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LA EDUCACIÓN

DE LAS JÓVENES

F. DE S. FENELON
Biblioteca de la Universidad

Ciudad Universitaria

Madrid 3

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Barcelona, 1941
EDICIONES HYMSA
Diputación, 211
b26334550

3406037
TENELON

Femenía
Fenelón, espíritu francés

I entre la multitud de ingenios que' .


enaltecen el largo reinado del más
grande de los Luises de Francia qui-
siésemos buscar un hombre que jun-
tase a la vez la pulcritud del sentir
S clasicista y la elevación del espíritu
cristiano, forzoso nos sería acudir a
aquel joven de veinticuatro años que , mientras
sentía la vergüenza de ver el Partenón convertido
en objeto de las bárbaras miradas de los turcos ,
se entregaba generosamente a la catequesis de las
neófitas católicas de París, con todo el ardimiento
de un apóstol de Cristo .
Tal era el joven Fenelón, que, en 1675 , acababa
de recibir la ordenación sacerdotal, junto con una
vasta formación de letras clásicas.
Francisco de Salignac de la Mothe- Fenelón , hijo
de ilustre familia francesa, nació el 6 de agosto de
1651 en el castillo de Fenelón, en la antigua comar-
ca de Perigord . Recibió ya de niño, por obra de su
virtuoso padre, el conde de la Mothe- Fenelón, una
esmerada educación, tanto en religión como en le-
tras clásicas, y este doble aspecto formativo cons-
tituyó para siempre el sedimento de su vocación de
pedagogo.
Después de estudiar algún tiempo humanidades y
filosofía en la Universidad de Cahors, se trasladó
a París, llamado por un tío suyo, el marqués de '
FENELON

Fenelón, quien le facilitó el camino de seguir su


vocación religiosa haciéndole ingresar en el Semi-
nario de San Sulpicio. Aquí tuvo la suerte Fenelón
de encontrar a un hombre de verdadera virtud , el
director del seminario , quien le confirmó en su vo-
cación y le estimuló a seguir una vida de apostola-
do. De San Sulpicio sacó también aquella profunda
religiosidad y sólida formación cristiana que le sos-
tuvieron en los fuertes embates con que le probó
luego la vida.
A los veinticuatro años -1675- recibió la con-
sagración sacerdotal, y tuvo que escoger entonces
camino por donde emplear sus altas prendas de inte-
ligencia y piedad. La corte de Francia, espléndida
y fastuosa, acogida a la magnificencia del Rey Sol,
ofrecía a la sazón muy fáciles ocasiones de medro
a los hombres que, como Fenelón , podían respaldar
su ciencia con la ejecutoria de su nobilísimo linaje.
Pero no era la corte, con sus halagos y concupis-
cencias, lo que más podía seducir en aquel momento
al seminarista de San Sulpicio, formado austera-
mente para la práctica de la virtud y el apostolado.
Tal vez las misiones del Canadá, donde ya tenía a
un hermano , fuesen campo a propósito para su la-
bor ; pero no parece que llegara a prosperar este
pensamiento .
Entonces se le ocurrió pensar en las misiones del
Oriente, sobre todo de Turquía, que para él tenían
el inefable encanto del acercamiento a la Grecia
clásica, sometida a la sazón a la doble tiranía de
la infidelidad y la barbarie de los turcos . Para la
poética imaginación de Fenelón, Grecia era el país
donde se juntaban en maravilloso consorcio las dos
culturas esencialmente mediterráneas : el Olimpo y
la Iglesia, Sócrates y San Pablo, el Partenón y San-
ta Sofía. En una carta escrita por este tiempo , se
deja llevar por su ardorosa fantasía, e imagina un
viaje a Grecia, durante el cual dice : "Subo a la doble
LA EDUCACION DE LAS JOVENES

cumbre del Parnaso ; corto los laureles de Delfos


y gusto las delicias del Tempe. Mas a ti no te ol-
vido, ¡ oh isla sacra !, consagrada por las celestes vi-
siones del discípulo amado, ¡ oh dichosa Patmos ! Iré
a besar sobre la tierra las pisadas del Apóstol, y
con ello creeré ver abiertos sobre mí los cielos."
Y, mientras evocaba ardientemente la grandeza del
ágora de Atenas y de la iglesia de Corinto, exaspe-
rábase pensando en las profanaciones de los paga-
nos islámicos en Grecia, reclamada como patria por
la religión, la filosofía y las bellas artes.
Pero estos arrebatos escolares respondían más a
la viveza de imaginación del joven humanista que a
la firme convicción de emprender una misión entre
los infieles. De modo que dejó pronto de pensar en
la servidumbre del Parnaso y de la isla de Patmos
y entró resueltamente por el camino de la pedago-
gía, que es donde ha dejado para la historia los
frutos más sabrosos de su talento de humanista y
filósofo. Por nombramiento del arzobispo de París ,
se encargó de la dirección de la congregación de
Neófitas Católicas de París, a donde acudían en bus-
ca de educación religiosa las muchachas que, pre-
sionadas por la lenta persecución de Luis XIV con-
tra los hugonotes, iban abjurando del protestantismo
calvinista. Durante diez años se consagró a esta
difícil tarea de instruir a recién convertidas ; pero
sacó de ella un sutilísimo conocimiento del alma
femenina, que, como buen francés, aprovechó en se-
guida para el ejercicio de su ministerio de director
espiritual y para la composición de sus mejores
obras pedagógicas.
La total revocación del edicto de Nantes en 1685
por Luis XIV, aunque terminó la ya precaria si-
tuación de privilegio de los hugonotes, puso, no obs-
tante, en trance crítico la situación religiosa de
Francia. La benignidad de Enrique IV con los re-
formistas había favorecido la difusión de las doc-
10 FENELON

trinas de Calvino por Francia, y, en medio de la


tolerancia que tuvieron los demás soberanos , logra-
ron los hugonotes no sólo constituir "un estado
dentro del Estado", con sus iglesias y universida-
des, sino también penetrar —sutilmente— en el es-
píritu de muchos franceses. Sutileza de espíritu tan-
to más contrastada cuanto más violenta fué , un día,
la degollina de San Bartolomé y más acre se pre-
sentó, luego, la represión de Luis XIV, apoyada en
la pica o el mosquete de los dragones.
Las provincias de Saintonge y de Poitou eran de
las más difíciles de reducir a la recta doctrina cató-
lica, por la abundancia de reformistas que en ellas
había, y fué preciso enviar allí misioneros que evan-
gelizasen de nuevo los pueblos . El rey, buscando a
quién enviar allá de suficiente garantía para dirigir
las misiones, pensó al punto en el celoso catequista
que con tanta ciencia y virtud había dirigido la con-
gregación de Neófitas . Así se vió comprometido Fe-
nelón, en 1686, por mandato del rey, en el espinoso
asunto de la recatolización de las antiguas provin-
cias de hugonotes. Y, con el compromiso, cayó sobre
su actuación uno de los borrones que luego ha po-
dido explotar a sus anchas la crítica para proclamar,
como un baldón , la intolerancia religiosa de Fe-
nelón.
En algunas cartas donde habla el misionero de la
situación de los herejes en aquellas provincias , in-
siste en la conveniencia de que se acaten las órde-
nes reales y se impida la evasión de los hugonotes
por la parte de Burdecs. Esto es cierto, y, como se
ha hecho tristemente célebre en este punto Luis XIV
por los violentos métodos de conversión que prac-
ticó con las " dragonadas" , lógico pareció a la crí-
tica romántica hacer cómplice al director de la mi-
sión de las violencias perpetradas en las provincias.
Sin embargo, la realidad de la conducta de Fenelón
estuvo muy lejos de esas imputaciones, que en Fran-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 11

cia han podido dar origen a la llamada " leyenda de


Fenelón". Por el testimonio de otros párrafos de
aquellas mismas cartas , puede afirmarse que a Fe-
nelón le interesó siempre más por conciencia cris-
tiana la generosa tolerancia que el contraprodu-
cente recurso de la violencia. Y, de hecho, en la
misión de Poitou practicó y recomendó constante-
mente la dulzura y la paciencia.
Aunque, como ejecutor de una misión real, creye-
se conveniente que se prestase riguroso acatamiento
a las órdenes del monarca, no es posible atribuirle
por ello la pretendida complacencia en las drago-
nadas. Mucho menos aún cuando en una de aquellas
cartas en cuestión proclama bien alto su pensamien-
to al escribir : "Por poco que se les fuerce (a los
herejes) , se les verá cometer toda suerte de sacri-
legios ; no se hará más que empujarles , por los re-
mordimientos de su propia conciencia, a un estado
de desesperación, o se les sumirá en una impasibi-
lidad y una indiferencia religiosas que colmarán la
medida de la impiedad."
Lo cierto es que el joven misionero salió airoso
como ninguno en la espinosa misión, que duró dos
años, de catequista de hugonotes , y este feliz resul-
tado no dejó de llamar la atención al rey, tanto más
cuanto ya corría por París la fama de sus altas
prendas morales y oratorias.
Además, su feliz actuación en la congregación de
Neófitas le dió en seguida merecida fama de direc-
tor espiritual, como finísimo conocedor del espíritu
femenino. De ello tomó ocasión la nobleza de Pa-
rís para acudir a Fenelón en demanda de consejos
para la educación de las niñas y las jovencitas. Por
entonces se acababa de fundar el famoso Colegio
de Saint-Cyr ( 1685 ) para la educación de hijas de
nobles sin fortuna, y el ejemplo dado con tal cole-
gio -obra delicadísima de Madame de Maintenón—
despertó en la nobleza el deseo de tener una guía
12 FENELON

espiritual para la educación de sus hijas. Los du-


ques de Beauvillier, de acendrada piedad cristiana,
mantuvieron estrecha amistad con el joven sacer-
dote de San Sulpicio, y, conscientes de su alto valer
como director espiritual, le estimularon con insis-
tentes ruegos a que pusiera por escrito las normas y
orientaciones más convenientes para la educación de
sus hijos, singularmente de las niñas. Para ellos,
pues, escribió su notabilísimo tratado sobre La edu-
cación de las jóvenes, que hoy reimprimimos en este
volumen. Escrito con el objeto exclusivo de orien-
tar a los Duques , no pensó ni mucho menos en pu-
blicarlo ; pero tuvo también que transigir con los
ruegos de sus amigos, y en 1687 apareció en París
la primera edición de La educación de las jóvenes.
Las funciones de guía y educador de las jovenci-
tas que debían entrar un día en los deberes de la
sociedad o en las divagaciones de la corte, era mi-
nisterio que siempre había interesado al cortesano
francés. Mas, entre tantos y tantos casos que llega-
ron a sus manos, pudo comprobar Fenelón las defi-
ciencias con que se atendía a la formación espiritual
de la mujer, y, dolido de que ese bellísimo instru-
mento estímulo y orientación de la vida humana-
se abandonase tan negligentemente al azar, se pro-
puso salvar en su libro los escollos por experiencia
conocidos: Pensamiento, desde luego, muy propio de
un francés, cuya nación ha de reconocer una pode-
rosa ascendencia de la mujer sobre sus glorias y
miserias históricas. Y Fenelón no conoció aún las
cortes de Luis XV y Luis XVI ...
La posición del ilustre pedagogo en esta obra es
sensiblemente distinta de la de los moralistas espa-
ñoles Vives, Fray Luis...-, que buscan en las
enseñanzas de la Biblia el modelo de la mujer san-
ta y justa que debe regir el hogar. Fenelón com-
pulsa constantemente la realidad de la vida fran-
cesa, y le busca el oportuno método educador den-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 13

tro de los ámbitos a que alcanza . Su visión no es ,


por tanto, tan amplia ni dogmática como la de otros
moralistas cristianos ; pero tiene, por lo contrario,
ostensible sentido pedagógico, con manifiesto pro-
pósito de ajustarse a una necesidad social. Esto da
a La educación de las jóvenes un valor eminente-
mente práctico, que crece de punto cuando discu-
rre, con finísimas observaciones, sobre los estudios
de la mujer, sobre el disimulo y la imitación de los
niños, sobre la vanidad de las jovencitas , sobre los
deberes del preceptor en la guía de la fantasía, so-
bre múltiples cuestiones que atañen de lleno a la
vida espiritual del niño y de la joven.
El fondo moral que da valor a sus observaciones
y consejos es, desde luego, cristiano, aunque pue-
dan rastrearse en ellos los atisbos del racionalismo
que apuntaba en su tiempo . Quiere educación ra-
cional, repele el artificio convencional, aconseja
que se cultive la espontaneidad de la naturaleza del
niño ; mas de cada párrafo del libro se lleva uno
siempre la certeza de que es, en conjunto, un ale-
gato en defensa del valor de la educación sobre la
naturaleza . Por lo demás, el sentido de piedad e
instrucción con que quiere educar a las jóvenes está
todavía dentro de la sensibilidad de nuestros días.
Si tenemos en cuenta que el mundo europeo ha su-
frido desde el siglo XVIII fuerte presión de las
costumbres francesas , fácilmente echaremos de ver
que, a través de la pintura que hace Fenelón de las
jóvenes de su tiempo, se esboza el tipo moral de la
mujer que todos hemos conocido en ciertas clases
de la sociedad moderna. No están, por ello, muy
alejadas de nuestra íntima sensibilidad las orienta-
ciones pedagógicas de esta obra maestra del espí-
ritu de Fenelón
La general aprobación de esta primera obra suya
-que sigue hoy considerándose en Francia como
el punto de partida de este aspecto de la pedagogía
14 FENELON

moderna- le facilitó en gran manera el camino de


la amistad de la marquesa de Maintenón, quien,
como hemos dicho, buscaba ya la realización de esa
delicada misión educadora de la mujer en el Cole-
gio de Saint-Cyr. Por entonces se había ya consti-
tuído Fenelón en el director espiritual de un selec-
to círculo de damas devotas que se reunían en
Marly. A estas reuniones acudía también Madame
de Maintenón para descansar del bullicio de la cor-
te hablando de cosas devotas y espirituales, y re-
conocía ya en la fina conversación del joven clé-
rigo toda la maestría de un perfecto director de
conciencia. Los que conocieron este matiz de su es-
píritu nos hablan de su persuasión, de su dulzura ,
de su delicadeza, de su insinuación y, sobre todo, de
su conocimiento de la intimidad del mundo, con lo
que pudo ver siempre todas las cosas desde un pla-
no de generosa elevación.
Por todo ello , el duque de Beauvillier, habiendo
sido nombrado por entonces -1689- para el cargo
de gobernador del duque de Borgoña, hijo del Del-
fín, sugirió a Madame de Maintenón la oportunidad
de aprovechar el talento del aristocrata abate en-
comendándole la educación del joven duque Luis de
Borgoña. Pareciéndole buena a la influyente dama
la sugerencia del de Beauvillier, la propuso a su
vez al rey, quien asintió complacido, noticioso ya
de las virtudes y el talento del catequista de las
Neófitas.
Cuando Luis de Borgoña, nieto de Luis XIV y
hermano mayor del que luego fué Felipe V de Es-
paña, llegó a manos de su ilustre preceptor, tenía
sólo siete años ; pero había dado ya reiteradas
muestras de su carácter violento, impresionable y
orgulloso. Era en la corte un perfecto "enfant terri-
ble". Saint-Simón le describe en sus memorias como
un muchacho duro de carácter, colérico hasta el
arrebato, incapaz de sufrir la menor contrariedad,
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 15

porfiado en lo suyo, apasionado por la buena comi-


da y la caza, no menos que por los goces espiri-
tuales de la música. El príncipe era, en verdad , de
trato difícil. Por eso justamente quiso Luis XIV
que se encomendara su educación a un hombre de
voluntad firme y serena, como la de Fenelón, capaz
de orientar hacia el bien las desordenadas cualida-
des del carácter del príncipe.
La educación del duque de Borgoña constituye to-
davía una de las grandes empresas de Fenelón. Con
arte noble e insinuante, alternando la severidad con
la dulzura, logró dominar los arrebatos de la rebel-
de condición del príncipe . De tal manera, que, al
poco tiempo de comenzada la delicada misión, aquel
intratable muchacho se había convertido en un prín-
cipe de ejemplares virtudes, en medio de la admi-
ración de toda la corte y aun del propio Luis XIV .
Para ello se valió Fenelón no sólo de sus enseñan-
zas y ejemplos, sino del auxilio de diversos libros
que ex profeso compuso él mismo para sus fines pe-
dagógicos. Tales son las Fábulas, el Directorio de
la conciencia de un rey, los Diálogos de los muer-
tos y, sobre todo, las Aventuras de Telémaco, que
le han dado renombre universal .
En todos estos libros , escritos con más elegancia
que nervio, alternan los preceptos morales , de rigu-
roso fundamento cristiano, con las seductoras na-
rraciones de la antigüedad clásica. Además, entre
todos ellos se esbozan las ideas políticas del pre-
ceptor. Fenelón se mostró siempre enemigo del po-
der absoluto del monarca, por creerlo un atentado
contra los derechos de la fraternidad humana. En
ello se ha querido ver un efecto de la fuerte ascen-
dencia aristocrática de su estirpe , que es tanto como
decir un atavismo de su abolengo feudal. Pero
consta de manera irrecusable que sus aspiraciones
se cifraban en un gobierno de tipo representativo,
constitucional, dentro de la monarquía aristocráti-
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ca, como se lee en su notable Directorio de la con-


ciencia de un rey. Pedagógicamente, su ambición
estuvo en impregnar de estas ideas toda la educa-
ción del duque de Borgoña, encaminándole a ver la
justicia de un contrato entre el príncipe y su pueblo.
Es evidente que, en la mente de Fenelón, estuvo
desde el primer momento la idea de formar , moral
y políticamente, a un príncipe que podría acaso lle-
gar a reinar en Francia, como, en efecto , hubiese
reinado, de no haber muerto prematuramente, en
1712. No ha podido, pues, juzgar la Historia la to-
tal eficacia de la obra de aquel refinado preceptor,
pero sí puede testificar que de aquellos temibles
defectos de la infancia de Luis salieron las virtu-
des que, en la juventud, hicieron de él un príncipe
afable, humano, austero, modesto y generoso. Si en
algo desde entonces pecó, fué justamente por cier-
ta debilidad de carácter que le llevó a dejarse do-
minar por los intrigantes y a sumirse en un afán de
devoción excesivamente meticulosa. De ello han to-
mado pie algunos detractores para acusar a Fene-
lón de haber sofocado, con sus inconvenientes rigo-
res y meticulosidades , la natural y espontánea in-
clinación del príncipe. Mas lo cierto es que el pro-
pio Fenelón reprendió de aquellas debilidades a su
alumno, cuando era ya general del ejército y delfín
de la corona de Francia.
La educación del duque Luis de Borgoña fué para
Fenelón un trabajo incesante y agotador, tanto por
la intensidad requerida como por la responsabilidad
que entrañaba. Para un espíritu ambicioso, la situa-
ción que ocupó como preceptor hubiese sido un pre-
cioso trampolín para encumbrarse entre los figuro-
nes de la corte y obtener con ello las pingües pre-
bendas que iban todos buscando al formar en la plé-
yade cortesana del Rey Sol . Fenelón , sin embargo,
sacó muy poco provecho, en este sentido , de su alto
ministerio, ya porque no le tentase la ambición, ya
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 17

porque el monarca no acabase de mirar personal-


mente con simpatía a aquel absorbente clérigo sa-
lido de San Sulpicio. Casi todo el provecho se lo
llevó en honores , tales como el ingreso en la Aca-
demia Francesa, en 1693 , y la consagración de su
aristocracia espiritual en la corte de Versalles . Fru-
to, no obstante, de esta preeminencia fué el nom-
bramiento de arzobispo de Cambrai, en 1695, con-
cedido por Luis XIV a título de recompensa por
sus merecimientos en la educación del duque de
Borgoña, aunque, en realidad, alcanzado por reco-
mendación de su protectora y penitente, la regia
Madame de Maintenón.
Los años que duró la educación del joven prín-
cipe constituyen la época del máximo encumbra-
miento de Fenelón. Los hombres que por entonces
le trataron han dejado vivos testimonios de la vasta
cultura clásica y de la persuasiva elocuencia que
brillaban en el ilustre preceptor. Dotes, éstas, tan-
to más seductoras cuanto más junto a sí llevaban
las gracias de su insinuante naturaleza y de sus se-
ñoriales maneras. La Bruyère, que le trató por en-
tonces en Versalles, decía de él : “ Es imposible de-
jar de sentir la fuerza y el influjo de ese peregrino
espíritu, tanto cuando predica improvisando con su
genio, como cuando pronuncia discursos de estu-
diada oratoria, o cuando expone sus ideas en la con-
versación. Siempre dueño de los oídos y del cora-
zón que le escuchan, no les deja ni ocasión de envi-
diar tanta elevación, tanta facilidad, tanta delica-
deza y elegancia."
Mas, si grande es la gloria que debió Fenelón a
estos años de su encumbramiento, no es menor el
sinsabor que sacó de ellos , para llegar, inesperada-
mente, a su total caída y desprestigio. En efecto,
por aquellos años de 1689, cuando acababa de ini-
ciar su magisterio de preceptor en la corte, cono-
ció en las devotas reuniones de la duquesa de Be-
2
18 FENELON

thune a una dama de inquietante vida interior :


Madame Guyón , que unía a la práctica de la oración
sutilísimas doctrinas místicas.
Juana María Bouvier de la Motte, conocida a la
francesa por Madame Guyón, del nombre de su es-
poso, comenzó a darse a conocer en los círculos
cultos de París por sus enfervorizadas prácticas de
vida devota. Contrariada , de joven, por su padre, en
la vocación monástica, aprovechó la coyuntura de
la viudez para entregarse a la vida religiosa, y es-
tuvo recorriendo varios países de Europa haciendo
pruebas en distintos conventos en busca de la nor-
ma de vida que mejor congeniase con las inquietu-
des que sentía. Pero la búsqueda fué inútil, porque
en el espíritu de Madame Guyón había algo que no
procedía del afán místico o ascético, sino del simple
desequilibrio nervioso. Su confesor, el P. Lacombe,
al notar en ella viva inquietud por la vida espiri-
tual, la inclinó suavemente al quietismo, creyendo
poder satisfacer con ello los anhelos místicos de su
penitente. Sin embargo, la hipersensibilidad histé-
rica que la dominaba llevó a Madame Guyón por ca-
minos muy distintos de la verdadera mística.
Exaltada por la práctica de la oración quietista
y castigada en su temperamento neurótico por los
constantes ayunos, se creyó dotada del don de pro-
fecía y llamada a la misión sobrenatural de instau-
rar unos nuevos fundamentos de vida cristiana. Para
ello escribió su famoso Método breve y fácil de
hacer oración ( 1668) , en el que expuso su orienta-
ción de la vida mística, realizada plenamente por
medio de la meditación y la lectura. La oración era,
para ella, una aplicación del alma a Dios, como un
acto de amor, tierno y efusivo, mediante el cual se
iba a buscar el verdadero reino de Dios, que está
-decía- dentro de nosotros mismos. Para alcan-
zar ese reino interior, bastaba con sumirse en un
silencio amoroso, con paciencia y confianza, hasta
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 19

llegar al abandono absoluto de uno mismo en Dios.


Crisis semejante de misticismo quietista la había
sufrido también en España Miguel de Molinos, y en
Inglaterra, con ciertas peculiaridades de "divina
inspiración", Jorge Fox, el fundador de los devo-
tos amigos a quienes, despectivamente, llamaron
"cuáqueros” los ingleses.
Cuando Madame Guyón llegó a París, después de
una infructuosa peregrinación por Europa con el
P. Lacombe, se recluyó en el convento de la Visi-
tación, y allí conoció a la marquesa de Maintenón,
con quien trabó al punto íntima amistad al notar
la coincidencia con que ambas se inclinaban a las
cosas espirituales. La de Maintenón la llevó a
Saint-Cyr para que iniciara a las jóvenes educan-
das en la práctica de la oración, y la presentó luego
en la corte, donde pronto se convirtió en la admi-
ración de todos, por la fina espiritualidad que ponía
en su conversación.
También Fenelón, como refinado gustador de es-
píritus femeninos, admiró efusivamente, sin reser-
vas, a la singular dama, que tanto sabía de piedad
y oración, sin sospechar que bajo aquellos místi-
cos arrebatos de amor no había más que un peli-
groso temperamento de histérica. No deja de sor-
prender que un espíritu tan sereno y penetrante
como el de Fenelón se dejase extraviar por las teo-
rías místicas de aquella mujer. Alguien ha insinua-
do, aunque sin fundamento, que en ello entró subrep-
ticiamente el "charme" femenino de la dama ; pero
de todos los documentos que hablan de aquel deli-
cado proceso espiritual se desprende que en el de-
voto director sólo obraron las puras apariencias de
virtud y misticismo que mostraba la absorbente
dama. Esta vez el exquisito tacto del director espi-
ritual no supo aún interpretar psíquicamente el des-
varío de aquel espíritu enfermizo , y lo aceptó como
una revelación de virtud, delicadeza y sensibilidad.
20
20 FENELON

El caso es que, habiéndose infiltrado en Saint-


Cyr el espíritu quietista, comenzó lo pernicioso de
la doctrina a mostrar sus efectos a través de la ac-
titud de las monjas y educandas, que sólo gustaban
de leer los libros de la encantadora reformadora y
hablar de amor puro, de santa indiferencia, de total
abandono... De tal manera se propagó el quietismo
en el colegio, que el obispo de Chartres, después de
haber seguido en silencio el extraño proceso espi-
ritual, se creyó en el deber de denunciar a su peni-
tente Madame de Maintenón lo peligroso de aque-
llas doctrinas místicas y recomendar la expulsión
inmediata de la Guyón. Desde entonces -1693-
comenzaron las persecuciones contra la histérica re-
formadora, al tiempo que por los círculos piadosos
y aristocráticos de París corría como un reguero
de pólvora el escándalo del quietismo.
Fué aquélla una honda crisis espiritual entre da-
mas, caballeros y prelados de la alta sociedad, que
sólo puede comprenderse en la sutil espiritualidad
francesa, hiperestesiada a la sazón por aquel refi-
namiento lo mismo en la frivolidad que en la
devoción- que caracteriza a la corte de los Lui-
ses. Lo que en España no pasó de una extravagan-
cia con los molinosistas, o lo que más comprensi-
blemente se convirtió en Inglaterra en un acicate
de intolerancia contra los cuáqueros , en Francia
cristalizó en una escandalosa crisis de la vida pia-
dosa y espiritual de la aristocracia de Versalles.
Fué preciso que se juntara una comisión de hom-
bres doctos para discernir lo que había de aceptable
y reprobable en las doctrinas de la reformadora. Los
escogidos fueron cuatro prelados : Godet, de Char-
tres ; Noailles, de París ; Bossuet, de Meaux, y Fe-
nelón, de Cambrai . Los cuatro se reunieron en Issy
y, después de varios meses de deliberación, se pro-
nunciaron, el 10 de marzo de 1695 , en contra del
misticismo de Madame Guyón. La condenación que-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 21

dó cifrada en los famosos Artículos de Issy, en nú-


mero de treinta y cuatro, redactados en su mayor
parte por Bossuet y, en menor proporción, por el
propio Fenelón . La mística reformadora, marcada
con el estigma de la herejía , se avino a firmar la
retractación que se le propuso, declarando que, con
sus doctrinas sobre la oración , nunca había preten-
dido ir más allá de adonde habían ido San Fran-
cisco de Sales y la santa baronesa de Chantal.
Todos los indicios que sobre aquella primera fase
del pleito se tienen coinciden en presentar a Bos-
suet y Fenelón acordes en apreciar el valor peli-
groso de las doctrinas contenidas en el Método bre-
ve y fácil de hacer oración. Sin embargo, hay tam-
bién pruebas de que se dieron entre ambos ciertas
divergencias en la apreciación objetiva de la per-
sona de Madame Guyón. Bossuet, alarmado por los
peligros ya denunciados por la Iglesia del quie-
tismo de Molinos , quería reprobar a toda costa a la
devota cortesana, al paso que Fenelón, como más
experimentado en las sutilezas de la mística y de la
vida espiritual, temía que, con la condenación ful-
minante de la dama, se fuese de rechazo por tierra
el prestigio del verdadero misticismo. El, cuando
menos, aun reprobando lo extraviado de ciertos pun-
tos del Método, seguía reconociendo en la actitud
de la dama un plausible afán de perfeccionamiento
y una efectiva práctica de vida virtuosa. Si en algo
había incurrido en herejía, era más por ignorancia
de los fundamentos teológicos que por avieso pro-
pósito de introducir en la Iglesia elementos de re-
forma y escándalo. Es más : protestaba que nada
tenían las obras de aquella dama contrario a los es-
trictos principios de la vida mística.
A pesar, pues, del acuerdo de los Artículos de
Issy, la divergencia entre las dos grandes figuras
de las letras y la Iglesia de Francia seguía con sus
aristas ásperamente vivas . En ello había, sin duda ,
22
22 FENELON

ciertos respingos de apasionamiento personal : Bos-


suet, empeñado en derribar el prestigio de aquella
mujer; Fenelón, resuelto a salvar ese prestigio de
virtud y perfección. Por eso, cuando publicó Bos-
suet su obra sobre los Estados de oración, atacando
al falso misticismo , Fenelón se negó a aprobarlo
íntegramente por apreciar que había en él más per-
secución contra la persona que serena condenación
de la doctrina. "Yo no he defendido nunca el libro
de Madame Guyón escribía aquel mismo año a su
protectora Maintenón- , ni jamás lo defenderé , ni
directa ni indirectamente ; mas conozco tan bien sus
intenciones, por la confianza sin reservas que ha
puesto en mí, que me creo en el deber de juzgar sus
escritos según sus sentimientos , no sus sentimientos
según sus escritos."
La réplica al libro del ilustre obispo de Meaux
la concretó Fenelón en su opúsculo Explicación de
las máximas de los santos ( 1697) , encaminado a ex-
poner lo fundamental sobre la vida interior, con al-
gunas orientaciones de la Guyón. Si, por una parte ,
no se comprende cómo pudo llegar Fenelón hasta
tal punto en la defensa de una cortesana más o me-
nos devota, tampoco se comprende, por otra, que
escribiese una obra de tanta pobreza literaria como
ésta, él que, como espíritu de exquisita educación
clásica, dejó en cada una de sus páginas un atisbo
de la finura y delicadeza de su pluma. Mas, con
todo y sus defectos , las Máximas de los santos pro-
vocaron un estallido de juicios contradictorios y
apasionados. Lo que hasta entonces había sido mero
escándalo de las altas esferas cortesanas devino des-
de entonces polémica doctrinal que conturbó mate-
rialmente la paz de la Iglesia, en Francia. Tanto, que
el propio Fenelón, alarmado, sometió espontánea-
mente el libro a la inquisición de Roma, y tres me-
ses después -en julio de 1697- decidió también
Luis XIV denunciar oficialmente al papa las Máxi-
LA EDUCACION DE LAS JÓVENES 23

mas como libro detestable y peligroso . A continua-


ción ordenó el rey al hasta entonces preceptor de
príncipes que se retirase a su diócesis de Cambrai
con rigurosa prohibición de moverse de ella ni aun
para ir a Roma a defender su causa . Fenelón obe-
deció y, recluído en su arzobispado, como en un des-
tierro, no volvió nunca más a París. La endeblez
de la causa personal de Madame Guyón no merecía,
ciertamente, la pena de una caída tan fulminante
con la consiguiente pérdida de la fortuna y el pres-
tigio de un hombre que había llegado a ser el con-
sejero espiritual de las más honorables damas de
la corte de Versalles.
Roma tuvo que examinar cuidadosamente las pro-
posiciones denunciadas, unidas a las invectivas del
apasionado obispo de Meaux. Si reprobables pare-
cían las Máximas de los santos por ser tal vez de-
masiado favorables al misticismo dudoso, no pare-
cían menos censurables los Estados de oración por
resultar, acaso, demasiado contrarios a la verdadera
mística. Los diez doctores que examinaron la cues-
tión se hallaron divididos, mitad por mitad, en apre-
ciar la rectitud y el peligro de la obra de Fenelón.
El papa, Inocencio XII , conociendo la realidad de
la disputa, iba a fallar que habían pecado ambos
prelados : el de Cambrai por exceso de amor, el de
Meaux por falta de amor al prójimo ; pero la pre-
sión de Luis XIV, insistiendo en tono imperioso
ante el Sumo Pontífice para hacerle ver que se tra-
taba de un caso de salud pública, hizo que aquel
primer fallo, implícitamente favorable a Fenelón, se
convirtiese en una explícita condenación de 23 pro-
posiciones extraídas de las Máximas, según breve
del 22 de marzo de 1690. La condenación, sin em-
bargo, se hacía por lo que representaban de impru-
dente o peligroso, mas no por lo que tuviesen de
herejía, como pretendía Luis XIV con Bossuet y
sus partidarios.
24 FENELON

Por su parte, Fenelón, que durante cuatro años


había estado defendiéndose con sorprendente elo-
cuencia digna y humilde a la vez- contra los du-
ros ataques de Bossuet , acató con resignada gene-
rosidad la decisión de Roma. Y en decreto pastoral
de 9 de abril de aquel mismo año dió testimonio
público de su sometimiento al magisterio de la Igle-
sia. "Nos adherimos escribió a ese breve, mis
queridos hermanos, tanto en lo que atañe al libro
como a las veintitrés proposiciones, simplemente,
absolutamente y sin sombra de restitución. Asimis-
mo condenamos tanto el libro como las veintitrés
proposiciones, precisamente en la misma forma, con
las mismas calificaciones , simplemente, absoluta-
mente y sin restricción alguna. Además , prohibi-
mos, bajo la misma pena, a todos los fieles de esta
diócesis, el leer o guardar tal libro.”
La reiterada actitud con que Luis XIV , imperti-
nente en ocasiones, solicitaba del papa la condena-
ción fulminante de la obra de Fenelón, es un signi-
ficativo indicio de aquella prevención o enemistad,
ya aludida, que tuvo siempre para el protegido de
la Maintenón. Las causas de ello pudieron ser las
doctrinas políticas sustentadas por Fenelón, poco
concordes con las supremas aspiraciones del Rey
Sol. De ser ello cierto, en aquel mismo año de 1699
de la condenación de las Máximas, le ocurrió un per-
cance de resabio político que contribuyó a apar-
tarle más aún de la consideración del rey y de la
corte. Un criado infiel, encargado de transcribir el
original de las Aventuras de Telémaco, escritas
años antes para lectura del duque de Borgoña, ven-
dió secretamente una copia a un librero, y salió así
a la luz pública la relación de las aventuras del
hijo de Ulises. El Telémaco es un poema en prosa,
que tiene tanto de poesía para cautivar la imagina-
ción con el recuerdo de las epopeyas clásicas , como
de directorio político y moral para educar la volun-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 25

tad con los consejos que al joven Telémaco da Mi-


nerva bajo la figura de Mentor. Pero la malicia del
tiempo quiso ver en seguida, a través de esos conse-
jos , una sátira contra el gobierno de Luis XIV, y,
aunque la obra se publicó como anónima, se atri-
buyó . instintivamente al postergado arzobispo de
Cambrai. El éxito del libro fué equiparable al de
un libelo político, y, prohibido por ello en Francia,
fué reproducido en copiosas ediciones en Holanda.
Sin embargo, nunca fueron ésas las intenciones de
Fenelón, y de hecho, reducido hoy el libro a su fin
educador, nadie ve ya, en sus orientaciones políti-
cas, ningún respingo satírico que pueda deslucir las
artes de gobierno del más grande de los Borbones
franceses..
A partir, sin embargo, de este duro año de 1699,
la vida de Fenelón se desenvuelve sin incidentes
-aunque con cierto resabio de amargura y desilu-
sión-, mientras lleva a cabo la virtuosa empresa
de convertir el encubierto destierro en afanoso cum-
plimiento de sus deberes de pastor de almas. Du-
rante este último período de su vida escribió libros,
combatió vigorosamente el jansenismo , que domina-
ba en la población flamenca de Cambrai, y, sobre
todo, se desveló por el florecimiento del seminario
del arzobispado, dotándole de valiosas normas edu-
cativas y enseñando él mismo, en él, a los jóvenes
clérigos. De esta época de su postergación datan
varias de sus obras de tema filosófico , como la co-
lección de Cartas sobre religión y metafísica y el
notable tratado acerca de la Demostración de la exis-
tencia de Dios, publicado en 1713, en el que , ade-
más de refutar el sistema de Malebranche sobre la
naturaleza y la gracia, intenta la demostración fun-
dándose en las doctrinas, de razón pura, de San
Agustín y Descartes.
A fines del año de 1711 vino un inesperado acon-
tecimiento a darle esperanza de que podría termi-
24 FENELON

Por su parte, Fenelón, que durante cuatro años


había estado defendiéndose con sorprendente elo-
cuencia digna y humilde a la vez- contra los du-
ros ataques de Bossuet, acató con resignada gene-
rosidad la decisión de Roma. Y en decreto pastoral
de 9 de abril de aquel mismo año dió testimonio
público de su sometimiento al magisterio de la Igle-
sia. "Nos adherimos escribió a ese breve, mis
queridos hermanos, tanto en lo que atañe al libro
como a las veintitrés proposiciones, simplemente,
absolutamente y sin sombra de restitución. Asimis-
mo condenamos tanto el libro como las veintitrés
proposiciones, precisamente en la misma forma, con
las mismas calificaciones , simplemente, absoluta-
mente y sin restricción alguna . Además, prohibi-
mos, bajo la misma pena, a todos los fieles de esta
diócesis, el leer o guardar tal libro."
La reiterada actitud con que Luis XIV, imperti-
nente en ocasiones, solicitaba del papa la condena-
ción fulminante de la obra de Fenelón, es un signi-
ficativo indicio de aquella prevención o enemistad,
ya aludida, que tuvo siempre para el protegido de
la Maintenón. Las causas de ello pudieron ser las
doctrinas políticas sustentadas por Fenelón, poco
concordes con las supremas aspiraciones del Rey
Sol. De ser ello cierto , en aquel mismo año de 1699
de la condenación de las Máximas, le ocurrió un per-
cance de resabio político que contribuyó a apar-
tarle más aún de la consideración del rey y de la
corte. Un criado infiel, encargado de transcribir el
original de las Aventuras de Telémaco, escritas
años antes para lectura del duque de Borgoña, ven-
dió secretamente una copia a un librero, y salió así
a la luz pública la relación de las aventuras del
hijo de Ulises. El Telémaco es un poema en prosa,
que tiene tanto de poesía para cautivar la imagina-
ción con el recuerdo de las epopeyas clásicas , como
de directorio político y moral para educar la volun-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 25

tad con los consejos que al joven Telémaco da Mi-


nerva bajo la figura de Mentor. Pero la malicia del
tiempo quiso ver en seguida, a través de esos conse-
jos, una sátira contra el gobierno de Luis XIV, y,
aunque la obra se publicó como anónima, se atri-
buyó . instintivamente al postergado arzobispo de
Cambrai. El éxito del libro fué equiparable al de
un libelo político, y, prohibido por ello en Francia,
fué reproducido en copiosas ediciones en Holanda.
Sin embargo, nunca fueron ésas las intenciones de
Fenelón, y de hecho , reducido hoy el libro a su fin
educador, nadie ve ya, en sus orientaciones políti-
cas, ningún respingo satírico que pueda deslucir las
artes de gobierno del más grande de los Borbones
franceses..
A partir, sin embargo, de este duro año de 1699,
la vida de Fenelón se desenvuelve sin incidentes
-aunque con cierto resabio de amargura y desilu-
sión , mientras lleva a cabo la virtuosa empresa
de convertir el encubierto destierro en afanoso cum-
plimiento de sus deberes de pastor de almas. Du-
rante este último período de su vida escribió libros,
combatió vigorosamente el jansenismo, que domina-
ba en la población flamenca de Cambrai, y, sobre
todo, se desveló por el florecimiento del seminario
del arzobispado, dotándole de valiosas normas edu-
cativas y enseñando él mismo, en él, a los jóvenes
clérigos. De esta época de su postergación datan
varias de sus obras de tema filosófico, como la co-
lección de Cartas sobre religión y metafísica y el
notable tratado acerca de la Demostración de la exis-
tencia de Dios, publicado en 1713, en el que, ade-
más de refutar el sistema de Malebranche sobre la
naturaleza y la gracia, intenta la demostración fun-
dándose en las doctrinas, de razón pura, de San
Agustín y Descartes.
A fines del año de 1711 vino un inesperado acon-
tecimiento a darle esperanza de que podría termi-
26 FENELON

nar pronto su postergada situación. Por muerte del


hijo de Luis XIV , subió a la dignidad de delfín el
duque de Borgoña, su discípulo, nieto del gran rey.
La inclinación y el afecto que aún sentía el prín-
cipe —ya hombre de veintinueve años— por su ilus-
tre preceptor, abrieron la posibilidad de un cambio
de posición, e incluso planeó Fenelón en las llama-
das Tablas de Chaulnes, de acuerdo con los fami-
liares del Delfín, unos proyectos políticos para in-
troducir reformas capitalísimas en el reino en cuan-
to llegara la ocasión. Mas la ocasión se frustró en
todos los aspectos con la prematura muerte del dis-
cípulo, ccurrida el 16 de febrero de 1712, seis me-
ses después de proclamado delfín. La Providencia no
quiso que viera Fenelón realizados sus proyectos
políticos -con los que, sin duda, hubiese hecho ade-
lantar la historia política de Francia, en cosa de un
siglo ni siquiera que compulsase en la piedra de
toque del trono hasta dónde alcanzaban los frutos
de su ardua tarea de preceptor de príncipes.
Fenelón no llegó a sobrevivir muchos años a su
discípulo. Combatido su cuerpo por el constante
trabajo y minado su espíritu por la tristeza, co-
menzó a flaquear su salud. Volviendo, en cierta
ocasión, de una visita pastoral, se volcó el carrua-
je en que viajaba con sus domésticos, y, aunque
nadie recibió daño de consideración , el accidente
fué un batacazo para la salud del celoso arzobispo.
De tal manera, que, caído desde entonces en cama,
la fiebre le fué consumiendo, hasta que, al fin, ex-
piró, el 7 de enero de 1715, espiritualmente abstraí-
do de todas las cosas de este mundo , que le había
sido tan engañoso y falaz.

LORENZO CONDE
www

LA

EDUCACIÓN

DE LAS

JÓVENES
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་་་་…་་
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CAPÍTULO

PRIMERO

www

De la importancia de la educación
de las jóvenes

ADA hay tan descuidado como


la educación de las jóvenes.
El hábito y el capricho de
las madres influyen a menudo
N
en ellas de manera decisiva.

Es opinión corriente que hay que dar a las


jóvenes una instrucción escasa. La educa-
ción de los muchachos es tenida por uno

de los asuntos principales que atañen al


bien público, y, aunque no se cometan en
ella menos faltas que en la de las jóvenes ,
todos están contestes, cuando menos, en
30 FENELON

que son necesarias muchas luces para es-


tablecerla con bien. Las personas de más
ingenio se han aplicado a dar reglas so-
bre esta materia. ¡ Cuántos maestros y co-

legios vemos ! ¡ Qué de gastos para impre-


siones de libros , para investigaciones cien-
tíficas, para métodos de enseñanza de
lenguas, para la selección de profesores !
Todos estos grandes preparativos tienen
a menudo más apariencia que solidez ; pe-
ro al cabo ellos indican qué alta idea se
tiene de la educación de los muchachos.
En cuanto a las jóvenes, se dice : "No hace
falta que sean sabias ; la curiosidad las
convierte en vanas y afectadas ; basta con
que un día sepan llevar la casa y obede-
cer a sus maridos sin chistar." No se deja
de sacar provecho del ejemplo de las mu-
chas mujeres a quienes el saber ha vuelto
ridículas. Después de lo cual todos se
creen en el derecho de abandonar ciega-
mente a las jóvenes en manos de madres
ignorantes e indiscretas.
Es verdad que se ha de evitar el hacer
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 31

de las jóvenes ridículas sabihondas. Las


mujeres son de ordinario de condición más

débiles y curiosas que los hombres ; y así


no es conveniente iniciarlas en estudios

en los que pudieran enfrascarse, ni les in-


cumbe el gobierno del Estado , ni los tra-
bajos de la guerra, ni el ministerio de las

cosas sagradas. Por manera que pueden


prescindir de ciertos extensos conoci-

mientos sobre política, arte militar, juris-


prudencia, filosofía y teología. La mayor
parte de las artes mecánicas tampoco son
para ellas ; mejor les convienen ejercicios
moderados . Tienen el cuerpo, al igual que

la inteligencia, menos robusto que el del


hombre. En cambio la naturaleza les ha
dado habilidad, limpieza y economía para
emplearlas tranquilamente en sus casas.
¿Pero qué se origina de la natural de-
bilidad de las mujeres ? Cuanto más débi-
les son, más importa fortificarlas . ¿ Acaso
no tienen deberes que cumplir, deberes
que son el fundamento de la vida huma-

na? ¿ No son ellas, por ventura , las que


32 FENELON

arruinan o sostienen las familias, las que


cuidan de las menudencias de la casa, las

que, por lo tanto, influyen de manera de-

cisiva en lo que de más cerca interesa a


todo el género humano ? Por este lado les
corresponde la parte principal en las bue-
nas o en las malas costumbres de casi to-

do el mundo. Una mujer juiciosa, diligen-


te y cristiana es el alma de una casa ; ella
pone orden en los bienes temporales y en
la salvación de las almas . Los mismos

hombres, que gozan en público de toda la


autoridad, no pueden con deliberaciones
llevar a cabo nada de positivo provecho

si las mujeres no les ayudan a ello .


El mundo no es un ente quimérico : es
la reunión de todas las familias ; y, para

atender a su policía, ¿ quién mejor que las


mujeres, las cuales, además de su auto-
ridad natural y de su asiduidad casera,
tienen la ventaja de ser nativamente cui-
dadosas, activas, persuasivas e insinuan-
tes ? ¿ Pueden los hombres esperar para
sí las dulzuras de la vida, si su más ínti-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 33

ma sociedad, que es el matrimonio, se les


vuelve amargores ? Y en cuanto a los ni-
ños, que constituirán más adelante todo el
género humano, ¿ qué será de ellos si las
madres les echan a perder desde sus pri-
meros años ?
He aquí, pues, las ocupaciones de las
mujeres, que no son menos importantes
para la sociedad que las de los hombres ,
ya que tienen casa de que cuidar, marido
a quien hacer feliz , hijos a quienes educar.
Añadamos que no es menos importante
la virtud en las mujeres que en los hom-
bres ; sin hablar del bien o del mal que
pueden hacer a la sociedad, ellas son la
mitad del género humano redimido por la
sangre de Jesucristo y destinado a la vi-
da eterna .

Finalmente, hay que considerar, ade-


más del bien que hacen las mujeres cuan-
do están bien educadas, el mal que cau-
san en el mundo cuando están faltas de

una educación que les inspire la virtud.


Siempre la mala educación de las muje-
3
34 FENELON

res ha causado más daño que la de los


hombres , ya que la mala conducta de és-
tos proviene con frecuencia de lo mal que
les han criado sus madres y de las pasio-
nes que más adelante les han inspirado
otras mujeres .
¡Qué de intrigas no se nos ofrecen en
las historias , qué de trastornos en las le-
yes y en las costumbres , qué de guerras
sangrientas, qué de ataques a la religión,
qué de revoluciones de Estado , todo ello
por causa de los desarreglos de las mu-
jeres ! Esto demuestra la importancia de
la buena educación de las jóvenes . Vea-
mos la manera de llevarla a cabo.
CAPÍTULO

II

Inconvenientes de las educaciones


ordinarias

A ignorancia de una joven es


la causa de que se aburra y no
acierte a dar con pasatiempos
inocentes .

Cuando ha llegado a cier-


ta edad sin haberse ocupado en cosas de
provecho, ya no puede encontrar en ellas
gusto ni estimación. Todo lo que es serio
se le figura triste ; todo lo que exige una
atención sostenida la cansa. La afición a

las diversiones que es grande en la ju-

ventud- , el ejemplo de las muchachas de


366
FENELON

su misma edad que viven en pleno rega-


lo..., todo contribuye a quitarle el gusto
de una vida ordenada y ocupada. En estos
sus primeros años no tiene experiencia ni
autoridad para dirigir ningún trabajo en
la casa de sus padres . Ni siquiera se hace
cargo de la importancia de esas cosas, a
menos que su madre haya cuidado de ha-
cérsela ver detalladamente . Si es joven de
calidad , está exenta del trabajo manual :
sólo trabajará, pues, algunas horas dia-
rias, y eso porque se dice, sin saber por
qué, que es bueno que las mujeres traba-
jen ; pero muchas veces no lo hará más

que por el bien parecer y no llegará a


acostumbrarse a una labor sostenida.

Y en esta disposición, ¿ qué es lo que


hará? La compañía de su madre, que la
vigila, que la riñe , que cree educarla bien
no perdonándole nada, de quien tiene que
aguantar el genio y a la que ve siempre
abrumada por las preocupaciones caseras,
la incomoda y descorazona. La joven es-
tá rodeada de mujeres aduladoras, las
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 37

cuales, haciendo por manera de insinuar-


se con bajas y peligrosas complacencias ,
dan alas a sus caprichos y le hablan de
todo lo que puede hacerle aborrecible el
bien ; la piedad se le antoja aburrida ocu-
pación, incompatible con las diversiones.
¿ En qué, pues, se ocupará ? En nada bue-
no, ciertamente, y esta ociosidad acabará
por convertirse en costumbre incurable.
He aquí, sin embargo, un gran vacío que
no es probable que se llene con nada de
provecho. Serán, pues, cosas frívolas las
que la ocupen. En esta ociosidad , la joven
se dejará llevar por la pereza, y la pereza,
que es languidez del alma, es asimismo
venero inagotable de aburrimiento . La jo-
ven se acostumbrará a dormir mucho más

de lo que es necesario para conservar una


perfecta salud. Este sueño excesivo no
hará más que enervarla, volverla más de-
licada, más expuesta a las perturbaciones
del cuerpo ; mientras que el sueño mode-
rado , acompañado de un ejercicio metó-
dico, nos da alegría, vigor y robustez ; lo
38 FENELON

cual constituye, sin duda, la perfección


del cuerpo , sin contar lo bueno que es pa-
ra el alma .

Cuando la molicie y la ociosidad van


acompañadas de la ignorancia, nace de
ellas una afición malsana a las diversio-

nes y a los espectáculos . También son ori-


gen de una indiscreta e insaciable curio-
sidad.

Las personas instruídas que se ocupan


en cosas serias son, de ordinario , mode-

radamente curiosas. Lo que saben les ha-


ce despreciar muchas de las cosas que ig-
noran ; ven lo inútil y lo ridículo de la
mayor parte de las cosas que las menta-
lidades limitadas, que nada saben y en
nada tienen que ocuparse , se apresuran a
aprender.
Por lo contrario, la imaginación de las
jóvenes ignorantes y desaplicadas mari-
posea continuamente de un lado para otro.
A falta de más dignos objetos , su curio-
sidad se dirige ávidamente hacia cosas
vanas y peligrosas. Las muchachas inte-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES , 39

ligentes se convierten en presumidas y


leen los libros que pueden fomentar su
vanidad ; se apasionan por las novelas , por
las comedias , por las relaciones de qui-
méricas aventuras , en las que interviene
el amor profano ; se apartan de la reali-
dad, acostumbrándose al magnílocuo len-
guaje de los héroes novelescos ; y así se
echan a perder también para la vida , por-
que todos esos bellos sentimientos sin fi-

nalidad, todas esas generosas pasiones,


todas esas aventuras que el autor de la
novela inventó para solaz y recreo , nada
tienen que ver con lo que en la realidad
nos mueve o con lo que influye en los
acontecimientos, ni con los desengaños
que encontramos en muchas de las cosas
que emprendemos.

La desdichada que está imbuída de las


ternezas y de las maravillas que la han se-
ducido en sus lecturas , se asombra de no
encontrar en la realidad personajes pare-

cidos a aquellos héroes ; ella quisiera vi-


vir como esas princesas imaginarias de
40 FENELON

las novelas, siempre encantadoras y siem-


pre adoradas, que están constantemente
por encima de todas las necesidades. ¡ De
qué mala gana desciende desde las altu-
ras del heroísmo hasta las bajas ocupacio-
nes de la casa !
. Algunas llevan su curiosidad todavía
más allá y se meten a dar su opinión en
materia de religión, aunque no estén en
condiciones de hacerlo . Y las que no tie-

nen la inteligencia bastante abierta para


estas cuestiones, dirigen su curiosidad ha-
cia lo que está a su alcance ; quieren saber
lo que se dice, lo que se hace ; una canción,
una noticía, una intriga las interesa ; les
place recibir cartas y leer las que los de-
más reciben ; quieren que se les diga todo
y que se les deje también a ellas decir
todo lo que saben ; son vanidosas , y la va-
nidad hace mover mucho la lengua ; son

ligeras, y la ligereza no da lugar a la re-


flexión, que las haría callar muchas veces .
CAPÍTULO
III

Cuáles son los principales fundamentos


de la educación

ARA remediar todos esos ma-

les, es gran ventaja la de po-


der empezar la educación de
las jóvenes desde su más
P
tierna infancia. En los pri-
meros años, en que se deja a las niñas en
manos de mujeres indiscretas y a veces de
no buena conducta, es justamente cuan-
do más profundas se graban las impresio-
nes. Estas impresiones , por lo tanto, in-
fluyen poderosamente en el resto de la
vida.
42 FENELON

Antes de que los niños sepan hablar del


todo, es bueno prepararlos ya para la en-
señanza . Acaso crean algunos que exage-
ro, pero basta considerar lo que hace el

niño que no habla todavía . Está apren-


diendo un idioma, que pronto hablará con
mayor perfección que no hablan los sa-
bios las lenguas muertas que trabajosa-
mente estudiaron en la edad madura. ¿Y
en qué consiste aprender un idioma ? No
consiste únicamente en atiborrar la me-

moria de palabras, sino , como dice San


Agustín, en considerar el sentido de
cada una de ellas en particular. El niño
-dice-, en medio de su gritería y de sus

juegos, advierte a qué objeto corresponde


cada signo ; unas veces lo hace conside-

rando los gestos con que naturalmente se


tocan o se señalan los objetos de que se
habla ; otras, sorprendido de la repetición
frecuente de una misma palabra para de-

signar un mismo objeto . Cierto es que el


cerebro de los niños está dispuesto para

recibir con admirable facilidad las impre-


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 43

siones de todas esas imágenes . Pero


¡ cuánta atención se necesita para discer-
nir unas de otras y aplicar cada una de
ellas a su objeto !

Considerad , también, cómo buscan en


esta edad los niños la compañía de quie-
nes les adulan y cómo se apartan de los
que les reprenden ; con qué oportunidad
gritan o se callan para obtener lo que de-
sean, y cómo se hacen ya celosos y astu-
tos . He visto -dice San Agustín- a un
niño celoso : aún no sabía hablar y, páli-
do el semblante, miraba ya con ojos irri-
tados al niño que mamaba con él .
Se puede, pues, considerar que, en esta
edad , tienen los niños más conocimientos
de los que ordinariamente se cree ; así,
con palabras reforzadas con el gesto y el
tono de la voz, se les puede inclinar a
gustar de las personas honradas y virtuo-
sas con preferencia a las de poco juicio,
con las que sería un peligro para ellos
simpatizar ; así, también, con la expresión
del rostro y las inflexiones de la voz se
44 FENELON

les puede representar con disgusto a las


personas que han visto encolerizadas o
cometiendo otra falta cualquiera ; y, con

voz dulce y rostro sereno, reproducirles


con muestras de admiración cuanto han
visto llevar a cabo con sensatez y mo-
destia.

Yo no quiero dar a esas cosas más im-


portancia de la que tienen ; pero es mi
opinión que no conviene descuidar estas
naturales aptitudes .
La costumbre de preparar así a los ni-
ños desde sus primeros años facilita des-
pués insensiblemente la educación.
Si alguien dudara todavía de la influen-
cia que tienen en la edad madura estas
preocupaciones infantiles, no tiene más
que considerar cómo se conserva vivo y
conmovedor, aun en la edad avanzada , el
recuerdo de lo que en la niñez fué el ob-
jeto de nuestro cariño . Si en vez de ate-
morizar inútilmente a los niños hablándo-

les de espíritus y de fantasmas , con lo


que se consigue únicamente debilitar su
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 45

tierno cerebro con emociones demasiado

fuertes ; si , en lugar de permitir a las amas


que les designen a su antojo lo amable y
lo aborrecible, se pusiera mayor cuidado
en inspirarles una idea agradable acerca
del bien y una idea de horror acerca del
mal, no cabe duda de que se les facilitaría
en gran manera para lo sucesivo la prác-
tica de todas las virtudes. Por lo contra-

rio, se les hace que teman a un cura ves-


tido de negro ; se les habla de la muerte
sólo para atemorizarles ; se les cuenta que
los difuntos vuelven por la noche revesti-
dos de formas horrorosas. Con todo esto

no se hace más que debilitar y amedren-


tar su espíritu y hacerles entrar en pre-
vención contra las mejores cosas.
Lo que más interesa en esa edad es cui-
dar de la salud del niño, procurando , por
un sencillo régimen de vida y una acer-
tada elección de los alimentos , conservar

pura su sangre. Hay que reglamentar sus


comidas, de manera que coma siempre,
poco más o menos, a las mismas horas,
46 . FENELON

procurando que se alimente con la fre-


cuencia que su naturaleza exija ; que no
coma fuera de las comidas, para que no

se recargue el estómago en tanto que no


haya acabado la digestión ; que no comą
nada tan sabroso que le induzca a comer
más de lo que necesite y le haga perder
el gusto a los alimentos más convenien-
.
tes para su salud ; en fin, que no le sirvan
una variedad excesiva de platos, ya que
la sucesiva variedad de viandas mantiene
vivo el deseo de comer, aun cuando esté
ya satisfecha la verdadera necesidad .
Tampoco es conveniente ' apresurar la
instrucción sin dejar antes que se acabe

de formar el organismo del niño. Evítese


todo lo que pueda ser incentivo para las
pasiones, y acostumbrese poco a poco al
niño a prescindir de cosas por las que de-
muestre excesiva inclinación, con el fin de
que no se acostumbre a obtener cuanto
desee.

A poco bueno que sea el natural del ni-

ño, se puede conseguir así que sea dócil ,


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 47

sufrido, entero, alegre y reposado ; mien-


tras que, si desde un principio se le des-
cuida, será ardoroso e inquieto toda su
vida ; le bullirá la sangre, se arraigarán
sus costumbres ; tierno aún el cuerpo y no
inclinada el alma hacia ningún objeto, se
acostumbrará al mal y quedará manchada
con un a manera de segundo pecado ori-
ginal, que será más adelante la causa de
mil excesos .

Cuando llega el niño a una edad más


avanzada, en que está ya desarrollada su
razón, conviene que todo lo que se le diga
tienda a hacerle estimar la verdad y a ins-
pirarle desprecio por el disimulo . Así, no
debe usarse nunca de fingimientos para
calmarle o para convencerle de algo, por-
que sería darle una lección de astucia que
no olvidaría ya más , y conviene , en lo po-
sible, guiarle por medio de la razón.
Pero examinemos más de cerca al niño ,

para ver con más detalle lo que le convie-


ne. La substancia de su cerebro es blanda

y se va endureciendo día por día ; en cuan-


48 FENELON

to a la inteligencia, nada sabe : todo es


nuevo para ella. Esta blandura del cere-

bro hace que todo se imprima en él fácil-


mente, y la sorpresa que causa al niño
cualquier novedad es motivo de que de
todo se admire y de que sea muy curioso.
También es cierto que esta inconsistencia
y blandura del cerebro, unidas a una ele-
vada temperatura, le comunican un fácil
y continuado movimiento : de aquí proce-
de esa agitación de los niños, que no pue-
den fijar la atención en ningún objeto ni
tener quieto el cuerpo en parte alguna.
Por otra parte, como los niños nada sa-
ben hacer ni pensar por sí mismos , se fijan
en todo y hablan poco , si es que no se
les acostumbra a hablar demasiado , de lo
que hay que guardarse muy bien. Muchas

veces el querer divertirnos con sus gra-


cias es causa de que les echemos a perder :
les acostumbramos a que digan sin más
ni más todo cuanto se les ocurre y a ha-
blar de cosas sobre las que no tienen to-
davía conocimientos distintos ; y conser-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 49

van para el resto de su vida la costumbre

de juzgar con precipitación y de hablar de


cosas de las que no se han formado toda-

vía un concepto claro ; lo cual es muy


mala manera de formar su espíritu.
El considerar a los niños como objeto
de diversión produce, además , otro efecto
pernicioso : se dan cuenta de que uno se
mira en ellos, de que los demás observan
cuanto ellos hacen, de que se les escucha
con gusto. Y así se acostumbran a pensar
que siempre estará la gente pendiente de
ellos.

En esta edad, en que sólo se escuchan


aplausos y no se han sufrido todavía con-
tradicciones, se conciben quiméricas es-
peranzas, que se convierten más adelante

en semillero de desengaños. He visto ni-


ños que se figuraban que se hablaba de
ellos siempre que hablaban algunas per-
sonas en secreto , porque habían observa-
do que así se había hecho a menudo. Se
creían que todo era en ellos extraordina-
rio y admirable. Conviene , pues, cuidar de
4
50 FENELON

los niños sin darles a entender que se


piensa mucho en ellos. Demostrarles que,
si os preocupa lo que hacen, es por el ca-
riño que les tenéis y por la necesidad en
que están de ser guiados y no por la ad-
miración que sus gracias os causan. Con-
tentaos con formarlos poco a poco , a me-
dida que se vayan presentando natural-
mente las ocasiones. Aun cuando pudie-
rais avanzar mucho en su educación sin

necesidad de atormentarles, guardaos de


hacerlo, porque mayor que el fruto de esas
educaciones prematuras, que tanto ruido
meten, es el peligro de la vanidad y de la
presunción que acarrean.
Es preciso contentarse con ir siguiendo
el desarrollo natural de los niños, guián-
doles al mismo tiempo. Los niños saben
poco, y no hay que excitarles a hablar ;
pero, como ignoran muchas cosas, siem-
pre tienen preguntas que hacer ; por eso
hacen tantas . Basta con que se les con-

teste precisamente y con que se añadan


a veces algunas pequeñas comparaciones
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 51

para hacer más inteligibles las explica-


ciones que haya que darles. Si juzgan de
alguna cosa a medias, hay que ponerles
en un aprieto con alguna nueva pregunta
para hacerles ver su ligereza, sin confun-
dirlos, empero, demasiado ; al mismo
tiempo, hay que demostrarles, no con va-
gas lisonjas, sino con alguna prueba efec-
tiva de aprecio, que nos gusta mucho más
que duden y que pregunten lo que igno-
ran, que no que decidan lo que mejor les
parezca. Es la manera de inculcarles, muy
delicadamente, la verdadera modestia y
un gran desprecio por las discusiones a

que tan dados son los jóvenes de poca ins-


trucción .

Así que se hagan sensibles los progre-


sos de su razón, hay que valerse de ellos

para prevenir al niño contra la presun-


ción . "Ya ves - -se le dirá— que eres mu-

cho más razonable ahora que no el año


pasado ; dentro de un año comprenderás

cosas que hoy no puedes entender . SEMINARIO


año pasado hubieses querido juzgar de las
DE
LA
52
52 FENELON

cosas que ahora sabes y entonces ignora-


bas, habrías formado sobre ellas juicios
equivocados. Lo mismo cabe hoy decir de
lo que todavía te queda por saber. Ya ve-
rás algún día lo imperfecto que son tus
juicios de hoy. Mientras tanto , fíate de los
consejos de las personas que opinan como
opinarás tú mismo cuando tengas su edad
y su experiencia."
La curiosidad es en los niños una incli-

nación natural que va como al encuentro


de la instrucción ; no dejéis de sacar pro-
vecho de ella. Por ejemplo, en el campo,

ven un molino y quieren saber qué es ; hay


que explicarles cómo se hace el pan de
que nos alimentamos. Ven algunos sega-
dores, y hay que explicarles lo que están
haciendo , cómo se siembra el trigo y cómo
germina dentro de la tierra. En la pobla-
ción, ven tiendas en que se ejercen algu-
nas artes y en que se venden diversas
mercancías. Nunca deben importunarnos
sus preguntas ; son ocasiones que natural-
mente se presentan para facilitar la ins-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 53

trucción . Mostrad encontrar gusto en


ellas ; así les iréis enseñando insensible-
mente cómo se hacen todas las cosas que
sirven al hombre y son objeto del comer-
cio. Poco a poco , sin recurrir a ningún es-
tudio especial, llegarán a conocer la me-
jor manera de hacer todas esas cosas de
que tienen que usar, y el justo precio de
cada una de ellas, que es lo que constituye
el fundamento de la economía. Estos co-

nocimientos, que nadie debe desdeñar,


puesto que a todos nos interesa evitar que
se nos engañe en nuestros gustos, son
principalmente necesarios a los jóvenes .

}
CAPÍTULO
IV

De los malos ejemplos

os niños, que nada tienen gra-


bado todavía en el cerebro ni
tienen aún contrarias cos-

tumbres, son muy dados -a


causa de su misma ignoran-
cia a imitar todo lo que ven, cosa que
les es sumamente fácil. Por eso importa
mucho que sólo se les ofrezcan buenos
modelos. No se les permita juntarse con
personas que no son para imitadas ; pero
como, a pesar de todas las precauciones ,
no es posible evitar que presencien mu-
chas cosas poco conformes , hay que ha- .
56 FENELON

cerles ver desde un principio la grosería


de las personas viciosas y poco razona-
bles, con las que no hay que guardar mi-
ramientos. Es preciso enseñarles que el
que se deja llevar de sus vicios y no culti-
va su entendimiento se hace acreedor del

desprecio de todos . De este modo, sin


acostumbrar a los niños a burlarse de na-
die, se contribuirá a formarles el gusto y
a hacerles agradables las buenas formas.
No conviene dejar de darles a conocer al-
gunos defectos, aun a riesgo de llamarles
así la atención sobre debilidades de aque-

llos a quienes deben respeto ; porque , so-


bre que no es de esperar que se les pueda
mantener en la ignorancia de las verda-
deras reglas sobre el particular -cosa que
tampoco sería justo hacer-, el medio
más seguro de mantenerlos en el cumpli-
miento de sus deberes es el de persuadir-
les de que hay que soportar los defectos
de los demás ; de que no hay que juzgar
con ligereza de estos defectos , que a veces
parecen mayores de lo que son y pueden
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 57

estar compensados con buenas cualida-

des ; de que, como nada hay perfecto en


este mundo , debemos admirar lo que me-
nos imperfecciones ofrece. En una pala-
bra, aunque sea mejor reservar estas ins-
trucciones para último caso , conviene,
sin embargo, inculcar a los niños los bue-
nos principios y ponerles en guardia con-
tra lo malo que tienen a la vista para que
no se les ocurra imitarlo.
Conviene también evitar que los niños
remeden a las personas ridículas, porque
las maneras zumbonas y cómicas tienen
mucho de bajo y de contrario a los senti-
mientos delicados. Es de temer que las
adquieran los niños , porque lo exaltado de
su imaginación y lo flexible de su cuer-
po, junto con la jovialidad de su carácter,
les predisponen a imitar todo cuanto ven
de ridículo .
Esa inclinación de los niños es causa
de infinidad de males cuando se les en-

trega a personas sin principios , que no se


moderan delante de ellos. Pero, con esta
58 FENELON

inclinación, Dios les ha dado también fa-

cilidades para acostumbrarse sin esfuerzo


a todo lo bueno . Muchas veces bastará
señalarles en los demás lo que se desea
que ellos hagan.
CAPÍTULO
V

Métodos indirectos de instrucción .


No conviene apurar a los niños

ASI estoy por decir que habría


que emplear a menudo esos
métodos indirectos de ins-

trucción, que no son enojosos


como las lecciones y las re-
primendas , con objeto de llamar la aten-
ción de los niños hacia los ejemplos que
les convenga imitar.

Así, una persona podría preguntar a


otra, delante del niño : "¿ Por qué hace us-
ted eso?", y contestaría la otra : "Lo hago
por tal o cual motivo ." Por ejemplo : "¿ Por
60 FENELON

que ha confesado usted su falta ?" "Por-

que la hubiera cometido mayor desmin-


tiéndola cobardemente y porque no hay
nada tan bello como decir con toda fran-

queza : he obrado mal. " Después de esto,


la primera persona puede alabar a la que
de tal modo se ha acusado a sí misma.

Pero es preciso hacerlo con mucha natu-


ralidad , porque los niños tienen más pe-
netración de lo que se cree y, así que sos-

pechan malicia en los que les dirigen,


pierden la sencillez y la confianza que les
son naturales.

Ya hemos hecho notar que el cerebro


de los niños es fácilmente impresionable,
y las imágenes de los objetos sensibles se
graban en él vivamente. Conviene apro-
vechar estas condiciones. Pero es preciso
escoger bien las imágenes que se han de
grabar en su tierno cerebro ; que en un re-
cipiente tan delicado y reducido sólo co-
sas exquisitas pueden verterse . Es menes-
ter acordarse de que, en esta edad, sólo
hay que inculcar en el espíritu lo que se
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 61

desea que permanezca en él toda la vida.


Las primeras imágenes que se graban en
el cerebro cuando éste es tierno todavía
y nada lleva escrito, son las que más pro-

fundamente se imprimen. Además, esas


imágenes se endurecen a medida que, con
los años, se va secando el cerebro ; y así
conviértense en indelebles. De aquí que

cuando se llega a viejo se recuerdan dis-


tintamente las cosas de la juventud, por
más que estén ya lejos , al paso que se re-

cuerdan con dificultad las que se vieron


en edad más avanzada , porque se impri-
mieron sus huellas en el cerebro cuando

éste estaba más enjuto y lleno de otras


imágenes .
Cuando oímos semejantes razonamien-
tos nos resistimos a darles crédito ; pero

lo cierto es que así razonamos, sin dar-


nos cuenta de ello. ¿ No decimos a cada
paso : "Soy ya demasiado viejo para cam-
biar de costumbres o de ideas , lo he ma-
mado con la leche?" Por otra parte, ¿ no

sentimos un placer especial al recordar lo


62 FENELON

. que vimos en la niñez ? Las inclinaciones

que se adquieren en esa edad, ¿ no son aca-


so las más fuertes ? ¿ No prueba todo eso
que las primeras impresiones y las cos-
tumbres de la infancia son las que más
arraigan en nosotros ?
Pero si bien las imágenes se graban fá-
cilmente en el cerebro del niño, preciso

es confesar que no es su fuerte el razona-


miento. La inteligencia de los niños es co-
mo una vela encendida expuesta al vien-
to ; su llama está vacilando siempre. Os
hace el niño una pregunta , y, antes de que
le hayáis contestado , ya tiene puestos los
ojos en otra parte, contando las figuras
del techo o los cristales de la ventana ; si

pretendéis volverle a su primer objeto , le


atormentáis como si le tuvierais atado.
Por eso conviene no fatigar su inteligen-
cia, en tanto que se va robusteciendo. Con-
testad con prontitud a sus preguntas y

dejadle que os haga otras a su gusto. Li-


mitaos a conservar despierta su imagina-
ción y a hacer acopio de buenos materia-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 63

les en su memoria. Ya llegará el día en


que estos materiales se relacionarán por
sí solos y el niño razonará por su cuenta.
En tanto, contentaos con encaminarle
cuando no razone derechamente y con ir
enseñándole, aunque sin apurarle dema-
siado, según las facilidades que él mismo
os dé, a sacar consecuencias acertadas de

lo que vea.

Dejad, pues, al niño que juegue , y`mez-


clad la instrucción con el juego ; haced que
la razón se le muestre sólo a intervalos

y con la sonrisa en los labios, y guardaos


de cansarle con una exactitud enojosa.
Si el niño se forma una triste y pesada
idea del bien, y la licencia y el desorden
se le presentan bajo formas agradables ,
todo se habrá perdido y vuestros esfuer-
zos serán vanos. No le dejéis intimar con
personas de costumbres desordenadas y
de espíritu estrecho, porque nos dejamos
llevar muy fácilmente a gustar de los há-
bitos y de los sentimientos de aquellos
con quienes simpatizamos, y el gusto que
64 FENELON

desde luego se experimenta en la compa-


ñía de las personas groseras hace que po-
co a poco lo encontremos hasta en los de-

fectos que las afean.


Para que el niño se acostumbre a encon-
trar gusto en la compañía de las personas
cultas, se le debe hacer notar lo que ellas
tienen de amable y de bueno : la sinceri-
dad, la modestia, el desinterés, la fideli-
dad, la discreción de que están adornadas
y principalmente la piedad, que es la prin-
cipal de las cualidades y la madre de to-
das las demás .

Si esas personas tienen algún defecto,


habrá que decirle al niño : "No es la pie-
dad, ciertamente, la que da esos defectos ;
cuando es perfecta, los quita o a lo menos
los dulcifica." Después de todo , no hay
que empeñarse en que gusten los niños de
ciertas personas piadosas cuyo exterior
sea desagradable.
Aunque os estéis vigilando constante-
mente, no creáis que por eso deje de en-
contrar el niño defectos en vosotros ; mu-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 65

chas veces percibirá hasta vuestros más


pequeños descuidos .

Dice San Agustín que ya desde su in-


fancia se había dado cuenta de la vanidad

de sus maestros en los estudios. Lo mejor


que podéis hacer es conocer vuestros de-

fectos tan bien como pueda conocerlos el


niño, y haceros advertir de ellos por ami-
gos sinceros. Generalmente los encarga-
dos.de los niños no les perdonan nada,
mientras se lo perdonan todo a sí mismos.
Esto fomenta en los niños un espíritu de
crítica y de malicia ; de suerte que , cuan-
do han visto cometer alguna falta a la
persona encargada de su dirección, se ale-
gran de ello y no perdonan ocasión de des-
preciarla.
Evitad este inconveniente ; no temáis
hablar de vuestros defectos visibles y de

las faltas que hayáis cometido delante de


los niños. Si los juzgáis capaces de com-

prender vuestras razones, decidles que


queréis enseñarles a corregirse de sus de-
fectos corrigiéndoos de los vuestros . De
5
66 FENELON

este modo os valdréis de vuestras mismas


imperfecciones para instruir y edificar al

niño y para alentarle en su perfecciona-


miento ; y así evitaréis también el despre-
cio y el disgusto que podrían inspirarle
vuestros defectos.

Al mismo tiempo hay que buscar todos


los medios de hacer agradable a los niños
lo que de ellos se exige. Si tenéis que pro-

ponerles algo que pueda cansarles, haced-


les comprender que el gusto compensará
pronto la pesadez del trabajo ; hacedles
ver siempre la utilidad de lo que se les
enseña, para que vean la relación de las
cosas con el comercio del mundo y con
los deberes que impone la condición de
cada uno. De otro modo, el estudio les pa-
recerá un trabajo abstracto , estéril y es-
pinoso. "¿De qué sirve -dicen para sí
mismos- aprender todas esas cosas de
que jamás se habla en las reuniones y que
no tienen ninguna relación con lo que nos
veremos obligados más adelante a ejecu-
tar?" Hay, pues , que darles cuenta y ra-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 67

zón de todo lo que se les enseña. " Eso es


-diréis al niño para ponerte en condi-
ciones de hacer bien lo que algún día ten-
drás que hacer ; para formar tu juicio ; pa-
ra que te acostumbres a juzgar con acierto
de todas las cosas de la vida." Conviene
mostrarles siempre un fin positivo y agra-

dable que los aliente en el trabajo, y no


pretender nunca sujetarlos de manera du-
ra y absoluta .
Como no os veáis obligados a ello por
la necesidad, no pongáis nunca esa cara
severa e imperiosa que infunde miedo a
los niños. Muchas veces eso no es más que
afectación y pedantería en los precepto-
res ; porque los niños, por lo general , son
tímidos y vergonzosos . Tratándolos de
esa manera se encerrarán en sí mismos y
perderán la confianza en vosotros , sin la
cual no es posible que la educación dé los
frutos apetecidos. Haceos amar de ellos ;
que os traten con franqueza y que no ten-
gan reparo en dejaros ver sus defectos.

Para conseguirlo, tratad con indulgencia


68 FENELON

a los que no fingen con vosotros. No os


mostréis sorprendidos ni irritados por sus
malas inclinaciones ; al contrario , manifes-
tad que les compadecéis por sus debilida-
des. Acaso tenga eso a veces el inconve
niente de que no les contenga tanto el te-
mor ; pero, bien pensado , la confianza y
la sinceridad les son más necesarias que
la autoridad rigurosa .

Por otra parte, siempre se está a tiem-


po de emplear la autoridad cuando no bas-
ten la confianza y la persuasión ; pero con-
viene empezar siempre con un modo de
proceder franco, alegre y familiar, sin ba-
jeza, que proporcione ocasiones de ver a
los niños en su natural estado y de cono-
cerlos a fondo . En fin, aun cuando les re-
dujereis por la autoridad a la observancia
de todas vuestras órdenes, no por eso con-

seguiríais vuestro objeto ; todo se volve-


ría formalidades embarazosas y acaso hi-

pocresía ; les haríais aborrecible el bien,


hacia el cual sólo deberíais intentar ins-
pirarles amor
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 69

Si las personas prudentes y sabias han


recomendado siempre a los padres que es-
tén amenazando continuamente con los
azotes a los hijos ; si han dicho que el pa-
dre que se divierte con su hijo concluirá
por llorar, no es porque censuren la edu-

cación suave y paciente. Censuran única-


mente a esos padres débiles y poco con-
siderados que fomentan los defectos de
sus hijos y sólo piensan en divertirse con
ellos mientras son niños , hasta el punto

de aguantarles sus impertinencias.


La consecuencia que hay que sacar de
eso es la de que los padres deben conser-
var siempre la autoridad para castigar,
porque hay naturalezas que sólo se doman
con el temor ; pero lo repito- sólo hay
que hacerlo así cuando no es posible de
CIENC

otro modo.
IAS

Y
Fri-
Cuando el niño obra todavía po
DE

confunde en su cabeza las cosasBIBLIOTECA


cho yI
LA EDUCACI

SDE CIENCIAS
ON

se le presentan unidas, aborrece el este LA

dio y la virtud porque siente de atentarGACION


..
COMPLUTENSE
70 FENELON

aversión a las personas que le hablan de


esas cosas.

He aquí el origen de esa idea tan som-


bría de la piedad que conserva durante
toda su vida : es, muchas veces , lo único

que le queda de una educación severa.


Conviene, en ocasiones , tolerar cosas que
merecerían corrección y esperar el mo-

mento en que la inteligencia del niño esté


dispuesta para recibirla. Nunca le repren-
dáis en su primer impulso ni en el vues-
tro. En este caso, verá que obráis llevados
del humor y del genio y no de la razón y
del cariño , y así amenguaréis vuestra au-
toriad. Si le reprendéis en su primer mo-
vimiento, le es entonces difícil confesar
su falta, dominarse y comprender el al-
cance de vuestras observaciones ; es expo-

nerle a que os falte al respeto. Dadle a


entender siempre que sois dueños de vos-
otros mismos ; nada como vuestra pacien-
cia se lo demostrará. Estad atentos con-
tinuamente varios días, și es necesario ,
para corregirle en tiempo oportuno. Nun-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 71

ca señaléis al niño un defecto suyo , sin


indicarle al mismo tiempo algún medio de
corregirlo que le anime a hacerlo, porque
conviene evitar el pesar y el desaliento
que inspira la corrección hecha con seque-
dad. Si os encontráis con un niño algo ra-
zonable, lo mejor es incitarle insensible-
mente a que pida que se le hagan notar
sus defectos. Es el medio de decírselos sin

que se aflija, pero , aun así, no se le deben


indicar nunca varios a la vez.

Hay que tener en cuenta que los niños


tienen la cabeza débil ; que , por sus pocos

años , sólo gustan de las diversiones y que


se les pide muchas veces una exactitud y
una seriedad de que no son capaces los
mismos que las exigen. Se produce así en
su carácter una peligrosa impresión de
fastidio y de tristeza al hablarles de cosas

que no entienden ; no se les permite la


más pequeña expansión ; todo se vuelve
lecciones, silencio, posiciones violentas,
correcciones y amenazas .

Mejor lo entendían los antiguos . Las


72 FENELO
N
1

principales ciencias, las máximas morales


y la delicadeza de las costumbres se in-
trodujeron entre los hebreos , los egipcios
y los griegos gracias al gusto que esos
pueblos encontraban en los versos y la
música. La gente poco leída lo pone en
duda : tan distante está eso de nuestras
costumbres . Sin embargo, por escasos co-
nocimientos históricos que se tengan, no

cabe dudar de que así sucedió durante va-


rios siglos . Esforcémonos , siquiera, en el
nuestro, en juntar lo agradable a lo útil
en cuanto sea posible.
Pero, aunque a veces haya que emplear
forzosamente el temor en muchos de los

niños que tienen el carácter duro e indó-


cil, no hay que recurrir a él, sin embargo ,
sino después de haber probado con pa-
ciencia todos los otros remedios. Para ello

es preciso que los niños sepan bien clara-


mente a qué se reduce lo que de ellos se
exige y qué deben hacer para que estemos
contentos de ellos . Su disposición ordina-
ria ha de ser la alegría y la confianza. De
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 73

otro modo se entorpece su inteligencia y


se abate su ánimo ; si son de carácter vivo ,
se irritan ; si de condición blanda, acaban
por volverse tontos.
El miedo es como esos remedios violen-

tos que sólo se emplean en los casos gra-


ves : limpian, pero alteran el organismo.
Por lo demás , aunque el castigo ha de
seguir algunas veces a la amenaza, para
que no dejen de hacer caso de ella debe-

mos procurar castigar mucho menos que


lo que decimos. Y cuando castiguemos ,
debemos cuidar de que la pena sea lo más
ligera posible, pero acompañada de las cir-
cunstancias más convenientes para inspi-

rar al niño vergüenza y remordimiento.


Dadle a entender, por ejemplo , lo doloro-
so que os ha sido tener que recurrir a tal
extremo ; hablad delante de él con otras

personas de lo desventurados que son los


que faltan a la razón y al honor, hasta el
punto de hacerse merecedores de casti-

go ; suprimid las muestras de cariño que


soléis darle , hasta que le veáis necesitado
74 FENELON

de consuelo. Hágase público o guárdese


en secreto aquel castigo, según que se juz-
gue que es más conveniente avergonzar al
niño o darle a entender que se le ahorra
el bochorno ; pero es mejor guardar la
reconvención en público para último ca-
so. Conviene a veces valerse de una per-

sona razonable que consuele al niño, que


le diga lo que vosotros no podéis enton-
ces decirle , que le disponga a volver a vos-
otros, y a la cual, el niño , en su emoción,
pueda abrir su corazón con más libertad
que lo haría ante vosotros . Pero cuidad,
sobre todo, que no parezca que exigís del
niño únicamente el acto de sumisión ; ha-
ced que él mismo se reconozca culpable y
acepte de buen grado el castigo, y enton-
ces no os quedará más que suavizar la pe-
na que él mismo se habrá infligido . En
esto, como en todo, deben amoldarse las

reglas generales a los casos particulares.


Los hombres , y más aún los niños, no se
hallan siempre en la misma situación ; lo
que es bueno en una ocasión no lo es en
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 75

otra ; una conducta siempre uniforme no


es conveniente.
Cuanto menos se abuse de las lecciones

en toda regla, mejor. Pueden insinuarse


en la conversación infinidad de conoci-

mientos más útiles que las mismas leccio-


nes. He conocido a niños que han apren-

dido a leer como jugando . No hay más que


contarles historias divertidas, sacadas de
un libro que se tiene a la vista, e irles en-
señando insensiblemente las letras. Des-

pués, ellos mismos desearán ir a beber a


la fuente que tan buenos ratos les ha pro-
porcionado.
Dos cosas lo echan todo a perder : la
primera, que se les enseña desde luego a
leer en latín, con lo que se les quita el gus-
to por la lectura, y la segunda, que se les
acostumbra a leer con un énfasis ridículo

y forzado . Conviene darles libros bien en-


cuadernados, con los cantos dorados , con
bellas estampas y caracteres claros. Todo
lo que alegra a la imaginación, facilita el

estudio ; escójanse, pues , libros llenos de


76 . FENELON

historias cortas y maravillosas. Si lo ha-


céis así, no temáis que no aprenda a leer
el niño ; no le molestéis para que lea con
exactitud. Dejadle que lea naturalmente,
lo mismo que habla ; cualquier otra ento-
nación es desagradable y recuerda la de-
clamación del colegio. Cuando al niño se
le haya soltado la lengua y robustecido el
pecho y haya adquirido el hábito de leer,
leerá sin esfuerzo , más claramente y con
más gusto ..
La manera de enseñar a escribir ha de
ser poco más o menos la misma. Cuando
los niños saben ya leer un poco, se les
puede dar como recreo la formación de

las letras, y cuando están muchos juntos ,


debe despertarse en ellos la emulación.
Los niños son muy dados a pintar figu-
ras en el papel : a poco que se favorezca
esta inclinación, sin violentarla demasia-
do , dibujarán las letras jugando , e insen-
siblemente se acostumbrarán a escribir.
También se les puede estimular prome-
tiéndoles alguna recompensa que sea de
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 77

su agrado y no pueda tener consecuencias


peligrosas .
"Escribe un billete se le dirá― ; pide
tal cosa a tu hermano o a tu primo." Todo
esto agrada al niño , a condición de que
no se le atormente con la seriedad de las
lecciones formales . Una curiosidad abier-

ta, dice San Agustín, excita más el genio


del niño que las reglas y la obligación im-
puesta por el miedo .
Obsérvese un defecto no pequeño en la
educación ordinaria : a un lado se pone

todo lo que puede ser causa de fastidio y


a otro lado lo que puede agradar ; el fasti-
dio, en los estudios, y lo agradable, en las
diversiones. ¿Qué puede hacer un niño , si-
no soportar con impaciencia semejante re-
gla y desear los juegos con ardor?
Procuremos, pues, cambiar este orden
de cosas ; hagamos agradable el estudio ;
démosle apariencias de libertad y de re-
creo ; consintamos en que los niños inte-
rrumpan alguna vez el estudio con diver-

siones inocentes, pues necesitan de dis-


78 FENELON

tracciones para dar descanso a su espíritu.


Dejemos que distraigan un poco la vis-
ta, y permitámosles de tiempo en tiempo
algún juego para que se explaye su espí-
ritu , y después, poco a poco , conduzcá-
moslos al objeto que nos propusimos . La
regularidad demasiado puntual para exi-
girles estudios sin interrupción fastidia
mucho a los niños ; muchas veces exigen
esta regularidad los que están encargados
de su dirección, porque les es más cómoda
que la continua sujeción a aprovecharse
de todos los momentos. Al mismo tiempo ,
quitemos a las diversiones de los niños
todo lo que pueda apasionarlos demasia-
do ; pero empleemos en sus recreos todo
lo que pueda proporcionar descanso a su
espíritu, ofrecerles agradable variedad , sa-
tisfacer la curiosidad por las cosas útiles ,
y entretenerlos con ejercicios corporales
convenientes . De éstos , los que más les
gustan son aquellos en que tienen que mo-
verse continuamente : quedan satisfechos
con tal que cambien de lugar a cada ins-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 79

tante, para lo que les basta un volante o

una pelota. No hay, pues, que apurarse


por divertirles : bastante cuidan ellos de

inventar juegos y entretenimientos . Basta


con darles libertad, con observarlos con
semblante risueño , y con recomendarles
moderación cuando se acaloran demasia-

do . Es bueno, sin embargo, descubrirles ,


en cuanto se pueda, los placeres del espí-
ritu, como la conversación , los cuentos , las
historias y muchos juegos ingeniosos que

encierran alguna instrucción . De todo eso


sacarán provecho a su debido tiempo , pe-
ro no conviene forzar el gusto de los ni-
ños, no hay más que ofrecerles ocasión ,
ya llegará el día en que se mueva menos
el cuerpo y domine el espíritu .
Servirá de mucho, para contener el ar-

dor de la juventud en las diversiones pe-


ligrosas, el cuidado que tengamos en ha-
cer agradables las ocupaciones serias. La
ansiedad con que se espera el recreo es

debida a la sujeción y al fastidio . Si la


niña se aburriese menos al lado de su ma-
80 FENELON

dre, no desearía tanto verse libre para ir


a buscar otra compañía no tan buena.
Evítese toda reunión sospechosa en la
elección de los juegos . No se permita 'a las
niñas la compañía de los muchachos ni
aun la de otras niñas poco juiciosas . Des-
tiérrense los juegos que desvanecen y apa-
sionan demasiado o que habitúan a mo-
vimientos poco modestos en una niña, lo
mismo que las frecuentes salidas de casa
y las conversaciones que pueden dar ori-
gen a que deseen salir con frecuencia.
Cuando todavía no se ha adquirido extre-
mada afición a las grandes diversiones, ni
ha nacido en el corazón ninguna pasión
ardiente, se goza con muy poca cosa, sien-
do el verdadero origen de tales goces la
salud y la inocencia ; pero los que han te-
nido la desgracia de habituarse a placeres
violentos, pierden el gusto a los modera-
dos , y se fastidian y corren siempre con
desasosiego en busca del goce.
El gusto por las diversiones se malea,
lo mismo que el que se siente por los man-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 81

jares, se habitúa uno de tal modo a las co-


sas delicadas , que los manjares comunes }

y sencillamente aderezados parecen sosos


e insípidos. Temamos, pues, esos grandes
sacudimientos del alma, a los que siguen

el tedio y el disgusto ; son más temibles


todavía en los niños, que resisten menos
a sus sensaciones y gustan de estar con-
tinuamente emocionados . Sostengamos su
afición a las cosas sencillas , que no sea
menester variedad de exquisitos manjares
para nutrirlos , ni grandes diversiones pa-
ra entretenerlos . La sobriedad comunica

siempre buen apetito, y no hay necesidad


de estimularlo con aperitivos que conduz-
can a la intemperancia. La templanza, de-
cía un antiguo, es el mejor aperitivo del
placer ; con esa templanza, que contribuye
a la salud del cuerpo y del alma, nos con-
servaremos siempre en una dulce y mode-
rada alegría y no tenemos necesidad de

artificios, ni de espectáculos costosos pa-


ra divertirnos ; la invención de un sencillo

juego, una lectura , un paseo, un trabajo


82 FENELO
N

que emprendemos , una conversación ino-

cente que alivia el espíritu después del


trabajo, hacen experimentar emociones
más puras que la música más encantadora .

Es verdad que los placeres sencillos son


menos vivos y conmovedores, y que los
otros arrebatan el alma poniendo en jue-
go los resortes de las pasiones ; pero tam-
bién son de más fácil uso y proporcionan
alegrías duraderas que no tienen funestas
consecuencias . Ellos son beneficiosos

siempre, mientras que los otros son como


los vinos falsificados, que al principio

agradan más que los naturales, pero son


perjudiciales y quebrantan la salud . El al-
ma, lo mismo que el gusto , se vicia cuan-
do corre desalada tras los placeres vivos
y refinados.
Lo mejor que podemos hacer en bene-
ficio de los niños que nos están encomen-
dados es habituarlos a una vida sencilla ,
fortalecer en ellos esos hábitos todo el

tiempo que se pueda, inspirarles temor a


los inconvenientes que llevan consigo los
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 83

otros placeres, y no abandonarlos a sí mis-


mos, como es costumbre hacerlo, en la

edad en que las pasiones empiezan a de-


jarse sentir, y cuando, por lo mismo , más
necesitados están de vigilancia.
Es necesario confesar que , de todas las
dificultades de la educación, ninguna es

comparable a la de educar niños que ca-


rezcan de sensibilidad . Los temperamen-
tos vivos y sensibles están expuestos a

grandes extravíos , porque las pasiones


y la presunción los arrastran ; pero ofrecen
también grandes recursos que los hacen
más fáciles de ser corregidos. La instruc-
ción forma en ellos un germen oculto , que
brota y fructifica con frecuencia, cuando
la experiencia viene en socorro de la ra-
zón, y se encalman las pasiones ; por lo
menos se sabe por dónde es posible captar
su atención y despertar su curiosidad. En
su mismo natural encontramos también
el medio de interesarlos en su instrucción

y de estimular su amor propio, en lugar


de que ningún partido puede sacarse de
84 FENELON

los caracteres indolentes. Estos viven

siempre distraídos , nunca se hallan donde

deben estar, ningún efecto producen en


ellos las correcciones , todo lo oyen y nada
sienten. Esta indolencia hace que el niño
sea negligente y que se fastidie de todo
cuanto hace, y en este caso es muy temi-
ble que la mejor educación llegue a ser es-
téril, si no se previene el mal desde la pri-
mera infancia. Los que profundizan poco
las cosas infieren de esto que la natura-
leza es solamente la que forma los hom-
bres y que nada contribuye en ello la edu-
cación, cuando solamente debería con-

cluírse que hay temperamentos semejan-


tes a las tierras estériles, que dan poco
fruto a pesar de un cultivo esmerado. Más

funestos son, empero, los resultados cuan-


do estas educaciones tan difíciles encuen-

tran obstáculos o son descuidadas y mal


dirigidas desde un principio.
Es preciso también observar que hay
naturales en los cuales nos engañamos
muchísimo. En efecto, hay niños que se
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 85

presentan desde luego con unos atracti-


vos que embelesan, pues las primeras gra-
cias de la infancia tienen un barniz que
todo lo oculta, y se nos presentan con una

ternura y una amabilidad de corazón que


nos impiden examinar de cerca y circuns-
tancialmente las facciones de su rostro ;

nos sorprende la vivacidad de una imagi-


nación que no esperábamos en tan tierna
edad, les perdonamos todas las faltas de
discernimiento , vistiéndolas con la gracia

del candor, y tomamos una especie de vi-


veza e impresionabilidad del cuerpo , que
no falta nunca en los niños, por perspica-
cia y agudeza de talento . De esto provie-
ne que la infancia parece prometer mu-
cho y da muy poco. ¡ Cuántos hay que son
celebrados por su talento a los cuatro o
cinco años, y después caen en la obscuri-
dad y medianía, a medida que van entran-
do en edad! De todas las cualidades , pues,
que presentan los niños, una sola hay con
la que podamos contar, y es el juicio , que
crece siempre en ellos mientras sea bien
86 FENELON

cultivado ; las gracias de la niñez se disi-


pan, la vivacidad se extingue , la misma
ternura del corazón desaparece con fre-
cuencia, porque las pasiones y el trato con
los hombres falsos endurecen insensible-

mente a los jóvenes que entran en el


mundo.

Es necesario, pues, descubrir al través


de las gracias de la infancia si el carácter
del niño que se debe educar se halla falto
de curiosidad y si es poco sensible a una
emulación razonable . En este caso, es muy

difícil que las personas que se encarguen


de su educación no se fastidien muy pron-

to de un trabajo tan ingrato y tan espi-


noso. Es preciso , pues, poner en acción
todos los resortes del alma del niño para
despertarle de este letargo . El preceptor
que prevea este inconveniente no debe

precipitar la instrucción del niño ; no debe


cargar su memoria, lo cual aturde y con-
funde el cerebro ; no debe fatigarle con re-

glas incómodas ; debe, al contrario, alen-


tar su espíritu , y, ya que lo ve caído en un
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 87

extremo opuesto a la presunción, no debe


temer manifestarle con discreción aquello
de que le cree capaz . Contentaos con poco ,
hacedle notar hasta sus más pequeños ade-
lantos, representándole cuán infundada-

mente temía no poder aprender estas mis-


mas cosas que ahora sabe bien ; poned en
juego la emulación. Los celos son en los
niños más violentos de lo que general-

mente se cree , y muchos son los que se


consumen y caen en una languidez oculta
al ver que otros son más amados y aca-
riciados. Muchas madres tienen ordina-
riamente la crueldad de hacerles sufrir

este tormento ; pero es menester saber em-


plear este medio en casos urgentes contra
la indolencia. Ofreced a la vista del niño

a quien educáis otros que no sean de ma-


yor disposición y talento. Los ejemplos
superiores a su debilidad acabarían de
desanimarlo .

Procurémosle de · tiempo en tiempo al-


guna pequeña victoria sobre aquellos que
él mira con envidia ; induzcámosle en lo
88 FENELON

posible a que se burle él mismo de su ti-

midez ; presentémosle el ejemplo de otras


personas que, habiendo sido tan tímidas
como él, vencieron su debilidad ; manifes-
tadle indirectamente, hablando de otro ni-
ño, que la timidez y la pereza ahogan ei
talento, que las personas indolentes e in-
aplicadas, por talento que tengan, se vuel-
ven imbéciles y se degradan ; pero poned
mucho cuidado en no usar en estas ins-

trucciones de un tono austero e impacien-


te, porque nada acobarda ni reconcentra
más a un niño flojo y tímido que la aspe-

reza : hagamos, al contrario, todo lo po-


sible para sazonar con placeres proporcio-
nados el trabajo de que no podamos dis-
pensarle ; tal vez será aún necesario herir-

le de tiempo en tiempo con el desprecio


y los reproches, mas nunca debemos hacer
esto nosotros mismos , y sí valernos de
otra persona inferior, por ejemplo, otro
niño , que lo haga como si no lo supiéra-
mos nosotros.
San Agustín refiere que una repren-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 89

sión dada por una criada a Santa Mónica,


su madre, cuando era niña , la impresionó
tanto, que la corrigió de la mala costum-

bre de beber vino puro, costumbre de la


que no habían podido corregirla ni la ve-
hemencia ni la severidad de su aya. Final-

mente, es preciso procurar inspirar gusto


al espíritu de esa clase de niños, del mis-
mo modo que se procura darlo al cuerpo
de ciertos enfermos, cuando se les conce-

de todo cuanto pueda curar su fastidio , y


se les permite algunos antojos y capri-
chos, aun contra las reglas del arte, mien-
tras que no los conduzcan a excesos peli-
grosos. Es mucho más difícil inspirar gus-
to a los que carecen de él, que formar el
de aquellos que todavía no lo tienen como
debieran tenerlo.

Hay otro sentimiento más difícil y más


importante que inspirar a los niños : el de
la amistad . Desde el momento en que vea-

mos al niño capaz de ella, debemos pro-


curar inclinar su corazón hacia personas
que puedan serle útiles. La amistad le
90 FENELON

conducirá a todo cuanto pretendamos de


él ; es , además, un lazo seguro para dirigir-
le al bien, mientras sepamos usar de este
sentimiento : sólo queda que temer, ya sea

los excesos del mismo, ya la mala elección


en los objetos de sus afecciones . Hay otra
clase de niños que nacen sagaces, reser-

vados, indiferentes y egoístas encubier-


tos , que saben engañar a sus padres , a
quienes la ternura hace crédulos. Estos
niños aparentan amarles estudiando sus
inclinaciones para conformarse a ellas ; a
primera vista parecen más dóciles que los
otros niños de su edad, los cuales obran
sin doblez, siguiendo los impulsos de su
carácter ; esta docilidad , que esconde un
interior duro, ofrece aparentemente los
rasgos de verdadera dulzura de carácter,
y su carácter disimulado no se despliega
del todo sino cuando no hay ya tiempo de
corregirlo.
Si alguna índole hay sobre la que nada
pueda la educación, debe decirse que es
ésta, y por desgracia debemos confesar
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 91

que su número es mayor de lo que gene-


ralmente se cree. Los padres no pueden
resolverse a creer que sus hijos sean de
mal corazón, y como nadie se atreve a
convencerlos de ello, el mal va agraván-
dose todos los días. El principal remedio
para esta clase de niños es colocarlos des-
de su primera edad en entera libertad de
manifestar sus inclinaciones , pues antes

de corregirlos es preciso conocerlos a fon-


do. Los niños son naturalmente sencillos

y francos, pero por poco que se les mo-


leste o que conozcan algún disimulo, no
vuelven ya más a su primera sencillez. No
hay duda de que solamente Dios puede
dar la ternura y bondad de corazón ; nos-
otros podemos tan sólo intentar excitarla
en los niños , ofreciéndoles ejemplos de
generosidad, enseñándoles máximas de
honor y desinterés y manifestándoles el
desprecio que se atraen las personas que
se profesan a sí mismas un aprecio exa-
}
gerado. Es preciso , además , procurar que
los niños empiecen a gustar el placer de
ON
92 FENEL

una amistad cordial y recíproca , antes que


hayan perdido esa primera sencillez de

sus inclinaciones naturales, y nada mejor


para esto que poner desde luego a su lado
personas que jamás lleguen a ofrecerles
nada de dureza, de falsedad, de bajeza y
de egoísmo. Valdría más soportar cerca
de ellos a los que tuvieran otros defectos ,
con tal que estuvieran libres de éstos . Es

necesario, también, elogiar a los niños, so-


bre todo cuando obran a impulsos de la
amistad, mientras no sea ésta demasiado
ardiente o voluble . Es igualmente necesa-

rio que los padres mismos se les presen-


ten llenos de una amistad sincera, ya que

los niños aprenden frecuentemente de sus


padres a no amar cosa alguna. Finalmen-
te, es necesario desterrar en su presencia,
respecto a los amigos , todos esos obse-
quios superfluos , todas esas demostracio-
nes aparentes de amistad, todas esas ca-
ricias fingidas, con las cuales aprenden a
'corresponder con vanas exterioridades a
las personas que debieran estimar.
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 93

Otro vicio hay opuesto al que acabamos


de mencionar, que es muy común en las
niñas : el de apasionarse por cualquier co-
sa, aun por las más indiferentes . Las que
adolecen de este defecto no pueden ver a

dos personas que riñan entre sí sin que


su corazón tome desde luego partido a fa-
vor de una de ellas contra la otra ; se pre-

sentan siempre dominadas por aficiones


u odios sin fundamento alguno, y , al paso
que no perciben el menor defecto en las

personas que estiman, tampoco encuen-


tran cualidad alguna en las que aborrecen .
Es necesario no oponerse en estos casos
abiertamente a estos caprichos, pues la

contradicción no hace más que robuste-


cerlos ; pero podemos hacer advertir poco
a poco a una joven que nosotros conoce-
mos mejor que ella todo cuanto hay de
bueno en el objeto de su afición, así como
todo lo malo de la persona que desprecia.
No descuidéis al mismo tiempo hacerle
conocer, cuando se presente la ocasión , lo .
feo de los defectos que se encuentran en
46
94

FENELON
la persona que la hechiza, y lo ventajoso
de las cualidades que concurren en la que
le desagrada. De este modo, sin precipi-
tarse y aprovechando las ocasiones favo-

rables , ella misma entrará en reflexión y


en disposición de corregirse . Podemos ,
además, hacerle notar la sinrazón de sus
caprichos, haciéndole ver con suavidad

que ella misma conocerá, a su tiempo , pre-


ocupaciones que todavía la dominan, in-
dicándole que también nosotros experi-
mentábamos lo mismo en su edad, y ma-
nifestándole lo más sensiblemente posi-
ble la grande mezcla de bien y de mal que
se encuentra en todo cuanto pueda ser ob-
jeto de nuestras amistades y antipatías ,
para contener el ardor de sus inclinacio-
nes y de sus aversiones .

Jamás debemos prometer a los niños


adornos o golosinas en premio de su apli-
cación ; con esto damos lugar a dos males :
primero, el de inspirarles afición a cosas
que deben despreciar, y segundo , privar-
nos del medio de establecer otros premios
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 95

que pueden favorecer nuestra tarea. Tam-


poco debemos obligarles a estudiar por
medio de amenazas, ni menos sujetarles a
regla alguna ; y , cuando no podamos pres-
cindir de hacerlo, es preciso procurar con

dulzura que la cumplan sin darle el nom-


bre de tal, manifestando siempre alguna
razón de conveniencia para que hagan lo

que se les indica en tal tiempo y en tal


lugar con preferencia a otras cosas.
Mucho nos arriesgamos asimismo a des-
alentar a los niños , si nunca les elogiamos
por sus adelantos . Aunque las alabanzas
son temibles por la vanidad a que pueden
dar origen, es necesario valerse de ellas
para animar a los niños , aunque sin enva-
necerlos. Sabemos que San Pablo las em-
pleaba frecuentemente para alentar a los
débiles y para suavizar sus correcciones.
Los Santos Padres las usaron con igual

objeto. Para sacar de ellas todo el prove-


cho posible, es menester disponerlas de
modo que no lleven nada de exageración
y de lisonja y que al propio tiempo se re-
96 FENELON

fiera todo el bien a Dios , como a su autor

y origen. También podemos premiar a los


niños con juegos inocentes y algo indus-
triosos , con paseos en los cuales no sea la
conversación sin fruto, y con pequeños

presentes que sean una especie de pre-


mios, como cuadros, estampas , medallas,
mapas o libros hermosamente encuader-
nados.
CAPÍTULO
VI

Del empleo de cuentos para los niños

os niños gustan apasionada-


mente de los cuentos raros,
y así les vemos todos los días
enajenados de gozo o derra-
mando lágrimas al escuchar
las aventuras que se les cuentan. No de-
bemos dejar sin aprovechar esta inclina-
ción, y cuando les veamos dispuestos a
escucharnos, podemos referirles alguna
fábula cortita y graciosa. Elijamos em-

pero las de animales que sean ingeniosas


e inocentes, contándoselas por lo que son
en sí, y no descuidándonos de manifestar-

les su objeto y moralidad . En cuanto a las


fábulas paganas, sería de desear que las
7
886
98 FENELON

niñas las ignorasen siempre , por razón de


las impurezas e impiedades absurdas de
que están llenas. Si no podemos hacer que
un niño las ignore todas, debemos procu-
rar inspirarle hacia ellas el horror que
merecen. Cuando hayamos contado una
fábula, debemos aguardar, para contarles
más, a que los niños nos lo supliquen, y
de este modo les dejamos siempre en una
especie de deseo impaciente de saber
otras. Excitada de este modo su curiosi-

dad , podemos referirles en pocas palabras


algunas historias escogidas, enlazándolas
entre sí y dejando para otro día su conti-
nuación, a fin de mantener a los niños
suspensos y avivarles el deseo de saber su
conclusión. Procuremos animar la rela-

ción con tonos vivos y familiares ; haga-


mos hablar a todos nuestros personajes ,
pues los niños , cuya imaginacin es viva,
creerán verles y oírles . Si les referimos ,
por ejemplo, la historia de José, hagamos
hablar a sus hermanos como hombres bru-

tales ; a Jacob como padre tierno y des-


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 99

consolado ; a José, señor de Egipto, divir-


tiéndose en ocultarse a sus hermanos , en

hacerles miedo y después en descubrirse


a ellos . Esta descripción sencilla, unida a
lo maravilloso de aquella historia , embe-
lesará al niño, con tal que no se le moleste
demasiado con relaciones de esta clase,
que sepamos hacérselas desear y se las
prometamos aun por recompensa de su
aplicación, y que no les comuniquemos un
aire de estudio ni obliguemos a los niños
a tener que repetirlas, porque estas repeti-
ciones, a menos que no sean espontáneas ,
les molestan y les quitan todo el gusto
por esta clase de historias.

Es preciso , sin embargo , observar que,


si un niño tiene alguna facilidad en el ha-
blar, él mismo irá a contar a las personas

que le sean queridas las historias que más


le hayan gustado. No debemos , empero,
obligarle a esto por ningún concepto ; sólo
podremos valernos de alguna persona que
merezca su confianza y que le manifieste
el deseo de saber por él la historia. El
100 FENELON

niño tendrá la mayor satisfacción en con-


társela ; pero, al hacerlo, debemos dejarle
hablar sin corregirle en nada sus faltas .
Cuando esté ya más acostumbrado a reci-
tar, podemos hacerle notar con dulzura el

mejor modo de hacer una narración, que


es hacerla breve , sencilla e ingenua, por
medio de las circunstancias que mejor re-
presenten la naturaleza de las cosas. Si

son muchos los niños puestos a nuestro


cargo, será bueno que les acostumbremos
gradualmente a representar los persona-
jes de las historias que han aprendido : el
uno hará el papel de Abrahán, otro el de
Isaac, y estas representaciones, al paso
que les gustarán más que otros juegos, les
acostumbrarán a pensar y a tomar placer
en hablar de cosas serias , y harán que es-
tas historias queden para siempre graba-
das en su memoria.
: Es necesario procurar inspirarles más
gusto por las historias sagradas que por
las otras, pero no debemos hacerlo dicién-

doles que son más hermosas, lo que quizás


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 101

no creerían, sino procurando que lo conoz-


can por sí mismos . Hágaseles observar su
importancia, su singularidad y las pintu-
ras maravillosas y naturales y la noble vi-
• vacidad de que están llenas. Las de la

creación del mundo , de la caída de Adán,


del diluvio , de la vocación de Abrahán, del
sacrificio de Isaac , de las aventuras de Jo-

sé, del nacimiento y fuga de Moisés , no só-


lo son propias para despertar la curiosidad
de los niños, sino que, descubriendo el ori-
gen de la religión , la cimentan en su espí-
ritu. Es preciso ignorar del todo lo esen-
cial de la religión , para dejar de ver que
toda ella está fundada en la historia, y que +?

un tejido de hechos maravillosos nos da a


conocer su establecimiento , su perpetui-
dad y todo cuanto nos inclina a creerla y
practicarla . No se crea que pretendamos
inducir, a todo el que está encargado dela
educación de un niño , a profundizar la
ciencia cuando proponemos todas estas
वा

historias, pues son cortas, variadas y pro-


टा

pias para agradar aun a las personas más


MA
102 FENELON

groseras. Dios , que conoce mejor que na-


die el espíritu del hombre que ha creado ,
ha envuelto la religión en hechos popula-
res que, lejos de sobrecargar a las gentes
sencillas , les ayudan a concebir y a rete-
ner en la memoria sus misterios . Digamos ,
por ejemplo, a un niño que en Dios hay
tres personas distintas , que no forman
más que una sola naturaleza ; a fuerza de
oír y repetir estas palabras, podrá rete-
nerlas en la memoria, pero dudo mucho
de que llegue a concebir su sentido . Conté-
mosle que, al salir Jesucristo Señor Nues-

tro de las aguas del Jordán, el Padre hizo


oír desde el cielo una voz que dijo : "Este
es mi Hijo muy querido, en quien me com-
plazco ; escuchadle." Añadámosles des-
pués que el Espíritu Santo bajó sobre el
Salvador en figura de paloma, y con esto
les haremos reconocer la Trinidad, me-

diante una historia que nunca olvidarán.


Ved ahí tres personas, que distinguirá
siempre por la diversidad de sus acciones ,
y nada más tendremos que enseñarles sino
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 103

que las tres juntas no forman más que un


solo Dios . Baste este solo ejemplo para
manifestar la utilidad de las historias que,
aunque parecen prolongar la instrucción ,
la abrevian considerablemente y quitan la
aridez de los catecismos , en los cuales los
misterios están separados de los hechos ;
y por esta razón vemos que los antiguos
daban muy principalmente la instrucción

" por medio de las historias. El modo admi-


rable con que San Agustín quiere que sean
instruídos los ignorantes , no es un método
proclamado tan sólo por este Santo Pa-
dre : es el método y práctica universal de
la Iglesia. Consiste en manifestar, por una
serie de hechos históricos, que la religión
es tan antigua como el mundo, y en des-
cribir la vida de Jesucristo , esperado en

el Antiguo Testamento y reinante en el


Nuevo : tal es el fondo de la instrucción
cristiana .

Esto exige, no hay duda, un poco más


de tiempo y de cuidado que la simple ins-
trucción a que muchos se limitan ; pero
104 FENELON

también el que está instruído en sus por-


menores conoce verdaderamente la reli-

gión, cuando el que los ignora no tiene


sino ideas confusas sobre Jesucristo, el
Evangelio y la Iglesia, sobre la necesidad
de someterse absolutamente a sus deci-
siones y sobre el fondo de las virtudes que
el nombre de cristiano debe inspirarnos.
El Catecismo histórico , libro sencillo , bre-
ve y más claro que los catecismos ordina-
rios, encierra todo cuanto debe saberse en
esta materia, y por lo mismo no puede de-.
cirse que pedimos un estudio ímprobo.
Igual objeto se propuso el Concilio de
Trento, con la única diferencia de que en
su Catecismo se encuentran muchos tér-
minos teológicos que no pueden compren-
der las personas sencillas.
Unamos, pues, a las historias indicadas
la del paso del mar Rojo , la permanencia
del pueblo de Israel en el desierto, donde
comía pan caído del cielo y bebía el agua

que Moisés hacía brotar de una peña gol-


peándola con su vara. Contemos la con-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 105

quista milagrosa de la tierra prometida,


en la cual las aguas del Jordán retroceden
hacia su origen, y los muros de una ciudad
se desploman a la vista de los sitiadores .
Pintemos al natural los combates de Saúl

y de David , mostremos a éste desde su ju-


ventud, venciendo sin armas y con su traje
de pastor al orgulloso gigante Goliat. No
olvidemos tampoco la gloria y sabiduría
de Salomón, ni su célebre sentencia sobre
las dos mujeres que se disputaban un niño ,
pero manifestemos también su caída des-
de la cumbre de su sabiduría, deshonrán-
dose con la molicie, consecuencia casi in-
evitable de su excesiva prosperidad .

Hagamos hablar a los profetas enviados


de Dios a los reyes, que lean en lo porve-
nir como en un libro, que se presenten hu-
mildes , austeros y sufriendo atroces y con-
tinuas persecuciones por haber predicado
la verdad. Describamos en su lugar la pri-
mera ruina de Jerusalén, con su templo
destruído por las llamas, y la Ciudad San-
ta arruinada en castigo de los pecados del
106 FENELON

pueblo. Contemos la cautividad de Babi-


lonia, donde los judíos lloraron amarga-
mente su cara Sión. Antes de hablar de su
regreso a Jerusalén, contemos, como de
paso, las deliciosas historias de Tobías y
de Judit, de Ester y Daniel. No dejará de
ser útil que los niños manifiesten su opi-
nión acerca de los diversos caracteres de

aquellos santos , para saber cuáles les gus-


tan más ; y como uno preferirá a Ester y
otro a Judit, esto suscitará entre ellos un
pequeño altercado, que grabará más pro-
fundamente estas historias en su espíritu
e irá robusteciendo su juicio . Después de
esto, conduzcamos otra vez el pueblo de
Israel a Jerusalén, observemos cómo re-
para sus ruinas, tracemos una pintura viva
y graciosa de la paz y felicidad que dis-
fruta. Presentemos después al cruel e im-
pío Antíoco muriendo en una falsa peni-
tencia. Manifestemos igualmente las vic-
torias de los Macabeos y el martirio de los
siete hermanos del mismo nombre , bajo el
dominio de este cruel perseguidor . Lle-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 107

guemos al nacimiento milagroso de San


Juan, y refiramos con más pormenores el
de Jesucristo ; después , escojamos en el
Evangelio los puntos más importantes y
los hechos más admirables de su vida, ta-

les como su predicación en el templo a la


edad de doce años, su bautismo , su retiro
al desierto y su tentación ; la vocación de
sus Apóstoles, la multiplicación de los pa-
nes, la conversión de la pecadora, que un-
gió los pies del Salvador con aceite oloro-
so, los lavó con sus lágrimas y enjugó con
su cabello . Representemos , además, a Je-
sucristo instruyendo a la Samaritana, dan-
do vista a los ciegos de nacimiento , resu-
citando a Lázaro y entrando triunfalmen-
te en Jerusalén. Hagamos una relación de
su pasión, y pintémosle saliendo glorioso
del sepulcro . Expliquemos luego la fami-
liaridad con que conversó por espacio de
cuarenta días con sus discípulos , hasta que
lo vieron subirse al cielo ; la venida del Es-
píritu Santo, la lapidación de San Esteban,
la conversión de San Pablo y la vocación
108 FENELON

del centurión Cornelio. No dejemos sin


mentar la predicación del Evangelio por
los Apóstoles , cuyos viajes son muy agra-
dables. Escojamos las historias más pro-
digiosas de los mártires y algunos rasgos
de la vida pura de los primeros cristianos ,
el valor de las tiernas vírgenes, las auste-
ridades asombrosas de los anacoretas, la

conversión de los emperadores y del Im-


perio, la ceguedad de los judíos y su terri-
ble castigo, que dura todavía.
Todas estas historias, bien narradas ,
imprimirán placenteramente, en la viva y
tierna imaginación de los niños, todo un
curso de Religión , desde la creación del
mundo hasta nuestros días , que les dará
sobre ella ideas nobles y elevadas que no
se borrarán nunca. Verán, además, en es-
tas historias la mano de Dios , levantada
siempre para libertar a los justos y con-
fundir a los impíos. Se acostumbrarán a
ver obrar a Dios en todas las cosas y con-
ducir secretamente a sus designios a las
criaturas que más parecen alejarse de
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 109

ellos . Pero será preciso escoger en estas


historias todo cuanto ofrezca imágenes
más risueñas y más sorprendentes, pues

es necesario hacer de modo que los niños


encuentren la religión bella, amable y au-
gusta, y no triste y lánguida, como de or-
dinario se la presentan .
Además de la inestimable ventaja de en-
señar así la religión a los niños , estas his-
torias agradables, que a tiempo van impri-
miéndose en su memoria, despiertan su
curiosidad para las cosas serias , les hacen
sensibles a los placeres del espíritu, y les
inducen a interesarse por todo cuanto se
les refiere de otras historias, que tienen
alguna relación con las que ya saben. Pero
repetimos que es preciso guardarse de
obligarles a escuchar y retener en la me-
moria dichas historias, y más aún de que

formen una parte regulada de sus estu-


dios ; debe procurarse que lo hagan todo
por gusto. No debemos, pues , violentar-
los , y lograremos nuestro fin aun en las
inteligencias vulgares, dejando que su cu-
110 FENELON

riosidad vaya despertándose poco a poco .


Pero diréis : "¿ Cómo es posible referir a
las niñas esas historias de una manera

viva, corta, natural y agradable ? ¿ Dónde


se encuentran ayas que sepan hacerlo ?"
Sólo propongo esto para hacer resaltar la
necesidad de elegir personas de recto jui-
cio para gobernar y dirigir a los niños ,
para que se les inspire en cuanto sea po-
sible este método de enseñanza, y cada aya
lo emplee a medida de su talento. En fin,
por poco despejo natural que tenga una
aya, la educación irá menos mal valiéndo-

se de este método, que es tan natural y


sencillo .

A sus explicaciones puede una aya aña-


dir aún la vista de estampas y cuadros,

que representen agradablemente los he-


chos de la historia sagrada. Bastan las lá-
minas, pero si se tienen a mano buenos
cuadros , no deben despreciarse , porque la
viveza de los colores , unida al tamaño de
las figuras al natural, hieren con más fuer-
za la imaginación de los niños .
CAPITULO
VII

Manera de inculcar en el espíritu de


los niños los primeros principios de la
religión

A hemos hecho notar que la


primera edad de los niños no
es propia para discurrir y ra-
ciocinar, no porque dejen de
tener todas las ideas y prin-
cipios generales de razón que poseerán
con el tiempo, sino porque , desconociendo
una multitud de hechos, no pueden hacer
uso de su razón, y además porque la agi-
tación del cerebro les impide seguir y en-
lazar sus pensamientos.
Por lo tanto, conviene, sin apurarlos , di-
112 FENELON

rigir suavemente los primeros ejercicios


de su razón al conocimiento de Dios , in-
culcarles las verdades cristianas , sin ofre-
cerles motivo alguno de duda. Si ven mo-
rir o enterrar a alguno, podemos pregun-
tarles si el difunto está dentro del sepul-
cro, e indudablemente. contestarán que sí.
-¿No está, pues, en el cielo ? —En el cie-

lo está. -¿Cómo puede estar a la vez en


el cielo y en el sepulcro ? -Su alma está
en el cielo, y su cuerpo en el sepulcro.
-¿Acaso su alma no es su cuerpo ? -No,
su alma vivirá siempre en el cielo.
-¿Quieres tú salvarte ? —Sí. —¿Qué en-
tiendes por salvarse ? —Que el alma va al
cielo cuando muere el hombre. —¿Y qué
es la muerte ? -Que el alma se separa
del cuerpo y éste se reduce a polvo.
No pretendo afirmar que los niños con-
testen desde luego de esta manera, a pesar
de que muchos, desde la edad de cuatro
años, me han contestado así ; pero, aun en
el caso de que supongamos a un niño me-
nos despejado y más atrasado, también lo-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 113

graremos lo mismo, esperando algunos


años más sin impaciencia.
Mostremos a los niños una casa y acos-

tumbrémosles a comprender que la casa


no se ha construído por sí misma. Las pie-
dras, podemos decirles , no se han coloca-
do sin que alguna persona las haya traído..
Conviene enseñarles cómo los albañiles

fabrican alguna, y después llamarles la


atención sobre el cielo , la tierra y las co-
sas principales que Dios ha creado para
el uso del hombre . Digámosles : "¿ No veis
cómo el mundo es más hermoso y está me-
jor construído que una casa ? ¿ Se ha hecho
por sí mismo ? No, por cierto ; Dios lo ha
construído con sus propias manos."
Sigamos en esto el método de la Escri-

tura ; impresionemos vivamente la imagi-


nación de los niños y no les propongamos

cosa alguna que no vaya revestida de imá-


genes sensibles . Representémosles a Dios

sentado en un trono, con ojos más res-


plandecientes que los mismos rayos del
sol y más penetrantes que rayos ; hagá-
8
114 FENELON

mosle hablar, démosle oídos que todo lo


escuchan, manos que sostienen el univer-
so, brazos levantados siempre para casti-
gar a los malvados, y un corazón tierno y
paternal para hacer dichosos a los que le
aman. A su tiempo podremos repetirles
estos mismos conocimientos con mayor
exactitud. Observemos la claridad del en-
tendimiento del niño ; tentémosle de di-
versas maneras para descubrir el modo
mejor como podamos introducir en su en-
tendimiento las grandes verdades . Sobre
todo, no le digamos nada nuevo sin que
antes le hayamos familiarizado o preve-

nido con alguna comparación sensible.


Preguntémosle, por ejemplo, si preferi-
ría morir antes que renunciar a Jesucristo ;
responderá que sí. Entonces añadamos :
"¿Y qué? ¿Te dejarías cortar la cabeza
para ir al cielo ?" Y , creyéndose el niño con
bastante valor para ello, contestará tam-
bién que sí ; pero como queremos hacerle
entender que nada se puede sin el auxilio

de la gracia, nada ganaríamos con decirle


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 115

sencillamente que tiene necesidad de ella


para mantenerse fiel, pues como no en-
tiende esta palabra, nada adelantaríamos
acostumbrándole a usarla sin comprender-

la. ¿ Qué haremos, pues ? Contémosle la


historia de San Pedro ; presentemos a este
santo al decir con tono jactancioso a Je-
sucristo : "Si es preciso morir, yo seguiré,
y aun cuando todos os abandonen, yo no
os dejaré." Pintemos después su caída al
negar tres veces a su Maestro, intimidado
por una criada ; expliquémosle el motivo
por que permitió Dios esta flaqueza, y, sir-

viéndonos después de la comparación de


un niño o de un enfermo que no puede an-
dar solo, hagámosle comprender que ne-
cesitamos que Dios nos lleve como una no-

driza lleva a su chiquillo, y de este modo


le haremos perceptible el misterio de la
gracia.
Pero la verdad más difícil de hacer com-

prender es que tenemos una alma más pre-


ciosa que nuestro cuerpo. Es muy conve-
niente acostumbrar a los niños a que ha-
116 FENELON

blen de su alma, pues aun cuando no


entiendan lo que dicen, no dejan de acos-

tumbrarse a distinguir confusamente el


cuerpo del alma, en tanto no puedan tener
una noción clara de esta distinción. Así

como son perniciosas las preocupaciones


de la infancia cuando conducen al error,

así son útiles cuando encaminan la imagi-


nación a la verdad, mientras llega el mo-
mento en que obra la razón y las substi-
tuye con sólidos principios . Con todo, es
necesario establecer siempre una persua-

sión verdadera, y para esto , ¿ será conve-


niente engolfar a una joven en las sutile-
zas de la filosofía ? No hay cosa peor ; es
preciso limitarse a aclarar y sensibilizar
en lo posible lo que oye y repite todos
los días.

Por lo que mira a su cuerpo , demasiado


lo conoce ya cuando todo le conduce a

adornarlo, a cuidarlo exageradamente y a


tributarle un verdadero culto ; y por lo
mismo es punto capital inspirarle su des-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 117

precio, manifestándole que tiene en sí


misma otra cosa mejor.

Preguntemos, pues, a una niña que prin-


cipia a raciocinar, si es su alma la que
come. No debemos reñirla si no responde
bien ; debemos , al contrario , decirle con
suavidad que el alma no come, sino el
cuerpo, que es semejante a las bestias.
-¿Tienen alma las bestias ? -No, contes-
tará la niña. —Pero comen, añadiremos ,
aun cuando no tengan alma. Conoces
bien, pues, que no es el alma, sino el cuer-

po, el que toma los manjares para alimen-


tarse y el que anda y el que duerme. Y
¿ qué hace el alma ? El alma discurre, ra-
ciocina, conoce, ama ciertas cosas y abo-
rrece otras. Continuemos por diversión :
-¿Ves esta mesa ? —Sí. -¿La conoces ?
-Sí. -¿Ves bien que no está hecha como
aquella silla ? Tú sabes que es de madera,
y que no es como la chimenea, que es de
piedra. —Sí, contestará. No prosigamos
hasta que conozcamos por el tono de la
voz y por la expresión de los ojos que es-
118 FENELON

tas verdades le han hecho impresión. En-


tonces digámosle : -¿Pero esta mesa te
conoce ? La niña se echará a reír, burlán-
dose de tal pregunta. No importa, siga-
mos nosotros : -¿Quién te quiere más, la
mesa o la silla? La risa será también su

respuesta. Bien, y la ventana sabe mu-


cho? ¿Y esta muñeca te contesta cuando
le preguntas algo ? -No . -¿Por qué ? ¿ Es
acaso porque no tiene alma ? —No, la mu-
ñeca no tiene alma. -Entonces la muñeca
no es como tú, porque tú la conoces a ella
y ella no te conoce. Pero cuando hayas
muerto y estés enterrada , ¿ no serás como
esta muñeca ? —Sí. —¿N ada sentirás ?
-No. ¿ No conocerás a nadie ? -No.
¿ Y tu alma estará en el cielo ? —Sí.
-¿Y verás allí a Dios ? -Ciertamente.
-¿Y dónde está ahora el alma de la mu-
ñeca ?— La niña , riéndose , contestará, o
a lo menos nos dará a entender, que la mu-
ñeca no tiene alma.
De este modo, por medio de pequeños y
sensibles rodeos empleados a tiempo , po-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 119

dremos acostumbrarla poco a poco a que

atribuya al cuerpo lo que le pertenece y al


alma lo que es propio de ella, mientras no
vayamos indiscretamente a proponerle
ciertas acciones que son comunes al alma
y al cuerpo. Sobre todo debemos evitar las
sutilezas, que pudieran obscurecer estas
verdades, contentándonos con poner bien
en claro las cosas en que la diferencia del
cuerpo y del alma se halla más sensible-

mente marcada. Es posible que encontre-


mos inteligencias tan groseras, que ni con
la mejor educación puedan comprender
distintamente estas verdades ; pero, ade-
más de que concebimos a veces muy cla-
ramente una cosa sin que sepamos expli-

carla, Dios ve mejor que nosotros en el


entendimiento del hombre lo que ha colo-
cado en él para la inteligencia de sus mis-
terios.

En cuanto a los niños en quienes obser-


vemos un talento capaz de remontarse un
poco, podemos, sin engolfarnos en un es-
tudio que tenga resabios de filosofía , ha-
120 FENELON

cerles concebir, según sus alcances, lo que


deben entender cuando dicen que Dios es
un espíritu y que su alma también lo es .
Creo que el medio mejor y más sencillo
de hacerles comprender esa espiritualidad
de Dios y del alma es hacerles notar la di-
ferencia que hay entre un hombre muerto
y otro vivo : en el primero no hay más
que el cuerpo ; en el otro, el cuerpo está
unido al espíritu . Demuéstreseles después
que lo que raciocina es más perfecto que
lo que sólo tiene figura y movimiento.
Hagámosles entonces observar con varios
ejemplos que ningún cuerpo perece y que
solamente hay separación de sus partes ;
así, las partes de un leño que se quema se
convierten en ceniza o en humo. Si, pues
-añadamos-, nunca perece, lo que en sí

mismo no es más que ceniza y es incapaz


de conocer y de pensar, con mayor razón
nuestra alma, que conoce y piensa, no de-
jará jamás de existir. El cuerpo puede
morir, esto es, puede separarse del alma

y convertirse en ceniza, pero el alma vi-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 121

virá siempre, porque pensará eternamente.


Las personas a cuyo cargo esté confia-
da la educación de los niños deben incul-

carles en cuanto sea posible estas nocio-


nes, que son el fundamento de toda la re-

ligión. Cuando no puedan conseguirlo , le-


jos de desalentarse con esas inteligencias
obtusas y tardías, deben confiar que Dios
las ilustrará con su divina luz. Hay, sin
embargo, un medio sensible y práctico
para consolidar esta noción de la distin-

ción del cuerpo y del alma, y consiste en


acostumbrar a los niños a despreciar el
uno y amar la otra en lo relativo a las cos-
tumbres . Alabemos la instrucción que nu-

tre el alma y la fortalece , apreciemos las


elevadas verdades , que nos animan a ha-
cernos sabios y virtuosos. Despreciemos
los placeres de la mesa, los atavíos y todo
lo que tiende a debilitar el cuerpo , y ma-

nifestemos que son preferibles a estos go-


ces materiales el honor, la buena concien-
cia y la religión. Con estos sentimientos ,
y sin discurrir sobre el alma y el cuerpo,
122 FENELON

los antiguos romanos enseñaban a sus


hijos a despreciar el cuerpo y sacrificarle,
para alcanzar para el alma el placer de la
virtud y de la gloria. Entre ellos no eran
sólo las personas de distinguida cuna, sino
el pueblo entero quien nacía sobrio, des-
interesado , lleno de desprecio por la vida
y únicamente sensible al honor y a la sa-
biduría. Al hablar de los antiguos roma-
nos, me refiero a los que vivieron antes de
que el engrandecimiento del Imperio hu-
biese alterado la sencillez de sus costum-
bres.

No se diga que no es posible comunicar


a los niños por medio de la educación sen-
timientos de esta clase. ¡ Cuántas máxi-
mas opuestas a las impresiones de los sen-
tidos hemos visto establecidas entre nos-

otros por la fuerza de la costumbre ! La

del duelo , por ejemplo, fundada sobre una


idea falsa del honor. No era , en efecto, por
medio de un raciocinio, sino suponiendo
sin raciocinar la máxima establecida so-

bre el pundonor, por la cual se exponía la


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 123

vida, y todo hombre que ceñía espada vi-


vía en un peligro continuo . El que no tenía
cuestión alguna podía tenerla a cada mo-
mento con sujetos que buscaban pretextos
para distinguirse en algún combate, y, por
moderado que se fuese, no se podía, sin
perder el supuesto honor, ni evitar una
querella por medio de una explicación, ni
negarse a contender con el primero que
quisiese batirse . ¡ Cuánto no ha costado ,
sin embargo, desarraigar costumbre tan
bárbara ! Ved, pues, hasta dónde alcanza
el poder de los prejuicios de la educación,
y cuánto más lo serán para la virtud, cuan-
do los fortalezcan la razón y la esperanza
del reino de los cielos . Los romanos , de

quienes hemos hablado, y antes de ellos


los griegos, en los buenos tiempos de sus
repúblicas, educaban a sus hijos en el des-
precio del fausto y de la molicie ; les ense-
ñaban a no amar otra cosa que la gloria ;
a querer, no las riquezas, sino vencer a los
reyes que las poseían ; a creer que sólo en
la virtud se encuentra la felicidad . Domi-
124 FENELON

naban tanto estas ideas en aquellas repú-


blicas que, conformándose a ellas , reali-
zaron increíbles hazañas . El ejemplo de
tantos mártires , y de muchos de los pri-
meros cristianos de todas las edades y
condiciones , nos demuestra asimismo que
la gracia del bautismo , unida a una buena
educación, puede mover más prodigiosa-
mente a los fieles , para inspirarles el des-
precio de lo que toca a los placeres del
cuerpo.
Busquemos , pues, los rodeos más agra-
dables y las comparaciones más sensibles
para manifestar a los niños que nuestro
cuerpo es semejante a los brutos y nues-
tra alma a los ángeles. Representémosles
un jinete montado que guía a su caballo ,
y digámosle que el alma es al cuerpo lo
que el jinete al caballo. Deduzcamos de

esto que es bien pobre y desgraciada el


alma que se deja arrastrar por el cuerpo
como por caballo fogoso que la arroja a
un precipicio. Hagámosles observar tam-
bién que la belleza del cuerpo es como una
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 125

flor que se abre por la mañana y por la


tarde está marchita y pisoteada , pero que

el alma es la imagen de la belleza inmortal


de Dios. Hay, añadiremos , un orden de co-
sas tanto más elevadas, cuanto menos , po-
demos verlas con los ojos groseros de la
carne, como vemos cuanto hay en la tierra
sujeto a mudanza y corrupción. Para que
los niños se penetren de que existen cosas
muy reales, que ni los ojos ni los oídos

pueden percibir, les preguntaremos si es


verdad que tal hombre es bueno, que tal
otro tiene mucho talento . Luego que ha-
yan respondido que sí, añadamos : "¿ Has
visto la sabiduría de tal hombre ? ¿ Qué
color tiene ? ¿ La has oído ? ¿ Hace mucho
ruido ? ¿ La has tocado ? ¿ Es fría o calien-
te ?" No hay duda de que el niño se reirá
de tales preguntas , así como de las que se
hagan de un modo análogo sobre el ta-
lento, y parecerá muy admirado de que se
le pregunte si el talento es colorado , si es
redondo o cuadrado . Entonces será la oca-
sión de hacerle entender que conoce cosas
126 FENELON

muy reales que ni pueden verse, ni tocar-


se, ni oírse, y que estas cosas son espiri-
tuales. Pero es necesario andar con mucho
tino en esta clase de discursos con las ni-

ñas. Sólo los propongo aquí para aquellas


cuya curiosidad y raciocinio pudieran, a
pesar nuestro, conducirnos a estas cues-
tiones. Debemos comportarnos según su
penetración y en conformidad con sus ne-
cesidades .

Contengamos su espíritu , en cuanto nos


sea posible, dentro de los límites ordina-

rios, enseñándoles que deben tener, res-


pecto a la ciencia, un pudor casi tan deli-
cado como el que inspira el horror al vicio.
Al mismo tiempo, es necesario hacer
que la imaginación ayude al espíritu, para
presentarles imágenes bellas y halagüe-
ñas de las verdades de la religión, que el
cuerpo no puede percibir. Es necesario
pintarles la gloria celestial con los mis-
mos rasgos que San Juan la representa ;
nada de lágrimas, nada de muerte, nada
de penas y suspiros ; no se oirán gemidos ,
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 127

habrán concluído todos los males ; una ale-


gría eterna resplandecerá sobre la cabeza
de los bienaventurados , del mismo modo
que rodea el agua la de un hombre sumer-
gido en lo profundo del mar. Mostrémos-

les aquella gloriosa Jerusalén, cuyo sol


será el mismo Dios , para dar lugar a días
sin fin ; un río de paz, un torrente de de-
licias, una fuente de vida la regarán, y no
se verá en ella sino oro, perlas y piedras
preciosas . Bien sé que todas estas imáge-
nes nos ligan a las cosas sensibles ; pero,
después de haber embelesado a los niños

con un espectáculo tan hermoso para cap-


tar su atención, es fácil poner en uso los
medios que llevamos ya indicados para
conducirlos hacia las cosas espirituales .
Digámosles también que no vivimos en
este mundo sino como unos viajeros en
CIENCIAS
una hostería, o debajo de una tienda ; que
el cuer DE
po ha de perecer ; que no podems SOFIA Y
BIBLIOTECA
retardar sino pocos años su corrupДon
EDUA

pero que el alma volará a la patri a eSE CIENCIAS


L CA

unidaDU CACION
DE LA
tial, donde estará para
C

siempre
ION

U.
COMPLUTENS
E
128 FENELON

Dios. Si podemos inculcar a los niños el


hábito de la contemplación de estos gran-
des objetos y de juzgar de las cosas comu-
nes con relación a esperanzas tan eleva-
das, tendremos allanadas infinitas difi-
cultades .

Quisiera aún imprimir bien en los niños


el dogma de la resurrección de los muer-
tos. Enseñémosles que la naturaleza no es
más que un orden general que Dios ha es-
tablecido en sus obras , que los milagros
no son más que excepciones de estas leyes
generales, y que, de consiguiente , no cues-
ta más a Dios hacer cien milagros , que a
nosotros salir de nuestro aposento un
cuarto de hora antes de lo que acostum-
bramos. Recordémosles luego la historia
de la resurrección de Lázaro , después la
de la resurrección de Jesucristo, y de sus
apariciones familiares a varias personas
por espacio de cuarenta días . Manifesté-

mosles, en fin, que no puede tener dificul-


tad alguna en volver a formar al hombre
el que lo formó una vez . No olvidemos la
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 129

comparación del grano de trigo que se


siembra en la tierra y se pudre para re-
sucitar y multiplicarse .
Por lo demás, no se trata de que los ni-
ños aprendan de memoria esta moral, co-
mo aprenden el catecismo , pues este mé-
todo sólo serviría para convertir la reli-
gión en un lenguaje afectado o a lo menos
en formalidades incómodas. Ayudemos su
inteligencia, poniéndola en camino de en-
contrar esas verdades por sí misma. De
este modo se les harán más agradables y
se les imprimirán con mayor viveza ; apro-
vechemos todas las ocasiones para hacer-

les comprender lo que ven sólo confusa-


mente.

Es preciso, empero, advertir que nada


hay tan peligroso como hablarles del des-
precio de esta vida, sin hacerles ver, por
nuestra propia conducta, que les hablamos
seriamente. En todas las edades, el ejem-

plo tiene un poder inmenso sobre nos-


otros, pero en la infancia lo puede todo.
Los niños se complacen mucho en imitar,
9
130 FENELON

y como no tienen todavía hábito alguno


que les haga dificultosa la imitación, ni
son capaces tampoco de discernir por sí
mismos el fondo de las cosas , juzgan más
bien por 10 que ven en aquellos que se las

proponen que por las razones con que las


apoyan. Las acciones, pues , son más sen-
sibles que las palabras , y si ven practicar
lo contrario de lo que se les enseña, se
acostumbran a mirar la religión como una

bella ceremonia, y la virtud como un ideal


impracticable .
No debemos , pues, tomarnos la libertad
de bromear sobre cosa alguna que mira a
la religión. Aunque algunos tengan por
cosa inocente ridiculizar la devoción de

alguna persona sencilla, o reírse de sus


escrúpulos respecto a las penitencias que
le ha impuesto su confesor, se engañan
gravemente, pues en esta materia todo

tiene consecuencias muy graves. Nunca


debe hablarse de Dios ni de las cosas que
se refieren a su culto, sino con un respeto

bien distante de aquellas libertades. De


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 131

todo se ha de hablar con decoro, pero

principalmente de estos puntos importan-


tes . Es un dolor ver a personas que son
las más delicadas en todo cuanto tiene re-
lación con el mundo hablar con poco res-

peto en lo que toca a la religión.


Cuando el niño haya hecho las reflexio-
nes necesarias para conocerse a sí mismo
y a Dios, recordémosle los hechos histó-
ricos que le hemos enseñado ya, y con esto
hallará reunida en su mente toda la reli-

gión. Encontrará sumo gusto en observar


la relación que hay entre sus reflexiones
y la historia del género humano. Com-
prenderá que el hombre no se ha hecho a

sí mismo, que su alma es la imagen de


Dios, que su cuerpo ha sido formado con

un organismo admirable por una industria


y poder divinos, y esto le recordará la his-
toria de la creación . Pensará luego que ha
nacido con inclinaciones contrarias a la

razón, que el placer le seduce , que la có-


lera le arrebata y que su cuerpo arrastra
a su alma contra la razón, como un caballo
132 FENELON

fogoso a su jinete , cuando el alma debería


gobernar al cuerpo. Notará, además, la
causa de este desorden en la historia del
pecado de Adán, esa historia le hará es-

perar la venida del Salvador, que debe re-


conciliar al hombre con Dios . Ved ahí

todo el fundamento de la religión .

Para hacer comprender mejor a los jó-


venes los misterios, las acciones y máxi-
mas de Jesucristo , es necesario acostum-
brarlos a la lectura del Evangelio . Prepa-
radlos con tiempo para leer la palabra de
Dios , como se les prepara para recibir, en
la comunión, el cuerpo de Jesucristo. Es-
tableced como fundamento principal la
autoridad de la Iglesia, esposa del Hijo de
Dios y madre de todos los fieles . A ella,
les diréis , debemos escuchar, como que la
ilumina el Espíritu Santo, para que nos
explique las Escrituras sagradas, y no po-
demos dirigirnos a Jesucristo por otro
camino. Leamos con frecuencia, junta-
mente con los niños, los pasajes en que
Jesucristo promete sostener y animar a la
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 133

Iglesia para que pueda conducir a sus hi-


jos por la senda de la verdad . Inspiremos,
sobre todo a las niñas, aquella sabiduría
sobria y moderada que recomienda San
Pablo. Hagamos de modo que teman el
lazo de la novedad, cuya afición es tan
natural a su sexo. Inspirémosles saludable
horror a toda singularidad en materia de
religión ; pongamos a su vista aquella ce-
lestial perfección y maravillosa disciplina
que animaban a los primeros cristianos ;
que se avergüencen de nuestra relajación
y deseen con anhelo aquella pureza evan-
gélica ; pero pongamos gran cuidado en
alejar de ellas cualquier pensamiento de
crítica presumida y de reforma indiscreta.
Pongamos, pues, a su vista el Evangelio
y los grandes ejemplos de la antigüedad ,
tan pronto como hayamos experimentado
su docilidad y la sencillez de su fe. Vaya-
mos a parar siempre a la Iglesia, con las
promesas que se le han hecho y con la au-
toridad que se le ha dado en el Evangelio ,
conservada en el decurso de los siglos y
134 FENELON

entre tantos ataques y revoluciones, así


como la sucesión inviolable de sus pasto-
res y de su doctrina, con lo que se han
cumplido patentemente las promesas di-
vinas. Ben asentado el fundamento de la

humildad y sumisión, así como de la aver-


sión a toda singularidad sospechosa, será
fácil enseñar con mucho fruto a los jóve-
nes todo cuanto hay de perfecto en la ley
de Dios, en la institución de los sacramen-
tos y en las prácticas de la antigua Iglesia.
Sé muy bien que no todos los niños son
capaces de recibir estas instrucciones en
toda su extensión, y sólo las propongo

aquí con el objeto de que les sean comu-


nicadas con la mayor exactitud posible,
según el tiempo y el despejo de los espí-
ritus que queramos cultivar.
La superstición es, sin duda alguna,
muy temible en la mujer, pero nada la des-
arraiga ni la previene mejor que una ins-
trucción sólida, y aunque la instrucción
deba encerrarse en ciertos límites, y ale-
jarse mucho de los grandes estudios en
LA EDUCACION DE LAS JOVENES . 135

que se ocupan los sabios , tiene, con todo,


más influencia de lo que generalmente se
cree. Hay quien se cree bien instruído y
no lo está, y su ignorancia es tan crasa,
que ni aun se encuentra en estado de sen-
tir lo que le falta para conocer lo esencial
del cristianismo . No debemos tampoco

permitir que se mezcle con la fe, o con los


ejercicios de piedad, nada que no sea sa-
cado del Evangelio o autorizado por una

aprobación constante de la Iglesia. Es ne-


cesario prevenir discretamente a los niños
contra ciertos abusos, que podríamos con-
siderar a veces como puntos de disciplina,
si no tuviésemos un buen conocimiento de

ella, y difícilmente podríamos evitar esto,


si no nos remontásemos a su origen y no
conociésemos la institución de las cosas y

el uso que los santos hicieron de ellas.


Acostumbremos, pues, a las niñas, ya
por naturaleza demasiado crédulas, a que
no admitan ciertas historias no autoriza-
das, ni se inclinen a ciertas devociones in-

troducidas por un celo indiscreto, sin la


136 FENELON

aprobación de la Iglesia. El medio verda-


dero para enseñarles lo que deben pensar
sobre estas cosas no es el de criticar seve-
ramente lo que un exceso de piedad ha in-
troducido a veces , sino el de manifestar,
sin censurarlas, que no tienen fundamento
sólido .
Contentémonos con no mentar estas co-

sas, cuando instruyamos a los niños en el


cristianismo. Este silencio bastará para

acostumbrarlos desde luego a concebir el


cristianismo en toda su integridad y per-

fección, sin aditamento de tales prácticas.


Inspirémosles, sí, el deseo de saber la ra-
zón de todas las ceremonias y palabras
que componen el oficio divino y la admi-
nistración de los sacramentos ; manifesté-
mosles la pila bautismal, en la cual ven
bautizar ; hagámosles ver en el Jueves
Santo la consagración de los santos óleos
y en sábado la bendición de las pilas. Co-
muniquémosles el gusto, no por los ser-
mones llenos de adornos y frases vanas y
afectadas, sino por los discursos sensatos
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 137

y edificantes , como buenas pláticas y ho-


milías, que les hagan comprender clara-
mente la letra del Evangelio. Hagámosles
observar cuánta belleza y persuasión se
encuentran en medio de la sencillez de es-

tas instrucciones, e inspirémosles el amor


a su parroquia, donde el pastor habla con
unción y autoridad , por poco talento y vir-
tud que posea ; inculquémosles la estima-
ción y el respeto que merecen las comu-
nidades que concurren al servicio de la
Iglesia. No toleremos jamás que se mofen
del hábito o del estado de los religiosos ;
mostrémosles la santidad de su profesión,

la utilidad que la religión saca de ellos y


el número prodigioso de cristianos que as-
piran en aquellos santos retiros a una per-
fección casi impracticable en las seduccio-
nes del mundo . Acostumbrémosles a fami-
liarizarse con el pensamiento de la muer-
te, a que vean sin asustarse un paño mor-
tuorio, un sepulcro descubierto, y aun en-
fermos en la agonía y personas difuntas,

si podemos conseguirlo sin exponerles a


un terror extremado.
138 FENELON

Nada más enojoso que ver a muchas


personas que, a pesar de no faltarles ta-
lento y piedad, no pueden pensar en la
muerte sin estremecerse , o bien ponerse
pálidas por hallarse trece en una mesa, o
por haber tenido ciertos ensueños. Es ne-
cesario ridiculizar y manifestar la vanidad
de todos esos presagios imaginarios, res-
tos groseros del paganismo , y aun cuando
no se ofrezcan a las mujeres las mismas
ocasiones que a los hombres para manifes-

tar su valor, no deben por esto ser miedo-


sas. La cobardía es siempre despreciable
y sus resultados son siempre funestos.
Una mujer debe saber resistir a falsas
alarmas, debe mantenerse firme contra
ciertos peligros imprevistos , no debe llo-
rar ni asustarse sino por motivos pode-
rosos, y aun en éstos debe sostenerse con
la virtud. El cristiano, sea del sexo que
fuere, no debe ser cobarde, pues el despre-
cio de esta vida y el amor de la otra es ,
por decirlo así, el alma del cristianismo.
CAPÍTULO

VIII

Enseñanza del Decálogo, de los


Sacramentos y de la oración

o que principal y continuamen-


te debe ofrecerse a la vista

de los niños es Jesucristo ,


autor y consumador de nues-
L
tra fe, centro de toda la re-

ligión y única esperanza nuestra. No pre-


tendo explicar aquí el modo como debe
enseñárseles el misterio de la Encarna-
ción, pues esta tarea nos llevaría demasia-

do lejos, y no faltan libros donde se puede


encontrar todo cuanto sea necesario para
enseñar dicho misterio.
140 FENELON

Cuando la persona que instruyamos ten-


ga ya algunas nociones de él, es necesario
reformar todos sus juicios y acciones, to-
mando por modelo al mismo Jesucristo,
que se hizo hombre para enseñarnos a vi-
vir y a morir, mostrándonos en su cuerpo,
semejante al nuestro, cuanto debemos

creer y practicar. No crea por eso que sea


preciso comparar a cada instante los sen-
timientos y acciones del niño con la vida
de Jesucristo, pues semejante compara-
ción sería para ellos molesta e indiscreta :
basta que les acostumbremos a mirar la
vida de Jesucristo como un modelo para
la nuestra, y su palabra como nuestra ley.
Elijamos entre sus discursos y acciones
lo que sea más proporcionado al niño. Si
se impacienta por sufrir alguna incomodi-
dad , recordémosle a Jesucristo en la cruz ;
si le cuesta resolverse a emprender algún
trabajo molesto, recordémosle que Jesu-
cristo trabajó en un taller hasta la edad
de treinta años ; si ambiciona alabanzas,
hablémosle de los oprobios de que fué col-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 141

mado el Salvador ; si no puede conformar-


se con el carácter de las personas que le
rodean, presentémosle a Jesucristo con-
versando con los pecadores y los hipócri-
tas más abominables ; si da muestras de
resentimiento , apresurémonos a poner a

su vista a Jesucristo muriendo en la cruz,


para salvar a los mismos que le crucifica-
ban ; si se deja arrastrar por una alegría
desmedida, pintémosle la dulzura y mo-
destia de Jesucristo , cuya vida fué siem-
pre tan grave y moderada.
Hagamos, en fin, de modo que continua-
mente reflexione sobre lo que Jesucristo
podría decir y pensar de nuestras conver-
saciones, de nuestras diversiones y aun de
nuestras más serias ocupaciones, si toda-
vía estuviese visible entre nosotros . ¡ Cuál

sería, diremos, nuestra admiración , si se


presentase de improviso en medio de nos-
otros cuando vivimos enteramente olvida-

dos de su santa ley ! ¿Y nos sucederá aca-


so esto a cada uno de nosotros en el ins-
tante de nuestra muerte , y a todo el mun-
142 FENELON

do en el día ignorado del juicio universal ?


Al llegar a este punto, podemos describir
la destrucción de la máquina del Universo,
el sol obscureciéndose , las estrellas ca-
yendo del firmamento , los elementos abra-
sados corriendo como ríos de fuego, y des-
quiciados hasta de su mismo centro los
fundamentos de la tierra. ¿ Con qué ojos,
añadiremos , debemos mirar el cielo que
nos cubre, esta tierra que nos sostiene , es-
tos edificios que habitamos , y todos los
demás objetos que nos rodean, cuando to-
dos están reservados para las llamas ?
Mostradles después los sepulcros abiertos
y saliendo de ellos los muertos, que reco-
gen los despojos de sus cuerpos ; a Jesu-
cristo que descenderá sobre las nubes en
su elevada gloria y majestad ; mostrémos-
les abierto aquel libro donde se verán es-
critos hasta los más secretos pensamien-

tos ; aquella sentencia pronunciada a la


faz de todas las naciones y de todos los
siglos ; aquella gloria que abrirá de par en
par sus puertas para coronar por una eter-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 143

nidad a los justos y hacerlos.reinar con


Jesucristo sobre el mismo trono ; aquel
lago, en fin, de fuego y de azufre , aquella
noche y aquel horror eterno, aquel rechi-
nar de dientes , aquella rabia común con
los demonios , que será la herencia de las
almas pecadoras .
No olvidemos explicar bien a los niños
el Decálogo, haciéndoles ver que es un
compendio de la ley de Dios , y que el
Evangelio contiene lo que en el Decálogo
apenas si está anunciado . Hagámosles en-
tender el sentido verdadero de la pala-
bra consejo, a fin de que no sigan la opi-
nión halagüeña y demasiado común, que
separa más de lo que es debido el consejo
del precepto. Enseñémosles que los con-
sejos se dan para facilitar el cumplimien-
to de los preceptos, para fortalecer a los
hombres contra su propia fragilidad, para
apartarlos del borde del precipicio a que
serían arrastrados por su propio peso, y

que los consejos, en fin, pasan a ser ver-


daderos preceptos absolutos para aquellos
144 FENELON

1
que no pueden en ciertas ocasiones obser-
var los preceptos sin el auxilio de los con-

sejos. Así, por ejemplo, las personas de-


masiado sensibles al amor del mundo y a
las celadas de las malas compañías , están

obligadas a seguir el consejo evangélico


de abandonarlo todo y retirarse a la so-
ledad. No nos cansemos de repetir que la

letra mata y el espíritu vivifica ; es decir,


que la mera observancia del culto exterior
es inútil y nociva, si no está interiormente

animada por el espíritu de amor y de re-


ligión ; y, con un lenguaje claro y senci-
llo, hagámosles ver que Dios quiere que
se le honre de corazón y no sólo de boca ;
que las ceremonias sólo sirven para expre-
sar y excitar nuestra religión , pero que
no son la religión misma, que es toda in-
terior, pues Dios quiere que le adoremos
en espíritu y verdad , que le amemos inte-
riormente y que nos consideremos como
si en la naturaleza no existiera más que
él y nosotros ; que Dios no tiene necesidad
de nuestras palabras , de nuestras reveren-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 145

cias, ni tampoco de nuestras riquezas ; que


solamente nos quiere a nosotros mismos ;
que no debemos practicar tan sólo lo que
la ley ordena, sino ejecutarlo para conse-
guir el fruto o fin que se propuso en su
institución, y así que de nada sirve oír
misa, si no se oye con el objeto de unirse
a Jesucristo sacrificado por nosotros , y de
contemplar edificados todo cuanto nos re-
presenta su inmolación. Concluyamos di-
ciéndoles que no todos aquellos que cla-
man "¡ Señor ! ¡ Señor !" serán admitidos
en el reino de los cielos ; y que, si no es-
tamos poseídos de los verdaderos senti-
mientos de amor a Dios , de renuncia a los
bienes temporales , de desprecio de nos-
otros mismos y de horror a las cosas mun-
danas, hacemos del cristiano un fantasma
engañador para nosotros y para los demás .
Pasemos a los sacramentos. Supongo

que habéis explicado ya todas las cere-


monias a medida que los niños las presen-

ciaban, como llevamos dicho. Es el mejor


modo de llegar a compenetrarse de su es-
10
146 FENELON

píritu y de su objeto. Con esto les haremos


entender qué grande cosa es ser cristiano
y qué vergonzoso y funesto es serlo como
la mayor parte de los hombres . Recordé-
mosles con frecuencia los exorcismos y
las promesas del bautismo , para demos-
trarles que los ejemplos y máximas del
mundo, lejos de tener autoridad alguna
sobre nosotros, deben hacernos sospecho-
so cuanto brota de fuente tan odiosa y em-
ponzoñada . No temamos ponerles a la
vista, como hacía San Pablo , el demonio
reinando en el mundo y agitando el cora-
zón de los hombres, con las pasiones vio-
lentas que les hacen buscar las riquezas
y los placeres. Esa pompa, les diremos , es
más del demonio que del mundo, y ningún
cristiano debe abrir ni su corazón ni sus

ojos a tanto espectáculo de vanidad y pe-


queñez. El primer paso que damos , por
medio del bautismo , en el cristianismo , es

renunciar a toda pompa mundana . Volver


al mundo, después de promesas tan so-
lemnes hechas a Dios, es caer en una es-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 147

pecie de apostasía ; como un religioso que,


a pesar de sus votos, abandonase el claus-

tro y el hábito de penitencia para volver


al siglo .
Debemos asimismo inculcarles la idea

de no hacer caso de los desprecios mal


fundados , de las chanzas impías, y aun de
las violencias del mundo , pues que la con-
firmación nos hace soldados de Jesucristo

para combatir a ese enemigo . El obispo,


podremos decirles , os ha dado un golpe
en la mejilla para haceros fuertes contra
los golpes más violentos de la persecu-
ción ; os ha ungido con el óleo sagrado
para recordaros que los antiguos se unta-
ban con aceite a fin de hacer sus miem-

bros más ágiles y vigorosos, cuando iban


al combate ; ha hecho, en fin, sobre vos-
otros la señal de la cruz , para enseñaros
que debéis ser crucificados con Jesucristo.
No estamos ya, añadiremos, en aquellos
tiempos de persecución en que se hacía
sufrir la muerte a cuantos se negaban a
renunciar al Evangelio ; pero el mundo ,
148 FENELON

que no puede dejar de ser mundo, esto es,


corrompido, persigue siempre indirecta-
mente a la piedad , le tiende lazos para
perderla ; la desacredita , se mofa de ella y
hace su práctica tan difícil en la mayor
parte de estados y condiciones, que aun
en las naciones cristianas , donde el cris-
A
tianismo tiene el apoyo de la autoridad so-
berana, se ve el hombre casi en peligro de
avergonzarse del nombre de Jesucristo y
de la imitación de su vida.

Representémosles con la mayor energía


la dicha que tenemos en ser incorporados
a Jesucristo por el sacramento de la Euca-
ristía. Por el bautismo nos hacemos her-
manos suyos, por la Eucaristía, sus miem-
bros. Así como por el misterio de la En-
carnación se entregó a toda la naturaleza
humana en general, por el de la Eucaris-
tía, que es una consecuencia tan natural
de la Encarnación, se entrega a cada fiel
en particular. Todo es real en la serie de
estos misterios : Jesucristo nos da su cuer-
po con tanta realidad como lo había to-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 149

mado, pero es hacerse reo del cuerpo y


sangre del Señor comer el cuerpo de Je-
sucristo sin vivir de su espíritu. El que
come mi cuerpo, ha dicho El mismo , debe
vivir para Mí.
Mas ¡ qué desgracia (podremos aún de-
cirles ) el tener necesidad del sacramento
de la penitencia, que nos supone pecado-
res, cuando hemos tenido la dicha de ha-

ber nacido hijos de Dios ! Aunque el poder


celestial, que se ejerce sobre la tierra y
Dios ha confiado a los sacerdotes para
atar y desatar a los pecadores según sus
necesidades, sea un manantial tan copio-
so de misericordia, debemos temblar siem-
pre ante el temor de abusar de los dones

de Dios y de su paciencia. Es cierto que


debemos desear con el mayor ardor ali-
mentarnos, todos los días, del cuerpo de
Jesucristo, que es vida, fortaleza y con-
suelo de los justos ; pero, considerado co-
mo remedio de nuestras almas enfermas ,
debemos desear llegar a una santidad tan
perfecta, que disminuyamos su necesidad .
150 FENELON
E

Esta, por más que hagamos, será siempre


grande. Pero sería peor aún si hiciésemos
de nuestra vida un círculo continuado y
escandaloso del pecado a la penitencia y
de la penitencia al pecado . Es necesario ,
pues, que nos confesemos para convertir-

nos y corregirnos ; de lo contrario, las pa-


labras de la absolución , por poderosas que

sean por la institución de Jesucristo, no


serían, por efecto de nuestra enfermedad ,
más que palabras , pero palabras funestas ,
causa de nuestra condenación ante Dios.

La confesión sin enmienda, lejos de des-


cargar la conciencia del peso de los pe-
cados, añade a ellos el de un monstruoso
sacrilegio .
Hagamos leer a los niños las oraciones
de los agonizantes, que son admirables ;
expliquémosles lo que hace y dice la Igle-
sia al administrar la extremaunción a los

moribundos. ¡ Qué consuelo les da recibir


aún la unción sagrada para el último com-
bate ! Mas para hacerse digno de la gracia
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 151

en la hora de la muerte, es preciso haber


sido fiel a ella durante la vida.

Admiremos la riqueza de la gracia de


Jesucristo, que no ha desdeñado aplicar
un remedio a la fuente del mal, santifican-
do el origen de nuestro nacimiento, que es
el matrimonio . ¡ Cuán conveniente era ha-
cer un sacramento de la unión del hombre

con la mujer, que representa la de Dios


con su criatura, y la de Jesucristo con la
Iglesia ! ¡ Qué necesaria esta bendición
para moderar las pasiones brutales del
hombre, para llevar la paz y el consuelo
a la familia, para transmitir la religión
como una herencia de generación en ge-
neración ! Debemos deducir de esto que el
matrimonio es un estado muy santo y muy

puro, aunque menos perfecto que la virgi-


nidad ; que hay que ser llamado a él y que
no se debe buscar en este enlace ni los
placeres sensuales ni la pompa mundana,
sino el deseo de dar el ser a criaturas
O
SEMINARI
Mi

que sean santos.


ta

Alabemos la infinita sabidura del Hijo


DE
LA
152 FENELON

de Dios, que ha consagrado pastores para


representarle entre nosotros , para ins-
truírnos en su nombre, para darnos su
cuerpo, para reconciliarnos con él después
de haberle ofendido , para formar todos los
días nuevos fieles y aun nuevos pastores
que nos guíen, para que la Iglesia se con-
serve sin interrupción por todos los siglos .
Manifestemos cómo debemos regocijar-
nos de que Dios haya dado un poder tan
grande a los hombres, y con qué respeto
debemos mirar a los ungidos del Señor,
que son los representantes de Dios y los
dispensadores de sus misterios . Debemos

bajar los ojos y gemir al notar en ellos la


menor mancha que empañe la brillantez
de su ministerio, que debiéramos desear
lavar con nuestra propia sangre. Persua-
dámonos de que su doctrina no es suya ;
de que, al escucharles, oímos al mismo Je-

sucristo, y de que, cuando se reúnen en


nombre del Señor para explicar las Escri-
turas , el Espíritu Santo habla por ellos .
Falta demostrar la necesidad de la ora-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 153

ción, fundada en la necesidad de la gracia


que hemos ya explicado . Dios, diremos al

niño, quiere que le pidamos la gracia, no


porque desconozca nuestras necesidades ,
sino porque quiere sujetarnos a una súpli-
ca que nos excite a reconocer esta necesi-
dad y de este modo exige también de nos-
otros la humildad de nuestro corazón, el
sentimiento de nuestra miseria y de nues-

tra impotencia, y por fin la confianza en


su bondad . Esta súplica no consiste más
que en la intención y en el deseo , pues
Dios no tiene necesidad de que le hable-
mos. Infinitas veces se habla mucho sin
orar, y muchas otras se ora interiormente

sin pronunciar una sola palabra. Con todo ,


las palabras pueden ser de mucha utili-
dad, pues excitan en nosotros las ideas y
sentimientos que expresan, si prestamos
la atención debida, por esta razón nos ha
dejado Jesucristo una fórmula para orar.
¡ Qué consuelo saber por el mismo Jesu-
cristo el modo con que su Padre quiere

que le dirijamos nuestras súplicas ! ¡ Qué


154 FENELON

fuerza deben tener esas peticiones que el

mismo Dios ha puesto en nuestros labios ,


y cómo no ha de concedernos lo que él
mismo nos ha enseñado a pedirle ! Des-
pués de esto, podemos manifestar a los
niños la sencillez y sublimidad de esta
oración, llena de todo cuanto podemos es-
perar del Altísimo .

No es posible fijar aquí la época en que


los niños deban hacer su primera confe-
sión ; depende del estado de su inteligen-
cia y aun más del de su conciencia. Es, con
todo, necesario enseñarles, desde el mo-
mento en que parezcan capaces de enten-
derlo, lo que es confesión. Atendamos des-
pués a la primera falta un poco considera-
ble que cometan y hagamos que experi-
menten por ella toda la confusión y re-
mordimientos posibles. Entonces , instruí-
dos ya de lo que es la confesión, buscarán
ellos mismos naturalmente un consuelo ,
acusándose de su falta al confesor . Debe-
mos procurar hacer de modo que experi-
menten un vivo arrepentimiento, y que
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 155

encuentren en la confesión un sensible

consuelo a su pena, para que esta primera


confesión haga en su espíritu una impre-
sión extraordinària, y sea manantial de
gracias para las confesiones futuras.
Paréceme , por lo contrario , que la pri-
mera comunión no debe hacerla el niño

hasta que, habiendo llegado al uso de la


razón, sea más dócil y esté exento de gran-
des defectos. En esas primicias de fe y de
amor a Dios, Jesucristo se hará sentir y
conocer mejor por la gracia de la comu-
nión. Creo que la primera comunión la
deben desear los niños desde mucho tiem-

po, es decir : debemos hacer de modo que


ya desde su primera infancia la conside-
ren como el mayor gozo que pueden dis-
frutar en la tierra , mientras esperan las
delicias del cielo. Creo asimismo que se

le ha de dar la mayor solemnidad posible ,


para que el niño se figure que todo el mun-
do tiene la vista fija en él en aquellos días,
que se le considera feliz, que se toma par-
te en su alegría y que se espera de él un
156 FENELON

comportamiento superior a su edad en tan


solemne acto. Pero, aunque conviene pre-

parar al niño para la comunión, creo que


luego que se halle bien dispuesto debemos
apresurarnos a concederle esta gracia pre-
ciosa, antes que su inocencia se vea ex-
puesta a situaciones peligrosas y comien-
ce a marchitarse.
1
CAPITULO
IX

Observaciones sobre varios defectos de


las jóvenes

os resta todavía hablar del

cuidado que debemos tener pa-


ra preservar a las niñas de

muchos defectos propios de


N
su sexo. Es muy general
criarlas en una molicie y timidez que las
hace incapaces de una conducta firme y
arreglada. Lo que en estos temores mal
fundados y en esas lágrimas, que con tan-
ta facilidad derraman, no es al principio
más que una delicada afectación, se con-
vierte luego en hábito. Mucho puede ser-
158 FENELON

vir para corregirlas no tener en cuenta


esa afectación, ya que la vanidad tiene en
ello una pequeña parte.

Asimismo es preciso reprimir en ellas


los afectos demasiado tiernos , los celos ,

los cumplimientos excesivos , las lisonjas


y los deseos inmoderados . Todo esto las
pervierte y las acostumbra a mirar como
árido y austero lo que es grave y serio.
También es preciso hacer que se acostum-
bren a hablar breve y concisamente. El ta-
lento consiste en evitar todo discurso in-
útil, y en decir muchas cosas en pocas pa-

labras, circunstancia poco común en las


mujeres, que generalmente hablan mucho
y dicen poco. Toman por talento la faci-
lidad en hablar y la viveza de la imagina-
ción ; jamás escogen entre sus ideas, ni las
ordenan con relación a las cosas que deben

explicar ; se apasionan por casi todo lo que


dicen, y la pasión hace hablar mucho . Na-
da bueno , pues, podemos esperar de una
mujer, si no la reducimos a que reflexione
sobre lo que ha de decir, a que examine sus
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 159

pensamientos, a que se exprese con clari-


dad y a que sepa callarse cuando debe .
Hay otra cosa que contribuye mucho , a

los largos discursos de las mujeres y es


el haber nacido artificiosas , lo cual hace
que usen de grandes rodeos para llegar al
fin que se han propuesto. Tienen las mu-
jeres mucho apego al artificio. ¿ Y cómo
no han de tenerlo si ignoran otra pruden-
cia mejor, y es lo primero que se les ha
enseñado ? Tienen, también, un natural
flexible, propio para representar toda cla-
se de papeles , lloran con suma facilidad,
sus pasiones son vivas y sus conocimien-

tos limitados. De ahí que nada descuiden


para lograr sus intentos, pareciéndoles
buenos cualesquiera medios , que no ad-
mitirían entendimientos más ilustrados .
Apenas discurren para examinar si les
conviene desear algo, pero son bastante
ingeniosas para conseguirlo .
Añadid la timidez y la falsa vergüenza ,
que las hacen aún más disimuladas. El

mejor medio para prevenir este mal tan


160 FENELON

grave es no colocarlas jamás en posición


que les haga necesaria la falsedad, y acos-
tumbrarlas en lo posible a descubrir inge-
nuamente sus inclinaciones sobre todas

las cosas lícitas y permitidas ; dejadlas en


plena libertad de declarar su disgusto
cuando se incomoden . No les obliguéis a
aparentar que gusten de ciertas personas
o de ciertos libros que no les agradan. A
veces una madre, preocupada a favor de
su director, está descontenta de su hija
hasta que ésta se somete a la misma di-
rección, a lo que no se presta la hija sino
contra su gusto.
Debemos procurar que jamás sospechen
que se quiere inclinarlas al claustro ; pues ,
además de quitarles esta idea la confian-
za en sus padres , les persuade de que no
las aman, les conmueve el espíritu y les
hace representar por muchos años el pa-
pel de hipócritas . Cuando desgraciada-
mente se han acostumbrado a ocultar. sus
sentimientos y su modo de pensar, el úni-
co medio de sacarlas de su error es ins-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 161

truírlas en las máximas de la verdadera

prudencia ; así como el medio de apartar-


las de las frívolas ficciones de las novelas

es inspirarles gusto por las historias úti-

les y agradables . Si no las halagamos con


una curiosidad razonable, la adquirirán
desordenada, y asimismo, si no formamos
su espíritu según la verdadera prudencia,
se inclinarán a la falsa , que es el disimu-
lo . Manifestémosles con ejemplos cómo ,
sin valerse de ningún artificio, se puede
ser discreto, cauto y atento a los medios
legítimos para conseguir lo que se desea.
Digámosles : La prudencia consiste prin-
cipalmente en hablar poco, en desconfiar
más bien de sí que de los demás, y en no
hacer discursos falsos y representar el pa-

pel de enredador o chismoso . La conducta

recta, y la reputación universal de probi-


dad, atraen más confianza y aprecio y por
consiguiente más ventajas, aun tempora-
les, que los medios falsos e indirectos.

¡ Cuánto distingue a una persona esta pro-


11
162 FENELON

bidad juiciosa, y cuánto la dispone para


las cosas más grandes !
Añadamos que lo que busca la astucia
es bajo y despreciable , como que muchas
veces es una bagatela que ni nombre me-
rece, y otras es algo pernicioso . Cuando

se quiere lo que se debe querer, se desea


sin rebozo y se busca por caminos rectos
y con moderación. ¿ Hay acaso nada más
agradable y más cómodo que ser sincero,
estar tranquilo siempre y de acuerdo con-
sigo mismo, sin tener cosa que recelar ni
inventar ? Los que disimulan viven en con-
tinua alarma, con remordimientos , en pe-
ligro y en la deplorable necesidad de cu-
brir una ficción con otras mil.
Con todas estas vergonzosas inquietu-

des, el espíritu artificioso jamás evita el


inconveniente de que huye, pues tarde o
temprano es conocido y pasa por lo que
realmente es. Si engaña al mundo por al-
guna acción particular, no puede hacerlo
con todas ; queda siempre a descubierto y
muchísimas veces burlado por los mismos
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 163

a quienes trata de engañar, porque apa-


rentan creerle, y no duda merecer el apre-
cio de los que realmente le detestan. Aun
cuando no suceda siempre así, no puede
a lo menos garantizarse de las sospechas ,
y ¿ hay cosa más contraria a las ventajas
que un amor propio bien entendido debe

desear, que el hacerse siempre sospecho-


so? Estas y otras cosas semejantes debe-
mos ir diciendo gradualmente a los niños ,
según las ocasiones , la necesidad y su in-
teligencia.
Hagámosles observar también que el

artificio procede siempre de un corazón


bajo y de un talento mezquino . Acuden al
disimulo tan sólo los que tienen algo que

ocultar en su conducta, que no es cual de-


biera ser, o los que, queriendo alcanzar
algo, aunque lícito , emplean para lograrlo
medios indignos por no saber elegir los
decorosos. Hagámosles observar lo in-
oportuno de ciertos artificios de que son
testigos, con el desprecio que merecen las
personas que los emplean, y tratemos de
164 FENELON

que se avergüencen cuando les sorprenda-


mos disimulando u ocultando alguna cosa.
Privémosles de tiempo en tiempo de lo
que más aprecian, si han pretendido lo-
grarlo por medio de artificio , declarándo-
les que lo obtendrán siempre que lo pidan

con franqueza. No debemos temer tampo-


co el compadecer sus pequeñas flaquezas
para infundirles el valor de manifestár-
noslas con sinceridad . El falso rubor es el

mal más peligroso y el que más cuidados


requiere, porque si llega a echar raíces ,
hace incurables a los demás.
Desengañémosles de las sutilezas con
que algunos pretenden engañar al próji-
mo, sin que se les pueda echar en cara el
engaño ; hay más bajeza y más superche-
ría en estos refinamientos que en los disi-
mulos comunes. Estos son empleados con
buena fe, y aquéllas van revestidas de un
maligno disfraz para autorizarlas . Diga-
mos, además, a las niñas, que Dios es la
verdad misma, que es hacer burla de Dios
el faltar a la verdad, que es preciso dar a
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 165

las palabras toda la precisión y exactitud


posibles para no decir más que lo necesa-
rio y respetar la verdad. Guardémonos
finalmente de imitar la torpeza de aque-
llas personas que aplauden a los niños

cuando manifiestan su talento por medio


de algún artificio. Lejos de encontrar
agradables y bellos esos pequeños rodeos
de la niñez y de divertirnos con ellos , de-
bemos reprenderlos severamente y procu-
rar que todos sus artificios les salgan fa-
llidos, para que así lleguen a aborrecerlos.
Si alabamos semejantes defectos , llegarán
a persuadirse los niños de que el talento
consiste en el arte de fingir.
}
CAPÍTULO
X

Vanidad de la hermosura y de los adornos

AS niñas nacen con un deseo

violento de agradar, y nada


es tan temible en ellas como
la vanidad. Como tiene cerra-

dos los caminos que condu-


cen a los hombres al poder y a la gloria,
procuran indemnizarse con las gracias que
adornan tanto a su cuerpo como a su ta-
lento. De aquí proviene su conversación
dulce y seductora, sus deseos inmodera-
dos de parecer hermosa, y su desmedido
afán por los adornos. Un sombrero, un
lazo , un rizo del cabello más alto o más
bajo, la simple elección de un color, son
para ellas asuntos de suma importancia.
168 FENELON

Estos excesos son mayores en la época


presente que en otra cualquiera, pues la
volubilidad extremada que reina entre
nosotros da lugar a una variedad conti-
nua de modas y a la pasión de los adornos
se añade la de la novedad , que encanta a
las mujeres . Dos locuras éstas que, unidas,
confunden las condiciones sociales y des-
arreglan las costumbres.

El lujo arruina las familias, y la ruina


de las familias ocasiona la corrupción de
las costumbres. Por una parte , el lujo ex-
cita en las personas de humilde condición
el deseo de enriquecerse pronto, que no

puede conseguirse sin pecar, como nos lo


asegura el Espíritu Santo . Por otro lado,
las personas de distinción, cuando se en-
cuentran sin recursos , se entregan a accio-
nes indignas y a bajezas horribles para
sostener sus gastos, y en uno y otro caso
se extinguen insensiblemente el honor, la
buena fe , la probidad y hasta se rompen
los más estrechos vínculos de parentesco .

Todos estos males proceden de la in-


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 169

fluencia de las mujeres vanas sobre las


modas, haciendo pasar por ridículas a
cuantas han querido conservar la grave-
dad y la sencillez de las costumbres an-
tiguas.
Dediquémonos, pues, a hacer entender

a las niñas que vale más el honor que se


adquiere con la buena conducta y el ver-
dadero talento, que el que procede de un
peinado o de un vestido. La hermosura,
conviene decirles, engaña más todavía a
la persona que la posee que a las que ella
embelesa ; perturba y embriaga el alma ,
y nos hace más torpemente idólatras de
nosotros mismos que los amantes más
apasionados de la persona a quien adoran .
No hay más diferencia entre una mujer
hermosa y otra que no lo es, que la de un
corto número de años , y la belleza no pue-

de dejar de perjudicar , como no sirva para


conseguir un partido ventajoso. ¿Y cómo
podrá servir a esto, si no va acompañada
del mérito y de la virtud ? Sin estas dos
cualidades , una joven hermosa no puede
170 FENELON

esperar unirse sino con un joven atolon-

drado, que la hará feliz, a menos que con


su discreción y modestia llame la aten-
ción de hombres juiciosos, que sólo apre-
cian las buenas cualidades . Las personas

que fundan toda su gloria en la hermosura


caen en el ridículo , pues llegan sin adver-
tirlo a cierta edad en que la belleza se
marchita y continúan enamoradas de sí
mismas, a pesar de que el mundo las mira
ya con disgusto. Tan fuera de razón es,
por fin, tener únicamente apego a la her-
mosura, como querer fundar todo el mé-
rito de un hombre en la fuerza física y en
la robustez del cuerpo, como los pueblos
bárbaros y salvajes.
Tratemos ya de los adornos . La verda-
dera gracia no depende de un modo de
vestir vano y afectado . Es verdad que pue-
de buscarse en el vestido la limpieza , la

proporción y el buen gusto, pero también


lo es que todas esas telas con que nos ves-
timos, y que podemos hacer cómodas y
agradables , no podrán convertirse nunca
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 171

en adornos que contribuyan a la verdade-


ra hermosura.

Quisiera que vieran las jóvenes la noble

sencillez que aparece en las estatuas y en


otras figuras que conservamos de las mu-
jeres griegas y romanas : verían el buen
gusto y la majestad de su cabellera, negli-
gentemente trenzada y echada sobre sus
espaldas, y de su ropaje amplio y flotante,
con largos pliegues . También convendría
que oyesen hablar sobre estos cuadros a

los pintores y otras personas, que conser-


van ese gusto delicado por la antigüedad .
Por poco que su espíritu se elevase so-

bre las preocupaciones de la moda, des-


preciarían muy pronto sus peinados , tan
apartados de lo natural, así como los ves-
tidos de una forma demasiado complica-
da y caprichosa. No pretendo que las mu-
jeres vistan a lo antiguo ; sería extrava-
gancia desearlo ; pero podrían muy bien,
sin singularizarse , tomar afición a aquella
sencillez de vestido, tan noble como gra-

ciosa y tan adecuada , por otra parte , a las


172 FENELON

costumbres cristianas. De este modo, con-


formándose exteriormente con el uso del

día, sabrían a lo menos lo que debe pen-


sarse de él . Mirarían la moda como servi-

dumbre enojosa y sólo la seguirían en lo


que no pudieran rehusarla. Hagamos que
observen con frecuencia y a tiempo la va-
nidad, la inconstancia de las modas y la
torpeza que hay en abultarse la cabeza con

peinados y gorros, cuando la verdadera


gracia sigue estando siempre conforme
con la naturaleza.

La moda, en efecto, se destruye siem-


pre a sí misma ; pretende siempre llegar
a la perfección y nunca la alcanza , o a lo
menos no quiere pararse en ella. Sería ra-
zonable si sólo cambiase para no hacerlo
más en cuanto hubiese encontrado la per-
fección, que constituye la comodidad y la
verdadera gracia ; pero variar sólo por va-
riar, ¿ no es buscar la inconstancia y el
desorden, en vez del buen gusto y la ver-
dadera gracia ? Así no vemos generalmen-
te en las modas más que el capricho. Las
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 173

mujeres deciden en punto a ellas. Son las


únicas consultadas y creídas sobre el par-

ticular, y de este modo los espíritus más


ligeros y menos instruídos arrastran a los
otros . No tienen regla fija para escoger ni
para dejar ; basta que haya sido de moda
mucho tiempo una cosa inventada con el
mejor juicio, para que no se la siga más,
substituyéndola, incluso con admiración ,
por otra, aunque sea una verdadera ridi-
culez.

Sentados estos principios , indiquemos a


las niñas las reglas de la modestia cristia-
na. Sabemos , podemos decirles , por nues-
tros santos misterios, que el hombre nace
en la corrupción del pecado y que su cuer-
po , atormentado por una enfermedad con-
tagiosa, es un manantial inagotable de
tentaciones para el alma . Jesucristo nos
enseña a fundar toda nuestra virtud en el

temor y en la desconfianza de nosotros


mismos. ¿Querrías , por ventura (debemos
decir a una jovencita ) arriesgar tu alma y
la del prójimo por una loca vanidad ? De-
bes, pues, mirar con horror toda inmodes-
174 FENELON

tia en el vestir, pues aunque estas faltas


se cometan sin intención alguna dañosa,
son cuando menos, en el fondo, una vani-

dad y un deseo desordenado de agradar.


¿Y esta vanidad puede justificar delante
de Dios y de los hombres una conducta
tan temeraria, tan escandalosa y tan con-
tagiosa para otros ? ¿ Conviene acaso este
deseo de agradar a una alma cristiana, que
debe considerar idolatría cuanto la separa

del amor del Criador y del desprecio de


las criaturas ? Y ¿ qué es lo que pretende
una mujer, cuando se empeña en agradar ?
¿No es, por desgracia, el deseo de excitar

las pasiones de los hombres ? ¿Y acaso no


las tiene en sus manos para contenerlas
y dominarlas, si traspasan sus límites ?
¿ No deberá imputarse a sí misma todas
sus consecuencias ? ¿Y no los traspasan
cuando se han inflamado ? ¡ Preparáis un

veneno sutil y mortal que derramáis so-


bre todos los que os ven, y os creéis aún
inocentes ! Añadamos a esto ejemplos
oportunos de mujeres cuya modestia las
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 175

hizo recomendables , y de otras a quienes


ha dañado su inmodestia . Sobre todo no

debemos permitir que nuestras hijas lle-


ven ningún adorno superior a su condi-
ción, reprimiendo con severidad todos sus
caprichos, y manifestándoles el peligro a
que se exponen y el desprecio con que son
miradas por los hombres sensatos , cuando
se olvidan de lo que son.
Réstanos desengañar a las jóvenes del
error del ingenio. Si no las contenemos a
tiempo, cuando demuestran viveza , se em-
peñan en querer hablar de todo, en dar su
opinión sobre obras que no están a sus al-
cances, y afectan aburrirse por demasiado
refinadas. Una muchacha no debe hablar
sino en casos necesarios , y siempre con
aire de duda y de deferencia ; ni tampoco
debe hablar de asuntos superiores a la ca-
pacidad común de las niñas , aunque esté
instruída sobre ellos . Tenga enhorabuena
tanta memoria, tanta vivacidad , tanta gra-
cia y facilidad en el hablar como quiera,
que en esto participará de las cualidades
176 FENELON

comunes a un gran número de mujeres


muy poco sensatas y muy despreciables,
pero se hará recomendable por su conduc-
ta ejemplar, por su carácter apacible, por
su discreción en saber callar y por su acer-

tado buen juicio. Combátase su afectación


de hastío y su delicadeza, enseñándole que
el buen gusto consiste en acomodarse a
las cosas según sean útiles.
Nada tan digno de aprecio como el buen
sentido y la virtud , que nos hacen consi-
derar el fastidio y la displicencia, no como
delicadeza laudable, sino como flaqueza

de espíritu enfermo. Y, ya que es preciso


vivir entre espíritus prosaicos y ocuparse
en cosas que no son muy deliciosas, la
razón, que es la única delicadeza laudable ,
exige hacerse prosaico con las personas
que lo son. Un carácter delicado, pero que
sabe prescindir de delicadezas cuando lo
exige la necesidad para conseguir cosas
más importantes, es muy superior a esos
caracteres descontentadizos que se dejan
vencer por el fastidio .
CAPÍTULO
XI

Cómo debemos instruir a la mujer


respecto a sus deberes

ASEMOS ahora al examen de la

instrucción que debe darse


a las mujeres , y veamos pa-
ra ello cuáles son sus debe-
res. La muje está encarg
r ada
de la educació de sus hijos , de la de los
n
muchach hasta cierta edad y de la de
os
las niñas hasta que se casan o se encierran
en el claustro ; de la conducta , costumbre
s
y servicio de los criados ; de los pormeno-
res de los gastos y de los medios de ha-
12
178 FENELON

cerlo todo con economía y dignamente, y


a veces aun de administrar las rentas de
una casa.
La instrucción de las mujeres , como la
de los hombres , debe limitarse a lo que
tenga relación con sus funciones ; la di-
versidad de sus ocupaciones debe consti-
tuir la diferencia en sus estudios . Es pre-
ciso, pues , limitar la instrucción de las
mujeres a las cosas que acabamos de de-
cir, y si una mujer, picando de sabia, juz-
ga que estos límites son muy estrechos
para su curiosidad , se engaña. Esa mujer
desconoce la importancia y extensión de
las cosas cuya instrucción acabamos de

proponer.
En punto a la educación de los hijos ,
¡ qué talento necesita para conocer el ca-
rácter de cada uno de ellos, para saber el
modo más propio de tratarles , para des-
cubrir sus inclinaciones y su capacidad,
para ponerles a salvo de pasiones nacien-
tes, y para inspirarles buenas máximas y
curarles de sus errores ! ¡ Qué prudencia
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 179

debe tener para adquirir y conservar au-


toridad sobre ellos, sin perder su afecto
y su confianza ! Y , además , ¿ no tiene ne-
cesidad de saber observar y conocer a fon-
do las personas que pone al lado de sus
hijos ? Ciertamente. Luego la madre de
familia debe estar plenamente instruída
en la religión y tener un espíritu maduro
y firme, activo y experimentado en el go-
bierno de la casa.

¿ Puede dudarse de que las mujeres tie-


nen a su cargo todos estos cuidados, cuan-
do vemos todos los días que recaen natu-
ralmente sobre ellas, aun durante la vida
de sus maridos, ocupados en otros nego-
cios ? Y los tienen principalmente si lle-
gan a enviudar. San Pablo enlaza de tal
modo el bien del alma a la educación de

los hijos, que asegura que sólo por ellos


se ha de salvar la mujer.
No explicaré aquí todo lo que debe sa-
ber la mujer para educar a sus hijos, por-

que la lacónica sentencia que acabo de ci-


tar ya le dará a conocer bien la exten-
180 FENELON

sión de los conocimientos que debe ad-


quirir.
Añadamos a la dirección la economía,
que la mayor parte de las mujeres consi-
dera ocupación baja y propia solamente
de gente plebeya, o cuando más de un ma-
yordomo o de una ama de gobierno . Su-
cede esto especialmente en las mujeres
criadas en la molicie, en la abundancia y
en la ociosidad, que son indolentes y des-
deñan entrar en todos estos pormenores .

Apenas hallan diferencia entre la vida del


campo y la de los salvajes del Canadá ; si

les habláis de la venta del trigo , del cul-


tivo de las tierras, de las varias especies
de rentas, del cobro de los réditos y de
otras cosas semejantes, del mejor modo
de hacer los arriendos o de establecer los

recaudadores , creen que pretendéis obli-


garlas a ocupaciones indignas de ellas.
Sin embargo, la ignorancia es tan sólo
la que hace despreciar la ciencia de la eco-
nomía doméstica. Los antiguos griegos y
los romanos, tan cultos como sabios , se
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 181

instruían en ella con el mayor esmero, en


tanto que los primeros talentos de entre

ellos escribieron, guiados por su propia


experiencia, varios libros sobre esta cien-
cia, que se conservan todavía, en los cua-
les marcaron igualmente hasta los meno-
res detalles sobre la agricultura. Nadie ig-
nora que los mismos conquistadores en
aquellos pueblos no desdeñaban labrar sus
tierras y volver al arado después de sus
triunfos . Pero dista tanto esto de nuestras

costumbres, que con dificultad se creería,


si la Historia nos ofreciese el menor pre-

texto para dudarlo . Sin embargo, ¿ hay


acaso nada más natural que el que un go-
bierno piense en defender o extender los
límites de su país para cultivarlo en paz ?
¿ De qué sirve la victoria sino para coger
los frutos de la paz ? Además, la grandeza
del entendimiento consiste en el deseo de
instruírse exactamente en el modo como

se hacen las cosas que sirven de funda-


mento a la vida humana ; en torno suyo

giran los negocios más importantes. La


182 FENELON

fuerza y la felicidad de un estado consis-


ten, no en tener muchas provincias mal
cultivadas, sino en sacar de la tierra lo
que posee, cuando sea necesario para ali-
mentar cómodamente un pueblo nume-
roso.
Para instruírse en todas las artes que
tienen relación con la economía , y para

ponerse en estado de gobernar bien una


familia, que es un pequeño estado , se ne-
cesita, sin duda alguna, más talento que
para divertirse, discurrir sobre modas o
amenizar una conversación con dichos
graciosos . Vemos mujeres cuya conversa-
ción abunda en máximas sólidas y juicio-
sas, y por contraste su conducta, por no
haberse aplicado con tiempo a lo que prin-
cipalmente les interesaba , se reduce a sim-
ple frivolidad.
Guardémonos , empero , de caer en el ex-
tremo opuesto : las mujeres corren mucho
peligro de ser en todo extremosas . Con-
viene acostumbrarlas desde niñas a go-

bernar alguna cosa , a contar, a ver el modo


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 183

de comprar barato lo que se necesita, y


saber cómo deben ser hechas todas las

cosas para que sirvan al fin que nos pro-


ponemos ; pero es también muy de temer
que esta economía toque en avaricia, ra-
zón por la que es preciso manifestarles

lo ridículo de esta pasión. Sabed , debemos


decirles , que la avaricia gana poco y se

deshonra mucho, y un talento razonable


únicamente debe buscar en una vida fru-

gal y laboriosa el evitar la vergüenza y la


injusticia que resultan de una conducta
ruinosa y pródiga . Sólo deben cercenarse

los gastos superfluos para poder hacer


con mayor liberalidad lo que la comodi-
dad, la amistad y la caridad exigen. Mu-
chas veces se gana mucho perdiendo de
intento, pues los grandes lucros se deben
al buen orden y no a ciertos ahorros mez-
quinos. No dejemos tampoco de recordar-
les el error grosero de aquellas mujeres
que economizan con la mayor escrupulo-
sidad una velita , mientras se dejan enga-
184 FENELON

ñar por sus mayordomos en las cuentas


que les presentan.
En cuanto a la limpieza, debemos obrar,
como respecto de la economía, acostum-
brando a las niñas a no tolerar nada sucio

o desarreglado, y a notar el menor des-


orden en la casa, haciéndoles observar que
nada contribuye más a la economía y al
aseo que el estar cada cosa en su lugar. A

primera vista parece insignificante esta


regla, y, sin embargo, se verían de ella
grandes resultados si fuese observada con
escrupulosidad. ¿ Necesitamos una cosa?
No perdemos un momento en buscarla, ni
hay turbación, ni cuestiones , ni obstácu-
los para encontrarla, pues la hallamos en
seguida, y la volvemos a su lugar luego
que nos hemos servido de ella. En este
bello orden se funda una de las principa-
les condiciones del aseo, pues la vista se
deleita con un arreglo tan exacto . Por otra
parte, como el lugar que cada cosa ocupa
es el que más le conviene, no sólo por la
simetría sino también por su conserva-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 185

ción, se estropea menos, no está tan ex-


puesta a perderse y se conserva limpia :
un vaso, por ejemplo, ni se cubrirá de

polvo , ni correrá peligro de quebrarse, si


se le vuelve a su lugar inmediatamente
de haber servido. El espíritu que todo lo
arregla con orden y exactitud no permite
que nada se coloque sin que esté muy lim-

pio. Unamos a estas ventajas la de quitar


por esta costumbre a los criados toda in-
dolencia y confusión, y no es poca venta-
ja, además , la de ser servido con facilidad
y prontitud, y quitarse con esto la ocasión

de impacientarse con frecuencia por el re-


tardo que proviene del desarreglo de las
cosas y de la consiguiente dificultad de
encontrarlas . Pero evitemos el exceso en

la delicadeza y en el aseo, el cual, cuando


moderado , es una virtud ; mas, cuando ex-
tremado , se convierte en pequeñez de es-
píritu. El buen gusto rechaza la delica-
deza excesiva y considera a las pequeñe-

ces como tales y no se incomoda por ellas.


Ridiculicemos , pues, delante de las niñas ,
186 FENELON

las chucherías a que se aficionan ciertas


mujeres y que les ocasionan a veces gas-
tos tan indiscretos . Acostumbrémoslas a

un aseo sencillo y fácil de practicar ; en-


señémosles el modo mejor de hacer las
cosas y la ventaja de abstenerse de mu-
chas de ellas ; hagámosles notar cuánta
bajeza y pequeñez de espíritu hay en re-
ñir por estar mal sazonado un plato, por
estar mal dispuestos los pliegues de una
cortina o por estar una silla más alta o
más baja .

Es seguramente más propio de una per-


sona ilustrada el pasar voluntariamente
por grosera que por delicada en cosas de
tan escasa importancia. Esta fatal delica-
deza, si no es reprimida a tiempo, mayor-

mente en las mujeres de talento , se hace


todavía más peligrosa y quisquillosa en la
conversación que en todo lo demás ; la ma-
yor parte de las personas les parecen in-
substanciales y fastidiosas, la menor falta
de cortesía les parece una monstruosidad,
y, siempre en medio de un fastidio extre-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 187

mado , dejan entrever el carácter burlón


que les es propio . Es necesario que les ha-
gamos entender a tiempo que nada hay
tan poco sensato como juzgar superficial-
mente a una persona por sus modales y
sin atender al fondo de su espíritu, de sus
sentimientos y de sus cualidades . Es ne-
cesario hacerles comprender, con varios
ejemplos, que un lugareño, con su aire
grosero, y si se quiere ridículo, y con sus
cumplimientos importunos, es más digno
de aprecio, si tiene buen corazón y espí-
ritu ordenado , que un cortesano que , bajo
su finura, oculta un corazón ingrato, in-
justo y capaz de toda clase de bajezas
y artificios. Añadamos a esto todavía que
son muy débiles las personas propensas
al fastidio y al enojo ; que no hay persona

cuya conversación sea tan insípida que no


pueda sacarse de ella algo bueno, y que,
aun cuando debamos siempre elegir lo
mejor, cuando tenemos libertad de hacer-
lo , debemos también consolarnos cuando
nos veamos precisados a conversar con
188 FENELON

personas de aquella clase, ya que por otra


parte podemos hacerles hablar de las co-
sas en las cuales son inteligentes , sin con-
tar que las personas de talento pueden
siempre sacar alguna instrucción de los
sujetos menos ilustrados . Pero volvamos
a lo que debe enseñarse a las jóvenes .
CAPITULO
XII

Continuación sobre los deberes


de la mujer

O es de poca importancia la
ciencia de hacerse servir. Es

necesario escoger criados que


sean honrados y religiosos ;
N
es preciso también conocer los
cargos y funciones que deben ejercer, el
tiempo y trabajo que cada cosa exige, el
modo de desempeñarla bien y el gasto que
necesita. Sería fuera de razón, por ejem-

plo, reñir a un repostero por no haber


compuesto una empanada u otra cosa más
190 FENELON

pronto de lo que es posible , así como sería


imposible averiguar el coste de una de es-
tas cosas, si se ignorase el precio y la can-
tidad de azúcar y demás ingredientes que
entran en su preparación ; en tal caso se
expone la mujer a ser o bien la mofa, o
bien el verdugo de sus criados , si no tiene
idea de sus oficios .

Es necesario igualmente conocer su ca-


rácter y gobernar cristianamente su pe-
queña república , que es generalmente bas-
tante ruidosa. Es necesario, sin duda al-

guna, valerse de la autoridad , porque


cuanto menos razonables son las perso-

nas, tanto más deben sujetarse con el te-


mor; pero como todos son cristianos y
hermanos nuestros en Jesucristo , debemos
respetarles como miembros suyos, y esta-
mos obligados a no usar de la autoridad
sino cuando no basta la persuasión.

Debéis, pues, tratar de que os amen los


sirvientes, pero sin descender a ninguna
familiaridad ; no tengáis conversación con
ellos , pero tampoco temáis hablarles con
1

LA EDUCACION DE LAS JOVENES 191

frecuencia de sus necesidades con afecto

y sin altivez. Que vivan seguros de en-


contrar en sus amas consejo y compasión ;
ni se les reprenda ásperamente por sus
defectos, por los cuales no debe manifes-
tarse sorpresa, ni enfado , mientras se con-
serve la esperanza de que se corrijan ; há-
gaseles entender con dulzura la razón , y
disimúlense las faltas que cometan en el
servicio, a fin de ponerles en estado de
que conozcan ellos mismos con calma que
si se les habla sin enojo ni impaciencia es
más por su interés que por el de que sir-
van bien. No será fácil acostumbrar a las

jóvenes de distinción a esta conducta sua-


ve y caritativa, pues la impaciencia y el
ardor de la juventud, unidos a la falsa
idea que se les da de su alto nacimiento ,
les hace mirar a los criados poco menos

que como a caballos ; creen ser de natu-


raleza diferente a la suya, y suponen que

los sirvientes han nacido para la comodi-


dad de los amos. Enseñémosles , pues,
cuán contrarias son tales máximas a la
192 FENELON

modestia que se deben a sí mismas y a la


humanidad que deben al prójimo. Esfor-
cémonos en convencerlas de que los hom-
bres no han sido criados para ser servi-
dos ; que es un error creer que hay hom-
bres nacidos para lisonjear la pereza y el

orgullo de otros ; que ya que, contra la


igualdad natural de los hombres , se ha
establecido la servidumbre, es preciso ha-
cerla llevadera en cuanto sea posible ; que

si los amos, que han recibido mejor edu-


cación que sus criados , tienen muchos de-

fectos , es torpeza pretender que sus cria-


dos estén exentos de ellos ; y, por fin, que

si los criados se echan a perder sirviendo


malamente, más aún echa a perder a los
amos lo que generalmente se entiende por
estar bien servido, pues esta facilidad de
sacrificarlo todo a sus antojos y de entre-
garse sin reserva a sus deseos no sirve
más que para debilitar el alma, enarde-
cerla y hacerle desear las menores como-
didades .

Nada mejor que acostumbrar a las niñas


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 193

con tiempo al gobierno doméstico, con-


fiándoles la dirección de alguna cosa y
haciéndoles dar cuenta de su resultado .
Esta confianza las llenará de satisfacción,

pues la juventud siente un placer increí-


ble cuando comienza a merecer nuestra

confianza, y ve que se le hace tomar parte


en algún asunto de gravedad . La reina
Margarita nos ha dejado un hermoso
ejemplo. Cuenta en sus memorias esta
princesa que el placer más grande de su
vida fué ver que la reina, su madre, le ha-
blaba como a persona de mucho juicio,
siendo ella todavía muy joven , y llegó a

su colmo la alegría, cuando la reina y su


hermano , el duque de Anjou, le confiaban
los secretos de Estado , siendo así que has-
ta entonces no había conocido sino los
juegos de la niñez.
Permitamos a las niñas alguna falta en
estos ensayos, sacrificando algo a su ins-
trucción, advirtiéndoles solamente con

dulzura lo que debiera haber dicho o he-


cho para evitar la falta en que han caído ;
13
194 FENELON

contémosles , para animarlas , las faltas


cometidas en nuestra juventud, semejan-
tes a las suyas ; sólo así podremos inspi-
rarles confianza, sin la cual la educación
se reduce a un conjunto de formalidades
enojosas .
Enseñemos a las niñas a leer y escribir
correctamente . Es vergonzoso y muy co-

rriente ver a mujeres que tienen talento y


finura que no saben pronunciar bien lo que
leen, o que titubean y leen con tonillo des-
agradable, ignorando que debe hacerse
con entonación sencilla y natural, pero
firme y sostenida. Son todavía las muje-
res más defectuosas en el escribir, ya en
la formación y enlace de las letras, ya en
la ortografía ; debemos acostumbrarlas,
cuando menos, a que escriban en línea rec-
ta y a que hagan la letra clara y legible.
Convendría igualmente que las niñas
aprendiesen la gramática de su lengua, no
por medio de reglas, como aprenden los
estudiantes la latina en la escuela, sino
habituándolas a no tomar un tiempo de
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 195

verbo por otro, a emplear términos pro-


pios para expresar clara , ordenada y pre-

cisamente sus conceptos . Esto será sufi-


ciente para que puedan algún día enseñar
a sus hijos a hablar bien sin necesidad de
estudio alguno. Es bien sabido que, en la
antigua Roma, la madre de los Gracos
contribuyó mucho, por medio de una bue-
na educación, a formar la elocuencia de

sus hijos, que llegaron a ser tan grandes


hombres.

Debieran igualmente las niñas saber las


cuatro reglas de la aritmética, lo cual pue-
de servirnos de mucha utilidad para ha-

cerles sacar cuentas. Es cosa que molesta


a muchas personas, y sólo la costumbre
adquirida desde la infancia, junto con la
facilidad de resolver por medio de las re-
glas toda suerte de cuentas, aun las más
enredadas , podrá disminuir esta molestia.
Todos sabemos que de la exactitud de las
cuentas depende el buen orden de una
casa.

También sería útil que conocieran las


196 FENELON

principales reglas de derecho ; por ejem-


plo, la diferencia que hay entre un testa-
mento y una donación , lo que es un con-
trato, una substitución , una partición en-
tre coherederos ; los principios de derecho
o de las costumbres del país donde se vive,
para dar validez a sus actos ; lo que es de
propiedad particular y lo que es de un
pueblo, y qué son bienes muebles e inmue-
bles. Cuando se casen versarán sobre es-

tas cosas los principales negocios en que


deban ocuparse .
Pero debemos manifestarles al propio
tiempo su incapacidad para profundizar
las dificultades del derecho, las obscuri-
dades que éste ofrece, las dudas de que
está lleno , las variaciones de la jurispru-
dencia, la incertidumbre de todo cuanto
hacen los jueces por claro que parezca , y
cuánto incomodan y arruinan las casas las
dilaciones en los trámites y el fallo de las
mejores causas. Hagámosles una pintura
exacta de la agitación de una audiencia,
de sus trampas y enredos , de los subterfu-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 197

gios y sutilezas en los procedimientos , de


los gastos inmensos que éstos ocasionan,
de la miseria de los que pleitean , y de la
maña e industria de los abogados , procu-
radores y escribanos, que se enriquecen a
costa del empobrecimiento de las partes
litigantes . Añadamos los medios que ha-
cen mala por la forma una causa buena en

el fondo ; las máximas y principios opues-


tos de tribunal a tribunal, que hacen que

en uno se gane lo que se pierde en otro ;


las competencias que se suscitan sobre
jurisdicción, y el peligro que corre un liti-
gante de pleitear muchos años en el tri-

bunal superior, para saber qué tribunal


debe entender de su negocio ; y , por fin,
la diversidad de pareceres entre jueces y
abogados sobre un mismo punto , que hace
que se dé por ganada una causa en la con-
sulta y se pierda muchas veces con costas
en el tribunal.
Todo esto me parece muy importante

para impedir que las mujeres se apasionen


por los pleitos , y que se entreguen ciega-
198 FENELON

mente a ciertos consejos interesados y


enemigos de la paz, cuando viudas, o bien
dueñas absolutas de sus bienes en cual-
quier otro estado . Presten enhorabuena
oído a las indicaciones de sus procurado-
res, pero no se entreguen a su dirección ;
consulten siempre, antes de emprender
una causa, con personas de mayor capaci-
dad e instrucción , y más inclinadas de con-
siguiente a las ventajas de un arreglo ; y
persuádanse de que la principal habilidad
en estos asuntos consiste en prever sus in-
convenientes y saberlos evitar.
Después de la instrucción sobre estas
cosas , que debe siempre ocupar el primer
lugar, creo que no será inútil permitir a
las niñas, según el tiempo de que dispon-
gan y su capacidad, la lectura de libros
profanos que no encierren nada que pue-
da fomentar las pasiones ; será esto, por

otra parte, el medio de inspirarles aver-


sión por las comedias y novelas. Que lean
las historias griega y romana, donde ha-
llarán prodigios de valor y desinterés. No
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 199

olvidemos tampoco la de su nación, que


no dejará de tener también sus bellezas ,
y, uniendo a ellas las de los países veci-
nos, así como las de los distantes , que
estén escritas juiciosamente, ilustraremos
su entendimiento, y, mientras cuidemos
de evitar la vanidad y la afectación , su
alma se elevará a sentimientos grandes y
generosos .
Asimismo puede permitirse a las niñas,
aunque con mucho tino en la elección, la
lectura de obras de elocuencia y poesía, si
las vemos inclinadas a ella y su juicio es
bastante sólido para limitarse al verdade-
ro uso de estas cosas. Pero es muy temi-
ble excitar demasiado las imaginaciones
vivas, y por consiguiente debe procederse
en esto con sobriedad . Todo lo que puede
excitar el amor es tanto más peligroso
cuanto más encubierto y suavizado se
presenta.
De iguales precauciones necesitan la
música y la pintura, pues son artes de
igual atractivo y de igual gusto. En cuan-
200 FENELON

to a la primera, sabemos que los antiguos


creían que nada hay más pernicioso para
un estado bien organizado que la intro-
ducción de una melodía afeminada, que
debilita a los hombres, inspirándoles la
molicie y el deleite, porque el alma se deja
arrastrar por los sentidos hasta la embria-

guez. Por esta razón los magistrados de


Esparta destruían los instrumentos cuya
armonía era demasiado delicada, siendo
esto uno de los principales cargos de su
policía ; por esto Platón condena también
severamente los tonos deliciosos de la mú-
sica de los asiáticos . Con mayor razón,
pues, los cristianos, que no deben buscar
nunca el placer por el solo deleite, deben
mirar con horror tan envenenadas di-
versiones .

Si se quitase a la poesía y a la música


todo lo que les impide llegar a su verda-
dero fin, podrían emplearse con no poca
utilidad para excitar en el alma vivos y
sublimes sentimientos hacia la virtud.

¡ Cuántas obras poéticas tenemos en la Es-


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 201

critura que, según parece, cantaban los


hebreos ! Los himnos son los monumentos
más antiguos que, antes de la invención
de la escritura, conservamos fielmente en-
tre los hombres y la tradición de las cosas
divinas. Ya hemos hablado del poder que
tuvo la música entre los pueblos paganos
para elevar el alma sobre los sentimientos

vulgares. La Iglesia ha creído que de nin-


gún modo podía consolar mejor a sus hi-
jos que con el canto de las alabanzas de
Dios. No es posible renunciar a esas artes
consagradas por el mismo Espíritu de
Dios . Una música y una poesía cristianas
son el mejor medio para inspirar aversión
a los placeres mundanos ; pero, desgracia-
damente, con los prejuicios de nuestra
época , la afición a estas artes es casi siem-7
pre peligrosa. Debemos , pues, sin dilación
GOGI

alguna, hacer conocer a las niñas que vea-


mos muy inclinadas a tales impresiones,
A

qué fácil es encontrar encantos en la mú-


sica, sin salir de los objetos piadosos. Si
tienen voz y talento para las bellezas de
202 FENELON

la música, no será fácil impedir que lle-


guen a conocerlas, y cuanto hiciéremos

con este objeto no haría más que fomen-


tar su pasión ; vale más dar curso ordena-
do a este torrente que intentar contenerlo.
La pintura es más susceptible de buena
dirección ; tiene, además, mucha impor-
tancia para las mujeres, pues sin ella no
pueden perfeccionar sus trabajos . No ig-
noro que podrían éstos reducirse a labores

sencillas, que no exigen conocimientos de


ningún arte ; pero, supuesto el designio de
ocupar la inteligencia al propio tiempo
que las manos de las mujeres de distin-
ción, sería de desear que se ocupasen en
aquellas obras en que el arte o la industria
sazonan el trabajo con el placer. Tales
obras no pueden tener una verdadera be-
lleza sin el conocimiento de las reglas del
dibujo ; de su falta proviene que casi todas
las muestras que observamos en los teji-
dos , encajes y bordados son de pésimo
gusto , pues no hay en ellos orden, idea,
ni proporción . Pasan por hermosas, por-
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 203

que cuestan mucho trabajo a los que las


fabrican y mucho dinero a los que las com-
pran ; su brillo deslumbra a los que las

miran de lejos o a los que no entienden


de tales cosas. En esto han dado reglas
a su capricho las mujeres, y quien quisie-
ra discutirlas sería tachado de visionario.

Podrían, con todo, desengañarse , estu-

diando pintura y poniéndose así en estado


de hacer, con poco gasto y con gran pla-
cer, obras de belleza superior a los capri-
chos irregulares de las modas.

Deben las mujeres temer la ociosidad


y huir de ella. Piensen que los primeros

cristianos, cualquiera que fuese su condi-


ción, trabajaban, no con el objeto de re-
crearse, sino para convertir el trabajo en
una ocupación continuada, útil y seria.
Además, el orden natural, la pena impues-

ta al primer hombre y con él a toda su


posteridad, aquella de la cual el hombre
nuevo, que es Jesucristo, nos ha dejado
un grande ejemplo, todo nos induce a una
204 FENELON

vida laboriosa, según la condición de cada


uno.
En la educación de una joven hay que
tener en cuenta su condición , el lugar en
que ha de vivir y el estado que probable-
mente abrazará, cuidando, sobre todo , de
que no llegue a concebir esperanzas supe-
riores a su condición . Pocas son las per-

sonas que no hayan tenido que arrepen-


tirse de haber ambicionado demasiado o
que no hayan llegado a disgustarse de
aquello mismo que las hubiera hecho fe-
lices, si no hubiesen aspirado a una clase
superior a la suya . Si una joven debe vivir
en el campo , debemos aficionarla desde

un principio a las cosas campestres, no


permitiéndole entregarse a las diversio-
nes de la ciudad y manifestándole las ven-
tajas de una vida activa y sencilla . Si debe
vivir en la ciudad , pero en la clase media,
cuidemos de que no trate con persona de

corte, pues este trato no serviría más que


para hacerle tomar un tono ridículo, por
lo desproporcionado y ajeno a su esfera ;
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 205

procuremos encerrarla dentro de los lími-

tes de su condición , ofreciéndole como

modelos las personas que más se distin-


gan en su clase . Habituémosla a lo que
debe practicar toda su vida ; enseñémosle
el modo de dirigir una casa de campo , los
cuidados que requieren los frutos o pro-
ductos de las tierras , y las rentas y alqui-

leres procedentes de los bienes y casas de


la ciudad ; instruyámosla en el arte de
educar a los hijos, y por fin en todos los
pormenores de las ocupaciones y negocios
que constituyen el comercio , en el que po-
drá suceder que entre cuando se case.
Si, por lo contrario, se resuelve a ser
religiosa, sin que la violenten jamás sus
padres, educadla para el estado a que as-
pira, probad con toda seriedad la fuerza
de su alma y cuerpo , sin esperar el novi-
ciado, que es una especie de compromiso
con respecto al honor mundano ; acostum-
bradla al silencio ; obligadla a obedecer en
cosas contrarias a su temperamento y cos-
tumbres ; ensayad poco a poco si será ca-
206 FENELON

paz de vivir según la regla a que quiere


someterse, que se acostumbre a una vida

sencilla, sobria y laboriosa, que conozca


la libertad y la felicidad que hay en saber
privarse de las cosas que fuera del claus-
tro imponen la vanidad, la molicie y las
comodidades del mundo ; en una palabra,

que practique la pobreza de modo que co-


nozca la felicidad que nos ha revelado Je-
sucristo. Empleemos los medios necesa-
rios para alejar de su corazón toda vani-
dad mundana. Sin exponerla a pruebas
demasiado peligrosas , descubrámosle las
espinas que ocultan los falsos placeres del
mundo, poniéndole delante el ejemplo de
personas que son muy desgraciadas en
medio de los placeres .
CAPÍTULO
XIII

De las ayas

REVEO que este proyecto de


educación será considerado

quimérico e irrealizable y que


muchos dirán que son nece-
R
sarios un juicio, una pacien-
cia y un talento extraordinarios para po-
ner en práctica esos conceptos . ¿ Dónde
se hallan, preguntarán , ayas capaces de
entenderlos ? Y, por consiguiente , ¿ dónde
las que puedan aplicarlos ? Suplico que se
tenga en cuenta que cuando se escribe una
obra sobre la mejor educación que se pue-
de dar a los niños, no se debe pensar en
208 FENELON

proponer reglas imperfectas ; no puede


mirarse mal el que nos hayamos propues-
to lo mejor en este estudio. Es verdad que
no será fácil que cada uno vaya en la prác-
tica tan lejos como el autor, cuando nin-
gún obstáculo se le opone al escribir su
obra ; pero, aunque no sea posible alcanzar
la perfección en este trabajo de la educa-
ción, no es inútil haberla conocido y haber

hecho todos los esfuerzos para alcanzar-


la, pues éste es el mejor medio de acer-
carnos a ella. Por otra parte , esta obrita
no supone una índole cabal y perfecta en
los niños, ni un conjunto de todas las cir-
cunstancias más felices para conseguir
una educación perfecta . Procuro, al con-
trario, proporcionar remedios para los na-
turales pervertidos o de mala índole ; su-
pongo los errores generalmente cometi-
dos en la educación, y empleo los medios
más sencillos para enmendar, en todo o
en parte, cuanto sea necesario. Es muy
cierto, asimismo, que no se hallarán en
esta obrita los medios de sacar fruto de
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 209

una educación descuidada y mal dirigida ;


pero ¿ habrá que extrañarlo ? ¿ Puede de-

searse más que encontrar en ella reglas


sencillas, cuya aplicación exacta dé por
resultado una educación sólida ? Confieso
que puede hacerse y se hace todos los días

para las niñas mucho menos de lo que he


propuesto, pero demasiado vemos tam-
bién cuánto sufre la juventud a causa de
tanto abandono . El camino que he traza-
do, aunque parezca largo, es el más corto ,
porque conduce directamente a donde se

desea ; el otro camino , que es el del temor


y de la cultura superficial de la inteligen-
cia, por corto que parezca , es el más lar-
go, porque rara vez se llega por él al úni-
co y verdadero fin de la educación, que es
persuadir e inspirar el amor sincero a la
virtud.

La mayor parte de los niños que han


sido educados de esa manera, cuando su

educación parece ya concluída, tienen que


empezarla de nuevo, y después de haber
pasado los primeros años de su entrada
14
210 FENELON

en el mundo cometiendo faltas, irrepara-


bles a veces, es necesario que la experien-
cia y la reflexión propias les den a conocer
las máximas que una educación torpe,
superficial, no supo inspirarles. Es preci-
so observar aún que estos primeros cui-
dados que recomiendo para educar a los
niños y que las personas inexpertas con-
sideran dificultosos e impracticables, aho-
rran incomodidades mucho más desagra-
dables y allanan obstáculos que se con-
vierten en insuperables en el curso de una
educación menos esmerada. Atiéndase ,

por fin, a que, para realizar este proyecto


de educación, se trata menos de hacer co-
sas que requieran gran talento , que de
evitar faltas groseras como las que ya he
indicado detalladamente. Muchas veces

se trata sólo de no apurar a los niños , de


estar constantemente a su lado , observán-
dolos , inspirándoles confianza, respon-
diendo claramente, palabra por palabra, a

sus preguntas, dejándoles que obren se-


gún su carácter para conocerlos mejor y
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 211

corregirlos con paciencia, cuando se equi-


vocan o cometen alguna falta.
No es razonable pretender que una bue-
na educación pueda ser dirigida por una
mala aya, y mucho es sin duda dar reglas
para que pueda hacerlo una persona de
mediano talento, y no es pretender dema-
siado el exigir de esta persona juicio rec-
to , genio tratable y verdadero temor de
Dios. Una aya que reúna estas circunstan-
cias no encontrará por cierto nada sutil ni
abstracto en esta obrita, y , aun cuando no
lo comprendiera todo , entenderá lo más

substancial , y esto basta. Procuremos que


la lea repetidas veces ; tomémonos la mo-
lestia de leérsela, permitiéndole que nos
interrumpa para pedirnos explicaciones
sobre lo que no comprenda, o no la deje
convencida ; luego obliguémosla a que lo

ponga en práctica, y a medida que vaya-


mos observando que olvida , hablando a la
niña, las reglas de esta obrita, que habrá
prometido observar, hagámoselo notar
con suavidad y en secreto . Esto será, sin
212 FENELON

duda, molesto para muchos, pero es un


deber de los padres ; además , no durarán
mucho estas dificultades , porque si el aya

es juiciosa y dócil, aprenderá más en un


mes con la práctica y con nuestros con-
sejos, que con largos discursos , y podrá
muy en breve seguir por sí sola el camino
que se le ha trazado . Tendremos aún la

ventaja, para aliviarnos de semejantes ta-


reas, de que ella misma encontrará en esta

obrita las principales lecciones que deben


dar a las niñas sobre las máximas más im-

portantes , de modo que no tendrá más que


seguirlas.
Tendrá también una colección de las
conversaciones que debe mantener con las
niñas sobre las cosas más difíciles de ha-
cerles entender, y, en una palabra , una es-
pecie de educación práctica que la condu-
cirá como de la mano. Podemos todavía
utilizar el Catecismo histórico, haciendo
que el aya que tratamos de instruir lo lea
con frecuencia, y sobre todo debemos pro-
curar que comprenda bien el prefacio,
LA EDUCACION DE LAS JOVENES 213

para que adquiera el método de enseñanza

propuesto.
Debo confesar, sin embargo , que las per-

sonas de mediano talento a que me refie-


ro, no abundan ; pero, al fin, es preciso un
instrumento propio para la educación ,
porque ninguna cosa , ni aun las más sen-
cillas, se hace por sí misma, y salen siem-
pre mal cuando las hacen los ignorantes .
Procuremos, pues , escoger en un paraje
u otro una joven que creamos capaz de re-
cibir una buena instrucción, preparémosla

con tiempo para este cargo y conservé-


mosla por algún tiempo a nuestro lado
para probarla antes de confiarle cosa tan

preciosa. Cinco o seis ayas formadas de


este modo sabrían en poco tiempo formar
otro número mayor, y, aun cuando nos en-
gañemos con muchas de ellas , siempre re-
sultarán algunas buenas y no nos encon-
traremos con las mismas dificultades de
todos los días . Las mismas comunidades

religiosas y seglares que, según su insti-


tuto , se dedican a la educación de las ni-
214 FENELON

ñas, podrían tener también esto a la vista

para formar sus directoras y maestras.


Pero, aunque sea grande la dificultad
de encontrar ayas, preciso es confesar que
hay otra cosa mayor todavía, y es la indi-
ferencia y falta de método de los padres :
todo es inútil si no concurren todos a la
tarea de la educación. Lo principal es que

no den a sus hijos más que buenos conse-


jos y ejemplos edificantes , y esto sólo
puede esperarse de un corto número de
familias. En la mayor parte de las casas ,
vemos sólo confusión, desorden , variedad ,
división entre los amos , y un tropel de
criados sin disciplina. ¡ Qué escuela para
los niños ! Muchas veces una madre, que

se pasa la vida entre el juego, el teatro


y las conversaciones indecentes , se lamen-
ta con aire de gravedad de no encontrar
una aya capaz para educar a sus hijos ;
pero ¡ qué fruto podrán sacar de la mejor
educación teniendo a la vista el ejemplo
de tal madre ! Muchísimas veces también

se ven padres, como dice San Agustín, que


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 215

llevan ellos mismos a sus hijos a los es-


pectáculos públicos y a otras diversiones
que no pueden dejar de hacerles fastidiosa
la vida seria y ocupada a que luego pre-
tenden dedicarles. Mezclan el veneno con

el alimento saludable : hablan de pruden-

cia a las niñas, y acostumbran luego su


imaginación, de suyo ligera , a las violen-
tas sacudidas de las representaciones sen-
timentales y de la música y les quitan así
el gusto por ellas . Les inspiran el deleite
de las pasiones y les hacen encontrar so-
sos los placeres inocentes. Consideran
austera y melancólica la educación si no
está mezclada de bien y de mal, y preten-

den que sus hijas salgan bien educadas.


¿No es esto pretender honrarse con el de-
seo de que los hijos reciban buena educa-
cación, sin querer tomarse ningún trabajo

ni sujetarse a las reglas más necesarias


para lograrlo?
Concluyamos con el retrato que el sa-

bio nos ha trazado de la mujer fuerte :


"Raro y extremado , dice, en su precio, y
216 FENELON

de mayor estima es que todas las precio-


sidades traídas de lejos y de los confines
del mundo . Confía en ella el corazón de su

marido y no necesita de los despojos de


la guerra para vivir. Págale con bien y no
con mal todos los días de su vida. Busca

lana y lino de que hace labores con el sa-


ber de sus manos , y es como un navío de

mercader, que de lejos trae su pan. Se le-


vanta antes que amanezca , y reparte el
pan a sus criados y la tarea a sus mozas.
Puso la mira en una heredad, y la compró
del trabajo , y con fruto de sus manos plan-
tó una viña. Ciñóse de fortaleza y forti-
ficó su brazo . Ha probado y visto cuán útil
es su trabajo ; su luz por tanto no se apa-
gará de noche. Aplica sus manos a los
quehaceres toscos y caseros , y sus dedos
manejan el huso. Abre sus manos para so-
correr al afligido , y sus brazos extiende
para amparar al menesteroso . No teme el
frío de la nieve para su familia, porque to-
dos traen vestidos bien aforrados . Hizo

para sí aderezos de cama ; holanda y púr-


LA EDUCACION DE LAS JOVENES 217

pura es su vestido . Su esposo se presenta


ilustre en las puertas, esto es, en las asam-
bleas públicas, sentado entre los hombres
venerados del país. Ella teje finísimas te-
las, las vende, y entrega también ricos ce-
ñidores o fajas a los negociantes cana-
neos . Fortaleza y buena gracia son sus
atavíos, y estará alegre y reirá hasta el
día postrero . Abre su boca a la sabiduría ,
y la ley de piedad es su lengua. Vela en
su casa hasta los más ocultos escondrijos
y no come ociosa el pan. Levantáronse sus

hijos y la aclamaron dichosa, y su ma-


rido la alabó también diciendo : "Muchas

"son las hijas que han acumulado riqueza ,


"mas tú has aventajado a todas." Engaño-
so es el donaire, y vana la hermosura ; la
mujer que teme al Señor, ésa será loada.
Dadle del fruto de sus manos, y celébren-
se sus obras en la pública asamblea."
Aunque la extremada diversidad de cos-
tumbres, la concisión y energía de las fra-
ses hacen primero obscuro este lenguaje ,
se encuentra, sin embargo, en él un estilo
218 FENELON

tan vivo y lleno de colorido, que embelesa


si lo examinamos con detenimiento . Pero

deseo que se considere sobre todo que la


autoridad de Salomón, el más sabio de los
hombres, es la del mismo Espíritu Santo,
cuyas palabras son tan sublimes para ha-
cer admirar en una mujer rica y noble la
sencillez de costumbres, la economía y el
trabajo.
ÍNDICE
ÍNDICE DE CAPÍTULOS

PÁGS.
1 7
Fenelón, espíritu francés

LA EDUCACIÓN DE LAS JÓVENES

CAPÍTULO PRIMERO. - De la importancia


de la educación de las jóvenes .... 29

CAPÍTULO II . - Inconvenientes de las educa-


ciones ordinarias .... 35

CAPÍTULO III . -Cuáles son los principales


fundamentos de la educación 41

CAPÍTULO IV. - De los malos ejemplos 55

CAPÍTULO V. -Métodos indirectos de ins-


trucción. No conviene apurar a los niños. 59

CAPÍTULO VI. - Del empleo de cuentos para


los niños 97

CAPÍTULO VII .- Manera de inculcar en el


espíritu de los niños los primeros princi-
pios de la religión 111
MAR
IO H
ria
DE
LA
20 Ptas

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