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ISBN 987-00-0343-5
9 789870"003434"
LUMEN CAIS
LUMEN COLECCIÓN CUERPO, ARTE Y SALUD SERIE ROJA
LUMEN COLECCIÓN CUERPO, ARTE Y SALUD SERIE
ROJA
rea cotidiana con médicos psiquiatras, pediatras, psicólogos y psicope dagogos, cuyo respeto
por nuestra tarea fue y es el estímulo más pre ciado.
Va mi agradecimiento a los colegas psicomotricistas (Silvia Papag na, Mónica De
Aretio, Cecilia Mangiarotti, Ángeles Vidal, Silvia Saal, María Laura Federico, María
Fernanda Lesbegueris, María Alejandra Becerra) que me acompañaron y me
acompañan en esta tarea, así co mo mi profundo reconocimiento a la doctora Lucila
Agnese cuyo reconocimiento y aval nos ayudan a crecer.
II. ANTECEDENTES. BREVE RESEÑA HISTÓRICA
ERNEST DUPRÉ
A comienzos de siglo, en una habitación de París, un hombre lle vaba sus brazos hacia
atrás con la intención de ponerse su abrigo, otro hombre que lo ayudaba a vestirse, en
vez de acercar el sobre todo a su cuerpo lo alejaba, montando una escena que haría
reír a los espectadores de todos los tiempos. El hombre que quería vestirse era el
doctor Ernest Dupré, el que in tentaba ayudarlo era su valet. Ernest Dupré,
inspirado en las torpezas de su ayudante y apoyado en la práctica clínica, describe
el cuadro de debilidad motriz. Las fallas en las coordinaciones motrices de su ayudante,
algunas de ellas vivenciadas en su propio cuerpo, lo ayudaron a reflexionar sobre una
problemática que, afectando la motricidad, no compro metía la inteligencia. (Ver Notas.)
Tomando como base las concepciones wallonianas, Edouard Guil main, quien asistía a las
clases que Wallon dictaba en la Sorbona,* crea un método reeducativo en
psicomotricidad.
* En 1929-30, H. Wallon desarrolla en sus clases las ideas que luego formarán parte del libro Los orígenes del
carácter en el niño.
Este método es publicado en 1935 con el título de Funciones psico motrices y
trastornos de la conducta, con introducción y comentario del propio Wallon (ver
Notas), y tiene amplia aceptación en la comu nidad científica de la época, sellando así
la unión de los conceptos wa llonianos con la práctica psicomotriz (Le Camus, 1987).
El comentario de Henri Wallon plantea algunos interrogantes que caracterizan su
método de pensamiento; escribe refiriéndose al texto de Edouard Guilmain:
"¿No ha presentado de manera demasiado simple y demasiado uni lateral las
relaciones del movimiento y de la inteligencia? ¿No parece querer deducir la
insuficiencia intelectual de la insuficiencia motriz?”
Este interrogante manifiesta la preocupación de Wallon, quien sos tiene un
espíritu crítico hacia el pensamiento mecanicista planteando que "en la vida
mental, no hay relaciones unívocas".
El comentario de Wallon apunta a cuestionar aseveraciones que Guilmain plantea
de la siguiente manera: "La evolución del comporta miento social y del carácter del niño
está condicionada no solamente por el nivel de su desarrollo neuromotor, sino y de una
forma esencial, incluso en el niño de nivel normal, por su tipo neuromotor. [...] el afec tado
de rigidez motriz tiene un amor propio muy susceptible, el flácci do es indiferente, el
ágil se adapta más fácilmente a las influencias del medio; el torpe es irritable; la
inseguridad del equilibrio engendra te mor; rigidez, torpeza y rapidez asociadas son
fuente de impulsividad, de cólera...” (citado por Pica y Vayer, 1969).
Wallon propone la utilización del concepto "acción reciproca” reemplazando al de
"paralelismo", idea esta última que impregna la obra de Guilmain.
describir los trastornos de carácter específicamente psicomotor: dis praxia,
inestabilidad psicomotriz, debilidad motriz, inhibición psico motriz, etc.
Parte de sus investigaciones se reúnen en su libro Manual de psi quiatría infantil, en él
aborda, en varios pasajes, la problemática psi comotriz en el niño.
La descripción que hace Julián de Ajuriaguerra apunta a discrimi nar los trastornos
psicomotores de alteraciones que competen al cam po de la neurología y de la
psicología.
Alrededor de 1959-1960, Ajuriaguerra y Benvalot-Soubiran definen las terapéuticas
psicomotrices después de doce años de prácticas en el hospital Henri Rousselle de
París. "En febrero de 1963, salía de la es cuela de la Salpêtrière de París la primera
promoción de psicomotri cistas, lo que en verdad constituyó un acto oficial de
nacimiento" (Belz, 1996).
Con posterioridad, Bonvalot-Soubiran, en el año 1967, organiza en Francia la primera
formación de psicomotricistas, fundando el Institu to Superior de Reeducación
Psicomotriz.
Diálogo tónico
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IV. DIMENSIONES
A: Motriz-instrumental. B: Emocional-afectivo.
C: Práxico-cognitivo. Lo que interesa a la psicomotricidad es la integración de estas tres
dimensiones, entendidas como procesos de construcción permanente. En este sentido
utilizamos el término corporeidad, referido al cuerpo visto "en su unidad” (Vayer,
1985), al cuerpo y al conjunto de sus ma nifestaciones. Entendiendo que el
cuerpo "es" en sus manifestaciones. Cobra existencia a partir del contacto, los
sabores, la actitud postural, la mirada, la escucha, la voz, la mímica facial, los gestos
expresivos, las praxias, etc.
A) MOTRIZ-INSTRUMENTAL
• La evolución de la tonicidad muscular.
• El desarrollo de las posibilidades de equilibrio.
• El desarrollo del control y disociación de los movimientos.
• El desarrollo de la eficacia motriz (rapidez-precisión).
• La definición (génesis) y afirmación de la lateralidad.
Dimensión de la organización del acto motriz mismo, dependiente del proceso evolutivo
y madurativo individual, en función de leyes del desarrollo y según etapas
determinadas. La motricidad primaria domi nada por los reflejos arcaicos encuentra la
posibilidad de tomar un ca rácter instrumental. Dice Wallon:
"Se trata de la maduración de la función motriz, que es una función instrumental [...]
que le provee de medios para que el organismo actúe sobre el mundo que lo rodea"
(citado por Tran-Thong, 1981).
Estas adquisiciones motrices posibilitan la instrumentación de las coordinaciones
dinámicas generales: caminar, correr, trepar, saltar, arrojar un objeto, etc.; y las
coordinaciones dinámicas manuales: coordinación óculo-manual o viso-digital.
Esta construcción del cuerpo que llamamos motriz-instrumental es tá más sometida a la
maduración neurológica.
B) EMOCIONAL-AFECTIVO
"Emoción y movimiento tienen la misma raíz etimológica latina (mov); por lo tanto,
emoción significa 'impulsión a actuar', es decir, que emoción y movimiento integran
un mismo sentido" (Tallaferro, 1979).
Para Wallon, la motricidad se hace instrumental cuando se integra a la percepción.
Llamamos motricidad a la "propiedad de las células nerviosas, que determinan la
contracción muscular" (Pequeño Larousse en color, 1976), a una acción propia del
organismo, aunque aquí, al estar acom pañado por el término "instrumental", lo
reconceptúa en el orden del cuerpo, tal cual lo definimos con anterioridad porque nos
referimos a un movimiento con intención y sentido. Dice Wallon: "El movimiento mismo
representa una doble progresión: una que tiene que ver con su agilidad, a menudo
notable en el animal; la otra relativa al nivel uti lizado" (Wallon, 1979a). El movimiento
se hace instrumental y posi bilita la integración de las diferentes partes del cuerpo en
un todo que denominamos esquema corporal.
Dice Wallon: "En tanto un órgano no ha alcanzado el estadio ins trumental, no está
todavía totalmente integrado al cuerpo de quien for ma parte, y conserva una especie
de individualidad y exterioridad" (Wallon, 1965). Este órgano individual y exterior,
paradójicamente, se hace social e interior, dando paso a la corporeidad, enseña e
insignia del sujeto; es aquí cuando el movimiento, más allá de su intencionali dad, cobra
un sentido.
El hecho de referirnos a esta dimensión con dos términos usados frecuentemente como
sinónimos, no pretende ser redundante sino dife renciar e integrar el concepto de
emoción y el de afecto; considerando el primero como referido genéticamente a la vida
orgánica y el segun do en una relación estrecha con el cuerpo, articulador del
psiquismo y el organismo.
Tran-Thong (1981), citando a Wallon, escribía que los afectos "se elaboran a través de
las emociones, bajo el efecto de las integraciones del tono y de las sensaciones
interoceptivas y propioceptivas”. Enton ces, para la concepción walloniana, la emoción
no es ajena al organis mo y "tiene siempre como condición fundamental las variaciones en el
tono de los miembros y de la vida orgánica".
Compete a esta dimensión:
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lo motor" propio de cada sujeto, cambiante en cada situación. "Desde muy
temprano, desde los orígenes, la presencia del otro contribuye a formar el mundo motor
que le sirve de matriz" (Ajuriaguerra).
Bajo la mirada del otro, se dan "reacciones de prestancia" (Wallon), manifestaciones tónicas
involuntarias que modifican nuestra actitud
como expresión de la presencia del otro.
En esta dimensión ubicamos lo emocional-afectivo, ligado al movi miento espontáneo,
relacionado con los conflictos vinculares, las nece sidades, las prohibiciones, lo
inconsciente.
"Así, pues, los primeros gestos útiles para el niño no son los que le permitirán
apropiarse de los objetos del mundo exterior, sino gestos para llamar la atención de las
personas; son gestos de expresión"
(Wallon, citado por Le Camus, 1987).
Para Merleau-Ponty (1977), "el hombre es espejo para el hombre". Un espejo
particular, diríamos, insistiendo en lo corporal; a diferencia del de vidrio, que nada
retiene en su interior, este espejo corpóreo tie ne la capacidad de retener e incorporar.
Un espejo con movimiento, gesto, aroma, mirada, contacto, actitud, postura, escucha,
básicamente un "espejo tónico emocional", especializado en detectar y significar las
"tonalidades" de la emoción. En este sentido, la emoción nos "entona", carga
mensurable en el cuerpo que nos hermana; pues, como ya diji mos, citando a Wallon,
“por las emociones el niño pertenece a su me dio antes de pertenecerse a sí mismo",
articulando de este modo lo in dividual y lo social.
Al referirnos al afecto, nos remitimos a un fenómeno cargado de un valor y un sentido
particular en la trama vincular. Para Sara Paín, se pueden diferenciar dos niveles: "a)
El de la categoría de los afectos, reconocibles como estados o señales específicos de
un estado emocio nal, y b) el de la categoría de los valores afectivos, donde se
produce la transformación de la emoción en un valor dentro de un sistema sim bólico.
Las operaciones que logran tal transformación no pertenecen al dominio de las
sensaciones emotivas, sino a una estructura indepen diente, tributaria de la función
semiótica general” (Paín, 1986).
La emoción posee una ligazón con el organismo, con las respuestas primarias del
organismo frente al medio; así lo entiende Wallon, quien dice: "Todos los efectos que
están contenidos en la emoción tienen un punto de partida periférico o visceral" (Wallon,
1979b). También agrega: "Sobre las emociones descansan los contagios gregarios que
son una forma primitiva de comunión y de comunidad” (Wallon, 1979a).
Esta "fuerza contagiosa" de las emociones constituye para Wallon un sistema
expresivo conformado para "asegurar la comunidad nece saria de las reacciones en
grupos de tipo arcaico donde las relaciones entre los individuos eran aún de forma
gregaria" (Wallon, 1978). Es ta característica gregaria y arcaica de las emociones la
diferencia de los afectos, que poseen, como ya dijimos, “un valor dentro de un sistema
simbólico", con un distanciamiento de la vida orgánica.
El desarrollo psicomotor, siendo similar como proceso en la mayo ría de los niños, en
cada niño en particular está marcado por un "esti
Entre la dialéctica de lo expreso y lo impreso, el cuerpo participa de la comunicación:
expresado por el cuerpo en cuanto la dirección es otro; impreso en el cuerpo en
cuanto es él el ámbito donde la recepción se hace posible. "La expresión
mimogestual del otro es ya lenguaje, la actitud del cuerpo del niño es desde ese
momento recepción” (Ajuria guerra y Bonvalot-Soubiran, paper, el destacado me
corresponde).
C) PRÁXICO-COGNITIVO
Confluencia
Las líneas descendentes, que representan raíces, las podemos enten der como
fundantes de la copa. Por lo tanto, el plano superior y el in
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XIII. TÉCNICAS Y RECURSOS DE LA PRÁCTICA PSICOMOTRIZ
La simple observación nos indicaría que estos niños no tienen pre sente su cuerpo,
aunque en la realidad tienen una excesiva atención de su cuerpo y de su organismo.
Están demasiado atentos a las acciones y a las consecuencias de su movimiento.
Temerosos de golpearse o da ñarse, en su gran mayoría presentan fallas en sus
coordinaciones. La escasa experiencia motriz no favorece la construcción de un
esquema corporal adecuado, y a su vez este hecho redunda en un desconoci
miento de su cuerpo (ver Notas). La imagen del cuerpo está sujeta, en extremo, a la
mirada del otro, la que produce en su cuerpo, como ya di jimos, lo que Wallon dio
en llamar "reacciones de prestancia", o sea, la expresión postural (actitud) mímica o
gestual de malestar y confu sión. Su expresión corporal se ve marcada por una escasa
presencia de ademanes y mímica facial. El plano actitudinal se ve desdibujado,
mostrando una postura estereotipada y un aumento de la observación.
En el inhibido, el movimiento espontáneo se encuentra reducido, li mitado. El gesto
espontáneo está frenado, desactivado. El mecanismo que da lugar al gesto espontáneo
no está dispuesto, hecho que puede evaluarse en la observación de la actitud.
"Poco a poco y después de múltiples vacilaciones,
la psicomotricidad llega a descubrir una terrible evidencia: que la aplicación de una técnica se
realiza fatalmente en una situación en la que dos subjetividades
se comunican y se enfrentan" (Sami-Ali, 1979).
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Junto con la atención individual, el dispositivo grupal constituye otra alternativa de
abordaje a los trastornos psicomotores.
A) La relajación
Al fenómeno de la relajación se le han adjudicado múltiples bene ficios para la vida del
ser humano. Su aplicación técnica y su utiliza ción estratégica han recorrido
diversos ámbitos y disciplinas.
El interés puesto por la psicomotricidad en lo corporal y lo tónico emocional también
abarca la temática de la relajación, considerada co mo una acción muy especial.
Dice Jean-Claude Coste: "Entre el tono y la distensión muscular hay una relación
muy estrecha: según Dupré, el relajamiento, es decir, la distensión muscular, es
otro aspecto de la motricidad. Para la psi comotricidad reviste tanto interés el
movimiento, al que subyace cier to comportamiento tónico, como el relajamiento, que
no es simple inacción sino un comportamiento tónico específico, puesto que apun ta
justamente a la resolución tónica, al descenso del tono residual (de fondo): a la
distensión muscular" (Coste, 1978).
la curación debe ser comprendido, por una parte por lo menos, como una reviviscencia
estructurante del diálogo corporal, de contacto y a distancia, que ha sido vivido entre el
niño y la madre en los primeros meses de vida" (Le Camus, 1987).
La tarea en relajación, debido al trabajo con el fondo tónico, redun da en beneficios
para las habilidades dificultadas por las paratonías y sincinesias. En referencia a la
lucha que debe soportar el niño con tor peza para poder dominar el movimiento
voluntario e inhibir el involun tario, así como también regular el tono fijado en la
paratonía, dice Aju riaguerra: "Si bien parece que viviera esta lucha, los hechos nos
mues tran que esta situación aparentemente antinómica, que en realidad es una forma
coherente de la fase precoz del desarrollo, puede modificar se cambiando uno de los
aspectos, es decir, por relajación del fondo tónico" (Ajuriaguerra y Bonvalot-Soubiran,
paper).
La relajación, así como el mapeo corporal, posibilita la aparición de una actitud postural
de base, de alta receptividad. La tarea permite que el cuerpo se disponga, tome una
posición, adopte una postura y pueda armar una actitud postural de máxima
disponibilidad.
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edades cercanas a la educación preescolar, son juegos prohibidos en las horas
de clases. Otros nacieron por error o por transformación de jue gos ya conocidos.
Algunos juegos tuvieron su origen después de un tiempo de no saber qué hacer ante la
hoja en blanco, momento de du da, de cavilación, pero a su vez de búsqueda y de
encuentro.
Para la construcción de recursos el docente puede apelar a su crea tividad, sabiendo
que ésta se abastece por lo menos de dos procedi mientos:
a) La disociación de lo tradicional, de lo conocido, para volver a or ganizarlo en una
nueva forma.
b) La asociación de lo que se nos muestra disociado.
En estos juegos valoramos más el proceso que el producto termina do; entendemos
este último como producto terminándose y, por lo tan to, integrante de un nuevo
proceso de producción (en un sentido gene ralizado).
Nos interesa el jugar entre los niños, pero también el jugar "adulto niño" como manera
de reinstalar relaciones de aprendizaje más prima rias, que esconden en muchos
casos "las matrices de aprendizaje" (Ana Quiroga) con las cuales comprendemos y
operamos en el mundo.
Llamamos juegos en el papel a las acciones lúdicas que proponen la utilización del
papel como fondo o figura en el jugar.
La huella gráfica, por muy primitiva que sea, es un acto de soledad e implica una
distancia con la acción directa en el espacio, que no de ja huella. Los primeros trazos
son movimientos que sorprenden, por que el movimiento del brazo deja en su extremo
una marca.
Comienza un primer momento del conocimiento del gesto aprendi do, aún sin proyecto
previo. Es un deambular en rectas angulosas y lue go en círculos, por el hecho mismo
de marcar la hoja.
Las líneas sobre la hoja dejan una estela que no desaparece, a dife rencia del
movimiento de los brazos en el espacio. Pasa un tiempo pa ra que ese movimiento
tome significaciones más conocidas y precisas a la mirada del adulto. Aquí, el
movimiento tiene una intencionalidad, el movimiento se hace instrumental, toma la
categoría de una praxia y
deviene en conocimiento de las propias acciones. Impulsivas algunas, sin mayor
dominio, correspondiente a un plano motriz; con intencio nalidad otras, al buscar
una dirección en el espacio que deje una forma de lo conocido.
En su inicio, el trazo en el papel es la proyección de la tactibilidad, como el
bastón de un ciego deja en la mano la vibración de la forma tocada. Las
primeras acciones son palpaciones del papel a través del lá piz, mediatizadas por
el instrumento. Aquí es donde el niño no sólo marca la hoja, sino que inscribe en él una
experiencia muy particular que, a un "nivel fundante", recrea el encuentro del hombre
con los tra zos que encadenan distintas representaciones, obviando a su vez una de
las dimensiones espaciales, la de la profundidad (o encontrarla en la hoja
perforada). A decir verdad, desde una microfísica del espacio, to da escritura tiene
profundidad, y más en las primeras escrituras; bastan como ejemplo las marcas en el
reverso de las hojas o en las hojas si guientes.
Las sensaciones llegarán al papel a través de las formas, la utiliza ción del
espacio, los lugares llenos o vacíos y el color.
Como dice F. Dolto, “todo niño puede llegar, después de cierto tiempo de vida, a
poner en el papel lo que sintió de manera táctil" (Dolto, 1984b).
Las acciones gráficas deben favorecer:
a) el reconocimiento de un espacio limitado y frecuentemente redu cido, diferente de
otros que rodean al cuerpo;
b) la concentración en una tarea manual por un tiempo prolongado, implicando esto
una relativa quietud y postura;*
c) la aceptación de los límites de este espacio (hoja de papel);
d) la aceptación de los márgenes de la página del cuaderno (renglo nes, márgenes);
e) el dominio de la mano sobre un instrumento, lo cual implica:
* Sobre este punto, en el cual se reúnen los conceptos de concentración, quietud y postura, han insistido
las corrientes más mecanicistas y reeducativas. Es necesario remarcar que la quietud del niño que trabaja con
sus manos difiere de la quietud que logra mantener un adulto; por eso el tér mino "relativa quietud" quiere
señalar la normal inconstancia postural en tareas prolongadas.
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1. ajuste tónico del brazo, presión particular sobre el instrumen
to;
XIV. NOTAS
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