Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Débora Tajer
Este trabajo está motivado por un compromiso ético: ponerle pensamiento desde el
psicoanálisis con perspectiva de género a las infancias trans. Infancias definidas en
relación con las experiencias de niñxs que tempranamente manifiestan una
“discordancia” entre sexo biológico e identidad de género.
Este compromiso ético está situado. Se enmarca en monitorear como en este sur del
planeta, están cambiando los imaginarios de los y las sujetxs sobre algunos temas, en
relación con las nuevas prácticas subjetivas y vinculares, así como las nuevas
legislaciones que las legitiman socialmente. Para este caso en particular, las
regulaciones conocidas como leyes de identidad de género y de matrimonio igualitario
sancionadas en nuestro país en los últimos años. Propongo relacionar este cambio en
los imaginarios colectivos, con el horizonte de anhelos y proyectos vitales personales,
en este caso infantiles, que como el horizonte, van cambiando cuando avanzamos. Del
mismo modo, hacer una revisión de cómo podemos entender este campo de
problemáticas desde un psicoanálisis contemporáneo a la altura de los desafíos de
época.
Lo contrasto con los padecimientos propios del “closet” como dispositivo de regulación
de la vida social que actúa sobre las sexualidades y cuerpos disidentes. De este
modo, las prácticas de sí, las conformaciones identitarias y los amores que están por
fuera del paradigma heteronormativo no están autorizados a vivirse bajo la luz del día,
y sólo se despliegan en los espacios intimistas de los baños, habitaciones y “guetos”.
El closet, como dispositivo biopolítico participa así de los procesos de subjetivación
generando angustias, depresiones y ansiedades específicas.
La motivación de este texto fue el gran debate social y la inquietud de muchos/as
colegas frente al caso de una niña trans de 5 años que cambio su cartera de identidad
de Manuel a Lulú , se preguntaban: ¿No es muy temprano para reclamar un cambio de
identidad? ¿Podría ser dañino “cerrar” tan tempranamente algo que debiera dejarse
“abierto”?
A lo que comienzo respondiendo (me y les), que fue algo pedido por la niña y que son
los desafíos que nos impone a la clínica, en este y en otros casos, esta nueva etapa
de una sociedad un poco mas post – closet que antes.
En una pesquisa que realizamos desde la UBA sobre infancia, salud y género a
profesionales de servicios de salud infantil ubicaban los temas de infancias trans más
cerca de la psicopatología y a la diversidad sexual infantil, no. Y que el padecimiento
en este último caso se debe fundamentalmente a la discriminación.
Se identifica que existe una nueva mirada profesional en salud y salud mental que
aloja sin psicopatologizar a priori la diversidad sexual. Y acoge hospitalariamente la
flexibilidad en los juegos y roles por fuera de los estereotipos “rosa” y “celeste”. Pero
que en los casos de identidad trans se evidencia un gran peso en la insistencia en que
“siempre” hay que ver “cómo se desarrolla en el futuro”, lo cual muchas veces es un
resguardo cuidadoso, pero otras es verdadero “escozor terapéutico” cuando se
producen tempranamente maneras de ordenamiento de identidad estables que
impliquen alojar lo diverso en cuanto a expresión de género. Inquieta el hecho que “un
aparato psíquico haya conseguido estabilidad en torno a una manera de constituir la
identidad”, de un modo que no acople identidad de género y sexo biológico.
De todos modos se hace necesario distinguir los intentos fallidos de organización del
yo, lo cual produce un travestismo primario que es del orden de lo psicopatológico, de
una estabilización identitaria de que debe ser respetada (travestismo secundario) que
hace innecesaria la consulta para modificarla, salvo que haya un empobrecimiento o
sufrimiento específico y autoreferido.
Desde la perspectiva de una clínica post patriarcal decimos que existe una necesidad
de seguir desanudando modos históricos de la identidad y la psicosexualidad con
respecto de los criterios de normalidad, y poder empezar a pensar seriamente en la
frase que postula que (mucho de) “la psicopatología de hoy, es la sexualidad del
mañana”.
Para que puedan alojar de manera hospitalaria a lxs niñxs que transitan infancias
trans, van estas líneas.
Pienso las infancias trans en el marco de una tríada propia de la actualidad en mi país:
1. Los avances en los marcos legales en relación al género que han ampliado la
agenda de derechos
Los desafíos clínicos, pueden enfrentarse desde por lo menos dos posiciones en el
campo del psicoanálisis que conviven en la actualidad.
Una, que incluye la perspectiva de derechos y una escucha post patriarcal que es la
que estoy proponiendo y otra, que muchas veces involuntariamente se desliza hacía lo
pre-ciudadano o bajo la forma de un “espiritualismo deseante”.
Esta última, entiende y analiza los mismos problemas que estamos desarrollando
desde una perspectiva que enfatiza de modo exclusivo la determinación intrapsíquica
y conceptualiza la constitución de ese psiquismo en el marco de la introducción del/a
infante en el simbólico, al cual atribuye un carácter universal en el marco de las
relaciones tempranas y la crianza. Establece como determinación principal en este
proceso, a los deseos parentales acerca del sujeto/a a advenir. Pero pensando a
estos deseos como partiendo solo de la propia fantasmática, que para el caso de las
infancias trans, vendría a demostrar el carácter patógeno de estos padres y de la
madre, en particular por haber deseado niña donde hay niño o viceversa.
-Padres y madres que dejan fluir más libremente y fuera del closet, propuestas
identificatorias no tan “rosas y celestes” para niños y niñas.
- Los desafíos acerca de como entendemos lo que resulta de “todo esto” según la
posición teórica y la escucha en Psicoanálisis.
El contexto argentino, establece una particularidad que nos diferencia de los que
sucede por ejemplo en EEUU y Francia, permite otros horizontes imaginarios ligados a
la ampliación de derechos locales, en este caso, a la identidad, incluso la definida
tempranamente. En esos otros países en los cuales el cambio de identidad es
posterior al diagnóstico psiquiátrico y la reasignación quirúrgica de sexo, los
imaginarios posibles, son otros. Debo señalar que si elijo tomar lo que acontece en
esos dos países y sus realidades jurídicas lo hago con la intención de identificar su
impacto sobre los desarrollos en el campo de la psiquiatría (el DSM IV/V y su
clasificación de la disforia de género) y del psicoanálisis (fundamentalmente de
orientación lacaniana) que tanto impacto tienen en la formación de profesionales del
campo psi en la actualidad en Argentina. Lo entiendo a partir del modelo de los
Estudios de Recepción. Que permite entender, no sólo como se produce un tipo de
pensamiento en la “metrópoli cultural”, sino también los modos en que este
pensamiento es recibido en la “periferia”, a veces sin suficiente reflexión crítica, aun
cuando corresponde a realidades propias de un simbólico diferente.
Sostiene el argumento de que la sexualidad disloca las nominaciones, para todxs lxs
sujetos y la importancia de la dimensión inconsciente en la sexuación. Y explica, para
este caso, que las afirmaciones de la mamá de Lulú en sus testimonios escritos y
audiovisuales, acerca de que ella no se reconoce habiendo deseado que su hijo,
biológicamente varón, sea una mujer, se ubica en el campo de lo consciente, que no
es sólo lo que determina la sexuación, sino que también corresponde reconocer la
operatividad de los aspectos inconscientes.
El problema comienza cuando de eso se deriva que los derechos a la identidad, son
una problemática menor y de poca entidad.
Cuando se considera que adoptar una nueva identidad de género, social y legal, no
cambiaría en absoluto el malestar en plus de la niña trans, dado que tanto para ella,
como para el resto de los/as seres parlantes, la sexualidad excede las nominaciones
posibles.
Señalo que es muy fácil decir que “nada cambiaría, para todos por igual”, cuando esta
afirmación se enuncia desde una identidad (cis) que se habita con mayores goces de
derechos ciudadanos. Lo cual constituye una realidad muy diferente a la
experimentada cuando no se tiene acceso a los mismos.
John Money, que fue quien traslado del término “género” de las ciencias del lenguaje a
las ciencias de la vida y la salud, trabajaba con problemas ligados al hermafroditismo
en el Departamento de Psiquiatría y Pediatría del Hospital de la Universidad Johns
Hopkins, situada en Baltimore, llamó la atención acerca de lo que llamó “Gender
Core”, que en español se comenzó a traducir como “identidad de género”.
Aún cuando luego por tratamientos o por razones de maduración, se evidenciaba que
el cuerpo biológico correspondía al “otro sexo”, el sentimiento de sí, o la identidad de
género quedaba conformada en relación a la creencia de la crianza temprana en la
cual los padres (o criadores) de acuerdo a sus fantasmas y convicciones proponían
imaginarios para la adquisición de la identificación primaria.
Luego Robert Stoller, fue quien tomando estos hallazgos en 1963 en el Congreso de la
IPA de Estocolmo, diferenció Identidad de Género de Identidad Sexual usando el
primer término para identificar con un concepto a “aquellas personas que, aunque
poseían un cuerpo de hombre, se sentían mujeres”.
Por lo tanto, como bien señala Dio Bleichmar (1996), es un concepto que partiendo de
la psiquiatría infantil, fue trasladado al campo de las ciencias sociales. El mismo fue
apropiado por el feminismo académico y militante desde el cual les llegó a muchos
colegas del campo “psi” que lo consideran como un concepto “fuera del campo” aún
cuando fue creado “dentro del mismo”.
No es por la vía de la sexualidad, sino del narcisismo, del ideal de género al que se
toma como modelo. Luego en un segundo tiempo, a la salida del Edipo, adquiere su
carácter sexual, mediante la identificación secundaria con la incorporación de la
identificación al cuidadorx en tanto ser sexuado. Ahí recién se definirá, de algún modo,
su modalidad deseante predominante y su elección de objeto erótico. El cual no
definirá su identidad genérica, conformada previamente.
Todo este rodeo sirve para señalar que la identidad de género se constituye
intersubjetivamente en los cuidados primarios, mediante los proyectos identificatorios
conscientes e inconscientes sobre la femineidad/masculinidad de quienes cuidan,
sobre el cuerpo y la psiquis del sujeto infantil. Pero también dado que este proceso es
interactivo (Benjamín J., 1997), lxs infantes toman para sí los rasgos y aspectos
identitarios de lxs cuidadorxs primarixs que por alguna razón les interesan y les captan
la atención para ser ubicados en el lugar del ideal del yo.
Con lo cual, para todas las infancias, incluidas las trans, existe una propuesta
identificatoria con contenidos de género, conscientes e inconscientes, emanada desde
lxs cuidadorxs primarixs, pero también existe un proceso de apropiación activa por
parte del/a infante. Y la identidad de género resultante será un precipitado del
interjuego intersubjetivo.
Volviendo luego de este recorrido a la pregunta sobre “lo innato” ¿Puede “algo” ser
temprano en la constitución del psiquismo y venir “desde afuera”? Por supuesto que sí.
Para este caso, es una identidad de género que se expresa tempranamente, nada
sabemos aún de la posición sexuada.
En todo caso pareciera que lo que es “igual para todos” es que siempre viene de
afuera y que solo molestaría, y por lo tanto hay que “culpabilizar/responsabilizar” y
“explicar” cuando se trata de identidades divergentes.
Pero tiene implicancias diversas según sea la posición del/la sujeto en las relaciones
de poder social y la legitimidad de su identidad y sus prácticas.
Por lo tanto hablar de “la igualdad de los/as desiguales”, aloja un debate sumamente
interesante, pero lo hace a modo de la negación, “sí… pero aun así, no!”, lo cual se
constituye en un obstáculo epistemológico (Mannoni O., 1997).
Por otro lado, desconoce que entre las políticas de la identidad y las luchas dadas
desde allí en lo social, y “el psicoanálisis”, existe todo el corpus de los y las
psicoanalistas del campo de género acerca de la constitución del psiquismo y la
sexualidad.
Desde esta perspectiva, también una identidad legitimada en la infancia (en este caso
“trans”) no tiene porque ser inevitablemente una y la misma para siempre, ni en Lulú,
ni en cualquier otrx sujetx. Lo cual no quita el derecho a legitimarla social y
jurídicamente cada vez que sea necesario.
Del mismo modo, podemos destacar que la actual Ley de Identidad de género
resuelve algunos problemas de legitimidad identitaria, pero persisten otros no
contemplados por la misma, como bien señalaba Lohana Berkins (2013). Lohana
gustaba de decir que ella había apoyado la Ley por razones estratégicas, pero que la
misma daba solo la posibilidad de dos identidades: masculina o femenina. Lo cual
estratégicamente constituía un avance, pero que no reflejaba la vida de la población
trans en su totalidad, caracterizada y necesitada de una “tercera” ubicación, con
amplios matices.
Por lo tanto pienso que aquí hay “un guante” muy importante de levantar como debate
desde “este lado” del psicoanálisis en diálogo con los estudios de género: seguir
debatiendo la sexualidad, al mismo tiempo que se apoya la lucha por las políticas
identitarias en su ampliación de derechos.
Y por último, hay que cuidar que lxs niñxs no tomen sobre sí la responsabilidad de ser
lxs héroes de un movimiento sin haber aceptado previamente dicho rol, pero a su vez
es necesario considerar que la respuesta social y terapéutica no se limite a plantear
solo a que esperen y se mantengan indefinidos hasta la adolescencia y adultez en
todos los casos.
Se requiere distinguir que es lo apropiado en cada situación, para que no sean héroes
(o víctimas) de un dispositivo terapéutico sin haber aceptado ese rol.