos, como los problemas y patrones concretos, son generados continuamente por los procesos
de autoorganización. El trabajo con los patrones se puede entender como la danza entre la experiencia y la
explicación (capítulo 2). Descubrir los patrones en la vida propia puede ser un paso importante hacia el conocimiento
de uno mismo y puede ser decisivo en el desarrollo de un sentido de competencia al determinar las direcciones
futuras. Sin embargo, sería un error asumir que el trabajo con los patrones consiste sólo en resolver un
rompecabezas intelectual. La búsqueda suele estar inducida por fuertes emociones y los descubrimientos pueden
provocar oleadas de sentimientos variados. La terapia constructiva respeta estas olas y confía en el proceso de la
danza del desarrollo. En raras ocasiones, es una tarea fácil. No se puede predecir lo que un cliente encontrará en su
exploración y es inevitable que presenciar sus intensas emociones toque el corazón de la persona que ayuda.

-Diario personal y biblioterapia

Las personas varían enormemente en cuanto al conocimiento de su vida interior y en la tonalidad de su relación con
ellas mismas. Parece útil pedirles a los clientes que tomen notas sobre las cosas que son importantes para ellos -no
sólo sobre sus problemas o sus momentos de angustia, también pensamientos, ilusiones y cuestiones que podríamos
explorar juntos-. La organización o la corrección de las notas no es importante, pero para muchas personas es útil
concentrarse en un diario o agenda personal. Lo que importa es que desarrollan o perfeccionan sus habilidades para
prestar atención a lo que sucede a su alrededor y dentro de ellos mismos. También sucede algo importante en
relación al intento de comunicar sus experiencias en palabras. El efecto positivo de escribir o verbalizar las
experiencias dolorosas está muy documentado. Sólo se ha comenzado a reconocer el poder del lenguajeen la vida de
los seres humanos.
Aunque el diario personal pueda conducirnos finalmente hacia el tejido de la historia de vida, normalmente
comienza como un ritual diario de reflexión sobre uno mismo. Algunos clientes se muestran reacios a escribir. Puede
que no sepan cómo escribir o que se sientan avergonzados por su ortografía o su gramática. Trato de trabajar con
cada persona en su propio nivel y a su propio ritmo. Lo que se pide son expresiones: garabatos, dibujos, palabras
sueltas en el idioma de su propia experiencia. Para aquellos clientes que buscan cierta organización en su diario
personal, hay algunos recursos estupendos, muchos de ellos producto del movimiento de la mujer y de estudios
feministas. Dos recursos son Life's Companion de Christina Baldwin y The New Diary de Tristine Rainer. Rainer
recomienda técnicas concretas, que incluyen la realización de listas (que varían desde las listas habituales de cosas
para hacer- hasta listas de temores, enfados y aspectos positivos). También propone la escritura de descripciones del
carácter y la creación de diálogos imaginarios (por ejemplo, entre diferentes partes del sí mismo o entre uno mismo
y una persona querida presente o pasada). El libro de Baldwin es una guía más espiritual, dirigida al conocimiento
propio y de las relaciones con uno mismo. Anima a leer/escribir paradefinir espiritualidad- según el sentido personal
de lo que resulta sagrado.
Baldwin tiene dos normas para escribir un diario: a) poner fecha a las anotaciones en el momento de escribirlas y b)
no poner otras normas. Me gusta su estilo y su énfasis en la dirección del cuerpo, de los sueños, del trastorno y de
los milagros. Además del arte sagrado de prestar atención, anima a la realización de cuatro prácticas fundamentales
amor, compasión, confianza y aceptación).
Para muchos clientes, reflexionar y escribir sobre su vida personal es una tarea que supone un desafío demasiado
grande como para acomodarse a él en un principio. En este sentido, la biblioterapia, la lectura terapéutica, puede
ayudar a llenar ese vacío. Algunas lecturas para compartir con los clientes: poesías, relatos cortos, reflexiones
filosóficas y extractos de los escritos de las tradiciones espirituales o del saber. En ocasiones libros: de narrativa, de
no ficción, de autoayuda." También se pregunta a los clientes qué han leído y qué les ha atraído de revistas,
periódicos, Internet, etc. Con frecuencia, sienten que otras personas han escrito pasajes que reflejan aspectos de su
propia experiencia o solicitan escritos que aborden sus preocupaciones personales.
Cuando los clientes se arriesgan a escribir sobre sus vidas, suele ser un viaje muy intimo. Nuestro trabajo regresa al
proceso de la experiencia, y nuestro reto es comprometernos genuinamente con este proceso de la mejor forma
posible. En algunas ocasiones, les pido a los clientes que me lean fragmentos de su diario durante la sesión. Suele ser
una experiencia muy poderosa para ellos, quizá porque es inesperada, y leer en voz alta, en presencia de alguien de
confianza, las palabras que uno ha escrito añade relevancia a su significado. Leer en voz alta también puede llenar
metafóricamente un vacío en torno a la privacidad: escribieron en la privacidad de un espacio propio y les pido que
vuelvan a experimentar lo que han escrito, dándole, literalmente, voz.

Sin embargo, no es necesario que la escritura tome la forma de diario personal para que resulte terapéutico. Casi
cualquier forma de escritura puede ser útil: poesías, cartas, relatos cortos, acertijos, algunas líneas de reflexión
filosófica, descripciones de los acontecimientos cotidianos. Animo a los clientes a experimentar con la escritura y a
compartir conmigo lo que deseen. Una de las tareas estructuradas que prefiero son las cartas no enviadas, que
descubrí en Kopp y que están descritas en el libro de Rainer. Se le pueden presentar al cliente de forma verbal o
presentárselas por escrito, tal como sigue:

El objetivo de este ejercicio es explorar tu experiencia psicológica in tima, mientras escribes tres versiones de una
carta no enviada, es decir, unas cartas que escribes, pero que, finalmente, nunca envías. Comienza eligiendo alguien
en tu vida (vivo o que ya haya fallecido) con el que hayas compartido una relación importante, puede ser alguno de
tus padres, un hermano, una pareja, un abuelo, un profesor, etc. Lo más importante de la elección de este alguien es
que existan algunas cosas en tu relación con él que hayan quedado sin decir, inacabadas, o que se hayan resuelto
insatisfactoriamente.

Fase 1: En un lugar privado y seguro, escribe a mano (no la mecanografies) una carta para esa persona, expresando
tus sentimientos en torno a ella, a la relación y a los episodios importantes para ti, de una forma auténtica y sin
censuras. Es importante ser consciente de los sentimientos mientras escribes. También hay que ser consciente de
todas las tendencias que puedas tener hacia cuidar de ella- o a, con otras palabras, -andarte con miramientos.
Recuerda que nunca enviarás la carta, por lo que no dudes en ser tan sincero como puedas.

Fase 2: Cambia ahora de perspectiva e imagina que eres, por un momento, la persona a la que has escrito la carta no
enviada. Imagina que ha recibido la carta realmente. Escribe la carta que esa persona te escribi ría a ti, de forma que
se parezca a la respuesta que te daría con mayor probabilidad. ¿Expresaría enfado, disculpas, culpabilidad,
indignación, resentimiento, tristeza, sorpresa, ternura? Deja fluir la carta como si la estuviera escribiendo esa
persona.

Fase 3: De nuevo, adopta el papel de la persona a la que has escrito la carta no enviada. Imagina otra vez que ha
recibido realmente tu carta tan sincera. Esta vez, en un lugar seguro y tranquilo, escribe una carta dirigida a ti, pero
escríbela teniendo en cuenta cualidades más humanas de esta persona: delicadeza, compasión, franqueza,
sinceridad, sabiduría, etc. Es la carta que tú desearías recibir, y permite de nuevo que fluya como si fueran su mano,
su cabeza y su corazón los que escriben.

Estas cartas suelen suponer un gran desafío para los clientes. Normalmente, dedicamos un tiempo para discutir sus
reacciones, su reticencia a escribir ciertas cosas y los sentimientos que se produjeron en el proceso. Para algunos
clientes, una de las cartas puede implicar un desafío mayor que las otras, lo que les deja confundidos. A veces,
necesitan ayuda para escribir una o más de las cartas, en general, la primera y la tercera.

-Ejercicios de revisión de vida


El objetivo principal de la revisión de vida no es encontrar un único suceso traumático que explique toda una forma
de vida. El objetivo no es señalar culpables ni vivir en el pasado. Una revisión de vida se lleva a cabo para dar sentido
a las circunstancias actuales y para crear posibilidades nuevas para experiencias futuras. Explico esto porque parece
que hay dos tipos de psicoterapeutas en el mundo: aquellos que loatribuyen todo al pasado y aquellos que no le
atribuyen nada. Sin du da, es una exageración, pero recoge un estereotipo frecuente sobre la psicoterapia. Como la
esencia del constructivismo es profundamente evolutiva, considero que un enfoque constructivo en psicoterapia
implica un equilibrio entre las lecciones históricas y las acciones presentes. Sin lugar a dudas, se puede realizar un
asesoramiento constructivo sin llevar a cabo una revisión de la vida y no recomiendo los ejercicios reflexivos con
todos los clientes. Pero, cuando un cliente se encuentra enganchado en un patrón de experiencia, puede ser muy útil
seguir el rastro de ese patrón en el tiempo. Este proceso puede ser especialmente beneficioso para las personas que
se culpan sin piedad por sus patrones actuales.

Existen muchas formas de hacer una revisión de vida. Algunas formas son breves y sin apenas detalles; otras son
detalladas e implican proyectos a largo plazo. En la segunda parte del Informe de la experiencia personal se ofrece
un formato para una revisión de vida superficial. Muchas de las preguntas están dirigidas a suscitar resúmenes
breves de las experiencias tempranas de los clientes. Pregunto sobre la claridad de sus recuerdos y el grado de
felicidad que asocian con su infancia. ¿Qué emociones se consideraban buenas y cuáles eran rechazadas o
subestimadas? Se les pregunta a los clientes por dimensiones como la confianza, la estabilidad, la amistad, la
presencia de los padres y sobre el amor, haciendo simplemente una señal como indicador de su respuesta. También
se les pide el nombre de las personas que les quisieron y que les hicieron daño. Sin duda, estas listas pueden
coincidir parcialmente y presto atención a este hecho. Dos preguntas de escritura breves invitan al cliente a
compartir las experiencias más felices y más dolorosas de su infancia. Algunos clientes dejan en un principio muchas
de estas cuestiones en blanco, respeto esta elección. Otros comienzan a elaborar una historia de vida..
Un nivel intermedio de revisión de vida podría ser la técnica de historia de vida, ya que invita al cliente a describir su
vida en una breve historia. La longitud de la historia es menos importante que el proceso de escribirla y los patrones
básicos que transmite. Recomiendo que es criban la historia de forma que el personaje principal (ellos mismos)
sedescriba en tercera persona (él, ella, ellos). Les animo a componer esta historia como si la parte de ellos que está
escribiendo fuera un testigo de confianza, pero invisible, de la vida que están describiendo. En otras pa abras, les
pido que supongan que se conocen a sí mismos (al personaje principal) mejor que nadie, porque han estado ahí
presentes en todas las cosas que han sucedido. También les pido que escriban sinceramente, sin preocuparse por la
intimidad o por la reacción de nadie. Mi énfasis recae en el proceso de escribir, no en el resultado. Por tanto, si un
cliente me comenta que está preocupado por mi posible reacción ante la historia, le animo a que piense después si
realmente me permitirá leerlo o no. Lo más importante es que se comprometa totalmente en la descripción de su
vida, tal y como a él le parece.
Escribir la historia de la propia vida se puede experimentar como algo abrumador. Una forma de comenzar es
reservar diez minutos y pedirle al cliente que anote los posibles títulos de los capítulos. Estos títulos se utilizan
después como los temas centrales de los capítulos. Este ejercicio puede parecer simple, pero, pocas veces, es una
tarea fácil de emprender. Algunos clientes se muestran reacios a escribir, mucho más a escribir sobre los secretos de
su corazón. El proceso del cambio de los significados es en sí mismo un proceso emocional.
Igual que ocurre con la creación de significado en general, lenguajees una actividad relacional. Otro ejercicio de
revisión de vida que resalta este aspecto es la técnica de los recuerdos musicales inspirado en una experiencia que
tuve con un cliente. Mark, cirujano, era conocido en la comunidad médica por su habilidad para mantener el control
ante las lesiones más horribles de la sala de urgencias.
Me había pedido que le ayudara a él y a su mujer a mejorar la comunicación. Sin embargo, las sesiones no habían
hecho más que comenzar, cuando ocurrió algo inesperado. Un día, Mark regresaba a casa del hospital y encontró la
casa vacía. Su mujer había vaciado totalmente la casa, con la ayuda de algunos amigos y de dos empresas de
mudanzas. Mucho peor era que había desaparecido con su hijo de 3 años, Martin. Una semana después, Mark se
enteró por un abogado de que su mujer se había mudado a otro Estado, desde donde tenía previsto presentar los
papeles del divorcio. Vivir solo en una casa completamente vacía le destrozó el corazón. Echaba terriblemente de
menos a su mujer y la pérdida de su hijo le provocaba una tristeza indescriptible. Le animé para que hablara de lo
que sentía, pero su control emocional interfería.
En la segunda sesión después de este suceso, Mark estaba sin palabras. Tras varios minutos en silencio, en los que
luchaba por expresar se y por conectar con su angustia, dijo repentinamente: Espera un minuto. Fue al coche y trajo
una cinta de música. Era una grabación en directo de un grupo de rock, con la que había disfrutado durante años. Sin
embargo, la canción que había seleccionado para que yo escuchara no era una canción de rock. Era algo espontáneo
que se había grabado mientras el grupo estaba descansando. Uno de los músicos acababa de pasar por un divorcio
bastante duro. El resultado fue que se separó también de su propio hijo. Quizá para expresar su propia tristeza, el
músico había escrito una canción desde la perspectiva del niño. Mark puso la cinta en el equipo de mi despacho y
apretó el botón del play. Lo que escuché y lo que sentí se grabó en mi memoria. Tras el comienzo sencillo, lento y
afligido de una melodía muy triste, seguía la voz vacilante del padre, atormentado por la voz en falsete de un niño
asustado. La tonalidad de la música era una tortura; la letra decía algo como: Por favor... que alguien... coja... mi...
mano; estoy asustado... estoy temblando... Por favor, alguien que entienda... acabo de perder a mi papá... mi papá
me ha dicho "adiós" hoy... ya le echo tanto de menos... quiero mucho a mamá... pero las mamás no pueden ser
papás....." Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y Mark comen zó a llorar. La letra de la canción llegaba a la
ternura de su sufrimiento, y la música podía expresar lo que Mark no podía decir. Después de esa experiencia,
comencé a pedir a otros clientes mues tras de música que les afectara. Y, lo que resulta aún más relevante para una
revisión de vida, comencé a pedirles también que crearan cintas o compact disc con la música que había sido más
importante en su vida. Resultó ser una experiencia muy poderosa, tanto para ellos como para mí. Para centrar el
ejercicio y ponerle algún límite, sugiero que la cinta o CD no dure más de 60-90 minutos. No pido explicaciones de lo
que significa cada canción. Algunos clientes se preocupan por qué canciones escoger, cómo ordenarlas, la calidad de
la grabación y por lo que pensaré de su gusto musical. Sin duda, estas preocupaciones son el reflejo de los patrones
de organización de su experiencia (nuestra relación, los nuevos desafíos, etc.). Discutir sinceramente estas
preocupaciones hace que nuestro trabajo sea más. El proceso de recopilar recuerdos musicales suele ser un viaje
emocional. Los clientes con frecuencia informan de que se han visto absorbidos por este proyecto, reflexionando
sobre los períodos más tempranos de su vida y buscando las copias de las canciones. La música tiene unas fuertes
asociaciones emocionales. Al recordar y al volver a escuchar la música, se activan los recuerdos.

Cuando comencé a experimentar con los ejercicios de revisión de la vida en psicoterapia, animaba a mis clientes a
que recogieran recuerdos para formar un collage de su vida. Una forma de hacerlo es recomendar que dediquen
varias semanas a reunir señales y recuerdos. Fomento un equilibrio entre recuerdos espontáneos y los dirigidos. El
proyecto del collage de la vida se completa con una presentación tangible. Reservamos una sesión doble para esta
revisión de la vida. Algunos clientes extienden su vida delante de mi, ordenando los sobres en el suelo y, después,
hablando lentamente de toda su historia, a menudo de una forma muy emotiva. Otros clientes hacen dibujos, es
culturas, poemas, música, representan escenas o hacen combinaciones de todo ello. Los collages siempre son
diferentes. Siempre son muy personales. La historia de vida que los clientes cuentan en esa sesión trans mite mucho
más por la forma en que se comparte.

Otro ejercicio de trabajo con los patrones que utilizo es la peregrinación a los orígenes. Normalmente, una
peregrinación se entiende como un viaje a un lugar sagrado, pero también es la búsqueda del sentido y del
conocimiento de uno mismo. Una peregrinación a los orígenes es un viaje a los lugares del nacimiento, la infancia y
la juventud de una persona. Un viaje como éste puede evocar emociones intensas y recomiendo que se emprenda a
so las, si es posible. Como he realizado este tipo de peregrinaciones durante toda mi vida, también recomiendo
llevar una cámara, un diario personal y, quizá, fotos antiguas y una grabadora. El objetivo de este viaje no es
capturar el pasado, sino registrar con todo detalle las asociaciones inmediatas y los recuerdos de cada uno. Una
peregrinación a los orígenes puede incluir conversaciones con familiares o amigos, lo que puede requerir la visita al
cementerio.

-Reconstrucción narrativa
La fascinación que sentimos ante los tipos, las clases y las historias es en sí misma el reflejo de un deseo intenso por
organizar la experiencia.
Uno de los desarrollos más potentes de los últimos años en el campo de la psicoterapia ha sido la comprensión de
los seres humanos como la encarnación de historias y como contadores de cuentos creativos. El -giro narrativo,
como se le ha denominado, ha sido un aspecto central del constructivismo. No somos simplemente los portadores o
los vehículos de nuestras vidas; también somos los autores. Escribimos cada momento en diferentes niveles, no
siendo conscientes por lo general de estar creando la historia en la que vivimos. Todo ello significa, entre otras cosas,
que la psicoterapia es, principalmente, un esfuerzo por par te del terapeuta para ayudar al cliente a recuperar su
autoría y a escribir unas dimensiones diferentes y más plenas en su vida.
Somos sujeto y objeto, a la vez que estamos inmersos en un proyecto en curso. Las historias que nos contamos a
nosotros mismos sobre nosotros mismos se transforman en el entramado de nuestra existencia y en el/los
significado/s literal/es de nuestra vida." Recordemos que una afirmación básica del constructivismo es que
organizamos la experiencia, creamos significado. Lo que cambia cuando cambiamos, psicológicamente hablando, son
los significados.

Es útil comprender algo la estructura básica de las narrativas; para poder trabajar mejor con ellas en la psicoterapia.
Basándose en trabajos clásicos sobre narrativa, Bruner y Kalman sugieren que una narrativa es una interacción entre
los siguientes componentes: un personaje o personajes con algún grado de libertad, una acción o un curso de acción
que está en marcha, una meta hacia la que se dirige el personaje principal, unos recursos, un/unos escenario/s y un
problema o una serie de problemas que se han de solucionar. Este problema suele resultar fundamental en la
decisión de buscar ayuda profesional. Como señalan estos autores: -El motor de la narrativa es el Problema. La
función de la narrativa es dar significado a todo.

Consideremos algunas de las formas habituales en que los clientes interpretan sus historias de vida. La
caracterización que hacen de ellos mismos suele ser negativa y, con frecuencia, no se perciben como agentes activos
o libres. En muchas ocasiones, se da la carencia de una meta definida o del compromiso firme con una meta. Suelen
percibir sus recursos y capacidades personales como limitadas. Sus creencias pueden variar considerablemente,
pero, por lo general, encontramos algunas de las ideas irracionales o poco realistas que popularizó Albert Ellis" (por
ejemplo, que la vida siembre debe ser bella y estar libre de sufrimiento, que uno debe ser querido por todo el
mundo y debe tener un éxito total, que uno puede hacer poco por cambiar cómo son las cosas o que debería haber
una solución fácil y simple para cada problema). Por otra parte, muchos clientes creen que sus problemas
comenzaron con un suceso concreto que les hizo perder el rumbo y que, como no pueden reparar ese suceso, se
encuentran indefensos y perdidos.
Las reconstrucciones narrativas del significado parecen seguir un curso no lineal. Las investigaciones recientes sobre
los cambios en la narración durante la psicoterapia parecen dirigirse hacia un proceso dialéctico global. Volver a
contar las historias puede ser muy relevan te, especialmente cuando cada repetición tiene en cuenta unas
variaciones en el sentido o en la significación de los aspectos concretos. Por ello, es importante que el terapeuta sea
paciente ante la necesidad del cliente de repetir las descripciones de sus sucesos vitales. Estas repeticiones son
centrales en el proceso de asimilar lo que ha sucedido, de acomodar estas experiencias en un sistema de significados
(de relaciones) más extenso y normalmente más complejo, y de utilizar este equilibrio nuevo como un campo base
para comenzar un proyecto nuevo en la aventura de la vida en proceso.

Al reflexionar sobre el desarrollo de las narrativas en mis clientes, me sorprende la frecuencia con la que las primeras
interpretaciones tienden a presentar a los personajes y a los problemas de una forma polarizada. Es como si, en
estas interpretaciones iniciales, sólo hubiera personajes buenos y malos, circunstancias favorables y desfavorables, y
acciones claramente acertadas o estúpidas. Con algunos clientes, estas interpretaciones polarizadas persisten. En
ocasiones, los clientes asumen el papel del culpable y su progreso supone aceptar que la fastidiaron en su pasado.
Esta construcción de significado puede ser adaptativa si aceptan la responsabilidad de su error, se perdonan (lo que
suele significar un continuo más que un proceso que se consigue de manera definitiva) y siguen adelante con su vida.
Sin embargo, esa misma construcción puede ser muy disfuncional cuando se interpreta como definición de su
identidad y de su futuro (por ejemplo: -Estoy frustrado, igual que mi futuro).

Una construcción alternativa implica culpabilizar a otros personajes y asumir el papel de víctima de sus abusos. Esta
construcción aparente mente externalizada suele formar parte de un proceso de internalización similar (por
ejemplo, la culpa original recae en otra persona, pero las consecuencias finales se incorporan en una visión negativa
del sí mismo y del futuro). Si un cliente ve su destino como inevitable e inalterable, explorará con menos
probabilidad opciones nuevas." Las exploraciones son, de nuevo, la clave. Los clientes que se mueven más allá de las
polaridades iniciales empiezan a explorar otras posibilidades. Comienzan a preguntarse y a preguntar. Llegan a
centrarse menos en clasificar y explicar, y más en abrirse y en preguntar. Según mi experiencia, estas exploraciones
generarán con mayor probabilidad unas transformaciones en las formas de verse a sí mismo, al pasado, a los otros
significativos y a las posibilidades futuras.
Lasreinterpretaciones de la historia de vida más eficaces y útiles tienden a compartir las siguientes características:
1. Oscilaciones en el foco de atención (por ejemplo, en ocasiones se enfatiza una descripción detallada de los
acontecimientos, a veces se centra en la experiencia emocional ante esos acontecimientos y, con frecuencia, se
producen cambios reveladores ha cia explicaciones diferentes de los acontecimientos o de sus con secuencias
emocionales).

2. Oscilaciones en relación a la culpabilidad (uno mismo, los otros o las circunstancias), disminuyendo la necesidad
de buscar cul pables y aumentando la aceptación y el perdón (de uno mismo y de los otros).

3. Un aumento de la complejidad de los personajes (especialmente, el sí mismo) y del argumento.

4. Un cambio en el énfasis, desde el pasado, hacia los acontecimientos presentes y las posibilidades futuras.

5. Un cambio hacia una interpretación del sí mismo más positiva y activa.

Con respecto a este último punto, el descubrir que muchas personas no se perciben a sí mismas como flexibles o con
variables. Algunas pensaron que la probabilidad de que hubiera una guerra nuclear era mayor que la de cambiar el
sentido que tenían de sí mismas. Por ello, puede ser más adecuado hablar de la imposibilidad de los sí mismos. (es
decir, que muchas personas perciben su capacidad para cambiar como muy limitada). Muchas personas han excluido
la flexibilidad de su identidad, por lo que sus opciones de desarrollos futuros están limitadas.

Con todo el respeto por las identidades pasadas y por cómo han servido al funcionamiento de la persona, debe
haber siempre alternativas constructivas. Debe haber opciones y debe haber una actitud de apertura para acogerlas.
En su papel más apreciado dentro de la autoorganización sistémica, el sí mismo debe mantener una historia en curso
y siempre inacabada.
La reconstrucción narrativa del significado es un proyecto de transformación que dura toda la vida. No es algo que se
termina en la psicoterapia, aunque se puede organizar y acelerar notablemente en ese contexto. Las historias que
nos contamos a nosotros mismos (y a los otros) son construcciones temporales de una vida que está en curso. Los
ejercicios de revisión de la vida son en sí mismos búsquedas de coherencia. El sí mismo representa el personaje
principal y, por lo tanto, tiene unos aspectos característicos. Se darán contrastes en el desarrollo de una historia de
vida. Cuando un cliente describe su historia de vida -tanto si lo hace a través de un collage o de la música, después
de una peregrinación a los orígenes o con cualquier otra técnica de revisión de la vida- trato de permanecer atento a
estas características y a estos contrastes. ¿Qué dimensiones utiliza en su vida para describirse a sí mismo y a los
otros? ¿Hasta qué punto son evidentes aspectos como bueno y malo? ¿Fuerza y debilidad? ¿Salud y enfermedad?
¿Rencor? ¿Virtud? ¿Culpa? ¿Destino? ¿Qué momentos se describen como puntos de inflexión. Este ejercicio puede
ser tan simple como la misma pregunta (es decir, ¿qué momentos han supuesto puntos de inflexión en tu vida?).
También se puede realizar como un gráfico, en el que el tiempo (en años) aparece en el eje horizontal y el grado de
bien estar en el eje vertical. Presto especial atención a la descripciones del tipo Todo iba bien hasta X- o -Mi vida era
horrible antes de Y.. También presto atención a las atribuciones de causalidad, así como a las representaciones
unidimensionales (por ejemplo, Mi abuela era una santa- o Nunca hubo amor en casa-).

-Recapacitar sobre el proceso

Recordemos que las técnicas son un lenguaje con el que nos podemos comunicar con los clientes. Las técnicas son
rituales de representación. Sirven para organizar e iniciar la actividad. La actividad es la clave.
En el corazón de la vida está el proceso. Lo mismo ocurre con la psicoterapia. El foco de atención actual de cada
cliente es el reflejo de su proceso de autoorganización. Lo mismo nos ocurre como terapeutas. Estamos siempre en
proceso y cualquier cosa que pensamos, sentimos o hacemos es una expresión de este hecho. Sin duda, existen
muchos niveles en los procesos y muchas formas diferentes de entenderlos.

-Técnicas seleccionadas en psicoterapia constructiva


-
Biblioterapia: Relajación:
Guías prácticas, Descripciones personales de Concentrar la atención Rituales y rutinas, Relaciones
experiencias similares, Lectura inspiradora Lectura de confianza, Lugares conocidos (por ejemplo, un
por placer refugio), Lugares sagrados,
Ejercicios de respiración: Resolución de problemas:
Pausa en la respiración Liberar la respiración Autoobservación, Tormenta de ideas de las
Alternancia (control versus abandono) en la soluciones posibles, Experimentos personales
respiración Control de estímulos, Autorrefuerzo, Determinar
progresos pequeños.
Escritura terapéutica:
Diario personal
Reestructuración cognitiva Carta no enviada
Revisión de vida: Técnica de la historia de vida,
Técnica de los recuerdos musicales, Collage de la
vida, Peregrinación a los orígenes
Técnicas centradas en el cuerpo:
Ejercicios de equilibrio: Centro en posición erguida,
Permanecer de pie sobre una pierna
Reconstrucción narrativa Rango de movimiento: Estiramientos, Yoga
Ejercicios de resistencia:Isométricos (tensión
dinámica), Entrenamiento con pesas (fuerza)
Ritmo: Encontrar un ritmo (ejercicios de
repiqueteo), Meditación caminando, Seguir un flujo
(por ejemplo, Tai Chi) Valoración musical
Representación musical (instrumental), Danza (uso
creativo y coreografía)
Tacto:Manualidades (por ejemplo, pintura,
escultura, trabajos con madera), Automasaje,
Masaje terapéutico, Acariciar animales de compañía
Voz: Meditación riendo/llorando, Ejercicio de
movimientos vocálicos, Ejercicios de grito, Cantar,
Juego de voz
Trabajo con los procesos:
Role play, Representación teatral, Terapia de rol fijo,
Fantasía, Trabajo con los sueños, Meditación,
Tiempo del espejo, Flujo de conciencia, Ejercicios de
habilidades espirituales

- CAPÍTULO 9: “RELACIÓN CON UNO MISMO Y HABILIDADES ESPIRITUALES”


El sí mismo es un misterio central dentro de la consciencia.
El 1° tratamiento psicológico formal del sí mismo se suele atribuir a William James. Este entendía al sí mismo como
un misterio multifacético, con gran maleabilidad. Observo, la diferencia entre el sí mismo que es observado (si
mismo objetivo o mi) y el sí mismo que observa (yo subjetivo).
El sí mismo está en sí mismo en continua construcción. No es una entidad fija o un proyecto en el interior de la
persona.
La constancia y el sí mismo son procesos continuos, cuya complejidad dinámica no se puede capturar ni con nuestros
conceptos más flexibles.
La psicología del self y la investigación sobre la consciencia han iniciado una discusión fascinante. La psicoterapia
constructiva concibe a la persona como comprometida con la actividad de organizar y dar sentido a su experiencia.
La experiencia del sí mismo es un tema recurrente. Gran parte de la calidad de vida depende de la calidad de la
relación que mantenemos con nosotros mismos. Las relaciones que mantenemos con otras personas influyen en la
relación que mantenemos con nosotros mismos. Somos seres relacionales. Mucho de lo que experimentamos se
divide en partes o en tipos. “hay una parte de mí que…” es una afirmación muy importante. Somos múltiples por
naturaleza. Nuestra multiplicidad puede ser tanto angustiosa como inspiradora.
La relación con uno mismo suele ser un tema central en la psicoterapia. Es algo más que la imagen corporal, un
autoconcepto o la distancia entre el yo real y el ideal.
Incluye la forma en que una persona se relaciona con las dimensiones particulares de la experiencia: pensamientos,
emociones, recuerdos, sensaciones, imágenes, sueños, fantasías, etc. también hace referencia a los procesos por los
que se crean y se combinan las partes. Los procesos de diferenciación y trascendencia modificaran el foco de la
discusión desde el sí mismo limitado hasta el sí mismo más amplio y la espiritualidad.
La compasión por uno mismo se encuentra entre las habilidades más importantes que se pueden enseñar en
psicoterapia. La crítica, la culpa y el rechazo a uno mismo son componentes habituales de muchos patrones
disfuncionales. Son temas que con frecuencia emergen en el discurso terapéutico. El “tiempo de espejo” es en la
actualidad uno de los ejercicios que sirven para valorar y fomentar la habilidad para relacionarse con uno mismo.

→ Tiempo de espejo: Introducirse en el sí mismo a través de un espejo puede facilitar la salida del sí mismo y de los
aspectos superficiales. No existe una forma “correcta” de llevar a cabo el tiempo de espejo.
Protocolo desarrollado: 1° se presenta brevemente los fundamentos diciendo algo como: “este ejercicio me va a
ayudar a comprenderte mejor y puede ayudarte a mejorar la relación que tienes contigo mismo”. Se resalta la
importancia de fijar los propósitos de: a) explorar dentro de los límites en los que se sienta seguro; b) abrirse al
amplio espectro de pensamientos, sentimientos e imágenes; c) incorporar la experiencia al propio desarrollo
personal. Antes del ejercicio del espejo, se suele realizar 5 minutos de meditación de centramiento, concentrándose
en la respiración, relajación, confianza del proceso, sensación de seguridad y compromiso con el cuidado de uno
mismo, que le da al cliente la oportunidad de parar o modificar la experiencia en cualquier aspecto que lo decida.
Algunos clientes podrán regresar al tiempo de espejo cuando se sientan preparados. Para otros, no explorar
profundamente esta dimensión puede ser más beneficioso.
Los ejercicios de tiempo de espejo pueden ser un complemento potente para aquellas terapias que enfatizan la
relación con uno mismo. Los clientes que comienzan a dialogar con su imagen en el espejo se sienten atraídos en un
principio por contrastes evidentes: el mi “bueno” y el mi “malo, el “critico” y el “débil”, el “verdadero” y el “falso”,
etc.
Son importantes los diálogos entre las diferentes partes de sí mismo que un cliente pueda sentir. En este diálogo es
donde más frecuentemente se entrena a los clientes dentro de la relación con ellos mismos. Una escena típica es
que un cliente, mirando al espejo, se muestra crítico con el mismo y comienza a atacar no solo a la apariencia, sino
también su personalidad, su carácter.
Este tipo de afirmaciones, en una persona que tiene un equilibrio dialéctico bien desarrollado, provocan unas
contrarrespuestas muy fuertes. Sin embargo, muchos clientes no tienen este tipo de equilibrio y buscan otros
servicios. Si está trabajando con el espejo, el terapeuta puede sentarse detrás de él y actuar como un entrenador
que susurra, sugiriendo respuestas a los ataques crítico hacia sí mismo.
El espejo es una herramienta física para enfatizar y amplificar la percepción y el conocimiento propio. Es útil para
poner de relieve esta dimensión, pero también puede llegar a ser un elemento distractor cuando el foco de atención
es la herramienta más que el proceso. El poder potencial del tiempo de espejo está en su capacidad para iniciar un
proceso de relación con uno mismo, de forma que se puedan desarrollar patrones más adaptativos. Por otra parte,
además del tiempo de espejo, se utiliza un conjunto de ejercicios que animan a los clientes a explorar y perfeccionar
la relación que mantienen con ellos mismos.
La experiencia de uno mismo es fundamentalmente una experiencia relacional. En 1° lugar, aprendemos a vernos a
nosotros mismos a través de los ojos, las acciones y las palabras de otros. Llegamos a vernos a nosotros mismos de
una forma diferente, gracias a que otros nos ven de forma diferente. Este es uno de los papeles importantes de la
psicoterapia. Después de tantear el terreno con unos ejercicios preliminares de tiempo de espejo, se puede animar
al cliente a concentrar la mirada en un punto en medio de los ojos. Al momento, se dará un fuerte deseo de cambiar
el foco de atención hacia los ojos.
El “trespasso” es un ejercicio que ofrece valiosas oportunidades, para aquellos clientes que están preparados para
explorar dimensiones de la experiencia menos controladas por la estabilidad visual. En este proceso es fácil sentir
que no se localiza el sí mismo en ninguna posición.
Esta forma más avanzada de incursión en la relación con uno mismo también genera opciones transpersonales. El sí
mismo emerge de la capacidad y de la búsqueda de la propia conciencia, que requiere la experiencia de la alteridad y
de la individualidad. Para algunos clientes, las habilidades sociales y de relación con uno mismo se pueden encontrar
entre los resultados más importantes de la psicoterapia. Con frecuencia las personas necesitan aprender habilidades
de centramiento, regulación emocional y consuelo propio. Los clientes se pueden introducir en ellos mismo o
desarrollar la sensación de que hay algo más profundo que les llama.
También es importante que el terapeuta se muestre abierto ante las expresiones de religiosidad y de espiritualidad.
Los clientes que se introducen más profundamente en el trabajo con la relación que mantienen con ellos mismos
suelen descubrir que están explorando relaciones que habían ignorado o aislado.

→ Habilidades espirituales y desarrollo personal: Los ejercicios como los del tiempo de espejo, centramiento y los
de meditación comienzan centrándose en el sí mismo, pero con frecuencia llevan mucho más allá. Así como la
“salida” de un patrón problemático puede ser la “entrada” de la relación con uno mismo, el camino de entrada hacia
la comprensión del sí mismo, suele conducir de nuevo hacia un cambio del interés orientado al exterior.
Un cliente acude a terapia preocupado por un problema persona. El problema que presenta suele formar parte de
un patrón repetitivo, y el significado de los problemas y de los patrones se forja en las relaciones.
La habilidad para relacionarse con uno mismo es muy importante para el bienestar. La habilidad incluye presenciar
amablemente, aceptar sin crítica y un movimiento fluido por los contenidos cambiantes de la experiencia.
En la investigación de Zindel Segal, Mark Williams y John Teasdale emergió un modelo orientado a los procesos y
más relacional: a pesar de que el énfasis explícito de la terapia cognitiva se centra en el cambio de los contenidos del
pensamiento, también era posible que si tenía éxito, este tratamiento conducía implícitamente a cambios en la
relación de los pacientes con sus pensamientos negativos y con sus sentimientos. A consecuencia de identificar
repetidamente los pensamientos negativos cuando se producían y de distanciarse para evaluar la exactitud de su
contenido, los pacientes realizaron cambios más generales en su perspectiva sobre los pensamientos negativos y los
sentimientos. Más que entender los pensamientos como necesariamente ciertos o como aspectos de uno mismo, los
pacientes adoptaban una perspectiva desde la cual los pensamientos negativos y los sentimientos se podían ver
como acontecimientos mentales pasajeros.
La palabra “espíritu” significa literalmente aliento. Asociamos la vida con la respiración. Jerome Frank sostiene que la
esencia de la psicoterapia es el restablecimiento de la moral: restablecimiento del espíritu. En este sentido, la
psicoterapia es una forma de servicio espiritual y un contexto para el desarrollo de las habilidades espirituales.
Para muchas personas el término “espiritualidad” incluye seis aspectos básicos:
- Conexión: por ej. el sentido de relación, interdependencia saludable.
- Intemporalidad: un abrazo al momento presente del ahora, un respeto a lo infinito intemporal.
- Significación: la presencia de patrones de conexión, aunque los patrones permanezcan ocultos.
- Gratitud: agradecimiento, jubilo, amor, buena voluntad.
- Paz: paciencia, perdón, aceptación, compasión.
- Esperanza: compromiso activo con el proceso del vivir.

Algunas técnicas espirituales: técnicas de centramiento, meditación a través de la respiración, ejercicios de equilibrio
corporal, etc.

4- Terapia Procesal Sistémica de V. Guidano. Método de autoobservación. La moviola.

 GUIDANO,V. (1994). EL SÍ MISMO EN PROCESO. BS.AS.: PAIDÓS. (CAPÍTULO 5)

- CAPITULO 5 UN MARCO POSRACIONALISTA PARA LA TERAPIA COGNITIVA


En los enfoques cognitivos tradicionales, consideran el conocimiento como la representación de un orden objetivo y
univoco que existe con independencia de nuestro ser en el mundo, la perturbación emocional se deriva de una
correspondencia insuficientemente valida entre las creencias individuales y la realidad externa. La valoración intenta
identificar las creencias “erróneas” y los pensamientos automáticos irracionales, comparando la cta del cliente con
un conjunto estándar de axiomas racionales considerados universalmente válidos, el principio básico del
cambioà”para modificar las emociones perturbadoras basta con cambiar las creencias irracionales correspondientes
a medida que vayan saliendo a la luz”.
Esta supremacía racional origina el establecimiento de una estrategia de autocontrol, centrada en la persuasión: el
terapeuta trata por todos los medios convencer al cliente de que adopte creencias más racionales y actitudes más
convenientes, mientras lo instruye para que controle y/o elimine los efectos de las emociones negativas. El
mecanismo operativo más adecuado para este procedimiento es una confrontación dialéctica más o menos intensa,
en la que el terapeuta desempeña el papel de “sabio iluminado”. La persuasión consiste técnicamente en intervenir
en el nivel estructural superficial (imaginación, dialogo interno, creencias, etc), intentando modificar los aspectos
semánticos de los procesos cognitivos explícitos, mientras se desatienden las reglas sintácticas tacitas que están en
la base de dichos procesos.
Ej.: en sujetos agorafóbicos, mientras las reglas sintácticas básicas mantienen la percepción que el cliente tiene de sí
mismo como indefenso ante un mundo hostil y amenazante, la intervención se centra en el modo en que él se
imagina un ataque de pánico en el tráfico, junto con una serie de instrucciones que debe introducir en su dialogo
interno cuando afronte de nuevo la situación temida. El cliente lograra un mejor control de la angustia en las
situaciones temidas si se dice a sí mismo “debo recordar que el doctor me dijo que nada puede sucederme…”, “debo
conservar la calma, todo es fruto de mi imaginación” etc. Pero es innegable que el significado del ataque de angustia
siguen intacto para el cliente, además de que no dispone de ninguna explicación del hecho de que sea tan
“extrañamente hipersensible y vulnerable a situaciones triviales de restricción y/o soledad.
Si la intervención se limita a una modificación de la apreciación cognitiva, la reacción emocional perturbadora no
sufre ningún cambio de tono, aunque se pueda controlar mejor su intensidad. Las emociones críticas siguen siendo
ajenas al sujeto, que ha aprendido en cambio a controlarlas “desde afuera”. Más que una reorganización del
significado personal, solo se ha producido un cambio semántico dentro de la misma tonalidad de significado.
Dado que la meta es conseguir que la cta del cliente se adecue a un conjunto de axiomas racionales, a menudo el
terapeuta se siente motivado a introducir actitudes más adaptativas mediante maniobras relacionales o cognitivo-
conductuales que excluyen casi por completo la autoconsciencia del sujeto, es decir, la comprensión de su propio
modo de experimentar y explicar el sí mismo y la realidad. Si la perspectiva concreta está centrada en un orden
objetivo exterior inmutable, que inequívocamente gobierna la tendencia y el sentido de los acontecimientos
humanos, la relación terapéutica solo puede ser un instrumento más o menos autoritario para restablecer ese
orden, y no un proceso que facilite las indagaciones personales de los clientes tendientes a encontrar, a través del
aparente sinsentido de sus emociones perturbadoras, una senda para la comprensión gradual de las reglas que
imponen la coherencia rígida de un significado personal.
Si el ordenamiento de la realidad en la experiencia personal es una construcción autorreferencial, no se puede
esperar identificar algún tipo de vista objetivo desde el que se pueda evaluar el grado de racionalidad y validez de la
cta problemática presentada. La racionalidad es intrínsecamente relativa, solo permite una definición del grado de
adecuación de una actitud dada si ésta es referida al significado personal específico que la provoco y del que forma
parte.
Desde un punto de vista evolucionista, la racionalidad parece ser una nueva propiedad de los sistemas que se
autoorganizan, y desde el principio está relacionada con el desarrollo de una cta dirigida hacia metas cada vez más
eficaz. Como la racionalidad esta entrelazada con la experiencia de actuar, no puede referirse solo a las categorías
lógico- abstractas (V-F) empleadas en el reordenamiento semántico de esa experiencia. La racionalidad solo puede
destacar la autorreferencialidad de los procesos adaptativos de un sistema determinado, y la adaptación en si no
consiste tanto en alcanzar un propósito V o correcto (validez) como en perseguir una meta, cuya utilidad solo puede
decidirse desde el punto de vista interno del sistema involucrado (viabilidad).
En los términos de la perspectiva ontológica, a través del proceso continuo de reordenamiento de la experiencia
inmediata (YO) en un sentido Cc del sí mismo y el mundo (MI), todo sujeto puede construir una demarcación estable
y simultáneamente dinámica entre lo que es real y lo que no lo es, en su praxis fluyente de vida. El logro por el
cliente es una comprensión más articulada y exhaustiva de su propio funcionamiento.
Un enfoque ontológico, orientado hacia los procesos, conceptualiza los sentimientos y el afecto como formas del
conocer en y por sí mismas, como el ordenamiento inmediato de la realidad que experimentamos a priori en nuestra
praxis fluyente de vida.
Se pueden formular dos principios: acerca de la estrecha conexión que existe entre la afectividad y el cambio en el
proceso de la psicoterapia:
1) “Ningún cambio parece posible sin emociones”
A lo largo del desarrollo del ciclo vital, la continuidad y coherencia de los procesos del significado personal se apoyan
en el equilibrio dinámico entre la unidad organizativa del campo emocional individual (yo) y la autoimagen Cc (MI),
por medio del cual esa experiencia sentida se vuelve congruente; la autorregulación entre los temas afectivos
nucleares aporta la meta y la dirección para organizar los pensamientos, sentimientos y acciones del individuo a lo
largo de dimensiones de conocimiento abstracto e integrado, compatible con su autoconciencia. Si bien los temas de
pensamiento (dimensiones del conocimiento abstracto) suelen pasar por un proceso más o menos continuo de
diferenciación, recombinación e integración, los temas afectivos básicos parecen mucho más constantes en el
tiempo, y presentan un ritmo y mecanismo de cambio diferentes de los de las estructuras cognitivas. La
autorregulación y el autodesarrollo de temas afectivos nucleares no parece verse tan influido por las reglas lógicas
de la diferenciación y la integración como los temas abstractos. Parece evidente que si bien el pensar generalmente
cambia los pensamientos, solo el sentimiento puede cambiar las emociones; solo la aparición de nuevas experiencias
emocionales, puede afectar la autorregulación, modificar los patrones actuales de autoconsciencia, y de este modo
facilitar un reordenamiento de los procesos del significado personal.
2) La estructura y calidad del cambio dependen en gran medida del nivel y la calidad de la
autoconsciencia con que el sujeto lleva a cabo el proceso de reorganización.
La autoconsciencia es un ordenamiento constructivo autorreferencial, que determina en gran medida la forma que
asumirá la experiencia personal. Por ej. Una “revolución personal” (cambio profundo coronado por el éxito) y un
síndrome clínico bien definido (cambio profundo sin éxito), aunque desencadenados ambos por una perturbación
emocional profunda, son el resultado de diferentes procesos explícitos de reordenamiento, que a su vez son
producidos por diferentes niveles cuantitativos de autoconsciencia y pensamiento abstracto. Una asimilación viable
de sentimientos perturbadores requiere necesariamente un cambio en la apreciación del “YO” experimentada por el
“MI”, y por lo tanto es necesario suscitar cambios progresivos en los patrones actuales de la autoconsciencia,
aumentando la comprensión que tiene el cliente del modo en que ordena la experiencia activa. En consecuencia,
tanto la investigación clínica como la investigación básica deberían orientarse hacia: 1) el estudio de las variables
(patrones evolutivo de la experiencia inmediata, niveles de autorreferencia concreción / abstracción, etc) que
subyacen en la estructuración de la autoconsciencia en el ciclo vital del individuo; y 2) el estudio de la relación
existente entre el nivel del individuo y la calidad de la autoconsciencia, por un lado, y las formas en que esa persona
puede reordenar la coherencia del significado por el otro.
¿Cómo refleja estas consideraciones la metodología general de una terapia cognitiva no racionalista, orientada hacia
los procesos? En primer lugar, su dispositivo operativo crucial reside en la interfaz entre la experiencia inmediata y
su reordenamiento explicito; el procedimiento básico consiste en preparar a los clientes, mediante técnicas de
autoobservacion, en la diferenciación de la autopercepción (por un lado) y en las creencias y actitudes conscientes
(por el otro), para reconstruir a continuación los patrones de coherencia que ellos siguen al hacer lo que sienten
como congruente.
En segundo lugar, para que esa estrategia sea eficaz, el cliente debe experimentar gradualmente, durante el proceso
terapéutico, algunos acontecimientos cargados de afecto que presionan progresivamente hacia la reorganización. A
lo largo de este proceso, el terapeuta debe proporcionar herramientas de análisis y autoobservacion que, al
aumentar la flexibilidad y plasticidad del nivel de autoconsciencia del cliente, le permitirán realizar gradualmente un
reordenamiento progresivo de la experiencia personal.
Por último, la relación terapéutica es el contexto específico en el que se vuelve posible que el terapeuta ponga en
marcha acontecimientos creadores de cambio afectivo, y guíe el proceso de la reorganización activado por ellos. La
relación terapéutica es una interacción real, viva y sus aspectos emocionales tienen un efecto coadyuvante para la
asimilación de nuevas experiencias o el replanteo de otras ya existentes.
- La actitud del terapeuta y el procedimiento de evaluación.
El terapeuta evitara afrontar las emociones perturbadoras con una actitud crítica y/o preocupada. Dado que la meta
no es modificar las creencias del cliente a cualquier precio sino ayudarlo a percatarse de su propio modo de
elaborarlas, el terapeuta, desde el principio, orienta la comprensión del cliente hacia los patrones básicos que la
emplea para autorreferir la experiencia inmediata. Al reconstruir gradualmente la coherencia interna que existe bajo
el carácter aparentemente extraño de los sentimientos perturbadores, el terapeuta consigue que el cliente advierta
con creciente claridad que dichas emociones contienen una información fundamental, cuya comprensión
probablemente facilitara la comprensión posterior del atolladero existencial presente.
Para que el terapeuta pueda mantener esa actitud, es indispensable que, como parte de su experiencia profesional,
conozca la dinámica de las principales organizaciones de los significados personales, así como los desafíos evolutivos
a los que se enfrentan en su progresión ortogenética a lo largo del ciclo vital.
Los afectos negativos (angustia, tristeza, desamparo, etc) forman parte de la gama de tonalidades de sentimiento
con la que los seres humanos experimentan su ambiente.
La adhesión a un modelo orientado hacia los procesos del desarrollo del significado personal hace que el terapeuta
este menos ligado externamente a los problemas presentes y le permite utilizarlos para promover nuevos niveles de
comprensión, posibilitando de este modo que los procesos de autoorganización del cliente influyan en el rumbo de
la terapia. Los racionalistas parecen más ligados externamente a los aspectos inmediatos y concretos de los
síntomas presentes, y tienden a dirigir el curso de la terapia en función de la presentación continua de los problemas
y las metas específicas.
Las Org. S.P no debe considerarse como una entidad constituida por contenidos específicos de conocimiento,
susceptibles de definirse de una sola vez y para siempre. Se trata de un ordenamiento autoorganizado de invariables
de significado, capaces de estructurar una amplia variedad de posibles contenidos de conocimiento; su coherencia
solo puede captarse centrándose en las modalidades del procesamiento (flexibilidad, abstracción, integración), con
la que su dimensión de significado se despliega a lo largo del ciclo vital. Cada persona es un experimento único de la
naturaleza, y tiene por lo tanto un modo absolutamente singular de articular su dimensión de significado y de los
procesos de reordenamiento que tiene lugar en ella. La evaluación forma parte de un proceso complejo y
multidireccional, la psicoterapia, que se despliega simultánea en varios niveles estrechamente entrelazados, pero
recíprocamente irreductibles. Es casi imposible diferenciar la evaluación de la intervención. La evaluación se realiza
en la interfaz experiencia/ explicación, por medio de aptitudes de autoobservacion que el cliente desarrolla de
forma gradual, y por lo tanto, esta intrínsecamente relacionada con el proceso de reordenamiento.
Un rasgo crucial que caracteriza la actitud del terapeuta en el procedimiento de evaluación es la capacidad para
diferenciar la experiencia inmediata (lo que está ocurriendo en la propia praxis vital) y su explicación (el hacerla
congruente con la concepción que se tiene de uno mismo).
Los hechos corresponden a la experiencia inmediata del cliente, mientras que su explicación/ razonamiento es
siempre un modo de autorreferirse esos hechos para hacerlos comprensibles. En consecuencia, al evaluar una
situación determinada, el terapeuta no debe centrarse en el modo en el que el cliente habla de lo sucedido; todo lo
contrario: mientras reconstruye el acontecimiento con la misma minuciosidad que dedicara a una escena de
película, tiene que poder cambiar continuamente su foco de atención entre dos niveles:
1. Las características de la experiencia del cliente en la situación.
2. El modo en que el cliente se autorrefiere y explica lo que está sucediendo en la situación.
Una distinción básica entre estos dos niveles es que el segundo tiene valor de verdad, y el primero no. La experiencia
inmediata simplemente expresa el modo ineludible de “ser en el mundo” y, como tal, nunca puede ser mal
comprendida, mientras que las explicaciones, que pertenecen a un metanivel semántico, pueden ser erróneas
cuando se las compara con la experiencia que intenta explicar.
Al avanzar en la evaluación, enfocando en la experiencia inmediata del cliente y sus explicaciones, el terapeuta
aborda sin solución de continuidad datos directos de la observación (cta verbal y no verbal) e indirectos (informes
sobre los acontecimientos). Estos datos, además de estar entrelazados, parecen ser tan interdependientes que se
influyen y especifican entre sí. Interdependencia:
Efecto de los datos directos sobre los indirectos: el modo en que se relata un acontecimiento pasado (gestos,
patrones semánticos, modulación emocional, etc), y el momento de la relación terapéutica en el que el cliente
decide relatarlo (ej. oscilaciones en el equilibrio aproximación- evitación, necesidad de un mayor compromiso en la
relación), otorgan una comprensión previa que ayuda al terapeuta a captar el significado atribuido tácitamente por
el cliente al acontecimiento, y esto, en el análisis final, clarifica el informe.
Efecto de los datos indirectos sobre los directos: el modo en que el cliente resuelve la reorganización por la que está
atravesando (el tipo de resistencia al cambio), así como su posición emocional en el dispositivo terapéutico (ej. los
miedos expresados, los reaseguramientos requeridos, las garantías afectivas esperadas), permiten vislumbrar la
historia del apego de esa persona y de su trayectoria evolutiva, lo que a su vez ayuda al terapeuta a captar el
significado tácitamente asignado por dicho cliente en el contexto terapéutico interpersonal afectivo.
En consecuencia, centrarse alternativamente en la experiencia y la explicación, y escoger en cada momento de la
interdependencia entre los datos directos o indirectos, deben considerarse los aspectos metodológicos básicos del
procedimiento de la evaluación, tanto en las fases iniciales (al reconstruir los patrones de coherencia qu e subyacen
en la cta problemática presentada) como en las fases más avanzadas (cuando la evaluación de la historia pasada del
cliente ayuda a reconstruir la vía de desarrollo que ha conducido a esos patrones).
En la concepción racionalista, las resistencias se consideran indicativas de déficits motivacionales (ej. miedos
irracionales, ambivalencia, conflicto aproximación- evitación) que deben superarse, mientas que un enfoque
ontológico y constructivista corresponden a mecanismos de autorreferencia para mantener los patrones actuales de
coherencia interna, a pesar de las presiones que empujan a reordenarlos. Las resistencias y la autorregulación se
entrelazan con patrones de autoengaño para desacelerar y/o distorsionar la asimilación de los datos críticos,
reflejando procesos naturales que protegen al individuo de cambiar demasiado rápidamente; hay que trabajar “con”
ellas, más que “contra” ellas.
- El método de la autoobservación
La autoobservacion es el método esencial para llevar adelante la evaluación y la intervención, en cuanto permite la
reconstrucción de los acontecimientos de interés terapéutico, actuando en la interfaz entre la experiencia inmediata
y su reordenamiento explícito. Permite el análisis de ambos niveles de procesamiento y de la relación entre ellos. La
autoobservacion se diferencia de la introspección (ej. la técnica de asociación libre), en la que se privilegia el primer
nivel, y de las técnicas de autovigilancia (ej. detección de pensamientos automáticos), en las que se privilegia el nivel
explícito. Aspectos esenciales del método e instrucciones al cliente:
En primer lugar se debe comenzar con un acontecimiento o una serie de acontecimientos que a continuación
puedan analizarse individualmente.
Adoptando una especie de “lenguaje cinematográfico”, el terapeuta reconstruye con el cliente la sucesión de
escenas que constituyen el acontecimiento investigado. Después se enseña al cliente a recorrer o ver de forma
panorámica la sucesión de escenas, yendo hacia atrás y hacia adelante en cámara lenta, para acercar y amplificar
una sola escena y enfocar un aspecto particular, o bien para alejarla, y después reinsertarla en la secuencia ya
enriquecida con nuevos detalles (“técnica de la moviola”). Cada vez que una escena enriquecida se reinserta en la
secuencia, ésta sufre un cambio, asumiendo nuevas connotaciones que permiten la aparición de detalles adicionales
en otras secuencias.
En las fases iniciales de la terapia, en las que es necesario guiar al cliente hacia la comprensión y apreciación de las
diferencias entre la experiencia inmediata y su autorreferencia y explicación, el análisis básico de las escenas
consiste en reconstruir: 1) los patrones de la experiencia inmediata que han aparecido en la situación, enfocando el
comportamiento global del cliente en la escena (Ej. la imitación, el gesto, la postura, las acciones inversas o
indeseadas, las omisiones significativas, el rol emocional asumido en el contexto interpersonal) y 2) las emociones
conscientemente autorreferidas en el curso de la situación y las reglas de interpretación en virtud de las cuales esa
situación ha producido esas emociones. Estos aspectos pueden reconstruirse directamente a partir de los informes
del cliente.
Los clientes deben ser adecuadamente preparados para enfocar la estructura de la experiencia inmediata suscitada
en el curso de la situación. Consiste en señalar que, en la investigación de una experiencia emocional, se pueden
hacer dos tipos de preguntas: 1) el porqué de esa experiencia, que aporta datos sobre el modo en que el sujeto se
autorrefiere y se explica a si mismo lo que ha sucedido, y 2) el cómo de la composición de lo sentido, es decir, su
estructura (modulación emocional imaginaria, las tonalidades afectivas básicas y los sentimientos relacionados, el
sentido del sí mismo). Dando por supuesto que el terapeuta puede realizar esta diferenciación en sus propias
experiencias emocionales, al poner en práctica el procedimiento de análisis de escenas debe guiar a los clientes para
cambiar de punto de vista, desde el “porqué al cómo”, mientras reconstruye el tipo de dificultad experimentada por
ellos en esa situación.
En cuanto esta diferenciación está en marcha, el cliente empieza a verse desde dos puntos de vista alternativos: 1)
desarrolla una escena determinada en primera persona (subjetivo); y 2) se mira a si mismo desde afuera (objetivo).
Este procedimiento también puede emplearse en las fases más avanzadas de la terapia, cuando acomete la
reconstrucción de la historia evolutiva (infancia y años preescolares, niñez, adolescencia y juventud); en función de
las aptitudes más desarrolladas del cliente, la reconstrucción del punto de vista subjetivo con que el acontecimiento
fue experimentado a cierta edad puede realizarse desde dos puntos de vista objetivos diferentes: 1) cómo se habría
visto uno desde afuera a la misma edad; 2) cómo se ve uno ahora desde afuera cuando enfoca esa edad.
Más que en la modificación de modos de pensar considerados erróneos, el aspecto esencial del método de
autoobservacion consiste en la adquisición gradual por parte del cliente de un grado apreciable de flexibilidad en la
evaluación de su dinámica individual, gracias por una parte a la capacidad para diferenciar su “yo” que experimenta
del “mi” que aprecia, y por otra a la aptitud para ver todo el proceso desde dos puntos de vista: subjetivo y objetivo.
Tanto la mayor apertura emocional y autorevelación (mejor foco en la experiencia inmediata), como la posibilidad
de verse objetivamente desde afuera, modifican el sentido actual del sí mismo. Además, ver repetidamente la
misma escena cargada de afecto en cámara lenta, avanzando y retrocediendo desde muchos puntos de vista,
provoca una modificación del modo en que es apreciada y autorreferida, con el consiguiente cambio en la relación
actual entre la memoria episódica y semántica. Esto se traduce en un replanteamiento de la misma escena, que
provoca la aparición de otras tonalidades de sentimiento.
El efecto terapéutico sobre la dinámica de la mismidad de una flexibilidad acrecentada consiste en un cambio
gradual de la apreciación del “yo” por parte del “mi”, junto con un grado congruente de reestructuración emocional.
El logro de la flexibilidad es particularmente importante en las situaciones clínicas, en las que hay una marcada
vulnerabilidad a los juicios ajenos, tanto actuales como previstos.
En una vía sana de desarrollo, la diferenciación sí mismo/no sí mismo alcanza un perfil estable y definido, de modo
que el sujeto establece su continuidad e identidad en curso como punto de referencia de la autoorganización de su
experiencia con los otros, mientras interactúa con ellos. Todo patrón de experiencia inmediata (Yo), reconocida y
autorreferida como una dimensión del sí mismo Cc (Mi), se convierte en una herramienta para reconocer la
dimensión de los otros, mientras que la diferencia percibida estimula la búsqueda de nuevos patrones en la propia
experiencia inmediata fluyente. El sujeto esta “unido internamente” en su autodefinición, de modo que la
información precedente de la interacción con otros seres se usa sobre todo para comprenderlos como personas
separadas, autónomas, en su pensar y sentir.
En cambio, en una vía de desarrollo en la que la diferenciación si mismo/no si mismo ha sido pobre (Org. De
desórdenes alimentarios), el sentido del sí mismo se construye principalmente con las expectativas percibidas por
los otros, y en consecuencia el “mi” resulta de asumir la perspectiva de los otros seres significativos. El sujeto esta
“unido externamente”, y basa su propia definición de la cta y actitudes de otros, como si ellos fueran un espejo.
El procedimiento de la autoobservacion ha demostrado ser el más útil para provocar una modificación del punto de
vista sobre uno mismo (cambio en la apreciación del yo por el mi), asociada con una modificación del modo en que
son vistos los otros. Después de la fase inicial, necesaria para que los clientes puedan captar la diferenciación
experiencia/explicación, y verse alternativamente desde los puntos de vista objetivo y subjetivo, se les enseña la
“técnica de la moviola”, a fin de que aprendan a ver alternativamente la misma escena cargada de afecto con otro
ser significativo desde dos puntos de vista diferentes:
1. Percibiendo la cta ajena como información sobre uno mismo (Ej. si A se comporta de tal modo, ¿Qué pasa
conmigo? ¿Quién soy yo?).
2. Percibiendo la cta ajena como información sobre ellos (Ej. si A se comporta de tal modo ¿Qué pasa con él?
¿Quién es él?
La primera meta consiste en hacer comprender al cliente que esos tipos diferentes de atribución corresponden a
dimensiones totalmente distintas de uno mismo y la realidad. En los pasos siguientes, por medio del análisis en
escenas de los acontecimientos interactivos importantes, el terapeuta guía al cliente a fin de que cambie su punto
de vista sobre los otros, mientras al mismo tiempo evalúa y reconstruye las dificultades intrínsecas de ese cambio.
Se trata de un procedimiento de autoobservacion que debe emplearse en todas las circunstancias en que aparezcan
problemas relacionados con Orgs. S.P del tipo de los desórdenes alimentarios, y en las que la sintonía con el juicio
percibido de los otros pueda alcanzar el nivel de un verdadero sentido de autoanulación.
- Estructura y dinámica del cambio terapéutico.
En la perspectiva terapéutica basada en la reorganización del significado personal, una modificación terapéutica
significativa coincide con un cambio de la apreciación del “yo” que experimenta por parte del “mi” (cambio del
punto de vista corriente sobre uno mismo), y esto implica un reconocimiento y una apreciación más profundos de
los aspectos de la experiencia inmediata.
Un cambio en la apreciación del “yo” por el “mi” consiste en pasar de la experiencia de algún aspecto de la propia
praxis vital como “dado objetivamente” a su autorreferenciación y apreciación como un modo dinámico de explicar
y convalidar el propio “ser en el mundo”. Siempre que lo dado se fractura, puede relativizarse y rastrearse hasta el
sistema de las demarcaciones y distorsiones de la mismidad.
Son capaces grados diferentes de cambio, capaces de suscitar reorganizaciones de la experiencia personal de
distinta profundidad y configuración. Arnkoff y Mahoney hablan de cambios “superficiales” (fases iniciales) y
cambios “profundos” (etapas más avanzadas de la terapia).
El terapeuta solo puede intentar establecer las “condiciones” capaces de provocar la reorganización, pero no
determinar ni controlar el momento en que el cliente se reorganiza ni el resultado final del proceso. Esas
condiciones consisten básicamente en la producción de acontecimientos cargados de afecto, capaces de modificar la
experiencia inmediata de modo que el cliente no puede evitar reconocerlos y autorreferírselos (cambio de la
apreciación del “yo” por el “mi”). Las perturbaciones emocionales capaces de desencadenar acontecimientos
generadores de cambio afectivo en el curso del proceso terapéutico proceden de dos fuentes básicas:
1- La mayor comprensión por el cliente de sus reglas de funcionamiento siempre discurre paralela con un grado
apreciable de modulación emocional, en la que es probable que aparezcan nuevas tonalidades de sentimiento.
Por otro lado, las modificaciones de la comprensión del cliente son hasta cierto punto motivadas por las
explicaciones que le ofrece el terapeuta (todo lo que el terapeuta dice o hace puede considerarse una
explicación).
2- La estructura y la reciprocidad del contexto terapéutico interpersonal también pueden desencadenar
perturbaciones emocionales que faciliten el desafío al punto de vista actual que el cliente tiene de sí mismo.
El requisito esencial que facilita un cambio terapéutico parece ser el despliegue simultaneo de dos procesos, cuya
intensidad y estructura varían: a) un efecto discrepante (derivado de las explicaciones del terapeuta) capaz de
suscitar una modificación apreciable del punto de vista que el cliente mantiene sobre el mismo; y 2) el nivel
sostenido de compromiso emocional en la relación terapéutica.
El enfoque terapéutico presentado requiere sesiones semanales. Toda la estrategia consta de tres fases principales:
1) Preparación del contexto clínico e interpersonal; 2) Construcción del dispositivo terapéutico; 3) Emprender el
análisis evolutivo.
ZAGMUTT, A. (2004) LA TÉCNICA DE LA MOVIOLA; LA METODOLOGÍA AUTOOBSERVACIONAL EN EL
CONSTRUCTIVISMO POSRACIONALISTA. EN TERAPIA COMPORTAMENTAL E COGNITIVO COMPORTAMENTAL ,
PRÁCTICAS CLÍNICAS ". CAPÍTULO 52. EDITORES
1. PRINCIPIOS
La Revolución Cognitiva que se inicia con los modelos de Procesamiento de la información fue un salto de magnitud
en la comprensión de la mente humana. La aplicación a la psicoterapia de sus paradigmas se expreso inicialmente en
modelos objetivistas de terapia cognitiva desde los enfoques cognitivo-conductuales herederos del conductismo,
pasando por las corrientes cognitivas y actualmente los modelos constructivistas. En esta primera fase clásica, el
centro del trabajo terapéutico se focalizaba en analizar lo correcto o incorrecto de los procesos lógicos de
pensamiento y su modificación mediante estrategias argumentativas o persuasivas. La idea básica era la de que
según piensas sientes. Las discrepancias en la aplicación de las metodologías terapéuticas cognitivas objetivistas
dieron lugar a nuevas explicaciones.
Pasamos desde estos modelos asociacionistas, cercanos a la modificación conductual a una fase conexionista que da
más importancia a los significados semánticos del paciente. Ambos estaban más interesados en las estructuras de
superficie de los procesos mentales, que en las estructuras profundas; más centrados en los efectos manifiestos o
resultados que en los procesos subyacentes a aquellas manifestaciones explícitas. Desarrollos más recientes
muestran un interés en las estructuras profundas de los procesos mentales. Son los enfoques de Constructivismo.
Tres son las características que diferencian los modelos constructivistas de los anteriores enfoques objetivistas:
- El conocimiento es activo y proactivo. El conocer no se iguala a corresponder a una verdad objetiva.
- La primacía de los procesos abstractos en el saber y el sentir. Implica que los aspectos tácitos y
apriorísticos del conocimiento contribuyen, sin especificarlo, el contenido de nuestra experiencia consciente
- El conocimiento es auto-organizado. La construcción de una realidad personal es interdependiente con el
mundo externo a la vez que subordinada a la mantención de un sentido de continuidad experiencial.
El enfoque posracionalista pertenece al espacio de la meta-teoría constructivista actual entendiendo al hombre
como sujeto epistémico en el cual los procesos de conocimiento autoorganizados, tanto a nivel tácito
(procesamiento emotivo) como a nivel explícito (procesamiento semántico), son una emergencia evolutiva que le
permite ordenar y reordenar su experiencia momento a momento con el propósito de mantener su sentido de
continuidad experiencial.
Este enfoque no se centra en la búsqueda de una verdad objetiva a la cual el paciente deba acceder por cualquier vía
para superar su irracionalidad, sino que se interesa en intervenir en los procesos de mantención de la coherencia
que sostienen la aparente irracionalidad que muestra el paciente. El posracionalismo entiende que la rigidez de los
puntos de vista del paciente corresponden a su propia viabilidad y que no tiene sentido imponerle una validez
externa que le es imposible integrar en ese momento. De esta manera, el punto de vista del paciente es válido en si
mismo y no es desafiable desde afuera de su idiosincrática forma de hacer coherente su experiencia; ya que en los
procesos de mantención de un sentido de coherencia personal no existe una lógica universal o externa, sino una
lógica auto referencial.
El posracionalismo propone un modelo evolutivo, procesal y sistémico en el cual los procesos evitatorios de
experiencias que resulten discrepantes con un viable sentido de continuidad personal son los procesos abstractos
centrales alrededor de los cuales se construirá un significado personal tácito y apriorístico que tenderá a mantenerse
por el ciclo de vida individual. Los desafios existenciales subyacentes a todo fenómeno psicopatológico se relacionan
con estas invariantes evitatorias que, al ser activadas requieren ser asimiladas de manera mas abstracta en un
sentido de si mismo cada vez más rico, complejo y articulado. Cuando estas experiencias críticas son gatilladas y no
integradas aparece la psicopatología.
El sentido unitario personal se sostiene en una tensión esencial entre procesos de mantención y procesos de cambio
alrededor de los cuales la evolución personal durante todo el ciclo vital (y no solamente durante la infancia) ocurre
en un proceso espiral sin fin de organización y reorganización de la propia experiencia en el cual se generan
momentos de discrepancia que, al no ser suficientemente resueltos, se acompañan de fenómenos psicopatológicos.
2. EL METODO
En un modelo evitatorio, el aspecto central para la mantención de un sentido de coherencia son los procesos
deautoengaño. Estos procesos permiten la exclusión de información discrepante y las operaciones distractivas (ej. el
lavado de manos del obsesivo) ante experiencias no reconocibles, las cuales amenazan la percepción actual de sí
mismo. El corazón del proceso terapéutico consiste en poder conducir la atención del paciente a aspectos de su
experiencia personal los cuales, hasta ese momento no le es posible advertir y que son los que desafian su
coherencia actual.
La operación crucial es el trabajo de investigación personal en la interfase entre la experiencia inmediata en curso,
momento a momento y el reordenamiento semántico que la sucede un segundo después.
La auto-observación como método único, se interesa en este proceso de exploración integración, conducido y
facilitado por el terapeuta y realizado por el propio paciente. No se debe confundir la auto observación
posracionalista con la introspección, la cual se interesa en los procesos de la inmediatez, ni con el automonitoreo
centrado en los aspectos explícitos de la conducta. Aquí el centro de interés es la dialéctica entre la experiencia
tácita-corporal inmediata y su reordenamiento en el lenguaje, proceso durante el cual un nivel restringe al otro
recíprocamente.
Este método requiere del terapeuta la habilidad para distinguir entre la experiencia inmediata y la explicación
cuando el paciente revisa una experiencia. El terapeuta debe ser capaz de simular la experiencia del otro, ponerse en
su lugar para ayudarlo a distinguir en la reconstrucción, lo que es su experiencia inmediata y lo que es la explicación
de la experiencia unitaria en curso.
Es necesario reconstruir el problema del paciente en forma minuciosamente secuencial tal como se haría en la
reconstrucción de una película. Se trabaja simultáneamente en dos niveles: uno donde se investiga como ocurrió la
experiencia que se está examinando y otro nivel en el cual se investiga la manera como el paciente se refiere lo que
le ocurrió. Esto con el fin generar una situación terapéutica que lleve al paciente a interesarse en investigar nuevos
puntos de vista que él pueda desarrollar ante su dificultad y no a buscar en el terapeuta soluciones externas. El
terapeuta no resuelve las discrepancias del paciente sino que genera las condiciones que posibiliten una resolución
interna de la crisis; es un perturbador estratégicamente orientado ya que debe conducir este proceso en pasos
graduales, de acuerdo a las propias capacidades del paciente.
3. LA TÉCNICA DE LA MOVIOLA
El método auto -observacional tiene como finalidad alcanzar niveles cada vez mayores de integración y complejidad
de la propia experiencia a través de pasos que van más allá del momento terapéutico. Es una invariante de la
metodología terapéutica posracionalista.
En cambio la técnica de la moviola es una estrategia específica, efectiva para desplegar la metodología auto-
observacional, pero posible de ser reemplazada o complementada por otras técnicas.
El problema que presenta el paciente hay que transformarlo en una investigación sobre los eventos que gatillan y/o
mantienen el problema. Los eventos objetivo que se investigan son reconstruidos de manera secuencial yendo hacia
atrás y hacia delante en cámara lenta en una especie de panorámica. Se va haciendo una focalización en
determinada escena (evento crítico) la cual es analizada en detalle y enriqueciendo el reconocimiento de sus
ingredientes tras lo cual es reinsertada en la secuencia narrativa con lo que esta secuencia se modifica. Las
modificaciones reconocidas en la secuencia anterior facilitan la aparición de otros detalles o ingredientes en otras
escenas haciendo cada vez más rica la articulación entre escenas. Este trabajo de revisar hacia atrás y adelante,
focalizándose en una escena en detalle y después integrarla a la secuencia se suma a poner alternativamente al
paciente desde el punto de vista subjetivo de su experiencia, con ponerlo desde el punto de vista objetivo. Esto
puede modificar la secuencia originalmente percibida, flexibilizando el punto de vista previamente sostenido por el
paciente como una verdad objetiva.
En una fase inicial el trabajo se centra en entrenar al paciente en diferenciar entre la experiencia inmediata y el
ordenamiento autorreferencial de esta experiencia. Esto se consigue haciéndole notar que se puede hacer dos
diferentes tipos de preguntas al examinar su experiencia: preguntar el por qué de lo que le ocurre (como se explica
lo experimentado) y simultáneamente preguntar el cómo fue vivida esa experiencia, a la luz los ingredientes que
pueda distinguir en ella (imágenes, tonalidades emotivas y el sentido de si mismo reconocidos). Simultáneamente se
le conduce a enfocar la experiencia examinada desde dos puntos de vista: el punto de vista subjetivo que es como se
percibe y se vive la escena en primera persona, y el punto de vista objetivo, que es como es vista la escena desde
fuera, como si fuera espectador de una obra de teatro. Desde esa perspectiva es posible inferir la experiencia interna
del personaje, a partir del papel representado por el actor, con el despliegue de conductas, actitudes, y emociones
exigidas por el guión.
La metodología autoobservacional, está diseñada para facilitar cambios de puntos de vista sobre sí mismo fundados
en la propia estructura experiencial y no en fuentes externas. Al focalizar la atención consciente en aspectos
desatendidos de su experiencia y reconocer nuevas tonalidades emotivas, antes vividas como ajenas y ahora
asumidas como propias, el punto de vista previo de sí mismo es desafiado y modificado, en un cambio en la noción
de sí mismo y del mundo más abstracto y flexible.
4. LA TERAPIA EN ACCIÓN
El proceso Terapéutico sigue un protocolo (flexible) que se desarrolla usualmente en sesiones semanales que
abarcan tres fases: Fase 1:Preparación del contexto Clínico e Interpersonal; Fase 2:Construcción del Marco
Terapéutico; Fase 3:Análisis de la Historia Evolutiva Personal
1.FASE 1: La Preparación del contexto Clínico e interpersonal
Apunta a trabajar la problemática del paciente de manera que él se lo auto-refiera como algo que pertenece
a su propio estilo de funcionamiento; una condición en la cual acepte auto-observar la manera en que organiza su
experiencia y como se la refiere. Proceso que se correlaciona con pero que es autónomo de los eventos gatilladores
de estos mismos procesos. Una condición que le permita conectar su personal manera de ser con lo que le ocurre.
Implica conducirlo a una situación que permita que el haga una opción diferente a la de atribuir externamente lo que
le ocurre, como sería el caso de atribuir al contexto físico o social o a una enfermedad física o mental, su sufrimiento.
La relación terapéutica se centra en lograr una exploración colaborativa de la experiencia del paciente y
definida como una relación de trabajo entre dos iguales , uno de los cuales es experto en la mente humana y el otro
el único experto posible de si mismo. Será un contexto en el que se desalentará la búsqueda de confirmaciones y
soluciones técnicas unilaterales y unidireccionales de terapeuta a paciente, y se alentará la exploración colaborativa
que permita construir una comprensión del problema, que por el momento no disponible y que signifique generar
puntos de vista diferentes que promuevan la aparición de otros nuevos puntos de vista de sí mismo. El foco de
interés Terapéutico cambiará desde el análisis de lo correcto de lo que le ocurre (validez) a la búsqueda de los
significados emotivos personales de lo que le sucede (viabilidad).
En esta primera esta fase, se definen las reglas relacionales que tienden a mantenerse en el tiempo dado su carácter
emotivo. Un error en la apreciación que el paciente pueda tener de su papel y del papel del terapeuta en la terapia
puede llegar a hacer imposible la condición auto-referencial requerida para que la terapia sea efectiva. Sería el caso
si el terapeuta no se mostrara suficientemente claro en la posición de que la sintomatología será afrontada
consistentemente como un asunto que tiene que ver con el estilo personal del paciente y no con aspectos de la
realidad externa a él, ya sea física, social u otras.
2.FASE 2: La segunda fase, Construir el Marco Terapéutico
Es la fase central donde se esperan cambios importantes en la sintomatología. Se desarrolla en 2 pasos:
- Primera etapa: “Enfoque y reordenamiento de la experiencia inmediata”:
Comprende normalmente sesiones semanales, cuyo objetivo es reconstruir el patrón de coherencia actual del cliente
y los modos en que el desbalance experimentado en este patrón ha suscitado los problemas a tratar. La materia
prima son los acontecimientos significativos ocurridos en la semana los que son elegidos de acuerdo a la
reformulación inicial del problema. Estos eventos son divididos en secuencias de escenas que son sometidas al
proceso auto- observacional. Se entrena al paciente a hacer distinciones en su experiencia emotiva al conducirlo a
focalizarse en algunas escenas críticas, las que se reconstruyen de acuerdo a la técnica de la moviola. El paciente es
instruido desde el inicio a enfocar en cada escena la diferencia entre la experiencia y su explicación, durante la
escena y después; introduciendo la distinción entre el "cómo" (la experiencia) y él "porque" (la explicación). El cómo
está relacionado con la construcción (ingredientes de la experiencia subjetiva (ej. patrones dinámicos de la
imaginación, tendencia a actuar, sentimientos multifacéticos, el sentido de sí mismo experimentado, etc.) y el modo
en que se produce, es decir, la situación o acontecimientos que generaron la percepción discrepante y como esta fue
reconocida.
Al final de la sesión es posible reformularle su experiencia con elementos de su propia experiencia en términos de su
sensibilidad a no calzar con las expectivas de los otros lo que es aceptado por él.
Esta es una tarea que desafia el sentido común. Es un acto que le es posible al paciente efectuar solamente
entregándole muchísimas explicaciones que le permitan superar la tendencia humana espontánea a colapsar la
experiencia inmediata y su explicación. En esta etapa el problema inicialmente planteado con una actitud
externalizadora (un problema objetivo), se comienza a entender más internamente conectado a su manera de ser
con lo que se puede orientar todo el trabajo a enfocar la discrepancia entre la experiencia inmediata y su
reordenamiento explícito, con el fin de reconstruir el patrón de coherencia entre ambos niveles de experiencia. La
idea es que el paciente tome conciencia de que sus estados emocionales expresan una construcción, que implica
procesos de auto-reconocimiento y auto referencia que son la base de sus creencias y expectativas. Conjuntamente
el paciente puede empezar a hacerse cargo de como sostiene su auto imagen actual y los patrones de autoengaño
utilizados para ello.
Particularmente en personas muy propensas a ser rígidamente definidas por los demás, se entrena al paciente en
observar la escena desde un punto objetivo, haciéndolo tomar distancia del otro. Se hace conduciendo al paciente a
hacer una simulación de la experiencia del otro como visto como uno totalmente ajeno a él. La idea es desfocalizar al
paciente desde ver la conducta del otro como información sobre sí mismo (auto-referencia para pasar a ver la
conducta del otro como información del otro. De cómo es esa persona, de cómo siente y vive, de cuáles son sus
significados y propósitos, etc. (hetero-referencia).
Este entrenamiento promueve la flexibilidad para tomar puntos de vista alternativos cuando la persona está
rígidamente clavada en un intenso momento sintomático, incomprensible en ese momento para él.
Implica cambiar el foco de atención desde las estrategias de control a las estrategias de comprensión de cómo le
ocurre lo que le ocurre. Progresivamente se torna más perceptivo para reconocer como sus estados emotivos,
originalmente inexplicables se pueden empezar a conectar con desbalances en su vida afectiva, vale decir con
conocer el modo como es afectado por cambios inadvertidos en la imagen del otro.
- Segunda etapa: La reconstrucción del estilo afectivo:
Cuando el paciente ha comenzado a advertir la conexión entre los síntomas que sufre, con los desbalances afectivos,
puede revisar los procesos de autoengaño que han sostenido una imagen de la figura de referencia sostenedora y
consistente con su sentido de sí mismo, la cual al ser desafiada ha gatillado el desbalance emocional. La
reconstrucción a través de la moviola del curso cronológico de la aparición de las perturbaciones, permite distinguir
la correlación entre el desequilibrio percibido y el cambio de imagen de la figura afectiva s ignificativa y hace más
evidente que el problema original coincide con la exclusión y el reordenamiento auto-engañoso de los sentimientos
desafiantes. Es necesario el foco de atención a la modalidad tácita con la cual el paciente construye la imagen de una
figura de apego coherente con el sentido de sí mismo, y los mecanismos de mantención que utiliza para afrontar las
discrepancias. Se comienza con un análisis detallado de la historia afectiva del cliente, en que la secuencias de
escenas significativas son pasadas repetidamente por la moviola, revisándose los siguientes aspectos:
1) Variables que subyacen en el "debut sentimental" (contexto evolutivo, actitudes personales, red social) y en
los modos en que ha sido experimentado, evaluado y auto referido. Permiten comprender los ingredientes que
han dado lugar a un definido estilo afectivo que se tenderá a mantener por el ciclo de vida. Para las relaciones
significativas, se reconstruirán aquellas escenas cargadas de afecto durante el comienzo de la relación, durante
la fase de mantención de esta y durante el proceso de término.
2) Reconstruir los criterios por los cuales él puede diferenciar las relaciones significativas de las no
significativas, en la secuencia de relaciones significativas. Estos criterios permiten destacar qué patrones de
clasificación de las parejas resultan más coherentes con el estilo de vinculación que gradualmente se ha
estructurado.
Se ha logrado una desaparición casi total de los problemas sintomáticos o perturbaciones originales con
estos nuevos niveles de auto referencia abstracta en el ordenamiento de las experiencias pasadas y presentes,
creando una nueva actitud hacia la realidad y el descubrimiento de nuevos ámbitos de experiencia.
La mayoría de los clientes prefiere interrumpir la terapia. El terapeuta en general acepta la decisión del paciente si
este desea finalizar su proceso de terapia aunque lo incentiva a continuar la exploración personal, en términos de
reconstruir el modo en que su propio camino evolutivo lo ha llevado a estructurar su propio significado personal.
3.FASE 3: Análisis de la Historia Evolutiva Personal
Implica reconstruir las experiencias inmediatas de la historia del desarrollo. Comienza con la identificación
de los acontecimientos significativos en términos de estructurar la historia evolutiva en relación a estas escenas las
cuales serán posteriormente pasadas por la moviola.
Ya al inicio de esta fase el paciente ha alcanzado nuevos puntos de vista sobre sí mismo, condición necesaria
para realizar este trabajo Terapéutico ya que no es la idea que este proceso se transforme en un simple recuento
biográfico que tienda a reconfirmar la versión habitual que el paciente tiene sobre sí mismo. En la realización de la
reconstrucción de la historia de vida, estos recuerdos suelen ser vagos e imprecisos y están superpuestos entre sí
presentando muchos menos detalles que las escenas recordadas en las etapas anteriores. El terapeuta se encuentra
con la dificultad de que el paciente ha construido una versión de su historia vital que ha estructurado a lo largo de
los años con explicaciones consistentes con la imagen construida de sí mismo. Esto hace que durante el proceso de
reconstruir las experiencias inmediatas de esta etapa de la vida sea muy probable que los recuerdos de sus
relaciones de apego, afectivamente significativas, evaluados y auto referidos engañosamente y las explicaciones
consistentes con estos recuerdos oficiales sean desafiados violentamente por la revisión en la moviola de esos
recuerdos rígidamente estabilizados.
Lo que permite al terapeuta conducir la investigación del paciente hacia estos puntos no a los confirmatorios
es el conocimiento a fondo de la vía evolutiva que caracteriza a la organización de significado personal del paciente y
los procesos de autoengaño con los que opera para mantener su coherencia.
En general los pacientes suponen que los hechos se identifican con las explicaciones más que tener
conciencia de que estas explicaciones se construyen sobre experiencias vividas. El terapeuta, realizando una
diferenciación entre experiencia inmediata y explicación reconoce las experiencias discrepantes que hay que
ordenar y reformula las discrepancias entre lo que el cliente ha dado por sentado toda su vida y que ahora parece
tan diferente.
El trabajo de recopilación de eventos significativos de la historia evolutiva se hace considerando tres etapas
madurativas. En cada una de ellas se reconstruye primero una visión panorámica que permite ubicar los sucesos
reformulados como significativos y luego el terapeuta conduce a que el paciente se focalice en cada uno de ellos
pasándolo a través de la moviola, reconstruyendo los patrones vinculares, la experiencia subjetiva que el niño tenia y
el sentido de sí mismo y del mundo experimentado.
Estas etapas madurativas son: infancia y años preescolares (0-6 años); niñez (7 y los 12); adolescencia y
juventud (13 y los 20). Aquí la técnica de la Moviola sufre una modificación: se efectúa el procedimiento regular
cambiando el enfoque desde el punto de vista subjetivo al objetivo pero en este caso se utilizan dos puntos de vista
objetivos. Uno es el punto de vista de cómo el paciente se vio desde afuera al reconstruir ese momento y el otro es
cómo se ve la misma escena mirada desde el punto de vista de quién es hoy día. El objetivo de esta etapa es
reconstruir el patrón vincular que se va construyendo durante la historia de interacciones y las experiencias
subjetivas que lo acompañan con el objeto de reconstruir el sentido de sí mismo que surge de la manera en que el
niño ve al mundo en ese momento. El paciente puede hacer un salto desde entender su vivencia como algo ya dado
a verla como un proceso auto-referencial y autoorganizado que le permite ordenar tacitamente las experiencias
pasadas y presentes en una coherencia que le di un sentido de continuidad personal.

 CARO, I. (1997). MANUAL DE PSICOTERAPIAS COGNITIVAS.

CAPITULO 25.

- NIVELES DE LA EXPERIENCIA HUMANA


Dado que sólo podemos percibir la realidad en la que vivimos desde dentro de nuestro orden perceptivo, como seres
humanos siempre nos encontramos en la inmediación de nuestra praxis continua de vida, que en este sentido
representa la condición ontológica primaria.
La experiencia humana aparece como el producto emergente de los procesos de regulación mutua en continua
alternancia entre experimentar y explicar, a través de la cual los patrones de actividad en curso (experiencia
inmediata), mediante las capacidades lingüísticas, llegan a quedar sujetos a distinciones y referencias y generan un
reordenamiento en términos de proposiciones distribuidas en redes conceptuales; este reordenamiento
(explicación) hace posible un nuevo nivel de experiencia tal como «verdadero/falso», «subjetivo/objetivo», etc. Esta
interdependencia entre lo subjetivo y lo objetivo, emoción y cognición, vivencia y explicación, etc., es constitutiva de
cualquier proceso de conocimiento humano, tal como sentimos vivos y la explicación continua de este hecho es
constitutiva de nuestra experiencia de tener un sentido de nosotros mismos.
El sistema afectivo-emocional corresponde a una percepción inmediata e irrefutable del mundo. De ahí que, desde
un punto de vista ontológico, lo que sentimientos nunca pueden estar equivocados, dado que a través de ellos
podemos experimentar directamente nuestra manera de ser, de modo que siempre somos como sentimos que
somos.
Maturana (1986), en el nivel de experiencia inmediata no es posible distinguir entre la percepción y la ilusión; ej: el
sentimiento perturbador de haber visto un fantasma es para el sujeto que lo experimenta una experiencia irrefutable;
sólo saltando al nivel de coordinación de pensamientos y acciones mediante el lenguaje podrá el individuo explicar la
experiencia vivida en términos de un truco de luz, haciéndola consistente con su evaluación presente del mundo. Los
errores sólo pueden advertirse a posteriori, y dependen del punto de vista que adoptemos como observadores al
reordenar nuestra experiencia. Cualquier reordenamiento racional-cognitivo (explicación) consiste en operar con
las coherencias de las reglas lógico-semánticas para hacer consistente el flujo de la experiencia inmediata y la
continuidad de nuestra evaluación del mundo. Si bien la vivencia parece ser una restricción necesaria para cualquier
explicación, la explicación es crucial para dar coherencia y significado al flujo de la experiencia inmediata.
Más que representar una realidad ya «dadas de acuerdo con la lógica de la correspondencia externa, el
conocimiento es la construcción y reconstrucción continua de una realidad capaz de hacer consistente la experiencia
en curso con el ordenamiento del individuo (Bruner, 1990; Mahoney, Miller y Arciero, 1995; Maturana, 1988; Miró,
1994 Winograd y Flores, 1986; Varela, 1987).
El entorno humano evolucionista y evolutivo se corresponde con una dimensión intersubjetiva (interpersonal
estructurada y hecha consistente por el lenguaje), donde cualquier conocimiento de uno mismo y del mundo está
siempre en relación con el conocimiento de los otros.
La dimensión humana de la intersubjetividad articuló aún más las capacidades ya existentes de individualización y
autorreconocimiento, acarreando la diferenciación de un sentido de uno mismo, como sujeto y como objeto. El
lenguajepermite la capacidad de establecer distinciones y referencias en el flujo de la experiencia inmediata,
haciendo posible distinguir entre la vivencia y su evaluación mediante interacciones con los otros, refiriendo lo
segundo a lo primero.
La experiencia de ser uno mismo es algo entretejida con el flujo interminable de nuestra praxis de vida, y emerge de
ella. Gadamer (1976) dice: «El sentido que tenemos de nosotros mismos no se posee: se puede decir que sucede». La
interdependencia vivencia/evaluación que subyace a la comprensión de sí mismo va unida a un proceso de
circularidad entre la vivencia de uno mismo (el «Yo» que actúa y experimenta) y el sentido de uno mismo que
emerge como resultado de la autorreferencia abstracta a la experiencia en curso (el «Mí» que observa y evalúa)
(James, 1890; Mead, 1934; Smith, 1978, 1985).
Uno mismo como sujeto («Yo») y como objeto («Mi») emergen como dimensiones de una dinámica de la identidad
personal cuya direccionalidad depende del flujo continuo de nuestra praxis de vida. El «Yo» que actúa y experimenta
está siempre un paso más allá de la evaluación de la situación, y el «Mí» que evalúa se convierte en un proceso
continuo de reordenamiento del sentido de uno mismo.
El ciclo vital individual debería considerarse como una progresión ortogenética, es decir, un proceso abierto y en
espiral en el que el reordenamiento continuo de la dinámica de la identidad personal genera la emergencia
discontinua de patrones de coherencia de significados más estructurados e integrados.
La capacidad autorreguladora en el curso de la direccionalidad ortogenética es expresado por ese particular
equilibrio dinámico conocido como «orden a través de las fluctuaciones (Brent, 1978; Dell y Goolishian, 1981;
Prigogine, 1976); es decir, los cambios continuos —tanto progresivos como regresivos, del punto de equilibrio en la
dinámica «Yo»/«Mí son la única forma de mantener la coherencia en que se construye la continuidad de la propia
experiencia, - mientras que a la vez se asimilan las perturbaciones que emergen de tal experiencia.
Variables implicadas en el proceso: el papel de la autoconciencia en la regulación y modulación de las
perturbaciones desafiantes, y el papel de la afectividad en gatillarlas.
En términos estrictamente ontológicos, ser consciente de uno mismo significa llegar a una explicación de la
experiencia en curso de ser un «Yo» único, irreductible y, a menudo, impredecible. Más que una imagen de uno
mismo vista objetivamente desde fuera, la autoconciencia sea un proceso reflexivo de autorreferir la experiencia
inmediata («Yo») que intenta amplificar los aspectos consistentes del «Mí» percibido, mientras que inhibe los que
discrepan.
Dado que el «Yo» que actúa y vivencia está siempre un paso más allá de la evaluación del «Mí», todos estamos en la
posición de vivenciar mucho más de lo que se requeriría en cada momento para mantener nuestra propia
consistencia en la situación. En consecuencia, la capacidad de manipular la experiencia inmediata a medida que se
autorreferencia y reordena se vuelve esencial para impedir la aparición en la conciencia de datos irrelevantes o que
contrasten con la evaluación escogida de la situación. No hay autoconciencia viable sin un nivel adecuado de
autoengaño. Así, el autoengañoexcesivoincrementa la incapacidad de decodificar la experiencia inmediata a niveles
críticos incontrolables; mientras que el autoengaño reducidoincrementa los procesos de autorreferencia,
alcanzando niveles de complejidad en las dinámicas de la identidad personal que sería difícil de manejar . Cualquier
individuo, a la vez que se caracteriza por tonalidades emotivas críticas de la experiencia inmediata, también esté
dotado de procedimientos efectivos de autoengaño diseñados para manipular su decodificación de forma que sea
consistente con la calidad de la conciencia alcanzada; mediante tales procedimientos, los sentimientos críticos
pueden evaluarse y hacerse inteligibles sin poner en cuestión la aceptabilidad de la autoimagen estructurada hasta
ese momento.

- Estructura y dinámica del cambio terapéutico.


El enfoque ontológico implica una transformación notable en la conceptualización del cambio y de la metodología
terapéutica con respecto a la perspectiva racionalista imperante (Balbi, 1994; Guidano, 1987, 19912, 1991b, 1995;
Mahoney, 1988, 1991, 1995; Neimeyer y Mahoney, 1995; Safran y Greenberg, 1991).
En los enfoques cognitivos racionalistas, consideran el conocimiento como la representación de un orden objetivo y
unívoco que existe independientemente de nuestro ser en el mundo, los trastornos emocionales se derivan de una
correspondencia insuficientemente válida entre las creencias individuales y la realidad externa; es decir, los
sentimientos displacenteros son indicativos de un pensamiento distorsionado de acuerdo con el bien conocido dicho
«tal como pienses, así te sentirás». La evaluación se dirige a identificar creencias «erróneas pensamientos
automáticos irracionales, comparando la conducta del cliente con un conjunto de axiomas racionales normativos
aceptados como universalmente válidos, y el principio básico gira en tomo a este tema: para modificar las emociones
perturbadoras es suficiente cambiar las correspondientes creencias irracionales a medida que salen gradualmente a
la luz.
Una supremacía racial de este estilo deriva en el establecimiento de una estrategia de autocontrol centrada en la
persuasión: el entorno operacional de este procedimiento es una confrontación dialéctica más o menos declarada,
en la que el terapeuta intenta por todos los medios a su alcance convencer al cliente de que adopte creencias más
racionales y actitudes más convenientes, a la vez que le instruye en el control y eliminación de las emociones
negativas. Si la perspectiva adoptada se centra en un orden externo objetivo e inmutable que regula
inequívocamente las tendencias y el sentido de las empresas humanas, la relación terapéutica es un instrumento,
más o menos autoritario, para el restablecimiento de este orden.
Por otra parte, si el reordenamiento de la realidad en la experiencia personal es ontológicamente una construcción
autorreferente, no podemos esperar identificar ningún punto de vista objetivo externo desde el cual evaluar el grado
de racionalidad y validez de la conducta problemática mostrada. La racionalidad es relativista y permite una
definición del grado de adecuación de una actitud dada si ésta es referida al significado personal específico que la
generó o al que pertenece.
Mediante un proceso continuo de reordenamiento de la experiencia inmediata («Yo») en un sentido consciente de sí
mismo y del mundo («Mf»), cada şujeto es capaz de estructurar una demarcación estable y a la vez dinámica entre lo
que es real y lo que no lo es en su praxis de vida. Sin embargo, mientras que la modulación emocional aportada por
el «Yo» que experimenta puede exceder un cierto umbral, cuando entra y sale del foco de la conciencia, las
posibilidades efectivas de que se reconozca y se evalúe como de uno mismo consciente («Mi) dependen de las
capacidades abstractas de autorreferencia que se hayan estructurado hasta el momento. Una modificación
terapéutica significativa coincide con un cambio en la evaluación del «Mi respecto al «Yo que experimenta -
reordenamiento de la experiencia inmediata en el que los afectos negativos que se percibían como «extraños» e
«irreales» pasan a ser evaluados como emociones personales «reales» y autorreferidas al propio sentido consciente
de continuidad y unicidad.
La estructura y calidad del cambio depende en gran medida del nivel y la calidad de la autoconciencia que el sujeto
aporta al proceso de reordenamiento. Más que un rayo de luz que revela una configuración ya dispuesta de
elementos, reconociendo su presencia, la conciencia es un ordenamiento constructivo autorreferente que limita la
forma en que asumirá la experiencia personal. Para llegar a un cambio en la evaluación del «Mí» respecto al «Yo»
vivencial capaz de producir una asimilación viable de los sentimientos perturbadores, es necesario producir cambios
progresivos en los patrones de autoconciencia, incrementando la comprensión del cliente de la forma en que ordena
el flujo de la experiencia.

La autoobservación es el método esencial para llevar a cabo tanto la evaluación como la intervención en cuanto
permite la reconstrucción de los acontecimientos de interés terapéutico, operando en la interfase entre la
experiencia inmediata y su reordenamiento explícito. Permite el análisis de ambos niveles de procesamiento así
como de la relación existente entre ellos. Se diferencia de la introspección (asociación libre) en la que se privilegia el
primer nivel, y de las técnicas de automanejo (detección de pensamientos automáticos) en las que se privilegia el
segundo nivel.
El rasgo crucial que caracteriza la actitud del terapeuta en el método de autoobservación está constituido por la
capacidad de diferenciar entre experiencia inmediata y su explicación.
En consecuencia, mientras evalúa una situación determinada (disputa conyugal), el terapeuta no debería focalizarse
sólo en la forma en que el cliente habla de lo que sucedió; al contrario, mientras reconstruye el acontecimiento con
la misma meticulosidad con que se construiría la escena de una película, debería ser capaz de cambiar
continuamente su foco de un nivel al otro:
1. Cómo se produjo la experiencia del cliente en la situación (ej: percepción de la discrepancia en la actitud del
cónyuge, cómo se sintió la discrepancia para que provocase cólera, la experiencia de la cólera y sentimientos
asociados, los efectos emocionales de llegar a darse cuenta de estar con cólera).
2. Cómo se autorefiere y explica el cliente lo que sucede en la situación (ej: razones contingentes adoptadas
para la disputa que excluyan o al menos reduzcan la propia responsabilidad en ella; explicaciones de su con
ducta agresiva en términos de rasgos de personalidad o disposiciones; interfe rencias sobre las intenciones y
estados anímicos del cónyuge).
Una distinción básica entre los dos niveles es que el segundo tiene valor de verdad, mientras que el primero no. Es
decir, la experiencia inmediata expresa la forma inevitable de ser-en-el-mundo y, como tal, nunca puede ser
errónea, mientras que las explicaciones, al pertenecer a un metanivel semántico, pueden resultar erróneas al
compararse con la experiencia inmediata que intentan explicar. Incluso si las explicaciones y razones adoptadas
resultan ser irrelevantes e inconsistentes con respecto a la situación vivencial, el terapeuta no debería limitarse a
criticar la irracionalidad de ciertas actitudes y a sugerir otras más adecuadas. De hecho, experimentar cólera como
respuesta a una provocación mínima es un «hecho», y debería conducir al terapeuta a una investigación más
profunda de la estructura de la relación y la calidad de la reciprocidad emocional.

- EL PROCESO TERAPÉUTICO
Se entrena al cliente a que utilice el método de la autoobservación para que discrimine entre la experiencia
inmediata y las reflexiones cognitivas y evaluacionespost hoc, así como para que establezca un patrón de
comunicación consistente y coherente entre el «Yo que experiencia y el «Mí que evalúa».
Utilizamos una metáfora cinematográfica para estructurar el proceso de observación del sí mismo la técnica de la
moviola—. Como si estuviera en una sala de edición, se entrena al cliente para dividir una experiencia particular en
una secuencia de escenas («visión panorámica»), enriqueciendo los detalles de cada escena con aspectos sensoriales
y emocionales («reducción»), y finalmente, reinsertar la escena, ya enriquecida, en la secuencia de la historia
(«ampliación»). Cuando el cliente se ve a sí mismo, tanto desde un punto de vista subjetivo (al analizar la escena en
primera persona) y la perspectiva objetiva (analizar la escena en tercera persona, desde la perspectiva de un
observador), el cliente comienza a construir nuevas abstracciones sobre el sí mismo:
... ver de forma repetida la misma escena cargada de afecto, en cámara lenta, avanzando y retrocediendo desde
muchos puntos de vista, modifica cómo la situación es evaluada y autorreferida, con el cambio consiguiente en la
relación actual entre la memoria «episódicas y la «semánticas ... todo esto se traduce en un replanteamiento de la
misma escena que hace surgir otrastonalidades de sentimiento. Mientras dicha flexibilidad aumenta, se va
desafiando el punto de vista usual sobre uno mismo («Mi), de forma que entran en escena los aspectos del «Yo» que
experimenta (Guidano, 19919, págs. 105-106).

El proceso de autoobservación se lleva a cabo, progresivamente, a lo largo de 3 fases terapéuticas:


1. Fase enfoque y reordenamiento de la experiencia emocional continúa
El terapeuta utiliza la técnica de la moviolapara guiar la observación del cliente de sus experiencias vitales presentes,
preocupantes. A través de este proceso, y paso a paso, el cliente comienza a diferenciar entre el «cómo»
(«experienciar») y el «porqué» (explicar) de sus acontecimientos perturbadores, pudiendo incluso empezar a referir
el último al primero. La meta alcanzar un reordenamiento significativo de las experiencias perturbadoras del cliente
que le permite conocer como propio un gran espectro de tonalidades de sentimientos así como las dinámicas de su
coherencia intema.
2. Fase-reconstrucción del estilo afectivo del cliente
Autoobservación detallada (técnica de la moviola) de la historia afectiva del cliente, destacando 3 aspectos centrales:
a) experiencia del «debut sentimentales; b) secuencia de relaciones afectivas significativas a lo largo del curso vital; y
c) proceso que medio en el inicio, mantenimiento y terminación de cada relación. Todos estos aspectos se elaboran
en términos de la experiencia del cliente, su evaluación y su autoreferenciación. El cambio en el punto de vista de
uno mismo produce la aparición de nuevos niveles de autoreferenciación abstracta para ordenar experiencias
pasadas y presentes, y una nueva actitud hacia la realidad con el descubrimiento de nuevos campos experienciales .
Este proceso permite una autoorganización mucho más integrada y se acompaña usualmente por una total
desaparición de los trastomos originales.
3. Análisis evolutiva
Ampliar el proceso de autoobservación a todo el curso vital para poder reconstruir el sendero personal de la
organización actual de significado personal. A través de 4 periodos de vida:
a) la infancia y años pre escolares;
b) niñez;
c) primera adolescencia y pubertad;
d) adolescencia tardía y juventud.
En primer lugar, el terapeuta desarrolla, para cada periodo de vida, una reconstrucción general de ese periodo;
después, tras identificar las escenas específicas prototípicas emocionales, el terapeuta somete esas escenas, de
nuevo, a la técnica de la moviola.
Hacer que los clientes vayan hacia delante y hacia atrás a lo largo de su historia evolutiva inicia un reordenamiento
significativo de las experiencias críticas inmediatas. Tiene como consecuencia un reordenamiento del recuerdo de
esas experiencias y un mayor nivel de distanciamiento y descentramiento de las tonalidades afectivas recurrentes
que son una parte integral de los patrones continuos de autoobservación.

CAPÍTULO 26.

EL PROCESO TERAPÉUTICO EN LA TERAPIA COGNITIVA POSRACIONALISTA(Juan Balbi)


LAS FASES DEL PROCESO PSICOTERAPÉUTICO. DESARROLLO DEL TRATAMIENTO DE UN CASO CLÍNICO
((DA LAS FASES EN EL CASO GISELLA, NO LAS EXPLICA)) (Las fases del proceso terapéutico están bien explicadas en el
texto de Neimeyer Y Mahoney)

CONCEPTOS A DESTACAR
Autoobservación: método por el cual el paciente, al observar su propia experiencia inmediata, accede al
conocimiento del modo con el que organiza su significado personal. Perturbador emocional: papel asumido por el
terapeuta en el contexto clínico e interpersonal de la terapia cognitiva pos racionalista con el fin estratégico de crear
discrepancia en el paciente.
Reconstrucción: procedimiento terapéutico mediante el cual el paciente, guiado por el terapeuta, reconstruye
durante las sesiones el modo en que experimentó, evaluó y se autorrefirió un evento emotivo.
Técnica de la moviola: procedimiento por el cual, a través de una metáfora cinematográfica, el terapeuta guía al
paciente durante las reconstrucciones de experiencia inmediata.
Heterorreferencialidad: procedimiento autoobservacional alternativo que el terapeuta propone al paciente durante
la segunda fase de la terapia con el fin de aumentar la flexibilidad de éste en el modo de ordenar su significado
personal.

NEIMEYER, R.;MAHONEY, M. (1998). CONSTRUCTIVISMO EN PSICOTERAPIA. BARCELONA: PAIDÓS.

CAPÍTULO 6: LA AUTOOBSERVACIÓN EN LA PSICOTERAPIA CONSTRUCTIVISTA

Vittorio E Guidano

La autoobservación es el método esencial para llevar a cabo las principales tareas de la evaluación e intervención en
la psicoterapia constructivista. La autoobservación proporciona la materia prima necesaria para la re construcción de
los acontecimientos de interés terapéutico, y opera en la interconexión entre la experiencia inmediata y la
explicación simbólica. Permite la exploración y el análisis de tres niveles de procesamiento: la conciencia inmediata,
las explicaciones mediatas y la relación dinámica y siempre en evolución entre estos contrastes básicos. Por lo tanto
la autoobservación se diferencia claramente de la introspección (por ejemplo, la técnica de asociación libre) en la
que tiene privilegio el nivel inmediato y de las técnicas de autocontrol (por ejemplo, la detención de pensamientos
automáticos) en las que tiene privilegio el nivel explícito.

El rasgo crucial que caracteriza la actitud del terapeuta en la autoobservación es su capacidad para diferenciar entre
la experiencia inmediata y su explicación más reflexiva. Esta es, ciertamente, una de esas tareas que resulta más fácil
de asignar que de realizar. Aquí el terapeuta se enfrenta al bien conocido problema de distinguir entre hechos y
teoría.
Las teorías científicas se sostienen con diferentes grados de confianza, y un principio esencial de la ciencia es que las
teorías nunca se pueden probar totalmente. Éste no es el caso de la experiencia consciente. Que experimentemos el
color no es una idea que se sostenga con diferentes grados de confianza: es un hecho de la experiencia humana.
Todas las experiencias conscientes son hechos y representan las únicas cosas de las que podemos estar seguros.

La cuestión que hay que tener en mente es que los <<hechos>> corresponden a la experiencia inmediata del cliente,
mientras que su explicación y razonamiento son formas de auto referir los hechos para hacerlos comprensibles. En
consecuencia, mientras evalúa una situación determinada (por ejemplo, una disputa conyugal), el terapeuta no
debería centrarse sólo en la forma en que habla el cliente sino en lo que sucedió; todo lo contrario, mientras
reconstruye el acontecimiento con la misma meticulosidad con la que se construiría la escena de una película,
debería ser capaz de cambiar continuamente su objetivo de un nivel al otro.

En el primer nivel el terapeuta considera cómo se produjo la experiencia del cliente en la situación . En el caso de la
pelea conyugal, significaría considerar aspectos como la percepción de la discrepancia en la actitud del cónyuge,
cómo se sintió dicha discrepancia cuando provocó rabia, la experiencia de la rabia y los sentimientos asociados, los
efectos emocionales de ser consciente de sentir rabia, etc.

En el segundo nivel el terapeuta pregunta cómo autorrefiere y explica el cliente lo que ocurre en la situación. Se
pueden considerar, por ejemplo, las razones contingentes adoptadas para la discusión que excluyan, o al menos
reduzcan, la propia responsabilidad; las explicaciones de su conducta agresiva en términos de rasgos de personalidad
o disposiciones; o inferencias sobre las intenciones y estados de ánimo del cónyuge.

La distinción básica entre los dos niveles no es que el segundo tiene valor de verdad mientras que el primero no. La
experiencia inmediata simplemente expresa la forma inevitable de ser en el mundo y, como tal, nunca puede
confundirse. Las explicaciones, al pertenecer a un meta nivel semántico, pueden resultar erróneas al compararse con
la experiencia que intentan explicar. Así, en el ejemplo de la discusión, incluso si las explicaciones y razones
adoptadas resultan ser irrelevantes e inconsistentes con respecto a la situación vivencial, el terapeuta no debería
limitarse a suponer que su principal responsabilidad profesional es sugerir interpretaciones más acertadas o
satisfactorias para las crisis evolutivas del cliente. La responsabilidad del terapeuta constructivista es crear un
contexto inter personal seguro para la exploración de posibilidades. Esto es importante porque diferentes clientes
exploran a ritmos diferentes y a través de diferentes patrones de desarrollo.

LA TÉCNICA DE LA MOVIOLA

Ahora se verán los aspectos esenciales de la autoobservación y en las instrucciones básicas que se dan al cliente. En
primer lugar, hay que empezar por un acontecimiento o serie de acontecimientos que se puedan analizar
detalladamente. Cualquier problema que presente un cliente se puede reformular en términos de los
acontecimientos que lo produjeron o lo mantuvieron. Al adoptar una especie de «lenguaje cinematográfico»,
debido a su familiaridad, el terapeuta reconstruye con el cliente la sucesión de escenas que constituyen el
acontecimiento investigado. Entonces, como si se estuviera en un estudio de montaje, se entrena al cliente a «ver en
panorámica» la sucesión de escenas, yendo hacia atrás y hacia delante a cámara lenta, aproximando una escena a
modo de zoom para enfocar un aspecto concreto, alejándola con el zoom para reinsertarla enriquecida con nuevos
detalles otra vez en la secuencia, etc., un proceso al que yo llamo la técnica de la moviola. Siempre que se inserta
una escena enriquecida con detalles en la secuencia, ésta cambia, adoptando nuevas connotaciones y permitiendo el
surgimiento de más detalles en otras escenas. Secuencialmente, esto se podría exponer de la siguiente manera:
véase escena 1, escena 2, escena 3, escena 4 y escena 5; zoom de aproximación/alejamiento para conseguir una
perspectiva privada y cercana versus una social y distante; y tener una visión panorámica. Como se ve, el
procedimiento básico es bastante simple. Sin embargo, debería quedar claro que la autoobservación es
esencialmente un método y puede llevarse a cabo a niveles aún más estructurados a medida que se avanza a través
de las fases de la psicoterapia constructivista y las habilidades de autoobservación del cliente se vuelven más
eficientes y articuladas.
En las fases iniciales de la terapia constructivista, cuando es necesario guiar al cliente hacia una comprensión y
apreciación de la diferencia entre la experiencia inmediata y su autorreferencia y explicación, el análisis escénico
básico consiste en: a) reconstruir los patrones de experiencia inmediata que se produjeron en la situación,
enfatizando la fenomenología con creta y detallada; y b) volver a examinar las emociones experimentadas
conscientemente a medida que el cliente vuelve a vivenciar la situación y especula respecto a las reglas de
interpretación según las cuales la situación produjo esas emociones. Estos aspectos se pueden reconstruir
directamente a partir de la información del cliente.

Además de considerar cómo hablan consigo mismos o con los demás de sus emociones y cómo las conceptualizan
después de un acontecimiento, se debería enseñar a los clientes a centrarse en la estructura de su experiencia
inmediata tal como ocurrió en el curso de la situación perturbadora. Una manera sencilla de hacer esto es señalar
que, al investigar una experiencia emocional, hay dos tipos de cuestiones que se pueden explorar: a) el porqué de
esa experiencia, que aporta datos sobre cómo se autorrefiere y se explica la persona lo que sintió; y b) el cómo de la
composición de lo que sintió, es decir, su estructura (por ejemplo, modulación de la imaginería, tonalidades afectivas
básicas y sentimientos relacionados, sentido del sí mismo). Si asumimos que el terapeuta debería poder hacer esta
diferenciación en sus propias experiencias emocionales, debería ser capaz de guiar a los clientes para cambiar su
punto de vista del porqué al cómo, mientras se reconstruye el tipo de dificultad experimentada en dicho cambio.

En el momento en que comienza esta diferenciación, los clientes pueden empezar a verse a sí mismos desde dos
puntos de vista alternativos: representando la escena en primera persona (punto de vista subjetivo) y
contemplándose desde fuera de la escena (punto de vista objetivo). La flexibilidad del cliente para diferenciar entre
subjetivo-objetivo incrementa las posibilidades de reconstrucción de la experiencia inmediata dado que, desde un
punto de vista objetivo, el cliente es ahora capaz de establecer inferencias sobre la posible estructura del punto de
vista subjetivo experimentado en la situación. Esto es más o menos lo que sucede cuando uno piensa en una escena
de una película: a partir de las palabras y acciones de un personaje se intenta reconstruir sus estados anímicos,
motivaciones afectivas, intenciones secretas, etc.

Este mismo procedimiento se puede usar también en fases más avanzadas de la terapia constructivista, cuando se
emprende la reconstrucción de la historia evolutiva. Debido a que en esta fase el cliente tiene habilidades más
avanzadas, la reconstrucción del punto de vista subjetivo según el cual se ha experimentado el acontecimiento a
cierta edad puede llevarse a cabo desde dos puntos de vista objetivos diferentes: a) tal como uno se hubiera visto a
sí mismo como un «observador desde fuera» a esa edad; y b) tal como uno se ve a sí mismo ahora, desde fuera,
centrándose en aquella edad. Como se ve, más que la simple modificación de maneras de pensar juzgadas erróneas,
el aspecto esencial del método de autoobservación constructiva consiste en la adquisición gradual por parte del
cliente de un grado apreciable de flexibilidad en la evaluación de las dinámicas del sí mismo. Tanto el aumento de la
apertura emocional y de la autorrevelación (centrarse en la experiencia inmediata) como la posibilidad de ser
capaz de verse a sí mismo desde la distancia simbólica de otro observador hipo tético modifica inevitablemente el
sentido actual del sí mismo. Además, ver repetidamente la misma escena cargada de afecto a cámara lenta (yendo
hacia atrás y hacia delante desde muchos puntos de vista) produce una modificación en la manera en que se evalúa
y autorrefiere dicha escena, con un cambio consecuente entre la memoria «episódica» y «semántica.
Inevitablemente, todo esto se traduce en un reencuadre de la misma escena, que provoca el surgimiento de otras
tonalidades afectivas. De aquí que, a medida que se incrementa dicha flexibilidad, el punto de vista habitual sobre
uno mismo (mi) se cuestiona gradualmente y pueden aparecer en la imagen nuevos aspectos del yo que se
experimenta.

Por lo tanto, el efecto terapéutico básico resultante del incremento de la flexibilidad en las dinámicas del sí mismo
consiste en un cambio gradual de la evaluación del yo y del mí, unido a un grado consistente de reestructuración
emocional. Es decir, se reconocen y autorrefieren nuevas tonalidades afectivas en la continua experiencia inmediata
y, por lo tanto, se convierten en ingredientes esenciales en el rango percibido de emociones conscientes.

EL PROCESO TERAPÉUTICO
El enfoque terapéutico normalmente implica sesiones semanales. La estrategia en conjunto consiste en tres fases
principales que siguen esta secuencia:

 Fase 1: preparación del contexto clínico e interpersonal.


 Fase 2: construir el contexto terapéutico.
 Fase 3: realizar el análisis evolutivo.
Desde luego, la terapia es un proceso inherentemente complejo y multidireccional que se desenvuelve
simultáneamente a varios niveles. Por esta razón, el intento de identificar una secuencia de fases donde de hecho
hay una red de procesos interconectados es un artificio explicativo destinado a ejemplificar una práctica operativa.

Fase 1: Preparación del contexto clínico e interpersonal

Ésta es la fase correspondiente a las sesiones iniciales, que dura normal mente un mínimo de 1-2 sesiones y un
máximo de 7-8. El inicio suele venir marcado por la clásica pregunta: «¿Cuál es el problema que le trae aquí?», y el
cliente suele contestar presentando su imagen clínica. En este punto, afrontando la serie de trastornos que ha
descrito el cliente, el terapeuta debe llegar a una reformulación del problema presentándolo en términos que
permitan operar en la interconexión experimentación-explicación (método de autoobservación) y excluyendo al
mismo tiempo interpretaciones basadas en nociones de enfermedad que impliquen una atribución causal externa.
La operación básica consiste por lo tanto en redefinir el problema presentado como interno (es decir, sentimientos
inherentes a la propia forma de ser que adquieren cualidades perturbadoras porque no son suficientemente
reconocidos y explicados) como opuesto a la definición externa que, normalmente experimenta y exhibe el cliente
(como cuando ve sus síntomas como extraños o impuestos más que conectados con su forma de ser).

Al terapeuta no debería importarle la corrección o veracidad de las afirmaciones del cliente, evitando así entrar en
discusiones en este terreno. Cuando se trabaja hacia una reformulación, el terapeuta empieza definiendo el
contexto interpersonal como de colaboración recíproca y la relación terapéutica como herramienta de exploración
para construir una comprensión que no está disponible de momento, empezando así a cuestionar la expectativa
habitual del cliente de encontrar en la terapia un lugar en el que se le reafirme y se le den soluciones técnicas (la
búsqueda común de una solución externa). De esta manera, en vez de centrarse en la validez de los contenidos
expuestos por el cliente, el terapeuta empieza a investigar, junto con el cliente, el significado global, in tentando
construir un punto de vista suficientemente nuevo y viable que traslade el objetivo del cliente a otros aspectos del sí
mismo.

Por ejemplo, el problema que muestra el cliente fóbico habitual se experimenta como «<extraño» (es decir, con
ataques de pánico que se producen como crisis somáticas impredecibles) y atribuido a una causa externa (por
ejemplo, una enfermedad cardíaca). Al reconstruir, mediante la técnica de la moviola, las características de los
ataques de pánico, el cliente empieza a dar se cuenta de que no se producen <<al azar» de forma extraña e
impredecible sino que parecen producirse en dos campos básicos de la experiencia: en situaciones percibidas como
restrictivas, es decir, que limitan la propia libertad de movimiento (por ejemplo, embotellamientos, ascensores,
lugares llenos de gente, autobuses o metros de los que no se puede escapar a voluntad), o en situaciones marcadas
por la ausencia de una compañía fiable en las in mediaciones y que se perciben como fuente de desprotección (por
ejemplo, estar solo en casa o en un lugar público donde no hay nadie conocido).

A través de dicha re formulación se hace posible definir un contexto de autoobservación para la siguiente fase de la
terapia: enfocar en la moviola el cómo y el cuándo de todas las percepciones de peligro y miedos relacionados que
tiene el cliente, reconstruyendo también todas las sensaciones de constricción y desprotección. La tendencia de la
reconstrucción no es tan lineal como podría y, además, se puede interrumpir muchas veces por peticiones de
reafirmación y por intentos más o menos explícitos por parte del cliente de desviar la atención hacia temas como la
enfermedad, los medicamentos, etc. El terapeuta constructivo no debería rechazar la petición de afirmación ni
criticar estas peticiones sino emplearlas para hacer avanzar proceso. De aquí que mientras aporta la reafirmación
debe señalar al cliente cómo esos cambios repentinos en el de hablar de sí mismo y de estados anímicos a hablar en
términos de enfermedades y de curación, muestran una actitud curiosa de extrañamiento hacia sus propias
emociones que debería enfocarse gradualmente en los próximos pasos y reformularse igual que se hace con otros
aspectos del problema.

Finalmente, es interesante observar que, a diferencia de otras fases posteriores, estas primeras sesiones son básicas
porque no permiten ningún tipo de error. Las fases posteriores de la terapia, aunque son más largas y más
exigentes, permiten al terapeuta equivocarse sin tener consecuencias tan graves porque ya se ha establecido la
relación. De hecho, cualquier error en la fase inicial de la terapia se refleja en la propia estructura del con texto
relacional-emocional en proceso de formación y puede tener efectos duraderos en el tiempo. De forma análoga a lo
que sucede en la formación de cualquier vínculo significativo, durante la fase 1 se definen gradualmente (de forma
implícita, como en cualquier relación afectiva) los roles y reglas relacionales que limitan la estructura de la relación a
partir de ese momento.

Fase 2: Construir el contexto terapéutico

Ésta es la fase central de la estrategia terapéutica, en la que suele darse una remisión bastante estable, y a menudo
completa, de los trastornos iniciales. Esquemáticamente, consta de dos etapas consecutivas cada una de las cuales
abarca un mínimo de 3-4 meses y un máximo de 7-8. En la primera de ellas el objetivo principal se centra en
reordenar los patrones de experiencia inmediata. En la segunda el énfasis se dirige a la reconstrucción del estilo
afectivo del cliente. Se van a tratar las dos etapas:

- Enfoque y reordenamiento de la experiencia inmediata


Esta primera etapa de la fase 2 viene a continuación de la fase 1 y puede durar de 4 a 8 meses. Empieza con la
petición del terapeuta de centrar se en los acontecimientos de una semana que ambos han elegido como
significativa en las sesiones anteriores, basándose en su trabajo y en la re formulación del problema. Continuando
con el ejemplo del cliente fóbico, los acontecimientos en los que cabrá centrar el enfoque serán todas las situaciones
semanales capaces de provocar sentimientos, aunque sean mínimos, de constricción y desprotección. El objetivo
será reconstruir su hipersensibilidad e inclinaciones hacia esos campos experienciales específicos.

Durante las sesiones iniciales de esta fase es absolutamente esencial que el terapeuta dé instrucciones
repetidamente al cliente para usar la técnica de la moviola en cada escena y para centrarse en la diferencia entre la
experiencia inmediata y la explicación de la misma, durante y después de cada escena. A los clientes no les resulta
fácil aprender a hacer esta diferenciación, aunque sólo sea porque este proceso es muy diferente de su manera
habitual de vivir y pensar en sí mismos. El terapeuta, al aportar todas las explicaciones necesarias para llevar a cabo
la reconstrucción gradual, debe entrenar constantemente al cliente para que sea flexible a la hora de cambiar de
punto de vista del porqué al cómo, mientras se comentan las dificultades que tiene el cliente al hacer este cambio.
En el cliente fóbico, las dificultades derivan de su lectura sensorial de la experiencia subjetiva, hasta el punto de que
cualquier estado emocional se percibe únicamente en términos de reacciones fisiológicas (taquicardia, dificultades
respiratorias, etc.) haciendo difícil (si no fenomenológicamente imposible) diferenciar los sentimientos de las causas
o síntomas físicos.

Uno suele darse cuenta de que los clientes son capaces de poner en práctica la diferenciación experiencia-
explicación cuando, después de aplicarlo correctamente (más o menos) durante la semana, empiezan a centrarse
más en su experiencia subjetiva y amplían gradualmente estas diferenciaciones a otros dominios. En el ejemplo del
cliente fóbico, este mayor enfoque tiene su paralelismo en una mayor capacidad para diferenciar qué situaciones
externas provocan sentimientos de constricción o desprotección. Más allá del dominio sensorial, el cliente empieza a
reconocer otros aspectos de sus sentimientos perturbadores. Por ejemplo, el cliente puede empezar a darse cuenta
de que no es que sus respuestas sean simples y automáticas ante situaciones externas «objetivamente» peligrosas,
sino que esas respuestas (que él/ella experimenta como perturbadoras) tienen una especie de oscilación rítmica
diaria: quizá surgen cuando salen de casa (desprotección) o cuando vuelven (constricción). Por lo tanto, sus
sentimientos están, en cierta manera, contectados con la actividad y con su manera de experimentar los contextos
afectivos de referencia.
El cliente ya ha pasado de una actitud originada externamente a otra de origen más interno: ha pasado de padecer
un problema objetivo a ver que el problema consiste en cómo controla o participa en su propia experiencia
subjetiva. Este proceso esta evidenciado por una capacidad cada vez mayor para enfocar sentimientos críticos y va
unido a un distanciamiento creciente de la inmediatez de la experiencia, que a su vez aumenta la capacidad de
enfocar. Mediante la técnica de la moviola, el cliente cambia su objetivo progresivamente hacia la discrepancia que
sur ge entre la experiencia inmediata y su reordenamiento explícito, con el objetivo consensuado de construir el
patrón de coherencia del que depende. De nuevo, en el caso del cliente fóbico, el trabajo pendiente en esta etapa
consistirá esencialmente en reconstruir el proceso de cómo los patrones de autoengaño que mantienen su
autoimagen le impiden reconocer un cambio en su forma de experienciar su contexto marital y familiar.

En este punto, normalmente entre unos 4 y 8 meses después de empezar la terapia, los clientes han sufrido un
cambio notable en la visión que tienen de sí mismos acompañada, es de esperar, de una remisión remarcable de los
síntomas que les trajeron a terapia. Este cambio (en la evaluación que hace el mí del yo) acarrea un reordenamiento
de la experiencia inmediata acompañado de un primer nivel de reestructuración en el rango de emociones que se
pueden percibir. Además de reconocer y autorreferir los sentimientos que antes se omitian o excluían de la
conciencia, el cliente es ahora capaz de centrarse en estados emocionales más complejos y de percibir la conexión
entre diferentes sentimientos y afectos, tales como la relación concurrente entre apego, miedo y enfado. De hecho,
en el curso del trabajo realizado en esta etapa hay una reformulación implícita del problema original en el sentido de
que los clientes se vuelven progresivamente más capaces de darse cuenta de cómo están interconectados los
estados emocionales básicos con un desequilibrio percibido en la relación afectiva experimentada como una parte
esencial de su estructura vital actual.

- Reconstrucción del estilo afectivo del cliente


La segunda etapa de la fase 2 en la psicoterapia constructiva puede durar de 3 a 7 meses, y se asocia de manera más
característica con el trabajo terapéutico desde el 6° mes hasta el 11° mes. El terapeuta empieza esta etapa haciendo
explícita la reformulación alcanzada y destacando la correlación entre el desequilibrio afectivo percibido por el
cliente y los cambios concurrentes en la imagen que tiene de sí mismo o de otras personas significativas. Así, se
vuelve cada vez más evidente que el problema original estaba asociado con el reordenamiento auto engañoso de los
sentimientos cuestionadores provocados por una oscilación afectiva considerable. También es importante en este
punto cambiar el objetivo del trabajo terapéutico para observar cómo construye el cliente la imagen de una figura de
apego que sea coherente con su sentido de sí mismo. Además, es importante tratar las estrategias que usa el cliente
para afrontar cualquier discrepancia que pueda ocurrir. El terapeuta puede empezar a analizar el estilo afectivo del
cliente, reconstruyendo con él/ella los patrones recurrentes de coherencia que subyacen a su unidad y continuidad
y, por lo tanto, amplían el objetivo de la exploración y el alcance de la comprensión en las prácticas auto
observacionales.

La reconstrucción de los estilos afectivos absorbe toda la segunda etapa y empieza con un análisis detallado de la
historia afectiva del cliente. Se deberían investigar varios aspectos de esta historia. Son de particular importancia las
variables que subyacen al «estreno sentimental» en relación a la figura de apego inicial y la forma en que la
experimentó, valoró y autorrefirió el cliente cuando era niño. Entre dichas variables estarían el contexto evolutivo,
las actitudes personales y la red social. El estreno sentimental es importante porque corresponde a una especie de
«ensayo general» en la carrera potencial de construcción de relaciones afectivas.

También es importante la secuencia de relaciones significativas que han tenido lugar desde la relación de ensayo.
Una revisión de este tipo puede permitir que el cliente reconstruya los criterios significativos que utiliza para
diferenciar entre relaciones significativas y no amenazantes. Dichos criterios permiten destacar qué patrones de
emparejamiento fueron más consistentes con el estilo de vinculación que se estructuró gradualmente. También es
importante que el cliente examine cómo se han formado, mantenido y roto todas las relaciones significativas, así
como la mane ra en que se han experimentado, valorado y autorreferido. Al hacerlo, es posible revelar la coherencia
que muestra el estilo afectivo del cliente, es decir, cómo produce este estilo experiencias emocionales recurrentes
que confirman y estabilizan su sentido de sí mismos.

Al pasar por la secuencia de escenas significativas que caracterizan cada relación mediante la técnica de la moviola,
el cliente es capaz de re construir gradualmente las tramas invariantes que unifican y dan continuidad a su
<<trayectoria» afectiva. En el caso del paciente fóbico, esta trama podría conectar la valoración de que el apego
primario satisface una necesidad de protección que se experimenta con una necesidad igualmente fuerte de
independencia. Tan pronto como esta sensación o necesidad de protección va más allá de cierto límite, los
sentimientos de constricción y la necesidad de independencia pueden provocar procesos que deterioren la situación
o el apego.

Ir atrás y adelante en los acontecimientos básicos con la técnica de la moviola para estudiar la formación del estilo
afectivo del cliente provoca un reordenamiento gradual de las experiencias inmediatas acompañado de un
reencuadre de esos mismos acontecimientos. Esto, a su vez, provoca un cambio aún más apreciable en el punto de
vista que tiene el cliente sobre sí mismo (un cambio en la valoración que el mí tiene del yo) esta vez, sin embargo, a
un segundo nivel más complejo de reestructuración de las emociones perceptibles. Básicamente, ahora el cliente
puede reconocer y apreciar cómo se combinan y recombinan los diferentes estados emocionales a medida que
establece vínculos afectivos. El cliente empieza también a apreciar cómo la percepción de otra persona significativa
regula e influye en su autopercepción. Por otra parte, ahora el cliente está preparado para experimentar cómo estas
recombinaciones y percepciones de los otros significativos se desenvuelven para crear un patrón de coherencia
cuyas huellas ahora resultan discernibles desde períodos evolutivos tempranos.

Este tipo de cambio en el punto de vista sobre uno mismo, además de ir acompañado de una desaparición
prácticamente total del trastorno, provoca el surgimiento de nuevos niveles abstractos de autorreferencia en el
ordenamiento de las experiencias pasadas y presentes. Y quizá más importante, esta nueva perspectiva personal
provoca una actitud diferente hacia la realidad con el descubrimiento de nuevos campos experienciales. Por lo tanto,
se puede entender que más de la mitad de los clientes prefieran detenerse en este punto del tratamiento
constructivista, manteniendo la relación con el terapeuta mediante sesiones de seguimiento que van disminuyendo
gradual mente en frecuencia hasta que cesan, generalmente al cabo de uno o dos años. Está claro que el terapeuta
no debería poner reparos respecto a que el cliente termine la terapia en este punto. De hecho, no existe una manera
correcta en que deban llevarse a cabo las cosas (incluida la terapia) y, en definitiva, el cliente es el único que puede
decidir cuál es la mejor manera de proceder en su trayectoria vital.

Fase 3: Realizar el análisis evolutivo

La tercera fase del tipo de terapia constructivista dura entre 3 y 6 meses y tiene lugar durante el segundo año de la
terapia. Generalmente esta fase sólo es necesaria para clarificar el trabajo de autoobservación que se ha realizado y
se está realizando. En esta época los clientes deberían tener claro que su meta es reconstruir cómo les ha influido su
camino evolutivo en los procesos que finalmente les han llevado a establecer la estructura y el patrón de coherencia
que, idealmente, se ha hecho evidente para ellos en la segunda fase de la terapia constructivista.

En contraste con las fases precedentes, en las que se trabaja con experiencias recientes que son más vívidas y ricas
en detalles y, por lo tanto, más fáciles de reconstruir, en esta tercera fase (el análisis evolutivo) se trabaja con
material más vago y menos detallado. Además, el hecho de que el cliente normalmente mantenga una versión de
su historia pasada (una versión que ha ido «puliendo» a lo largo de los años con explicaciones ad hoc que parecen
intentar mantener una determinada imagen de sí mismo) está relacionado con este análisis evolutivo.

La capacidad del cliente para centrarse en el pasado desde un nuevo nivel de autoevaluación y autorreferencia se
añadirá probablemente a la creciente conciencia de su funcionamiento como variable crucial que per mite la
reconstrucción del pasado con un nivel considerable de reordenamiento. Por el contrario, si el paciente no fuera
capaz de utilizar otro punto de vista sobre sí mismo como fulcro desde el que puede revisar su vida, llegaría a un
mero «relato autobiográfico». Dicho relato sería no sólo inútil sino también potencialmente dañino debido a su
tendencia a confirmar y legitimar las versiones del sí mismo y la realidad que el cliente ha mantenido habitualmente
de manera incuestionable.

La primera etapa de la fase 3 consiste en re construir la historia evolutiva del cliente intentando identificar los
acontecimientos vitales significativos que se dividirán en las escenas correspondientes. Posteriormente se volverá a
utilizar la técnica de la moviola. Empezando por los primeros recuerdos que se tienen, se procede a recordar una
mues tra de acontecimientos cargados afectivamente, analizando sucesivamente la tendencia de las primeras etapas
madurativas: infancia y años preescolares (0-6 años), niñez (7-12 años) y adolescencia y juventud (13-21 años).

La trama evolutiva que vincula apego y procesos del sí mismo de manera interdependiente se puede discernir
usando un enfoque autoobservacional y yendo hacia atrás y hacia delante en una secuencia de escenas cargadas
afectivamente. Más específicamente, en cada escena se enfoca tanto la secuencia objetiva de interacciones
contenida para reconstruir los patrones de apego en evolución como las experiencias subjetivas del niño en aquel
momento para reconstruir el sentido de sí mismo que ha surgido en respuesta al mundo, tal como se valoró
entonces. De esta manera, el cliente es gradualmente capaz de reconstruir una trayectoria evolutiva a la base de su
patrón de coherencia personal mientras experimenta y reordena su valoración de la historia.

En el ejemplo del cliente fóbico, la trama que conecta toda la historia podría ser una inhibición de la autonomía y de
la conducta exploratoria provocada inadvertidamente por las atenciones y solicitud de los padres a los que quería
mucho. Precisamente esta conexión indirecta hizo imposible desde el principio al cliente asociar las experiencias
perturbadoras con la conducta y actitudes parentales. Tampoco podía reconocer y valorar las cualidades
emocionales inherentes de dichas experiencias a nivel subjetivo. De esta manera, poco a poco se vuelve evidente
para el cliente que la imposibilidad de referir los sentimientos perturbadores a la conducta de los padres le ha
forzado a experimentarlos localizados en aspectos físicos del sí mismo que, a su vez y gradualmente le han llevado a
una descodificación sensorial de su modulación emocional. Su bautismo psicológico en la intersubjetividad puede
haberle inclinado a ignorar, negar o desviar su objetivo de las dinámicas de afectividad demasiado humanas y de las
continuidades históricas subyacentes que le otorga los derechos y responsabilidades de ser participante en su propia
historia.

Hacer que los clientes cuenten repetidamente su historia evolutiva es un proceso autoobservacional que
potencialmente puede provocar el reordenamiento más importante de las experiencias básicas inmediatas. Este
proceso, cuando se completa de manera óptima, produce un reencuadre del recuerdo de dichos acontecimientos así
como un aumento en la capacidad de distanciarse y descentrarse de tonalidades afectivas recurrentes que son una
parte integral de los procesos continuados. La modulación emocional que proporciona continuamente el ir hacia
atrás y hacia delante en el pasado y los procesos de reencuadre provoca un reordenamiento paralelo de los temas
afectivos básicos en los que el distancia miento cada vez mayor de las dimensiones emocionales fundamentales se
equipara con su recombinación con las nuevas tonalidades de los sentimientos que han emergido tras el tercer nivel
de reestructuración emocional.

Por lo tanto a nivel evolutivo, el cambio en la valoración que el mí hace del yo consiste principalmente en un cambio
en la experiencia de la propia praxis de la vida como algo «dado» para su valoración como proceso básico y
autoorganizado de creación de coherencia, un proceso que ordena de manera consistente las experiencias pasadas y
presentes de manera que produce una continuidad reconocible. De aquí que con los cambios y el reordenamiento
que se producen durante la primera mitad de la segunda fase, los trastornos emocionales, más que considerarse
como dados, se evalúen como coproductos de la propia manera de experimentar el afecto. Con el cambio que tiene
lugar en la segunda mitad de esta fase, ocurre lo mismo con el estilo afectivo, cuya coherencia reconocida se
experimenta progresivamente como el desarrollo del propio significado personal. Con el análisis evolutivo, lo que ya
no se da por sentado es precisamente el significado personal que se experimenta como el pr ceso, que dura toda la
vida, para establecer la coherencia del propio ser en el mundo.

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