Está en la página 1de 10

Cómo un grupo de jóvenes ingenieros

consiguió convertir a Taiwán en una


potencia de microchips

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY
Pie de foto,
Los microchips han liderado el increíble ascenso económico de Taiwán.
Article information

• Author,Rupert Wingfield-Hayes
• Role,BBC News, Taiwán
• 22 diciembre 2023

https://www.bbc.com/mundo/articles/c872jpyz5d1o

Cuando Shih Chin-tay, de 23 años, embarcó a un avión con destino a


Estados Unidos en el verano de 1969, voló a un mundo diferente.
Creció en un pueblo de pescadores rodeado de campos de caña de azúcar.
Había asistido a la universidad en Taipei, la capital de Taiwán, entonces una
ciudad de calles polvorientas y edificios de apartamentos grises donde la gente
rara vez poseía automóviles.
Ahora iba de camino a la Universidad de Princeton. Estados Unidos acababa
de mandar a un hombre a la Luna y de lanzar el Boeing 747. Su economía era
mayor que las de la Unión Soviética, Japón, Alemania y Francia juntas.
"Cuando aterricé, me quedé en shock", asegura Shih, que ahora tiene 77 años.
"Me dije a mí mismo: 'Taiwán es tan pobre que debo hacer algo para
intentar ayudar a mejorar su situación'".
Y lo hizo. Shih y un grupo de ingenieros jóvenes y ambiciosos transformaron
una isla que exportaba azúcar y camisetas en una potencia de la electrónica.
Saltar Recomendamos y continuar leyendo
Recomendamos

Cómo se preparó Hamás junto con otros grupos armados para realizar el
mortífero ataque a Israel el 7 de octubre

"Shou ga nai": cómo la naturaleza volcánica de Japón define la singular


filosofía de vida del país

La millonaria carrera por encontrar un sustituto al azúcar que sea sano y


barato

Los países de América Latina que más y menos crecieron en 2023,


según el último informe de la Cepal
Final de Recomendamos
El Taipei de hoy es rico y moderno. Trenes de alta velocidad llevan a los
pasajeros a lo largo de la costa oeste de la isla a 350 km/h. Taipei 101,
brevemente el edificio más alto del mundo, se eleva sobre la ciudad, un
emblema de su prosperidad.
Gran parte de eso se debe a un diminuto dispositivo del tamaño de una uña. El
semiconductor de silicio -delgado como una oblea y más conocido ahora como
chip- se encuentra en el corazón de cada tecnología que utilizamos, desde los
iPhone hasta los aviones.
Taiwán ahora fabrica más de la mitad de los chips que alimentan nuestras
vidas. Su mayor fabricante, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company
(TSMC), es la novena empresa más valiosa del mundo.
Eso hace que Taiwán sea casi irreemplazable, pero también vulnerable. China,
temiendo quedarse sin los chips más avanzados, está gastando miles de
millones para robar la corona a Taiwán. O incluso podría tomar la isla, como ha
amenazado con hacer en repetidas ocasiones.
Pero el camino de Taiwán hacia el estrellato de los chips no será fácil de
replicar: la isla tiene una receta secreta, perfeccionada a través de décadas de
laborioso trabajo por parte de sus ingenieros. Además, la manufactura depende
de una red de vínculos económicos que la creciente rivalidad entre Estados
Unidos y China ahora está tratando de deshacer.
En busca de una industria nacional
Cuando Shih llegó a Princeton, "Estados Unidos apenas estaba comenzando la
revolución de los semiconductores", afirma.
Solo había pasado una década desde que Robert Noyce creara el "circuito
integrado monolítico", empaquetando componentes electrónicos en una sola
placa de silicio, una de las primeras versiones del microchip que inició la
revolución de las computadoras personales.

Pie de foto,
Shih Chin-tay lideró la incursión de Taiwán en la fabricación de microchips en la
década de 1970.
Durante los dos años siguientes a su graduación, Shih estuvo diseñando chips
de memoria en Burroughs Corporation, segunda después de IBM en
fabricación de computadoras.
Por aquel entonces, Taiwán estaba buscando una nueva industria nacional tras
la crisis petrolera que había golpeado sus exportaciones. El silicio parecía una
posibilidad, y Shih pensó que podía ayudar: "Pensé que era hora de volver a
casa".
A finales de la década de 1970 se unió a los mejores y más brillantes
ingenieros eléctricos de Taiwán en un nuevo laboratorio de investigación: el
Instituto de Investigación de Tecnología Industrial, que desempeñaría un
enorme papel en la remodelación de la economía de la isla.
El trabajo comenzó en Hsinchu, una pequeña ciudad al sur de Taipei, hoy
centro mundial de electrónica, dominado por las enormes plantas de
fabricación de TSMC.
Estas fábricas de chips, cada una del tamaño de varios campos de fútbol, se
encuentran entre los lugares más limpios del planeta. Los detalles más finos de
fabricación son un secreto bien guardado, y no se permite que entren cámaras.
La fábrica más nueva, la "Fab 18", de casi US$20.000 millones construida en el
sur de Taiwán, pronto comenzará a producir chips de tres nanómetros
destinados a los iPhones de próxima generación.
Todo esto va mucho más allá de lo que Shih y sus colegas imaginaron
cuando abrieron una fábrica experimental en los años 1970. Tenían
esperanzas porque tenían autorización para manufacturar tecnología de un
importante fabricante de productos electrónicos de Estados Unidos pero, para
sorpresa de todos, la factoría superó a su matriz.
Es difícil explicar el porqué y, hasta el día de hoy, la fórmula precisa del éxito
de Taiwán sigue siendo escurridiza.
El recuerdo del Shih es más prosaico: "La producción fue mejor que la de la
planta RCA original, con costos más bajos. Esto le dio al gobierno la confianza
de que quizás podríamos hacer algo de verdad".
El gobierno taiwanés aportó el capital inicial, primero para United Micro-
electronics Corporation y luego, en 1987, para lo que se convertiría en la mayor
fábrica de chips del mundo: TSMC.

FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESÍA DE ITRI


Pie de foto,
Shih Chin-tay (atrás, segundo por la izquierda) con otros ingenieros en 1977, al poco de
regresar a Taiwán.
Para dirigirla reclutaron a Morris Chang, un ingeniero chino-estadounidense y
exejecutivo del gigante de la electrónica Texas Instruments. Fue un golpe de
suerte, de genialidad, o ambas cosas: hoy, este hombre de 93 años es
conocido como el padre de la industria de semiconductores de Taiwán.
En aquel entonces, Chang se dio rápidamente cuenta de que enfrentarse a
gigantes estadounidenses y japoneses en su propio juego era una apuesta
perdida. En lugar de eso, TSMC solo fabricaría chips para otros y no
diseñaría equipos de informática propios.
Este modelo, que era algo inaudito en 1987, cambió el panorama de la
industria y allanó el camino para que Taiwán se convirtiera en el líder de la
manada.
Y el momento no podría haber sido mejor. La nueva generación de empresas
emergentes de Silicon Valley -incluidas Apple, Qualcomm y Nvidia- no tenían
los fondos para construir sus propias plantas de fabricación.
Y tenían dificultades para encontrar fabricantes de chips sin los cuales no
podían funcionar.
"Tendrían que haber acudido a las principales empresas de semiconductores y
preguntarles si tenían alguna capacidad de producción sobrante que pudieran
utilizar", afirma Shih. "Pero entonces apareció TSMC".
De esta forma, las empresas "sin fábrica" de California podrían asociarse
con los fabricantes de chips taiwaneses, que no tenían ningún interés en
robar sus diseños o competir con ellos.
"La regla número uno en TSMC es no competir con sus clientes", dice Shih.
La receta secreta
El mundo produce más de mil millones de chips al año. Un coche moderno
tiene entre 1.500 y 3.000 chips. El iPhone 12 tiene, al parecer, alrededor de
1.400 semiconductores.
Un déficit en 2022, impulsado por la creciente demanda de productos
electrónicos durante la pandemia, afectó tanto a las ventas de lavadoras como
a las de BMW.
El extraordinario éxito de Taiwán (la isla envía más de la mitad de esos miles
de millones de chips, y casi todos los más avanzados) ha sido impulsado por
su dominio del volumen. En otras palabras: la fabricación taiwanesa es
increíblemente eficiente.
Fabricar chips de silicio es caro y laborioso. Comienza con un gran lingote de
silicio ultrapuro procedente de un único cristal. Cada lingote puede tardar varios
días en crecer y podría pesar hasta 100kg.
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY
Pie de foto,
Morris Chang introdujo el modelo que utiliza hoy Taiwán y que ha convertido el país en
la fábirca de microchips del mundo.
Después de cortar el bloque en finas láminas con un cortador de diamante, una
máquina utiliza luz para grabar pequeños circuitos en cada placa. Una sola
lámina puede contener cientos de microprocesadores y miles de millones de
circuitos.
Lo que importa en última instancia es el rendimiento: el área de cada placa que
se puede utilizar como chip.
En la década de 1970, las empresas estadounidenses tenían rendimientos tan
bajos como el 10% y, en el mejor de los casos, el 50%. En la década de 1980,
los japoneses tenían un promedio del 60%. Según se informa, TSMC los ha
superado a todos con un rendimiento que ronda el 80%.
Con el tiempo, los fabricantes taiwaneses han logrado meter cada vez más
circuitos en espacios increíblemente pequeños. Utilizando las últimas máquinas
de litografía con luz ultravioleta extrema, TSMC puede grabar 100.000 millones
de circuitos en un solo microprocesador, o más de 100 millones de circuitos por
milímetro cuadrado.
¿Por qué las empresas taiwanesas son tan buenas en esto? Nadie parece
saber exactamente la razón.
Shih cree que es sencillo: "Teníamos instalaciones completamente nuevas, con
el equipamiento más moderno. Contratamos a los mejores ingenieros. Incluso
los operadores de las máquinas estaban muy cualificados. Y no sólo
importamos la tecnología, sino que absorbimos la lecciones de nuestros
profesores americanos y aplicamos continuas mejoras".
Un joven que pasó varios años trabajando en una de las empresas de
electrónica más grandes de Taiwán está de acuerdo: "Creo que las empresas
de Taiwán son malas en lograr grandes avances en tecnología, pero son
muy buenas en tomar la idea de otra persona y mejorarla. Esto se puede
hacer por el sistema de prueba y error, modificando continuamente pequeñas
cosas".
Esto es importante porque en una fábrica de semiconductores las máquinas
deben calibrarse constantemente. Hacer microchips es ingeniería. Pero
también es más que eso. Algunos lo han comparado con la cocina, como un
festín gourmet. Si le das a dos chefs la misma receta e ingredientes, el mejor
cocinero preparará el mejor plato.
En otras palabras, Taiwán tiene una receta secreta.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY
Pie de foto,
Donde empezó todo: la sede de TSMC en el parque científico de Hsinchu.
Pero el joven, que no quiso revelar su nombre ni el de la empresa, afirma que
las empresas taiwanesas tienen otra ventaja.
"En comparación con los ingenieros de software en Estados Unidos, incluso en
las mejores empresas, aquí a los ingenieros se les paga bastante mal",
afirmó.
"Pero en comparación con otras industrias en Taiwán, el salario es bueno. Por
lo tanto, si trabajas para una gran empresa electrónica, tras unos años podrás
pedir una hipoteca, comprar un automóvil o podrás casarte. Así que la gente lo
aguanta".
Según el ingeniero, su semana de seis días comenzaba cada día con una
reunión a las 07:30 y normalmente duraba hasta las 19:00. También lo
llamaban los domingos o feriados si había algún problema en la planta.
"Si la gente no estuviera dispuesta a hacer el trabajo, la empresa estaría
acabada. Estas empresas tienen éxito porque la gente está dispuesta a
soportar las dificultades".
El escudo de silicio
En diciembre de 2022, TSMC inició la construcción de una planta de
US$40.000 millones en el estado estadounidense de Arizona. La noticia fue
celebrada por el presidente Joe Biden como una señal de que la fabricación de
alta tecnología estaba regresando a suelo estadounidense.
Desde entonces los titulares han sido algo menos positivos.
“No nos escucharon: dentro de la problemática planta de chips de Arizona”,
destacó uno. Otro señaló que “TSMC tiene dificultades para reclutar
trabajadores mientras enfrenta el rechazo de los sindicatos”.
La producción de chips debía comenzar el próximo año. Ahora se ha retrasado
hasta 2025.
Chang, expresidente de TSMC, se mostró profundamente escéptico desde el
principio. El año pasado describió la expansión de la producción de chips en
Estados Unidos como un "ejercicio inútil, costoso y derrochador" porque
fabricar chips en Estados Unidos sería un 50% más caro que en Taiwán.
Pero la destreza de Taiwán para fabricar chips lo ha colocado en el centro de la
guerra tecnológica entre Estados Unidos y China.
Washington quiere impedir que Taiwán suministre a China los chips más
avanzados, ya que teme que Pekín los pueda utilizar para acelerar sus
programas de armas y avanzar en su inteligencia artificial.
Después de la invasión rusa de Ucrania, que estranguló el suministro de gas a
Europa, los políticos estadounidenses están nerviosos respecto a Taiwán.
Temen que la enorme concentración de producción de chips de alta gama en la
isla convierta a la economía estadounidense en rehén de una hipotética
invasión china.
Pero las empresas taiwanesas ven pocas ventajas económicas en trasladar la
producción fuera de la isla. Lo hacen a regañadientes bajo presión política.
A los taiwaneses les molesta la idea de que tengan que ser culpables de su
éxito, y de que Taiwán tenga que debilitar voluntariamente lo que muchos
consideran su "escudo de silicio", mientras el resto del mundo duda sobre si
merece la pena proteger a la isla y su sociedad democrática de una agresión
china.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY
Pie de foto,
La torre Taipei 101 en la moderna capital taiwanesa.
Shih afirma que quienes buscan reestructurar por la fuerza la producción
mundial de chips malinterpretan su éxito.
"Si nos fijamos en la historia de los semiconductores, ningún país domina esta
industria", afirma. "Puede que Taiwán domine el sector manufacturero, pero
existe una cadena de suministro muy larga y la innovación en cada parte de
ella contribuye al crecimiento de la industria".
Gran parte del silicio en bruto del mundo proviene de China, aunque la mayor
parte se destina a la industria solar. Alemania y Japón dominan los productos
químicos necesarios para procesar las placas.
Carl Zeiss, una empresa alemana de optoelectrónica, más conocida por
fabricar gafas y lentes para cámaras, produce los dispositivos ópticos que se
utilizan en las máquinas de litografía fabricadas por una empresa holandesa
líder, ASML.
La laboriosa fabricación se basa en diseños que se originan en empresas
estadounidenses o en Arm, con sede en el Reino Unido.
Shih dudade que Pekín pueda recrear esta cadena de suministro -desde
los materiales hasta el diseño y la producción de alta gama- dentro de China.
"Si quieren crear un modelo diferente, les deseo suerte", dice encogiéndose de
hombros. "Porque si quieres innovar realmente, necesitas trabajar juntos desde
todas partes del mundo. No se trata de una sola empresa o un solo país".
Tiene las mismas dudas sobre excluir a China, tal y como ha estado haciendo
Estados Unidos.
"Creo que probablemente sea un gran error", asegura. "Cuando miro hacia
atrás, me siento afortunado de haber sido testigo del extraordinario crecimiento
de la economía de Taiwán y de este largo período de paz. Ahora veo conflictos
en otras partes del mundo y me preocupa que pueda llegar a Asia”, afirma.
"Espero que la gente aprecie el valioso esfuerzo que hicimos y no lo destruya".

También podría gustarte