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HIPERQUINESIA

La hiperactividad de los niños es considerada como normal, cuando se produce dentro de una etapa
de la vida infantil alrededor de los dos o tres años.

Pero cuando ya ha pasado esta etapa en ocasiones los infantes siguen presentado, con un ascenso
progresivo, una notable falta de atención y la inquietud constante los cuales son síntomas que, por
lo general, los padres comentan primero al médico de atención primaria, con frecuencia alertados
por los profesores y educadores. El hecho de que niños presenten estas características no quiere
decir que tengan la condición que clínicamente se conoce como déficit de atención con
hiperactividad, sin embargo, es conveniente que se acuda a un especialista, psicólogo
preferiblemente, a fin de determinar si el niño presenta realmente esta condición de tal manera de
tratarlo a tiempo y evitar que se incremente a tal punto de que sea incontrolable.

1. CARACTERÍSTICAS MÁS NOTORIAS.

Según Isabel Menéndez Benavente, psicóloga de la “Universidad Autónoma de Madrid”, “el


hiperactivo es un niño que desde que nace está „dando la lata‟ siendo bebé no dormía bien o
lloraba mucho, era espabiladísimo y enseguida se levantaba de la cuna. Ya „crecidito‟ parece
muy inteligente porque suele hablar mucho y con desparpajo, y aparentemente su desarrollo ha
sido normal. Simplemente es un niño insufrible al que no podemos llevar a ningún lado, agota a
todo el mundo, desquicia a la familia y no „se está quieto‟ ni un minuto”.

Explica la psicóloga que cuando empieza la etapa escolar comienzan los fracasos. Los maestros
se percatan de que no presta la más mínima atención, hasta el punto de que a veces son enviados
al otorrino para realizar una audiometría porque parece estar „sordo‟.

En la población infantil aproximadamente cinco de cada cien niños presentan este trastorno,
aunque desgraciadamente la mayoría no son diagnosticados, y por ello se les trata como niños
torpes, maleducados, consentidos, o simplemente caracteriales. Se les clasifica como niños con
problemas de conducta, cuando en realidad son niños que necesitan un tratamiento especial y,
sobre todo y principalmente, un diagnóstico adecuado que arroje a padres y profesores una luz
para que ellos se sientan menos culpables de su falta de control.

2. CAUSA DEL TRASTORNO.

De acuerdo a la especialista española, existen factores biológicos y genéticos. Entre los no


genéticos podemos hablar de complicaciones prenatales, perinatales y postnatales.

“Se sabe que predispone a padecer el trastorno el consumo materno de alcohol y drogas, incluso
de tabaco, también influye el bajo peso al nacer, la anoxia, lesiones cerebrales, los factores
genéticos y ambientales pueden contribuir a su desarrollo. Las psicopatologías paternas, el bajo
nivel económico, la marginalidad, el estrés familiar, en fin, un entorno inestable podría agravar
el trastorno.

Parece que existe, ( una disfunción del lóbulo frontal y por otra parte desde el punto de vista
neuroquímico existe una deficiencia en la producción de importantes neurotransmisores
cerebrales. Los neurotransmisores son sustancias químicas que producen las neuronas, es decir
las células nerviosas.

3. PAUTAS PARA LA FAMILIA, PROFESOR Y TERAPEUTA.

Sin duda que el especialista deberá específicamente de acuerdo a cada caso, determinar la forma
en que se tratará, a través de fármacos o psicopedagogía, el problema. En lo que respecta al área
sicológica existen pautas establecidas. En el ámbito familiar se aconseja tener, para con los
niños hiperactivos, normas claras y bien definidas , dar órdenes cortas, y de una en una,
propiciar un ambiente ordenado y muy organizado, sereno y sin gritos, reconocer el esfuerzo
realizado por el niño, aumentar su autoestima, evitar ser superprotector y no dejarse manipular
por sus caprichos, cumplir siempre los castigos y las recompensas ante sus acciones, darle
pequeñas responsabilidades, aceptarle tal y como es, fomentar sus puntos fuertes, sus facultades.

En cuanto a la escuela, el maestro de un niño con déficit de atención con hiperactividad deberá:
comprender y asimilar el transtorno del niño, sentarle en el lugar adecuado, lejos de estímulos,
enfrente de el, entre niños tranquilos; darle órdenes simples y breves, establecer contacto visual
con el niño , darle encargos una vez que haya realizado el anterior, no dejar que deje las cosas a
medio hacer, no se le puede exigir todo a la vez, , se debe desmenuzar la conducta a modificar
en pequeños pasos y reforzar cada uno de ellos. Enseñarle y obligarle a mantener el orden en la
mesa, hacer concesiones especiales, darle mas tiempo en los exámenes, indicarle cuando se está
equivocando por un descuido, o facilitarles un examen oral de vez en cuando para que descanse
de la escritura. Se debe evitar humillarle o contestarle en los mismos términos, evitar insistir
siempre sobre todo lo que hace mal.

3.1. RECONOCERLOS

Síntomas de desatención

 A menudo no presta atención a los detalles, tiene errores por descuido y el trabajo
escolar suele ser sucio y desordenado.
 Tiene dificultades para mantener la atención, incluso en los juegos.
 A menudo, parece no escuchar cuando se le habla directamente, parece tener la mente
en otro lugar o como si no oyera.
 No finaliza tareas escolares, pasa de una actividad a otra sin terminar la anterior. No
sigue instrucciones ni órdenes.
 Dificultad para organizar tareas y actividades.
 Evitan situaciones que exigen una dedicación personal y concentración ( por ejemplo,
tareas de papel y lápiz)
 A menudo extravía objetos necesarios para tareas o actividades ( por ejemplo, ejercicios
escolares, juguetes, lápices, libros, etc.) y suelen tratarlos sin cuidado.
 Se distraen con facilidad ante estímulos irrelevantes, pueden dejar las tareas que están
haciendo para atender ruidos o hechos triviales que son ignorados por los demás (una
conversación lejana, el ruido de un coche,...)
 Son olvidadizos en sus tareas cotidianas ( olvidan el bocadillo, los deberes, la hora del
partido, etc.)

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Bien hemos visto los criterios que se consideran para tener un grave problema de atención,
veamos ahora los síntomas de la hiperactividad e impulsividad que coexiste con la falta de
atención la mayor parte de las veces.

Síntomas de hiperactividad

 Suele mover en exceso manos y pies y se retuerce en su asiento.


 A menudo abandona su asiento en clase o no es capaz de estar sentado cuando debe.
 Corre o salta en situaciones en las que resulta inadecuado hacerlo.
 Experimenta dificultades para jugar tranquilamente o dedicarse a actividades de ocio.
 Parece estar siempre en marcha, como si tuviera un “ motor”.
 A menudo habla excesivamente.
 Dan respuestas precipitadas, antes de que las preguntas se acaben de formular.
 Puede tener dificultades para aguardar su turno en cualquier situación.
 También suele entrometerse o entorpecer los asuntos de los demás, tocan cosas que no
deben, hacen payasadas…

Según el DSM IV existen varios subtipos de TDAH, según predomine la desatención o la


hiperactividad:

 Tipo predominantemente COMBINADO: Cumple los criterios de atención y de


hiperactividad.
 Tipo predominantemente HIPERACTIVO: Cumple los criterios de hiperactividad pero
no llega a los necesarios de falta de atención.
 Tipo predominantemente DE ATENCIÓN: Cumple al menos seis de los criterios de
déficit de atención, pero no los de hiperactividad.

El más común es el combinado y, en las niñas, parece predominar el de inatención.

En los tipos combinados, la hiperactividad e impulsividad hacen que, con bastante


frecuencia, sufran accidentes, puesto que no son capaces de calibrar los peligros de sus
acciones.. (cruzar en rojo, patinar en terrenos no adecuados, lanzarse con la bici por una
cuesta muy empinada, etc..)

Esta falta de atención y exceso de actividad suelen producir también problemas graves en el
aprendizaje, aunque su capacidad intelectual sea normal o superior, y precisamente ese
fracaso escolar, suele ser el principal motivo por el que acuden a consulta.

Veamos ahora algunos de los síntomas que presentan en la evaluación de su aprendizaje.

Síntomas de dificultades de aprendizaje

 Variabilidad. Son niños que tienen amplias variaciones en sus respuestas, son los típicos
niños de los que se dice “puede hacerlo porque ayer realizó perfectamente esa tarea,
cuando hoy es un desastre”.
 Retraso psicomotor, que varía desde la simple torpeza motriz hasta “ dispraxias “
importantes, es decir problemas en las nociones de su esquema corporal, del tiempo y
del espacio. Dificultades que se agudizan cuando tiene que realizar algo con ritmo.

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 Trastorno del lenguaje de tipo expresivo, con vocabulario limitado y dificultades a la
hora de expresarse. Problemas en el área de lectura. Dislexia.
 Dificultades en la grafía, en la escritura: disgrafía y disortografía, porque existe una
deficiente coordinación entre lo que ve y el movimiento manual, es decir, suelen
presentar incordinacion visomotriz . Su escritura es torpe, con tachones, desordenada,
su ortografía con múltiples faltas y confusiones...

Es evidente que, con todos estos trastornos, son niños que también presentan problemas
emocionales. No es raro que tengan un comportamiento social indiscreto, sin freno, y
molesto. Este descontrol, casi constante, genera desconfianza e irritación en padres y
maestros, así como rechazo de los hermanos y compañeros… lo que hace que pueda ser un
niño aislado.

Veamos ahora las características personales que presenta y que pueden ayudarnos a seguir
clarificando este síndrome…

Síntomas personales

Emotividad muy variable, cambian frecuentemente de humor, pueden pasar de la


risa al llanto con cierta facilidad.. son explosivos, de rabietas constantes.
Acentuados sentimientos de frustración, baja tolerancia ante los problemas. Insiste
una y otra vez en que se realicen sus peticiones.
Problemas de relación con los compañeros. Desadaptación social.
Problemas de ansiedad, agresividad, oposición, disconformidad…
Algunos de ellos presentan enuresis ( pis nocturno).

Bien, una vez descritas las características que pueden presentar, aunque evidentemente no
todos los niños tienen todas las alteraciones, se puede comprender perfectamente que sean
niños que suelen ser el punto central de las discusiones familiares, puesto que son niños que
“desquician“ fácilmente y no siempre se sabe como tratarlos, por lo que se producen
constantes enfrentamientos en la familia.

La falta de atención que pone en tareas que requieren un esfuerzo suele interpretarse como
pereza y además en ocasiones podemos encontrarnos con niños que tienen el trastorno, pero
que son capaces de estar sin síntomas en una situación nueva, cuando existe mucho control,
o ante actividades muy interesantes (como los videojuegos), lo que hace que sus padres
piensen que el comportamiento anómalo es voluntario, “que para lo que le interesa sí que se
fija” y esto complica aún más el problema. Estos padres no saben que existe una importante
deficiencia del autocontrol, que tiene base neurobiológica, como ya hemos visto
anteriormente.

Hay pues que armarse de paciencia y saber que el trastorno, que es acusadísimo en la
primera parte de la infancia, suele ir mejorando con la edad, aunque existen aún
alteraciones en la vida adulta, casi en una tercera parte de los casos.
Como ya hemos dicho, en la población infantil aproximadamente cinco de cada cien niños
presentan este trastorno, aunque desgraciadamente la mayoría no son diagnosticados, y por
ello se les trata como niños torpes, maleducados, consentidos, o simplemente caracteriales.
Se les clasifica como niños con problemas de conducta , cuando en realidad son niños que

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necesitan un tratamiento especial y, sobretodo y principalmente, un diagnóstico adecuado
que arroje a padres y profesores una luz para que estos niños se sientan menos culpables de
su falta de control…

¿Quiénes deben realizar el diagnóstico y cómo tratarlo? En principio, el diagnóstico y el


tratamiento deben ser multidisciplinar. El examen de un psicólogo, y de un psiquiatra o
neurólogo es imprescindible, porque las áreas que estos profesionales abarcan son básicas
para reeducar un síndrome de déficit de atención con hiperactividad.

4. HIPERACTIVIDAD

4.1. Síndrome hiperquinético de la infancia.

En la clasificación Internacional de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud


se encuentra la definición de este síndrome: se caracteriza por la distractibilidad, la
deshinibición, la impulsividad, la hiperactividad, los cambios marcados de humor y la
agresividad.

Por su parte la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) caracteriza el mismo síndrome en


su DSM IV de la manera siguiente: Déficit de atención como Hiperactividad. El criterio
para el diagnóstico se basa en tres datos fundamentales y tres secundarios. Los primeros
son: Inatención impulsividad e hiperactividad; los secundarios son: principio del trastorno
antes de los siete años, duración de por lo menos 6 meses y la certeza de que no tiene causa
la esquizofrenia, un desorden afectivo o algún grado de deficiencia mental (Taylor, 1991).

Ambas descripciones se refieren al llamado síndrome de disfunción cerebral mínima,


nombre con el que hace algunos años se designa al trastorno que sufren ciertos niños que
muestran signos y síntomas relativos a la conducta y al aprendizaje.

Los procedimientos que permiten comprobar tales síntomas y signos se integran con la
exploración psiquiátrica y física, la aplicación de pruebas psicológicas y el examen
neurológico y electroencefalográfico; fue llamado de diversas maneras: síndrome de daño
cerebral, daño cerebral mínimo, disfunción cerebral, hiperquinesia etc.

Clements (1966,en Morales, 1990), propuso la siguiente definición: El término disfunción


cerebral mínima, se refiere a un cuadro clínico que presentan ciertos niños cuya inteligencia
es normal o muy cercana a la normal, que sufren trastornos de aprendizaje que van de
moderados a severos, asociados a discretas anormalidades del sistema nervioso central.
Tales desviaciones se manifiestan como trastornos a la percepción, conceptualización,
lenguaje, memoria, atención y control de impulsos motores.

Taylor (1991), menciona que las anormalidades parecen estar relacionadas con variaciones
genéticas, irregularidades bioquímicas, lesiones cerebrales perinatales, otras enfermedades
que afectan el sistema nervioso central durante periodos críticos de su maduración, o con
causas desconocidas.

Clements (1966, en Morales, 1990), valoró 10 datos referidos como propios del síndrome:

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1) hiperactividad
2) impedimentos perceptivo-motores
3) labilidad emocional
4) incoordinación muscular
5) inatención
6) impulsividad
7) desórdenes de la memoria y el pensamiento
8) trastornos específicos del aprendizaje
9) desórdenes del lenguaje
10) irregularidades electroencefalográficas.

El síndrome se caracteriza por que el niño afectado manifiesta, necesariamente, alteraciones


de conducta, de la subjetividad y del organismo y sus funciones (Morales, 1990).

El diagnóstico de síndrome se justifica cuando inequívocamente se encuentran presentes los


siguientes datos:

a) Hiperactividad, que se traduce en la incapacidad del niño para organizar, regular y


controlar su conducta motora.
b) Impulsividad, que se expresa frecuentemente en forma de agresividad y de conducta
impredecible, debido a los cambios de humor. Dificultad para suspender a tiempo una
actividad repetitiva.
c) Retraso en el desarrollo de habilidades específicas, que se traduce principalmente en
problemas de aprendizaje relacionados con la inatención.
d) Incapacidad para comprender y cumplir órdenes.
e) Sintomatología presente antes de los 7 años de edad.
f) Trastornos de conducta variables, relaciones interpersonales muy obstaculizadas,
expresiones de baja tolerancia a la frustración, temeridad (incapacidad de valorar
adecuadamete el peligro) etc.
g) Ausencia segura de trastornos psicopatológicos diferentes que "explicaran" la
sintomatología: psicosis, retardo mental, desórdenes afectivos, etc. (Morales, 1990).

Respecto a los criterios recomendables para calificar algunos de los síntomas en el DSM IV
son:

A) Desatención. Por lo menos deben estar presentes tres de éstos datos:

a) Frecuentes fracasos para completar tareas


b) Frecuentes actitudes típicas de "no estar escuchando"
c) Facilidad para distraerse
d) Dificultad para concentrarse en las tareas escolares o en áreas que exigen el
sostenimiento de la atención
e) Dificultades para persistir en una actividad determinada.

B) Impulsividad. Por lo menos deben identificarse tres de los datos siguientes:

a) Actuar antes de pensar


b) Desviaciones excesivas de una actividad a otra

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c) Dificultad para organizar el trabajo
d) Evidente necesidad de supervisión contínua
e) Frecuentes interrupciones en clase, y
f) Dificultades para respetar el turno en los juegos de grupo y en otras situaciones que
lo requieren.

C) Hiperactividad: Deben existir por lo menos dos de los datos siguientes:

a) Frecuente ir y venir
b) Molestar excesivamente a los demás
c) Dificultad para permanecer sentado
d) Movimientos excesivos durante el sueño y,
e) Estar siempre en movimiento, desobediencia patológica (Pierre, 1997).

Si bien la etiología del problema no es bien conocida, los hechos apuntan hacia la
existencia de trastornos funcionales del cerebro que vistos desde un enfoque clínico, nos
hace suponer que los factores a los que se atribuye una acción son orgánicos; entre éstos se
encuentran:

a) Los antecedentes del síndrome, que sitúan los primeros síntomas muy temprano en la
vida del niño.
b) Manifestaciones que provocan las dificultades de aprendizaje. Los problemas
visomotores, las dificultades para organizar los conceptos; éstos problemas se explican
mejor por una disfunción de ciertas áreas del cerebro.
c) La naturaleza de la hiperquinesia, diferenciable clínicamente de otras formas de
hiperactividad en que los factores emocionales son predominantes.
d) La incidencia de numerosos signos neurológicos, coincidente con severos trastornos de
la conducta.
e) La frecuencia de anormalidades electroencefalográficas, significativamente mayor que
la que ocurre en otros trastornos de la conducta infantil.
f) El efecto terapéutico producido por los psicoestimulantes, distinto de las respuestas que
se obtienen en otros cuadros clínicos o en niños normales.

Los estímulos que pueden dañar al organismo hasta el grado de producir un estado
patológico son de naturaleza física, psicológica y social. Los estímulos físicos pueden
romper el equilibrio del organismo en sus propiedades químicas, antigénicas o propiamente
físicas.

Por tanto la respuesta es de orden fisiológico y constituye una medida compensatoria para
restablecer el equilibrio perdido. Pero si bien los estímulos son más o menos específicos, la
respuesta del organismo se expresa en los tres niveles: psíquico, físico y social. Un estímulo
físico como es el caso de un desarreglo funcional del cerebro que obedece a un cambio
estructural evoca respuestas tanto orgánicas como psicológicas y sociales, y es que la
capacidad adaptativa del niño está condicionada por sus propias características innatas, por
las reacciones de las personas que influyen en su desarrollo y por sus experiencias vitales
(Taylor,1991).

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5. TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN

5.1. El niño hiperquinético

Los padres se preocupan mucho cuando reciben una carta de la escuela diciendo que el niño
"no le presta atención a la maestra" o que "se porta mal en la clase". Una posible causa para
este tipo de comportamiento es el trastorno por déficit de atención debido a la
Hiperactividad.

5.2. El trastorno por déficit de atención (T.D.A.)

Es un padecimiento donde al niño le es difícil centrar su atención en un estímulo y


concentrarse en él. Esto se manifiesta en su conducta que se observa desorganizada e
impulsiva, y repercute en la familia y en la escuela. Este problema es mejor conocido como
el niño hiperquinético o con disfunción cerebral "mínima", sin embargo puede existir o no
hiperactividad (hiperquinesia) en el trastorno por déficit de atención; el término de
disfunción cerebral mínima en la actualidad ya no es usado debido a la ambigüedad del
término.

Las alteraciones son identificadas primero por el padre o profesor.

En las aulas, estos pequeños dan la impresión de que :

escuchan mal
están inquietos
trabajan de forma irregular y descuidada
en particular le son duras las tareas que requieren de una atención prolongada
tienen problemas en la relación con sus compañeros,
mala conducta
y pobre rendimiento escolar
generalmente son los llamados "niños problema".

5.3. Causas

Existen diversas teorías que intentan explicar el origen del trastorno por Déficit de
Atención, algunos consideran que la causa se debe a una maduración retardada del sistema
nervioso, o por haber alguna lesión cerebral, una variación genética, alteraciones
metabólicas y/o emocionales.

5.4. Descripción del cuadro

Falta de atención:
con frecuencia no termina las cosas que empieza
a menudo parece no escuchar
se distrae con facilidad
tiene dificultades para concentrarse en tareas escolares
tienen problemas para seguir una actividad de juego.

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Impulsividad:
suele actuar antes de pensar
cambia excesivamente de una actividad a otra
le es difícil organizar el trabajo
necesita de una supervisión muy constante
frecuentemente grita en clase
tiene dificultades para esperar su turno en juegos o situaciones de grupo.

Hiperactividad:
corre o se trepa por todos lados, excesivamente
tiene problemas para quedarse quieto o juguetea demasiado
le es difícil permanecer sentado
siempre anda desbocado o actúa como impulsado por un motor.

5.5. Diagnóstico:

El diagnóstico se realiza a través de varios elementos:

pruebas psicológicas
electroencefalogramas
y otras pruebas de laboratorio

por lo que el especialista integrará esta información para determinar la presencia -o no- del
problema.

5.6. Tratamiento

El principal objetivo que se pretende en el tratamiento de los niños con t.d.a. es el de


ayudarlos a enfocar y conservar su atención, teniendo un mejor control de las respuestas
impulsivas.

Existen diferentes tipos de tratamientos:


medicamentos
técnicas psicológicas (psicoeducativas).
retroalimentación biológica cerebral (neurofeedback)

La detección y elección del tratamiento deberá ser dirigido únicamente por un especialista.

5.7. La Hiperactividad en los niños

"No siempre puedes controlar los que pasa fuera, pero sí puedes controlar siempre lo que
pasa dentro". Wayne W. Dyer

Entre un 3 y un 5% de los niños escolarizados son hiperactivos :

niños inquietos

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impacientes
impulsivos
que no se centran en objetivos o finalidades concretas
que saltan de una cosa a otra
que no atienden a lo que se les dice
niños que no "oyen", no "obedecen", no "hacen caso".

Aparece entre los dos y los seis años y comienza a remitir durante la adolescencia.

El problema real de los niños hiperactivos se plantea ante aquellas situaciones en las que se
les exige control de los movimientos y mantenimiento de la atención.

5.8. Los síntomas definitorios del trastorno por déficit de atención con hiperactividad son:

Actividad motora excesiva.


Falta de atención y de control de impulsos.
Se trata de niños desordenados, descuidados, que no prestan atención en clase.
Cambian continuamente de tarea y presentan una actividad permanente e incontrolada,
sin que vaya dirigida a un determinado objetivo o fin.
Tienen dificultades para permanecer quietos o sentados.
Suelen responder precipitadamente, incluso antes de haber finalizado la formulación de
las preguntas.
Además se muestran impacientes y no son capaces de esperar su turno en las
actividades en las que participan más individuos.
Interrumpen las actividades o tareas de los compañeros y miembros de la familia.
Pueden fácilmente sufrir accidentes y caídas debido a que sus conductas reflejan una
escasa conciencia del peligro.
Son desobedientes, parece que no oyen órdenes de los adultos y, por tanto, no cumplen
con sus instrucciones.
Plantean problemas de disciplina por incumplir o saltarse las normas establecidas.
Su relación con los adultos se caracteriza por desinhibición, suelen tener problemas de
relación social y pueden quedar aislados del grupo de iguales.
Asimismo, dan muestras de déficits cognitivos y son frecuentes los retrasos en
habilidades motoras y del lenguaje, así como las conductas antisociales y la carencia de
autoestima.

5.9. Distintos momentos en la evolución de la enfermedad

Los indicadores de hiperactividad en los distintos momentos evolutivos son los siguientes:

De 0 a 2 años: Problemas en el ritmo del sueño y durante la comida, períodos cortos de


sueño y despertar sobresaltado, resistencia a los cuidados habituales, reactividad
elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.
De 2 a 3 años: Inmadurez en el lenguaje expresivo, actividad motora excesiva, escasa
conciencia de peligro y propensión a sufrir numerosos accidentes.
De 4 a 5 años: Problemas de adaptación social, desobediencia y dificultades en el
seguimiento de normas.

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A partir de 6 años: Impulsividad, déficit de atención, fracaso escolar,
comportamientos antisociales y problemas de adaptación social.

Aproximadamente un 25% de los niños hiperactivos evolucionan positivamente, con


cambios de conducta notables y sin que tengan dificultades especiales durante la
adolescencia y la vida adulta.

Los niños que son hiperactivos en todos los ambientes tienen un peor pronóstico, porque
sufren con más frecuencia las consecuencias negativas que sus comportamientos alterados
provocan en la familia, colegio y grupo de amigos; de este modo, se vuelven más
vulnerables y, por tanto, aumenta el riesgo de que desarrollen comportamientos
antisociales. La coexistencia de conductas desafiantes, agresividad, negativismo e
hiperactividad durante la infancia conlleva una evolución muy desfavorable, pues los
problemas iniciales suelen agravarse en la adolescencia. En esta edad, el pronóstico incluye
delincuencia, agresiones, deficiente rendimiento académico y, en general, una adaptación
negativa.

5.10. No todos los niños presentan las mismas conductas alteradas

Los niños hiperactivos constituyen un grupo muy heterogéneo. No todos presentan las
mismas conductas alteradas. No coinciden en su frecuencia e importancia ni en las
situaciones o ambientes en los que se muestran hiperactivos. Además, incluso difieren
respecto al origen y posibles causas de sus problemas. Así, en la evaluación del niño
hiperactivo intervienen varios profesionales, médicos (neurólogo, pediatra, psiquiatra),
psicólogos y maestros, fundamentalmente buscando un criterio común para la puesta en
marcha de la terapéutica a seguir.

La evaluación se concreta en las siguientes áreas:

Estado clínico del niño.


Este aspecto se ocupa de los comportamientos alterados y anomalías psicológicas que
presenta actualmente.

Nivel intelectual y rendimiento académico.


Los informes que proporciona el colegio han de referirse a cómo es la conducta del niño
y sus calificaciones académicas en el curso actual, y cómo han sido en años anteriores.
En esta evaluación se tienen en cuenta tanto los aspectos positivos como los negativos.

Factores biológicos.
Se evaluarán mediante un examen físico exhaustivo para detectar posibles signos
neurológicos, anomalías congénitas u otros síntomas orgánicos que resulten de interés.

Condiciones sociales y familiares.


Se analizan: nivel socioeconómico, comportamientos de los miembros de la familia,
clima familiar, relaciones interpersonales, tamaño, calidad y ubicación de la vivienda
familiar, normas educativas, disciplina, cumplimiento de normas y horarios, actitudes
de los padres hacia los problemas infantiles, factores o acontecimientos
desencadenantes de los conflictos.

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Influencia del marco escolar.
La evaluación de este aspecto está justificada por el papel que desempeña la escuela
tanto en la detección de las alteraciones infantiles como en el tratamiento posterior. El
interés se centra en dos áreas: factores personales y organización estructural del centro.
Respecto a los factores personales, se analizan las actitudes de los maestros cuando los
alumnos violan la disciplina o incumplen las normas escolares, así como las pautas de
conducta que estos profesionales adoptan cuando han de dirigir las clases; en definitiva,
se trata de averiguar si son profesores autoritarios o flexibles. En cuanto a la
organización del centro, interesa sobre todo los aspectos materiales y de
funcionamiento, así como la ubicación del mismo y su estructura organizativa.

Además de los exámenes neurológicos que se apoyan en los datos proporcionados por el
electroencefalograma y la cartografía cerebral, así como de la exploración pediátrica que
insiste en ensayos de coordinación y persistencia de movimientos, la valoración de la
hiperactividad se completa con una evaluación psicológica que tiene varios ejes:
información proporcionada por adultos significativos para el niño (padres y profesores),
informes del propio niño y observaciones que sobre su conducta realizan otras personas en
el medio natural.

6. TRATAMIENTO DE LA HIPERACTIVIDAD

Toda iniciativa terapéutica en el campo infantil persigue el objetivo común de favorecer la


adaptación y el desarrollo psicológico de los niños. Son numerosos los autores que se preguntan
si el trastorno se resuelve mediante una intervención terapéutica centrada exclusivamente en el
niño, o si, por el contrario, es necesario llevar a cabo actuaciones específicas sobre la familia y
el colegio para implicar a los padres y el maestro en la terapia. En todo caso, el tratamiento de la
hiperactividad consiste, desde hace varias décadas, básicamente en la administración de
fármacos, así como en la aplicación de métodos conductuales y cognitivos (métodos
psicológicos). Ambas modalidades de tratamiento han obtenido éxito al mejorar el
comportamiento del niño en distintos aspectos. Así, las terapias que combinan medicación y
métodos conductuales y cognitivos pretenden que los efectos conseguidos por los fármacos y
técnicas conductuales por separado, se sumen y acumulen para lograr que el niño mejore
globalmente y su mejoría sea estable y mantenida a través del tiempo.

6.1. Tratamiento farmacológico:

A corto plazo se ha observado disminución del nivel de actividad motora, aumento de la


atención y mejoría en el rendimiento de los tests de atención en el laboratorio.

6.2. Tratamiento conductual-cognitivo:

Los métodos se orientan hacia el control de las conductas alteradas y suponen que éstas
dependen de factores, acontecimientos o estímulos presentes en el ambiente. Por lo tanto, al
controlar las circunstancias ambientales es posible reducir, alterar y mejorar el
comportamiento infantil.

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7. ORIENTACIONES PRÁCTICAS PARA AYUDAR AL NIÑO HIPERACTIVO

Aunque no podamos influir decisivamente en la aparición del problema, sí podemos contribuir a


mejorar su evolución.

a) En primer lugar, enseñando a los propios niños hiperactivos a practicar ejercicios físicos
y actividades encaminados a incrementar la inhibición muscular, relajarse, aumentar el
control corporal y la atención y, en consecuencia, adaptarse a las tareas y demandas que
se le plantean, sobre todo en el colegio.
b) En segundo lugar, actuando en el ambiente familiar y social que ejerce en todo caso una
influencia determinante en el pronóstico de estos niños. Bajo orientaciones y
sugerencias específicas para que padres y profesores adopten actitudes positivas hacia
sus hijos y alumnos, y pongan en práctica normas de actuación correctas que favorezcan
las interacciones y faciliten la convivencia familiar y escolar.

El modo más eficaz de prestar ayuda a los niños hiperactivos pasa por mejorar el clima
familiar, las habilidades de los padres y maestros para controlar los comportamientos
anómalos y eliminar las interacciones negativas entre adultos y niños, y de esta forma evitar
las experiencias de fracaso y rechazo que éstos sufren habitualmente. Sin embargo, no basta
con ser más tolerantes y pacientes; los expertos coinciden en aconsejar que los adultos,
además de estas actitudes, deben adoptar normas apropiadas de actuación que incluyen
tanto establecer reglas explícitas para regular la convivencia como administrar castigos
cortos pero eficaces.

8. ALGUNAS DE LAS PAUTAS RECOMENDADAS PARA FAVORECER LAS


INTERACCIONES POSITIVAS ENTRE PADRES E HIJOS SON:

Si los padres establecen normas de disciplina es muy importante que las hagan explícitas, es
decir, que el niño sepa exactamente qué es lo que se espera de él.
Las instrucciones y respuestas verbales de los adultos han de ser breves, precisas y
concretas.
La respuesta de los padres ante la violación de las normas ha de ser proporcional a la
importancia de la infracción. Es aconsejable que, antes de responder, los adultos se detengan
unos instantes a pensar y valorar desapasionadamente lo ocurrido.
Es conveniente que los padres respondan a los actos de indisciplina con comportamientos
concretos y previstos. No es aconsejable que lo hagan con castigos físicos. Por el contrario,
es muy efectivo en los casos de incumplimiento de responsabilidades, como, por ejemplo,
no acabar una determinada tarea comprometida de antemano, que los niños pierdan algunos
privilegios ya adquiridos.
Los castigos deben tener una duración limitada, no es útil prolongarlos sistemáticamente,
pues son difíciles de cumplir, pueden originar en el niño ansiedad y sentimientos negativos.
Tratándose de niños hiperactivos, no es aconsejable que los padres limiten las salidas de
casa y los contactos con amigos.
Conviene establecer hábitos regulares, es decir, horarios estables de comida, sueño, para ver
la televisión, hacer los deberes, etc.
Los adultos deben estar atentos y discriminar las señales que prevén la proximidad de un
episodio de rabietas, desobediencia, rebeldía, etc.; de este modo, les será fácil controlarlo
alejando al niño de la situación conflictiva, facilitándole juguetes que le puedan distraer, etc.

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Cuando el niño tiene que realizar tareas nuevas, es útil ensayar con él para guiar su
actuación.
Es esencial que los adultos adopten un enfoque positivo en sus relaciones con los niños.
Conviene no olvidar los efectos del aprendizaje social. Los niños observan lo que ocurre a
su alrededor y después reproducen los comportamientos aprendidos.

¿QUÉ PUEDE HACER EL MAESTRO POR EL NIÑO HIPERACTIVO?


Ayudarle a que aprenda a controlar su comportamiento en el aula, lo que repercutirá en una
mejor relación con los demás, en unos mejores resultados académicos y en una mejora de su
autoestima.

¿CÓMO AYUDARLE A QUE MEJORE LAS RELACIONES CON SUS


COMPAÑEROS?
Enseñándole habilidades sociales básicas y habilidades de solución de problemas
interpersonales.

¿CÓMO HACER QUE EL NIÑO NO SE DISTRAIGA TANTO EN LA CLASE?


Estructurando las tareas en tiempos cortos, permitiendo que haga descansos al concluir las
mismas, reforzando los períodos de atención, controlando el ambiente para que haya los
menores elementos de distracción posibles.

¿CÓMO AYUDARLE A QUE ADQUIERA CONTROL SOBRE SU MOVIMIENTO?


Enseñándole ejercicios de control muscular, ejercicios de relajación.

¿EN QUÉ CONSISTE EL ENTRENAMIENTO COGNITIVO CON EL NIÑO


HIPERACTIVO?
Fundamentalmente en enseñarle a pensar antes de actuar para que regule su comportamiento,
tanto a la hora de enfrentarse a una tarea como en sus relaciones interpersonales.

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BIBLIOGRAFÍA

De la Fuente J.R (1998). Psicología Médica. México: Fondo de Cultura Económica.


Morales A.E. (1990). Disfunción Cerebral Mínima. Coenceptos y Clasificación Actual
(Revisión Bibliográfica). México: Universidad Nacional Autóma de México. Facultad de
Psicología.
Pierre. P., et al. (1997). DAM-IV. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.
Barcelona: Masson.
Taylor, E.A. (1991). El niño hiperactivo. Barcelona: Martínez Roca.

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