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PSICOTERAPIA CONSTRUCTIVISTA
Mahoney expone que en 1970 solo se podía considerar la existencia de 3 terapias cognitivas:
1-La terapia de los constructos personales de Kelly
El enfoque sistémico no se puede considerar una terapia cognitiva, ya que este esquema solo se aplica a lo individual
de la terapia, y el enfoque sistémico, parte de una concepción más global en la que el contexto juega un papel
determinante no solo en la contextualización del problema sino en el modo de intervención, es por esta perspectiva
más amplia que no se ha incluido.
Los enfoques psicoanalíticos por su parte, tampoco comparten los presupuestos epistemológicos constructivistas.
Las teorías constructivistas se interesan más por los procesos de construcción del conocimiento que por sus
contenidos, que en su caso, tendrán especificidades relacionadas con la cultura y con el individuo.
La psicología humanista tampoco ha sido incluida como un enfoque constructivista por varias razones. La primera es
su falta de definición epistemológica, si bien en este modelo se está de acuerdo con la imposibilidad de la
objetividad absoluta, la mayoría de ellos comulgarían con Rogers en su postulación de una bondad básica en el ser
humano, que se desarrolla para actualizar sus potencialidades y motivaciones positivas. Los psicólogos humanistas
postulan el subjetivismo como alternativa al objetivismo empirista, con el abandono de la investigación rigurosa y la
sistematización por parte de la mayoría de sus seguidores. Fue esta falta de rigor lo que alejo a Kelly del movimiento
humanista después de hallarse entre sus fundadores iníciales. A esta falta de rigor se le suma la diversidad de
enfoque y procedimientos que se enfocan bajo la etiqueta de “psicología humanista”, que hace aun más difícil la
contrastación con otros enfoques.
Kelly ha dado un aporte de mucha riqueza a nivel epistemológico, teórico, y sobre todo el clínico. Su concepción
terapéutica es coherente con la posición epistemológica constructivista y con su teoría del funcionamiento humano.
Además se destaca otra virtud, la operatividad de sus planteamientos de evaluación y terapia y su interconexión.
La actitud que guía todos los procedimientos de evaluación originados en la psicología de los constructos personales
la expreso Kelly en lo que llamo actitud crédula: “si no saber lo que le pasa a una persona pregúntaselo, podría ser
que te o dijera”. Esta postura contrasta con la mayoría de las concepción de evaluación psicológica caracterizadas
por la sospecha de las afirmaciones directas de lo que nos ofrece la persona. Desde la perspectiva constructivista, no
interesa tanto la “verdad” de lo que ha sucedido, sino el conglomerado de las realidades subjetivas del sujeto y/o
familia y su posible desencaje.
Al adoptar esta actitud Kelly (1995) toma partido por uno de los dos enfoques de evaluación que el mismo delimito:
1. La evaluación que intenta clasificar al sujeto en unas coordenadas pre establecidas, por el investigador, o bien en
un eje psicodiagnostico.
2. la evaluación centrada en las dimensiones empleadas por la persona y/o familia para comprender y estructurar su
realidad.
En este segundo caso el evaluador se interesa por las libertades de movimiento dentro del sistema de construcción
establecido, sus potencialidades y recursos. Llamamos a este enfoque evaluación centrada en el sistema (ya sea
personal o interpersonal). El propósito de este enfoque de medición psicológica es estudiar las avenidas de
movimiento que permite el sistema y su finalidad, representar los cursos de movimiento más factibles. En este
sentido, un modelo de evaluación a aplicar en un contexto clínico debe tener como finalidad generar hipótesis que
puedan orientar la intervención terapéutica. Para Kelly tiene más valor una prueba que genere hipótesis clínicas que
otra que aporte únicamente resultados numéricos estrictos, ya que dosifican el objeto de estudio.
Se han utilizado diversos instrumentos de medición que responden a la concepción que tiene de la evaluación la
psicología de los constructos personales. Pero Kelly ha sido el más conocido por haber diseñado la técnica de la
rejilla.
Descendiente
Escalamiento
Mediante entrevista Ascendente
Procedimientos para la evaluación de constructos personales
Técnica de rejilla
Auto caracterización
Mediante textos Textos literarios
Textos autobiograficos
La evaluación mediante entrevista se caracteriza por el intento que realizan dos o más personas para encajar y
compenetrar su sistema de constructos personales. La actitud requerida es la del acercamiento fenomenológico con
la disponibilidad para captar empáticamente sus constructos. En términos de Kelly, que el entrevistador sea capaz de
incluir en su subsistema de constructos profesionales los constructos del cliente.
Los procedimientos del escalamiento fueron desarrollados por Hinkle, y pretenden elicitar las estructuras supra
ordenadas o bien las subordinadas a partir de un constructo concreto.
La técnica de la rejilla es una manera de explorar la estructura y contenido de estas teorías implícitas o redes de
significado a través de las cuales la persona percibe y actúa en relación a los acontecimientos de su vida.
Sus componentes principales son los elementos y los constructos. Los primeros pueden ser cualquier tipo de
acontecimiento, desde una persona a un objeto o situación. En el originario REP- TEST Kelly, empleo una lista de
roles como elementos, que incluyen personas significativas en la vida del sujeto así como algunas figuras de
contraste. Actualmente cada rejilla supone un diseño complejo a efectuar para cada caso concreto en el que hay que
tomar una serie de decisiones importantes: número y tipo de elementos, número y tipo de constructos, sistema de
elicitacion y puntuación, y procedimientos de análisis. No se puede hablar de una rejilla concreta sino de una técnica
que puede asumir distintas formas de acuerdo con el propósito de evaluación.
Una vez obtenidos los elementos, se trata de elicitar los constructos. A no ser que los proporcione el mismo
investigador. En tal caso dichos constructos responderán a sus intereses de investigación y no al propio mundo del
sujeto. En caso de elicitarlos, existe diversidad de procedimientos. En la revisión de Epting et al. (1971) se aconseja el
procedimiento de comparación diádica: preguntar en qué característica importante se parecen (o se diferencian)
dos elementos. Una vez obtenido un polo del constructo, se le pregunta su opuesto personal. Y así sucesivamente se
van presentando distintos pares de elementos hasta obtener el número de constructos deseado. Se descartarán
aquellos que no resulten adecuados a los propósitos del investigador. En general, en, las investigaciones psicológicas
tiene poca relevancia que la semejanza entre dos personas sea la del color de su cabello. De acuerdo con la
clasificación de Feixas (1988) eso sería un constructo descriptivo mientras que los que generalmente interesan son
los evaluativos.
La rejilla se estructura como una tabla de doble entrada donde se sitúan los elementos y los constructos,
originando una red o entramado que le confiere el nombre de rejilla.
Una vez elicitados constructos y elementos, tenemos un matriz (la rejilla propiamente dicha) en la que en cada
casilla se cruzan un constructo y un elemento. De acuerdo con el sistema de puntuación elegido (dicotómico, de
rangos o de puntuaciones tipo Likert) hay que situar el elemento de la dimensión del constructo.
Todo este proceso se ha visto en gran parte informatizado. Existen en la actualidad un gran número de programas de
ordenador diseñados para la elicitación interactiva de elementos y constructos, por ejemplo PEGASUS y otros para el
análisis de la matriz de datos, por ejemplo el INGRID, el CIRCUMGRIDS. Los más sofisticados, incluyen la elicitación y
el análisis en un mismo paquete que ofrece múltiples opciones.
La técnica de evaluación de constructos a través de textos está mucho menos desarrollada. La más conocida es la
auto caracterización diseñada por el propio Kelly. Se trata de pedir al sujeto que escriba la caracterización de un
personaje (él mismo) cuyo nombre tiene que inventar, y que lo describa en tercera persona como si fuera un amigo
que conociera bien y por quien sintiera simpatía. La extensión del escrito puede variar de una a varias páginas. El
análisis que Kelly (1955) desarrolló de la auto caracterización es de tipo muy cualitativo y poco sistematizado. Una de
las razones por las que este procedimiento resulta importante en su obra es porque se convierte en material base
para la técnica de rol fijo.
El análisis de textos autobiográficos, debido a su extrema complejidad ha originado escasa investigación hasta el
presente, si exceptuamos los trabajos basados en las indicaciones de Allport (1942) sobre el interés psicológico de
los documentos personales para la evaluación. El marco teórico e instrumental que ofrece la Psicología de los
Constructos Personales parece adaptarse perfectamente a este nuevo campo.
Los procedimientos de evaluación permiten al terapeuta crear no sólo un mapa aproximativo de los constructos del
cliente sino que sirven, para la generación de hipótesis clínicas y, en definitiva, para el diseño de la terapia. El
terapeuta dispone de una serie de «constructos diagnósticos», integrantes de su subsistema profesional de
construcción, que le permiten conceptualizar los problemas de una forma determinada. Ello dependerá del marco
teórico que adopte el cliente.
En términos generales, el problema se considera una incapacidad del sistema de construcción del cliente para
acomodarse a los acontecimientos con los que se enfrenta. Kelly (1955) manifiesta cómo en muchas ocasiones
algunos constructos son usados de forma repetida a pesar de recibir una invalidación continuada.
Siguiendo a Neimeyer (1987), distinguiremos entre dos ejes fundamentales de conceptualización de los problemas
del cliente:
*El primero se refiere a las dificultades en el proceso de construcción. Para ello debemos basarnos en el ciclo de
experiencia kelliano que constituye la descripción del proceso de la experiencia que se da en todo sistema de
construcción. El sistema que presenta problemas tendrá algún tipo de disfunción en cualquiera de las cinco fases del
ciclo de experiencia.
Por ejemplo, las personas diagnosticadas como depresivas en general tienden a obstaculizar la fase de implicación.
Constriñen su mundo de experiencia con el fin de minimizar su contacto con los acontecimientos. Evitan así
encontrarse con hechos que cuestionen la validez de su construcción predominante negativa. Esto les lleva a una
reducción de su experiencia vital, la cual queda focalizada en los aspectos más negativos preservando así el sistema
de la invalidación. Esta opción tiende a perpetuarse a sí misma en un ciclo recurrente difícil de romper en el que
cualquier cambio de cariz positivo es vivido como una invalidación potencialmente amenazante.
En el ejemplo de signo contrario, las personalidades consideradas psicopáticas tienden a presionar (u obligar) a los
otros para que se comporten en concordancia con su construcción de la realidad repetidamente invalidada, evitando
así elaborar su sistema de construcción. Así, mientras el depresivo evita encontrarse con los acontecimientos que le
conducirían a una revisión de su sistema de construcción, las personas con tendencias psicopáticas se enfrentan a los
hechos que no se acomodan a sus predicciones forzando a los demás a cumplirlas. En ambos casos el movimiento a
través del ciclo de experiencia no fluye, por lo que no puede darse una elaboración reconstructiva del sistema.
*El segundo eje de conceptualización se refiere a las características estructurales del sistema de construcción: Se
refiere a las propiedades globales del sistema de construcción. En general, sistemas que se estructuran de forma
muy monolítica, llamados sistemas rígidos, se encuentran muy a menudo en los sistemas de construcción de algunos
pacientes neuróticos.
El hecho de construir de forma laxa, implica el uso de constructos con poca capacidad de contrastación (etéreos, no
operacionales); difícilmente verbalizables o concretizables; con interrelaciones muy vagas entre ellos, que conducen
a expectativas muy amplias y difusas. Por el contrario, el hecho de construir de forma rígida supone el uso de
constructos muy concretos y operativos, con relaciones implicativas muy intensas entre sí que conducen a
predicciones concretas e invariables. Una de sus mayores virtudes es su “falsabilidad” (en el sentido de Popper). El
primer tipo de construcción predomina en el ámbito del sueño, la fantasia y la creación artística, mientras que el
último es característico del trabajo riguroso de un contable.
La relación terapéutica
Uno de los intereses principales del terapeuta de Constructos Personales es crear un tipo de relación que le permita
captar el sistema de construcción de su cliente, tal cual es. Para ello ya hemos dicho que su postura característica es
la actitud crédula. Lo que el cliente manifiesta es el punto de partida más válido puesto que sus palabras y conducta
(manifiesta y simbólica) poseen un valor y dignidad a respetar. El terapeuta de constructos encara los constructos de
sus clientes como si fueran verdad, en lo que Kelly (1964) ha denominado el lenguaje de las hipótesis. Estás
construcciones son vistas como hipótesis dignas que merecen ser exploradas y puestas a prueba. En este sentido se
trata de un enfoque fenomenológico, sin embargo, se trata de una fenomenología, «dura», con base empírica.
Se podría definir la relación terapéutica no sólo como una relación de persona a persona, como haría Rogers (1967),
sino como una relación de experto a experto. El cliente es experto en su mundo personal, más concretamente en los
contenidos de su mundo. De esta competencia propia del cliente el terapeuta tiene mucho que aprender, puesto
que es, totalmente ignorante este respecto. El terapeuta, en cambio, es un experto en relaciones humanas y el
funcionamiento de los sistemas de construcción. Ambos expertos trabajan en equipo colaborando en llevar a cabo
una «investigación que les permita encontrar hipótesis, más viables acerca de la realidad que el cliente presenta
como problema.
Asimismo, tal como señala la propia relación terapéutica es una experiencia que como tal a la vez inevitable y
generadora potencial de cambio. El cliente ve al terapeuta con sus constructos que son fruto de su experiencia
pasada. El terapeuta actúa como agente validador, como proveedor de validación para aquellos constructos que son
útiles (en el contexto del propio sistema del cliente), y como proveedor de invalidación para aquellos que resultan
problemáticos. El terapeuta acompaña al cliente tras la invalidación y el consiguiente proceso de, reconstrucción que
conlleva.
El proceso terapéutico
Las cinco fases del proceso se corresponden con fases del proceso terapéutico de nivel macroscópico, mientras que
simultáneamente, en cada momento de la relación, se están llevando a cabo los ciclos de experiencia, propiamente
dichos, relacionados con cada experiencia concreta de dicha relación.
En la fase de anticipación ambos, terapeuta y cliente establecen sus expectativas relacionadas con el proceso recién
iniciado. El cliente tiene una serie de anticipaciones relacionadas con la función del profesional, con el tipo de tarea
que se va a llevar a cabo, acerca de si mismo y de los demás, de la naturaleza de su probléma, etc... En esta: fase, el
terapeuta ha de conceptualizar progresivamente al cliente y a su problema por lo que se interesa por captar y
comprender todas estas construcciones, mediante los procedimientos de evaluación. Estos son especialmente útiles
para la captación del subsistema de construcción, interpersonal del cliente, es decir, la construcción del self y de los
otros.
Sin embargo, para la comprensión de la construcción que el cliente hace de su problema es necesaria una indagación
adicional;; una elaboración de la demanda (Landfield, 1975), para lo que parece útiles las siguientes preguntas que
Kelly sugirió:
1 .¿En qué problemas desea ser ayudado? 2. ¿Cuándo aparecieron, por primera vez esos problemas? 3. ¿En qué
condiciones aparecieron? 4. ¿Qué medidas correctivas han sido empleadas? 5. ¿Qué cambios se han dado con el
tratamiento o el paso del tiempo? 6. ¿En qué condiciones son más notorios estos problemas? 7. ¿En qué condiciones
son menos notarios? (Kelly, 1955).
En la fase de implicación el interés se centra principalmente en la relación terapéutica. Se trata del modo en que las
dos personas encajan entre sí en el contexto de dicha relación. Por otra parte, el terapeuta debe ofrecer un contexto
y una definición de lupia que permita al cliente implicarse en el proceso terapéutico. La terapia debe constituir una
experiencia importante para el cliente. De no ser así, no podrán darse ciclos de experiencia con suficiente intensidad
en la fase de implicación como para generar cambio.
La parte más técnica de la terapia se desarrolla en la fase de encuentro. Los terapeutas de constructos utilizan a
menudo la asignación de tareas fuera del setting terapéutico para el periodo entre sesiones. Estas tareas son
después comentadas en la siguiente sesión en lo que Kelly denomino elaboración controlada. Esta técnica supone
que el terapeuta acompaña al cliente en un ciclo completo de experiencia, de forma similar a la que un supervisor
dirige una investigación. Se elabora una hipótesis del mundo del cliente para ponerla a prueba. Terapeuta y cliente
se implican en distinto grado en el experimento». El terapeuta signa la tarea negociandola hasta cierto punto con el
cliente. El cliente la lleva a cabo entre sesión y sesión. Nuevamente cliente y terapeuta se reúnen para evaluar los
resultados y considerar la validación o invalidación de las anticipaciones. Asimismo, el terapeuta acompaña al cliente
en la elaboración de las implicaciones que este resultado tiene para el resto del sistema de construcción.
Las técnicas de intervención se escogen en función de la conceptualización del problema. Si el cliente requiere
rigidificar su pensamiento se le anima a registrar sus pensamientos y reacciones emocionales, a revisar su lógica, a
poner a prueba determinadas hipótesis, etc... En cambio si el, cliente precisa de una laxación de su pensamiento se
le puede hablar en lenguaje metafórico, animarle a asociar ideas libremente, otorgar importancia a sus sueños, etc...
Es técnicamente ecléctico pero teóricamente consistente. Así pues, el papel de la técnica queda totalmente
subordinado a la conceptualización del problema que se sigue de la Teoría de los Constructos Personales. Esto es lo
que es característico de esta terapia y no las técnicas, utilizadas. Según el caso, y el bagaje técnico del terapeuta,
empleará uno u otro procedimiento terapéutico, independientemente de la teoría donde se haya originado dicha
técnica
En la fase de validación/invalidación se pone de manifiesto si la estructura y contenido del sistema de constructos
del cliente le es útil para interactuar con el mundo que le rodea. Puesto que dicho sistema está cambiando
continuamente, cada nuevo avance producido en las fases anteriores es incorporado por parte del cliente a su vida.
La última fase del ciclo se caracteriza por la revisión de otras áreas donde los cambios pueden repercutir. La
revisión constructiva se refiere aquí a ese paso en el que, después de la confirmación o la des confirmación de
aspectos diversos del sistema previo de construcción, el cliente empieza a integrar la experiencia total de la terapia
en el resto de su estructura personal y de su vida. En este momento el cliente debe poner en práctica el aprendizaje
re constructivo realizado en la terapia en otras áreas, por si mismo, de una forma cada vez más autónoma e
independiente del terapeuta.
Valoración critica
La valoración de la terapia de los constructos personales no se puede desvincular de la propuesta psicológica más
global de Kelly (1955). Esta propuesta, más allá de su valor intrínseco, ha sufrido un mal endémico: la falta de
vocación integradora. Kelly presentó su teoría como una alternativa global, que si bien resultó original y rica, no daba
pie a ningún contacto integrador con el resto de la psicología y psicoterapia.
Su origen se halla en una actitud personal «anti-integradoras de Kelly, que se muestra no sólo en su rechazo explícito
de las similitudes con otros enfoques, sino también en el lenguaje idiosincrático empicado para describir su teoría y
psicoterapia.
En la actualidad coexisten dentro de los terapeutas de constructos las dos vertientes: la que quiere mantener la
ortodoxia kelliana y la que quiere establecer conexiones con otros enfoques compatibles
Otra crítica, fundamental realizada a los terapeutas de constructos es su excesiva adhesión a un solo procedimiento
metodológico de evaluación, la rejilla.
CARO, I. (1997). MANUAL DE PSICOTERAPIAS COGNITIVAS. ESPAÑA: PAIDÓS. (CAPÍTULO 21, 22)
CAPÍTULO 21
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN EN LA TERAPIA DE CONSTRUCTOS PERSONALES
Robert A. Neimeyer y Guillem Feixas
Si examinamos al ser humano a través del prisma de la información histórica o cultural más que a través de la mira
microscópica desde la que observamos al individuo en psicoterapia, quedaremos impresionados por la inmensa
diversidad de creencias y costumbres culturales, así como por las variaciones que se han dado con los años. Hay
innumerables posibilidades de teorizar sobre estas diferencias. ¿Son el resultado de factores ambientales o de
líderes visionarios? ¿Inspiración religiosa o predeterminación genética? ¿Progreso científico o influencia social? Sea
como sea, la gran cantidad de posibles explicaciones acerca de los distintos sistemas de creencias existentes refuerza
la idea de que, a pesar de sus limitaciones, el ser humano es un teórico empedernido, un constructor de narrativas
que explican, limitan y dan forma a sus experiencias en los contextos físico y social. Además, la aparente infinidad
de los sistemas de creencias y su interminable elaboración, revisión o reconstrucción nos impiden concluir de forma
simplista que únicamente una forma de creencia puede ser aclamada confortablemente como verdadera, mientras
que todas las demás son consideradas en algún grado erróneas. Parece ser que somos la única especie que puede
plantearse la vida basándose en visiones alternativas, todas ellas frecuente mente cambiantes, provisionales, y a
menudo inconsistentes con respecto a las de otros miembros de nuestra especie.
En cierto modo, la terapia de los constructos personales es la aplicación clínica de la postura filosófica básica según
la cual «todas nuestras interpretaciones actuales del universo están sujetas a la revisión o sustitución» (Kelly, 1955,
pág. 15). Como modelo psicológico, la teoría de los constructos persona les (TCP) pretende entender e investigar la
tendencia humana a atribuir significados a las cosas mediante el estudio de la estructura del sistema de creencias
personales, sus procesos constantemente cambiantes, y la naturaleza social de incluso nuestras convicciones más
privadas.
Como enfoque de psicoterapia, la TCP infunde en el terapeuta un respeto fundamental ante las limitaciones
estructurales que aparecen al intentar cambiar la construcción del sí mismo del cliente y sus circunstancias . Este
respecto ayuda tanto al terapeuta como al cliente a establecer un mapa de los significa dos que constituyen el
mundo experiencial del cliente; señala las condiciones y estrategias que pueden facilitar la experimentación de
visiones alternativas del mundo; e implica inextricablemente al terapeuta en la renegociación de la realidad
interpersonal del cliente.
PRIMER PRINCIPIO: LA PERSONA FUNCIONA COMO UN CIENTÍFICO (POSTMODERNO)
Al sentar las bases para su teoría, Kelly (1955) propuso como metáfora fundamental del funcionamiento humano
que las personas funcionan como si fueran científicos que intentan formular teorías (que la TCP llama sistemas de
constructos) que les permiten organizar, predecir y negociar su vinculación experiencial con el mundo . En el
contexto de la psicología americana de los años 50, esta metáfora fue una afirmación atrevida y casi herética que
desafiaba los dos modelos dominantes que veían el comportamiento humano gobernado o bien por la motivación
inconsciente y el conflicto (el enfoque psicodinámico prevaleciente) o por los refuerzos ambientales (la alternativa
conductual). Por el contrario, Kelly invitó a la comunidad científica a ver tanto a los <<sujetos como a los
«pacientes>> en los mismos términos en los que ellos se ven a sí mismos: como teóricos que intentan conseguir un
marco explicativo adecuado para dar cuenta de los «da tos» de sus vidas, contrastar estas hipótesis explicativas con
los resultados de sus experimentos conductuales y revisar consecuentemente sus sistemas de comprensión.
Desde entonces, varias terapias racional-emotivas y cognitivas también han utilizado la analogía del ser humano
como científico, diluyendo así la aparente diferencia entre el modelo de los constructos personales. Pero, con una
mirada más atenta la concepción constructivista de esta «ciencia personal» difiere apreciablemente de las
asunciones objetivistas que sostienen esta metáfora des desde el enfoque más tradicional de la terapia cognitivo-
conductual. Mientras que las escuelas objetivistas de la terapia cognitiva enfatizan el objetivo de superar las
creencias irracionales», «asunciones disfuncionales» y «errores cognitivos mediante el debate lógico y empírico, los
constructivistas han renunciado a creer en una realidad única, estable y universal, presupuesta por la autoridad de
tales. Por el contrario, los constructivistas apoyan la versión afirmativa de la epistemología postmodernista, la cual
enfatiza la búsqueda de los sistemas de creencias personales socialmente justificados en un mundo que no ofrece
facilmente la garantía de que una perspectiva sea inherentemente más correcta adaptativa o funcional que cualquier
otra. Las implicaciones de esta posición filosófica respecto a la práctica psicoterapéutica destronan al terapeuta de
su presumible posición de objetividad o autoridad para diagnosticar los defectos en el sistema de significado del
cliente y en pretender reemplazarlos por una alternativa más «válida», En su lugar, tanto el cliente como el
terapeuta son contemplados por igual como expertos en su aventura comun; el cliente posee una mayor pericia en
relación a las ventajas y limitaciones de su sistema de constructos, y el terapeuta la posee en cuanto que ofrece
especiales habilidades para la facilitación del cambio. En consecuencia, la terapia se convierte en una búsqueda
colaborativa y respetuosa en pos de una revisión del sistema de significado per capaz de permitir mantener a los
clientes en su esfuerzo por anticipar y participar de un mundo social que ellos también pueden ayudar a construir.
SEGUNDO PRINCIPIO: LOS SIGNIFICADOS PERSONALES BIERNAN LOS PROCESOS PSICOLÓGICOS
Participando de la filosofía postmoderna, la teoría de los constructos personales se diferencia de las terapias
cognitivas tradicionales por su énfasis en la estructura de los sistemas de creencias y en su naturaleza radicalmente
social. La TCP postula que el «acto de conocimiento» elemental es el formular una distinción que puntúa el flujo de
experiencia distinguiendo los acontecimientos de acuerdo con contrastes que son significativos para el observador .
Por ejemplo, a nivel sensorio motor, el niño en proceso de crecimiento puede empezar a articular distinciones entre
él y los demás; entre aspectos de sí mismo («bueno- malo», «seguridad-inseguridad») respecto a las figuras
protectoras. A medida que madura, estas distinciones rudimentarias pueden ser elaboradas en una intrincada red de
sutiles discriminaciones respecto al sí mismo y a los otros, cuya parte más central puede continuar organizando (para
bien o para mal) el proceso de construcción a lo largo de la vida de la persona . Es importante notar que Kelly (1955)
no contempló estos constructos bipolares como altamente verbales o etiquetas cognitivas sino como
discriminaciones sentidas que pueden o no ser articuladas en un lenguaje simbólico pero que canalizan y limitan la
construcción que hace la persona del sí mismo y de sus interacciones con los demás.
No hay que confundir un constructo con un concepto, ni con un simple producto cognitivo. La diferencia no radica
sólo en que el constructo es bipolar y puede ser no verbal. De hecho la TCP es cognitiva sólo si entendemos este
término como enfoque comprometido con aquello que atañe al acto de conocimiento. Conocer no es una actividad
sólo intelectual, pero tampoco única mente emocional o conductual. Es un proceso complejo que implica la
construcción y reconstrucción del significado. Y es en el curso de este proceso cognitivo donde se dan fenómenos
psicológicos como el pensamiento, la emoción, la conducta, las imágenes, los sueños, etc., que son los
constituyentes de nuestra experiencia. En la TCP no tienen sentido las distinciones entre pensamiento (o cognición) y
emoción, o entre mente y cuerpo, ya que estos y otros fenómenos forman parte de este proceso central que es la
construcción (y continua reconstrucción) del significado. De este modo, la conducta es una acción que surge como
forma de poner a prueba nuestra construcción, y la percepción (y valoración) del resultado obtenido permite
revisar nuestro conocimiento. La emoción acompaña nuestra experiencia de validación (con sensaciones como el
placer, la satisfacción, los sentimientos amorosos, etc.) y de invalidación (tristeza, ansiedad, rabia, ira, etc.) de
nuestras construcciones más centrales dependiendo del resultado subjetiva mente construido. De hecho, todo
cambio significativo en nuestro sistema de construcción implica necesariamente estos procesos de (in)validación.
Por tanto, podemos concluir que todo cambio es emocional, o de lo contrario no es significativo.
Las implicaciones del ciclo de experiencia para la relación terapéutica son cruciales. El terapeuta ha de devenir un
agente validador que mantiene un delicado equilibrio entre la validación del sistema actual del cliente (el único que
posee, sin el cual sería incapaz de construir ningún acontecimiento) y la invalidación que se proporciona en un grado
progresivamente mayor para permitir los procesos de revisión constructiva. Esta validación inicial permite establecer
una base segura desde la que explorar y revisar de forma cada vez más sustanciosa el sistema de construcción. Todo
este proceso adquiere una naturaleza enormemente emocional, puesto que si todo cambio es emocional, entonces
toda relación terapéutica que no lo sea no producirá cambios relevantes.
FIGURA 1. El ciclo de experiencia.
CAPÍTULO 22
EL PROCESO TERAPÉUTICO EN LA TERAPIA DE CONSTRUCTOS PERSONALES
Guillem Feixas y Robert A. Neimeyer
No hay ninguna forma particular de relación psicoterapéutica... que sea una panacea, ni tampoco ningún conjunto de
técnicas que sean las técnicas a elegir por el terapeuta de constructos personales. Las relacio nes entre terapeuta y
cliente, así como las técnicas que se emplean pue den ser tan variadas como lo es todo el repertorio humano de
relaciones y técnicas. (Kelly, 1965/1969, pág. 223)
El eclecticismo propuesto por Kelly no es un «todo vale», como a menudo se atribuye a algunas propuestas
constructivistas (o a las eclécticas). Ni el hecho de que muchas formas de relación o de que una amplísima variedad
de técnicas puedan ser legítimas dentro del enfoque de constructos hace que todas sean válidas en las mismas
circunstancias. El eclecticismo de Kelly no es teórico, puesto que la teoría de constructos es su mayor aportación,
sino, técnico. Pero se diferencia de otros eclecticismos técnicos precisamente por el criterio de selección de las
técnicas. Este criterio es de orden teórico por lo que en la sistematización de Feixas y Miró (1993) acerca de los
eclecticismos técnicos se ha catalogado la terapia de constructos pesonales como eclecticismo técnico de
orientación.
El enfoque de constructos personales no se concreta en un método de trabajo clínico sino en una flexibilidad muy
compleja, que lejos de responder a la desorganización responde a una lógica jerarquizada mucho más sutil. Desde
nuestro punto de vista la posición epistemológica adoptada orienta el tipo de teoría psicológica desde la que se
conciben los procesos humanos y la naturaleza del cambio. Esta teoría delimita el tipo de enfoque clínico que tiene
la psicoterapia, las actitudes del terapeuta, el estilo de relación terapéutica, y todo ello de acuerdo con la
conceptualización del clien te y de sus problemas. De este enfoque clínico se derivan una serie de objetivos para los
que la terapia de constructos dispone de una serie de estrategias. Y es de acuerdo con estas estrategias y con otros
aspectos circunstanciales, como se delimita el rango de técnicas a utilizar. No podemos presentar un método o
proceso sistematizado y estandarizado de psicoterapia de constructos personales, ni que sea delimitado a un
trastorno específico. Ni tan siquiera la técnica de rejilla o la del rol fijo, elementos a veces considerados
emblemáticos de este enfoque, son condición sine qua non para este enfoque de la psicoterapia. En el
planteamiento teórico y clínico de la terapia es donde radica su principal riqueza y su característica distintiva. Es por
ello que si se observa a un terapeuta de constructos con un cliente puede parecer conductual, y luego con otro
cliente diferente puede parecer humanista (o cognitivo, o existencial, o sistémico), e incluso con el mismo cliente en
otro momento de la terapia. Pero ello no es por falta de coherencia ni por desorganización sino que responde a una
lógica compleja.
((DESARROLLO CASO DANIEL)) ES PRACTICAMENTE EL TEXTO COMPLETO
CONCEPTOS A DESTACAR
Rejilla interpersonal: aplicación habitualmente clínica de la técnica de rejilla, en la que se parte de las personas
significativas del mundo del cliente, y de aspectos del sí mismo. Estos elementos sirven para la elicitación, mediante
un procedimiento de entrevista, de una muestra de constructos personales re levantes, y finalmente, el sujeto tiene
que puntuar cada elemento de acuerdo con cada constructo.
Elaboración controlada: estrategia terapéutica en la que se explicitan en detalle y se valoran los pasos del proceso
de construcción. Para ello se hace explícito el significado de cada acción, a la luz de los constructos de los que se
deriva y de la valoración de las consecuencias y resultados que ha tenido el encuentro con los acontecimientos.
Autocaracterización: procedimiento textual de evaluación en el que el su jeto tiene que describirse a sí mismo como
si fuera el personaje principal de una obra de teatro, en tercera persona, desde la perspectiva de un amigo del
personaje que lo conoce muy íntimamente, quizá mejor que ningún otro, y le tiene mucha simpatía.
Eclecticismo técnico de orientación: forma de eclecticismo en el que se combinan técnicas procedentes de distintos
enfoques, sin importar su origen, pero de acuerdo con las estrategias y conceptualización del caso que se derivan de
una teoría clínica y psicológica determinada.
Enfoque crédulo: actitud de aceptación de la versión de las cosas, de los demás y de sí mismo que da el cliente
puesto que se considera que tiene significado para él, dentro de su marco de referencia o sistema de construcción.
→ Ejercicios de equilibrio corporal: Como ejercicio físico, tiene la ventaja de moverse más allá de los límites del
lenguaje y de volver sobre el sentido corporal básico del equilibrio.
“Centro en posición erguida”: se trata de permanecer en una posición cómoda, con el tronco y la cabeza rectos y con
las manos a los lados. Mirar fijamente un objeto o una zona al frente, a la altura de los ojos. Liberar profundamente
la respiración y relajarse. Comenzar lenta y suavemente a inclinarse un poco hacia adelante. Se toman unos diez
segundos hasta alcanzar la mayor inclinación. Si la inclinación es tan grande que es necesario mover un pie para no
perder el equilibrio, significa que se ha ido demasiado lejos. Durante la lenta inclinación hacia adelante, se siente una
mayor presión en la base de los pies. Se permanece un par de segundos en el punto de equilibrio más adelantado. En
ese momento, se invierte la dirección de la inclinación y lentamente se vuelca el peso hacia atrás. Se pasa por la
posición original y se empieza a sentir una mayor presión en los talones. Si es necesario mover un pie hacia atrás
para no perder el equilibrio, significa que hemos ido demasiado lejos. Se permanece un segundo la más inclinado
posible hacia atrás y después se cambia la dirección y se repite el ciclo al menos tres veces.
Se dedican unos 10 segundos a cada dirección y se va balanceando lentamente hacia adelante y hacia atrás. Después
de realizar este ejercicio varias veces con los ojos abiertos, se prueba hacerlo con los ojos cerrados parcial o
totalmente. Con la visión reducida se pueden percibir dos cosas: a) es más fácil notar las sensaciones en las plantas
de los pies y en otras partes del cuerpo. Y b) que es un poco más difícil mantener el equilibrio. Por último se presta
especial atención a las sensaciones que se producen en las plantas de los pies. Es aconsejable dedicar un tiempo a
permanecer cómodamente relajado y permitir que el cuerpo se balancee lentamente por este centro gravitacional,
dejarse caer lentamente en una agradable sensación de tranquilidad y sentirlo profundamente como una base
familiar y segura.
Este ejercicio deja claro que existen límites más allá de los cuales podemos caer. Asimismo, proporciona un ejemplo
a nivel corporal sobre el hecho de reconocer más intensamente un sentido de nuestro centro cuando lo perdemos.
Se puede ver como el equilibrio es un proceso dinámico. Necesitamos los límites para encontrar el centro.
“Permanecer de pie sobre una pierna”: comienza permaneciendo de pie en una postura relajada y cómoda, con la
espalda recta y la cabeza en una posición equilibrada. Se libera la respiración. Se mira fijamente a algún punto justo
delante de los ojos. El objetivo es permanecer balanceándose de una forma segura sobre una sola pierna. Se trata de
acercarse a este objetivo lenta y suavemente con una conciencia viva de lo que se siente mientras se realiza esta
acción.
Manteniendo la espalda recta, se comienza a cambiar el peso lentamente de un pie al otro, en un movimiento de
balanceo hacia los lados que va cambiando muy poco a poco. Se continúa con este balanceo suave hacia los lados
durante aproximadamente 30 segundos y durante este periodo se focaliza la atención en las sensaciones que se dan
entre las piernas y en los pies. Después se decide que pie se va a levantar. En el momento en que se empieza a
desplazar el peso al otro pie, el sentido físico de centro también se desplaza. Se percibe un cambio muy sutil en la
pelvis y en las caderas. También se siente un ligero cambio en la presión que soporta la pierna sobre la que
descansamos (especialmente en la rodilla, el tobillo y la planta del pie). Es importante ser conscientes de las
sensaciones que van variando en el pie que se va a levantar, notar como se va eliminando poco a poco la presión que
se hace en el suelo y como la última parte de dejar de tocarlo es la parte delantera del pie y el dedo gordo. Se respira
lentamente y se presta atención a lo que sucede también en la parte superior del cuerpo mientras se realiza este
ejercicio. En el momento en que se esté preparando, se experimenta con las diferentes sensaciones que se producen
al mover lentamente la pierna elevada hacia delante y hacia detrás.
→ Relajarse en el centro: “Dejarse ir” es la esencia de la relajación, lo que implica una lenta entrega (abandonar las
resistencias innecesarias, entregarse a los ritmos vitales básicos). La relajación es principalmente un proceso de
aceptación que no se puede conseguir intentándolo con mucha insistencia. El esfuerzo, como el ser crítico, es lo
contrario a la relajación. La relajación implica una confianza en la propia sabiduría corporal y en los procesos
naturales de reposo y recuperación.
“Relajación muscular progresiva”: pone de relieve el papel de los contrastes a través de la tensión y relajación
alternativa de los músculos. Se le pide al cliente que cierre con fuerza el puño, por ej., y que se centre en la
sensación de tensión mientras lo mantiene cerrado por un tiempo. Después, con la palabra clave “relax”, se le pide
simplemente que deje de cerrar el puño y que permita que la mano lentamente vuelva a un estado natural, relajado.
Al centrarse repetidamente en las diferentes sensaciones que se dan durante el momento de tensión y de relajación,
la persona puede aprender a reconocer tanto la tensión muscular como la liberación de esa tensión, lo que puede
resultar muy útil.
La forma más eficaz de enseñar esta técnica es a través del modelado o de la inducción. La mejor manera de enseñar
a relajarse o a centrarse es relajándose o centrándose realmente delante del cliente.
Relajarse y centrarse son habilidades esenciales de la regulación emocional. Requieren una práctica regular. Se da
una tensión esencial entre las nuevas y antiguas formas de experimentar. Las viejas formas nos resultan familiares y
nos hacen sentir seguros y estables. Las formas de experimentar nuevas nos resultan extrañas y se pueden sentir
como arriesgadas o desestabilizadoras. Ambas son necesarias para un desarrollo saludable. Cuando las experiencias
nuevas desestabilizan el sistema, es importante tener habilidades para restablecerse y regresar a un sentido de
seguridad y estabilidad. Cuanto más se practican y más se perfeccionan estos ejercicios, más confianza se siente para
arriesgarse a realizar incursiones en los límites de las experiencias que no nos resultan familiares. A pesar de que se
suele pensar en las técnicas de relajación y centramiento como una preparación para que el cliente se enfrente a
situaciones estresantes fuera de la sala de terapia, también se pueden usar como una meditación de entrada al
comienzo de las sesiones. Es muy útil, especialmente en clientes que tienen dificultades para permanecer centrados
en el trabajo terapéutico.
El objetivo de la meditación de centramiento es buscar o restaurar un sentido de centro personal y de seguridad, y
experimentar a partir de ahí.
→ Encontrar la estabilidad en las relaciones, los lugares y los patrones: El objetivo principal de los ejercicios de
centramiento es ayudar a la persona a recuperar un sentido de orden significativo.
Los aspectos más estabilizadores de un hogar ideal son al menos tres aspectos: las relaciones (especialmente con
personas y mascotas), los lugares familiares y significativos (una terraza, sillón, habitación, etc) y los patrones
habituales (rutinas diarias, ciclos regulares de los sonidos, etc). Todos estos aspectos pueden ser fuentes de
estabilidad muy importantes durante toda la vida, incluso lejos del hogar.
Las relaciones son fuentes muy significativas de estabilidad emocional y psicológica a lo largo de todo el curso vital.
Es muy importante descubrir los recursos del cliente que hacen referencia a sus relaciones de apoyo.
Asociaciones, iglesias, bibliotecas y todo tipo de clubes proporcionan oportunidades para rodearse de personas, lo
que puede ser en sí mismo relajante y estabilizador.
La palabra escrita también merece énfasis especial como fuente de relaciones. Se destaca el uso de la lectura como
ejercicio de centramiento.
Los patrones o rutinas pueden proporcionar un importante sentido de orden. Existen diferencias individuales.
Muchas personas no son conscientes de haber desarrollado unas rutinas.
El interés principal del terapeuta se centra en el conjunto de patrones de las actividades que cambian y de las que
resultan inalterables. El hecho de no ser consciente de estos patrones puede resultar muy importante para las fases
posteriores de trabajo, cuando le objetivo sea la exploración de situaciones novedosas. Si una persona parece no ser
consciente de lo que hace habitualmente, se le puede pedir que preste atención a sus actividades y que las anote.
El aspecto más importante para el desarrollo de nuevos hábitos es la constancia. Al comienzo del desarrollo de un
patrón nuevo, es muy importante practicarlo con regularidad. Si se falla en una ocasión o si se comete un error, es
fundamental volver al patrón deseable tan rápido como sea posible. Las anotaciones que sirven como recordatorios
suelen facilitar esta constancia.
El problema que presenta un cliente es, probablemente, sólo una parte del cuadro total. Con frecuencia, existe más
de un problema y las diferentes áreas de insatisfacción pueden estar relacionadas de formas muy complejas. Esto no
es algo inusual ni desafortunado. El problema presente puede haber sido la gota, como dice el proverbio, que hace
que la carga que debe soportar el cliente sea demasiado pasada. La búsqueda de ayuda profesional es una respuesta
saludable y encaminada al cuidado propio ante la sensación de verse sobrepasado. Y el hecho de que el problema
principal no sea el único sólo refleja que todas las vi das, como sistemas abiertos, tienen un equilibrio delicado y
unas interrelaciones complejas.
Este capítulo se centra en las técnicas para explorar los patrones en la forma personal de construir la experiencia .
La esencia de un patrón es una estructura relacional. El origen de la palabra patrón es pater, que literalmente
significa el padre de lo que ha sido creado. Sin embargo, reconocemos con mucha más frecuencia un patrón por la
forma en que se repite. Las personas tienen la sensación de que ya han estado aqui antes (al resolver un problema
específico): De hecho, una de las señales más claras de que un cliente se siente atrapado en un patrón determinado
es el uso frecuente de la palabra siempre. (por ejemplo: Siempre me enamoro de la persona equivocada-). Otro
indicador de la conveniencia de trabajar en el nivel de los patrones del desarrollo personal es la confusión en torno a
las causas (por ejemplo: ¿Por qué tengo que estar asi? ¿Cómo he podido fastidiarlo tanto? ¿Cuándo empecé a
odiarme?). Estas preguntas son señales de una búsqueda de sentido. De hecho, la búsqueda de sentido y la
reconstrucción de los significados son fundamentales en el trabajo con los patrones.
Es importante recordar que los tres niveles que propuestos (problemas, patrones y procesos) se dan
simultáneamente. Un cliente se puede mover en ciclos de interés en un problema o un patrón de problemas
determinado. Estos ciclos, como los problemas y patrones concretos, son generados continuamente por los procesos
de autoorganización. El trabajo con los patrones se puede entender como la danza entre la experiencia y la
explicación (capítulo 2). Descubrir los patrones en la vida propia puede ser un paso importante hacia el conocimiento
de uno mismo y puede ser decisivo en el desarrollo de un sentido de competencia al determinar las direcciones
futuras. Sin embargo, sería un error asumir que el trabajo con los patrones consiste sólo en resolver un
rompecabezas intelectual. La búsqueda suele estar inducida por fuertes emociones y los descubrimientos pueden
provocar oleadas de sentimientos variados. La terapia constructiva respeta estas olas y confía en el proceso de la
danza del desarrollo. En raras ocasiones, es una tarea fácil. No se puede predecir lo que un cliente encontrará en su
exploración y es inevitable que presenciar sus intensas emociones toque el corazón de la persona que ayuda.
Las personas varían enormemente en cuanto al conocimiento de su vida interior y en la tonalidad de su relación con
ellas mismas. Parece útil pedirles a los clientes que tomen notas sobre las cosas que son importantes para ellos -no
sólo sobre sus problemas o sus momentos de angustia, también pensamientos, ilusiones y cuestiones que podríamos
explorar juntos-. La organización o la corrección de las notas no es importante, pero para muchas personas es útil
concentrarse en un diario o agenda personal. Lo que importa es que desarrollan o perfeccionan sus habilidades para
prestar atención a lo que sucede a su alrededor y dentro de ellos mismos. También sucede algo importante en
relación al intento de comunicar sus experiencias en palabras. El efecto positivo de escribir o verbalizar las
experiencias dolorosas está muy documentado. Sólo se ha comenzado a reconocer el poder del lenguajeen la vida de
los seres humanos.
Aunque el diario personal pueda conducirnos finalmente hacia el tejido de la historia de vida, normalmente
comienza como un ritual diario de reflexión sobre uno mismo. Algunos clientes se muestran reacios a escribir. Puede
que no sepan cómo escribir o que se sientan avergonzados por su ortografía o su gramática. Trato de trabajar con
cada persona en su propio nivel y a su propio ritmo. Lo que se pide son expresiones: garabatos, dibujos, palabras
sueltas en el idioma de su propia experiencia. Para aquellos clientes que buscan cierta organización en su diario
personal, hay algunos recursos estupendos, muchos de ellos producto del movimiento de la mujer y de estudios
feministas. Dos recursos son Life's Companion de Christina Baldwin y The New Diary de Tristine Rainer. Rainer
recomienda técnicas concretas, que incluyen la realización de listas (que varían desde las listas habituales de cosas
para hacer- hasta listas de temores, enfados y aspectos positivos). También propone la escritura de descripciones del
carácter y la creación de diálogos imaginarios (por ejemplo, entre diferentes partes del sí mismo o entre uno mismo
y una persona querida presente o pasada). El libro de Baldwin es una guía más espiritual, dirigida al conocimiento
propio y de las relaciones con uno mismo. Anima a leer/escribir paradefinir espiritualidad- según el sentido personal
de lo que resulta sagrado.
Baldwin tiene dos normas para escribir un diario: a) poner fecha a las anotaciones en el momento de escribirlas y b)
no poner otras normas. Me gusta su estilo y su énfasis en la dirección del cuerpo, de los sueños, del trastorno y de
los milagros. Además del arte sagrado de prestar atención, anima a la realización de cuatro prácticas fundamentales
amor, compasión, confianza y aceptación).
Para muchos clientes, reflexionar y escribir sobre su vida personal es una tarea que supone un desafío demasiado
grande como para acomodarse a él en un principio. En este sentido, la biblioterapia, la lectura terapéutica, puede
ayudar a llenar ese vacío. Algunas lecturas para compartir con los clientes: poesías, relatos cortos, reflexiones
filosóficas y extractos de los escritos de las tradiciones espirituales o del saber. En ocasiones libros: de narrativa, de
no ficción, de autoayuda." También se pregunta a los clientes qué han leído y qué les ha atraído de revistas,
periódicos, Internet, etc. Con frecuencia, sienten que otras personas han escrito pasajes que reflejan aspectos de su
propia experiencia o solicitan escritos que aborden sus preocupaciones personales.
Cuando los clientes se arriesgan a escribir sobre sus vidas, suele ser un viaje muy intimo. Nuestro trabajo regresa al
proceso de la experiencia, y nuestro reto es comprometernos genuinamente con este proceso de la mejor forma
posible. En algunas ocasiones, les pido a los clientes que me lean fragmentos de su diario durante la sesión. Suele ser
una experiencia muy poderosa para ellos, quizá porque es inesperada, y leer en voz alta, en presencia de alguien de
confianza, las palabras que uno ha escrito añade relevancia a su significado. Leer en voz alta también puede llenar
metafóricamente un vacío en torno a la privacidad: escribieron en la privacidad de un espacio propio y les pido que
vuelvan a experimentar lo que han escrito, dándole, literalmente, voz.
Sin embargo, no es necesario que la escritura tome la forma de diario personal para que resulte terapéutico. Casi
cualquier forma de escritura puede ser útil: poesías, cartas, relatos cortos, acertijos, algunas líneas de reflexión
filosófica, descripciones de los acontecimientos cotidianos. Animo a los clientes a experimentar con la escritura y a
compartir conmigo lo que deseen. Una de las tareas estructuradas que prefiero son las cartas no enviadas, que
descubrí en Kopp y que están descritas en el libro de Rainer. Se le pueden presentar al cliente de forma verbal o
presentárselas por escrito, tal como sigue:
El objetivo de este ejercicio es explorar tu experiencia psicológica in tima, mientras escribes tres versiones de una
carta no enviada, es decir, unas cartas que escribes, pero que, finalmente, nunca envías. Comienza eligiendo alguien
en tu vida (vivo o que ya haya fallecido) con el que hayas compartido una relación importante, puede ser alguno de
tus padres, un hermano, una pareja, un abuelo, un profesor, etc. Lo más importante de la elección de este alguien es
que existan algunas cosas en tu relación con él que hayan quedado sin decir, inacabadas, o que se hayan resuelto
insatisfactoriamente.
Fase 1: En un lugar privado y seguro, escribe a mano (no la mecanografies) una carta para esa persona, expresando
tus sentimientos en torno a ella, a la relación y a los episodios importantes para ti, de una forma auténtica y sin
censuras. Es importante ser consciente de los sentimientos mientras escribes. También hay que ser consciente de
todas las tendencias que puedas tener hacia cuidar de ella- o a, con otras palabras, -andarte con miramientos.
Recuerda que nunca enviarás la carta, por lo que no dudes en ser tan sincero como puedas.
Fase 2: Cambia ahora de perspectiva e imagina que eres, por un momento, la persona a la que has escrito la carta no
enviada. Imagina que ha recibido la carta realmente. Escribe la carta que esa persona te escribi ría a ti, de forma que
se parezca a la respuesta que te daría con mayor probabilidad. ¿Expresaría enfado, disculpas, culpabilidad,
indignación, resentimiento, tristeza, sorpresa, ternura? Deja fluir la carta como si la estuviera escribiendo esa
persona.
Fase 3: De nuevo, adopta el papel de la persona a la que has escrito la carta no enviada. Imagina otra vez que ha
recibido realmente tu carta tan sincera. Esta vez, en un lugar seguro y tranquilo, escribe una carta dirigida a ti, pero
escríbela teniendo en cuenta cualidades más humanas de esta persona: delicadeza, compasión, franqueza,
sinceridad, sabiduría, etc. Es la carta que tú desearías recibir, y permite de nuevo que fluya como si fueran su mano,
su cabeza y su corazón los que escriben.
Estas cartas suelen suponer un gran desafío para los clientes. Normalmente, dedicamos un tiempo para discutir sus
reacciones, su reticencia a escribir ciertas cosas y los sentimientos que se produjeron en el proceso. Para algunos
clientes, una de las cartas puede implicar un desafío mayor que las otras, lo que les deja confundidos. A veces,
necesitan ayuda para escribir una o más de las cartas, en general, la primera y la tercera.
Existen muchas formas de hacer una revisión de vida. Algunas formas son breves y sin apenas detalles; otras son
detalladas e implican proyectos a largo plazo. En la segunda parte del Informe de la experiencia personal se ofrece
un formato para una revisión de vida superficial. Muchas de las preguntas están dirigidas a suscitar resúmenes
breves de las experiencias tempranas de los clientes. Pregunto sobre la claridad de sus recuerdos y el grado de
felicidad que asocian con su infancia. ¿Qué emociones se consideraban buenas y cuáles eran rechazadas o
subestimadas? Se les pregunta a los clientes por dimensiones como la confianza, la estabilidad, la amistad, la
presencia de los padres y sobre el amor, haciendo simplemente una señal como indicador de su respuesta. También
se les pide el nombre de las personas que les quisieron y que les hicieron daño. Sin duda, estas listas pueden
coincidir parcialmente y presto atención a este hecho. Dos preguntas de escritura breves invitan al cliente a
compartir las experiencias más felices y más dolorosas de su infancia. Algunos clientes dejan en un principio muchas
de estas cuestiones en blanco, respeto esta elección. Otros comienzan a elaborar una historia de vida..
Un nivel intermedio de revisión de vida podría ser la técnica de historia de vida, ya que invita al cliente a describir su
vida en una breve historia. La longitud de la historia es menos importante que el proceso de escribirla y los patrones
básicos que transmite. Recomiendo que es criban la historia de forma que el personaje principal (ellos mismos)
sedescriba en tercera persona (él, ella, ellos). Les animo a componer esta historia como si la parte de ellos que está
escribiendo fuera un testigo de confianza, pero invisible, de la vida que están describiendo. En otras pa abras, les
pido que supongan que se conocen a sí mismos (al personaje principal) mejor que nadie, porque han estado ahí
presentes en todas las cosas que han sucedido. También les pido que escriban sinceramente, sin preocuparse por la
intimidad o por la reacción de nadie. Mi énfasis recae en el proceso de escribir, no en el resultado. Por tanto, si un
cliente me comenta que está preocupado por mi posible reacción ante la historia, le animo a que piense después si
realmente me permitirá leerlo o no. Lo más importante es que se comprometa totalmente en la descripción de su
vida, tal y como a él le parece.
Escribir la historia de la propia vida se puede experimentar como algo abrumador. Una forma de comenzar es
reservar diez minutos y pedirle al cliente que anote los posibles títulos de los capítulos. Estos títulos se utilizan
después como los temas centrales de los capítulos. Este ejercicio puede parecer simple, pero, pocas veces, es una
tarea fácil de emprender. Algunos clientes se muestran reacios a escribir, mucho más a escribir sobre los secretos de
su corazón. El proceso del cambio de los significados es en sí mismo un proceso emocional.
Igual que ocurre con la creación de significado en general, lenguajees una actividad relacional. Otro ejercicio de
revisión de vida que resalta este aspecto es la técnica de los recuerdos musicales inspirado en una experiencia que
tuve con un cliente. Mark, cirujano, era conocido en la comunidad médica por su habilidad para mantener el control
ante las lesiones más horribles de la sala de urgencias.
Me había pedido que le ayudara a él y a su mujer a mejorar la comunicación. Sin embargo, las sesiones no habían
hecho más que comenzar, cuando ocurrió algo inesperado. Un día, Mark regresaba a casa del hospital y encontró la
casa vacía. Su mujer había vaciado totalmente la casa, con la ayuda de algunos amigos y de dos empresas de
mudanzas. Mucho peor era que había desaparecido con su hijo de 3 años, Martin. Una semana después, Mark se
enteró por un abogado de que su mujer se había mudado a otro Estado, desde donde tenía previsto presentar los
papeles del divorcio. Vivir solo en una casa completamente vacía le destrozó el corazón. Echaba terriblemente de
menos a su mujer y la pérdida de su hijo le provocaba una tristeza indescriptible. Le animé para que hablara de lo
que sentía, pero su control emocional interfería.
En la segunda sesión después de este suceso, Mark estaba sin palabras. Tras varios minutos en silencio, en los que
luchaba por expresar se y por conectar con su angustia, dijo repentinamente: Espera un minuto. Fue al coche y trajo
una cinta de música. Era una grabación en directo de un grupo de rock, con la que había disfrutado durante años. Sin
embargo, la canción que había seleccionado para que yo escuchara no era una canción de rock. Era algo espontáneo
que se había grabado mientras el grupo estaba descansando. Uno de los músicos acababa de pasar por un divorcio
bastante duro. El resultado fue que se separó también de su propio hijo. Quizá para expresar su propia tristeza, el
músico había escrito una canción desde la perspectiva del niño. Mark puso la cinta en el equipo de mi despacho y
apretó el botón del play. Lo que escuché y lo que sentí se grabó en mi memoria. Tras el comienzo sencillo, lento y
afligido de una melodía muy triste, seguía la voz vacilante del padre, atormentado por la voz en falsete de un niño
asustado. La tonalidad de la música era una tortura; la letra decía algo como: Por favor... que alguien... coja... mi...
mano; estoy asustado... estoy temblando... Por favor, alguien que entienda... acabo de perder a mi papá... mi papá
me ha dicho "adiós" hoy... ya le echo tanto de menos... quiero mucho a mamá... pero las mamás no pueden ser
papás....." Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y Mark comen zó a llorar. La letra de la canción llegaba a la
ternura de su sufrimiento, y la música podía expresar lo que Mark no podía decir. Después de esa experiencia,
comencé a pedir a otros clientes mues tras de música que les afectara. Y, lo que resulta aún más relevante para una
revisión de vida, comencé a pedirles también que crearan cintas o compact disc con la música que había sido más
importante en su vida. Resultó ser una experiencia muy poderosa, tanto para ellos como para mí. Para centrar el
ejercicio y ponerle algún límite, sugiero que la cinta o CD no dure más de 60-90 minutos. No pido explicaciones de lo
que significa cada canción. Algunos clientes se preocupan por qué canciones escoger, cómo ordenarlas, la calidad de
la grabación y por lo que pensaré de su gusto musical. Sin duda, estas preocupaciones son el reflejo de los patrones
de organización de su experiencia (nuestra relación, los nuevos desafíos, etc.). Discutir sinceramente estas
preocupaciones hace que nuestro trabajo sea más. El proceso de recopilar recuerdos musicales suele ser un viaje
emocional. Los clientes con frecuencia informan de que se han visto absorbidos por este proyecto, reflexionando
sobre los períodos más tempranos de su vida y buscando las copias de las canciones. La música tiene unas fuertes
asociaciones emocionales. Al recordar y al volver a escuchar la música, se activan los recuerdos.
Cuando comencé a experimentar con los ejercicios de revisión de la vida en psicoterapia, animaba a mis clientes a
que recogieran recuerdos para formar un collage de su vida. Una forma de hacerlo es recomendar que dediquen
varias semanas a reunir señales y recuerdos. Fomento un equilibrio entre recuerdos espontáneos y los dirigidos. El
proyecto del collage de la vida se completa con una presentación tangible. Reservamos una sesión doble para esta
revisión de la vida. Algunos clientes extienden su vida delante de mi, ordenando los sobres en el suelo y, después,
hablando lentamente de toda su historia, a menudo de una forma muy emotiva. Otros clientes hacen dibujos, es
culturas, poemas, música, representan escenas o hacen combinaciones de todo ello. Los collages siempre son
diferentes. Siempre son muy personales. La historia de vida que los clientes cuentan en esa sesión trans mite mucho
más por la forma en que se comparte.
Otro ejercicio de trabajo con los patrones que utilizo es la peregrinación a los orígenes. Normalmente, una
peregrinación se entiende como un viaje a un lugar sagrado, pero también es la búsqueda del sentido y del
conocimiento de uno mismo. Una peregrinación a los orígenes es un viaje a los lugares del nacimiento, la infancia y
la juventud de una persona. Un viaje como éste puede evocar emociones intensas y recomiendo que se emprenda a
so las, si es posible. Como he realizado este tipo de peregrinaciones durante toda mi vida, también recomiendo
llevar una cámara, un diario personal y, quizá, fotos antiguas y una grabadora. El objetivo de este viaje no es
capturar el pasado, sino registrar con todo detalle las asociaciones inmediatas y los recuerdos de cada uno. Una
peregrinación a los orígenes puede incluir conversaciones con familiares o amigos, lo que puede requerir la visita al
cementerio.
-Reconstrucción narrativa
La fascinación que sentimos ante los tipos, las clases y las historias es en sí misma el reflejo de un deseo intenso por
organizar la experiencia.
Uno de los desarrollos más potentes de los últimos años en el campo de la psicoterapia ha sido la comprensión de
los seres humanos como la encarnación de historias y como contadores de cuentos creativos. El -giro narrativo,
como se le ha denominado, ha sido un aspecto central del constructivismo. No somos simplemente los portadores o
los vehículos de nuestras vidas; también somos los autores. Escribimos cada momento en diferentes niveles, no
siendo conscientes por lo general de estar creando la historia en la que vivimos. Todo ello significa, entre otras cosas,
que la psicoterapia es, principalmente, un esfuerzo por par te del terapeuta para ayudar al cliente a recuperar su
autoría y a escribir unas dimensiones diferentes y más plenas en su vida.
Somos sujeto y objeto, a la vez que estamos inmersos en un proyecto en curso. Las historias que nos contamos a
nosotros mismos sobre nosotros mismos se transforman en el entramado de nuestra existencia y en el/los
significado/s literal/es de nuestra vida." Recordemos que una afirmación básica del constructivismo es que
organizamos la experiencia, creamos significado. Lo que cambia cuando cambiamos, psicológicamente hablando, son
los significados.
Es útil comprender algo la estructura básica de las narrativas; para poder trabajar mejor con ellas en la psicoterapia.
Basándose en trabajos clásicos sobre narrativa, Bruner y Kalman sugieren que una narrativa es una interacción entre
los siguientes componentes: un personaje o personajes con algún grado de libertad, una acción o un curso de acción
que está en marcha, una meta hacia la que se dirige el personaje principal, unos recursos, un/unos escenario/s y un
problema o una serie de problemas que se han de solucionar. Este problema suele resultar fundamental en la
decisión de buscar ayuda profesional. Como señalan estos autores: -El motor de la narrativa es el Problema. La
función de la narrativa es dar significado a todo.
Consideremos algunas de las formas habituales en que los clientes interpretan sus historias de vida. La
caracterización que hacen de ellos mismos suele ser negativa y, con frecuencia, no se perciben como agentes activos
o libres. En muchas ocasiones, se da la carencia de una meta definida o del compromiso firme con una meta. Suelen
percibir sus recursos y capacidades personales como limitadas. Sus creencias pueden variar considerablemente,
pero, por lo general, encontramos algunas de las ideas irracionales o poco realistas que popularizó Albert Ellis" (por
ejemplo, que la vida siembre debe ser bella y estar libre de sufrimiento, que uno debe ser querido por todo el
mundo y debe tener un éxito total, que uno puede hacer poco por cambiar cómo son las cosas o que debería haber
una solución fácil y simple para cada problema). Por otra parte, muchos clientes creen que sus problemas
comenzaron con un suceso concreto que les hizo perder el rumbo y que, como no pueden reparar ese suceso, se
encuentran indefensos y perdidos.
Las reconstrucciones narrativas del significado parecen seguir un curso no lineal. Las investigaciones recientes sobre
los cambios en la narración durante la psicoterapia parecen dirigirse hacia un proceso dialéctico global. Volver a
contar las historias puede ser muy relevan te, especialmente cuando cada repetición tiene en cuenta unas
variaciones en el sentido o en la significación de los aspectos concretos. Por ello, es importante que el terapeuta sea
paciente ante la necesidad del cliente de repetir las descripciones de sus sucesos vitales. Estas repeticiones son
centrales en el proceso de asimilar lo que ha sucedido, de acomodar estas experiencias en un sistema de significados
(de relaciones) más extenso y normalmente más complejo, y de utilizar este equilibrio nuevo como un campo base
para comenzar un proyecto nuevo en la aventura de la vida en proceso.
Al reflexionar sobre el desarrollo de las narrativas en mis clientes, me sorprende la frecuencia con la que las primeras
interpretaciones tienden a presentar a los personajes y a los problemas de una forma polarizada. Es como si, en
estas interpretaciones iniciales, sólo hubiera personajes buenos y malos, circunstancias favorables y desfavorables, y
acciones claramente acertadas o estúpidas. Con algunos clientes, estas interpretaciones polarizadas persisten. En
ocasiones, los clientes asumen el papel del culpable y su progreso supone aceptar que la fastidiaron en su pasado.
Esta construcción de significado puede ser adaptativa si aceptan la responsabilidad de su error, se perdonan (lo que
suele significar un continuo más que un proceso que se consigue de manera definitiva) y siguen adelante con su vida.
Sin embargo, esa misma construcción puede ser muy disfuncional cuando se interpreta como definición de su
identidad y de su futuro (por ejemplo: -Estoy frustrado, igual que mi futuro).
Una construcción alternativa implica culpabilizar a otros personajes y asumir el papel de víctima de sus abusos. Esta
construcción aparente mente externalizada suele formar parte de un proceso de internalización similar (por
ejemplo, la culpa original recae en otra persona, pero las consecuencias finales se incorporan en una visión negativa
del sí mismo y del futuro). Si un cliente ve su destino como inevitable e inalterable, explorará con menos
probabilidad opciones nuevas." Las exploraciones son, de nuevo, la clave. Los clientes que se mueven más allá de las
polaridades iniciales empiezan a explorar otras posibilidades. Comienzan a preguntarse y a preguntar. Llegan a
centrarse menos en clasificar y explicar, y más en abrirse y en preguntar. Según mi experiencia, estas exploraciones
generarán con mayor probabilidad unas transformaciones en las formas de verse a sí mismo, al pasado, a los otros
significativos y a las posibilidades futuras.
Lasreinterpretaciones de la historia de vida más eficaces y útiles tienden a compartir las siguientes características:
1. Oscilaciones en el foco de atención (por ejemplo, en ocasiones se enfatiza una descripción detallada de los
acontecimientos, a veces se centra en la experiencia emocional ante esos acontecimientos y, con frecuencia, se
producen cambios reveladores ha cia explicaciones diferentes de los acontecimientos o de sus con secuencias
emocionales).
2. Oscilaciones en relación a la culpabilidad (uno mismo, los otros o las circunstancias), disminuyendo la necesidad
de buscar cul pables y aumentando la aceptación y el perdón (de uno mismo y de los otros).
4. Un cambio en el énfasis, desde el pasado, hacia los acontecimientos presentes y las posibilidades futuras.
Con respecto a este último punto, el descubrir que muchas personas no se perciben a sí mismas como flexibles o con
variables. Algunas pensaron que la probabilidad de que hubiera una guerra nuclear era mayor que la de cambiar el
sentido que tenían de sí mismas. Por ello, puede ser más adecuado hablar de la imposibilidad de los sí mismos. (es
decir, que muchas personas perciben su capacidad para cambiar como muy limitada). Muchas personas han excluido
la flexibilidad de su identidad, por lo que sus opciones de desarrollos futuros están limitadas.
Con todo el respeto por las identidades pasadas y por cómo han servido al funcionamiento de la persona, debe
haber siempre alternativas constructivas. Debe haber opciones y debe haber una actitud de apertura para acogerlas.
En su papel más apreciado dentro de la autoorganización sistémica, el sí mismo debe mantener una historia en curso
y siempre inacabada.
La reconstrucción narrativa del significado es un proyecto de transformación que dura toda la vida. No es algo que se
termina en la psicoterapia, aunque se puede organizar y acelerar notablemente en ese contexto. Las historias que
nos contamos a nosotros mismos (y a los otros) son construcciones temporales de una vida que está en curso. Los
ejercicios de revisión de la vida son en sí mismos búsquedas de coherencia. El sí mismo representa el personaje
principal y, por lo tanto, tiene unos aspectos característicos. Se darán contrastes en el desarrollo de una historia de
vida. Cuando un cliente describe su historia de vida -tanto si lo hace a través de un collage o de la música, después
de una peregrinación a los orígenes o con cualquier otra técnica de revisión de la vida- trato de permanecer atento a
estas características y a estos contrastes. ¿Qué dimensiones utiliza en su vida para describirse a sí mismo y a los
otros? ¿Hasta qué punto son evidentes aspectos como bueno y malo? ¿Fuerza y debilidad? ¿Salud y enfermedad?
¿Rencor? ¿Virtud? ¿Culpa? ¿Destino? ¿Qué momentos se describen como puntos de inflexión. Este ejercicio puede
ser tan simple como la misma pregunta (es decir, ¿qué momentos han supuesto puntos de inflexión en tu vida?).
También se puede realizar como un gráfico, en el que el tiempo (en años) aparece en el eje horizontal y el grado de
bien estar en el eje vertical. Presto especial atención a la descripciones del tipo Todo iba bien hasta X- o -Mi vida era
horrible antes de Y.. También presto atención a las atribuciones de causalidad, así como a las representaciones
unidimensionales (por ejemplo, Mi abuela era una santa- o Nunca hubo amor en casa-).
Recordemos que las técnicas son un lenguaje con el que nos podemos comunicar con los clientes. Las técnicas son
rituales de representación. Sirven para organizar e iniciar la actividad. La actividad es la clave.
En el corazón de la vida está el proceso. Lo mismo ocurre con la psicoterapia. El foco de atención actual de cada
cliente es el reflejo de su proceso de autoorganización. Lo mismo nos ocurre como terapeutas. Estamos siempre en
proceso y cualquier cosa que pensamos, sentimos o hacemos es una expresión de este hecho. Sin duda, existen
muchos niveles en los procesos y muchas formas diferentes de entenderlos.
→ Tiempo de espejo: Introducirse en el sí mismo a través de un espejo puede facilitar la salida del sí mismo y de los
aspectos superficiales. No existe una forma “correcta” de llevar a cabo el tiempo de espejo.
Protocolo desarrollado: 1° se presenta brevemente los fundamentos diciendo algo como: “este ejercicio me va a
ayudar a comprenderte mejor y puede ayudarte a mejorar la relación que tienes contigo mismo”. Se resalta la
importancia de fijar los propósitos de: a) explorar dentro de los límites en los que se sienta seguro; b) abrirse al
amplio espectro de pensamientos, sentimientos e imágenes; c) incorporar la experiencia al propio desarrollo
personal. Antes del ejercicio del espejo, se suele realizar 5 minutos de meditación de centramiento, concentrándose
en la respiración, relajación, confianza del proceso, sensación de seguridad y compromiso con el cuidado de uno
mismo, que le da al cliente la oportunidad de parar o modificar la experiencia en cualquier aspecto que lo decida.
Algunos clientes podrán regresar al tiempo de espejo cuando se sientan preparados. Para otros, no explorar
profundamente esta dimensión puede ser más beneficioso.
Los ejercicios de tiempo de espejo pueden ser un complemento potente para aquellas terapias que enfatizan la
relación con uno mismo. Los clientes que comienzan a dialogar con su imagen en el espejo se sienten atraídos en un
principio por contrastes evidentes: el mi “bueno” y el mi “malo, el “critico” y el “débil”, el “verdadero” y el “falso”,
etc.
Son importantes los diálogos entre las diferentes partes de sí mismo que un cliente pueda sentir. En este diálogo es
donde más frecuentemente se entrena a los clientes dentro de la relación con ellos mismos. Una escena típica es
que un cliente, mirando al espejo, se muestra crítico con el mismo y comienza a atacar no solo a la apariencia, sino
también su personalidad, su carácter.
Este tipo de afirmaciones, en una persona que tiene un equilibrio dialéctico bien desarrollado, provocan unas
contrarrespuestas muy fuertes. Sin embargo, muchos clientes no tienen este tipo de equilibrio y buscan otros
servicios. Si está trabajando con el espejo, el terapeuta puede sentarse detrás de él y actuar como un entrenador
que susurra, sugiriendo respuestas a los ataques crítico hacia sí mismo.
El espejo es una herramienta física para enfatizar y amplificar la percepción y el conocimiento propio. Es útil para
poner de relieve esta dimensión, pero también puede llegar a ser un elemento distractor cuando el foco de atención
es la herramienta más que el proceso. El poder potencial del tiempo de espejo está en su capacidad para iniciar un
proceso de relación con uno mismo, de forma que se puedan desarrollar patrones más adaptativos. Por otra parte,
además del tiempo de espejo, se utiliza un conjunto de ejercicios que animan a los clientes a explorar y perfeccionar
la relación que mantienen con ellos mismos.
La experiencia de uno mismo es fundamentalmente una experiencia relacional. En 1° lugar, aprendemos a vernos a
nosotros mismos a través de los ojos, las acciones y las palabras de otros. Llegamos a vernos a nosotros mismos de
una forma diferente, gracias a que otros nos ven de forma diferente. Este es uno de los papeles importantes de la
psicoterapia. Después de tantear el terreno con unos ejercicios preliminares de tiempo de espejo, se puede animar
al cliente a concentrar la mirada en un punto en medio de los ojos. Al momento, se dará un fuerte deseo de cambiar
el foco de atención hacia los ojos.
El “trespasso” es un ejercicio que ofrece valiosas oportunidades, para aquellos clientes que están preparados para
explorar dimensiones de la experiencia menos controladas por la estabilidad visual. En este proceso es fácil sentir
que no se localiza el sí mismo en ninguna posición.
Esta forma más avanzada de incursión en la relación con uno mismo también genera opciones transpersonales. El sí
mismo emerge de la capacidad y de la búsqueda de la propia conciencia, que requiere la experiencia de la alteridad y
de la individualidad. Para algunos clientes, las habilidades sociales y de relación con uno mismo se pueden encontrar
entre los resultados más importantes de la psicoterapia. Con frecuencia las personas necesitan aprender habilidades
de centramiento, regulación emocional y consuelo propio. Los clientes se pueden introducir en ellos mismo o
desarrollar la sensación de que hay algo más profundo que les llama.
También es importante que el terapeuta se muestre abierto ante las expresiones de religiosidad y de espiritualidad.
Los clientes que se introducen más profundamente en el trabajo con la relación que mantienen con ellos mismos
suelen descubrir que están explorando relaciones que habían ignorado o aislado.
→ Habilidades espirituales y desarrollo personal: Los ejercicios como los del tiempo de espejo, centramiento y los
de meditación comienzan centrándose en el sí mismo, pero con frecuencia llevan mucho más allá. Así como la
“salida” de un patrón problemático puede ser la “entrada” de la relación con uno mismo, el camino de entrada hacia
la comprensión del sí mismo, suele conducir de nuevo hacia un cambio del interés orientado al exterior.
Un cliente acude a terapia preocupado por un problema persona. El problema que presenta suele formar parte de
un patrón repetitivo, y el significado de los problemas y de los patrones se forja en las relaciones.
La habilidad para relacionarse con uno mismo es muy importante para el bienestar. La habilidad incluye presenciar
amablemente, aceptar sin crítica y un movimiento fluido por los contenidos cambiantes de la experiencia.
En la investigación de Zindel Segal, Mark Williams y John Teasdale emergió un modelo orientado a los procesos y
más relacional: a pesar de que el énfasis explícito de la terapia cognitiva se centra en el cambio de los contenidos del
pensamiento, también era posible que si tenía éxito, este tratamiento conducía implícitamente a cambios en la
relación de los pacientes con sus pensamientos negativos y con sus sentimientos. A consecuencia de identificar
repetidamente los pensamientos negativos cuando se producían y de distanciarse para evaluar la exactitud de su
contenido, los pacientes realizaron cambios más generales en su perspectiva sobre los pensamientos negativos y los
sentimientos. Más que entender los pensamientos como necesariamente ciertos o como aspectos de uno mismo, los
pacientes adoptaban una perspectiva desde la cual los pensamientos negativos y los sentimientos se podían ver
como acontecimientos mentales pasajeros.
La palabra “espíritu” significa literalmente aliento. Asociamos la vida con la respiración. Jerome Frank sostiene que la
esencia de la psicoterapia es el restablecimiento de la moral: restablecimiento del espíritu. En este sentido, la
psicoterapia es una forma de servicio espiritual y un contexto para el desarrollo de las habilidades espirituales.
Para muchas personas el término “espiritualidad” incluye seis aspectos básicos:
- Conexión: por ej. el sentido de relación, interdependencia saludable.
- Intemporalidad: un abrazo al momento presente del ahora, un respeto a lo infinito intemporal.
- Significación: la presencia de patrones de conexión, aunque los patrones permanezcan ocultos.
- Gratitud: agradecimiento, jubilo, amor, buena voluntad.
- Paz: paciencia, perdón, aceptación, compasión.
- Esperanza: compromiso activo con el proceso del vivir.
Algunas técnicas espirituales: técnicas de centramiento, meditación a través de la respiración, ejercicios de equilibrio
corporal, etc.
CAPITULO 25.
La autoobservación es el método esencial para llevar a cabo tanto la evaluación como la intervención en cuanto
permite la reconstrucción de los acontecimientos de interés terapéutico, operando en la interfase entre la
experiencia inmediata y su reordenamiento explícito. Permite el análisis de ambos niveles de procesamiento así
como de la relación existente entre ellos. Se diferencia de la introspección (asociación libre) en la que se privilegia el
primer nivel, y de las técnicas de automanejo (detección de pensamientos automáticos) en las que se privilegia el
segundo nivel.
El rasgo crucial que caracteriza la actitud del terapeuta en el método de autoobservación está constituido por la
capacidad de diferenciar entre experiencia inmediata y su explicación.
En consecuencia, mientras evalúa una situación determinada (disputa conyugal), el terapeuta no debería focalizarse
sólo en la forma en que el cliente habla de lo que sucedió; al contrario, mientras reconstruye el acontecimiento con
la misma meticulosidad con que se construiría la escena de una película, debería ser capaz de cambiar
continuamente su foco de un nivel al otro:
1. Cómo se produjo la experiencia del cliente en la situación (ej: percepción de la discrepancia en la actitud del
cónyuge, cómo se sintió la discrepancia para que provocase cólera, la experiencia de la cólera y sentimientos
asociados, los efectos emocionales de llegar a darse cuenta de estar con cólera).
2. Cómo se autorefiere y explica el cliente lo que sucede en la situación (ej: razones contingentes adoptadas
para la disputa que excluyan o al menos reduzcan la propia responsabilidad en ella; explicaciones de su con
ducta agresiva en términos de rasgos de personalidad o disposiciones; interfe rencias sobre las intenciones y
estados anímicos del cónyuge).
Una distinción básica entre los dos niveles es que el segundo tiene valor de verdad, mientras que el primero no. Es
decir, la experiencia inmediata expresa la forma inevitable de ser-en-el-mundo y, como tal, nunca puede ser
errónea, mientras que las explicaciones, al pertenecer a un metanivel semántico, pueden resultar erróneas al
compararse con la experiencia inmediata que intentan explicar. Incluso si las explicaciones y razones adoptadas
resultan ser irrelevantes e inconsistentes con respecto a la situación vivencial, el terapeuta no debería limitarse a
criticar la irracionalidad de ciertas actitudes y a sugerir otras más adecuadas. De hecho, experimentar cólera como
respuesta a una provocación mínima es un «hecho», y debería conducir al terapeuta a una investigación más
profunda de la estructura de la relación y la calidad de la reciprocidad emocional.
- EL PROCESO TERAPÉUTICO
Se entrena al cliente a que utilice el método de la autoobservación para que discrimine entre la experiencia
inmediata y las reflexiones cognitivas y evaluacionespost hoc, así como para que establezca un patrón de
comunicación consistente y coherente entre el «Yo que experiencia y el «Mí que evalúa».
Utilizamos una metáfora cinematográfica para estructurar el proceso de observación del sí mismo la técnica de la
moviola—. Como si estuviera en una sala de edición, se entrena al cliente para dividir una experiencia particular en
una secuencia de escenas («visión panorámica»), enriqueciendo los detalles de cada escena con aspectos sensoriales
y emocionales («reducción»), y finalmente, reinsertar la escena, ya enriquecida, en la secuencia de la historia
(«ampliación»). Cuando el cliente se ve a sí mismo, tanto desde un punto de vista subjetivo (al analizar la escena en
primera persona) y la perspectiva objetiva (analizar la escena en tercera persona, desde la perspectiva de un
observador), el cliente comienza a construir nuevas abstracciones sobre el sí mismo:
... ver de forma repetida la misma escena cargada de afecto, en cámara lenta, avanzando y retrocediendo desde
muchos puntos de vista, modifica cómo la situación es evaluada y autorreferida, con el cambio consiguiente en la
relación actual entre la memoria «episódicas y la «semánticas ... todo esto se traduce en un replanteamiento de la
misma escena que hace surgir otrastonalidades de sentimiento. Mientras dicha flexibilidad aumenta, se va
desafiando el punto de vista usual sobre uno mismo («Mi), de forma que entran en escena los aspectos del «Yo» que
experimenta (Guidano, 19919, págs. 105-106).
CAPÍTULO 26.
CONCEPTOS A DESTACAR
Autoobservación: método por el cual el paciente, al observar su propia experiencia inmediata, accede al
conocimiento del modo con el que organiza su significado personal. Perturbador emocional: papel asumido por el
terapeuta en el contexto clínico e interpersonal de la terapia cognitiva pos racionalista con el fin estratégico de crear
discrepancia en el paciente.
Reconstrucción: procedimiento terapéutico mediante el cual el paciente, guiado por el terapeuta, reconstruye
durante las sesiones el modo en que experimentó, evaluó y se autorrefirió un evento emotivo.
Técnica de la moviola: procedimiento por el cual, a través de una metáfora cinematográfica, el terapeuta guía al
paciente durante las reconstrucciones de experiencia inmediata.
Heterorreferencialidad: procedimiento autoobservacional alternativo que el terapeuta propone al paciente durante
la segunda fase de la terapia con el fin de aumentar la flexibilidad de éste en el modo de ordenar su significado
personal.
Vittorio E Guidano
La autoobservación es el método esencial para llevar a cabo las principales tareas de la evaluación e intervención en
la psicoterapia constructivista. La autoobservación proporciona la materia prima necesaria para la re construcción de
los acontecimientos de interés terapéutico, y opera en la interconexión entre la experiencia inmediata y la
explicación simbólica. Permite la exploración y el análisis de tres niveles de procesamiento: la conciencia inmediata,
las explicaciones mediatas y la relación dinámica y siempre en evolución entre estos contrastes básicos. Por lo tanto
la autoobservación se diferencia claramente de la introspección (por ejemplo, la técnica de asociación libre) en la
que tiene privilegio el nivel inmediato y de las técnicas de autocontrol (por ejemplo, la detención de pensamientos
automáticos) en las que tiene privilegio el nivel explícito.
El rasgo crucial que caracteriza la actitud del terapeuta en la autoobservación es su capacidad para diferenciar entre
la experiencia inmediata y su explicación más reflexiva. Esta es, ciertamente, una de esas tareas que resulta más fácil
de asignar que de realizar. Aquí el terapeuta se enfrenta al bien conocido problema de distinguir entre hechos y
teoría.
Las teorías científicas se sostienen con diferentes grados de confianza, y un principio esencial de la ciencia es que las
teorías nunca se pueden probar totalmente. Éste no es el caso de la experiencia consciente. Que experimentemos el
color no es una idea que se sostenga con diferentes grados de confianza: es un hecho de la experiencia humana.
Todas las experiencias conscientes son hechos y representan las únicas cosas de las que podemos estar seguros.
La cuestión que hay que tener en mente es que los <<hechos>> corresponden a la experiencia inmediata del cliente,
mientras que su explicación y razonamiento son formas de auto referir los hechos para hacerlos comprensibles. En
consecuencia, mientras evalúa una situación determinada (por ejemplo, una disputa conyugal), el terapeuta no
debería centrarse sólo en la forma en que habla el cliente sino en lo que sucedió; todo lo contrario, mientras
reconstruye el acontecimiento con la misma meticulosidad con la que se construiría la escena de una película,
debería ser capaz de cambiar continuamente su objetivo de un nivel al otro.
En el primer nivel el terapeuta considera cómo se produjo la experiencia del cliente en la situación . En el caso de la
pelea conyugal, significaría considerar aspectos como la percepción de la discrepancia en la actitud del cónyuge,
cómo se sintió dicha discrepancia cuando provocó rabia, la experiencia de la rabia y los sentimientos asociados, los
efectos emocionales de ser consciente de sentir rabia, etc.
En el segundo nivel el terapeuta pregunta cómo autorrefiere y explica el cliente lo que ocurre en la situación. Se
pueden considerar, por ejemplo, las razones contingentes adoptadas para la discusión que excluyan, o al menos
reduzcan, la propia responsabilidad; las explicaciones de su conducta agresiva en términos de rasgos de personalidad
o disposiciones; o inferencias sobre las intenciones y estados de ánimo del cónyuge.
La distinción básica entre los dos niveles no es que el segundo tiene valor de verdad mientras que el primero no. La
experiencia inmediata simplemente expresa la forma inevitable de ser en el mundo y, como tal, nunca puede
confundirse. Las explicaciones, al pertenecer a un meta nivel semántico, pueden resultar erróneas al compararse con
la experiencia que intentan explicar. Así, en el ejemplo de la discusión, incluso si las explicaciones y razones
adoptadas resultan ser irrelevantes e inconsistentes con respecto a la situación vivencial, el terapeuta no debería
limitarse a suponer que su principal responsabilidad profesional es sugerir interpretaciones más acertadas o
satisfactorias para las crisis evolutivas del cliente. La responsabilidad del terapeuta constructivista es crear un
contexto inter personal seguro para la exploración de posibilidades. Esto es importante porque diferentes clientes
exploran a ritmos diferentes y a través de diferentes patrones de desarrollo.
LA TÉCNICA DE LA MOVIOLA
Ahora se verán los aspectos esenciales de la autoobservación y en las instrucciones básicas que se dan al cliente. En
primer lugar, hay que empezar por un acontecimiento o serie de acontecimientos que se puedan analizar
detalladamente. Cualquier problema que presente un cliente se puede reformular en términos de los
acontecimientos que lo produjeron o lo mantuvieron. Al adoptar una especie de «lenguaje cinematográfico»,
debido a su familiaridad, el terapeuta reconstruye con el cliente la sucesión de escenas que constituyen el
acontecimiento investigado. Entonces, como si se estuviera en un estudio de montaje, se entrena al cliente a «ver en
panorámica» la sucesión de escenas, yendo hacia atrás y hacia delante a cámara lenta, aproximando una escena a
modo de zoom para enfocar un aspecto concreto, alejándola con el zoom para reinsertarla enriquecida con nuevos
detalles otra vez en la secuencia, etc., un proceso al que yo llamo la técnica de la moviola. Siempre que se inserta
una escena enriquecida con detalles en la secuencia, ésta cambia, adoptando nuevas connotaciones y permitiendo el
surgimiento de más detalles en otras escenas. Secuencialmente, esto se podría exponer de la siguiente manera:
véase escena 1, escena 2, escena 3, escena 4 y escena 5; zoom de aproximación/alejamiento para conseguir una
perspectiva privada y cercana versus una social y distante; y tener una visión panorámica. Como se ve, el
procedimiento básico es bastante simple. Sin embargo, debería quedar claro que la autoobservación es
esencialmente un método y puede llevarse a cabo a niveles aún más estructurados a medida que se avanza a través
de las fases de la psicoterapia constructivista y las habilidades de autoobservación del cliente se vuelven más
eficientes y articuladas.
En las fases iniciales de la terapia constructivista, cuando es necesario guiar al cliente hacia una comprensión y
apreciación de la diferencia entre la experiencia inmediata y su autorreferencia y explicación, el análisis escénico
básico consiste en: a) reconstruir los patrones de experiencia inmediata que se produjeron en la situación,
enfatizando la fenomenología con creta y detallada; y b) volver a examinar las emociones experimentadas
conscientemente a medida que el cliente vuelve a vivenciar la situación y especula respecto a las reglas de
interpretación según las cuales la situación produjo esas emociones. Estos aspectos se pueden reconstruir
directamente a partir de la información del cliente.
Además de considerar cómo hablan consigo mismos o con los demás de sus emociones y cómo las conceptualizan
después de un acontecimiento, se debería enseñar a los clientes a centrarse en la estructura de su experiencia
inmediata tal como ocurrió en el curso de la situación perturbadora. Una manera sencilla de hacer esto es señalar
que, al investigar una experiencia emocional, hay dos tipos de cuestiones que se pueden explorar: a) el porqué de
esa experiencia, que aporta datos sobre cómo se autorrefiere y se explica la persona lo que sintió; y b) el cómo de la
composición de lo que sintió, es decir, su estructura (por ejemplo, modulación de la imaginería, tonalidades afectivas
básicas y sentimientos relacionados, sentido del sí mismo). Si asumimos que el terapeuta debería poder hacer esta
diferenciación en sus propias experiencias emocionales, debería ser capaz de guiar a los clientes para cambiar su
punto de vista del porqué al cómo, mientras se reconstruye el tipo de dificultad experimentada en dicho cambio.
En el momento en que comienza esta diferenciación, los clientes pueden empezar a verse a sí mismos desde dos
puntos de vista alternativos: representando la escena en primera persona (punto de vista subjetivo) y
contemplándose desde fuera de la escena (punto de vista objetivo). La flexibilidad del cliente para diferenciar entre
subjetivo-objetivo incrementa las posibilidades de reconstrucción de la experiencia inmediata dado que, desde un
punto de vista objetivo, el cliente es ahora capaz de establecer inferencias sobre la posible estructura del punto de
vista subjetivo experimentado en la situación. Esto es más o menos lo que sucede cuando uno piensa en una escena
de una película: a partir de las palabras y acciones de un personaje se intenta reconstruir sus estados anímicos,
motivaciones afectivas, intenciones secretas, etc.
Este mismo procedimiento se puede usar también en fases más avanzadas de la terapia constructivista, cuando se
emprende la reconstrucción de la historia evolutiva. Debido a que en esta fase el cliente tiene habilidades más
avanzadas, la reconstrucción del punto de vista subjetivo según el cual se ha experimentado el acontecimiento a
cierta edad puede llevarse a cabo desde dos puntos de vista objetivos diferentes: a) tal como uno se hubiera visto a
sí mismo como un «observador desde fuera» a esa edad; y b) tal como uno se ve a sí mismo ahora, desde fuera,
centrándose en aquella edad. Como se ve, más que la simple modificación de maneras de pensar juzgadas erróneas,
el aspecto esencial del método de autoobservación constructiva consiste en la adquisición gradual por parte del
cliente de un grado apreciable de flexibilidad en la evaluación de las dinámicas del sí mismo. Tanto el aumento de la
apertura emocional y de la autorrevelación (centrarse en la experiencia inmediata) como la posibilidad de ser
capaz de verse a sí mismo desde la distancia simbólica de otro observador hipo tético modifica inevitablemente el
sentido actual del sí mismo. Además, ver repetidamente la misma escena cargada de afecto a cámara lenta (yendo
hacia atrás y hacia delante desde muchos puntos de vista) produce una modificación en la manera en que se evalúa
y autorrefiere dicha escena, con un cambio consecuente entre la memoria «episódica» y «semántica.
Inevitablemente, todo esto se traduce en un reencuadre de la misma escena, que provoca el surgimiento de otras
tonalidades afectivas. De aquí que, a medida que se incrementa dicha flexibilidad, el punto de vista habitual sobre
uno mismo (mi) se cuestiona gradualmente y pueden aparecer en la imagen nuevos aspectos del yo que se
experimenta.
Por lo tanto, el efecto terapéutico básico resultante del incremento de la flexibilidad en las dinámicas del sí mismo
consiste en un cambio gradual de la evaluación del yo y del mí, unido a un grado consistente de reestructuración
emocional. Es decir, se reconocen y autorrefieren nuevas tonalidades afectivas en la continua experiencia inmediata
y, por lo tanto, se convierten en ingredientes esenciales en el rango percibido de emociones conscientes.
EL PROCESO TERAPÉUTICO
El enfoque terapéutico normalmente implica sesiones semanales. La estrategia en conjunto consiste en tres fases
principales que siguen esta secuencia:
Ésta es la fase correspondiente a las sesiones iniciales, que dura normal mente un mínimo de 1-2 sesiones y un
máximo de 7-8. El inicio suele venir marcado por la clásica pregunta: «¿Cuál es el problema que le trae aquí?», y el
cliente suele contestar presentando su imagen clínica. En este punto, afrontando la serie de trastornos que ha
descrito el cliente, el terapeuta debe llegar a una reformulación del problema presentándolo en términos que
permitan operar en la interconexión experimentación-explicación (método de autoobservación) y excluyendo al
mismo tiempo interpretaciones basadas en nociones de enfermedad que impliquen una atribución causal externa.
La operación básica consiste por lo tanto en redefinir el problema presentado como interno (es decir, sentimientos
inherentes a la propia forma de ser que adquieren cualidades perturbadoras porque no son suficientemente
reconocidos y explicados) como opuesto a la definición externa que, normalmente experimenta y exhibe el cliente
(como cuando ve sus síntomas como extraños o impuestos más que conectados con su forma de ser).
Al terapeuta no debería importarle la corrección o veracidad de las afirmaciones del cliente, evitando así entrar en
discusiones en este terreno. Cuando se trabaja hacia una reformulación, el terapeuta empieza definiendo el
contexto interpersonal como de colaboración recíproca y la relación terapéutica como herramienta de exploración
para construir una comprensión que no está disponible de momento, empezando así a cuestionar la expectativa
habitual del cliente de encontrar en la terapia un lugar en el que se le reafirme y se le den soluciones técnicas (la
búsqueda común de una solución externa). De esta manera, en vez de centrarse en la validez de los contenidos
expuestos por el cliente, el terapeuta empieza a investigar, junto con el cliente, el significado global, in tentando
construir un punto de vista suficientemente nuevo y viable que traslade el objetivo del cliente a otros aspectos del sí
mismo.
Por ejemplo, el problema que muestra el cliente fóbico habitual se experimenta como «<extraño» (es decir, con
ataques de pánico que se producen como crisis somáticas impredecibles) y atribuido a una causa externa (por
ejemplo, una enfermedad cardíaca). Al reconstruir, mediante la técnica de la moviola, las características de los
ataques de pánico, el cliente empieza a dar se cuenta de que no se producen <<al azar» de forma extraña e
impredecible sino que parecen producirse en dos campos básicos de la experiencia: en situaciones percibidas como
restrictivas, es decir, que limitan la propia libertad de movimiento (por ejemplo, embotellamientos, ascensores,
lugares llenos de gente, autobuses o metros de los que no se puede escapar a voluntad), o en situaciones marcadas
por la ausencia de una compañía fiable en las in mediaciones y que se perciben como fuente de desprotección (por
ejemplo, estar solo en casa o en un lugar público donde no hay nadie conocido).
A través de dicha re formulación se hace posible definir un contexto de autoobservación para la siguiente fase de la
terapia: enfocar en la moviola el cómo y el cuándo de todas las percepciones de peligro y miedos relacionados que
tiene el cliente, reconstruyendo también todas las sensaciones de constricción y desprotección. La tendencia de la
reconstrucción no es tan lineal como podría y, además, se puede interrumpir muchas veces por peticiones de
reafirmación y por intentos más o menos explícitos por parte del cliente de desviar la atención hacia temas como la
enfermedad, los medicamentos, etc. El terapeuta constructivo no debería rechazar la petición de afirmación ni
criticar estas peticiones sino emplearlas para hacer avanzar proceso. De aquí que mientras aporta la reafirmación
debe señalar al cliente cómo esos cambios repentinos en el de hablar de sí mismo y de estados anímicos a hablar en
términos de enfermedades y de curación, muestran una actitud curiosa de extrañamiento hacia sus propias
emociones que debería enfocarse gradualmente en los próximos pasos y reformularse igual que se hace con otros
aspectos del problema.
Finalmente, es interesante observar que, a diferencia de otras fases posteriores, estas primeras sesiones son básicas
porque no permiten ningún tipo de error. Las fases posteriores de la terapia, aunque son más largas y más
exigentes, permiten al terapeuta equivocarse sin tener consecuencias tan graves porque ya se ha establecido la
relación. De hecho, cualquier error en la fase inicial de la terapia se refleja en la propia estructura del con texto
relacional-emocional en proceso de formación y puede tener efectos duraderos en el tiempo. De forma análoga a lo
que sucede en la formación de cualquier vínculo significativo, durante la fase 1 se definen gradualmente (de forma
implícita, como en cualquier relación afectiva) los roles y reglas relacionales que limitan la estructura de la relación a
partir de ese momento.
Ésta es la fase central de la estrategia terapéutica, en la que suele darse una remisión bastante estable, y a menudo
completa, de los trastornos iniciales. Esquemáticamente, consta de dos etapas consecutivas cada una de las cuales
abarca un mínimo de 3-4 meses y un máximo de 7-8. En la primera de ellas el objetivo principal se centra en
reordenar los patrones de experiencia inmediata. En la segunda el énfasis se dirige a la reconstrucción del estilo
afectivo del cliente. Se van a tratar las dos etapas:
Durante las sesiones iniciales de esta fase es absolutamente esencial que el terapeuta dé instrucciones
repetidamente al cliente para usar la técnica de la moviola en cada escena y para centrarse en la diferencia entre la
experiencia inmediata y la explicación de la misma, durante y después de cada escena. A los clientes no les resulta
fácil aprender a hacer esta diferenciación, aunque sólo sea porque este proceso es muy diferente de su manera
habitual de vivir y pensar en sí mismos. El terapeuta, al aportar todas las explicaciones necesarias para llevar a cabo
la reconstrucción gradual, debe entrenar constantemente al cliente para que sea flexible a la hora de cambiar de
punto de vista del porqué al cómo, mientras se comentan las dificultades que tiene el cliente al hacer este cambio.
En el cliente fóbico, las dificultades derivan de su lectura sensorial de la experiencia subjetiva, hasta el punto de que
cualquier estado emocional se percibe únicamente en términos de reacciones fisiológicas (taquicardia, dificultades
respiratorias, etc.) haciendo difícil (si no fenomenológicamente imposible) diferenciar los sentimientos de las causas
o síntomas físicos.
Uno suele darse cuenta de que los clientes son capaces de poner en práctica la diferenciación experiencia-
explicación cuando, después de aplicarlo correctamente (más o menos) durante la semana, empiezan a centrarse
más en su experiencia subjetiva y amplían gradualmente estas diferenciaciones a otros dominios. En el ejemplo del
cliente fóbico, este mayor enfoque tiene su paralelismo en una mayor capacidad para diferenciar qué situaciones
externas provocan sentimientos de constricción o desprotección. Más allá del dominio sensorial, el cliente empieza a
reconocer otros aspectos de sus sentimientos perturbadores. Por ejemplo, el cliente puede empezar a darse cuenta
de que no es que sus respuestas sean simples y automáticas ante situaciones externas «objetivamente» peligrosas,
sino que esas respuestas (que él/ella experimenta como perturbadoras) tienen una especie de oscilación rítmica
diaria: quizá surgen cuando salen de casa (desprotección) o cuando vuelven (constricción). Por lo tanto, sus
sentimientos están, en cierta manera, contectados con la actividad y con su manera de experimentar los contextos
afectivos de referencia.
El cliente ya ha pasado de una actitud originada externamente a otra de origen más interno: ha pasado de padecer
un problema objetivo a ver que el problema consiste en cómo controla o participa en su propia experiencia
subjetiva. Este proceso esta evidenciado por una capacidad cada vez mayor para enfocar sentimientos críticos y va
unido a un distanciamiento creciente de la inmediatez de la experiencia, que a su vez aumenta la capacidad de
enfocar. Mediante la técnica de la moviola, el cliente cambia su objetivo progresivamente hacia la discrepancia que
sur ge entre la experiencia inmediata y su reordenamiento explícito, con el objetivo consensuado de construir el
patrón de coherencia del que depende. De nuevo, en el caso del cliente fóbico, el trabajo pendiente en esta etapa
consistirá esencialmente en reconstruir el proceso de cómo los patrones de autoengaño que mantienen su
autoimagen le impiden reconocer un cambio en su forma de experienciar su contexto marital y familiar.
En este punto, normalmente entre unos 4 y 8 meses después de empezar la terapia, los clientes han sufrido un
cambio notable en la visión que tienen de sí mismos acompañada, es de esperar, de una remisión remarcable de los
síntomas que les trajeron a terapia. Este cambio (en la evaluación que hace el mí del yo) acarrea un reordenamiento
de la experiencia inmediata acompañado de un primer nivel de reestructuración en el rango de emociones que se
pueden percibir. Además de reconocer y autorreferir los sentimientos que antes se omitian o excluían de la
conciencia, el cliente es ahora capaz de centrarse en estados emocionales más complejos y de percibir la conexión
entre diferentes sentimientos y afectos, tales como la relación concurrente entre apego, miedo y enfado. De hecho,
en el curso del trabajo realizado en esta etapa hay una reformulación implícita del problema original en el sentido de
que los clientes se vuelven progresivamente más capaces de darse cuenta de cómo están interconectados los
estados emocionales básicos con un desequilibrio percibido en la relación afectiva experimentada como una parte
esencial de su estructura vital actual.
La reconstrucción de los estilos afectivos absorbe toda la segunda etapa y empieza con un análisis detallado de la
historia afectiva del cliente. Se deberían investigar varios aspectos de esta historia. Son de particular importancia las
variables que subyacen al «estreno sentimental» en relación a la figura de apego inicial y la forma en que la
experimentó, valoró y autorrefirió el cliente cuando era niño. Entre dichas variables estarían el contexto evolutivo,
las actitudes personales y la red social. El estreno sentimental es importante porque corresponde a una especie de
«ensayo general» en la carrera potencial de construcción de relaciones afectivas.
También es importante la secuencia de relaciones significativas que han tenido lugar desde la relación de ensayo.
Una revisión de este tipo puede permitir que el cliente reconstruya los criterios significativos que utiliza para
diferenciar entre relaciones significativas y no amenazantes. Dichos criterios permiten destacar qué patrones de
emparejamiento fueron más consistentes con el estilo de vinculación que se estructuró gradualmente. También es
importante que el cliente examine cómo se han formado, mantenido y roto todas las relaciones significativas, así
como la mane ra en que se han experimentado, valorado y autorreferido. Al hacerlo, es posible revelar la coherencia
que muestra el estilo afectivo del cliente, es decir, cómo produce este estilo experiencias emocionales recurrentes
que confirman y estabilizan su sentido de sí mismos.
Al pasar por la secuencia de escenas significativas que caracterizan cada relación mediante la técnica de la moviola,
el cliente es capaz de re construir gradualmente las tramas invariantes que unifican y dan continuidad a su
<<trayectoria» afectiva. En el caso del paciente fóbico, esta trama podría conectar la valoración de que el apego
primario satisface una necesidad de protección que se experimenta con una necesidad igualmente fuerte de
independencia. Tan pronto como esta sensación o necesidad de protección va más allá de cierto límite, los
sentimientos de constricción y la necesidad de independencia pueden provocar procesos que deterioren la situación
o el apego.
Ir atrás y adelante en los acontecimientos básicos con la técnica de la moviola para estudiar la formación del estilo
afectivo del cliente provoca un reordenamiento gradual de las experiencias inmediatas acompañado de un
reencuadre de esos mismos acontecimientos. Esto, a su vez, provoca un cambio aún más apreciable en el punto de
vista que tiene el cliente sobre sí mismo (un cambio en la valoración que el mí tiene del yo) esta vez, sin embargo, a
un segundo nivel más complejo de reestructuración de las emociones perceptibles. Básicamente, ahora el cliente
puede reconocer y apreciar cómo se combinan y recombinan los diferentes estados emocionales a medida que
establece vínculos afectivos. El cliente empieza también a apreciar cómo la percepción de otra persona significativa
regula e influye en su autopercepción. Por otra parte, ahora el cliente está preparado para experimentar cómo estas
recombinaciones y percepciones de los otros significativos se desenvuelven para crear un patrón de coherencia
cuyas huellas ahora resultan discernibles desde períodos evolutivos tempranos.
Este tipo de cambio en el punto de vista sobre uno mismo, además de ir acompañado de una desaparición
prácticamente total del trastorno, provoca el surgimiento de nuevos niveles abstractos de autorreferencia en el
ordenamiento de las experiencias pasadas y presentes. Y quizá más importante, esta nueva perspectiva personal
provoca una actitud diferente hacia la realidad con el descubrimiento de nuevos campos experienciales. Por lo tanto,
se puede entender que más de la mitad de los clientes prefieran detenerse en este punto del tratamiento
constructivista, manteniendo la relación con el terapeuta mediante sesiones de seguimiento que van disminuyendo
gradual mente en frecuencia hasta que cesan, generalmente al cabo de uno o dos años. Está claro que el terapeuta
no debería poner reparos respecto a que el cliente termine la terapia en este punto. De hecho, no existe una manera
correcta en que deban llevarse a cabo las cosas (incluida la terapia) y, en definitiva, el cliente es el único que puede
decidir cuál es la mejor manera de proceder en su trayectoria vital.
La tercera fase del tipo de terapia constructivista dura entre 3 y 6 meses y tiene lugar durante el segundo año de la
terapia. Generalmente esta fase sólo es necesaria para clarificar el trabajo de autoobservación que se ha realizado y
se está realizando. En esta época los clientes deberían tener claro que su meta es reconstruir cómo les ha influido su
camino evolutivo en los procesos que finalmente les han llevado a establecer la estructura y el patrón de coherencia
que, idealmente, se ha hecho evidente para ellos en la segunda fase de la terapia constructivista.
En contraste con las fases precedentes, en las que se trabaja con experiencias recientes que son más vívidas y ricas
en detalles y, por lo tanto, más fáciles de reconstruir, en esta tercera fase (el análisis evolutivo) se trabaja con
material más vago y menos detallado. Además, el hecho de que el cliente normalmente mantenga una versión de
su historia pasada (una versión que ha ido «puliendo» a lo largo de los años con explicaciones ad hoc que parecen
intentar mantener una determinada imagen de sí mismo) está relacionado con este análisis evolutivo.
La capacidad del cliente para centrarse en el pasado desde un nuevo nivel de autoevaluación y autorreferencia se
añadirá probablemente a la creciente conciencia de su funcionamiento como variable crucial que per mite la
reconstrucción del pasado con un nivel considerable de reordenamiento. Por el contrario, si el paciente no fuera
capaz de utilizar otro punto de vista sobre sí mismo como fulcro desde el que puede revisar su vida, llegaría a un
mero «relato autobiográfico». Dicho relato sería no sólo inútil sino también potencialmente dañino debido a su
tendencia a confirmar y legitimar las versiones del sí mismo y la realidad que el cliente ha mantenido habitualmente
de manera incuestionable.
La primera etapa de la fase 3 consiste en re construir la historia evolutiva del cliente intentando identificar los
acontecimientos vitales significativos que se dividirán en las escenas correspondientes. Posteriormente se volverá a
utilizar la técnica de la moviola. Empezando por los primeros recuerdos que se tienen, se procede a recordar una
mues tra de acontecimientos cargados afectivamente, analizando sucesivamente la tendencia de las primeras etapas
madurativas: infancia y años preescolares (0-6 años), niñez (7-12 años) y adolescencia y juventud (13-21 años).
La trama evolutiva que vincula apego y procesos del sí mismo de manera interdependiente se puede discernir
usando un enfoque autoobservacional y yendo hacia atrás y hacia delante en una secuencia de escenas cargadas
afectivamente. Más específicamente, en cada escena se enfoca tanto la secuencia objetiva de interacciones
contenida para reconstruir los patrones de apego en evolución como las experiencias subjetivas del niño en aquel
momento para reconstruir el sentido de sí mismo que ha surgido en respuesta al mundo, tal como se valoró
entonces. De esta manera, el cliente es gradualmente capaz de reconstruir una trayectoria evolutiva a la base de su
patrón de coherencia personal mientras experimenta y reordena su valoración de la historia.
En el ejemplo del cliente fóbico, la trama que conecta toda la historia podría ser una inhibición de la autonomía y de
la conducta exploratoria provocada inadvertidamente por las atenciones y solicitud de los padres a los que quería
mucho. Precisamente esta conexión indirecta hizo imposible desde el principio al cliente asociar las experiencias
perturbadoras con la conducta y actitudes parentales. Tampoco podía reconocer y valorar las cualidades
emocionales inherentes de dichas experiencias a nivel subjetivo. De esta manera, poco a poco se vuelve evidente
para el cliente que la imposibilidad de referir los sentimientos perturbadores a la conducta de los padres le ha
forzado a experimentarlos localizados en aspectos físicos del sí mismo que, a su vez y gradualmente le han llevado a
una descodificación sensorial de su modulación emocional. Su bautismo psicológico en la intersubjetividad puede
haberle inclinado a ignorar, negar o desviar su objetivo de las dinámicas de afectividad demasiado humanas y de las
continuidades históricas subyacentes que le otorga los derechos y responsabilidades de ser participante en su propia
historia.
Hacer que los clientes cuenten repetidamente su historia evolutiva es un proceso autoobservacional que
potencialmente puede provocar el reordenamiento más importante de las experiencias básicas inmediatas. Este
proceso, cuando se completa de manera óptima, produce un reencuadre del recuerdo de dichos acontecimientos así
como un aumento en la capacidad de distanciarse y descentrarse de tonalidades afectivas recurrentes que son una
parte integral de los procesos continuados. La modulación emocional que proporciona continuamente el ir hacia
atrás y hacia delante en el pasado y los procesos de reencuadre provoca un reordenamiento paralelo de los temas
afectivos básicos en los que el distancia miento cada vez mayor de las dimensiones emocionales fundamentales se
equipara con su recombinación con las nuevas tonalidades de los sentimientos que han emergido tras el tercer nivel
de reestructuración emocional.
Por lo tanto a nivel evolutivo, el cambio en la valoración que el mí hace del yo consiste principalmente en un cambio
en la experiencia de la propia praxis de la vida como algo «dado» para su valoración como proceso básico y
autoorganizado de creación de coherencia, un proceso que ordena de manera consistente las experiencias pasadas y
presentes de manera que produce una continuidad reconocible. De aquí que con los cambios y el reordenamiento
que se producen durante la primera mitad de la segunda fase, los trastornos emocionales, más que considerarse
como dados, se evalúen como coproductos de la propia manera de experimentar el afecto. Con el cambio que tiene
lugar en la segunda mitad de esta fase, ocurre lo mismo con el estilo afectivo, cuya coherencia reconocida se
experimenta progresivamente como el desarrollo del propio significado personal. Con el análisis evolutivo, lo que ya
no se da por sentado es precisamente el significado personal que se experimenta como el pr ceso, que dura toda la
vida, para establecer la coherencia del propio ser en el mundo.