Está en la página 1de 10

Ponencia presentada el viernes 27 de octubre en el panel "El género en análisis" en el

Coloquio Psicoanálisis, Género y feminismos, organizado por el Instituto de Psicología


de la Universidad de Sao Paulo, Brasil

Algunas consideraciones éticas y clínicas sobre las infancias


trans

Débora Tajer

Este trabajo está motivado por un compromiso ético: ponerle pensamiento desde el
psicoanálisis con perspectiva de género a las infancias trans. Infancias definidas en
relación con las experiencias de niñxs que tempranamente manifiestan una
“discordancia” entre sexo biológico e identidad de género.

Este compromiso ético está situado. Se enmarca en monitorear como en este sur del
planeta, están cambiando los imaginarios de los y las sujetxs sobre algunos temas, en
relación con las nuevas prácticas subjetivas y vinculares, así como las nuevas
legislaciones que las legitiman socialmente. Para este caso en particular, las
regulaciones conocidas como leyes de identidad de género y de matrimonio igualitario
sancionadas en nuestro país en los últimos años. Propongo relacionar este cambio en
los imaginarios colectivos, con el horizonte de anhelos y proyectos vitales personales,
en este caso infantiles, que como el horizonte, van cambiando cuando avanzamos. Del
mismo modo, hacer una revisión de cómo podemos entender este campo de
problemáticas desde un psicoanálisis contemporáneo a la altura de los desafíos de
época.

Propongo asociar la emergencia de infancias trans que demandan ser escuchadas


tempranamente, con el nuevo marco de prácticas sociales y legitimidad legal, que
permiten que aparezcan y sean alojadas como infancias posibles por madres, padres y
terapeutas.

Lo contrasto con los padecimientos propios del “closet” como dispositivo de regulación
de la vida social que actúa sobre las sexualidades y cuerpos disidentes. De este
modo, las prácticas de sí, las conformaciones identitarias y los amores que están por
fuera del paradigma heteronormativo no están autorizados a vivirse bajo la luz del día,
y sólo se despliegan en los espacios intimistas de los baños, habitaciones y “guetos”.
El closet, como dispositivo biopolítico participa así de los procesos de subjetivación
generando angustias, depresiones y ansiedades específicas.
La motivación de este texto fue el gran debate social y la inquietud de muchos/as
colegas frente al caso de una niña trans de 5 años que cambio su cartera de identidad
de Manuel a Lulú , se preguntaban: ¿No es muy temprano para reclamar un cambio de
identidad? ¿Podría ser dañino “cerrar” tan tempranamente algo que debiera dejarse
“abierto”?

A lo que comienzo respondiendo (me y les), que fue algo pedido por la niña y que son
los desafíos que nos impone a la clínica, en este y en otros casos, esta nueva etapa
de una sociedad un poco mas post – closet que antes.

El “aparece más temprano”, es en relación a que “antes” aparecía “más tardíamente”.


Pero ahora sabemos que eso era así porque había sido inhibido o reconducido a la
“domesticación estratégica” del closet para no padecer un plus de sufrimiento por la
incomprensión y discriminación. Lo dicen los testimonios sobre su propia niñez
muchxs adultxs trans. Que “eso”, fue un descubrimiento temprano.

En una pesquisa que realizamos desde la UBA sobre infancia, salud y género a
profesionales de servicios de salud infantil ubicaban los temas de infancias trans más
cerca de la psicopatología y a la diversidad sexual infantil, no. Y que el padecimiento
en este último caso se debe fundamentalmente a la discriminación.

Se identifica que existe una nueva mirada profesional en salud y salud mental que
aloja sin psicopatologizar a priori la diversidad sexual. Y acoge hospitalariamente la
flexibilidad en los juegos y roles por fuera de los estereotipos “rosa” y “celeste”. Pero
que en los casos de identidad trans se evidencia un gran peso en la insistencia en que
“siempre” hay que ver “cómo se desarrolla en el futuro”, lo cual muchas veces es un
resguardo cuidadoso, pero otras es verdadero “escozor terapéutico” cuando se
producen tempranamente maneras de ordenamiento de identidad estables que
impliquen alojar lo diverso en cuanto a expresión de género. Inquieta el hecho que “un
aparato psíquico haya conseguido estabilidad en torno a una manera de constituir la
identidad”, de un modo que no acople identidad de género y sexo biológico.

De todos modos se hace necesario distinguir los intentos fallidos de organización del
yo, lo cual produce un travestismo primario que es del orden de lo psicopatológico, de
una estabilización identitaria de que debe ser respetada (travestismo secundario) que
hace innecesaria la consulta para modificarla, salvo que haya un empobrecimiento o
sufrimiento específico y autoreferido.

Desde la perspectiva de una clínica post patriarcal decimos que existe una necesidad
de seguir desanudando modos históricos de la identidad y la psicosexualidad con
respecto de los criterios de normalidad, y poder empezar a pensar seriamente en la
frase que postula que (mucho de) “la psicopatología de hoy, es la sexualidad del
mañana”.

Paralelamente hay muchos/as profesionales y colegas psicoanalistas que trabajan en


los ámbitos institucionales que tienen real interés en identificar desde que lugar y con
qué herramientas intervenir desde este campo.

Para que puedan alojar de manera hospitalaria a lxs niñxs que transitan infancias
trans, van estas líneas.

Pienso las infancias trans en el marco de una tríada propia de la actualidad en mi país:

1. Los avances en los marcos legales en relación al género que han ampliado la
agenda de derechos

2. Los nuevos modos de ser, nacer y desear

3. Los desafíos clínicos que se desprenden de esta nueva situación

Los desafíos clínicos, pueden enfrentarse desde por lo menos dos posiciones en el
campo del psicoanálisis que conviven en la actualidad.

Una, que incluye la perspectiva de derechos y una escucha post patriarcal que es la
que estoy proponiendo y otra, que muchas veces involuntariamente se desliza hacía lo
pre-ciudadano o bajo la forma de un “espiritualismo deseante”.

Esta última, entiende y analiza los mismos problemas que estamos desarrollando
desde una perspectiva que enfatiza de modo exclusivo la determinación intrapsíquica
y conceptualiza la constitución de ese psiquismo en el marco de la introducción del/a
infante en el simbólico, al cual atribuye un carácter universal en el marco de las
relaciones tempranas y la crianza. Establece como determinación principal en este
proceso, a los deseos parentales acerca del sujeto/a a advenir. Pero pensando a
estos deseos como partiendo solo de la propia fantasmática, que para el caso de las
infancias trans, vendría a demostrar el carácter patógeno de estos padres y de la
madre, en particular por haber deseado niña donde hay niño o viceversa.

No se piensa, como planteaba Castoriadis, que que la madre en realidad es alguien


que habla. Y en tanto ser parlante, es portadora de las significaciones imaginarias
específicas de esa sociedad, así como también es la portavoz actuante de miles de
generaciones pasadas. Esto es válido para todas las propuestas identificatorias y no
solo para aquellas “que no encajan”.
Les invito a pensar de otro modo las infancias trans, ubicando a los deseos parentales
en la constitución del psiquismo temprano y en la conformación de la identidad de
género de lxs infantes en el marco de un contexto socio- histórico.

Esto explica que haya:

- Impactos de la existencia de una Ley de identidad de genero inscripta en el marco


del derecho a la identidad. Que habilita y legitima el alojamiento por parte de padres y
madres de expresiones de vivencias tempranas infantiles, en este período social pos
closet.

-Una demanda temprana de una niña trans de ser reconocida de acuerdo a su


identidad genérica femenina, y la misma haya sido aceptada por su madre luego de un
recorrido. (Lulú libro “Yo nena, yo princesa….”,Mansilla, 2013).

-Padres y madres que dejan fluir más libremente y fuera del closet, propuestas
identificatorias no tan “rosas y celestes” para niños y niñas.

- Los desafíos acerca de como entendemos lo que resulta de “todo esto” según la
posición teórica y la escucha en Psicoanálisis.

El contexto argentino, establece una particularidad que nos diferencia de los que
sucede por ejemplo en EEUU y Francia, permite otros horizontes imaginarios ligados a
la ampliación de derechos locales, en este caso, a la identidad, incluso la definida
tempranamente. En esos otros países en los cuales el cambio de identidad es
posterior al diagnóstico psiquiátrico y la reasignación quirúrgica de sexo, los
imaginarios posibles, son otros. Debo señalar que si elijo tomar lo que acontece en
esos dos países y sus realidades jurídicas lo hago con la intención de identificar su
impacto sobre los desarrollos en el campo de la psiquiatría (el DSM IV/V y su
clasificación de la disforia de género) y del psicoanálisis (fundamentalmente de
orientación lacaniana) que tanto impacto tienen en la formación de profesionales del
campo psi en la actualidad en Argentina. Lo entiendo a partir del modelo de los
Estudios de Recepción. Que permite entender, no sólo como se produce un tipo de
pensamiento en la “metrópoli cultural”, sino también los modos en que este
pensamiento es recibido en la “periferia”, a veces sin suficiente reflexión crítica, aun
cuando corresponde a realidades propias de un simbólico diferente.

Es uno de los problemas de los universales, que lleva a la aplicación de conceptos


válidos para un contexto en el marco de otro contexto cultural, social, geográfico que
coexiste en el mismo momento histórico. Lo cual nos lleva a la necesidad de una
mirada poscolonial en el campo del psicoanálisis.
¿Cómo se abordan estos temas desde una perspectiva “pre-ciudadana” en
psicoanálisis?

Sostiene el argumento de que la sexualidad disloca las nominaciones, para todxs lxs
sujetos y la importancia de la dimensión inconsciente en la sexuación. Y explica, para
este caso, que las afirmaciones de la mamá de Lulú en sus testimonios escritos y
audiovisuales, acerca de que ella no se reconoce habiendo deseado que su hijo,
biológicamente varón, sea una mujer, se ubica en el campo de lo consciente, que no
es sólo lo que determina la sexuación, sino que también corresponde reconocer la
operatividad de los aspectos inconscientes.

Hasta ahí, nada nuevo ni objetable.

El problema comienza cuando de eso se deriva que los derechos a la identidad, son
una problemática menor y de poca entidad.

Cuando se considera que adoptar una nueva identidad de género, social y legal, no
cambiaría en absoluto el malestar en plus de la niña trans, dado que tanto para ella,
como para el resto de los/as seres parlantes, la sexualidad excede las nominaciones
posibles.

¿Cuáles serían las diferencias con lo que propongo?

Señalo que es muy fácil decir que “nada cambiaría, para todos por igual”, cuando esta
afirmación se enuncia desde una identidad (cis) que se habita con mayores goces de
derechos ciudadanos. Lo cual constituye una realidad muy diferente a la
experimentada cuando no se tiene acceso a los mismos.

Otro punto de divergencia, se refiere al supuesto de que el encuentro de alguien con


una verdad propia temprana (en este caso, la identidad trans en un niñx) sea
necesariamente homologado a algo innato. En ese sentido, si le dieran crédito a la
mamá de Lulú de que “esto” no es solo fruto de su “inconsciente estragante materno”,
sino de un encuentro temprano de Lulú con “su” identidad de género diversa, “el
género” sería innato.

Y ahí, coincidiendo con Laplanche en que la sexuación viene desde el exterior, lo


primario no lo entendemos desde una postura endogenista e innatista, Y por otro lado,
señalamos que se está hablando de identidad, nada sabemos aún de la sexuación de
Luana.

Salvo que se siga homologando elección de objeto con identidad de género.


Desde nuestra perspectiva, es un debate saldado, desde un psicoanálisis con
perspectiva de género diferenciamos: sexo biológico, identidad de género, elección de
objeto y posición sexuada.

Infancia e identidad de género

¿Cómo se conforma entonces la identidad de género en cuestión?

John Money, que fue quien traslado del término “género” de las ciencias del lenguaje a
las ciencias de la vida y la salud, trabajaba con problemas ligados al hermafroditismo
en el Departamento de Psiquiatría y Pediatría del Hospital de la Universidad Johns
Hopkins, situada en Baltimore, llamó la atención acerca de lo que llamó “Gender
Core”, que en español se comenzó a traducir como “identidad de género”.

Esto es el sentimiento de sí con respecto a la identidad femenina o masculina de un/x


niñx, que se correspondía con la creencia que los padres tenían sobre el sexo que
correspondía a ese cuerpo que criaban.

Aún cuando luego por tratamientos o por razones de maduración, se evidenciaba que
el cuerpo biológico correspondía al “otro sexo”, el sentimiento de sí, o la identidad de
género quedaba conformada en relación a la creencia de la crianza temprana en la
cual los padres (o criadores) de acuerdo a sus fantasmas y convicciones proponían
imaginarios para la adquisición de la identificación primaria.

Luego Robert Stoller, fue quien tomando estos hallazgos en 1963 en el Congreso de la
IPA de Estocolmo, diferenció Identidad de Género de Identidad Sexual usando el
primer término para identificar con un concepto a “aquellas personas que, aunque
poseían un cuerpo de hombre, se sentían mujeres”.

Por lo tanto, como bien señala Dio Bleichmar (1996), es un concepto que partiendo de
la psiquiatría infantil, fue trasladado al campo de las ciencias sociales. El mismo fue
apropiado por el feminismo académico y militante desde el cual les llegó a muchos
colegas del campo “psi” que lo consideran como un concepto “fuera del campo” aún
cuando fue creado “dentro del mismo”.

En términos de constitución intrapsíquica, la identidad de género, comienza a


adquirirse en el proceso de identificación primaria, al cuidador/x primarix del mismo
sexo, y complementaria al fantasma “sobre el sexo propio” del cuidador/x “del sexo al
cual no se pertenece”. Identificación que se efectúa con aspectos parciales de lxs
cuidadorxs primarixs en esta construcción del yo, que es desde su origen, una
representación del sí mismx genérico. En otros términos, el “género es uno de los
atributos constitutivos del yo desde su origen” (Dio Bleichmar, 1996).

No es por la vía de la sexualidad, sino del narcisismo, del ideal de género al que se
toma como modelo. Luego en un segundo tiempo, a la salida del Edipo, adquiere su
carácter sexual, mediante la identificación secundaria con la incorporación de la
identificación al cuidadorx en tanto ser sexuado. Ahí recién se definirá, de algún modo,
su modalidad deseante predominante y su elección de objeto erótico. El cual no
definirá su identidad genérica, conformada previamente.

Todo este rodeo sirve para señalar que la identidad de género se constituye
intersubjetivamente en los cuidados primarios, mediante los proyectos identificatorios
conscientes e inconscientes sobre la femineidad/masculinidad de quienes cuidan,
sobre el cuerpo y la psiquis del sujeto infantil. Pero también dado que este proceso es
interactivo (Benjamín J., 1997), lxs infantes toman para sí los rasgos y aspectos
identitarios de lxs cuidadorxs primarixs que por alguna razón les interesan y les captan
la atención para ser ubicados en el lugar del ideal del yo.

Con lo cual, para todas las infancias, incluidas las trans, existe una propuesta
identificatoria con contenidos de género, conscientes e inconscientes, emanada desde
lxs cuidadorxs primarixs, pero también existe un proceso de apropiación activa por
parte del/a infante. Y la identidad de género resultante será un precipitado del
interjuego intersubjetivo.

Volviendo luego de este recorrido a la pregunta sobre “lo innato” ¿Puede “algo” ser
temprano en la constitución del psiquismo y venir “desde afuera”? Por supuesto que sí.
Para este caso, es una identidad de género que se expresa tempranamente, nada
sabemos aún de la posición sexuada.

Y lo temprano no tiene porque ser necesariamente innato.

A mi modo de entender, el problema no reside allí, sino en el hecho de que cuando


esto que viene desde afuera y no es “como esperamos que fuera” se tiende a
culpabilizar al deseo parental y fundamentalmente al “deseo materno” por generar
“eso” (queer).

En todo caso pareciera que lo que es “igual para todos” es que siempre viene de
afuera y que solo molestaría, y por lo tanto hay que “culpabilizar/responsabilizar” y
“explicar” cuando se trata de identidades divergentes.

Ahí si pareciera, que no es “igual para todos”.


Si se dice que el reclamo por la identidad es un tema solo imaginario, esto se desliza a
decir que es un tema menor, y se dice por lo general desde una posición hegemónica
desde la cual “el reclamo del otro” es meramente imaginario, y basado en un yo solo
consciente que desconoce sus propias tendencias.

Esta presunción, despolitiza y deshistoriza el suceso, al circunscribirlo solo al


malentendido estructural. Dado que son cosas de orden distinto que es oportuno no
confundir, puesto que cada una tiene implicancias distintas.

Lo cierto es que para todxs la sexualidad se nos presenta a modo de malentendido,


para el cual las palabras no alcanzan.

Pero tiene implicancias diversas según sea la posición del/la sujeto en las relaciones
de poder social y la legitimidad de su identidad y sus prácticas.

Por lo tanto hablar de “la igualdad de los/as desiguales”, aloja un debate sumamente
interesante, pero lo hace a modo de la negación, “sí… pero aun así, no!”, lo cual se
constituye en un obstáculo epistemológico (Mannoni O., 1997).

Por otro lado, desconoce que entre las políticas de la identidad y las luchas dadas
desde allí en lo social, y “el psicoanálisis”, existe todo el corpus de los y las
psicoanalistas del campo de género acerca de la constitución del psiquismo y la
sexualidad.

Otro aspecto a destacar, es que ya no podemos hablar de identidades fijas e


inmutables a lo largo de la vida. Para estudiar cómo han sido algunos procesos de
cambio, que nos han abierto nuevas perspectivas, se sugiere analizar los testimonios
de la propia transformación de teóricxs del campo tales como Paul (Beatriz) Preciado o
Raewyn (Robert W.) Connell. Ambxs han ido de lo “cis” a lo “trans”. Y en esta manera,
de ir entendiendo las realidades propias y de lxs otrxs.

Desde esta perspectiva, también una identidad legitimada en la infancia (en este caso
“trans”) no tiene porque ser inevitablemente una y la misma para siempre, ni en Lulú,
ni en cualquier otrx sujetx. Lo cual no quita el derecho a legitimarla social y
jurídicamente cada vez que sea necesario.

Rescatamos la importancia de rescatar el tema de la dimensión inconsciente en la


sexuacion, retomando a Laplanche, sobre la sexualidad proviniendo del Otro, del
linaje, y recordando que siempre existe un resto, un real que insiste. Pero la cuestión
en ese punto no es resolver el enigma que plantea lo sexual para cualquier sujeto, o
que el goce deje de agitar el cuerpo de modo inquietante. Esa tampoco es la
propuesta del psicoanálisis en el campo del género. El punto es si algo de la palabra
logra pacificar (aliviar en términos de Valeria Paván) el malestar sobrante como
planteaba Silvia Bleichmar, el malestar demás reinante en la configuraciones sociales
injustas, inequitativas, propias de un socio histórico determinado. Lo estructural
fundante que anuda el goce al devenir del sujeto plantea otros debates.

Parte de estos debates es que la “agitación” de la sexualidad, no se resuelve con las


políticas de la identidad y el logro de derechos. Pero esta no resolución no le quita
valor a los logros de estas políticas en términos de dignidad y de alivio de malestares
en plus.

Butler (2009) se refiere a la tensión existente entre apoyar la promulgación del


matrimonio igualitario, y la decisión personal de no entrar en relaciones de
conyugalidad, por el impacto que sobre el deseo sexual tienen las parejas estables y
monogámicas. Plantea la legitimidad del derecho a casarse para elegir no casarse,
pudiendo hacerlo, elige no hacerlo, porque le importa tener una sexualidad que no
necesariamente tenga nombre.

Del mismo modo, podemos destacar que la actual Ley de Identidad de género
resuelve algunos problemas de legitimidad identitaria, pero persisten otros no
contemplados por la misma, como bien señalaba Lohana Berkins (2013). Lohana
gustaba de decir que ella había apoyado la Ley por razones estratégicas, pero que la
misma daba solo la posibilidad de dos identidades: masculina o femenina. Lo cual
estratégicamente constituía un avance, pero que no reflejaba la vida de la población
trans en su totalidad, caracterizada y necesitada de una “tercera” ubicación, con
amplios matices.

Otra problemática en la actualidad es que llama la atención acerca de una situación


muy extendida en las consultas psicológicas de la actualidad. En la cual gran cantidad
de mujeres y varones heterosexuales en pareja hablan mucho acerca de las
“reivindicaciones de género” al interior de la convivencia: quien hace que cosa, como
se reparten los roles entre ella y su pareja, como se distribuye el dinero, etc. y que en
esas sesiones casi no se hable de la sexualidad. Como si la sexualidad no fuese ya un
problema o algo a desear y aspirar. Como si el “género”, se hubiera “comido” al sexo.
Esto, lejos de banalizar la aspiración a mayores grados de derechos y equidad,
postula la necesidad de seguir problematizando la sexualidad y alojarla como un valor
y aspecto nodal a desplegar en la vida y en la consulta.

Por lo tanto pienso que aquí hay “un guante” muy importante de levantar como debate
desde “este lado” del psicoanálisis en diálogo con los estudios de género: seguir
debatiendo la sexualidad, al mismo tiempo que se apoya la lucha por las políticas
identitarias en su ampliación de derechos.

También retomar el sentido de la experiencia, el concepto de psiquismo abierto y el


ser con otros. Cuando Butler sostiene que el género es una actividad incesante y
performada sin la propia voluntad, subraya el hecho de que el género propio no se
hace en soledad, sino que siempre se está haciendo con o para otro. Que uno crea en
su propio género no significa que efectivamente este le pertenezca, puesto que los
términos que configuran el propio género se hallan fuera de uno mismo. Somos
constituidos por un mundo social que nunca escogimos (Butler, 2007).

Y por último, hay que cuidar que lxs niñxs no tomen sobre sí la responsabilidad de ser
lxs héroes de un movimiento sin haber aceptado previamente dicho rol, pero a su vez
es necesario considerar que la respuesta social y terapéutica no se limite a plantear
solo a que esperen y se mantengan indefinidos hasta la adolescencia y adultez en
todos los casos.

Se requiere distinguir que es lo apropiado en cada situación, para que no sean héroes
(o víctimas) de un dispositivo terapéutico sin haber aceptado ese rol.

Hasta aquí por ahora! Muchas gracias!

También podría gustarte