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Editorial Biblos
SOCIEDAD
LA DIFERENCIA DESQUICIADA
GENEROS Y DIVERSIDADES SEXUALES
ANA MARÍA FERNÁNDEZ « WILIAM SIQUEIRA PERES
editores —
LA DIFERENCIA DESQUICIADA
GÉNEROS Y DIVERSIDADES SEXUALES
Editorial Biblos
Fernéndez, Ana María
La diferencia desquiciada / Ana María Fernández y Wiliam
Siqueira Peres - 1* ed. - Buenos Aires: Biblos, 2018.
197 pp. ; 28x16 cm. - (Sociedad)
ISBN 978-987-691-097-2
Presentación
Ana María Fernández
PARTEI .
El campo de problemas de las diversidades sexuales
PARTE IT
Linajes, resistencias e invenciones
PARTE IT
Los testimonios interpelan
PARTE IV
Género, diversidades y psicoanálisis
PARTEV
Pensamiento queer y subjetividades
PARTE VI
Ferocidades de género, patriarcado y Estado
5. Quedó así denominado porque en la casa del compañero donde se realizan las reu-
niones es necesario tocar tres timbres para entrar. No se trata
de ninguna contraseña
secreta. La casa es muy grande y suele no escucharse el llamado.
12 Ana Maria Fernéndez'
El campo de problemas de
las diversidades sexuales
El orden sexual moderno:
ila diferencia desquiciada?
Con el advenimiento del siglo xx1 han ido cobrando cada vez mayor
visibilidad diferentes modalidades amorosas, conyugales, eróticas y
parentales que —en su conjunto— estarían dando cuenta de profundas
transformaciones en los modos de subjetivación contemporáneos. Ya
en los 90 Gilles Deleuze señalaba el desfondamiento de las institucio-
nes de la primera modernidad, las reformulaciones de lo público y lo
privado y la crisis generalizada de las familias, los lazos sociales, la
educación y el trabajo en el “pasaje de las sociedades disciplinarias a
las sociedades de control”.! Asimismo, otras y otros autores han ahon-
dado en la conceptualización de las mutaciones de los modos de sub-
jetivación-objetivación, trabajando las transformaciones actuales de
los disciplinamientos de los cuerpos por la vía del control de la propia
producción de anhelos y deseos en la Ilamada “modernidad tardía”.?
“Modernidad” es un término que suele usarse bastante indistin-
tamente para aludir a cuestiones un tanto dispares. En este escrito
se hace referéncia-a lo-que Eduardo Grüner ha llamado “la lógica
cultural del capitalismo”.? Siguiendo esa línea de pensamiento, pue-
de decirse que uno de los ejes de las lógicas culturales del capitalis-
mo ha sido la configuración del orden sexual moderno o, en palabras
de Michel Foucault, el dispositivo de la sexualidad,* que hoy habría
entrado en aceleradas mutaciones. Se trataría de modalidades exis-
tenciales que desdisciplinan una articulación fundacionál de la mo-
dernidad, cual fue su entramado de patriarcado y capitalismo.
Desde una mirada histórica muy general, puede decirse que, de
la mano del surgimiento de la sociedad industrial, las democracias
representativas, el libre mercado y las colonias, la familia nuclear
burguesa y el amor romántico formaron parte de la construcción de
los modos de subjetivación y objetivación —tanto hegemónicos como
subordinados— que se desplegaron desde el surgimiento del capita-
lismo. Es entonces, a partir del siglo xvm, cuando Foucault ubicó la
formación del dispositivo sociohistérico de la sexualidad. El propio
término “sexualidad” apareció tardíamente a principios del siglo xx,
según este autor.
En las sociedades occidentales la modernidad fue conformando
una experiencia por la que los individuos iban reconociéndose su-
jetos de una “sexualidad”. Pensar la sexualidad como experiencia
de dimensión sociohistórica implica poner en consideración la co-
rrelación dentro de una cultura entre los campos de saber que se
inauguran al respecto, los tipos de normatividad que se establecen,
las prácticas eróticas y amatorias que se visibilizan y las formas de
subjetividad que se construyen.
Tomar tal perspectiva implica desmarcarse de los criterios que
hacen de la sexualidad una invariable. Asimismo, significa sostener
la problemática del deseo como parte del campo sociohistórico, es
decir, tomar en consideración la comple]ldad y especificidad de sus
sucesivas transformaciones.
Considerar la sexualidad como una experiencia histórica implica
poner bajo análisis los tres ejes que la constituyen: la formación de
los saberes que a ella se refieren, los sistemas de poder que regulan
sus prácticas y las formas según la cuales los individuos pueden y
deben reconocerse como sujetos de esa sexualidad. Supone trabajar
con un criterio histórico-genealógico que permita desesencializar :
normatividades conceptuales y criterios morales; analizar las rela-
ciones entre la producción de saberes sobre la sexualidad y las estra-
tegias de los poderes con respecto a ella; puntuar, en cada momento
5. Para un mayor despliegue de estas cuestiones véase A.M. Fernández, Las lógicas
sexuales. Amor, políticay violencias, Buenos Aires, Nueva Visión, 2009.
6. Véase AM. Fernández, S. Borakievich y C. Cabrera, “Diversidades amorosas,
eróticas, conyugales y parentales en los modos de subjetivación contemporánea”,
Actas del 1V Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en
Psicología, Facultad de Psicología, una, 2012.
20 Ana Marfa Fernéndez
Bueno es reconocer que estas prácticas sociales han ido más rá-
pido que las teorías. En tal sentido ponen en interrogación los cono-
cimientos que las ciencias humanas, sociales, médicas, la psicología
y el psicoanálisis habían construido dentro de los paradigmas bi-
narios modernos. Estos modos de subjetivación-objetivación que se
despliegan en las vidas cotidianas hoy instituyen un fuerte desafío
a las investigaciones que indaguen estos temas como también a los
abordajes clínicos. Se hace necesario avanzar en construir e imple-
mentar categorías conceptuales y metodológicas que puedan captar
las lógicas de la diversidad" en las que se despliegan estos modos de
subjetivación contemporáneos. D
Asi, por ejemplo, a causa de la legalización del matrimonio entre
personas del mismo sexo en la Argentina, en los debates en los foros
públicos se presentaron opiniones y posicionamientos ideológicos y
religiosos tan precarios y desinformados que nos alertaron sobre la
perentoriedad de producir y divulgar conocimientos que permitan
pensar mâs allá del prejuicio o la mera opinión.
La complejidad y la diversidad de elecciones de objeto amoroso
y/o sexual que cobran aceleradamente mayor visibilidad han vuel-
to reductivo el distinguir sólo dos opciones sexuales. Hoy muchas
y muchos jóvenes suelen no “fijar” una opción sexual y se resisten
a ser nominados con una identidad única. Al mismo tiempo, com-
parten espacios con jóvenes que mantienen clásicas identificaciones
sexuales, como “heterosexualidad”, “homosexualidad”: y “bisexuali-
dad”. En esta línea, tanto las organizaciones militantes que luchan
por la igualdad de derechos de las lamadas minorías sexuales® como
los estudios queer y los movimientos LGTTBI han objetado frecuente-
mente los modos en que la academia ha nominado sus prácticas eró-
ticas y las significaciones que les son específicas. Sus contribuciones
han puesto.en evidencia las dimensiones politicas de'esas diversi-
dades y la importancia también política que adquieren los modos de
nominar.* Resulta imprescindible tomar en cuenta los importantes
.10. Véase A.M. Fernández, La mujer de la ilusión. Pactos y contratos entre hombres y
mujeres, Buenos Aires, Paidós, 1993.
11. Véase A.M. Fernández, Las lógicas sexuales.
22 Ana María Fernéndez *
lizaciones con las que hasta ahora las psicologías y los ps¡coanáhs¡s
han abordado estas cuestiones.
En el plano de las prácticas sexuales. encontramos hoy, particu-
larmente en las muchachas más jóvenes, un gusto en ubicar un modo
más activo en la “conquista” del partenaire, disfrutar de varones ob-
jeto de deseo y cada vez con mayor frecuencia realizar experiencias
amorosas y/o eróticas con otras mujeres, sin que estas prácticas les
interroguen sobre su identidad sexual, ni consideren que pueden ser
ubicadas en un universo lesbiano. Son experiencias que alternan
con relaciones con varones.
En un mismo sentido, pueden encontrarse transformaciones en
el mundo masculino joven con relación a sus prácticas sexuales. El
mundo gay opera múltiples transformaciones. El afeminado “moder-
no” va dando paso a un estilo homosexual viril, de gran cuidado esté-
tico por el propio cuerpo y en quienes parecería difícil encontrar ras-
gos “homosexuales” de generaciones anteriores. A los más jóvenes
les resulta inimaginable que sus prácticas sexuales pudieran tener
que circunscribirse a la clandestinidad, suelen informar temprana-
mente a sus familias, se asombran frente al frecuente desasosiego
de sus padres y comienzan a plantear que no se interesan en circu-
lar por los ámbitos de militancia y/o de diversión gay, expresan que
les resultan guetos, y si bien su vida sexual o amorosa se despliega
entre hombres, suelen rechazar que se los denomine homosexuales.
¿Qué rechazan? Rechazan el propio acto de realizar nomenclatu-
ras. Dicen que se sienten cómodos con su sexualidad, que parece no
estar atravesada por culpas y desgarros de las generaciones anterio-
res, Al decir de un analizante: “¿Por qué voy a aceptar que me defi-
nan por una característica más entre tantas de mi persona?¿Por qué
es más importante con quién me acuesto que qué carrera estudio?”.
Rechazan la idea de construir identidad sexual, rechazan hacer del
rasgo totalidad ldenhtana y suelen ver, en esa totalización, totali-
tarismo.
Estos modos de subjetivación coexisten con aquellos de los mili-
tantes del orgullo gay y con las vidas clandestinas más sufrientes,
pero puede decirse que ha comenzado en muy distintas esferas un
rechazo a las capturas identitarias en las que, como ya he planteado,
en el mismo movimiento en que se distingue “la diferencia” se ins-
tituye la desigualación. Rechazan constituir diferencia o, mejor di-
cho, rechazan hacer de la diferencia referencia identitaria. Sin duda
esto es posible porque las generaciones anteriores la constituyeron
y dieron importantes batallas legales, políticas y subjetivas contra
la discriminación que produjeron afirmación de sí, orgullo y permi-
24 Ana María Fernández
Lo monstruoso
ción que insistieron en casi todos los talleres. Una línea de significa-
ción inicial, en las primeras capas de la cebolla, como diría Sigmund
Freud, fue la preocupación por sostener:sus producciones dentro de
lo políticamente correcto, disculparse cuando componían un perso-
naje homosexual o travesti dándole características estereotipadas,
etc. Sin duda, esto no es poco en un país donde los prejuicios, los
desconocimientos e intolerancias frente a las diversidades son tan
preocupantes. Pero, avanzando en la elucidación de lo producido en
los talleres, se ponía de manifiesto con una insistencia muy marcada
un otro plano de este universo de sentido que de distintos modos,
metafóricos o explícitos, daban cuenta de significaciones que aludían
a lo monstruoso.
¿Qué es lo monstruoso? Si tomamos su acepción griega, se refiere
a lo intermedio, lo mezclado, lo ambivalente, lo desordenado, lo ho-
rrible y fascinante a la vez. Desde su acepción latina, algo es mons-
truoso en tanto muestra: muestra aquello que no debe advertirse.
Mostrar lo monstruoso es desocultar aquello que en una cultura
debe permanecer invisible. Sería aquello que no puede ser empla-
zado en las taxonomías establecidas, que genera miedo, morbo y/o
violencia. Ya en mis palabras, configura un otro de la diferencia que,
como decía, sólo puede ser pensado como anomalía.
Que en nuestros estudiantes esta figuración de lo monstruoso
estuviera antecedida de la preocupación por lo políticamente co-
rrecto frente a las minorías sexuales, no es un dato menor. Ha-
bla, posiblemente, al enfrentarse a sus propios estereotipos, de
una voluntad de hacer frente a sus prejuicios y desconocimientos
y abre condiciones de posibilidad para pensar, conocer y encontrar
las modalidades de entendimiento de mundos en principio ajenos,
pero en los que se inscriben personas que el día de mañana pueden
consultar por eventuales padecimientos.
Muy distinta ha sido la experiencia en las instituciones psicoana-
liticas, de distintas orientaciones, que enteradas de la investigación
que estoy dirigiendo”* me invitan a hablar sobre esta temática. El
interés y la curiosidad, sin duda genuinos, han propiciado muy bue-
nas convocatorias. Sin embargo, los a priori binarios, la dificultad de
pensar más allá de “son personas que no han aceptado la castración”
0.“no habría por qué pensar que todos los homosexuales son perver-
[271
28 Wiliam Siqueira Peres
3. Entre otros estudios pueden mencionarse W.S. Peres, “Estética travesti: cuerpo,
género, cuidado de sf y ciudadanís”, en G. Kasi (comp.), Subjetividady contexto: ma-
tar a la muerte, Buenos Aires; Madres de Plaza de Mayo, 2009; “Cenas de exclusdes
anunciadas: travestis, transexuais, transgéneros e a escola brasileira”, en R.D. Jun-
queira (org.), Diversidade sexual na educagúo: problematizagóes sobre a homofobia
nas escolas, Brasflia, Ministério da Educagfio-UNesco, 2009; “Travestis, cuidados de
si e servigos de saûde: algumas reflexñes”, en B. Bento, H. Costa, W. Garcia, E. Iná-
cio y W.S. Peres (orgs.), Retratos do Brasil-homossexual: fronteiras, subjetividades
e desejos, Säo Paulo, Editora da Use, 2010. También L. Pelúcio, “Trés casamentos
e algumas reflexdes: notas sobre conjugalidade envolvendo travestis que se pros-
tituem”, Estudos Feministas; vol. 14, N° 2, Florianópolis, 2006, y Abjecúo e desejo:
uma etnografia travesti sobre o modelo preventivo de aids, Säo Paulo, raresr, 2009;
D. Kulick, Travesti: prostitui¢ao, sexo, género e cultura no Brasil, Río de Janeiro, Fio
Cruz, 2008; M. Benedetti, Toda feita: o corpo & o género das travestis, Río de Janeiro,
Garamond, 2005.
4. Para el caso argentino, véase J. Famánda, Cuelpos desobedientes: travestismo
e identidad de género, Buenos Aires, Edhasa, 2004; L. Berkins (comp.), Cumbia,
copeteo y lágrimas, Buenos Aires, ALITT, 2007; L. Berkins y J. Fernéndez (comps.),
La gesta del nombre propio: informe sobre la situacién de la comunidad travesti en
la Argentina, Buenos Aires, Editora Madres de Plaza de Mayo, 2005; L. Zambrini,
“Cuerpos, indumentarias y expresiones de género: el caso de las travestis de la ciudad
de Buenos Aires”, en M. Pecheny, C: Figari y D. Jones (comps.), Todo sexo es político:
estudios sobre sexualidades en Argentina, Buenos Aires, Del Zorzal, 2008; M. Wayar,
“La familia, lo trans, sus atravesamientos”, en Conversaciones feministas: parentesco,
Buenos Aires, Ají de Pollo, 2007; M. Cabral y D. Maffia, “¿Los sexos son o.se hacen?”,
en D. Maffia, Sexualidades migrantes: género y transgénero, Buenos Aires, Libreria
de Mujeres Editoras, 2009.
Politicas queery subjetividades 31
5. M. Foucault, La vida de los hombres infames, La Plata, Altamira, 1996, pp. 124-
125. -
32 Wiliam Siqueira Peres
15. Véase L. Mott, “Pesquisa sobre assassinatos de LasT no Brasil em 2010”, Boletim
epidemiológico do Programa Nacional de DsT/ams e HEPATITE, Ministério da Saúde do
Brasil.
Políticas queer y subjetividades 37
patológicas, etc. Para encadenar al ser humano al trabajo alienado es necesario mu-
tilarlo reduciendo su sexualidad a los genitales. Debemos recordar que estos procesos
se dan dentro de un marco socioeconómico específico caracterizado porla explotación.
Las clases dominantes realizan un manejo muy particular de un proceso universal
inherente al ser humano como especie: el libre desarrollo de la entrgía sexual y sus
fines. Las clases dominantes conforman y estatuyen el proceso de socialización en
vistas a su objetivo, la produccién ensjenada, convirtiéndolo en un proceso de trans-
formación de la energía sexual libre en trabajo alienado”. Archivo del rLx. Disponible
en http:/ / vanguardiaqueer.blogspot.com.ar
/ 2006106/ sexo-y-revolucin-por-el-frente-
de.html. Consulta: 4 de julio de 2012.
48 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro
en Cuba”, Rodolfo Rivas escribía: “Una revolución que no garantiza el derecho in-
alienable de todo ser humano a disponer de su cuerpo será una triste caricatura de
liberación humana”. R. Rivas, “La situación de los homosexuales en Cuba”, Somos,
N° 2, febrero de 1974, p. 8.
6. “Homosexualidad masculina y machismo”, Homosexuales, N° 1, julio de 1973.
50 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro
7. Para un desarrollo de los vínculos entre el FLu y las organizaciones de izquierda del
período, véase, además del citado trabajo de Rapisardi y Modarelli, N. Perlongher,
“Historia del Frente de Liberación Homosexual de la Argentina”, en Prosa plebeya
(1997), Buenos Aires, Colihue, 1985, pp. 77-84.
8. N. Perlongher, “Historia del Frente de Liberación Homosexual...”, p. 83."
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 51
9. Buena parte de la actividad del Área se centró en las calles de la ciudad. En línea
con las preocupaciones de Perlongher, el colectivo Eros presentó al Concejo Delibe-
rante en 1993, junto a otras agrupaciones, propuestas antidiscriminatorias vincu-
ladas con los edictos policiales. Ya como Área, no sólo participaron activamente en
la lucha contra el Código Contravencional sancionado en 1998 sino que realizaban
actividades callejeras de acompañamiento y resguardo con travestis en situación de
prostitución callejera, hostigadas por la policía. De hecho, una de las alianzas más
importantes del grupo ha sido y continúa siendo con organizaciones de travestis. Para
cuando a partir del 20 de diciembre de 2001 una inmensa masa tomó las calles, el
y sus aliados estaban allí desde hacía algún tiempo.
52 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro
17. N. Perlongher, “Los devenires minoritarios”, en Prosa plebeya, p. 68. Las comillas
de las citas corresponden a Mil mesetas, de Deleuze y Guattari.
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 57
23. P. Narváez, “Lloré como nunca cuando vi la primera marcha gay”, La Maga, N*
241, Buenos Aires, 28 de agosto de 1996, p. 25.
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernéculas 61
Esta obra fue parte de una estrategia mayor: visibilizar una co-
munidad con una larga y penosa historia, y un desafío, a su manera,
al discurso del poder.
26. Grupo Federativo Gay, “La Comunidad Homosexual Argentina”, Postdata, año 1,
N° 2, Buenos Aires, septiembre de 1984, p. 6.
Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas 63 /
La lhu;mofobia de la progresia
Alexis Latendorf, entre otras tantas figuras. De alguna manera, esta alianza supera-
ba las propias expectativas de Jéuregui y de su grupo.
66 Mabel Bellucci y Cecilia Palmeiro
8. Una discusión más detallada sobre esos lugares de socialización puede ser observa-
da en el trabajo de N.A.N. Nascimento, “Homossexualidades e homossociabilidades:
hierarquizaçäo e relaçäes de poder entre homossexuais masculinos que frequentam
dispositivos de socializaçäo de sexualidades GLETTT”, disertación de maestría, Univer-
sidade Estaduel Paulista “Júlio de Mesquita Filho”, Faculdade de Ciéncias e Letras
de Assis, 2007. Y para el caso de la Argentina, F. Rapisardi y A. Modarelli, Fiestas,
baños y exilios: los gays porteños en la última dictadura militar, Buenos Aires, Sud-
americana, 2001.
9. El régimen militar brasileño comprendió el período entre 1964 y 1985, mientras
que la última dictadura argentina arrasó el país entre 1976 y 1983 y la chilena se
inició en 1973 para terminar en 1990.
10. G. Passamani, O arco-fris (des)coberto, Santa Marfa, UFsM, 2009.
11. Para un estudio detallado de esa relación entre arte y politica-en el Brasil de la
dictadura véase C. Palmeiro, “El Brasil de la apertura: devenires minoritarios”, en
Desbundey felicidad: de la cartonera a Perlongher, Buenos Aires, Título, 2011.
Los colores verde y amarillo en el esceriario multicolor de las sexualidades 79
15. F. Pocahy, “Um mundo de injúrias e outras violagdes: Reflexdes sobre a violéncia
heterossexista e homofóbica a partir da experiéncia do CRDH. Rompa o Siléncio”, en
Rompendo o siléncio: homofobia e heterossexismo na sociedade contemporánea, Porto
Alegre, Nuances, 2007; M.A.N. Nascimento, “Homossexualidades e homossociabili-
dades...”.
16. R. Arruda, Dias de ira, San Pablo, Globo, 2001.
Los colores verde y amarillo en el escenario multicolor de las sexualidades 8
El debate fue duro con las y los diputados. Ellos y ellas querían
definiciones sobre nosotras. ¿Y cómo certifican ellos y ellas que son,
efectivamente, ellosy ellas? ¿Por qué teníamos que hacerlo nosotras?
Otro punto interesante fue el debate acerca de la edad a la que
alguien puede recurrir a esta ley. En el proyecto original; nosotras
no habíamos puesto edad y, finalmente, se decidió que eran los die-
ciocho años el momento oportuno para peticionar el cambio. Sin
embargo, también está escrito en la letra de la ley que quienes no
han llegado aún a los dieciocho años pueden comenzar sus trámites
1. Finalmente, la Leyde Identidad de Género, que lleva el número 26.743, fue sancio-
nada el 9 de mayo de 2012. [N. de los E.]
96 Lohana Berkins
Introducción
* Este texto es posible por los intercambios y las reflexiones sostenidos en el interior
de La Revuelta, junto a numerosxs activistas feministas de otros puntos del país.
Agradecemos a Mabel Béllucci su pertinaz insistencia por dar a conocer esta expe-
riencia y a las cientos de mujeres que nos permiten pensar y escribir con y sobre sus
abortos. -
1. Hormona que produce contracciones uterinas y se usa para provocar abortos en
países donde es ilegal. Su nombre comercial en la Argentina es Oxaprost y en otros
países de América Latina, Cytotec.
2. R. Braidotti, Metamorfosis, Madrid, Akal, 2005.
[97]
98 Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen
12. K. Barry, “Teoría del feminismo radical: política de la explotación sexual”, en Teo-
ría feminista: de la ilustración a la globalización, Madrid, Minerva, 2007.
Políticas de y con los cuerpos 105
18. M. Lazzarato, Políticas del acontecimiento, Buenos Aires, Tinta Limón, 2006.
14. No contamos con dato de mujeres médicas que realicen abortos clandestinos. Con
esto lejos estamos de presuponer que no existan en esta zona; lo que pretendemos es
dejar sentado que sólo tenemos información referida a médicos varones. Los análisis
que de aquí puedan desprenderse exceden este artículo.
106 Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen
15. Esther Ferrer, “Juicio contra seis feministas francesas que intervinieron en un
aborto”, París, 12 de marzo de 1977, publicado en www.indymedia.org.ar, 19 de oc-
tubre de 2008.
16. La Ley Veil es la que aprueba la despenalización del aborto en Francia en eneró
de 1975. Recibe el nombre en reconocimiento a su impulsora Simone Veil, quien por
entonces estaba a cargo del Ministerio de Salud.
110 Belén Grosso, Maria Trpin y Ruth Zurbriggeri
17. Él uso del misoprostol para provocar abortos inducidos despierta polémicas. Hay
quienes lo detractan e insisten en contraindicarlo porque sostienen que sería un mé-
todo inseguro, al punto que podría causar la muerte de quienes lo utilicen, y com-
plicaciones y malformaciones en caso de continuar la gestación por no producirse el
aborto. La Organización Mundial de la Salud (oms) ha incluido el aborto con medica-
mentos en la Guía técnica y de políticas para sistemas de salud: aborto sin riesgos,
publicada en 2008. En 2005, incluyó la mifepristona y el misoprostol en la lista de
medicamentos esenciales, que reúne todos aquellos medicamentos necesarios para
tratar las enfermedades más frecuentes y son seleccionados por su eficacia, seguridad
y costo-efectividad. En junio de 2012 publicó la segunda edición de la Guía, y refiere a
cómo utilizar el misoprostol: “Donde no se disponga de mifepristona, el método reco-
mendado para el aborto con medicamentos es 800 ug de misoprostol por vía vaginal o
sublingual para embarazos de hasta doce semanas. La dosis puede ser repetida hasta
tres veces en intervalos de al menos tres horas y no más de doce horas”.
El misoprostol es una prostaglandina que se utiliza para el tratamiento de úl-
ceras gástricas y también para la induccién del parto vaginal. Como método para la
interrupción de embarazos, el efecto del misoprostol es la contracción de los músculos
lisos del útero, que provoca la expulsión del saco gestacional. Es una droga amplia-
112 Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbiiggen
fia el carácter de acontecimiento que tiene para esas vidas y nos désa-
fia a nosotras, socorristas, a reconocer lo inédito en esas experiencias,
al presentificarse a través de sus relatos las complejas tramas vin-
culares, las representaciones, las contradicciones, los prejuicios, los
temores, los silencios, las imágenes, las prácticas, los acercamientos,
las resistencias, las docilidades, las confrontaciones, las. desinforma-
ciones, los engaños, las ausencias, las expresiones afectivas.
Nos animamos a pensar que esta dinámica es posible en tanto dos
espacialidades entran en relación: 1) el espacio proyectado por las
revueltas: Socorro Rosa, y 2) el espacio individual-subjetivo propio
de cada una de las mujeres que solicitan nuestro acompañamiento.
Uno viene a funcionar como soporte del acompañamiento, fa-
cilitando horarios y lugares de encuentro según las necesidades y
urgencias; el otro habla acerca de quiénes están siendo nuestras so-
corridas.? Lo curioso es que ambos espacios arrojan un tercero, un
espacio de incertidumbre al que quedamos expuestas tanto socorris-
tas como socorridas.
En reiteradas ocasiones nos preguntamos qué es lo que vuelve
tan peculiar a Socorro Rosa que va más allá de la información que
estas mujeres vienen a buscar. Quizá tenga que ver con esa capaci-
dad de destrabar palabras que ese espacio posibilita y por la partici-
pación activa de ellas en su definición.
En este sentido podemos hablar de un espacio de confianza que
se construye de forma colaborativa, que nos posibilita a nosotras
socorristas acceder a un plus de información y de experiencias vivi-
das por estas mujeres no contemplados en el momento de imaginar
Socorro Rosa. Los mensajes de texto van y vienen entre socorridas y
socorristas, al calor de ellos se multiplican anotaciones en un instru-
mento de seguimiento. Palabras y frases que se agolpan en un ir y
venir afectado;el registro escrito —inabarcable de la experiencia— se
vuelve interesado a medida que advertimos su potencialidad. Nos
incita al menos una trilogía de deseos: auscultar sentidos, sus po-
tencias y vitalidades; hacer trabajar nuestros pensamientos y dar a
conocer sobre la insistencia cotidiana del aborto en cuerpos y vidas
concretas de este presente cercano.
Es en ese espacio libre de censuras en el que se despliegan una
serie de intercambios que tienen sentido y cobran significación en
20. En su mayoría mujeres de entre dieciocho y treinta años, que trabajan en relación
de dependencia en trabajos formales o en informales con salarios que no superan los
3.000 pesos (equivalente a 600 dólares aproximadamente).
116 Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen
pregunta como “las pastillas, ¿me las tengo que poner derechas o de
costado?”. Una sensación similar nos invade en momentos en que
una mujer estando en proceso escribe: “Ya despedí algo, ¿te puedo
mandar una foto para que vos veas a ver si es el saco?”. Muchos
interrogantes enmudecen a las socorristas en tanto escapan al re-
pertorio de preguntas y actuancias imaginadas, esto es, asaltan lo
previsible. Sucede que a veces sentimos que no tenemos anclajes
experienciales para comprender lo que el proceso del aborto desen-
cadena en estas mujeres.
Hay que apuntar que es un espacio donde también se suelen ex-
presar tensiones con nuestras socorridas: a) por las demandas para
que el encuentro informativo se realice de inmediato, dificultando la
concreción de instancias colectivas; b) porque a veces nos encontra-
mos con que desconectan el teléfono después de acceder a la infor-
mación, instalando barreras en la política de cuidado que intenta-
mos llevar adelante (“Imposible comunicarme con ella después que
resolvió el problema, nunca más atendió el teléfono. Finalmente me
comuniqué con su amiga para saber si todo estaba bien e insistir en
que se haga la eco. Contestación: no tiene plata para la eco, ¡le dije
que podía ir al hospital gratis un montón de veces!”), y c) por las
dificultades para significar nuestro tiempo como tiempo militante
(“Bajo caminando hasta la terminal para encontrarme con tres so-
corridas. Horario de encuentro con las mujeres 14 horas. Llega una
con su niño pero no se puede quedar. Espero un rato más, nada.
Vuelvo caminando a casa, son las 15.30, llego toda enojada e indig-
nada, con ganas de gritar, además con el pelo todo lleno de tierra y
revuelto por el viento neuquino. Entonces helpppppp.... SOCORRROO00.
Les pido porfis que me ayuden a pensar qué hacer para que esto no
me pase”). Se impone una pregunta: ¿qué idea de nosotras tienen
algunas de las socorridas? ¿Acaso suponen que somos funcionarias
estatales full time?
Otras veces las tensiones se expresan en el encuentro cara a cara.
Versa un registro: “Dice que nunca sufrió violencia familiar cuando
consulto ese ítem, dificil esto con-él en la cita. Sin embargo, cada
cosa que quería contarme esperaba a que él la autorice, tiene treinta
y siete años y no responde nada motu proprio”.
Destacamos que es un espacio donde las relaciones varían en in-
tensidad: muy cercana a veces, fugaces otras, por momeritos depen-
diente, pocas veces indiferente o desconfiada.
También inferimos que es un espacio que expone las limitacio-
nes del modelo biologicista en educación sexual: a) al desconocer el
lugar del deseo: “Hace dos años que no tenía relaciones sexuales con
118 Belén Grosso, Maria Trpin y Ruth Zurbriggen
nadie, ¿qué me iba a imaginar que justo ese día iba a quedar emba-
razada?”; b) cuando nos encontramos con socorridas que sostienen
la posibilidad de haber quedado embarazadas durante una relación
anal: “Cuando no tenemos preservativos tenemos otro tipo de rela-
ciones. Anales, ¿entendés? Y creo que ahí me quedé embarazada”; c)
ante la imposibilidad de algunas mujeres de reconocer la desigual-
dad presente en las relaciones sexuales: “Dice que el pibe no quiso
usar preservativos porque se le bajaba”, y d) en las dificultades para
destrabar mitos y falsas creencias: “Mi amiga se puso el DIU y su hijo
nació con el DIU en la oreja, por eso yo al DIU no le tengo confianza; sí,
en la oreja... así como incrustado”.
Més allá de la singularidad de cada uno de esos decires, todos tie-
nen en común la inscripción en un cuerpo sexuado en el que se acti-
van multiplicidad de códigos (la clase social, la edad, el color de piel,
el nivel educativo alcanzado, etc.), un cuerpo que obstinadamente
quiere abortar más allá de la criminalización establecida en la ley
heteropatriarcal. Ese cuerpo que es una superficie de intensidades,
al decir de Rosi Braidotti en Metamorfosis.
La riqueza de Socorro Rosa radica en esta proliferación de es-
pacios habitados por una polifonía de voces que hacen estallar las
regularidades, desafiando nuestros pensamientos y alimentando la
idea de que cada aborto es un mundo. Estamos tentadas en seguir
enumerando espacios que indiscutiblemente remiten a expresiones
y significados de esas mujeres: espacio para la solidaridad, espacio
para la confidencia, espacio para la astucia, espacio para la expre-
sión de deseos... No son reducibles a una lógica de la completud.
Se trata de espacios que abren grietas, dejan señales, se entre-
lazan con lo extraño e imprevisible, se atraviesan y sobrepasan
por el peso de la heterogeneidad de esos mundos —muchas veces
inasibles, insólitos y hasta chocantes para nosotras— en el que vi-
ven sus vidas las mujeres que acuden a nuestro socorrismo. No hay
totalidades en las que esos cuerpos y experiencias vitales puedan
fundirse.
En otras palabras, hablamos de espacio como territorio para los
encuentros, la hospitalidad, los enojos, las incertidumbres, los cono-
cimientos, la información, los cruces generacionales y de clase. Un es-
pacio que se propone quebrantar el interés estatal por despolitizar y
desexualizar las prácticas abortivas. Un espacio donde las relaciones
de poder acontecen, donde el poder circula, pulsea entre la necesidad
de información que socorridas precisan y que socorristas ponemos
a disposición, y entre las vulnerabilidades que implica para unas y
otras la clandestinidad de la práctica de interrumpir un embarazo.
Politicas de y con los cuerpos 119
Débora Tajer
De hecho, más allá de que intentemos tapar el sol con las manos,
ha habido cambios en la vida cotidiana y en los horizontes de los
proyectos de vida de las y los sujetos actuales que tienen impacto en
la clínica y establecen nuevas demandas y conflictos.
Una primera reflexión a modo de recaudo epistemológico y ético
que yo plantearía es que estos desafíos presentan dos caras.
Una de ellas se refiere a no dejar que el prejuicio, o las concepcio-
nes anteriores a los problemas actuales, nos hagan ver los cambios
señalados como psicopatológicos per se. La otra es que tampoco re-
signemos el poder identificar las formas que pudiera ir adoptando la
psicopatología en lo nuevo. -
Deslindar estas dos caras de la problemática-es un imperativo
ético para poder seguir sosteniendo lo que a mi modo de ver es el
compromiso básico del psicoanálisis con la sociedad: trabajar con
las formas en las cuales se expresa el malestar humano, ponién-
dole palabras al dolor. Es muy importante que tomemos esto como
tarea, para que no nos ocurra que por -abstenernos de repensar
frente a los nuevos desafíos nos quedemos siendo los guardianes
-de lo que en un momento fue vanguardia y hoy puede convertirse
en reliquia.
.Para entrar de lleno en el tema, es preciso contextualizar me-
diante una breve actualización cómo comienza y qué sentido ha pro-
1. Al respecto hay muchísimas discusiones, por ejemplo si estamos frente a algo nue-
vo en las prácticas en sf o si lo nuevo es la visibilidad y la búsqueda de legitimación
social, Podemos ubicar aquí la existencia de las marchas del orgullo gay y los desarro-
llos teéricos de los estudios queer, relacionados con los estudios de género, pero que a
la vez los critican por hallarlos “demasiado heteronormativos”.
Diversidad y clinica psicoanalitica 125
las mujeres son “el segundo sexo”, tal como lo evidenció Simone
de Beauvoir.5
De estos planteos se desprenden varios interrogantes y unas ta-
reas para la teoria psicoanalítica:
8. Véase A.M. Fernéndez, “Tiempos out of joint. ¿La diferencia desquiciada?”, en Las
légicas sexuales.
9. C. Gilligan, In a Different Voice, Cambridge, Harvard University Press, 1993,
128 Débora Tajer
18. S. Freud, Tótem y tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes
3 los neuróticos (1918), en Obras completas, 1988, vol. 13, pp. 1-162.
14. Véase, respectivamente, S. Freud, “Análisis de la fobia de un niño de cinco años”
(1909)y “A propósito de un caso de neurosis obsesiva” (1909), en Obras completas, 1988,
vol. 10, pp. 1-118 y 119-250; “De la historia de una neurosis infantil” (1918), 1988, vol.
17, pp. 1-112; “Puntualizaciones psicoanalfticas sobre un caso de paranoia (dementia
paranoides) descripto autobiogréficamente” (1925), 1988, vol. 12, pp. 1-76.
15. Véase A.M. Fernández, “Légicas de género: territorios en disputa”, en Las lógicas
sexuales.
16. M. Foucault, Historia de la sexualidad, vol. m: La inquietud de st, México, Siglo
Veintiuno, 1987.
17. Véase J. Benjamin,
Los lazos del amor, Buenos Aires, Paidós, 1996.
18. G. García Reinoso, Las relaciones del sujeto al poder, Rosario, Posdata, 1998, pp.
27-32.
130 Débora Tajer
24. J. Mitchel, Psicoandlisis y feminismo. Freud, Reich, Laing y las mujeres, Barce-
lona, Anagrama, 1982.
25. Véase S. Tubert, “Sobre la moral sexual. Psicoanélisisy feminismo”, en I. Meler y
D. Tajer (comps.), Psicoanálisis y género.
26. Hay muchas evidencias de estos efectos en la práctica. Marie Langer, una de las
fundadoras de la Asociación Psicoanalítica Argentina, refiere que durante años había
tenido en análisis a una mujer que se debatía entre cómo equilibrar sus deseos de con-
‘solidar un matrimonio y la maternidad, y sus deseos de desarrollo profesional y labo-
ral. Luego de unos años de ya no atenderls, se encontró con un colega que le comentó
que en ese momento estaba asistiendo a esa mujer que había sido su paciente. Langer
le preguntó acerca de las vicisitudes de ese momento en la articulaciôn de ambas co-
rrientes deseantes en la mujer en cuestión, a lo que su colega le respondió que ya no
presentaba para ella ningún conflicto, pues había dejado de trabajar dedicándose sólo
a su familia. Véase M. Langer, Mujer, psicoanálisis, marxismo, compilación de J.C.
Volnovich y S. Werthein, Buenos Aires, Contrapunto, 1989.
132 Débora Tajer
27. AM. Fernéndez, “La diferencia en psicoanélisis: ¿teoría o ilusión?”, en A.M. Fer-
nández (comp.), Las mujeres en la imoginación colectiva, Buenos Aires, Paidós, 1992.
28. M. Burin, Estudios sobre la subjetividad femenina, Buenos Aires, GEL, 1987; I. Me-
ler, “Las relaciones de género: su impacto en la salud mental de mujeres y varones”,
en C. Hazaki (comp.), La crisis del patriarcado, Buenos Aires, Topía, 2012; M. Rosen-
berg, “Género y sujeto...”; J.C. Volnovich y S. Werthein, “Introducción” a M. Langer,
Mujer, psicoanálisis, marxismo; J.C. Volnovich, St querida. El poder de los sometidos,
Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
29. S. Tubert, “Psicoanálisis, feminismo, posmodernismo”, en M. Burin y E. Dio Bleich-
mar (comps.), Género, psicoanálisia, subjefividad, Buenos Aires, Paidós, 1996; E. Dio
Bleichmar, El feminismo espontáneo...
Diversidad y clínica psicoanalítica 133
42. Es muy probable que esto suceda dado que, caído el mandato heteronormativo,
posiblemente presenciemos un panorama general de mayor diversidad sexual. La
cuestión aquí es si esto necesariamente constituye un problema. Y en caso de que así
sea, ¿para quién lo sería?
43. Véase M.A. Torres Arias, “Reflexiones psicoanalíticas sobre maternidad y pater-
nidad en parejas homosexuales”, Debate Feminista, año 16, vol. 32, octubre de 2005,
Pp. 86-97.
Diversidad y clinica psicoanalitica 139
44. Es revelador de esta forma de pensar cómo esta idea se filtra en el debate actual
acerca de la visibilización de la alta incidencia de abuso sexual en la Iglesia Católica.
En este caso el Papa plantea como una de las soluciones posibles la incorporación de
psicólogos para la detección de candidatos homosexuales, en vez de examinar, como
lo plantean algunos sacerdotes menos reaccionarios, el impacto del dispositivo del ce-
libato y de la educación de niños y niñas en manos de estos célibes en la proliferación
de este tipo de prácticas.
45. Véase J.C. Volnovich, “Generar un hijo: la construcción del padre”, en L Meler y
D. Tajer (comps.), Psicoanálisis y género.
140 Débora Tajer
46. Véanse los casos de los famosos Ricky Martin y Ricardo Fort.
*47. Hay un caso paradigmático que vale la pena destacar en el anélisis, que apareció
profusamente en los medios de comunicación. Es el de un cordobés residente en Es-
paña de aproximadamente cuarenta años que sacó un aviso en internet buscando un
alquiler de vientre de una mujer argentina. Se ofreció una mujer más joven y pobre,
que él aceptó y fue elegida con dicho fin. Refieren que al conocerse se “enamoraron” y
decidieron tener el hijo en pareja. En la actualidad, dos años después, se separaron.
Ella quedó en España sin papeles, él dice que ella es una “mala madre” por razones de
“juventud”, y que además carece de recursos econémicos y legales para criar al niño,
por lo cual él se arroga el derecho a la crianza y la tenencia. Una primera reflexién
sobre la situación nos indica que tenemos que creerle a alguien cuando dice que quie-
re tener una o un hijo solo o sola, más allé del ropaje que esta situación asuma.
Denegarlo en aras del altar del amor romántico nos inhibe de visualizar los efectos
que estas elecciones tendrán con posteridad.
Diversidad y clinica psicoanalitica 141
48. B. Preciado, “Multitudes queer. Notas para una politica de los «anormales»”, Mul-
titudes, N° 12, París, 2003.
49. Véase J. Sanz, Teorta queer y psicoanálisis, Madrid, Síntesis, 2004.
Entre las teorias de génem y el psicoandlisis:
una clinica para una sociedad queer
Patricia Porchat
2. T. Laqueur, La construcción del sexo-cuerpo y género desde los griegos hasta Freud,
Madrid, Cétedra, 1994.
Entre las teorfas de género y el psicoanélisis 145
3. Todas estas cuestiones fueron trabajadas en mi tesis y no las abordare aquí. Para
la elaboración del concepto de género, veáse J. Butler, El género en disputa. El femi-
Entre las teorias de género y el psicoanálisis 147
libre arbitrio necesario para poder hacer de su vida una obra de arte*
y una estilistica de la existencia.*
Ante esa pequeña cartografia de lo transcontemporäneo, quere-
mos problematizar respecto de las conexiones posibles entre psicolo-
gia y la insurgencia queer, de la efectivacién préctica y politica que
toma como disparador los procesos emancipadores psicosociales en
oposición a las prácticas de mantención de los pensamientos bina-
rios, universales y ahistóricos, que se expresan a través de los exce-
sos diagnósticos, clasificatorios y reductores. Se trata de posiciona-
mientos de prácticas psi todavía encarcelados en el siglo x1x, usando
y cosificando sus valores y metodologías que se han construido en
aquel momento sociohistórico, contemporáneo a la emergencia de la
noción de individuo —aquel que no se divide, que está totalizado— y
de la atribución de significado social y de valor moral a los cuerpos
y sus placeres.
Si:echamos un vistazo a las teorías y metodologías utilizadas por
las prácticas en psicología en la actualidad, percibimos que la ma-
yoría de esas teorías se encuentran comprometidas con la manten-
ción, cosificación y defensa del sistema sexo/género/deseo/prácticas
sexuales, y, ante ese compromiso, se limitan a observar, clasificar,
escudriñar, encuadrar, diagnosticar, encerrar, tratar, curar e inclu-
so producir muerte civil de las personas que de alguna manera se
tornen disidentes respecto de los órdenes impuestos como únicos,
correctos y normales.
Concomitantemente a las categorías de sexo, género, deseo y prâc-
ticas sexuales nos ericontramos con otros marcadores psicosociales,
como clase social, raza/color, etnia, orientación sexual, estética cor-
poral, edad, religión, lugar de pertenencia, que son mantenidos en
frecuentes interacciones, denunciando la presencia de machismos,
racismos, misoginias, lesbofobias, transfobias y homofobias; en mu-
chas de las prácticas y actuaciones de los operadores de la psicología.
Las escuchas y observaciones realizadas por esos operadores —po-
licías del psiquismo, que militan en defensa de la creencia de un
único cuerpo, un único sexo, un único género, un único deseo, un úni-
co psiquismo, una raza y una etnia tomadas como superiores a las
otras— contribuyen para la emergencia de una psicología del terror
y del aniquilamiento de todas aquellas personas que no se adecuen
5. A.M. Jagose, Queer Theory:An introduction, New York University Press, 1998.
160 Wiliam Siqueira Peres
ciedad que van més allé de la clase social, y que afectan tam-
bién a otros aspectos como la raza, la etnia y la sexualidad.
e Los análisis de los discursos surgidos de la cultura, ajenos a
las condiciones materiales de la opresión que sufren gays y
lesbianas.
e Los estudios que intentan legitimar las sexualidades no nor-
mativas, mediante la teorización de un deseo y erotismo queer.
Ferocidades de género,
patriarcado y Estado
Femicidios: la ferocidad del patriarcado
Ana María Fernández
El a:omu¿epto de femicidio
2..075, Programa Mujer Salud y Desarrollo, Femicidio en Costa Rica 1990-1999, San
José de Costa Rica, 2000. Investigadora: Ana Carcedo,
8. Véase L. Kelly, Surviving Sexual Violence, Londres, Polity Press, 1988.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 173
En la República Argentina
no existen estadisticas oficiales de
femicidios. A partir de 2008 la onG Casa del Encuentro comenzó a
realizar un conteo tomando las noticias de ciento veinte diarios de
distribución nacional y provincial y las agencias de noticias DYN y
Télam. En 2009 estableció el Observatorio de Femicidios en Argen-
tina “Adriana M. Zambrano”. Aunque cuenta con el prestigio, la le-
gitimidad y el reconocimiento de su labor por parte de especialistas
en la temática y de familiares y víctimas de la violencia sexista,
prácticamente no recibe apoyo estatal para sus múltiples e impor-
tantes actividades. Aun así, esto no impide que sean sus cifras las
consultadas oficialmente por diversos organismos de Estado.
Segúñ sus datos, en 2008 se contabilizaron 207 femicidios, la ma-
yoría a manos de esposos, concubinos, parejas, novios. En segun-
do lugar, ex parejas. En tercer lugar, desconocidos que ejercieron
violencia sexual. En cuarto lugar, personas con alguna vinculación
directa familiar. De los 207 casos, 16 fueron producidos por inte-
grantes de alguna fuerza de seguridad. Se establecieron asesinatos
por conexión de cinco niños y niñas, y un adolescente varón.
En 2009 se registraron 231 femicidios. Se verifica un aumento
del 11% respecto del año anterior. De ellos, 163 casos pertenecen al
circulo afectivo directo y 19 entre vecinos y conocidos; 13 femicidas
pertenecen a las fuerzas de seguridad. En 24 casos se habían hecho
denuncias previas. En 7 casos se presume que las víctimas eran mu-
jeres en situación de prostitución.
11. Véase ors, Programa Mujer Salud y Desarrollo, Femicidio en Costa Rica 1990-
1999.
176 Ana Maria Fernéndez
12. Casa del Encuentro, Informes 2008, 2009, 2010, 2011. http:/ /www.lacasadelen-
cuentro.org/femicidios.html. Consulta: 27 de julio de 2012.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 177
Nuestra investigaciôn
Metodologia
25. Véase A.M. Fernández et al., informe final del estudio “Análisis de la mortalidad “
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 183
26. unpoc, The Global Study of Homicide, United-Nations Office on Drugs and
Crimes, 2011. -
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 185
27. Véase A.M. Fernéndez et al., “Proyecto para estudio multicéntrico colaborativo”.
28. Véase A.M. Fernández, “Análisis de la mortalidad por causas externas y su rela-
cién con la violencia contra las mujeres”, en Defensoría del Pueblo de la Ciudad de
Neuquén, Violencia contra las mujeres, cuaderno N° 8 del Programa de Conferencias,
Cursos y Seminarios, 2010.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 187
29. Véase AM. Fernández, Las lógicas sexuales. Amor, política y violencias, Buenos
Aires, Nueva Visión, 2009. ; ;
30. Véanse C. Castoriadis, Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto,
Barcelona, Gedisa, 1988; A.M. Fernández, La mujer de la ilusión. Pactos y contratos
entre hombres y mujeres, Buenos Aires, Paidés, 1998, 4* reimpr. 2010.
31. Oficina de Violencia Doméstica, Corte Suprema de Justicia de la Nación (ovnc-
sm), — Estadísticas. http:/ /www.csjn.gov.ar/docus/documentos/cons_temaovd.
jsp?temam=K186. Consulta: 27 de julio de 2012.
32. Véase A.M. Fernández, Jóvenes de vidas grises. Psicoandlisis y biopolíticas, Bue-
nos Aires, Nueva Visión, e/p.
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 189
33. wHo, Multi-country Study on Women's Health and Domestic Violence Against
Women, Ginebra, World Health Organization, 2005.
190 Ana Maria Fernéndez
Este sagaz punteo de las y los forenses cobra fuerte sentido si es-
tablecemos relaciones con el saber acumulado por especialistas en
violencia de género por el cual se sabe que se trata de muertes que se
configuran en un crescendo de violencia. ¿Por qué el dato del embara-
Zo? También está comprobado que muchos golpeadores incrementan
la violencia con el estado de embarazo. Frecuentemente, en los relatos
de mujeres golpeadas ellas expresan que los primeros golpes o palizas
se produjeron en el primer embarazo, y particularizan muchas veces
que recibieron intencionalmente patadas en la panza, finalizando así
el primer tiempo de la relación donde “todo eran atenciones y cariño”.
Con respecto a la metodología, como ya se dijo, la información
internacional ha establecido modalidades de implementación de sui-
cidio diferentes para varones y mujeres. Cuando la modalidad de
muerte de una mujer no responde a arrojarse al vacío, a las vías
del tren o el subte, a la sobredosis con psicofármacos o al envenena-
miento con plaguicidas domésticos, se está en la fuerte sospecha de
un homicidio, -
Con respecto al último punto, los forenses establecen que gene-
ralmente un suicidio de mujer está antecedido de “ensayos” previos.
Esta consideración cambia el criterio que clásicamente ha ubicado
estos ensayos previos como manifestaciones histéricas para llamar
la atención. Aquí los ensayos previos son un importante elemento de
diferenciación entre homicidio y suicidio.
Entonces, en opinión de los y los forenses,.si esa mujer se mató
en el primer intento, con una metodología no habitual en mujeres
Femicidios: la ferocidad del patriarcado 191
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Editorial Biblos/S OCIEDAD