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Del beso al orgasmo: un recorrido por


imágenes de placer
Nuestro filósofo nos provoca con sus palabras. Dejate llevar.
6 de abril de 201815:20

Darío Sztajnszrajber
PARA LA NACION

Besar

Mariana Roveda y Gisela Filc. Producción de Vicky Dorin


¿Será un acercamiento o será una guerra? ¿Las bocas buscan apropiarse o
distinguirse? ¿Y por qué por la boca? ¿Por qué el fluir de la saliva, la sensación
de avizorar el abismo de la interioridad? ¿Será placer o será sosiego? ¿Será el
inicio o será el final del inicio? Olores, lenguas, comisuras, ¿será la carne o será
el espíritu que asoma? La presencia espectral del beso de la muerte: ¿será la
plenitud o será la conciencia de que la plenitud no existe? El beso que, en su
intento de invasión, sin embargo, comprende lo imposible del amor en esos
labios que siempre dejan una fisura abierta.

Desnudar

Mariana Roveda y Gisela Filc. Producción de Vicky Dorin

¿Es posible el desnudo? ¿Cuánto debo sacarme? ¿La ropa, el maquillaje, o


también la piel, o también el alma? ¿Se puede aun desnudar un alma desnuda?
Encontrar al otro en su intimidad, pero ¿qué es la intimidad? ¿Y si detrás de
todo no hay nada? ¿Y si siempre pudiéramos seguir desnudándonos? ¿Dónde
aplaca el deseo? ¿Aplaca? ¿No será el deseo un intento de despojamiento
absoluto? ¿Desarmarnos hasta el infinito para encontrar que en ese fondo sin
fondo habita el otro? En el desnudo, la entrega. Detrás del placer, detrás de la
belleza, detrás del detrás, todo se desarma. Y fluye.
Rozar
Mariana Roveda y Gisela Filc. Producción de Vicky Dorin

Entre el tocar y el no tocar, el roce. No llegar nunca de modo definitivo sino


bocetar. Tal vez todo deseo sea algún tipo de boceto, un atisbo, una posibilidad
entre miles. Un encuentro a destiempo que, sin embargo, despierta. Un prólogo
que no quiere comenzar. El amor como un eterno comienzo, o el amor como la
distensión de múltiples comienzos posibles. O tal vez solo haya el roce. ¿O no es
todo tocar siempre un imposible? ¿Cómo tocar más allá de mi mano, de mi piel,
de mi cuerpo? O peor, tal vez solo haya el roce involuntario. ¿O no es todo
encuentro real siempre un imposible? ¿Cómo encontrarte más allá del deseo de
encontrarte?

Susurrar

Mariana Roveda y Gisela Filc. Producción de Vicky Dorin

No hay grito ni diálogo ni clamor. Ni siquiera hay palabra. El susurro es siempre


previo. No busca comprender ni explicar ni afirmar. No busca sino que se
derrama. Más cerca de lo primitivo de la voz, más simple que el concepto. Una
caricia del lenguaje. No es poesía ni exclamación. Es solo el sonido provocado en
la garganta que se acerca. Lento, despojado, amante. Como si la palabra fuera
un mimo que convocara a los fantasmas del deseo. Mínimo, discontinuo,
mojado. Letal pero inaudito. Casi al borde de la oreja. Siempre al borde.
Chupar

Mariana Roveda y Gisela Filc. Producción de Vicky Dorin

Hay un sabor que nos desborda. Excede lo normal, la previsión, la lógica. Los
cuerpos saben, en ese doble sentido donde el saber y el sabor nos conectan con
el otro. ¿Cómo acceder al gusto? ¿Y cómo ese acceso provoca en el otro el placer
o, por lo menos, su propio movimiento? La lengua lame, late, ladra, taladra. La
lengua avanza. Con la boca se habla, se besa y se chupa. Chupar, en ese lugar
donde la palabra implota y se derrumba la frontera entre el asco y el goce.
Chupar es siempre de frontera. Nos disloca. Nos destierra.
Acariciar
Mariana Roveda y Gisela Filc. Producción de Vicky Dorin

La caricia no invade, no se apropia, no violenta. Se pliega a la forma del otro,


descubre en su andar, los contornos de lo extraño. La caricia mantiene la
distancia justa entre el deseo de consagración y la prevalencia de la diferencia.
Va hacia el otro sin ir sino que se deja llevar y por ello se transforma. La mano
que esculpe la caricia se ve a su vez delineada y toma la forma de lo que toca. La
caricia toca. Toca sin agarrar. Solo reposa y por eso es lenta. Rompe el tiempo
del mundo. Hace de cada parte del cuerpo un mundo nuevo.

Acabar

Mariana Roveda y Gisela Filc. Producción de Vicky Dorin

El orgasmo es siempre del otro. Nunca es propio porque nunca es apropiable.


Siempre se está yendo y por eso siempre queda abierto. En términos absolutos,
nunca termina, nunca se acaba. No hay un final para el placer ni para el deseo.
No hay un final para lo que permanentemente está terminando. La carne es
siempre del otro. No tiene límites porque no hay carne propia. Repite su furor
en cada orgasmo que nunca es propio. Como si no tuviéramos orgasmos, sino
que el orgasmo nos fuera teniendo en cada repliegue de la carne. Nunca se
acaba. Tal vez lo humano sea solo ese resto inacabable que subsiste cada vez que
se termina.

Peinó Matias Callegari para Sebastián Correa Estudio. Maquillaron Maru y


Andy Pisani para Sebastián Correa Estudio con productos
Givenchy. Agradecemos a Jesús Fernández, Caro Cuore y Divina Bolivia por
su participación en esta nota.
También te mostramos ¿Conocés los beneficios de los besos
apasionados?yPlacer al desnudo: tocate para mí.
Darío Sztajnszrajber

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