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El diagnóstico suele ser erróneo tanto por exceso como por defecto: o bien a cualquier niño inquieto se le tacha de
“hiperactivo” o bien ante un problema de conducta real se culpa, por ejemplo, a la educación de los padres. Todo esto
genera confusión en la familia y puede desembocar en un conflicto que genera estrés y ansiedad para el niño y los que le
rodean. Por eso es importante que aparte de observar si el niño muestra los síntomas que hemos descrito, tengamos claros
que se cumplen los puntos que damos como referencia a continuación, ya que cualquier niño puede experimentar los
síntomas por un período concreto de tiempo debido a cambios en su vida o enfermedades, por ejemplo:
Presencia de síntomas desde antes de los 7 años.
Pasa por igual en casa que en la escuela, el lugar no influye.
No hay mejoría, incluso va a más.
No tiene explicación por otro trastorno o problema médico.
Presencia de 6 o más síntomas durante al menos un semestre.
Si has llegado aquí y crees que el carácter de tu hijo se está viendo afectado por el TDAH, consulta con un especialista
que inspire confianza y, si es necesario, pide una segunda opinión. Si en efecto es TDAH no pasa nada, hay terapias de
todo tipo y un profesional decidirá lo más adecuado para tu hijo. Y como siempre, todo el amor y la seguridad que le
transmitamos ayudarán más que cualquier otra cosa a que evolucione positivamente.