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ANA MARÍA FERNÁNDEZ + WILIAM SIQUEIRA PERES editores

GÉNEROS Y DIVERSIDADES SEXUALES

Editorial Biblos
SOCIEDAD
LA DIFERENCIA DESQUICIADA
GENEROS Y DIVERSIDADES SEXUALES
ANA MARÍA FERNÁNDEZ « WILIAM SIQUEIRA PERES
editores —

LA DIFERENCIA DESQUICIADA
GÉNEROS Y DIVERSIDADES SEXUALES

Editorial Biblos
Fernéndez, Ana María
La diferencia desquiciada / Ana María Fernández y Wiliam
Siqueira Peres - 1* ed. - Buenos Aires: Biblos, 2018.
197 pp. ; 28x16 cm. - (Sociedad)
ISBN 978-987-691-097-2

1. Estudios de Género. 2. Diversidad sexual. I. Siqueira Peres,


Wiliam, ed. II. Ana Marfa Fernéndez. IV. Titulo
CDD 306

Disefio de tapa: Luciano Tirabassi U.


Foto de tapa: Mariana Sdnchez
Armado: Ana Souza
© Los autores, 2013
© Editorial Biblos, 2013
Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires
info@editorialbiblos.com / www.editorialbiblos.com
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medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros
métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por
las leyes 11.723
y 25.446.

Esta primera edición


se terminó de imprimir en Elías Porter Talleres Gráñcos,
Plaza 1202, Buenos Aires,
República Argentina,
en marzo de 2013.
fndice

Presentación
Ana María Fernández

PARTEI .
El campo de problemas de las diversidades sexuales

El orden sexual moderno: ¿la diferencia desquiciada?


Ana María Fernández...

Políticas queer y subjetividades


Wiliam Siqueira Peres

PARTE IT
Linajes, resistencias e invenciones

Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vemWES


Mabel Bellucciy Cecilia Palmeiro...

Los colores nacionales verde y amarillo en el escenario


multicolor de las sexualidades: una breve historia de
las luchas por la libertad de expresiôn sexual en Brasil
Márcio Alessandro Neman do Nascimento

PARTE IT
Los testimonios interpelan

Los existenciarios trans


Lohana Berkins
Politicas de y con los cuerpos: cartografiando los itinerarios
de Socorro Rosa (un servicio de acompañamiento feminista
para mujeres que deciden abortar)
Belén Grosso, Maria Trpin y RuthZurbr@gen (Colectiva
Feminista La Revuelta)

PARTE IV
Género, diversidades y psicoanálisis

Diversidad y clinica psicoanalitic: puntes para un debate


Débora Tajer … 123.

Entre las teorías de género y el psicoanálisis:


una clínica para una sociedad queer
Patricia Porchat …

PARTEV
Pensamiento queer y subjetividades

‘La psicología, lo queer y la vida


Wiliam Siqueira Peres

PARTE VI
Ferocidades de género, patriarcado y Estado

Femicidios: la ferocidad del patriarcado


Ana Maria Fernández

Las y los autores


Presentacién

Ana María Fernández

Este libro se fue armando por etapas. La primera idea la tuvimos


con Wiliam Peres cuando organizamos y coordinamos en el x Con-
greso de Madres de Plaza de Mayo, realizado en Buenos Aires, en
noviembre de 2010 el Primer Simposio Internacional “Políticas
queer y subjetividades”. En él participamos expositores y exposi-
toras de Brasil y Argentina: Wiliam Siqueira Peres (Universida-
de Estadual Paulista, UNESP), Débora Tajer (Universidad de Bue-
nos Aires, UBA), Patricia Porchat (Universidade Paulista), Marcio
Alessandro do Nascimento (Universidade Estadual de Londrina y
UNESP) y Ana María Fernández (UBA).
Con Wiliam nos habíamos conocido algún año antes, también en
un congreso de Madres, donde conversamos largamente y encontra-
mos muchos puntos en común en nuestros enfoques. Él venía de
una interesante trayectoria en investigación sobre existenciarios de
personas trans y recientemente había publicado, en coautoría con
Gregorio Kazi, “Estética travesti: cuerpo, género, cuidado de sí y
ciudadania”.! Yo había publicado recientemente Las lógicas sexua-
les: amor, política y violencias donde, a partir de una historia de
trabajo en cuestiones de género, comenzaba a escribir allí sobre di-
versidades sexuales.?

1. G. Kazi y W. Peres, “Estética travesti: cuerpo, género, cuidado de sf y ciudadanía”,


en G. Kazi (comp.), Subjetividady conterto: matar a la muerte, Universidad Popular
de Madres de Plaza de Mayo, 2009.
2. A.M. Fernández, Las lógicas sexuales. Amor, política y violencias, Buenos Aires,
Nueva Visión, 2009.
[9]
10 Ana Marfa. Ferndndez

A ambos nos preocupaban el desconocimiento y los prejuicios


que constatábamos en las carreras de Psicología y en el mundo
“psi” en general respecto de las problemáticas que instalaba la visi-
bilización en los últimos años de las diversidades eróticas y amato-
rias. Nos entusiasmó la idea de hacer algunas actividades conjun-
tas. La primera fue una invitación nuestra, en mayo de 2010, desde
la cátedra de Introducción a los Estudios de Género y del Programa
de Actualización en el Campo de Problemas de la Subjetividad,?
ambos de la Facultad de Psicología de la UBA, para que dictara un
seminario que llevó por título “Estudios queer y subjetividad. Re-
formulaciones clínicas, conceptuales y éticas”. A su vez, el equipo
de cátedra, bajo la coordinación de la adjunta Débora Tajer, había
comenzado a trabajar un tiempo antes material bibliográfico en la
temática y en ese mismo año incorporamos al programa de la ma-
teria un módulo sobre diversidades sexuales, que año a año vamos
actualizando.
El segundo espacio que proyectamos juntos fue el simposio al
que hacía referencia. Wiliam convocó a colegas brasileños de tra-
yectoria en la temática y por la Facultad de Psicología (UBA) par-
ticipamos Débora y yo. El éxito de la convocatoria en un espacio
y un público que no sabíamos si iba a ser sensible o receptivo nos
dio un primer indicador de que fbamos bien encaminados, es decir,
que estábamos captando la necesidad de abrir la temática a un
público más amplio que aquel en el que hasta ese momento gene-
ralmente circulaba la producción de conocimientos, básicamente
en los espacios de los movimientos de las “minorías sexuales” y sus
activistas. Diseñamos el Simposio habilitando espacios de elabo-
ración colectiva a continuación de cada panel. Luego de las expo-
siciones, todas muy interesantes, en la instancia de trabajo grupal
pudimos constatar una participación activa, comprometida y en-
tusiasta de sus participantes. Aunque algunas y algunos contaban
con trayectoria en la temática, otros (la mayoría) realizaban sus
primeros acercamientos.* Allí insistió un primer requerimiento de
establecer un modo de conexión más estable para seguir pensando
y conversando estas cuestiones. Se estableció una red de e-mails
con todos los asistentes y en Buenos Aires se constituyó un gru-

3. Este programa es una propuesta de posgrado multidisciplinaria que dirijo desde


1996.
4. Quienes participaron en este simposio internaciorial provenfan de distintos países
latinoamericanos: Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Chile, Perú, Venezuela.
Presentación 11

po de trabajo autogestivo que oontmúa hasta hoy, el grupo de los


Tres Timbres.5
La calidad de las exposiciones y la preocupación en espemal de
participantes del mundo psi del desconocimiento que traian de su
formación universitaria y en las instituciones profesionales en las
que trabajaban nos terminó de convencer de que era imprescindible
consolidar la tarea intelectual, pero sin duda política, de avanzar en
publicaciones que abordaran estos temas.
Dos cuestiones guiaron esta idea: por un lado; pensamos que era
necesario hacer una publicación desde una perspectiva que ayudara
a producir argumentaciones que dieran elementos para combatir los
prejuicios con los que suelen abordarse las problemáticas referidas
a las sexualidades. No sólo en el público en general; sabemos bien
que también en la academia y en los ámbitos profesionales como
en juzgados, fuerzas de seguridad, hospitales, escuelas, médicos y
médicas, psicólogos y. psicólogas, psicoanalistas, psiquiatras, medios
de comunicación, etc., operan a diario desconocimientos y prejuicios
cuando no animosidades, desamparos, revictimizaciones y violen-
cias de todo tipo en su labor cotidiana.
Por el otro, pensamos que tanto en las temáticas de género como
en las diversidades sexuales, los tiempos en que la acádemia y los
movimientos de mujeres y de “minorías sexuales” operaban en es-
pacios separados iba quedando felizmente atrás. Nos interesaba un
libro que produjera conocimiento con la participación de activistas
de estos movimientos.
Y así llegamos a la segunda actividad que aportó escritos a este
libro. Fue otro simposio, esta vez en 2011. que llevó por título “Los
estudios queer interpelan la política” y se desarrolló en el marco del
m Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional
en Psicología, Facultad de Psicología (UBA). Fue organizado por la
cátedra 1 de Teoría y Técnica de Grupos. Participaron como pane-
listas las activistas Mabel Bellucci, del movimiento de lesbianas,
gays, transexuales, transgéneros, bisexuales, intersexuales, queer
(LErTsIQ), Lohana Berkins de la Asociación de Lucha por la Identi-
dad Travesti y Transexual (ALITT) y Wiliam Siqueira Peres (UNESP);
por mi parte, me ocupé de la coordinación del panel. Otra vez nos
encontrábamos en este espacio con el interés que despertaban los

5. Quedó así denominado porque en la casa del compañero donde se realizan las reu-
niones es necesario tocar tres timbres para entrar. No se trata
de ninguna contraseña
secreta. La casa es muy grande y suele no escucharse el llamado.
12 Ana Maria Fernéndez'

conocimientos producidos por las organizaciones LGTTBIQ y los estu-


dios queer. Y también con el gran desconocimiento en la temática.
En el mismo congreso fui invitada a participar en una mesa re-
donda (“Violencias de género: propuestas de actualizaciones de doc-
trinas y procedimientos”) organizada por Susana Seidmann® en la
que participé junto con Elena Highton de Nolasco, miembro de la
Corte Suprema de Justicia; Diana Maffia, diputada de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, y Marco Barsky, juez de la provincia de
Buenos Aires. Se ponía allí de manifiesto la preocupación frente al
incremento de las violencias de género, las dificultades y los avan-
ces en la capacitación del Poder Judicial, las manipulaciones para
no hacer cumplir las disposiciones frente a los abortos legales, los
femicidios, la trata, etc. Otra vez insistía en los estudiantes y profe-
sionales jóvenes la necesidad de formarse en estas temáticas. Estas
percepciones nos terminaron de decidir para incluir las temáticas
de aborto y femicidios -de alarmante actualidad— en el libro que
estábamos preparando.
Ya con el libro en marcha, a sugerencia de Mabel Bellucci incorpo-
ramos a las compañeras de la Colectiva Feminista La Revuelta, que
vienen trabajando desde 2001 en Neuquén con mujeres que deciden
interrumpir sus embarazos. Para entonces ya habíamos incluido a
Cecilia Palmeiro, quien en sus estudios doctorales en la Universidad
de Princeton, Estados Unidos, había trabajado en la. vida y en la
obra de Néstor Perlongher, todo un precursor de lo que muchos años
después se llamó “estudios queer”.
Hablando de precursores, creo que aquí es el momento de recordar
que en la Argentina —en la UBA— hubo un espacio pionero en la temá-
tica que no queremos dejar de mencionar. Fue en el Centro Cultural
Rojas donde desde 1997 aproximadamente se estableció el Área de
Estudios Queer. Desde su fundación se trató de un espacio desdisci-
plinador que juntó en un fuerte impulso creatividad, activismo, inda-
gación académica e intervenciones culturales y políticas. A contra-
mano de saberes y estéticas instituidas, fue un verdadero espacio de
resistencia e invención. Contó desde sus inicios con el empuje de Sivia
Delfino, Flavio Rapisardi, Mabel Bellucci y tantos otros y otras que
supieron amalgamar militancia, academia, insumisón y creatividad.
Como quienes lean este libro podrán apreciar, no hemos buscado
unificar posiciones. Todo lo contrario. Esta compilación habilita el

6. Directora de la maestría en Psicología Social Comunitaria, Facultad de Psicología,


UBA. -
Presentación 13

espacio para que en él fluyan las ideas de sus autoras y autores.


Para que, como decía Lucrecio, lo diverso sea siempre motivo de
gozo, es decir, para que la heterogeneidad haga potencia colectiva.
No quiero cerrar esta presentación sin agradecer a Cecilia Pal-
meiro sus correcciones de estilo que posibilitaron un mejor encuen-
tro idiomático entre esas dos magníficas formas de expresión lin-
giifstica como son la lengua portuguesa y la castellana.
Tenemos mucha tarea por delante. Los desafíos son enormes,
pero tratamos de emprenderlos con todas sus dificultades. Pensa-
remos una vez más en el límite de lo que no sabemos. Allí se funda
nuestro entusiasmo.

Buenos Aires, septiembre de 2012


PARTE I

El campo de problemas de
las diversidades sexuales
El orden sexual moderno:
ila diferencia desquiciada?

Ana María Fernández

Con el advenimiento del siglo xx1 han ido cobrando cada vez mayor
visibilidad diferentes modalidades amorosas, conyugales, eróticas y
parentales que —en su conjunto— estarían dando cuenta de profundas
transformaciones en los modos de subjetivación contemporáneos. Ya
en los 90 Gilles Deleuze señalaba el desfondamiento de las institucio-
nes de la primera modernidad, las reformulaciones de lo público y lo
privado y la crisis generalizada de las familias, los lazos sociales, la
educación y el trabajo en el “pasaje de las sociedades disciplinarias a
las sociedades de control”.! Asimismo, otras y otros autores han ahon-
dado en la conceptualización de las mutaciones de los modos de sub-
jetivación-objetivación, trabajando las transformaciones actuales de
los disciplinamientos de los cuerpos por la vía del control de la propia
producción de anhelos y deseos en la Ilamada “modernidad tardía”.?
“Modernidad” es un término que suele usarse bastante indistin-
tamente para aludir a cuestiones un tanto dispares. En este escrito
se hace referéncia-a lo-que Eduardo Grüner ha llamado “la lógica
cultural del capitalismo”.? Siguiendo esa línea de pensamiento, pue-

1. G. Deleuze, Conversaciones, Valencia, Pre-Textos, 1996.


2. Véanse A.M. Fernández, Instituciones estalladas, Buenos Aires, Eudeba, 1999.
También M. Lazzaratto, Politica del acontecimiento, Buenos Aires, Tinta Limón,
_2006; S. Rolnik y F. Guattari, Micropolítica. Cartogrofías del deseo, Buenos Aires,
Tinta Limón, 2006; W. Siqueira Peres, Seminario “Estudios queer y subjetividad.
Reformulaciones clínicas, conceptuales y éticas”, Facultad de Psicología, una, 2010.
3. E. Grüner, “Los gom y la (nueva) decadencia de Occidente”, Página 12, sección
“Sociedad”, Buenos Aires, 16 de mayo de 2011.
[17]
18 Ana María Fernéndez '

de decirse que uno de los ejes de las lógicas culturales del capitalis-
mo ha sido la configuración del orden sexual moderno o, en palabras
de Michel Foucault, el dispositivo de la sexualidad,* que hoy habría
entrado en aceleradas mutaciones. Se trataría de modalidades exis-
tenciales que desdisciplinan una articulación fundacionál de la mo-
dernidad, cual fue su entramado de patriarcado y capitalismo.
Desde una mirada histórica muy general, puede decirse que, de
la mano del surgimiento de la sociedad industrial, las democracias
representativas, el libre mercado y las colonias, la familia nuclear
burguesa y el amor romántico formaron parte de la construcción de
los modos de subjetivación y objetivación —tanto hegemónicos como
subordinados— que se desplegaron desde el surgimiento del capita-
lismo. Es entonces, a partir del siglo xvm, cuando Foucault ubicó la
formación del dispositivo sociohistérico de la sexualidad. El propio
término “sexualidad” apareció tardíamente a principios del siglo xx,
según este autor.
En las sociedades occidentales la modernidad fue conformando
una experiencia por la que los individuos iban reconociéndose su-
jetos de una “sexualidad”. Pensar la sexualidad como experiencia
de dimensión sociohistórica implica poner en consideración la co-
rrelación dentro de una cultura entre los campos de saber que se
inauguran al respecto, los tipos de normatividad que se establecen,
las prácticas eróticas y amatorias que se visibilizan y las formas de
subjetividad que se construyen.
Tomar tal perspectiva implica desmarcarse de los criterios que
hacen de la sexualidad una invariable. Asimismo, significa sostener
la problemática del deseo como parte del campo sociohistórico, es
decir, tomar en consideración la comple]ldad y especificidad de sus
sucesivas transformaciones.
Considerar la sexualidad como una experiencia histórica implica
poner bajo análisis los tres ejes que la constituyen: la formación de
los saberes que a ella se refieren, los sistemas de poder que regulan
sus prácticas y las formas según la cuales los individuos pueden y
deben reconocerse como sujetos de esa sexualidad. Supone trabajar
con un criterio histórico-genealógico que permita desesencializar :
normatividades conceptuales y criterios morales; analizar las rela-
ciones entre la producción de saberes sobre la sexualidad y las estra-
tegias de los poderes con respecto a ella; puntuar, en cada momento

4. M. Foucault, Historia de la sexualidad, t. 11: El uso de los placeres, México, Siglo


Veintiuno, 1984.
El orden sexual moderno 19

sociohistórico, las características de aquello que se pone en discurso


en relaciôn con prácticas erôticas y placeres; distinguir en cada épo-
ca los criterios de normalidad-anormalidad, moralidad-amoralidad,
legalidad-discriminación, institucionalización-clandestinidad, libre
circulación-encierro, operando los modos de disciplinamiento, poli-
ciamiento y/o control de una época con relación a las prácticas y las
afectaciones eróticas. -
En virtud de estas operaciones, se vuelve pertinente conside-
rar las transformaciones actuales de los lugares tradicionales de
hombres y mujeres denominados a partir de un momento históri-
co heterosexuales, homosexuales y bisexuales, así como también el
despliegue de las hoy llamadas diversidades sexuales. Estas opera-
torias implican desnaturalizar las mismas nomenclaturas “hétero”,
“homo”, “bisexual”, etc., en tanto aún hoy éstas tienden a operar
capturas identitarias. —
En suma, se trata de crear condiciones de conceptualización en los
nuevos dispositivos de saber-poder y de objetivación-subjetivación en
el paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control,
tanto en lo que hace a las nuevas formas de dominio como a las nue-
vas formas de resistencia en lo que refiere a las sexualidades.5
En la actualidad, la variedad de modalidades en las conexiones
amorosas (entre personas de distinto o del mismo sexo), la diversi-
dad en las elecciones de partenaires eróticos, las diferencias en las
modalidades de establecer conexiones y/o vínculos, las múltiples
identidades sexuales y de género, las intervenciones quirúrgicas de
“adecuación del sexoal género”, las rápidas disoluciones de conyuga-
lidades, las luchas por el matrimonio igualitario y la Ley de Identi-
dad de Género, las transformaciones en los posicionamientos respec-
to de las maternidades y paternidades, el avance de las tecnologías
reproductivas, el preocupante incremento de la violencia de género
y los femicidios, los significativos cambios en los hábitos de crianza
de hijas e hijos en la actualidad, son algunos rápidos ejemplos de un
cuadro de situación que pareciera sorprendernos una y otra vez en
la vertiginosidad de sus mutaciones.®

5. Para un mayor despliegue de estas cuestiones véase A.M. Fernández, Las lógicas
sexuales. Amor, políticay violencias, Buenos Aires, Nueva Visión, 2009.
6. Véase AM. Fernández, S. Borakievich y C. Cabrera, “Diversidades amorosas,
eróticas, conyugales y parentales en los modos de subjetivación contemporánea”,
Actas del 1V Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en
Psicología, Facultad de Psicología, una, 2012.
20 Ana Marfa Fernéndez

Bueno es reconocer que estas prácticas sociales han ido más rá-
pido que las teorías. En tal sentido ponen en interrogación los cono-
cimientos que las ciencias humanas, sociales, médicas, la psicología
y el psicoanálisis habían construido dentro de los paradigmas bi-
narios modernos. Estos modos de subjetivación-objetivación que se
despliegan en las vidas cotidianas hoy instituyen un fuerte desafío
a las investigaciones que indaguen estos temas como también a los
abordajes clínicos. Se hace necesario avanzar en construir e imple-
mentar categorías conceptuales y metodológicas que puedan captar
las lógicas de la diversidad" en las que se despliegan estos modos de
subjetivación contemporáneos. D
Asi, por ejemplo, a causa de la legalización del matrimonio entre
personas del mismo sexo en la Argentina, en los debates en los foros
públicos se presentaron opiniones y posicionamientos ideológicos y
religiosos tan precarios y desinformados que nos alertaron sobre la
perentoriedad de producir y divulgar conocimientos que permitan
pensar mâs allá del prejuicio o la mera opinión.
La complejidad y la diversidad de elecciones de objeto amoroso
y/o sexual que cobran aceleradamente mayor visibilidad han vuel-
to reductivo el distinguir sólo dos opciones sexuales. Hoy muchas
y muchos jóvenes suelen no “fijar” una opción sexual y se resisten
a ser nominados con una identidad única. Al mismo tiempo, com-
parten espacios con jóvenes que mantienen clásicas identificaciones
sexuales, como “heterosexualidad”, “homosexualidad”: y “bisexuali-
dad”. En esta línea, tanto las organizaciones militantes que luchan
por la igualdad de derechos de las lamadas minorías sexuales® como
los estudios queer y los movimientos LGTTBI han objetado frecuente-
mente los modos en que la academia ha nominado sus prácticas eró-
ticas y las significaciones que les son específicas. Sus contribuciones
han puesto.en evidencia las dimensiones politicas de'esas diversi-
dades y la importancia también política que adquieren los modos de
nominar.* Resulta imprescindible tomar en cuenta los importantes

7. Véase A.M. Fernández, Las lógicas colectivas: imaginarios, cuerpos y multiplicida-


des, Buenos Aires, Biblos, 2* ed. 2012.
8. En la Argentina, la Comunidad Homosexual Argentina, (caia), lá Federación Ar-
gentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (rataaT), 100% Diversidad y
Derechos, Les-Madres, entre otras.
9. Véase J. Butler, Cuerpos que importan, Buenos Añies, Paidós, 2002. TambiénL.
Berkins, “Anatomía del cuerpo travesti”, Mv. El periódico de Laum, Busnns Aires,
2008.
El orden sexual moderno 21

aportes que estos espacios colectivos han realizado en los últimos


años. Uno de los puntos que se vuelve necesario indagar será des-
de qué lógicas de la diversidad resisten las definiciones identitarias
clásicas y cómo se van configurando estas lógicas de la diversidad
en un mundo donde hasta hace tan poco tiempo primó una episteme
exclusivamente binaria. -
¿Qué es lo que pareciera haber estallado con la visibilización de
las llamadas diversidades sexuales? Entre otras cosas, como se irá
desarrollando en diferentes capítulos de este libro, se desnaturaliza
el orden sexual moderno y sus modalidades específicas de produc-
ción de identidades sexuales. Tal ordenamiento se ha configurado y
desplegado a lo largo de la modernidad occidental desde una lógica
identitaria. Pensar la sexualidad en clave identitaria ha configurado
un particular ordenamiento por el cual las prácticas sexuales otor-
gan identidad. Así, según el sexo del partenaire, se dice que alguien
es “heterosexual” o que es “homosexual”. Esta operatoria define la
identidad por el rasgo; es decir, implica tomar un rasgo, en este caso
el tipo de elección de partenaire sexual, como totalidad que define y
otorga identidad operando entonces en el orden del ser.
Esta modalidad de construcción de las sexualidades en cla-
ve identitaria se denomina binaria porque fija sólo dos términos
(hombre-mujer, heterosexual-homosexual). Es atributiva, porque
atribuye determinadas características y no otras a las personas que
portan tal identidad. Pero también es jerérquica, porque ha posicio-
nado las opciones sexuales no heterosexuales como “la diferencia”.
Este modo, propio de la modernidad, de pensar la diferencia como
negativo de lo idéntico en el mismo movimiento que distingue la
diferencia instituye la desigualdad social y política de tales diferen-
tes. Esta lógica binaria, atributiva y jerdrquica'® ha conformado los
a priori epistémicos, políticos, éticos, científicos y estéticos que han
desigualado desde diferencias étnicas o religiosas, de género y de
clase hasta las opciones sexuales que no responden a criterios hete-
ronormativos. Para ello es necesario que se produzca y se naturalice
un ordenamiento jerárquico que establece la diferencia como negati-
vo de lo idéntico y que irreversiblemente ha situado y sitúa a “las y
los diferentes” como inferiores, peligrosos o enfermos, es decir, como
anomalfa.!! En escritos anteriores he denominado a estas configu-

.10. Véase A.M. Fernández, La mujer de la ilusión. Pactos y contratos entre hombres y
mujeres, Buenos Aires, Paidós, 1993.
11. Véase A.M. Fernández, Las lógicas sexuales.
22 Ana María Fernéndez *

raciones diferencias desigualadas.’? Esta lógica binaria diferencia


desigualando a los varones de las mujeres, a los “heterosexuales” de
los “homosexuales”, a la etnia blanca europea del resto de las etnias,
etcétera.
Sexualidad, heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, así
entendidos, han configurado el dispositivo de la sexualidad moderna
que ha “ordenado” los imaginarios sociales y las prácticas eróticas,
amorosas, conyugales y parentales específicas. También estableció
los principios de ordenamiento de sus saberes científico-conceptua-
les, sus taxonomías, abordajes e intervenciones profesionales, valo-
raciones morales, estéticas, entre otros.
Tal ordenamiento configuró una fuerte amalgama entre sexo
biológico —hombre o mujer—, géneros masculino y femenino y sus
atribuciones correspondientes, deseo heterosexual —activo para los
varones, pasivo para las mujeres- y prácticas eróticas específicas de
acuerdo con estas distinciones. N
En la medida en que se combinaran debidamente sexo biológico,
deseo, género y prácticas eróticas y amatorias en una identidad se-
xual masculina o femenina, el orden sexual estaba asegurado. La
contracara —psiquiatrizada-psicopatologizada, anómala y desigua-
lada socialmente, pero reconocida como existente— fue la configu-
ración de identidades “homosexuales”, que en el caso de los varones
remedará a una mujer, el homosexual afeminado, y en el caso de
las mujeres homosexuales configurará chicas varoniles. Mientras
esto fuera asi, nada amenazaba la légica identitaria, binaria y je-
rárquica, y el orden sexual concomitante se producía y reproducia
con los correspondientes circuitos de inclusión-exclusión, legalidad-
clandestinidad.
Ahora bien, travestis, transezuales, transgéneros, intersexos,
etc., así como las transformaciones de las modalidades eróticas y
estéticas de los existenciarios “homosexuales” y “heterosexuales” ac-
tuales, están desbordando ampliamente los estereotipos modernos
de la sexualidad. Han entrado en acelerada mutación desde sus de-
marcaciones de lo íntimo o lo privado hasta las estéticas de la seduc-
ción. El desacople de sexo biológico-deseo-género-prácticas eróticas
y amatorias, con independencia de las opiniones que generen, abre
interrogación, cuando no interpelación, a muchas de las conceptua-

12. Véase A.M. Fernández, “Hacía los estudios transdisciplinarios de la subjetividad.


(Reformulaciones académico-políticas de la diferencia)”, Revista de Investigaciones
en Psicología, año 16, N° 1, Instituto de Investigaciones, Facultad de Psicologfa, UBA.
f
El orden sexual moderno 23

lizaciones con las que hasta ahora las psicologías y los ps¡coanáhs¡s
han abordado estas cuestiones.
En el plano de las prácticas sexuales. encontramos hoy, particu-
larmente en las muchachas más jóvenes, un gusto en ubicar un modo
más activo en la “conquista” del partenaire, disfrutar de varones ob-
jeto de deseo y cada vez con mayor frecuencia realizar experiencias
amorosas y/o eróticas con otras mujeres, sin que estas prácticas les
interroguen sobre su identidad sexual, ni consideren que pueden ser
ubicadas en un universo lesbiano. Son experiencias que alternan
con relaciones con varones.
En un mismo sentido, pueden encontrarse transformaciones en
el mundo masculino joven con relación a sus prácticas sexuales. El
mundo gay opera múltiples transformaciones. El afeminado “moder-
no” va dando paso a un estilo homosexual viril, de gran cuidado esté-
tico por el propio cuerpo y en quienes parecería difícil encontrar ras-
gos “homosexuales” de generaciones anteriores. A los más jóvenes
les resulta inimaginable que sus prácticas sexuales pudieran tener
que circunscribirse a la clandestinidad, suelen informar temprana-
mente a sus familias, se asombran frente al frecuente desasosiego
de sus padres y comienzan a plantear que no se interesan en circu-
lar por los ámbitos de militancia y/o de diversión gay, expresan que
les resultan guetos, y si bien su vida sexual o amorosa se despliega
entre hombres, suelen rechazar que se los denomine homosexuales.
¿Qué rechazan? Rechazan el propio acto de realizar nomenclatu-
ras. Dicen que se sienten cómodos con su sexualidad, que parece no
estar atravesada por culpas y desgarros de las generaciones anterio-
res, Al decir de un analizante: “¿Por qué voy a aceptar que me defi-
nan por una característica más entre tantas de mi persona?¿Por qué
es más importante con quién me acuesto que qué carrera estudio?”.
Rechazan la idea de construir identidad sexual, rechazan hacer del
rasgo totalidad ldenhtana y suelen ver, en esa totalización, totali-
tarismo.
Estos modos de subjetivación coexisten con aquellos de los mili-
tantes del orgullo gay y con las vidas clandestinas más sufrientes,
pero puede decirse que ha comenzado en muy distintas esferas un
rechazo a las capturas identitarias en las que, como ya he planteado,
en el mismo movimiento en que se distingue “la diferencia” se ins-
tituye la desigualación. Rechazan constituir diferencia o, mejor di-
cho, rechazan hacer de la diferencia referencia identitaria. Sin duda
esto es posible porque las generaciones anteriores la constituyeron
y dieron importantes batallas legales, políticas y subjetivas contra
la discriminación que produjeron afirmación de sí, orgullo y permi-
24 Ana María Fernández

tieron algunas salidas de la clandestinidad y,. en algunos ámbitos,


tolerancia y respeto.
Si a esto sumamos el incremento y la visibilización de travestis,
transexuales y transgéneros o, por ejemplo, que en los ámbitos lés-
bicos uno de los debates pasa por la discusión entre lesbianas que se
denominan mujeres lésbicas y otras que se consideran lésbicas pero
no mujeres, podemos considerar que estalla la categoría psicoanali-
tica de la diferencia sexual y da mucho para pensaria la teoría y a
las agendas políticas de género. Estaríamos en presencia del paso de
la diferencia a las diversidades sexuales. Este tránsito no es un mero
cambio de palabras; implica la construcción de categorías filosóficas
y políticas que puedan dar cuenta de estas transformaciones. Este
proceso es mucho más abarcativo que las cuestiones referidas aquía
las sexualidades, como he analizado en Las lógicas sexuales.
En síntesis, lo que hoy va quedando fuertemente interpelado es
el disciplinamiento de dos sexos, y la categoría misma de “la” dife-
rencia sexual. La lógica —identitaria, binaria, jerárquica—, que es-
tableció el paradigma de la sexualidad junto a “la” diferencia como
anomalia enferma y peligrosa, pareciera estar siendo desarticulada,
desencajada, dislocada, desquiciada, con el paso de la sexualidad a
las sexualidades, con el paso de la diferencia a las divérsidades. Será
imprescindible indagar y pensar en qué consiste el'tránsito de la
diferencia a las diversidades y las nuevas categorías en construcción
que estos tránsitos imponen, como he intentado a hacerlo en Las
Jógicas sexuales.

Lo monstruoso

En unas actividades con estudiantes de Psicología (UBA) partici-


pantes de un proyecto de extensión* se realizaron algunos talleres
-con recursos psicodramáticos y grafoplásticos que, entre otros obje-
tivos, tuvieron el propósito de relevar qué imaginarios sociales cir-
culaban en estudiantes de psicología con respecto a las diversidades
sexuales. De las múltiples líneas de sentido que circulaban, interesa
subrayar una particular articulación de dos trazados de significa-

18. Proyecto “Diseño e implementacién de dispositivos grupales para elucidar los


mecanismos de desigualación de las diversidades eróticas, amorosas, conyugales y
parentales contemporáneas”, programación UBANEX 2011-2012. Directora: A.M. Fer-
nández. Codirectora: S. Borakievich.
El orden sexual moderno 25

ción que insistieron en casi todos los talleres. Una línea de significa-
ción inicial, en las primeras capas de la cebolla, como diría Sigmund
Freud, fue la preocupación por sostener:sus producciones dentro de
lo políticamente correcto, disculparse cuando componían un perso-
naje homosexual o travesti dándole características estereotipadas,
etc. Sin duda, esto no es poco en un país donde los prejuicios, los
desconocimientos e intolerancias frente a las diversidades son tan
preocupantes. Pero, avanzando en la elucidación de lo producido en
los talleres, se ponía de manifiesto con una insistencia muy marcada
un otro plano de este universo de sentido que de distintos modos,
metafóricos o explícitos, daban cuenta de significaciones que aludían
a lo monstruoso.
¿Qué es lo monstruoso? Si tomamos su acepción griega, se refiere
a lo intermedio, lo mezclado, lo ambivalente, lo desordenado, lo ho-
rrible y fascinante a la vez. Desde su acepción latina, algo es mons-
truoso en tanto muestra: muestra aquello que no debe advertirse.
Mostrar lo monstruoso es desocultar aquello que en una cultura
debe permanecer invisible. Sería aquello que no puede ser empla-
zado en las taxonomías establecidas, que genera miedo, morbo y/o
violencia. Ya en mis palabras, configura un otro de la diferencia que,
como decía, sólo puede ser pensado como anomalía.
Que en nuestros estudiantes esta figuración de lo monstruoso
estuviera antecedida de la preocupación por lo políticamente co-
rrecto frente a las minorías sexuales, no es un dato menor. Ha-
bla, posiblemente, al enfrentarse a sus propios estereotipos, de
una voluntad de hacer frente a sus prejuicios y desconocimientos
y abre condiciones de posibilidad para pensar, conocer y encontrar
las modalidades de entendimiento de mundos en principio ajenos,
pero en los que se inscriben personas que el día de mañana pueden
consultar por eventuales padecimientos.
Muy distinta ha sido la experiencia en las instituciones psicoana-
liticas, de distintas orientaciones, que enteradas de la investigación
que estoy dirigiendo”* me invitan a hablar sobre esta temática. El
interés y la curiosidad, sin duda genuinos, han propiciado muy bue-
nas convocatorias. Sin embargo, los a priori binarios, la dificultad de
pensar más allá de “son personas que no han aceptado la castración”
0.“no habría por qué pensar que todos los homosexuales son perver-

14. Proyecto de investigación usacrr trianual, programación 2011-2014. Directora:


AM. Fernández. Codirectora: M. López. Equipo: S. Borakievich, E. Ojám, C. Ca-
Tloway, C. Cabrera, J. Bókser y M. Frydman.
26 Ana Maria Fernández

sos”, la falta de registro de que estas afirmaciones pueden sentar


una posición, más allá de su voluntad, de corte heteronormativo, y
el gran desconocimiento y extrañeza respecto de las múltiples expre-
siones de las diversidades sexuales, además de la homosexualidad,
hacen suponer que el trabajo allí será mucho más dificil.
Tenemos mucha tarea por delante, los desafíos son enormes, pero
tratamos de emprenderlos con todas sus dificultades. Pensaremos
una vez más en el límite de lo que no sabemos. Allí se funda nuestro
entusiasmo.
Politicas queer y subjetividades

Wiliam Siqueira Peres

El Primer Simposio Internacional “Politicas queer y subjetividades:


devenires, deseos y derechos” fue celebrado el 19 de noviembre de
2011, como parte del x1 Congreso de Salud Mental y Derechos Hu-
manos réalizado entre el 18 y el 21 de noviembre de 2011, organiza-
do por la Asociacién Madres de Plaza de Mayo.
Esa iniciativa buscó articular problematizaciones en el campo de
la teoría queer y de la psicología relacionadas con estudios, inves-
tigaciones y experiencias volcadas hacia las cuestiones de políticas
emancipadoras y derechos civiles que contemplasen la población de
lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transexuales, transgéneros e
intersexos (LGBTTTI), así como sus interfaces con categorías de clase
social, raza, sexo, sexualidad, género, edad y nacionalidad, en co-
nexiones posibles dentro de los contextos sociohistóricos y culturales
que involucraban inicialmente a la Argentina y a Brasil. En la ple-
naria final, además de esos dos países, ya se contaba con compañe-
ras y compañeros de Uruguay y de Chile.
Se trata de propuestas desarrolladas, en un primer momento,
entre la cátedra de Introducción a los Estudios de Género, Facultad
de Psicología de la UBA, y el Grupo de Estudos e Pesquisas sobre
Sexualidades (GEPs) registrado en el Conselho Nacional de Pesqui-
sas (cNPq) de Brasil, vinculado al Departamento de Psicología Clí-
nica de la Faculdade de Ciéncias e Letras de la UNESP (campus de
Assis, Sáo Paulo, Brasil).
Las coneziones posibles entre psicología y estudms queer se ha-
cen urgentes frente a la emergencia de expresiones sexuales y de
género en la transcontemporaneidad que hasta el momento se man-

[271
28 Wiliam Siqueira Peres

tenfan en la invisibilidad y/o restrictas en espacios privados e inti-


mistas, demarcadas por la expresión “dentro del clóset”.
Para problematizar cuestiones de disidencia sexual y de géne-
ro, que escapan de las capturas del sistema heteronormativo, Eve
Sedgwick analiza la condición del miedo, la vergiienza y la impo-
tencia por las cuales muchas personas se sienten perturbadas en la
expresión de sus deseos sexuales y de su identidad de género y, por
ende, se mantienen aprisionadas en un fuerte dispositivo de regula-
ción de la vida social: el clôset.!
Para Sedgwick, el clóset funciona como modo de control que ac-
túa sobre los cuerpos, los deseos y las pasiones de las personas que
aman y se relacionan con personas del mismo sexo y, a la vez, como
modo de dar privilegios a las personas que aman y se relacionan con
personas del sezo opuesto, manteniendo el orden heteronormativo y
las instituciones que le dan sustento. .
En este sentido estar/vivir en el clóset, se configura tanto en tér-
minos de los amores y las prácticas sexuales secretas posibles de ex-
presarse solamente en los espacios privado-intimistas de los guetos,
como de la reafirmación de la creencia que solamente los amores y
las prácticas sexuales heteronormatizados están autorizados a ex-
presarse libremente bajo la luz del día y en plazas públicas.
Como analiza Richard Miskolci, el clóset es una forma de regulación
de la vida social presente en la vidade las personas que osan amar a
sus iguales, marcadas por el temor y las consecuencias producidas en
las esferas familiares, laborales y públicas.? Ello se ancla no solamente
en el secreto y en la mentira, sino también en la farsa y en la doble vida.
El armario funciona como mecanismo de seguridad y de protec-
ción y a la vez como aprisionamiento que por sí mismo produce sufri-
mientos psicosociales, pues esas personas necesitan estar en estado
de vigilancia permanente con los otros y consigo mismas frente a
cualquier posibilidad que los/las expongan y los/las vuelva vulnera-
bles frente al ordenamiento social y cultural del poder falocéntrico
heterosexista disciplinario. De este modo, necesitan tener control de
sus deseos, expresiones y discursos, evitar lugares y personas que
los/las asocien con todo lo que es dado como disidente y peligroso.
La vida en el armario participa con intensidad brutal en los pro-
cesos de subjetivación de las personas que ocupan ese lugar, produ-
ciendo sujetos contenidos, angustiados, depresivos y ansiosos. Esto

1. E.S. Sedgwick, Epistemología del armario, Barcelona, De la Tempestad, 1998.


2. R. Miskolci, “Comentário”, Cadernos Pagu, N* 28, Campinas, Unicamp, 2007.
Políticas queer y subjetividades 29

destruye su autoestima y sus potencialidades subjetivas y les im-


posibilita tener el derecho fundamental a la singularidad. Se trata
nada menos que de exclusiones de derechos civiles, sociales, polí-
ticos y culturales. Cúando consiguen expresar resistencias y “salir
del clóset”, un nuevo plan de vida se anuncia y se efectiviza como
estilística de la existencia en proceso de emancipación.
La aproximación entre los estudios queer y la psicología, buscada
aquí como interlocución política, sólo es posible en términos de una
problematización de los modos de vida engendrados por efectos de
los procesos de subjetivación sociohistóricos y atravesados por fuer-
zas de saberes y poderes que disciplinan y regulan los cuerpos y sus
placeres. Se torna patente, así, la necesidad de problematizar dis-
positivos y estrategias que faciliten la emergencia de una psicología
política queer.
Muchas aproximaciones históricas entre la Argentina y Brasil
(pero también con otros países con historias semejantes) permiten
reflexionar respecto de los procesos de subjetivación latinoamerica-
na que atraviesan los territorios geopolíticos y existenciales en que
las personas LGBTTTI viven de acuerdo con las negociaciones políti-
cas y emancipadoras que garanticen acceso a bienes y servicios, así
como el ejercicio de los derechos sexuales, humanos y de defensa y
respeto a la ciudadanía plena, entendida aquí como participación
social y política en un sentido de igualdad de opciones y tomas de
decisión de la sociedad en general.
Algunas experiencias históricas comunes entre la Argentina y
Brasil, tales como las secuelas de las dictaduras militares, la in-
fluencia en la- producción de valores morales por parte de la Iglesia
Católica y una latinidad singular expresada, por ejemplo, en el tan-
go y en el samba (inicialmente ritmos marginales de grupos exclui-
dos), nos tian llevado a investigar el universo existencial de travestis
y transexuales brasileñas y argentinas, permitiendo afirmar que las
expresiones de estas comunidades configuran sujetos queer por ex-
celencia, dado que, antes que reproducir los modelos previos dados
por el sistema sexo-género de cómo ser hombre o ser mujer, crean
sus propias formas de expresividad.
En conjunción con los atributos diversos de orientación sexual
e identidad de género o de los modos de expresión de masculinida-
des y de femineidades, las categorías de clase, raza, etnia, edad,
nacionalidad y origen regional entran en conexión para componer
el “sujeto queer”.
Los estudios sobre los modos de vida LGBTTTI y més específicamen-
te las investigaciones realizadas con travestis y transexuales, tanto
30 Wiliam Siqueira Peres

en Brasil® como en la Argentina* cartografiaron diversos procesos


de estigmatización, discriminación, violencia y exclusión vividos por
esas personas y generaron intensos sufrimientos psicosociales, vio-
laciones de los derechos sexuales y humanos, destituyéndolas del
derecho a la ciudadanía, y, por lo tanto, de participación social y
política en las tomas de decisión de la sociedad, causando diversas
formas de enfermedad y sufrimientos psicosociales.
Durante nuestras investigaciones en los últimos años por diver-
sas regiones y municipios brasileños, así como en Buenos Aires y
cercanías, entrevistamos a muchas travestis y transezuales, y per-
cibimos que por detrás de ese escenario de estigmas, exclusiones y
sufrimientos, hay personas felices que se sienten bien en su condi-
ción bio-psico-social y que no tienen nada que ver con enfermedades
mentales, crímenes ni pecados, sino que son productoras de estilís-
ticas de la existencia que crean singularidades y amplían sus uni-
versos de existencialización. Estos otros procesos de subjetivación
formulan nuevas preguntas, reclaman nuevos lugares en el mundo,

3. Entre otros estudios pueden mencionarse W.S. Peres, “Estética travesti: cuerpo,
género, cuidado de sf y ciudadanís”, en G. Kasi (comp.), Subjetividady contexto: ma-
tar a la muerte, Buenos Aires; Madres de Plaza de Mayo, 2009; “Cenas de exclusdes
anunciadas: travestis, transexuais, transgéneros e a escola brasileira”, en R.D. Jun-
queira (org.), Diversidade sexual na educagúo: problematizagóes sobre a homofobia
nas escolas, Brasflia, Ministério da Educagfio-UNesco, 2009; “Travestis, cuidados de
si e servigos de saûde: algumas reflexñes”, en B. Bento, H. Costa, W. Garcia, E. Iná-
cio y W.S. Peres (orgs.), Retratos do Brasil-homossexual: fronteiras, subjetividades
e desejos, Säo Paulo, Editora da Use, 2010. También L. Pelúcio, “Trés casamentos
e algumas reflexdes: notas sobre conjugalidade envolvendo travestis que se pros-
tituem”, Estudos Feministas; vol. 14, N° 2, Florianópolis, 2006, y Abjecúo e desejo:
uma etnografia travesti sobre o modelo preventivo de aids, Säo Paulo, raresr, 2009;
D. Kulick, Travesti: prostitui¢ao, sexo, género e cultura no Brasil, Río de Janeiro, Fio
Cruz, 2008; M. Benedetti, Toda feita: o corpo & o género das travestis, Río de Janeiro,
Garamond, 2005.
4. Para el caso argentino, véase J. Famánda, Cuelpos desobedientes: travestismo
e identidad de género, Buenos Aires, Edhasa, 2004; L. Berkins (comp.), Cumbia,
copeteo y lágrimas, Buenos Aires, ALITT, 2007; L. Berkins y J. Fernéndez (comps.),
La gesta del nombre propio: informe sobre la situacién de la comunidad travesti en
la Argentina, Buenos Aires, Editora Madres de Plaza de Mayo, 2005; L. Zambrini,
“Cuerpos, indumentarias y expresiones de género: el caso de las travestis de la ciudad
de Buenos Aires”, en M. Pecheny, C: Figari y D. Jones (comps.), Todo sexo es político:
estudios sobre sexualidades en Argentina, Buenos Aires, Del Zorzal, 2008; M. Wayar,
“La familia, lo trans, sus atravesamientos”, en Conversaciones feministas: parentesco,
Buenos Aires, Ají de Pollo, 2007; M. Cabral y D. Maffia, “¿Los sexos son o.se hacen?”,
en D. Maffia, Sexualidades migrantes: género y transgénero, Buenos Aires, Libreria
de Mujeres Editoras, 2009.
Politicas queery subjetividades 31

dan pasajes para “devenires” otros que confirman la trampa de los


conceptos universales, de los pensamientos binarios y sedentarios
que cristalizan modelos de identidad absolutos.
Las formas de resistencias y de enfrentamientos al biopoder —que
disciplinan los cuerpos— y de las biopolfticas —que regulan los deseos,
tan bien problematizados por Michel Foucault— permiten el aconte-
cimiento del “encuentro con el poder” y, en este sentido, “lo que las
arrancó de la noche en la que habrían podido, y quizá debido, perma-
necer, fue su encuentro con el poder; sin este choque ninguna palabra
sin duda habría permanecido para recordarnos su fugaz trayectoria.
El poder que ha acechado estas vidas, que las ha perseguido, que ha
prestado atención, aunque sólo fuese por un instante, a sus lamentos
y a sus pequeños estrépitos y que las marcó con un zarpazo, ese poder
fue el que provocó las propias palabras que de ellas nos quedan, bien
porque alguien se dirigió a él para denunciar, quejarse, solicitar o su-
plicar, bien porque el poder mismo hubiese decidido intervenir para
juzgar y decidir sobre su suerte con breves frases. Todas estas vidas
que estaban destinadas a transcurrir al margen de cualquier discurso
y a desaparecer sin que jamás fuesen mencionadas han dejado trazos
—breves, incisivos y con frecuencia enigmáticos— gracias a su instan-
táneo trato con el poder”.5
Esas resistencias y enfrentamientos y las afirmaciones de nuevos
sujetos en la transcontemporaneidad reafirman a travestis y a tran-
sexuales como las grandes referentes de las expresiones queer con-
temporáneas. Más que un concepto, “queer” es un verbo que conjuga
variaciones de expresiones humanas posibles de transformación y
transposición a los regímenes binarios deterministas, racistas. De-
marca oposición al falocentrismo y a las heteronormatividades y
abre paso para potencias intempestivas de afirmación de vida, gene-
radas a través de las expresiones de los buenos y potentes encuen-
tros posibles.
Las investigaciones disponibles muestran exactamente esas
fuerzas potentes que afirman los lugares ocupados por travestis y
transexuales en el mundo a partir de lo que expresan de singula-
ridad, es decir, colocan en evidencia las experiencias positivas de
emancipación psicosocial, política y cultural vivida tanto en el plano
personal como en el plano colectivo. Pueden priorizarse los discur-
sos, las éscenas y las transcorporalidades de las experiencias que

5. M. Foucault, La vida de los hombres infames, La Plata, Altamira, 1996, pp. 124-
125. -
32 Wiliam Siqueira Peres

funcionaron en sus vidas, que las potenciaron para el enfrentamien-


to de las dificultades que delimitanla realizaciôn de sus deseos y la
efectividad de sus proyectos existenciales, como sujetos politicos de
derechos.
Las investigaciones que desarrollamos junto a la comunidad de
travestis y transexuales se pautan por datos recolectados a través
de entrevistas sobre sus historias de vida, bajo principios éticos,
con anuencia previa de las entrevistadas, que son informadas so-
bre los objetivos de la investigación, de su libertad para solamente
hablar de lo que-consideren pertinente, y, además, interrumpir o
desistir en cualquier momento. De manera complementaria, infor-
mamos que su identidad es preservada y su nombre sustituido por
otro, aunque les parezca rara la idea del anonimato, pues la mayo-
ría de las travestis y transexuales quiere visibilidad y, por lo tanto,
desean que sus identidades sean reconocidas.
Los análisis han sido hechos a través de la cartografía existencial
emanada de las escenas y los discursos de las personas travestis y
transexuales, de las líneas que componen sus cuerpos, sus senti-
mientos, sus pensamientos y sus prácticas cotidianas.
El derecho a la diferencia —o, como dirían Gilles Deleuze y Claire
Parnet, la diferencia de la diferencia— se torna parte fundamental
de cualquier intento de reconocimiento, promoción y efectividad de
una estilística de la existencia. Son pocas las teorías, metodologías y
designaciones conceptuales que escapan de las estructuras elemen-
tales de pensamiento. En general, funcionan dentro de la perspecti-
Ya binaria universalizante, que solamente tolera al individuo blan-
co, de clase media, heterosexual, macho, viril, seguido en una escala
menor de importancia y de reconocimiento por la mujer blanca, de
clase media, heterosexual, procreadora, pasiva y sumisa como refe-
rencia de normalidad y de derechos.
Esa determinación de modelos de verdad es ¡mpuesta por la cola-
boración poderosa del biopoder y de la biopolítica. Se disciplinan los
cuerpos, se regulan los placeres y se promueven las modalidades de
gestión de sí mismo; es decir, los modos de cuidados de sí comprome-
tidós con la reificación de las prácticas y los discursos que dan manu-
tención a los patrones morales impuestos por las leyes, los contratos
y las instituciones disciplinarias y de contención, guardianes de la
propiedad privada, de la familia nuclear burguesa, de la “santa ma-
dre” Iglesia. Asimismo fomentan el individualismo, el sectarismo,

6. G. Deleuze y C. Parnet, Didlogos, Sáo Paulo, Escuta, 1998.


Politicas queer y subjetividades 33

el narcisismo y los despotismos. Se trata de producciones de sujetos


constituidos por el fascismo, el machismo, la misoginia y las lesbo/
gay/trans/intersex fobias. Estas modalidades de gestión de sí mismo
son destructoras de la diferencia y de la vida, y se encuentran encap-
suladas en los sistemas sedentarios de pensamiento.
La homofobia ha venido siendo definida por varios autores, por
ejemplo Daniel Borrillo, Didier Eribon, Olga Viñuales, como ma-
nifestación de repulsión, odio y asco de una persona hacia los ho-
mosexuales.” Por otro lado, John Boswell problematiza el término
“homofobia” y encuentra una traducción más adecuada como “temor
a su semejante” y, por este motivo, prefiere el uso del término “ho-
mosexofobia”, que considera más adecuado.*
Para Daniel Borrillo, la homofobia tendría dos dimensiones: una
dimensión afectivo-emocional que manifiesta repulsa a los homo-
sexuales y una dimensión cultural que rechaza la homosexualidad
como fenómeno psicológico y social. Según este autor, esas dimensio-
nes (afectiva y cultural) clarificarían respecto de situaciones bastan-
te comunes, en las que algunas personas “toleran” a conocidos/as y
amigos/as LGBTTTI, pero no están de acuerdo con políticas de igualdad
de derechos.
De modo concomitante, la homofobia puede ocurrir entre los pro-
pios homosexuales, dada la variación de estéticas y de narrativas
que componen las homosexualidades y las diversas formas de expre-
sar la homosexualidad, que, cuando van asociadas a otra marca es-
tigmatizadora (clase social, raza/color, género, discapacidades, etc.),
intensifica las experiencias de exclusión.
La homofobia interiorizada (en el clóset) produce baja autoesti-
ma, sentimientos de inseguridad, ansiedad, inhibiciones intelectua-
les, afectivas y sexuales, dificultades de socialización, ensimisma-
miento y, como última consecuencia, intentos de suicidio. Sobre ese
hecho, en su estudio sobre la experiencia homosexual la mexicana
Marina Castañeda dice:

La homofobia interiorizada no tiene fin: ella resurge, bajo


diferente formas, a lo largo del ciclo vital. Complica la per-
cepción que el homosexual tiene de sí mismo y de los otros;

7. D. Borrillo, Homofobia, Barcelona, Bellaterra, 2001; D. Eribon, Reflexiones sobre


la cuestión gay, Barcelona, Anagrama, 2001; O, Viñuales, Lesbofobia, Barcelona, Bel-
laterra, 2002.
8. J. Boswell apud D. Borrillo, Homofobia.
34 Wiliam Sigueira Peres

tiñe todas sus relaciones interpersonales así como su proyec-


to de vida y su visión de mundo. Constituye probablemente
la diferencia subjetiva más importante entre homosexuales
y heterosexuales. La palabra “homofobia” significa miedo
o rechazo de la homosexualidad. Ese miedo pude parecer
instintivo, como el miedo al fuego, pero no lo es. Constituye
un fenómeno más de carácter cultural que está lejos de ser
universal, y que reviste diferentes formas y significaciones
según el contexto.?

La idea de homofobia tiene mucha más proximidad con las per-


sonas marcadas por especificidades que producen corporalidades,
figuraciones y narrativas respecto de procesos de subjetivación tipi-
ficadora que producen varones gays. En el caso de las lesbianas, sus
especificidades en cuanto a corporalidades, figuraciones y discursos
proponen el uso de la palabra lesbofobia, definida por Félix Rodrí-
guez como posición que muestra fobia o aversión a las lesbianas.!°
Para travestis y transexuales, por el mismo modo de especificidades
que les son propias, se recomienda el uso de la palabra transfobia,
problematizada por Louis-Georges Tin:

Asf como los homosexuales, hombres o mujeres, han sido


objetos de homofobia, los/las transexuales, transgéneros, tra-
vestis, drag queens o drag kings son blancos de tratamientos
discriminatorios. Esas poblaciones no se definen, a priori, en
función de una sexualidad específica, no se trata aquí de pro-
piamente hablar de la adopción de una forma de sexualidad
humillada por el modelo heterosexual que constituye el deto-
nante de reacciones de rechazo o de exclusión. No obstante,
la relación entre sexo, género y apariencia, sobre la cual esas
identidades se construyen, contribuye para estremecer las re-
ferencias de orden heterocentrista, la transfobia expresa la
hostilidad, la aversión sistemática, més o menos consciente,
respecto de esos individuos cuya identidad confunde los pa-
rémetros de los papeles sociosexuales y transgrede las fron-
teras entre los sexos y entre los géneros. [...] La expresión de
la transfobia reviste, efectivamente, formas muy similares a
aquellas de la homofobia; pero ella comporta igualmente es-
pecificidades que corresponden a las particularidades de los

9. M. Castañeda, A experiéncia homossexual: explicagóes e conselhos para 0s homosse-


xuais, suas fomílias e seus terapeutas, Säo Paulo, A Girafa, 2007, p. 71.
10. F. Rodríguez, Diccionario gay-lésbico. Vocabulario general y argot de la homose-
xualidad, Madrid, Gredos, 2008.
Politicas queer y subjetividades 35

grupos específicos: Su traducción, la más brutal y más eviden-


te, es, sin lugar a dudas, la violencia fisica y la intimidacién.**

En una investigación reciente realizada en Brasil por Fernan-


do Silva Teixeira Filho sobre intentos de suicidio de adolescentes
LGBTTTI (lesbo/trans/homosuicidio), como consecuencia de vivencias
lesbofóbicas, homofóbicas, transfóbicas y/o por esas mismas fobias
internalizadas, mostró haber encontrado los mismos resultados an-
teriormente presentados por investigaciones internacionales, que
señalan que de cada diez adolescentes entrevistados en situación
escolar, tres ya habían pensado o intentado suicidarse como conse-
cuencia de su orientación sexual.?
Esas situaciones discriminatorias son generadas por artificios de
control y domesticación de los cuerpos y funcionan como guardianes
de la heteronorma.
Algunas teóricas -queer como Gayle Rubin, Judith Butler, Te-
resa de Lauretis o Beatriz Preciado,’® entre otras, parten del su-
puesto de la existencia de un sistema disciplinario y regulador al
servicio del biopoder y de la biopolítica, que funciona como impor-
tante herramienta de producción y de mantención de la creencia
en la heterosexualidad como obligatoria,!* caracterizándose como
procesos de subjetivación heteronormativos. Ese sistema se llama
“sistema sexo/género/deseo/prácticas sexuales”, dice Butler en El
género en disputa.
Este sistema produce regímenes de codificación de verdades que
determinan que una persona, al nacer con sexo biológico macho, su

11. L.G. Tin, Dictionnaire de l'homophobie, París, Presses Universitaires de France,


2008, pp. 406-409.
12. F.S. Teixeira-Filho, C.A R. Marretto y J. Bessa, “Homofobia e vulnerabilidades de
adolescentes LGBT no contexto escolar”, Revista de Educaçäo e Pesquisa, Säo Paulo,
use (e/p). .
18. G.G. Rubin, “El tráfico de mujeres: notas sobre la «economía política» del sexo”,
Nueva Antropología, vol. vm, N° 30, México, 1986; G. Rubin, “Reflexionando sobre
el sexo: notas para una teoria radical de la sexualidad”, en C. Vance (comp.), Placer
y peligro. Explorando la sexualidad femenina, Madrid, Revolución, 1989; J. Butler,
Mecanismos psíquicos del poder: teorías sobre la sujeción, Madrid, Cátedra, 2001;
Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”, Buenos
Aires, Paidós, 2003; El género en disputa, Barcelona, Paidós, 2007; T. de Lauretis,
Diferencias, Madrid, Horas y Horas, 2000; B. Preciado, Manifiesto contrasexual, Ma-
drid, Opera Prima, 2002; Testo yonqui, Madrid, Espasa, 2008.
14. Véase A. Rich, “Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana”, en Sangre,
_pan y poesía: prosa escogida: 1979-1985, Barcelona, Icaria, 1986.
36 Wiliain Siqueira Peres

género será masculino, su deseo heterosexual y su práctica sexual


activa; de la misma forma, si una persona nace con sexo biolôgico
hembra, su género será femenino, y su deseo heterosexual y su prác-
tica sexual, pasivos. Cualquier expresión sexual y/o de género que
escape de esas determinaciones no será reconocida por ese sistema
0, en caso de que la reconozca, lo hará a través de la clasificación,
del diagnóstico, de la patologización, del crimen, del estigma, de la
exclusión y hasta de la muerte.
Datos recientes publicados en Brasil indican que cada dos días
un o una LGBTTTI son asesinados en el país, la mayor parte de las
veces con mucha crueldad, siendo travestis y transexuales los más
expuestos a esas prácticas de exterminio y expresión del odio trans-
fóbico.15
Muchos estudios académicos y producciones de textos de acti-
vistas travestis y transexuales han demostrado la realidad vivida
por esas personas a partir de los procesos de estigmatización, discri-
minación, violencia y exclusión que inciden sobre sus cuerpos, sus
deseos y sus placeres; en la falta de respeto frente sus expresiones
sexuales y de género; en las desigualdades de posibilidades sociales
de acceso a la escuela, a la salud, a la seguridad y al trabajo; de total
desprecio por parte de determinados sectores de la sociedad y del Es-
tado que no facilitan la emergencia de políticas inclusivas y viables
de hecho para esas personas, manteniéndolas en la invisibilidad y/o
tornándolas visibles como no humanas —monstruos¡dades— y tratán-
dolas como seres despreciables.
La abyección se encarga de desacreditar cualquier reconocimien-
to positivo y/o derecho que un ser humano pueda tener, debido a su
ininteligibilidad respecto de la lógica de las comprensiones norma-
tivas. Es decir, sin visibilidad no puede ser reconocido como sujeto;
si no es un sujeto, no existe, y por lo tanto no puede ser reconocido
como sujeto de derecho. Esto sitúa a las personas en un intersticio
entre cuerpos que parecen no tener importancia por sus disidencias
respecto de la norma, y cuerpos que importan porque delimitan las
fronteras de la normalidad.
Como posibilidad de reversión de esa mirada comprometida yre-
gida por lógicas de imágenes y de pensamientos sedentarios, por re-
gímenes de verdad construidos por la perspectiva binaria y univer-

15. Véase L. Mott, “Pesquisa sobre assassinatos de LasT no Brasil em 2010”, Boletim
epidemiológico do Programa Nacional de DsT/ams e HEPATITE, Ministério da Saúde do
Brasil.
Políticas queer y subjetividades 37

salizadora, surge la propuesta de otra perspectiva de construcción


de la mirada sobre las expresiones sexuales y de género que escapan
del sistema sexo/género/deseo, de las amarras del falocentrismo y de
la heterosexualidad compulsoria: el cambio del “o” por el “y”.
No se trata de contraposiciones y/o continuidades conceptuales
referidas a ideas de etapas de desarrollo sino de procesos disconti-
nuos e intempestivos del deseo que producen variaciones de inten-
sidades de afectos y conceptos que por sus propias composiciones en
tránsito no se fijan, no se cierran, no se cristalizan, manteniéndose
en un puro flujo de devenir, un caleidoscopio de multiplicidades, de
diferencias en diferencias.
Se trata de un cambio radical de perspectiva metodológica en el
que el pensamiento y la mirada no se orientan por el sistema bi-
nario, clasificatorio de moralismos cristianos, sino que se compone
con lineamientos que tejen otras percepciones, otras imágenes, otras
sensaciones, otras redes de pensamiento que se mueven por rizomas
y por las intensidades de los afectos, privilegiando la afirmación de
Deleuze de que hay afectos en el pensamiento.!5 Estamos hablando
de procesos de subjetivación singularizadora en oposición a los pro-
cesos de subjetivación ajustados a una única norma.
La perspectiva de expresión de la singularidad se abre hacia una
perspectiva nómada de composición con la existencia en la que las
referencias construidas sobre las expresiones queer asociadas a la
idea de enfermedad, crimen, pecado y perversión no tienen el menor
sentido. En el sistema de pensamiento sedentario, cualquier análisis
respecto de esas expresiones toca el límite de inteligibilidad que él
mismo soporta, implica siempre la visión de que la diferencia deberá
ser patologizada y medicamentada, y/o, de modo más radical, encar-
celada, aprisionada, internada, violentada, excluida, asesinada.
En la perspectiva del pensamiento nómada hay un alejamiento
del modelo esencialista y de la filosofía moral,-así como de las clasifi-
caciones y reducciones volcadas hacia la identidad, de modo de rom-
per radicalmente con la idea de unidad, de esencia, de estructura,
de totalidad y de individuo. Se trata de privilegiar la idea de sujeto
producido por agenciamientos colectivos de líneas que tejen los pro-
pios sujetos y los constituyen como diversos, múltiples, diferencias
de diferencias.
Romper con el pensamiento sedentario y apropiarse del pensa-
miento nómada implica una apertura hacia conexiones diversas de

16. G. Deleuze, Nietzsche e a filosofia, Rio de Janeiro, Editora Rio, 1976.


38 Wiliam Siqueira Peres

alejamiento de lo eterno, de lo verdadero, de lo único, en dirección


a la multiplicidad, a la diversidad, a las potencias afirmativas de la
vida. Se trata de ampliar las réferencias teóricas y metodológicas
que puedan extender e intensificar el campo de posibles conjugados
a nuestro ámbito de investigación.
Ana María Fernández llama la atención hacia tres dimensiones
importantes de ser consideradas en los procesos de investigación so-
bre la diferencia y la construcción de saberes que vienen al encuen-
tro de nuestras problematizaciones:

La pregunta por “la diferencia” abre una serie de cues-


tiones conceptuales. Se distinguen tres dimensiones proble-
méticas: una dimensión política en tanto hoy está puesto en
crisis el modo moderno de construcción de la igualdad. Una
dimensión epistemológica, al ponerse en discusión las formas
unidisciplinarias de construcción de los conocimientos. Y, por
último, una dimensión filosófica, en relación con el ser de la
diferencia, que a su vez interroga el desfondamiento de la con-
figuración de las identidades modernas.!”
Hay que considerar las diversas líneas que participan en los pro-
cesos de subjetivación contemporánea y las dimensiones filosóficas,
epistemológicas y políticas que sostienen la emergencia de las ex-
presiones existenciales, de modo de promover cartografías críticas y
políticas de emancipación psicosocial en defensa de la vida.
La construcción de las cartografías existenciales posibles respec-
to de las expresiones de vida de las personas sólo podrá ser reali-
zada entrando por el medio, por el intersticio en que los cuerpos se
encuentran y se afectan.
Realizar composiciones de mvesngacxón en la perspectiva de la car-
tografia significa romper con cualquier anélisis que proponga hacer
clasificaciones, tratamientos y/o reducciones conceptuales. Significa
tomar las expresiones estéticas, sexuales y de géneros de la población
LGBTTTI —hasta entonces solamente reconocida de modo patologizado—
desde una perspectiva que positivice la existencia de esas personas,
rumbo a una metodología orientada por la perspectiva de los estudios
queer, los estudios culturales, el esquizoanálisis, etcétera.

17. A.M. Fernéndez, “Las diferencias desigualadas: multiplicidades, invenciones po-


liticas y transdisciplina”, Nómadas, N° 30, 2009, p. 22. Disponible en <http:/ /www.
ucentral.edu.co/NoMADAS / nunme-ante 26-30/30 /30 2F%20Las%20diferencias %20
desigualadas.pdf>.
Políticas queer y subjetividades 39

Promover una psicología más comprometida políticamente con


la transformación social significa intervenir en.el conflicto de las
desigualdades sociales, en la denuncia de la violación de los dere-
chos sexuales y humanos y en la promoción de la salud que no se
oriente por la idea de ausencia de enfermedad, o por el modelo de la
biopolítica, sino que afirme la salud bio-psico-social como potencia,
creación y vida.
Tomar en consideración los lineamientos diversos presentes en
la cartografía nos permite una composición con las diversidades so-
ciales, raciales, sexuales, de género, generacionales, nacionales, que
durante mucho tiempo fueron tratadas como síntomas, como pato-
logías, como crímenes, como pecados, como inmorales, como obsce-
nos, y que efectivamente nada tienen que ver con ninguna de esas
proposiciones, evidenciando que el ser humano es múltiple, diverso,
discontinuado e intenso.
Los análisis posibles a través de las cartografías existenciales
y sus lineamientos nos permiten abarcar referenciales diversos en
su composición, de modo que las ideas de tecnologías de sexo plan-
teadas por Michel Foucault en la Historia de la sexualidad, así
como las ideas de tecnologías de género presentadas por Teresa de
Lauretis en Diferencias,'* puedan ser transpuestas y sumadas a las
tecnologías de raza, tecnologías de orientación sexual, tecnologías
informativas, tecnologías de generación que participan de complejos
procesos de programación de imágenes, discursos y corporalidades
impuestas y regladas por el sistema/sexo/género/prácticas sexuales.
Esas demarcacionés teóricas ayudan a pensar una psicología po-
lítica queer y a trazar como objetivo más importante deshacer lo se-
xual y el género, heteronormatizado y falocéntrico; desterritorializar
los territorios sexualizados y generificados a través de la decodifica-
ción de los códigos que dan inteligibilidad a los estereotipos de clase
social, raza, orientación sexual, sexo biológico, identidad de género,
etc., y facilitar el paso para que devenires otros puedan expresar
nuevos modos de existencialización, fuera de los binarismos y de los
universales que hasta entonces se- orientaban por los procesos de
normativización impuestos por el biopoder y las biopolíticas.
Usar y mantener referencias teóricas y metodológicas que fueron
construidas a través de la orientación falocéntrica heteronormativa
en contextos distantes de los actuales y aplicarlas a los análisis de

18. M. Foucault, Historia da Sexualidade, t. 1: A vontade de saber, Sño Paulo, Martins


Fontes, 1988; T. de Laurentis, Diferencias, Madrid, Horas y Horas, 2000.
40 Wiliam Siqueira Peres

expresiones psicosociales, sexuales y de género de personas que no


fueron conformadas por la lógica de la heterosexualidad obligatoria
sería, como mínimo, una actitud reductora, d.\stmmmamna y sospe-
chosa de perversidad.
En defensa de una psicología orientada por la políhca queer, ne-
cesitamos rever y reformular posiciones teóricas y prácticas en el
compromiso político con la transformación social, la defensa de dere-
chos y la promoción de la ciudadanía.
La emancipación psicosocial, política y cultural de expresiones .
humanas y en especial las sexuales.y de género es el gran desafio
para una práctica política personal y colectiva de respeto a la di-
ferencia de la diferencia, tal como se entiende y se propone en los
estudios queer y la psicología comprometida con políticas de respeto
y emancipación de “los raros”.
PARTE II

Linajes, resistencias e invenciones


Lo queer en las pampas criollas,
argentinas y verndculas

Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

Pensar la teoría queer en la Argentina implica reflexionar sobre un


proceso de importación y traducción teórica: durante la década del
90, con el propósito de explorar idearios, prácticas y materiales, hizo
su desplazamiento desde Estados Unidos a la Argentina. Con la
mudanza, lo queer —como sitio político que no se delimita de ante-
mano ni es plenamente poseído— se transmutó y se retorció en una
serie de alternancias relacionadas con las luchas culturales locales
de un presente reciente, pero también condicionado por experien-
cias políticas anteriores, que podrían considerarse originarias en un
sentido benjaminiano. Este trabajo focalizará sobre los intentos, a
pura prueba de ensayo y error, desempeñados por dos activistas de
fuste en escenarios históricos disímiles: por un lado, en los disrup-
tivos años 70, el poeta y ensayista Néstor Perlongher a partir de
sus intervenciones políticas e ideológicas en el Frente de Liberación
Homosexual (FLH). Por el otro, Carlos Jáuregui, el referente más elo-
cuente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en la etapa de
la posdictadura y luego, en los 90, de la Comunidad Lésbica, Gay,
Travesti, Transezual (eLTT) durante la durísima entrega privatiza-
dora del menemato. Ambos, lejos de ser compatibles y conciliables,
representaron rutas genealôgicas .del campo de debates y pugnas
que hoy denominamos “queer”. Sus pilares teóricos devinieron el
rastreo de tradiciones truncas del pasado inmediato: las críticas al
concepto de identidad, surgidas en simultáneo con el acontecer de
las controversias identitarias llevadas a cabo por el FLH y, en espe-
cial, por Perlongher. Junto con la articulación crítica entre desigual-
dad y diferencia, enfatizada por las lecturas materialistas del des-
montaje de los géneros, de la matriz heterosexual y del imperio del
[48]
44 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

ideal regulatorio que se perpetraron, bésicamente en Buenos Aires,


desde la década del 70 en adelante.
A partir de la apertura democrática, hacia los años 80, Jáuregui
instalará como práctica política la articulación transversal de coa-
liciones con unä diversidad de asociaciones, colectivos autogestivos
y movimientos sociales —desde partidos políticos progresistas y de
izquierda anticapitalista, a grupos de estudiantes, de lesbianas, de
feministas, y de travestis y transgéneros—, comunidades con vecto-
res diferenciales específicos, tal como lo propuso el activismo de Jáu-
regui. El período desde el advenimiento de la democracia de Raúl
Ricardo Alfonsín hasta el final del menemato significó una etapa
oscura y violenta para gays, lesbianas, travestis y transexuales por
la brusquedad de los edictos 2° F y 2° H que dejaban al libre arbitrio
del aparato represivo, heredado de la dictadura, la circulación de los
cuerpos en el espacio público.
A través de su praxis militante y su compromiso con potencial
crítico a causas que aún despiertan vigilias, Jáuregui despuntó con
habilidad estrategias de coaliciones y análisis político sobre los en-
cuentros y desencuentros de la comunidad conocida actualmente
como GLTTB.
Una de las enseñanzas reveladoras de Michel Foucault fue de-
mostrar que los regímenes políticos necesitan disciplinar y vigilar
bajo una mirada que vea sin'ser vista. Para que la disciplina se
haga carne, lo mejor es empezar por el cuerpo. En 1670, Baruch
Spinoza disparaba una inocente e inobjetable frase que Gilles De-
leuze repitió tres siglos más tarde: “Nadie sabe lo que puede un
cuerpo”. A decir verdad, nosotras tampoco sabemos. Por eso, nos
lanzamos a escribir estas líneas que a duras penas desaloja una
piedra, nada más.

Nésm Perlongher y el Frente de Liberación Homosexual

La década del 70 constituye un capítulo central en el relato de


la historia argentina contemporánea. Como se lee en Fiestas, baños
y exilios. Los gays porteños en la última dictadura, de Flavio Rapi-
sardi y Alejandro Modarelli, los impulsos revolucionarios agitaban
tanto el discurso de lo que hasta entonces se consideraba estricta-
mente política (transformación de la estructura estatal y económica)
como las prácticas cotidianas, especialmente en lo que respecta a la
sexualidad. Aunque los segundos pueden considerarse marginales
frente a una dura represión que afectaba también, y cada vez más,
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 45

las decisiones de la vida cotidiana.! Surgiô entonces una serie de


précticas clandestinas que exploraban aquellas zonas que desborda-
ban el control del Estado. En este cuadro pueden leerse las précticas
homosexuales ocultas, relegadas al deambular por la ciudad (yiro),
los baños pûblicos (teteras) y las fiestas privadas y secretas (par-
ties). Para Perlongher la clandestinidad de estas prácticas en este
contexto constituye por sí misma ya una forma de la acción política.
Siguiendo el argumento de Adrián Cangi, uno de sus críticos y edito-
res post mórtem: “La deriva es el modo político de minar la jerarquía
estatal y los circuitos de la matriz simbólica popular bajo el dictado
de Perón: de la casa al trabajo y del trabajo a la casa”.? Libidiniza-
ción de lo social y circulación pulsional, entonces, como energías de
desestabilización de normas civilizadas. El cuerpo se constituyó en
ese período en la arena de lucha entre el Estado neoconservador y
las pulsiones de transformación: superficie de inscripciones estata-
les (literalizadas en -detenciones, secuestros y torturas), pero tam-
bién de rebeldía y placer.
En 1969, en un contexto de gran agitación política que siguió a
la crisis de la dictadura del general Juan Carlos Onganía, un pe-
queño grupo de sindicalistas homosexuales y comunistas de clase
trabajadora comenzó a reunirse en un suburbio de Buenos Aires
para discutir sobre sus experiencias de exclusión, para organizar
protestas contra la represión policial y judicial y, a más largo plazo,
desarticular el concepto ideológico de homosexualidad como perver-
sión. Ese grupo se llamaba Nuestro Mundo y fue fundado por Héctor
Anabitarte, un ex militante del Partido Comunista, del que había
sido expulsado por su orientación sexual. Nuestro Mundo distribuía
bolétines mimeografiados en diarios y revistas, pregonando la libe-
ración homosexual.
Un grupo de intelectuales ingresé al movimiento en 1971, año de
intensa radicalización política de izquierda y sindical, y momento
de inicio de la dictadura “blanda” de Alejandro Agustín Lanusse,
que entregaría el gobierno al peronismo, proscripto hasta entonces,
tras las elecciones de 1973. En este clima de intensa politización,
e inspirados en las experiencias de la lucha antirrepresiva de Sto-
newall y en las contestaciones al poder de Mayo de 1968, algunos

1. F. Rapisardiy A. Modarelli, Fiestas, baños y exilios. Los gays porteños en la última


. dictadura, Buenos Aires, Sudamericana, 2001.
2. A. Cangi, “Papeles insumisos. Imagen de un pensamiento”, en N. Perlongher, Pa-
peles insumisos, Buenos Aires, Santiago Arcos, 2004, p. 13.
46 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

estudiantes, escritores y profesionales se sumaron a Nuestro Mun-


do. Nacía así el Frente de Liberación Homosexual (versión libre del
Gay Liberation Front norteamericano) que funcionaria hasta 1975,
luego de la intensificación de la represión policial previa al golpe
cívico-militar de 1976.
Algunos de esos estudiantes conformaron el grupo Eros, un co-
lectivo de orientación revolucionaria y anarquista. Como colectivo,
transformaron la estructura de Nuestro Mundo, que juzgaban es-
talinista, y crearon una organización para el FLH que aspiraba a
ser antiautoritaria y antiverticalista, una coordinadora de grupos
de acción autónomos: Eros (liderado por el joven Perlongher, que
entonces tenía veintidós años), Nuestro Mundo (siempre liderado
por Anabitarte), Safo (grupo de lesbianas feministas), Emanuel
(grupo cristiano), Católicos Homosexuales Argentinos, Bandera
Negra (anarquistas), Grupo de Profesionales, etc., sumados a cola-
boradores periféricos, como los escritores Manuel Puig y Juan José
Hernández. En los relatos volcados en Fiestas, baños y exilios, los
militantes cuentan que en realidad en el FLH había dos grandes vo-
ces en tensión permanente: la línea anarco-trotskista de Perlong-
her (que se hacía llamar Rosa Luxemburgo) y la linea reformista
de Anabitarte. A diferencia del plan original de Nuestro Mundo,
el FLH propugnaba una liberación homosexual en el marco de la
inminencia de la liberación social y nacional que supuestamente
estaba por ocurrir. Como observan Rapisardi y Modarelli, más allá
de la especificidad de la lucha por la liberación sexual e ideolégica,*

3. En su documento “Sexo y revolución”, un panfleto de 1978, por primera vez en la


historia política argentina el FH hace teorizaciones sobre la relación entre ideología y
construcción del cuerpo sexuado por fuera del campo del feminismo y el movimiento
de mujeres: “La castración de la sexualidad tiene como objetivo introducir la domina-
ción caracteristica del sistema en la mente misma, en su intimidad, a fin de «ablan-
dar» al ser humano en campo fértil para la ideología del sistema y para el trabajo
enajenado. Un ser humano que hace objeto de dominación a sus impulsos sexuales
no se extrañará de encontrarlos reprimidos y dominados en el mundo social; un ser
humano que hace objeto de dominación a sus impulsos sexuales está preparado para
adoptar sin extrañeza el papel de dominador y/o dominado [...] La dominación de la
libido la sexualidad) culmina con su reducción a determinadas partes del cuerpo, los
genitales. En realidad, todo el cuerpo es capaz de aportaral goce sexual, pero la socie-
dad de dominación necesita de la mayor cantidad de zonas del cuerpo posibles para
adscribirlas al trabajo. La genitalización está destinada a quitar al cuerpo su función
de reproductor de placer para convertirlo en instrumeñto de producción alienada,
dejando a la sexualidad sólo lo indispensable para la reproducción. Es por eso que el
sistema condena con especial severidad todas las formas de actividad sexual que no
sean la introducción del pene en la vagina, llamándolas «perversiones», desviaciones
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 47

el FLH se distinguía de los movimientos de la época por dos singula-


ridades. La primera, el concepto y el uso del cuerpo. Como señala
María Moreno en el prólogo a Fiestas, baños y exilios, en los años
70 el cuerpo de los militantes se concebía como una instancia tác-
tica al'servicio de una técnica política. El sacrificio del sujeto a la
causa social, objetiva, resulta conocido: es la lógica misma del capi-
talismo, contraria al concepto de felicidad de la sociedad sin clases.
Y es también, según el FLH, la lógica del machismo. Rapisardi y
Modarelli señalan que la propuesta política y erótica del cuerpo
deseante de Perlongher resultaba subversiva porque se orientaba
hacia los objetivos revolucionarios en tanto potencia del presente,
no como postergación o residual posrevolucionario. La revolución
no era de los otros, comenzaba en el propio cuerpo del sujeto.
A partir de las lecturas de Wilhelm Reich, Herbert Marcuse, Mi-
chel Foucault, Gilles Deleuze y Félix Guattari, el grupo Eros propuso
importantes revisiones de la teoría marxista, como en el ya citado
documento “Sexo y revolución”, donde se discute la idea clásica de que
sólo con el advenimiento del socialismo se producirían cambios en las
relaciones de poder y el fin del patriarcado. Allí se insiste particular-
mente en la necesidad de integrar la liberación sexual en la revolu-
ción social, sin la cual, por otra parte, la primera no tendría efecto:

A medida que el capitalismo se desgasta, a causa de sus


propias contradicciones internas, van reveléndose: sus bases
de miseria económica y sexual. Pero en la medida en que es-.
tas necesidades de libertad no son integradas a un planteo
revolucionario explícito, es el mismo sistema el único que les
da respuesta, manteniendo las mismas bases de la opresión
sexual pero brindando satisfacciones ilusorias o sustitutivas.
El documento sostiene que la opresión sexual se encuentra en-
tonces en relación directa con la opresión de clase, en la medida en

patológicas, etc. Para encadenar al ser humano al trabajo alienado es necesario mu-
tilarlo reduciendo su sexualidad a los genitales. Debemos recordar que estos procesos
se dan dentro de un marco socioeconómico específico caracterizado porla explotación.
Las clases dominantes realizan un manejo muy particular de un proceso universal
inherente al ser humano como especie: el libre desarrollo de la entrgía sexual y sus
fines. Las clases dominantes conforman y estatuyen el proceso de socialización en
vistas a su objetivo, la produccién ensjenada, convirtiéndolo en un proceso de trans-
formación de la energía sexual libre en trabajo alienado”. Archivo del rLx. Disponible
en http:/ / vanguardiaqueer.blogspot.com.ar
/ 2006106/ sexo-y-revolucin-por-el-frente-
de.html. Consulta: 4 de julio de 2012.
48 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

que la sexualización de los cuerpos constituye parte fundamental


de su alienación. De ahí el valor crítico de la homosexualidad: sus
variantes ofrecen una alternativa a la territorialización (genitali-
zación) del cuerpo con fines reproductivos. Para el FLH, los homo-
sexuales “son vividos como un máximo peligro por este sistema, en
tanto que no sólo lo desafían, sino que desmienten sus pretensiones
de identificarse con el orden de la naturaleza [...] los homosexua-
les reivindican, de hecho, las posibilidades plásticas inherentes a
la libido humana, que el sistema de dominación sexista se empeña
en mutilar”, según el mismo documento. En esta configuración, la
institución familiar cumple entonces un rol fundamental, que ex-
cede el de ser solamente un instrumento ideológico del Estado.* Eje
de la superestructura ideológica con sus identidades y jerarquías,
la institución familiar debía ser destruida antes que el orden del
capital, justamente para producir una nueva sociedad. De lo con-
trario, existiria el riesgo de transformar las estructuras políticas y
económicas sin alterar la opresión sexista, como había ocurrido en
la Revolución Cultural china, la Revolución Cubana® o en la Unión
|

4. “Todo ser humano enfrenta, desde su nacimiento, a un grupo primario: la familia.


¿Qué significa la familia? A un ser como el humano, cuyo perfodo de aprendizaje (in-
fancia) es el más prolongado de la escala biológica, le es necesaria una agencia social
especificamente encargada de orientarlo, ayudarlo y mantenerlo en ese proceso. Esto
significa que la familia es una fábrica de seres humanos sociales. Ahora bien, en la
medida en que un grupo social basado en la explotación necesita gente preadaptada
para entrar en el proceso de producción alienada, la familia, sustentadora, debe con-
vertirse en una agencia deformadora. Se trata de una microsociedad que reproduce en
almácigo el sistema que la nutre. La gastada afirmación de que «la familia es la base
de la sociedad» adquiere plena validez: lo es porque reproduce todas sus característi-
cas y porque es la agencia de producción de seres humanos condicionados al sistema.
En la familia estándar hay un detentador del poder, el macho, que, en la medida en
que maneja el poder económico en la familia y el poder político en laisociedad, maneja
por derecho propio el sistema de relaciones familiares y su extensión, las relaciones
sociales. El objeto de su dominación es, en primer lugar, la mujer; y en segundo lugar,
los hijos, que son el producto-mercancía de la fábrica familiar. El sentido último de la
familia es producir seres que reemplacen a sus progenitores en sus¡tareas, inculcán-
doles antes los mecanismos de la dominación para que las realicen sin protesta. De
tal manera se verifica y asegura en este nivel, al igual que en las demás escalas de
la vida social, la dicotomía opresores/oprimidos [...] La figura autoritaria del padre
es reproducida luego en la figura del policía, del patrón, del Estado, sostenedoras del
sistema ante las que los individuos se inclinarán como ante el padre. Así, el esquema
de dominación es traspasado fielmente al individuo a través de la familia”, se lee en
el ya citado “Sexo y revolución”.
5. El 1, y luego el mismo Perlongher, fueron de los primeros en criticar la política
sexual de la Revolución Cubana. En el artículo “La situación de los homosexuales
Lo queer en las pampas criollas, argentinas
y vernéculas 49

Soviética. Segûn “Sexo y revolucién”, la liberaciôn de la ideologia


patriarcal del orden de los cuerpos y del orden de los deseos traeria
como resultado el cambio social. Y en este punto la posición del FLH
era intransigente:

El cuestionamiento revolucionario de la sociedad de domi-


nación debe extenderse a todas sus esferas de actividad. Una
praxis revolucionaria que no ponga en tela de juicio la moral
burguesa [definida en el texto como “mentiras interesadas”],
la está aceptando objetivamente y perpetúa por un lado lo que
pretende destruir por el otro.

En otro de sus documentos fundamentales, “Homosexualidad


masculina y machismo”, publicado en el único número de su periódi-
co Homosexuales, el FLH argumentaba:

El sexo mismo es una cuestión política. En esa medida, la


liberación que postulamos no puede tener lugar dentro de un
sistema económico de dominación, tal como lo es el capitalis-
mo dependiente argentino. [La heteronorma] reproduce el es-
quema de relación entre el propietario y su propiedad, basado
en la organización capitalista de dominio sobre las cosas.®

El FLH se reunía secretamente en las casas de sus militantes para


planear sus actividades: grupos de lectura y reflexión, campañas de
agitación pública, organización de protestas, edición de textos y do-
cumentos, tentativas de articulación con diferentes organizaciones
y partidos de izquierda. En lo referente al último punto, la idea era
integrar las reivindicaciones específicas del sector homosexual al
proceso revolucionario global. El FLH intentó varios acercamientos a
organizaciones revolucionarias, como Montoneros, con los que parti-
ciparon en dos manifestaciones de apoyo a Juan Domingo Perón, y el
Partido Socialista de los Trabajadores (PsT), que durante un tiempo
albergó secretamente al FLH en el cuarto de un comité. Estos inten-
tos lograron contadas intervenciones en los debates políticos con el
tópico de la sexualidad como revolución. Pero las articulaciones con

en Cuba”, Rodolfo Rivas escribía: “Una revolución que no garantiza el derecho in-
alienable de todo ser humano a disponer de su cuerpo será una triste caricatura de
liberación humana”. R. Rivas, “La situación de los homosexuales en Cuba”, Somos,
N° 2, febrero de 1974, p. 8.
6. “Homosexualidad masculina y machismo”, Homosexuales, N° 1, julio de 1973.
50 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

la izquierda fueron efimeras, y todo acabó finalmente cuando una


campaña de la extrema derecha del peronismo vinculé al Ejército
Revolucionario del Pueblo (ErP) con la homosexualidad y la droga-
dicción, frente a la cual organizaciones como la Juventud Peronista
terminaron por rechazar abiertamente su asociación con el movi-
miento homosexual.”
En medio de estos enfrentamientos entre izquierdas y derechas,
que en el campo de lo simbólico consideraban respectivamente que
los homosezuales eran “un peligroso cebo del imperialismo” o “armas
de exportación del marxismo internacional” (en palabras de una ex
militante), el FLH insistía en la articulación para la supervivencia, lo
cual no fue posible.
Una vez terminado el coqueteo con la izquierda, el grupo comen-
26 a editar la revista llamada Somos, más orientada, en contraste
con Homosexuales, a las necesidades de la comunidad (o a construir
una comunidad, ya que la represión policial volvía clandestinas las
précticas homosexuales). En sus ocho números editados entre 1973
y 1976, Somos incluyó artículos teóricos, traducciones de manifies-
tos de otras agrupaciones internacionales, literatura, artículos in-
formativos y denuncias antirrepresión.
En su artículo “Historia del Frente de Liberación Homosexual de
la Argentina”, Perlongher concluye:

En cuanto a sus resultados concretos, la experiencia del


FLH argentino constituye, a todas luces, un fracaso. No consi-
guió imponer una sola de sus consignas, ni interesar a ningún
sector trascendente en la problemática de la represión sexual,
ni —tampoco— concientizar a la comunidad gay argentina.*

Sin embargo, una historiografía en sentido benjaminiano (la de


la tradición de los vencidos y las ruinas, con la brújula apuntan-
do hacia las potencialidades revolucionarias de cada presente) nos
puede revelar otro punto de vista. El fracaso del FLH constituye un
germen revolucionario: fundó una tradición política que inspiró y
todavía inspira a muchos otros movimientos, como el grupo somos
de Brasil, y otros grupos actuantes en la Argentina contemporánea.

7. Para un desarrollo de los vínculos entre el FLu y las organizaciones de izquierda del
período, véase, además del citado trabajo de Rapisardi y Modarelli, N. Perlongher,
“Historia del Frente de Liberación Homosexual de la Argentina”, en Prosa plebeya
(1997), Buenos Aires, Colihue, 1985, pp. 77-84.
8. N. Perlongher, “Historia del Frente de Liberación Homosexual...”, p. 83."
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 51

Las. huellas pueden rastrearse en diversas instancias de los


movimientos LGTBI. En 1993, estudiantes de la Facultad de Filo-
sofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires crearon el colec-
tivo Eros, homónimo del grupo liderado por Perlongher en los 70.
Perlongher había muerto un año antes en San Pablo y a partir de
entonces comenzó un trabajo editorial en torno a su obra y su fi-
gura, con antologías, traducciones y trabajos críticos. (La primera
versión en español de O negocio do miché salió por Ediciones de la
Urraca precisamente en 1993.) El nuevo colectivo Eros se articu-
laba en esa serie de homenajes póstumos, pero con la perspectiva
de actualizar el legado de Perlongher desde la producción teórica
y el activismo.
El grupo fue el antecedente del Área de Estudios Queer, que des-
de 1997 comenzó a activar cultural y políticamente desde la misma
facultad y a intervenir en luchas politicas en la ciudad de Buenos.
Aires, Fue con Eros (el de Perlongher) como antecedente y modelo
de articulación política y cultural como el término “queer” fue im-
portado a la Argentina en tanto perspectiva teórico-crítica y como
plataforma militante, en una reformulación local. El Área de Estu-
dios Queer se proponía, entonces, retomar la tradición interrumpida
por la dictadura, ideada por Perlongher a comienzos de los 70, de
articular las luchas de clase con las de género y sexualidad en un
movimiento contracultural que se erigiera contra todas las formas
de explotación, exclusión, represión y discriminación, en una alian-
za entre la izquierda revolucionaria y el feminismo.
Casi treinta años-mâs tarde, esta articulación de saberes acadé-
micos y militancia callejera ofrecía una alternativa para la encru-
cijada de la clásica pregunta por la función política del intelectual,
y anticipaba la complejización y las nuevas alianzas del panorama
politico callejero quese-desarrollé, especialmente en la ciudad de
Buenos Aires,? entre 2001 y 2004. Las acciones concretas del Área

9. Buena parte de la actividad del Área se centró en las calles de la ciudad. En línea
con las preocupaciones de Perlongher, el colectivo Eros presentó al Concejo Delibe-
rante en 1993, junto a otras agrupaciones, propuestas antidiscriminatorias vincu-
ladas con los edictos policiales. Ya como Área, no sólo participaron activamente en
la lucha contra el Código Contravencional sancionado en 1998 sino que realizaban
actividades callejeras de acompañamiento y resguardo con travestis en situación de
prostitución callejera, hostigadas por la policía. De hecho, una de las alianzas más
importantes del grupo ha sido y continúa siendo con organizaciones de travestis. Para
cuando a partir del 20 de diciembre de 2001 una inmensa masa tomó las calles, el
y sus aliados estaban allí desde hacía algún tiempo.
52 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

Queer intentaban producir una alianza política en la que los vecto-


res diferenciales aparecieran en relaciones específicas, históricas y
concretas.
En 2005 Somos fue reeditada en la Argentina por Mariposa
Muerta Fanzine y Fiesta Eyeliner, colectivo gay-les-trans, dos agru-
paciones de jóvenes queer que rescatan la herencia revolucionaria
del FLH como consignas que todavía mantienen vigencia e informan
la práctica política del presente.!°
La “herencia política” de Perlongher no se limita a su accionar en
el rLH. En su exilio (1981-1992) en el Brasil de la transición demo-
crática, continuó su labor como contrabandista y agitador cultural,
tanto en su relación con el grupo soMos como en su producción teó-
rica y ensayística.
Perlongher llegó a San Pablo para instalarse definitivamente en
1981 con una beca de maestría de la Universidad de Campinas, don-
de desarrolló su investigación de campo antropológica que produjo
su libro más conocido en Brasil, O negócio do miché,** traducido al
español como El negocio del deseo.!” Se trata de una indagación de
las condiciones sociales del deseo homoerótico y su circulación. A la

10. En la nota a la reedición casera de Somos, los activistas escriben: “Entendemos


que reeditar la revista Somos, para que cualquiera pueda acceder a ella, es dar un
paso en la dirección correcta, si buscamos recuperar nuestra historia y reconocer a
los movimientos sociales que se jugaron por la construcción de una sociedad radical-
mente distinta a la que vivían y hoy vivimos. Un paso, en el camino, para no dejar que
nos sometan nunca més, ya sea por tener prácticas homosexuales y desafiar a lo que
se espera de nuestro género, por elegir un género que no nos asigna el Estado, o por
ser trabajadorxs, mujeres, etc. Hoy estamos en 2005 y muchas cosas han cambiado
para bien, Ixs homosexuales no somos perseguidos de forma tan cruda por el Estado,
pero aun hoy somos segregados por la legislación, aun hay una diferencia tajante
entre.una persona «hetero» y «homo» y la sexualidad se vive muchas veces con culpa,
la libre experimentación de nuestros cuerpos y deseos no es algo que suceda a nivel
‘general ni mucho menos. Aun peor es que todavía hoy los códigos de faltas («edic-
tos policiales») son la herramienta que usa el Estado para someter y asesinar a las
trayestis. Hoy la explotación capitalista es aun mucho peor de lo que era en los 70,
coexistimos de forma habitual y consideramos natural que existan masas de desocu-
pados que no acceden a una vida digna, masas de explotados que sobreviven con una
miseria por mes. Por eso, la moral castradora que combatía el FLH sigue viva. Nuestro
deseo es que la voz del FLH no se silencie nunca más. Esperamos que esta reedición
casera sea ûtil a este propósito”. Sómos, reedición casera de 2005, editada por Mari-
posa Muerta Fanzine + Fiesta Eyeliner Gay-Les-Trans, disponible en http:/ /eyeliner.
com.ar/zines.html.
11. En argot brasileño miché significa “prostituto”, “taxiboy” en porteño.
12. N. Perlongher, El negocio del deseo, Buenos Aires, Paidés, 1999.
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernéculas 53

vez, esto le permitié hacer una ela_boraciôn teórica sobre la relación


entre capitalismo, prostitución y homosexualidad:

El capital confunde todo: libidiniza los dineros, monetariza


las pasiones —pero también demarca territorios, más o menos
fronterizos, donde los marginales reiteran, en una represen-
tación que no por grotesca deja de ser virtual, los rituales de
la normalidad—.
Al soltar los flujos de la producción, al volcar indiscrimina-
damente todos los bienes —cualesquiera ellos sean— al merca-
do, el capital socava, incluso a pesar (¿en contra?) de sí mismo,
los viejos cánones prohibicionistas de que hace uso para sus-
tentar su dominio.!*

El negocio del deseo, en cuanto análisis de prácticas homosexua-


les, crítico del concepto de identidad y con variantes de clase fun-
cionando en términos de deseo, puede ser leído como comentario a
una experiencia erótica y política. El análisis se produce justamente
en el momento en que Perlongher observa el progresivo desplaza-
miento del prototipo de la “marica” por el modelo masculinizado del
“gay” en tanto identidad defendida por los militantes brasileños y
norteamericanos como liberación “de la imagen que hace del -homo-
sexual, en la mejor de las hipótesis, un hombre afeminado, en-la
peor, una mujer fallida”1* Como reacción a este estereotipo, el ideal
afirmativo gay es viril, musculoso, con bigotes:

La inclinación a la “guetificación” —en el sentido de concen-


tración cultural y residencial— implicaría así cierta tendencia
a la homogeneización, orientada a la “afirmación de una iden-
tidad homosexual” que reglamenta, modela y disciplina los
gestos, los cuerpos, los discursos. Según Pollak, ocurre que “el
surgimiento en el seno del medio homosexual de una imagen
viril en oposición la imagen afeminada” está en la raíz de la
instauración de una “identidad homosexual”.!5

Ya a la salida de las dictaduras brasileña y argentina, pero en


este contexto de orientación del activismo en la región, la homose-
xualidad pensada desde la teoría de Deleuze y Guattari mantiene y

13, fdem, p. 101.


14. fdem, p. 55.
15. Ídem, p. 60.
54 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

reformula su interés subversivo en la medida en que los devenires


(procesos de desterritorializaciôn de sujetos que salen de las identi-
dades personolégicas para entrar en lineas de fuga del orden social)
producen puntos de ruptura respecto de ese orden y son capaces de
crear redes de sociabilidad alternativas a la cultura oficial y desvíos
marginales en relación con la heterosexualdiad sedentaria.
Es precisamente ese valor crítico de la diferencia homosexual (es
decir, de las prácticas y del tipo de subjetividad que configuran esa
diferencia relacional) el que, desde la perspectiva de Perlongher, es
puesto en cuestión a partir de las políticas y prácticas de visibilidad
que comenzaban a funcionar con el nuevo paradigma y que redunda-
ban en la “privatización del circuito urbano del deseo”:

La construcción de una “identidad homosezual” sólo pue-


de ser entendida desde la perspectiva del llamado “modelo
igualitario”, del cual ésta es una de sus puntas de lanza. Su
instauración no implicaría solamente el develamiento de
las pasiones “reprimidas” y condenadas a la penumbra a lo
largo de los siglos (clandestinidad que imprime sus marcas
en muchas de las prácticas actuales, como en el mecanismo
del trottoir), sino supondría una especie de traducción, como
si las antiguas pasiones pudiesen —gracias a la versatilidad
fundamental del deseo humano— ser vertidas en nuevos mol-
des. Operativo de “modernización” que, después de un cierto
estadio de festividad difusa, rápidamente recuperado por el
consumismo de las modas y la industria del placer, parece
proceder a una redistribución de los enlaces homoeréticos,
reagrupando a sus cultores en los nuevos casilleros de la
identidad y, lo que es más grave, condenando a los practican-
tes de las viejas modalidades, las “homosexualidades popu-
lares”, a una creciente marginalización que puede conducir a
un recrudecimiento de la intolerancia popular respecto de la
nueva homosexualidad “blanqueada”, beneficiaria de la tole-
rancia burguesa.!®

Las derivas deseantes de los michés abren puntos de fuga libidi-


nales, pero al mismo tiempo se procede a una reconversión econó-
mica de ese flujo deseante. La paradoja del negocio del deseo es la
siguiente: se abren puntos de fuga deseantes, al tiempo que se ins-
taura una serie de dispositivos de control. Estos mecanismos socia-
les de intolerancia, guetificación, homogeneización y estabilización

16. N. Perlongher, El negocio del deseo, pp. 176-177.


Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 55

de una identidad, analizados desde las ciencias sociales, funcionan


como comentario de una experiencia política: la de la crisis del movi-
miento homosexual que el mismo Perlongher ayudó a fundar.
Ya por 1977 Perlongher hizo llegar a sus colegas brasileños las re-
vistas Somos del extinguido FLH. La importación de las ideas de aquel
grupo argentino, las experiencias de los militantes gays norteameri-
canos como James Green (cofundador de los grupos brasileños somos
y de Convergencia Socialista), el recrudecimiento de la homofobia en
los partidos políticos y la liberalización en el plano de las costumbres
estuvieron en la base del surgimiento en Brasil de diversas agrupacio-
nes homosexuales, entre las que el grupo somos aparece como la más
legendaria y la originaria del movimiento (en realidad, ya existía un
pequeño grupo desde los años 60 en Río de Janeiro, Turma 0K, pero
que no tuvo mayor relevancia política).
La fundación de somos se inscribe en el marco de un proceso más
general de agitación y movilización política de las llamadas “mino-
rías”. En los años 80 (en verdad ya desde el.fin de los 70, con el
reblandecimiento de la dictadura brasileña) se produjo una serie de
agenciamientos colectivos de deseo que posibilitaron la emergencia
de movimientos moleculares y focos de resistencia, muchas veces
relacionados con reivindicaciones de las llamadas “minorías” (mo-
vimiento afro, feminismo, movimiento de pueblos originarios, mo-
vimiento LGTB) que experimentaban con modos contraculturales de
subjetivación. Se trataría, en términos de Guattari, de “expresiones
colectivas de deseo” que no pueden ser encaminadas según los patro-
nes tradicionales de modelización y normalización, y que presentan
otra racionalidad respecto de organizaciones políticas tradicionales
como los partidos. Se trata no sólo de nuevos reclamos sino también
de nuevas formas de producirlos.
Es relevante el modo en que Perlongher opera en este contexto,
dentro del cual debe ser leído El negocio del deseo, en el que inter-
viene y al que ayuda a visibilizar. Y es precisamente en el marco de
estos debates que leemos también sus operaciones de importación
de las teorías de Deleuze y Guattari, tanto en la Argentina como en
Brasil, con las que sus textos apuntan a producir una reflexión sobre
el vínculo entre teoría y praxis.
En principio, pueden señalarse dos momentos constitutivos
y dialécticos de la escritura de Perlongher: la conjunción de un
aparato teórico y una poético-erótica. En tanto caja de herramien-
tas, la teoría que Perlongher se apropia como modo de formali-
zar filosóficamente una experiencia es la del devenir de Deleuze
y Guattari. La teoría debe pensarse aquí como praxis, en una re-
56 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

lacién dialéctica con los materiales del mundo: transformándose


y transformándolo. El devenir, como proceso deseante de trans-
formación y mutación, opera como antídoto contra la fijación de
la identidad y contra el modo de subjetivación que garantiza un
estado de la cultura. Perlongher lo lee de la siguiente manera en
un texto de 1981:

Devenir dice [Deleuze] en Mil mesetas es, a partir de las


formas que se'tiene, del sujeto que se es, de los órganos que
se posee y de las funciones que se ocupa, extraer partículas,
entre las cuales se instauran relaciones de movimiento y de
reposo, de velocidad y de lentitud, bien próximas a lo que se
está deviniendo y por las cuales se deviene. En ese sentido,
devenir es un proceso del deseo [...] Devenir no es transfor-
marse en otro, sino entrar en alianza (aberrante), en contagio
[...] con el (lo) diferente. El devenir no va de un punto a otro,
sino que entra en el “entre” del medio, en ese “entre”. Devenir
animal no es volverse animal, sino tener los funcionamientos
del animal, “lo que puede un animal” [...]
El devenir es molecular, moviliza partículas en turbulan-
cia extrayéndolas de las grandes oposiciones molares. Donde
había sólo dos grandes sexos molares [...] mil pequeños sexos
moleculares, en el imperio de la sensación, de lo intensivo.
De la mujer como identidad molar capturada en la oposición
binaria de los sexos “totales”, se desprende una suerte de “mi-
crofemineidad”: se trata de producir en nosotros mismos la
mujer molecular, crear la mujer molecular. Devenir mujer no
pasa por imitar a la mujer en tanto entidad dual, identitaria,
ni tampoco por transformarse en ella [...]
Moleculares, minoritarios, “todos los devenires comienzan
y pasan por el devenir mujer”, clave de otros devenires [...]
Porque las: miujeres —únicos.depositarios autorizados para
. devenir cuerpo sexuado”— ocupan una posición minoritaria
con relación al paradigma de hombre mayoritario —machista,
blanco, adulto, heterosexual, cuerdo, padre de familia, habi-
tante de las ciudades...—[...] se trataría, en otras palabras, de
un modo dominante de subjetivaciôn.!”

El devenir es siempre un proceso fluctuante y no.esta.ble, orien-


tado a lo menor, que de ninguna manera debe confundirse con la
identidad. El interés del concepto de devenir, para Perlongher, radi-

17. N. Perlongher, “Los devenires minoritarios”, en Prosa plebeya, p. 68. Las comillas
de las citas corresponden a Mil mesetas, de Deleuze y Guattari.
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 57

ca justamente en el modo en que le permite interpretar e intervenir


en la realidad brasileña de los años 80, especialmente en relación
con la emergencia de los movimientos llamados “de minorías” (mu-
jeres, homosexuales, afrodescendientes, descendientes de pueblos
originarios, ecologistas, etc:). Desde esa perspectiva, los devenires
minoritarios importan para una política emancipatoria en la medida
en que experimentan modos alternativos y disidentes de subjetiva-
ción, y abren puntos de fuga para la implosión del paradigma del
personalidad social: el tipo de sujeto “normal” que garantice el fun-
cionamiento de la sociedad capitalista occidental. Justamente, para
Perlongher la posibilidad del cambio social se sitúa en los márgenes.
Los devenires minoritarios “no serían apenas «tomas de conciencia»,
sino que tenderían a subvertir, también, las exclusiones, repulsio-
nes y jerarquizaciones que esconden los enlaces”.18
El devenir homosexual resulta provocativo para Perlongher pre-
cisamente en el sentido en que tomará una serie de prácticas cor-
porales y sociales (la marginación, la segregación, el nomadismo)
como modo de salida del “deber ser”. El devenir homosexual puede
tener un carácter subversivo allí donde perturba la organización je-
rárquica del cuerpo que asigna funciones determinadas a cada ór-
gano. Este concepto de devenir le permite a Perlongher articular
un aparato crítico queer (en el sentido de la desidentificación como
estrategia politica y libertaria) antes de que la teoría queer llegara
a formularse completamente y a dominar la escena teórica, así como
convocar a un programa de acción contracultural de construcción de
redes de sujetos subalternos.
Textos como el citado “Política y deseo”, u otros como “Los
devenires minoritarios” y “¿A qué vino de París Mr. Guattari?”,
reflexionan sobre el concepto de devenir como modo de analizar
una experiencia política concreta: los movimientos minoritarios-
del Brasil de la transición democrática, que en parte Perlongher
había ayudado a construir como responsable de la importación del
modelo del FLH, y que el propio Guattari estaba investigando en
Brasil para su proyecto Micropolítica. Cartografias do' desejo.!°
No se trata entonces de una importación teórica como imposición
de cánones conceptuales eurocéntricos sobre realidades políticas
complejas y extrañas a esas formaciones, sino que Perlongher es-

18. Ibídem, p. 69.


19. La traducción castellana es Micropolítica. Cartografias del deseo, Buenos Aires,
Tinta Limón, 2006.
58 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

tablece una articulacién dialéctica entre teoria y praxis politica


como intervención concreta en un campo de debate ideológico. Es-
tos textos críticos funcionan como un comentario a una práctica
política cuyo núcleo, la crítica al concepto de identidad, recorrerá
toda la producción de Perlongher, tanto en su poesía como en los
comentarios narrativos a su poética que constituyen sus textos
críticos.
En esa dirección, se advierte el peligro que los movimientos
minoritarios deben enfrentar y superar: “Ante esta fuga todavía
incierta, dos grandes alternativas se presentan: una, ella pasa a
configurar un «punto de pasaje» para la mutación global del orden;
dos, corre el peligro de cristalizarse en una mera afirmación de
identidad. En este último caso, lo que fuera un principio de ruptura
del orden va a transformarse en una demanda de conocimiento por
y en ese mismo orden”.?? Es decir, no se trata de fetichizar la dife-
rencia en términos esencialistas, ya que lo que define a los sujetos
como “otros” no es su ser ontológico “gay” o “lesbiana” o “mujer”
o “negro”; porque esas categorías no existen independientemente
de las condiciones sociales en que se producen sino que son cons-
tructos ideológicos históricamente determinados por prácticas de
exclusión específicas.?!
A lo que apunta Perlongher con este aparato teórico, en defini-
tiva, es a cuestionar la reproducción acrítica de los dispositivos de
poder en los que esas diferencias se producen y se hacen inteligibles
como tales, y lo hace en torno a procesos concretos y específicos que
transcurren en el tiempo de la escritura de los ensayos.
Una micropolítica minoritaria pretenderá, en vez de congelar las
diferencias en paradigmas identitarios estancos, entrelazarlas hacia
la mutación de la subjetividad serializada. Si la crisis no es sólo po-
lítica y económica sino también una crisis de los modos de subjetiva-
ción,el estallido del orden ha de implosionar la propia sujeción del
sujeto que lo soporta y garantiza. Tal la pragmática de la revolución
molecular

20. N. Perlongher, “Los devenires minoritarios”, p. 69.


21. Véase M. Bellucci y F. Rapisardi, “Identidad: diversidad y desigualdad en las
luchas políticas del presente”, en À. Borón (comp.), Teoría y filosofía política, la tradi-
ción clásicay las nuevas fronteras, Buenos Aires, cLacso, 1999.
22. Véase N. Perlongher, “Los devenires minoritarios”, p. 73.
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 59

Carlos Jáuregui: los homosaxu_alles merecemos


un lugar bajo el sol

A comienzos de los años 80, en el Cono Sur, el espíritu del tiem-


po anunciaba la caducidad de, unas tras otras, dictaduras grotes-
cas y criminales en el momento en que las esperanzas democráti-
cas despertaban en coincidencia con la economía neoliberal. Aun-
que resulte paradójico, veteranos de nuestra cultura alternativa
reconocen que la retirada de la dictadura fue el mejor momento
de la democracia por esa imperiosa necesidad de probar lo nuevo
con una mezcla caótica de tendencias y personajes que dialogaban,
las más de las veces, por fuera del orden estatal. Esto significó la
incipiente salida al ruedo de una diversidad de sectores sociales,
dentro.de los cuales se encontraba la movida homosexual. En este
renacer pleno de tensiones, el protagonismo desempeñado por los
activistas de los años 70 fue crucial. Por una parte, estaban los
vueltos del exterior; por otra, aquellos millones que padecieron el
“exilio” interno. En fin, cada uno a su manera aportó experiencias,
saberes y contactos. -
A decir verdad, durante la posdictadura el destape homosexual
quedaría teñido por la llamada “peste rosa”. De esa manera, ins-
talar el debate en torno a la conquista de los derechos humanos
y civiles por parte de las minorías sexuales tuvo poca tribuna pe-
riodística y lo que se resaltaba eran las primeras informaciones
sobre el sida. En otras palabras, el sida reintrodujo la condena.
Su importancia incidió severamente sobre las estrategias políticas
para la configuración de un movimiento. No sorprende entonces
que las intervenciones públicas de sus referentes locales, si bien
eran pocas, debían estar regidas al esclarecimiento de su identidad
por fuera de la-enfermedad.
Apenas los carceleros del orden pegaron la retirada, tal hecho
representó un desafío en la vida de Carlos Jáuregui. Raudamente
decidió volver a la Argentina, después de haber terminado sus es-
tudios en Francia y en Nueva York, con un ideario que apoderaba
su sueño: la clara convicción de que los homosexuales se organiza-
sen como comunidad en torno a reivindicaciones precisas tal cual lo
había experimentado para el cierre de la campaña presidencial de
François Mitterrand. En efecto, en 1981, en una primavera parisina,
alrededor de diez mil personas personas se lanzaron a tomar las ca-
lles en la tercera marcha del orgullo gay, a pedir el no apoyo a aque-
Uos candidatos que discriminaban. Esa multitudinaria movilización
constituyó un antes y un después, tal como lo expresara en la nota
60 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro -

de Patricia Narvéez “Lloré como nunca cuando vi la primera marcha


gay”, publicada en la revista La Maga:

Dije que si volvia a la Argentina queria trabajar en algo


así. No tenfa experiencia en militancia política. Tuve la cer-
teza de que había descubierto algo que era lo que realmente
quería hacer. Así dejé la investigación y me dediqué mi vida a
la militancia gay.*

Con una voluntad de acero, cumplió su cometido: el 24 de mayo


de ese 1984, Buenos Aires amaneció con la noticia de dos hombres
abrazados amorosamente ilustrando la tapa de la revista Siete Días.
Eran Carlos Jáuregui y Raúl Soria. Ese hecho constituyó la primera
exposición mediática de la salida del clóset de la homosexualidad
masculina.

La Comunidad Homosexual Argentina

Corría 1983 cuando se formó la Coordinadora de Grupos Gays


que congregaba incipientes grupos de homosexuales del Buenos Ai-
res de aquel momento, como Oscar Wilde, Pluralista, Grupo de Ac-
ción Gay, Venezuela, Contacto, Dignidad, Nosotros, Camino Libre y
Liberación. Carlos estuvo al tanto pero no participó de ella. A partir
de “inusitado respeto policial”, la Coordinadora entró en un proceso
de desmovilización, hacia marzo de 1984. Sin tardanzas, la División
Moralidad del Departamento Central de la Policía Federal llevó a
cabo una razia en un bar gay denominado Balvanera, que arrojó
como resultado cincuenta. detenidos por la aplicación de los edictos
policiales en curso. Sin más tiempo que perder, quienes se enteraron
por el boca a boca convocaron a una asamblea abierta en la disco-
teca porteña Contramano. Jáuregui junto con un número reducido
de activistas resolvieron dar nombre a la organización futura: la
Comunidad Homosexual Argentina, más conocida como la cHA. De
inmediato, el 28 de mayo de ese año, el diario Clarín publicaba la
primera solicitada de la erganización, titulada “Con discriminación
y represión no hay democracia”. Dar la cara en el espacio público
representaba para él una cuestión central en su agenda política.

23. P. Narváez, “Lloré como nunca cuando vi la primera marcha gay”, La Maga, N*
241, Buenos Aires, 28 de agosto de 1996, p. 25.
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernéculas 61

A partir de estos cruciales instantes, Jéuregui se dedicé full time


al activismo gay. Fue el primer presidente de la CHA hasta 1987, año
en el que asumió como secretario de Derechos Humanos de la orga-
nización. En un proceso vertiginoso, pasó de ser ese joven profesor
de Historia egresado de la Universidad de La Plata, ese “rubio, con
gafas”, a ser el principal referente del movimiento de orientación
sexual de nuestro país.
En 1987, en febrero exactamente, publicó su único libro, La ho-
mosexualidad en la Argentina, en la editorial Tarso. La obra está
dedicada a sus tres grandes pasiones que fueron el sino de su vida:
“A Pablo, mi hermano, por el amor. A mis compañeros de la CHA, por
la lucha. A las Madres de Plaza de Mayo, por la esperanza”. En la
introducción, Jáuregui sostenía:

Los homosexuales, al igual que todo grupo oprimido, par-


. timos de la sexualidad en la que se trata de colonizarnos para
reinventar un modo propio de existencia política, económica,
social y cultural2 -

Esta obra fue parte de una estrategia mayor: visibilizar una co-
munidad con una larga y penosa historia, y un desafío, a su manera,
al discurso del poder.

Nadie puede estar en contra de los gays

“El objetivo de nuestro movimiento es dejar de serlo”, fue una


de las principales aspiraciones de Carlos que consistía en lograr
la inserción social de la comunidad homosexual.®® Para el logro de
tal designio, se convirtió en un estratega innovador por su modo
de intervenir políticamente mediante la articulación de diferentes
frentes que disponían una meta en común: la lucha contra todas
las formas de discriminación. De este modo, la CHA habilitó una co-
yuntura atravesada por los organismos de derechos humanos que,
por un lado, dispensaban una contención política y, por el otro,
servían como espacio canalizador de conflictos. Simultáneamente,

24. C. Jáuregui, La homosexualidad en la Argentina, Buenos Aires, Tarso, 1987, p.


24.
25. D. Bilmezis, “Nadie puede estar en contra de los gays”, Libre, año 1, N° 23, Buenos
Aires, 19 de junio de 1984, p. 12.
62 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

se confrontaba con el Estado a causa del uso de la violencia de


las fuerzas policiales contra aquellas personas por fuera de la he-
teronorma. En efecto, la vitalidad del aparato represivo policial
heredado y la participación de sectores de ultraderecha católicos
provocaban un clima de intimidación permanente en la sociedad,
en especial hacia las minorías sexuales. Por ejemplo, los edictos 2*
F y 2* H, cuyos textos respectivamente sancionaban a “los que se
exhibieren en la vía pública o lugares públicos vestidos o disfra-
zados con ropa del sexo contrario” y “las personas de uno u otro
sexo que públicamente incitaren o se ofrecieren al acto carnal”,
siguieron intactos. Es más, fueron soportes cruciales para que la
policía, mediante allanamientos, razias y detenciones arbitrarias,
pudiese sostener la persecución y detención a los homosezuales en
sus lugares de encuentro.
Desde sus inicios, Carlos Jáuregui jamás descuidó ninguna de
las variadas vinculaciones políticas y sociales que la CHA mantuvo
durante su presidencia comprometida con la reconstrucción demo-
crática, con una necesidad de diálogo para zanjar tales dilemas, ade-
más de consolidar su imagen de defensor de los derechos humanos
a causa del despliegue represivo de las fuerzas policiales contra los
homosexzuales en un sistema de derecho. Así, con su cabeza pues-
ta en la ejecución de acciones, hacía extensivas sus interpelaciones
para “incluir a las organizaciones de derechos humanos, a los refe-
rentes de los partidos políticos, a las figuras del gobierno y al propio
presidente a frenar y desbaratar semejante embestida”, de acuerdo
con lo expresado en la nota “La Comunidad Homosexual Argentina”
escrita por el Grupo Federativo Gay.?* De ahí, comenzó una ronda
de consultas con los jefes de los diferentes bloques partidarios con
representación parlamentaria en la Cámara de Diputados —a excep-
ción del justicialismo, que no osó abrir su agenda— para conocer la
posición de cada quien frente a los reclamos presentados. Hubo un
dato imprescindible: en la circunstancia de la posdictadura, la ma-
yoría de los referentes de los partidos políticos integraban también
las filas de los organismos de derechos humanos con los que Jáu-
regui estaba en estrecho contacto. Así se explica que él haya enta-
blado un trato personal con tantísimos legisladores de cuño político
diverso. Entre ellos, el comprometido luchador contra todo tipo de
discriminación Augusto Conte, fundador de la corriente Humanismo

26. Grupo Federativo Gay, “La Comunidad Homosexual Argentina”, Postdata, año 1,
N° 2, Buenos Aires, septiembre de 1984, p. 6.
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 63 /

y Liberación dentro de la Democracia Cristiana.”” En fin, se vivian


momentos de fuertes implicancias con la coyuntura politica. De este
modo, la presencia de la CHA era cada vez más protagénica en inago-
tables marchas y movilizaciones multitudinarias propias del clima
de época, asi como también sus intervenciones en los medios de co-
municación.
En cuanto a las cuestiones centrales de su agenda estaban, por
un lado, desde las políticas de visibilidad hasta las más variadas ini-
ciativas y, por el otro, la articulación de frentes contra todas formas
de discriminación y subalternidad. Ambas instancias constituyeron
su modo de intervención política a lo largo de su amplio y conse-
cuente activismo. Gracias a su tenacidad, generó acciones dirigidas
al reclamo de igualdad de derechos y de oportunidades para las mi-
norías sexuales.

La lhu;mofobia de la progresia

Pese a un sinnûmero de esfuerzos por parte del activismo gay,


las estructuras partidarias se manifestaban notablemente desin-
teresadas en abordar temas relacionados con-las sexualidades y
los géneros. Sólo hubo un leve eco dentro del amplio espectro de los
partidos de izquierda de ese entonces, con quienes la CHA inauguró
conversaciones tanto con las vertientes radicalizadas como con las
reformistas. Así, se sucedieron encuentros con el Partido Intransi-
gente, el Partido Obrero y el Movimiento al Socialismo (Mas). Este
último fue el único que situaba en su plataforma la protección de
los derechos humanos de distintos sectores, entre ellos, los homo-
sexuales. Más tarde,.en 1984, se generó una corriente interna mi-
noritaria volcada al análisis de la orientación sexual, bajo el nom-
bre Alternativa Socialista para la Liberación Sexual. En palabras

27. Carlos admiró profundamente la labor legislativa de Augusto Conte. Pese a su


corto protagonismo en la Cámara de Diputados, posiblemente Jáuregui haya pensado
que esa línea de gestión podría replicarse en un futurono lejano. Conte fue quien fun-
damentó la propuesta de modificación del proyecto de ley del Poder Ejecutivo sobre
discriminación, tal como apareció publicado en el Boletín de la caa,N° 9,-octubre de
1985. Lamentablemente, se suicidó el 17 de febrero de 1992. Carlos lo despidió con
una carta publicada en Página 12, Buenos Aires, 18 de febrero de 1992.
28. Gracias a la pujanza de Gustavo Pecoraro, Magdalena Brumara, Ricardo De Mon-
te, Nicolás Castelli y Daniel Retamar se creó este colectivo homosexual mixto. Tal
espacio significó para ellos la salida de un ambiente en penumbras, y también una
e Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

de Gustavo Pecoraro, periodista y activista gay quien fue el alma


máter de dicha corriente:

Ahí activaban gays y lesbianas, pero sin llegar a una tras-


cendencia pública. El reclamo por la libre elección sexual se
sumó al punteo programático partidario que lmpugnaba la
moral burguesa.? |

Igualmente, por más que se fueron incorporando al acervo obre-


rista demandas innovadoras, la palabra no logró cristalizarse en
experiencia: tanto para la dirigencia del MAs como para el aparato
de prensa del partido, Solidaridad, Alternativa no fue asumida ni
sostenida como un territorio propio de lucha. Lamentablemente casi
no existen rastros de documentación que acredite ese lazo coyun-
tural que, de alguna manera, benefició a ambos interlocutores. Las
muertes de sus protagonistas, la dispersión de fuentes tanto de una
organización como de la otra, terminó por borrar ese enlace de arti-
culación política. Esta situación también pudo llevarse a cabo debido
a que los activistas tanto de la CHA como del Mas integraban un te-
rritorio más amplio como era, en esos momentos, el de los derechos
humanos. No obstante, representó el único partido de izquierda que,
con sus más y sus menos, pudo entablar tibios encuentros no tan-
to.entre instituciones sino entre individualidades. Pero eso no fue
todo: en 1993 se creó el partido Frente por la Democracia Avanzada
(FDA), espacio que exploró el ambiente universitario, la apertura con
el feminismo, los derechos humanos y la homosexualidad. Y en ese
camino confluyó Jáuregui con su nuevo grupo —Gay por los Derechos
Civiles (Gay Dc)- en una incursión de permeabilidad política entre
una izquierda democrática y los embrionarios impulsores del movi-
miento de la diversidad sexual.® A partir de ese acercamiento, el FDA

forma de develar un secreto compartido entre pares. En esos momentos sucedía, de


manera frecuente, que eran silenciados fuera del entorno fntimo del partido y no
siempre se los reconócía como compañeros por parte de la conducción. Lo relatado no
hace más que expresar las limitaciones propias de la época. No obstante, dentro del
Mas, se vivia un clima de tolerancia.
29. Entrevista realizada por Mabel Bellucci en 2010.
80. Gays Dc abria un abanico de conexiones con la intelligentsia porteña, en su mayo-
rfa intelectuales y profesores de la Universidad de Buenos Aires, al coalicionar con el
FDA. La lista de candidatos a diputados por la ciudad de Buenos Aires de ese partido
se componía por Atilio Borón, Noé Jitrik, Inés Izaguirre, Tununa Mercado, José G.
Vazeilles, Marcelo Matellanes, Perla Wasserman, Mirta Mántaras, Ernesto Goldar,
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 65

fue el primer partido en la Argentina en colocar en la agenda polí-


tica, iniciada la década del 90, demandas de las minorías sexuales
junto con la despenalización del aborto.
Con idas y venidas, hubo una suerte de periplo por parte de
Jéuregui de participación en la arena politica que supuso diferen-
tes intervenciones y compromisos con otros partidos y coaliciones.
Así, después de ese tímido acercamiento a la izquierda trotskista,
en 1984 sucedió su coalición con propuestas articuladoras con el FDA
que le imprimió una experiencia institucional hasta ese momento
desconocida, en 1993. Luego, su nombre quedó impreso tanto en
la lista de convencionales constituyentes de Unidad Socialista, en
1994, como en la de candidatos a diputados para la ciudad de Bue-
nos Aires en Alianza Sur, en 1995.
Por más esfuerzo que se haya hecho, igualmente, los grupos
de orientación sexual representaron un pie de página en la agenda de
cualquier partido, fuera grande o pequeño.

Derechos humanos sin sexo

En los 80, la aspiración nuclear de Jáuregui se remitía a un con-


junto de políticas más reivindicativas contra la discriminación y la
integración comunitaria. Por una parte, presidía la asociación, y por
otra, articulaba con los organismos de derechos humanos, como uno
de los tantos modos de lograr la transparencia de su comunidad. La
CHA fue considerada una organización en defensa de los derechos
humanos y parte integrante de un conjunto mayor de luchas socia-
les. Aún no cabía hablar de particularismos, menos aún de disponer
de una agenda específica. Sea como fuera, los organismos de dere-
chos humanos eran adversos y no estaban dispuestos a abrirle las
puertas a la comunidad homosexual, con excepción de la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos (APDH), el Servicio de Paz
y Justicia (SERPAJ), el Movimiento Ecuménico por los Derechos Hu-
manos (MEDH) y el Movimiento Judío por los Derechos Humanos. En
cuanto a Madres de Plaza de Mayo, Familiares de Desaparecidos y
Detenidos por Razones Políticas y Abuelas de Plaza de Mayo, adhe-
rían tibiamente a sus reclamos y planteaban un tiempo de espera
para una posible reunión. Asimismo, el Centro de Estudios Legales

Alexis Latendorf, entre otras tantas figuras. De alguna manera, esta alianza supera-
ba las propias expectativas de Jéuregui y de su grupo.
66 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

y Sociales (CELS), a cargo de Emilio Mignone, su cofundador, colabo-


rô con la organizacién al brindar una contencién institucional. En
el Informe Anual de la cHA, en 1985, señalaban que el ofrecimiento
otorgado por el CELs “consistía, por un lado, en poner a disposición
su servicio legal y, por el otro, comprometer su firma en apoyo a todo
tipo de necesidad de la asociación”.*! Sin omitir, por cierto, el aporte
sustantivo a cargo de Laura Bonaparte, integrante de Madres de
Plaza de Mayo, Línea Fundadora. Ella tuvo un lugar destacado por
su temprano e incondicional apoyo a las demandas homosexuales,
desde su enriquecedora experiencia feminista en el exilio mexicano.
Recuerda César Cigliutti, amigo íntimo de Carlos y referente actual
de la cHa, la fineza de pensamiento de Laura, su claridad absoluta y
holgura en torno a temas relacionados a las sexualidades:

Hablaba sobre aborto y derechos humanos, homosexuali-


dad y derechos humanos en épocas que para la gente de los
organismos los integrantes de la CHA eran “extraterrestres”
y podían incomodarse frente a su participación en espacios
comunes. A gran parte de los activistas de los organismos en
ese momento inicial en que nosotros nos acercamos, si les hu-
bieran preguntado por la HA la respuesta habría sido: “Pre-
ferimos que no estén”. En cambio, Laura aportó muchísimo a
nuestra formación, con una sensibilidad y un afecto. Aún ten-
go presente una frase suya que para mí fue reveladora: si uno
no tiene derecho a su propio cuerpo, ¿a qué tiene derecho? En
realidad, no fue una cosa rápida. Llevó años de entendimiento
-para llegar hasta donde llegamos.??
Al ritmo de la pelea, seguramente, esos vínculos se ampliaron
al compartir juntos inagotables movilizaciones. No obstante, fue
ahí donde las dificultades de articulación con los organismos se
hicieron visibles. Por ejemplo, el contenido de las consignas repre-
sentó una muralla difícil de atravesar: “Juicio y castigo” y “Apari-
ción con vida” no habilitaban otro tipo de reivindicación y, menos
aún, la de diversidad sexual. Esas consignas todavía estaban muy
asociadas a la idea de lá desaparición forzosa. Significaban ami-
pliar el campo de debates. Implicaban visibilizar que los cuerpos y
las sexualidades constituyen también territorios expoliados por la
violencia del poder. -

81. Informe Anual de la cra, Buenos Aires, marzo de 1985, p. 4.


32. Entrevista realizada por Mabel Bellucci en 2010.
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 67

Cabe suponer que el clima de coincidencias-entre la CHA y las iz-


quierdas junto con las agrupaciones de derechos humanos oscilaba
incesantemente. Por momentos, se vivían con recelos las demandas
del otro sin plantearse revisiones que llevasen a una articulación
conjunta y efectiva. Con acierto, Flavio Rapisardi en su ensayo “Las
izquierdas y el cuerpo de la revolución. Izquierdas argentinas y mo-
vimiento de «minorías sexuales»” plantea que “el desencuentro fue a
dos puntas: en cada una de ellas primó su propia perspectiva sobre
las formas de injerencia política, las nociones y conceptualizaciones
del poder y el sujeto de cambio”.33

Un pasado que no fue presente

Otra tendencia del activismo gay retomó como perspectiva la


experiencia de “integración” del FLH a ün proyecto político revolu-
cionario, como en los convulsionados 70, siguiendo el ritmo de la
radicalización internacional de las izquierdas, hacia mitad de los
80. Las polémicas de la comunidad y sus enfrentamientos entre
sus diferentes franjas quedaron plasmadas en artículos y cartas
de lectores en la revista El Porteño, dirigida en sus orígenes por
Gabriel Levinas, que se publicó desde 1982 hasta 1993.3 Tal como
lo relata la periodista María Moreno en su extenso artículo “La
generación del 80”,% su estilo underground respondía al clima pro-
picio de visibilidad de acontecimientos singulares para la agenda
local, al modo de El Viejo Topo de la España posfranquista.
En contraste con el tono manifiestamente anticapitalista del FLH,

33. F. Rapisardi, “Las izquierdas y el cuerpo de la revolución. Izquierdas argentinas


y movimiento de «minorías sexuales»”, Cuadernos del Sur, N° 36, Buenos Aires, 2003,
p. 158.
34. El entonces ministro del Interior Antonio Tróccoli afirmó que la homosexuali-
dad era “una enfermedad” y que “nosotros pensamos tratarla como tal”. Por último,
declaraba que “si la policía ha actuado es porque existieron exhibiciones o actitudes
que comprometen públicamente las reglas del juego de una sociedad que quiere ser
preservada de manifestaciones de este tipo. De manera que no hay persecucién, por
el contrario, hay que tratarla como una enfermedad”. Estas respuestas escandalo-
sas aparecieron en un reportaje efectuado por el periodista Enrique Symns para la
revista El Porteño, N° 29, mayo de 1984. Esos dichos dejaban una puerta abierta
al accionar del aparato represivo policial que aún gozaba de buena salud. La filosa
entrevista se llamó “Tróccoli y las reglas de juego”.
35. M. Moreno, “La generación del 80”, Página 12, suplemento “Radar”, Buenos Aires,
23 de diciembre de 2003.
68 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

el discurso de la CHA era entre universalista y ecuménico, hacía a la


defensa de los derechos humanos y las libertades individuales. De
hecho, no sería exagerado decir que no existieron lazos de continui-
dad entre una organización y la otra en la medida en que cada una
fue hija de su escenario histórico particular. Al comenzar de cero,
como tanto de lo acontecido durante de la posdictadura, la CHA no
reflejaba el espíritu revolucionario de una agrupación que levantaba
premisas insurrectas que habían sido seriamente replicadas por los
propios acontecimientos. Esta situación de colapso del orden ante-
rior llevaba a reivindicar y reinstalar todos los derechos que fueron
expropiados a lo largo de la última dictadura militar. Y como era
evidente, el brío de este nuevo grupo de iniciadores tendía más al
llamado “reformismo”. Por supuesto que la impronta política que
dejó Néstor Perlongher no perdió vigencia en el cenáculo de estos
activistas entusiastas, aunque su invocación se remitió al ámbito de
la lectura de sus obras fundamentales. Incluso, en esos momentos,
el poeta “maldito” se encontraba ya alejado y más allá de cualquier
intervención política gay y, menos aún, de los debates identitarios.
De una u otra manera, entre los nuevos rostros de la comunidad,
por más que persistió el espíritu por recobrar su modelo y legado, la
militancia política de Perlongher fue una ruta también para hacer
algo distinto. Esta idea quedó plasmada en el reportaje, ya utado, de
Patricia Narváez a Carlos:

Aprendi mucho de todo aquello, de cómo una organización


compuesta por una minoría toma decisiones en función de la
mayoría. Ahora hay que empezar por el consenso.*

Sin embargo, en aquellos corridos combates ideológicos de enton-


ces primó una necesidad-de-empoderamiento.

Acontecimientos van, acontecimientos vienen

“ Entrados los años 90, la pandemia del sida ya no significaba,


pese al duelo y la incertidumbre, simplemente una parálisis de la
que no se vuelve; por el contrario, activó la discusión internacional
sobre los derechos de los homosexuales. Fue un catalizador pode-
roso que, para contrarrestar la indiferencia del Estado, logró im-

36. P. Narváez, “Lloré como nunca...”, p. 25.


Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 69

pulsar la organización de los movimientos de emancipación sexual.


Ello supuso un momento importante en la lucha por la conquista de
los derechos civiles como batalla primordial. Así, las secuelas deja-
das por la epidemia generaron cambios radicales en las demandas
de esa comunidad: cargaron las tintas en reclamar su ingreso a ins-
tituciones tradicionales como un territorio todavía no conquistado.
De esta manera, la homosexualidad alcanzé una nueva visibilidad
dentro de un escenario histórico determinado, por un lado, por la
expansión económica a nivel global del mercado capitalista y, por el
otro, por la expansión cultural a través de los medios de comunica-
ción de masas.
En cuanto a Jáuregui, pasado su período de alejamiento de la
CHA, en 1988, crear una nueva asociación aggiornada a las necesida-
des de ese presente fue su norte. Así, el 1 de octubre de 1991 Carlos,
Marcelo Ferreyra, César Cigliutti y Alejandro Modarelli se juntaron
y decidieron constituir Gays Dc. Para él, ese hecho significó su lugar
de refugio, una vuelta trascendental al espacio -público. Y, como el
ave Fénix, con “sus garras” y un amarillo incandescente en el pelo,
renació de las cenizas, siempre único y eterno.
Como en un temporal de aventuras, las conversaciones con acti-
vistas e intelectuales que vivían en Estados Unidos y pasaban por
Buenos Aires, las visitas de extranjeros —tanto profesores y alumnos
como militantes— hicieron circular discusiones ajenas al alcance del
activismo local. También a la desenvoltura de las marchas del orgu-
llo en otras partes del mundo, la llegada de los primeros textos queer
anglosajones, el Primer Encuentro Sudamericano de Reflexión Lés-
bico-Homosexual en 1992, un acontecimiento sin precedentes en la
historia del movimiento lésbico-gay de la región, influyeron con fu-
ror en Carlos y en su grupo para proponerse el requisito de apuntar
hacia una política más global.
Eso los llevó a repensar el valor combativo del término “orgullo
gay” y a través de ello la importancia de las marchas como aconte-
cimiento aglutinador por excelencia del mundo de las diversidades
políticas y culturales. A la vez, en 1992, se acentuó la campaña in-
ternacional de apoyo a la CHA por su personería jurídica, alcanzada a
partir del per saltum durante el gobierno de Carlos Menem.
Y si esto fuese poco, casi todos los colectivos homosexuales en el
mundo habían acordado plenamente sobre la trascendencia del fe-
minismo, tanto en su teoría como en su práctica, en el impulso de la
liberacién sexual. Fue por el hecho de sumarse a esta tendencia que
los antiguos integrantes de la CHA consideraban al movimiento femi-
nista, ya en ese entonces, como el aliado por excelencia tanto por su
70 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

lucha como por su organización. Hubiera sido impensable alcanzar


los propósitos y las aspiraciones de tales movimientos internaciona-
les sin el aporte crucial del discurso y la teoría feministas. A partir
de sus premisas descorrieron el velo de las políticas del cuerpo y
aportaron herramientas de análisis cada vez más sofisticadas para
ejercer una mirada crítica sobre la heterosezualidad obligatoria
como régimen político, postulado disruptivo de la teórica queer Mo-
nique Wittig.3” Ahora, para los integrantes de Gays Dc, el imperativo
alcanzado venía de la mano del lesbofeminismo que habían logrado
tener su cuarto propio, con el surgimiento de nuevas agrupaciones:
Convocatoria Lesbiana, Conciencia Lesbiana, Lesbianas a la Vista,
Frente de Lesbianas, Amenaza Lésbica, Madres Lesbianas, Integra-
ción Lésbica.®
Todas ellas emergieron a la luz del coming-out de sus figuras cla-
ve. Ilse Fuskova, fundadora junto con Adriana Carrasco de Cuader-
nos de Existencia Lesbiana, en su testimonio confirma lo planteado:

Carlos entendía la profundidad de la ruptura que plan-


teaba el lesbianismo. Estaba tan interesado como nosotras
en poner en discusión la heterosexualidad obligatoria. Por
eso, estaba atento a la teoría feminista. No cabe duda de que
él abría camino a los movimientos y, en especial, a las les-
bianas.®

En efecto, ese impulso anticipatorio posibilité la constitucién de


un frente que los unía en un fin político en común.
Las distintas vertientes del lesbianismo interpelaron, además de
a las heterosexuales, a sus mismos compañeros de banco, es decir a
los gays. Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli dan cuenta de ello:

. El ser lesbiana implicaba asumir como propia una mirada


crítica a la predominancia del modelo masculino, tanto en los
heterosexuales como entre los gays. En la hendidura que ellas
produjeron en el movimiento internacional se dibujó por fin un
arco iris que las incorporó. Mediante su apertura, que incluyó
toda diversidad, se enriquecieron las discusiones en torno de

37. M. Wittig, El pensamiento heterosexual, Barcelona, Egales, 2005, p. 28.


38. Para rastrear las primeras organizaciones lesbofeministas en Buenos Aires remi-
tirse a Cuadernos de Existencia Lésbiana, ed¡clán hume.nq]a a Ilse Fuskova, Buenos
Aires, Libreria de Mujeres, 2002.
39. Entrevista realizada por Mabel Bellucci en 2009.
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 7

la cultura, la identidad y la sexualidad, antes restringidas al


cenáculo de los varones. El debate sobre una cultura lésbi-
ca replanteó nuevas intersecciones entre género, identidad y
diferencia y nuevos creces entre las luchas de las minorías
sexuales y las feministas, una cuestión que el FLH había to-
mado en serio pero que en los modernos gays de los 80 seguía
siendo una materia pendiente.®

Por todo ello y mucho más, la particularidad política habilitaba


la posibilidad de continuar con la apertura de senderos. Así, se
realizaron la segunda y la tercera marcha del orgullo lésbico-gay,
llevadas a cabo el 28 de junio de 1993 y 1994 respectivamente, en
la ciudad de Buenos Aires. Sin proponérselo, tales sucesos se inser-
taron en el marco de una lucha mayor al atraer a un arco impor-
tante de organizaciones políticas de izquierda y centroizquierda,
de organismos de derechos humanos, de intelectuales y de agru-
paciones feministas, estudiantiles, lésbicas y de travestis. Eran
momentos febriles de confrontación. Los efectos de la revolución
neoconservadora en su versión local, con el despilfarro y la expo-
liacién de las empresas del Estado a través de las privatizaciones
compulsivas, hicieron que nuestra casta política ocasionara incon-
mensurables tragedias y quebrantos. Lo dominante fue configurar
un frente táctico de controversia. En esa dirección, otros rostros
levantaron aquellas propuestas que hasta ese momento eran cau-
sas genuinas de las minorías sexuales, a pesar de que para muchos
de los adherentes recién llegados les resultaban ajenas, pues no
correspondían a su cuño. Era un hecho irreversible que esos dos
espacios que habían logrado configurarse aceptaran mutuamente
converger en un mismo día, el orgullo y la protesta social. Sería
una cartografía tentativa de los distintos movimientos sociales que
con sus protagonismos construyeron la historia de la Argentina
última, pero con una distinción: será el desempeño de Jáuregui el
que guareció el palpitar de esa polifonía. Leyó la coyuntura y en
consecuencia descubrió quiénes podían ser sus potenciales interlo-
cutores. El Jáuregui de las vísperas de los años 90 fue el paladín
del entramado de estrategias conjuntas: entendía la acción como
un modo de visibilizar las demandas de las minorías sexuales en el
campo de la política para articular su lucha específica con luchas
más amplias. Así fue también como se organizó el encuentro de di-

40. F. Rapisardi y A. Modarelli, Fiestas, bañosy exilios, p. 94.


72 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

versidades en el bar Tasmania, en 1995. Jéuregui era un activista


queer sin proponérselo, fue quien se empecinó en profundizar más
aûn los lazos establecidos para empujar ese proyecto que requeria
capacidad organizativa y visiôn de cruce de movimientos. Sin de-
masiadas vueltas, llamó a uno por uno de los nuevos y los viejos
grupos, y les propuso escucharse entre si. Se cerró el bar y sólo
ingresaron los y las activistas. Mezcla de mito y realidad, la leyen-
da cuenta que fueron cincó encuentros: uno para gays, otro para
lesbianas, otro para travestis, otro para transexuales y el último
se destinó para el diseño de estrategias. El lema de Carlos era sen-
cillo y eficaz, tal cual lo testimonia el ánima del activismo travesti
Lohana Berkins, al recordar las conclusiones en esa plenaria:

El movimiento es una mesa de cuatro. patas: lesbianas,


gays, travestis y transexuales. Si una pata falta, la mesa cae.‘!

De esas reuniones, las uniones de afinidades debían diseñar una


agenda en común. Y así se hizo el Primer Encuentro Nacional LGTT
en Rosario, en 1996. Más tarde, de ese conglomerado de voluntades
resultó la Ley de Antidiscriminación de la ciudad de Buenos Aires.
De estas y otras tantas maneras, con la primera marcha del or-
gullo lésbico-gay en 1992, la confluencia de gays y lesbianas amplió
sus márgenes. Así, se acrecentó el entramado político y, sin más,
confluyeron nuevas agrupaciones de travestis y transexuales. Sin
discusión, eran los primeros pasos para la hechura en un futuro cer-
cano del movimiento LGTT en la Argentina.

Pensando en voz alta

Desde su origen en las luchas antidiscriminatorias en el marco


de la emergencia del sida en Estados Unidos, en dirección hacia los
avatares de sus múltiples importaciones, la teoría queer resulta in-
separable de la práctica política. En cuanto alianza contracultural,
el activismo queer produce conceptos que funcionan como puente en-
tre reflexiones académicas y prácticas concretas de transformación
social, que originan no sólo una serie de saberes institucionalizados
sino que también operan en la proliferación de formas de vida dife-
renciales, verdaderas revoluciones moleculares.

41. Entrevista realizada por Mabel Bellucci en 2010.


Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 78

El último grupo Eros junto con las experiencias de otros y otras


integrantes procedentes de diversos frentes de lucha, como el movi-
miento feminista, el movimiento lésbico, los derechos humanos y los
grupos trans, como también ciertos referentes de la academia, asen-
taron el Área de Estudios Queer y Multiculturalismo en el Centro
Cultural Ricardo Rojas, dependiente de la Universidad de Buenos
Aires. A partir de 1997, comenzó a intervenir cultural y política-
mente frente a la coyuntura local y, al mismo tiempo, a desencade-
nar los propios acontecimientos desde esa perspectiva teórico-crítica
como plataforma militante. Para este puñado de activistas que se
lanzaron a plantar bandera, lo queer funcionó como una forma de
ubicación dentro de los debates sobre sexualidades y género para
observar sus “márgenes”, normas y hegemonías, sin soslayar una
especial- atención a las teorías feministas, los estudios gays y lés-
bicos, trans y de masculinidades. Además, accedió a problematizar
las relaciones fluidas entre las identidades y las prácticas que cues-
tionan tanto el régimen político de la heterosexualidad obligatoria
como el de la homogenización de comunidades a través de categorías
rígidas. El Área de Estudios Queer se propuso entonces retomar la
tradición interrumpida por la dictadura, ideada por Perlongher a co-
mienzos de los años 70 y proseguida por el recorrido sinuoso de Jáu-
regui en los 90, de articular las disputas de clase con las de género
y sexualidad en una tendencia contracultural que se erigiera contra
todas los modos de explotación, represión y discriminación, en una
alianza entre la diversidad de las izquierdas y el feminismo de cuño
radicalizado. Se podifa considerar que el Área de Estudios Queer
resultó una suerte de coaliciones y creaciones ante las urgencias que
implicaba el hundimiento de los grandes relatos ideológicos y los
modos de intervención política tradicionales. Este espacio supuso
generar un auténtico laboratorio-de pugnas y políticas de resistencia
contrabiopolíticas y antiheteropatriarcales desde la diversidad y la
deslocalización.
Casi treinta años más tarde, esta articulación de saberes acadé-
micos y militancia concreta ofrecía una alternativa para la encruci-
jada de la clásica pregunta por la función política del intelectual, y
anticipaba la complejización del panorama político callejero que se
desató con las revueltas de insubordinación del 19 y 20 diciembre
de 2001. Dentro de ese escenario entre piquetes y tomas de espacios
públicos, las acciones concretas del Área Queer se insertaron en la
especificidad histórica y concreta de las asambleas barriales. Desde
entonces el concepto de lo queer se contagió a diversas agrupaciones
que hoy se inscriben en esa herencia.
74 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro

Esta tradición discontinua celebra hoy algunas victorias, que en-


cierran años de ostracismos y esperanzas, como son la Ley de Matri-
monio Igualitario para Todos y Todas (2010) y la Ley de Identidad
de Género (2012). Queda, no obstante, el reclamo urgente por parte
del movimiento feminista y de mujeres en cuanto a la despenaliza-
ción del aborto y al derecho de elegir libremente sobre nuestros cuer-
pos, una de las muchas deudas pendientes de la democracia formal.
Con una claridad meridiana, se necesitan aperturas en momentos
en que se torna oscuro el debate y se posponen'derechos largamente
ansiados.
Los colores nacionales verde y amarillo en
el escenario multicolor de las sexualidades:
una breve historia de las luchas por
la libertad de expresiôn sexual en Brasil*

Márcio Alessandro Neman do Nascimento

Mas a vida é real e de viés,


e vé sé que cilada o amor me armou
e te quero e ndo queres como sou,
ndo te quero e näo queres como és...
Caetano Veloso, “O quereres”

Volver la mirada hacia las luchas histéricas de los movimientos socia-


les de los grupos llamados “minoritarios” requiere una visión plural
y una lectura genealógica. Para ello, este artículo pensará al suje-
to como producto y productor de las relaciones que establece con su
historia local y globalizada, mediada por la política entendida como
producción social y del deseo inmerso en las continuidades y en las
rupturas traídas por los procesos de las crisis y de las revoluciones
por las cuales pasa la política de la vida colectiva, siendo ésta una
producción de lo social y del deseo. La perspectiva ofrecida por Suely
Rolnik rechaza y cuestiona la visión naturalizante, esencialista y es-
tructurante de la constitución del sujeto, puesto que esas visiones con-
ceptualmente se oponen al movimiento de los flujos de la vida plena.!
Cuestiones relacionadas a los procesos de estigmatización? y a
otras prácticas sociales violentas siempre rondaron las historias de

* Traducción de Me. Arelis Felipe Ortigoza, de la Universidade Estaduál de Londri-


na-pe, Brasil.
1. S. Rolnik, Cartografia Sentimental: transformagóes contemporáneas do desejo, San
Pablo, Estaçäo Liberdade, 1989. ;
2. Richard Parker y Peter Aggleton comprenden el “estigma” como una manifesta-
ción procesual, contextual e histérica, empleada estratégicamente a favor del poder
y (re)produciendo relaciones sociales de desigualdad. Véase R. Parker y P. Aggle-
ton, Estigma, discriminaçäo e Ams, Río de Janeiro, ABIA, 2001.
[75]
76 Márcio Alessandro Neman do Nascimento

personas que osaron traspasar los límites normativos y hegemóni-


cos de la heterosexualidad; sin embargo, también es cierto que los
avances levantaron discusiones en los diversos segmentos sociales
a favor de las distintas expresiones de las sexualidades y de los
géneros, expresiones de la existencia singular y de la colectividad,
en fin, a favor del compromiso de los derechos civiles, sociales y
políticos. . .
Esas manifestaciones permiten, en la actualidad, la visibilidad
de realidades negadas y marginales, tales como la unión civil entre
personas del mismo sexo biológico y el matrimonio igualitario, la
adopción de niños por parejas homosexuales, la disociación del sida
de las prácticas homoeróticas, entre otros. De ese modo, es posible
observar en lo cotidiano alteraciones profundas en el modelo-matriz
de vida basada en la moral cristiana, occidental, machista y hetero-
sexista que —aunque esté desfalleciendo— aún está vigente y es cau-
sa de interdicciones de la legitimidad de la pluralidad de existencias
posibles de los seres humanos.
El final de la década de 1960 fue marcado por innumerables
rupturas significativas, con la aparición de muchos movimientos
de oposición y de rebeldía. El mundo pasaba por transformaciones
en diversas territorialidades, que tuvieron como referencia, por
ejemplo, el contexto de mayo de 1968 en Francia, manifestacio-
nes colectivas en Estados Unidos, en Inglaterra y en Alemania,
donde intelectuales, jóvenes, estudiantes, revolucionarios y nuevos
sujetos históricos como afrodescendientes y mujeres expresaban
sus insatisfacciones ante los conservadores mecanismos sociales
y políticos; esos mecanismos orientaban las teorías universalistas y
esencialistas que, por su lado, producían segregaciones, discrimi-
naciones y marginaciones que eran amparadas por el aparato del
Estado y sus mantenedores. R
A partir del contexto descripto antes, en el medio de muchos mo-
vimientos politicos y culturales, se observa en ese mismo periodo el
fortalecimiento del movimiento gay; esta nomenclatura fue más fuer-
temente utilizada en las décadas de 1960 y 1970, debido a la movi-
lización participativa de homosexuales masculinos y la invisibilidad
de las lesbianas. Ese movimiento se tornó más actuante en Estados
Unidos, junto con la llegada de acciones reivindicatorias, como las del
movimiento hippie, la contracultura americana, los grupos de mino-
rías raciales y las feministas. En su libro Devassos no Paraiso, Joño
Silvério Trevisan señala que uno de los marcos disparadores para
el establecimiento internacional de esta movilización es el aconte-
cimiento neoyorquino de la rebelión de Stonewall, el 28 de junio de
Los colores verde y amarillo en el escenario multicolor de las sexualidades 77

1968. Esta “escena” histórica fue marcada por enfrentamientos vio-


lentos entre policías y frecuentadores del bar Stonewall Inn, ocasión
en que grupos no heterosexuales (maricones, lesbianas, travestis)
enaltecían, a la manera del mártir, el orgullo de ser diferente.
Con relación a los países latinos, Marina Castañeda apunta en
sus estudios que éstos se encuentran entre los pueblos occidentales
más homofóbicos debido a que su cultura fue pautada en el mode-
lo patriarcal, machista, heterosexista y en el catolicismo ibérico,* y
cualquier desviación de la norma fue objeto de castigo como pecado,
crimen y enfermedad sucesivamente.5
Siendo así, las homosexualidades se clasificaron como subcabego-
rías sociales (formadas por seres abyectos) y ocuparon lugares mar-
ginados denominados “guetos gays”. Si bien la formación de guetos
se producía desde una perspectiva higienista y “proteccionista” de la
familia y de las buenas costumbres,* y no fuera estrictamente pro-
ducto de la década del 70, es en ese período cuando se tornaron más
difundidos y aumentó, especialmente en el Brasil de la apertura de-
mocrática, la variabilidad de esferas donde los guetos proliferaban,
como el mundo de la música, del arte, de las fiestas, de la moda, etc.
Ademés de ser espacios urbanos que aceptaban y de algún modo co-
bijaban el universo de las “maricas™ o que aparecían como lugares

3. J.S. Trevisan, Devassos no Paraiso: a homossexualidade no Brasil, da colónia &


atualidade, Río de Janeiro, Record, 2002.
4. Históricamente América Latina fue colonizada y explotada por los reinos ibéricos
(Portugal y España) desde el siglo xv. Esa colonización imperó a partir del proyecto
catélico de control de la política, de la ecmomía, la educación, la cultura, la moral y
10s estilos de vida que, de modo general, se perpetúan hasta la actualidad, puesto que
América Latina todavía es el continente considerado más católico del mundo.
5. M. Castañeda, Comprendre l’homosexualité: des clés, des conseils pour les homo-
sexuels, leurs familles, leurs thérapeutes, Paris, Robert Laffont, 1999.
6. Véase J.F. Costa, Ordem médica e norma familiar, Rio de Janeiro, Graal, 1989.
7. “Marica” es un esterectipo de homosexual afeminado, contrapartida del “chongo”
(lamado bofe en Brasil), hombre viril que sin identificarse como homosexual podría
incurrir en prácticas homoeréticas. La dupla “marica-chongo” fue el modelo de homo-
sexualidad dominante en América Latina hasta la década de 1970, cuando comienza
a importarse el modelo “gay” norteamericano, más igualitario y derivado tanto del ac-
tivismo como de la cultura pop, como resistencia a la estigmatización derogatoria de
la figura estereotipada del varón afeminado. Perlongher estudia criticamente estas
formas identitarias en su libro O negóciodo miché: prostituiçäo viril em Säo Paulo,
donde traza un estudio etmogréfico de guetos paulistas, más específicamente relacio-
nados a la prostitución masculinay sus “puntos de encuentros”. Véase N. Perlongher,
O negécio do miché: a prostituiçäo viril em Säo Paulo, San Pablo, Brasiliense, 1987.
78 Márcio Alessandro Neman do Nascimento

menos homofóbicos en comparación con otros territorios urbanos, los


guetos y sus esferas de acciôn también tenfan el objetivo expreso de
alentar la socialización y la comunicación dentro del ambiente, ope-
rando un modo de resistencia política (escapar de represiones y per-
secuciones sistematizadas y vivir “contraculturalmente”). En esos
guetos,* entre escenas de humor, coqueteos y solidaridad también
se formaban redes de movimientos sociales como estrategia de reu-
nir militantes para luchas políticas no sólo contra el control de las
sexualidades sino también contra la censura al teatro y a la música,
a las arbitrariedades del Estado y del militarismo que atravesaban
la vida cotidiana.
En América Latina, específicamente América del Sur, ese pano-
rama de intensa represión de la vida social, artística y política fue
marcado por períodos de dictaduras militares® y por la censura en
los debates sobre cuestiones de sexualidad y liberación social. Gil-
herme Passamani analiza comparativamente los regímenes autori-
tarios de la Argentina y Brasil de los años 70 y 80.!° Mientras que’
en la Argentina hubo una sistemática persecución a los homosexua-
les, en Brasil la discriminación en función de las expresiones de la
sexualidad no se constituyó en una política de Estado específica para
ese grupo, pues el régimen autoritario vigente estaba más preocupa-
do en perseguir a los comunistas. Sin embargo, como se observa, el
movimiento gay era constituido por personas que se involucraban en
partidos de izquierda y actuaban como artistas, por lo tanto, sufrían
represalias y censura por sus multiplicidades de acciones contra el
sistema conservador.*

8. Una discusión más detallada sobre esos lugares de socialización puede ser observa-
da en el trabajo de N.A.N. Nascimento, “Homossexualidades e homossociabilidades:
hierarquizaçäo e relaçäes de poder entre homossexuais masculinos que frequentam
dispositivos de socializaçäo de sexualidades GLETTT”, disertación de maestría, Univer-
sidade Estaduel Paulista “Júlio de Mesquita Filho”, Faculdade de Ciéncias e Letras
de Assis, 2007. Y para el caso de la Argentina, F. Rapisardi y A. Modarelli, Fiestas,
baños y exilios: los gays porteños en la última dictadura militar, Buenos Aires, Sud-
americana, 2001.
9. El régimen militar brasileño comprendió el período entre 1964 y 1985, mientras
que la última dictadura argentina arrasó el país entre 1976 y 1983 y la chilena se
inició en 1973 para terminar en 1990.
10. G. Passamani, O arco-fris (des)coberto, Santa Marfa, UFsM, 2009.
11. Para un estudio detallado de esa relación entre arte y politica-en el Brasil de la
dictadura véase C. Palmeiro, “El Brasil de la apertura: devenires minoritarios”, en
Desbundey felicidad: de la cartonera a Perlongher, Buenos Aires, Título, 2011.
Los colores verde y amarillo en el esceriario multicolor de las sexualidades 79

% De modo complementario a la descripción citada, en sus histo-


rias de la homosexualidad brasileña James Green” y el ya citado
Trevisan destacan que en el eje Río de Janeiro-San Pablo (donde el
movimiento social se intensificó) eran censurados espectáculos de
travestis, transformistas o piezas que atentaban contra la moral; in-
cluso los bailes de carnaval disminuyeron en esa época, y existen re-
gistros de que muchos gays fueron detenidos y extorsionados cuando
se los encontraba en prácticas sexuales en las calles. Otra manera
bastante difundida de debilitamiento de los opositores del sistema
de la dictadura en Brasil fueron los constantes exilios que, de cierta
forma, posibilitaron correspondencias que describían la realidad de
las luchas de otras localidades, principalmente en Europa y en Es-
tados Unidos.
Con la implantación del tristemente célebre AI-5,1° el Estado se
arrogaba la misión de reprimir cualquier manifestación que consi-
derara “peligrosa” para el régimen y emprendía una férrea censura
a las artes, la comunicación y las propuestas que. expresaran “ame-
nazas” a su gestión autoritaria. Este documento se orientaba sobre
todo a controlar la guerrilla urbana e intensificar la censura a la
prensa, principalmente la alternativa. El primer pequeño periódico
producido por y para gays tiene fecha de 1963; sin embargo, snoB
sólo fue publicado en 1969.! En 1978 surge el Lampido da Esquina,
periódico impreso crítico; pluralista y politizado que tenía el objetivo
de exponer las dificultades por las cuales pasaban los gays al tiempo
que intentaba despertar la conciencia política de sus lectores.
Respecto de las asociaciones de defensa de los derechos humanos
de los homosexuales en Brasil, se observa el surgimiento en diciem-
bre de 1978 del grupo somos (anteriormente llamado Núcleo de Ac-
ción por los Derechos Homosexuales) y en 1980 se funda el Grupo
Gay de Bahía (GGB).
De esa manera, se evidencia que en los-años 70 la cuestión de las
sexualidades debería ser discutida en el plano político, junto a otros
marcadores sociales, como la cuestión racial (movimiento de los afro-

12.J. Green, Além do carnaval: a homossexualidade masculina no Brasil do século xx,


San Pablo, EDUNESP, 2000.
18. El Acto Institucional N° 5 fue el quinto de una serie de decretos instituidos por
el régimen militar vigente en los años siguientes al golpe militar de 1964 en Brasil.
14. Véase C. Silva, “Reinventando o sonho: história oral de vida política e homosse-
xualidade no Brasil contemporáneo”, disertación de maestría, Universidade de Säo
Paulo, Faculdade de Filosofia, Letras e Ciéncias Humanas, 1998.
80 Márcio Alessandro Neman do Nascimento

descendientes) y la cuéstién de género (movimiento feminista), el


movimiento reivindicatorio de la democratización del país, el naci-
miento del Partido de los Trabajadores (PT), entre otros. El eslabón
que unía todos esos frentes de luchas era la búsqueda y la defensa
de los derechos políticos y civiles negados.
Ya en la década de 1980, una serie de transformaciones sociales
aceleraban las discusiones en el ámbito de la vida pública y la priva-
da, problematizaciones advenidas principalmente de Europa, como
la entrada de la mujer en el mercado de trabajo, las (re)configuracio-
nes y ampliaciones de los modelos familiares, la propagación de los
derechos humanos y la cuestión más sensible: la epidemia del sida
0, como era denominado en la época, el “cáncer gay”.
El sida, de acuerdo con el análisis de Fernando Pocahy y Már-
cio Nascimento, adquirié una función social específica como una
estrategia más del dispositivo de la sexualidad, la del control; por
medio de discursos religiosos, médicos y morales se castigaba con
la enfermedad y la muerte a quienes tenían estilos de vida sin-
gulares que escapaban de la heteronorma.'5 Partiendo de sus in-
cursiones por los bares paulistas en la década de 1980, en Dias de
ira Roldäo Arruda describe el malestar general que se vivía en
los guetos en aquella época por parte de personas que mantenían
prácticas homoeróticas (identificadas como homosexuales o no) al
saber de conocidos infectados en Estados Unidos 0, aun, de corres-
pondencias americanas de amigos que narraban los problemas vi-
vidos en las comunidades gays en aquel país.!s Esa aprehensión
era maximizada por la equivalencia entre sida y promiscuidad ho-
moerótica. Debido a esa difundida asociación y también porque los
homosexuales masculinos fueron muy perseguidos en esa época,
muchas organizaciones no gubernamentales que atendían a perso-
nas viviendo con VIH-sida también realizaban trabajos destinados
específicamente a homosexuales, realidad que perduró hasta la dé-
.cada de 1990.
Sin embargo, es también con la aparición de esa epidemia que
surgieron nuevas problematizaciones sociohistóricas, políticas, cul-

15. F. Pocahy, “Um mundo de injúrias e outras violagdes: Reflexdes sobre a violéncia
heterossexista e homofóbica a partir da experiéncia do CRDH. Rompa o Siléncio”, en
Rompendo o siléncio: homofobia e heterossexismo na sociedade contemporánea, Porto
Alegre, Nuances, 2007; M.A.N. Nascimento, “Homossexualidades e homossociabili-
dades...”.
16. R. Arruda, Dias de ira, San Pablo, Globo, 2001.
Los colores verde y amarillo en el escenario multicolor de las sexualidades 8

turales, jurídicas e identitarias de los movimientos sociales y, con-


secuentemente, de las políticas públicas de asistencia en el ámbito
nacional, entre ellos, el concepto de vulnerabilidad."" Ese término
se sobrepuso a la idea de “factor”, de “grupo” y de “comportamien-
to” de riesgo, y, así, se ha presentado como una emergencia en lo
relacionado a la búsqueda de la promoción, de la protección y de la
garantía de los derechos de ciudadanía, basado en los derechos uni-
versales del hombre.!® Esas acciones propusieron nuevas posibilida-
des de intervención dinámica y productiva en el área, inicialmente
de la prevención del víH-sida con poblaciones que son susceptibles a
las negligencias sociales del Estado, en lo relacionado a los procesos
informacionales, al acceso a bienes de consumo y de servicios, a las
condiciones de superación de los procesos de estigmatización, entre '
otros. Finalmente, ese concepto fue apropiado por otros campos de
saberes relacionados a las políticas públicas, proporcionando argu-
mentos para la contextualización y para las multidimensionalidades
de prácticas- sociales violentas, principalmente las dirigidas a las
personas que no expresasen estilos de vida pautados por la hetero-
normatividad. -
En esa misma década, se difundió en Brasil la designación GLs
para describir producciones realizadas y destinadas para gays, lés-
bicas y simpatizantes, como indica Trevisan; sin embargo, se exten-
dió en la contemporaneidad apenas como una sigla de mercado y no
de movimiento social, como observa Regina Facchini en su estudio
sobre el movimiento político de género.!°
Dentro de las conquistas traídas por las reivindicaciones de los
movimientos políticos, aparece como un marco histórico la promul-
gación de la Constitución Federal de Brasil, ocurrida el 5 de octubre
de 1988. Ese documento tenía como objetivo asegurar el carácter
de Estado-democrático de derecho, distribuyendo en sus artículos
muchos argumentos para la movilización social (en concomitancia
con la responsabilidad pública) y la implantación e implementación

17. Véase M.A.N. Nascimento, “Homossexualidades e homassac¡a.bi]idades..l'.


18. Véanse J.A.L. Alves, Os direitos humanos como tema global, San Pablo, Perspec-
tiva, 1994; J.R.C.M. Ayres, “Sujeito, intersubjetividade e préticas de saúde”, Ciéncia
e Saúde Coletiva, vol. 6, N° 1, 2001, pp. 63-72; G.J. Calazans et al., “O conceito de
vulnerabilidade”, en S.M.M. Padoin et al., Experiéncias interdisciplinares em AIDS:
- interface de uma epidemia; Santa Marfa, ursm, 2006.
19. R. Facchini, Sopa de Letrinhas? Movimento homossexual e produçäo de identida-
des coletivas nos anos 90, Río de Janeiro, Garamond, 2005.
82 - Márcio Alessandro Neman do Nascimento

de políticas públicas para poblaciones en contextos y situaciones de


vulnerabilidades sociales. Dentro de los principales argumentos son
citados la promoción del derecho a la vida, a la libertad, a la igual-
dad, sin prejuicios y sin discriminaciones relacionados con el origen,
la raza, el sexo, el color, la edad.
En su Teoria dos movimentos sociais, Maria da Gléria Gohn señala
que la emergencia de movimientos relacionados con las sexualidades
y los géneros posibilitó en las dos últimas décadas la producción de
valores, la visibilidad política, el respeto a la dignidad de la persona
humana y a la libertad individual. Incluso amplió nuevos códigos
éticos y de derechos ante la vida colectiva en sociedad, problematizan-
do nuevas visiones sobre vivencias, experiencias y lo cotidiano.
Debido a la divulgación y a las necesidades de intervención junto
a la población, el poder público federativo, por medio de sus minis-
terios y secretarías, convoca a los proyectos financiables para que
las ONG los ejecuten en distintos puntos del país. De esta manera,
también se crean asociaciones para reunir esas organizaciones para
debatir y para que se compartan experiencias. El 31 de enero de
1995 se creó la Associaçäo Brasileira de Lésbicas, Gays, Travestis e
Transezuais (ABGLT)*! que tiene por objetivo la promoción de la ciu-
dadanía y de la defensa de la población destinataria, para minimi-
zar las condiciones de discriminación y afirmar la libre orientación
sexual y de identidades de género.
La búsqueda de la visibilidad de las identidades sexuales y de sus
especificidades trajo consigo el 19 de noviembre de 1998 la modifica-
ción de la nomenclatura GLT, que fue reemplazada por GLBT, teniendo
como justificativa el proceso inclusivo utilizado por los movimientos
internacionales.? De esa manera, la marcha del orgullo gay, lésbi-
co y travesti-pasó a llamarse marcha del orgullo GLBT (gay, lésbico,
bisexual y transgénero).® La visibilidad traída por las marchas del

20. M. Gohn, Teoria dos movimentos sociais: paradigmas clássicos e contemporáneos,


San Pablo, Loyola, 2006.
21. La ABGLT, ál poseer 220 organizaciones afiliadas, es la mayor red LonT latinoa-
mericana. Participa del Consejo Econémico y Social (ecosoc) de la Organización de
Naciones Unidas (onu). <http:/ / wlf:w.ubgl!_arg.b».
22. Véase R. Facchini, Sopa de Letrinhas?
23. Se nota que hubo un cambio en el significado de la letra t dado por el argumen-
to de que “transgénero” es un término utilizado para toda persona que trasciende
al género (caso del travesti, el transexual, el drag queen, el andrégino), siendo
que no constituiría una identidad con especificidades y reivindicaciones políticas.
Los colores verde y amarillo en el escenario multicolor de las sexualidades 83

érgullo, el fortalecimiento del movimiento GLBT brasileño y las de-


nuncias de prácticas homofóbicas; lesbofóbicas, bifóbicas y transfó-
bicas suscitaron la formulación e implantación de políticas públicas
destinadas para tales comunidades.
Dentro de las negociaciones internacionales hechas por Brasil en
el campo de los derechos humanos GLET, el gobierno presentó una
resolución a la Comisión de Derechos Humanos de la Organización
de Naciones Unidas (onu), titulada “Orientación sexual y derechos
humanos”. Este documento reconocía las distintas expresiones de
las orientaciones sexuales como un derecho humano a ser legitima-
do. Sin embargo, en 2005, la-resolución fue retirada de discusión
debido a la insuficiencia del número de países” que adhirieron a la
proposición; de ser aprobada, sería el primer documento de la oNU
en mencionar la orientación sexual como derecho y que condenaría
prácticas violentas de homofobia y discriminación. Con relación es-
pecíficamente a América Latina, en agosto de 2006, en la reunión de
las Altas Autoridades en Derechos Humanos del Mercosur y Países
Asociados,® fue aprobado e incorporado el tema orientación sexual
e identidad de género en la agenda de discusiones de los países re-
presentados; esa aprobación potenció la discusión en la oNU sobre la
temática junto a otros países miembros.
En este contexto, en 2004, el Poder Ejecutivo aplica oficialmente
el programa “Brasil sin homofobia” (8sH)** con el objetivo de articular
acciones entre el gobierno federal y la sociedad civil que promuevan

Así, se usa la t para especificar travestis y transexuales en cuanto identidades


distintas.
24, Participaron en apoyo de esa resolución Japón, Unión Europea, países de Euro-
pa central y del este, América Latina y un significativo número de organizaciones
sociales alrededor del mundo; sin embargo, esos países que apoyaron no tuvieron
fuerza para luchar contra otros que se opusieron o permanecieron en la condición de
neutralidad.
25. Esta reunión se compuso y fue representada por la Argentina, Bolivia, Brasil,
Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.
26. En aquella ocasión se presentó la cartilla Brasil sin homofobia. Programa de
Combate a la Violencia y a la Discriminación contra GLTB y de Promociôn de la Ciu-
dadanía Homosexual. El programa también recibió el apoyo del programa “Derechos
humanos, derechos de todos”, que objetivaba la elaboración del Plañ de Combate a la
Discriminación contra Homosexuales. Finalmente; el Bst se constituye, en la actua-
lidad, de modo intersectorial, integrando diversas acciones de política pública junto
al Ministerio de la Cultura, el Ministerio de la Justicia, el Ministerio de la Educa-
ción, el Ministerio de la Salud, además de la Secretaría Especial de Derechos Hu-
manos, de la Secretaría Especial de Políticas para las Mujeres, entre otros órganos.
84 Márcio Alessandro Neman do Nascimento

la ciudadanía, la equidad de derechos y la lucha contra las prácticas


discriminatorias del público GLBT.?
Las acciones del BsH y las exigencias de la sociedad civil dirigidas al
presidente Luiz Inácio “Lula” da Silva culminaron en la convocatoria
inédita de la Primera Conferencia Nacional cLBT titulada “Derechos
humanos y políticas públicas: el camino para garantizar la ciudada-
nía de gays, lesbianas, bisexuales, travestis y transexuales (GLBT)”.
Esa conferencia fue precedida por diversas conferencias estatales y
municipales en todo el país; y contó con 44 delegados de los diferentes
órganos del gobierno federal y de 556 delegados electos en esas con-
ferencias regionales, o sea, el 60% de representantes de la sociedad
civil y el 33% de representantes del Poder Ejecutivo, el Legislativo y
el Judicial de las esferas municipal y estadual, y ocurrió entre el 5 y
el 8 de junio de 2008 en Brasilia.?® También en este encuentro nacio-
nal la sigla del movimiento pasó por una revisión y se decidió que a
partir de aquella fecha entraría en vigor el formato LGBT, refiriéndose
a lesbianas, gays, bisexuales, travestis y transexuales.”® La idea era
dar mayor visibilidad al segmento de las lesbianas.
En la actualidad el movimiento LGBT de Brasil busca apoyo para
la aprobación del proyecto de ley de la cámara 122/06, que está en
trámite en el Senado. Sin embargo, contó con una gran resistencia y
con ataques de la bancada de fundamentalistas religiosos para que
su aprobación no fuera efectuada. El referido proyecto establece la
criminalización de la homofobia e instituye el racismo como crimen
de odio. Los datos traídos por la investigación de campo de Luiz Mott
y Marcelo Cerqueira,® actualizaciones en el sitio del cas*! e informa-
ciones vinculadas en la prensa brasileña más reciente señalan que

27. Véase Ministério da Saúde, Conselho Nacional de Combate à Discriminaçäo, Bra-


sil Sem Homofobia. Programa de combate & violénia e à discriminagdo contra aLrs
e promoçäo da cidadania homossexual, Brasilia, 2004. Disponible en <hrip:/ /wwno.
mi.g0v.br /sedh/documentos/004-1_3.pdf>.
28. Véase Presidéncia da República, Secretaria Especial dos Direitos Humanos, “Re-
gimento da Conferencia Nacional de Gays, Lésbicas, Bissexuais, Travestis e Transe-
zuais”, Brasilia, 2008. Disponible en <http:/ /wure.mj.gov.br/sedh/co/glbt/regimen-
toconfelbt.pdf>.
29. Véase R. Facchini y J. Simbes, Na trilha do arco-tris: do movimento homossexual
ao LGB, San Pablo, Fundacño Perseu Abramo, 2009.
30. L. Mott y M. Cerqueira, Causa mortis: homofobia: violaçäo dos Direitos Humanos
@ assassinato de homossesuais no Brasil em 2000, Grupo Gay da Babia, 2001
81. <http:/ lwww.ggb.org.br>
Los colores verde y amarillo en el escenario multicolor de las sexualidades 85

cada tres dias se registra un crimen de odio contra la población LGEBT.


Sin embargo, esos datos son especulaciones que pueden ser lejanas
a la realidad brasileña, pues los asesinatos de esa naturaleza no
siempre son notificados al poder público o identificados como cri-
men de homofobia. Generalmente, esos registros se sistematizan por
denuncias de onc, familiares y amigos de las víctimas, entre otras
fuentes informales.
En el escenario legislativo sudamericano,®° con relación a los cas-
tigos, en Guyana por ejemplo aún la práctica homosezual masculina
es sancionada con posibilidad de prisión perpetua. En Brasil; entre-
tanto, en las fuerzas armadas, la práctica homosexual todavía es un
crimen según la ley y es pasible de prisión seguida de expulsión de
la corporación. En Latinoamérica, el único país que hasta el momen-
to cuenta con una ley de matrimonio igualitario es la Argentina, al
igual que la ciudad de México —restricto al Distrito Federal—, mien-
tras que la unión civil entre personas del mismo sexo es un dere-
cho ganado en Brasil, Uruguay, Colombia, Ecuador y la Guayana
Francesa. Finalmente, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú, Surinam y
Venezuela no poseen ninguna ley específica de protección contra la
discriminación por la orientación sexual.
El movimiento LGBT brasileño se consolidé arduamente en sus lu-
chas por medio del concepto de identidad. Esto se debe a que sólo
existen politicas públicas —si las hay— cuando aparecen destinata-
rios visibles y que reivindiquen sus derechos. Sin embargo, si recu-
rrimos a Stuart Hall para el entendimiento de la contemporaneidad,
veremos que para él ésta se constituye por rupturas que, a su vez,
colocan al ser humano en conexiones con diversas realidades am-
pliás y en constantes modificaciones.®®
Esa postura teórica indicada por el autor cltado permite ver al
hombre como.alguien que no pertenece a una identidad única y es-
table. Al contrario, Hall comprende al sujeto como un productor/pro-
ducto social compuesto por una multiplicidad de identidades frag-
mentadas, contradictorias e inestables (aun más cuando establece
nuevas conexiones con hechos sociales emergentes).
El proceso de la construcción del sujeto apartado de una identi-
dad fija, esencial y permanente posibilita que militantes LGBT asu-
man posturas que exceden la delimitación de lo que se llama “identi-
dad sexual”. Esa visión emancipadora construye a un ciudadano que

32. <http:/ / pt.wikipedia.org ! wiki/ Homossexualidade_na_Am%C3%ASrica_do_Sul>.


33. S. Hall, A Identidade Cultural na Pós-Modernidade, Río de Janeiro, Dp&a, 1992.
86 Mércio Alessandro Neman do Nascimento

puede participar también de otras luchas politicas de la sociedad


civil, incluso solidarizéndose con otros sectores de la poblacién tam-
bién marginados socialmente. De ese modo, se analiza que ninguna
identidad individual puede reunir las amplias expresiones constitu-
yentes de los sujetos sin realizar intersecciones con los diversos mar-
cadores sociales y sin considerar los innumerables contextos sociales
que los transforman continuamente.
La historia del movimiento Lesr brasileño es la de la construcción
y cristalización de las identidades sezuales diferenciales. El cues-
tionamiento de esas identidades casi totalizadas significaría para
muchos militantes un proceso de desmantelamiento de la función
histórica del movimiento. Sin embargo, esa visión reproduce los
esencialismos estancos que se critican en la heteronorma, o sea, la
crítica a la esencialización del individuo que se torna impedido de
transitar por las expresiones de las sexualidades y de los géneros (y
aprisionado en una relación dicotómica “o esto o aquello”).
De esa manera, se analiza que la política de identidades del mo-
vimiento LGBT brasileño todavia se sostiene, actualmente, por el uso
del dispositivo discursivo (y articulador) alrededor del concepto de
“identidad sexual” para encaminar sus reivindicaciones a las esferas
ejecutiva, legislativa y judicial. Esa postura de identidades ha debi-
litado la lucha contra discursos hegemónicos y que dictan normas
empoderados en la voz de muchos políticos y de otros “formadores
de opinión” que se posicionan contra el Estado laico. No unir nues-
tras fuerzas con otros grupos sociales llamados “minoritarios” se ha
reflejado en el atraso en la propagación de los derechos humanos a
la población brasileña en general. Ser gay, lesbiana o travesti no
implica la exclusión de otros marcadores sociales (como raza, etnia,
clase social y económica); igual que ser heterosexual no excluye que
se comparta la difusión de los derechos sexuales y reproductivos de
modo equitativo y ampliado.
El fortalecimiento de las categorías identitarias también ha obs-
taculizado la comunicación y la unión dentro del propio movimiento
LGBT brasileño que, de todos modos, debería respetar la transitorie-
dad de las sexualidades disidentes, más allá de las denominaciones
identitarias, las prácticas sexuales o los estilos de vida.
En todo momento y contexto, el ser humano asume múltiples iden-
tidades, en procesos de desplazamientos en el tiempo, en el deseo, en
lo social y en la posibilidad creativa de administrar la vida. Desde
la perspectiva de Judith Butler, las identidades sexuales se podrían
pensar como actuaciones contextuales que posibilitan coneziones
menos estratificadas y enyesadas de placer y de la constitución de
Los colores verde y amarillo en el escenario multicolor de las sexualidades 87

sí como sujeto.** El movimiento LGBT necesita tener coraje e innovar;


debe desplazarse de las categorizaciones estrictamente identitarias
y permitir el flujo de los deseos singulares de las existencias y de las
prácticas, én un proceso concomitante con el direccionamiento de la
búsqueda universalizada y equitativa de los derechos sociales, poli-
ticos, civiles y económicos. Ser o estar, ¿qué quieren los LGBT?

34. J. Butler, Problemas de género: feminismo e subversño da identidade, Rio de Ja-


neiro, Civilizaçäo Brasileira, 2003.
PARTE IT

Los testimonios interpelan


Los existenciarios trans
Lohana Berkins

Participar en esta obra que reûne a intelectuales que tienen en sus


manos ese arte de “curar” el sufrimiento humano brinda la oportu-
nidad de que, no siendo yo una académica, se abran las puertas de
las casas de estudio para escuchar la voz de quienes como yo elabo-
ramos reflexiones a partir de nuestras vidas, no de los libros. Ésta
deberia ser la academia verdadera, aquella que organiza sus saberes
escuchéndonos.
Dicho esto, quiero señalar que nosotras adherimos a la teoría
queer como un conocimiento que surge cuestionando el orden de gé-
nero, la binariedad. Sin embargo, como comunidad travesti tran-
sexual, también tenemos nuestras tensiones con esta teoría, acu-
fiada desde la diferencia pero producida, fundamentalmente, en los
países centrales.
A nosotras nos seduce la idea de derribar las identidades, de vivir
en un mundo “degenerado”, pero nos parece que decir esto en el con-
texto estadounidense o europeo es muy diferente a decirlo en nuestra
América Latina. La traducción de un contexto a otro es un proceso
muy complejo, hasta ahora no alcanzado. No es lo mismo ser una tra-
vesti en Buenos Aires, en Salta, en Bolivia, que serlo en Manhattan
oen Amsterdam. -
Se trata de un proceso complejo que ya vivimos dentro de nuestra
propia comunidad GLTTYB. Con frecuencia quedamos sumidas en un
discurso gay lésbico y aûn cuando hace muchos años se agregó la t,
si hacemos un análisis crítico de los discursos GLTTYB, nuestra repre-
sentación es aún frágil, nuestras demandas no son siempre incorpo-
radas, nuestras conquistas son invisibilizadas y la t termina siendo
una respuesta políticamente correcta de personas bienpensantes.
[91]
92 Lohana Berkins

Quiero decir, no necesitamos recurrir a la teoría queer para pensar


en la exclusión; la tenemos a la vuelta de nuestra propia esquina.
Algunas feministas negras dijeron una vez que no es lo mismo ser
mujer en un cuerpo blanco, heterosexual y de clase media, que
ser mujer en un cuerpo negro, lesbiano y de clase baja. Nosotras
podemos decir que no es lo mismo ser diferente en.un cuerpo gay, de
clase media y blanco, que ser diferente en un cuerpo travesti, pobre
y boliviano.
La identidad no es meramente una cuestión teórica, es una ma-
nera de vernos y ser vistas de una manera que puede permitir o
impedir el reconocimiento, el goce, el acceso a derechos. En este sen-
tido, la identidad no es un detalle menor, todas las violencias que
sobre nosotras se ejerce son por ser, precisamente, travestis. Defi-
nirnos como travestis, no como gay, no como transexual, es un acto
político, propio de nuestro movimiento y, me atrevería a decir, pro-
pio de la Argentina. No es, como suelen decir las europeas, el paso
hacia la transexualidad; es un modo de vida, es-dar un nombre a lo
que quiere ser “encajado”:en un orden que impugnamos.
Si revisamos las políticas públicas, tenemos una clara evidencia
de la exclusión de la diferencia. ¿Cómo podemos ser sujetas de los
beneficios de las políticas? Ellas se diseñan atendiendo a un concep-
to absolutamente limitado (mamá, papá, hijitos e hijitas), que no nos
describe. .
Esta situación, que es sólo un ejemplo, es la razón por la que
necesitamos decirnos travestis, pelear por nuestro reconocimiento,
apoyarnos en nuestra identidad, impedir todo tipo de borramiento.
Y dado que estoy frente a un público vinculado a las ciencias de
la mente, debo decir que la psiquiatría ha abonado mucho la exclu-
sión. No necesitamos más que revisar los fallos judiciales emitidos,
sustentados en informes psiquiátricos, cuando solicitamos cambio
de documento de identidad (DN1) sin decir que “nacimos en un cuer-
po equivocado”. Yo no nací en ningún cuerpo equivocado, ni estoy
atrapada en un cuerpo de varón. Soy travesti y no tengo por qué
responder a preguntas como: “¿Usted piensa como una mujer?”.
¿Qué es pensar como una mujer, qué mujer, de dónde, de qué edad?
Díganme ustedes, chicas, ¿cómo piensan?, ¿lloran como mujer?, ¿es
porque llevan vestidos y zapatos de mujer que-son mujeres?, ¿qué es
lo femenino y quién lo definió así?, ¿con qué autóridad?
Cuando nosotras empezamos a desafiar ala Justicia, la primera
aclaración que hicimos fue que no nos fbamos a someter a ninguna
pericia psiquiátrica. ¿Qué manual psiquiétrico se usa para esas pe-
ricias? El que define ya de entrada que si no lloro como mujer soy
Los existenciarios trans 93

un desviado que pudiendo vivir “normalmente” elijo vivir de manera


contraria a lo que el manual dice. O tenemos que relatar una his-
toria de sufrimiento feroz que justifique esa anormalidad, tenemos
que decir que fuimos violadas de pequeñas, expulsadas de nuestras
casas, atormentadas por la policía, golpeadas por nuestros padres.
Si damos vuelta esta lógica, yo podría preguntarle al psiquia-
tra: “Digame, cuál es su género, demuéstreme que es varón o que es
mujer. Si usted me escruta a mí, yo tengo derecho a hacer lo mismo
con usted. ¿Fue violado por su abuelo, bisabuelo y tatarabuelo?, ¿su
papá le pegó cuando era chico?”.
Estas intervenciones son claramente violatorias del derecho a la
privacidad, a lo que quiero contar de mi vida y lo que no quiero contar.
Es increíble que todavía se apliquen estos protocolos que contravie-
nen la libertad de las personas, sus derechos más elementales.
Sorteado el primer interrogatorio, vamos a los médicos, y ahí
ellos dictaminan cuán femenino se es. ¿Cómo se mide esto? ¿Hay un
libro que mida el grado de femineidad de un cuerpo?, ¿hay una tabla
falométrica? Tenemos un poco de esto, otro de esto otro, todo ello
mezclado da mujer o da varón.
Lo que queda sin escuchar es, ni más ni menos, nuestros recla-
mos para ejercer el derecho a la educación, a la salud, a la vivienda,
a un trabajo, a amar, a circular libremente, a salir de paseo. No hay
psiquiatra ni médico qué pregunte sobre esto, que señale en sus in-
formes esto.
Los médicos parecen desesperados por devolverle a la sociedad
un ser heterosexual. Quedan contentos si decimos que somos mu-
jeres, argentinas, madres, que amasamos empanadas, cantamos el
himno nacional y, además, profesamos el catolicismo. Enloquecen
cuando les decimos: “Soy travesti, autorice mi DNI para que pueda
tener una vida menos afectada por tantos obstáculos”. No-quiero
ser mujer, no sé cómo son las mujeres, quiero ser travesti, eso soy;
tampoco quiero ser un hombre. Conozco el lugar donde no quiero
estar y estoy construyendo mi propio sitio, con lo que puedo, lo que
tengo, pero con la certeza de quién soy. ¿Por qué tengo que recurrir
a la binariedad “varón o mujer”?
Además, incorporan en sus análisis la orientación sexual, la prác-
tica sexual, como parte de la identidad de género. ¿Se imaginan si
decimos que, además de ser travestis, vivimos eróticamente con una
mujer? ¡Nos condenan a prisión perpetua!
Tampoco en nuestra comunidad hay un solo modelo de travestis-
mo. El sistema ha construido, en un extremo, a alguien como Flo-
rencia de la V y en el otro a Zulema Lobato. Éstos son los íconos que
94 Lohana Berkins

se han elaborado sobre el travestismo, pero pocas tenemos que ver


con estas dos maneras de describirnos. Yo misma, que presido una
cooperativa de trabajo para travestis, conformada por muchas com-
pañeras jóvenes, no entiendo lo que hablan. Sus Bluetooth, sus You-
Tube, los floggers, los emo... todos términos que responden a una
generación que no es la mía. Hay muchas maneras de corporizar la
experiencia.y esto no vale sólo para las mujeres y los varones, vale
para todas las personas. A mí me irrita mucho ese tipo de reflexiones
según las cuales la sola palabra “travesti” incluye a todo el colectivo.
Algo así como “conocés a una travesti y has conocido a todas”. No,
también entre nosotras hay diferencias.
Suelo viajar mucho por el mundo y en el único país en el que
encontré mayor despreocupación por los casilleros “varón” y “mujer”
fue en Sudáfrica. Al pasar por la aduana, frente a la pregunta sobre
mi identidad, yo escribí transgénero. Nadie se preocupó por ello. No
sé aún hoy si esto respondió a que el señor de la aduana era muy
sabio o estaba cursando alguna materia con Judith Butler. En algún
momento, la sociedad argentina tendría que tener esta despreocupa-
ción. Para ello, claro, tenemos antes que visibilizarnos y luchar por
nuestro reconocimiento. No es adhiriendo a una teoría como vamos
a deshacernos de las identidades.
Retomando la idea del comienzo, a mí me interesa que los futu-
ros psicólogos o psicólogas puedan empezar a pensar en esta cues-
tión, puedan empezar a discernir que no es lo mismo ser gay que
ser travesti. Si yo contara cómo se fue conformando mi identidad,
el relato resultante incorporaría, además, mi clase social, mi et-
nia, la ideología de la que participo, mi corporalidad. Porque en la
construcción de la identidad intervienen muchos tópicos. Ella no
responde sólo a los juegos con muñecas y no a la pelota, como suele
señalarse. Esto es sólo una parte de nuestra historia, ni siquiera la
más importante. Ella no es sólo sufrimiento y pena, es también ale-
gría y poder de agencia. Nos sumamos a otras luchas, como la del
derecho al aborto y el poder de decisión sobre los cuerpos. Si yo les
pidiera a ustedes que dibujen un cuerpo de varón o uno de mujer,
no tendrian dudas sobre cómo hacerlo. Si les pido que dibujen un
cuerpo travesti, un cuerpo intersex, ¿qué dibujarían? Desde hace
muchos años, afortunadamente, nuevas corporalidades van encon-
trando un lugar en esta sociedad, van demandando sus derechos.
No es una tarea sencilla. Cuando yo me asumí como feminista,
lo primero que aprendí fue que la biología no era destino. Ahora,
cuando quise enrolarme como activista en el movimiento, la fór-
mula se invirtió rápidamente. Había nacido varón y no podía ser
Los existenciarios trans 95

feminista. Fue una pelea duns¡ma ser aceptada por el fen:umsmo,


todavía lo es hoy.
Pero no hay un solo cuerpo que “encaje” en el feminismo. Tenemos
que interpelar a la teoría y también a la política feminista. El femi-
nismo fúe un movimiento emancipatorio que no puede perder ese ca-
rácter y nosotras peleamos por eso, por ampliar los márgenes respecto
de qué se construye como mujer. De la misma manera que peleamos
para quitarnos de encima el carácter de víctimas, porque necesitamos
intervenciones de la Justicia que no trabajen sobre nuestro cuerpo
como víctimas sino como sujetas de derecho. Fácilmente puede caerse
en una especie de terrorismo corporal, pero no es así como nos eman-
ciparemos de los atajos que nos ponen el derecho, la salud, el empleo,
la política en general. ¿Cómo se mide el dolor? ¿Quién sufre o ha sufri-
do más? No hay modalidades exactas de medición de estas cuestiones.
Hemos avanzado mucho en nuestro país y pronto estaremos
debatiendo la Ley de Identidad de Género, que desde hace tanto
tiempo venimos elaborando.! Allí hay cuatro puntos que me gusta.r¡a
compartir:

1) No criminalización de la identidad travesti-transexual.


2) No necesariedad de intervención quirúrgica alguna para acce-
der al cambio de identidad y nuevo DNI.
3) Acceso libre y gratuito a la salud para que, quienes quieran
algún tipo de intervención, puedan hacerlo sin costo alguno.
4) La no definición sustantiva de qué es ser travesti, trans, pre-
gunta que suelen hacernos con frecuencia y a la que siempre
contesto: “Si yo supiera tanto, no estaría suplicándole a usted
esta ley”. Tratamos de formular una ley amplia, abarcativa.

El debate fue duro con las y los diputados. Ellos y ellas querían
definiciones sobre nosotras. ¿Y cómo certifican ellos y ellas que son,
efectivamente, ellosy ellas? ¿Por qué teníamos que hacerlo nosotras?
Otro punto interesante fue el debate acerca de la edad a la que
alguien puede recurrir a esta ley. En el proyecto original; nosotras
no habíamos puesto edad y, finalmente, se decidió que eran los die-
ciocho años el momento oportuno para peticionar el cambio. Sin
embargo, también está escrito en la letra de la ley que quienes no
han llegado aún a los dieciocho años pueden comenzar sus trámites

1. Finalmente, la Leyde Identidad de Género, que lleva el número 26.743, fue sancio-
nada el 9 de mayo de 2012. [N. de los E.]
96 Lohana Berkins

haciendo la reserva de lo que seria su “prenombre” ante el Registro


Civil de las Personas e iniciar luego el proceso de adquisicién de su
nueva identidad. Para ello está la figura del “abogado del niño o la
niña”. El niño o la niña podrá tener acceso a un certificado, no el DNI,
como digo, con el que podrá transitar por ejemplo los espacios esco-
lares sin que las y los docentes violen su derecho a ser nombrado o
nombrada como desee. Si bien se indica que los padres deberán con-
sentirlo, si ello no ocurriera, entonces los niños y las niñas acudena
esta figura del abogado.
Como pueden advertir, hemos previsto todas las: alternativas,
hemos armado una ley lo más amplia posible, una ley modelo en el
mundo, donde las más parecidas no han podido sacar, por ejemplo,
la “psiquiatrización” de la identidad. Quiero aclarar también que
ésta no es una ley de cambio de sexo, como han titulado varios me-
dios de comunicación. Ésta es una ley de reconocimiento de la iden-
tidad; quiero decir, quienes deseen cambiar su sexo pueden hacerlo
pero quienes no lo deseen no tienen necesidad de ello, pueden acce-
der al cambio de identidad sin ninguna obligación de “acomodar” su
sexo a ella.
También he escuchado observaciones, en su mayoría provenien-
tes de los sectores de derecha, que crean una especie de pánico di-
ciendo que si todos y todas pueden cambiar la identidad, también lo
harán los ladrones. Quédense tranquilos, el número de DNI será el
mismo. No hay cambio de filiación tampoco, nuestros padres y ma-
dres serán siempre los mismos. No podré yo elegir a una Fortabat
como madre y ser heredera de su fortuna, lamentablemente, ¿no?
Con la Ley de Identidad de Género estamos ante un cambio sim-
bôlico de dimensiones increíbles. Es una ley que parece estar un
paso más delante de la sociedad y eso implica que la lucha no ter-
mina con su promulgación, ahí en realidad empieza. Y yo espero
que todos y todas ustedes se sumen, desde sus propios ámbitos de
intervención, a esta batalla.
Politicas de y con los cuerpos: cartografiando
los itinerarios de Socorro Rosa (un servicio
de acompañamiento feminista para mujeres
que deciden abortar)
Belén Grosso, Marta Trpin y Ruth Zurbriggen*

Introducción

En este trabajo se relata una experiencia de invención colectiva: So-


corro Rosa, servicio de la Colectiva Feminista La Revuelta, en el que
brindamos información y acompañamiento a mujeres que deciden
interrumpir un embarazo, mediante el uso de misoprostol.! Expone-
mos un movimiento, un itinerario, un mapa de ruta que busca “tra-
zar la trayectoria de cambios, de transformaciones y de devenires™
que lo hicieron y hacen posible.
La Revuelta activa en la ciudad de Neuquén, Patagonia argen-
tina, desde el 8 de marzo de aquel convulsionado 2001. En la de-
claración escrita para la primera actividad pública, aludimos al
significado de nuestro nombre, y sostuvimos que varias acepciones
se disparaban: alboroto, vocerío causado por una o varias personas,
sobresalto, inquietud, motín, sedición, alzamiento contra la autori-
dad, segunda vuelta, revolución, punto en que una cosa empieza a

* Este texto es posible por los intercambios y las reflexiones sostenidos en el interior
de La Revuelta, junto a numerosxs activistas feministas de otros puntos del país.
Agradecemos a Mabel Béllucci su pertinaz insistencia por dar a conocer esta expe-
riencia y a las cientos de mujeres que nos permiten pensar y escribir con y sobre sus
abortos. -
1. Hormona que produce contracciones uterinas y se usa para provocar abortos en
países donde es ilegal. Su nombre comercial en la Argentina es Oxaprost y en otros
países de América Latina, Cytotec.
2. R. Braidotti, Metamorfosis, Madrid, Akal, 2005.
[97]
98 Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen

cambiar su dirección, vuelta o mudanza. A lo largo de estos años de


activismo hemos mudado en muchos sentidos; es que nos propusi-
mos rescatar, producir y llevar los saberes del feminismo a todos
lados, siempre con un interés especial: abrirlo a la protesta social y
contagiar de feminismo a movimientos sociales, políticos, sindica-
les, de derechos humanos. Hemos mutado, desafiadas por la apuesta
política que implican los procesos articulatorios que, como plantea
Celia Amorós analizando la perspectiva de Donna Haraway, per-
miten “concebir coaliciones entre diversos sujetos políticos de for-
ma flexible, funcional en relación con las necesidades de las luchas.
Ninguno de estos sujetos tiene a priori título especial alguno para
instituirse en algo así como grupo de vanguardia en base a presun-
tas caracteristicas esenciales”.? Unas articulaciones más que otras
nos significaron la tarea de emprender reconfiguraciones y redefinir
nuestras prácticas y subjetividades políticas en un laboreo siempre
dificultoso y a la vez provocador.
Asimismo, o por las razones antes esbozadas, los dispositivos que
nos dimos varían en formatos y expresiones. Según el análisis de la pe-
riodista Mónica Reynoso, a quien le encomendamos la tarea de escribir
un libro sobre nuestros diez años de militancia, las revueltas emplea-
mos al menos cuatro métodos combinados: 1) dar la palabra a las muje-
res (y a otros sujetos vulnerabilizados, agregamos nosotras) mediante
las consejerías Socorro Rosa, Socorro Violeta, jornadas de formación,
seminarios, foros, conferencias, coloquios; 2) producir nuestros propios
medios de comunicación y emitir discursos en medios tradicionales,
como el suplemento mensual Sin Sostén, los programas radiofónicos
Sin clóset, Radioactivas, la página web, intervenciones directas en dia-
rios, radios, televisión, como fuentes habilitadas por amplios sectores
del periodismo; 3) asaltar el espacio público para conquistarlo, las más
de las veces en forma efímera, con nuestros propios mensajes median-
te performances, instalaciones, intervenciones callejeras, y 4) insertar
al grupo en redes locales, nacionales e internacionales para recibir y
emitir mensajes a favor de los derechos de las mujeres.
“Porque a La Revuelta o se le teme o se la admira. No hay término
medio. ¡Socorro... La Revuelta! Puede ser tanto el grito desesperado
de una mujer que precisa ayuda como el grito de guerra aterrorizado
de los que prefieren las cosas como están. La resistencia patriarcal, no
otra cosa. [...] También son una manga de ridículas. Hacen reír. Son

3. C. Amorós Puente, Mujeres e imaginarios de la globalización, Rosario, Homo Sa-


piens, 2008.
Políticas de y con los cuerpos 29

divertidas, originales, creativas, incansables. Tomaron la audacia de


la tradiciôn feminista y la pusieron al dia en una sociedad patriarcal,
en un escenario desértico y ventoso donde todo está por hacerse [...]
Son gente incorrecta. Mujeres que incomodan en lugares públicos. La
atmósfera de desenfado y frescura en que se mueven se les nota desde
lejos [...] Si es que andan activando por la campaña del aborto, se
ponen un pañuelo verde chillón, el que identifica a la campaña. Si es
por alguna otra razón de feminismo grupal que están en la calle, el
violeta resalta en sus ropas y adornos. La estridencia es disidencia. Y
también, entonces, resistencia”, describe Mónica Reynoso.*
Nacimos con pasión por actuar. Actuar críticamente contra el ca-
pitalismo patriarcal y las formas coloniales e imperiales en que se
presentifica; desde las cotidianas, ésas que de tan pequeñas parecen
imperceptibles y a las que buscamos extraer del lugar de “casos ais-
lados” para convertirlas en causas político-pedagógicas; hasta aque-
1las que se expresan a nivel de la macropolítica, sabiendo que tienen
expresiones singulares en las existencias y que provocan constante-
mente desigualaciones. .
La crítica es para nosotras una interrogación de los términos por
los cuales la vida misma es delimitada. La invitación a producir este
escrito implica una pausa reflexiva que se enlaza en el continuum de
resistencias que tejemos en y con las miles y miles de mujeres que
año a año deciden abortar en la Argentina, ésas que desoyen man-
datos sobre sus cuerpos y ponen —de alguna manera— en entredicho
el andamiaje de la sexualidad reproductiva heteronormativa que
inunda el paisaje social. “Se estiman entre 460.000 y 600.000 inte-
rrupciones voluntarias del embarazo en la Argentina: casi un aborto
por cada nacimiento registrado en el país. El cálculo surge de la apli-
cación de dos métodos científicos validados internacionalmente. A lo
largo de su vida fértil, en promedio, cada mujer argentina tendría
dos abortos inducidos. Por cada aborto que termina con complicacio-
nes que demandan atención hospitalaria, siete no lo requerirán. El
estudio fue encargado por la Comisión Nacional de Programas de
Investigación Sanitara (Conapris), del Ministerio de Salud de la Na-
ción, a un equipo encabezado por reconocidas investigadoras en la
temática.”5 Vale destacar que son las mujeres.de menores recursos

4. M. Reynoso, Colectiva Feminista La Revuelta. Una biogenealogía, Buenos Aires,


Herramienta, 2011.
5. M. Carbajal, El aborto en debate. Aportes para una discusión pendiente, Buenos
Aires, Paidós, 2009.
100 Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen

económicos las que sufren las mayores consecuencias por prácticas


clandestinas no médicas e inseguras. Tres paises de América Latina
comparten la mayor proporción de muertes de mujeres asociadas al
aborto inseguro: Jamaica, Trinidad Tobago y Argentina.
Cartografiar resulta una operación intelectual que busca pensar -
genealógicamente, en este caso sobre prácticas activistas situadas
motorizadas por decisiones políticas, prácticas que encarnan teo-
rías, las producen, las configuran y las reconfiguran, también las
agrietan. Nos seduce la idea de hacer puentes entre la teoría critica
feminista y la militancia; desde esas íntimas relaciones anhelamos
estar siendo parte de feminismos inconclusos, inconvenientes, des-
coloniales, híbridos, mestizos, ilustrados, nómadas, ojalá fronterizos
y radicales, desde y en el sur de América Latina.
El artículo consta de tres partes. En la primera, nos proponemos
desandar el camino recorrido dando cuenta de un acontecimiento cen-
tral que auspició la concreción de Socorro Rosa y los pasajes que se
fueron operando en el mismo. En la segunda, describimos el formato
actual que presenta el espacio, referenciando de dénde toma su nom-
bre y la red de relaciones que lo hacen posible. En la tercera y última
parte, traemos algunos retazos de voces de socorridas, ésas que dotan
de sustento y encarnadura a nuestro socorrismo rosa, y postulamos
algunos interrogantes en clave de sospechas, a modo de gestos que
insisten en la necesidad de estirar los límites de lo pensable.

La potencia del acontecimiento:


de pasadoras del dato a socorristas arriesgadas

El 22 de noviembre de 2008, Newén, un joven de veinte


años, se contacta con-nosotras a través de un conocido en co-
- mún. Ailén, su novia de diecinueve, está embarazada, le facili-
tamos los datos que tenemos y mantenemos contacto telefóni-
co. En diciembre nos vienen a ver, tienen decidido interrumpir
el embarazo. Para esto ha pasado casi un mes, por lo que hay
que moverse con cierta celeridad ya que las posibilidades se
van acotando a medida que pasan los días.
Hasta la concreción de este encuentro el único registro de
voz que identificamos es masculina, la de Newén, quien nunca
tuvo reparos en consultar telefónicamente todas las dudas que
les surgían. Una de las revueltas fue profe suya en el secundario.
La presencia silenciosa de Ailén se prolonga en el encuen-
tro cara a cara, sólo se la escucha ante la obligación de dar una
respuesta puntual a alguna pregunta nuestra.
Politicas de y con los cuerpos 101

El primer intento de terminar con el embarazo no buscado


se ve frustrado por la tiranía del tiempo. Pareciera que entra en
complicidad con la prohibición (hasta la octava semana de ges-
tación es más fácil encontrar en esta región quien te lo haga,
después se pone dificil), casi que esta última no hace ni falta
porque el tiempo pasa a formar parte de los dispositivos políticos
que insisten en recordarnos sobre la ilegalidad del aborto (las
puertas se van cerrando), volviéndose expresión de la ley misma.
El viernes 19 de diciembre cerca de las 22 llama Newén
ün tanto desesperado, consiguió un turno de urgencia para el
sábado temprano (¡mañana!) con el médico de una comunidad
vecina (localidad distante a unos 50 kilómetros), pero no tie-
nen cómo llegar. Es la última posibilidad que tiene esta pareja
de jóvenes mapuches para concretar la interrupción.
Ante un socorro de esta naturaleza, necesariamente las
propias agendas se ven trastocadas; está claro que en contex-
tos de ilegalidad, el aborto las más de las veces adquiere el ca-
rácter de secreto, restringiéridose las posibilidades de a quién
solicitar colaboración. Hasta aquí, nadie de la familiade ella
ni de él sabe de la situación.
Llegamos al lugar. Cuando Newén asoma su cabeza para
ver adónde se llevan a Ailén, recibe como respuesta un autori-
tario “vos quedate ahf”, por parte del médico.
Sabemos poco acerca del tipo de práctica al que es some-
tido en ese ínterin el cuerpo de Ailén, cuando le consultamos
nos dijo: “No sé qué me hizo, me revisó y colocó algo pero no
sé qué más”. ¿Puede ser tanto imperialismo sobre el cuerpo?
¿Puede ser tanta mudez ante esa colonización?
Después de esto, trasladamos a la pareja a un residencial a
la vuelta del consultorio, lo que implica un gasto extra, en ese
. momento de 100 pesos,® que por supuesto no tienen. Todo es
parte del negociado inmundo de la clandestinidad, “pero lo ter-
- minás haciendo porque no te queda otra”, es lo que “recomien-
- da” el médico mientras el dilatador hace su efecto: Tienen que
volver a verlo unas horas más tarde.
Tampoco cuentan con lo más elemental en estos casos, toa-
llitas higiénicas, porque el día anterior omitieron decírselo,
eso sí, la persona que atendió el teléfono no olvidó recordarles
que trajeran los 2.500 pesos” para pagarle; un verdadero co-
merciante de cuerpos y deseos.
Dejamos a Ailén y Newén mientras nos envolvemos en un
abrazo en el que se tejen sensaciones intransferibles. Queda-
mos en rescatar a ambos al atardecer. -

6. Alrededor del equivalente a 20 dólares.


7. Alrededor del equivalente a 500 dólares.
102 Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen

Nos arrasa la impotencia. Nos sentimos asfixiadas por las


condiciones de este trato o mejor dicho maltrato, impuesto por
la clandestinidad, ese plus de padecimiento que tienen que
transitar las mujeres que no quieren continuar con un em- -
barazo no planeado (y quienes las acompañamos), cuando se
atreven a transgredir desafiando la ley.
Vivenciamos el desamparo, no es cualquier desprotección,
implica el abandono total por parte del Estado. Porque en el
territorio de la ilegalidad no existe regulacién alguna. Supe-
rado el llanto desconsolado, al grito de jsocoooorrrrooooo! con-
vocamos recuerdos de los socorros rosas que llevaron adelante
las francesas e italianas setentistas. Habrá “socorro violeta”
en Neuquén a como dé lugar, versa un mail con fecha de ese
fin de semana.
En la desesperación imaginamos en Neuquén un tráiler
que posibilite hacer acompañamientos informados, e incluso
rápidamente una revuelta pergeña una ficha para hacer el se-
guimiento correspondiente. Los e-mails vienen y van, mien-
tras los teléfonos no dejan de sonar. Se lee: “Le acabo de escri-
bir a un médico que conocí en una plaza de Buenos Aires cuan-
do fue el festival de Liliana Felipe, vive en España y participó
de una experiencia con misoprostol en Bolivia. Ojalá conteste”.
- El aborto finalmente se realizó, a pesar de la prohibición,
a pesar de las semanas involucradas, a pesar de la mezquina
información respecto de la práctica médica, a pesar de la an-
gustia, a pesar de la violencia, a pesar del maltrato, a pesar
del dinero, a pesar de la distancia, lejos de los parámetros de
derechos que nos asisten. Porque como sostienen July Chane-
ton y Nayla Vacarezza: “[L]o que la prohibición parece afectar
son las reglas del juego, es decir, las condiciones más que la
práctica en cuestién”.®
Si bien la intervención duró veinte minutos, avisan que
se quedan en'ese hotelucho hasta que Ailén se reponga de los
. vômitos y algunos dolores. Confirmamos que llegaremos al
anochecer a hacer el salvataje.
Sentimos que hoy, junto a Ailén y Newén, todas aborta-
mos. Reparamos que no toleramos más subjetivamente que-
dar a la intemperie, sin alguien que nos acoja y nos trate como'
sujetas de derechos. Cómo hacer, entonces, para convertir este
padecimiento en una acción política que cambie esta escena de
maltratos en un territorio con opciones para las mujeres que
así lo requieran.

8.J. Chaneton y N. Vacarezza, La intemperie y ló intempestivo. Experienciasdel abor-


to voluntario en el relato de mujeresy varones, Buenos Aires, Marea, 2011.
Políticas de y con los cuerpos 108

El sentir grupal habla de la urgente necesidad de interve-


nir políticamente de otra manera, porque no es justo seguir
expuestas a estos tratos tan arbitrarios. Asi, un pequeño y
particular movimiento tuvo lugar. “Hay momentos en las vi-
das sociales y de las instituciones en los que el presente, el
momento o el instante adquieren relieves insospechados. Le-
jos de ser porciones preparatorias del futuro, fragmentos de
un tiempo lineal o componentes de un plan general, pueden
ser la ocasión para desplegar una potencia, abrir una clausura
o ensanchar una experiencia.”°

Clandestino, costosísimo, secretísimo y cargado de numerosas


violencias, como muchos otros. La diferencia de este aborto radicó
en las afectaciones especiales que provocó en la colectiva, difíciles
de nombrar con los lenguajes disponibles, pero que motivaron la de-
cisión de proyectar lo que años más tarde denominaríamos Socorro
Rosa. : .
Este registro diferencial por parte de las revueltas se asemeja al
vivenciado en enero del mismo año 2008, cuando conocimos el fallo
judicial en el que se condenaba sólo a cuatro años de prisión domici-
liaria al ex comisario de setenta y tres años Esteban Muñoz, abusa-
dor y violador de la niña R., de once años, a quien dejó embarazada.
La figura del coito interfémora fue la coartada del tribunal sobre la
que se construyó el andamiaje de argumentaciones sexistas. El fallo
no fue apelado por el fiscal interviniente.!°
En ese momento, hartas de los mensajes de impunidad y conven-
cidas de que esa aberración nunca más debía repetirse, comenzamos
a imaginar el servicio de asesoramiento y acompañamiento legal en
violencias de género, que para esos días de diciembre de 2008, como
una especie de cierre del año, dejaba de ser una ocurrencia para
tomar la forma'de proyecto articulado con dos organizaciones sindi-
cales docentes.!! Sólo faltaba el nombre, y es en ese espacio inventivo

9. S. Duschatzky, Maestros errantes, Buenos Aires, Paidés, 2007.


10. Más información en “Pedagogía reparadoras. El caso R.”, en M. Reynoso, Colecti-
va Feminista La Revuelta, pp. 163-179.
11.Socorro Violeta es el servicio de asesorantiento y acompañamiento legal en violen-
cias de género coordinado por La Revuelta y funciona desde 2008. Los tres primeros
años fue sostenido económicamente junto con la Asociaciôn de Docentes Universita-
rios de la Universidad del Comahue (anunc) y la Asociación de Trabajadoras/es de la
Educacién de Neuquén (aren). En 2012 nos desvinculamos de ATEN debido a diferen-
cias irreconciliables con la política sindical levada adelante por la actual conducción
provincial. Más información en www.larevuelta.com.ar
104 Belén Grosso, María Trpiny Ruth Zurbriggen

de concreciôn de deseos cuando aparece una y otra vez la nocién de


socorro, inspirada ineludiblemente en los acompañamientos de las
feministas en la década del 70. Conviene aqui un acotado paréntesis.
Entre los años 60 y 70 se origina, al calor de otros movimientos de li-
beración, un feminismo cuya “conciencia politica feminista surge en
la praxis —en la interacción de teoría y acción—. La teoria feminista
no puede discutirse sin hacer referencia a la acción”, nos recuerda
Kathleen Barry.? En particular el llamado feminismo radical, con
su proclama “lo personal es político”, habilita un desafiante debate
al considerar la existencia de la dimensión política en la vida perso-
nal. Las conceptualizaciones acerca del patriarcado como sistema de
dominación; la sexualidad como construcción política, las relaciones
con el cuerpo y el aborto, son algunos aspectos que refuerzan la im-
portancia de un activismo que generó grupos de autoconciencia a la
vez que ocupó el espacio público con llamativas manifestaciones y
expresiones callejeras.
Pero volvamos a nuestros socorrismos. En aquellas discusiones
estábamos antes de la irrupción intempestiva de la clandestinidad y
sus violentamientos desnudados en el aborto que protagonizaran la
joven Ailén y Newén. No terminábamos de organizar y sistematizar
un socorro (el violeta) que ya necesitábamos de otro (el rosa).
Ambas situaciones tienen en común que esos violentamientos sa-
cudieron y se implantaron de manera especial en nuestra subjetivi-
dad colectiva. Ambas situaciones expusieron el límite de lo tolerable,
nuestro punto de inflexión, una especie de saturación que, lejos de
invitarnos a la inacción, supuso una convocatoria para crear ins-
tancias superadoras de ese malestar. Ambas situaciones también
fueron forjando un sentimiento socorrista que alude y refuerza el
sentido de salvataje entre mujeres y la capacidad de armar redes y
articulaciones. —
El servicio de asesoramiento legal termina de fraguar como
Socorro Violeta, en tanto entendíamos que era lo suficientemente
abarcativo para trabajar con las distintas violencias machistas, al
tiempo que transitoriamente permitía albergar el asesoramiento en
derechos sexuales y reproductivos, formulación esta última políti-
camente correcta que camuflaba el acceso a la información sobre
abortos “seguros”, para no exponer ni a las mujeres que pudieran
consultar ni a los sindicatos amigables ni a nosotras mismas.

12. K. Barry, “Teoría del feminismo radical: política de la explotación sexual”, en Teo-
ría feminista: de la ilustración a la globalización, Madrid, Minerva, 2007.
Políticas de y con los cuerpos 105

En este sentido, podriamos pensar Socorro Rosa inicialmente


como un apéndice de Socorro Violeta. Recién en 2010 estuvimos en
condiciones de dotarlo de identidad propia, porque los tiempos sub-
jetivos y politicos no son necesariamente coincidentes. De hecho, el
sentido de proyecto colectivo requiere de un proceso de construcción
que se expresa en distintos tránsitos y niveles de involucramiento
y compromiso de parte de las activistas feministas de la colectiva.
No obstante ello, el evento que encabeza este apartado y que viene
a trastocar nuestra experiencia política precipita una serie de deci-
siones.
El sociólogo y filósofo Maurizio Lazzarato nos ayuda a pensar en
la idea de acontecimiento. Según él, todo acontecimiento provoca en
primer lugar una mutación en la subjetividad. Una mutación “en la
manera. de sentir: no se soporta más lo que se soportaba anterior-
mente. [...] Efectuar otros posibles que un acontecimiento ha he-
cho emerger es entonces abrir otro proceso imprevisible, arriesgado,
imposible de predecir: es operar una reconversión subjetiva a nivel
colectivo. [...] El modo del acontecimiento es la problemática. No es
la solución de un problema, sino la apertura de posibles”.!* Un acon-
tecimiento hace emerger nuevas posibilidades de experimentación y
de creación.
Tanto es así que, hurgando en nuestros arcbxvos, encontramos
que el primer registro escrito con el que contamos remite al acom-
pañamiento de Ailén y Newén, preciso, con todas las observaciones
que rodearon la decisión y la resolución del aborto. Incluso en el
ítem “otros agregados” se refleja parte del impacto de esta decisión
en la relación de pareja. Visualizamos este acompañamiento como
un acontecimiento para nuestra colectiva; inscribe una cicatriz es-
. pecial, instala un pliegue capaz de hacer posible nuestro deseo y
aspiración política por crear Socorro Rosa en su fase actual.
Hasta 2009, el repertorio de acciones llevado adelante por al-
gunas revueltas se podría sintetizar en la idea de pasadoras. Nos
constituimos en transmisoras (telefónicas, por e-mail, cara a cara
algunas veces) de datos precisos respecto de médicos"* que realizan
abortos y de información sobre el uso seguro de misoprostol.

18. M. Lazzarato, Políticas del acontecimiento, Buenos Aires, Tinta Limón, 2006.
14. No contamos con dato de mujeres médicas que realicen abortos clandestinos. Con
esto lejos estamos de presuponer que no existan en esta zona; lo que pretendemos es
dejar sentado que sólo tenemos información referida a médicos varones. Los análisis
que de aquí puedan desprenderse exceden este artículo.
106 Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen

Así fuimos construyendo una red segura, siempre clandestina,


donde el orden de aparición de profesionales de la salud estaba di-
rectamente asociado al nivel de confianza, al tiempo de atraso en la
gestación y al tipo de trato otorgado a las mujeres. Paralelamente
incorporábamos algunas formas de cuidado a tener en cuenta.
Esos listados eran también socializados en el interior de la colec-
tiva, para que todas contáramos con información precisa y actua-
lizada, previendo futuras consultas e independientemente del gra-
do de participación e involucramiento de cada una. Tomando como
parámetros el primero y el último de la lista, encontramos en un
extremo a aquellos médicos que utilizaban el sistema de pastillas
hasta la octava semana, cobraban entre 380 y 400 pesos y tenían un
buen trato con las mujeres, a quienes además visitamos en alguna
oportunidad para acordar la frecuencia de derivaciones, a fin de no
comprometerlos. Como exponente de otro extremo, un médico que
llevaba adelante abortos con atrasos avanzados usaba el sistema de
aspirado, cobraba cinco veces más y encima era un jodido; alguna
vez nos enteramos de que cuando una chica le preguntó si llevaba
otra muda de ropa, él le dijo que nomás lleve la plata.
Apuntábamos como última posibilidad a que las mujeres solas
se realicen el aborto medicamentoso: “También está el sistema de
pastillas, si se anima a usarlas puede comprarlas en una farmacia
en forma clandestina, la marca es Oxaprost, contienen una hormona
—misoprostol— que provoca el aborto. Tenemos un folleto de cómo se
usa y todas las indicaciones necesarias. Pero es mejor que recurra a
un médico siempre”.
Un tanto temerosas todavía, descansábamos en el saber médico
como garantía de seguridad, sin advertir hasta ese momento el acto-
poder presente tanto en la información de cómo abortar con misoprostol
en forma segura, como en los incipientes encuentros y en las recomen-
daciones de cuidados, que más tarde cobrarán centralidad imprimien-
.do un sello diferencial a nuestros acompañamientos. Las sugerencias
giraban en torno a “está bueno que no vaya sola a los médicos, es muy
importante que esté acompañada por alguien de su entorno afectivo. Y
también está bueno que el pibe —al menos— afronte el gasto económico
que esto implica. Por lo menos sacarle ese peso de encima a la chica”.
Cabe aclarar que el teléfono y el e-mail siempre fueron utilizados
para pasar el dato a personas cercanas que se veían involucradas en
un embarazo “no deseado”, o cuandola consulta la realizaban desde
algún lugar alejado de Neuquén. En cambio, con aquellas mujeres
desconocidas, que por distintas vías llegaban a nosotras, apostába-
mos intuitivamente al encuentro cara a cara.
Políticas de y con los cuerpos 107

A estas prácticas le sigue una concentración de debates y accio-


nes en las que subyace la necesidad inmediata de apartarnos de esa
“ética ambigua” donde, por un lado, queríamos poner a disposición
la información para que las mujeres pudieran concretar la decisión
de no continuar con un embarazo (que estiman inviable para ese
momento de sus vidas) desde una perspectiva de cuidado y, por otro,
éramos cómplices —no intencionales— del escandaloso negocio del
aborto y de la multiplicidad de violencias involucradas.
Finalizando 2009, tomaríamos la decisión de desviarnos de las
huellas marcadas por el discurso y las prácticas médicas, para co-
menzar a imprimir las propias. Tres decisiones inmediatas pueden
interpretarse como señas de este giro en los acompañamientos: 1) el
pasaje de mujeres anónimas a mujeres con nombre propio, obligadas
a establecer un vínculo con nosotras, a partir de la decisión de llevar
un registro de acompañamiento; 2) el pasaje de informar sobre los
médicos que hacen abortos en ámbitos privados a priorizar que las
mujeres aborten en sus casas mediante el uso de misoprostol, en lo
posible con alguna persona cercana afectivamente que las asista, y
8) el pasaje de ser atendidas por un médico varón a ser acompaña-
das y contenidas por mujeres feministas. A ello se abocaron en un
principio dos compañeras activistas, una con formación vinculada a
la salud. Durante 2011 la atención se centralizó en una de ellas, con la
asistencia esporádica de algunas más.
Este cambio en la modalidad de acompañamientos implicó para
la colectiva nuevos aprendizajes que van desde salvar los obstáculos
propios, para abrir paso a convivir de alguna manera con el riesgo;
pasando por franquear nuestras inseguridades y empezar a confiar
más en los saberes construidos; hasta llegar a reconocer la impor-
tancia de volcar asiduamente los datos en una planilla, convencidas
de que esa información se traduciría en nuevos aprendizajes sobre la
multiplicidad de experiencias a la hora de abortar. Además, redun-
daría favorablemente en las argumentaciones para el reclamo por
el aborto legal desde un sistemático y particular trabajo en terreno.
Estas decisiones pasaron a conformar los trazos de lo que hoy cono-
cemos como Socorro Rosa.
Transcurre bastante tiempo hasta que llegamos a reconocer el
potencial político de esta experiencia, y eso abre una nueva etapa
en la que actualmente nos encontramos enredadas. El servicio nos
interroga sobre la radicalidad que allí se contornea. El deseo de tras-
pasar aquella “ética ambigua” se traduce en lo que hoy aventura-
mos en llamar una “ética del riesgo”. Un acontecimiento potenció
la posibilidad de prácticas arriesgadas y ciertamente radicales. Sin
108 Bélén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen

embargo, si el papel de la politica feminista es inventar una nueva


politica, inventar las posibilidades de experimentaciôn desde otros
lados, desde fuera de lo ya conocido, ¿qué hay de nuevo en este So-
corro Rosa? ¿Acaso sus rasgos no permearon ya las experiencias de
hace más de treinta años desarrolladas en otros países y continen-
tes? Inventario y genealogia se acoplan. Quizá de lo que trata este
tipo de Socorro Rosa es de una nueva estética militante, que se dibu-
ja en los cuerpos, en las pieles, en las mentes inquietas y permeables
a las desregulaciones en pos de actos colectivos de libertad y justicia.

Socorro Rosa: un servicio de ammpaûamenm


en clave feminista

Este cuerpo que es mío. Este cuerpo que no es


mío. Este cuerpo que, sin embargo, es mio. Este
cuerpo extraño. Mi única patria. Mi habitaciôn.
ÆEste cuerpo a reconquistar.
Jeanne Hyvrard

Socorro Rosa toma el nombre de un servicio desarrollado por fe-


ministas italianas, Soccorso Rosa, en los años 70, quienes organiza-
ron coordinadamente una forma de asistencia en la que, dos o tres
Veces por semana, las mujeres que deseaban realizarse un aborto
podían reunirse en la oficina o en el sótano de un grupo feminista,
donde recibían ayuda.
Las feministas querían demostrar su solidaridad con las mujeres
que deseaban realizarse un aborto privado, evitando Que acudieran
a personas sin capacitación o teniendo que pagar altos precios. Los
abortos eran realizados con la participación consciente de las mu-
jeres y en un ambiente distendido. Se pusieron en práctica varios
métodos. Un médico de apellido Crociani, perteneciente al Partido
Radical, realizaba abortos a bajo.costo, utilizando el método de aspi-
ración Karman, con anestesia local. En enero de 1975, Crociani fue
arrestado y las feministas capacitadas en el método Karman em-
prendieron la realización de abortos en casas particulares. También
se organizaban viajes en chárter a clínicas de Londres.
Soccorso Rosa comenzó en Roma, pero el ejemplo fue imitado en
otras ciudades. Muchos de los grupos que trabajaban por el tema del
aborto posteriormente se congregaron en un organismo coordinador
denominado Coordinamento Romano Contraccezione Aborto (CRAC).
Esta entidad llevó a cabo manifestaciones en momentos cruciales
Políticas de y con los cuerpos 109

del debate politico. Luego de varios afios de organizaciôn, activis-


mo y puesta en marcha de diversas estrategias parlamentarias, en
mayo de 1978 se aprueba en Italia la ley 194, “Normas para la pro-
tección social de la maternidad y sobre la interrupción voluntaria
del embarazo (IvE)”.
En Francia funcionaron servicios similares al de las italianas.
El film Ella tiene los ojos bien abiertos, de Yann Le Masson (1980),
constituye un exquisito registro documental de la experiencia fran-
cesa en el que cada una de las protagonistas representa su propio
papel. Muestra el proceso judicial de Aix-en-Provence llevado ade-
lante en 1976 contra el Movimiento por la Liberación del Aborto y la
Contracepción (MLAC) y la maternidad de Lilas —organización femi-
nista francesa—, ocasión en que seis de sus activistas fueron acusa-
das de ejercicio ilegal de la medicina.
La solidaridad se hizo sentir enfáticamente por un amplio abani-
co de.movimientos. Entre ellos, médicos de Aix-en-Provence firman
un escrito en el cual dicen:

Las mujeres que nosotros enviamos al MLAC vuelven a ver-


nos y testimonian que lo que ha sido esencial para todas ellas
es la acogida por las otras mujeres y la ayuda, de todas cla-
ses, sobre todo moral, antes, durante y tras la intervención.
Afirmamos que estas condiciones son primordiales para que
las interrupciones del embarazo sucedan bien en el terreno
médico [...] En el momento en que seis mujeres del MLAC van
a ser juzgadas por ejercicio ilegal de la medicina y maniobras
abortivas, queremos testimoniar que sus prácticas se efectúan
en las mejores condiciones técnicas y morales, y nosotros nos
solidarizamos con ellas.15

¿Cómo es posible un proceso judicial de estas características en


1976 si Francia cuenta con la Ley Veil'* desde hacía ya un año?
Aprobada la Ley Veil, el MAc desaparece por unos meses; sin em-
bargo, decide recomenzar sus socorrismos en la clandestinidad
dado que la norma legal no da posibilidad de abortar a todas las

15. Esther Ferrer, “Juicio contra seis feministas francesas que intervinieron en un
aborto”, París, 12 de marzo de 1977, publicado en www.indymedia.org.ar, 19 de oc-
tubre de 2008.
16. La Ley Veil es la que aprueba la despenalización del aborto en Francia en eneró
de 1975. Recibe el nombre en reconocimiento a su impulsora Simone Veil, quien por
entonces estaba a cargo del Ministerio de Salud.
110 Belén Grosso, Maria Trpin y Ruth Zurbriggeri

mujeres que lo desean: quedaban excluidas las que no cumplían con


determinada edad, las extranjeras, sumado a la cláusula que permi-
te a médicos y médicas invocar la objeción de conciencia para no rea-
lizar abortos, trabas administrativas, falta de servicios hospitalarios
necesarios para las económicamente más desfavorecidas, etc. Las
feministas francesas retoman el accionar colectivo según su propia
legitimidad y siguen así en su derrotero contra el poder que secto-
res de la medicina oficial ejercen sobre los cuerpos de las mujeres,
ocupándose de todas aquellas que no están contempladas por la ley.
El aborto es un tema político y público. La memoria nos vincula
a esas prácticas, nos encuentra potencialmente afectadas por ellas.
El Socorro Rosa que surge desde las resistencias patagónicas bajo el
impulso de La Revuelta cuenta con una línea telefónica. El teléfono
circula quincenalmente entre algunas integrantes de la colectiva.
Cada llamada implica un encuentro cara a cara, generalmente
con una desconocida, en día; hora y lugar que la responsable de la
atención coordina. Estos encuentros reúnen —en la medida de lo po-
sible- a dos o más mujeres que necesitan información. Deseamos
hacerles notar que otras mujeres transitan por la misma situación,
deseamos sacar al aborto del lugar individual, secreto y privado;
volverlo público y colectivo, politizarlo. En algunas ocasiones, nos
reunimos con las mujeres y las parejas, amigas y/o familiares que
acompañan. La única condición: la mujer que desea interrumpir el
embarazo tiene que dar el presente en esa cita.
Los lugares de reunión, un bar, una plaza, el monumento céntri-
co, una esquina, un pasillo de un hospital, la marcha callejera, etc.,
ofician de consultorios ambulatorios y fugaces, sin espéculos, sin ca-
millas, sin anestesias ni fríos instrumentales; en ellos circulan sabe-
res, deseos, miedos, angustias, incertidumbres, poderíos. Allí tiene
lugar una parte singular de.ese intrincado mundo que es cada aborto
que acontece. Es plausible suponer que, por esa misma razón, los en-
cuentros resultan verdaderos eventos de resistencia; se convierten
en sostenedores emocionales de la decisión adoptada quizá porque
—entre muchas otras cosas— aparece en voz alta la palabra silencia-
da à apenas susurrada hasta ese momento: aborto. Autorizarla, de-
cirla, anunciarla es parte de lo que hacemos entrar en el orden de lo
posible las socorristas revueltas, primero en el encuentro telefénico,
luego en la cita que nos encuentra. Anticipamos que ninguna tiene
que justificarse por haber tomado la decisión de interrumpir ese em-
barazo, sin que esto implique un no decir; nos ocupamos de usar un
lenguaje que evite tonalidades moralistas; señalamos los derechos
que nos asisten y esbozamos razones políticas críticas sobre el por-
Politicas
de y con los cuerpos 111

qué de la ilegalidad. Cémo sustraerle la carga de culpa que muchas


veces esté y se hace elocuente es parte de nuestras preocupaciones
y debates. Por ûltimo, ponemos a circular la información disponible
en un ejercicio de lectura colectiva con todas las personas presentes.
En esos eventos de resistencia, las más de las veces se ponen
en acto sororidades. que implican a las sujetas que van a abortar:
no falta la que se ofrece como acompañante de alguna a quien la
angustia la asalta desde que se presenta; la que conoce a otra que
ya abortó y relata con cierto desparpajo la sencillez del método; la
que mantendrá el aborto en secreto ante su marido, lo que provoca
asombros e incredulidad para quienes están acompañadas por sus
parejas; la que habla de las violencias que la atraviesan en su cóti-
dianidad; la que se avergüenza por no haberse cuidado; la que llega
a Socorro Rosa por su hija; la médica que acompaña a la novia de su
hijo porque “sola no puedo con esto”; la que pregunta y repregunta
todo;,el novio que habla y el que permanece callado y atento; la in-
sólita cuota de humor a la que también damos lugar y un etcétera
extenso de hechos. -
En el encuentro se pautan compromisos posteriores que nos per-
mitan asegurarnos de que no hubo prácticas riesgosas para la vida
y/o la salud de las mujeres. La “protocola” de atención es el instru-
mento diseñado para obtener información de todo el proceso: antes,
durante y después del aborto.
Cada vez más mujeres se animan a abortar utilizando pastillas
que contienen misoprostol'” y, con ellas, en una polifonía, de prácti-

17. Él uso del misoprostol para provocar abortos inducidos despierta polémicas. Hay
quienes lo detractan e insisten en contraindicarlo porque sostienen que sería un mé-
todo inseguro, al punto que podría causar la muerte de quienes lo utilicen, y com-
plicaciones y malformaciones en caso de continuar la gestación por no producirse el
aborto. La Organización Mundial de la Salud (oms) ha incluido el aborto con medica-
mentos en la Guía técnica y de políticas para sistemas de salud: aborto sin riesgos,
publicada en 2008. En 2005, incluyó la mifepristona y el misoprostol en la lista de
medicamentos esenciales, que reúne todos aquellos medicamentos necesarios para
tratar las enfermedades más frecuentes y son seleccionados por su eficacia, seguridad
y costo-efectividad. En junio de 2012 publicó la segunda edición de la Guía, y refiere a
cómo utilizar el misoprostol: “Donde no se disponga de mifepristona, el método reco-
mendado para el aborto con medicamentos es 800 ug de misoprostol por vía vaginal o
sublingual para embarazos de hasta doce semanas. La dosis puede ser repetida hasta
tres veces en intervalos de al menos tres horas y no más de doce horas”.
El misoprostol es una prostaglandina que se utiliza para el tratamiento de úl-
ceras gástricas y también para la induccién del parto vaginal. Como método para la
interrupción de embarazos, el efecto del misoprostol es la contracción de los músculos
lisos del útero, que provoca la expulsión del saco gestacional. Es una droga amplia-
112 Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbiiggen

cas, de relatos y de vivencias, todas nos empoderamos: unas, por la


decisión de abortar; otras, por el acompañamiento sostenido. Unas
y otras exhibimos así nuestro poder contra los poderes médicos, ju-
diciales, políticos, religiosos, educativos, mediáticos, que pretenden
expropiarnos el derecho personalísimo a decidir sobre nuestros cuer-
pos. Unas y otras trastocamos parte de la cadena de montaje desde
la que se insiste que sexo y reproducción son destinos inevitables en
el régimen causal heterosexista.
Socorro Rosa es posible en una compleja red de relaciones ins-
criptas en una época particular, signada por la presencia insoslaya-
ble de heterogéneas activistas, colectivas y grupos feministas que,
junto con el amplio movimiento de mujeres, traemos e imponemos
nuevas agendas a la política toda. En esa red reconocemos:

a) La existencia de la Campaña Nacional por el Derecho al Abor-


to Legal, Seguro y Gratuito,' campaña que señala un antes
y un después en la lucha por el derecho al aborto en la Ar-
gentina. Actora ineludible en el tratamiento del tema, logró
generar interesantes efectos en el escenario social, cultural
y político. Su accionar —amplio, plural y federal— lejos está
de inaugurar la lucha por el derecho al “aborto” en el país;
hubo un sinnúmero de feministas que trajéron el reclamo en
tiempos en que la palabra “aborto” era impronunciable. El
giro está dado en que la Campaña Nacional logra recuperar,
agrupar, amplificar y extender la demanda por fuera de las
fronteras del feminismo.
b) Procesos articulatorios como la red de colectivas Feministas In-
convenientes, surgida en el verano de 2007. En su seno nos reu-
nimos activistas con aspiraciones y prácticas similares, lo que

mente usada en la actualidad en toda Latinoamérica: una mujer puede administrár-


sela ella misma en su casa, preferentemente hasta las doce semanas de gestación;
, pasadas esas semanas, se recomienda seguimiento médico. Son poco comunes las
hemorragias e infecciones; tiene baja tasa de efectos secundarios y un costo relativa-
mente bajo; existe mayor disponibilidad y alta efectividad para el aborto cuando las
dosis son bien utilizadas. Es recomendable realizar un control médico posaborto entre
10s diez y los quince días después de haber utilizado el medicamento.
18. Lanzada en mayo de 2005, reúne 820 organizaciones del país y activa en 29 lo-
calidades de 14 provincias argentinas. En marzo de 2012 presentó por cuarta vez el
. proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (1vE), esta vez con la firma
de 57 diputadas'y diputados de todos los blogues con representación parlamentaria.
Más información en wuww.abortolegal.com.ar
Políticas de y con los cuerpos 118

permitió —en el tema específico que nos ocupa— intercambios y


producción de folletería referida al uso de misoprostol, editada
con fondos de la Campaña Nacional y distribuida masivamen-
te, en especial en los Encuentros Nacionales de Mujeres.
c) La creación de la línea telefónica “Aborto más información,
menos riesgos” y la socialización del conocimiento que se hi-
ciera mediante la edición del manual Cómo hacerse un abor-
to con pastillas, compilado por Lesbianas y Feministas por la
Discriminalización del Aborto, El Colectivo, 2010
d) El compromiso activo de una serie de profesionales de la salud
que, en ocasiones de manera más explícita y en otras de ma-
nera silenciosa y subterránea, contribuyen a nuestras propias
autorizaciones y nos hacen visualizar auspiciosas grietas a fa-
vor de los derechos humanos de las humanas. Como referencia
concreta contamos en la ciudad de Neuquén con la apertura
d‘e un consultorio: TEA (Te Acompañamos, control, consejería y
anticoncepciôn posaborto), que funciona una vez por semana
en el Hospital Regional Castro Rendén desde marzo de 2012.
e) La concreción desde 2011 de debates y trabajos colectivos con
socorristas de otros puntos del país, inspiradas en propiciar
activismos generadores de intercambios capaces de sustraer-
nos de las formas fragmentarias de proyectar la politica, deba-
tes que se profundizan y adquieren otro nivel de compromiso.
en 2012.

En nuestra opinión, las prácticas de abortar constituyen prác-


ticas culturales anticonceptivas. Trascienden tiempos históricos y
geografías. Son prácticas culturales de rebeldías y empoderamien-
tos; prácticas de libertad, multiplicadoras del poder de las mujeres,
prácticas :boicoteadoras de la maquinaria estatal y del control reli-
gioso de la sexualidad.
Asumimos que el poder es una relación inherente a todas las re-
laciones sociales, algo móvil, fluido y capilar que se encuentra en to-
das partes, se ejerce y vivencia desde diversos puntos esparcidosen
redes múltiples, donde los antagonismos entre interdictos y trans-
gresiôni se evidencian y ponen en acto. En esas relaciones se produ-
cen las y los sujetos.
Desde aqui, postulamos que las mujeres con sus prácticas abor-
tivas ejercen su potestad, aun en condiciones de ilegalidad; sortean
mñltipies obstáculos y engendran la posibilidad de pensar los cuer-
pos y la sexualidad de manera renovada en esa inmensa microdeci-
sión que asumen para sus vidas.
114 - Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen

Las prácticas de abortar insisten y no nos son ajenas, por eso


creamos el dispositivo de intervencién politica Socorro Rosa, configu-
rado para un tiempo y espacio sociopolitico urbano especifico, cuyas
demarcaciones centrales pueden ser replicadas, imitadas y adapta-
das según los disimiles contextos lo ameriten. La politica es también
la gestión del imaginario social. Socorro Rosa se inscribe como una
práctica colectiva y articulada que aspira a marcar una diferencia,
a instalar otros lenguajes. Pretendemos con este socorrismo insta-
lar una discontinuidad, un contrapunto intrépido y cuidadoso, un
laboratorio contrahegemónico que quite poder a los fundamentalis-
mos, que colabore en la deconstrucción de asimetrías y controles,
que sacuda los órdenes naturales de los regímenes normativos, que
expropie ganancias al negociado del aborto clandestino, que se deje
afectar por las pasiones y los deseos, que recupere también un re-
servorio de ternura, erotismo, sensibilidad, riesgo y cuidado para
las prácticas militantes, que produzca aperturas para reconstruir
formas de lenguaje capaces de hacer más audibles las experiencias
singulares de quienes abortan y de las activistas que acompañamos.
Volver inteligibles esas experiencias permitiría también volver in-
teligible qué subjetividades se están produciendo allí, considerando
que esa producción “engloba las acciones y las prácticas, los cuerpos
y sus intensidades, se producen en el entre con otros y es, por tanto,
un nudo de múltiples inscripciones deseantes, históricas, políticas,
económicas, simbólicas, psíquicas, sexuales, etc.”.!° Volverlas inte-
ligibles para reponer en la realidad social, cultural y política esos
cuerpos de mujeres que desean y deciden abortar y que instalan con
ese acto su propia ley.

Cada aborto es ün mundo...

Abortar es un acto politico. Acompañar también.


El espacio de Socorro Rosa pareciera abrir las puertas a otras
dimensiones del acontecer social (inexploradas o poco conocidas), en
tanto pone en relieve a las mujeres que desean interrumpir un em-
barazo involuntario y todo lo que en función de ello se despliega.
Son ellas también quienes interpelan permanentemente nuestro
acompañamiento para que no devenga rutina o acostumbramiento.
Porque la elección de abortar, por parte de muchas mujeres, no empa-

19. A.M. Fernández, Politica y subjetividad, Buenos Aires, Biblos, 2008.


Politicas de y con los cuerpos 115

fia el carácter de acontecimiento que tiene para esas vidas y nos désa-
fia a nosotras, socorristas, a reconocer lo inédito en esas experiencias,
al presentificarse a través de sus relatos las complejas tramas vin-
culares, las representaciones, las contradicciones, los prejuicios, los
temores, los silencios, las imágenes, las prácticas, los acercamientos,
las resistencias, las docilidades, las confrontaciones, las. desinforma-
ciones, los engaños, las ausencias, las expresiones afectivas.
Nos animamos a pensar que esta dinámica es posible en tanto dos
espacialidades entran en relación: 1) el espacio proyectado por las
revueltas: Socorro Rosa, y 2) el espacio individual-subjetivo propio
de cada una de las mujeres que solicitan nuestro acompañamiento.
Uno viene a funcionar como soporte del acompañamiento, fa-
cilitando horarios y lugares de encuentro según las necesidades y
urgencias; el otro habla acerca de quiénes están siendo nuestras so-
corridas.? Lo curioso es que ambos espacios arrojan un tercero, un
espacio de incertidumbre al que quedamos expuestas tanto socorris-
tas como socorridas.
En reiteradas ocasiones nos preguntamos qué es lo que vuelve
tan peculiar a Socorro Rosa que va más allá de la información que
estas mujeres vienen a buscar. Quizá tenga que ver con esa capaci-
dad de destrabar palabras que ese espacio posibilita y por la partici-
pación activa de ellas en su definición.
En este sentido podemos hablar de un espacio de confianza que
se construye de forma colaborativa, que nos posibilita a nosotras
socorristas acceder a un plus de información y de experiencias vivi-
das por estas mujeres no contemplados en el momento de imaginar
Socorro Rosa. Los mensajes de texto van y vienen entre socorridas y
socorristas, al calor de ellos se multiplican anotaciones en un instru-
mento de seguimiento. Palabras y frases que se agolpan en un ir y
venir afectado;el registro escrito —inabarcable de la experiencia— se
vuelve interesado a medida que advertimos su potencialidad. Nos
incita al menos una trilogía de deseos: auscultar sentidos, sus po-
tencias y vitalidades; hacer trabajar nuestros pensamientos y dar a
conocer sobre la insistencia cotidiana del aborto en cuerpos y vidas
concretas de este presente cercano.
Es en ese espacio libre de censuras en el que se despliegan una
serie de intercambios que tienen sentido y cobran significación en

20. En su mayoría mujeres de entre dieciocho y treinta años, que trabajan en relación
de dependencia en trabajos formales o en informales con salarios que no superan los
3.000 pesos (equivalente a 600 dólares aproximadamente).
116 Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen

funciôn del interés que prima: concretar el deseo de abortar en for-


ma segura. La variedad de lo que en ese entorno entra en circulación
está en relación directa con la heterogeneidad de mujeres y de cómo
cada una vivencia subjetivamente ese proceso, tornando Socorro
Rosa en un espacio múltiple cuya estética se arma, mezcla, desarma.
y confunde a la velocidad de las figuras de un caleidoscopio.
Por momentos se configura en un espacio donde las mujeres no
dudan en denunciar el machismo imperante en sus vidas. A los vein-
tiséis años una de nuestras socorridas está completamente segura
de que el muchacho rompió el preservativo a propósito porque siem-
pre le insistía con querer ser padre. A otra, el pibe le dijo que era es-
téril. Otras veces, es el discurso médico el que colabora en preservar
el orden social de género: una mujer que a los treinta y cuatro años
tiene en su haber cuatro hijos, un compañero en la cárcel y un em-
barazo no deseado como resultado de la llamada “visita higiénica”,
cuenta: “El año pasado quise ligarme las trompas, una médica me
dijo que fuera a la psicóloga, que yo era muy joven para tomar una
decisión así, yo ni loca voy a ir a una psicóloga para eso, yo ya sé lo
que quiero”. Paralelamente, otra mujer aduce que su neonatóloga le
dijo que en período de lactancia no quedaría embarazada. ¿Formas
de violencias renovadas?
En ocasiones, adopta la textura de un espacio ocupado por algo
parecido a un parte diario, acompañado de una descripción densa,
minuciosa. Con frecuencia iniciamos nuestro día con la recepción de
un mensaje del tipo: “Buen día, estoy bien, sangrado normal. Ayer
hasta última hora desprendimienio de elementos gruesos y coágulos.
Hoy sin momentos de fiebre”. Asimismo, hay quienes se caracterizan
por acercar hasta el mínimo detalle: “Ya me las puse lo más adentro
que pude... Ojalá me haga efecto No quiero ser asquerosa, pero usted
es la que sabe, me bajaron tres coágulos grandes. ¿qué es?”. No-falta
alguna que, en la era de las comunicaciones, utiliza como parámetro
de comparación el celular: “Me parece que el saco salió anoche, era
como un chicle. Despedí una especie de esponja de mucosidad color
beige tamaño la- mitad de tu celular”. La cotidianidad de este inven-
tario puede leerse en relación estrecha con la insistencia hasta el
hartazgo de las socorristas (en los encuentros cara a cara), para que
nos avisen sobre el proceso y sus características. Inferimos, por tan-
to, que el mensaje funciona-como confirmación: de que han seguido
paso a paso nuestros consejos y reaseguro de que han hecho bien los
deberes. -
Hay ocasiones donde Socorro Rosa reaparece como un espacio
donde lo insólito entra en escena a través de una aparente simple
Politicas de y con los cuerpos 117

pregunta como “las pastillas, ¿me las tengo que poner derechas o de
costado?”. Una sensación similar nos invade en momentos en que
una mujer estando en proceso escribe: “Ya despedí algo, ¿te puedo
mandar una foto para que vos veas a ver si es el saco?”. Muchos
interrogantes enmudecen a las socorristas en tanto escapan al re-
pertorio de preguntas y actuancias imaginadas, esto es, asaltan lo
previsible. Sucede que a veces sentimos que no tenemos anclajes
experienciales para comprender lo que el proceso del aborto desen-
cadena en estas mujeres.
Hay que apuntar que es un espacio donde también se suelen ex-
presar tensiones con nuestras socorridas: a) por las demandas para
que el encuentro informativo se realice de inmediato, dificultando la
concreción de instancias colectivas; b) porque a veces nos encontra-
mos con que desconectan el teléfono después de acceder a la infor-
mación, instalando barreras en la política de cuidado que intenta-
mos llevar adelante (“Imposible comunicarme con ella después que
resolvió el problema, nunca más atendió el teléfono. Finalmente me
comuniqué con su amiga para saber si todo estaba bien e insistir en
que se haga la eco. Contestación: no tiene plata para la eco, ¡le dije
que podía ir al hospital gratis un montón de veces!”), y c) por las
dificultades para significar nuestro tiempo como tiempo militante
(“Bajo caminando hasta la terminal para encontrarme con tres so-
corridas. Horario de encuentro con las mujeres 14 horas. Llega una
con su niño pero no se puede quedar. Espero un rato más, nada.
Vuelvo caminando a casa, son las 15.30, llego toda enojada e indig-
nada, con ganas de gritar, además con el pelo todo lleno de tierra y
revuelto por el viento neuquino. Entonces helpppppp.... SOCORRROO00.
Les pido porfis que me ayuden a pensar qué hacer para que esto no
me pase”). Se impone una pregunta: ¿qué idea de nosotras tienen
algunas de las socorridas? ¿Acaso suponen que somos funcionarias
estatales full time?
Otras veces las tensiones se expresan en el encuentro cara a cara.
Versa un registro: “Dice que nunca sufrió violencia familiar cuando
consulto ese ítem, dificil esto con-él en la cita. Sin embargo, cada
cosa que quería contarme esperaba a que él la autorice, tiene treinta
y siete años y no responde nada motu proprio”.
Destacamos que es un espacio donde las relaciones varían en in-
tensidad: muy cercana a veces, fugaces otras, por momeritos depen-
diente, pocas veces indiferente o desconfiada.
También inferimos que es un espacio que expone las limitacio-
nes del modelo biologicista en educación sexual: a) al desconocer el
lugar del deseo: “Hace dos años que no tenía relaciones sexuales con
118 Belén Grosso, Maria Trpin y Ruth Zurbriggen

nadie, ¿qué me iba a imaginar que justo ese día iba a quedar emba-
razada?”; b) cuando nos encontramos con socorridas que sostienen
la posibilidad de haber quedado embarazadas durante una relación
anal: “Cuando no tenemos preservativos tenemos otro tipo de rela-
ciones. Anales, ¿entendés? Y creo que ahí me quedé embarazada”; c)
ante la imposibilidad de algunas mujeres de reconocer la desigual-
dad presente en las relaciones sexuales: “Dice que el pibe no quiso
usar preservativos porque se le bajaba”, y d) en las dificultades para
destrabar mitos y falsas creencias: “Mi amiga se puso el DIU y su hijo
nació con el DIU en la oreja, por eso yo al DIU no le tengo confianza; sí,
en la oreja... así como incrustado”.
Més allá de la singularidad de cada uno de esos decires, todos tie-
nen en común la inscripción en un cuerpo sexuado en el que se acti-
van multiplicidad de códigos (la clase social, la edad, el color de piel,
el nivel educativo alcanzado, etc.), un cuerpo que obstinadamente
quiere abortar más allá de la criminalización establecida en la ley
heteropatriarcal. Ese cuerpo que es una superficie de intensidades,
al decir de Rosi Braidotti en Metamorfosis.
La riqueza de Socorro Rosa radica en esta proliferación de es-
pacios habitados por una polifonía de voces que hacen estallar las
regularidades, desafiando nuestros pensamientos y alimentando la
idea de que cada aborto es un mundo. Estamos tentadas en seguir
enumerando espacios que indiscutiblemente remiten a expresiones
y significados de esas mujeres: espacio para la solidaridad, espacio
para la confidencia, espacio para la astucia, espacio para la expre-
sión de deseos... No son reducibles a una lógica de la completud.
Se trata de espacios que abren grietas, dejan señales, se entre-
lazan con lo extraño e imprevisible, se atraviesan y sobrepasan
por el peso de la heterogeneidad de esos mundos —muchas veces
inasibles, insólitos y hasta chocantes para nosotras— en el que vi-
ven sus vidas las mujeres que acuden a nuestro socorrismo. No hay
totalidades en las que esos cuerpos y experiencias vitales puedan
fundirse.
En otras palabras, hablamos de espacio como territorio para los
encuentros, la hospitalidad, los enojos, las incertidumbres, los cono-
cimientos, la información, los cruces generacionales y de clase. Un es-
pacio que se propone quebrantar el interés estatal por despolitizar y
desexualizar las prácticas abortivas. Un espacio donde las relaciones
de poder acontecen, donde el poder circula, pulsea entre la necesidad
de información que socorridas precisan y que socorristas ponemos
a disposición, y entre las vulnerabilidades que implica para unas y
otras la clandestinidad de la práctica de interrumpir un embarazo.
Politicas de y con los cuerpos 119

Espacio que también podemos visualizar como mundo interno,


productor de subjetividad, un terreno inestable como las coritingen-
cias, de apertura a lo que todavía no es, como zona en la que bus-
camos “hacer tajos” en lógicas clientelares y oportunistas, pero que
algunas veces se atasca en el terreno fangoso de las mismas, aun
contra nuestras aspiraciones y voluntades.
Un espacio que se difunde y difumina con ritmos acelerados. pero
que dadas las características de nuestra colectiva, su inserción, for-
mas de agenciamientos y posibilidades de existencia, es visitado —en
cierta medida— por un número de privilegiadas. Mientras tanto, mu-
chas seguirán sin saber sobre su existencia, sometidas a las exclusio-
nes y desigualaciones que impone el orden sexual jerárquico estatal.
¿Qué experiencias se tornan sonidos inarticulados o mejor un um-
bral asignificante en esas prácticas culturales anticonceptivas como
son los abortos? Innumerables sentidos se nos escapan. Tampoco es
posible capturar todos los gestos y silencios. Asimismo, corremos el
riesgo de idealizar lo que nos acontece con estas mujeres. Sin embar-
go, ellas mejor que nadie dan cuenta de la forma particular en que
Socorro Rosa se concreta en el aquí y ahora.
Mientras reclamamos la despenalización y legalización del abor-
to en la Argentina, en el marco de la Campaña Nacional por el De-
recho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, no rehuimos el riesgo que
implica tener un plan B, como llama Mabel Bellucci a este tipo de
proyectos.
¿Qué tipo de interrogaciones traen las experiencias de socorristas
y socorridas a las fórmas de activismo feminista? ¿Qué operatorias
de lectura acontecen cuando sobreviene la pregunta —siempre pre-
sente al escuchar relatos sobre Socorro Rosa— sobre los riesgos que
asumimos? ¿En qué punto socorridas y socorristas nos volvemos vul-
nerables unas a otras? .
¿Qué modos históricos de subjetivación son agrietados por esas
mujeres que abortan con misoprostol? ¿Qué nuevo tipo de subjeti-'
vidades engendran las prácticas de abortar con misoprostol? ¿Y qué
tipo de subjetividades generan las prácticas de acompañamiento
sostenido? ¿En qué medida el deseo de abortar y el deseo de acompa-
fiar provocan afectaciones singulares y afectaciones colectivas en los
cuerpos de socorristas y socorridas? ¿Qué intensidades colectivas se
arrastran y afectan en pos de corporalidades autónomas? ¿Qué sen-
tidos desfonda Socorro Rosa con relación a la política médica sobre
- los cuerpos de las mujeres? ¿Qué modos de sororidad se presentifi-
can? ¿Con quiénes y entre quiénes? ¿Cuál es el tipo de radicalidad
política que socorre a Socorro Rosa?
120 Belén Grosso, Maria Trpin y Ruth Zurbriggen

Sean cuales fueran las respuestas abiertas y múltiples que ensa-


yemos para los interrogantes anteriores, para nosotras'Socorro Rosa
es un elocuente modo de resistencia y de empoderamiento, posible
también por la existencia de otras formas de socorrismo en el pais y
en pafses hermanos de Latinoamérica. Nos empuja a incorporar la
dimensiôn de la(s) pasién(es) para repensar la politica. Los deseos,
las creaciones, los imaginarios y las prácticas activistas que aconte-
cen con y por Socorro Rosa se encuentran en el interés por articular
inexorablemente reclamos del orden de la macropolítica con la mi-
cropolítica, tanto a nivel de las teorías como de las prácticas que las
sostienen. Socorro Rosa resulta la expresión de ese intento.
PARTE IV

Género,, diversidades y psicoanálisis


Diversidad y clinica psicoanaliticas
apuntes para un debate

Débora Tajer

En este capitulo me interesa especialmente referirme a algunos de-


bates actuales en torno a la relacién entre las subjetividades sexua-
das y la clinica psicoanalitica. En ese sentido, trataré de focalizar
en los posibles aportes de la articulación entre el psicoanálisis y los
estudios de género, en relación con varios de los desafíos que se nos
presentan en la clínica psicoanalítica en la actualidad.
Entre esos desafíos podemos enumerar:

a) Los cambios producidos en la configuración de las femineida-


des y las masculinidades, en sus roles, ideales y conformacio-
nes deseantes, que establecen conflictos históricamente espe-
cíficos. -
b) Las transformaciones en las relaciones de poder entre los gé-
neros en la vida cotidiana, que han creado mayores libertades,
pero también nuevos modos tanto de sufrimiento como de pla-
ceres.
c) La aparición de una multiplicidad de configuraciones y si-
tuaciones familiares que ponen en cuestión la relación entre
formación de pareja y parentalidad: las familias ensambladas
(los míos, los tuyos y, a veces, los nuestros), el impacto de las
nuevas tecnologías reproductivas, las decisiones de separacio-
nes en el curso de embarazos, separaciones y tenencias com-
partidas de niños muy pequeños (incluso menores de un año),
la monoparentalidad por opción, la homoparentälidad, la pa-
rentalidad compartida sin constituir una pareja, entre otras.
d) La visualización del campo de las prácticas de la diversidad
sexual, que incluye las prácticas de sexualidad por fuera de
[123]
124 Débora Tajer

lo heteronormativo y de la biparticién identitaria en géne-


ros. Todo ello desde el campo de las y los propios actores se
denomina LGTTB (lesbianas, gays, travestis, transexuales y
bisexuales).!
e El nuevo panorama que se abre a nivel de la procreación en
la articulación entre las posibilidades de las nuevas técnicas
reproductivas (fertilización asistida, alquiler de vientre, dona-
ción de óvulos y esperma, entre otras) y las decisiones repro-
ductivas: alargamiento de la edad de procreación en mujeres,
la opción por la monoparentalidad y que, en el campo de la
diversidad sexual, permiten separar el deseo de hijo/a de la
existencia de una pareja basada en la diferencia sexual.

De hecho, más allá de que intentemos tapar el sol con las manos,
ha habido cambios en la vida cotidiana y en los horizontes de los
proyectos de vida de las y los sujetos actuales que tienen impacto en
la clínica y establecen nuevas demandas y conflictos.
Una primera reflexión a modo de recaudo epistemológico y ético
que yo plantearía es que estos desafíos presentan dos caras.
Una de ellas se refiere a no dejar que el prejuicio, o las concepcio-
nes anteriores a los problemas actuales, nos hagan ver los cambios
señalados como psicopatológicos per se. La otra es que tampoco re-
signemos el poder identificar las formas que pudiera ir adoptando la
psicopatología en lo nuevo. -
Deslindar estas dos caras de la problemática-es un imperativo
ético para poder seguir sosteniendo lo que a mi modo de ver es el
compromiso básico del psicoanálisis con la sociedad: trabajar con
las formas en las cuales se expresa el malestar humano, ponién-
dole palabras al dolor. Es muy importante que tomemos esto como
tarea, para que no nos ocurra que por -abstenernos de repensar
frente a los nuevos desafíos nos quedemos siendo los guardianes
-de lo que en un momento fue vanguardia y hoy puede convertirse
en reliquia.
.Para entrar de lleno en el tema, es preciso contextualizar me-
diante una breve actualización cómo comienza y qué sentido ha pro-

1. Al respecto hay muchísimas discusiones, por ejemplo si estamos frente a algo nue-
vo en las prácticas en sf o si lo nuevo es la visibilidad y la búsqueda de legitimación
social, Podemos ubicar aquí la existencia de las marchas del orgullo gay y los desarro-
llos teéricos de los estudios queer, relacionados con los estudios de género, pero que a
la vez los critican por hallarlos “demasiado heteronormativos”.
Diversidad y clinica psicoanalitica 125

ducido la introduccién de la perspectiva de género en el trabajo y el


pensamiento psicoanalfticos.
Podemos señalar que, en un primer momento, se trató de rela-
cionar el estatus subordinado de las mujeres en el sistema patriar-
cal con las formas del malestar femenino. Esta tarea se realizó
siguiendo la linea que planteó Freud en El malestar en la cultura,
texto en el cual expresa que no podemos esperar una conformación
similar de los aspectos morales en aquellos que más gozan de los
bienes sociales (él se refería a los sectores más acomodados de la
sociedad, entre los cuales se incluía) y los sectores más pobres.?
Él decía que quienes eran más afortunados socialmente podían
estar más dispuestos a dejar de lado sus deseos egoístas para so-
meterse a los ideales culturales y sociales, de los cuales se veían
beneficiados en mayor medida que los sectores subordinados. De
este modo entendía que los sectores sociales más bajos no estuvie-
ran muy dispuestos a las renuncias pulsionales a favor del interés
colectivo.
Esta línea fue años más tarde retomada por Herbert Marcuse
para expresar esta demanda hacia los sectores sociales subordina-
dos, de mayor exigencia de devolución social a cambio, como base de
las relaciones capitalistas que él analizaba en términos de la produc-
ción de un plus de malestar.?
Estos desarrollos fueron retomados por los estudios de género;
utilizando estas herramientas para un grupo que hasta ese mo-
mento no había sido pensado como subordinado socialmente: las
mujeres. La psiquis femenina había sido pensada en tanto efecto
de la diferencia sexual anatómica.* Por lo tanto, sacar a la femi-
neidad del campo de la esencia (“lo” femenino) y de la determina-
ción biológica de la psicología (consecuencias psíquicas de la dife-
rencia sexual anatómica), para darle un estatus de construcción
social que constituye psiquismo, fue la tarea emprendida por los
estudios de género en un comienzo en su diálogo con el psicoanáli-
sis. Y desde ese nuevo punto de partida, luego se trató de ver cómo
se constituía la femineidad de cada mujer como modo particular
de singularización en relación con un social histórico en el cual

2. S. Freud, El malestar en la cultura (1930), en Obras completas, Buenos Aires, Amo-


rrortu, 1988, vol. 21, pp. 57-140.
3. H. Marcuse, Eros y civilización, Barcelona, Seix Barral, 1968.
4. Véase S. Freud, “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre
10s sexos” (1925), en Obras completas, 1984, vol. 19, pp. 259-276.
126 Débora Tajer'

las mujeres son “el segundo sexo”, tal como lo evidenció Simone
de Beauvoir.5
De estos planteos se desprenden varios interrogantes y unas ta-
reas para la teoria psicoanalítica:

a) Indagar cómo se constituye el deseo heterosexual en las muje-


res en el marco de las relaciones patriarcales, ya que el mismo
implica un amor no sólo al que está del otro lado de la diferen-
cia sexual, sino que incluye la mediación de las relaciones de
género, el amor al amo social y al que tiene más privilegios, de
los cuales ella no goza. Emilce Dio Bleichmar señala que parte
de ese desafío está relacionado con un deseo de ser el “género
devaluado”, que le incluía otra complejidad al trabajo psíquico
que propone la resolución edípica en las mujeres, más allá del
abandono del primer objeto de amor.* Esta especificidad de
conformación del deseo heterosexual de las mujeres en el mar-
co de relaciones patriarcales nos ubica en parte del conflicto
que presentan las mujeres actuales en consulta: el deseo por
el amo y el concomitante rechazo moral a esta forma de deseo
por el sistema de ideales más igualitarios que repudian su
propia subordinación.
b) Ver cómo podemos empezar a pensar la constitución de mo-
dalidades deseantes por fuera del modelo hegemónico hete-
ronormativo, hasta ahora necesario socialmente para poder
garantizar la reproducción biológica de la especie humana.

A modo de síntesis, podemos decir que el desafío principal es


poder pensar en simultáneo cómo se constituyen los psiquismos en
relación con la diversidad de las prácticas sexuales y de las relacio-
nes asimétricas de poder entre los géneros. Tomamos como base de
diálogo varios de los desafíos que propone Ana María Fernández.”
Esa cuestión también entra en juego en los debates sobre la rea-
signación de sexo de las y los sujetos intersex (xxy) y de los sujetos
trans. Tradicionalmente el psicoanálisis ha partido de la idea de que
todo psiquismo normal y sano debe articularse en torno al reconoci-

5. S. de Beauvoir, El segundo sexo (1949), Madrid, Cátedra, 1998.


6. E. Dio Bleichmar, El feminismo espontáneo de la histeria. Estudio de los trastornos
narcisistas de la personalidad, Madrid, Adotraf, 1985.
7. A.M. Fernández, Las lógicas sexuales: amor, p¿lltica y violencias, Buenos Aires,
Nueva Visión, 2009.
Diversidad y clinica psicoanalitica 127

miento de la diferencia sexual y ésta se conforma de manera bina-


ria, con sólo dos casilleros: femenino o masculino. Sin embargo, es
posible pensar formas diversas de desarrollo de la psicosexualidad
que no estén en relación de subalternidad con las “buenas formas”,
ni necesariamente en el campo de la psicopatología, que están pro-
poniendo en acto un desquiciamiento de la diferencia.*
Si nos.enfocamos en la línea de las relaciones de poder entre los
géneros y la construcción de la subjetividad femenina en ese entra-
mado vincular, podemos tomar como acervo las reformulaciones de
las concepciones psicoanalíticas sobre la femineidad que ha hecho el
psicoanálisis desde la perspectiva de género:

à) El cambio de punto de vista de la consideración del maso-


quismo como núcleo de la femineidad, a la concepción del
masoquismo en la femineidad como un tipo de desarrollo de
erogeneidad que se constituye en el marco de relaciones de
dominación. .
b) La revisión de la idea de la insuficiencia del superyó femenino
y el supuesto menor aporte a la cultura de las mujeres por
dicha razón. Esta concepción fue especialmente desarrollada
por Carol Gilligan en su revisión acerca de los modos específi-
cos de la formación de la conciencia moral en mujeres.?
€ La envidia del pene, la cual ha pasado a ser considerada comó
envidia al lugar social masculino y no al atributo a través del
cual se lo imaginariza.
d) El cambio en la concepción acerca de la histeria femenina. De
una idea de la misma como la forma “normal” de ser mujer
a comenzar a considerarla como una solución de compromi-
so entre el narcisismo de género femenino y las prácticas de
sexualidad en un histórico social patriarcal. Se trata de una
solución de compromiso cuya resolución tiende a un ejercicio
de la seducción por parte de las mujeres con una inhibición '
de la práctica concreta de la sexualidad en el momento ante-
rior de la caída de la estima.hacía las mujeres en el sistema
patriarcal: la consumación de la relación sexual, en términos
de Dio Bleichmar. En síntesis, seducir y no consumar para
mantenerse valiosas.

8. Véase A.M. Fernéndez, “Tiempos out of joint. ¿La diferencia desquiciada?”, en Las
légicas sexuales.
9. C. Gilligan, In a Different Voice, Cambridge, Harvard University Press, 1993,
128 Débora Tajer

e) La revisión de la idea de la constitucién del deseo de hijo como


modalidad privilegiada de constitución de la adultez normal
en una mujer, que permite, por una parte, considerar esta
modalidad de deseo de hijo como un efecto imaginario de la
relación entre maternidad y femineidad construida histórica-
mente en la modernidad,? y, por otra, visibilizar los diversos
modos de entrada en la madurez de las mujeres que por op-
ción o por imposibilidad no ejercen la maternidad.

Otro de los aspectos revisados desde la perspectiva de género en


el psicoanálisis es la identificación de la ausencia de una enuncia-
ción explícita de una teoría acerca de la masculinidad. Hasta muy
recientemente, en el psicoanálisis han existido teorías acerca del
sujeto y acerca de la femineidad”. Esto es efecto de lo que muchas
y muchos teóricos consideran como falologocentrismo, es decir, la
homologación de la experiencia de los varones a la de todos los se-
res humanos, mediante la constitución de un sujeto universal. Y lo
que no entra en ese paradigma será misterio, continente negro, y
habrá que estudiarlo aparte: la femineidad. Más recientemente han
comenzado a verse aportes en este campo vacante por parte de psi-
coanalistas contemporáneos de diversas líneas.!!
De todos modos, esto no quita que, aun cuando en la obra de
Freud no hay una teoría explícita acerca de la constitución de la
masculinidad, puedan leerse en esa clave artículos como “Sobre la
más generalizada degradación de la vida amorosa” (que señala los
modos particulares del erotismo heterosexual masculino en el marco
de las relaciones de dominación en la modernidad patriarcal, propo-
niendo como “objetos” dos tipos de mujeres: las “malas” para el dis-
frute y las “buenas” para la conyugalidad),? o Tótem y tabú (releído
infinitas veces comio escrito social y político que analizala constitu-
ción-de la grupalidad, pero que también puede ser leido como la forma
de armado de la fratría de varones en el patriarcado, con respecto

10. Véanse N. Chodorow, El ejercicio de lo maternidad, Barcelona, Gedisa, 1984; E.


Badinter, ¿Existe el amor maternal?, Barcelona, Paidós, 1981; A.M. Fernández, La
mujer de la ilusión, Buenos Aires, Paidós, 1993.
11. Sólo por citar algunos: Michel Tort, Silvia Tubert, Sergio Rodríguez y Ricardo
Estacolchic, Ernesto Sinatra, Silvia Bleichmar, Juan Carlos Volnovich, Mabel Burin
e Irene Meler.
12. S. Freud, “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa” (1912), en
Obras completas, 1988, vol. 11, pp. 169-184.
Diversidad y clínica psicoanalítica 129

a un padre que se coloca como la ley y no se subsume a la misma).!*


También, varios de los casos clínicos de varones, que son propuestos
como ejemplos de casos de un problema psicopatológico, pueden ser
leídos como análisis de los modos de la constitución psíquica de una
masculinidad “de época”: el caso Juanito, el hombre de las ratas, el
hombre de los lobos y el “caso” Schreber. ‘
Otro aporte del campo de los estudios de género al psicoanélisis es
el hincapié en el vínculo entre relaciones de dominación y construc-
ción de los modos de subjetivacion.’ Esta perspectiva retoma los apor-
tes de Michel Foucault en el campo de la sexualidad y su relación con
el poder,!° con base en una tradición no lo suficientemente explorada
de Freud que postula desde el comienzo de su obra el tema del poder
como un problema psicológico, ubicándolo fundamentalmente en la
asimetría entre generaciones, en las relaciones entre padres e hijos.!7
Así, Freud ha producido grandes aportes acerca de la obediencia fren-
te al temor a la pérdida del amor del otro, que no han sido lo sufi-
cientemente exploradas la teorización psicoanalitica respecto de
relaciones de dominación que excedan las intergeneracionales, como
las de género, por ejemplo. Y, en caso de hacerlo, reenvían constante-
mente a la semejanza con las relaciones de filiación.
Hay dos autoras que se fugan de esta tendencia y que han hecho
desarrollos específicos en un tema fundamental para los desafíos que
nos estamos planteando. En nuestro medio, Gilou García Reinoso ha
hecho especial hincapié en describir cómo se establece el amor al amo,
los efectos en la clínica de este amor y la necesidad del desasimiento
de la relación con el ótro como amo absoluto.! Y luego, en Estados

18. S. Freud, Tótem y tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes
3 los neuróticos (1918), en Obras completas, 1988, vol. 13, pp. 1-162.
14. Véase, respectivamente, S. Freud, “Análisis de la fobia de un niño de cinco años”
(1909)y “A propósito de un caso de neurosis obsesiva” (1909), en Obras completas, 1988,
vol. 10, pp. 1-118 y 119-250; “De la historia de una neurosis infantil” (1918), 1988, vol.
17, pp. 1-112; “Puntualizaciones psicoanalfticas sobre un caso de paranoia (dementia
paranoides) descripto autobiogréficamente” (1925), 1988, vol. 12, pp. 1-76.
15. Véase A.M. Fernández, “Légicas de género: territorios en disputa”, en Las lógicas
sexuales.
16. M. Foucault, Historia de la sexualidad, vol. m: La inquietud de st, México, Siglo
Veintiuno, 1987.
17. Véase J. Benjamin,
Los lazos del amor, Buenos Aires, Paidós, 1996.
18. G. García Reinoso, Las relaciones del sujeto al poder, Rosario, Posdata, 1998, pp.
27-32.
130 Débora Tajer

Unidos, Jessica Benjamin quien en Los lazos de amor, siguiendo los


desarrollos de Daniel Stern, da cuenta de cuél es la especificidad de
la relación entre poder y la constitucién del psiquismo desde las eta-
pas más tempranas en cada género en el marco de un histórico social
jerárquico y patriarcal, y su posterior desarrollo en la vida infantil y
adulta. Ella presenta un desarrollo de la constitución de los psiquis-
mos en el marco de las relaciones de poder entre los géneros, inclu-
yendo en simultáneo la asimetría de poder entre las generaciones, en
lo que denomina “los lazos del amor”.19
En concordancia con esta línea de conceptualización de la cons-
titución psiquica de varones y mujeres en el marco de las relaciones
patriarcales, podemos destacar que gran parte de la tarea diaria en
el campo de la clínica psicoanalítica se dirime en términos de lo que
Ana María Fernandez caracteriza como constitución de autonomía en
mujeres y deconstrucción de la hegemonía en varones.? Si bien estos
procesos suelen expresarse de múltiples modos, en muchos casos de
clínica con varones es necesario resaltar el hecho de que las muje-
res son sus pares y que existen como semejantes. Y en el caso de las
mujeres, cuando desde una ubicación subjetiva en la diferencia des-
igualada® plantean el deseo de “cortar la cabeza del rey acéfalo”,
se trata de que puedan captar la diferencia entre la imagen de “ese”
varón “amo en la ilusión” y cada varón real con sus contradicciones,
miedos y conflictos, sin desmentir con esto la realidad de los modos de
subjetivación masculina en el marco de la pertenencia a un colectivo
con mayor prerrogativa social.
Si nos remontamos un poco en la historia del diálogo entre femi-
nismo y psicoanélisis, podemos identificar varias etapas. Una etapa
fundamental de diálogo fecundo se abrió en 1978 con la publicación
del libro Psicoanálisis y feminismo, de Juliet Mitchel, que destrabó
una relación tensa y de mutua desconfianza entre los dos campos;*

19. J. Benjamin, Los lazos de amor, Buenos Aires, Paidós, 1996.


20.'A.M. Fernández, “Autonomías y deconstrucciones de poder”, en I. Meler y D. Tajer
(comps.), Psicoanálisis y género. Debates en el foro, Buenos Aires, Lugar, 2000.
21. Véase A.M. Fernández, Las lógicas sexuales.
22. Véase M. Rosenberg, “Género y sujeto de la diferencia sexual. El fantasma del
feminismo”, en E. Dio Bleichmar y M. Burin (comps.), Género, psicoanálisis, subjeti-
vidad, Buenos Aires, Paidós, 1996.
23. Para mayor información sobre este debate, véase S. Tubert, La sexualidad feme-
nina y su construcciôn imaginaria, Madrid, El Arquero, 1988, y D. Tajer, “Introduc-
ción”, en L Meler y D. Tajer (comps.), Psicoanálisis
y género.
Diversidad y clinica psicoanalftica 181

tensión que había venido a reemplazar una primera etapa de ilusión


de las pioneras feministas frente al nacimiento del psicoanélisis.* En
aquel primer momento, la nueva disciplina en el campo de lo “men-
tal”, al señalar la represión en plus de la sexualidad como causante
de la “nerviosidad moderna”, fundamentalmente en mujeres, fue aco-
gida como aliada científica para las reivindicaciones de los derechos
de las mujeres, y de hecho lo fue en algunos aspectos.* Luego esta
ilusión cayó al identificarse que en la práctica los análisis de mujeres,
aun cuando le otorgaban un espacio al despliegue del relato sobre su
psicosexualidad, las reenviaban “en la dirección de la cura” a la repro-
ducción y adaptación a su rol en la sociedad patriarcal.*
El viraje que introdujo el libro de Mitchel recogió algo del “aire
de los tiempos” de ese momento, al afirmar que el psicoanálisis po-
día utilizarse como dispositivo.de análisis de la producción de pa-
decimiento subjetivo en la sociedad patriarcal y no sólo como re-
productor de la misma. Este cambio de perspectiva fundó una línea
de debates contemporáneos sobre la relación entre psicoanálisis y
feminismo, que puede leerse tanto en la corriente del psicoanálisis
y género (línea anglosajona) o en la corriente del psicoanálisis de la
diferencia sexual (línea francesa).
En nuestro país, existen diversas y diversos autores que han
aportado en estos debates constituyendo lo que se conoce como Es-
cuela Argentina de Psicoanálisis y Género. Entre estas producciones
se destaca Ana María Fernández, quien en obras como La mujer de
la ilusión y Las lógicas sexuales ha introducido una especial contri-
bución en la articulación de las relaciones de poder con la subjetivi-
dad sexuada, el impacto de la lógica del “privado sentimentalizado”

24. J. Mitchel, Psicoandlisis y feminismo. Freud, Reich, Laing y las mujeres, Barce-
lona, Anagrama, 1982.
25. Véase S. Tubert, “Sobre la moral sexual. Psicoanélisisy feminismo”, en I. Meler y
D. Tajer (comps.), Psicoanálisis y género.
26. Hay muchas evidencias de estos efectos en la práctica. Marie Langer, una de las
fundadoras de la Asociación Psicoanalítica Argentina, refiere que durante años había
tenido en análisis a una mujer que se debatía entre cómo equilibrar sus deseos de con-
‘solidar un matrimonio y la maternidad, y sus deseos de desarrollo profesional y labo-
ral. Luego de unos años de ya no atenderls, se encontró con un colega que le comentó
que en ese momento estaba asistiendo a esa mujer que había sido su paciente. Langer
le preguntó acerca de las vicisitudes de ese momento en la articulaciôn de ambas co-
rrientes deseantes en la mujer en cuestión, a lo que su colega le respondió que ya no
presentaba para ella ningún conflicto, pues había dejado de trabajar dedicándose sólo
a su familia. Véase M. Langer, Mujer, psicoanálisis, marxismo, compilación de J.C.
Volnovich y S. Werthein, Buenos Aires, Contrapunto, 1989.
132 Débora Tajer

en la constitución de los psiquismos femeninos y una fuerte critica a


los paradigmas epistémicos desde los cuales el psicoanálisis piensa
la diferencia sexual.?"
Por su parte, Mabel Burin ha colaborado con sus desarrollos so-
bre teoría pulsional y género y en la articulación entre trabajo, fa-
milia y modos de subjetivación. Irene Meler ha hecho un especial
aporte en el campo de la psicopatología desde las determinaciones
genéricas. Por su parte, Martha Rosenberg, ubicada en el campo del
psicoanálisis de la diferencia sexual, estableció los aportes locales .
en esta línea teórica. Juan Carlos Volnovich ha acompañado con su
rescate de los aportes de Marie Langer y sus desarrollos en el campo
de las masculinidades.?®
Por su parte, Silvia Tubert y Emilce Dio Bleichmar, aun cuando
residen en España, son consideradas integrantes de esta corriente. La
primera, ubicada con aportes en el campo de maternidad, la paterni-
dad y las relaciones históricas entre psicoanálisis y género, y la segun-
da, con sus intervenciones en la relación entre prácticas de sexualidad
y narcisismo en la configuración de la histeria femenina.?
En cuanto a dispositivos de transferencia de estas producciones
cabe destacar el gran aporte que constituye la existencia de la cá-
tedra de Introducción a los Estudios de Género de la Facultad de
Psicología de la Universidad de Buenos Aires, cuya titular es Ana
María Fernández. Se dicta ininterrumpidamente desde hace veinti-
trés años y es la primera materia de grado en género en toda Amé-
rica Latina. Su propósito es introducir diversas temáticas de género
y subjetividad con el fin de que las y los psicólogos egresados de esa
Facultad tengan una base para abordar los conceptos de patriar-
cado y construcción de las subjetividades masculinas y femeninas,
diversidad sexual, violencia de género, nuevas relaciones afectivas
y nuevas familias, salud y salud mental con perspectiva de género,

27. AM. Fernéndez, “La diferencia en psicoanélisis: ¿teoría o ilusión?”, en A.M. Fer-
nández (comp.), Las mujeres en la imoginación colectiva, Buenos Aires, Paidós, 1992.
28. M. Burin, Estudios sobre la subjetividad femenina, Buenos Aires, GEL, 1987; I. Me-
ler, “Las relaciones de género: su impacto en la salud mental de mujeres y varones”,
en C. Hazaki (comp.), La crisis del patriarcado, Buenos Aires, Topía, 2012; M. Rosen-
berg, “Género y sujeto...”; J.C. Volnovich y S. Werthein, “Introducción” a M. Langer,
Mujer, psicoanálisis, marxismo; J.C. Volnovich, St querida. El poder de los sometidos,
Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
29. S. Tubert, “Psicoanálisis, feminismo, posmodernismo”, en M. Burin y E. Dio Bleich-
mar (comps.), Género, psicoanálisia, subjefividad, Buenos Aires, Paidós, 1996; E. Dio
Bleichmar, El feminismo espontáneo...
Diversidad y clínica psicoanalítica 133

una revisión del psicoanálisis desde este paradigma y género en el


mundo del trabajo.
En el campo de posgrado, se destaca la creación del Foro de Psi-
coanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires
en 1995 y el posgrado en la misma temática creado en 1999, am-
bos disefiados en su comienzo por Irene Meler y Débora Tajer. Del
mismo modo vale destacar la existencia desde 2000 del seminario
de posgrado “Varones, mujeres. Subjetividad y género”, dictado por
Sandra Borakievich y Débora Tajer en el marco del Programa de Ac-
tualización en el Campo de Problemáticas de la Subjetividad dirigi-
do por Ana María Fernández en el Área de Posgrado de la Facultad
de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
Repensar esos momentos de la historia de las ideas, sus dispositi-
vos locales de transmisión y las prácticas en la actualidad puede ilu-
minar algunos aspectos de las formulaciones psicoanaliticas sobre
el campo de la diversidad sexual, de manera de no correr el riesgo
de hacer del psicoanálisis un aparato de reproducción de las bases
heteronormativas de la sociedad patriarcal. En este punto, las y los
analistas debemos escoger entre alinearnos del lado de la “policía
psicológica”, guardiana de la moral dominante, o bien ocuparnos en
develar los nuevos modos de aparición del dolor humano.
Si -optamos por esta última posición; podemos comenzar a inte-
rrogarnos acerca de la posibilidad de que nuestras herramientas y
teorías en muchos aspectos estén fraguadas fundamentalmente para
trabajar con los malestares y las patologías de las y los sujetos con-
formados en la heteróonormatividad.*! Y aun sin quererlo, podríamos
estar actuando como lecho de Procusto, adaptando a las y los sujetos
al dispositivo existente más que creando nuevas herramientas, con
lo cual podríamos encontrarnos en la paradoja de ser “progres” ideo-
lógicamente en cuanto a la intención, pero no técnicamente.
En ese sentido, me parece importante destacar a modo de ba-
lance de lo logrado hasta el momento que con respecto a la relación
entre psicoanálisis y feminismo hemos avanzado en gran medida en
la línea de la constitución de los psiquismos respecto de la asimetría
de poder entre los géneros, pero cabe señalar qué el momento ac-
tual nos ubica en la necesidad de tensar un poco más cierta matriz

30. Algunos textos presentados en ese espacio se pueden encontrar en L Meler y D.


Tajer (comps.), Psicoandlisis y género.
31. Véase M. Tort, “El padre ante la prusba de homosexualidad”, Debate Feminista,
año 16, vol. 82, octubre de 2005, pp. 86-97.
134 Débora Tajer

del pensamiento binario que permanece intacta, por ejemplo, en las


díadas a partir de las cuales aún pensamos los géneros (masculino/
femenino) y la opción sexual (homo/heteroerótica).
Y éste es uno de los desafíos que los estudios queer (o de la di-
versidad sexual) le plantean a los estudios de género en el campo de
la subjetividad: dejar-de pensar la relación entre lo hétero y lo ho-
moerôtico como discontinua. Y, por su parte, los estudios de género
le insisten a los estudios queer en que este viraje no debe abandonar
lo avanzado en el campo de las “diferencias desigualadas”, es decir,
en lo referido a la identificación del impacto de las asimetrías de po-
der entre los géneros en la construcción de la subjetividad.
En el campo específico del psicoanálisis, para avanzar en los
nuevos desafíos es necesario cuestionar uno de los “núcleos duros”
de esta disciplina, que es el modo en el cual ésta piensa la diferen-
cia sexual y su estatuto en la conformación del psiquismo. Es decir,
necesitamos cuestionar los modos de pensar la sexuación, de manera
de incluir las diferencias culturales e históricas para reconceptuali-
zar lo metapsicólogico.??
Ese “núcleo duro” que mencionamos está dado, dijimos, por el
estatuto de la diferencia sexual en la constitución del psiquismo.
Esta teoría sostiene que el reconocimiento de la diferencia sexual
(la adquisición de la representacién psíquica de las dos posiciones
en el deseo —femenina o masculina— apuntaladas en las diferencias
biológicas) habilitaría al infante humano a la construcción de sus re-
presentaciones inconscientes y sobre sus orígenes, así como el acceso
al lenguaje y a la ley.
Estas concepciones son las que impiden que desde el campo del
psicoanálisis se pueda avanzar, por ejemplo, en identificar cuáles
son las realidades a las que se enfrentan por ejemplo los hijos e hi-
jas de parejas gays o lesbianas desde sus escenarios. concretos y no
desde una psicopatologización a priori de las formas de crianza de
parejas y deseos de parentalidad no basados en el “reconocimiento”
de “esa” diferencia. Y tienden a representar a la paternidad y ma-
ternidad homosexual “como organizadora de un verdadero delirio
que comprometería los procesos psíquicos fundamentales, por medio
de los cuales el sujeto puede formar la representación de su propio
origen, sus teorías sexuales infantiles”.3*

32. Véase M. Tort, “El padre...”; S. Bleichmar, La sulveawdad en riesgo, Buenos


Aires, Topía, 2005.
33. M. Tort, El fin del dogma paterno, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 484.
Diversidad y clínica psicoanalítica 185

Otro modo de plantear estas problemáticas es el que propone Rosi


Braidotti desde la idea de los sujetos nómadas, basándose en la teoría.
de Gilles Deleuze.** Ella sostiene la posibilidad de un atravesamiento
dela oel sujeto de los modos deseantes y de los niveles de experiencia,
pero aceptando la responsabilidad de la contingencia de sus recorri-
dos. De este módo; se sale de-la díada deseo hétero/homo y la existen-
cia de una sola posición frente a “la diferencia sexual”, pero lo hace
retomando lo acumulado por el feminismo en lo referente a las rela-
ciones de poder entre los géneros. En ese sentido retoma críticamente
algunos aspectos de la obra de Deleuze al señalar que su propuesta
de devenir minoría o de devenir mujer no implica un proceso similar
para quien, como punto de partida, está incluido en una mayoría (o
hegemonía) que para quien tiene como punto de partida la pertenen-
cia a una minoría o a un grupo subalterno, pues esta segunda posición
implica desde el inicio haber tenido que lidiar con las marcas de la
subordinación en la constitución del psiquismo.
Por todo lo señalado, quienes trabajamos en psicoanálisis y géne-
ro nos enfrentamos a varios de los dilemas de lasy los culturalistas,
pero también podemos como marca propia hacer uso de un camino
recorrido en el desarrollo creativo de qué hacer con estos dilemas
para avanzar en lo que describimos al principio como nuestros desa-
fíos actuales en el campo del psicoanálisis.
Uno de estos avances es haber evidenciado la triada desde la cual
podemos partir para pensarlos: género, sexo y sexuación. Si consi-
deramos el género en el campo de la teoría social, podemos ubicarlo
como la construcción cultural y social del sexo en tanto “conjunto de
significados contingentes que los sexos asumen en el contexto deuna
sociedad dada”.5 Esta construcción incluye relaciones asimétricas
de poder y el establecimiento de roles diferenciados entre esos sexos
en el marco del patriarcado. Por su parte, con-relación-al género en
el campo de la subjetividad, existe un consenso en ubicarlo en los
aspectos identitarios, funcionando como uno de los ejes de armado
de la conformación de los procesos de identificación.** Otras y otros
autores avanzan en sus postulaciones, señalando qué instancias

34. R. Braidotti, Sujetos nómadas, Buenos Aires, Paidós, 2000.


35. M. Lamas, “Usos, dificultades y posibilidades de la categoría «género»”, en M.
Lamas (comp.), El género: la construcciôn cultural de la diferencia sexual, México,
Porrúa, 1996.
36. Véase S. Bleichmar, Paradojas de la sezualidad masculina, Buenos Aires, Paidés,
2006, y E. Dio Bleichmar, El feminismo espontáneo...
136 Débora Tajer

intervienen más-ampliamente en la conformación de los modos de


subjetivación (destinos pulsionales, conformación de ideales, modos
del narcisismo; entre otros).37
Por su parte, el concepto de sexo señala al orden biológico y sus
especificidades y diferencias. Sin embargo, esta noción de sexo bioló-
gico se ve problematizada, en principio, por dos factores. El primero
es que la noción misma de lo biolégico como un orden ligado a lo in-
mutable ha entrado en crisis en los últimos tiempos en relación con
las operaciones de reasignación de sexo, las nuevas tecnologías re-
productivas, la incorporación de hormonas y diversos implantes, la
extirpación de caracteres sexuales, etc. El segundo, que la existencia
de sujetos biológicamente intersex pone en tela de juicio el hecho de
que toda la humanidad sea dimorfa y que sólo existanidos casilleros,
masculino y femenino.
Luego estaría el eje de la sexuacion. Aqui tamblén habría al me-
nos dos corrientes: 1) quienes la conciben dentro del campo propio
de lo psicoanalítico, señalando que la sexuación remite a la pulsión
que habita y determina el espacio de la realidad psíquica, dimensión
subjetiva inconsciente tributaria de la diferencia sexual simbólica**
en la que se constituye el sujeto hablante, que no debe confundirse
con la realidad de lo biológico, ni con la realidad social, y 2) los que
consideran el género como una dimensión psicológica y entienden la
psicosexualidad en el marco más amplio de los modos de subjetiva-
ción que mencionamos con anterioridad.
De todas formas, más allá de las diferencias señaladas, hay un
acuerdo entre los psicoanálisis (tanto el que se define en relación con
la teoría feminista como el que lo hace en relación con los estudios
de género): ninguna de estas dimensiones puede ser aislada ni es
suficiente por sí misma para aprehender las determinaciones de la

37. Véase D. Tajer, Heridos corazones. Vulnerabilidad coronária en varones y muje-


res, Buenos Aires, Paidós, 2009.
38. Como se observará, esta aseveración es al menos controversial y forma parte de
las reflexiones feministas que articulan con la escuela lacaniana de psicoanélisis.
Desde mi perspectiva, aquí podemos ubicar precisamente uno de los problemas que
necesitan mayor trabajo y debate para que no nos encontremos encorsetados en con-
ceptos fraguados en el marco del paradigma heteronormativo a la hora de pensar los
desafios que la diversidad sexual le plantea al psicoanálisis, Pues, como destacamos,
algunas teorizaciones que nos permiten pensar las précticas heterosexuales podrían
estar obstaculizando el pensamiento de lo diverso, sin patologizarlo. ¿Cómo pensar
las prácticas que exceden lo “normativizado”? ¿Y cómo pensar las nuevas prácticas
y modos deseantes. que vayan constituyéndose a medida de que el mundo deje de ser
“tan rosa y celeste”?
Diversidad y clínica psicoanalítica 137

dinámica de las relaciones entre los sexos y su subjetivación. Pero,


también, para identificar en qué campo se han producido los cam-
bios y cómo éstos afectan la articulación.
Cabe destacar aquí que la articulación de estas dlmensmnes
siempre corre el peligro de inclinarse hacia los respectivos enfoques
reduccionistas:

e El sociologismo, cuando se pretende explicar sin resto la sexua-


ciôn por obra de la asunción de roles sociales prescriptos.
© El biologismo, que incluye la naturalizaciôn, la medicaliza-
ción y la-sexologizaciôn conductista de lo sexual ignorando la
dimensión inconsciente del deseo.
© El psicologismo, que considera el sistema simbólico que sus-
. tenta y determina los lugares sexuados como una estructura
ahistórica y la dominación masculina como expresión inva-
riante y necesaria de esa estructura.*

Luego de estas reflexiones introductorias sobre los debates vi-


gentes, veremos a través de algunos ejemplos cómo estas cuestiones
operan en el día a día.

Perversión. Algunas y algunos colegas en la actualidad continúan


definiendo la perversión como aquellas prácticas que se apartan de
la moral dominante.* La noción de perversión ligada a prácticas no
hegemónicas y en una línea de dirección única acerca del estatuto
de la diferencia sexual y su relación con la castración simbólica en la
constitución del psiquismo genera per se una perspectiva que impi-
de aprender a percibir lo patológico en lo nuevo, transformando, de
hecho, lo nuevo en patolégico.
En ese sentido,-rescato dos aportes contemporáneos para mirar
de otro modo lo perverso hoy. Uno es el de Louise Kaplan, que plan-
tea la articulación actual entre género y perversión señalando que
los estereotipos de género son “lugares” en los cuales se puede escon-
der, depositar
(¿o “apuntalar”?) las perversiones.* Por su parte, Sil-

39. Véase M. Rosenberg, “Género y sujeto...”, pp. 268-269. ;


40. Como ejemplo, refiero el título de una serie de seminarios de una institución
psicoanalitica de nuestro medio: “La diferencia serual en tiempos de perversión ge-
neralizada”.
41. L. Kaplan, Perversiones femeninas. Las tentaciones de Emma Bovary, Buenos
Aires, Paidós, 1995.
138 Débora Tajer

via Bleichmar, quien en Paradojas de la sexualidad masculina nos


propone identificar lo perverso con relacién al estatuto del otro en el
psiquismo, en la instancia en la que el otro, más allá de la práctica
en sí, aparece objetalizado y no como un semejante.

Deseo de hijo o hija en parejas del mismo sexo. La homoparen-


talidad está comenzando a ser un tema de discusión en la sociedad en
general y en el ambientepsi en particular. Entrelas y los colegas que
se encuentran preocupados por el impacto en la crianza de niños y
niñas concebidos en ese marco deseante hay quienes se preguntan si
estos chicos y chicas presentarán patología mental por haber sido con-
cebidos y criados en una pareja que reniega de la “diferencia sexual”.
Otros temen que entre estos niños y niñas habrá más homosezuales
que en los concebidos en parejas hétero.* Y hay colegas que hablan
del “mal menor” con respecto a la adopción de chicos y chicas más
grandes bajo el supuesto de que “mejor en ese marco que institucio-
nalizados”. Veamos algunas particularidades que hemos observado,
más allá de los rasgos comunes, que se presentan según la pareja esté
conformada por mujeres o varones.

Maternidades lésbicas. Llama la atención el hecho de una espe-


cial articulación entre reivindicaciones de la diversidad y concep-
tualizaciones de la escuela francesa de psicoanálisis,* que valora
el derecho de las lesbianas a concebir un hijo o hija en pareja pero
simultáneamente plantea la necesidad de la búsqueda de un hombre
significativo (no necesariamente pareja) que oficie de “corte”. Desde
nuestra perspectiva y retomando los aportes de Michel Tort en El
fin del dogma paterno, es un precio muy alto a pagar en el altar del
dogma. Tort nos invita a pensar al Padre como una construcción his-
tórica, solidaria de las formas tradicionales del dominio masculino
que asegura a los padres varones el monopolio de la función simbó-
. lica. Por lo tanto, el fin de un padre, el del patriarcado occidental, es
el fin de un mundo, no el fin del mundo. Las formas de devenir sujeto

42. Es muy probable que esto suceda dado que, caído el mandato heteronormativo,
posiblemente presenciemos un panorama general de mayor diversidad sexual. La
cuestión aquí es si esto necesariamente constituye un problema. Y en caso de que así
sea, ¿para quién lo sería?
43. Véase M.A. Torres Arias, “Reflexiones psicoanalíticas sobre maternidad y pater-
nidad en parejas homosexuales”, Debate Feminista, año 16, vol. 32, octubre de 2005,
Pp. 86-97.
Diversidad y clinica psicoanalitica 139

y el ejercicio de las funciones que participan en él son histéricas y


constituyen el lugar de las relaciones de poder entre los géneros.

Paternidades gay. La idea de la homosexualidad como perversa


en si se acentûa cuando ésta es masculina.* Asimismo, existe en el
imaginario una idea de que “no es bueno” que los varones manipu-
len el cuerpo infantil en la infancia (pensado desde una represen-
tación de la sexualidad masculina como algo imparable y sin ética
que pervertiria el cuerpo infantil al estar a cargo de los cuidados
primarios). De hecho, Volnovich señala que los varones para gene-
rar nuevas prácticas de paternidad deberán vérselas, al igual que
han hecho históricamente las mujeres, con la no imposición de la
sexualidad adulta en los cuerpos infantiles. Esta imposición, en caso
de producirse, introduce en el psiquismo infantil un plus imposible
de tramitar y facilita la instalación traumática, como indica Silvia
Bleichmar en La subjetividad en riesgo. Por lo tanto, la desconfianza
general que aún hay acerca del efecto en las y los niños de que los
varones adultos realicen los cuidados primarios, sumado a que se
sospecha doblemente de los varones homosexuales, debe ser discu-
tida para avanzar seriamente en la comprensión de estas nuevas
prácticas. Ello lleva nuevamente a ponderar el eje central de este
trabajo, que es la diferenciación crítica entre patología, prejuicios y
resistencias. .

Deseo de hijo sin partenaire. a) Mujeres buscando tener hijos so-


las: cabe consignar que desde siempre hubo mujeres que criaron hi-
jos solas; lo nuevo consistiría en que ahora la elección aparece como
manifiesta. Desde la matriz patriarcal es posible que se confunda lo
que pudiera ser un acto de autonomía con narcisismo. Me gustaría
compartir al respecto que uno de mis primeros aprendizajes en.el
campo del psicoanálisis con perspectiva de género fue identificar que
mujeres narcisistas que deciden tener una o un hijo sólo para sí pue-

44. Es revelador de esta forma de pensar cómo esta idea se filtra en el debate actual
acerca de la visibilización de la alta incidencia de abuso sexual en la Iglesia Católica.
En este caso el Papa plantea como una de las soluciones posibles la incorporación de
psicólogos para la detección de candidatos homosexuales, en vez de examinar, como
lo plantean algunos sacerdotes menos reaccionarios, el impacto del dispositivo del ce-
libato y de la educación de niños y niñas en manos de estos célibes en la proliferación
de este tipo de prácticas.
45. Véase J.C. Volnovich, “Generar un hijo: la construcción del padre”, en L Meler y
D. Tajer (comps.), Psicoanálisis y género.
140 Débora Tajer

den existir en familias “externamente nucleares y heterosexuales”,


en las cuales el varén es sólo valorado como inseminador y quizá
proveedor. Esto no quita que, aunque politicamente podamos estar
a favor de que una mujer decida tener sola un hijo, identifiquemos
lo patológico que pueda presentarse en dicha situaciôn cuando apa-.
- rece. Puedo citar el caso de una mujer que me consulté para que la
apoyara psicológicamente en el curso de una fertilización asistida
que quería realizar para tener sola un hijo o hija, con lo cual yo
simpatizaba y estaba dispuesta a acompañar profesionalmente. En
el curso de las entrevistas para identificar el marco de trabajo ad-
vertí dificultades serias para emprender un proceso de maternidad
en cualquier situación en que éste se diera. Se lo expresé señalando
que la podía acompañar pero en el marco de una terapia más abarca-
tiva de acuerdo con lo que había podido observar de sus dificultades,
situación que ella muy honestamente me respondió que no quería
ni estaba dispuesta a sostener. b) Varones buscando tener hijos so-
los: tampoco es un nuevo fenómeno el hecho de que existan varones
que quieran tener un hijo o hija para ellos, más allá de con quién lo
tengan. Lo nuevo en la actualidad es el sinceramiento de ese deseo y
la posibilidad que ofrecen las técnicas reproductivas y el alquiler de
vientre para la materialidad de esta situación. Debido al alto costo
de ambos procedimientos, estas prácticas en la actualidad sólo se
producen en varones de alto poder adquisitivo.‘° Para ver el impacto
en niños y niñas y los modos de crianza tendremos que ir observado
cômo evoluciona esta tendencia.‘”

Reasignación de sexo. En torno a esta problemática existen dife-


rentes posiciones en el debate. Desde las propias comunidades, las

46. Véanse los casos de los famosos Ricky Martin y Ricardo Fort.
*47. Hay un caso paradigmático que vale la pena destacar en el anélisis, que apareció
profusamente en los medios de comunicación. Es el de un cordobés residente en Es-
paña de aproximadamente cuarenta años que sacó un aviso en internet buscando un
alquiler de vientre de una mujer argentina. Se ofreció una mujer más joven y pobre,
que él aceptó y fue elegida con dicho fin. Refieren que al conocerse se “enamoraron” y
decidieron tener el hijo en pareja. En la actualidad, dos años después, se separaron.
Ella quedó en España sin papeles, él dice que ella es una “mala madre” por razones de
“juventud”, y que además carece de recursos econémicos y legales para criar al niño,
por lo cual él se arroga el derecho a la crianza y la tenencia. Una primera reflexién
sobre la situación nos indica que tenemos que creerle a alguien cuando dice que quie-
re tener una o un hijo solo o sola, más allé del ropaje que esta situación asuma.
Denegarlo en aras del altar del amor romántico nos inhibe de visualizar los efectos
que estas elecciones tendrán con posteridad.
Diversidad y clinica psicoanalitica 141

personas trans se definen como tales cuando a nivel identitario y


de forma de vida pasan de un gériero a otro diferente del asignado
socialmente en virtud de su sexo biolégico original, y como intersex
cuando los caracteres sexuales no están tan definidos.
Desde la psiquiatria norteamericana, se lo considera trastorno o
disforia de género, diagnéstico a partir del cual se obtiene la autori-
zación para la cirugía de reasignación de sexo que permite el cam-
bio de identidad de género legal (mediante la clásica homologación
entre sexo genital e identidad de género). Este criterio había sido
replicado como modelo en nuestro país hasta la formulación de la
Ley de Identidad de Género.
En la actualidad coezisten quienes desean hacerse cirugías de
reasignación de sexo, quienes realizan tratamientos hormonales y
quienes solicitan el cambio de identidad de género conservando sus
genitales de origen.
La primera reflexión es que más allá de todos aquellos que plan-
tean que la pregunta por la propia identidad ha pasado de moda y
que es un puro espejismo, vemos cómo en el mismo momento histó-
rico hay quienes están dispuestos a operarse sus órganos de placer
sexual en torno a una “adecuación” entre genitales e identidad de
género. También están quienes se oponen a estas operaciones se-
fialando precisamente que es un precio que no desean pagar por la
normativización y plantean su derecho a vivir y ser reconocidos/as
en su identidad sexual y de género sin operaciones.
Més allá del respeto que toda decisión sobre el propio cuerpo ame-
rita, cabe reflexionar sobre una de las dimensiones de las cirugías
de reasignación de sexo como un modo de adaptación a lo hegemó-
nico disciplinador de los cuerpos, dado que muchas veces el cuerpo
operado pierde la posibilidad de placer con lo que tiene y adquiere
una cavidad o:una prótesis (según sea el caso) sin posibilidad orgás-
mica. Esto no es un tema menor, ya que por ejemplo en el caso de la
construcción de una cavidad vaginal, ésta estaría al servicio de una
función penetrativa, como una restauración de la “pasividad eróti-
ca femenina”, que el primer psicoanálisis señalaba como necesaria
para adquirir la madurez en la femineidad con el pasaje de zona de
goce con lo cual se accedería a la normalidad, supuesto que en la
actualidad la mayoría de las y los colegas considera un “disparate
de época”.
En este sentido, es interesante destacar cómo en la película xxY,
sobre una adolescente intesex, se plantea la decisión de los padres
de no operar en la infancia. Esta propuesta coincide con lo que
plantean los militantes intersex en la actualidad. En el caso de la
142 Débora Tajer'

película, la protagonista deviene una adolescente con identidad de


género femenina, con formas de la pulsión de la sexuación ligada
al empuje de su genital masculino y elección de compañero erótico
heterosexual según la identidad de género y homosexual de acuerdo
con el genital, con lo cual las categorías estallan y nos hacen pensar
en una realidad cercana a lo que Beatriz Preciado caracteriza como
“multitudes queer”.*®
De todos modos, esta reflexión no prima ni excluye la legimidad
de quienes apuestan por las cirugías de reasignación de sexo como
modo de adecuar su identidad de género con las formas de su cuerpo.
Sólo se trata de una reflexión acerca de la multiplicidad de posicio-
nes que las y los sujetos asumen en su propia experiencia en torno a
la relación entre séxo, género y sexuación.
En síntesis, tenemos que estar advertidos de que una disciplina
(o campo) como el psicoanálisis, que fue pionera en dislocar la rela-
ciôn entre psicosexualidad y biologia, no reenvíe a anudar nueva-
mente sexualidad y biologia repitiendo los esquemas más homófobos
de la práctica psiquiátrica,* ya que podemos estar siendo parte, sin
quererlo, del pensamiento y la práctica conservadores, que psicopa-
tologizan per se toda sexualidad por fuera de lo heteronormativo.
Asimismo, podemos ser parte, sin quererlo, de los grupos que prome-
ten “curar” la homosexualidad, la bisexualidad, la transexualidad y
la transgeneridad y el travestismo.
Quizá sea más honesto admitir que en la actualidad las herra—
mientas clinicas y teéricas con las cuales contamos estén en su ma-
yoría construidas para aliviar el padecimiento humano, pero desde
una perspectiva heteronormativa con una naturalizacién del sexo
y una esencializacién del género. Sabemos por lo tanto muy poco
acerca de cómo diagnosticar para desligar los aspectos de produc-
ción de subjetividad y sexuación histórica, de los psicopatológicos en
el campo de las prácticas de la diversidad sexual. Y ese es parte de
nuestro desafío actual.

48. B. Preciado, “Multitudes queer. Notas para una politica de los «anormales»”, Mul-
titudes, N° 12, París, 2003.
49. Véase J. Sanz, Teorta queer y psicoanálisis, Madrid, Síntesis, 2004.
Entre las teorias de génem y el psicoandlisis:
una clinica para una sociedad queer

Patricia Porchat

Este trabajo se refiere a mi práctica clinica y a las ideas que desa-


rrollé en mi tesis doctoral, que investiga la utilización del concepto
de género en el psicoanálisis desde la perspectiva de la filósofa esta-
dounidense Judith Butler.! Es decir, reflexiona sobre la relevancia
del concepto de género en el psicoanálisis, sus formulaciones posi-
bles y su eficacia como herramienta crítica. Esta reflexión abarca
también la diversidad sezual, cómo este concepto apareció en el psi-
coanélisis, y si hoy todavía sería útil y de qué manera. Cuando aquí
hablo de género, estoy igualmente hablando también de la diversi-
dad sexual en la medida en que las prácticas sexuales y las identida-
des de género están siendo discutidas en conjunto en diversas áreas,
particularmente en la psicología y el psicoanálisis.
Desde la defensa de la tesis, me di cuenta de que hay una gran
demanda de teorías- que sirvan como herramientas de apoyo para
una realidad que está ahí: la realidad de la diversidad sexual y de
género, asf como los cambios legales y sociales que acompañan a
este fenómeno. Al recorrer cualquier gran ciudad se ven en muchos
lugares parejas de hombres que van de la mano, o parejas de muje-
res que se besan en público. Existe el matrimonio entre personas del
mismo sexo; en suma, la sociedad está cambiando y, por supuesto, la '
psicología tiene que acompañar estos cambios.
El interés en el concepto de género surgió por una razón muy es-
pecífica. En un momento en mi clínica había un elevado número de
pacientes que decían ser homosexuales. Más tarde vinieron algunxs

1. P. Porchat, “Género, Judith Butlery el psicoanálisis: del transexualismo a la po-


lítica”, tesis defendida en el Departamento de Psicología de la Universidad de San
Pablo, 2007.
[143]
144 Patricia Porchat

transexuales. Ellxs trajeron varias preguntas: si existe una identi-


dad homosexual, qué es ser hombre, o ser mujer, qué es lo masculino
y lo femenino, qué define la sexualidad —si es el deseo, si se trata de
la práctica sexual, en fin, muchas-dudas—. Pero-para estxs pacientxs
tales cuestiones venían asociadas siempre con una carga de sufri-
miento causado por la dificultad de ellos mismos para aceptarse y,
por supuesto, para ser aceptadxs por la sociedad.’
Debido a una cierta tensión con una rama del psicoanálisis y sus
formulaciones acerca de estos temas, mi investigación se inició con la
teoría de la “construcción social”. Fue una experiencia enriquecedo-
ra, porque me encontré con varios campos teóricos: la antropología,
la sociología, la historia, todos ansiosos por hablar sobre el género, la
sexualidad, la homosexualidad, la heterosezualidad y la transexua-
lidad. Lo primero que aprendí fue que hay numerosas definiciones
de género. En una primera definición, por ejemplo, se puede decir
que el “género” se refiere a los aspectos psicológicos, sociales, cultu-
rales e históricos, vinculados a la femineidad y la masculinidad, en
oposición al término “sexo”, que designaría los componentes anató-
micos y biológicos. Pero eso va a cambiar más adelante.
La teoría de la construcción social me puso en contacto con al-
gunos autores, de los cuales el más importante fue sin duda Michel
Foucault. También trajo algunas claves para la lectura del tema de
la sexualidad. Por ejemplo, la teoría de la construcción social ayuda
a entender cómo se inventaron conceptos como la homosexualidad
y la heterosexualidad en un momento histórico en particular. Esta
teoria historiza categorias que tendemos a aceptar como naturales.
Se muestra c6mo estas nociones —en este caso la homosexualidad y
la heterosexualidad— desde que se inventaron pasaron a guiar nues-
tra interpretación de los seres humanos como “tipos específicos”, así
como su clasificación de acuerdo con sus deseos y prácticas sexuales.
Se trata de deconstruir estas categorías supuestamente universales
y atemporales, para comprobar la relación entre los valores morales
de una época y la construcción de conceptos.
También me encontré con la idea de que la manera en que ve-
mos los cuerpos humanos y los clasificamos es también el resultado
de determinados contextos históricos. Me refiero al historiador Tho-
mas Laqueur y al dimorfismo sexual.? Laqueur muestra que sin duda
podemos hacer lecturas y clasificaciones de los cuerpos, pero cuando

2. T. Laqueur, La construcción del sexo-cuerpo y género desde los griegos hasta Freud,
Madrid, Cétedra, 1994.
Entre las teorfas de género y el psicoanélisis 145

reducimos sus diferencias a una oposición binaria, esto se debe a con-


textos históricos específicos. Como resultado, imposibilitamos la per-
cepción de las distintas posibilidades del cuerpo y del género. La idea
de que hay dos cuerpos, radicalmente distintos, el cuerpo-masculino
y el cuerpo-femenino, y. que éstos son una clave para la inteligibili-
dad cultural tiene como consecuencia la invisibilidad de muchos otros
cuerpos. La versión del siglo xv era la de un cuerpo (masculino) y su
versión inferior. A partir del siglo xx se empieza a pensar que desde
siempre existieron dos cuerpos radicalmente distintos. Cabe pregun-
tarse si no podría considerarse la existencia de tres, cuatro, o más.
Algo que noté en muchos de los teóricos de la construcción social
es el compromiso con la tarea de no permitir que el comportamien-
to sexual, que envuelve los cuerpos y las identidades sexuales, sea
objeto de prácticas de control y normativas por parte de la sociedad.
Judith Butler, en cuanto filósofa feminista y crítica del psicoanáli-
sis,-está dentro de este marco teórico.
Aunque con cierta distancia crítica, Butler es heredera de Fou-
cault. Ubica el género en una dimensión política. No separa la no-
ción de género del contexto político y cultural en el que se produce
y se mantiene esta noción, históricamente variable. El género, en
los términos en que se lo piensa socialmente desde el sentido común
como categoría estable de lo masculino y de lo femenino, es un efecto
de prácticas, discursos e instituciones cuyo origen es múltiple y difu-
so. Se asume aquí una concepción foucaultiana del poder. Este poder
invisible opera en la producción de la estructura binaria en la que
pensamos la categoría de género. La estabilidad de las categorías
masculina y femenina existe porque detrás del “género” se encuen-
tra la idea de una matriz heterosexual.
Butler tiene varias rutas para mostrar cómo el pensamiento
acerca de una-estructura binaria estable del género es el efecto de
un poder invisible que lo crea y lo mantiene. En primer término,
hace un puente crítico entre las categorías de sexo y de género -dis-
cusión importante para los antropólogos— y trata de demostrar que
esta distinción no tiene lugar: la noción de sexo biológico es un efecto
del género y no su condición de existencia. En segundo término, se
advierte que toman como un paradigma para pensar el género a los
seres descriptos como abyectos; es decir, se propone considerar el gé-
nero desde los transexuales, hermafroditas o intersexds, de las drag
queens, drag kings, ladyboys, t-girls, she-males, travestis y otros.
En tercer lugar, Butler define el género como un “acto performati-
vo”, derivado de una repetición estilizada de actos, que produce una
ilusión, provoca un efecto ontológico, sugiere la existencia de los se-
146 Patricia Porchat

res humanos únicamente como hombres y mujeres. Estos actos son


internamente discontinuos y crean una ilusión de sustancia. Detrás
de ellos, no hay un hacedor. Es en la incapacidad de repetir, en una
deformidad o en una repetición paródica, que se expone la naturale-
za ilusoria del género: Son representaciones sociales. No hay origi-
nales ni grado cero del género. No hay seres más reales que otros por
acercarse más o menos-a un ideal anatómico y psicosocial.
Finalmente, Butler cuestiona algunos términos psicoanaliticos
sugiriendo que el psicoanálisis lacaniano corre el riesgo de ser una
teoría que mantiene el género en su estructura binaria y reproduce
acríticamente los regímenes de poder que lo regulan, sin reconocer
otras formas humanas.
Butler se refiere a sí misma como una judía, con una herencia
psíquica del Holocausto y posible víctima de la violencia por cuestio-
nes de género y sexualidad. Sus investigaciones abordan problemas
de reconocimiento y trabajan sobre el concepto (y los límites) de lo
humano. Dice que en su época de estudiante pasaba el día en la
biblioteca y por la noche frecuentaba un bar de gays y lesbianas don-
de las “drags” realizaban actuaciones. En sus textos con frecuencia
menciona situaciones de violencia vividas por personas, algunas co-
nocidas, que no se encuadran dentro de lo que ella llama el “género
inteligible”. El “género inteligible” se aplica a las personas que man-
tienen una coherencia entre el sexo, el género, el deseo y la práctica
sexual. De su activismo viene la idea de transformar la sociedad.
La lectura de la obra de Butler me hizo formularme la siguiente
pregunta doble: ¿cuál sería el concepto de género que permitiera una
actitud más ética hacia el “género no inteligible” (o sea, aquellos que
no mantienen una continuidad entre el sexo, el género, el deseo y la
práctica sexual) y apuntara, al mismo tiempo, a una praxis social en
el sentido-de una transformación de la vida de quienes sufren de la
inadecuación de su género?
A pesar de la crítica al psicoanálisis, Butler coquetea con él todo
el tiempo. Es como si tuviera que tomar prestados los conceptos del
psicoanélisis para criticarlos y en ese procedimiento fundar su pro-
pia teoría. En la elaboración de su concepto de género, Butler proble-
matiza la categoría de lo simbólico, de la diferencia sexual y la con-
cepción de parentesco que identifica en Jacques Lacan, desde una
lectura que éste hace del estructuralismo de Claude Lévi-Strauss.?

3. Todas estas cuestiones fueron trabajadas en mi tesis y no las abordare aquí. Para
la elaboración del concepto de género, veáse J. Butler, El género en disputa. El femi-
Entre las teorias de género y el psicoanálisis 147

Para Butler sólo es posible concebir el inconsciente en términos his-


tóricamente variables. Por otra parte, en su libro Deshacer el gé-
nero, de 2004, pone de relieve el deseo sexual como elemento que
nos permite entender lo que irrumpe y se establece como si fuera
de nosotros mismos. Esto sería una posible respuesta a la pregunta
sobre lo que da origen a lo nuevo y a lo distinto en la repetición de
actos performativos.
Durante la última década, el foco de mi práctica clínica se dirigió
a un sector de la sociedad que todavía puede considerarse social-
mente excluido. A partir del análisis de un paciente gay, de veinti-
trés años, que frecuentaba semanalmente saunas gays, cines y par-
ques públicos para encuentros sexuales, empecé a interesarme por
lo que podría ser la especificidad del comportamiento, o incluso la
subjetividad, de la homosexualidad masculina. Ahora puedo decir
que el ochenta por ciento de mi trabajo consiste en atender a pacien-
tes gays y lesbianas. Durante estos años, también llegué a atender a
algunxs transexuales, especialmente a personas que nacieron con el
sexo masculino y que querían ser mujer.
Puede parecer extraño utilizar el término “exclusión social” para
referirse a este grupo de personas cuando nos confrontamos con el
hecho de que la marcha del orgullo en San Pablo, donde vivo, es
una de los más grandes del mundo. Sin embargo, la exclusión está
presente en todo momento, sea en la actitud de la gente en la calle,
sea en el sentimiento de que muchos gays, lesbianas ó transexuales
desarrollan sobre ellos mismos. Algunos pacientes transexuales de-
jaron de acudir a mi consultorio por ser verbalmente agredidos en el
camino. Me dijeron que para continuar su análisis necesitaban que
yo los atendiera en el centro de la ciudad y a la noche. En el casco
antiguo el anonimato es posible y, por la noche, la oscuridad protege
sus cuerpos, a:veces anómalos. Mi consultorio queda en un barrio
relativamente moderno de San Pablo, pero no se puede considerar
una zona libre para gays, lesbianas y transexuales.
Podemos, aun, hablar de una exclusión social interna, en la me-
dida en que las normas sociales son siempre interiorizadas. Los
sentimientos de culpa y de inferioridad en relación con su incon-
formidad a las normas son comunes en el habla de estos pacientes.

nismo y la subuersiôn de la identidad, México, Paidés, 1990; Deshacer el género, Bar-


celona, Paidós, 2006; “O parentesco é sempre tido como heterosexual?”, Cadernos
Pagu, N° 21, Campinas, Unicamp, 2003, p. 21; “Tréfico sexual. Entrevista: Gayle
Rubin con Judith Butler”, Cadernos Pagu, N* 21, Campinas, Unicamp, 2003, p. 157.
148 Patricia Porchat

A menudo, estos sentimientos son los responsables de la dificultad


de organización en relación con la vida profesional y, por lo tanto,
de lo económico. Esto hace que la persona no pueda estructurar
su vida de forma independiente de sus familias. Siguen viviendo
con sus padres, no logran tener su propio espacio para desarrollar.
su vida personal, afectiva y social; no tienen dinero para hacer un
análisis o psicoterapia y así permanecen en un círculo vicioso de
infelicidad.
Quiero subrayar que, en cierto modo, la clínica lacaniana puede
contemplar a estos sujetos pero que, debido a ciertos términos que
forman parte de su teoría, corre el riesgo de convertirse en una he-
rramienta más de ejercicio de la exclusión social. La clínica lacania-
na está en contra de una perspectiva de recuperación de los estánda-
res de normalidad perdidos por algún tipo de patología. En este sen-
tido, no se trata de vencer una enfermedad. En su teoría, Jacques
Lacan quiere aportar elementos para una práctica que pueda ser un
argumento en contra del carácter normativo de los ideales de la nor-
malidad. El psicoanálisis lacaniano cuestiona ideales normativos de
la identidad, la sexualidad y de los modos de socialización. Si Lacan
cuestiona la búsqueda de la autorrealización, la búsqueda del placer
y la búsqueda de la eliminación del sufrimiento, es precisamente
por éncontrar en la experiencia humana una fuerza para la ruptura,
que calificó de “Real”, y escapar a la idea de una búsqueda de la fe-
licidad en el sentido común. Para Lacan, el sujeto experimenta en sí
mismo algo más allá, algo que lo hace nunca ser totalmente idéntico
a sí mismo. La identidad; cualquiera que sea, nunca será suficiente
para captar la experiencia subjetiva. Ella pone límites al sujeto, ella
puede ser su perdición.
Lo Real, para Lacan, se refiere a un campo de experiencias sub-
jetivas que no puede ser adecuadamente simbolizado. La forma de
acceso a lo Real es el “goce” (jouissance) que escapa a la lógica de la
. simple búsqueda de placer y del alejamiento de la falta de placer. Lo
Real habla de las experiencias de satisfacción y de terror, casi indis-
tintas, que el Yo prueba ante una cierta autodisolución, disolución
de la propia identidad. Ciertos actos conducen al individuo a hacer
frente a lo que le hace titubear de sus certezas identitarias. Estos
actos están animados por la pulsión de muerte, entendida aquí como
la fuerza psíquica que tiende a la muerte simbólica de la identidad
que estructura al sujeto.
La clínica lacaniana, entonces, no es una clínica de adecuación
social. No intenta encuadrar los “seres abyectos” a las categorías
tradicionales de sexo y de género. Por el contrario, propone que cada
Entre las teorías de género y el psicoanálisis 149

sujeto busque un arreglo único de su Yo. En ese sentido, permite


abordar los “seres abyectos” desde la perspectiva de la identidad,
o más bien de una “no identidad” tradicional. Permite abordar lo
que Judith Butler refiere como individuos que no califican como “el
género inteligible”, es decir, la idea de que no existe una relación de
coherencia entre el sexo anatómico, el género, el deseo y la práctica
sexual.
Sin embargo, es de la propia Judith Butler que viene una crítica
al pensamiento lacaniano, pues al considerar el proceso por el cual
uno se convierte en un sujeto Lacan distribuye la humanidad entre
“hombre” y “mujer”, los dos términos de la diferencia sexual, no en
cuanto diferencia anatómica sino como una manera de someterse a
las reglas del lenguaje. El binarismo, por lo tanto, sería una necesi-
dad lógica del lenguaje. (No es mi intención aquí discutir los detalles
del psicoanálisis lacaniano, porque no es éste mi objetivo. Ésta es
una discusión de la terminología y de las posibles interpretaciones
de la misma.)
En la teoría lacaniana, por lo tanto, aunque no se trate de la
identidad, se trata de “hombres” y “mujeres” con respecto a la re-
lación del sujeto con el lenguaje. Para Butler, esto crea un grave
problema. Aunque entendemos que se trata sólo de una desafortu-
nada terminología, a lo mejor de época y ya no necesaria, podemos
aun considerar el argumento de Butler. Desde el cuestionamiento
central de las categorías psicoanalíticas, tales como la “diferencia
sexual”, Butler pone problemas para el campo epistemológico del
psicoanálisis, en la-medida en que estas categorías intentan con-
seguir el estatus de categorías trascendentales, supuestamente in-
munes al cambio social y reclamando el derecho de hacer cumplir
las leyes de la inteligibilidad cultural. Detrás de esta discusión pa-
rece estar presente la idea de que puede no haber una disociación
entre el campo epistemológico y sus conceptos, por un lado, y la
ideología, por el otro.
A partir de esta problemática, me parece que cabe al psicoaná-
lisis en este momento hacer un giro en su reflexión sobre la sexua-
lidad y el género en la actualidad, y empezar a centrarse en otro
concepto, el concepto de “humano”. Tal vez ésta sea una manera de
escapar de las interminables discusiones sobre el sexo y el género
y encontrar un acceso directo al abordaje clínico de los seres “ab-
yectos”.
Fue también a partir de Judith Butler que empecé a pensar en
esto. Ella lleva a cabo lo que me parece ser su eje central para la
discusión de género: la cuestión del reconocimiento. Para Buttler,
150 Patricia Porchat

el deseo de reconocimiento está en el meollo de la cuestión, ya que


es la condición de pertenencia a la humanidad. El reconocimiento es
la experiencia por la cual los seres se vuelven socialmente viables.
¿Qué pasa cuando alguien empieza a convertirse en aquello para lo
cual no hay lugar en este régimen de verdad? La división binaria de
las identidades, que rige la sociedad, no permite a ciertos individuos
reconocerse como seres humanos. La sociedad crea la existencia de
humanos verdaderos versus humanos falsos. La regla que produce y
normaliza lo masculino y lo femenino mediante la imposición de un
código que define la inteligibilidad del ser como “humano hombre” o
“humano mujer” también define a los seres no inteligibles como “no
humanos”.
Si retomamos el hilo conductor de Butler, partimos de la idea de
que ser “humano” es tener el deseo de ser reconocido por un otro, y
por lo tanto pertenecer a la humanidad. Sin embargo, tener la acti-
tud para reconocer a alguien, por lo que se considera que pertenece
a la humanidad, parece más difícil de llevar a la práctica.
Claude Lévi-Strauss comenta que la noción de humanidad, que
abarca todas las formas de la especie humana sin distinción de
raza o civilización, llegó tarde y no se expandió mucho. Y, aun exis-
tiendo, siempre incurre en equívocos.* La noción de la naturaleza
humana es extremadamente abstracta y esa abstracción es al mis-
mo tiempo su fuerza y su debilidad. Se trata de una noción débil,
en la medida en que los seres humanos están incrustados en las
culturas tradicionales, que se definen en el tiempo y en el espacio.
El ideal de que existe una igualdad natural entre todos los seres
humanos y que esto implicaría una unión entre ellos es un ideal
engañoso, porque descuida una diversidad que se impone a la pura
observación. Las diferencias siempre son visibles. Lévi-Strauss
sostiene que, durante decenas de milenios, la noción de humani-
dad pareció faltar. Y aún hoy, en algunos segmentos de la especie
humana, la humanidad termina en las fronteras de la tribu o del
grupo lingiiistico. Es la creencia en la barbarie del otro que autori-
za actos de crueldad, y de alguna manera termina por convertir al
realizador de estos actos en un bárbaro también.
El poder de esta noción abstracta de la naturaleza humana se
encuentra, tal vez, en la dirección que ella misma apunta. Por par-
te de Butler, considerar la humanidad de cualquier individuo sig-

4. C. Lévi-Strauss, “Raza e Historia”, en Os Pensadores, San Pablo, Abril Cultural,


1978.
Entre las teorías de género y el psicoanálisis 151

nifica luchar a favor de las normas y convenciones que permitan a


las personas respirar, desear, amar y vivir, y distinguirlas de las
normas y convenciones que restringen las propias condiciones de
la vida. Me parece que éste es el papel del psicólogo: recoñocer la
singularidad sexual y de género de cada uno y ayudarlo a respirar,
amar y vivir.
Lévi-Strauss establece la existencia de una especie de paradoja.
Casi se podría decir que el ser “humano” significa negar la “huma-
nidad” a los que son diferentes a mí. En este sentido, los humanos
están siempre constituyéndose desde una construcción de lo que son
al tiempo que definen lo que los otros no son. La diferencia está en la
base de la construcción de la identidad. .
La fuerza del concepto de naturaleza humana, entonces, está
en el esfuerzo por superar una actitud inercial de construcción de
una identidad que excluye automáticamente toda una serie de otras
identidades posibles. Dos actitudes derivan de ahí. En primer lugar,
considerar que hay que conquistar y construir la actitud de respeto,
se trate de una actitud innata o no, ya que es la actitud lo que per-
mite una mejor convivencia entre los seres vivos. En segundo lugar,
buscar algo en común entre los seres vivos, lo que justifica, para
aquellos que necesitan una justificación, considerar a los individuos
como seres humanos en general.
Para hacer esta consideración, me limitaré a la idea del cuerpo.
en el psicoanálisis. Si por lo tanto respondo a la pregunta de lo que
significa ser “humano” con la afirmación de que ser “humano” es
tener un cuerpo humano, siendo este cuerpo considerado un cuerpo
erógeno, o un cuerpo pulsional, tal vez podamos ampliar suficiente-
mente la noción de humano. El cuerpo erógeno o el cuerpo pulsional
es un cuerpo pensado desde Freud como un proceso de organización
libidinal que se opone a cualquier ideal normativo o cualquier su-
puesta inclinación de la naturaleza. La sexualidad no es la anato-
mía, no es una construcción social, pero ocurre en el encuentro con
el lenguaje. En su relación con el lenguaje, la pulsión construye una
historia particular y única. Si tomamos el concepto de “Real” en La-
can, se verifica algo en el cuerpo que no se plantea como simbólico
y tampoco-anatómico. Y de ahí viene la posibilidad de la sorpresa y
de la no conformidad con lo socialmente establecido, con las normas
y los códigos.
Si definimos cuerpo erógeno, definimos “humano”, de donde ser
humano es tener un cuerpo reconocido en tanto cuerpo deseante, y
es deseante en la medida en que es atravesado por el lenguaje, pero
un lenguaje que falla en su capacidad para abarcar todo lo. que el
152 Patricia Porchat

cuerpo desearia significar. El universal parece estar en el recono-


cimiento de lo particular de cada uno. El reconocimiento social, sin
embargo, es fundamental para que el propio sujeto se pueda reco-
nocer. Queda entonces la pregunta: jcômo reconocernos a nosotros
mismos como cuerpos deseantes y cómo reconocer a otros como cuer-
pos igualmente deseantes?
PARTE V

Pensamieuto queer y subjetividades


La psicologia, lo queer y la vida

Wiliam Siqueira Peres

Los discursos y las figuraciones actuales que se muestran como im-


portantes componentes de subjetivación, así como las ultravelocida-
des por intermedio de las cuales nuevas tecnologías son procesadas
en la actualidad, han llevado a autores como Rosi Braidotti a pensar
lo contemporáneo desde el concepto de la transcontemporaneidad, es
decir, aquello demarcado por la crisis de los paradigmas y la emer-
gencia de nuevos actores y actoras que reivindican derechos civiles,
sociales, económicos, sexuales, culturales, políticos y de género, para
cuyo análisis las referencias y los significados conceptuales disponi-
bles han demostrado ser caducos y arbitrarios; con eso, las palabras
que más se muestran pertinentes nos remiten a perspectivas transi-
tivas, discontinuadas e inestables de la vida.
Esa transcontemporaneidad, dice Braidotti, “indica una trans-
ferencia intertextual que atraviesa fronteras, transversal, en el
sentido de un salto desde un código, un campo o un eje hacia otro,
no meramente en el modo cuantitativo de multiplicaciones plurales
sino, antes bien, en el sentido cualitativo de multiplicidades comple-
jas. No se trata sólo de entretejer diferentes hebras, las variaciones
sobre un tema, sino también y más precisamente de interpretar la
positividad de la diferencia como un tema específico en sí mismo”.!
Desde esa perspectiva, palabras como transformaciôn, tránsitos,
transgéneros, transexualidades, transgresión, ganan otros contor-
nos, valores y significación afinados por la emergencia de su posi-
tivación. -

1. R. Braidotti, Transposiciones: sobre la ética nómada, Barcelona, Gedisa, 2006, p. 20.


[155]
156 Wiliam Siqueira Peres

Muchos saberes, poderes y placeres participan de la producción


de los modos de percepción, sensación, pensamientos y prácticas que
se efectúan en las relaciones que las personas establecen unas con
las otras, con el mundo y consigo mismas, componiendo procesos de
subjetivación que la mayor parte de las veces actúan en consonancia
con los órdenes dados por el biopoder y las diversas regulaciones
biopolíticas, es decir, actúan como dispositivos disciplinarios y tota-
lizadores que elaboran creencias, producen y mantienen regímenes
de verdad que imponen como referencia absoluta la idea reductora
del ser humano a una estructura, a un sistema de funcionamiento,
a un aparato psíquico, a una estructura universal de pensamiento.
De modo complementario a esas determinaciones disciplinarias y
reglamentarias del biopoder surge un sistema específico para actuar
sobre los cuerpos, sus sensibilidades y placeres, para actuar en el
corazón de la subjetividad, en el agenciamiento de fuerzas que en-
gendran los procesos deseantes.
A ese sistema reglamentario y normalizador Judith Butler lo
llamó “sistema sexo/género/deseo/prácticas sexuales”? instituidos,
mantenidos y vinculados a partir de las relaciones de coherencia y
continuidad, dando inteligibilidad y reconocimiento para que una
persona al nacer con sexo biológico macho tenga necesariamente
género masculino, su deseo sea heterosexual y su práctica sexual
activa; mientras que, si se nace hembra, su género necesariamente
será femenino, su deseo heterosexual y su práctica sexual pasiva.
Ese sistema se orienta básicamente por las premisas reglamen-
tarias del biopoder en consonancia con dispositivos de la hetero-
normatividad y del falocentrismo, imponiendo la heterosexualidad
y los patrones rígidos de identidades sexuales y de género como
obligatorias. -
Tales referentes están presentes en los procesos de subjetivación
normalizadores, 'de modo de producir individuos dóciles, contenidos
y disciplinados, reproductores de los modelos y órdenes previamente
dados, fijándose en identidades cristalizadas, conceptos binarios y
creencias universales. Se trata de la emergencia de individuos adic-
tos a identidades y dependientes de los modos de normalización.
Paralelamente, encontramos otros modos de subjetivación que se
concretan a través del derecho fundamental a la singularidad, del

2. J. Butler, Problemas de género: feminismo e subversäo da identidade, Río de Janei-


ro, Civilizaçäo Brasileira, 2003.
La psicologia, lo queer y la vida 157

libre arbitrio necesario para poder hacer de su vida una obra de arte*
y una estilistica de la existencia.*
Ante esa pequeña cartografia de lo transcontemporäneo, quere-
mos problematizar respecto de las conexiones posibles entre psicolo-
gia y la insurgencia queer, de la efectivacién préctica y politica que
toma como disparador los procesos emancipadores psicosociales en
oposición a las prácticas de mantención de los pensamientos bina-
rios, universales y ahistóricos, que se expresan a través de los exce-
sos diagnósticos, clasificatorios y reductores. Se trata de posiciona-
mientos de prácticas psi todavía encarcelados en el siglo x1x, usando
y cosificando sus valores y metodologías que se han construido en
aquel momento sociohistórico, contemporáneo a la emergencia de la
noción de individuo —aquel que no se divide, que está totalizado— y
de la atribución de significado social y de valor moral a los cuerpos
y sus placeres.
Si:echamos un vistazo a las teorías y metodologías utilizadas por
las prácticas en psicología en la actualidad, percibimos que la ma-
yoría de esas teorías se encuentran comprometidas con la manten-
ción, cosificación y defensa del sistema sexo/género/deseo/prácticas
sexuales, y, ante ese compromiso, se limitan a observar, clasificar,
escudriñar, encuadrar, diagnosticar, encerrar, tratar, curar e inclu-
so producir muerte civil de las personas que de alguna manera se
tornen disidentes respecto de los órdenes impuestos como únicos,
correctos y normales.
Concomitantemente a las categorías de sexo, género, deseo y prâc-
ticas sexuales nos ericontramos con otros marcadores psicosociales,
como clase social, raza/color, etnia, orientación sexual, estética cor-
poral, edad, religión, lugar de pertenencia, que son mantenidos en
frecuentes interacciones, denunciando la presencia de machismos,
racismos, misoginias, lesbofobias, transfobias y homofobias; en mu-
chas de las prácticas y actuaciones de los operadores de la psicología.
Las escuchas y observaciones realizadas por esos operadores —po-
licías del psiquismo, que militan en defensa de la creencia de un
único cuerpo, un único sexo, un único género, un único deseo, un úni-
co psiquismo, una raza y una etnia tomadas como superiores a las
otras— contribuyen para la emergencia de una psicología del terror
y del aniquilamiento de todas aquellas personas que no se adecuen

3. Véase G. Deleuze y C. Parnet, Didlogos, San Pablo, Editora Escuta, 1998.


4. Véase M. Foucault, Uma estética da existéncia. Ditos e escritos v, Río de Janeiro,
Forense Universitária, 2004.
158 Wiliam Siqueira Peres ‘

a los manuales, a los modelos metodológicos de intervencién cosi-


ficados, a los principios binarios y universales originados en sus
disidencias a los patrones normativos.
Como modo de resistencia a esa posición normativa y compro-
metida de esos modos de hacer psicologia, consolidada por los regi-
menes de verdad binarios, universales y ahistéricos, algunos estu-
diosos e investigadores de la psicologia han venido manifestando su
descontento a través de investigaciones y publicaciones que critican
la insistencia de cierta psicologia que perversamente se regodea en
clasificar, diagnosticar, tratar, curar, excluir, a las personas a través
de un modo reductor que se limita a los manuales producidos en el
siglo xix. Contra esa práctica de la psicologia presentamos la insur-
gencia de una psicología queer cuyo recorte político, emancipador y
crítico se muestra como urgente y necesario.

¿De dónde viene y hacia dónde va una política


que se orienta por el queering?

El intento de acercar la psicología a un recorte político y eman-


cipador en una perspectiva queer solicita primeramente un rescate
histórico del término “queer” y de los usos que fueron construidos
alrededor de una dimensión humana que en principio tiene una
existencia negada por las instituciones médicas, psicológicas, jurí-
dicas, religiosas, y sus saberes/poderes disciplinarios reglamenta-
rios, o bien es objeto de desprecio, como si fuera menos que humano,
como monstruosidad, totalmente desprovisto de derechos a tener
derechos, sin acceso a la ciudadanía.
Primeramente, hay que aclarar que el término “queer” no es ori-
ginalmente un adjetivo sino un verbo, indicado por la idea de quee-
ring; por eso no es posible hablar de una identidad queer pues, así
como la palabra “queer” no se limita al conjunto de letras identi-
ficadoras, tales como LGBTTI (lesbianas, gays, bisexuales, travestis,
transexuales e intersexos), el término “queer” nos remite a todas
las expresiones existenciales que rompen con los imperativos de la
norma.
En segundo lugar, lo queer no se inserta dentro de un registro
binario y universal, sino que se presenta como expresión humana en
construcción permanente, como procesos, como devenires en acción;
siempre múltiple, heterogéneo y polifónico. Se trata de una pers-
pectiva nómada de composición de la vida y, en este sentido, como
señala Anne Marie Jagose en su Queer Theory: An introduction, lo
La psicología; lo queer y la vida 159

queer no se presenta como una identidad sino como una crítica a la


identidad.5
Desde esa perspectiva de critica a la identidad se da la emer-
gencia de los estudios queer, advenidos en la década de 1980, fru-
to de las luchas politicas y sociales del activismo gay y lésbico de
Estados Unidos y el Reino Unido, posteriormente desarrollado en
otros paises.
Se trata de un período sociohistérico, político y cultural marcado
por diversas crisis, entre ellas la emergencia del sida, las críticas al
feminismo heterocentrado, blanco y colonial, las crisis política y cul-
tural asimiladas por el capitalismo y que darán visibilidad para la
cultura gay ante la evidencia del pink money (la institucionalización
de esa subcultura como un nicho de mercado).
Inspirado por el activismo de la pandemia del sida, destacamos
las actividades de grupos como Aids Coalition to Unleash Power
(ACT UP), compuesto por personas seropositivas, usuarias y usuarios
de drogas, gays, lesbianas, travestis y transexuales, trabajadoras y
trabajadores del sexo, hombres y mujeres negras y otros colectivos
minoritarios, descontentos con el tratamiento estatal. De acuerdo
con Javier Sáez, en su ensayo sobre la emergencia de la teoría queer,
hay dos razones principales que señalan la importancia de ACT UP:

© Fue un grupo capaz de aglutinar diversos colectivos que


hasta el momento no habían trabajados juntos política-
mente (gays, lesbianas, transexuales, travestis, negras y
negros, latinas y latinos, chaperos, putas, mujeres en si-
tuación de pobreza, drogadictas y drogadictos...); poco a
poco se puso de manifiesto que muchos de los problemas
de mala gestión del gobierno afectaban transversalmente
a numerosos grupos en riesgo de exclusión, y que luchar
en coalición podía ser más útil que hacerlo desde colectivos
separadamente.
e Su contenido ideológico y sus manifestaciones de acción
directa en la calle rompían con la línea respetuosa y asimi-
lacionista de muchos grupos de derechos civiles tradicio-
nales, que abogaban por una integración en el orden social
normalizado negociando cuotas de poder; por el contrario,
ACT UP introduce la “rabia”, la denuncia directa y implicita,
las acciones ilegales (robos en supermercados para finan-
ciar medicamentos o conseguir comida para los enfermos,
por ejemplo), boicots en actos públicos, intervenciones en

5. A.M. Jagose, Queer Theory:An introduction, New York University Press, 1998.
160 Wiliam Siqueira Peres

Iglesias y ministerios, desafía el orden social y política con


un discurso radical.®

Muchas personas que participaban de las manifestaciones de


ACT UP eran militantes LGBT y comenzaron a plantear la posibilidad
de ampliacién de las referencias identificadoras demarcadas por la
heterosexualidad y la homosexualidad, expresando malestar ante
dos patrones hormativos restringidos a las oposiciones binarias y los
modelos universales; estas inquietudes colaboraron para que en el
verano de 1990 surgiese el primer grupo en hacer uso de la expre-
sión queer: Queer Nation.
A partir de la creación de grupos como Queer Nation, muchos
otros han ido surgiendo y con ellos los planteamientos sobre identi-
dades acabadas que reducen al ser humano a una referencia única
y totalizada. En sus discursos cuestionan las múltiples categorías
que subjetivan a los sujetos, añadiendo a las identidades sexuales
otros marcadores identificadores, como clase social, raza/color, géne-
ro, generación; de modo de tomar el ser humano como habitado por
multiplicidades, lo que, a su vez, abandona definitivamente la idea
del yo como unidad, patrón, estructura, identidad papel, repetición.
En sus prácticas estos grupos se apropian de estrategias de calle
_y de confrontación directa con el poder, orientándose por las referen-
cias de la cultura popular y de las luchas del movimiento negro, del
movimiento hippie, del movimiento feminista, del movimiento paci-
fista, para entonces crear su propio estilo de confrontación, con las
manifestaciones creativas en espacios públicos de “besos colectivos”
entre gays y lesbianas.
En el modo en que venia funcionando el movimiento gay y lésbico
americano de defensa de igualdades entre hétero y homosexuales,
de adecuaciones reducidas al modelo de sociedad falocéntrica y he-
teronormalizada, los activistas de Queer Nation y de Out Rage reac-
cionan radicalmente: los análisis sobre la homofobia hasta entonces
realizados por el movimiento gay y lésbico se mantenían anclados
a la perspectiva asimilacionista. Las prerrogativas de estos nuevos
grupos extrapolaban esos límites buscando la transformación del
discurso público sobre las sexualidades a través de la desestabili-
zación de los límites entre espacio público y privado, denunciando

6. J. Séez, “El contexto sociopolitico de surgimiento de la teoría queer: de la crisis del


sida a Foucault”, en D. Córdoba, J. Séez y P. Vidarte (comps.), Teorfa queer: politicas
bolleras, maricas, trans, mestizas, Barcelona, Egales, 2005, pp. 68-69.
La psicologfa, lo queer y la vida 161

la naturalización de la heterosexualidad y la insurgencia de nuevos


discursos y conexiones sexuales y de género.
De las barricadas políticas del deseo presente en el activismo
queer y su diálogo con la academia, algunos activistas que también
ocupaban el lugar de investigadores académicos organizan un nuevo
campo de estudios e investigaciones: los estudios queer.
Paralelamente a la emergencia del activismo queer, en El labe-
rinto queer: la identidad en tiempos de neoliberalismo, Suzana Lo-
pes Penedo señala 1990 como el año en que se usó la palabra “queer”
por primera vez en el contexto académico,” con la publicación del li-
bro Epistemología del armario de Eve Kosofsky Sedgwick.? De modo
complementario, Judith Butler publicaba su famoso Gender Trouble
(El género en disputa) que.se tornaría el libro de referencia para
académicos interesados en los estudios queer en todo el mundo.° Si-
guiendo las orientaciones históricas de Penedo, en 1981, Teresa de
Lauretis usa el término “queer” en la introducción del número espe-
cial de la revista Differences.
La palabra “queer”, subraya David Córdoba,¡º tiene su origen en
la cultura inglesa y era usada como un modo de ofensa para gays
y lesbianas pero, como modo de su reversión, pasa a ser apropiada
inicialmente por los activistas homosexuales para hablar en nombre
propio, de modo que la única persona que puede apropiarse y asu-
mirse como queer es quien se sitúa en ese lugar, subvirtiendo la idea
de estigma que discriminaba y excluía a las personas de la comuni-
dad 1LGBT y resignificando sus existencias de modo de expresarlas en
su positividad y orgullo.
En sus planteamientos, Susana Lopes Penedo señala como cam-
po de estudios queer la emergencia de tres diferentes puntos de ha-
cer frente al problema:

* Losestudios qfie plantean una interpretación materialista de


las desigualdades existentes entre diferentes sectores de la so-

7.S.L. Penedo, El laberinto queer: la identidad en tiempos de neoliberalismo, Barte-


lona, Egales, 2008.
8. ES. Sedgwick, Epistemología del armario, Barcelona, De la Tempestad, 1998.
9. J. Butler, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Mé-
xico, Paidós, 1990.
10. D. Cérdoba, “Teoría queer. Reflexiones sobre sexo, sexualidad e identidad: hacia
una polítización de la serualidad”, en D. Córdobe, J. Séez y P. Vidarta (comps.), Teo-
ría queer.
162 Wiliam Siqueira Peres

ciedad que van més allé de la clase social, y que afectan tam-
bién a otros aspectos como la raza, la etnia y la sexualidad.
e Los análisis de los discursos surgidos de la cultura, ajenos a
las condiciones materiales de la opresión que sufren gays y
lesbianas.
e Los estudios que intentan legitimar las sexualidades no nor-
mativas, mediante la teorización de un deseo y erotismo queer.

De modo general, la teoría queer propone la hibridación como


forma de romper con los procesos homogeneizantes. Esta idea de
hibridación ha sido apropiada de los estudios realizados por Donna
Haraway,"! y, siguiendo esa perspectiva, Susana Penedo dirá que
la hibridación es un proceso manipulable desde el punto de vista
queer porque puede ser abordada desde una perspectiva individual,
o sea, el hecho de nombrar como queer solamente se puede hacer en
nombre propio.
Siguiendo los pasos de Penedo, podemos constatar que los plan-
teamientos hechos por los teóricos queer se refieren a los usos y
abusos de la categoría de identidad, entendida como un dispositivo
de exclusión al situarse como marca individual en oposición a otros
marcadores sociales, tornándola restricta a un lugar en el mundo
- que por sí mismo se muestra como opositor y fascista.
En esta dirección, David Córdoba señala la necesidad de una crí-
tica a la noción de identidad, de modo de definir una posición antie-
sencialista que niegue cualquier intento de naturalización, fijación
y totalización.
Al lado de la crítica a la identidad sumamos planteamientos que
ponen bajo sospecha la propia noción de interioridad, apropiándose
del rechazo hecho por Judith Butler en El género es disputa, al cues-
tionar el sistema sexo/género/deseo en sus determinaciones de com-
plementariedad que se orientan solamente por el recorte del esen-
cialismo, lo que por su parte pondría en duda la heterosexualidad
hasta entonces tratada como universal y obligatoria.
AlK Butler propone un cambio en la dirección causal y cartesiana
establecida entre sexo y género, alejándose de la naturalización que
recae sobre el género, al que se confunde muchas veces con la noción
de sexo que está cimentada en lo biológico y en la fisiología repro-
ductiva, lo que por su parte se.muestra cargado de influencia moral.

11. D. Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza, Valencia,


Cátedra, 1991. -
La psicologfa, lo queer y la vida 163

Para esta autora, la naturalizacién del sexo y del género se presen-


ta como efecto politico de reproduccién del modelo heteronormativo,
demarcando el poder ejercido por tecnologias politico-morales-cris-
tianas de prescripción de la heterosexualidad.
La identidad sexual y de género en este sentido no puede ser
tomada como expresión de un interior natural y/o esencial, pues la
idea de la existencia de una esencia interior no es otra cosa que el
efecto reglamentador advenido de la propia identidad, que por su
parte es una manifestación de exterioridad.
Aquí queda patente que el sujeto es construido a través de pro-
cesos complejos que no lo anteceden, lo que por su parte nos remite
al espacio político en el que las negociaciones de ciertos lugares en
el mundo se cimientan, promoviendo así la subversión de valores,
sentidos y discursos normativos que se pretenden universales e in-
mutables.
De acuerdo con Córdoba y Penedo, la identidad presenta en su
núcleo una dimensión de exclusión y de negación de todo vector dife-
rencial, cosificando el sistema sexo/género/deseo y sus determinacio-
nes binarias y universales.
Demarcando esa dimensión de exclusión que habita la identi-
- dad, Córdoba parte de la idea de que el espacio discursivo del que
emerge la identidad no la determina de antemano; más bien, su
afirmación se construye ante la posibilidad de su resignificación en
espacio abierto y de su completud, lo. que por su parte denota que
sus determinaciones de significados y de contenidos se dan a través
de la exclusión y de la represión de otras formas identificadoras
posibles.
Desde esta perspectiva, toda identidad se construye a través de
los efectos de una relación de saber-poder-placer por la cual deter-
minadas posibilidades de fijación identificadora reprimen, excluyen,
niegan, interdictan, otras posibilidades de posición del sujeto.
Para este autor, hay que atenerse a los procesos identificadores
en su producción, de modo de aclarar que para que una identidad
sea fijada se necesita excluir otras diversas formas identificadoras
a través.de un proceso encubierto que produce la ilusión de que la
identidad sería una esencia, algo con lo que las personas ya nace-
rían, y, por lo tanto, no se permite su problematización, pues aquello
que se muestra natural no puede ser transformado o conectado con
otros campos posibles.
Siguiendo su reflexión, pensar la identidad solamente será po-
sible si la consideramos como espacio político en el que se pueda
intervenir (y de hecho se interviene) para modificar sus términos,
164 Wiliam Siqueira Peres”

para rediseñar sus límités, para incluir posiciones antes excluidas,


para dar nuevo significado a las posiciones existentes:
Esos determinantes identificadores abren perspectivas de aná-
lisis respecto de los procesos de subjetivación que individualizan
y encarcelan al sujeto en una única dimensión identitaria, y, en
ese sentido, en Testo yonqui Beatriz Preciado propone que todo ese
engendramiento de los discursos normativos determinantes de las
identidades sezuales y de género que se materializa en los cuerpos
se daria a través de tecnologías y. programaciones de sexo y de
género:

Tecnología psicopolítica de modelización de la subjetivi-


dad que permite producir sujetos que se piensan y actúan
como cuerpos individuales, que se autocomprenden como es-
pacios y propiedades privadas, con una identidad de género
y una sexualidad fija. La programación de género dominante
parte de la siguiente premisa: un individuo = un cuerpo =
un sexo = un género = una sexualidad. Desmontar esas pro-
gramaciones de género [...] implica a menudo un conjunto de
operaciones de desnaturalización y desidentificacién.!?

En la transcontemporaneidad podemos percibir la existencia de


diversos modelos de programación de sexo y de género, marcados
por el momento sociohistórico, político y cultural qu.¿ se actualiza
de acuerdo con las negociaciones de saber-poder-placer que acercan
y/o distancian a sus actoras y actores involucrados en los procesos
sociales y políticos de emancipación.
A la vez, podemos percibir la existencia de programadores di-
versos que actúan sobre los cuerpos y sus modulaciones de sexo-
género, raza, orientación sexual, generación, etc., y, en especial los
programadores psi que no solamente se resisten a actualizar 'sus
referencias teóricas y metodológicas sino que insisten muchas veces
en cosificar prácticas ultrapasadas y lecturäs totalmente descontex-
tualizadas de su tiempo, lo que en líneas generales puede parecer
sospechoso de perversidad. ‘
Creemos que es posible ampliar el bagaje teórico de la psicología
con los aportes de la teoría queer: se trata de promover una psicolo-
gía queer que rompa con postulados binarios que se proponen como
universales y totalizadores, y abra espacio para la emergentia de su-
jetos y subjetividades nómadas, en consonancia con políticas queer.

12. B. Preciado, Testo yonqui, Mädrid, Espasa, 2008, p. 90.


La psicología, lo queer y la vida 165

La o el sujeto nómada, diría Rosi Braidotti en su libro homóni-


mo, es un mito, una ficción política que permite analizar detalla-
damente las categorías establecidas y los niveles de experiencias y
desplazamientos por él o ella establecidos: borrar las fronteras sin
deshacer los puentes de conexión. Implica creer en la potencia y en
la relevancia de la imaginación, en la construcción de mitos como
un modo de éxtasis político e intelectual de estos tiempos transcon-
temporáneos.13
La o el sujeto nómada se asocia a las construcciones inestables,
transitorias, arbitrarias y excluyentes. Su configuración se da a
través del exterior constitutivo que se procesa a través de relacio-
nes de poderes, saberes y placeres que negocian todo el tiempo los
lugares posibles de tránsitos y permanencias de las y los sujetos,
siempre en proceso, y por lo tanto, en construccién permanente.
Desde una perspectiva nómada de producción de los sujetos de-
bemos plantearnos los modos de subjetivación que participan de la
hechura de esos sujetos y, en este sentido, la producción de la subje-
tividad nómada.
Rosi Braidotti dirá que en la configuración de ese modo sujeto se
toma al nómada como figura de la subjetividad transcontemporá-
nea, como artefacto tecnológico de lo humano y poshumano, dotado
de capacidades múltiples en transconectividad interpersonal.
Para Braidotti, el nómada solamente está de paso y si estable-
ce conexiones situadas, éstas sirven como modo de supervivencia
nomás nunca aceptando plenamente los límites de una identidad
nacional fija; el nómada no tiene pasaporte o, si lo tiene, siempre
será demasiado.
Esa transconectividad nómada presentada por Rosi Braidotti y la
emergencia del sujeto nómada van al encuentro de los planteamien-
tos respecto de las expresiones queer y sus posibilidades de análisis
por fuera de los manuales.
La perspectiva de una lectura psi que escape de los binarismos
y universales hacia una posición nómada de análisis remite a un
alejamiento de las referencias que toman el ser humano como uno,
como estructura cerrada, como totalidad, y reconoce en el humano
su diversidad múltiple de expresión y de conexión con la diferen-
cia de la diferencia —en términos de Deleuze—; toma la variación,
la discontinuidad de lo humano en su positividad y potencia, dando
espacio de representación y reconocimiento a nuevas expresiones

13. R. Braidotti, Sujetos nómadas, Buenos Aires, Paidós, 2000.


166 Wiliam Siqueira Peres”

sexuales y de género, para que sean oídas y contempladas en sus


reivindicaciones sociales, políticas y emancipadoras de ciudadanía,
derecho de ir, venir, ser, transitar y vivir.
En estas configuraciones nómadas, nuevas políticas emancipa-
doras se muestran urgentes, y en esta ruta la política queer se pre-
senta marcada por un recorte emancipador psicosocial cuestionando
tendencias integracionistas y totalizadoras presentes en varias de las
luchas culturales e identitarias, señalando los límites de esa integra-
ción y proponiendo estrategias de enfrentamiento de los regímenes
normativos, heteronormativos y falocéntricos. Coloca bajo sospecha
toda identidad acabada, denunciando el carácter excluyente de esos
marcadores identificadores que se muestran absolutos e inmutables.
Si pensamos en un modo sencillo para definir esa política queer,
podemos señalar como sus características la visión de identidad
abierta y flexible, así como la utilización de estrategias e instru-
mentos de luchas advenidos de las estructuras culturales de la he-
teronormatividad. La política queer, sobre la que nos habla David
Córdoba, renunciará a la integración a una sociedad heterosexual,
ubicándose decididamente en lugares marginales.
Desde esta perspectiva, lo queer se caracteriza no sólo por ser un
término abarcador de las más variadas formas de disidencia sexual
y de género, sino también de todas las formas de existencia que se
distancian de lo normativo y de lo hegemónico, como clase. social,
raza/color, etnia, edad, entre otros, anunciando que 0 todo gay/les-
biana es queer, y no todo queer es gay/lesbiana, evidenciando tam-
bién la presencia de lo heteroqueer.
En un análisis complementario, Suzana L. Penedo afirma:

En el mundo queer, donde son las prácticas sexuales y


no quienes las practiquen lo que importa, ser homo o hete-
rosexual no es tan importante como el tener y practicar una
/ actitud queer ante la vida [...] con cierta imprecisión se podría
señalar como queers a aquellos heterosexuales que hacen una
critica voluntaria a la heterosexualidad, ya que eligen deter-
minadas prácticas sexuales (bisexualidad, sadomasoquismo,
etc.) o simpatizan con los planteamientos queer.!*

Partiendo de esos planteamientos, proponemos la emergencia de


una psicología que no sea clasificatoria, diagnóstica y reductora para

14. S.L. Penedo, El laberinto queer, p. 134.


La psicología, lo queer y la vida 167

valorar el derecho político fundamental a la singularidad y a las va-


riaciones de los lugares ocupados en el mundo por las personas que
no pactan con las determinaciones reglamentarias y disciplinarias
de una sociedad demarcada por la crisis de los paradigmas. Tenien-
do en cuenta tales ideas, una psicología queer se orientará por algu-
nos supuestos básicos:

e Deconstruir los sistemas de pensamiento binarios y sedenta-


rios, imágenes y discursos capturados por la lógica normativa.
o Cartografiar conflictos existentes entre las estrategias de re-
sistencias y la dominación psicosocial, política y cultural.
o Facilitar la emergencia de nuevos sujetos emancipados, desta-
cando su posición como sujetos de derecho.

Esas demarcaciones teóricas ayudan a pensar una psicología


queer y a trazar como objetivos más importantes:

© deshacer lo sexual y el género, heteronormatizado y falocén-


trico;
o desterritorializar los territorios sexualizados y engendrados a
través de la decodificación de los códigos que dan inteligibili-
dad para estereotipos de clase social, raza, sexualidad, sexo,
género, etc., y -
© facilitar el pasaje para que devenires otros puedan expresar
nuevos modos de existir, fuera de los binarismos y de los uni-
versales que hasta entonces se orientaban por los procesos de
normalización impuestos por el biopoder y sus regulaciones
“biopolíticas.

Planteamos aquí el desafío para que la psicología rescate su com-


promiso con la transformación social, política y emancipadora de
todo ser humano en la contemporañeidad, de respeto a la libertad
de expresión y de puentes para devenires otros que se potencien y
faciliten la defensa de la vida como valor mayor.
PARTE VI

Ferocidades de género,
patriarcado y Estado
Femicidios: la ferocidad del patriarcado
Ana María Fernández

El a:omu¿epto de femicidio

El asesinato de mujeres es la forma más extrema del terrorismo


sexista. Una nueva palabra ha sido necesaria para comprender su
significado político. En términos de Jill Radford y Diana Russell:
“Pensamos que femicidio es la palabra que mejor describe los ase-
sinatos de mujeres por parte de los hombres, motivados por el des-
precio, el odio, el placer o el sentido de propiedad sobre ellas”. Estas
autoras han considerado que “al llamar a estas muertes de mujeres
«femicidio» se remueve el velo oscurecedor con el que las cubren
términos «neutrales» como homicidio o asesinato”.? El concepto de
femicidio es utilizado para dar cuenta de que las relaciones inequi-
tativas entre los géneros determinan socialmente estas muertes;
resulta útil porque indica el carácter social y generalizado de esta
violencia y permite alejarse de planteamientos individualizantes,
naturalizados <generalmente en clave romántica— o patologizados
que tienden a culpar a las víctimas, a representar a los agresores
como “locos”, o a considerar estas muertes como el resultado de
“problemas pasionales”. Lejos de ser expresiones inocentes, estas
formas de referirse a los asesinatos de mujeres perpetúan la idea
de que el criminal actúa poseído por fuerzas exteriores, irrdaciona-
les e inevitables como el amor, la pasión, la venganza, la humilla-
ción, el rechazo, y que se ve sobrepasado por una situación que no

1: J. Radford y D. Russell, Femicide: The Politics of Woman Killing, Nueva York,


Twayne, 1992.
[171]
172 Ana Maria Fernéndez

puede controlar, justificando, consintiendo y a veces legitimando


los crimenes. Estos planteamientos, producto de imaginarios so-
ciales —aun muy vigentes y muy extendidos— ocultan y niegan la
verdadera dimensión del problema, las experiencias trágicas de las
mujeres y aligeran la responsabilidad de los varones victimarios.
Por todo esto, ha resultado de suma importancia contar con un con-
cepto como femicidio, que ayuda a desarticular los argumentos de
que la violencia de género es un asunto personal o privado. Mues-
tra su carácter profundamente social y político, resultado de las
relaciones estratégicas de poder, dominación, privilegio y, funda-
mentalmente, propiedad de los varones con respecto a las mujeres
en la sociedad.

El femicidio debe ser comprendido, entonces, en el contex-


to más amplio de las relaciones de dominio y control mascu-
lino sobre las mujeres, relaciones naturalizadas en la cultura
patriarcal, en sus múltiples mecanismos de violentar, sflen-
ciar y permitir su impunidad ?

El concepto de femicidio permite hacer conexiones entre las va-


riadas formas de violencia, estableciendo el “continuum de terror”
- de violencia contra las mujeres.? Desde esa perspectiva, la viola-
ción, la tortura, la mutilación genital, el incesto, el abuso físico y
emocional, el acoso sexual, el uso de las mujeres en la pornografía,
la explotación sexual, la violación, la violación conyugal, la este-
rilización o la maternidad forzada, la trata, los abortos ilegales,
son todas distintas expresiones de la opresión de las mujeres y no
fenómenos inconexos. En el momento en que cualquiera de estas
formas de violencia resulta en la muerte de la mujer, ésta se con-
vierte en femicidio. -
Marcela Lagarde ha optado por el término feminicidio, aunque
coincide con el concepto:

Es el genocidio contra mujeres y sucede cuando las con-


diciones históricas generan prácticas sociales que permiten
atentados contra la integridad, la salud, las libertades y la
vida de las mujeres... todos tienen en común que las muje-
res son usables, prescindibles, maltratables y desechables. Y,

2..075, Programa Mujer Salud y Desarrollo, Femicidio en Costa Rica 1990-1999, San
José de Costa Rica, 2000. Investigadora: Ana Carcedo,
8. Véase L. Kelly, Surviving Sexual Violence, Londres, Polity Press, 1988.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 173

desde luego, todos coinciden en su infinita crueldad y son, de


hecho, crímenes de odio contra las mujeres.*

Existe un debate acerca de si el término correcto a utilizar es “fe-


micidio” o “feminicidio”.5 Cabe destacar que ninguno de estos térmi-
nos se encuentra aun en el Diccionario de la Real Academia Españo-
la. Se trata de un concepto político nuevo, construido y posicionado
colectivamente por un gran número de organizaciones de mujeres,
de rápida difusión en América Latina, utilizado para denunciar la
violencia contra las mujeres y la impunidad con la que se perpetúa.
El término femicide fue acuñado por la escritora estadounidense
Carol Orlock en 1974 y utilizado públicamente desde 1976 por la
feminista Diana Russell, ante el Tribunal Internacional de Críme-
nes contra las Mujeres en Bruselas.® En el seminario internacional
“Feminicidio, justicia y derecho” en 2005, Russell consideró apropia-
da la traducción de femicide en inglés como feminicidio en castella-
no, para evitar que su traducción fuera femicidio y conducir así a
considerarlo sólo como la feminización de la palabra homicidio.” En
países como México, Nicaragua y República Dominicana se ha man-
tenido este criterio, mientras que en Honduras, Chile y Guatemala
se utiliza el término femicidio.
En la bibliografía que existe en la Argentina sobre este tema, fue
este último término el que se fue imponiendo. Desde el trabajo pio-
nero publicado por el Centro de Encuentro Cultura y Mujer (CECYM),
Femicidios e impunidad; el Diccionario de estudios de género y fe-
minismo, una gran iniciativa de Susana Gamba, se ha optado por el

4. M. Lagarde, “Antropología, feminismo y política: violencia feminicida y derechos


humanos de las mujeres” (cita un documento de DEMUS), en M. Bullen y.C. Mintegui
(coords.), Retos teóricos y nuevas prácticas. Ponencias del 1x Congreso de Antropolo-
gía, Donostia, s/e, 2008.
5. Véase A.M. Fernández et al., “Proyecto
para estudio multicéntrico colaborativo (por
invitación)”, Comisión Nacional Salud, Ciencia y Tecnología, Ministerio de Salud de
la Nación. Directora: A.M. Fernández (Facultad de Psicología, UBa). Coordinadora:
D. Tajer (FLAcso). Becarias “Carrillo-Oñativia”: D. Galimbertti (hospital Alvarez),
A. Ferrarotti (Facultad de Medicina), A. Chiodi (Foco), S. Borakievich (Universidad
Nacional de Quilmes) y colaboración de S. Ferrin (Dirección de Salud, Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires), Buenos Aires, 2007.
6. Casa del Encuentro, “Femicidio”. http://www.lacasadelencuentro.org/femicidios.
html. Consulta: 20 de marzo de 2011.
7. Véase J. Radford y D. Russell, Feminicidio: la política del asesinato de las mujeres,
Universidad Nacional Autónoma de México-cenos, 2001 (traducción del citado Femi-
cide: The Politics of Woman Killing).
174 Ana María Fernéndez

término “femicidio”. Este diccionario, haciendo referencia al “asesi-


nato misógino de mujeres y niñas”, dice que “el concepto de femicidio
permite entender que la muerte de mujeres a manos de sus esposos,
amantes, novios, pretendientes, conocidos o desconocidos así como
las muertes de mujeres en abortos ilegales o por negligencia no son
producto de situaciones inexplicables, de conductas patológicas o de
la casualidad, Por el contrario, estas muertes de mujeres son el pro-
ducto de un sistema estructural de opresión”.
Teniendo en cuenta el interés de este debate y reconociendo que
femicidio es mucho más que la feminización del “homicidio”, en el ya
citado estudio colaborativo multicéntrico “Análisis de la mortalidad
femenina por causas externas y su relación con la violencia contra
las mujeres” realizado en 2008-2009, bajo mi dirección, se decidió
también utilizar el término “femicidio”.1 Lo mismo ocurre desde los
primeros conteos e investigaciones que la oNG Casa del Encuentro
realiza desde 2008. Esta oNG crea en 2009 el Primer Observatorio
de Femicidios en la Argentina de la Sociedad Civil “Adriana Marisel
Zambrano” y allí también se mantuvo el término femicidio.
Resumiendo, se entiende por femicidio el asesinato de mujeres por
razones asociadas con su género. Es la forma más extrema de violen-
cia de género, entendida ésta como la violencia ejercida por los varo-
- nes contra las mujeres en su deseo de obtener, conservar y/o acrecen-
tar poder, dominación, control y propiedad sobre ellas. Incluye los ase-
sinatos producidos por la violencia intrafamiliar y la violencia sexual.
Se pueden establecer distintos tipos de femicidio; básicamente,
puede tomar dos formas: femicidio íntimo y femicidio no íntimo. El
primero refiere a aquel asesinato cometido por un hombre con quien
la víctima tenía o tuvo una relación íntima, familiar, de convivencia,
o afines a éstas. El segundo, a aquel asesinato cometido por un hom-
bre con quien la víctima no tenia relaciones íntimas, familiares, de
convivencia o afines a éstas. Frecuentemente, el femicidio no íntimo
involucra el ataque sexual de la víctima. Pero también es importante
incluir una tercera categoría, los femicidios por conexión. Con esta ca-

8. G. Barcaglioneet al., Femicidios e impunidad, Buenos Aires, cecym, 2005; S. Gamba


(coord.), Diccionario de estudios de géneroy feminismos, Buenos Aires, Biblos, 2007.
9. G. Barcaglione et al., Femicidios e impunidad, Buenos Aires, CECYM, 2005.
10. A.M. Fernández et al., informe final del estudio “Análisis de la mortalidad por
causas externas y su relación con la violencia contra las mujeres. Estudio cuali-cuan-
titativo de tipo descriptivo-exploratorio”, Comisión de.Salud, Ciencia y Tecnología,
Ministerio de Salud de la Nación, mayo de 2009.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 175

tegoria se hace referencia a las mujéres y nifias que fueron asesinadas


“en la linea de fuego” de un hombre tratando de matar a una mujer.
Este es el caso de mujeres parientas, nifias u otras mujeres que tra-
taron de intervenir o que simplemente fueron atrapadas en la acción
del femicida.* En este punto es interesante la distinción que realiza el
Área de Investigación de la Asociación Civil Casa del Encuentro. Esta
institución, dentro del femicidio vinculado consignado, especifica una
segunda categoría conformada por personas —generalmente hijos e hi-
jas— que fueron asesinadas por el femicida con el objeto de castigar y
destruir psiquicamente a la mujer a quien considera de su propiedad.

Las cifras desnudas

En la República Argentina
no existen estadisticas oficiales de
femicidios. A partir de 2008 la onG Casa del Encuentro comenzó a
realizar un conteo tomando las noticias de ciento veinte diarios de
distribución nacional y provincial y las agencias de noticias DYN y
Télam. En 2009 estableció el Observatorio de Femicidios en Argen-
tina “Adriana M. Zambrano”. Aunque cuenta con el prestigio, la le-
gitimidad y el reconocimiento de su labor por parte de especialistas
en la temática y de familiares y víctimas de la violencia sexista,
prácticamente no recibe apoyo estatal para sus múltiples e impor-
tantes actividades. Aun así, esto no impide que sean sus cifras las
consultadas oficialmente por diversos organismos de Estado.
Segúñ sus datos, en 2008 se contabilizaron 207 femicidios, la ma-
yoría a manos de esposos, concubinos, parejas, novios. En segun-
do lugar, ex parejas. En tercer lugar, desconocidos que ejercieron
violencia sexual. En cuarto lugar, personas con alguna vinculación
directa familiar. De los 207 casos, 16 fueron producidos por inte-
grantes de alguna fuerza de seguridad. Se establecieron asesinatos
por conexión de cinco niños y niñas, y un adolescente varón.
En 2009 se registraron 231 femicidios. Se verifica un aumento
del 11% respecto del año anterior. De ellos, 163 casos pertenecen al
circulo afectivo directo y 19 entre vecinos y conocidos; 13 femicidas
pertenecen a las fuerzas de seguridad. En 24 casos se habían hecho
denuncias previas. En 7 casos se presume que las víctimas eran mu-
jeres en situación de prostitución.

11. Véase ors, Programa Mujer Salud y Desarrollo, Femicidio en Costa Rica 1990-
1999.
176 Ana Maria Fernéndez

En 2010 se registraron 260 femicidios (mujeres y niñas) y 15


vinculados, de hombres y niños. Se registra un aumento del 12,5%
respecto del informe de 2009. De ellas, 95 fueron asesinadas por sus
esposos, parejas, novios;. 72. por ex esposos, parejas, novios; 10 por
padres, padrastros; 16 por otros familiares; 32 por vecinos, conoci-
dos; 34 sin vínculo aparente; 17 femicidas pertenecían a las fuerzas
de seguridad. En 27 casos se habían realizado denuncias previas, 6
contaban con exclusión del hogar o prohibición, 9 de ellas eran mu-
jeres en presunción de explotación sexual o trata.
En 2011 se registraron 282 femicidios y 29 vinculados. No dispo-
nemos aun del desagregado de los datos que el Observatorio sumi-
nistró para años anteriores, pero puede observarse que desde 2010 a
2011 hubo un incremento de femicidios del 8,4%. A su vez, si toma-
mos el período de 2008 a 2011 los femicidios se han incrementado
en casi un 37%.!? En los tres primeros meses de 2012, ya se llevaban
computados 42 casos. ‘ !
Un lugar especial merecen las cifras de mujeres quemadas por
sus parejas o ex parejas. A partir de la muerte de Wanda Taddei en
febrero de 2010, asesinada por su pareja —integrante del conjunto
Callejeros, coautores responsables de la tragedia de Cromañón don-
de murieron quemados 194 jóvenes el 30 de diciembre de 2009—, se
‘produjeron, en 2010, 11 casos; en 2011, 28 casos, y en los tres prime-
ros meses de 2012, 3 casos. Suman 42 casos, en menos de dos años
y medio, de mujeres incineradas por sus parejas, que generalmente
alegan un accidente doméstico o suicidio. Son muertes sin testigos
presenciales, en las que los jueces alegan falta de pruebas. La ma-
yoría de los sospechosos o imputados están en libertad mientras se
sustancian procesos judiciales larguísimos. Incluso se les mantiene
la patria potestad y el cuidado de sus niños, quienes hasta pueden
haber presenciado el homicidio de su madre a manos de su padre.
Los medios de comunicación explican este fenómeno de brutal incre-
mento de mujeres quemadas por el argumento del “contagio” (como
en el caso de situaciones estudiadas de suicidios adolescentes). En
realidad, al quedar demostrada la “dificultad” de probar estos femi-
cidios, no es contagio lo que se produce. Queda en evidencia que la
Justicia protege a los femicidas, garantizándoles diversas modalida-
des y grados de impunidad. Si son homicidios tan dificiles de probar,
si no hay castigo o éste es tan leve, ¿por qué no matarla?

12. Casa del Encuentro, Informes 2008, 2009, 2010, 2011. http:/ /www.lacasadelen-
cuentro.org/femicidios.html. Consulta: 27 de julio de 2012.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 177

Lascifras de los femicidios registrados a través de los diarios y las


agencias de noticias ponen en evidencia un incremento alarmante.
Si bien el crecimiento de las violencias de género puede considerarse
como parte del aumento de las violencias en general, que estaría
dando cuenta de modalidades de barbarización de los lazos sociales
en la actualidad,'* no debe perderse de vista su especificidad.
Es necesario tener en cuenta que está cambiando el perfil de la
violencia de género y dentro de ella las características de los femici-
dios. Los primeros estudios sobre violencia de género señalaban que
la muerte de la mujer a manos de su pareja solía ser el desenlace
fatal de muchos años de violencias. Si bien esta modalidad continúa,
hoy estamos en presencia de mujeres asesinadas por novios, aman-
tes o parejas en vínculos que pueden ser de pocos años o meses.
Los municipios que cuentan con servicio telefónico de asistencia
en casos de noviazgos violentos no dan abasto en los fines de sema-
na. Está ampliándose el perfil de mujeres víctimas de violencia de
género. Ya no se trata sólo de mujeres con largos años de maltrato,
desamparadas en la pobreza, con muchos hijos etc., sino de jóvenes
de diferentes clases sociales, incluso con estudios universitarios, y en
algunos casos sin hijos, a lo sumo cursando un primer embarazo o
con su primer bebé. Esto exige abrir interrogación a estos vínculos
donde las violencias no se explican sólo por los factores clásicamente
estudiados. Es necesario pensar estas modalidades actuales del vio-
lentamiento extremo de mujeres donde el crescendo de violencia llega
rápidamente al asesinato y donde se estaría corriendo la edad hacia
mujeres más jóvenes. Es de destacar también que alcanza a mujeres
con considerable capital cultural, proyecto propio, etcétera.!“
Estudios posteriores a nuestras investigaciones han confirma-
do el criterio internacional (oms) que establece a las mujeres entre
quince y treinta y cuatro años como principal grupo de riesgo en
homicidios, suicidios y violaciones,!® y respecto de las violencias so-
bre mujeres jóvenes coinciden en señalar el aumento en los fines de
semana que vienen detectado los servicios telefónicos.

18. Véase A.M. Fernández, “Lógicas colectivas, subjetividad y política”, en H. Freire,


Y. Franco y M. Loreti (comps.), Insignificancia y autonomía. Debates a partir de Cor-
nelius Castoriadis, Buenos Aires, Biblos, 2007.
14. Véase A.M. Fernández et al., informe final del estudio “Análisis de la mortalidad
por causas externas...”.
15. D. Fleitas Ortiz de Rosas y À. Otamendi, “Asociación de políticas públicas”, docu-
mento de trabajo, Buenos Aires, 2011.
178 Ana Marfa Fernéndez

Nuestra investigaciôn

Durante 2008-2009 se realizó una investigación, bajo mi direc-


ción, requerida por el Ministerio de Salud de la Nación que Ilevé por
titulo “Análisis de la mortalidad por causas externas y su relación
con la violencia contra las mujeres”. Consistió en un estudio cuali-
cuantitativo, descriptivo-exploratorio, que ha relacionado la morta-
lidad por causas externas de las mujeres y las violencias de género.
Con tal fin, se realizó un mapeo nacional de la mortalidad de
las mujeres por causas externas extraído de las estadísticas vitales
del Ministerio de Salud de la Nación, identificando cuáles de ellas
pudieron establecerse como indicadores proxy de la mortalidad por
causa de violencia contra las mujeres. El Ministerio de Salud deno-
mina “causas externas de muerte” a aquellas acaecidas por suici-
dios, homicidios o accidentes.
Se desagregó la información de estas causas (suicidios, homici-
dios y accidentes) y se establecieron cruces por jurisdicciones a modo
de establecer en el mapeo nacional las heterogeneidades regionales.
También se relevó un año calendario de las noticias de los principa-
les diarios (Clarín, La Nación, Página 12 y Crónica), que son los de
mayor circulación en el país, sobre casos de muertes que se vincula-
ran con situaciones de violencia de género hacia las mujeres. Asimis-
mo, se realizó un análisis en un hospital público de las modalidades
de registro, no registro y subregistro de la misma, a modo de estudio
de caso, que evidenció las graves dificultades e invisibilizaciones en
el reconocimiento de esta problemática en las instituciones públicas
de salud. Se complementó con entrevistas a diversos informantes
clave. Tanto en la conformación del equipo como en la metodología
empleada se trabajó desde un enfoque transdisciplinario.’® Esto hizo
posible que las distintas procedencias profesionales y académicas de
las integrantes del equipo enriquecieran el trabajo conjunto.
Ese estudio se propuso contribuir a obtener un cuadro de situa-
ción actualizado sobre esta problemática que permitiera visualizar
el peso y la gravedad de la misma, identificar las consecuencias en
salud que produce y contribuir a mejorar las políticas públicas de sa-
lud, los registros estadísticos, la formación especializada de recursos

16. Véase A.M. Fernández, “Hacia los estudios transdisciplinarios de la subjetividad.


(Reformulaciones académico-políticas de la diferencia)”, Investigaciones en Psicolo-
gía, año 16, N° 1, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de la Facultad de Psico-
logía, UBA, 2011.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 179

humanos y la inclusión de. la perspectiva de género en las legislacio-


nes sobre violencia.
Si bien este capítulo no se centrará en la problemática en salud de
la violencia de género, cabe destacar que las consecuencias en salud
que el fenómeno de la violencia hacia las mujeres presenta se ma-
nifiesta en un amplio espectro que va desde los efectos fatales entre
los cuales se encuentran el homicidio (de la víctima o del victimario
tras largos períodos de violencia), el suicidio y la muerte por accidente
(fundamentalmente dentro de la unidad doméstica),!” hasta los no fa-
tales, pero de gran impacto y larga duración y alta prevalencia.
De los diversos materiales estadísticos asequibles, ha motivado
la elección de las estadísticas vitales el hecho de que, si bien la mor-
talidad no es un indicador exhaustivo de la alta prevalencia de este
fenómeno, sí lo es de la gravedad y letalidad de la misma. En este
sentido, cabe destacar que para identificar el peso epidemiológico en
su real magnitud será necesaria la realización concomitante de otro
tipo de estudios (de morbilidad asociada, de consultas y de peso en
población). El área del sanitarismo considera quela violencia contra
la mujer implica una carga sustancial para los sistemas de salud ya
que es un predictor muy fuerte de visitas al médico y eleva el costo
en la consulta externa. Las mujeres maltratadas buscan atención
médica dos veces más que las no maltratadas.’® Es decir, aumenta
el número de consultas y por ende el costo al sistema de salud. Cabe
consignar que aun cuando existe evidencia del alto costo que para el
sector salud tiene la violencia contra las mujeres, el abordaje de la
misma como problema de salud pública se ha visto dificultado pues
la problemática de la violencia en general no puede ser analizada
con los dispositivos clásicos de atencién a la enfermedad ya que ne-
cesita de perspectivas intersectoriales e interdisciplinarias; a punto
tal-que se ha señalado que es una problemática que “estalla el para-
digma de la salud pública clásica”.19 -

17. Véase L. Caravantes y L. Guido, “La violencia intrafamiliaren la reforma del -


sector salud”, en A.M, Costa, D. Tajery E. Hamman (orgs.), Salud, equidad
y género.
Un desafio para las políticas públicas, Universidad de Brasilia, 2000.
18. Véase ops-ous, Programa Mujer, Salud y Desarrollo, Diagnéstico céntroamericano
de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que realizan acciones
en relación a la violencia y la violencia mtmfamxllar en el nivel local/nacional, San
José de Costa Rica, 1998.
19. S. Franco, “El quinto: no matar”, en Contextos explicativos de la violencia en Co-
lombia, Bogotá, Tercer Mundo, 1999.
180 Ana Maria Fernéndez

En el caso particular de la violencia hacia las mujeres, al ser un


tema estrechamente ligado al campo de los derechos humanos y la
condición de ciudadania, su abordaje en el campo de la salud necesita
complejizarse desde propuestas necesariamente intersectoriales,2
que incluyan condiciones de vida y determinantes sociales de sa-
lud.* Desde esta perspectiva, importa resaltar que la violencia hacia
las mujeres generalmente forma parte del amplio espectro de las in-
equidades de género, entre ellos aquellos referidos al sector salud.??
Sin embargo, los organismos de salud pûblica en la Argentina aûn
no han visualizado que esta problemática les compete.

Metodologia

En las denominadas “causas externas de muertes” de las estadis-


ticas vitales de salud se engloban las ocurridas en ocasión de acciden-
tes, homicidios y suicidios. Esas causas externas también se definen
como muertes violentas. El equipo de investigación efectuó la revisión
y el análisis de la base de muertes violentas de mujeres de 2005 pro-
porcionada por la Dirección Nacional de Estadísticas del Ministerio
de Salud de la Nación. La base de datos de mortalidad de ese minis-
terio recopila anualmente la información de certificados de defunción
que envía cada provincia. En todos los casos se revisaron según los
códigos de la Clasificación Internacional de Enfermedades (cE 10),
que revelan la forma en que esa muerte se produjo.
Nuestro estudio cuali-cuantitativo de tipo descriptivo-exploratorio
incluyé un diseño longitudinal que-permitió recoger la información
a lo largo de un período establecido. Se utilizó metodología cuanti-
tativa para establecer la magnitud del número de mujeres fallecidas
por causas externas que pudieran relacionarse con violencia con-
tra la mujer. Por su parte, se completó el trabajo con metodología

20. Véase L. Caravantes y L. Guido, “La violencia intrafamiliar...”.


21. Véase M. Marmot y R. Wilkinson, Social Determinants of Health, Nueva York,
Oxford University Press, 1999; G. Sen et al., Women and Gender Equity Knowledge
Network. Unequal, Unfair, Ineffective and Inefficient Gender Inequity in Health: Why
it exists and how we can change it Final, Report to the wio Commission on Social
Determinants of Health, septiembre de 2007
22. ous, “Prevalence of violence against women by an intimate male pariner”. http://
www.who.int [violence_injury_prevention/vaw/ prevalence.htm. 1997, Consulta: 27
de julio de 2012.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 181

cualitativa,® escogida por su congruencia con la complejidad del obje-


to de estudio no aprensible abarcativamente sélo con los datos-cuan-
titativos existentes, para lo cual ameritó, como ya se ha señalado, un
abordaje transdisciplinario concomitante.” En lo relativo a las cues-
tiones concernientes a la generalización y la representatividad de los
casos, cabe consignar que en lo que refiere al abordaje cualitativo el
objetivo planteado no consistió en realizar generalizaciones sino en
un acercamiento a una mejor comprensión de cómo la problemática se
desarrolla en la realidad cotidiana. Desde el inicio de la investigación
el equipo se dio como propósito “hacer hablar los números”.
Por el tipo de estudio que se realizó, no se efectuó muestreo. Se
trabajó con datos secundarios, las estadísticas vitales mencionadas.
Por lo tanto, no se realizó trabajo en terreno de recolección de datos.
En el trabajo de la etapa cuantitativa (estadísticas vitales), se traba-
ó con todos los datos de la población que cumplió con los requisitos
de inclusión (muertes de mujeres de diez y ochenta y más años) de
la información correspondiente a 2005. Y en el caso de los diarios,
con las noticias que cumplieron con este requisito de inclusión en
el año calendario elegido, 2005. En el diseño original se pensaba
cruzar los datos que arrojara el análisis de las estadísticas vitales
y diarios con aquellos a recabar en la fuente de datos de la Policía
Federal y de la provincia de Buenos Aires. Esto, lamentablemente,
no pudo realizarse ya que los organismos de seguridad mencionados
no respondieron a nuestro requerimiento.
Se eligió el período correspondiente a 2005 ya que a la fecha de
realizar el diseño del proyecto de investigación esa era la última pu-
blicación de las estadísticas del Ministerio de Salud con que.se con-
taba: Las y los informantes fueron escogidos con el criterio de que
fueran referentes en los ejes clave que se indagaron en esta inves-
tigación, sea por su ámbito de especialidad, de-acción o de respon-.
sabilidad (médicos forenses, expertos y/o directivos en estadísticas
públicas, especialistas en violencia de género).

23. Véase I. Vasilachis de Gialdino, Pobres, pobreza, identidad y representaciones


sociales, Barcelona, Gedisa, 2003.
24. Véanse M.C. de Souza Minayo,El desafío del conocimiento. Investigación cuali-
tativa en salud, Buenos Aires, Lugar, 1997; A.M. Fernández, “Las diferencias des-
igualadas: multiplicidades, invenciones políticas y transdisciplina”, Némadas, N° 30,
Bogotá, Universidad Central, 2009.
182 Ana Maria Fernéndez

La tensién entre suicidios y homicidios

Dentro de las múltiples cuestiones que la investigación permitió


poner en visibilidad, se han elegido para esta presentación sólo
algunas de los ítems más significativos, en particular uno de los
hallazgos más fuertes que se pusieron de relevancia: la tensión en-
tre suicidios y homicidios.?® Con esta expresión se alude a tres pro-
blemas: 1) la poca claridad que las estadísticas presentan en el uso
del nomenclador de estas dos formas de muertes violentas de muje-
res; 2) la alteración de la relación estadística suicidios-homicidios
cuando se trata de muertes de mujeres, y 3) la no correspondencia
entre las modalidades más frecuentes de suicidios de mujeres y
las formas de suicidio encontradas en los datos de los registros
oficiales.

a) Problemas de la nomenclatura. Con respecto a los suicidios,


en la Argentina, dentro de las muertes por causas externas de las
mujeres, los suicidios en 2005 representan el 22% del total (que al-
canzó a 2.993 mujeres), con una relación suicidio/homicidio de 1.6.
Efectuando la revisión de los códigos de suicidios según CIE 10, pro-
vincia por provincia, surge en este estudio que el código X700 defini-
de como lesiôn autoinfligida por ahorcamiento, sofocación y estran-
gulamiento en vivienda es el más frecuente de todos los mecanismos
de suicidio, en casi todas las provincias. Y también en el orden nacio-
nal, donde llega al 58% de los suicidios. En varias provincias, como
Neuquén, Salta y Jujuy, los ahorcamientos superan el 70% de los
suicidios de mujeres.
En segundo lugar en frecuencia, aparece el código X740: lesión
autoinfligida por disparo de armas de fuego en vivienda. Esta forma
alcanzó cerca del 30% de los suicidios. En La Pampa, de 39 suicidios,
el 46% correspondieron a armas de fuego, y le sigue el ahorcamiento
con el 40%. Es de destacar que para el mismo período esta provincia
sólo consigna seis homicidios.
En tercer lugar, aparece el côdigo X709: lesión autoinfligida por
disparo de armas de fuego en lugares no especificados. Santiago del
Estero y La Rioja son las dos provincias donde predomina el suicidio
por arma de fuego. .
En la investigación llamó la atención la bajísima frecuencia de
los códigos X680, X610 y X809 que en la literatura específica inter-

25. Véase A.M. Fernández et al., informe final del estudio “Análisis de la mortalidad “
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 183

nacional en la temética son sefialados como las formas més habi-


tuales de suicidio en las mujeres: envenenamiento autoinfligido por
exposición a plaguicidas en vivienda (código X680), envenenamiento
autoinfligido por exposición a drogas epilépticas, sedantes, hipnóti-
cas, antiparkinsonianas o psicotrópicas en vivienda (código X610) y
lesión autoinfligida intencional al saltar desde un lugar elevado en
un lugar no especificado (código X809).
Cabe señalar que las 2.993 mujeres fallecidas en 2005 registra-
das como suicidio darían cuenta de que, cada día del año, 8,2 muje-
res se habrían suicidado en la Argentina.
Con respecto a homicidios, el porcentaje de homicidios del total
de muertes violentas representó el 14% (1.894 mujeres), con cifras
que variaron ampliamente entre el 4% en La Pampa hasta un 26%
en la ciudad de Buenos Aires. En 2005 los códigos más frecuentes re-
gistrados en la Argentina fueron los siguientes: agresión con objeto
cortante en lugar no especificado (código X999), agresión con objeto
cortante en vivienda (código X990), agresión por disparo de armas
de fuego y las no especificadas en lugar no especificado (código X959)
y agresión con disparo de armas de fuego y las no especificadas en
vivienda (código 950).
En síntesis, se ha obtenido como resultado que la primera causal
de suicidio en mujeres en todas las provincias y también a nivel na-
cional en 2005 fue por el código X700 del crz-10, Lesión autoinfligida
intencionalmente por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación
en vivienda. A partir de estos registros, se vuelve necesario abrir la
discusión acerca del grado de especificidad de este código.
El equipo de la investigación preguntó a los especialistas qué
diferencia hay entre ahorcamiento, estrangulamiento y sofocación.
Las y los forenses refieren que son diversas formas de asfixia, y re-
conocen que el nomenclador presenta términos “poco felices”. Frente
a nuestra consulta, han distinguido el ahorcamiento de la. estran-
gulación (que puede ser manual o a lazo) y la sofocación, que puede
presentar diferentes formas: por oclusión de orificios respiratorios,
obstrucción de vías respiratorias, comprensión toráxico-abdominal,
etc. Ésta es la terminología médico-legal específica que da cuenta de
variantes de asfixia, de muertes violentas.
Según las y los forenses entrevistados, el ahorcamiento es siem-
pre suicidio, porque aun si a la persona la hubieran colgado después
de asesinarla, la o el forense, por las características y posición del
cadáver, está en condiciones técnicas de diferenciarlo. La sofocación
puede ser suicidio, pero es sospechosa de que pueda tratarse de ho-
micidio, y el estrangulamiento siempre es homicidio.
184 Ana Maria Fernéndez

Siendo así, resulta preocupante que el mayor número de suicidios


de mujeres en la Argentina esté registrado bajo un nomenclador tan
dudoso y poco específico: Es preocupante la falta de rigurosidad que
presenta el código X700, que justamente es el utilizado para clasifi-
car el 35% de los suicidios de mujeres del período estudiado.

b) La relación estadística suicidios-homicidios.


Los informes
internacionales establecen una relación estadística entre suicidios
y homicidios, en la que la tendencia en la mayoría de los países
es que los suicidios superen a los homicidios.?* En nuestro país la
relacién es de 2.2, es decir que eventualmente se presentarán en
la población general el doble de suicidios qué de homicidios. En
nuestra investigación se observó que en algunas provincias esta
relación con respecto a mujeres puede variar sustancialmente. Ha
Tlamado la atención que en Salta y Jujuy se presentaron casi cua-
tro veces más suicidios que homicidios, también en Catamarca y
La Pampa, donde se registraron seis veces más suicidios que ho-
micidios.
Las provincias que superan ampliamente la relación estadística
suicidios-homicidios son, justamente, aquellas en la que el porcen-
taje de suicidios por ahorcamiento, estrangulamiento, sofocación
en vivienda y disparo de arma de fuego dan los porcentajes más
altos. Al mismo tiempo, en esas provincias que aumentaban sobre-
manera la cantidad de suicidios, no sólo las modalidades en que
se ejecutaban no correspondían a las modalidades de suicidio en
mujeres sino que se volvían casi inexistentes los homicidios por
ahorcamiento, sofocación o estrangulamiento y armas de fuego. En
las provincias en que aparecen suicidios con el código X700; casi
no aparecen homicidios con el código X910. Para analizar esto, se
contaron todos los casos, provincia por provincia, de los. suicidios
de mujeres en 2005 bajo el código X700 y se registró que había
1.128. Es decir, el 35% de los suicidios de mujeres ocurridos ese año
habían sido registrados como “lesión autoinfligida intencionalmen-
te por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación en vivienda”.
También se contabilizó la cantidad de mujeres que murieron de esa
misma forma, pero esta vez catalogada como homicidio. Y se regis-
traron sólo 30 casos, es decir, el 1,5%. Esta gran diferencia entre
catalogar 1.128 muertes como suicidios y sólo 30 como homicidios,

26. unpoc, The Global Study of Homicide, United-Nations Office on Drugs and
Crimes, 2011. -
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 185

por exactamente la misma modalidad, presenta como minimo una


fuerte sospecha. -

c) Modalidades más frecuentes de suicidios de mujeres. Se-


gún las y los informantes consultados y la literatura internacional,
los varones utilizan para suicidarse, en primer lugar, armas de fue-
go (generalmente disparos a nivel de la cavidad encefálica) y en se-
gundo lugar el ahorcamiento, sin desmedro de las otras formas que
se puedan implementar. Las mujeres utilizan con mayor frecuencia
el envenenamiento con plaguicidas, las sobredosis de psicofármacos,
arrojarse al vacío, tirarse al tren o al subterráneo. Muy rara vez el
ahorcamiento, el disparo de arma de fuego o un arma blanca.
Ya en 2002 la OMs en su Informe mundial sobre violencia y salud
había establecido que la presencia de un arma de fuego en la vivien-
da aumentaba el riesgo de homicidio de mujeres por personas en
vínculo con las víctimas. Por lo tanto, en una casa donde hay una pa-
reja y el varón tiene un arma, es posible que la muerte en domicilio
con arma de fuego de mujer esté sugiriendo un proxy para sospechar
violencia de género, y no un suicidio ligado a otras causalidades.
Las modalidades de suicidios encontradas en los resultados de
esta investigación a partir de las estadísticas vitales del Ministerio de
la Nación en 2005 resultan sorprendentes. Se hubiera esperado más
consumo de pastillas, otras sustancias o arrojos al vacío; sin embargo,
casi en todas las provincias se reitera el hecho de que la mayoría de
las mujeres se suicidan bajo el código X700, que sería “lesién autoin-
fligida intencionalmente por ahorcamiento, estrangulamiento o sofo-
cación en vivienda”, y en segundo lugar por disparo de arma de fuego.
Frente a los resultados obtenidos en esta investigación que, como
se señaló líneas antes, no coinciden con las declaraciones de los fo-
renses ni con los textos internacionales especializados en la temática
que indican que las causas más frecuentes de suicidios de mujeres
a nivel mundial son el envenenamiento autoinflingido, seguido del
salto al vacío, siendo el ahorcamiento señalado como un modo poco
frecuente, al igual que el uso de armas de fuego, el equipo de inves-
tigación se preguntó: ¿cómo puede ser que las dos modalidades más
comunes de suicidios de mujeres que se registraron no responden a
los patrones consensuados internacionalmente? ¿Es que existe un
cambio en la modalidad de suicidios de mujeres? ¿Es que hay una
modalidad específica de suicidios de mujeres en la Argentina? ¿O es
que podríamos estar en presencia de homicidios encubiertos?
Tanto para estas situaciones como para todas las muertes de mu-
jeres donde se sospecha femicidio, sería de suma utilidad diseñar
186 Ana Maria Fernéndez

y operacionalizar autopsias psicológicas especificas.”! Se trataría de


indagar si a la vista de familiares cercanos, amistades, vecinos, esa
mujer habría sufrido antes de su muerte algún vínculo sentimental
posesivo, abusivo, violento, maltratos, aislamiento de seres queridos
y otras formas de violencia de género que pudieran haber antecedido
al desenlace fatal. -

Formas de encubrimiento de femicidios

Entonces, si existen regiones donde el número de suicidios es


cuatro a seis veces mayor que el de homicidios, si estas muertes que
en las estadísticas aparecen registradas como suicidios no corres-
ponden con los modos más habituales de suicidios de mujeres y al
mismo tiempo en la Argentina las formas equivalentes de homici-
dios (ahorcamiento, estrangulamiento, sofocación, disparo de arma
de fuego) casi no aparecen en su población de homicidios de mujeres,
puede conjeturarse que en un número significativo de tales casos se
trataría de femicidios encubiertos.
Para que esto sea posible, es menester que se desplieguen di-
ferentes modalidades de encubrimiento, complicidades explícitas o
implícitas, deliberadas o naturalizadas, extremas negligencias buro-
cráticas y/o llanos delitos. ¿Estamos en presencia de una importante
cantidad de homicidios encubiertos que han sido registrados como
suicidios? ¿Cómo es posible encubrir estos homicidios? ¿Es tan sim-
ple hacer pasar un homicidio de mujer por suicidio? Cuando empe-
zamos a difundir estos hallazgos de la investigación mencionada en
los medios académicos, nos.escuchaban con bastante incredulidad.
No así quienes asisten a víctimas de violencia de género, que han
comprobado una y otra vez que en esta temática todo es posible.* De
todos modos, esta situación nos obligó a profundizar en este punto.
Desde ya, serán necesarias futuras investigaciones que permitan
precisar estas cuestiones. Pero desde lo ya investigado consideramos
que en los encubrimientos de homicidios que quedarían registrados.
como suicidios pueden operar distintas estrategias. En tal sentido,

27. Véase A.M. Fernéndez et al., “Proyecto para estudio multicéntrico colaborativo”.
28. Véase A.M. Fernández, “Análisis de la mortalidad por causas externas y su rela-
cién con la violencia contra las mujeres”, en Defensoría del Pueblo de la Ciudad de
Neuquén, Violencia contra las mujeres, cuaderno N° 8 del Programa de Conferencias,
Cursos y Seminarios, 2010.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 187

es imprescindible distinguir en cada-muerte de mujer en que se sos-


peche homicidio cuál de esas estrategias esté operando predominan-
temente, aunque es probable que se presenten combinadas. En este
punto habría que distinguir tres modalidades de encubrimiento di-
ferentes, que analizaremos a continuación.

1) Encubrimiento con participación deliberada de agentes de


organismos oficiales. Cuando existe mucha celeridad en la reso-
Jución de casos dudosos puede instalarse la sospecha de si lo que se
presenta como suicidio no sería en realidad un homicidio, más aún
cuando aparece la premura de incinerar el cadáver. Para transfor-
mar un homicidio en un suicidio, se debe contar con la anuencia de
algún médico que firme el certificado de defunción, personal policial
que sepa alterar la escena del crimen, fiscales y jueces que no in-
vestiguen debidamente, que los diarios instalen de entrada la idea
de suicidio o accidente, etc. Por lo tanto, es una acción más facti-
ble para varones con poder, relaciones y recursos econémicos. Así es
como podrían aparecer casos de encubrimiento explícito en los que se
articula el género con la clase social: varones del poder implicados en
las muertes de las mujeres de su clase (Marta García Belsunce, Nora
Dalmasso), mujeres que sabían demasiado, amenazaban con divor-
ciarse, denunciar ilícitos, etc. También son los casos de homicidas
que pertenecen a las fuerzas de seguridad; al mundo de la política,
de los negocios ilicitos, etc. Otras veces, como el conocido caso de Ma-
ría Soledad en Catamarca, donde muchachas humildes son raptadas,
drogadas, violadas y asesinadas en “fiestas” de los llamados “hijos del
poder”. Otras veces las estrategias de ocultar un homicidio suelen ser
parte de operatorias de gobernantes de provincia que-quieren impe-
dir el trascendido de indicadores de inseguridad en su territorio.
Frente a un :caso de presunto homicidio -se-suele anteponer la
hipótesis de accidente doméstico, o de un ataque externo por robo
o suicidio, o bien oscurecer tanto la cuestión que nunca llegue a es-
clarecerse. A su vez, las relaciones entre homicidios no esclarecidos
y/o aparentes suicidios o desapariciones de mujeres en muchos casos
suelen estar intimamente relacionados con el delito de la trata.
Tener la suficiente capacidad para “disfrazar” datos muestra que
el poder utilizado para que un homicidio nunca llegue a esclarecerse
o pueda hacerse pasar por suicidio está posibilitado porque la mis-
ma asimetría patriarcal que determina la violencia permite mover
los hilos necesarios para tergiversar los datos, como se afirma en el
informe final del estudio “Análisis de la mortalidad...”.
188 Ana María F…dez .

2) El peso de lo patriarcal para que no se investigue. Pero no


siempre podemos estar en presencia de una complicidad o premedi-
tación oficial en encubrir un homicidio. Alli es cuando se verifica la
segunda situación que planteamos. Los estudios de género señalan
que el patriarcado confiere distintas modalidades de poder y legi--
timidad a los varones en general, más allá de que no pertenezcan
al poder social y/o econémico.?® Este poder actúa muchas veces de
forma implícita, no reflexiva, no deliberada, a través de la acción
efectiva de significaciones imaginarias sociales instituidas.? Es
importante diferenciar estos casos de las situaciones explícitas de
encubrimiento, consignadas líneas antes. Si el marido mata a su
mujer y luego llama llorando a la policía y dice: “Mi mujer se suici-
dó”, muchas veces a nadie se le ocurre ir más allá. No se investiga si
esa muerte estuvo antecedida de violencia de género. Se desmiente,
es decir, se ignora; se transforma en algo impensable que pudiera
no ser verdad lo que ese hombre ha manifestado. Se ignora, o se
prefiere hacerlo, algo que los estudios sobre violencia de género se- -
ñalan sistemáticamente: para las mujeres el hogar es más inseguro
que la calle.®*

8) Inducción al suicidio. Está demostrado que la violencia de gé-


nero sostenida en el tiempo genera situaciones depresógenas, por
lo tanto estas violencias puede generar abatimientos existenciales®
y/o depresiones significativas. A esa persona que se siente muy mal,
cuyo psiquismo ha sido progresivamente arrasado, que no encuentra
salida a su situación, el incremento de los insultos, la descalifica-
ción, el maltrato físico, ignorar su existencia, la presencia casual de
un arma en la casa, etc., pueden facilitarle o crearle mejores condi-
ciones para que se quite la vida. No se trata aquí del encubrimiento
de un homicidio, sino que se la “ayudó un: poco”. En este caso, se

29. Véase AM. Fernández, Las lógicas sexuales. Amor, política y violencias, Buenos
Aires, Nueva Visión, 2009. ; ;
30. Véanse C. Castoriadis, Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto,
Barcelona, Gedisa, 1988; A.M. Fernández, La mujer de la ilusión. Pactos y contratos
entre hombres y mujeres, Buenos Aires, Paidés, 1998, 4* reimpr. 2010.
31. Oficina de Violencia Doméstica, Corte Suprema de Justicia de la Nación (ovnc-
sm), — Estadísticas. http:/ /www.csjn.gov.ar/docus/documentos/cons_temaovd.
jsp?temam=K186. Consulta: 27 de julio de 2012.
32. Véase A.M. Fernández, Jóvenes de vidas grises. Psicoandlisis y biopolíticas, Bue-
nos Aires, Nueva Visión, e/p.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 189

estaría en presencia de algo aun muy poco estudiado: los suicidios


inducidos de mujeres y su relación con la violencia de género.
A todo esto hay que agregar que las y los especialistas en violen-
cia de género señalan, como se decía, que en muchos de los casos de
suicidio en chicas adolescentes cuando se los investiga ès frecuente
encontrar en sus historias de vida situaciones de abuso sexual gene-
ralmente incestuoso por parte de padre, hermanos, tíos, abuelos, etc.
Frente al suicidio de una jovencita, la familia, si bien no encuentra
explicación frente a esta súbita decisión de una joven que ño presen-
taba problemas anímicos previos, trata de tapar todo con celeridad.
De algún modo, aunque posiblemente no de modo consciente, intu-
yen al mismo tiempo que desmienten que un ataque incestuoso de
algún varón de la familia ha operado como disparador de la trágica
decisión de la joven.
Es necesario entonces establecer una categoría específica dentro de
suicidios, los casos de suicidios inducidos. AIl habrá que incluir tan-
to los de estas jóvenes victimas de violaciones y/o abusos incestuosos
como el de mujeres que se suicidan luego de años de maltrato y vio-
lencias de todo tipo, donde él no la mató materialmente pero la indujo.

¿Cuándo puede ser un homicidio?

Las estadísticas de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte


Suprema de la Nación establecen que de las muertes de mujeres el
50% se producen por violencia intrafamiliar y sólo el 27% por robo,
es decir, a manos de un desconocido. Según los forenses, cuando el
asesinato de una mujer se produce en la vivienda, es más probable
que haya sido efectuado por un familiar o persona en vinculo, por lo
-que se-estaría en presencia de un crimen resultado de un crescendo
de violencia de género.
A su vez, estudios internacionales indican que la presencia de
armas de fuego en el hogar implica siempre mayor riesgo para las
mujeres.** Todo hace pensar que, a-contramano de la educación reci-
bida, para las mujeres la casa presenta mayores riesgos que la calle.
De ahí la importancia de mantener en el nomenclador la diferencia-
ción de muerte “en vivienda”, como pudo observarse en los apartados
correspondientes.

33. wHo, Multi-country Study on Women's Health and Domestic Violence Against
Women, Ginebra, World Health Organization, 2005.
190 Ana Maria Fernéndez

En general, frente al asesinato de una mujer, si bien en la opi-


nión pûblica se va instalando la sospecha de un femicidio, lamen-
tablemente eso aun no es así en los medios policiales y judiciales.
Al mismo tiempo, ante las múltiples ambigiiedades señaladas del
nomenclador, es contrastante la claridad con que han contestado los
forenses a nuestras preguntas de cuándo frente a una muerte de
mujer se podria estar ante un femicidio. En la investigación de refe-
rencia, cuando preguntábamos a las y los integrantes de los equipos
médico-forenses cuándo tienen la sospecha de que la muerte de una
mujer puede ser producto de violencia de género, contestaron con
muy pocas dudas:

© Si estuvo embarazada en el último año.


© Cuando la metodología elegida para suicidarse no es típica de
mujeres.
e Cuando no esté antecedida de intentos de suicidios previos.

Este sagaz punteo de las y los forenses cobra fuerte sentido si es-
tablecemos relaciones con el saber acumulado por especialistas en
violencia de género por el cual se sabe que se trata de muertes que se
configuran en un crescendo de violencia. ¿Por qué el dato del embara-
Zo? También está comprobado que muchos golpeadores incrementan
la violencia con el estado de embarazo. Frecuentemente, en los relatos
de mujeres golpeadas ellas expresan que los primeros golpes o palizas
se produjeron en el primer embarazo, y particularizan muchas veces
que recibieron intencionalmente patadas en la panza, finalizando así
el primer tiempo de la relación donde “todo eran atenciones y cariño”.
Con respecto a la metodología, como ya se dijo, la información
internacional ha establecido modalidades de implementación de sui-
cidio diferentes para varones y mujeres. Cuando la modalidad de
muerte de una mujer no responde a arrojarse al vacío, a las vías
del tren o el subte, a la sobredosis con psicofármacos o al envenena-
miento con plaguicidas domésticos, se está en la fuerte sospecha de
un homicidio, -
Con respecto al último punto, los forenses establecen que gene-
ralmente un suicidio de mujer está antecedido de “ensayos” previos.
Esta consideración cambia el criterio que clásicamente ha ubicado
estos ensayos previos como manifestaciones histéricas para llamar
la atención. Aquí los ensayos previos son un importante elemento de
diferenciación entre homicidio y suicidio.
Entonces, en opinión de los y los forenses,.si esa mujer se mató
en el primer intento, con una metodología no habitual en mujeres
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 191

y estuvo embarazada en el último-año, es altamente probable que


estemos frente a un femicidio. -
Hemos denominado tensión entre suicidios y homicidios a los pro-
blemas que se desencadenan frente a la dificultad que presentan los
nomencladores oficiales de distinguir entre unos y otros. Avanzar en
este camino exigirá futuras investigaciones.

Las mujeres, propiedad de los hombres

Se podría destacar que un vínculo violento entre dos personas


presupone un ejercicio de poder, de dominación, de un sujeto que
se cree superior, más fuerte, mejor, pero básicamente que se atri-
buye más derechos, sobre alguien a quien considera inferior y, por
lo tanto, no merecedor de esos mismos derechos. Para que los fe-
micidios ocurran, es necesario que previamente una sociedad haya
inferiorizado y desigualado al conjunto de mujeres, como hemos
advertido en Las lógicas sexuales. La violencia contra las mujeres
se despliega como un “continuum de terror”, siempre de violenta-
mientos crecientes. Puede manifestarse de diferentes formas como
el insulto, la subestimación, el golpe, la violación, entre otras, y su
desenlace muchas veces termina siendo el femicidio. Este derrotero
no está descontextualizado, sino que produce y reproduce un siste-
ma de actitudes, ideas, valores, prácticas, roles y posicionamientos
construidos socialmente, diferenciados según el género, que derivan
en la dominación, sumisión y desigualdad entre mujeres y varones.
Estos imaginarios sociales actúan en los varones y las mujeres
involucrados, pero también y fundamentalmente, en las institucio-
nes actuantes frente a los delitos y en el sentido común de los comu-
nicadores sociales y agentes de seguridad y justicia. Estas cuestio-
nes operan de tal modo que hacen factibles no sólo los delitos de la
violencia de género sino también su impunidad, y en consecuencia la
facilidad de su reproducción y aumento.
Si se toman los escasos dichos .de los femicidas confesos publi-
cados en los periódicos, las razones esgrimidas para matar a “sus”
mujeres refieren a supuestas infidelidades, o que ellas pretendían
dejarlos o que se sentían humillados por su trato despectivo o por
sus insultos, que no los obedecían, o que los rechazabah sexualmen-
te, o que no los “atendían” adecuadamente. Tal vez la frase que me-
jor exprese estas situaciones sea “O serás mía, o no serás de nadie”.
Aunque cueste creerlo, las matan porque estas mujeres, “sus” muje-
res, son de su propiedad.
192 Ana Marfa Fernéndez

Como expresa la especialista Jane Caputi, el femicidio “no es nin-


gún fenómeno inexplicable. Es una expresión extrema de la «fuerza
patriarcal». Ésta —como esa otra forma de violencia sexual, la viola-
ción— es una expresión social de la política sexual, una instituciona-
lización y una promulgación ritual de la dominación masculina, y
una forma de terror que funciona para mantener el poder del orden
patriarcal”.**
Frente al resultado obtenido, a partir del relevamiento de diarios
en la investigación de marras, de que casi la mitad de los casos de
femicidios registrados corresponden a mujeres menores de treinta y
cinco años, y seis de cada diez casos de los femicidios relevados se
dieron en la edad reproductiva de la mujer, el equipo de investiga-
ción realizó algunas conjeturas acerca de la predominancia de estos
hechos en ese período vital de la mujer. Este hecho podría relacio-
- narse con los tiempos de la vida sentimental más fuerte, el momento
en el que más aflora su atractivo sexual, lo que da lugar a los celos y
al sentido de posesión por parte de los varones. Asimismo, el hecho
de que gran parte de las mujeres asesinadas sean jóvenes, con deseos
de proyectos laborales propios y con las posibilidades de llevarlos a
cabo, se podría relacionar con un aspecto que señalan Jill Radford
y Diana Russell: “Cuando la supremacía masculina es desafiada, el
terrorismo es intensificado”. El otro aspecto es la potencialidad re-
productiva propiamente dicha, y ahí surge la pregunta acerca de por
qué tantos embarazos generan violencia masculina. Se puede argu-
mentar que la presencia de un hijo desafía la posesividad de estos
varones, ya que el bebé hará que esta mujer invista amorosamente y
cuide a alguien que, aunque sea también su propio hijo o hija, desvía
a “su” mujer de amarlo y cuidarlo sólo a él. Se establecerá todo. un
mundo entre ella y sus hijos que él no podrá ni controlar ni dominar.
En palabras de un informe de Casa del Encuentro: “El femicidio
es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien
considera de su propiedad”. Desde su imaginario patriarcal, para el
femicida ella es toda de él y sólo de él.
Que un femicida se autorice a sí mismo a matar a “su” mujer,
puede llenarnos de horror. Pero cuando vemos la cantidad de femici-
“ das que en la Argentina quedan libres por falta de pruebas.o reciben
condenas mínimas porque el juez considera que actuó bajo emoción
violenta aun cuando todas las pruebas ponen a lá vista la premedi-

84. J. Caputi, “Advertising Femicide: Lethal Violence against Women in Pornography


and Gorenography”, en J. Radford y D. Russell, Femicide. -
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 193

taciôn, tenemos que considerar que estamos frente a una amplisima


trama de complicidades de distintos organismos del Estado con las
expresiones más feroces del patriarcado. Esto es mucho más grave
que una injusticia. El alarmante incremento de femicidios en los
últimos años da cuenta de que los aparatos de seguridad y de jus-
ticia, al crear las condiciones “legales” de la impunidad, no sólo re-
producen las inequidades de género sino que propician el avance de
los femicidios. De igual modo colaboran los medios de comunicación
cuando siguen nominando a estos asesinatos de mujeres “crimenes
pasionales”.

Otras cuentas, nuevas categorías...

Recordando los conteos de Casa del Encuentro, en 2008 se han con-


tabilizado 207 femicidios. En 2009, 231. En 2010, 260. En 2011, 282.
En el primer trimestre de 2012, 42 casos. Éstas son las cifras de claros
e inconfundibles femicidios. Pero si a estas cifras les sumáramos la
cantidad de asesinatos de mujeres que nunca terminan de esclarecer-
se, las mujeres que desaparecen sin dejar rastros, los suicidios indu-
cidos en situaciones de violencia de género y abusos incestuosos, los
femicidios encubiertos como suicidios, los que pasan como accidentes,
las muertes por accidentes en situaciones de profunda alteración por
maltrato y terror, etc., ¿a cuanto llegaría el conteo?
Si sumáramos también las mujeres secuestradas y/o desapare-
cidas por la trata y las que mueren por abortos clandestinos, ¿cuál
sería la cifra anual de femicidios? ¿No estamos frente a un verdade-
ro genocidio? A diferencia de los crímenes de la dictadura, a los que
se ha logrado enmarcar como genocidios de Estado, aquí las muertes
no las ejecutan agentes del Estado. Sin embargo, éste lejos está de
estar ausente.
¿No deberíamos incluir aquí los femicidios evitables? Se trata de
muertes anunciadas donde ha habido denuncia previa, pero ante las
que los organismos del Estado involucrados no han tomado protoco-
los de riesgo, no se controla ni sanciona la violación sistemática de la
indicación judicial de alejamiento del eventual femicida, los jueces
desoyen lo indicado por los pocos fiscales que trabajan con perspec-
tiva de género.5 El Estado a través de sus aparatos de seguridad y

35. Véase A.M. Fernández, “Intentos de femicidio y responsabilidad judicial”, Página


12, sección “Sociedad”, Buenos Aires, 14 de agosto de 2010.
194 Ana Maria Fernéndez

justicia —pero también de sálud y educación— deja caer, es decir des-


ampara material y subjetivamente a estas mujeres en grave riesgo
de muerte a través de múltiples complicidades, negligencias buro-
cráticas y fallos posteriores que generalmente favorecen al femicida.
Particular complementación entre las ferocidades del patriarcado y
el Estado, aun así llamado democrático.
Es un Estado ausente para cuidar, pero muy presente para pro-
piciar el incremento alarmante de femicidios. Si la suma de todas
estas muertes fuera de miembros de una colectividad étnica —por
ejemplo, de europeos provenientes de la inmigración del siglo xmx—,
¿no llamaríamos “genocidios”a estas matanzas? Si el Estado actuara
en semejante nivel de alarmantes impericias, negligencias y compli-
cidades, los organismos de derechos humanos ¿no estarían ya utili-
zando la categoría de genocidio de Estado, crímenes de lesa huma-
nidad, etc.? Entonces, ¿no habría que empezar a pensar la categoría
de femicidio de Estado?
Rápidamente se argumentará que éste no sería el término correc-
to ya que no son agentes del Estado los que —en tanto tales— asesi-
nan mujeres como producto de la violencia de género. De acuerdo.
Pero, entonces, ¿cuál podría ser la nominación adecuada? Aquella
que pusiera en claro la sistematicidad con que diferentes estamen-
tos del Estado ponen en acción distintos dispositivos que garantizan
la impunidad de tantos femicidas. Aquella que pusiera claramente
de manifiesto lo que las organizaciones de mujeres vienen demos-
trando: las complicidades del Estado propician el incremento de los
crímenes de género. Aquella que permitiera abrir visibilidad a las
complicidades entre patriarcado y Estado. Los organismos de dere-
chos humanos y los especialistas del derecho tienen la palabra.

Buenos Aires, agosto de 2012


Las y los autores

Mabel Bellucci. Activista feminista queer. Integrante de la Cam-


pafia Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y
del consejo de redacción de la editorial Herramienta. Investigadora
del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GEs) del Instituto Gino
Germani (uBa). Autora de Orgullo. Carlos Jéurégui, una biografía
política (2010).
mabellucci@gmail.com

Lohana Berkins. Coordinadora general de la Asociación de Lucha


por la Identidad Travesti y Transexual (ALTTT).
lohanaberkins@yahoo.com.ar

Ana María Ferndndez. Doctora en Psicología de la Universidad


de Buenos Aires. Investigación actual (UBACYT 2011-2014): “Modos
de subjetivación contemporáneos: diversidades amorosas, eróticas,
conyugales y parentales en sectores medios urbanos”. Sus últimos
libros son Las lógicas colectivas. Imaginarios cuerpos y multiplicida-
des (2007) y Las lógicas sexuales. Amor, política y violencias (2009).
amfernandez20@gmail.com

Belén Grosso. Activista de la Colectiva Feminista La Revuelta.


Cursa el tercer año del profesorädo para la Ensefianza Primaria en
el Instituto de Formacién Docente N° 12 de la ciudad de Neuquén.
elengrossoGhotmail.com

Márcio Alessandro Neman do Nascimento. Psicólogo y profesor


universitario, con título de maestría. Es doctorando del Programa
[195]
196 La diferencia desquiciada

de Pés-Graduaçäo em Psicologia de la Universidade Estadual Pau-


lista (UNESP). Integrante del Grupo de Estudos e Pesquisas sobre as
Sexualidades (cEPs), vinculado al cNPq.
marcioneman@gmail.com

Cecilia Palmeiro. Licenciada en Letras (UBA), magistra y doctora


en Literatura Latinoamericana (Princeton University). Ha ense-
fiado Semiología, Teoría Literaria y Estudios Culturales (Facultad
de Filosofia y Letras, UBA) y Estudios Culturales Latinoamericanos
Contemporáneos (Birkbeck College, Universidad de Londres). Ac-
tualmente es becaria posdoctoral del coniceT. Ha publicado Desbun-
de y felicidad. De la cartonera a Perlongher (2011).
ceciliapalmeiro@hotmail.com

Patricia Porchat. Psicanalista, doctora por el Instituto de Psicolo-


gia de la Universidade de Säo Paulo. Profesora en la Universidade
Paulista. Ha publicado Freud e o Teste de Realidade (2005).
patiporchat77@gmail.com

Wiliam Siqueira Peres. Psicólogo, profesor en el Departamento de


Psicología Clínica y en el Programa de Pós-grado en Psicologia da
Universidade Estadual Paulista (UNEsP), doctor en Salud Colectiva
por la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (UERJ), posdoctora-
do por la Universidad de Buenos Aires.
pereswiliam@gmail.com

Débora Judith Tajer. Licenciada en en Psicologia (UBA), magistra


en Ciencias Sociales y Salud (FLacso), doctora en Psicologia (UBA).
Psicoanalista, especialista en estudios de género y en salud pública.
Profesora adjunta de Estudios de Género (uBa). Es directora de in-
vestigación de proyectos en salud, subjetividad y género. Autora de
numerosas publicaciones en el país y en el exterior.
deborat1@fibertel.com.ar

Maria Trpin. Activista de la Colectiva Feminista La Revuelta des-


de 2005. Profesora en Ensefianza Primaria, profesora en Ciencias de
la Educaciôn y Especialista en Estudios de las Mujeres y de Género.
Ejerce la docencia en el Instituto de Formación Docente N° 12 de la
ciudad de Neuquén.
mariatrpin@gmdil.com
Las y los autores 197

Ruth Zubriggen. Activista de la Colectiva Feminista La Revuelta


desde 2001. Profesora de Enseñanza Primaria, profesora en Cien-
cias de la Educación y especialista en Estudios de las Mujeres y de
Género. Trabajó durante diecinueve años en escuelas primarias, ac-
tualmente ejerce en el Instituto de Formación Docente N* 12 de la
ciudad de Neuquén. Investiga en temas de sexualidades, géneros,
feminismos, pedagogías.
ruthlibertaria@speedy.com.ar
Este libro parte de la preocupacién por el desconocimiento y los prejuicios frente e la visibiliza-
ción que en los últimos años han logrado las diversidades eróticas y amatorias. No sólo en el
público en general; también en la academiay en los ámbitos profesionales como los juzgados,
las fuerzas de seguridad, los hospitales, las escuelas, la medicina, la psicología, la psiquiatría,
el psicoanélisis, los medios de comunicación, etc., donde operan a diario desconocimientos
cuando no animosidades, desamparos, revictimizaciones y violencias de todo tipo en su labor
cotidiana.
Las transformaciones de las modalidades eréticas y estéticas de los existenciarios homosexua-
les, heterosexuales, travestis, transexuales, transgéneros, intersexos, eic., han desbordado
ampliamente los estereotipos modernos de la sexualidad. Han entrado en acelerada muración
desde sus demarcaciones de lo íntimo y lo privado hasta las estéticas de la seducción. El desaco-
ple de sexo biológico-desco-género-prácticas eréticas y amatorias interpela el disciplinamien-
to de dos sexos y la categoría misma de la diferencia sexual. La lógica que estableció el paradig-
ma de la sexualidad —identitaria, binaria, jerárquica— pareciera estar siendo desarticulada,
dislocada, desquiciada, con el paso de la sexualidad a las sexualidades, de la diferencia a las
diversidades. Estos tránsitos imponen la construcción de nuevas categorías y conceptos.
Para esta publicaciôn, Ana María Fernández por Argentina y Wiliam Siqueira Peres por Brasil
han convocado tanto a especialistas del mundo académico en la temática como a activistas
de las minorías sexuales, desde la convicción politica de que la producción de conocimientos
que la problemética impone yaha vuelto imprescindible la conjunción de estos ámbitos. Nos
advierten que se trata de pensar en el límite de lo que no se sabe. Los desafíos son enormes,
pero éste es el ambicioso objetivo de las y los autores de este libro, situados frente a las actuales
reconfiguraciones de patriarcado, Estado y capitalismo.
Ana Maria Fernández. Doctora en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Sus últimos
libros son Las lógicas colectivas. Imaginarios cuerpos y multiplicidades (2007) y Las lógicas sexuales.
Amor, política y violencias (2005).
Wiliam Siqueira Peres. Psicólogo, profesor en el Departamento de Psicología Clínica y Programa
de Posgrado en Psicologfa de la Universidade Estadual Paulista (UNESP), doctor en Salud Colectiva
por la Universidade do Estado do Rio de Janciro (UERJ), posdoctorado por la Universidad de
Buenos Aires.

|ÎIB|ÏI QÎÎ -987-469‘1|—0I9|7-2

789876910972
Editorial Biblos/S OCIEDAD

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