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Pensamiento junguiano

Carl Gustav Jung afirmó en una ocasión que todo el mundo sabe lo
que significa pensar, excepto los filósofos, que aún se preguntan en sus
reflexiones qué pueda ser eso a lo que se le ha dado en llamar “pensar”. Así
que recomendaba no preguntar a los filósofos qué significa pensar, ya que
ellos mismos declaran que no lo saben. Obviamente era una broma. Jung se
expresaba así en tono jocoso ante un público de psicoanalistas y médicos,
allá por 1935, mas en sus palabras se apunta una sutil crítica dirigida a una
forma de entender la filosofía en su tiempo, y probablemente también en el
nuestro. Lo cierto es que a pesar de sus críticas y de sus discrepancias con la
filosofía, Jung fue de hecho un gran pensador.
¿Qué le hace falta al pensar para convertirse en filosofía? Y más
concretamente, ¿qué le hace falta al pensamiento junguiano para convertirse
en filosofía? Según Fernando Sánchez Dragó, en una grabación que circula
en las redes desde hace ya tiempo, Jung es “el filósofo más importante del
siglo XX (…), una de las luminarias de la ciencia occidental”. Bien entendida
esta afirmación, no es imposible estar de acuerdo con ella, dando por
supuesto que se conozca cuál es el pensamiento de Jung y la amplitud y
contenidos de su obra. Pero examinando más detalladamente la cuestión de
qué es lo que le hace al pensamiento convertirse en filosofía, para poder
responder, habría que definir antes qué es filosofía.
Hay varias maneras de entender la filosofía. De la útil filosofía de la
Antigüedad que se diversificaba en múltiples saberes (historia, matemática,
geografía, etc.), y en ese sentido Homero, Polibio y Eratóstenes eran también
filósofos, como afirma Estrabón al comienzo de su Geografía, hemos pasado
en nuestra época contemporánea a la filosofía que “no vale para nada”, si
acaso para calentarnos la cabeza y quedarnos peor de lo que estábamos antes
de haber empezado a pensar, como recuerdo que dijo una vez, medio
bromeando, mi primer profesor de filosofía en el bachillerato; esta es la
filosofía a la que solo le queda ya pensar sobre la ética y si acaso en la
metafísica, pues el resto de campos del saber ya han sido desgajados de ella.
Para volver nuestro entendimiento más confuso y nuestro ánimo de peor
carácter, en verdad frecuentemente para esto y poco más es para lo que sirve
hoy pensar en temas filosóficos, cuando de verdad se piensa con profundidad
en ellos. Para Jung pensar no era esto.

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La función del pensamiento es descrita por Jung detalladamente en su
obra Tipos psicológicos. El pensamiento nos dice qué es la cosa, nos habla
del significado, nos ayuda a responder a las preguntas por qué y para qué. El
pensamiento es la función más urgente que necesita el filósofo en el ejercicio
de su tarea filosófica, sin ella no hay filosofía. Para ser un filósofo se
necesita, en primer lugar, saber pensar. Ya desde la Antigüedad griega, en la
filosofía primera, o en la psicología primera, el ser humano conocía
perfectamente qué es pensar. Pensar es imaginar, el pensamiento requiere de
las representaciones mentales. La imagen, la representación, es la condición
sine qua non del pensamiento. En palabras de Aristóteles: “el alma jamás
intelige sin el concurso de una imagen” (Acerca del alma). La primacía de la
imagen y su estudio es una constante de principio a fin en la obra de Jung.
Además para Jung existe un “pensar preexistente” que es análogo a su
noción de “arquetipo”. El arquetipo del que nos habla Jung es, como él
mismo subraya, la “idea” de Platón. Ya solo esto debería haber llamado la
atención de nuestros filósofos mucho más de lo que hasta ahora lo ha hecho.
Si bien Jung trataba el arquetipo estudiándolo de manera psicológica, no
filosófica, sus reflexiones sobre él acabaron abriendo la puerta a un nuevo
modo de ver el mundo. La numinosidad del arquetipo y las sincronicidades
asociadas a él orillan cualquier visión reduccionista de la realidad en la que
vivimos, pero esto no parece haber interesado en demasía a nuestros filósofos
académicos, menos aún a los filósofos autodenominados “materialistas” y
“racionalistas”. Apropiarse de lo que sea la materia y del primado de la razón
es a lo que se han dedicado demasiadas filosofías modernas. Pero también
dentro de la filosofía, afortunadamente, y desde muy pronto, se han oído
voces críticas contra el manual reduccionista del profesor universitario.
Incluso desde el interior la misma universidad.
El profesor Jung critica en ocasiones la filosofía académica de nuestro
tiempo, pero el profesor Friedrich Nietzsche fue todavía más duro: “hoy todo
filosofar moderno está limitado de manera aparentemente erudita, policial y
políticamente, por gobiernos, iglesias, academias, costumbres y por la propia
cobardía de los hombres. Todo se reduce al suspiro «¡ojalá!» o al
conocimiento «érase una vez…»” (Intempestivas II). En sus
Consideraciones Intempestivas, tan actuales hoy como en el momento de su
publicación, Nietzsche quiere decirnos: el auténtico pensar es aquel que
consigue avanzar más allá del espíritu de su época, el filósofo que vive
únicamente para el hoy no es en realidad un verdadero filósofo, y sin
embargo a esto es a lo que comúnmente en la actualidad llamamos filósofo.

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No es extraño entonces que el psicólogo Jung no quiera ser un filósofo,
pero tampoco rehusó nunca la conversación filosófica. Su idea de lo que le
gustaría que fuera la filosofía se encuentra más próxima a la idea de
Nietzsche que a la de nuestros profesores de filosofía y a su afición por la
historia. El pensamiento junguiano es el pensamiento que sirve para algo,
que descubre algo o que muestra hechos hasta ahora desconocidos,
concretamente, hechos psicológicos. En verdad no existe una filosofía
junguiana, pero sí un pensamiento junguiano.

José Medina Rosas

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