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Arqueología

(Archéologie). Orden. Les Mots et les choses lleva como subtítulo “Una arqueología de las ciencias
humanas”. El prefacio, en efecto, presenta la obra no como una historia en el sentido tradicional
del término, sino más bien como una arqueología cuyos problemas de método serán estudiados
en una obra posterior (que será L’Archéologie du savoir) (MC, 13). Ya en L’Histoire de la folie à
l’âge classique Foucault concebía su práctica de la historia como una arqueología del saber (HF,
314). La arqueología no se ocupa de los conocimientos descriptos según su progreso hacia una
objetividad, que encontraría su expresión en el presente de la ciencia, sino de la episteme, en la
que los conocimientos son abordados sin referirse a su valor racional o a su objetividad. La
arqueología es una historia de las condiciones históricas de posibilidad del saber. Éstas
dependerían de la “experiencia desnuda del orden y de sus modos de ser” (MC, 13). Entre los
“códigos fundamentales de una cultura” y las teorías científicas y filosóficas que explican por qué
hay un orden, existe para Foucault una “región intermedia” –”anterior a las palabras, a las
percepciones y a los gestos que deben traducirla con mayor o menor exactitud [...]; más sólida,
más arcaica, menos dudosa, siempre más verdadera que las teorías” (MC, 12)– que fija, como
experiencia del orden, las condiciones históricas de posibilidad de los saberes. La arqueología se
propone analizar, precisamente, esta “experiencia desnuda” del orden. En este nivel, el trabajo de
Les Mots et les choses no nos muestra el movimiento casi ininterrumpido de la ratio europea, sino
dos grandes discontinuidades: la que separa el renacimiento de la época clásica y la que distancia
a ésta de la modernidad (MC, 13-14). Historia, monumento, documento. La arqueología del saber
se sitúa en este cambio (ni reciente ni acabado) por el cual la historia redefine su Este documento
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reglamentación en materia de derechos de autor. Este documento no tiene costo alguno, por lo
que queda prohibida su reproducción total o parcial. El uso indebido de este documento es
responsabilidad del estudiante. posición respecto de los documentos. La tarea primera de la
historia ya no consiste en interpretar el documento, determinar si dice la verdad o señalar su valor
expresivo, sino más bien en trabajarlo desde el interior: “ella lo organiza, lo divide, lo distribuye, lo
ordena, lo reparte en niveles, establece series, distingue lo que es pertinente y lo que no lo es,
señala elementos, define unidades, describe relaciones” (AS, 14). En otros términos, en lugar de
tratar los monumentos como documentos (lugar de la memoria del pasado), ahora los trata como
monumentos. No busca en ellos las huellas que han podido dejar los hombres, sino que despliega
un conjunto de elementos, los aísla, los agrupa, establece relaciones, los reúne según niveles de
pertinencia. Los efectos de superficie de este cambio de posición de la historia respecto del
estatuto del documento han sido, en primer lugar, en el campo de la historia de las ideas, la
multiplicación de las rupturas, y en la historia propiamente dicha, la aparición de los grandes
períodos (AS, 15). Otras consecuencias de este cambio de posición han sido: la nueva importancia
de la noción de discontinuidad (AS, 16-17); la posibilidad de una historia general, no de una
historia global (AS, 17-19); nuevos problemas metodológicos (la constitución de un corpus
coherente, la determinación del principio de selección, la definición del nivel de análisis, la
delimitación de conjuntos articulados, el establecimiento de las relaciones entre ellos) (AS, 19-20).
Historia de las ideas. Como respuesta a estos nuevos problemas metodológicos, Foucault ha
elaborado una serie de nociones (formaciones discursivas, positividad, archivo) y ha definido un
dominio de análisis (enunciados, campo enunciativo, prácticas discursivas). “La arqueología
describe los discursos como prácticas específicas en el elemento del archivo” (AS, 174). En este
sentido, la arqueología se distingue de la historia de las ideas. Los grandes temas de la historia de
las ideas son la génesis, la continuidad, la totalización, el pasaje de la no-filosofía a la filosofía, de
la no-cientificidad a la ciencia, de la no-literatura a la obra. La arqueología no es una disciplina
interpretativa; no trata los documentos como signos de otra cosa, sino que los describe como
prácticas. Por ello no persigue establecer la transición continua e insensible que une todo discurso
a lo que lo precede y a lo que lo sigue, sino su especificidad. No está ordenada a la obra (para
encontrar allí la expresión de la individualidad o de la sociedad, la instancia del sujeto creador –no
es ni psicología ni sociología–); define prácticas discursivas que atraviesan las obras. Finalmente,
tampoco pretende establecer lo que ha sido dicho en su identidad (lo que los hombres han
pensado, querido, intentado o deseado decir en el momento en que proferían sus discursos), sino
que es una reescritura de los discursos en el nivel de su exterioridad (AS, 182-183). Entre
arqueología e historia de las ideas encontramos cuatro grandes diferencias: 1) Respecto de la
asignación de la novedad. La arqueología no está en la búsqueda de las invenciones o del
momento en que algo fue dicho por primera vez, sino de la regularidad de los enunciados. 2)
Respecto del análisis de las contradicciones. Las Este documento es proporcionado al estudiante
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formaciones discursivas, objeto de la descripción arqueológica, no son un texto ideal, continuo. La
descripción arqueológica quiere mantener sus múltiples asperezas. 3) Respecto de las
descripciones comparativas. Al suspender la primacía del sujeto y, de este modo, no reducir el
discurso a la expresión de algo que sucede en el interior de un cogito, la arqueología no pretende
tampoco ser un análisis causal de los enunciados que permitiría relacionar punto por punto un
descubrimiento y un hecho, un concepto y una estructura social. La arqueología se inscribe en la
historia general; quiere mostrar cómo la historia (las instituciones, los procesos económicos, las
relaciones sociales) puede dar lugar a tipos definidos de discurso. 4) Respecto del establecimiento
de las transformaciones. La contemporaneidad de varias transformaciones no significa para la
arqueología una exacta coincidencia cronológica. Numerosas relaciones son posibles entre ellas.
La ruptura es el nombre que reciben las transformaciones que afectan al régimen general de una o
varias formaciones discursivas. Por ello la época no es la unidad de base. Si la arqueología habla de
época, lo hace a propósito de prácticas discursivas determinadas. Foucault aborda cada uno de
estos temas en AS, 184-231. Formalización e interpretación. La arqueología define una
metodología de análisis de los discursos que no es ni formalista ni interpretativa (AS, 177).
Mientras la unidad de trabajo de las metodologías formalistas es la proposición-significante y la de
la interpretación es la frase-significado, la arqueología se ocupa de enunciados y formaciones
discursivas. Véanse las respectivas entradas. Otras arqueologías. Hasta el momento de la
publicación de L’Archéologie du savoir (1969), la episteme era una modalidad de interrogación de
los saberes. En este sentido, se trataba de arqueologías orientadas a la episteme. De todos modos,
Foucault piensa en la posibilidad de otras descripciones arqueológicas, no orientadas a la
episteme: una arqueología de la sexualidad, de la pintura, de la política (AS, 251-254). Geología,
genealogía. “Mi objeto no es el lenguaje, sino el archivo, es decir, la existencia acumulada de
discursos. La arqueología, como yo la entiendo, no es pariente de la geología (como análisis del
subsuelo) ni de la genealogía (como descripción de los comienzos y las sucesiones), es el análisis
del discurso en su modalidad de archivo” (DE1, 595). Kant. Ha utilizado el término “arqueología”
para referirse a la historia de lo que hace necesaria una forma de pensamiento. El texto de Kant
es: Fortschritte der Metaphysik, en Gesammelte Schriften, Berlín, Walter de Gruyter, t. XX, 1942,
p. 341. Éste es el terreno de la arqueología; no el de Freud, como piensa Steiner (DE2, 221).
Véanse además: Enunciado, Episteme, Formación discursiva, Filosofía, Saber.

Genealogía
(Généalogie). Se habla de un período genealógico de Foucault para referirse a aquellas obras
dedicadas al análisis de las formas de ejercicio del poder. A diferencia de cuanto ocurre con la
arqueología y con la noción de episteme, Foucault no ha escrito una obra metodológica al
respecto, como sucedió con L’Archéologie du savoir. Sí existen una serie de principios
metodológicos para abordar el análisis del poder, que encontramos, especialmente, en Surveiller
et punir e “Il faut défendre la société”; nos hemos ocupado de ellos en el artículo Poder. Es
necesario precisar que no debemos entender la genealogía de Foucault como una ruptura, y
menos aún como una oposición a la arqueología. Arqueología y genealogía se apoyan sobre un
presupuesto común: escribir la historia sin referir el análisis a la instancia fundadora del sujeto
(DE3, 147). Por otro Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la
crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor. Este
documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial. El
uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. lado, el paso de la arqueología
a la genealogía es una ampliación del campo de investigación para incluir de manera más precisa
el estudio de las prácticas nodiscursivas y, sobre todo, la relación no-discursividad/discursividad;
dicho de otro modo: para analizar el saber en términos de estrategia y tácticas de poder. En este
sentido, se trata de situar el saber en el ámbito de las luchas. Una apreciación correcta del trabajo
genealógico de Foucault requiere seguir en detalle su concepción de las relaciones de poder (nos
hemos ocupado de ello en los artículos Poder y Gobierno). Las luchas no son concebidas,
finalmente, como una oposición término a término que las bloquea, como un antagonismo
esencial, sino como un agonismo: una relación de incitación recíproca y a la vez reversible (DE4,
238). En esta perspectiva se podría hablar de una genealogía de los saberes en el ámbito de lo que
Foucault llama gobernabilidad. • Nos hemos ocupado de la impronta nietzscheana en la
genealogía de Foucault en el artículo Nietzsche. Ontología histórica. Todo el proyecto filosófico de
Foucault puede ser visto en términos de una genealogía que tendría tres ejes: una ontología de
nosotros mismos en nuestras relaciones con la verdad (que nos permite constituirnos en sujeto de
conocimiento), una ontología histórica de nosotros mismos en nuestras relaciones con un campo
de poder (el modo en que nos constituimos como sujeto que actúa sobre otros) y una ontología
histórica de nosotros mismos en nuestras relaciones con la moral (el modo en que nos
constituimos como sujeto ético que actúa sobre sí mismo) (DE4, 618). Antropologización. La
antropologización de la historia se opone al descentramiento operado por la genealogía
nietzscheana; busca, en efecto, un fundamento originario que haga de la racionalidad el télos de la
humanidad (AS, 22-23). Crítico / Genealógico. En L’Ordre du discours, Foucault propone distinguir
dos conjuntos de análisis en el trabajo que proyecta en el Collège de France: uno crítico y otro
genealógico. El conjunto crítico pone en funcionamiento el principio de inversión (renversement):
ve en las figuras del autor, de la disciplina, de la voluntad de verdad un juego negativo de recorte y
enrarecimiento (raréfaction) del discurso y no una función positiva. El conjunto genealógico, por
su parte, pone en funcionamiento las otras tres reglas metodológicas propuestas: el principio de
discontinuidad (tratar los discursos como prácticas discontinuas, sin suponer que debajo de los
discursos efectivamente pronunciados existe otro discurso, ilimitado, silencioso y continuo, que es
reprimido o censurado), el principio de especificidad (considerar que los discursos constituyen una
violencia que ejercemos sobre las cosas, y que no hay providencia prediscursiva), el principio de
exterioridad (no ir hacia el núcleo interior y escondido del discurso, el pensamiento, la
significación; dirigirse hacia sus condiciones externas de aparición) (OD, 54-55). “La genealogía
estudia la formación a la vez dispersa, discontinua y regular [de los discursos]” (OD, 67). Estas dos
prácticas, crítica y genealógica, no son en realidad separables; no se trata de dos dominios
distintos, sino de dos perspectivas de Este documento es proporcionado al estudiante con fines
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de autor. Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total
o parcial. El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante. análisis. “La parte
genealógica del análisis se concentra, por el contrario, en las series de formación efectiva del
discurso, trata de aprehenderlo en su poder de afirmación. Y entiendo con ello no un poder que se
opondría al de negar, sino el poder de constituir dominios de objetos, a propósito de los cuales se
podrá afirmar o negar las proposiciones verdaderas o falsas” (OD, 71-72). Alma. Surveiller et punir
es “una genealogía del ‘alma’ moderna” (SP, 34). Apunta a mostrar cómo el alma es
permanentemente producida en torno, en la superficie del cuerpo por el funcionamiento del
poder que se ejerce sobre él. “Este alma real e incorpórea no es una sustancia; es el elemento en
el que se articulan los efectos de cierto tipo de poder y la referencia de un saber, el engranaje por
el cual las relaciones de poder dan lugar a un saber posible y el saber reconduce y refuerza los
efectos de poder” (SP, 34). Historia de la sexualidad. Esta obra es una genealogía de cómo los
individuos han sido conducidos a ejercer sobre sí mismos y sobre los otros una hermenéutica del
deseo, es decir, de cómo se ha formado la experiencia moderna de la sexualidad. Esto concierne
específicamente a La volonté de savoir. Los dos últimos volúmenes, por su parte, intentan llevar a
cabo una historia de los juegos de verdad, esto es, de aquellos juegos de verdad que le permiten al
hombre pensar su propio ser (HS2, 11-13). En estos volúmenes Foucault distingue entre la
dimensión arqueológica y la dimensión genealógica de la investigación. La primera se ocupa de las
formas de problematización: cómo es pensado el ser del hombre. La segunda se ocupa de su
formación a partir de las prácticas y de su transformación. De este modo, incorporando la
genealogía de las prácticas de sí mismo, el proyecto entero de la historia de la sexualidad puede
ser considerado una genealogía del hombre de deseo (HS2, 18). Ética. Los últimos volúmenes de
L’Histoire de la sexualité y también L’Herméneutique du sujet pueden ser vistos como una
genealogía de la ética, esto es, del sujeto como sujeto de acciones éticas (DE4, 397).
Interpretación. En la intervención en el Colloque de Royaumont “Nietzsche, Freud y Marx” en julio
de 1964 (DE1, 564- 579), Foucault aborda la genealogía como método de interpretación. Véase:
Nietzsche. Historia. En el extenso artículo “Nietzsche, la généalogie, l’histoire” (DE2, 136-156),
Foucault se ocupa de situar la genealogía de Nietzsche respecto de las concepciones de la historia.
Véase: Nietzsche. Arqueología. “[…] mi arqueología debe más a la genealogía nietzscheana que al
estructuralismo propiamente dicho” (DE1, 599). Anticiencia / Erudición. La genealogía no opone la
multiplicidad concreta de los hechos a la unidad abstracta de la teoría. No es un empirismo o un
positivismo en el sentido ordinario del término. Intenta, más bien, oponer los saberes locales,
discontinuos, descalificados, no legitimados, a la instancia teórica unitaria que pretende filtrarlos,
jerarquizarlos, ordenarlos en nombre de un conocimiento verdadero. En este sentido, las
genealogías son anticiencias. “No es que ellas reivindiquen el derecho lírico a la ignorancia y al no-
saber, no es que se trate del rechazo del saber o de la inscripción de Este documento es
proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la
reglamentación en materia de derechos de autor. Este documento no tiene costo alguno, por lo
que queda prohibida su reproducción total o parcial. El uso indebido de este documento es
responsabilidad del estudiante. los prestigios de una experiencia inmediata, no captada todavía
por el saber. No es de esto de lo que se trata; se trata de la insurrección de los saberes, no tanto
contra los contenidos, los métodos o los conceptos de una ciencia, sino [...], en primer lugar y ante
todo, contra los efectos de poder centralizadores que están ligados con la institución y al
funcionamiento de un discurso científico organizado dentro de una sociedad como la nuestra”
(DE3, 165, IDS, 10). “Llamemos, si ustedes quieren, ‘genealogía’ al acoplamiento de los
conocimientos eruditos y de las memorias locales, acoplamiento que permite la constitución de un
saber de las luchas y la utilización de este saber en las tácticas actuales” (IDS, 9-10). “La genealogía
sería, entonces, respecto del proyecto de inscripción de los saberes en la jerarquía del poder
propio de la ciencia, una especie de emprendimiento para desujetar los saberes históricos y
hacerlos libres, es decir, capaces de oposición y de lucha contra la coerción de un discurso teórico
unitario, formal y científico” (IDS, 11). Historia de las ciencias. La historia de las ciencias se sitúa
sobre el eje conocimiento-verdad, el eje que va de la estructura del conocimiento a la verdad. La
genealogía de los saberes, en cambio, se sitúa sobre el eje discurso-poder, prácticas discursivas-
enfrentamientos de poder (IDS, 159). Modernidad. Foucault aborda la modernidad como un éthos
(véase: Éthos); este éthos conlleva una actitud crítica, de análisis de los límites. Esta crítica es
arqueológica en su método (se ocupa de los discursos como acontecimientos históricos) y
genealógica en su finalidad: “no deducirá de la forma de lo que somos lo que nos es imposible
hacer o conocer, sino que extraerá de la contingencia que nos ha hecho ser lo que somos la
posibilidad de no ser, hacer o pensar lo que somos, hacemos o pensamos” (DE4, 574). No se trata
de llevar a cabo una genealogía de la modernidad, sino de la modernidad como cuestión (DE4,
681).

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